Juan Double Take Jos沤 Gurrola Edici贸n en proceso / 04.12.2009
Double Take de Juan José Gurrola, 1. edición 2009 Edición: Fundación Gurrola, A.C. Avenida Sonora 174-4, Colonia Hipódromo Condesa, Delegación Cuauhtémoc, CP 06170, Ciudad de México, Tel / Fax 52 11 22 21 www.fundaciongurrola.org info@fundaciongurrola.org
Juan Double Take JosŽ Gurrola
ex libris mateus, S.A. de C.V. fragonard 70-5 mixcoac 03730 ciudad de méxico (52 55) 5615 8027 www.mateusbooks.com info@mateusbooks.com Textos: © Fundación Gurrola, A.C. y de los autores Imágenes: © Fundación Gurrola, A.C. y de los propietarios Distribuido en: España - México - América Latina por Arte y Escena Ediciones, S.A. de C.V. Milán 18 Colonia Juárez 06600 México, D.F. (52 55) 5566 9423 / 5566 5721 ventas@edicioneselmilagro.com.mx ISBN XXXXXXXXXXXXXX
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Margarita Iturriaga Flores en Nueva York, ca. 1926 © Archivo Gurrola.
Cuando miro esta foto de Cuando miro esta foto de Maggie dentro del lujoso REO o Stutz convertible, tomada en Upper Manhattan en 1927, siento un high, vroom! Y se desencadenan los acontecimientos que componen el devenir del nudo de mi vida: mi pasado está allí, congelado, con el inconfundible whoopee feeling de esa época, the clip joints, the booze, the “knack” of things. Las mujeres de los roaring twenties, Harlem, speakeasies, Covarrubias, Guty Cárdenas, e. e. cummings, O’Neill, Oklahoma, Will Rogers, Carranza, Rivera y Rockefeller, The Village, The Living Theatre, Mingus, Elvis, The Beatles, Yale University, sex peep-shows, Guggenheim, en fin, mi desordenado kalamazoo.
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Quizá mi vida está cifrada en un cruce de miradas, en el Hotel Astor (algún 15 de septiembre), entre Maggie y Raúlito “El mensajero del aire”, muy conocido en la radio mexicana cuando fue con el grupo Garnica Ascencio a Nueva York, o entre Guty Cárdenas cuando lo llevó a que conociera Coney Island (Guty grababa entonces en la Columbia Phonograph Company, donde trabajaba Maggie). Años más tarde, en México, Raúlito la invitó junto con Chucho Solórzano y Armillita a asistir a una corrida de toros en la antigua plaza de la calle de Salamanca. “Lloré compasivamente al final del primer toro... para el sexto, no sólo era una adicta empedernida a la fiesta brava, sino que sabía que en México estaba mi vida”, me contó. Había llegado a los seis años de edad en barco a Nueva York (Ellis Island) —en 1919, meses antes de la Prohibición—, ya que mi abuela, directora de la Escuela Superior para Señoritas en Orizaba, Veracruz, después de enviudar de Joaquín Iturriaga, decidió “abrir sus horizontes” y viajar con sus dos hijos al vecino país. Al principio se las vieron negras, junto con mi tío Joaquín, dos años mayor, hasta que gracias a la impecable ortografía y conocimiento del lenguaje español empezó como traductora en una revista médica de Parke-Davis (farmacéuticos). Tennyson, Vasconcelos, haikús, Ivanóvich, Tagore, Chevalier, Will Rogers, la muerte del aviador, good will ambassador, Carranza, Sandino, son algunos de los nombres, fotos y artículos que contenía su scrapbook de esa época que hojeaba yo (tan interesantes como los suplementos culturales aquí 40 años después). Era una intelectual reservada como eran las mujeres entonces, pero enérgica: yo no salía a la escuela sin una nota sobre la conjugación
Maggie... de un verbo en mi cuaderno. Y tenía fuertes críticas al sistema educativo, entre otras cosas: que la conjunción “y” debería escribirse “i” latina. Recuerdo que la música de Manuel M. Ponce y Ricardo Castro (mi abuela al piano) llenaba las tardes en nuestra casa estilo early Narvarte. Creo que el entusiasmo de Maggie por la fiesta brava y por México tenía también el ingrediente de posible abundancia que contrastaba con el funesto y agobiante ambiente de la Depresión (1931) en Nueva York. Colas de gente esperando su blue ticket, o sea, ser despedido. Maggie, taquígrafa, supermecanógrafa, spelling-bee desde entonces, actriz principal del Club Esperanza (Casona) down in Riverside Drive —creo—, tuvo hasta la oportunidad de viajar a Orizaba, por su talento, al bautizo del hijo de su hermano, Jackie (igualito a Kramer, el de Seinfeld). Ahí se volvió a encontrar, en el Teatro Llave, a Raúlito, quien reiteró su invitación. Y por ende nací yo, pues conoció a mi papá (genio de la publicidad de esa época). Maggie llegó a México, vio y venció. Al mes entró a trabajar a la Colgate Palmolive, en donde después del sexual harrasment de sus jefes gringos —que en el fondo eran agentes secretos de la cia (World War II)— renunció, y al rato manejaba el Departamento de Cambios en el National City Bank. Más adelante gerente de varias compañías, import-export, Ernesto Ibarra Inc., Wilson Sporting Goods... Se volvió a bussiness woman, eficiente, honesta, meticulosa y detallista (cosa inaudita hasta hoy). No salía de la oficina hasta cerrar “en ceros” el reporte financiero mensual. Todo lo anterior tiene su link conmigo, pues continúo la cadena a los doce años en Nueva York (1947), mandado a aprender inglés y
viviendo con una adorable familia judía con la que me quedé: los Finlay. Primero viví en el Bronx, jugué stoop ball, base-ball en Queens, Five & Ten, Coney Island, Riverside Drive y, dos años más tarde, en White Plains, donde estudié en la Rochambeau School; fui Boy Scout (Beaver Patrol), también acólito, porque maldecía con Jesus Christ! todo el tiempo y me gustaba bailar obscenamente “I’m looking over a four-leaf clover...”. De regreso a México, mi niñez y adolescencia se sostuvo leyendo el Saturday Evening Post, Redbook, Cosmopolitan, Ladie’s Home Journal, como ahora subsisto gracias al New Yorker en materia de revistas. Dickens, Tom Sawyer, Hemingway, Robert Frost… “The blue boy” de Gainsborough, y Little Lord Fauntleroy eran mis ídolos (bueno también Panza, el de Los supersabios). Pero al lado de Maggie, the Mega woman, que se llevaría de calle a la jewish mama de Woody Allen (y mejor me callo), existía la romántica mujer que compraba discos de María Luisa Landín, la salerosa que bailaba por soleares, ¡con castañuelas!, la aficionada al toro (recuerdo haber visto los seis toros de Lorenzo Garza), la inspirada que luchaba con Chopin y Debussy al piano, la que estudiaba el bodegón con Bardasano y la guitarra con Juárez García (acompañante de Guty), en fin, como yo, experimentaba con todo. Igual que mi abuela, siempre entera, vertical, modesta en sus grandes logros, conservadora en su carácter, o sea, edwardiana. Al reflexionar sobre esto, alguna vez me pareció que, de cierta manera, esta doble cultura, el espaninglish que yo heredo (que no tiene nada de chicana), hizo que Maggie no encajara completamente en las
capas sociales de entonces en México, peor aún con el very dubious macho behavior de los hombres. No tanto lo pertinente a la “clase social” (High Life, Mexico City Country Club, Jockey Club), sino al savoir faire de las cosas. Gracias a la rapidez de entendimiento por tener las herramientas que su vida en Nueva York y la sólida educación de la maestra de escuela le habían brindado. Yo soy un heredero agradecido. Aunque en algunos casos esta competitividad iba en su contra. Esta doble idiosincrasia, bilingüe (de la cual soy indudablemente parte), crea una desconfianza o envidia en los que nos rodean, incluyendo a la familia cercana y a la de un funesto padrastro, recuerdo. She was too much, pues. Se arrimaron a la successful Maggie y casi la hunden. Lo recuerdo como un sordo rencor de miradas soslayadas de las cuales, precisamente por tener a different upbringing, no nos dimos cuenta. Aprendí la palabra bullshit! desde chiquito (Oh, these fucking useful intellectuals). Maggie... la mujer que me recitaba de memoria monólogos de Portia y de Julio César, de Shakespeare, o me sorprendía sacándose de la manga The Rime of the Ancient Mariner (poema de S.T. Coleridge), cumplirá noventa años este 2000. Y le falta. Como decía Marianne Moore: My father used to say / Inns are not residences… 3 / abril / 2000
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’ndice
Cuando veo esta foto de Maggie El mexicano: el gran esquivador Mirando cuerpos en un aparador de Bloomingdales Los Santos Reyes con Doritos D—riga À C—mo nace el Situacionismo Internacional?
Wozzeck, de Alban Berg, por fin gustó (35 años después) Caosmos, ¿qué? o el rombicúbicoctaedro mexicano Juan Soriano y el teatro
Of course, my horse Tricky Pinchis mexicans! El ‡ ngel malo Un aliado en la guerra del Ô 47 El Big Bang neuras de Friederich ¿Qué motivo tubo metido? Yo estoy a favor de la vida Murió el director escénico Juan Ibáñez Un serm—n en la televisi—n El escorpi—n golpea otra vez Sueño guajiro de los apuntados (como yo) al copete cultural del 2000 Soy totalmente castillo Life según Jorge Ibargüengoitia Pueblito convertido en un ready-made del siglo xxi Un performance no es como echarse un pedo Hombre con coraz—n de pelota de golf Margarita Iturriaga Flores y Juan José Gurrola Iturriaga, ca. 1936 © Archivo Gurrola.
Con la venia de la Santa Pornograf’ a Hasta que reconocen a Gerhart Münch Alada ocurrencia de música de arte latinoamericana Pedro Friedeberg: la excepci—n Presagios de un acendrado amor en Inés Arredondo Domingo y lunes cooltural “La navidad de un niño en Gales” de Dylan Thomas Propuesta duchampiana La travesura que me hizo Jesucristo Teatro terapeútico en Mesoamérica Coloquios méxico 2002. Confrontación del concepto del mundo “El arte vence siempre”: Al Hansen Interferencia: signo inequ’ voco del artista respetable
Style, subcultura y resistencia fronteriza today Theater an der Ruhr, un ejemplo Recordando a Plastic Man (el hombre de goma o chicle)
The Balthus Enigma El buen humor es la mejor arma
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The Chiapanecan look Cuando el perro se vuelve lobo El estereotipo: sigilosa arma subversiva El Pink Gin: s—lo para guerreros Rodolfo Zanabria: la vida fugitiva De un padre consternado a otro El monstruo en Nueva York Recordando a Melo (for sentimental reasons) Juan Carvajal: ola encrespada que se volvió mar El amor y el espanto según Pascal Quignard Los artifugios de Cantinflas Teatro regional de Yucat‡ n Á Viva la radio! Héctor García: atalaya del fotoperiodismo mundial La música, la arquitectura y el ADN Ah’ va un nav’ o, nav’ o, cargado deÉ Genealogía del espacio muerto (revisando a Paul Virilio) Coincidiendo con Pedro Cervantes
Long live Art Buchwald! Female power Chez Klossowski Ni tan perdita, pero s’ muy Durango Michaela González: un tiro jarocho en el arte mundial del vidrio Buscando el cerebro alternativo Representando lo irrepresentable de Lorca Nuestro Tom‡ s Segovia, un poeta de a devis Chateando con Francisco Le—n sobre the ghost towers La catrina, de Sp’ ndola, parte plaza en Buenos Aires Daños colaterales en la población, los museos y el cine Después de los aires de Himalaya y de Rulfo Excepcional —pera de Nino Rota Disyuntiva en los 450 años de la unam El espacio del teatro I El espacio del teatro II El espacio del teatro III Los pintores sensualotes I Los pintores sensualotes II Los pintores sensualotes III La nueva musa: la billetiza El devoto y pasional Huberto Navidad en Brooklyn Feliz año a los buenos actores Instant‡ nea de Arreola V‡ clav Havel: dramaturgo y presidente Los expertos tiemblan frente al crack del arte Una confederaci—n de necios Un pintor que vio claro: Ernst Saemisch La fuerza tremenda de Oweena Fogarty Directores de teatro inconmensurables Alejandro Luna. Lunera, cascabelera
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Revisitando las ideas gn—sticas El inaudito Gelsen Gas Nuevo proyecto para Central Park de Christo y Jeanne Claude Murió Milton Berle, a los 93 ¡Éntrenle a la ciencia ficción con Saramago! El turbio, convulso y seductor Mario Bellatin Necesario un rendez vous entre el arquitecto y el director de teatro David Hockney y los artefactos —pticos usados por los grandes maestros De equilibristas y poetas Nuevo horizonte de actores Juan Sebasti‡ n Lach estrena nueva composici—n musical La voz maligna en un nuevo territorio lingüístico Arte y ciencia: Poincaré y Duchamp Reto fulbolero en la Zona Rosa
Architecture in the middle of Parque México Max Aub y Radio unam Cumpleaños del Museo Cuevas
The Ridiculous Theatre Tot un any per descobrir Gaud’ Literatura y golf Juan Diego en el firmamento indígena La relaci—n del toro bravo el hombre
INVESTIGATIVE REPORT Asunto: santuario de Juan Diego Wallace Shawn Teresa Margolles Picabia: el artista anticamale—n Jane sigue siendo Jane Las nietas de los héroes El perro en la pierna de Fidecine Ciulli, un apostador capaz de todo V’ ctor Fosado toca a la luna nueva La tele no piensa, regurgita Lo nuevo del arte mexica en berl’ n Peter Wintonick: insigne desidente de Á C‡ mara!, Á Acci—n!
Los justos Mujer Pajarera de nombre Graciela Fyodor Sologub y el teatro de una sola voluntad Frida: agasajo al esplendor mexicano Jornada sentimental en Cuba Ferlinghetti: el innumerable who? Manuel Felguérez: dédalo en el menjurje Feliz año nuevo, ¡Óscar! Helen Escobedo: artista, amazona, n—mada, transformistaÉ La afición desconocida de Leonardo da Vinci Los viernes con los Lomel’
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Jean-Michael Basquiat: a naughty genius
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ê ndice onom‡ stico
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El mexicano: el gran esquivador El mito de la popularidad existente tanto en la rueda de la fortuna del afortunado como en el asombroso y por más delirante pleasure crunch (apretón de placer) del quien se deja impactar por lo que ven como su héroe a un candidato para equilibrar su polo opuesto: el inefable y profundo vacío existencial, el non-fitness (no caber) en el rompecabezas de la República Mexicana, el traicionado impunemente por años por el jefe, el que no encaja ni en la oficina ni en su silla en la Cámara de Senadores ni en la alberca en Las Vegas y ya no digamos cuando hablan inglés frente a él. Es miusqui? O su parecido con el charco de la esquina arrepintiéndose de su vida, frente a la propaganda: basurero “casi” eliminado del DDF. O sea que se vota por mandar a chingar a su madre al mundo. O al vecino. He ahí la dimensión existencial de la participación armónica y civilizada de la sociedad mexicana. ¡Bravo! El exagerado entusiasmo de los votantes —con banderitas, con “duro duro”, los contingentes, las multitudes apretujadas para hundirse en el catre virtual de la “guanga” Juanjuanaguanga, el proselitismo que ha apantallado al New York Times al publicar cómo hacemos nuestras campañas tan modernas que el Día de las Madres salen a escena (en el estrado donde se pugna por los valores de la sociedad) los fornidos “chaqueta boys” bajándose los calzones. Mientras las Saras García contemporáneas (que también pellizcan a las niñas) gritan: ¡pelos, pelos!— ¿Piensan que es espontáneo el entusiasmo? No güeritos: es una farsa monumental, delirante y jubilosa. Como en la lucha libre, el público enardecido se electriza por la farsa, no por el “deporte”. ¡Bravo! Mi entusiasmo se desborda, como cuando veo una tira de Trino. La enorme parodia es de una sabiduría joyceana. James Joyce debió tener algo de mexicano. Una desobediencia civil cuántica. El Caosmos (el contrario del Cosmos) que vive en el subconsciente del mexica sabe cómo desintegrar los valores sobrevaluándolos; es de un maquiavelismo postmoderno de alcances planetarios. Inauditos. Desfonda la grandeza con su conducta alburera. Le encuentra su inmediato contrario. Característica muy mexicana que habría que estudiar más a fondo
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porque nos define y nos determina. Ahí donde se la creen es donde se tropiezan. Por lo pronto ya determinó el curso de las elecciones. Es de vecindario. “¿Confiarías a tu hija a alguien así?” Mejor que quesque de sesudos discursos. “Venimos a divertirnos jefe. Usté métale que nosotros lo apoyamos”. ¡Y se la creen! Hay que registrar el fenómeno que me parece de una sabiduría que las ciencias sociales (desde Marx hasta Pablo González Casanova) jamás han registrado. El placer como comportamiento social. El valemadrismo cuántico como conducta liberadora. Observando esta falaz, heroica y torcida manera de “cabroclonar” la historia desde el Instituto Nacional de Chunga Pre-Electoral, surge el verdadero mexicano. Aquél que —a diferencia de las protestas antiglobalización, situacionistas de París 1968, de las movilizaciones frente a los congresos de los punchis-punchis del Fondo Monetario Internacional (fmi) (con limo y puta en su hotel), de los guerrilleros de la pampa colomexicaperuvianargentinacionalista, de los post sesentayochavos en el gobierno finding, at last, their purpose in life, la comprometida rebelión del Congreso General de Huelga (cgh) ante el “dedazo” para rector, desde el genio de Superbarrio hasta la fundamental revisiónrevolución guerrillera del poeta Marcos (que también sabe leer las nubes y el nombre de las flores, aunque no sabe de póker)— lleva a cabo una extraordinaria manera de sesgar la realidad y convertirla en placer: los originales artful dodgers (artífices del chanfle existencial), digamos. Horadar en cadena para que se revuelquen a las poetistas comprometidas como Elisa Ramírez, hija de Freud, pudorosa y recatada, que publica en la revista Proceso “el demoledor diagnóstico” de los mexicanos que son una bola de globeros y gesticuladores. Esa es nuestra fuerza. La gesticulación verbal y de la cadera, cosa que está muy lejos de su inútil diaria sobada de colchón clasemediero. Por ejemplo, a las televisoras, la masa de telespectadores los ha obligado a tragar su propia bazofia. Las alpargateras telenovelas son más fresas que “lechita para dormir”. Las verdaderas “actrices” son las invitadas a regar su “tragedia” en los talk shows; ellas sí saben
improvisar, no como las hijas o “momias” de Héctor Mendoza. Es real, es de a deveras. Y si se avientan a las cachetadas les pagan más. En el Internet (en VTV-Voyeur Television) podría tener un site la Trevi, y con una camarita del tamaño de una pelota de golf videar sus libres y simpáticas acciones diarias (lavarse los dientes, abrazar a su osito) en la cárcel y hacerse millonaria. La procuraduría recibiría tal cantidad de mentadas de madre que tendrían que pensar bien la celada que le tienen preparada. Es una fuerza internacional abracadabra… todo individuo tiene derecho a ser tan reconocido como Maddona por el cibernetik voyeur. Los executive think tanks de las televisoras, víctimas del cultural shock de los sistemas gringos y europeos cuando los mandaron sus papis, los que quieren llegar a “tener una dimensión mundial”, los que en cincuenta años no han demostrado un ápice de talento ni saben en qué mundo viven, aparte del fulgor momentáneo del rating o los chismes de la sala de maquillaje, ya son obsoletos, no tienen nada qué hacer ni demostrar lo que estudiaron. Se los chaqueteó la masa mexicana. Aquí la noción de “el medio es el mensaje”, de Mc Luhan, cierra el círculo. Se muerde la cola. Han vuelto la televisión inicua, reventada en sí misma, mamona. That’s pretty miraculous. Los mexicanos no son los “jodidos”, como dijo Azcárraga Milmo: los “jodidos” son ellos viendo en sus lujosas oficinas el inmundo producto que ofrecen, el reflejo de su ignorancia y servilismo a los television structural systems. O jalándosela con el siguiente capítulo de las barely legal college adolescents soap opera. Pero qué tal subirán su rating con la llegada de la Trevi y exagerarán la palabra degeneración hasta que la baba haga que se resbalen en los pasillos. O sea, cuando el que emite la señal o el mensaje es el que la recibe, aparece una circularidad de polos, el fin de espacio panóptico o de cualquier punto de perspectiva. Esa es el alfa y omega de nuestra mexicana modernidad televisiva. Es su límite, contenido y mensaje son volatilizados como tales. Esto no solamente significa el fin del “mensaje” sino del “medio”. Y reducirse a programas como
Composición de Polaroids de Juan José Gurrola, 1984 © Archivo Gurrola.
El furcio, concursos para pobres que compran el producto, las megamentiras de cómo adelgazar, y el swish-zas de las cámaras para dinamizar al pachudo anchorman noticioso. And that’s all, folks. Acabarán siendo vendidas a consorcios poderosos. Igual que a una pregunta que le vemos malas intenciones, después de un instante de reflexión, contestamos “nel” o “niguas” o “nanay” o “naranjas” o “nel pastel” porque si contestas te comprometes y te joden. Esta peculiaridad muy mexicana en este Hemisferio Accidental, como dijo Newton (escultora mexicana con la que comparto lazos muy íntimos), aparece como voluntad irrefrenable, multifacética de jolgorio ante el poder, una simultaneidad de posibilidades maquiavélicas de burla como trampa a los poderosos que hace que
los sistemas empiecen a desfondarse por sí mismos; a los que se aprecian de integradores de la sociedad, de promotores de la ley, o los directores de cine y televisión, son víctimas de un engaño nacional. Aparentando que son fieles militantes o simpatizantes o técnicos abusados “a la orden mi director” o chamucos adoradores de su candidato se los están “carneando”. Lo que asombra es que los aplaudidos ¡se la creen! 2 / julio / 2000
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Lydia Romero asume el potencial de un matriarcado moderno con la venia de los hombres. Lydia Romero at her best. Sentado en una butaca de mi Covarrubias Theatre, en el Centro Cultural Universitario, me imaginé en otro país. No se sabe dónde estás, qué estás viendo.
La dulzura de un suave aterrizaje de niñas en paracaídas o bajando en el elevador del TimeLife Building, New York, o viendo el sentido de tu vida en las carreteras del universo. La danza de vanguardia tiene otros parámetros: the knack (cuando truenas los dedos para que recuerdes a qué vino). Porque simplemente esta presentación de danza moderna se monta sobre sí misma, se impulsa sobre el decaimiento de esa manera de moverse. ¿Y quieren saber de la mujer? Lydia y sus gutsy girls (mucho más que “muy Palacio”) amenizan los millones de años de vivir frente a la mirada del hombre, de los contornos seductores, de la línea de la media, de años de simulacros desde la sumisión del “sí, papito” hasta el berrinche contra la infidelidad; pin up women, sofis, low down Berlin lesbians en algún antro en el Kurfürstendamm o las muy quesque despreocupadas cuidando el secado de las sábanas o exprimir el pito, hasta cuando el tío le regaló dulces en su cuarto. Lo que quieran. Nos movemos como quieran. El Cuerpo Mutable es alma mutable y caprichosa. Despedazan la dimensión del observador en varios planos, dando gratis (“no te cobro, mi rey”) un espacio perfumado de posibilidades cotidianas como forrar la cunita del recién llegado, hasta la impudicia de un nuevo placer: la planicie de erotismo donde sólo se toca el no ser. Esa dimensionalidad está respaldada por un collage musical que, al fin, tiene el tercer sentido donde la danza y la música multiplican sus posibilidades. Kill Vivaldi! La música, la danza y el video (de Billy Arellano) corren hacia Cuernavaca y se toman un descanso en Bloomingdale’s, se la jalan en La Pera y, ¡oh, maravilla!: los goznes del Ferrari humildemente se van por la vía libre y ruedan las sombrillas (con unas piernas muy sobables) a su marcado destino: ser flores naturales. Claro, porque al osito blanco acuchillado ya se lo está saboreando el estertor del deseo
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embarrado. Mujeres inciertas, codificadas en la lucha por retener la sacada de lengua. Viles mujeres. Y todo con una precisión de estilo monumental. Los cinco tiempos de Lilith en Bloomingdale’s contienen una congruencia estilística prodigiosa. La exactitud de salir a oler flores en el Barrio Latino, ver una pulsera en Chelsea, recoger los calzones del motociclista o ver el vaso vacío del amor. En el aire seco del escenario no se pierde un solo movimiento. Está más programado que mi página web. En fin, fuí a un programa de danza que, sin duda, es la vanguardia en México. 2 / julio / 2000
Mirando cuerpos en un aparador de BloomingdaleÕ s
Detalle del cartel de Lilith en Bloomingdales, 2000 © Lydia Romero
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Los Santos Reyes con Doritos D—riga Los Santos Reyes fueron los primeros lambiscones que aprovecharon saber hacia dónde apuntaba la estrella-reflector para llegar y alabar el nacimiento del niño-dios. Hincados y con regalillos aseguraron su pase a la eternidad.
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
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El 2 de julio del 2000 al estudio de Televisa 2000 llegaron los nuevos Santos Reyes igual de lambiscones, aunque en vez de regalos traían sesudas opiniones, para esperar el advenimiento del recién nacidito nuevo-pri y darle su nueva legitimidad. Listos a dorarle la píldora al público televidente para minimizar el impacto de la friega de otros seis años del pantano donde estas larvas se alimentan y se reproducen en mesas redondas, suplementos culturales y revistas de opinión: the fucking intelectual wannabes. Pero, ¡oh sorpresa!, a “estos colados a la fiesta” —infiltrados y balines catedráticos on the go (a quienes nadie cuestiona porque son el alter ego de los mediocres), quienes a su llegada por los pasillos de Televisa 2000 murmuraban: “¿Quién le teme al Big Bad Fox?” Como en el cuento de “Los tres cochinitos”, preparando sus canastitas de adjetivos calculados para acomodarse en otra rebanada de pastel— se les apareció otro beiby!, el indeseado, el extranjero, the Big Honest Winner Fox! No les quedó más que eructar embarazosas opiniones espolvoreadas de simulada profunda reflexión, “yo sinceramente creo que...”, de “estoy de acuerdo con...”, y de resignación como monjas a la hora de la merienda en el refectorio por la muerte del abad que compartieron y les daba pa’dentro. “Siendo de diferentes tendencias —dijo López Dóriga—, miren qué armonía existe entre nosotros” (claro, cortados por la misma tijera, la R. mientras hilvana juiciosa). Con afeminado desprecio, como echándose el pelo hacia atrás, que no tiene, Héctor Aguilar Camín poetizaba: “Me siento liberado de esos años de envidias, corrupción, transas... (como las del libro de texto, la memoriosa R.) A Lady Mastretta se le borró el maquillaje, se le atascó la saliva y ya no supo qué decir (like a climber losing hold, la R. viendo espn). El Huckle-my-buff-Krauze, optó por agarrar postura del posible heredero en el funeral y con tono de ecuánime suavitel decir dos palabras: “concordia” y la otra
ya no me acuerdo pero igual de inocua como su revista. Y Monsi, que hace como que eructa cuando sabe que miente, por más que recurría a alguna frase ocurrente que lo salvara de: a) haberse equivocado de candidato (Labastida; ya lo había dicho Porfirio) y b) de estar in the wrong place at the wrong time, y lo peor: for the wrong reason in the wrong spotlight, no la pegaba, nadie le entendía. “Un monumento de hartazgo podrían considerarse estas elecciones”, dijo para: a) minimizar el fenómeno de civilidad, inteligencia y madurez política que fue la jornada electoral, b) tratar de quedar bien con los intelectuales útiles que hundieron a Cárdenas (“apuntados” para protestar en los periódicos, en el tablado, en el Zócalo, con tal de ser tomados en cuenta, pero sin hacer nada práctico) y c) tratar de taparle el ojo al macho (¿me hablabas?, la discreta R. hace mutis con la mano en la boca de risa fusilándose a Monsi). Al anchorman Doritos Dóriga (a quien maquillaron como “pambazo” contrastando heavy con tres acomplejados de los cinco ínclitos personajes), sólo le quedó repetir ininterrumpidamente que Televisa (cómplice eterna de las transas del pri) había sido el primero(a) en destapar los resultados electorales. Por dos segundos, y hasta eso quién sabe, porque mi control remoto es muy rápido y en el Once y tv Azteca fue casi simultáneo. ¿Quiénes piensan y quiénes no que Televisa fue primero en las encuestas? Bueno, démosles un empate técnico (y cultural); con algo se tenían que quedar. Ya lo dije a to2: yo sólo me voy por las apariencias. Fox es más alto que Clinton y que Clark Kent (Al Gore) y eso es ganancia. 4 / julio / 2000
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À C—mo nace el Situacionismo Internacional? “Amarga victoria”* Peter Wollen
El marqués de Sade abandona la Bastilla en 1789; Baudelaire frecuenta las barricadas hacia 1848; en 1970 Courbet echa abajo la columna Vendôme. La historia política de Francia se distingue por una serie de gloriosos y legendarios episodios que nos hacen reflexionar acerca de la convergencia popularrevolucionaria y el arte en rebelión. En el siglo xx, la vanguardia artística intenta elevar la revolución a insignia de conocimiento como un trampolín de la resistencia en continuidad. La carrera política de Breton y los surrealistas se prende, en 1925, con el manifiesto opositor a la Guerra Árabe (¿La Guerra de los Nacos?), y continúa con el segundo manifiesto, y estos son conservados por el “Guardavías Bretonî” hasta 1960, poco antes de morir denunciando, ahora, la Guerra de Argelia como vuelta a la resistencia. En mayo de 1968 este emblema funciona una vez más a través de la militancia Internacional Situacionista. La Internacional Situacionista surge en 1957 en Cosio D’Arroscia, Italia septentrional, al margen de la unión de dos de los principales grupos de vanguardia: la elocuente Bauhaus (Asger Jorn, Pinot-Gallizio y otros) y el Correspondencialismo Internacional (encabezado por Guy Debord). La Imaginativa Bauhaus (Surrealist Bauhaus) se funda a sí misma en la posguerra, desde la disidencia del Grupo Cobra, con Asger Jorn como apoyo inicial; y la Internacional Situacionista poco después se ensambla por otra pieza clave de los artistas del Cobra: Constant. El antecedente de ambos movimientos lo podemos trazar regresando al Internacional Surrealista, cuyo rompimiento, después de la guerra, da pie a la proliferación de nuevos grupos disidentes acompañados por una explosión de experimentos y tomas de posi-
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ción que evidencian, a través de sus nuevos cables, las señales de decadencia. ¿Qué es el Situacionismo Internacional? Verano de 1958, empieza a circular por el Barrio Latino, en París, la revista Internacionale Situacioniste. Su contenido era tan aterrador como su título: surrealismo en el cine, automatización, planos urbanísticos, política, teoría de los juegos, la generación Beat y la libertad de expresión se capitulaban en rápida sucesión apuntando que la actitud no era producto de cólera. La cultura occidental y la civilización estaban completamente en quiebra; sin embargo, había algo en lo que estos “situacionistas” creían, aunque la naturaleza de este elemento no estaba muy clara. ¿Qué significaban las referencias a la “trascendencia del arte”, el urbanismo unitario, el juego revolucionario? ¿Por qué usar chavas semidesnudas, bajo impermeables de colores o en las playas o hincadas sobre un caballo, para ilustrar esos conceptos? ¿Para qué los mapas de un paisaje campestre utópico, las fotos y diagramas de ciudades modernas? ¿Para qué los dibujos a línea y los desnudos? El terrorismo intelectual no ha sido particularmente sorprendente en el oeste de París. Lo que era inusual en la Internationale Situacioniste era tener un respaldo económico, a la par de su megalomanía. No era solamente una revista. Los artículos presentaban una coherencia y un ataque trenzado contra la vida social contemporánea y su cultura. Muchos eran escritos colectivos y algunos no llevaban firma. Los editores y los colaboradores eran franceses, holandeses, belgas, alemanes, escandinavos, italianos y árabes; todos, aparentemente, pertenecientes a una misma organización internacional. El diseño era sobrio, con un papel de lujo y cubiertas medio metálicas. Esto la hacía parecer como cara, y era muy, pero muy barata. ¡Y no tenía derechos de autor! Básicamente, el primer número revolvía sobre un ataque al arte —la tesis central de los situacionistas era que éste, en sus formas tradicionales, ya estaba fuera del juego—. El dadá había marcado el fin de la civilización occidental, ninguna regeneración era posible. Al mismo tiempo, la civilización occidental ya estaba en el punto donde la mecanización y la automatización habían, potencialmente por lo menos, eliminando todas las
formas tradicionales de trabajo para abrir nuevas perspectivas a una era de esparcimiento sin precedentes. Los situacionistas sugerían que esta diversión sólo podía ser llenada por una nueva forma de creatividad, una creatividad que tenía su punto de partida donde se quedó el otro arte. La imaginación debería aplicarse a la transformación de la realidad misma, no a sus símbolos en forma de filosofía, literatura, pintura, etcétera. A su vez, la transformación no correría por cuenta de los especialistas, debía ser hecha por todos. Era la misma vida diaria normal la que se tendría que volver pasional, racional y dramática, no su reflejo en un mundo separado, “mundo del arte”. El artista moderno no pinta, crea directamente. “La vida y el arte son uno” (Tristan Tzara). Sin embargo, los situacionistas no eran teóricos. La crisis cultural era síntoma de una crisis mucho más aparatosa. El programa de los situacionistas estaba basado en lo que llamaban “la construcción de situaciones”. Esto significaba, en primer lugar, unir y fusionar varias formas de arte en la creación de un ambiente unificado, único. Su proceso no se restringía al enfoque por presentar una actividad artística o contemporánea. Todas las visiones y grandeza de las obras de arte del pasado deberían sufrir el pillaje de su contenido. Y éste puesto en evidencia. Deberían ser subvertidas —así decían—, ser parte del guión original. Por primera vez, el arte y la tecnología serían uno: poner —por así decirlo— el pie en la realidad, o los pies en la tierra, si se trabaja el más amplio campo unificado posible de las situaciones, revelará la verdadera dinámica y forma de la ciudad. Parece asombroso que el callejón de medio siglo atrás tenga una similitud sustancial en la coyuntura contemporánea: las protestas, las manifestaciones, el problema de la unam. Coincidentemente, fue en la Universidad de Nanterre —me contaba mi amiga Luz María Martínez Montiel— donde, por un problema organizativo, surgió el descontento que después se extendió hasta La Sorbona. En estas páginas he hablado de la original manera del mexicano para subvertir el poder mediante la acción de desfondar los pilares en que se sustenta. Un situacionismo verbal y esquivo. “La enorme parodia es de una sabiduría joyceana. James Joyce debió tener algo de mexicano. Una desobedien-
cia civil cuántica. El Caosmos (el contrario del Cosmos) que vive en el subconsciente del mexica sabe cómo desintegrar los valores sobrevaluándolos; es de un maquiavelismo postmoderno de alcances planetarios. Inauditos. Desfonda la grandeza con su conducta alburera. Le encuentra su inmediato contrario. Característica muy mexicana a la que habría que estudiar más a fondo, porque nos define y nos determina. Ahí donde se la creen es donde se tropiezan”. Recordemos algunas rebeliones. La rebelión de los pachucos en los cuarenta, en Los Ángeles, fue contra el orden establecido: “Eran considerados como conspiradores de una obediencia civil y estética”, apunta Mariana Botey, situacionista de “hueso colorado”, en un ensayo.** Y añade que “…ahora que los gobiernos fraudulentos y la burocracia impune están colapsándose, cuando la legitimidad, los valores morales y la calidad de vida se han desmoronado, quizá algún dios olvidado está listo para pelear, caminar y bailar con la gente tomando las calles de nuevo”. Y la rebelión en Chiapas, el cgh y los cientos de brotes contestatarios que han surgido en el mundo son legítimos frente a la aparición de los “ladinos” modernos, “nuevos ricos” que desprecian su propia clase porque viajaron a Harvard o Yale. Yo estudié en Yale y di clases en la Universidad de Sussex, en Inglaterra, pero no regresé con el cultural shock del que han sido víctimas nuestros ahora demodés tecnócratas que se pasaron por los huevos al pueblo mexicano para parecerse a sus colegas estadunidenses y demostrar no que son machos o cultos, sino que saben de economía, como ellos: los que los humillaron por mexicanos, greasers, por más que sus “papis” les compraran ropa en Nieman Marcus. El mejor ejemplo de “situacionista” son Superbarrio y su equipo. Crea una “situación” que atrae a los medios —y hasta a la bbc de Londres— a partir del terremoto y las vejaciones a las costureras. O la crucifixión de los padres para liberar a los estudiantes prisioneros por “la preventiva”, después de que los universitarios votamos en un escrutinio tan amañado como infantil (auspiciado por los intelectuales útiles que no sabían la trampa que les había puesto el Director de Difusión Cultural en turno).
PIE DE FOTO
Ahí la dejo. Me doy cuenta de que lo que escribo es arte situacionista. Parece que de nuevo se aparece mi enfermedad: fobia social. A ver si con el cambio de gobierno se me va quitando. Prometo que trataré. * Fragmento de un artículo publicado en la revista Situationist International con motivo de la exposición, organizada por artistas ingleses en 1989, de Pe-
ter Wollen. El escultor inglés estuvo en México invitado por el British Council, y Marcela Ramírez y yo lo acompañamos a Puebla a conseguir “ladrilleros” para la obra que realizó, creo, en el Museo de Arte Contemporáneo. ** “Style, Subculture and Resistance”, Los Ángeles, 1997.
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Wozzeck, de Alban Berg, por fin gustó (35 a– os despuŽ s) “Quien escucha música a la caza de paisajes bellos es un diletante; pero quien es incapaz de percibir esos bellos lugares, diferentes densidades de la invención y factura en una pieza, es sordo”, critica Theodor W. Adorno con razón, porque los opera lovers que presenciaron Wozzeck en 1966, en “mexiquito”, no estaban listos para la música dodecafónica. Quizá todavía nos falte para entenderla. Mi primer encuentro con una ópera “serial” (twelve-tone row) fue en la Berliner Operhaus en 1961, presenciando los ensayos y el estreno de Rosamunde Floris, obra de Boris Blacher* dirigida por el director y escenógrafo más renovador de Alemania: Edwin Piscator. La escena de este romance trágico-surreal se desarrollaba en un ring de boxeo. Mis oídos extrañados no escuchaban, se resbalaban hacia la teatralidad inherente en el espacio musical y, como en la obra de Alban Berg (Wozzeck), subrayaban las acciones dramáticas. Obviamente mi chispa renovadora se deleitaba al escuchar algo medio disonante y novedoso. Ahora que asistí con Rosa al estreno de Wozzeck en Bellas Artes (que hubiera adorado el crítico musical Juan Vicente Melo), no sólo repetí la experiencia berlinesa de hace cuarenta años sino que, al terminar la espléndida presentación, sentí ese estremecimiento que inunda el pecho (tristeza y felicidad total) —bajé los ojos en un acto de contrición, gozando de mi personal Sturm und Drang (mi azote existencial con un hard-edge francamente expresionista al estilo de Beckmann)— tanto que al salir no sabía distinguir entre el atardecer luminoso o el que apareció en las entrañas del teatro. Las nubes eran las mismas y vaticinaban también Tod und Blut.** Según he leído, este estreno ha sido un acontecimiento. Qué bueno que lo celebramos en el café del Palacio con Nacho Toscano (pionero de la buena ópera en México, sin menospreciar la labor de Vela y Kleinburg), Alejandro Luna, Tolita Figueroa (alumna mía con Daniel Giménez Cacho, ahora en Madrid) y su hermana María (a quien conocí con el doctoris honoris causa Pérez Amor). También estaba Diego Luna. Se veía tan bien recién desempacado de Europa que le propuse empezar a ensayar Hamlet, Prince of Denmark. Hubiera querido encontrarme a Benjamín Cann por su asombrosa, simple y precisa dirección de escena, y a Eilanna Lappalainen, con quien tuve el gusto de trabajar en I Pagliacci (Neda) que escenifiqué junto con Cavallería Rusticana, por la cual se enfurecieron los recalcitrantes opera lovers por mis “ocurrencias”, como situar la acción en un pueblo de provincia mexicano —algunos airados del coro protestaron: “Esta decisión es como hacer una ‘misa negra’ en la catedral”—. En el estreno, un viejito como Pardavé aventó cebollas que cayeron in the orchestra pit cuando salí a dar las gracias. ¿Irán al mercado desde temprano seguros de que no les va a gustar?
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Pero son estas “ocurrencias”, en el caso de Shönberg y Von Webern al inventar una totalidad de forma, las que hicieron emerger de nuevo el interés ante la indiferente tautología de la operas ready made. Ojalá con el tiempo, y con la ayuda de los integrantes del coro (y claro, de Kleinburg), se busquen más novedades operísticas. La reticencia también era clara en el estreno de Boris Blacher hace cuarenta años. La sala estaba casi vacía. Las interpretaciones extraordinarias del Wozzeck —tan actor y cantante—, de la María —que para mí tiene una voz nueva, casi sobrenatural, propia— y la intervención tan justa del coro —bajo la dirección musical de Guido María Guida—, serán memorables. Pero me llamó mucho la atención la precisa decisión para vestir la obra de Luna y asociadas. La escasez de escenografía resaltó el viaje de los objetos a través del tiempo y de las guerras. Un túnel de nubes y crepúsculos de donde se dejaban venir los objetos y la zozobra de su manufactura torpe. El sillón del barbero, los instrumentos quirúrgicos en la clínica y el color del uniforme de soldado raso: todo, desde el urinario de la soldadesca hasta el espantoso kitsch, rechinaban con la música prodigiosa de Alban Berg. Büchner, Wedekind, Ludwig Tieck, Groz, Beckmann, Lotte Leyna, Kurt Weil y “Caligari” me llevaron a Alemania en los sesenta. Estrenada en el mismo escenario de Bellas Artes en 1958, Fernando Wagner, con La muerte de Dantón, de Büchner —donde yo hacía el papel de Camilo Demoulins y Sergio Bustamante a Dantón—, en 1978 me introdujo al expresionismo alemán. Desde entonces se me quedó grabada una frase de Dantón: “Camino sobre la tierra bajo mis pies... es una costra y tengo un miedo constante de que se quiebre”. Anyone for tennis?
* Boris Blacher (1903-1975) nace en China y muy joven viaja a Berlín. Tuvo éxito, tanto en la música con forma tradicional como con el método serial, en el ballet Lysistrata (1950), la ópera Romeo und Julia (1943) y Rosamunde Floris (1960). Sin embargo fue Variaciones a un tema de Paganini (1947) la que estableció su
Wozzeck, María su mujer y el Tambor Mayor, dibujo en tinta. © Archivo Gurrola.
reputación. ** Muerte y sangre.
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Ò Cuando todo est‡ oscuro se puede agarrar al mundoÓ Georg Büchner 19
Caosmos, À quŽ ?, o el rombicœ bicoctaedro mexicano
Ilustración: J.J.G.I. © Archivo Gurrola.
Dado queÉ (?) se determinar‡ n las condiciones de la exposici—n extrarr‡ pida (=apariencia [reproducci—n] aleg—rica) de varias colisiones [atentados] pareciendo sucederse la una a la otra siguiendo leyes; esto se har‡ para aislar, de una parte, el signo de la concordancia entre esta exposici—n extrarr‡ pida (capaz de todas las excentricidades), y de otra parte, la elecci—n de las oportunidades legitimadas por esas leyes. Marcel Duchamp, La caja verde Acto 1 Un capítulo completo del libro Chaosmos, de Felix Guattari,* está dedicado al nuevo paradigma estético que puede servir para escapar del impasse de los resultados del posmodernismo. Y lo saco a la luz para la reflexión de los jóvenes que están frente a la disyuntiva del quehacer artístico que plantea un abanico enorme de posibilidades: arte, cibernética, estilos, géneros, performance, galeristas, situacionismo, instalaciones. Dice el autor en cierto momento que “el arte es esencialmente una máquina que alberga sensaciones o máquinas que generan composiciones. Se crean percepciones que se desgarran de la percepción, o afectos despegados, libres, del sentimiento”. Todo según las posibilidades mentales (y ahora, frente a la alternancia del genoma humano, más). Y añade que este sistema de redundancias con profundo significado está cada vez más agobiado por los signos del poder conectados con medios masivos y la uniformidad de las encuestas y opiniones en un mundo de remates consumistas. La madeja incluye todo tipo de interrelaciones que no solamente son parte de la creación artística sino que están abiertas a la ciencia (teoría cuántica, teoría del caos, Gödel) a la economía, a la ecología. La bioquímica y el funcionamiento de la memoria es un paisaje inédito. Los primeros atisbos se vieron en los mid-fifties
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con el arte conceptual, Fluxus (con Felipe Ehrenberg y su mujer) y, sobre todo con Duchamp, cuando artistas en varias partes del mundo empezaron a coincidir “acciones” como Arte. Se podría decir que el coeficiente de enunciación es comparable a un acto de resistencia civil contra el “buen gusto”. No se trata de manifiestos al estilo de Dadá o del Siituacionismo Internacional. Se refiere al mundo que es el reverso del cosmos: éste se des-programa de la vida (así como un performance legítimo tiene que desprogramarse del pensamiento arte, teatro, danza, representación), re-entra en lo que Guattari llama caosmosis, misma que puede impeler la constitución de un nivel de experiencia de una complejidad totalmente nueva. Éste fue uno de los temas que abordé en mis conferencias magistrales en el Centro Nacional de las Artes.** Y ese caosmos es de propiedad mexicana. Si los mexicanos se salvan, se salva el planeta. Somos hoyonegromachorreamistosóplate a tu hermana individuals. Somos giroscópicos. Somos pirinolas traga imágenes. Los únicos que sabemos el significado del dos/tres, y que sí es lo mismo (perdonando la vulgaridad) Carlos Emeterio Saturnino Guajardo que sacarlo, meterlo, sacudirlo y guardarlo. La física matemática podría probarlo fácilmente. Nuestro querido Octavio Paz esbozó un gerundio existencial del mexicano en Labyrinth of solitude, pero no profundizó sobre materiales lingüísticos e idiosincráticos como ¿dónde está mi saxofón, que no lo veo en el rincón? Lástima, se hubiera divertido un poco. Acto2 Caosmos ¿o qué o qué? Para sintetizar las grandes y sorpresivas directivas del pensamiento contemporáneo se necesita talento. No hay nada tan refrescante como una nueva visión cuando las ideas ya se han convertido en un muro o en una cortina de humo, aunque sus colores varíen. Me refiero al Chaosmos de Philip Kuberski,*** cuyo enfoque tiende a tocar, no totalizar, un impresionante concepto del mundo. La unicidad de éste como un campo donde, en una complejidad multidimencional, emergen y convergen, intermitente e inevitablemente, organismos, lenguajes y seres individuales, digamos. Este libro nos enseña, según una nota de la State University of New York Press, cómo escritores como James Joyce, James Merril, Doris Lessing; científicos como Gregory Bateson y David Bohm; y los conocidos teóricos como Jacques Derrida, Jacques Lacan y Michel Serres, pronosticaron e iniciaron un sesgo significativo fuera de las concepciones del mundo modernista, como una máquina. El ser como un principio encerrado, solitario, y su representación como una investigación reductora del mundo. ¿Pero de dónde sale el concepto “caosmos”? En la primera de las cuatro conferencias que impartí en el Centro Nacional de las Artes me referí a esta lectura del mundo a propósito de los tres vacíos de la física moderna (Quantum Theory, Gödel y la Teoría del caos), y al tratar de explicar mi propio fenómeno cultural de simultaneidad o polifacetismo en las diferentes disciplinas artísticas mencioné que “regresando al matasellos que imprime los acontecimientos en el bloque de cera de la memoria, podemos ver que cuando pensamos o recordamos hacemos una trayectoria retrospectiva hacia adentro de nuestra mente, cosa que a últimas fechas se ha dado por llamar caosmos” Esto es el centro de esta presentación un tanto caótica, pero así debe ser:
Combinando las palabras chaos y “cosmos” en la novela Finnegan’s wake de James Joyce, el término apareció por primera vez: chaosmos. Joyce anticipa la metáfora de la vida del final del siglo xx (y la definición de la idiosincrasia del mexicano) cuando escribió: …every person, place and thing in the chaosmos of Alle anyway connected with the gobblydumped turkery was moving and changing every part of time; the travelling inkhorn (possibly pot), the hare and turtle pen and paper, the continually more and less intermisundertanding minds of the anticollaborators, the as time went on as it will variously inflected, differently pronounced otherwise spelled, changeably meaning vocable scriptsigns.
combina sus talentos. “Ahora no somos los ‘otros’; somos universalmente válidos”, apunta. Así que si requieren ser artistas o críticos o galeristas o funcionarios de la cultura tienen que ser pensadores “caósmicos”, apunten. Otherwise no pasarán al 2000. O como dijo Calderón de la Barca: El que esto ignoren Soy yo el ofendido, ¡secularitméricos! (Calderón de la Barca, en La cena del rey Baltasar —auto sacramental—, anuncia lo que muchos años después fue el significado de la velocidad de la luz y la variabilidad cuántica).
O sea, por supuesto en una aproximación gozosa en español: …toda persona, lugar y cosa en el caosmos de Alle de todas maneras conectada con la traga-vomitiva guajolotería, se movían y cambiaban cualquier parte del llamado tiempo; como pedantes transeúntes (pedante-putonas), las muy correlonas y atortugadas pene impúdicas, entre el más o menos de las inter-inequívocas mentes de sus anti-colaboradores, con el columpio del tiempo de retorcido variado, como mal pronunciado, deletreado al revés, con inscripto-signo de vocablos de significado intercambiable. De acuerdo con Andrzej Duszenko, Joyce describe esta fluidez y entrelazando de palabras y significados en sus comentarios sobre la naturaleza de Finnegan’s Wake: Ya enfrentado a esto… [el libro] es una cosa terminada de una vez por todas y ahí está en algún lado terminado en un cierto tiempo… pero quien cavile más profundo siempre conservará in the baccbuccos of his mind que éste ahí mero que eres y el ahí está, sólo existe en su mirada. ¿Por qué? Porque… cada persona, lugar y cosa en el caosmos de Alle… se mueve y cambia cada parte del tiempo.**** Por eso dije que James Joyce ha de haber comido “huevos motuleños”. Quizá por eso entendiendo la estrecha relación del mexicano con Dublín, es que Carlos Salinas de Gortari decidió recuperar sus raíces en esa ciudad. El albur nacido en la Candelaria de los Patos contiene esta cualidad que heredaron los grandes cómicos mexicanos. Yo siempre he defendido a Mario Moreno (y al Flaco Ibáñez y a Tin Tán, y a Alejandro Suárez y a Leeeeechuga) en contra de ser descrito como un “peladito” con mucho ingenio. Yo lo aprecio como a Joyce, con el agregado de la improvisación verbal, pues considero que aparte de escandalizar al gallinero de la Academia de la Lengua, inventaba un diccionario nuevo, múltiple y “caósmico” at every turn of the mind. Añadiría autores como e. e. cummings, Dylan Thomas, Lewis Carroll; a los estridentistas; Novo, Juan Carvajal, Severo Sarduy, Tomás Segovia cuando improvisaba: “Melo, melo, te lo telo”; Elizondo; algunas poetas de un movimiento “nadaista” que Vera y Mara Larrosa iniciaron; y el poeta mexicano, poco conocido Juan de Alba, de quien “Prostitubeandolosarnosarcasmordentromendolorosísima el alma vive” es una línea del poema que me repitió antes de cruzar una calle. Porfirio Muñoz Ledo es de la misma dimensión. O sea, si va a haber un proyecto cultural esto debe discutirse. Tiene que tomarse en cuenta la naturaleza, temperamento y voluntad del creador contemporáneo. Como Covarrubias, Gelsen Gas Soriano; o sea: “La alfombra mágica de las artes” que vuela y no espera que algún(a), crítico(a) mamón(a) la garantice. Un ejemplo es Meera Syal en Londres, que es un fenómeno multicultural: hace comedia en los bares, actúa en obras de vanguardia, tiene tres premios como novelista, tres de sus guiones han sido filmados y también, como yo, ha dirigido óperas. Nadie en Londres
PASA EL PENSAMIENTO COMO EL CORRECAMINOS. ¡BIP BIP! (No puedo dejar mi alma de teatro, perdón). Daniel (el de los leones): Espera. Pensamiento: ¿Qué he de esperar? Daniel: Advierte. Pensamiento: ¿Qué he de advertir? Daniel: Óyeme. Pensamiento: No quiero oír. Daniel: Mira. Pensamiento: No quiero mirar. Daniel: ¿Quién respondió desse modo / nunca a quien le preguntó? Pensamiento: Yo, que sólo tengo yo / Desverguença para todo. (El apóstol, diría yo) Daniel: ¿Quién eres? Pensamiento: Quando esso ignores, / vengo a ser yo el ofendido; / ¿no te lo dize el vestido/ ajironado a colores, / que como el camaleón/ no se conoce qual es/ la principal causa? Pues/ oye mi difinición. / Yo, de solos atributos/ Que mi ser inmortal pide, / soy vna luz que diuide/ A los hombres de los brutos. // Soy el primer crisol / en que te toca la fortuna; / más mudable que la luna, / y más ligero que el sol. / No tengo fixo lugar / lugar morir y nacer, / y ando siempre sin saber / dónde tengo de parar. // La aduersa suerte o la altiua / siempre a su lado me ve; / no ay hombre en quien yo no esté, / ni muger en quien no viua. // Soy en el rey el desvelo / de su reyno y de su estado;/ soy en el que es su priuado / la vigilancia y el zelo. // Soy en el reo la justicia, / la culpa en el delinquente, / virtud en el pretendiente, / y en le próuido malicia. // En la dama hermosura /en el galán el fauor, / en el soldado el valor, / en el tahúr la ventura, / en el auaro riqueza, / en el mísero agonía, / en el alegre alegría, / y en el triste soy tristeza. // Y, en fin, inquieto y violento,/Por donde quiera que voy/ soy todo y nada, pues soy / el humano pensamiento. *Felix Guattari nace en 1925. Discípulo de Jacques Lacan. En los sesenta comparte con Gilles Deleuze puntos de vista, y publican juntos, en 1972, El anti-Edipo, que se convirtió en un libro muy influyente en la Europa post 68. ** Las vueltas de tuerca de los genios el siglo xx, que trataba de andar: en busca del romicúbicoctaedro perdido... / Las musas encuentran el oscuro objeto del chismorreo y aprenden / Por qué la dulce vaguedad de lo eterno es inexplicablemente ensortijado. *** Autor de A Calculus of Ezra Pound: Vocations of the American Sing and the Persistence of Memory: Organism, Myth, Text. **** “On the face of it... [the book] is a thing once for all done and there you are somewhere and finished in a certain time... but one who deeper thinks will always bear in the baccbuccus of his mind that this downright there you are and there it is only all in his eye. Why? Because …every person, place and thing in the chaosmos of Alle... was moving and changing every part of the time”.
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Al fondo, el caballito de Juan Soriano, y en primera fila: Nancy Cárdenas, Tara Parra, Carlos Fernández, Enrique Stopen, Rosenda Monteros; detrás, José Luis Ibáñez. Matilde Gordillo, Juan José Gurrola y Héctor Xavier. © Fotografía: Ricardo Salazar
Juan Soriano y el teatro Salvador Novo, a propósito del primer programa de Poesía en Voz Alta, escribió en su afamada columna “Cartas a un amigo”* [Siempre, julio de 1956]: “Todo el mundo estaba intrigado a propósito de lo que sería eso de la Poesía en Voz Alta en el Teatro del Caballito. ¿Se trataría de otra versión de los Viernes Poéticos organizados por Andrés Henestrosa para el inba?... ¿Sería eso? Y no, no fue eso. Una breve nota del excelente prosista Juan José Arreola nos informó. Se trata de hacer teatro —teatro puro, tal como lo era el primitivo español; con mínima producción. La concurrencia fue de lo más distinguida. Descollaba en primera fila, Alfonso Reyes con Manuela; en otra fila, León Felipe con Berta. Si los asocio es porque Alfonso se presentó estrenando unas barbas en primer año de las de León Felipe: reducidas por la diversidad de su estatura, por recientes y por blancas”. Se inauguraba un aliento teatral tan importante como el del teatro Ulises, con el mismo Novo, Villaurrutia y Henestrosa en el equipo de Antonieta Rivas Mercado.
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Sólo que este último experimento teatral no contaba con un escenógrafo como Juanito Soriano, como lo llamaba cariñosamente Novo. Y fue precisamente un mural de Juanito—un caballo alargado a todo lo ancho del fondo de la butaquería— lo primero que vi en el teatro del Caballito, al entrar a ensayar en lo que fue el ambiente caosmopolita [sic] en el que di mis pasos en el arte. Juan Soriano destaca en mi memoria de estudiante de Arquitectura por la plasticidad congénita que ha llevado en todos los momentos y movimientos de su existencia: su taller en Melchor Ocampo, de doble piso, era así como parisino, con grandes ventanales —¡Wow!—; su prudencia con los actores al medirse el vestuario (que tocábamos en el placer); su inquebrantable certeza e infalibilidad al tomar decisiones drásticas sobre la escenografía, pero que redundaban en el deslumbramiento visual de la puesta en escena. “¡El piso, el fondo y las piernas (teatrales) van en pana color paja!”, decidía muy seguro de sí mismo y el vestuario también, pero en
dos tonos!”. Y nos sentíamos como frente a Versace. Su manera de hablar era llana, jaliscience; y su piel parecía que nacía del cobre, de la piedra, de la arena, del camaleón nervioso que tiembla cuando habla cuidando de no sacar la lengua de dos puntas. La historia de esa época está en un pestañeo de Juan Soriano. Pero además —a diferencia de Octavio Paz, adusto y preocupado; de Juan José Arreola, vivo y poético; el electrizado coro de los Alatorre; Héctor Mendoza, serio y amable—, Soriano rompía el hueco generacional conmigo y demás jóvenes actores que estábamos vírgenes, de los snobs concupiscencia literaria, de los fieles a la Facultad de Filosofía y Letras (incluyendo a Juan García Ponce, quien resultó desde entonces el amigo eterno). Juan Soriano observaba como dinosaurio niño con sus ojos de jade. Cada vuelta de la cabeza era un título de nobleza, de elegancia y buen gusto. Recuerdo que se veía tan bien con Diego de Meza en el camellón de la avenida Nuevo León, saliendo borrachos del departamen-
Chucho Reyes Ferreira, Juan José Gurrola, Salvador Novo, Mauricio Herrera y Bejnjamín Villanueva, 1958. © Archivo Gurrola.
to de Octavio Paz, llenos del jugo seductor, perfumado y penetrante de Elena Garro. Y luego en París con Rosa, con Marek —al que conocimos en una fiesta donde estaban José Luis Martínez, el Sr. Parra, el periodista—, sentados departíamos y bebíamos servidos por una au pair de Holanda —hired for the ocasion— cuyo ombligo era a lo que más podías aspirar. Más arriba era el Chrysler Building prendido en la noche, con minifalda. Pero en el Teatro del Caballito —que después se apañó Azar y lo hice famoso con Lorca, Ionesco, Quevedo, T. S. Eliot, Tardieu (cuya obra Oswaldo y Zenaida todavía les paso a mis estudiantes)— también estaban Rosenda Monteros, primer amor escénico; Tara Parra, surreal hasta la fecha;* Gerard Philipe mexicano, Carlos Fernández quien imitaba a Tarso —nosotros lo imitábamos a él o a Raúl Dantes—; Enrique Stopen, adorador del rebelde James Dean —“say hello to your mother!”—; Nancy Cárdenas, con sus pechugotas; y Arreola, que solucionaba todo, cuando se fué la luz en el teatro, improvisó
por media hora con tal argucia y olfato de gnomo que cuando se volvió a prender ya habíamos triunfado. El humanismo se me apareció. Todos éramos nuevos, partícipes de lo nunca ejercitado en el teatro. Oír cantar a los Alatorre, Ionesco, Leonora Carrington. Desde entonces vengo pensando: ¿Cuáles son las características de la nueva y totalmente diferente percepción de las cosas, desde el escenario?, ¿o es precisamente un cambio en la percepción de las cosas lo que lo hace diferente, por la capacidad del actor para subvertir la realidad? ¿Qué es lo que nos hace tan proclives a tragarnos el fingimiento de los actores, el simulacro de identidades, su hipocresía sin límites? ¿Por qué nuestra conciencia se impregna tan fácilmente de este mundo de apariencias? ¿Será que somos una casta de impostores profundos? ¿Espíritus superiores? ¿Seremos dirigentes de grandes meta-psicólogos que se apoderarán de los destinos de la humanidad futura? ¿No será el fenómeno del teatro
la kriptonita para la nueva generación? ¿De qué está hecho el actor? De estar cerca de los dioses. * En ese mismo artículo, el maestro Novo me dedicó un párrafo: “Y Juan José Gurrola. En este chico hay que fijarse. Posee un talento realmente excepcional para el teatro, sin límites en la caracterización”. Top Secret: Novo me apapachó, me ayudó, me prestó La Capilla y todos me odiaron desde entonces. ¡¡Sacrilegio traicionar al establishment!!: “¡Lo prefieres a Octavio Paz!”, y yo dije “Sí, lo siento”.
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Of course, my horse En cierta manera, hablar inglés ayuda en los viajes y a leer literatura en el idioma original. Pero siento que reflexionar sobre la ventaja obvia de aprenderlo, ya sea por las comunicaciones, la televisión, el mundo globalizado e Internet, nos haría equilibrar nuestro comportamiento al negociar con el mundo. Un fenómeno que se me reveló —más bien una hipótesis— es que la mafia italiana, “la familia”, el círculo cerrado del gangsterismo en New York y Chicago, nace por la humillación de los italianos al ser borrados del mapa callejero por otros grupos de refugiados que entendieron el inglés o lo dominaron más rápidamente a unos meses de desembarcar. En la jerga citadina diaria perdían. En cambio, los judíos, con esa velocidad de respuesta práctica y sin sentimentalismos, dominaron las calles. Teniendo el yiddish como respaldo, inventaron su argot privado (como el de Tepito) y edificaron un edificio lingüístico que los aglutinó. Desde el maravilloso bullshit! hasta el infame schlameel.* Los italianos se refugiaron, humillados e impotentes, con la mamma. Fratellos, pero de pena ajena. No tenían ni siquiera la jiribilla del albur mexicano. De ahí su necesidad de agruparse, un poco vengativos, por la impotencia verbal. La sangre latina midiéndose en un mundo de krauts alemanes; gooks afro-americanos; kites judíos, rusos o eslovenios, limies ingleses y más. Los italianos siempre añadían una “i” o una “a” a cualquier palabra. Las raíces de su lenguaje les dificultaban la transferencia. Y eran reconocidos de inmediato. En esta selva mundial de pretensión —ya no digamos en Londres, donde según el acento que tengas te clasifican en una escala de valores inamovible—, es mejor parar la oreja, para entender al otro. Ojalá tomemos en cuenta esta anécdota para que no nos ganen la calle, o sea Latinoamérica. Muchas pugnas en la mesa de negociaciones se pierden por el inglés champurrado de los dirigentes de la economía y la política. En esas reuniones hay que hablarles al tú por tú usando los sentidos escondidos en lingo gringo. Nuestro equipo ha estado hecho por tecnócratas que estudiaron en Yale o en Harvard, pero que jamás aprendieron más allá de Whatchu mean by that? Un ejemplo: el respetado Pedro Aspe. Yo lo vi en televisión, entrevistado en inglés. Era vergonzoso ver cómo se le dificultaba. La lista es larga. Y si queremos jugar al mismo nivel, es urgente una revisión al inglés coloquial que se maneja en la toma de grandes decisiones. Por vergüenza decimos que yes a una propuesta negociada, para no seguir haciendo el oso de nuestra cojera lingüística. En Relaciones Exteriores ahí la llevamos.
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Y existe un complejo de inferioridad que hace que el mexicano no brinque la barrera del idioma tan urgente de aprender en la globalización del 2000. Y tenemos la inherente capacidad del aprendizaje de otro idioma como la de imitar a un japonés. Ese histrionismo natural necesario para encarnar el idioma, no sólo traducirlo. Si he podido traducir a John Ford, a Shakespeare, a Dylan Thomas, etcétera, ha sido gracias al histrionismo alburero mexicano. Por miles de lados se le busca la cuadratura al poliedro de posibilidades —digamos—, hasta que encaja. Los “chicanos” dominan los dos lenguajes y usan su libre albedrío para aprovechar lo mejor de uno y lo mejor de otro: “Gee, mamita give it to me, muñequita”. Y las mujeres se derriten, como que les quitan el tapete —me contó, en San Antonio, una actriz mexicana recién llegada al reino chicano-americano (donde se publican ya mis poemas en espaninglish, que no es lo mismo que spanglish). Sin demasiados aspavientos, viéndolo bien, la sociedad méxicoamericana va en punta. Reconocer el complejo que nos atora el aprendizaje será el primer paso a [hacia] no escondernos más en nuestra mexicana alegría y en Pedro Infante, lo cual estuvo bien en su momento. En el futuro tenemos que lidiar como espadachines en eso de la lengua. Un buen nivel idiomático, como el de mi amigo Raúl Ortiz, abrirá las puertas más fácilmente, en lugar de llevar gardenias de Fortín de las Flores a cualquier reunión internacional. Of course, my horse. * Bullshit significa patraña, demagogia barata, todo mexicano pues. Schlameel se dice de aquél que sorprende a su jefe en la cama con su mujer y el jefe lo amenaza con rebajarle el sueldo por faltar al trabajo.
2 / agosto / 2000
Mex Attacks! performance mundial de Artemio, en París, Londres, Brasilia y Nueva York se fotografió con el mismo atuendo (orgullosamente mexicano). © Artemio.
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Túnel de Real de Catorce, 1992 © Fotografía: Luis Ángel Aguilar Marco
Tricky Pinchis Mexicans! Real de Catorce. Se abre el túnel que lleva al pueblo, el callejón al paraíso del peyote y los drop-outs de la civilización —alemanes, holandeses, que desde hace años eligieron pintar su raya con el “mundo civilizado”—. El lugar también fue escogido para filmar la super-duper million dollar production of The Mexican, starring Brad Pitt (que se acaba de casar con la de Friends) y la muy trompudita millonaria Julia Roberts. A ese mundo de desfachatez rebelde, que tanto molesta a los intelectuales “serios” y jefes de “suplementos culturales” (porque pierden face), se refiere la siguiente anécdota, donde se vislumbra la sagacidad del caosmos mexica cuando llegan, como conquistadores, los elementos de esta gran producción: trailers, camiones con cámaras, con cables, con utilería, con las trufas para Julia y la gorra de los Yankees de Brad. Champagne, sombrillas y ventiladores para el calor que llega a derretir hasta el maniquiur y el rímel. Ya no digamos el despliegue de egos de las estrellas y su ignorancia del español (mi hija Gabriela fue asistente de diálogos para traducir al inglés): “Ese güey anda muy atravesado”. Pero no contaban con la astucia de los lugareños para aprovechar el uso del suelo de Real de Catorce. Bien abusados no movían su carreta o su burro, para dejar estacionar un trailer o la limousine o los refrigeradores con
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refrescos, sin una mochada de Benjamín Suárez (on site producer of The Mexican) —que repartía la “billetiza” para contratar cantinas, peleas de gallos, extras, mariachis, putas, tequila, etcétera; como fueron contratados como extras y el pueblo comprado como “pueblou” los gringos dejaron bastante billete (y mucha madera). El grupo de actores tenía amplia experiencia en hacer papeles: desde los de Agustín Izunza —el de los “rebullones”—, o malos —como el vampiro Rocha—, hasta cualquier caracterización de Héctor Suárez en tv (y mejor, más real, sin tanto piedra-maquillaje).
Qué bueno que ya no se dejen embaucar o apantallar por el sistema. Todo cuesta; “Que quieres videar de cómo hago mis telares, caite güerita de Televisa”. “Que quieres filmar que fuimos liberados de la pena de muerte para tu noticiero, pues por adelantado Doritos”. “Que quieres llevarte a la más pequeña, caite cabrón cachondo con la lana”.
Camino al Quemado, 1992 © Fotografía: Luis Ángel Aguilar Marco
“Que quieres hacer un libro sobre los Tarahumaras, como Benítez (o como te fuites)...”. “Que quieres adornarte en Francia con las figuras extraordinarias de Ocumichu, caite con la lana”. “Que vienes de Japón a estudiar a los quechuas, caite japonesita”. “Que quieres filmarme después de que la ‘migra’ me golpeó, igual”. “Que quieres que en tu talk show cacheteé al padrote, según el número de tomas, Carmencita Santa...”. “Que quieres filmar la detención policiaca de un narco, pu’s te mochas después de la filmación”. “Que quieres saber de cómo ‘Aquí nos tocó sobrevivir’, Cristinita Pacheco, pu’s deja siquiera el 30 por ciento de lo que el Canal 11 agradece a sus patrocinadores”. Nada es gratis, valedores. Al principio la producción no soltaba la “pachocha”, hasta que vieron que los lugareños —antes sumisos— empezaron a dominar la filmación. Aquí sucedió algo que me reconforta como nueva actitud del mexicano y mexicana en estos linderos de la civilización occidental. Sucede que en algún momento de la filmación —tiene que entrar una multitud de extras, caballos, balazos y todo está preparado para el momento en que el director diga: “Roll it!”...—, cuando se está en la tensa —se necesita que funcione la coordinación, preparada por semanas, a todo nivel: comunicación simultánea, rieles, enfoque de cámara,
efectos especiales, estopines preparados para los balazos...—, al fin se escucha “Roll it” Los walkie talkies se interconectan...: “Ok, rollin’!” Y un silencio sepulcral se extiende por todo el valle rodeado de montañas. Nada se mueve, nada se oye... excepto, como si fuera un relámpago nauseabundo y apocalíptico que atraviesa el denso ambiente, el rebuzno más atronador y escandaloso que dejó congelada la acción que acumulaba furia, pues retumbó por las montañas como carambola en las bandas de una mesa de billar... dejando un eco de rebuznos como advertencia. Desde ese momento, el buen samaritano de Benjamín no tuvo problemas para pagar a los “elementos extranjeros” a la producción. Al dueño del burro le dieron el lingote. Todavía se comenta en Malibú la furia de los pendejos encabronados gritando por sus trompetas: “Where’s that fucking burrou?! Send the fucking son of a bitch to Cleveland! Damn Mexicans! Tricky bastards!”. Vinieron a filmar El Mexicano y que se les aparece. Ora que vayamos al cine a verla, los conmino a rebuznar de vez en cuando. Borola, where art thou? 9 / agosto / 2000
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El ‡ ngel malo Falsedad con buena conciencia: el placer en el disimulo estallando como poder, sumergiéndolo a veces hasta apagarlo; el interno deseo de tomar una máscara y entrar en un papel, en una apariencia; un excedente de facultades de adaptación de todas clases, que no saben ya satisfacerse en el servicio de la inmediata estricta necesidad; todo esto, ¿no constituye acaso exclusivamente al actor en si? La gaya ciencia, Aforismo 361, Friedrich Nietzsche. Un individuo es una charada, dos: una humanidad. Los exaltados, Robert Musil
El concepto del teatro que me persigue desde hace varios años es de una simpleza bochornosa: a) Primero pintas tu raya… b) Del otro lado estarán uno o varios congéneres (mirando de frente)… c) Dices: “ustedes allá y yo acá”. d) “¿Y luego?”, contestarán. e) “nos ponemos de acuerdo” f) “¿En qué?” (Pausa). g) “Que yo empiezo…” Esto implica forzosamente cargar sobre los hombros la Historia de la Humanidad, responsabilizarse del pensamiento humano y quedar solo para ofrecer el más grande placer de los sentidos, desnudar el ser interior, dar prueba de la existencia del mundo. O sea, en una obra teatral los espectadores y los actores, puestos de acuerdo en los límites de espacio y tiempo, inician un proceso de mutuo acontecimiento. Demostrar que así es la vida y que, gracias al talento de simulación de los actores “everything´s Ok”, como diría Charlie Parker. “Cada cabeza es un mundo”, oímos decir a veces, y con esto en mente dejamos que las tinieblas de la impotencia nos envuelvan. Nos medimos a tabla rasa. Nos equiparamos y asunto saldado. Y no. Cada cabeza no es un mundo sino la cabeza que el mundo, como pinzas, escoge y aglutina en una o dos conciencias. En una sala donde se lleva a cabo una representación parecería que —ahora literalmente— todas las cabezas de los ciento y tantos espectadores se vuelven un mundo, ¿Qué tipo de mundo? Eso no importa. Lo que importa es que es otro, otra realidad que se instala, compartida y aceptada por todos. Otra realidad inaugurada en el mismo espacio y tiempo por el cual, gracias a nuestra falaz manera de pensar, somos cómplices. Compartimos el mismo epifenómeno.* ¿Cuáles son las características de la nueva y totalmente diferente percepción de las cosas?
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¿O es precisamente un cambio en la percepción de las cosas lo que lo hace diferente? ¿Por la capacidad del actor para subvertir la realidad? ¿Qué es lo que nos hace tan proclives a tragarnos el fingimiento de los actores, el simulacro de identidades, su hipocresía sin límites? ¿Por qué nuestra conciencia se impregna tan fácilmente de este mundo de apariencias? ¿Será que somos una casta de impostores profundos? ¿Espíritus superiores? ¿Seremos dirigentes de grandes metapsicólogos que se apoderarán de los destinos de la humanidad futura? ¿No será el fenómeno del teatro la kriptonita para la nueva generación? ¿De qué está hecho el actor? ¿Estaremos siendo empujados a darnos cuenta de que otra realidad nos contiene, en tanto que apresa nuestra conciencia con tanta facilidad? ¿O descubrimos en la lectura de los mínimos gestos del actor que, como si estuviera tocando un instrumento, está tocando la melodía, que ya sabíamos, que es esa eterna melodía, pero está improvisando sobre la marcha que con el gesto más inesperado nos hace viajar? ¿O será que en ese acto inesperado es donde la conciencia de la raza humana lleva el ímpetu de su pathos, de su voluntad de evolución? ¿No será que el mono darwiniano imitó a Cheeta y puso la primera célula pensante en la olla de su cerebro al congraciarse con su poder de imitación (el mismo por el cual los animales nos han de despreciar, los gatos cuando menos) y después de varias vueltas al caldo también fingió caminar erecto y lo logró? ¿No seremos nosotros los nuevos monos darwinianos en el umbral de un nuevo mundo de percepción? (¡Ovación!). Entonces, la característica del teatro sería nada menos que moverle el tapete a la realidad. Pero si creíamos que era tan verdadera como que mi nombre es Juan, pues no. ¿Entonces qué? ¿Las obras que vemos son teatro o un prodigioso malabarismo que parodia la consistencia de la realidad? ¿Y por qué nos deberíamos sentir satisfechos de que se burlen de nosotros con tal impunidad? ¿O será que el actor ha aprendido a burlarse más de sí mismo, que sólo es impostura? ¿O será que fisiológicamente sentimos una nostalgia inherente del mundo de las apariencias? ¿O será que venimos de la matriz de la apariencia como venimos del mar de las primeras células que como la “María Bonita” de Agustín Lara “con sus manitas las columpiaba”? No soy adivino pero, ¿no será el fenómeno del teatro, la transustanciación, un principio
desconocido para percibir totalidades y composiciones que tienen otra composición de la existencia? Las teorías del caos, tan de moda en ciencia contemporánea, requieren de despojarse totalmente del concepto newtoniano de lo medible y comprobable. La teoría cuántica, donde todo es improbable. Lo mismo siento al estudiar con minuciosidad el instante en el teatro, tan infinitesimal como el átomo pero también tan explosivo cuando se parte en dos. Pero el poder de seducción, de hipnotismo que genera el estado de gracia del actor, es indudable. El milagro de los seres humanos. Yo sostengo que el teatro es el fenómeno sagrado, o más bien gnóstico, sobrehumano, por medio del cual un individuo, con atribuciones perceptivas extraordinarias, desencadena, da curso, revienta la fuerza contenida de los dos mundos que constituye nuestra realidad, la que compartimos con nuestro nagual, cuyas energías eternamente enfrentadas, sostienen el equilibrio —como las dos cabezas de serpiente de la Coatlicue—, acción que pone en juego el devenir del mundo, así como el aletear de una mariposa en Japón puede provocar una tormenta en Florida (teoría del caos), o el girar de un bailarín altera la temperatura del mundo (Fiódor Sologub, Teatro de una sola voluntad). En el instante supremo del teatro aparecen el pasado, el futuro y el presente reconocible: el eterno retorno. Esto quizá suene descabellado, pero para el “hombre teatro” es motivo de reflexión. Si se le baja el zipper a la metafísica, ¿será para ser parte de ella?, ¿o ya es parte de ella, pero de aquella parte restringida al “mundo verdadero”? (Entre comillas, para salirme de él). Quizá sean el teatro y el arte el último bastión encargado de salvar este mundo verdadero que convive con el mundo de las apariencias, por lo menos antes de saber su actividad en otras galaxias. Algunos predijeron que para el año 2000 el mundo verdadero ya no tendría continuidad o significado. Todo va a ser sustituido por lo que digan las computadoras. Así como ya no habrá carteros, no habrá historia que contar. Hemos suprimido el mundo verdadero; ¿qué mundo subsiste entonces? ¿el mundo de las apariencias? De ningún modo, con el mundo verdadero hemos suprimido con el mismo golpe el mundo de las apariencias. (Melodía: instante de la sombra más corta; fin del más largo errar. Inscript Zaratustra.) Con el mundo verdadero hemos suprimido el mundo aparente; al desaparecer el mundo verdadero (platónico, cristiano, espiritualista, idealista, trascendente) que sirve de referencia al mundo aparente. La apariencia desaparece a su vez; no es que el mundo pueda, de aparente que era, devenir al mundo real del positivismo científico; el
mundo deviene fábula; significa algo que se cuenta, un suceso contado y, por lo tanto, una interpretación: la religión, el arte, la ciencia, la historia, otras tantas interpretaciones diversas del mundo, o mejor, otras tantas variantes de la fábula. ¿Equivale eso a decir que tenemos que vérnoslas con ilusionismo universal? En ningún caso. La fábula decía yo, es un suceso en que se cuenta, en que pasa, o bien, en que ha debido pasar algo: y en efecto, se desarrolla una acción y se cuenta a partir de ella misma; pero si uno no se contenta con escudriñar y seguir, y se busca volver a ella para discernir si detrás del relato no hay tal o cual momento que difiera de lo que se oye contar, entonces todo viene a interrumpirse, de nuevo habría un mundo verdadero y un mundo aparente. Pero regresando al tema, cómo es que un el actor puede reconocer el instante, absorberlo, ajustarlo al personaje y además parecer espontáneo. ¿No será que lo espontáneo es la ecuación invariable de la metafísica? ¿La “m” de la teoría de la relatividad? ¿Qué la diferencia entre el mundo verdadero y el de las apariencias es que una es espontánea y la otra no? Como neófitos hemos visto los poemas escritos por los poetas como hazañas que el actor desgrana en un instante con un número infinito de combinaciones y encantaciones de tal complejidad que cien vidas serían insuficientes para redactarlos. No habría suficientes árboles-papel para imprimirlas. Por eso me parece ridícula la esperanza con la cual esperan que un libro salga del horno con algún ramillete de poemas. Pero aun si son laureados, ¿se imaginan lo bochornoso de ponerle un laurel en la cabeza a un poeta? ¿o darle un premio Nobel? ¿O la hipocresía de los que lo homenajean? Ya ni la chingan. Sólo el actor es el poeta total. Aunque no debe llamársele ni lo uno ni lo otro. Es más bien un mediador que, sabedor de su poder de ondulación, de transustanciación, contiene el mundo en su próxima línea. ¿Y las obras de teatro? Bueno, han sido un fabuloso pretexto y tablas sobre las cuales flotar en el mar de la existencia, esperando la ola que ha de venir desde el horizonte para, en el momento adecuado, montarse sobre la más alta y, en un acto prodigioso, sostenerse en lo alto, desafiando la también aceitada gravedad con tan sólo la fuerza de un astuto y sagaz simulacro de inteligencia. Porque el teatro es el gran equilibrista de los impulsos. Ayuda a fortalecer la fragilidad de la conciencia que a lo largo de la historia ha dado muchos pasos en falso. “La conciencia es indeseable —dice Nietzsche—, es una aspiración a la verdad, sufre
de una primera (e indefensa) adaptación a las demás fuerzas impulsivas.” ¿Por qué no nos percatamos que la aspiración a la verdad no es otra cosa que la sustancia conservadora de la vida?, ¿que cada obra de teatro que busca la verdad es su antítesis desde el principio? Pasolini en su Manifiesto por un nuevo teatro, indica que “la única verdad posible en el teatro es el teatro que no es”. O sea el teatro no es una representación de la vida sino lo que la vida tiene de irrepresentable (Jacques Derrida); que no es un espejo, ni por asomo, de la vida sino donde no es posible reflejarse porque el nervio óptico (cuántico) está viendo lo Otro, el mito del cual los espectadores y la representación forman un todo. El teatro, entonces, no es ni existe… baja.
*Epifenomenalismo: filosofía y teoría asociada con el materialismo mecanístico. Propone que todos los eventos mentales o psíquicos son by-products del proceso de la mecanística del cerebro, causados por ellos, pero sin ejercer causalidad en ellos. Por ende, un cierto pensamiento es producido por un estado específico del cerebro y como parte del proceso integral, pero de ninguna manera afecta al cerebro, al proceso o a lo que sea. Dicha teoría niega que cualquier espiritualidad exista en la mente, o manera implícita, un alma espiritual. La conciencia, parecida a “espuma que sube y baja en el lomo de las olas”, no afecta ni al estado neuronal nial proceso que la produjo.
16 / agosto / 2000
Lástima que sea puta de John Ford, dirigida por Juan José Gurrola, 1978 © Fotografía: Marcos Kurtycz
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Un aliado en la guerra del Ô 47 Si la ley es de tal naturaleza que requiera que seas un agente de la injusticia hacia algún otro, entonces yo les digo, rompan la ley. Henry David Thoreau
Henry David Thoreau, quien en 1849, joven aún, fue encarcelado al negarse a pagar sus impuestos por considerar la guerra contra México absolutamente injusta porque jamás fue declarada, no tenía la aprobación del congreso y por la sangrienta y despiadada invasión de ambiciones territoriales. 30
Ahora que Vicente Fox se entreviste con los big shots en el vecino país, sería prudente que en su agenda considerara empezar los trámites para que nos regresaran el cacho que nos bajaron en la Guerra del ’47; o por lo menos rendir homenaje en la tumba de Henry David Thoreau, quien en 1849, joven aún, fue encarcelado al negarse a pagar sus impuestos por considerar la guerra contra México absolutamente injusta porque jamás fue declarada, no tenía la aprobación del congreso y por la sangrienta y despiadada invasión de ambiciones territoriales. Realmente el ejército norteamericano se ensañó como cualquier policía de Los Ángeles con un negro o la migra con un indocumentado. En fin, a Thoreau se le consideraba un chiflado excéntrico porque desafiaba a los arrodillados frente a la tecnología. Fue de los primeros que pusieron frente a la injusticia una resistencia pacífica. Ahora, ante la globalización y el deseo de un orden económico mundial, vemos grandes concentraciones. Pero en el pasado, sólo Gandhi, Martin Luther King. Incólumes. “Que se fué la luz, Genaro” fue la excusa que dieron los gringos para tapar el hecho de que estando apenas en la mesa de negociaciones por la disputa territorial con México, James Polk, que era el presidente, mandó la invasión de sus fuerzas. “Lack of electrical communication”, dijeron. ¿Cómo la ven? La matanza sobre la población la relata avergonzado Ulysses S. Grant, héroe de la Guerra Civil y décimo octavo gobernante de la Unión Americana, en sus memorias: “No creo que jamás se haya proyectado una guerra tan infame y malvada como la que se acometió contra México. Así pensaba en esos tiempos, siendo joven, sólo que no tenía el valor de renunciar a mis deberes”. En ese entonces sí se podía tirar la cartilla. Pero la generosidad del pensamiento de Thoreau, amante de la naturaleza y de los pájaros, la recogieron dos dramaturgos, Jerome Lawrence y Robert Lee, y armaron una obra de teatro sobre la saña de las águilas pelonas y the white supremacists contra el escritor. En 1970 se estrenó, en el Playwrights Theatre de Columbus, Ohio, The Night Thoreau Spent in Jail. En ella relatan el significado de esta experiencia mística por la que, al estar confinado, siente otra libertad: la de conocerse a sí mismo, la de indagar de qué está com-
puesta su alma, un viaje interminable entre el crepúsculo y la aurora. Otro laberinto en la soledad. Si en ese entonces alguien nos comprendió y se dio cuenta de la bestialidad de la acciones subversivas del gobierno —como la cia, como en Chile, en Cuba, en Panamá—, ahora a nadie le importa comprender. Mejor hablar de Henry. Fue un ermitaño que se retiró a vivir a los bosques, a Walden Pont, aludiendo que “me fui porque deseaba vivir deliberadamente, para enfrentar only the essential facts of life, para ver si podía aprender lo que me podía enseñar, por no descubrir, al llegar a viejo, que no había vivido”. El 4 de julio de 1845 dejó su casa en Concord para reconocer el día y la noche. Ahí escribió el libro Walden or Life in the Woods. En la preservación de las especies hallaba la base del futuro. Cada vez que veo Animal Channel pienso en él. “I had three chairs in my house: one for solitude, two for friendship, three for society”. (Tenía tres sillas en mi casa: una por la soledad, dos por la amistad y tres para socializar), escribió nuestro aliado y poeta. Estaría bien imitarlo, ¿no? 23 / agosto / 2000
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El Big Bang neuras de Friedrich Quizá es un sueño guajiro pero mi continuo rebotar sin hacer total Tilt! en el slot-machine del universo teórico de Foucault, Bataille, Klossowski, Derrida, Theodor W. Adorno, Duchamp y Nietzsche (sin olvidar a Spinoza y Eduardo Nicol) me empuja a poner sobre el mantel una hipótesis cuya primera consideración sería lo que apunta Steven E. Callihan sobre la noción del Eterno Retorno de Nietzsche, la cual conciliaría la teoría de que ya que el universo se expande y se contrae debe existir un punto cero en la madre de todos los agujeros negros antes del Big Bang: Nietzsche no estaba al tanto de las teorías del Big Bang y del recién descubierto universo (expandible/retractable), of course, pero tampoco veo algo que anule o no permita la noción de una eterna repetición, o sea, una progresión infinita de Big Bangs que se expanden y se contraen, si queremos. La pregunta aparece inevitable en relación a qué viene antes del Big Bang, así como el después del colapso dentro del vientre negro (la Madre de todos los Hoyos Negros). También existe una paradoja escondida aquí, en el sentido de que el mismo evento repetido infinitamente sería idéntico al mismo evento que ocurrió una vez. Por lo tanto el colapso de toda materia hacia adentro de la Madre de todos los Hoyos Negros, de regreso al punto cero absoluto del todo el espacio, acarrearía en sí mismo la absoluta cancelación del tiempo. ¡El tiempo se cancelaría por su propia mano! Por lo tanto, la repetición sería el mismo evento exactamente (Big Bang redux), ¡de nuevo! Pero cada vez es igual, hasta el más mínimo detalle [hasta lo que yo, Juan José Gurrola, esté pensando en este momento] porque es el mismo evento. La lógica me encamina (segunda consideración) a aventurar que en el momento, en la infinitesimal fracción de tiempo, fue cuando Friedrich Nietzsche, ¡oh iluminación portentosa!, concibe la idea del Eterno Retorno y aparece en nuestra condición humana, egocentrista, el polo opuesto al punto cero absoluto del Big Bang. Pero sin tanto rollo. Sin el universal schingadaxo [sic]. Pero siendo fieles al principio de esta exposición sería bueno aclarar que Nietzsche no pensó, fue pensado por el universo. ¿O el universo se pensó en Federico? Oh, my God! “Tanto el ojo como el entendimiento tienen algo en común, un punto ciego; pero el del entendimiento es tal que en el momento de mayor visión hace que todo el conocimiento se pierda en él. Y así ‘Una vez alcanzado el no saber, el saber absoluto no es más que un conocimiento entre otros’”, escribe Georges Bataille. Mi modesta investigación no ha sido tratando de ser sesudo en la filosofía, sino en la continua necesidad de escudriñar qué pasa en la mente del actor (y en el arte) al introducirnos en nuestra memoria colectiva, nuestro caosmos; en el mundo imaginario del teatro. “Olvídate del personaje: eres todos los personajes, de todos los tiempos, con todas sus pasiones y todos sus deseos. Toca el infinito, pero el de ahora. El universo se recompondrá en ti. Te necesita para sus designios más inconfesables. El universo no ve, es ciego, tú sí ves. Lo puedes recrear, ponerlo al revés, hasta aniquilarlo, jovenci-
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to”, muchas veces les he explicado a mis alumnos. El cuerpo es el resultado de “lo fortuito”: es el lugar de encuentro de un conjunto de impulsos individuales por ese intervalo que constituye una vida humana, que no aspiran más que a desindividuarse. El mundo sería un pobre venadito perdido en la serranía si no fuera porque hemos aprendido a concebirlo, añado, después del milagro microscópico que inició nuestro pasado embrionario, o sea, la vida, la cual más adelante nos dio la capacidad de discernir entre si estábamos perdidos o cabía alguna esperanza de perseguir nuestro destino. De otra manera el universo seguiría su curso invisible, inaudible, incoloro, inicuo. Gracias a la memoria colectiva el universo tiene de dónde agarrarse. Y nosotros también. Por eso no debemos perder de vista disfrutar cada giro de la realidad, cada metáfora que se nos aparece en la mente como un milagro (epifenómeno). Ese gesto apasionado que dé fe de nuestra sensibilidad. ¿A qué profundidad llega el arte en el interior del mundo? ¿Existen potencias artísticas aparte del “artista”?, se pregunta Nietzsche y parecería que Klossowski le responde: “[…] no hay original, el modelo de la copia es ya una copia, la copia es una copia de la copia; no hay más máscara hipócrita porque el rostro que encubre la máscara es ya una máscara, toda máscara es sólo la máscara de otra; no hay un hecho, sólo interpretaciones, cada interpretación es la interpretación de una interpretación anterior; no hay sentido propio de la palabra, sólo sentidos figurados, los conceptos son sólo metáforas disfrazadas; no hay versión auténtica del texto, sólo traducciones; no hay verdad, sólo pastiches y parodias. Y así hasta el infinito.” Porque ahora sucede que “destino” parece que ya no va a haber, porque un filósofo genial intuyó que “todo se repite”. ¡Oh, gran descanso, no tengo que preocuparme más de la trascendencia! Mejor enfrascarme en “un placer jubiloso al penetrar psicológicamente dentro de la sinuosidad y el histrionismo inconsciente de todos los artistas moralizados”. (Nietzsche) Y de los laberintos de las soledades; y de todas las artes moralizadoras, en mi caso. “Una infinita recurrencia de casos idénticos: Lo Mismo, o sea, Identidad o Ser. El “caso idéntico” es, claro, nuestra acción, nuestra imposición logo-céntrica (y el ordenamiento) sobre el flujo (o Caos)”, añade Callihan. Yo no sé ustedes queridos lectores, pero esta composición de pensamientos o hipótesis me parece fundamental para tener el punto de vista más consistente sobre el Ser. Esto prueba que lo que sucede en un segundo de iluminación poética, digamos, lleva consigo un sinnúmero de emociones que al mismo tiempo pueden subdividirse hasta el infinito, lo cual al sólo imaginar nos deja pensando dónde quedó el ser; o si el ser alguna vez existió; o si el ser sólo existe en un pestañeo. A mis alumnos, antes de pisar un escenario, los obligo a que se memoricen este fragmento de e. e. cummings de una obra que tratade un escritor que está escribiendo una obra de teatro sobre un escritor que está escribiendo una obra de teatro sobre… etcétera:
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
Estas solideces y silencios que hemos de llamar “cosas” no son unidades separadas de experiencia, pero son posturas, colecciones autoorganizadas; no hay partidas, viajes, llegadas, contagios. He visto un instante de conciencia como un montón de paja. Este montón no está inerte. Es una kinesis compuesta totalmente de incontables esfuerzos dependientes mutuamente, el producto y el coeficiente de innumerables tensiones perfectamente interrelacionadas… Las tensiones —por las cuales cualquier porción fluyendo a través de cualquier otra porción completa el todo— son la técnica y la esencia del ser: copulan en medio de la risa, en tu gesto menos premeditado nacen miríadas que mueren sólo para renacer increíblemente, se los come y se los traga, los respiramos y los defecamos bajo nombres diferentes. Yo no toco los bordes y no siento la música, sólo metáforas. Las metáforas son aquéllas que nos confrontan y nos maravillan, eso que es el resplandor proyectado de nosotros —un millón de metáforas
multiplicadas o divididas constituye un momento o la manga de un saco—: esto es lo que llamamos los olores y los sabores, la diferencia entre esta casa y la otra, Dios, nunca, mañana, amor, ayer, muerte o lo que tú o yo consintamos ponerle como título a ese minuto, indestructible muñeco que sólo el artista posiblemente pueda dotar con un cuidadoso gesto apasionado.* ¡Oh, la infinita alegría de nadar en lo fortuito, nuestro propio Turín, poder servirse con la cuchara grande del engaño, ser voluntarios para vivir un espíritu “desprovisto de sí”, “la caída sin perecer”: el estado de creación!** * De Él de e. e. cummings, escenificado en el teatro Él Caracol de la unam en 1968. ** Robert Musil, Los exaltados
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À QuŽ motivo tubo metido? Algo de lo irreal debe necesariamente fecundar lo real. Wallace Stevens
La idea de Vicente Fox de integrar Norteamérica dentro de veinte años, no es aconsejable. No nos convendría. Supongamos que amanece —como supone John Updike en su casi reciente novela: Towards the End of Time (Hacia el fin del tiempo, 1997)— en gringolandia en el 2020, bien fregada por una guerra contra China en la que, según la historia, le fue como en feria por arrogarse como el infalible World Order. Así que en vez de lo que dijo algún senador norteamericano “si abrimos las fronteras, tres cuartas partes de la población mexicana se acomodaría en el Sun Belt (supongo que abajo de California) para ir y venir (cnn)”, serían los gringos quienes vendrían en bola a pedir posada porque para ese entonces la economía mexicana estaría supersaludable, según Updike. Así que si nos mandaron por un tubo por andar de futuristas (cualquier futuro que no sea el que los Estados Unidos tiene en mente, no existe vato) tenemos la esperanza de ponernos tablas más adelante. Updike relata que después de esta desastrosa guerra Chinoamericana, los residuos del gobierno federal están en un agujero de problemas porque nadie paga sus impuestos y al país lo coordinan, como pueden, compañías de mensajería como la ups o Federal Express. El héroe de la novela es un hombre de 66 años, un consejero financiero retirado que sólo quiere disfrutar del mundo natural. Medita sobre los “hoyos negros” y su salud. Los cadáveres, para él, no son más que “un montón de lodo de moléculas desactivadas”. Para entonces, las nociones de amor, miedo, odio, celos, venganza, estarían más fuera de moda que una máquina de escribir. Es muy agradable teorizar, como lo hace el protagonista, sobre mundos alternativos —futuros postnucleares—, pero la mira de Updike está dirigida a indagar extrañas construcciones mentales aprovechando la vitalidad y la fantasía —un poco comparado con lo que ahora llaman quantum moments, donde lo impredecible es la ley, que todavía disfruta enfrascándose en la “montaña rusa” de las metáforas para declarar que sólo pensando en “lo neutro”, o en una imagen neutra, alguna visión vital (o real) aparecerá en la mente. En su enérgico rechazo a la muerte —al compás de “rage, rage against the dying of the light” (algo como “¡monta en cólera contra la extinción de la luz!”), famoso poema de Dylan Thomas dedicado a su padre moribundo— eleva el inminente fin de su vida particular hacia una hipótesis astrofísica del “fin del Tiempo”. Lo interesante del asunto es que, en el 2020, el cambio en el comportamiento de los individuos en general no es muy diferente al que vivían antes de la catástrofe militar. Su esposa se queja de que los venados están comiéndose sus flores en el jardín. Mismo lugar
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en que descubre Ben, el sesentón, a una teenager, Deidre, que lo visita cuando no está su mujer. Pero como siempre pasa, en una de esas los “cacha”. “El mundo se está colapsando”, opina Ben, y en verdad los habitantes de este apacible aunque destrozado pueblo —cerca de Boston— tienen que pagar “protección” a bandas de delincuentes que pelean ferozmente por su “territorio”, igual que los capos del narcotráfico. Como en todas sus anteriores novelas y divertidos artículos en el New Yorker, Updike deshoja con singular ironía la moral del pasado medio siglo, dejando sólo el hueso pelón de la moralina clasemediera. Su prosa fluida y descripción precisa, siguen incomparables —hasta las rumiantes exploraciones en su vocación científica, hasta la descripción de su vida con Gloria, su segunda esposa—. Podría decirse que el ochenta por ciento de los sesentones estamos en el mismo nivel de conjeturas: coger o no coger cuando la “florecita” aparece —como Deidre, la cual no tiene más problemas que dormir en algún lado— y/o tratar de darle algún sentido a nuestro paso por la tierra, que no es otra cosa que arrepentirse por los errores del pasado. O por lo menos entender nuestra confusa aunque mortal existencia. John Updike nace en 1932, en Pennsylvania, estudió en Harvard y tomó clases de dibujo en Inglaterra. Ha ganado innumerables premios incluidos el Pulitzer, The National Book Award y The National Book Critics Circle Award. Son suyos los guiones de Las brujas de Eastwick, memorable film con Nicholson; y Brazil, comedia futurista de un burócrata. Y si quieren reírse de las vicisitudes de un escritor que gana el Premio Nobel de Literatura (y lo que de veras pasa en Estocolmo), les recomiendo Bech at Bay, la más reciente novela. Al saber la noticia, la dama con quien está en ese momento se lanza a decirle: “Quiero tener un hijo suyo”. “Tengo 73 años, ya pasó mi ‘venta de garage’, muñeca”. Regresando a la despreciativa actitud de la prensa mexicana por el viaje al extranjero de Vicente Fox, y dada la actitud del candidato a la presidencia Bush —repintando su raya a la inmigración mexicana y prometiendo apretar la tuerca contra los wet-backs (prefirió congraciarse con las “águilas pelonas” derechistas que con la mayoría latina)—, yo le pondría una veladora a Al Gore desde ahorita. El problema con nuestros vecinos es que no ven con qué podemos responder, no tenemos collateral (garantías) que nos respalden. Y siguen aprovechando nuestra falta de cash. Un revanchismo inútil me hace despegar un poema de mi carpeta en espaninglish:
Rosa y yo con la tele. Acrílico, 1984© Archivo Gurrola.
With that erratum and spit cualquiera tendría suculentas razones to find infinitives and collateral, pero Oh, collateral, where have you been? And I am no going to log Flog you with other linguistic phlegm Ni que fuera qué, desde qué After failing the two tests, twice Up yours, pinche maestra (Phoebe mía…) mangos. Manuel, she said after I repeatedly failed the two tests Por no inteligirle a la “gabacha” She peers desde donde se la toca No es what you could say, la selva So I find myself wallowing Around the horny trash heap
Futurismo pragmático “Lo ultimo que debemos hacer es encerrarnos en nuestros búnker y esperar a que la creciente realidad totalitaria se congracie con la ‘candorosa tormenta tecnoutópica’ y sus sueños New Age de una comunicación de Gaia (lo cual, hay que admitir, es un prospecto tan simplista como tentador). No, el primer paso sería incendiar todo rastro de futurismo tipo Toffler, que nos enseña a tener fe en las tiernas tendencias del mercado, aunque también habría que deshacerse de esa cibérbole New Age de que el nuevo milenio conlleva automáticamente una nueva conciencia. Tenemos que resituar nuestro debate en las posibilidades de la tecnología del caótico aquí y ahora, comenzar a construir un futurismo progresivo y pragmático”. Marc Dery 30 / agosto / 2000
Y eso que íbamos a hacerles Una patria nueva pa´l dos mil Pa´cuando les apriete, vatos All for the sake of these gringos asra kaas hormigaas o sea, hasta las hormigas hablan holandés, y yo mejor, abur, chale
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La misericordia es igual que la tortura. Zen- Aida
Yo estoy a favor de la vida
“Nosotros también”, dijeron los productores frente a la American Human Association (aha) al filmar la serie de observaciones que deberían seguir para el cuidado de los animales en la filmación de Men in Black (Hombres de negro). En este caso: cucarachas. “Se estipuló”, me contaba un amigo cercano a la producción —mientras chapoteábamos en la alberca del Hotel Bel Air—, “que teníamos que especificar cuántas cucarachas íbamos a usar. Así que si usábamos 80 cucarachas saliendo de un agujero, la aha las contaba: ‘¡Nos faltan tres amigos!, gritaban; y era perder diez mil dólares por minuto para buscarlas”. “Y eso que en la película se suponía que estos animalitos eran la representación de infestar, consumir y destruir todo lo que las otras especies descuidaban. La escoria del mundo. Y para excitar al público hay escenas donde las aplastan con una bota, pero eran paquetitos de mostaza. Squash! Hasta ahora no ha aparecido una asociación de defensores de paquetitos de mostaza, si no ya tendríamos una demanda”. Yo le conté que en México también había asociaciones en defensa de todo. Contra el aborto, a favor de los niños de la calle, de mujeres abusadas por el marido o por el amante, en defensa del castellano. Las que más éxito tenían eran las de los pobres cerca de Polanco.
—¿Cuáles, darling? Ah, sí. Ya abrimos una Casa Refugio. Nada más que tenemos nuestras reglas. Sólo pueden comer si aprenden a usar los cubiertos. Si dicen groserías no tiene derecho a zapatos en navidad. Si les das la mano, ya sabes... —Igual dicen los de la American Human Association en Hollywood. Si dejamos que maten a las cucarachas, después matarán a las ratas, luego a los perros, luego a los canguros (en Australia) y hasta a los humanos, a menos que sean clonados, porque no serán concebidos bajo la Ley Divina. —¿Por qué? —No hay jurisdicción todavía y no pueden demandar...
— Íbamos caminando y vi a estos pobres niños y sentí un impulso a hacer algo por ellos —me contó Helga Guzik—. Organicé una tardeada de “canasta” para reunir fondos, y el entusiasmo fue tal que me nombraron presidenta de la asociación civil, con tal suerte que estaba la esposa del delegado de Miguel Hidalgo y me llamó a tomar parte de su plan de Recuperación Social. Ayer me invitaron a cenar los Saldívar para proponer mis proyectos a nivel delegacional. ¿Cómo ves? “¡Estamos por la Vida!” —¿Y los niños de la calle?
“Hay un límite... igual pasaba en esta multimillonaria producción. Después de Wrap-it-up (el corte del día), la American Human Association no tenia ningún reparo, si algunas cucarachas se habían perdido, en que fumigáramos el set”. 6 / septiembre / 2000
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
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Muri— el director escŽ nico Juan Ib‡ – ez
Atrás, de bigote y sombrero, Juan Ibáñez con Héctor Ortega y Luis Arriaga; en el sillón Carmen Bassols, Luz del Amo, Rosa María Saviñon y Matilde Gordillo en La piel de nuestros dientes, dirigida por Juan José Gurrola en el Teatro Villaurrutia en 1958 / inba / Teatro Estudiantil Universitario / Grupo de Arquitectura. © Fotografía: Ricardo Salazar
Programa de mano de la obra © Fotografía: Ricardo Salazar
“Impulsor del festival Internacional Cervantino, pionero entre los directores del teatro que incursionó en la ópera y cineasta que alcanzó el éxito con Los Caifanes, murió de cáncer ayer por la mañana en esta ciudad. La generación a la que perteneció —la de la Casa del Lago— reconoció su influencia que hasta ahora permanece Nacido en 1938 en la capital de Guanajuato, Ibáñez ha sido el único director mexicano que recibió un galardón en el Festival de Teatro de Nancy, Francia, por la obra Divinas palabras (1977). Su generación —a la que pertenecen Juan García Ponce, Juan José Gurrola, Salvador Elizondo, entre otros— descolló en la Casa del Lago de la unam cuando era dirigida por Juan Vicente Melo durante los años sesenta. Junto a su quehacer teatral abrió los escenarios de la ópera a otros directores cuando en 1963 estrenó El juego mágico. A raíz de ese montaje, otros como Ludwik Margules, Luis de Tavira y Juan José Gurrola tuvieron su oportunidad en el campo del arte lírico. Generaciones de directores más jóvenes también reconocen en el trabajo de Ibáñez una influencia definitiva.
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Su carrera se inició en el teatro universitario, en donde dirigió puestas importantes como la propia Divinas palabras, de Valle Inclán; La gatomaquia, de Lope de Vega; Marat-Sade, de Weiss. Tras su éxito en la escena se dedicó a la cinematografía, donde estuvo a cargo de la ahora clásica Los Caifanes —guión que escribió al lado de Carlos Fuentes—, hasta que decidió regresar a su ciudad natal, donde ejerció la docencia y se convirtió en promotor cultural. Afectado por el cáncer, desde hace aproximadamente dos años se vio obligado a radicar en la capital para recibir tratamiento de quimioterapia en el Instituto Nacional de la Nutrición.” Jorge Cisneros M.
Era sabio ¿Haz rezado ya Desdémona?, fue la primera frase que me vino a la cabeza al saber de la muerte de Juan Ibáñez, porque decía ese parlamento en el personaje de Hans Rilow mirando, en los baños de la escuela, una imagen de la Venus de Cirene que había robado de la librería en Berlín. “No pareces haber rezado el Padre Nuestro”, seguía, mientras se excitaba con la postal hasta llegar al clímax. “¡Ah, siento un Heliogábalo en mí!”. El público le daba una ovación. Como se la damos nosotros ahora. Se nos fué un espíritu lleno de fiereza, amante de la bohemia, los toros, del teatro clásico español, del cine y de la ópera. Y como director teatral, nada menos que su Divinas palabras, con la que remató en el Festival Internacional de Nancy, Francia. Nos vimos varias veces. Más bien yo lo observaba. En el festival de cine o en el casino de Mar de Plata (rodeado de mujeres), con El Vampiro Rocha jugando al baccará o a la ruleta como un verdadero tahur; o aplaudiendo en El Cortijo a las Bailarinas flamencas junto a Juan Tomás (crítico de toros, circo y teatro que ese día había bautizado “la gurrolina” a un pase, cuando salí al quite con James Metcalf); o en
su antro en Guanajuato, con Maruca o con la Medina o con Sanda, o con nuestras cuatas (La Negra, la Escalante); o sólo en “los viernes con los Lomelí”, desde hace 25 años. A últimas fechas, por su enfermedad, su sentido del humor era de lo más agudo que he visto. Pocas cosas le divertían, pero cuando sí, respingaba con esa sonrisa que derrotaba al mundo. Recordábamos su primera entrada en escena en La piel de nuestros dientes, en 1958, haciendo el papel de Moisés y de indigente. Con Héctor Ortega, Mauricio Herrera, Carmen Bassols, Luz del Amo, Benjamín Villanueva y tantos otros del Grupo de Teatro de Arquitectura. Ahí conoció a su primera mujer, que todos recordamos por su delicada belleza; murió joven, Rosa María Saviñón. Su hijo Juan ha de lamentar esta pérdida que compartimos. Era sabio, Juan Ibáñez. 13 / septiembre / 2000
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Un serm—n en la televisi—n Lo mismo que la oruga elige las hojas más hermosas para depositar sus huevos en ellas, así el sacerdote deposita su maldición en las más hermosas alegrías. William Blake
“La buenaventura acaece cuando el rabo te crece” (frase sin sentido pero inicua). Y es que me quedé de una pieza cuando leí en este diario que en el próximo plan sexenal se abrirán los tiempos en la televisión con el fin de dar cabida a las religiones “para difundir mensajes éticos y morales”, según medio prometió nuestro virtual presidente Vicente Fox en una reunión, en el cirt, con las altas esferas eclesiásticas (¿no habrá bajas?) Dicen que ya en el curato se barajan personalidades que van a encarnar the heavenly appointed anchor-men (comunicadores) que aparecerán para enseñarnos el camino. Algunos ya apartaron tiempo con el peinador. Aunque nada quedó en claro, parece que no hubo consenso. “No nos dio un sí ni un no, sino que hay que continuar el debate para aclarar las posiciones”, comentó algún prelado. Como el famoso mambo: “Que sí, que no, el iqüiriqüi”.* Lo bueno es que cualquier religión tendrá su espacio. Católicos, protestantes, musulmanes, “concheros”, gays, etcétera. Yo desde ahorita estoy apartando tiempo para el canal infantil con miras a elevar la conciencia de la niñez mexicana. En vez de estar pegados a Fox-Kids o el canal Playboy trataremos de ganar audiencia con cuentos clásicos que han llenado el espíritu de devoción hacia los valores que desde viejos tiempos nos han enseñado nuestros padres. En mi tiempo televisivo TOQUE LA PANTALLA Y SENTIRÁ A DIOS. (Si siente un toque es que ya está conectado. No necesita módem) Hans Christian Andersen por lo menos seis meses en hora triple AAA. Y para empezar on a high note, Las zapatillas rojas. Programa piloto / sinópsis Érase que se era una niña muy pobre (parecida a la Pequeña Lulú cuando anda de
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mendiga) a la que le regalan unas zapatillas rojas que no debe usar fuera de la casa. Había visto unas iguales en un desfile de la reina. Desde que se las pone no se las quita ni para dormir. Ahí empieza su triste historia. FIRST COUNT: Va al funeral de su madre con sus shining morroco red clodhoppers. SECOND COUNT: El día de su confirmación en el seno de la Iglesia, mientras el coro elevaba elegías al cielo, el Padre, poniéndole la mano en su cabeza, habla sobre la humildad —Karen sólo pensaba en la envidia que despertaban sus zapatillas—. En fin, la “seño” que la recogió se enferma del coraje por la desobediente innata y le da un infarto. Pum. Muere. Y en vez de guardar luto por un año, ¿qué creen? (THIRD COUNT)… vestida como La niñera se va a un reven como a Las Lomas. Oh meinen Got! Al bailar, de pronto, las zapatillas no obedecían: si quería ir a la derecha, el zapato la obligaba a bailar hacia la izquierda y viceversa. Y la música no era de Piazzola. Pero al salir, las zapatillas la obligaban a brincar y correr. El hecho es que su desesperación la lleva a querer morir. (ENTRA COMERCIAL CONTRA LAS DROGAS). Quería quitarse las zapatillas pero nones. “Pasó por el camposanto pero los muertos no salieron a bailar. Tenían mejores cosas que hacer”, escribe Hans Christian Andersen en un vuelco poético, digno de una mesa redonda sobre “Los Laberintos de Soledad, La Calaca”. Al pasar por un templo se le aparece un ángel con alas hasta el piso y una espada luminosa. Bailarás, bailarás, de adelante para atrás. Y como eres orgullosa de esta pena no saldrás Le dijo el ángel. Karen quería llorar, pero no le salían las lágrimas ni aun cuando aparece una procesión con un féretro que llevaba
a la “seño” que había muerto días antes. En ese momento se dio cuenta la adolescente (¿niña?) de que había caído de la Gracia de Dios. Fue un segundo, porque las siniestras zapatillas la hacían dar vueltas y más vueltas hasta llegar en la noche a una casa, donde vivía el Verdugo del Reino. —Tú no sabes quién soy, pero con esta hacha le corto la cabeza a los malvados y pecadores —le dijo Otto, el verdugo. —(DÁNDOSE POR ALUDIDA) ¡Oh, no, no me cortes la cabeza! De ser así no podré arrepentirme de mi pecado. Mejor córtame los pies para deshacerme de estas zapatillas que han sido mi perdición. —Primero cuéntame, hijita… —le contestó el verdugo mayor. —Déjame que te cuente, mileño. —Corto cabeza, no leña, hijita. Bueno, le cuenta “todano”; y pues se compadeció y que le corta los dos pies de un hachazo. Experto el santo señor. Tanto que los zapatos, con todo y los piecesitos de la niña, huyeron hacia el horizonte o regresaron al rave. Who knows? El caso es que el verdugo le confeccionó unos pies de madera y le regaló ¡un par de muletas de Navidad! En cuanto pudo andar, después de besar la mano que guió el hacha bendita que la había salvado, dirigió sus pasos a la iglesia (más cercana, claro) donde se arrodilló a dar gracias y sentir en su corazón el arrepentimiento por su falta de humildad. Al persignarse, una luz celestial atravesó los altos ventanales, un coro de niños elevó su canto a los cielos y Andersen siguió cobrando de la Curia. Comercial de la Asociación Bíblica NOTA: Si el rating no es satisfactorio en las primeras dos semanas, se puede incluir algo más actual. Por ejemplo: el verdugo a cambio de cortarle los pies le pide oral sex, a ella le
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola
gusta y es violada por el cuate. El verdugo sale ileso de cualquier acusación gracias a que sirve a la comunidad cuando se quiere asustar a los niños. Así como el obispo de Guadalajara cobijó a los violadores de cuadros o así como los gringos sirvieron a Pro Vida en el Zócalo con sus capotes de “guácala”. It’s all the same “enchilada”. El final es obvio: va a la puerta de la Salvación. “Se atienden mujeres embarazadas, violadas o por su propio gusto”. “Entra hija, aquí encontrarás la paz. Pásame a tu bebé. ¡Uy, qué bueno, tiene sus dos patitas! ¡Alégrate! She’s up for adoption!”
* Famoso pugilista sin mucho reconocimiento, pero de quien se recuerda su famoso jab “golpea, corre y luego pide disculpas”.
20 / septiembre / 2000
Sube música / Se promocionan nuevos programas: ¡Hasta en los mejores conventos! / fast track para mandar “baibis” al extranjero por Elektra / Llaveros con bebitos que dicen ¡No me asesines! / Sexo seguro, ¡sólo el tarugo¡ / Complete set de barbie estelarizando madre Juana de los Ángeles / Clases de oratoria a prelados / etc.
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El escorpi—n golpea otra vez Pero dime, À quiŽ nes son ellos, esos saltimbanquis, aœn m‡s f ugaces que nosotros, retorcidos desde la infancia (À por quŽ ?, À por amor a quiŽ n?) por una sediciosa voluntad? Quinta Eleg’ a de Duino, Rainer Maria Rilke
“El escorpión golpea otra vez” fue siempre la contraseña, la clave, entre Juan García Ponce y yo para hacernos saber que “¡ya la hicimos!” (mismo eslogan de Pepito, el de los cuentos, cuando aparece un mojón con el letrero mencionado en medio del patio de la escuela). En el caso de Juan García Ponce, la publicación de un libro o un premio nacional; en el mío, una obra de teatro o una exposición de pintura o que Tajimara hubiese sido mencionada como la mejor del Concurso de Cine Experimental (“De nivel mundial, el director”, según el London Times, 28 de julio de 1965).* O ahora con el merecido homenaje por parte del gobierno capita-lino, el cual celebro porque no he conocido a un cuate tan generoso, certero en sus apreciaciones (de un rigor intelectual preciso) y gran maestro en mis primeros pasos por esta alfombra resbalosa del Arte. A esto habría que añadir lo enamoradizo que ha sido y es. Su mejor arma, al contrario de mí, es la paciencia y el botón superior de la blusa. Basado en un cuento del mismo nombre nos lanzamos a escribir el guión. Sin jamás haberlo hecho antes. En vez de decir: “¡Cámara!, ¡acción! (porque me parecía pretencioso)”, dije: “A la una, a las dos y a las ¡tres!”, después del primer pizarrazo. Filmar Tajimara era una extensión de la vida de nuestras peripecias en la unam, en la Casa del Lago, en la Góndola o el Sep’s, y de la complicidad amistosa entre Pixie, Betty Sheridan, Juan Vicente Melo, Claudio Obregón, Tomás Segovia, la Pellicer, Mauricio Davison, el muy recordado Joaquín Xirau, la dulce Susana Fischer, Tamara, Lucía Guilmain, Juan Manuel González, Fernando García Ponce, Maka, María Antonieta Domínguez, Quique y Michel Strauss, Lilia Carrillo, Manuel Felguérez, Meche, Alan Glass, las Pecas, Góngora, Cuevas, Corzas, Nissen, José Alonso y tantos otros que le dieron reconocimiento al Edificio Condesa como el famoso Peyton Place. Sin olvidar a Gabriel García Márquez, que alguna vez lo mandamos por cervezas. Perdón Majestad. Me cuesta trabajo pensar que Juan está enfermo. “Yo lo veo igual”, comenté con Carlos, su hermano, recientemente... “Igual de cabrón”, afirmamos. Igual que cuando bailamos al son de los Beatles por años, mientras Juan Vicente bailaba con Lilia Carrillo el Tristán e Isolda. Completo y en el sopor del amanecer, Dionne Warwick nos elevaba con “Anyone who had a Heart”, misma que cierra nuestra amada película. * Con Tajimara no la hicimos gracias a los jurados (entre ellos Pepito de la Colina y Emilio García Riera), que se “vendieron” a Manuel Barbachano Ponce al darle el primer lugar a las cinco películas que había producido.
Rafael Corkidi, asistente de cámara; Antonio Reynoso, fotógrafo; Juan García Ponce e Juan José Gurrola , Pilar Pellier, Claudio Obregón, durante la filmación de Tajimara, 1964 © Archivo Gurrola.
22 / septiembre / 2000
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Sue– o guajiro de los apuntados (como yo) al copete cultural del 2000 Á Me tomaron en cuenta! ...por el contrario, los hombres sin percepci— n estŽ tica, los alŽ rgicos al arte, débiles, eficazmente castrados por su madre o religión, deformados en toda su complexi— n hasta llegar a lo patol— gico: padecen de concretismo.
Teoría estética , Theodor W. Adorno
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
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Como me tomaron en cuenta en el “cuestionario para conocedores” de la cultura, ni lento ni perezoso, con la ilusión de servir a mi país, desempolvé una edición de 1942 de How to Succeed in Business and Influence People , del famoso Dale Carnegie que me dejó mi tío Jack Iturriaga antes de morir (para ver si yo sí la hacía) con tal de sacar unos consejos de cómo triunfar y lanzarme a la palestra a tomar mi merecido lugar en los destinos de la cultura mexicana, dados mi inefable y sublime genio y mi incuestionable honestidad. También fuí a la Librería Internacional y compré Cómo ser un líder nato y quizá mi mejor compra fue Alejandro Rossi, para principiantes. Aparte de mencionar a Octavio Paz a la menor provocación —para crear consenso y que se sepa que sí se puede confiar en mí—, lo que se me aconseja es lograr “contactos”. Primero: una agencia de publicidad con un data base chancho para consultar y englobar a un montonal de “conocedores”; que sirva de pantalla para que se note el fraternal abrazo a todas las opiniones, que se sienta incluido todo aquel que haya experimentado esa elevación del espíritu por el quehacer artístico (que no es otra cosa que el virus del poder) y su compromiso con un México eruditito. Luego, diseñar una encuesta (igual a la de Letras Libres pero con otras preguntas más capciosas) donde las preguntas sean tan difíciles que, nada más por no dejar de ser considerado uno de los “conocedores”, éstos pongan su nombre, teléfono, etc. El chiste es organizar, planear, que se vea que te preocupas a muerte por la cultura (y en organizar LA AUTORIDAD) ya que recurres a un sondeo imparcial. En el fondo no me importa lo que contesten sino que firmen, añadir nombres
a la lista de los “simpatizantes”, partidarios del plan, sin que se den cuenta de que están siendo convertidos en satélites. Como en una campaña electoral y para perfumar el ambiente ya tengo recursos para invitar —the convinent ones— a hacer quórum en Bellas Artes o en la Casa Lamm (con vino de honor) para que se note que detrás de mí está la crema y nata de la cultura (aunque vayan por sentimental reasons). “Bety la fea” me recordó, muy a tiempo, el atole con el dedo del iepes que nos recetó Salinas. Faraonismo puro, pero efectivo, up to now. Revisé la estrategia cultural en los países listos a la globalización. Me di cuenta que lo que desea cualquier gobierno es no tener problemas. Así que los que lleguemos primero (con una comitiva o séquito obediente de intelectuales útiles o una lista de más de cinco mil “conocedores”) partiremos el pastel. “Los tengo controlados, mi general”. Pero, advierto, mis prosélitos deberán primero: no chistar, esperar calladitos (no opinar), y segundo, atizarle la lumbre a mi proyecto si es que quieren a slice of the cultural power strawberry cake in the next sexenio. Yo les prometo que no se quedarán fuera (los que se apunten) de las decisiones donde se reparten las comisiones, los festivales, las mesas redondas, las presentaciones de libros, los homenajes, las exposiciones, los puestos, los boletos a Bellas Artes y comunicarse “por la red” conmigo. Es cosa sabida que en la cualquier dependencia, desde la pgr hasta Imcine, se invita a llenar puestos clave a gente con influencia sobre un grupo para que los narcos, los izquierdistas, los inconformes, los insumisos o rebeldes, no hagan olas. Por eso voy a
hacer una encuesta cerrada, como de la Gestapo. Pediré nombres de personas, de instituciones, de fuentes de financiamiento, de formas de extorsión, casi, de esquemas, de intensidades, de leyes, de modificaciones, curricula, ¿quién eres?, ¿con quién te juntas? Hasta una sección confidencial por si acaso (advirtiendo que su nombre quedará en secreto) tenemos algo que agregar. Entra todo al data base; en la agencia de publicidad hacemos el perfil a seguir, damos los resultados a los medios (para que nos respeten y tengan noticia del día) y a la coordinadora correspondiente (la cual tendrá algo que responda por su trabajo, aparte de la simpatía que genere durante su coordinación), y le quitamos al presidente electo un sinnúmero de preocupaciones convenciéndolo de que “por ahí va la onda cultural”. ¿A poco va a poner en duda a tanto intelectual útil (y culero) atrás de nosotros? ¿O esperar que escriban en contra del próximo mandato? Para acabar pronto, hay que hacer todo para confundir al indio, pues. Ése que maravillosamente sólo “sabe leer las nubes y el nombre de las flores”… y no quiere más, pero que si se alinea a lo mejor lo llaman a tocar la jarana a Hannover (aunque le paguen una miseria). ¡La Cultura y yo ya te tomamos en cuenta! 27 / septiembre / 2000
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Soy totalmente castillo
Dibujo en pastel y tina de Juan José Gurrola, 2000 © Archivo Gurrola.
Al estar en el Alcázar del Castillo de Chapultepec (invitado para observar la sección restaurada), un chiflón se coló por los corredores trayendo a la memoria acontecimientos y personajes históricos que parecían estar presentes. Pienso que de noche se han de aparecer los fantasmas de Carlota y Maximiliano en el baño de la emperatriz,* Calles y Obregón en el salón de cartas, en el salón de billar Carranza y Madero, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez en el de boliche. Gracias a que el general Cárdenas lo convirtió en museo (Nacional de Historia) y que la corrupción no ha llegado a mayores, es que se puede pasear en él, pues de lo contrario ahí tendrían su club privado, su Spa internacional y campo de golf, el Negro Durazo, el Perro, los Salinas, Malverde y el Señor de los Cielos. ¿Quién más? ¡Ah y nuestro insólito histrión cábula de cábulas: el general Antonio López de Santa Anna!, quien todavía está ahí… Bueno, su pierna, su bota y su calcetín en una cajita. ¡Qué ‘ronchita’ iban a hacer! Venderían el país a precio de paquete o por lo menos los estados limítrofes al borde de un ataque de Shopping, ¿verdá pelao? Ahí firmaron la famosa carta Calles y Obregón. Narra Vito Alessio Robles, en su libro Desfile sangriento, que tuvo una entrevista con Claudio Fox, asesino virtual del general Serrano y sus trece acompañantes. Obregón, Calles y Amaro se encuentran en el despacho presidencial de Alcázar del Castillo. Fox llega a reunirse con ellos a eso de las cinco y media de la mañana, y ahí recibe una orden de Plutarco Elías Calles para que trajera a los prisioneros de Cuernavaca a México; y cuando ya se iba, Obregón lo detiene y en la misma máquina de escribir agrega la palabra muertos. Horas más tarde, reunidos Calles, Obregón y Amaro en la recámara de Carlota, la procesión llega con los cadáveres de Serrano y compañía. Fox, que odiaba al general Serrano porque supuestamente, entre otras cosas, le había robado el amor de una mujer, se
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presenta ante ellos. “Misión cumplida, mi general”. Obregón baja entonces a las faldas del cerro y contempla uno a uno los cadáveres; permanece un instante ante el cadáver irreconocible de Serrano, sufre un estremecimiento y para disimularlo dice: “A esta rebelión ya se la llevó la chingada”. Ibargüengoitia style. Esto me lo contó Luis Manuel Serrano, creo que nieto del general, quien estuvo filmando la restauración durante 20 meses, misma que reunió un conjunto de 28 arquitectos y varios restauradores de los que quisiera destacar a Valeria, que esa mañana lucía despampanante comparada con la “culta” asistencia femenina. Si algo hay que reprocharle a Conaculta es la falta de figuras que figuren su figura en los cocteles. Por más oficial que sea. Las edecanes están bulímicas. Ansina también, durante los trabajos arqueológicos que se hicieron para la restauración se encontraron con vestigios y un entierro teotihuacano. Entre los siglos xii y xvi, los toltecas, acolhuas y mexicas se establecieron en el cerro, “lugar donde nace el agua”. Chapultepec fue la abastecedora de agua de la ciudad. En 1162, estando en Tula, Huémac, el último gobernante tolteca, se encuentra con los tlaloque, “los portadores de agua”, con ellos tiene que jugar a la pelota y Huémac resulta vencedor. Los tlaloque le ofrecen como premio mazorcas tiernas y piedras de jade. Huémac por ambición escoge el jade, con lo que ocasiona una gran sequía que acarrea la ruina de la ciudad de Tula. Arrepentido, Huémac se dirige a Chapultepec, se introduce en la “cueva del Cincalco” (del inframundo) y se ahorca. Se dice que al desaparecer se convierte en agua, y por eso las otras muchas culturas se nutren de la influencia tolteca. Años más tarde, después de que Moctezuma II ha tenido los siete presagios, decide suicidarse y entra también al Cincalco. Ahí se le aparece la sombra de Huémac, que le advierte que no se va a suicidar, y que pronto verá la ciudad arrasada y
pues… así sucede. En una de las cuevas del Cincalco precisamente, Porfirio Díaz construye un elevador que va de la base del cerro a la planta principal del Alcázar. Supuestamente Juárez, una vez que ha fusilado a Maximiliano, siente ñáñaras, pasa solamente una noche en el castillo y se va a Palacio Nacional, donde inclusive muere. Maximiliano es quien manda construir el Paseo de la Reforma para que desde la terraza del castillo Carlota pudiera ver venir a su marido del Palacio Nacional; digo, gente con clase. El Castillo de Chapultepec es muy semejante al de Miramar, donde viviera anteriormente en Trieste, Italia. Conection, conection. Los vitrales que se encuentran en la escalera de leones se le atribuyen a Saturnino Herrán, pero la verdad no existe ninguna certeza. Las bacantes es obra de Santiago Rebull y se encuentra en la terraza. Ahí en el castillo vive, después de Maximiliano, primero Manuel González luego don Porfirio, que lo convierte en su casa de verano y quien en realidad lo disfruta a lo grande. Tenía para su entretenimiento sala de boliche, hoy sala de acceso, billar, salón de cartas, salón fumador, comedor, antecomedor, sala de música, salón de té, la recámara y el baño de Carlota, donde juguetea el cincuentón don Porfirio con Carmelita Romero Rubio, virgen de diecisiete años. Otro dato curioso es que la primera función de cine que hay en México sucede ahí, en el Alcázar. El Alcázar se convierte en presidencia residencial. Ahí viven Madero, Carranza, Obregón, Calles, Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez, que es el último, porque el general Cárdenas lo convierte en Museo Nacional. Cada uno de ellos hizo remodelaciones y seguramente lo saquearon muy a gusto. Durante esos trabajos encontraron una caja enterrada, fechada en 1849, con las listas de los cadetes que murieron en la Guerra del 47, con lo cual es muy probable que los famosos niños héroes
sí hayan participado, y si no, como dijera Edgar Allan Poe, “qué importa que sea mentira, si es una bella mentira”. After you Montes de Oca. Les digo, sentí un chiflón. *Si Juárez hubiera muerto (antes que Maximiliano) ella seguramente no aceptaría talk shows como el de Carmen Salinas.
4 / octubre / 2000
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Life segœ n Jorge IbargŸ engoitia El contexto del simposio, entre otros —dentro de la piscina—: Carlos Fuentes y Gurrola; tendidos al sol: Jusé Luis Cuevas, Marta Traba, Fernando de Syzlo y David Rockefeller, 1965 © De izquierda a derecha: María Antonieta Domínguez, escritora; Pixie, cantante; Ibargüengoitia, y Tim, un amigo, 1965 ©
—¿Tiene usted intenciones de regresar a la política, mi general (Obregón)? —Categóricamente ninguna. Soy un agricultor nato. Ahora soy feliz en el campo. El atentado, Jorge Ibargüengoitia, Revista Mexicana de Literatura, 1964 —¿Piensa usted regresar a la política licenciado Salinas? —Quiero decirle que después de los resultados del 2 de julio, reitero mi decisión: me mantendré ajeno a la trinchera política. Mi intención es mantenerme en el debate de la ideas. En la tv, 2000 Y las palomas de la concordia vuelan hacia el cielo de nuestra patria para proclamar el agradecimiento de “los que menos tienen”, como la Familia Burrón, se estarán revolcando de risa hasta Navidad. Borola, en cambio, se diseñó un traje de Robin Hood para la próxima campaña. Jorge Ibargüengoitia There´s wit, and there´s shit. Adagio inglés sobre el ingenio Un articulo en Life (octubre de 1965), titulado “Una provechosa camaradería intelectual y amistosa”* y encomendado a Jorge Ibargüengoitia , empieza: “Yo fui uno de los 60 intelectuales, ‘de entre los más importantes de los EU y Latinoamérica’, que fueron invitados a participar en el tercer simposio organizado por la Fundación Interamericana para las Artes. Digo esto porque es un dato curioso: hasta la fecha de la invitación, nadie, excepto yo mismo, claro está, me había considerado intelectual,
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Wiliam Styron, Juan José Gurrola y Juan García Ponce, Norman Podhoretz en el Coloquio convocado por la Fundación Rockefeller, 1965 ©
ni mucho se habían dado cuenta de que era tan importante. Mi caso era casi único, porque los demás participantes no sólo eran importantes, sino además conocidísimos, en su mayoría”. La crema y nata: de Estados Unidos, la vanguardia intelectual de los sesenta, William Styron, Norman Podhoretz (Commentary), Lilian Hellman, Arthur J. Shlesinger (consejero particular de Kennedy), Robert Rosen, David Rockefeller, etcétera; los latinoamericanos éramos Juan Rulfo, José Donoso, Nicanor Parra, Glauber Rocha, Torre Nilsson, Roberto BurleMarx, Helen Escobedo, Carlos Fuentes, el pintor Syzlo, Ernesto Sábato, José Luis Cuevas, Marta Traba, Juan García Ponce, Trouyet —hasta aquí recuerdo ahora— y yo. En otra parte del artículo, comenta Jorge Ibargüengoitia: El simposio estaría enfocado sobre dos temas principales, que eran “Los problemas humanos de nuestras ciudades” y “Las elecciones en los EU y las relaciones interamericanas”. Ahora bien, de estos dos temas no tengo nada qué decir que valga la pena, pero como supuse que la mayoría de los demás invitados estaría en el mismo caso, acepté la invitación. […] Después vino otra reunión, esta vez en el avión. Al subir nos mirábamos las caras unos a los otros sonriendo amablemente pero sin reconocernos y pensando que en caso de un accidente los periódicos sacarían a ocho columnas un titular que dijera ‘La cultura de América, decapitada’ para beneplácito de la generación más joven y del público en general.
Cosa que sucedió, desgraciadamente, años más tarde, cuando el accidente aéreo en España,
que contó entre sus víctimas a varios talentos que se dirigían a Colombia, desde París, a una reunión cultural, entre ellos, la querida escritora y crítica de arte Marta Traba. Se había ido a vivir con Joy Laville, a París, a disfrutar muy merecidamente, de un ambiente intelectual de acuerdo con su genialidad, o por lo menos salir a comprar el periódico de las mañanas sin sufrir la cascada de ultrajes al sentido común de nuestra querida ‘Dinamarquita.’** En el fondo, Jorge Ibargüengoitia quería vivir with sprarkling intelligentia de cualquier otro país y disfrutar de un ambiente cosmopolita, comer bien, tomar buenos vinos a lado de Joy y seguir escribiendo maravillosas fictional history novels; como Gore Vidal desde su villa en el Mediterráneo, después de mandar a chingar a su madre a sus detractores por su incomparable sátira sobre el sistema de gobierno gringo. Es todavía letal. Recuerdo que escribió acerca del Lewinski Affair —como alguna vez apuntó Arturo Lomelí— que dado que estaba probado que Clinton tiene el pene chueco, se debería advertir en el salón contiguo a la Oval Office que “no hay vuelta en U”, cosa de la que aún, paradójicamente, no sale el inculpado. Como mi novia Fiona Alexander (those where the days) y Joy Laville eran escocesas, igual sobrevivientes de las chingas de sus respectivas English Rules of Social Behaviour, pasamos varias deliciosas y gastronómicas (‘Sheperd’s Pie’) veladas, revisando el Saturday Review, The New Yorker, y jugando ajedrez ‘with the girls in the kitchen’. Rematando con las descripciones de Jorge, entusiasmado, sobre las grandes guerras navales en todos los mares de todo el mundo. Era un experto,
sabía todo el tinglado que estaba detrás de las ambiciones de Felipe II de conquistar a los “heréticos protestantes” ingleses para convertirlos a la iglesia de Roma; la batalla en sí; el cambio de los vientos; bueno, hasta el milagroso descubrimiento de Francis Drake, el del fruit cake (pastel de frutas que puede durar hasta diez años, e indispensable en la navidad inglesa), antes de despedazar a la Armada “Invencible” Española. Ibargüengoitia era explorador de avanzada, como Drake y como Swift; iluminado (Jorge, Felguérez y yo fuimos Boy Scouts; yo en White Plains, Beaver Patrol, 1947 y después Caballero Azteca, en 1952), no un “humorista”, como hubieran querido encapsularlo para que no diera la “lata” que venturosamente dio (como Covarrubias). Él era infinitamente feliz en su private heaven (donde seguramente la está pasando de pelos, con James Thurber, Art Buchwald, W. C., Field, Ann Landers, Jarry, Gore Vidal, Jonathan Swift, Ionesco, Anouihl; y los sábados y domingos con Aristófanes***, Novo, Reyes y el Panzón Panseco), disfrutando de México a sus anchas y dándole un sentido universal. Si se adaptaran las obras de Jorge Ibargüengoitia como base para un libro de texto, sobre La verdadera historia de los Estados Unidos Mexicanos, habríamos hecho un bien inconmensurable a las futuras generaciones. Ahora, además, tenemos que leer a unos imbéciles que lo tildan de “incomprendido”, como quisieran catalogarnos a la generación de la Casa del Lago y de Peyton Place. Qué va. Jorge, Juan, Juan Vicente, y demás “ratas” del ingenio, como Luis Prieto & Sergio Pitol, González de Alba, Huberto, Elizondo, bueno, hasta Tomás Segovia y Juan Carvajal se la
“jalaban” con un humor cáustico, sin palanca de reversa. Eran como Jorge: demoledores. K.W. Friedrich Schlegel tiene una frase que dejó a los que, aún después de tantos años, no comprenden: “Hay una peculiaridad en nosotros: detestamos absolutamente la incomprensión, no sólo la incomprensión de lo no comprensible, sino la incomprensión de lo que creen comprendible”. El final del simposio fue casi de opereta. Esa noche, después de las mesas redondas, nos juntamos en el gran salón adonde se hacían los paneles para la plenaria de clausura. Se leyeron unos pequeños informes de lo que se había hecho en cada mesa redonda. Todo marchaba bien hasta llegar al último informe de la última mesa. Este informe contenía una fórmula explosiva: los participantes de esa mesa redonda estaban de acuerdo en que el intelectual latinoamericano no había hecho frente a sus responsabilidades sociales. Ahora bien, esta acusación ya había sido hecha por un norteamericano a otros norteamericanos y nadie había protestado, pero esta vez la acusación contra los latinoamericanos venía de una mesa compuesta por norteamericanos y latinoamericanos y desgraciadamente el informe fue leído por un norteamericano. Esto hizo que una media docena de latinoamericanos tomara, uno tras otro, la palabra para narrar algún hecho heroico de algún compatriota inte-lectual. Los latinoamericanos integrantes de la mesa acusadora respondieron con lo que se llama “con el corazón en la mano”, diciendo que no se trataba de ofender a nadie, pero que ellos pensaban que esa era la horrible realidad. Ante esta actitud tan sincera, los latinoamericanos
dejamos de protestar, aceptamos nuestra culpa y poco nos faltó para cantar el coro de la Novena de Beethoven, que era lo único que hubiera expresado nuestra amistad sin límites. Pero la cena estaba servida y preferimos pasar al comedor.
Como colofón, en homenaje sin compromiso a Jorge, no puedo dejar de relatar lo que nos contó (a Juan y Fernando García Ponce y a mí), abrumado, en el Hotel Chichen Itzá, pues se le había asignado una cabaña con el inconmensurable Juan Rulfo: El problema empezó a la hora de apagar la luz entre las dos camas. ¿Cierro el libro que estoy leyendo o espero a que Su Santidad lo haga? El tormento fue peor al despuntar el día, porque en todo el hotel de cinco estrellas no había agua. Fuí a indagar y me dijo un yucateco asombrado: “¡Arredobaya!, tenga paciencia”. Y fue entonces cuando se arremolinó en mi mente la terrible disyuntiva, porque mis ganas de ir al baño se acrecentaban por segundos. Como Hamlet, me pregunté: “¿Cagaré primero o me aguanto y cago después de Su Majestad y que él se ocupe de jalar la cadena?” * Después supimos que fue muy provechosa, pero para la cia. ** Término acuñado por Raymundo Ramos en el unomásuno (Octubre 7, 2000). *** Porque los lunes corrían a los poetas dramáticos en la Antigua Grecia por peligrosos.
11 / octubre / 2000
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Pueblito convertido en un ready-made del siglo xxi Al artista post-duchampiano ya no le va a interesar continuar su trabajo dentro del arte formal sino cuestionar a fondo la naturaleza del Arte. O sea, dado que no se puede cambiar nada en el recinto, se vuelve necesario cambiar el recinto mismo, o francamente ya salirs de él. Ben Vautier en Documenta 5
La decisión arriba mencionada la tomó James Metcalf, y más tarde Ana Pellicer, desde 1965, convencido del “gato encerrado” que existe en todo el sistema de galerías comerciales. Ya Duchamp había advertido que aquel artista que no cambie su vida cuando se acerca a los 40 años estará condenado a repetirse ad infinitum. El resultado fue que ambos dedicaron sus vidas a hacer una creación que debería servir de modelo para la tan mangoneada cultura: tomar el pueblo de Santa Clara del Cobre preservando la creatividad de los artesanos y, en lo posible, los métodos tradicionales de fundición del mineral (anteriores a la colonización), además de servir de maestros e instructores de las nuevas técnicas para impulsar el desarrollo y la creatividad de aquéllos hacia nuevos y más complejos horizontes. Los recientes horizontes son varias exposiciones en Estados Unidos. En el Temple Gallery de Philadelphia, en The Mexican Cultural Institute de Washington, D. C., The Spanish Institute de la ciudad de Nueva York. Curada por Roy Skodnick y Kevin Melchionne, la más reciente puede ser vista desde septiembre de este año, hasta marzo del 2001. El respaldo es de muchas instituciones y destaco las secretarías de Relaciones Exteriores, Educación Pública y Turismo. Me llena de gusto ver que mientras importamos productos muy dudosos, como la ópera de Greenaway y la exposición de Gabriel Orozco, exportamos una muestra no sólo del arte de Pellicer, Metcalf y los artesanos de Santa Clara del Cobre, sino también un concepto de cultura. Una revisión profunda a la idea de modernidad y el mito del progreso. En el catálogo de esta exposición itinerante, Eduardo Rubio Elosúa apunta que “por lo general, la ‘cultura’ se concentra en las grandes ciudades. Pero el que en una ciudad se presenten eventos culturales no es suficiente para generar en la población una mejor calidad de vida. Los artistas sienten la necesidad de vivir en las grandes metrópolis pues es ahí en donde se dan las condiciones adecuadas para exhibir y comercializar su trabajo. Es ahí en donde existe un mercado potencial para sus obras. Este estilo de vida metropolitano alimenta el espíritu y se refleja obligatoriamente en su trabajo. Lo que la crítica señala actualmente como lo más relevante de la producción contemporánea internacional es un arte del desencanto, de la frustración, de desesperanza. Gran parte de la pintura urbana que se produce desde principios de los ochenta es agresiva, sucia, mórbida, ruidosa y eso necesariamente refleja el espíritu de la cultura en donde se produce.
El último cuarto del siglo xx se caracterizó por hacer una revisión profunda del concepto de modernidad y el mito del progreso. Pudimos ver con claridad todos los vicios y límites del pensamiento racional y la ciencia fundamentada en la lógica. Nos dimos cuenta de que había otros muchos modelos de pensamiento y que en nuestros antepasados de todos los tiempos existía una sabiduría que habíamos despreciado en aras del mito de que lo nuevo siempre será mejor. James Metcalf y yo nos conocimos en París, en 1961. De haber sabido que estaba pisando el taller donde trabajaron Brancussi y Tinguely, hubiera observado mejor el entorno. Desde entonces hemos llevado una amistad con largas discusiones sobre Duchamp, Hegel y Adorno. También en alguno que otro trabajo conjunto. Con Ana Pellicer botamos en el zócalo la Bola que rebota, conmemorando que en México botó la primera bola (de hule) en el mundo (misma que sirvió para el juego de pelota); en un espectacular show en Acapulco (ColoquiosMéxico 1524) participaron con las bellísimas Puertas del Infierno con artesanías de Ocumichu. Pero quizá la colaboración más cercana fue en la escenografía y vestuario de la obra de Henri de Montherlan que escenifiqué en el Museo Tamayo: Pasiphae. Una pareja de grandes artistas cambiaron la vida cultural y social de todo un pueblo. Lo tomaron conceptualmente como ready made (pues ya tenía su carácter artesanal), como obra de arte. Esto gracias a la enorme información que Metcalf tuvo desde sus años en París, donde compartió ideas con los nouveaux réalistes, firmó manifiestos teóricos junto a Tinguely, de Saint Phalle, Klein... acciones que eran similares a las de los neodadaistas norteamericanos, como Jasper Johns y Robert Rauschenberg. Rosa y yo estuvimos en Santa Clara del Cobre, que ahora cuenta con escuela, talleres y hasta un curso para diseñar en AutoCad (programa de diseño arquitectónico para computadora), cuando se forjaba The Jewellery for the Statue of Liberty —asombroso proyecto de adornar la Estatua de la Libertad con joyas, al estilo tarasco... ¡a escala de la de Ellis Island! Imagínense una estatua tarasca vista desde el Empire State. Nunca supe por qué no se llevó a cabo el proyecto en su totalidad. Pero las joyas yo las vi. Dentro del anillo cabíamos cinco personas, fácil. Ojalá aprendiéramos a tomar como punto de partida la cultura al pueblo. La cultura no se le da al pueblo, la cultura es el pueblo.
Pulsera realizada para Jewellery for the Statue of Liberty. © Fotografía: Ana Pellicer y James Metcalf.
18 / octubre / 22000
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Un performance no es como echarse un pedo
El espectador del arte ya respeta la fuerza creativa de ese clown, chamán o visionario que no respeta las líneas limítrofes del letargo cultural de nuestros tiempos. Joseph Beuys
A Guillermo Santamarina and long live X Teresa!
Performance de Mariana Botey. Juan José Gurrola recitando Finnegan’s Wake de James Joyce. Xochimilco, 1997 © Archivo Gurrola.
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El gran cartoonist Trino dijo alguna vez en este diario —a propósito de un acto de “La congelada de uva” (Rocío Boliver en casa de Nahum B. Zenil) llamado Tras-Eros, organizado por Carlos Martínez Rentería)— que un performance es como echarse un pedo. Tiene razón, pero sólo a medias. Hay una gran diferencia entre “tirarse” un pedo a que se salga uno. Asimismo, no “te echas” o realizas un performance: se aparece o sa-le de la mente sin haberlo pensado. Como en un sueño, es un pensamiento ciego. Una idea espontánea, pero tan convincente que el artista está obligado a realizarla. El performance se debe a un epifenómeno, una ocurrencia genial, totalizadora, que colma todas las ambiciones de creación, de una luminosidad planeta-ria, de un fulgor humanístico comparable a concebir una sinfonía de Beethoven o la teoría de la relatividad. Es una idea estéticamente monumental que ya está —como la música— en el universo (en el eterno retorno del Universo), sobre la cual el artista no tiene la menor paternidad o autoridad. Aparece como principio y fin, igual que el pedo, como sentenció mi mujer: “Pedito de sueño, no tiene dueño”. O sea, el artista que lleva años dirimiendo lo que es el Arte, cuestionando la legitimidad del fenómeno y su relación con él; que se la ha pasado distinguiendo su propia actividad por medio de un profundo análisis autocrítico, evaluando filosóficamente esta primaria actividad humana desde las cuevas de Altamira hasta Duchamp —por ejemplo—; o haciendo continuas referencias a sus héroes como Goya o e. e. cummings: ha construido dentro de sí otro individuo con una máquina perceptiva independiente, el que estaba destinado a ser, el genio que fue empujado a ser that special being no matter the circunstances. ¿No les parece portentoso dislocar la realidad o desubicar lo ubicuo temporal? Sólo los chamanes, los visionarios y los conceptualistas pueden hacerlo. Este conglomerado de arte con patas (el performer)
es lo contrario a una computadora a la que le han descargado millones de datos; su información es personal y cambiante a cada segundo con respecto a la realidad circundante (por años de creer en el espíritu). Hace lecturas simultáneas, como Karpov según la partida de ajedrez (la vida). Su acción es un túnel propio cada vez más complicado conceptualmente, sólo reconocido por otros performers con la misma información. No es posible que el espectador conciba que intervenir en la realidad con otra visión inconcebible (Christo envolviendo el Reichstag) es sorprendente, o que una sucesión de acciones o ausencia de acciones dentro de un tiempo y espacio es el justo reverso o los justos reversos de lo que debería estar sucediendo (amarrar la cola de un pescado acabado de sacar de la laguna y con el otro extremo de la cuerda sujetar la cabeza del pene hasta que el animal deje de sacudirse iluminado por una linterna estroboscópica), o un “hoyo negro” a la expectación de un orgasmo (Acconci) interviniendo en los sentidos, a la historia del arte, a la ya muy aplaudida idea de lo “bello”. Estamos en el punto en el cual se han puesto a jugar la incoherencia y la vanidad del artista, el mercado y la cultura de los coleccionistas y promotores, coludidos con una hipocresía escondida, con el mito de los medios y la admiración pública para inmortalizar y al mismo tiempo despreciar al creador genuino y juntarse en los lugares en donde la vida de un arte moribundo se prolonga. Yo quisiera hacer una propuesta modesta: enterrar al artista moderno, cuando muera, junto con sus obras. Sería un reconocimiento regio, como lo fue con los Emperadores asiáticos cuando a su tumba lo acompañaban sus esclavos, sus gatos y sus objetos personales. Sus catálogos pues, sus plumas Mont Blanc, sus tarjetas de crédito, sus películas, sus discos, sus cartas, etcétera. Por lo menos se abriría más espacio para aquéllos que todavía están por emerger, después de las “estrellas” del arte-acción (o intervención) Katia Tirado, Rubén Bautista, Ehrenberg, Silvia Gruner, Kurtycz, Héctor García, Adolfo Patiño, Armando Sarignana, José Guadalupe, Eloy Tarcisio, Gelsen Gas, Melanie Smith, Óscar Castellanos, Jorge Miranda, SEMEFO, Al Fin, Andrea, Toño Arango, Angélica García, Jodorowsky, Stelarc, Maris Bustamante, Rubén Valencia, José Luis Cuevas, Felguérez, Góngora, Gironella, Dulce Ma. López Vega, Teo, Rocío Boliver, Edwarda Gurrola, Artemio & Co., Ana Pellicer, James Metcalf, Melquíades Herrera, Mónica Mayer, Estrella Newman, Jorge Kuri, la Wolfer, Zanabria, el trabajo de Marenco y tantos otros que han recorrido este nuevo y maravilloso camino. Claro que a las galerías y a los críticos no les conviene. Deberían tener más informa-
ción. Además, las obras no se pueden vender. Aunque el mercado de Nueva York es, half & half, tradicional y conceptual. Pero cuidado, esto no para allí: Superbarrio, el ezln, las manifestaciones frente al congreso del Banco Mundial, las crucifixiones frente a Rectoría y las miles de “acciones cibernéticas” están a peso. Y nacen como el Situacionismo Internacional, que tiene una vigencia que hasta ahora quieren hacer pasar como inadvertida. Desde los sesentas, George Brecha apuntó en Fluxus (1964): individuos de todas partes del mundo formaron una coalición sin nombre publicando arte conceptual y haciendo performance. Quizá con la sensación compartida de que las fronteras del arte eran más amplias que las que hasta entonces se conocían, etcétera. Por esos años apreciamos a Vito Acconci, a Ben Vautier, a Kienholz, a Warhol, a Beuys y a treinta más en Documenta 5, donde filmamos con Gelsen Gas y Arnaldo Coen un performance sobre la fenomenología del double take o readymade al revés. En las corridas de toros hay, tanto gente que sabe lo que es una buena faena como una multitud de villamelones que hacen cada vez más obtusa y decepcionante la fiesta brava. En el ámbito del performance ocurre algo similar, quizá peor, porque la gente se ofende. ¿Qué hace un señor sentado en un excusado comiéndose el Wall Street Journal en medio del nyse (New York Stock Exchange)?, o ¿por qué el colombiano pinta con mugre en el X Teresa?, o ¿por qué Jodorowsky y Gurrola, vestidos de franciscanos, caminaron, hace veinte años, en la calle principal de Bogotá (la 7), al mismo paso, en las dos aceras? El afán consumista que revierte todos los valores en los que estuvo fundada la creación artística. Estamos presenciando un conglomerado que no respeta el cuerpo del arte sino su cadáver. La historia del arte se ha convertido, en cierta manera, en la historia de su prótesis, una especie de servicio hospitalario inclinado a revivir a un muerto a pesar de estar en rigor mortis. Con un tratamiento de cosmetología, los muertos son explotados; artistas que en el pasado no pudieron hacer oír sus protestas, como en un funeral de muerte, están en uso para que los vivos socialicen entre sí. Con tan sólo ver la triste, parcial y mal informada tesis profesional de........ (llenar), brotan los intereses creados para meter el dedo en un arte que les pasó de noche. Hay que llegar a la conclusión de que la imaginación es el primer paso a un egocentrismo fraudulento (a menos que se dé la vida por el Arte). En cada minúscula intención de un artista en ciernes está la ambición del poder. Y lo mismo pasa en el crítico de arte. El artista contemporáneo debe llegar a la
conclusión de que el fondo se ve bajo el vestido cada vez que hace una exposición, con coctel y todo. Performance para principiantes Antes de terminar, existe una regla que quisiera que se tomara en cuenta para futuros intervencionistas; o sea, cuándo es un performance y cuándo no lo es: el performance no debe tener un significado aparte de la pura acción, no debe tener una segunda intención. Ninguna asociación de ideas. Lo opuesto totalmente al teatro o al happening. En el teatro se estructura una ilusión que vea construyendo una imagen en la memoria del espectador. Las acciones en un performance no deben buscar un sentido imaginario. Cualquier alegoría o metáfora que se desprenda de un performance lo eclipsa. No debe haber lugar para buscarle “tres pies al gato”. El teatro baja para inaugurar una nueva realidad en la imaginación de los espectadores... el performance debe contener la imaginación en su punto neutro, no dejarla salir (por artificiosa y falsa) sin emoción, sin poesía, más que la de estar vivo. 25 / octubre / 2000
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Hombre con coraz—n de pelota de golf Se le fueron encima con tenedor y cuchillo, me contaron, y se lo extirparon con una cuchara: Dunlop, cacarizo, totalmente duro. Rebotaba en la piedra pero no en un suelo blanco. Tomaron nota de eso. Rebanaron la piel (algo como de cuero, o de hule, de párpado) y se adentraron; tres millas de tripa o cuerda, elástica. Y dentro de una bolsa o un saco lleno de bálsamo o esmalte, como Copydex. Marcaba el registro más bajo del papel tornasol pero no se quemaba, y sabía amargo, feo; a resina quizás, de un árbol o una plata. Y despedía un gas que los hizo llorar a todos cuando los inspeccionaban. Ese corazón fue alguna vez una manzana, concluyeron. Verde. Y tenía la intención de plantar otra manzana en ese sitio, empezando por la semilla. Pero él se negó. Simon Armitaje, The Dead Sea Poems
Dibujo en tinta, 1999 © Archivo Gurrola
La generación del cordero* La aventura de la palabra tiene sus bemoles, casi podría decirse que cada uno de nosotros tenemos nuestro Narrenschift o Nave de los Locos por la cual uno navega tocando puertos (similitudes), o desesperanzados cuando la nave no va. Pero de vez en cuando sale una cascada coherente de poesía que no tiene el menor asomo de trascendencia. Lo tuvo Auden, Marianne Moore, Pound y, para salirme de la antología, Artaud. Hay que tener cuidado con los girasoles de Van Gogh, escribía Antonin, y Novo también: “Los nopales nos sacan la lengua. O sea, objeto y congruencia con el objeto. No poetizar sobre sus posibilidades de ensueño (entro por tus ojos, sales por mi lengua, despierto de tu frente) para disparatar la noción de lo acumulable por sincerote. La sinceridad no tiene lugar, sólo cuando es la prisión más grande: Alcatraz’s Dungeon”. Toda la falsa reflexión anterior tiene que ver con un libro (que me mandó Javier Perucho) que acompañaría a cualquiera de ida y vuelta de vacaciones. Es más, si lo lee durante sus vacaciones sólo recordará los poemas. El paisaje se fundiría o se anularía con la acuciosa lectura. En la introducción, usted viajará con las aventuras intelectuales de los compiladores y traductores del libro —de casi mil páginas— donde se reúnen poetas de varias extracciones regionales (Yorkshire, Belfast, Glasgow) que producen un verso urbano, muy disciplinado formalmente, con una vena antirromántica caracterizada por la ironía y el understatement. Y un marcado rechazo a tocar actitudes o “posturas” de reclamo en el rol de “poetas”. La generación nieta de la genialmente retórica, surrealista y apocalíptica de Dylan Thomas, George Barker, de la cual surgió The Movement —D.J. Enright, Donald Davie, John Wain, Roy Fuller, Robert Conquest, Elizabeth Jennings—, de Ted Hughes, Blake Morrison, Plath…
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Hermanos, sé que muchos de vosotros habéis viendo hoy aquí. porque su jefe prometió que aquél que no viniese sería empalado, le clavaría estacas por el ano y vendería a sus hijos y esposa a los portugueses. Estas líneas de Ian Duhig con las que empieza su poema Fundamentals las pongo como ejemplo de la recia invasión de un wit cáustico, a veces con toques de rabia por las privaciones y humillaciones de la clase menos favorecida. Una especie de lúcida trinchera literaria que combina la reciedumbre coloquial con la forma clásica. Si alguien te pregunta por mi muerte, di esto: El Ángel de la Muerte en forma de falena vino y se posó en el laúd que reparaba. Michael Donaghy Pero la intención del monumental trabajo de estos dos escritores (quienes con cuidado agradecen, tanto a colegas amigos como a instituciones y promotores culturales que los apoyaron), aparte de poner frente a nosotros la generación mencionada, es la búsqueda y encuentro de una doble identidad: la bilingüe y la emocionalmente entrañable. Engranar dos lenguajes en una visión global del mundo, haciendo hincapié en que lo que ves es lo que todos ven y sin duda impregnada de la simultaneidad de la conciencia: “Tanto el ojo como el entendimiento tienen algo en común, un punto ciego; pero el del entendimiento es tal que en el momento de mayor visión hace que todo el conocimiento se pierda en Él. Y así, una vez alcanzado el no saber, el saber absoluto no es más que un conocimiento entre otros”, escribe Georges Bataille. La transferencia del ocaso de las cosas, o de su designación apresurada, se deja sentir en todo el libro. Como si fuera concebido el ejercicio de la poesía con otra unidad de medida, por fractales o improbabilidades de
la física cuántica. A veces en el dulce azoro, en el desenfreno contiguo, en el espectáculo diario. Buscando la contemporaneidad continental que hiciera, como ellos dicen, que la poesía de Vallejo, Machado, Paz, reconociera vínculos (diálogos) con los de Auden, Eliot, Bishop. La generación del cordero, llamada así porque: […] el título tiene en primer lugar un elemento de juego. ¿Qué quiere decir la “generación del cordero”? La referencia original se pierde en detalles anecdóticos y casi “íntimos” que no vale la pena registrar aquí precisamente porque ceñiría su significado privándolo de connotaciones y estelas de sugerencia que son las que finalmente nos inclinaron hacia Él. ¿Quiénes están cobijados bajo ese paraguas de la “generación del cordero”? Todos estos poetas, por supuesto, ya que así los queremos llamar. También los otros poetas que excluimos por buenas o malas razones pero que estén insertos en el circuito que intentamos reflejar. Pero no sólo ellos. Ahí estamos también noso-tros que los leímos, reunimos, seleccionamos, que los tradujimos y los presentamos en español y que por supuesto compartimos con ellos muchas cosas. Y también creemos pertenecen aquellos poetas que en español están buscando no la inserción o continuidad de una tradición específica sino la diversidad de la expresión de la textura poética del esfuerzo por construir poemas en los cuales quepamos todos los que queramos estar ahí. La “generación del cordero” es también la nuestra y la de quien quiera adoptarla. Pero, además, si nos preguntamos cuál es esa generación, también es necesario mencionar la otra dirección del título: la generación, creación o producción del cordero. Aquí sí ya estamos en terrenos obstrusos. ¿Quién es el cordero y por qué en todos lados y al mismo tiempo? La ambivalencia y la falta de una definición están ahí y no es nuestra intención apearnos de ellas al primer bache.
Sylvia Plath; o “Después el Armiño”, de Marianne Moore (My father used to say / Inns are not residences…); o a Susan Sontag, por su Alice in Bed de teatro. O sea, presentir que el español nacido del Ateneo de la Juventud (Reyes, Ureña, etcétera), continuado con dedicación y esmero por los escritores mexicanos hasta nuestros días, podía hermanarse al lenguaje anglosajón. Pero, como apuntan Carlos López Beltrán y Pedro Serrano. …sabemos que los poemas que presentamos aquí son nuestras translaciones. Sin embargo, desde el principio nuestra intención fue que se leyeran en español como poemas; es decir, que adquirieran la carta de naturalización. Hemos sido fieles a sus sentidos y tratado de acercarnos a sus ritmos. Y pretendemos que naveguen por nuestras aguas con bandera propia, con la misma naturalidad e iguales exigencias que en las suyas. Creemos haberlo logrado. Pienso que con creces, sinceramente. Acerca de las “translaciones”: al cabo de los años, después de traducir a Dylan Thomas, Ford, Blake, Shakespeare o Pinter, la situación no es tanto trasponer la idea a otro lenguaje, traducir, sino iniciar una especie de esgrima majestuosa entre los caracteres emblemáticos de ambas lenguas, en un ámbito enigmático y visceral a la vez, lleno de coincidencias y actitudes dispares, encarnando al poeta original y al traductor como un doble actor, hasta que por fin los dos idiomas se dan la mano por una contienda justa y sin traición. Esta honestidad es muy difícil de conservar. Dejo pues al lector que se sorprenda agradablemente de las “translaciones” de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano de esta soberbia antología. * La generación del cordero, antología de la poesía actual de las islas británicas, con una selección, traducción y prólogo de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano, Trilce Ediciones, 2000.
Al recorrer los poemas del libro recuerdo haber tenido la misma sensación de libertad cuando traduje hace veinte años, “Tulips”, de
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Con la venia de la Santa Pornograf’a Jesús dijo: “Si la carne devino a causa del espíritu, es un prodigio. Pero el espíritu devino a causa de la carne, es un milagro entre milagros”. Evangelio de Tomás II 32, 190-51, 28, The Nag Hammadi Library
Jamás se me olvidará —en Nueva York, hace treinta y cinco años— el extraño placer de entrar a un antro, Locus Pocus, a dos cuadras de Time Square, donde había veinte escaparates (como cabinas de teléfono) con “putillas” sentadas en bancos altos y con las miradas más lascivas que mi pobre corazón podía soportar. Yo no era el único, pero, como era de mañana, habíamos pocos perros listos a morder las comisuras del calzón. La tirada era pasar al apartado contiguo y disfrutar a very private showing por un dólar los tres minutos. La mecánica era asombrosa. Entrabas, cerrabas la cortina (¿o sería persiana?); el escaparate al exterior era cerrado por la muchacha —muchas de ellas eran amas de casa sacando un dinerillo extra—, y ya adentro, en un slot como de tarjeta de teléfono, metías el dólar. Metí la mano a la bolsa, casi me rasguño un huevo y pues ¡ahí te va! Entre la extranjera y yo había una placa de metal que debió haberse levantado cuando metí la “pasta verde”. Por estar arrugada me la regresó tres veces. La humillación de ver tu cochino dólar regresar es una de las experiencias porno más humillantes. Pero con mi cara de despistado (crudo después de pasar la noche oyendo a Charlie Mingus en el Blue Note), un negro santo me dio un reluciente y nuevo dolarillo. Pasó como mantequilla y la cortina se subió. Nos entendimos al tiro. Me vine dos veces en los tres minutos. Había roto el tiempo del sufrimiento, de la búsqueda de la imagen total, del deleite de la morbidez, de mi putaísmo. Después vino la época del table dance y volví a sonreír con nuevos bríos. Pero esta vez me di cuenta del avance socio-cultural del fenómeno. Es el invento sexual del siglo, desde la gran Babilonia; el nuevo contrato entre la exhibición abierta de la lujuria y el regocijo del espectador al constatar tal impudicia. La bailarina porno y el cliente se guiñan el ojo sin rebasar fronteras. Los tiempos, quizá nostálgicos, de “la ficha” quedaron atrás. Pero no me atrevo a adentrarme en el tema porque a lo mejor no salgo. Prefiero referirme a Klossowski traducido por Raúl Falcó.
para esquivar las leyes, y que Tiberio pensó erradicar castigando con el exilio a todo aquel que incurriera en ellos. Sin embargo, los dos tipos de subterfugio son dos fenómenos estrechamente solidarios de un mismo complejo: la evasión en la decadencia social, el rechazo de una condición honorable, el escoger el deshonor, no responden simplemente a una satisfacción del placer. ¿Quién puede dejar de ver la relación entre la puesta en común del cuerpo propio y la exhibición escénica, sentida entonces como forma de prostitución? ¿La relación entre la exhibición de sí mismo y la necesidad de volver tangibles, o hasta de encarnar, realidades invisibles? La mujer que se prostituye obedece a una imagen, como quien busca su contacto: esto pertenece al orden de la ficción. Los leonia tan sólo son sus sucedáneos. El teatro, que es la ficción misma, no deja por tanto de implicar la puesta en común del cuerpo propio en el hecho de encarnar ante todas las miradas una realidad invisible. Pero la necesidad de actuar, de exhibirse —y por lo tanto de figurar—, siempre fue inseparable de la manifestación de los dioses en los cultos y los juegos solemnes: la necesidad de ver a las divinidades, de prestarles una aparición física, un cuerpo, de imaginarlas deseables una para otra, y la necesidad femenina de exhibirse, o la necesidad viril de exhibir a la mujer, todo eso tiene un mismo origen.
Pierre Klossowski, en su libro Orígenes culturales y místicos de cierto comportamiento entre las damas romanas**, traducido por Raúl Falcó, promueve, o más bien demuestra, que la glorificación de la seducción entra en la aventura de las miradas de los victimados (si así se nos puede llamar) y el abuso de la mirada frente al abuso de la provocación. ¡VIVA EL TABLE DANCE! Se los recomiendo a los matrimonios. Rosa y yo somos asiduos. *
Primero que nada ¿qué tienen en común estos casos de desorden, si no es el implicar diversamente un mismo estado de corrupción? Suetonio los cita en el mismo párrafo como ejemplo de los subterfugios que socorrían a las mujeres comprometidas y a los jóvenes
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Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
Evangelio gnóstico desenterrado el siglo pasado en Egipto.
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Editado por la unam en 1980.
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Hasta que reconocen a Gerhart MŸnch
No llegó Gerardo —extraordinario compositor alemán— a tomar el camión que lo llevaría a Tacámbaro, donde vivía con Vera, su mujer por cincuenta años. Por fortuna, después un auto lujoso se detuvo y desde el interior saludó nada menos que el presidente municipal: “Don Gera, ¿no quiere un aventón?” y agradecido se subió al auto. Me contaba Tarsicio Molina. Don Gera era nada menos que Gerhart Münch, quien llegó de Europa en 1953. Estuvo muy dolido por los horrores que vivió en la guerra, se enamoró de México y siguió realizando una portentosa obra que reúne más de ciento veinte opus. El lunes pasado, en una sala del Palacio de Bellas Artes, Tarsicio Molina, Raúl Falcó y Juan Trigos presentaron el álbum Sortilegios, dos cd’s que resumen cuarenta años de la música más representativa del compositor. La idea original del proyecto (y el apoyo) es de mi buen amigo Francisco Trouyet. Falcó (músico y escritor) lo coordinó con un desbordante entusiasmo. Esta antología es un rescate emprendido por Tarsicio Molina, alumno, amigo y heredero universal de la obra de Gerardo —como le gustaba que lo llamaran—, con quien compartió durante años sus enseñanzas y noble espíritu. “Un hombre misterioso, con un gran corazón, pero que siempre impedía el desbordamiento. Fiel a su credo musical, con un magnetismo extraordinario cuando interpretaba a Scriabin o a Chopin”, dijo el lunes. El insólito y excepcional compositor mexicano Juan Trigos estuvo a cargo de la dirección musical, y las ejecuciones corrieron a cargo de la Sinfonietta de las Américas y los solistas Rodolfo Ponce Montero (piano), Alberto Cruz Prieto (piano) y Yurico Koromuna (violín), entre otros.
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Rumbo a Tacámbaro fue necesario hacer una escala en un pueblo donde el presidente municipal tenía que asistir a un acto proselitista. En el podio sentó a don Gera, que no sabía qué hacer. Imagínense a un hombre cultísimo, amigo de Ezra Pound, Ernest Krenek, Robert Graves, Teodoro W. Adorno, Pierre Boulez y Henry Miller, con quien compartió un lapso en Big Sur, sentado frente a la multitud que vitoreaba al personaje principal y al cual, por voto popular, al finalizar su discurso le suplicaron que leyera alguno de sus poemas. Haciéndose del rogar, aceptó, bajo la condición de que don Gera tocara música de fondo. Ante la disyuntiva, el espíritu jovial, abierto, de Gerhart aceptó. El presidente municipal sacó un rollo de poemas (después de haber dicho que no venía preparado) y a la de ¡ya!, Gerardo subía y bajaba por el teclado, inventando compases y armonías al arte poético del orador. Recuerdo haberlo visto tocar en la Biblioteca Benjamin Franklin hace 25 años; era una tempestad que se paraba y se sentaba frente al piano, como Schwarzenegger despedazando a los sátrapas del mal. Total que después se fueron a tomar unos tragos (le encantaba el mezcal) y llegaron ya muy entrada la noche a Tacámbaro. Antes de despedirse le pidió al gobernante que por favor pasara a la casa para que Vera no fuera a pensar que se había ido de “picos pardos”. El homenaje a este compositor, erudito, filósofo, poeta y humanista, es un acto de justicia porque hasta hoy no se le ha dado el lugar que se merece. Las camarillas y grupúsculos de críticos y músicos lo han ignorado o tratan de que pase inadvertido —igual con el genio de Juan Trigos, cuya ópera De cachetito Raspado es de una calidad y modernidad de lujo. Raúl Falcó menciona que es como igno-
rar a Chávez, Revueltas o Moncayo, y añade la notoria influencia de estos compositores en Münch. Yo lo conocí cuando vivía en Tepoztlán, de donde tuvo que emigrar porque al lado de su casa empezaron a aparecer unos roqueros infames que le hicieron la vida imposible. Se fue a Tacámbaro, “tan bello, que Stravinsky podría haber escrito aquí una segunda parte de la Consagración de la primavera.” Sortilegios será distribuido y proyectado por bmg Entertainment de México y la Coordinación Nacional de Música y Ópera inba / conaculta. Ojalá tenga la repercusión que se merece. 15 / noviembre / 2000
Retrato Gerhart Münch, 199 © Fotografía: Paulina Lavista
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Dibujo en tinta © Archivo Gurrola.
Alada ocurrencia de mœ sica de arte latinoamericano
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Se podría discutir si la Consagración de la primavera de Stravinsky, aun siendo una ola musical revolucionaria de su época, coaguló el flujo lírico para la música contemporánea; o sea, aquél compuso música, pero dejó bizca la cascada cromática del fluir de lo que Teodoro Adorno llamaría “música tocada para la crítica inmanente”. O sea que, para determinar el rango de las obras musicales, no hay que buscarlo en algo que les sea exterior. La calidad estética no es primordial sino en la subjetividad vaciada en sí misma y oculta en la obra. Pienso en Manuel M. Ponce o en Armengol o en Gutiérrez Heras o en los que felizmente fundan el Colegio de Compositores Latinoamericanos de Música de Arte. Motivo por el cual nos congratulamos de haber sido convocados a la presentación del álbum doble de música sinfónica y de cámara, en la Galería Metropolitana mañana 23 de noviembre, a las 19:00 hrs. Si algo encuentro común es que son obras plenas (las contenidas en los cd’s) cuya legitimación no está en manos más que de los compositores. Un barco de los locos latinoamericanos felizmente surcando las aguas globales de la espontaneidad, con todas las cosquillas azarosas que en determinado momento se les aparecieron. Yo creo que el corazón de cualquiera no latiría si no fuera un auténtico latir. No soy teórico musical ni de teatro ni de artes plásticas, pero he vagabundeado (por la música) en los momentos de creación de gente excepcional como Raúl Cosío (inmenso compositor de Los Gallos), que me obligaba, en los sesenta, cuando éramos room mates, a distinguir entre la Cuarta y la Quinta de Mahler; y a ver cómo se aprendía a pulso las piezas de Brahms para su concierto en Bellas Artes, donde lo despedazaron; o cómo terminaba de escribir las partituras, ya con el público en la sala, en la Casa del Lago. Yo me siento músico, no porque toque el teclado, sino porque aparte de que alguna vez nos presentamos en la Sala Manuel M. Ponce y en un festival de jazz en la Alameda Central, en el Champagne a go-go cargaba mi Farfisa, y nos daban de comer sopa en plato de peltre a mí y mi grupo Scorpio Inmortante (Víctor Fosado, Skipper Guzmán y otros); y, aunque ustedes no lo crean, nos echamos un tirito de jazz, en Cuernavaca, con Blue Mitchell y Cat Anderson, genios del jazz. Últimamente, Manuel Rocha y yo compusimos una pequeña obra en los superestudios de Banff, en Canadá. Mi mayor ambición fue ser un bajista como Mingus. Pero la figura a la que quiero homenajear personalmente, que aparece como nudo indisoluble desde hace años, ha sido Raúl Falcó. Entre óperas, música para teatro, fondos musicales, el billar, el ajedrez, the ladies, las pasiones y cierta actitud ante la cultura que nos hace muy felices, somos very low key geniuses. Y desde esa prudencia y astucia creativa. Falcó ha logrado, en los últimos años, realizar producciones que ya quisieran los jerarcas de la música o las instituciones con el lingote para apoyarla. Él sólo ha construido una legítima aproximación a lo que debe destacarse en nuestro medio musical. Como prueba están su disco de música italiana (para flauta y guitarra), interpretada por él mismo (flauta) y por Jaime Márquez (guitarra); después, nada menos que la recopilación y realización de la música de Gerhart Münch; y ahora, con la Universidad Autónoma Metropolitana y el Colegio de Compositores Latinoamericanos de Música de Arte, los dos discos donde reúne una sincera y profunda aleación de voluntades del más alto compromiso. Nadie sabe hasta qué punto Raúl Falcó es un demonio intermediario, coordinador de instancias creativas e instancias productoras. Fácilmente podríamos acotar a Sor Juana acusando a los detractores y envidiosos en el poder: “Empañan el espejo y se quejan que no esté claro”. Raúl, en pocas palabras, ha hecho, con la complicidad de muchos profesionales, que la música contemporánea se interprete bien. Como dijo no sé dónde: “La fragilidad de las obras modernas se debe a que no tienen las interpretaciones adecuadas”. De este conjunto tengo dos cuates: Héctor Quintanar y Juan Trigos. A Quintanar lo conozco desde hace veinte años, tan contemporáneo como guapachoso, amigo de la trova de Pepe Arellano y Juan Trigos: duendes albureros insaciables que les gusta martirizar lo que de música quede en el cielo.
Este personal es tan sólo un preludio para subrayar la importancia del acontecimiento y no dejar pasar a Manuel de Elías como verdadero motor en la fundación del Colegio. Y sin ningún recato enumero lo que considero como el plan maestro a seguir, una serie de sencillos principios que servirán de base y punto de partida, mismos que, a reserva de mejorarlos, sustancial y esquemáticamente, quedaron así: 1. El Colegio de Compositores Latinoamericanos de Música de Arte es un cuerpo colegiado internacional, no gubernamental, no político y no lucrativo, cuyo objetivo principal es la difusión organizada, por todos los medios al alcance, de la obra de sus miembros, contribuyendo así a crear una imagen consistente de la música de arte relevante de Latinoamérica. 2. Cada país estará representado hasta por tres compositores, miembros de número. 3. Los miembros serán vitalicios o dejarán de pertenecer a la organización por la actitud inadecuada para con ella o alguno de sus colegas, o en caso de renuncia. 4. Los espacios vacantes serán ocupados mediante propuestas de alguno de los miembros y la aceptación del pleno, como consecuencia del análisis de la obra del candidato. 5. Todos los compositores miembros deberán residir básicamente en su país de origen y estar involucrados de un modo u otro, con su realidad musical. 6. Eventualmente podrá haber compositores invitados para determinado ciclo de conciertos, y su participación siempre deberá estar sujeta a la aprobación del pleno. 7. Los compositores invitados, en todos los casos, deberán ser latinoamericanos de comprobada valía artística, básicamente residentes en su país de origen y comprometidos con la vida musical del mismo. 8. A partir del primer ciclo de conciertos, proyectado para realizarse en la ciudad de México —por ser el lugar de origen del colegio—, la sede podrá cambiar de país cada año. La designación de la nueva sede se efectuará de común acuerdo con los miembros, en reunión convocada para este fin en el país base del ciclo en turno. 9. En cada ciclo de conciertos se tocará una obra de cada uno de los miembros y se realizará una grabación profesional —en vivo— para su debida difusión. 10. El país sede aportará las salas de conciertos, organizará conferencias y reuniones, elaborará la programación, convocará a los ejecutantes necesarios, proporcionará la promoción y programas impresos para los conciertos, etcétera. 11. Todos los compositores miembros tendrán, dentro de la organización, la misma importancia. Sin embargo, para efectos de representación, coordinación y desempeño de la misma, se contará con un Consejo Artístico, formado, en principio, por un Presidente, un Secretario y un Coordinador en turno; este último, siempre del país sede del ciclo correspondiente. Tampoco hay que olvidar la vocación de la Universidad Autónoma Metropolitana en el apoyo al grupo Da Capo, en los ochenta. Desde entonces, nada con la música hasta ahora: con su apoyo al colegio que tendrá como sede la Casa de la Paz. Enhorabuena musical. 22 / noviembre / 2000
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Pedro Friedeberg: la excepci—n Lo malo es que parte de la regla es desear la muerte de la excepción. Una manera de hacerlo, nada sutil ni culta, es ciudadanizándola. O sea, todos parejos. Pero afortunadamente, Pedro Friedeberg ha toreado la cultura haciendo una faena de toda una vida con su arte inigualable, y la cultura se quedó atrás creando faraones falsos y mausoleos para los fariseos. Parecería que en un gesto aristocrático le rebanó un gajo al mundo y lo convirtió en su reino, su isla, su karma. Difícilmente se puede llegar a compendiar la obra de Friedeberg y su genio. Fue casi milagroso que nos encontráramos, Rosa y yo, a Alan Glass en Sanborn’s y luego allí mismo a Pedro Friedeberg hace unos días. Tan contentos estábamos que fuimos al bar a tomar una cerveza. Recordando the good old times, cuando era una deliciosa aventura ser parte de la insurgencia delirante de los sesenta. Con Antonio Souza, a quien arrestaron por literalmente lamer un cuadro de Monet en la National Gallery, o la fiesta de disfraces (vestidos de cuadros famosos) en Peyton Place con Alan Glass de San Juan Bautista (con un platón al cuello lleno de sangre), o Fernando García Ponce de bailarina con tutú, Juan Vicente Melo de odalisca, Carlos García Ponce de clown de Picasso; Juan G. Ponce no me acuerdo, y yo de un personaje del Bosco con un embudo en la cabeza. Those were the days my friend, cuando Friedeberg y Antonio Souza y Lala se vestían de tigres para una inauguración donde aparecieron las famosas “Sillas-manos con alas” de Pedro. Y años después en casa de Cuxi Von Wuthenau en Tepoztlán, antes de desayunar, yo lo veía sentado en el porche frente a una hoja en blanco, un tintero y pluma, atentar genialmente contra la naturaleza del poder, construyendo jerarquías arquitectónicas hasta el infinito, agregando con un monumental y geométrico sarcasmo una especie de super-kitsch a la existencia. A propósito de su exposición en Guanajuato en l996, Neuvillate escribió muy acertadamente: “Friedeberg es el Loti del desencantamiento. Es el Marqués de Sade de lo ingenuo
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y lo antisexual. Es el Mahler de las sinfonías Quinta y Novena; es la dulce “ave canora” del ultrabarroco mexicano y es el que, con sus obras plásticas y escultóricas, sabe darle coherencia a lo exuberante y a aquéllo que es delirio, es pasión, es forma y es nada”. Pedro Friedeberg es de los pocos artistas actuales con cultura universal, enciclopédica. Por eso sus temas son literarios y están enterrados en la música de lo trascendente. Su obra, llena de conjeturas, por otra parte, no conduce a nada más que a la satisfacción y a la exaltación de valores tales como el enciclopedismo de Fontenelle, la soledad de Gulliver, las manías de Robespierre, el tedio de lo que ahora se denomina postmodern y al sentido del humor del refinamiento celestial. Como existe un arquitecto purísimo en él, muchas de sus obras son bungalows campestres para músicos románticos, radares de Madame Pompadour, museos antipicassianos, castillos de estrellas fosforescentes, infantas de precoces mecanismos de reloj de esa, su juguetería dominical, y otras sutilezas en las que concibe un tiempo sin perdurabilidad ni memoria, como figuras geométricas, cientos, miles de ellas encerradas en el cofre de la iluminación y de la ilusión.
Ò La cultura es la regla y el arte la excepci—nÓ Jean-Luc Godard
Italia. Poco después fue transportado al ilógico México donde ha sobrevivido desde entonces, quedando fascinado por las invenciones aztecas como el volcán Popocatépetl y las pulgas vestidas de Xochimilco. Fue bajo el volcán que comenzó a estudiar seriamente el magnetismo, hexagramismo, espiritismo, hipnotismo, satanismo y sonambulismo. Más tarde ingresó a prestigiosas universidades y academias donde cursó doctorados en frenología, teosofía, quiromancia, iguanomancia, astrología, redundancia y simplicidad. Aparte de ser un virtuoso del arpa y hablar catorce idiomas, Pedro Friedeberg es un conocido pintor, escultor, diseñador y escritor, cuyas obras se encuentran en los más distinguidos museos del orbe y de la Luna. Vive en San Miguel de Allende con sus siete hijos y diecisiete gatos. 29 / noviembre / 2000
En Sanborn’s acordamos que estar vinculado con la cultura era una peladez. Que los suplementos culturales eran miasmas escurridas de los prototipos egresados de la Facultad de Filosofía y Letras. Que sólo quedaba leer el New Yorker y la columna de Ann Landers (la Doctora Corazón gringa) y el Independent, para borrar del mapa la idiotez de la cultura, en cualquier lado, autonombrada. Art Buchwald o los buenos campanazos de Milenio Diario. De allí en fuera todo es vomitivo. Pedro se define en 1966 como: […] transplantado a este imperfectamente esférico planeta hace algunas décadas, cerca de la extraña ciudad de Florencia, en
Codex Miguelito © Pedro Friedeberg
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Presagios de un acendrado amor en InŽ s Arredondo A Carlos, su esposo amante
¿A qué se deberá esta intransigencia de la vida, o de la realidad palpable, para que la primera mención se separe, se divida y aparezca siempre dual? ¿Por qué demonios tenemos que hacer un esfuerzo mental, meditativo, reflexivo, para poder aspirar a construir ese puente entre la absurda ignorancia, a veces rociada con algunas gotas previsibles de intuición, y el conocimiento puro? Además, sabiendo desde antes que ese conocimiento debe regresar a diario (al segundo) a las fuentes que lo procrearon. Y como si eso fuera poco, en este trayecto nos damos cuenta, en el trecho cogitabundo, de que ni siquiera es lo que está siendo proclamado, que no era ese conocimiento y que el objeto de nuestra atribulada significación la vale a sí misma compartida por otros, mucho antes de que se revelara o se presentara como en un cuadro este mustio estereotipo que toma forma: la forma de pensar. ¡Qué lío! Y si todos lo pensamos, ¿por qué dicen que cada cabeza es un mundo si un mundo como el de Inés es nuestro? Inés, como Isabel Fraire, como Elena Garro, como Marianne Moore o Susan Sontag y Emily Dickinson que sí son escritoras o poetas, pero más que eso: son nuestro prójimo. ¿O a poco no estamos indefensos ante frases como: “¿A ti te han besado alguna vez?” o “Vestía su uniforme azul marino” o “A ver, di: sí Polo…” o “Cierra los postigos…”, etcétera? Qué urdimbre tan compleja el acomodar de frases, el despegarlas del entorno, el asentarlas en el común denominador para después, con el tiempo, con el tiempo de nuestra airada existencia, poder vituperar al osado que urdió, maquinó, tramó este sabrosísimo desconsuelo. Como Nabokov, describiendo la sexualidad de la niña en el parque y el uso perverso de las correas de sus patines en El hechicero, más catastrófico que la dulce y creciente pedofilia universal de Lolita. El ámbito de creación de Inés es el ámbito del complot, un juego de póker, la muerte contra el destino —o más bien con las estrellas—. El usufructo se lo gasta el tiempo, pero las huellas en los libros de Inés hablan de un asombroso intercambio de nostalgias, carne, provincia: presagios. El presagio como el más alto lugar de la conciencia lúcida. Presagios, como aquel cuento titulado “La Sunamita”, que dice: Una tarde oscurecida por nubarrones amenazantes, cuando estaba recogiendo la ropa tendida en el patio, oí el grito de María. Me quedé quieta, escuchando aquel grito como un trueno, el primero de la tormenta. Después el silencio, y yo sola en el patio. Inmóvil. Una abeja pasó zumbando y la lluvia no se desencadenó. Nadie sabe como yo lo terribles que son los presagios que se quedan suspensos sobre una cabeza vuelta al cielo… —Lichita se muere, se muere, ¡está boqueando! Si dejamos que un silencio pase encima de nosotros, podríamos vernos transformados en ese instante indeleble del tiempo. O ser la abeja o el trueno o el olor de la ropa tendida en el patio. Inés hace que determinadas frases nos hagan presa del pánico cuando las leemos, no necesariamente por su significado ni por la construcción del relato, sino porque adivinamos, asombrados, la fuerza inconmensurablemente intrínseca del universo —la fuerza
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de que está cargado— y, también, por qué no, lo inconmensurable de su vacío. Inés resume con su alma, nada menos, una especie de piedad ontológica. Como si la piedad y la escritura fueran en sí meritorias precisamente por prescindir de la realidad, por expresar esa aura oscura —nada provinciana, nada representativa, nada reveladora, o si revela algo es sólo a su existencia póstuma en los libros—. Vemos que un libro no tiene nada que ver con la realidad, es su contrario, repito, su aura oscura. El otro lado de la calle que no existe. Los relatos de Inés desmienten las mediaciones inmediatas que los hicieron posibles en el momento de la iluminación. Digamos que cala a la esencia de las cosas, cala su irrepetible función, cala como cuando el contrincante baja un póker de ases. Los libros de Inés deshacen, por una parte, la enfática pretensión de escritores contemporáneos —de indudable valor— que únicamente son conmovidos por sus antecedentes en la provincia, sin rebasar lo meramente intrínseco de ésta, queriendo ser extrínsecos sin lograrlo. Ésta aparece casi en la misma dimensión en los jóvenes escritores de teatro mexicano, y no sólo en la provincia, sino también los ufanos urbanos. Inés Arredondo narra fatalmente lo pensado, lo descompone, lo disuelve, lo vuelve espontáneo al hacerlo. Otra vez Rulfo me viene a la cabeza. En este sentido, Inés —yo considero— es una justificación real del ente, filosóficamente hablando. Pues dejemos que pase el tren de la filosofía —la muy incauta— y hablemos de otro ámbito, el que yo conocí con Inés. Melo, Melo, telo, telo… Digo, le dije al insigne doctor Juan Vicente, ten cuidado de lo que puede pasar porque me lo telo o te lo melo y dónde irás a parar, y entonces dónde irás a parar. Este es uno de los versos a la prima, digamos, del Tomás Segovia de los Condesa. Y de ahí también surgió la oda al teniente Gurris, que me dedicó también Tomás y por la que desde entonces fui identificado con ese mote; era precisamente Inés (y Huberto Batis) la que más gustaba de gritarme al verme llegar: ¡Gurris! En esas tardes, las letras entintadas de materia gris, aliento, desaliento, esperanza, galeras y rodillos de imprenta, se escurrían por un tubo de crepúsculo y borrachera. Ya La Kuri iba a comprar el brandy San Marcos o el añejo Bacardí. Sí, no había en nuestro plan de confirmación de actividades postetílicas la menor noción del siguiente paso a tomar. Mucho menos si era un paso redoblado. Sólo se estaban cargando las baterías. Inés era siempre definitiva. Pienso que estas aglomeraciones de 4 o 5 personas —qué digo personas, para nada—, indios pieles rojas, salteadores de caminos, se reunían nada más para manifestar por entrega sus facsímiles, desmenuzando entre trago y trago los cachos de realidad. Despegándolos fuera de los sueños de los acontecimientos del día o de una visión irrelevante, pero chistosa; algo que pudiera llevarse a
© Archivo Gurrola
casa de Juan García Ponce o Juan Vicente, o a la mía, para de alguna manera despojarnos de lo sucedido, de lo sucedido mientras el sol nos pegó en el rostro. Llegábamos como alpinistas que se quitan los bultos al llegar a la cima ambigua de la montaña; tirar los pensamientos, botarlos, vomitarlos asqueados y quejumbrosos para poder aligerar la existencia en compañía de otros con la misma miseria o en la misma salsa. La actitud en todos era tratar de evadir cualquier posibilidad de compromiso cultural y literario, y zamparnos una buena dentellada amorosa de uno a otro. Era manifestar nuestro cariño, atado, amoratado, prorrateado: apego pues. “You’re gonna loose that girl”, de los Beatles, ya era la cuarta vez que retumbaba, probablemente en el encharcado M-5 o M-6 del edificio Condesa o en la casa de Juan García Ponce, donde al final siempre terminaba Manzanero (que yuca tenía que ser) o Dionne Warwick. Inés disfrutaba todo esto a más no poder. Yo la veía de lejos, a veces tenía ratos de una inmensa alegría y a veces de una infinita nostalgia. Siempre la observé de lejos, no me atrevía a abordarla, aun cuando ella me instaba a que le platicara de tal o cual acto trapacero de mi parte, sumergido o que ya había perpetrado, actos creativos que en ese entonces estaban mudos en mí. Los realizaba quizá hasta brillantemente, pero yo tenía la sensación de mí solamente como un bulto con destellos. Inés, con una sabiduría inmensa, siempre trataba de empujarme a sacar lo que tenía yo atorado, tratando de convencerme de que sí valía la pena mi trabajo, que no debería tenerle vergüenza al talento. Después bailábamos todos. El esfuerzo de beber culminaba en la exaltación inverosímil por la exaltación. Caíamos uno encima del otro en franca confianza, sabiendo que el otro tenía la obligación de servir de colchón. Yo aplasté innumerables veces a mis amigos. No recuerdo bien, bien, la primera imagen que tuve de Inés. La imagen primera siempre está unida a ese grupo de amigos. Pero de alguna manera se me aparece en una escena mientras se filmaba la película La Sunamita, dirigida por Héctor Mendoza y basada en el cuento de Inés. Aquella escena de la respiración fatigada de un viejo en el umbral de la muerte y la joven que acepta casarse con él en articulo mortis, y no sólo casarse, más adelante calentarle la sábana. Miramos aquel ejemplo de tobogán suntuoso de la líbido de un anciano. Ejemplo exuberante cuya perversidad me excitaba.
¿Será tan egoísta el placer masculino?, me preguntaba. ¿Será Inés Arredondo ese fantasma femenino que por la espalda toca imperceptible al ente, hombre, como mariposa que se esposa, posa… o sea, la que caracolea envuelta en deseos de oler el doble olor, olvidar y oler, desfallecer y olor, olor y olor y atravesarse impertérrita por las fosas nasales? Estoy seguro que sí, ese es el fantasma. El cuento de “La Sunamita”, la joven capaz de razonar o atinar sobre el uso de su sexo, ideó el usufructo secreto de la sociedad provinciana cuiche por sobre el cuerpo joven, donde —como dice Inés— “las miradas de los hombres resbalaban por mi cuerpo sin mancharlo…” Y luego, la Tiquis Valenzuela que grita: ‘¡Lichita, se muere! ¡Está boqueando! ¡Vete a buscar al médico! ¡No, iré yo…! Llama a doña Clara para que te acompañe con don Apolonio mientras vuelvo’. Y el padre… tráete al padre. (El mismo que días antes había sentenciado: ‘Es la voluntad de tu tío, si no tienes algo qué oponer, casarse contigo en articulo mortis, con la intención de que heredes sus bienes, ¿aceptas? Es una delicadeza de su parte, hija mía’). Así de brutal es el estacazo literario de Inés. La realidad queda quebrada como un jarrón. Todo lo que suceda antes, y/o después, sólo son extensiones, como las inserciones de bisturí experimentadas en la vida de Culiacán. Yo siempre quedé aturdido por estas escenas al leer y comprender de a cómo estaba la vida. A veces me pasaba que no quería seguir leyendo para quedarme con el suave arrullo de un dolor que se va quitando. Pero la turbación persistía, afortunadamente, y seguía leyendo. Yo aplaudía a Inés en secreto. Feliz de reconocer esos ámbitos de lucidez perversa y santa. De veras pienso que a Inés no la vimos tanto como ella nos vio a nosotros, y creo que en algún ensayo apuntó que deberíamos encontrar un camino en el pensamiento que encarara lo que no es materia, al espíritu y la nada, al demonio —junto con la armonía y la belleza puestas a la escala del hombre dentro de la naturaleza—. Yo sólo añadiría: sí, la naturaleza con su magnífico desvarío despabilado e insolente. Santa Clara del Cobre, 1984. 6 / diciembre / 2000
“Y buscaron una moza hermosa por todo el término de Israel y hallaron a Abisag Sunamita, y trajéronla al rey. Y la moza era hermosa, la cual calentaba al rey, y le servía, mas el rey nunca la conoció.”
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Domingo y lunes cooltural Nos levantamos temprano el domingo y al mediodía nos enfilamos hasta el Centro Cultural Universitario para ver El fantasma del Hotel Alsace, pues era la última función y queríamos contemplar a Mauricio Davison en el papel de Oscar Wilde. En la entrada me encontré con Nacho López Tarso, y debo decir que aparte de ser un actor monumental, me dejó sorprendido su buen gusto para vestir. De pies a cabeza elegante, y contento de sus años de sabia y alucinante experiencia. Lo acompañaba una dama muy guapa y ahí estábamos en fila esperando entrar al Sor Juana. La plaza estaba rebosante de arte joven: performance en la fuente, grupos de música, chavas exóticas... en fin, un deleite visual universitario. Era mágico tener al lado a Nacho López Tarso presenciando a otro actor legítimo por el que saben trepar las nubes de la conciencia total. Davison se sublimó, creo, ese día. Era un Peter O’Toole sardónico, creo, un Vittorio Gassman alucinado, un Olivier románticamente afeminado y un Wilde imponente en la desgracia, no de él, por favor, sino la de los traidores que le dieron la espalda. Ser genio transgresor implica ser traicionado por aquellos que lo adulan, conspiradores llenos de envidia que llevaron a Novo, Chaplin, W. C. Fields, Voltaire, Sade, Víctor Flores Olea o a todo artista que se la juega, a un final más bien decepcionante por la incomprensión. ¿Y ahora? Secundado por actores de menor calibre o menor astucia teatral, excepto por una sorprendente Elena de Haro, una muchacha-muchacho que de verla tan segura en su papel de seductora-camarera-camarero-diablo y Hada Verde del Ajenjo, quedará en mi mente forever. Recorría las venas cansadas del poeta y le respondía a la lasciva mirada de rebanada erótica que se merecía Wilde. La escenografía, sorprendentemente funcional, y los textos, sin duda, permeados de la sombra de los últimos días de nuestro Oscar. Hasta que entra un personaje revindicador que empieza a dar una clase de moral al desfalleciente autor, caricaturesco, pomposo, pedante, como una espada de Damocles de la literatura que echó por tierra lo espléndido del principio. Quiero tanto al teatro, que me asfixió... y salí muy molesto. Eduardo Ruiz Saviñón es un buen director. Se siente atraído por personajes perversos, pero les quiere dar una lección de moral. “Eres genial, pero eres malo”, parece decir. Por eso le hablé a Mauricio para reparar un poco mi salida gruñona. Pero felicidades, Eduardo. Y a Vicente Quirarte, cuya composición dramática hace honor a Oscar Wilde —y sin duda a un Shepard mexicano o a un Noel Cobrad contemporáneo—, mis respetos. High comedy and wit. Mauricio llegó a México en los sesenta, después de estudiar con Lawrence Olivier. Allá le dijeron de mi talento, y se vino. En su casa tiene una mesa de billar y todos, pero todos, los discos de Frank Sinatra. Se dedica a actuar en teatro, es un actor. No como los alcahuetes (porque sólo le “tapan el ojo al macho” para que los productores se rebanen a las debutantes y distribuyan las grapas) de televisión y cine, que no rebasan el talento de stuntmen. Y los cuales muy pronto serán sustituidos por personajes animados. En fin, Mauricio Davison es un actor cabal (también es piloto, como Howard Hughes) que vió la dimensión de un gran actor en su época en el Old Vic. Carga el teatro en sus hombros. Trabajamos en Tajimara; en Miscast, de Salvador Elizondo; en El hacedor de teatro, de Bernhard; en Lástima que sea puta, de John Ford, y otras tantas. El sabor de actores y actrices como él me da una alegría interior muy dulce. Como que no vivimos en vano. De ahí nos fuimos al Carrillo Gil a ver la exposición Art Club 2000. Yo iba predispuesto a odiar al new fucking arty razmataz gringo de llena-galerías de whatever shit. Pero no. La propuesta de este grupo es muy sabia. Reflejo de la sobresaturación publicitaria y, al mismo tiempo, su contrario. Con una ironía chirriante, pero inteligente. Un súper producto de esta generación rodeada de anuncios. Anuncios del tamaño de edificios que revelan el ego competitivo del gerente de las compañías, de la mercadotecnia.
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SI QUIEREN CIUDADANIZAR LA CULTURA EMPIECEN POR PROHIBIR LOS ANUNCIOS EXTERIORES. QUE EL PUEBLO VEA LOS EDIFICIOS, NO LA IMPUNIDAD DE SER TODA FRACASO. La exposición fue curada por Artemio (joven genio) y Magalí Arreola. Le dí tres vueltas. Rosa y yo nos tomamos un vino en la cafetería y enfilamos al Museo de Arte Moderno y al Tamayo. En el mam se ve que arreglaron mejor las esculturas de los jardines. En el Tamayo nos pareció interesante una caja de zapatos (que ya había visto en el museo de Televisa hace años). Lo demás es mercadotecnia (nadie es profeta en su tierra, a menos que la logres en el extranjero). Y el lunes fuimos a la toma de posesión, como director del inba, de Nacho Toscano, en la sala Manuel M. Ponce. Ya hubiera querido la cascada de aplausos que recibieron, tanto Nacho como Gerardo Estrada, en mi obra de teatro, en el granero. Duró cinco minutos. Y la llaneza y sinceridad de Sari Bermúdez me ganó. Habíamos muchos viejos contentos. Tanto que nos fuimos al bar La Florida, en la calle de López, donde no había casi ningún cliente. Sólo como Twenty ladies in waiting. Fue un agarradero de piernas inverosímil, mientras Rosa y yo bailábamos esa de “Caballo viejo y cansao...” 13 / diciembre / 2000
Mauricio Davison y Pixie Hopkin en Tajimara, 1965 © Fotografía: Ricardo Salazar
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ÒL a navidad de un ni– o en GalesÓ de Dylan Thomas A Juan Carvajal
Una navidad era tan semejante a la otra, en aquellos años, en cualquier esquina del pueblo pegado al mar, donde todos los sonidos entraban y salían excepto por las pláticas distantes que se escuchaban de vez en cuando antes de dormir, tanto que nunca puedo recordar si nevó por seis días y seis noches cuando tenía doce años o si nevó por doce días y doce noches cuando tenía seis. Todas las navidades rodaban hacia el doble lenguado mar, embistiendo como una luna friolenta que abulta el cielo que era nuestra calle principal: inmóvil en el borde de las olas ribeteadas de peces congelados. Mientras, yo clavaba mis manos en la nieve sacando lo que pudiera encontrar. Ahí iba mi mano adentrándose en la festividad con las lenguas de las campanas blanco-algodonadas hasta los villancicos a coro que cantaba el mar. Era en la tarde de la víspera de navidad y estaba en el jardín de la señora Prothero, con su hijo Jim, esperando que salieran los gatos. Nevaba. Siempre nevaba en Navidad. Diciembre en mi memoria es tan blanco como Laponia, aunque no se apareciera ningún reno. Pero había gatos. Llenos de paciencia y al acecho, con las manos enfundadas en calcetas gruesas esperábamos el momento de disparar una descarga de bolas de nieve sobre ellos. Los muy hipócritas alargados como jaguares con el bigote del horror, escupiendo su silenciosa furia mientras se restregaban en los muros del jardín, mientras nosotros, Jim y yo, como infalibles cazadores, como infames de la Bahía de Hudson, agazapados y acurrucados en la esquina de Mumbles Road, les lanzaríamos las bolas de nieve al centro de sus verdes ojos. Los marrulleros gatos nunca aparecieron. [...] Siempre había música en Navidad. Mi tío Jack tocaba el violín, un primo cantaba “Cherry Ripe”, la tía Hannah llena de vino de chirivía cantaba esa canción sobre los corazones sangrantes y muerte, y después otra donde describía su corazón como un nido para el amor. Para entonces sólo era risa y alegría y a mí me tocaba ir a la cama. Mirando a través de la ventana la inacabable luz de la luna sobre la nieve, podía ver las luces de las otras casas y ver subir la música a la caída de la noche. Apagaba la luz de gas y me metía dentro de la cama. Le decía unas palabras a la cerrada, sagrada oscuridad, y entonces me dormía. Seguramente en el sueño de niño se le apareció el poema que escribiera treinta años después: En mi oficio o resentido arte ejercitado en la quietud de la noche cuando sólo la luna se enfurece y los amantes se encaman abrazando sus desesperanzas elaboro mi luz cantante no por ambición o un panecillo ni por el pavoneo y comercio de ser charming en los salones de marfil sino para el salario mínimo de lo más secreto de sus corazones.
Dibujo anónimo realizado para el programa de mano de la obra Bajo el bosque blanco de Dylan Thomas, dirigida en 1962 por Juan José Gurrola en el anfiteatro de Feliciano Béjar © Archivo Gurrola.
Feliz navidad and Happy New Year de la familia Gurrola. * Traducción de Juan José Gurrola
20 / diciembre / 2000
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Propuesta duchampiana Determinar las condiciones del reposo instantáneo literario (o apariencia alegórica) de una sucesión [de un conjunto] de hechos diversos que parezcan necesitarse el uno al otro mediante leyes (sintaxis), para aislar el signo de la concordancia entre, de una parte, ese reposo (capaz de todas las excentricidades innumerables) y, de otra parte, una elección de posibilidades legitimadas por esas leyes y también ocasionándolas. Como es el caso de Joyce en Finnegan’s Wake. O en su defecto: Determinar las condiciones literarias de los autores de exposición extrarrápida (=apariencia [reproducción] alegórica) de varias colisiones [atentados poéticos, digamos] pareciendo sucederse rigurosamente la una a la otra siguiendo leyes, para aislar, de una parte, el signo de la concordancia (significado literario) entre esta exposición extrarrápida (capaz de todas las excentricidades), y de otra parte, la elección de las oportunidades legitimadas por esas leyes, lo cual redundaría en un aura inconcebible de la conciencia literaria viendo hacia el futuro. Juan José Gurrola Iturriaga* Étant données, Marcel Duchamp, 1968 © Philadelphia Museum * Artista multidisciplinario
1 / enero / 2001
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La travesura que me hizo Jesucristo Todo empezó con una premonición o un presagio indiscutible, estando solo en un cuarto de hotel en Delfos*, en donde por el balcón con cortinas full blown (desde donde se podía ver a lo lejos el Golfo de Corintio) Jesucristo quería entrar. Fue tan fuerte la percepción de este presentimiento que de una manera muy elegante, por pura donosura, me negué a tener ese tipo de experiencia. Estaba preparando mi ponencia para el día siguiente en el Coloquio Internacional de Teatro Antiguo Griego y por más inusitado que fuera I was just not in the mood for miracles. Así que cerré la puerta del balcón con un aire de superioridad magisterial y como un fardo me lancé sobre la cama. Cuál no sería mi sorpresa que de los blancos cobertores se apareciera en mis narices el rostro de Jesucristo. Ni tan sorpresa, porque ya había sentido que me estaba rodando. Clarito vi que me dijo: “Help me. I am in hell!” y se desvaneció. Hasta pena me da describir la sensación de escepticismo que prosiguió a ese momento y que permaneció durante muchos años. Tanto que sólo a mi familia y amigos muy íntimos les había relatado este acontecimiento singular en mi vida. Además, ¿qué hacer con el fenómeno? ¿Cuál era el significado? Why me? Además no era religioso, ya los curas en mi adolescencia me habían asqueado con sus infames preguntas morbosas sobre mis pecaminosos pensamientos. ¿Qué haría yo sin ellos ahora? En fin, pasaron muchos años y no podía yo solucionar la adivinanza. Releía el Paraíso perdido de Milton en busca de algún dato sobre la soberbia de Luzbel. Yo me sentía dentro de un dibujo de William Blake. Tanto que en una época muy difícil de mi vida la imagen de Sai Baba y sus estratagemas me convencieron de cierta comunidad espiritual, y soy devoto a Saibis, como le llamamos algunos. Pero el riddle de Delfos seguía sin solución.
No fue hasta que Rosa, mi Rosa, me contó hace poco un cuento sufi (hijos de Mahoma) de un hombre que al morir llega a un jardín en donde hay una fila interminable de personas ya desesperadas, rodeadas de desechos como latas de Coca-Cola, bolsitas de Sabritas, pañales desechables, algunos de ellos en bermudas cargando todavía el Tele-Guía, otros con las coronas que con devoción recibieron (como Villaurrutia, hace poco), otros con sus tenis Nike o camisetas del Toluca o máscaras de Fox, y todos ante una puerta que dice CIELO. Nuestro hombre lo piensa dos veces, pues, en vida, ni para entrar al cine se permitió hacer cola; perder así su tiempo. Él voltea la mirada y da con otra puerta que dice INFIERNO. Ante ésta reina el sosiego, hay flores y mariposas, algunos pájaros trinan. Entonces decide tocar la puerta. Al ser abierta se lleva una gran sorpresa, pues es Dios quien abre. “¿Dios mío, pero que haces aquí?”, pregunta asombrado, a lo que el Señor responde: “Es que yo estoy en todos lados”. Desde entonces, creo en Dios; por lo menos tiene sentido del humor. * Lugar en Grecia donde se encuentra el templo del Oráculo de Apolo en la ladera Oeste del Monte Parnaso. Fue considerado por los griegos como el centro del mundo.
3 / enero / 2001 William Blake, Pity, ca. 1759 © Courtesy of Tate Images
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Teatro terapŽ utico en MesoamŽ rica A Estrella Newman Al EZLN
Ha habido sorpresas que he visto en el teatro mundial, desde puestas en escena de Zefirelli hasta el teatro No (Noh) japonés. Sin olvidar al Teatro Campesino de Tabasco y al Teatro Regional de Yucatán. Pero quizá lo que me dejó estupefacto fue encontrar, cuando visitaba la Biblioteca Pública de San Diego y la Canning House en Londres, datos sobre Edmond Bordeaux Szekely (quien, por cierto, vivió parte de su vida en Tecate, Baja California), filósofo, psicólogo y autor de muchos libros sobre civilizaciones antiguas, y cuyo trabajo fue fundamento para explicar la cosmogonía tolteca, azteca y maya. En sí, ha profundizado en la filosofía del México antiguo para producir un análisis convincente acerca de los ritos de las pirámides y los juegos de pelota. Szekely es un filólogo en sánscrito y arameo —descendiente de Csoma de Koros, el que recopila la primera gramática del idioma tibetano—, y afirma haber traducido el simbolismo hermético de los antiguos mesoamericanos para demostrar que sus pictografías incorporan una filosofía de la vida semejante a la representación del mundo de los sumerios y los persas, quienes interpretaban las realidades del universo y daban expresión a las extrañas fuerzas que permanecen dentro y alrededor del hombre. Sabemos que en Mesoamérica el espíritu de la luz y de la vida estaba simbolizado por la serpiente emplumada, Quetzalcóatl; su oponente, el espíritu de la oscuridad y la muerte, por el jaguar o tigre llamado Tezcatlipoca. Pero mi interés se centró en su hipótesis sobre el teatro terapéutico —un juicio teatralizado en las pirámides de Teotihuacán que yo había leído en El misterio de las pirámides mexicanas, de Peter Tompkins— y en referencias a Harlston, con respecto a la medida primaria del complejo teotihuacano.
hacia el materialismo de Tezcatlipoca y, como fuerza regeneradora, los positivos buscarían elevarlo. El fenómeno llegó para trastornar toda mi vida en el teatro: era el hecho de que en este tipo de representación (terapéutica) —aunque frente a un público ocurría dentro del actor principal— ya no se emitía ninguna palabra. Un teatro mudo cuya lectura era evidenciar los símbolos y el movimiento que el hombre central desempeñaba hacia arriba o hacia abajo. Por la escalinata “oblicuamente, como oblicuamente sale el Sol”, refiere Szekely. Tanto en la Universidad de Essex —en un seminario de tres meses, invitado por el erudito en el mundo antiguo de México: Gordon Botherston—, como en el Coloquio de Teatro Antiguo, en Delfos, Grecia, lo que quise explicar era que, al contrario del teatro griego —y, por ende, de todo el teatro que hasta nuestros días había usado la palabra (o el diálogo) como simulacro—, el actor de Teotihuacán (el sacerdote) actuaba hacia adentro. No hablaba, sólo dentro de su conciencia, de su memoria ancestral, donde las fuerzas luchaban entre sí para hallar la solución que convenciera a la comunidad hasta aceptar el veredicto. El análisis de Szekely asienta que si el hombre era obligado a bajar por la escalinata para después ser arrojado lejos de la parte baja de la pirámide —lo que le llevaría a las fauces de los jaguares y a la desintegración—, perdía su individualidad hasta verse en el caso de iniciar otro ciclo cósmico. De estos espectáculos devino, después, el juego de pelota, pero este será otro tema.
10 / enero / 2001
A fin de dramatizar la lucha entablada entre las fuerzas del “bien” y del “mal” para ganar las almas de los hombres, los antiguos sacerdotes mesoamericanos inventaron un rito religioso que celebraban en las escalinatas de las grandes pirámides. Rito que no era únicamente espectáculo público, sino que combinaba un conocimiento de la ciencia del tiempo, de la astronomía, de la filosofía, de la psicología y la organización social, dice Szekely. O sea, un juicio sumario al miembro de la comunidad supuestamente culpable de un crimen —incesto o cualquier otra ofensa que habría de ser juzgada—. En caso de que el hombre lograra triunfar sobre las fuerzas de la muerte y la destrucción alcanzando la cúspide de la pirámide, su parte espiritual podía entonces levantarse sobre la fuerza de gravedad transformándose en la luz de Quetzalcóatl, la estrella de la tarde. Al reconstruir el ritual llevado a cabo en las pirámides mexicanas, Szekely contempla a un sacerdote que usaba una máscara de hombre para subir y bajar los peldaños de la escalinata, dependiendo de la forma en que sus pensamientos y acciones apoyaran a las fuerzas —ya sea de la vida o de la muerte: si el conjunto había favorecido a Tezcatlipoca, iría hacia abajo; si se inclinaba por Quetzalcóatl, subiría. En la cara piramidal el hombre sólo podía moverse oblicuamente, como los rayos solares, porque se creía que Ollin —el Sol— era la fuerza de todo movimiento, así como el poder que estaba detrás tanto de Quetzalcóatl como de Tezcatlipoca. El sacerdote se asumía como el supuesto culpable rodeándose de diez símbolos negativos —en la parte superior de la pirámide— y de diez positivos —en la parte inferior—. Los signos negativos lo empujarían
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Así la distribución de los símbolos benignos y malignos en la representación sacerdotal realizada sobre la píramide:
A. Hierba - Malinalli - Vida B. Serpiente emplumada - Quetzalcoatl - Creador C. Casa de adobe - Calli - Preservador D. Flor - Xóchitl - Alegría E. Perro - Itzcuintli - Amor F. Venado - Mazatl - Paz G. Sol - Ollin - Movimiento y poder H. Lagarto - Cuetzpallin - Fertilidad J. Águila - Cuauhtli - Aire y sabiduría K. Agua - Atl - Venero de la vida
a. Calavera - Miquiztli - Muerte b. Cococdrilo - Cipactli - Flojera c. Ave de rapiña - Cozcaquautli - Desintegrador d. Caña - Ácatl - Vacuidad e. Jaguar - Ocelótl - Odio f. Mono - Ozomatli - Hombre inferior g. Conejo - Tochtli - Ser débil h. Mecha - Técpatl - Esterilidad j. Tormenta de viento - Ehécatl - Violencia e ignorancia k. Tormenta de lluvia - Quiahuitl - Viloencia y destrucción * Hombre
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Coloquios MŽ xico 2001. Confrontaci—n del concepto del mundo
Fray Toribio: Adorar a sus dioses son pecados. Dignatario mexica: ¿Tlen quiihtoznequi pecados? (el intérprete lo piensa) ¿Quiihtozbequi iztlacayotl? ¿Quiihtoznequi tlatacoli? (el intérprete asienta) Fray Toribio: ¿Qué ha dicho? Intérprete: Pecados serían para nosotros los errores humanos Coloquios 1524
Los antecedentes de los Coloquios (México, 1524) en Acapulco fue un tratamiento teatral al manuscrito de estos Coloquios que es obra del gran misionero e historiador Fray Bernardino de Sahagún y de un grupo de sabios indígenas que habían aprendido español. Mantenidos ocultos en los archivos secretos de la Biblioteca del Vaticano, por más de tres siglos, el manuscrito de 17 de 34 capítulos ha vuelto a la luz a principios del siglo xx. El motivo de esta censura eclesiástica reside seguramente en la contestación de los vencidos, tan apabullante y sabia, por boca de los sacerdotes que dialogaron con los misioneros franciscanos. Sus palabras son de gran valor, ya que constituyen uno de los contadísimos testimonios directos que de la visión mexica del mundo se tienen. Como si un periodista imparcial hubiera estado presente. A grandes rasgos el contingente franciscano quería hacerles entender que venían en son de paz: Ante todas las cosas os rogamos que no os turbéis ni espantéis de nosotros, ni penséis que somos más que hombres mortales y pasibles como vosotros; no somos dioses ni hemos descendido del cielo; en la tierra somos nacidos y criados; comemos y bebemos y somos mortales como vosotros; no somos más que mensajeros embiados a esta tierra; traemos os una gran embaxada de aquel gran Señor que tiene jurisdicción espiritual sobre todos quantos viven en el mundo el qual se llama “Santo Padre” el qual esta congoxado y cuidadoso por la salud de vuestras almas.
Dibujo en tinta, 2001 © Archivo Gurrola.
The meeting of minds entre el escuadrón de 24 del ezln y el contingente gobiernista (que quiere sacarnos de la cruda que nos dejó la abyectorinocerontocracia del pasado) tiene siluetas que son el reverso exacto de la historia de la confrontación entre los “doze frayles de San Francisco que primeramente los predicaron embiados por el papa Adriano sesto” según aparece en los manuscritos originales de los diálogos de 1524 de Fray Bernardino de Sahagún, en español, y en la versión náhuatl del doctor Miguel León-Portilla (editado por Porrúa Hermanos.) del que un servidor hizo un espectáculo en el Centro de Convenciones de Acapulco, en noviembre de 1988 (Teatro Nezahualcóyotl). Los históricos Coloquios que en 1524 enfrentaron a los doce primeros franciscanos llegados a México con dignatarios y sacerdotes aztecas para solventar diferencias teológicas y de la concepción del mundo (siendo que en realidad eran under cover evangelists que culpaban a los indígenas de la adoración de sus dioses —a quienes consideraban la personificación
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del diablo— la razón de su derrota frente a los españoles), fueron un fracaso por la diferencia idiosincrática entre ambos. Fue como si se quisieran poner de acuerdo algún director espiritual esquimal sobre las deidades como Yemayá con un santero cubano. O como jugar ajedrez contra damas chinas. La diferencia de los Coloquios del 2001 en la Ciudad de México es que el pueblo indígena tenochca había sido derrotado, diezmado y humillado, mientras que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional no. Or not yet. Igual, la espectacular confrontación en marzo, aparte de los acuerdos publicados, será también sobre el concepto de la vida que tiene el ¿caosmos? antiguo y el del gobierno modernizado que los ve como ¿el problema indígena?, como si fueran un conglomerado fregado por las circunstancias y al cual hay que ayudar y a conservar sus tradiciones. Mientras el criollo no entendía el mundo cósmico y la profunda coherencia del sentido de la existencia en la Tierra, el diálogo, o mejor dicho, las piezas del rompecabezas no encajarán nunca.
El siguiente paso después de hablarles de las Sagradas Escrituras, de Dios, de los apóstoles, de los ángeles, de los querubines, de Adán y Eva, el Santo Papa, etcétera. (que para los sacerdotes estaba en chino), era convencerlos de que la razón de su derrota y aflicción era la adoración a sus dioses. Estas cosas dichas, amigos nuestros, todas las abemos visto con nuestros ojos y sabemos que pasan ansi y tenemos entendido que adoráis no tan solamente un Dios, pero a los de piedra y de madera las tenéis por Dioses. Ai uno llamáis Tezcatlipuca, a otro Quetzialcoatl, al otro Vicilubuchtli y a cada uno llamaís dador de la vida y del ser y conservador de ella; y si ellos son dioses “dadores del ser y de la vida” ¿Por qué son engañadores y burladores? ¿por qué os atormentan y fatigan con diversas aflicciones? (…) Demas desto derraman os vuestra propia sangre y vuestros corazones en ofrenda y sacrificio. Sus imágenes y estatuas son espantables, suzias y negras y hediondas: desta condición son vuestros dioses a quien adoráis y reverenciáis, antes son enemigos matadores y pestilenciales que no dioses.
Los sacerdotes, quienes por cierto desconocían el significado de la palabra pecado, respondieron desde la altura de su fina postura. Aunque derrotados, con una dignidad y sabiduría sorprendentes. Más bien les dijeron you better take it easy with our people, kaisers. Dijeron el primer día (fragmentos): Señores nuestros, mucho os habéis afanado, así habéis llegado a esta tierra, porque habéis venido a mandar en vuestra agua, vuestro monte. ¿De dónde? ¿Como es lugar de nuestros señores, de dónde vinistéis? De entre nubes, de entre nieblas, habéis salido. Aquí delante de vosotros, donde están, nosotros contemplamos y contemplamos, admiramos a los que son gente de ciudad. Aquí cogemos, tomamos, la nueva palabra, como si fuera cosa celestial, la que habéis dicho. Y aquí se nos muestra, se ha abierto, su arca, su petaca, del Señor, el Señor nuestro, (…) Durante un breve día, por un poquito, aquí en México, Tenochtitlan; y también aquí en Culhuacán, Tetzcoco, y también aquí en Tlacopan: Motecuzomatzin, Ahuitzotzin, Axayacatzin, Tizocicatzin, también Izcoatzin, Motecuhzoma, el viejo (existieron) (…)
Ellos nos llevan, nos guían, dicen el camino. los que ordenan cómo cae el año, cómo siguen su camino la cuenta de los destinos y los días y cada una de las veintenas, (…) Pero tranquilizad vuestros corazones, vuestra carne, permaneced allí en vuestra estera, en vuestro sitial. En realidad, además de la política y de las frases inicuas (a la defensiva) del gobierno, vgr: “porque la Cámara habla con gente identificada e identificable” o “debemos construir acuerdos que no queden al garete” o “los acontecimientos han sido espectaculares pero los tenemos que valorar” (oh, really?) veremos con verdadero interés la relación de lo que sucederá en la mente de los mexicanos. En el escenario: una visita tempranera a la Villa con el añadido de la entrega emblemática de un crucifijo, enfrentando al sincretismo revolucionario con la tradición milenaria: la autodeterminación indígena y la defensa de sus derechos. Está cañón, creo que sólo Cantinflas, si aún estuviera con nosotros, sería el personaje ideal para conciliar, en la mesa de discusión, el antagonismo “¿histórico?” de los indígenas frente los ancestrales ¿ladinos? Eso sí estaría ¿de pelos? I’m serious. Ojalá subsistiera la inteligencia.
17 / enero / 2001
Pero, nosotros, ¿qué es lo que ahora podemos decir? Aunque obramos como señores, somos madres y padres de la gente. ¿Acaso aqui delante de vosotros, debemos destruir la antigua regla de vida? La que en mucho tuvieron, nuestros abuelos, nuestras abuelas, la que mucho ponderaron, la que mantuvieron con admiración, los señores, los gobernantes? (…) Y, he aquí, señores nuestros, están los que aún son nuestros guías, ellos nos llevan a cuestas, nos gobiernan, en relación al servicio de los que son nuestros dioses, de los cuales es el merecimiento la cola, el ala [la gente del pueblo]: los sacerdotes ofrendadores, los que ofrendan el fuego, y también los que se llaman Quetzalcoatl. (…)
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Ò El Arte vence siempreÓ: Al Hansen A los desaparecidos performeros Kurtycz, Bautista, Enrique Hernández y tantos otros que no convenían a los críticos de arte y que mucho menos fueron entendidos.
Calliope Venus, Al Hansen © Al Hansen Archive
Ahora que un buen porcentaje de jóvenes, desde Houston hasta Roma, pueden repetir citas de Duchamp o Joseph Beuys, del dadá y el situacionismo, quisiera que aquéllos revisen, en México, a un artista al que yo desconocía hasta un viaje a Banff Art Center, en Canadá: Al Hansen. Vi un viejo video casero de sus performances. Inclusive la última “acción” que hice en X Teresa fue un homenaje a este genio imponderable. Aunque fue tan corto que nadie, o casi nadie, lo vio. Al Hansen, “el papá del happening”, como se le conoce en el mundo del arte, nació en Queens, New York, en 1927. El año pasado hubo una exposición de él y su nieto Beck —quien recuerda que su abuelo lo mandó, junto con su hermano, a buscar colillas para sus collages en un restaurante en Alemania. Y es precisamente en la ocupación, después de la Segunda Guerra Mundial, que Hansen inicia la rebeldía y humor que le siguieron toda la vida. Desde el quinto piso de un edificio bombardeado tiró un piano de cola. Después repitió el evento en Nueva York y en otros países: lo tituló The Yoko Ono Piano Drop. Fue miembro fundador del Fluxus Art Group y sus piezas se presentaron en varios festivales de lo que ahora llamamos “arte alternativo”. En 1965 escribió algo similar a un seminario de arte del performance: A Primer of Happenings and Time Space Art, publicado por Something Else Press. Podría decirse que influyó y fue influido por el pop art de los sesentas, que inició Hamilton en Inglaterra y después se adjudicó (con bastante astucia) Warhol. La figura de Venus fue un tema recurrente en él. Fascinado por la Venus de Willendorf, trató de conservar los instintos primarios del cuerpo y del arte. Todo lo anterior aparte de los performances. Uno de los cuales se halla en el video que me impactó profundamente: toma un rollo de masking tape y empieza, a rodear su cabeza, digamos que desde la barbilla hasta la punta de su calva; después, deja el resto del masking (todavía en rollo) como anillote en la cúspide de su cráneo. De John Cage (director de The New School for Social Research) aprendió el valor de la persistencia, tanto que en 1980 se instaló en Colonia, Alemania, para establecer una escuela llamada la Ultimate Akademie, que continúa hasta la fecha siendo primicia en el arte de hoy. Muchos artistas reconocidos mundialmente han estado en este instituto, compenetrados con el compromiso continuo, con el proceso artístico y sus recompensas. Al Hansen muere en 1995, en Colonia.
24 / enero / 2001
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Interferencia: signo inequ’voco del artista respetable
Finalmente estás harto de este mundo antiguo... Guillaume Apollinaire
Parecería que la conducta del artista contemporáneo debe tener una carga potencial ineludible en el Arte: Interferir. O sea, criticar, escarnecer, desviar, satirizar, caricaturizar al establishment del arte: críticos, artistas vendidos al comercio, instituciones y directoras de museos —el caso del mam, donde se prefiere que Möet & Chandon deje una botella de champagne como “obra de arte”, o recibir miles de dólares de Benetton para exponer sus fotografías en vez de financiar adecuadamente exposiciones alternativas—. Ya deberíamos de estar en la época de la exposición Interferénces (título de una reciente muestra en Belfort, Francia), en la que participaron varios mexicanos: Antonio Arango (El Pestañas) y su compañera Angélica García (la muy Angie), Fernando Llanos (Hopalong video-Cassidy) —con los que he trabajado— y Arcángel Constantini,
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ganador del primer Premio de Instalación, a quien no he tenido el gusto, pero felicidades. El programa incluía las siguientes áreas: 1. Subversión, contaminación, resistencia. 2. Détournement y simulacro. 3. El mundo, la ciudad, la calle. 4. Yo, mi cuerpo, l’intime. 5. Nuevas escrituras, nuevas escenografías. 6. Innovación, tecnología y creación. 7. El juego, la magia, el placer. Al fin, los que han tomado el atajo —el détournement (Guy Debord)— o la vía sin compromiso, como tantos hemos hecho durante tantos años, empiezan a tomar sentido universal. Diría que las propuestas de los nuevos artistas radican en oponer sus obras al reconocimiento fácil, para
que el público no entienda, porque al entender lo deforma o lo hace acumular falsa conciencia cognoscitiva (como cualquier hijo de vecino opina sobre una obra de teatro: opinión=poder). El Segundo Festival Internacional d’Arts Multimedia Urbains: Interferénces tuvo lugar en diciembre del 2000, y cuenta con todas las características para su reconocimiento en el arte alternativo, que abarca a Jarry, dadá, el arte conceptual y el situacionismo. La última exposición en el Centre Pompidou, Au-delà du spectacle, es, sin lugar a dudas, el despliegue de un recorrido al movimiento situacionista internacional, nacido en 1957 y en el 68 de París. Funnily enough, ahora están montando una exposición llamada Art-Domestique, movimiento que, junto a Salomón y Sylvia de Swaan, Pixie Hopkin, arrancamos en 1966 bajo
el nombre de Dom-Art. Todo está registrado. Un artículo de James Metcalf sobre la importancia de esta vanguardia vis à vis con respecto al pop art, se público en la revista Siempre! en 1966, mi querido Vicente Rojo pensó que era una tomadura de pelo. Las críticas de arte que se han publicado en México, exceptuando a Jorge Alberto Manrique, Berta Taracena, Guillermo Santamarina, Maris Bustamante, Eloy Tarsicio y otros, son una continua reverencia al poder, a las instituciones culturales. Están en contra del arte alternativo porque no les conviene (y no lo entienden), no hay oferta y demanda, no tienen dónde meter su cuchara para las regalías de presentaciones, autentificación de obras, prólogos de libros y “opinionadoras” en la televisión. Como Lelia Driben. Es más, recuerdo un incidente en la unam en 1977, cuando en el performance Toronjas, de la genial artista Marta Menujin, un espacio como de seis por seis metros se llenó con los frutos, y varios artistas a coro vociferaban: “¡Tooooooooooooronjas! ¡El aaaaarte noooooo existe!” De pronto, una mujer indignada (nuestra querida Raquelito Tibol) agarró furiosa las toronjas y empezó a lanzarlas a Marta Menujin. El público naco aplaudía. La artista también le aplaudió diciendo que “ver una respuesta de la crítica conocedora era un honor”... que debió haber sido pitcher de niña. La reconocida crítica de arte le respondió que se le hacía “cuadritos el corazón al pensar que se están echando a perder estas saludables y jugosas toronjas que podrían muy bien alimentar a los pobres de Latinoamérica y de su pueblo, bajo la dictadura y represión de Pérez”. Swallow that! No es para asombrarse. Una vez, en el mismo año, la articulista de la desangelada sección cultural de Proceso retiró una serie de Polaroids mía hecha para un concurso de fotografía del inba, arguyendo que “las polaroids no entraban en la categoría del arte fotográfico”. Bueno, sabemos que lleva como veinte años de retraso en su visión del arte. En fin, la Menujin la hizo. Otra que desde hace años sigue con la idea de la Interferencia. Igual que Noam Chomsky y los globalifóbicos que aparecen ante los que llevan nuestro destino en sus portafolios. Los provocadores de tiempo completo, los irreverentes, los Picabia, los Henry Miller, los Orson Welles que ahora son reverenciados después de haber sido criticados hasta el hartazgo. Quisiera felicitar a los artistas de la “peligrosa” colonia Buenos Aires por las esculturas armadas con piezas de autos que no sé quién presentó amablemente en televisión y que tuve el placer de ver. ¡Cambiar nuestro entorno aburrido! Por lo menos durarán más que las esculturas en le camellón de Reforma, llenas de herrumbre. ¿Ya las vieron? Filthy, really filthy! Es como la conciencia de la Jefa de Gobierno y del director de iccm que tantas fotos, junto con los artistas, se tomaron.
Dom-Art / Arte doméstico, “Calcetines” y Mme. Recamier, 1964. Galería de Periodistas Extranjeros © Archivo Gurrola.
“¡DESOBEDIENCIA COMO MÉTODO DE CREACIÓN!” Escribió alguna vez otro gran artista alternativo y poeta, Óscar Castellanos, de quien publico, con su permiso y para rematar, un poema urbano-situacionista: Velocidad relativa 1 Sepultamos perros enterramos gatos Sepultamos chivos enterramos hombres Sepultamos al amor también enamorados Sepultamos en silencio al silencio y también a la paz en paz hay tumbas para todo hay que esperar la noche dispara al día y ellos también esperan los ríos terminan en el mar pero las islas no se mueven... se hunden el río volverá a su origen... y esperará y la isla se volverá puerto... y esperará Sepultamos perros enterramos gatos Dos especies en contradicción.
31 / enero / 2001
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Style, subcultura y resistencia fronteriza today
Proyecto de bandera méxico-americana. Todos los derechos reservados © Archivo Gurrola
“Lo que nos falta a los méxico-americanos es un signo de identidad, como el pasamontañas del ezln... una bandera,
por ejemplo.” Un vato en Río Hondo Street, en Dallas The Alazan-Apache Court’s Men’s Club fue una de las primeras organizaciones sociales donde quedó fusionada la cultura méxico-americana; ocurrió en San Antonio, en 1947. Pude ver una foto de un carro alegórico con mujeres vestidas de chinas poblanas, tehuanas y charros flanqueados por chavos mexicanos con uniforme de boy-scouts. En Nueva York, en los veinte, el Teatro Club Esperanza era el lugar de reunión de los latinoamericanos cultivados que año con año, en el Waldorf-Astoria, hacían su fiesta anual representando obras de teatro. Esto viene a cuento para subrayar que el conflicto fronterizo no sólo es una cuestión de convenios bilaterales, riflazos texanos y maltratos a inmigrantes. En una entrevista, el subcomandante Marcos consideró la estratificación (o fragmentación) de la geografía de la república, donde el “piso de arriba” corresponde a los estados del norte, luego vendría el centro y después “los de abajo”. A mi parecer, es una visión muy lúcida de la idiosincrasia del futuro que redobla la importancia de la zona fronteriza. Hemos fallado en demostrar a los gringos nuestra cultura. Y no únicamente la mesoamericana, sino también la que se genera en la ópera, la literatura, las artes plásticas, el teatro y la danza. Algo se ha hecho en el área de la instalación, en tímidos encuentros culturales México-EU. La Calaca Press, organización para la difusión de la cultura chicana, ha proyectado una actividad ofreciendo conciertos, lecturas y publicaciones de libros bilingües. Sin embargo no se rebasa la actitud del chicano inconforme, azteca-prone, huarachazo poético, homenaje a Carlos Olmos o a Alfonso Arau por hollywoodenses. Durante una visita en 1996, cuando dicté una conferencia en el Guadalupe Cultural Arts Center, unos amigos me llevaron por el San Antonio antiguo y por sus leyendas. También fuí a un cementerio donde están enterrados veteranos de la famosa batalla del Álamo —en la que, a fin de cuentas, casi todos los defensores ni eran texanos ni blancos ni revisionistas, sino mexicanonorteamericanos— , mismos que lucharon en la Guerra Civil y que hasta fueron firmantes de The Declaration of Independence of the Unites States of America. Así que más respeto, güeritos. Yo me tomaría la libertad de sugerir a nuestro flamante secretario de relaciones exteriores, Jorge G. Castañeda —con copia a mi querido Gerardo Estrada—, la concepción de un proyecto, más bien un asalto monumental, que abrumara culturalmente a los texanos con puestas en escena, cine, danza, ópera, performances de alta calidad… y es que la incultura (léase Bush) reinante en Dallas, San Diego, Houston, Waco y San Antonio es avasalladora. Son “fresas” y devotos de las pinturas de caballos. Hacerles un “cinturón cultural” alrededor del cuello a estos fuckin’ red-necks que creen que los inmigrantes son seres inferiores porque no hablan inglés. Hay que tomar en cuenta que los méxico-nortemaericanos bilingües son una minoría-mayoría muy influyente. Se deben buscar fuentes culturales que les hagan enorgullecerse de su tradición y del arte moderno de México: caravanas de arte, pues. Migrantes, pachuchos y chicanos en la literatura mexicana es un libro de Javier Perucho (Premio Nacional de ensayo José Revueltas 2000) que viene perfectamente al caso con respecto a lo
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que me permito aconsejar. Emprende una investigación escrita en la literatura de los siglos xix y xx, “un florilegio sobre la migración, la frontera, los territorios arramblados en esa parte de la historia literaria”. Apunta Perucho: Contemplar a los chicanos como personajes o considerar los territorios expropiados, pareciera ser una actitud exclusiva de los escritores de la centuria que apenas termina, pero no es así, tanto la intelectualidad liberal como la conservadora pergeñó sendos textos para lamentar la pérdida, recapitular la olímpica idiotez de los firmantes de los tratados, revalorizar esos inmensos territorios y sus gentes y para inventariar las innominadas riquezas irremediablemente perdidas. Los chicanos tienen un lugar destacado en la literatura mexicana. Los autores nacionales los han considerado de distinta forma: son personajes incidentales, protagonistas, antagonistas o sujetos sociales. Cada uno tiene un grado diferente de empatía hacia ellos. Ramírez, Prieto y Nervo lamentaron la pérdida de los territorios; Yáñez los consideró catalizadores sociales; Guzmán, salvaguardas del santuario revolucionario; Magdaleno les concedió un triunfo del ingenio y agudeza; Revueltas acaso los creyó un alien, es decir, el otro; Poniatowska los consideró luchadores sociales; Paz los arropó en su reflexión sobre la naturaleza de la mexicanidad; Novo expuso las incompetencias gubernamentales para satisfacer las necesidades sociales como origen de la migración; Spota recreó las tribulaciones de los repatriados; Avilés Fabila rindió un entusiasta homenaje al historiador de las letras mexicanas y chicanas; Mojarro transplantó en mito de Caín al umbral de la frontera; Vasconcelos alertó de una nueva cuenta sobre los peligros del avasallamiento; Fuentes profetizó la exportación legal de mano de obra, esclava y barata; Hinojosa se despojó de su condición de cronista para sumarse a las marchas callejeras en Los Ángeles contra la ley Simpson-Rodino; Da Jandra esbozó la naturaleza turbia de una chicana; Pacheco, el sino trágico de los pateros; Villoro elaboró un panorama de los nuevos narradores del norte; Salcedo y Parra recrearon las tribulaciones de los migrantes; López Páez parodió el relato de la migración; Ramos puntualizó los nexos entre la migra y el genocidio nazi; Elizondo y Gurrola recuperaron las formas expresivas de Tablada —auténtico fundador del bilingüismo chicano— para recrear la educación sentimental de un adolescente (Elsinore), y para plasmar en spanglish un prosaísmo, el ubicuo Monsiváis trazó una semblanza del cine chicano. Yo añadiría un ensayo poco conocido: Style, Subculture and Resistance. Mexican Identity a Revolutionary Cultural Practice, que creo escribió en la ucla... y también cambiar la palabra spanglish por espanglish para toda la literatura bilingüe del futuro for those who know.
7 / febrero / 2001
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Theater an der Ruhr, un ejemplo
“El escenario no es un lugar para una resuelta y consistente inteligencia. El escenario es, más bien, el lugar para un hábil, sagaz y fraudulento simulacro de inteligencia.” George Jean Nathan, Testamento de un crítico de teatro, 1931.
Me es especialmente grato referirme en ésta mi columna a la llegada de una compañía de teatro alemana, Theater an der Ruhr, a la que, he de confesar, le tengo envidia por haber podido consolidar, desde los años ochenta, un grupo excepcional de creadores independientes, creativos y profesionales, cosa que, por mis múltiples apetencias, nunca logré asentar. Doble gusto, porque David Hevia viene con ellos después de seis años de disciplina teatral alemana —¡que no son enchiladas! Allí, o tienes talento o te vas—. Desde que hizo su examen final en el cut, David —alumno y luego codirector en la puesta en escena Catálogo razonado, de Juan García Ponce y montada en el Teatro Santa Catarina— contaba con una alucinante mentalidad que hacía que el teatro girara. No dejaba nada a la casualidad, estaba en todo: el movimiento, las luces, los trucos, la magia. Para él escalar “el Popo” significó hacer su trabajo en el Theater an der Ruhr. Me congratulo de ver actores universitarios que tomaron en serio el teatro, contrario a los “robots” de televisión, que parecen inyectados de engrudo por lo tieso que son; alcahuetes del productor (¿lamebotas?) comandados desde el apuntador electrónico… y así durarán años: deberían hacer una telenovela con los actores muertos, embalsamados, sería igual de emocionante. En fin, los medios se encargarán de la compañía, y yo de las aventuras de Hevia (y Katia Tirado) para lograr su aceptación. Hevia conoció a Roberto Ciulli en 1993, cuando Theater an der Ruhr vino a México para presentarse en el II Festival de la Ciudad de México con las obras Muertos sin sepultura, de Sartre, convirtiendo el escenario del Juan Ruiz de Alarcón en una gran alberca, y Gaspar, de Peter Handke, donde actuó María Neumann, la misma que ahora presentará El principito con Roberto Ciulli en Santa Fe. Entonces Hevia estaba presentando Sudores nocturnos, puesta en escena sobre Villaurrutia escrita y dirigida por él en la Casa de la Cul-
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tura de Tlalpan, gracias a la producción de Margarita Pérez Rocha. Ciulli acudió a verla por invitación de David, y le ofreció trabajo como actor en la compañía, la Theater an der Ruhr. Hevia viajó a Berlín por cuatro meses para aprender alemán y así poder ingresar al grupo, fue en enero de 1992. Ya en la capital alemana, pasando hambre, frío y racismo, compartió un piso okupa con Katia Tirado (quien, por cierto, llevó a cabo un performance grandioso entre algunos edificios deshabitados y fue actriz y cómplice de Catálogo razonado —dirección de Gurrola y Hevia en el Teatro Santa Catarina unam— , Panterases —del mismo David y Sergio Hernández en el lucc, hoy Telón de asfalto—, Lathifa Caberet con Mónica Salcido y nuestro dramaturgo en la Casa del Lago de la unam. Hevia ya había presentado América y Vox thanatos en el sótano del teatro Carlos Lazo, con música de los Psicotrópicos, quienes con algunas de sus letras dieron origen al grupo Santa Sabina: Rita Guerrero, Jacobo Lieberman y demás. Posteriormente abrió el monólogo Postdécadant, el cual escribió, actuó y dirigió. En Europa una de sus primeras puestas fue Teatro cómico, de Carlo Goldoni, obra que habla de la relación del actor con el teatro. Hevia improvisó su papel de sordomudo que finge ceguera con tal de demostrar sus sentimientos ante la difícil circunstancia que, como actor, asumió los primeros meses dentro de la compañía, inmerso en el idioma alemán y ciego por no poder demostrar sus obras escritas en castellano, después de ser un reconocido director en México. Antes de que el Milenio nos separe es la única obra montada en español del extenso repertorio del Theater an der Ruhr, la cual es actuada y dirigida por David, quien goza de la aceptación personal de su propio autor: Manuel Vázquez Montalbán.
La compañía Junto con la ciudad de Mülheim, Theater an der Ruhr & Co. fue fundada en 1980 por los socios y directores Roberto Ciulli, Helmut Schäfer y GraifEdzard Habben. Es un modelo único dentro de Alemania con respecto a los aspectos económicos. La estructura corporativa que Ciulli y Schäfer idearon ha logrado que hoy tengan presupuesto de 6.3 millones de marcos alemanes, gracias a un subsidio y a las entradas del público. Los miembros tienen un contrato no burocrático y flexible, lo que da suficiente libertad para realizar un proceso artístico continuo. En los últimos dieciocho años, Theater ha escenificado cuarenta y nueve espectáculos con sus respectivas presentaciones en festivales internacionales, como el de Chicago, Parma, Caracas, Belgrado, Nancy, Rotterdam, Estambul y El Cairo. El trabajo de este grupo consiste en combinar lo teatral con planteamientos políticos y sociales. Entre 1991 y 1993 organizaron festivales transnacionales, bilingües y multilingües, y lo que me entusiasma es la relación con artistas, científicos y gente de los medios para llevar a cabo un intercambio de pensamiento y transformación.
14 / febrero / 2001
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Recordando a Plastic Man (el hombre de goma, o chicle)
Salí de casa de mi hija Edwarda con la mente hecha un verdadero chicle, apabullado por la proliferación de nuevas portadas de revistas, pósters, carátulas de cd’s y toda la parafernalia de una joven de esta época. Se siente el breakthrough de publicaciones como la Pus-moderna, Nitro, Moho, Planeta; Viceversa (sin olvidar a Nasty the Plastic y Star), hasta la publicidad de los eventos rockeros. Y la tónica relevante es un virulento y sarcástico rechazo a las normas de los artdirectors, reconocidos por su sumisión al Cliente Productor (que siempre es medio caliente y le gusta sentirse sofisticado: Brandy y Shakespeare, auto y nalga, golosina y pitorreo —hasta Furcio, para conservar a “la familia de las estrellas televisivas” quesque riéndose de sí mismas para olvidar la falta de ingenio—. Bueno, todos traemos un “boibodo” (un nahual), un ser que a veces somos incapaces de dominar. “What’s up Doc”, me sale de las reuniones más serias. Pienso a la velocidad de Roger Rabbit contra los argumentos de los integrantes de una mesa redonda. En fin, cada uno de nosotros tenemos un alter ego de caricatura. Un inicuo, pero dominante, animalillo de cómic. Pero uno que sobresale en mi memoria de niño (y que extraño) es Plastic Man (el hombre de goma). Un héroe que se podía trasformar en lo que fuera. Desde alargar la oreja hasta el departamento de enfrente hasta —¡boing!— convertirse en un balón de futbol o en un globo o en un cubo de arte moderno o en una alfombra colgada de un alambre. Los distintivos eran (por más distorsionada que fuera su forma) los tres colores de su uniforme: rojo, negro y amarillo. Se publicaba entre los años cuarenta y cincuenta, y fue creado por Jack Cole, un joven que vivió poco, pero que fue un gigante de las historietas, emparentado en comicidad con los hermanos Marx, el Gordo y el Flaco, y seguramente opuesto a las impudencias de mal gusto del actor de cine Jim Carrey y las sangronadas de los “efectos especiales”. Yo lo catalogaría como uno de los logros culturales del siglo xx, junto a Picasso, Joyce y sin la máscara de Balthus tratando de convencernos de que sus niñas “todavía pueden pasar por pequeños seres puros y sin edad”. No me digas. Cole, hijo de un minero, nació en 1914, en Pennsylvania, y aparte de copiar —o sea, de-
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codificar la estructura o códice fisionómico de los comic strips de la época, como Bringing Up Father (Ramona y ?) Mutt y Jeff, Popeye— su entrenamiento formal lo llevó a cabo por medio de un “curso por correo” de la London School of Cartooning. Se sabe que guardaba el dinero para su “lonche” con tal de pagar el curso. Se le reconoció por sus historias increíblemente sofisticadas, aparte de Plastic Man. Más adelante diseñó, en 1947, una serie de revistas devastadoras en lo visual: Murder Morphine & Me, cargada de escenas con secuencias provocativas, con efectos narrativos excesivos y violentos, los cuales indudablemente inauguraron los cómics de terror que pululan en los puestos de periódicos del mundo. Pero el giro que también se debe mencionar en la vida de este extraordinario artista, quien, por cierto, se suicidó a los cuarenta y siete años —sin saberse bien a bien el motivo (depresión, problemas conyugales)— , fue el que creó en Playboy. El mismo Hefner, cuando recibió unos cartoons eróticos de Cole, no sabía que se trataba del creador de Plastic Man. El dibujo de las ninfas era tan libre (acuarelas) que atrapó a Hugh al grado de contratarlo en exclusividad. Millones de personas compran diarios por ver las tiras cómicas —yo incluido— y nuestro héroe no tuvo, salvo hasta el final de su vida, la suya: Betsy & Me. En medio de la década de los cincuenta, esta tira denotaba un estilo ultramoderno que quizá reflejaba el mundo mítico del ambiente Playboy. Pero posteriormente tronó. Rosa, mi mujer, una vez me comentó que el pri era como el hombre de goma, por su increíble capacidad de cambiar su fisonomía política para adaptarse a un siguiente esquema con el fin de conservar el poder. Creo que allí fue donde nuestro actual presidente ganó la partida, triplicando el poder de mutación: no supieron “donde quedó la bolita”
21 / febrero / 2001
PIE DE FOTO
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The Balthus Enigma
Es al espectador, y no a la vida, lo que el arte refleja. Oscar Wilde
La lección de guitarra, Balthus © Fundación Balthus y ADGPI
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El detective se levantó temprano, calentó el estofado que había dejado en la estufa, le dio un swing a la botella de vodka y miró la reproducción de La lección de guitarra, de Balthus —alias Le Comte de Rola, como le gustaba ser llamado en sus últimos años—, que había comprado en Soho años atrás. Fox Weber admiraba tanto a Balthus, que esa mañana decidió pedirle una entrevista; la logró y fue, haciéndose pasar por escritor y periodista del New Yorker, a su chalet de Suiza. “Es el chalet más grande en la villa”, le dijo al recibirlo el tan respetado pintor. Weber trató de sacar a flote su francés, pero Baltasar Klossowski (su verdadero nombre) le pidió “let’s switch to english” porque era su lengua madre debido a que su nanny era escocesa. Weber iba con la información de la imaginación fantasiosa del artista y sus innumerables artilugios para desorientar al interlocutor. Más aún para hablar de La lección de guitarra, que “preferiría no haberlo pintado, por las concepciones equivocadas que había generado”. Sentimiento que se unía a su resistencia por confesar su origen polaco, respaldado por historias fantásticas que contaba a los periodistas; por ejemplo: era un descendiente directo de Lord Byron o de los Romanov, a través de Stanislaw, el último rey de Polonia, por lo tanto, pertenecía a la familia de los Poniatowski. También trascendió que era el hijo legítimo que Rainer María Rilke engendró con su madre Baladine (judía, descendiente prominente de Breslau). Al entrar en el chalet, Weber notó la ausencia completa de piezas del pintor. Sólo estaban una litografía de Bonnard y la foto de su padrastro y mentor —Rilke— junto a su amante. “No soporto mis cuadros, cómo carajos pude cometer esos errores”, fue la respuesta a la pregunta de Weber, quien iba tras la pista del enigma del óleo maldito. Y digo maldito porque desde que fue pintado sólo había visto la luz durante un mes. Y es que a partir de su primera exposición individual, en 1934 y sólo en un cuarto privado, el despliegue de creaciones de alusión sexual, como Alice o La ventana, significó un succès de scandale, algo sexualmente violento. Su mente vagó indeterminada, no recordaba el destino del lienzo: “Me parece que alguien del cine lo tiene ahora”. “¿No será Mike Nichols?” (que lo coleccionaba). Balthus puso cara de estar confundido: “O Nicholson”... En fin, no daba prenda. Ni dio. A veces aludía a “un magnate marítimo... griego, quizá”. Atando cabos logró saber, a través de un amigo de María-Gaetana Mattise, viuda de Pierre Mattise (quien elaboró el fantástico libro Notas sobre Duchamp), que estaba en su departamento de la Quinta Avenida, en Nueva York. Pasó por medio de Courbet, el Greco, hasta un cuarto donde sólo habitaba La lección de guitarra con una cama al frente.
Había jurado no decir su paradero. Pero el destino le hizo una mala jugada a Weber. En 1994 reportaron en la revista Time que el cuadro era parte de la colección Stavros Niarchos. Pero entre más lo veía reproducido —de regreso a su departamento en Hillside Avenue, en Brooklyn— se revelaba una secreta, enigmática personalidad balthusiana (muy opuesta a las largas y sesudas consideraciones de los críticos de arte que iluminan a los observadores no iniciados): él veía detrás de una niña, agarrando el cuello del vestido, la intención deliberada de desabrochárselo con el fin de revelar su pecho erguido, ¿o sólo era un gesto desesperado? De pronto al observar a la maestra con esa actitud determinante de audacia y dominio, controlando la situación, no era otra imagen que la de un autorretrato, ¡la maestra de música no era otra persona sino el mismo Balthus! un autorretrato en drag (en vestida). La revelación llevó a Weber a buscar toda clase de información que respaldara su óptica. Y sí, quince años después, despintado el cuadro, el pintor le hizo un boceto a lápiz donde la dominante maestra fue reemplazada por un retrato de sí mismo. Acaso se podrá alegar que fue un resbalón freudiano... Pierre Klossowski, amigo mío, había escrito un ensayo (antes de que nuestra obra existiera) sobre el Marques de Sade en la Revue Française de Psychoanalyse, escrito que hasta ahora ha mantenido una lucidez asombrosa en lo que respecta al sexo y la mirada. Para mí es un honor tener un libro autografiado por Pierre, La ressemblance: “la ausencia del padre provoca en los hijos una idolatría hacia la madre como idole tyrannique”, escribió. De lo cual se puede inferir que la creación de Balthus inyectó una nota de culpa: que el sexo era sucio, que el placer y el dolor coexisten; el estado de excitación está cerca de lo demoníaco. “Y no ha cambiado desde niño”, dijo Sesuko, la actual viuda, a Fox Weber. Me encantan las adivinanzas y la materia detectivesca, sobre todo en los pintores. ¿Sabían que Gauguin trabajó como peón en la construcción del Canal de Panamá? Si se hubiera cortado la oreja se venderían más cuadros en Sotheby’s: “O lo habrían inflado como a Botero”, comentó Weber mientras se echaba un swing de vodka.
28 / febrero / 2001
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El buen humor es la mejor arma
Pasamontañas + pipa + huarache + bota vaquera (alpargata televisiva)= posible inicio de una paz duradera. Balkan Sobranie para la pipa del sub, dijo Eddelton en 1867 mientras “el poeta, el medio cojo, está por oposición al monstruo atareado de la no humanidad que labra su desdicha en el progreso”, e.e. cummings en un prólogo de Ulalume titulado El uno y el innumerable quien. En algún artículo mencioné que “creo que sólo Cantinflas sería el personaje ideal para conciliar, en la mesa de discusión, el antagonismo entre dos maneras de ver el mundo”; y aunque disparatada, la idea no estaba tan fuera de orden después de ver a Andrés Bustamante conciliar en la conjetura de la comicidad a los dos personajes que representan dos bultos de manera de pensar, pero que a fin de cuentas aceptan ser víctimas del albur y el doble sentido. Creo que el ánimo de los mexicanos ha influido positivamente. El ridículo del show en el estadio Azteca, empezando con la ceremonia indígena (que abucheó la “raza” necesitada del “queremos roooooooooooock”), fue el despliegue monumental de la alpargata azcarragalinesca que todavía sobrevive desde la primera tienda de abarrotes —la W— o desde que los españoles instalaron el primer Ayuntamiento en Veracruz sin tener tierra propia, sin tener pueblo que gobernar y siendo su objetivo “el pillaje colonial”… como lo es el fascismo encubierto, lleno de niños y palomas blancas POR LA PAZ. Las juventudes hitlerianas también sucumbieron a conceptos abstractos: la superioridad racial y el estrudel de manzana. Así que es la alpargata (CONVERTIDA EN BOTA) contra el huarache. Nada de que “democracia”, “justicia social”, etcétera. Habría que encarcelar a los que escriben los discursos llenos de máscaras delictivas. El huarache indígena tuvo movimientos libertarios desde Alaska hasta la Patagonia. El gobierno indígena estuvo formado por una Asamblea o
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Consejo o Capulli (desde la Escuela de Arquitectura nos lo enseñaba el genio arquitecto Rivadeneira) en la que estaban representadas todas las familias, quienes al llegar a un acuerdo se lo encomendaban a un tlatoani o “señor que habla porque sabe” (así como la nueva raza de tlatoanis alpargateros de Televisa que hablan porque ya se quedaron sin Octavio Paz), además de a un administrador o cihuacóatl que se encargaba de la administración de tales acuerdos. Veremos cómo se comporta la bota de Fox, y ojalá que se conserve el buen humor; es la mejor arma… o que se hagan compadres o algo interesante, antipolítico. Bueno, sé que mis ideas a veces son demasiado tangenciales. Thank God.
la comuna china, a ella transportó las características del calpulli Mexica, pero aclaró: “Me doy cuenta que este trasplante está adulterado por el materialismo occidental y sólo el tiempo nos dirá si tenemos éxito”. Así de grande ha sido el calpulli. Las potencias del mundo se han inspirado en él, engrandeciéndose… y en México nadie se ocupa del calpulli que, ciertamente, subsiste. Los indios viviendo al amparo de esta milenaria institución. De hecho, hay dos gobiernos: el Municipio Libre y el Calpulli. El primero no reconoce al segundo y viceversa. Lo he estado gritando: si se reconocieran, las discusiones serían un éxito. Espero que los indecisos tomen nota.
Datos históricos Benjamin Franklin convivió con los indios iroqueses de Nueva York y observó los debates públicos, así se enteró de que los acuerdos eran encomendados para su ejecución a un hombre sabio. Por lo tanto, comentó: “En el futuro gobierno de los Estados Unidos vamos a copiar el método de la política indígena y, para ello, crearemos un CONGRESO en el que se debatan los problemas; su ejecución será encomendada al Presidente”. Por ello este sistema se ha impuesto sobre otros. Lewis Henry Morgan (1818-1881) también convivió con los indios iroqueses y, del resultado de sus observaciones, escribió su célebre libro La sociedad primitiva. El volumen fue traducido al ademán y lo leyó Engels; quien se inspiró en Morgan para escribir El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Carlos Marx, a su vez, fue inspirado por Engels… así, la vida comunal indígena de América inspiró el marxismo. El propio Mao Tse-Tung, en china, al leer los libros del doctor Ignacio Romerovargas Iturbide, especialmente El gobierno socialista de Anáhuac, se influyó al crear
Advertencia Hay que tener cuidado con Televisa —y TV Azteca—; echó a perder la Tropi-Q, el Ovaciones, el Blanquita, por su infame necesidad de protagonismo, para no ser regañados por su advertising ubermensch clients, haciendo numeritos tan huecos e impunes como el del concierto de hace unos días; no vaya a ser que provoque desigualdades y use el dominio de los medios para hacer fracasar la Paz verdadera, algo que ni saben qué significa, que ni les conviene.
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The chiapanecan look
Las cariátides del EZLN La foto que ilustra esta entrega es de una exposición, que abrió en 1995 en el Centro Nacional de las Artes, con el apoyo de Patricia Mendoza (Centro de la Imagen) y la curaduría de Héctor García. Se tituló Las Adelas de Gurrola, pero debió llamarse “Las cariátides chiapanecas” pues son mujeres en la lucha revolucionaria las que han sostenido sobre sus hombros las penas y vicisitudes de este movimiento. Un homenaje a las mujeres, que, según los chinos, cargan sobre sus hombros la otra mitad del cielo. Desde 1995 supe que este look o estilo iba tener resonancia mundial. Como el estilo de publicidad de Benneton. Las tomé en mi estudio y después envolvimos las columnas. Escaparte del bluff publicitario Y hablando de publicidad y publicistas (que son los más ávidos plagiarios de las ideas de los artistas) habría que hacer, como dijo la reina: “¡Que les corten la cabeza!” Son los tahúres que juegan con cartas marcadas para hacer caer en la trampa al consumista, y no sólo eso, embarran de incertidumbre a cualquier ciudadano enseñando el dulce de chocolate o la nalguita blanca. Son los amos del bluff. Seguro para la caravana zapatista habrá sido alucinante ver tanto despliegue publicitario en la ciudad. Pero si lo analizamos bien, la proliferación de anuncios exteriores no es más que LOS ESCUDOS (COMO DE GRANADEROS) DE LAS AGENCIAS DE PUBLICIDAD DEFENDIENDO SU IRRENUNCIABLE SERVILISMO A LA INICIATIVA PRIVADA. No es ninguna casualidad que el “equivocadito” Ferrer trate de darle trompicones bajos a la figura del sub Marcos. O sea, la VALLA PUBLICITARIA DE ANUNCIOS TELEVISIVOS detrás de la cual se esconde el manipuleo corporativo del siglo xxi: es infame. Give’em shit as long as it is Big (como el ridículo y mamón Concierto por la Paz): los indígenas no importan porque no tienen “poder de compra”… y los “puntos de venta” están llenos de lodo.
Exposición fotográfica Las Adelas de Gurrola, Teatro Antonio López Mancera, cna, 1995 © Archivo Gurrola
Interludio biográfico Y lo anterior lo digo por experiencia. Trabajé como director creativo, de entrada, en Wasserman Publicidad, en los setenta. Él había cortado su cordón umbilical con Noble y Asociados, de quien era el segundo de a bordo. Yo hice copy, dirigí comerciales, campañas. Si vas por un camino definido Y compartes con amor las cosas bellas Es muy fácil saber que ya te encuentras En la mejor etapa de tu vida (Jingle de Juan José Gurrola, con música de Pepe Arellano, para el banco… ¿cuál?). Yo estaba en la peor etapa de mi vida. Fui vilmente explotado porque nunca se me ocurrió investigar cuánto ganaba Jay Wasserman. Debe haber sido 55 veces más. En Estados Unidos un obrero gana 153 veces menos que el ejecuti-
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vo (the blue-collar bastard). Celanese, Mattel, Steelco, Esteé Lauder, you name it, fueron cuentas que manejaba. Iba a oler nuevas esencias de Esteé, y a Toluca, a los hangares de Steelco, donde miles de adolescentes (mujeres explotadas) entre 14 y 18 años armaban los relojes “tu gran compañero”. Pero un día me harté: cuando, planeando la campaña de bolígrafos Mc Click, me aplaudieron en la sala de juntas porque se me había ocurrido el slogan: “Mc Click, Mc Click: la pluma que hace click”. Al siguiente fin de semana le propuse a Birgit, una alemana-francesa (buenísima) que conocí un domingo en casa de la inolvidable Maka, dar una vuelta por Europa. Nunca volví. Wasserman, en el fondo, quería ser director de teatro, y lo fue con un grupo americano. Se creía Walter Matthau. Style is everything, sweetie Por eso el style, el indiscutible estilo de los zapatistas, estilo de una subcultura subterránea y de resistencia les hace ver, a los publicistas, sus oficinas de Just shoot me! (serie de televisión) como si se las hubiesen arrebatado de su sentido, de su congruencia empresarial, de su posibilidad de escalar impunemente, como los Fifth Avenue biggest bullshitters in the world (que no tienen el color de la tierra). ¿Qué harán los prietos en las oficinas y elevadores y coffee breaks de McCann Erickson o de publicidad Ferrer o Noble y Asociados? ¿Los verán como traidores a su tierra en el bistro? ¿Irán al psiquiatra a que les nivele la identidad; o el color, como a Michael Jackson? Black is beautiful, but brown is lovely Mariana Botey, situacionistas e intelectual de primera que ahora está en Princeton, tiene un ensayo lúcido sobre el surgimiento, en el suroeste de los Estados Unidos, de los PACHUCOS; su estilo, su rebelión —usando códigos diferentes tanto en el vestir como en el hablar—, su poética guerrilla urbana hizo que la rebelión de Zoot-Suit se volviera central. Igual que los zapatistas y Marcos.
nantes —como han sido todos los movimientos liberatorios—, tiene grandes coincidencias con el arte. Con el Situacionismo Internacional, del cual he hablado o escrito en varias ocaciones. Así, la voz de Saramago, Chomsky, Danielle Mitterrand, José Bové, Manuel Vázquez Montalbán, Alain Touraine, Yvon Le Bot y demás intelectuales convencidos de que hay que hacer lo necesario para que subsista el humanismo, es incontrovertible en su legitimidad —que no es de moscas panzonas que se acomodan donde está el poder televisivo; moscas y pájaras y Krauze (¿recuerdan el artículo de Octavio Paz en La Jornada —con la reverencia de sus articuleristas— sobre el movimiento zapatista?: I wanted to puke. Es realidad virtual, es estética. Adquiere proposiciones visuales y políticas. Para el joven que sepa observar —y que le interese— puede ser un terreno fértil en cuanto a sus cavilaciones sobre el futuro. Y, para el artista contemporáneo, un abanico monumental de posibilidades artísticas, políticas, científicas y sociales. Bob Wilson me dió la razón: “Hermanar las artes es conseguir la libertad”. Así que la pluralidad del momento, como cambiando de canales con el control remoto, preludia una gama de interpretaciones que va a necesitar una relectura de Nietzsche, o por lo menos de Derrida. Pero esa investigación se la dejo al lector con hambre de saber, que considera la sección cultural como “el patito feo” del periodismo. El “colmillo” político debería buscarlo con “solomillo dubliniano” —o sea Salinas—, así tendría sus contracciones del “secreto poder” y no criticando a las secciónes culturales. Recuerden: LA CULTURA SÓLO PUEDE CARCAJEARSE DE LA POLÍTICA.
14 / marzo / 2001
El resurgimiento del Situacionismo internacional Alguien escribió que hoy vivimos en México en una realidad virtual. Claro, entre los talk shows y las telenovelas (que son lo mismo, sólo cambia el formato), entre las barrabasadas de los diputados, los tamales con niños, la eternidad de Chespirito y mi amigo Chabelo, la orinada que se dió Bush mientras bombardeaba Irak en lo que cree que es su backyard, y además los estúpidos que llaman a los noticieros para sentir que existen en las manipuladas encuestas… y del otro lado la insurgencia zapatista. Ya es un desmadre para cualquier clasemediero que va al Sixties, ¿en qué puede uno creer? Pero la caravana zapstista, que nace de buscar un espacio congruente para existir, para quitarse la camisa de fuerza impuesta por las clases domi-
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Cuando el perro se vuelve lobo El espacio es como una bomba de tiempo. Si las cosas son hechas en el momento adecuado y en el lugar adecuado, se puede tomar ventaja del potencial inminente para una explosi—n dedebate y controversia que subyace justo debajo de la superficie Daniel Joseph Martinez
El sup lo supo El presidente Fox lo supo. Pienso que los que se oponen al diálogo en el Congreso taponan lo que podría ser un gran paso para la democracia mundial, para la conciencia comunitaria que tanto necesita el mundo. Crea inquietud y tristeza. La inquietud de una sociedad que tiene momentos en que, citando a Lévi-Strauss, “mitad esperanza, mitad miedo”… es la tónica en el ambiente. Y en México el enfrentamiento de las culturas nacidas hace cientos de años hacen esta lid, tanto política y social, como estética. Contiene la literatura mágica con un trazo chamánico —de “los sueños de los hombres verdaderos”, de los sueños que soñaron que tenían que levantarse en armas para salvar la tierra—, contra la otra “matriz” colonizadora. Un mandato maya, teniendo como avatar a Zapata (el guardián del pueblo), para poner frente a la existencia —de cualquiera de nosotros—, la importancia de la vida en tres niveles: el sociopolítico, el ecológico y el mágico. Entre el perro y el lobo La situación de duda que vivimos podría unirse al recuerdo que tengo de Genet cuando mencionaba en su libro Prisionero de Amor ese extraño momento en que aparece el límite entre la oscuridad y la luz, el crepúsculo; momento en el cual cada quien se vuelve su propia sombra (y a veces otro)… el instante en que no se podría distinguir entre el perro y el lobo, también de Maeterlink, al observar a los niños jugando en el jardín, y de pronto sentir el horror de la vida y correr a sentarse frente al fuego de la chimenea para olvidar el miedo. Arte y política Arte y política: o ser peligroso por una milésima de segundo, escribe Lévi-Strauss en un ensayo, entre muchos otros, sobre Daniel Joseph Martinez, artista conceptual, situacionista, cuya última obra es Favela, término utilizando para describir los barrios suburbanos de Brasil, donde los pobres construyen sus casas con la basura de otros.
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Apropiándose literalmente del espacio virtual —escribe Coco Fusco—, ha creado el primer emplazamiento estructural por el deseo de lo que más le gusta a Martínez: una buena conversación. Martínez fijaba su trabajo dentro del replanteamiento posmoderno del modelo pasivo modernista de que la recepción está hacia una interacción dialógica […], desplegando conceptual, gráfica y estructuralmente, su arte. Formidable artista con una pasión poética que provoca una cantidad de controversias en donde esté. Nacido en California, escribió alguna vez algo muy cierto: Aquí no hay chivos expiatorios. Frótate los ojos. Este sueño es un contra-sueño. Todos estamos frente al contra-espectáculo. ‘No hay imaginación sin crispación’. Ahí puede estar el lugar de resistencia. Sé realista, ¡pide lo imposible!. Batallas teatrales ¿Por qué no pueden dialogar el Congreso y el ezln? Los españoles dialogaron con los otomíes, que nunca fueron subyugados por la conquista. Para ello hicieron simulaciones de batallas —recordemos el Milagro de la Santa Cruz en Querétaro— hasta que la Corona española tuvo que sentarse a dialogar y firmar un pacto donde los otomíes ganaban suficientes fueros para guardar su tradición y estructuras rituales que, hoy por hoy, son fundamentales en los grupos concheros. Que el citadino, el criollo y el diputado lambiscón no conozcan la historia —más que la de la grilla—, es una carencia de información sobre los procesos de México. Gran error, porque ahí es donde el perro se vuelve lobo. Be careful, don’t mess with the Gods.
Dibujo en tinta de Juan José Gurrola © Archivo Gurrola.
21 / marzo / 2001
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El estereotipo: sigilosa arma subversiva
El hombre de alma virtuosa no manda ni obedece. El poder, como peste desoladora, corrompe todo lo que toca; É y la obediencia, veneno de todo genio, virtud, libertad y verdad, hace de los hombres esclavos, y del organismo humano un aut—mata mecanizado. Nacionalismo y cultura, Rudolf Rocker
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La voluntad de poder como factor histórico, las leyes de la vida física y la “física del poder” y demás temas que Rudolf Rocker toca en su volumen aparecido en Berlín en 1933 (que me regaló nuestra amiga Luz María Martínez Montiel, autora de muchos ensayos y libros sobre “la ruta de los esclavos” y los judíos) y considerado por Thomas Mann como “un libro que puede servir como contrapeso a las doctrinas erróneas que se difunden con insistencia tan peligrosa”, son fundamentales para los que luchan por la libertad y la justicia social. Fenómenos que parecerían que tienen brotes en varios puntos del planeta. Sin embargo, hoy siento que podría tener una variante que en aquella época era impensable: una cierta originalidad, no tanto en el contenido socio-político, sino en la manifestación de un estilo que llega a imponerse como estereotipo indisoluble de la acción. Sí, como el subcomandante, los Zoot-suit, la apariencia palestina rebelde, los grupos de música norteña, las botas de Bush y Fox o el rap y el hip-hop en la insurgencia afroamericana del centro de Estados Unidos, a esta última se le conoce como the black retribution. “Tomar parte en la revolución afroamericana no es escribir una canción revolucionaria, se debe poner de moda la revolución en la gente”: Sekou Touré. Cuando apareció el rap, hace un par de décadas, lo consideré una ramplona, vulgar y ruidosa música compuesta de una infame pseudopoesía encajada a fuerza, de un beat repetitivo y monótono que representaba la imposibilidad de crear una música afroamericana sustancial —como la caribeña, por ejemplo—; inclusive un regreso a las expresiones de las tribus africanas sin el contexto ritual ni el fondo terapéutico de su manifestación; o como en Cuba o Brasil. Yo soy de la época del scat de Ella Fitzgerald, de Duke Ellington o de Mel Tormé. Improvisaciones vocales dentro del jazz de un alto rigor estilístico y que no tienen, ni por asomo, la arrogancia o la altanería de los raperos que parecen transmitir su poder de rebeldía y rencor como minoría, creyendo que “aquí sólo mis chicharrones truenan”, expresión de una subcultura que yo veo “allá ellos”; digo, ¿no?... ¿o será que estoy muy ruco? Ambas cosas, pienso. Lo que sí es evidente es que, hoy por hoy, los raperos son parte de un dinamismo cultural o de un pluralismo que al Big Foot-redneck-xenophobic-white-pig se le está apareciendo en su jardín de enfrente o en cualquier recóndito cuadrito de su televisión; y aquí en México al enjambre de políticos y dirigentes sociales que jamás tuvieron las ganas de abrir un libro de historia social, mucho menos uno como el de Rudolf Rocker.
Parece que los raperos de EU se han enfocado como una base para promover su lugar en el desarrollo político, económico y cultural de su país. Una manera de salir del abismo de la violencia. Una manera de rebasar la supremacía blanca por medio de un profundo nacionalismo que no espera la aprobación de los euroblancos. Están impulsando the white retribution, la retribución —¿económica, cultural?— por la humillación e injusticia sufrida en años de esclavitud. ¿Habrá alguna similitud con el Holocausto para la comunidad judía o los indígenas con la Conquista y barbones que la acompañan? La verdad es que el estereotipo es la fuerza cultural más fuerte con la que se enfrenta el siglo. Y está en el subconsciente. Claro que es una expresión implosiva que acabará con ella misma, igual que los anuncios de televisión con los nuevos sistemas, a los cuales te vas a brincar fácil, al igual que al poder de Wall Street: “la misma bancarrota de las civilizaciones no-industrializadas, donde la gente se muere de hambre, es igual a la bancarrota de las civilizaciones automatizadas, donde la gente se muere de aburrimiento” escribe Raoul Vanegeim en su libro The Revolution of Everyday Life. O de vacas locas. O sea, el estereotipo tiene su fuerza subversiva y nadie sabe de dónde nace o qué lo hace popular. Como en un minuto en la comedia musical (Gypsie Rose Lee), titulado You gotta have a gimmick o “Debes tener un artilugio o un truco” para resaltar: por ejemplo: el violín de Olga Breeskin, el vestuario de los luchadores, el traje del Superbarrio, el pelo suelto de Beatriz Paredes, la calva de Yul Brynner, los sweteres de cashmere de los escritores exitosos —como los de Sergio Pitol—, la capa negra de Gurrola, la pipa del sup (al que le quiero mandar una buena cantidad de tabaco Balkan Sobranie que sustituya el aromático Mapletton que según mis espías, fuma, seguramente por problemas de abasto y distribución en la selva lacandona)... en fin be creative, man. A ver qué se ponen los diputados en la Cámara hoy, algo que los distinga por su arrebatadora personalidad o corbata. Mejor aún, los que luzcan sus Rolex (como el subcomandante Marcos) proyectaran una señal escondida —pero evidente— de que están a favor de aprobar lo que ¡ya se debe aprobar! Aún los que hicieron su inicuo “Voto de Silencio” después del berrinche. Clever, isn’t it?
Ramona Sanders, Eva Norvind y Juan José Gurrola, Clash in color, Nueva York, 1978 © Archivo Gurrola.
28 / marzo / 2001
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El Pink Gin: s—lo para guerreros A Juan García Ponce y Juan Vicente Melo
El índice del libro Guía del buen bebedor (Gatuperio Editores 2001), coordinado por Hernán Lara Zavala, hace que la saliva haga drip-drip. Se hace agua la boca a tantos de nosotros, para los cuales el alcohol ha sido, tanto una enfermedad como una terapia. Desde el coñac razonado por Ernesto de la Peña como “la bebida aromática, fuerte y estimulante, dionisiaca, el coñac que, a sorbos menudos, inhalados profundamente por nariz y garganta, invade el espíritu y los funde con apetencia corporal que, a su vez, se trueca en la mejor proyección del espíritu”. La satisfacción perfecta, que no es sino lo natural transfigurado por el hombre y elevado a la altura de lo ejemplar, hasta una cerveza nunca sabe igual que otra. “Tomar una cerveza a las ocho de la mañana es totalmente diferente que tomarla a las ocho de la noche”, como apunta Nacho Solares. O las cuatro de la madrugada (para darle un madruguete a la vida pretendiendo la televisión y ver Seinfield). Dos entre veinte escritores ‘de cepa’. El libro es una delicia literaria, revela tanto de los secretos amores de quienes hemos vivido esa realidad gelatinosa, que muchas veces nos salva de ser progresistas y pendejos. Y la amistad que resaltó con los martinis de Juan García Ponce. Tomamos con Juan Vicente tantos, y es hasta ahora, gracias al libro, que sé cómo los hacía, bueno, Eugenia, en nuestra época. Me hizo recordar que la amistad que tuvimos José Gálvez, Ofelia Guilmáin, una de sus hijas y yo, fue alrededor del brandy Byass. “Nos bebimos cajas”; dije; “¿Cajas?, ¡cooooosechas¡”, respondió Ofelia. Tres jarras de Humanidad me bebí leyendo la Guía, con los que compartí alguna vez y con los que no. La lista es larga. Ramírez Heredia y su predilección por el bourbon whiskey Jack Daniels, parecido al whisky escocés (que me hermana con Hernán y su whiskey de malta), que alguna vez me ofrecieron en un pub londinense cuando no pude tragar una cerveza Guinness. De la champaña, Sergio Vela hace una apología realmente erudita y divertida. También comparto con Gerardo Deniz su selección de vodka Absolut (mínima cruda). Menciona el Oso Negro, lo cual me recordó un refrán cantinero: ¿cómo es la cruda de Oso Negro? Que al despertar ¡VES AL OSO NEGRO! Bueno, porque también es el lugar donde compartes como el Hotel Regis en Veracruz con Juan Vicente (al cual la unam y el inba le harán un homenaje, for sentimental reasons, en la Casa del Lago, el 13 de mayo), desde digamos el Bar Boadas en Barcelona, el Floridita en Cuba, hasta el Collage (que ya cerró), o el Bull Pen, a la vuelta de mi estudio, donde Burroughs y pandilla ingirieron para salir y enfrentarse al oblicuo sol de México algún atardecer. Pero también este libro dio pie a cooperar con mi granito de arena y escribir sobre una bebida que para mí tiene una historia desde los sesenta, cuando sentados en la barra del Hotel Barranquitas, (en Puerto Rico 1962) William Styron pidió un Pink Gin. “Try it”, me dijo. Norman Podhoretz, Sábato, Richard Goodwin y Lillian Hellman estaban juntos y dijeron algo así como “te va a gustar”. Y sí, suddenly last summer, baby me encantó. Todo el tiempo de la reunión de intelectuales de las Américas pedí Pink Gin. Sin saber cómo se hacía ni cuál era la receta de este manjar etílico.
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No fue hasta que en el Wimbeldon Country Club, después de nueve hoyos de golf (tiré un 52), que mi suegro (papá de Pixie y abuelo de Gabriela), pidió dos Pink Gin. Nos los trajeron como martinis pero con un ligero color de rosa (como rubor de bebé) con una aceituna negra. ¡Otra vez!, me dije. Esta bebida me persigue. Al primer trago volví a caer enganchado. Y él en su pasado, contando un chiste sobre otro, burlándose de los japoneses. Debo decir que el doctor Hopkin, anestesiólogo, fue prisionero de los japoneses en Singapur. William Styron también estuvo en la Segunda Guerra Mundial; su libro The Long March lo atestigua. Además, para animar mi curiosidad, vi en un filme que se llamaba Singapur Lady, creo que con George Raft, que después de la guerra se reúnen los castaways ingleses que ya no regresaron al civilizado entourage inglés, sino que decidieron quedarse ‘estacionados’ en hoteles de tercera, con todo y ninfas orientales y bebiendo Pink Playmouth, seguramente despojándose aristócratamente de su excellent upbringing. Deduje inmediatamente en el filme que era un Pink Gin con ginebra Plymouth (la del bergantín) pero, ¿cuáles eran los ingredientes? Así que rebasando un poco mi natural prudencia me atreví a preguntarle al doctor Dennis Hopkin la composición del Pink Gin. ¡Al fin la supe! Después del café yo le invité un Poire Williams (digestivo que no tiene pera en la botella). Pero eso ya son palabras mayores. El Pink Gin es una bebida de guerra. No te alegra, te concentra. Descubres al enemigo. Con tu pareja eres más inquisitivo. Y si tienes como fondo “If you leave me now” del grupo Chicago, quizá te inunde la sensación de que no todo fue en vano en el frente de batalla. Es para guerreros. Por lo tanto no se puede divulgar así como así. Acentúa tu historia como beholder of he impunity of the world. Sales a matar la impunidad de los poderosos. No es como el martini, que “al tercero no hay virginidad que resista”, sino “take arms against a sea of troubles”, como lo hizo el ezln y no lo hizo Hamlet. El problema es que no en todos los establecimientos saben cómo hacerlo. La Góndola (Zona Rosa), El portal de Cartagena o en casa de Lewis (Luis Gallardo), creo que el barman está al tanto. Buena suerte. O manden cartas a esta columna. Ahí tienen un sobre con la fórmula. La contraseña es: Singapur. Fin del ARTICLE CONFIDENTIAL. Singapur: PINK GIN (Prepárese en vaso mezclador) Hielo 9/10 Ginebra 1/10 Vermouth seco Una gota de Amargo de Angostura (concentrado) Mézclese y sírvase en copa cocktail (con una aceituna)
4 / abril / 2001
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
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Rodolfo Zanabria: la vida fugitiva
Desconfiad de los hermosos paisajes de Van Gogh. Voraginosos y pacíficos,convulsivos y apaciguados. Es la salud entre dos accesos a la fiebre ardiente que está por pasar. Es la fiebre entre dos accesos de una insurrección de buena salud. Algún día la pintura de Van Gogh, armada de fiebre y de buena salud, volverá para arrojar al viento el polvo de un mundo enjaulado que su corazón no podrá soportar Antonin Artaud
Rodolfo Zanabria © Archivo Gurrola
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Lo mismo los girasoles y el viento en los cuadros de Vincent Van Gogh, las ramas, las flores en las acuarelas de Rodolfo Zanabria en su reciente exposición en la Galería López Quiroga, contienen el rumor de una advertencia amorosa para recordarnos, entre la dulzura del trazo y la vida natural que se nos va, la virtud de la mirada. Como si se aproximara una catástrofe y encontráramos refugio en la regeneración de las flores. La vida fugitiva se titula su bella exposición. Sólo el espectador ilustrado puede decodificar, en este paraíso de color y forma, las transferencias más sutiles de la naturaleza producidas desde la prisión material del artista, desde los límites de su cuerpo, fugándose a través de la materia, ascendiendo cada vez más a su espíritu, iluminadas desde adentro. A Rodolfo Zanabria, uno de los artistas más modestos que he conocido, lo recuerdo desde los años sesenta en su estudio en Zarco, en la colonia Guerrero. Años después en sus exposiciones en París, al mismo tiempo que Toledo y Nieto. También en la Galería, nunca bien ponderada, de Antonio Souza, en la Casa del Lago, en la galería Sloane Racotta y más. Siempre fijo y riguroso frente al vació de la hoja de papel o la tela, edificando —conforme a su necesidad— un espacio sobre el cual, al verterse, consigue la hermosura de un trazo ciego, un “tachismo musical”, acompañado de color. Las corrientes de pintura y escultura mexicanas de segunda parte del siglo xx han tenido movimientos zigzagueantes que hacen difícil prever las que serían dominantes en el futuro. Sobre todo con la proliferación de programas para computadora que miles de “artistas visuales” aprovechan para demostrar que el medio por el que expresan su “arte” es tan legítimo como el pincel y el óleo. Yo lo dudo mucho. Algunos hasta usan un eye scanner: un aparato que registra el movimiento de los ojos, digitaliza ese movimiento, y lo transfiere como dibujo a un papel. Y la lista de ramificaciones de estilos de arte visual es interminable. Por eso me adhiero a la expresión de Rodolfo Zanabria como a los dibujos de los expresionistas alemanes Max Beckmann o Emil Nolde; digamos, para seguir viendo el milagro de la apropiación de lo que nos rodea y mostrarlo como un obsequio a quienes quieran verlo. Un renovado humanismo que seguramente tuvo sus inicios en su natal Metepec, nada menos, donde vivió sus primeros años rodeado de “Pegasos”, “Árboles de la vida” multicolores. Observando, fiel, la obediencia severa en el uso de materiales y su transmutación en arte.
Al verterse en el espacio que ha creado, persigue ese estado en donde se es, simultáneamente, la esencia divina de todas las cosas. Rodolfo Zanabria se propone pintar lo imposible. En cada imagen ve el indicio de una realidad suprema, el hilo por donde se llega al ovillo. El azar del segundo confirma su vehemencia. Zanabria —escribe Jaime Moreno Villarreal en el catálogo de la mencionada muestra— es un pintor de manos vacías y ojo abierto. En la tradición de la pintura china, a las manos vacías corresponde el corazón pleno y en Zanabria hay una pobreza de medios que es plenitud. El ataque de su pincel se siembra en el repente y, desde lo pasajero, produce la apariencia caótica de muchos de sus cuadros. La unidad de la mano y el pincel no puede reducirse a un saber hacer si antes no consiste en dejar pasar (si la pintura china rechaza el azar, en cambio acepta el trazo inconsciente y ello dio en su momento forma a un puente con el automatismo). Entre mano y tinta se establece una comprensión, en la medida en que la mano se penetra de su mutación en trazo: queda en la flor. “Las flores de Zanabria en sus vasos, latas y floreros o en su desierto, asemejan a veces paisajes. Y por momentos, en sus carbones, asistimos a sueños de cañadas y vértigos de bosque. Pero la flor no es nunca un paisaje en su mínima expresión. Es la vida fugitiva, sólo eso”. No hemos sabido ver en Rodolfo Zanabria, su legitimidad y profunda visión; un maestro, quien debería ser reconocido como uno de los más grandes artistas de hoy. Me vienen a la cabeza Chucho Reyes Ferreira o Antoni Tapiès.
18 / abril / 2001
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derechos al levantar más alto los muros represivos de los estatutos de la fábrica a favor del cuento de hadas del progreso que sólo beneficia a los mercaderes en el poder: ese animal económico ávido de castigar la naturaleza recreativa y sexual del trabajador. Es por eso que varias trabajadoras han iniciado una protesta contra los estatutos laborales que tiendan a coartar lo que la vida tiene de placentera, que llegará a su escritorio y tendrá que responder. Lo siento. Es de todos sabido que cualquier placer está prohibido en esta sociedad hasta que se vuelve redituable, provechoso. Se anima y se fomenta a la clase trabajadora para adquirir comodidades de la burguesía que ésta ya tenía reservada para sí misma desde antes. ¿Recuerda la propaganda oficial de la indígena en un camino polvoso, muy ufana, con su radiocasetera? Si no tiene para comer, ¿cómo va a tener para sus pilas Duracell? ¡Más iva! Los ejecutivos de cuenta de la agencia publicitaria, mientras tanto, están pensando en comprarse un nuevo bmw para sacar a pasear a sus secretarias o ponerlo, seguro, a la puerta de su oficina. Pero tenga usted en cuenta, licenciado, que las fétidas redes de explotación no han envenenado ni envenenarán la fuente del deseo, la exuberancia sexual de la vida y los cuerpos de nosotros, los mexicanos. Saliendo del trabajo, la vitalidad del amor y la exaltación se manifiestan en una miríada de circunstancias fuera del caldo enfermizo de la economía opresora que sigue prometiendo, como en los campos de concentración, “el trabajo te liberará”. Los alicientes que ofrecen son para meter al trabajador como embutido, para el goce de darle vuelta a la manija, el juguete, del afán consumista.
Cañedo, Carmen Aristegui, Joaquín López Dóriga, José Ramón Fernández, Lolita Ayala, Rocío Boliver (La Polaca), Rosa María de Castro, David Faitelson, Sergio Uzeta, Anita Winocour, Lilly Téllez o la hermosísima Ana María Lomelí. Perdón, me delaté. Bueno, es sólo una idea. Para terminar, dado su amor a sus lecturas de la Santa Biblia (que está en todo motel de EU), le sugeriría que leyera The Nag Hammadi Library. Un manuscrito (la Otra Biblia) encontrado en Egipto a principios del siglo pasado, que relata desde un punto de vista gnóstico las referencias bíblicas del Nuevo Testamento. Donde, por ejemplo, la catástrofe de Sodoma y Gomorra no fue tal, sino acaso un descuido con el fuego. Génesis 18:19. Quizá leyéndolo se acercaría, como verdadero cristiano, a ver la ilusión que representa la pura abstracción de una celestial satisfacción, con la cual se trata de convencer a los demás cristianos, aquí en este Valle de Lágrimas, que es mejor cambiar la falta de placer por la ansiedad de la productividad enajenada para ganarte tu paleta de dulce. Gimme me a break, daddy-o! Atentamente: Nepomuceno Eustaquio Pérez Jefe de la Brigada Situacionista Mexiquense. *
Raoul Vanegeim; The Revolution of Everyday Life. Junto con Guy Debord, Raoul
Vanegeim fue uno de los más fuertes situacionistas. Contrapuesto al estilo polémico y político de Debord. Vanegeim puso enfrente una prosa más poética y espiritual. El tratado sobre vivir para el uso de las jóvenes generaciones, publicado el mismo año que La sociedad del espectáculo, ayudó a ampliar y equilibrar la presentación
De un padre consternado a otro CARTA ABIERTA Señor licenciado Carlos Abascal Secretaría del Trabajo y Previsión Social Estimado licenciado Abascal: Mando esta humilde misiva a la dependencia que usted tan atinadamente dirige, como un padre de familia quien, como usted, hace uso de su derecho para vigilar los pasos de su hija. Mi hija de dieciséis años es una trabajadora en la ciudad de Toluca, en una empresa relojera donde miles de jóvenes obreras dedican de ocho a diez horas de trabajo empinadas sobre las minúsculas piezas de un reloj, sin ningún aliciente de esparcimiento. Peor aún, el viernes pasado, a la hora de su descanso, tuvieron una junta con la jefa de personal donde el tema fue, en pocas palabras, un sermón sobre lo que podría calificarse ¿inducción a un nuevo humanismo católico? que fomenta la cooperación de las trabajadoras con sus jefes, inspirado en algunas de sus declaraciones, licenciado Abascal, concerniente a los empleados de nuestro país. “He has used his post to practically preach a brand of Catholic humanism’ that encourages workers to cooperate with their bosses” (véase “Labor Secretary Promotes Religion” Mark Stevenson, The News, abril 18, 2001). Igual que usted, quiero usar mi derecho, como tantos padres de familia, para quejarme ante la Secretaría del Trabajo por aceptar que una jefa de personal, adscrita a su dependencia, promulgue ideas que no sólo coartan la libertad del empleado sino que constituyen una violación a sus
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“Los empresarios —nos dice Raoul Vanegeim1—, recompensan el trabajo, gracias a lo cual toman el poder para arrogarse a sí mismos con el derecho de condicionar el trabajo manual abajo del trabajo intelectual. Un obrero en EU gana 163 veces menos que el promedio del mamón detrás del escritorio. Así está constituido el templo del poder. Lo que podríamos llamar la estafa del ¿sobrevivir para un poco de placer?, son las directrices de la sociedad de consumo. La historia que vivimos, a cada vuelta de rueda, no es la historia de nuestros deseos sino de la avaricia de una civilización sin vida, la cual está a punto de enterrarnos bajo su peso muerto”,
de las teorías y las prácticas de situacionismo internacional.
25 / abril / 2001
…por muy virtual o yuppie que sea. Por eso proponemos, junto con mi hija y sus compañeras de trabajo, que en toda fábrica, compañía o changarro, los empleados tengan, a la hora del descanso, acceso a un verdadero esparcimiento, en vez de tener que escuchar peroratas sobre el ¿comportamiento humano? Para llenar su ¿vacío existencial? Por ejemplo, tener acceso a las noticias mundiales viendo por Internet www.nakednews.com, desde Montreal, en donde las comentaristas canadienses nos tienen informados sobre el acontecer del mundo, los desastres, los índices de la bolsa de valores, las intimidades de las celebridades, las acciones del gobierno, los desfalcos del gdf, etcétera. Pero desnudas. Yo no me lo pierdo, ni mi amada esposa. Hasta se puede escoger a Jennie, o a Sonia, o a Elizabeth con un solo click. Un aliciente que ya en Japón ha tenido mucho éxito. El porcentaje de suicidios de empleados a disminuido. No hay que quedarnos atrás en la globalización, licenciado. Y para ello hay que ser audaces, comprometidos, ambiciosos para elevar nuestro nivel de la vida y el jolgorio de nuestra exuberancia erótica en las oficinas o en la fábrica. Es más, dado el despliegue en los medios periodísticos del país sobre su opinión (muy criticada) de ciertos pasajes de los cuentos de Carlos Fuentes y Gabo, tengo una idea para levantar la moral de la clase trabajadora en vez de sermonearlos. La idea es: ¿Por qué no lanza una encuesta nacional para saber cuál de los comentaristas de televisión encuerados (masculino o femenino) tendría el mayor rating entre el público televidente de la clase trabajadora? NOTICIAS Y PLACER podrían llamarse, patrocinado por la Secretaría del Trabajo y la ctm. (Así bajarían las desavenencias con el nuevo gobierno). ¿Javier Alatorre, Miriam Moscona, Sigfrido José Gordon, Adriana Pérez
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El monstruo en Nueva York El espíritu de las obras de arte trasciende igualmente el fenómeno sensible y el carácter cósico, pero sólo existe en la misma medida que éstos. Theodor W. Adorno
Carbón, 1986 © Archivo Gurrola.
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El aplomo de Diego Rivera, su prudente petrificación del tiempo en la superficie del muro, con un trazo humanista y depurado, clausurando el horizonte renacentista que prometía el paraíso, fue siempre una advertencia simbólica de que la realidad no es así, pero la Historia y el pensamiento sí. Y hoy en día más que nunca, cuando la confrontación ideológica y política se manifiesta en fronteras invisibles, como en el aire donde chocaron aeronaves de E.E.U.U. y China; en las rejas para detener a miles de manifestantes contra los acuerdos del capitalismo para repartirse el mundo; en la subjetividad misericordiosa de los países capitalistas para acusar a Cuba de violar el asunto de los derechos humanos; igual que en un muro en 1933 en el lobby del Rockefeller Center, el edificio que quería maravillar al mundo incluyendo un mural de Diego Rivera. Pero en ese entonces, entre el mecenas Nelson Rockefeller y Diego Rivera, opuestos en todo menos en su amor al arte, había un espacio para discutir, ser flexible para llegar a una meta común sobre el significado del mural, el cual, finalmente, no se llevó a cabo por muchas razones. No sólo por negarse a borrar la cabeza de Lenin, sino por los compromisos del capitalismo con su propia imagen, y por otro lado, las exigencias partidistas del Comité Central en México, ¿los cosacos gringos?, la propaganda de los diarios de izquierda como Worker y la misma Frida Kahlo, quienes consideraban a Diego como traidor a la causa del proletariado al recibir dinero de los Rockefeller y querer sentirse comunista al mismo tiempo. La disyuntiva de Rocky, como lo llamaba Diego, era poder demostrar, con las figuras del mural, que Estados Unidos podía salir de la depresión: “Una antorcha de confianza para sacar de la pobreza a miles de trabajadores”. Que hubiera
confianza entre los hombres de negocios (que rentarían los espacios del gran edificio) y el trabajador americano, los cuales, por cierto, aceptaron media paga durante la construcción. Esa era la visión idealista de Nelson, que no compartía el World Telegram, que en primera plana describía el mural, o lo que habían podido investigar, pronto a “¿levantar controversia? ¿Se representa una nube gangrenosa de gérmenes y microbios? ¿Significará la fatal decadencia del capitalismo?” Diego defendía en su arte el aspecto científico, desde las remotas moléculas en el mar hasta el océano de los planetas. “El origen del hombre es la primera función inter-relativa fuera del espacio, medible desde la tierra de la energía y la materia; en consecuencia, la mente, espantada de esta sencillez evidente, ha denominado la energía-materia (el átomo necesario y eterno del maestro Epicuro) con los nombres más extravagantes, por ejemplo el de Dios”, respondió alguna vez Diego Rivera a Cardona Peña, en el libro El monstruo en su laberinto, a una pregunta sobre el origen del hombre. Diego, aparte de los ¿azotes? de Frida por la promiscuidad con sus ayudantes, alumnas, reporteras y la propia hermana de Frida, y por estar al servicio del capitalismo; además de criticarlo por aceptar quitar el retrato de Lenin del mural, aunque fue demasiado tarde, ya que se eliminó el mural de Rivera por el del pintor Sert, fue acusado por el Partido Comunista de no ser un ¿camarada? disciplinado ya que demostraba actitudes burguesas y no se alineaba al realismo socialista como debiera. Que el mural representaba “un formalismo enfangado sin el menor propósito socialista”. En fin, Diego estaba desgarrado por haberse encumbrado como una celebridad al ser invita-
do a pintar ese muro que estaría en la ¿Ciudad de Hierro?, siendo admirada por millones de personas. La envidia se desbordó. Ni las masas ni el capitalismo se entendieron a sí mismos. Llegaron a la confrontación que ahora aparece más profunda, más radical. Nos consuela que podamos admirar el mural en el Palacio de Bellas Artes. Pero lo mismo le pasó a David Alfaro Siqueiros en su mural La marcha de la humanidad en el Polyforum. Yo fui testigo (ya que realicé el espectáculo de luz y sonido) de la discusión entre el mecenas Manuel Suárez y David por los símbolos en la cúspide central del mural. El gran Siqueiros había pintado el símbolo socialista de la ¿hoz y el martillo?, pero ante las advertencias terminantes del señor Suárez tuvo que agregar una estrella justo enfrente. El símbolo ruso ya se borró del planeta por lo pronto, menos en China. Habrá que esperar a ver qué pasa con la estrella. ¿Qué serían? ¿Seis metros cuadrados? ¿Y en esos seis metros cuadrados se pintan y se escriben los sentimientos políticos de toda la Humanidad? ¿Nadie ha inventado una fórmula para que los contendientes no parezcan hooligans de un partido de futbol? En cualquiera de los casos hay que culpar al fanatismo de la gente por ser parte de algo, algo que substituya el vacío de propósitos, la ignorancia. Es una lástima que Diego Rivera, la monumentalidad de su visión, la épica de su discurso estético, su magnetismo amable aunque irónico, fueran blanco de los más siniestros rencores contra su genio y su obra.
2 / mayo / 2001
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Recordando a Melo (for sentimental reasons)
Juan Vicente Melo y Juan José Gurrola. Fotografía: Rosa Vivanco © Archivo Gurrola.
El próximo domingo en la Casa del Lago se dedicará un día a recordar a Juan Vicente Melo (for sentimental reasons). Un merecido homenaje que organizaron la unam y el inba con la presencia de la Universidad Veracruzana y el Instituto de Cultura de Veracruz. Al famoso jarochón, autor, melómano y danzante. Bueno, lo de danzante sólo en las fiestas del edificio Condesa, donde él y Lilia Carrillo se sublimaban bailando Tristán e Isolda por todo el departamento. Cuando Tajimara, la fiesta final, rodeado de cuadros de Fernando García Ponce, filmamos a Juan Vicente y a Lilia Carrillo, pero la secuencia quedó en los “descartes”. Lástima, era la mejor secuencia. Su segundo apellido era Ripoll, de la familia cuyo negocio anunciaba “De los astros, el Sol; de los habaneros Ripoll”; así que podría decirse que venía de una familia acomodada. Sabemos que los sábados se hacían tertulias musicales en la casa de sus padres. De ahí su amor a la música. Amor a la vida, al ingenio, al humor de aquellos creadores de los sesenta, vanguardistas, impredecibles, que sonaban a tambor batiente en la Casa del Lago. Ya es hora de releer y revalorar, a Juan Vicente Melo. Su reputación como autor de cuentos (“Fin de semana”, “Los muros enemigos”) y de una novela (La obediencia nocturna) es prácticamente clandestina. Sus libros se consiguen difícilmente o están agotados. Muy pocos de los enterados,lo incluirán automáticamente en la breve lista de los grandes novelistas mexicanos. Los jóvenes, a menos que hayan tenido contacto con alguno de sus lectores iniciales. (La obe-
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Fotografías: Juan José Gurrola © Archivo Gurrola.
diencia nocturna salió hace treinta años), ignoran hasta su nombre. Y sin embargo, hay un consenso secreto, un acuerdo espontáneo y no sólo entusiasta, sino también reverencial, entre los lectores que sí lo han sabido leer (porque muchos, cuando salió la novela, no supieron leerla y ese es el problema). Y lo que es más interesante, esta opinión la he oído expresar al tipo de jóvenes lectores que comienzan ahora a ser un poco más abundantes que antes, capaces de enfrentarse a las dificultades que supone este texto, gracias a una familiaridad previa con la innovación literaria de otros autores y a una capacidad de comprensión más finas que las necesarias para leer, digamos, a José Agustín o al Vampiro de la colonia Roma. (No es ataque a José Agustín, sólo un señalamiento del tipo de lector requerido por sus primeras novelas). La novela, que he leído muchas veces, es una arquitectura complicada y sorpresiva. La prosa la maneja Juan Vicente Melo como un rey, o como un dios, o como una serie de espejos que se van barajando lentamente. Los paisajes en que se mueve esta novela están todavía frescos en nuestro recuerdo, aunque ya muchos han sido borrados por el crecimiento de la ciudad. El meollo de la novela es la idea del juego. La vida es una serie de juegos, juegos en que se apuesta la vida, de sistema cerrado. Estamos siempre jugando a que somos lo que somos y a que hacemos lo que hacemos, y persiguiendo al mismo tiempo la ilusión —que nos sigue dando nuevas citas, a las cuales fallamos a pesar de todos nuestros
esfuerzos— de la felicidad y el amor. Como todo es un juego, bien y mal son mutuamente convertibles. ¿Lo que es bueno en uno de los juegos es malo en el siguiente? Sin olvidar que al mismo tiempo estamos jugando al juego del conocimiento, el juego de descifrar el juego. En la obediencia de este juego que jugamos a ciegas, con esperanza pero a oscuras, o a la luz de relámpagos tramposos, los papeles que jugamos, es decir, las identidades, se barajan, los nombres se intercambian. Beatriz, la amada, se presenta bajo muchos disfraces y nunca la reconocemos. De hecho, se plantea la pregunta persistente de si ha existido jamás o somos víctimas de una burla, de una jugarreta del autor del universo, del autor del libro que es este universo, que al final nos deja la palabra, el problema sin resolver. Y esta novela no se puede conseguir. Está agotada. Creo que el interés que despierta en los jóvenes con quienes he hablado, y en otros lectores no tan jóvenes que se la perdieron cuando apareció, por la falta de resonancia que tuvo en su momento, justifica y exige su reedición. En la Casa del Lago tendremos copias de La obediencia nocturna gracias a María Elena Melo, su hermana, que se ha ocupado de los asuntos de Juan Vicente desde su muerte. También por ella supimos que su novela póstuma, La rueca de Onfalia, que según dicen le llevó veinticinco años en escribir, será llevada al cine. Reproduzco un poema de Miguel Ángel Díaz Monges que apareció en el Sábado, de Huberto, que resume los sesenta:
Los Juanes se reúnen a bailar y beber y quedan atrapados por derrumbes. Sin luces ni escotillas se oyen voces de Juanes: —¿Cuándo saldremos? —¡Nunca! Y después lo platican carcajeándose, diciendo leperadas. Los Juanes se apalean los unos a los otros y van juntos a Everest & Jennings. Los Juanes usan boas de condones y no hablan de nada porque lo saben todo. Los Juanes se dispersan y empiezan a ser menos y suben apilados sobre libros, botellas, óleos originales de artistas importantes y cuerpos encuerados. Quizás por eso nos corrió Gastón García Cantú, por geniales. Así como corrieron a Víctor Flores Olea, por envidia. ¡Abur!
9 / mayo / 2001
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Juan Carvajal: ola encrespada que se volvi— mar
Parecería que la ausencia de Juan Carvajal el poeta de dimensiones astrales, se llevará consigo un gran cacho de la Hermosura a la que dedicó toda su vida. Pero también dejará fijo en las mentes de sus amigos y familiares el mapa de nuestras acciones, nuestra limitación encapsulada en el tiempo, las carreteras de nuestras alucinaciones y nuestra voluntad por el arte y la poesía. Fallece Juan y todos quedamos fijos en su mente o en su espíritu como una constelación. El universo del poeta. O sea, ¿quiénes fuimos realmente? ¿Por qué nos escogió como amores para el ejercicio diario de su poesía? ¿Qué extraña aleación nos aglutinó? Una traqueostomía (afección pulmonar) lo derrotó. Luchó dos meses contra la adversidad. Nunca pensé que sería derrotado. Lo recuerdo implacable, jugando tenis en Cuernavaca. Un “fascista” que no perdonaba un fuera de la raya. La victoria era una obsesión, una conquista de un superhombre. Claro, eso fue. Un superhombre que se conseguía princesas y duquesas. Que en las reuniones entraba en duelos de erudición con Salvador Elizondo, encaramando las alturas de la especulación filósofica o poética, enmudeciendo a los absortos escuchas. El que recibía en Tepoztlán a Espinasa, Vallarino, Elsa Cross, Francisco Segovia y otros, cargados de manjares y vinos para hacer retumbar de poesía al Tepozteco, Malinalco y Xochicalco a la vez. Iban a escuchar al poeta, al verdadero, al sublime, al legítimo (quizá como guarida para no ser parte del faraonismo de los despicable well-behaved upcoming literary brats que vivieron cobijándose bajo las alas o las faldas de la capillita paciana); o recorriendo las calles de Marruecos buscando el domicilio de Paul Bowles, a quien adoraba. Aunque quizá quería enfrentar a su ídolo. Tenerlo enfrente y redimensionar el mundo de la ficción. Rivalizar con él. Irónicamente, Bowles, quien pidió que su cuerpo fuera regresado a Nueva York al morir, no previó las vicisitudes tan jocosas que sufrió su ataúd, que resultaron una parodia contradictoria a la personalidad excelsa del gran escritor. Pasamos muchos fines de semana en su casa en Cuernavaca, Rosa, Juan Carvajal y Lorenza (en esa época); jugábamos tenis, nadábamos y luego, hasta la madrugada, nos poníamos a dialogar, hablar, para ser uno indivisible: EL UNO E INNUMERABLE QUIEN, como escribiera e. e. cummings. Así fue nuestra entrañable relación. En 1993, desde Houston, donde dirigía una obra del inglés Greg Cullers, Frida & Diego, mandé este texto para la presentación de su libro Runa Llena.
ese andamio donde se está a salvo de las pilas de libros, de condecoraciones y homenajes. Ser poeta, no más. ¿Quién puede estar seguro de la inmortalidad del alma? —pregunta el muy zorro en un poema de su libro Runa llena—. Seguro que la inmortalidad del alma está con sólo pensarla desde la desolación más absoluta, soportando su peso infinito, llorando las más tristes desventuras... sin perder nunca el contacto con la lucidez, con la plena conciencia de la plenitud de la vida y de la muerte: la que hace tangible todo lo que nos rodea. Juan murió el 13 de mayo, a los 66 años. Lo acompañamos un grupo nutrido de close friends y familiares. Platiqué largo con Juan Claudio, su hijo tan deslumbrante como él. En los últimos años el poeta estaba avergonzado de ser tan feliz en Oaxaca, “en mi verdadera luna de miel —nos contó—; nomás que esta felicidad me acalambra la mano para escribir”. Subía montañas, feliz con su delirio amoroso con su Beatriz (Russek), teniendo en puerta un nuevo libro de poesía, la plaquette de Una tarde con Paul Bowles, y queda un libro al alimón, que no se logró, de su largo poema “Herman Melville escribe Moby Dick” que me dedicó “con un afecto inmenso”. Las ilustraciones que hice andan por ahí junto a él. Los últimos versos dicen: ¡Oh muerte solitaria de un hombre solitario! ahora te das cuenta que tu mayor grandeza está en tu peor dolor. Aunque sea en mil pedazos quiero ser remolcado Y seguir persiguiéndote, en todo atado a ti, cachalote maldito, blanca infinita bestia, sirena del amar, ¡toma, así, muere! ¡Diabólico tormento de los dioses! ¡Destrúyete y destrúyeme! ¡no me dejes sin ti!
16 / mayo / 2001
Las palabras dibujadas de Juan Carvajal Así como nuestros antiguos y aristocráticos ancestros tomaban su distancia dibujando los acontecimientos históricos en vez de escribir un relato porque esto implicaría distorsionarlo, siento que Juan, con una inefable elegancia, jamás sucumbe a dar por cierta la existencia misma de la poesía: la dibuja con palabras para que no le quede otro camino que ¡aparecer! Quizá Juan Carvajal, al igual que Ezra Pound, conoce el santuario donde la poesía se acicala antes de verse en el espejo, y deciden sobre su Hermosura; no son víctimas de su belleza ni mucho menos se aprovechan de ella. Más bien, la invitan a sentarse en el mejor palco frente al espectáculo de la vida... o a correr por la playa... o a estrellar su badajo, el de quien sea, para que rezumbe y resuene.
Juan José Gurrola y Juan Carvajal en Cuernavaca. Fotografías: Rosa Vivanco © Archivo Gurrola.
Saber que nada importa m‡s all‡ de la Hermosura, el espejo real de todo ser que te vuelve en ti mismo indestructible, el rostro mismo de la muerte en vida, de la muerte en persona. Juan Carvajal 108
O para que rebote. Harto... Artaud. Es a ti, Satie. Para mí, la poesía reversible de Juan no es un juego lúcido, es un proceso minucioso para soltar las amarras del lenguaje; para deshacer los nudos del pensamiento, para arrullarnos; para hacernos saber que la poesía está cerca de nosotros. Que nos envuelve. Juan Carvajal, nuestro mejor poeta, con una diáfana y severa amabilidad nos acerca al simulacro congénito que yace en el nacimiento de las metáforas. Nos invita a saludar al niño Dios; no a ser creyentes. Comparte con e. e. cummings el lugar privilegiado de la pulcritud literaria:
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El amor y el espanto segœn P ascal Quignard
Claro que ella se ríe pero al año no se acuerda y de ahí empieza uno de los viajes fantásticos más alucinantes, que parece no tener fin. Literalmente perdí la memoria. “Los libros, cuando son bellos, derrumban no solamente las defensas del alma, sino todas las fortificaciones del pensamiento que tienen prisa”. Esta sería la frase que yo escogería de Pascal Quignard, un escritor inmenso, cuya obra se ha convertido en un caso único en el panorama de la letras francesas en los últimos 25 años, y de quien la Universidad Autónoma Metropolitana ha publicado tres cuentos bajo el título de Tríptico, traducidos por Raúl Falcó. Incluye: “El nombre en la punta de la lengua”, “La razón” y “Las tablillas de boj de Apronenia Avitia” (Colección Mascarón). That rippling feeling, o sea, esa sensación que te atraviesa cuando lees un libro fantástico que “te parte el alma”, se encuentra en estos tres cuentos y en relatos de Quignard. Pero me equivoco al decir “cuentos” porque la obra de Quignard no tiene género: “... me falta abandonar todos los géneros, o revolver todos los virus retóricos [...] me falta llegar a un punto, a una forma intensificante, inherente, omnigenérica, corto-circuitante [sic], extática, intrépida y furtiva”, escribe el autor de la vida secreta. Pero doy paso a Raúl Falcó, escritor y músico, con quien he compartido más experiencias que las debidas, desde el billar y el ajedrez hasta la dramaturgia y la operística, reproduciendo su lúcida apreciación de Quignard en el prólogo de esta bella edición de la uam: Sin duda el éxito mundial que representó la publicación de la novela Todas las mañanas del mundo y, sobre todo su realización, significaron un hito en la apreciación que de su obra se tenía. Sin embargo, su temática, el amor por el pasado y la exquisita y violenta apreciación de la música que en esta obra se hacen manifiestas, ya estaban presentes en sus trabajos anteriores. A partir de ese momento, puede decirse que todos sus temas adoran finalmente en su producción ulterior, con una madurez y una contundencia que fuerzan al olvido los juicios que restringían su obra al deleite de unos cuantos cenáculos decadentes. El milagro consiste en que Pascal Quignard nunca ha dejado de serle fiel a sus obsesiones. De esta manera, ese inmediato entorno parisino que rodeaba la aparición pública de sus primeros trabajos se ha disuelto para dar paso a la cercanía que lo liga íntimamente con las figuras aisladas y casi fantasmales que lo tutelan: Georges Bataille, Pierre Klossowski, Louis-René des Fôrets, Maurice Blanchot, para limitarme a la herencia francesa de este siglo. Todos estos nombres, que coexistieron en el tiempo y de cuyas relaciones tenemos muchas trazas, desembocan finalmente en una figura aislada, ajena a todo grupo o proyecto, que no sólo los reivindica, sino que asume solitariamente retos que ellos tan sólo esbozaron o prefiguraron. No de otra manera puede detenerse, a la luz de Las lágrimas de Eros, de Georges Bataille o El baño de Diana, de Pierre Klossowski, El sexo y el espanto, de Quignard,
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No me burlo de ti, doncella. No te r’as tanto. Porque si dentro de un a– o, el mismo d’a, a esta misma hora, en la mitad de la noche, te has olvidado de mi nombre, entonces ser‡ s m’a.
ÒEl nombre en la punta de la lenguaÓ , Pascal Quignard
exhaustivo y apasionante estudio de la sexualidad romana. Al margen de la información que nos revela, el propósito de Quignard es muy cercano al de Bataille y Klossowski: enfrentarnos a lo que fuimos y que acaso, todavía somos, a pesar de los siglos que nos separan de esa época. Nuestras dudas, nuestras experiencias, nuestro espíritu, pueden encontrar más de un eco en estas visiones paganas que en las leyes morales que pretendieron silenciarlos para siempre. De esta manera, la erudición de nuestro autor ha dejado de ser el arbitrario de una curiosidad insaciable, para convertirse en la valerosa palabra que resulta de un esfuerzo casi heroico por devolvernos la intensidad y la dignidad de experiencias que no nos hablaban con su propia voz, sino mala o confusamente, a través del cuchicheo de la mediación pluricelular de su tergiversación cristiana. En este punto se confunden el ensayista y el novelista. Ficción y recreación, relato e historia, hemanan sus fines y el punto de vista que los une encuentra en ambos los mismos elementos reveladores. Al grado que muchos de los “relatos” de Quignard son, al mismo tiempo, ensayos, textos pensantes, fragmentarios, como pueden serlo, a su manera, cualquier cuento o testimonio: “La lección de música”, “El nombre en la punta de la lengua”, “Albucius”, “La vida secreta”, “El odio de la música”, son tan sólo unos cuantos ejemplos de este inesperado contubernio entre la palabra relatora y la palabra reflexiva. Merced a un sistema nietzscheano de blancos a los que obliga la intensidad de cada paso conquistado, pero sin perder la continuidad obsesiva que impone la ubicuidad del tema tratado, se instala, en la mayoría de sus últimos libros, una suerte de “sistema de acercamiento, basado en la fragmentación del discurso y de sus géneros. Novela, ensayo, monografía, traducción, relato, se ven sometidos a esta ley de un pensamiento cuya obediencia es la de usar esta transgresión para lograr una revelación, con el fin de que la palabra diga y para que la verdad, a la que alude de diversas maneras, se vea orillada a hacerse presente entre los blancos y los saltos a los que la implacable tenacidad del autor nos obliga. Confieso que dado el caos cultural que nos rodea y que parece no tener salida, me he refugiado en lecturas fantásticas como las de Quignard, como hace años con El blondo Eckart, de Johann Ludwig Tieck; Galaor, de Hugo Hiriart; Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, La casa de los deseos, de Rudyard Kipling y hasta el colmo de la Novena Elegía, de R.M. Rilke y su amor por la cosa efímera, celebrada glorificada en su inminencia: Una vez cualquier cosa, solamente una vez. Una vez y nunca más. Y nosotros también una vez. Nunca jamás. Pero esto, habiendo sido una vez —igual si tan sólo fue una vez— habiendo sido de esta tierra, parecerá irrevocable. Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
23 / mayo / 2001
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Los artifugios de Cantinflas Artifugio no es ni artilugio ni artificio, sino todo lo contrario. Juan José Gurrola
Por razones extrañas o por la apabullante cantidad de encabezados políticos y anuncios publicitarios execrables, el fenómeno de lo cantinflesco, y el mismo Mario Moreno, me obsesionan a tal grado que quiero poner en papel algunas reflexiones que pongan de relieve su asombrosa manera de dialogar con el que se le ponga enfrente, en un inusitado acto de malabarismo lingüístico aparentemente no muy racional, con incongruencias difíciles de seguir, escéptico a la contundencia de los significados, aunque fervorosamente entrón sin dejarse del papanatas, quien al hablar sólo emite el reprimido estupor de lo que supuestamente “debe decirse”, basado en lo que “debe ser”. Yo creo que Mario Moreno es un revolucionario que inventa el significado plurinominal de las opciones, de las que ya casi nadie se da el lujo al engarzar la idea y la palabra en un poderoso y secreto cociente semántico que le arrebata al instante, en continuidades milimétricas, la posibilidad de asentarse en su consabido trueque de mediocridad coloquial: “¿Qué tal?” o “¿Cómo has estado?” El discurso cantinflesco y/o alburero se manifiesta con base en un razonamiento de “preferencias” o lo que Gillo Dorfles (crítico italiano de artes visuales, con una visión bastante acertada de la forma que va tomando la civilización contemporánea) describe como “semántica proairética”, o sea, un discurso con significados basados, ante todo, en lo que nos gusta, un intento de identificar los aspectos semánticos en relación a un factor preferencial, y por esta razón, estrictamente condicionado a las motivaciones y primeros impulsos que el individuo prefiera. Al hacer esto Mario Moreno Cantinflas no está representando al “peladito” (a quien se quiso ver por más de cuarenta años como el clase-mediocre en vías de desarrollo), sino que está colocando los cimientos de la nueva fisonomía idiosincrástica de todo un pueblo, del conglomerado mayoritario de la ciudad y la provincia, el perfil de una postura ante el mundo quesque civilizado, retándolo con dignidad a entrar al túnel biónico del albur lleno de vericuetos, de un diálogo inconcebible.
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—Pero, hijo mío, ¿cómo andas jugando al balero con la sotana? —Pues ni modo que con la zutana, padrecito. El cantinfleo es el liberador que nos salva del peso inicuo de los códigos de lenguaje institucionalizado que aparenta actitud, buen juicio, moralidad, honestidad, haciéndonos ver que esos códigos pueden ser enfrentados con astucia y creatividad (de ahí la risa que provocan). Parecería que esquiara zigzagueando cuesta abajo con sus ocurrencias en un diálogo ambiguo, sesgado, resbaloso, gelatinoso, alburero, con un trasfondo irónico, el cual en ciertos casos logra elevarse a un nivel de parodia del mundo que nos rodea y que desmembra cualquier intento fútil de razón chabacana. Cantinflas enseñando el secreto del buen barrendero a otro del gremio: “Fíjate: bajada, swing, barrida y follow tru, ¿ves que fácil?” (como en el golf). Receta para crear un artifugio espontáneo: pulverice la comprensión; no se pregunte las razones. Que tome residencia cualquier metáfora (material, abstracta, volitiva, etcétera); abróchese el cinturón ante la catástrofe y recuerde que está jugando. Para conservar la metáfora en su estado subliminal y no caer, contraponga el vórtex ocular y el sensor auditivo que tenga mayor posibilidad de sensibilizarse con la memoria del ojo pineal (glándula memorial) hasta que sienta la consistencia de su lujuria. Disfrazado de ojo pineal hágase un lugarcito entre las musas, aprovechando acercarse a cualquiera de ellas, que seguro estarán chismeando. Dé un caderazo cantinflesco. Si le toca Terpsícore, allá usted. Es insaciable. Realizado esto, chifle un preludio de música clásica a manera de así como distraído. Mezcle todos los gestos que se le ocurran añadiendo dos cucharadas de semiología y otras dos de semántica y con una buena dosis de histrionismo que tenga a su alcance. Cuele el razonamiento anterior y busque entre los residuos en el colador alguno que sea original. Déjelo reposar. Toda la vida. Si ya tiene hambre, meta al horno de sus desdichas anulando cualquier concepto in-
teligente. Cerciórese cada media hora de que la naturaleza esté furiosa. Que el adn quede bien sancochado. Todo lo anterior debe hacerlo sin que nadie esté presente. Servir antes que aparezca alguien y se convierta en utópica su existencia. Lo mejor es, al terminar el artifugio, llevarlo corriendo a su cuarto y ponerle un marco.
30 / mayo / 2001
© Cortesía: Fundación Mario Moreno “Cantinflas”
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Teatro regional de Yucat‡ n
© Archivo Gurrola.
Todo lo que vemos es eco de lo que nos mira. Fantres (hacia 169 a.C.)
Preámbulo. Es indudable que los teatristas ingleses del periodo barroco ensalzaban en sus escenarios la inmortalidad del rey por estar convencidos del divino derecho de su soberanía en el siglo xvii. Así se puede entender la serie de obras isabelinas en las que se pone el acento al poder de la monarquía como el perol donde se hacía la sopa de médula de las pasiones, virtudes, suspenso, para que retumbaran en la conciencia de los espectadores del Globe Theater las ráfagas de miedo y deseo que el público espera tantear y consumir. Pero, eso sí, siempre dentro del orden monárquico.
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Igual que en Mexico City: a los estrenos de los teatros del Seguro Social la concurrencia esperaba que llegara el hermano de Julio Prieto, el director del imss, para que los actores, tramoyistas, directores y críticos hicieran un sniff perfumado, oliendo su futuro dentro de un proyecto teatral de nivel nacional. Nada más falso. Acabaron siendo edificios huecos, sin alma, bodegones con butacas; ni la idea del “comodato” los salvó del desmoronamiento casi total; el teatro Reforma hasta se quemó (¿quién cobraría el seguro?). Pero en nuestra amada provincia es peor. Los teatros del Seguro Social son usados para clases de danza folclórica, conciertos para el despliegue del dudoso talento musical local, convenciones proselitistas o para conmemoración del centenario de alguien con bigote
y barba. Por lo tanto, cualquier director con intenciones legítimas de hacer un teatro decente como García en Monterrey (hace años) no tiene nada qué hacer compitiendo contra la estulticia. La situación del teatro en provincia es muy desilusionadora, por ejemplo: el proyecto esperanzador de Jalapa está catatónico gracias a la rebatinga por ambiciones personales de actores y directores y las cómodas becas; el Centro Cultural de Tijuana como trampolín del poder burocrático y faramalla posmodernista; en Guanajuato, los grupos, incluyendo los universitarios, nadan en una abulia y falta de interés que sólo suple el chismorreo provinciano de los que no pueden salir del “pueblo”. Lo mejor son los tramoyistas, gracias a las temporadas del Cervantino y a algunas clases de iluminación y otras disciplinas que ha impartido mi amigo Iván Dorado. A todo lo cual habrá que añadir la plasta que paraliza todo impulso creativo: el juicio mojigato de la sociedad local, las señoras allegadas al gobernador en turno, la secreta e infame represión de la comunidad que jamás aceptaría una obra de Genet u otra donde haya desnudos o lenguaje soez que se pase de tueste en cuanto al pudor que debe regir a la sociedad. Y si a eso le añadimos el resquemor que les produce un chilango con ínfulas de talentoso, peor. Entrando en materia. Pero escribo lo anterior para poner enfrente de la nueva administración gubernamental del estado de Yucatán no perder de vista la joya del teatro Maya y su derivación en el teatro regional de Yucatán. Su funcionamiento tiene particularidades, que a través de Fernando Muñoz, autor del ensayo Teatro maya peninsular (precolombino y evangelizador) que tiene la fecha del otoño de 1995, y cuya copia conseguí en el citru, y del libro Teatro regional de Yucatán, me empezó a interesar hace varios años. Escribe Fernando Muñoz:
más que representa, su realidad, y su público frecuentemente capta esta realidad a través de un estado hipnoperceptivo a fuerza de la incansable repetición de movimientos, temas musicales y coreografías”. El propósito mágico-religioso primordial de este tipo de teatro es influenciar sobre las fuerzas sobrenaturales del gran cosmos. Es, en otras palabras, una fórmula mágico-religiosa que adquiere su fuerza a través de la repetición. Esto es una característica del arte indígena en todas sus formas, justamente como todas las formas del arte indígena van encauzadas hasta esta misma finalidad; la activación de las fuerzas cósmicas en beneficio del hombre. Por lo que escriben la mayoría de los cronistas de Indias, parecería que esto se aplica a toda Mesoamérica. Sin embargo, al revisar las crónicas sobre Yucatán vemos que la situación cambia, ya que los cronistas son muy específicos al hablar de la ritualidad y la teatralidad en los mayas; al decir esto no nos estamos refiriendo al lugar común: Rabinal Achí, sino a las descripciones de otras representaciones, que los cronistas llaman farsas. O sea, teatro-teatro. Por eso adquieren revancia en el panorama las expresiones teatrales que nacen, digamos, casi con el paisaje que los rodea. Recordemos al Teatro Campesino en Tabasco, dirigido por aquel entonces por María Alicia Martínez Medrano (gracias a la acertada promoción de Julieta Campos y del gobernador González Pedrero), que es un ejemplo, aunque sobrevive gracias a la idea y el trabajo de la Medrano con sus seguidores campesinos. Admiro a Yucatán, a la cultura maya y a la manera tan delicada de vivir de los yucatecos.
6 / junio / 2001
“Uno de los temas de discusión, cuando se habla de las culturas mesoamericanas, es el de la teatralidad como la entendemos en la cultura occidental versus la ritualidad como fenómeno teatral”. Mucho se ha escrito sobre la existencia del teatro como espectáculo en América, un ejemplo es Georges Raynaud en su “Prefacio” al Rabinal Achí: “Brasseur dividía esos bailes en dos categorías. Quizá sería mejor distinguir tres: 1) simples danzas con cantos; 2) danzas con recitaciones, y 3) los dramas completos con música, baile, diálogos y empleo de máscaras y trajes apropiados”. Nosotros nos abocamos a la tercera categoría, específicamente en nuestro trabajo de investigación, o sea, a la teatralidad teatral, y no a la “teatralidad” ritual confundida como TEATRO, que es a la que se refieren casi todos los estudiosos de las culturas mesoamericanas, como Cayuki Estage Noel, que al hablar de “El teatro indígena viviente” define el fenómeno así: “El teatro indígena sugiere,
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ÁViva la radio!
En 1938 Orson Welles caus— furor en Estados Unidos al transmitir por radio una adaptaci—nde La guerra de los mundos, novela de H.G. Wells. Un día en que íbamos a comer, como cada año, a algún restaurante árabe para celebrar mi cumpleaños, mi padre —destacado publicista, en una época director de publicidad de la ColgatePalmolive e iniciador de las radionovelas Anita de Montemar, Ave sin nido, que escuchaba todo México pegado al aparato— me invitó a actuar un papel en radio en sus estudios de Radio Programas de México, en una radionovela histórica. Tenían tanto rating que el viejo Azcárraga quiso que formara parte de su equipo en la xew, pero Juan José Gurrola Borrego aborrecía los monopolios y declinó. “Te doy 20 pesos si gritas en el micrófono ¡Constantinoplaaaaa!”, me dijo y me explicó que yo era un vigía, más arriba de la verga de popa, arriba del patifoque, en la cumbre del mástil, que descubre ¡tierra! Después de meses a la deriva en el mar. “Suave”, le dije, sin saber que iba marcar mi futuro hasta hoy. Fue tal la emoción (siendo inhibido y encerrado) que me invadió una risa incontrolable cada vez que Juan José Sr. me daba la señal para dar el grito. Finalmente lo logré, pero después de muchos años caí en cuenta que la alegría que me rebasaba era reconocerme yo solo y ¡el mundo! Mis primeras maestras de teatro fueron las actrices de radio (Quety Valdez, Genoveva Pérez, etcétera) quienes me aconsejaban cómo usar la voz, la intención o el significado de los
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parlamentos. Seguí haciendo papeles en las radionovelas (y ganando algo de dinero), lo cual me dio la experiencia suficiente para que, ya en tercero de Arquitectura, me inscribiera en el teatro estudiantil. Allá empezó todo: en la radio. Y ahora vuelvo a mi querida Radio Universidad, junto con otros directores, a dirigir Palabras y música de Samuel Beckett, traducida por Raúl Falcó. José Luis Cruz dirigirá Ubú rey de A. Jarry, Juan Ibáñez Ruiz hará lo mismo con Contrabando de Rascón Banda, Rodrigo Johnson con Cartas a mamá de David Olguín y, finalmente, Eduardo Ruiz Saviñón se encargará de Mortal inmortal de Mary Shelley, la autora de Frankestein. Todos serán ¡EN VIVO Y A TODO SONAR! Así que usted los podrá escuchar los domingos a las 18:00 horas o asistir a la sala Julián Carrillo de Radio unam en las calles de Adolfo Prieto. “¡Cuidado, Carlos! ¡Dispara Margot!”, escuchábamos mi abuela y yo en la radio todas las tardes. O Cárcel de mujeres o al Panzón Panseco, que tuvo un gran talento poco reconocido. Los sorteos de la Lotería Nacional, las corridas de toros. Todo un mundo que la televisión todavía no sofoca totalmente. En Radio unam, por los años cincuenta, grabamos con Rodolfo Sánchez Alvarado, en un salón adaptado como sala de grabación, en un edificio adjunto a la Prepa 1 en San Ildefonso, La hermosa gente de William
Saroyan. Años después, con el ingeniero Castillo Ledón grabamos Landrú opereta, con música de Rafael Elizondo. Y ya en sus nuevas instalaciones en la Ciudad Universitaria, bajo la dirección del nunca bien ponderado escritor Max Aub, grabé Bajo el bosque blanco de Dylan Thomas. El arte de la radio tiene sus bemoles y más el teatro radiofónico. Estoy seguro que el campo está apenas labrado. No son pocos los tratados que se han hecho sobre el tema. Pedro Barea, profesor titular de comunicación audiovisual, en un ensayo sobre Bertolt Brecht como autor radiofónico, menciona que éste hizo las primeras versiones de Madre coraje para este medio y que Mahagonny se transmitió en vivo. Una teoría de la radio fue esbozada por Brecht entre 1927 y 1932. Esa teoría de la radio había sido ofrecida en español por Jaime Goded entre otros documentos sobre la comunicación colectiva con motivo del 25 aniversario de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de México. De los cinco textos originales, algunos inconclusos, apuntes fragmentarios en cuadernos de trabajo muy frecuentes en la “factoría Brecht”, tres estaban publicados y otros dos permanecían inéditos. Son cuatro mil palabras que ni siquiera constituyen un artículo, por su inconexión formal. Ahora bien, son cuatro mil palabras coherentes en su contenido que, de haberse desarrollado, hubieran sido una interesante aportación sobre la creación y la producción en radio. La obra Palabras y música de Beckett, es una de las cuatro que escribió especialmente para ese medio. Muchas veces lees una obra y te gusta pero no le entiendes completamente. Así me pasó con esta pieza hasta que en un ensayo me dio un salta pa’trás, a sudden fright, al darme cuenta de la magnificencia e importancia del texto. Es genial. Realmente es un honor [tener] la posibilidad de dirigirla en Radio unam. Se la recomiendo.
13 / junio / 2001
Ligia Escalante, Ariane Pellicer, Leinaala QUntara, Lydia Romero, Herminia Grootenboer, Sergio Bustamante y Janet Ruiz en “Landrú-Operota” de Alfonso Reyes, dirigida por Juan José Gurrola, 1986 ©
Recuerdo la primera vez que o’ hablar de la radio. Fue en una de esas vi– etas humor’sticas en las que parec’a que un verdadero hurac‡ n radiof—nico devastaba Estados Unidos. Sin embargo, se desprend’a que aquello no era simplemente una moda, sino algo verdaderamente moderno. Bertolt Brecht, 1927
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HŽ ctor Garc’a: atalaya del fotoperiodismo mundial
“Los fotógrafos seguimos en la cola, cuando somos el arte como dice Diego Rivera; dice que el arte de la fotografía y la cinematografía son la más viva expresión de las artes plásticas.” Héctor García Juan José Gurrola y Héctor García, 2006 © Archivo Gurrola.
“Mira, vamos, pa’ que veas mis fotos en el Metro”, y fuimos hasta la parada de la Candelaria de los Patos, tierra natural de Héctor García, a ver fotos enormes en las vitrinas del Metro. Veía en los desposeídos a sus congéneres de la Colonia, cuna de los que perdieron la Revolución, y pieza primordial en el lenguaje popular más significativo y más profundo de los de acá. Su filosofía y su manera de ver la vida, entrelazando la imaginación y el mito, siempre me han ganado la oreja. Estrella Newman, Ámbar y tantos sobrevivientes del Centro Histórico que guardan el alma de MéxicoTenochtiltlán. A propósito de su premio Espejo de luz, dado por el Consejo Consultivo de la Bienal de Fotoperiodismo y la muestra que será estrenada en el Centro de la Imagen, lo invité a una encerrona del alma, para que hablara, para disfrutar de su mundo en una charla. Esto quedó. Héctor García: Yo recogí en el basurero la cámara fotográfica, la limpié y empecé a tomar fotos con ella... Yo la saqué del fondo de la basura, donde esperaba encontrar comida, y me encontré con la cámara. La cámara está accidentalmente en mi vida, y yo me he valido de la cámara para realizarme. Desde ese basurero de mierda que es mi cuna, veo yo el mundo, no soy ni Buda, ni la Buda madre, soy un candelario, un pato de la Candelaria. Ese niño rubio que fui era mi máscara para poderme colar por las calles de Moneda; mi encuentro con la Malinche fue terrible, ¡horroroso! Tendría tres o cuatro años, desde la puerta de lo que hoy es el Museo de las Culturas, divisé a esa Coatlicue y quedé supertraumado. Mis circunstancias son las de mi México querido, tremendamente querido. Y mis fotografías corresponden a eso. Pregúntame más. Juan José Gurrola: Me interesa mucho ese cambio que tuviste cuando te encontraste la otra cultura en Estados Unidos. Porque de ahí agarraste una especie de perspectiva... ¡ah!, y de Weegee, el fotorreportero que llegaba antes a las escenas del crimen. Hector García: Otras de mis reencarnaciones me llevan a Times Square. Guío a una cantidad de mexicanos del sureste, tabasqueños, con huaraches, en el año 43, en medio de la Guerra Mundial. Éramos trabajadores
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Héctor García: Yo recogí en el basurero la cámara fotográfica, la limpié y empecé a tomar fotos con ella... Yo la saqué del fondo de la basura, donde esperaba encontrar comida, y me encontré con la cámara. La cámara está accidentalmente en mi vida, y yo me he valido de la cámara para realizarme. Desde ese basurero de mierda que es mi cuna, veo yo el mundo, no soy ni Buda, ni la Buda madre, soy un candelario, un pato de la Candelaria. Ese niño rubio que fui era mi m‡ scara para poderme colar por las calles de Moneda; mi encuentro con la Malinche fue terrible, Á horroroso! Tendr’ a tres o cuatro años, desde la puerta de lo que hoy es el Museo de las Culturas, divisé a esa Coatlicue y quedé supertraumado. Mis circunstancias son las de mi México querido, tremendamente querido. Y mis fotografías corresponden a eso.
del riel, yo les debía pero ahí teníamos un pase en la compañía para viajar por el sistema y nos íbamos a Nueva York. Tan pronto como dejábamos el pico y la pala nos subíamos al tren y nos íbamos a Nueva York, entonces éramos el espectáculo más increíble para los neoyorquinos de esas épocas, por esas calles donde estaba de pie completo y con ametralladora en la mano Al Capone y sus pandillas. Todo eso estaba en el aire, se olía la pólvora, se olía el whisky, se olía la política de Roosevelt. Nosotros éramos el otro mundo, éramos los embajadores sin Naciones Unidas, éramos los representantes de la mierda, esos éramos nosotros. Pero ahí estaba el Weegee, que era el reportero más chingón del mundo, llevaba su máquina de escribir, llevaba su revelador, llevaba su fábrica de imágenes que era su cámara Speed Graphic cuatro por cinco, con focos que daban un relámpago que hacía temblar. Íbamos por Wall Street, por 42nd Street donde estaban las putas, ésa fue una de mis reencarnaciones. De regreso de esa aventura en gringolandia, desterrado, vuelto un harapo, llegué al DF, entonces volteé a todos lados y no sabía en qué puerta tocar, hasta que fui a la casa de donde había salido, la correccional para menores y ahí encontré al doctor Bolaños Cacho, a quien le dije: “Doctor aquí regreso, hecho más basura de lo que me fuí”. Juan José Gurrola: Has expuesto en Nueva York. Hector García: Ahí, cuando los aceptan, que está cabrón, debe ser con una obra original. Tiene que ser una obra de creación y ellos se encargan de venderla y van teniendo sus precios; la subasta es la que marca el precio, ya sea para Héctor García o para Frida Kahlo, para Tamayo que anda por la cola o Diego que anda por los cielos. Los que vayan ahí tendrán su mercado, de ahí les pagarán, no según la marca de la cámara ni la película, tiene que ser el genio, el talento que ellos intuyan. La buena cosecha ahí se subasta. Yo no me puedo subastar a mí mismo, el que subasta es el que está deseando tener la fotografía, se dice, doy tanto, y otro le dice yo doy más, hasta llegar al óptimo precio, allí lo dejan. Los fotógrafos seguimos en la cola, cuando somos el arte como dice Diego Rivera en la carta que me dirigió; ahí dice que el arte de la fotografía es la más viva expresión de las artes plásticas. Más de me-
dio siglo después todo se ha confirmado, porque lo que dijo Diego, la neta él la sabía, fue un documento extraordinario. Él sabía el valor de la fotografía para las artes plásticas. Para esto yo ya era reportero en el año de 1954, yo le tomaba fotografías de su mural, defendiéndolo a capa y espada; entonces las sotanas del pan iban a borrar una frase que él había puesto, del Nigromante: “Dios no existe”, en su famoso mural de la Alameda. Y allí estaba Diego Rivera con su hija la arquitecta Ruth Rivera y toda la prensa, entre ellos la basura Héctor García, también tomando las fotografías. Entonces allí agarré a Diego en esa batalla, con la sotana y con los rojos. En esa tarea de borrar y de volver a pintar “Dios no existe”. En otro de mis renacimientos renazco en París como reportero famoso, que estoy en buenas relaciones con el Quai d’ Orsay, ahí me encontré con André Malraux y me invitó a hacer una exposición y me mandó a la Sorbona, es decir, casi a la chingada. Y en el Instituto de Altos Estudios de la América Latina puso la exposición. Dijo: “Este mexicanito bien lo merece, fue en el año 63, ya habían pasado dos o tres décadas desde que yo supe del proustianismo. Entonces me dijeron: “Maestro, queremos que usted nos permita pasearlo por Francia, ¿a dónde quiere ir? Yo dije: “A la casa de Proust”, y me mandaron con un cuerazo. * Vintage / Fotografía original, de “cosecha”, como los vinos. Para que a Pablito Ortiz Monasterio se le considere una foto vintage pasarán varios años. Igual las de Toledo.
20/junio/2001
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La mœ sica, la arquitectura y el ADN ...pensaban en materiales ...concebían su edificio visiblemente de un golpe Paul Valéry
Aunque sólo pude ver un fragmento, casi el final de un programa científico sobre el ADN en la televisión, la frase de un experto japonés en este asombroso descubrimiento genético se me quedó adherida al cerebro: los códigos en la estructura del ADN tienen secuencias musicales. Me pareció lógica y hasta dichosa, pero además me hizo recapacitar sobre algunos pasajes del libro Eupalinos o el Arquitecto* de Paul Valéry, que me regaló meses atrás Felipe Leal, actual director de la Facultad de Arquitectura, con prólogos del doctor en arquitectura, y maestro mío, Luis Ortiz Macedo, y del mismo arquitecto Felipe Leal, para su segunda edición. No sé por qué siempre se me aparece, por casualidad, justamente el libro que tengo que leer, ni antes ni después, para despejar las incógnitas que están en el filo de mi curiosidad. Y miento, porque estoy convencido que el azar nos persigue para que las secretas intenciones de la naturaleza se vean a sí mismas, o para encontrar las variantes en cada esquina de nuestros anhelos en el pensamiento; igual que, después de muchos años, el arte que fuimos almacenando o el recinto mental donde fue almacenado se desprenda del artista y se convierta en una entidad independiente. Todo es arte y el libro me andaba buscando. Y me apoyo en Valéry para no evaporarme.
Bien sé que los extremos del amor y el exceso del vino o aun la extraordinaria acci—n de esos vapores que respiran las pitonisas, pueden transportarnos, por decirlo as’ , fuera de nosotros mismos; y sé más aún, por mi experiencia muy segura, que nuestras almas pueden formarse, en el seno mismo del tiempo, santuarios impenetrables de la duraci—n, eternos interiormente, ef’ meros en cuanto a su naturaleza; en donde las almas: son, finalmente, lo que ellas mismas conocen; desean lo que son; se sienten creadas por lo que aman y devuelven luz a la luz y silencio al silencio, d‡ ndose y recibiéndose a sí mismas sin pedir nada a la materia del mundo ni a las horas. Son entonces como esas centelleantes bonanzas, rodeadas por tempestades, que se trasladan sobre los mares. ¿Qué somos nosotros durante esos abismos? Suponen la vida que suspendenÉ Así contesta Sócrates a Fedro (o la Belleza), personajes del libro, en una amigable charla que puede estar pasando entre estos dos amigos frente a la orilla del Mediterráneo o en los Diálogos de Platón, o en la mente del lector o en la mía, donde sea, menos en la vida. Sócrates y Fedro se comunican estando muertos: en el valle de los muertos donde la cicuta** no crece. El filósofo aparece inconforme con su vida y sus enseñanzas, de buscar a ese Dios que trató de encontrar; arrepentido de perseguirlo a través del pensamiento, “pedirlo al variable y ruin
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Canchas usadas como modelo por Gaudí para el proyecto de las misiones franciscanas en Tanger, en 1983 ©
sentimiento de lo justo y de lo injusto, urgiéndolo a entregarse a la solicitación de la dialéctica más refinada. Ese Dios encontrado así no es sino palabra nacida de la palabra y que regresa a la palabra”. De principio a fin, Sócrates se arrepiente por no haber sido un constructor como Eupalinos, amigo de Fedro, al cual le pregunta por los secretos del arquitecto, sus magníficas construcciones y mayor explicación sobre esos edificios, de los que decía “que cantan”. Así, como buceando en las reflexiones de Eupalinos sobre la sensibilidad de la arquitectura, del futuro de los templos o palacios y de sus variantes, descubren al arquitecto diciendo: “…algunos son mudos, los otros hablan y otros, en fin, cantan. No es su destino, ni siquiera su forma general lo que los anima o los reduce al silencio. Eso depende del talento de su constructor, o bien del favor de las Musas”. Y ese divagar sobre las artes los lleva fácilmente a colocar de un lado la música y la arquitectura, y del otro las demás artes. Y a fuerza de profundizar encuentran la divina analogía, la fórmula del “estira y afloja” en la vida del hombre y sus ambiciones. ¿Y qué otra cosa es el ADN sino una construcción arquitectónica musical de números y letras? “Es que entre las palabras y los números, son las palabras más sencillas”, dice Sócrates en algún momento. A propósito del aspecto abstracto de las formas arquitectónicas, Paul Valéry, en otro diálogo socrático llamado “El alma y la danza”, señala el parentesco entre la música y la arquitectura —apunta Ortiz Macedo—. Ambas parecen dedicarse a recordarnos directamente, una, la formación del universo, la otra su orden y su estabilidad; evocan las construcciones del espíritu y su libertad que persigue
este orden y lo reconstruye de mil maneras […] La noción de integridad y de forma específica nos recuerda que toda naturaleza en el orden humano, toda obra de arte, debe ser tratada como un pequeño mundo, un microcosmos a la imagen del cosmos concebido como un todo por el Gran Arquitecto. El artista y la ciencia have a common ground at last para, ahora sí, aceptar una ley física absolutamente demostrable; un edificio bien estructurado de la realidad. Estaremos hablando con Sócrates y Platón y Marilyn Monroe en cuanto alguien nos piense juntos. No wasteland, man. Como en el “caosmos” de James Joyce-Philip Kuberski, cuyo enfoque tiende a tocar, no totalizar, un impresionante concepto del mundo. La unicidad de éste como un campo donde, en una complejidad multidimensional, emergen y convergen intermitente e inevitablemente organismos, lenguajes y seres. Individualidades, digamos (véase el artículo“Caosmos, ¿qué? o el rombicúbicoctaedro mexicano”). Es importante reconocer y reconocernos en nuestra realidad de hoy a través de estos tres abismos que, me parece, son fundamentales para nuestro siglo y para el futuro artista. Dos de ellos son abismos que se generaron al mismo tiempo (la mecánica cuántica y el pensamiento de Gödel), en la misma época en que se construyeron, en otros terrenos, la literatura y la realidad pictórica: el surrealismo. “Hay herramientas tan admirables, extrañamente claras, y limpias como osamentas, y, como ellas, sólo piden acción y fuerza, y nada más”, comenta Fedro en este alucinante libro. Sócrates contesta:
mejor forma. La práctica innumerable alcanza algún día el ideal y ahí se detiene. Los millares de ensayos de millares de hombres convergen lentamente hacia la figura más económica y más práctica: una vez alcanzada ésta, todo el mundo la imita; y los millones de réplicas sustituyen para siempre a la infinidad de tanteos anteriores, que todo el mundo olvida. ¿Quién sabe, Fedro, si el esfuerzo de los hombres en la búsqueda de Dios y en las prácticas, los rezos ensayados, es la voluntad obstinada de encontrar los más eficaces? ¿Quién sabe si los mortales, a la larga, no encuentren una certidumbre o una incertidumbre estable, que conforme exactamente a su naturaleza, aunque no sea la de Dios?
Ésa es la pregunta del siglo xxi, si la ciencia genética, como una sinfonía sustituirá al concepto de Dios o se acepte por su irrevocable perfección. Una fuga bachiana, de las mentes y las máquinas, recorriendo la vida dentro del espíritu lleno de sorpresas de Lewis Carrol, sin pecado concebida. * Traducido por Mario Pani hace 50 años. Editada por la Facultad de Arquitectura de la unam. ** Planta umbelífera, venenosa, parecida al perejil.
27 / junio / 2001
Se hicieron, por decirlo así, de sí mismas; el uso secular encontró necesariamente su
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Ah’ va un nav’o, nav’o, cargado deÉ
No sabemos si era el pene de Brad Pitt o de alguien más, pero dimos brincos de gusto, mi esposa y yo, al constatar lo que sospechábamos: el pasar cuadro por cuadro, cerca del final de la película El club de la pelea (The fight club) que habíamos rentado esa noche, se logra ver, por una centésima de segundo, el miembro semi-erecto de un fragmento de cuerpo desnudo en posición desafiante. Nadie, que yo sepa, se ha referido a este prodigioso giro filosófico del realizador David Fincher. Menos nuestros más encumbrados críticos de cine. A todos les pasó de noche. Yo siempre he pensado que creer que el cine es Arte —aunque fuera el séptimo— es como fingir que Santa Clos existe, para seguir recibiendo regalos. Pero con este filme, la esperanza de que el cine de arte como el de Méliès, Warhol, Soames, McLaren, Buñuel, Rubén Gámez, Gelsen Gas, Hansen y los nuevos que hacen cine o video alternativo —Ximena Cuevas, Jesusa Rodríguez, Silvia Gruner, Fernando Llanos, Mariana Botey, Edwarda Gurrola, Artemio, en fin, todos los participantes de Mexperimental Cinema en el Museo Guggenheim de Nueva York— sube un peldaño más frente a las mamarrachadas del supermercado hollywoodense. Dos horas de un filme, no importa de qué trate, que esconde a la mirada de los espectadores un mini-segundo —¡que ni siquiera puede verse!— es arte conceptual de la mejor factura. Transita por la misma carretera de Duchamp, Christo o Acconci. Y también con la ciencia del cerebro en el funcionamiento neurobiológico de la mente, desde Descartes hasta Virilio o Derrida. La deconstrucción y Beckett. You name it. Contar la trama sería desvirtuar la pureza de esta monumental parodia del mundo contemporáneo, y sobre todo del cine mismo con sus clichés trillados de violencia y suspenso. Y sobre aquellos críticos de cine que jamás se dieron cuenta de la travesura de Fincher y su equipo. Sin embargo, por pura curiosidad, revisé algunas opiniones sobre la película para constatar que ninguna vio el pene; aunque el personaje de Brad
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Pitt —Norton— , en una secuencia, se le ve trabajando de cácaro en una sala de cine donde, clandestinamente, inserta escenas pornográficas en las superproducciones cinematográficas, obligando a un extrañamiento entre el público: una niña en la sala empieza a llorar y un matrimonio se mira frunciendo el ceño por no estar seguros de lo que vieron o no vieron. Rescato algunas opiniones en el mundo: “el filme demuestra que la violencia, aunque repulsiva, puede ser comercializable” o “todo lo que dice Brad Pitt es una versión torcida de las frases comerciales” —catch-phrases—, o “una especie de esas mamadas de lavado de cerebro donde yo creo que hasta Nietzsche would freak out!”, o “es un manifiesto audiovisual nihilista constante; te guste o no te guste no te lo podrás sacar de la mente”. Lo que sí es evidente es que tanto los personajes como el público que ve el filme coinciden en una relación interactiva mental donde se mezclan la muerte, la memoria y el punto de vista. Igual que en la lotería cuántica, donde la luz es un flujo que puede ser una onda o una partícula, dependiendo del observador. O, viéndolo de otra manera, nuestra memoria del filme aparecerá en el futuro, aún después de muertos, en la memoria de nuestros descendientes genéticos. Sólo con el aniquilamiento de toda la humanidad en el planeta podría decirse “The End”. Lo cual me hizo recordar el filme espléndido Inserts, en el cual un director de cine genial se retira de los estudios, harto del sistema, y sólo hace películas porno en su casa, misma a la que le van a tocar la puerta actores de la talla de Clark Gable y Humphrey Bogart para filmar con él pero jamás les abre. Sabe que el cine es porno, o no es nada. Irónicamente, en una escena muy cachonda, sustituyendo al galán que tuvo que ser llevado al hospital por una sobredosis, se le olvida poner la película en la cámara de 16 mm, lo cual hace que el cuero de actriz casi lo mate por este olvido. Le había salido como nunca. El acontecer diario, las tragedias, la violencia, la guerra, revuelto con los deseos de poder o de sexo llegan en esta película a un paroxismo
delicioso. Uno de los dos protagonistas —Edward Norton / Jack / narrador—, aburrido de la vida moderna, en el límite del hastío, sólo encuentra consuelo viendo, en el excusado, revistas de decoración interior. Compra muebles de factura neerlandesa para su lujoso departamento gracias al lingote que gana como “ajustador” en una compañía de seguros para accidentes de auto. Mientras su contraparte —Pitt / Tyler / Durden— que es él mismo o usted o yo, fabrica clandestinamente jabones muy cotizados en el mercado de cosméticos, pues los elabora con grasa residual de operaciones de liposucción que se roba de los tanques de desecho de una clínica de cirugía plástica. La virulencia de ciertas observaciones es la que te pone a pensar, por ejemplo, en la encrucijada del pensamiento de los imbéciles que enjuician la eutanasia como un crimen en segundo grado y al mismo tiempo aplauden la pena de muerte. O la prohibición del aborto. En ese lago empantanado se mueven las turbulencias del filme. Deliciosas. Y como en el juego infantil de “ahí va un navío, navío cargado de…”, las cachas o no las cachas. Si no las cachas, se te fue el siglo. Mientras, sigan viviendo esta perra vida dentro de un submarino amarillo al que se le taparon los excusados y la mierda ya les llega al cuello. En fin, el espectador tiene dos opciones, ver filmes con cierto grado de agudeza creativa o hacerse puras chaquetas cíclicas como la última de Spielberg, A.I. (Artificial Inteligence), la cual, según el crítico de The New Yorker, tiene más de artificial que de inteligencia. Trata de un niño robot que, ¿qué creen? sufre y necesita amor, o sea, ¡tiene sentimientos!
4 / julio/ 2001
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Fotografías: Juan José Gurrola, 2003 © Archivo Gurrola.
Genealog’a del espacio muerto
Qué lejos estaba yo de saber que cuando jugaba, asombrado, con mi Meccano, un juego de piezas que armaba con una serie de placas verdes con agujeros y muchas tuercas y tornillos y poleas con las que podías construir una grúa o una jaula, yo estaba haciendo una transferencia de mi constitución y cualidades físicas al objeto por armar. Peor aún, que de haber seguido por ese camino científico quizás estaría gozando del triunfo de la biotecnología, recomponiendo el cuerpo humano, creando piel artificial, reconfigurando los sentidos del olfato y la vista o usando mi nuevo implante de corazón artificial para vivir 150 años. Nadie como el francés Paul Virilio, emblema de teoría tecnológica contemporánea, para ponernos en guardia ante la serie de catástrofes que trae consigo la cibersituación mundial. Entre ellas: la pérdida del sentido de orientación. Junto con el crecimiento monstruoso de las supercarreteras informáticas estamos enfrentando una estéreo realidad (realidad-virtualidad) que nos está provocando un encontronazo mental, unos disturbios de la perspectiva, falta de orientación, una no-situación, que afecta a la sociedad, y por ende, la democracia. La dictadura al límite de la velocidad [escribe con respecto a la posibilidad de ser georrápidos, digamos], tendrá un choque con la democracia de partidos políticos; los golpes publicitarios reinarán por la suma de opiniones; la palabra globalización es un engaño. No existe lo que llaman globalización, sólo hay virtualización. Lo que está siendo globalizado efectivamente es la instantaneidad del tiempo. Lo que pasa es que, naturalmente, queremos ser Dios. Quisiéramos pintar dentro de un marco, no sólo una figura con un fondo, sino también la espalda y el interior de nuestro sujeto; la noción de la trascendencia está en cada acto creativo, está presente aun en el decidir dónde colocar
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las nubes de algodón por el artesano, o carpintero, o artista que vuelva a construir la instalación de Marcel Duchamp (Étant Donnés…) Millones de personas están siendo empujadas a ser creativas. Los artistas buscan nuevas fórmulas para rellenar museos, las directoras de los museos también son “creativas”, comparten la gloria de los genios; la pintura, ¿ya para qué? Me contaba Xavier Esqueda —a quien durante años le he seguido la pista como pintor y escultor pues siento mucha afinidad con su postura posmoderna y neodadaísta (lo cual no lo encasilla)—, que de niño, a los cuatro años, su padres veían en él un futuro matemático porque se la pasaba dibujando los números en las carátulas de los relojes. No presentían que adoraba la forma de los números. Así como adoraba la carita en el talco Mennen, o el pescador en la botella de aceite de hígado de bacalao (¿cuál era la marca?). El atractivo de los anuncios, de los cómics, o sea, la fascinación por la realidad (pop) que nos rodea plasma un amor al tiempo de vida, no una escalada de poder. Como Esqueda, como Gelsen Gas, Enrique Guzmán; como los del movimiento de arte doméstico de los sesenta (del que soy parte), Hamilton, Warhol, Magritte, Jean Arp, Friedeberg, De Chirico, Luis Gordillo (que me encanta), Stephen Farthing, sufrimos y amamos y reconocimos la belleza detrás de Betty Boop o una ficha de dominó. Y nos seguimos con la finta al otro lado de la productividad, o más bien, el peligro de su apariencia; de la bomba de información que conlleva su estereotipo protagónico. Todo esto entubado para el entertainment (videojuegos, goggles de realidad virtual, localización ipso facto) ya me produce paranoia. En un cuadro de Xavier Esqueda, si viéramos una sandía cuadrada nos llevaría a la reflexión del concepto pictórico. Pero, ¿qué creen? ¡Ya se plantan y se cosechan sandías cuadradas! Los japoneses las inventaron metiéndolas en botellas cuadradas durante su crecimiento, alterando así su forma. Todo está alterado.
(revisando a Paul Virilio)
Y sí, las declaraciones en el ámbito cultural responden a regresos de pelota en una cancha de tenis, según venga la bola, no a una, ni remota, profundización sobre el tema del arte, o del artista o de un sistema de aprendizaje. Ya no hay para dónde turnar. Veo un tobogán que me marea. ¡Hay que detenerlo! El poder de la sugestión de las tecnologías no tiene paralelo. Y a esto añádanle, queridos lectores, “el narcocapitalismo basado en drogas ilícitas que está desestabilizado el planeta, manejado desde la comunicación computarizada de la narcoeconomía”, según Virilio. ¿O creen que el Plan Puebla-
Yo paso. Es más, mi exposición en el Museo Macay, en Mérida, si tiene algún mérito, es el de plasmar un infinito terrenal. De palmera y mar o mujer. Hazañas congruentes con el simple tacto y la mirada dulce. Recordando largas tardes en casa de Juan García Ponce, mirando cuadros de Vicente Rojo, de Von Gunten, de Felguérez, y la postal de Adán y Eva de Cranach al pie de su cama, recargada en tantos otros libros de arte. Bajo el Puente de Maribeau fluye el Sena Y nuestro amor Debo recordar Cómo la alegría aparecía después de la lluvia Que la noche marque la hora Yo quedo allí donde el tiempo se recoge Este extracto de un poema de Apollinaire, el “Puente de Maribeau”, encabeza una entrevista a Paul Virilio titulada “Guerra cibernética, Dios y la televisión”. Las metáforas son claras y al mismo tiempo aterradoras. Mucho tendremos que entenderle a este arquitecto, filósofo y artista visual. Pero mientras, yo paso.
11 / julio / 2001
Panamá está para impulsar un río de progreso a las regiones aledañas? No sir, es la decisión de las corporaciones multinacionales, en su carrera feroz, como galgos, rompiéndose la nuca para llenar sus expectativas. 125
Coincidiendo con Pedro Cervantes Prefiero una mujer sin alma que sin nalga. Pedro Cervantes
El erotismo se aparece de las maneras más extrañas: se pega como una sombra o te empuja dentro de un túnel de placer; es un precipicio adorado que puede ofrecer viajes al infinito sin estrellas, pero también un inacabable cuestionamiento en medio de los denuedos de esa sed que no se sacia. La escultura de Pedro Cervantes en el hermoso paseo al lado del Museo Macay (donde coincidimos) en Mérida, me remitió a esa nostalgia por la mujer caribeña o tropical que sigue sosteniendo la majestuosidad de su especie. La precisa y fina forma de la región más peligrosa por sumisa e indefensa, las nalgas, hacen voltear a los transeúntes con tal anhelo que los cuidadores del museo parecerían tener celos de esas miradas. Nosotros encantados recorriendo las figuras. Las cuales, por cierto, se abren y se cierran. Cuando vi a Pedro abrir esas secciones de fierro parecería que estaba abriendo las piernas a la madre tierra. Nos conocimos en el estudio de Gelsen Gas hace muchos años. En la época en que Jodorowsky hacía performances extraordinarios y Manuel Felguérez decoraba el balneario Bahía. Pedro Cervantes nació en la Ciudad de México, en 1933. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Academia de San Carlos) en la unam. En 1956 se dedicó a la cerámica y en 1960 comenzó su trabajo en metal soldado. Una de sus primeras obras es Máquina del espacio, de dos metros de altura, creada con partes industriales como hierro y acero inoxidable. Esta obra fue determinante en el comienzo de su labor escultórica con elementos industriales. A lo largo de su carrera ha recibido seis premios, entre ellos The Memorial Relief by president Nobutaka Shikanai, correspondiente al Segundo lugar del Second Rodin Grand Prize Exhibition of the Utsukushi Ga-Hara Open Air Museum, con la escultura en bronce Géminis, en Tokio, Japón (1988). En este mismo museo se encuentra una de sus colecciones públicas.
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Su obra puede ser admirada en el Museo de Arte Moderno, ibm de México, el Colegio de Arquitectos o el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, entre otros espacios en México. En otros países, su obra está en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles, California, Estados Unidos. Su obra además, es parte de colecciones particulares en México, Estados Unidos, Panamá, Venezuela, Inglaterra, Francia y Japón. Cuenta con esculturas monumentales en varias ciudades de México como Alvarado, Veracruz; Monterrey, Nuevo León; Toluca, México; elaboradas con diversos materiales como el hierro forjado y soldado, cerámica, bronce, latón, aluminio repujado y soldado, acero cromado, concreto, grano de mármol, placas de acero y hasta partes de producción industrial. Mi viaje, aunque de cuatro días que parecieron ocho, tuvo momentos de gran camaradería con Pedro, con Gabriel Ramírez, con Carlos García Ponce y su mujer, con Pepe Arellano y un grupo sustancioso de pintores unidos por una exposición titulada Eros 2000, que presentaron en la Galería del Teatro José Peón Contreras. Una bohemia muy sabrosa que sólo se puede dar hoy en día fuera de Mexico City. Artistas despreocupados, felices del diario acontecer, ya maduros, vividos, un poco vagos de cantina, como la Generación de la Casa del Lago, quienes como nosotros, transitan por derrumbes, enfermedades, tragedias, vicios, y han subsistido; y como me dijo Juan García Ponce: “Y para colmo, con éxito”.
18 / julio / 2001
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Long live Art Buchwald!
Art Buchwald, columnista en Nueva York ©
Cuando un columnista escribe: “Un cuidadoso análisis de los datos obtenidos en la investigación del operativo mencionado” significa que las tres páginas de notas que había escrito se le mancharon cuando se le volteó el vaso de cerveza (dicho entre periodistas). En Nueva York se vive por estándares, desde el periódico que compras, las caricaturas que te gustan, los crucigramas en el metro, las noticias en la TV, los resultados del beis, saber cómo amaneció el Dow Jones y leer la columna de Art Buchwald. Lo mismo se puede decir de muchas ciudades, pero la estandarización de la vida diaria gringa se ha divulgado más en el mundo que el four o´clock tea inglés. Y ahora por Internet te confeccionan tu día según tus particulares gustos. Es el vicio adorable de perder el tiempo o de ausentarse de él para olvidar la oscura y desagradable mueca de la realidad. Incluyendo las noticias que compensan tu triste existencia sabiendo que hay otros que están en una peor situación o ver una juventud informada luchando contra la globalización. Yo fui contaminado por la columna de Art Buchwald desde mi infancia y al cabo de los años le tengo un gran respeto a aquellos seres con un sentido del humor que con unas cuantas frases refrescan el ambiente por ese insight que libera. Se vuelve uno adicto al espíritu del columnista y muchas veces aprendes a pensar en la política o en los acontecimientos desde otra perspectiva. ¿Qué haría la humanidad sin Snoopy, sin Ann Landers, sin los cartoons del New Yorker? O ampliando el panorama a la tele, sin Seinfield, o Just shoot me, o Fraiser, o sin Pee Wee,
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el Chomsky de los niños. También en México se aligera el mundo podrido con las tiras cómicas de Trino (genial), Ahumada, de Magú y tantos otros; las sátiras teatrales de Jesusa & Co.; tan sólo en Milenio Diario, leer a Jairo Calixto Albarrán, a Katia D´Artigues, por mencionar algunos, nos da fuerza para enfrentar la miseria o para olvidar el noticiero de Televisa o TV Azteca de la noche anterior con sendos reportajes (todos inicuamente en serio) sobre el Día de la Secretaria, el problema de los tiraderos de basura, las fugas de gas; o las encuestas para fanáticos cerdos: “¿de cuál (entre tres jugadores de fútbol) es hijo este precioso vástago?”, o “vea usted cómo se ejercita la inepta policía con un nuevo entrenador de la dea” (que parece pulquero dirigiendo en el traspatio de la delegación un jueguito de “policías y ladrones” imbécil). En fin, televisión de abarrotero de alpargata, más siniestramente convenenciera, encubierta y denigrante que los talk shows. Art Buchwald es leído en 360 diarios en el mundo. Tiene dos artículos semanales en el Washington Post. Es ingenioso, bromista y desarma cualquier asomo de pedantería de los “muy acá”, ya sean presidentes, estrellas de cine o el hombre común que se la cree con su celular. Buchwald hace más por su país que los sesudos analistas de la política exterior o los cambios en la Wall Street. Por ejemplo: ésta es la transcripción de una conversación entre el presidente Bush y el presidente Vladimir Putin contrabandeada por un espía de Bled, Eslovenia. Putin habló primero:
Putin: Hello, señor presidente. ¿Cómo están sus hijas? Bush: Pensé que este iba a ser un encuentro amistoso. Putin: El problema de alcoholismo en los adolescentes en Rusia se ha vuelto muy preocupante. Bush: À Podr’ amos hablar del Tratado abm? À Por qué no lo rompemos y seguimos el plan de misiles que derriban cualquier otro misil antes de que nos golpee? Putin: ¿Quién dice? Bush: Pensamos que tenemos el Knowhow y el dinero para lograrlo. Debemos estar preparados para derribar las armas de esos bribones de Irak, Corea del Norte e Ir‡ n que Rusia les vendió. Putin: (soltando una carcajada): No funcionan. Les vendimos misiles que no levantar‡ n vuelo jamás. No sabrán que son limones hasta que traten de lanzarlos. Bush: (en shock): ¿Cómo pudo venderles art’ culos defectuosos a sus aliados? Putin: Necesit‡ bamos el dinero.
Art Buchwald nació en Queens, Nueva York (Where else?) en 1927. Con tres hermanas tuvo que vivir en casa-hogar pues su madre estaba incapacitada para cuidarlos. Hijo de la Gran Depresión tuvo que trabajar desde los nueve años hasta que a los dieciséis se enroló en la marina durante la Segunda Guerra Mundial. Al terminar ésta, entró a la Universidad de California y eventualmente viajó a París donde vivió por catorce años. Leyendo el Herald Tribune, Buchwald notó que no tenía una columna gastronómica o de entertainment. Así fue y se ofreció a escribir tal columna aduciendo que en la marina tenía el cargo de probar la comida del barco. Y lo logró. Tanto así que al poco tiempo apareció su columna cuatro veces por semana. Su columna fue premiada con el Pulitzer Price for Distinguished Commentary en 1982, y desde 1987 es miembro de The Academy of Arts and Letters. El lado inteligente de los americanos empieza la mañana buscando qué escribe Buchwald sobre O.J. Simpson, el affaire Lewinsky-Clinton, Elián-Castro, el alcoholismo de las hijas de Bush, interpretaciones sobre los líderes políticos y sus discursos (como Monsiváis), pero poco, porque sabe que el humorismo inteligente del subtexto se vuelve contraproducente: resulta que con el tiempo la demagogia, la soberbia y la pedantería se actúan. Los políticos no entienden un carajo aunque se burlen en su cara. Se crecen al castigo. No hay vuelta de hoja. Ya veo a Carlos Ímaz tratando de “retirar los símbolos religiosos” de las oficinas públicas y Abascal aferrado, por el otro lado, respaldado por un coro de monjas cantando: “No me mueve mi Dios para quererte el puesto que me tienes prometido”. Escribe Buchwald:
— No sé si deba contestar ese tipo de preguntas — contesta después de una pausa. — Bueno es que estaba en la regadera y al oír tu voz supe que eras mi tipo: joven, atractiva y esperando alguien como yo para invitarte a salir y lo demás. — Por favor, no me haga esto. Todo lo que quiero saber es si quiere una suscripción a la revista Doom [Fatalidad]. — ¿Quién está en la portada? — Timmy McVeigh. — Betsy, ¿por qué llamas a las siete de la noche? — Ellos quieren que el cliente vaya al teléfono creyendo que habla algún familiar. — Estás llorando, Betsy. — ¡Lo voy a acusar de hacer llamadas obscenas! — ¿Qué más obsceno que sacar a una persona de la regadera? — ¡Ya no quiero hablar con usted! — Bueno Betsy, pero llámame cuando quieras. Beep, beep, beep. Claro que le colgó. Después, aconseja que si es masculina la voz hay que contestar al siguiente que vende, digamos, modems, “Hola, me llamo Rodney” y agarrarlo en curva. “Hola, Rodney, ¿me debes algún dinero?”. Long live Art Buchwald!
25 / julio / 2001
Cada quien maneja las llamadas junk (basura publicitaria para enjaretarte una tarjeta de crédito o un viaje a Careyes por teléfono). Al principio les colgaba fastidiado, pero ahora uso una nueva táctica que me brinda un placer inusitado. Digamos que del otro lado de la línea una persona dice: “Hola Art, le estoy hablando de la revista Doom [Fatalidad] con la buena noticia de que estamos inaugurando un costo especial para nuevos suscriptores”. Antes les hubieran espetando un: “váyase por un pinche tubo” pero ahora, muy cordial, les contesto: — Hola, ¿cómo te llamas? — ¿Por qué quiere saber mi nombre? — Porque usted sabía el mío y odio hablar con extraños. — Betsy —contesta medio nerviosa. — Qué gusto hablar contigo, Betsy. ¿Y cómo está tu marido?, ¿no eres casada? ¿No tienes novio? ¿Quieres decir que andas retozando por ahí, entonces?
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Nora Manneck en “Maggi ante el espejo” de Isadora Aguirre, para TV Canal 8, RTC. Serie “Teatro breve”. Dirección y fotos: Juan José Gurrola, 1979. © Archivo Gurrola.
Female power Prendo la televisión: ¡Sopas! En el supermercado una señora chulísima le da un sartenazo en la cara a otra ama de casa que se había llevado su lata de frijoles (no recuerdo la marca) y altiva se lleva su lata mientras la otra se tapa la cara por el sangrado de nariz. CORTE. A una de las ninfas del clan Trevi la flagelan. Cambio de canal porque no soporto la letra de las canciones del cantautor y a la Trevi con sus garras tratando de cantar. Si de algo son culpables es de los bodrios musicales que han producido. Luego aparecen los anuncios de “la muy Palacio” o la muy “me persigue el arco iris”. O la que se pasea en el cementerio, como partiendo plaza, mientras caen los pretendientes en las fosas muertos de amor. Una lectura acuciosa revelaría que, sea como sea, el Female Power está aquí. La mujer de hoy ya sabe a lo que va y el valor de su belleza. Por eso recordé antiguos poemas (de los sesenta) que inician una agresividad poética y un poder de observación que se asoma claramente en nuestros tiempos. Las poetas mexicanas como Isabel Fraire, Ulalume (que me sorprendió con su ensayo sobre e.e. cummings, compañera de otro gran poeta: Hernández Campos, de quien recuerdo su traducción de Asesinato en la Catedral: “para que gire a rueda y esté inmóvil, sin embargo”), y Vera y Mara Larrosa no se quedan atrás. Sé que hay más que revientan su alma erótica y desenfadada, algunas bien publicadas por Fadanelli. El primero de esta corta compilación está dedicado al Día de la Secretaria (de Mario Benedetti): 130
¡Yo soy la secretaria ideal! Mi jefe es elegante mi jefe es tan discreto es alto, distinguido, es un jefe completo, cuando viene y ordena una copia textual ¡yo soy la secretaria ideal! Mi jefe tiene esposa, dos hijos y dos criadas la esposa por lo menos no lo comprende nada; cuando viene y me dice —somos tal para cual— ¡yo soy la secretaria ideal! Mi jefe tiene un Mustang y algún apartamento donde vamos a veces yo y su remordimiento entonces lo conformo —es pecado venial— ¡yo soy la secretaria ideal! Mi jefe se comporta como un tipo maduro la panza disimula cuando viste de oscuro y si bosteza y dice —ay, no, me siento mal— ¡yo soy la secretaria ideal! Cuando se va mi jefe —mi jefe es hombre— yo me desnudo y quedo sola frente al espejo y a mí misma me digo el cansado ritual ¡yo soy la secretaria ideal!
“Pequeño Comentario” de Sonia Sánchez
“Extraños” de Kath Mckay
La naturaleza de la bestia es el hombre o para ser más específicos la naturaleza del hombre es su bestial naturaleza o para traerlo a términos más elementales la naturaleza de lo natural es la bestial supervivencia de los más aptos, los más fuertes y los más ricos o para realmente examinar la escena podríamos decir que la naturaleza de cualquier bestia es bestial no natural y natural en su lucha por el predominio y supervivencia pero para realmente captarlo diremos que el hombre es una natural bestia bestial en su lujuria natural en su bestialidad y desarrollándose sobre el ámbito nacional hasta ser mucho más bestial y natural que cualquier bestia. ¿Entiendes?
Hoy después que se tomó un baño caliente lo envolví en una enorme y suave toalla y lo hice subir las escaleras. Se quedó pegado a mí sonriendo desde su diente faltante lo acomodé suavemente en la cama y le traje pan y mantequilla y miel y una manzana y después leímos un cuento de un niño que se fue al mar. Se quedó dormido. Hoy me dijo puta seis veces y luego me gritó que me callara el hocico rompió mi calendario puso el grito en el cielo aventó mi ropa por todo el suelo trató de encerrarse en el clóset del garage aullando ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? y luego se gastó toda su morralla en una pinche bolsa de soldaditos y tanques y luego se sentó en el jardín muy primaveral a jugar a las guerritas.
1 / agosto / 2001
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Chez Klossowski
En 1978, cuando Juan García Ponce gana el premio Sourasky de Literatura escribí en algún papel: “El pensar en él (GP), devuelve el pensamiento a su justo lugar. El espacio entre su persona y el hastío (núcleo que encierra la adoración) se enrojece: o sea que el mundo horizontal para nosotros, alcanza de cierta manera una cúspide, la cima de una pulsación del corazón; tan asombrosa que es un placer atisbar a la naturaleza de las cosas y al milagro de una humanidad frente a uno. Si el fuego viene a mi mente, si el deseo me invade, es por la curiosidad de tocar esa temperatura neutra antes del incendio, de la conflagración, de la ruina. Ahí está Juan. Pero regreso al corazón o a la región del alma acomodada en el plexo solar. El pulso cardiaco de Juan García Ponce debe estar bien avergonzado por ser el brillante pretexto y tema de la inmensidad de un espíritu que toma nota y memoriza páginas enteras que describen otros latidos; los de aquellos que por su lucidez, como Klossowski, Musil, Büchner, disminuyen la sofocación que provoca el simulacro de la vida moderna. La semana pasada pensé sobre Tamayo, Gerzo, Klee y sobre otros pintores abstractos (that’s as abstract as they can get como dijo un coleccionista tejano en la Galería Ponce viendo un cuadro de Fernando G. Ponce), y sentí la sensación asombrosa del talento que logra parar en seco la proliferación de las ambiciones pictóricas, imponiendo el rigor formal de la creación estética al siglo xx. Juan, en su literatura hermética, responde de la misma manera al siglo, asumiendo de antemano lo escrito después de él por el simple hecho de esperar más de la vida que aquéllos que la toman como un derecho.
¡Doble aplauso por el Premio Juan Rulfo! Por esos años Klossowski era nuestro tema de conversación. La puesta en escena, tras la Casa del Lago, se estrenó en el Festival de Nancy, Francia, después de vernos en un antro en París con Raúl Falcó, amigo íntimo de Pierre Klossowski, fuimos a visitar a Pierre a la Rue de la Glacière donde nos recibió con un buen vino. Por esa época estaba Pierre Zucca en la preparación de la película Roberte ce soir, y después de la deliciosa comida que había preparado Denise (la Roberte original), Pierre me llevó a un lado y me preguntó en su aristocrático francés: “¿Usted cree que mi mujer todavía ‘aguante’ para hacer Roberte en el filme?” “Claro que sí”, le respondí sin darme cuenta que me estaba llevando por el camino de Las leyes de la Hospitalidad. “¡Claro que sí! Es más, usted debe hacer el papel de Octave, el pornógrafo y teólogo”, añadí. Se le iluminaron los ojos como a cualquier individuo(a) que le proponen hacer el papel de Otelo o Julieta. Al fondo estaba Denise riéndose de mí, yo era el invitado. La idea del invitado, aquél que perseguía a Klossowski al escribir:
Fuensanta Zertuche en el papel de Roberte, en la puesta en escena de Roberte esta noche de Pierre Klossowski, dirigida por Juan José Gurrola, en el teatro de la Casa del Lago (unam) © Archivo Gurrola.
¿Cómo vivir? Presentarse a desarrollar ideas, a describir escenas, a hacer que hablen personajes referidos al mundo, a mi vida… Pero no eran éstas sino mediaciones capaces de ofrecerme una apariencia exterior inteligible que me otorgaba la memoria, necesaria al discurso que en mí proseguía al escribir. Apenas dejaba de escribir, al desaparecer la memoria, volvía a formarse el inmóvil circuito. ¿Qué era lo que imponía? ¿Mediante cuál engaño se ejercía el prestigio del signo? Y más adelante, ¿el nombre de Roberte en cuanto signo único era vivido por mí en su persistencia? Y es cierto ¿con qué derecho?, a menos que sea ese círculo vicioso que hace que un signo o un estereotipo se repita. ¿Cuál códice de nuestra cotidianidad vamos a transmitir? ¿Qué novelita u obra de teatro vamos a pasar enfrente
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de los demás? ¿Qué culpa tienen? En mi caso, sólo la intensidad de una imagen o un presentimiento me hacen poner una obra o dirigir una ópera o pintar un cuadro. Si no, no. Debe estar contenida en alguna experiencia ineludible, inolvidable. De la cual no se puede separar o para producir un fastuoso malentendido, como diría Raúl. Así pasó en 1992 cuando tomó dimensión otra vez Pierre Klossowski, nuestro amigo, en la obra de Raúl Falcó que dirigí en la Casa del Lago titulada precisamente Las leyes de la hospitalidad. Cuyo principio, para los lectores, invito a meditar. Las leyes de la hospitalidad I. Para que el señor y señora de esta casa puedan convertirse en an fitrión y anfitriona, es menester que tú, extraño que llegas a esta casa, te consideres, desde el punto de vista de la hospitalidad que te es ofrecida, como nuestro invitado. II. El señor de esta casa busca contigo, extraño al que recibe, una relación que no sea accidental sino esencial, que no sea relativa si no absoluta, como si no fuera ya sino una relación de él consigo mismo. III. Dado que el más eminente deleite del anfitrión tiene por objeto convertir a la señora de esta casa en anfitriona, ¿a quién incumbe este deber si no a ti, su invitado? IV. Para que la señora de esta casa se convierta en anfitriona respecto al señor de esta casa, no podrá traicionarlo siéndole fiel. Pero, respecto al anfitrión, sólo puede serle fiel traicionándolo, porque lo que él quiere es poseerla infiel, en cuanto anfitriona que está cumpliendo fielmente sus deberes. V. No te turbes pues, invitado. No vayas a suponer que puedas constituir en ningún momento la causa de unos celos o una suspicacia que te convertirían de nuevo en un extraño. Comprende tu papel. Estimula sin temor la curiosidad del anfitrión mediante estos celos y esta suspicacia, dignos del señor de esta casa, pero indignos del anfitrión, quien te invita lealmente a rivalizar con él en sutileza, ya que a él le corresponde poner a prueba tu discreción y a ti, su invitado, poner a prueba su curiosidad. VI. Toma pues en cuenta, querido invitado, que ni tú ni el anfitrión ni la anfitriona misma, conocen todavía la esencia de la anfitriona. Sorprendida por ti, buscará reencontrarse en el anfitrión quien no la retendrá más porque, sabiéndola en tus brazos se considerará más dueño que nunca de su tesoro. VII. Para que la curiosidad del anfitrión no llegue a degrdarse en celos y suspicacia, te corresponde a ti, el invitado, precipitar a la anfitriona a la existencia. Si eres ese ángel, tendrás pleno poder sobre ella tanto como sobre el anfitrión. Desde ese momento el anfitrión habrá cesado de ser el señor de su casa. Habrá cumplido por completo su misión. Se habrá convertido a su vez en el invitado. Seas pues: ¡Bienvenido a esta casa!
Dirigir una obra de Klossowski o de Musil o de Thomas Mann es vivirlos, interpretarlos en las millones de combinaciones que las piezas de ajedrez de actores provocan. Acaba el director en la vorágine pasional, convirtiéndose en ellos dentro de lo que menciona Musil en Los exaltados: “En la caída constante, sin perecer: el estado de creación”. Aunque en este caso viví el personaje en casa de Pierre y Denise como el invitado.
8 / agosto / 2001
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los wetbacks ya estarían en una guerra civil con los afroamericanos desde hace rato. Al aparecer con un tercero en discordia (mexicanos), los afroamericanos ya no se sintieron tan jodidos; los recién llegados escuchaban la agudeza de las abuelas de Perdita Durango, que no conocían el inglés, lo cual les daba a los afros una superioridad lingüística que esfumaba su pasado de esclavos. Si no, la guerra civil se hubiera iniciado. Y NO HABÍA ENEMIGO, había otros, desconocidos, trabajadores, silenciosos, seguros de su familia en Guanajuato, Michoacán o Durango; los que amaban su tierra y su gente. Estados Unidos es nuestro. Cool it. ¿Por qué?, porque dominamos el lenguaje. Sari Bermúdez, ponte las pilas. El mexicano, el tercero en discordia, salvó a los EU del extremismo judío o afroamericano. Los mexicanos que están en E.E.U.U. hicieron la diferencia. They were the buffer zone (el colchón en medio) ¿Quiénes son éstos? (se dijo el negro), yo vengo de los esclavos que los europeos arrejuntaron. ¿Tendrán la verga grande o sólo se sabrosean con el Aztlán en el prado de la ignorancia? ¡No hablan inglés! Son menores, ratas, ni loco me voy de vacaciones a Cancún. We understand, being a happy man. We move, brother. Oh, qué equivocación. Pero Perdita
fila (háganse de cuenta Rosario, la de Acuña), infames, perfectas, cachondas y this way please. The secretary of State is waiting for you. Y ahí vamos con Bobby, al que García Terrés le hizo notar que algunos intelectuales tenían prohibido entrar a los E.E.U.U. (Carlos Fuentes). Robert dijo que con tal de que no vinieran a matar a su hermano todo mundo podía pasar. Al otro día mataron a su hermano. El sentido que trato de abordar (con dificultad, dado que no encuentro mis anteojos) es que camiones para acá, camiones para allá, es un reto perdido (Little Fox). Lo que hay que hacer es tomar la franja fronteriza culturalmente propicia. Es decir, ningún cuaternario, gallego, apestoso, aprendió náhuatl, se creían superiores. Nada más que fíjate nomás que los chicanos, al hablar como Perdita Durango Sweet Love, combinan lo mejor del inglés y lo inteligen con el español, saboreando la diferencia. Así como cuando pides un vodka nada más para cambiar el sabor y ponerte a tiro con la de al lado. O sea, el que dobletea el inglés y el español mexicano subsistirá. No con los discursos tan elementales que se avienta creyendo que conoce the english language. Yo le sugeriría que otro le escribiera sus aburridos ladrillos en inglés. Castañeda, maybe, but he is also half everything. No taste.
Ni tan Perdita, pero s’ muy Durango Si me aguantas, Woodrow, seré tuya (le dijo la secretaria al Embajador de EU en México, muy mamadora la inglesa), jugueteando sin darse color la inmundicia de la política de Bush con los inmigrantes. Hay algo muy interesante que sucede en la franja fronteriza: Perdita Durango. Una belleza mexicana con la información del tiempo y las capas de humillación de los rednecks (impotentes tejanos que se masturban con su rifle mientras su vieja se coge al negro de al lado). Cómo se filtran a través de miles de venas y corrientes sanguíneas que llenaría de nuevo el Río Bravo de sopa de tantos quereres, orgasmos, alcohol, droga, traiciones y hasta la santidad del Valverde. Eso nadie lo va a poder descifrar. Y la actriz, más cabrona que bonita, ampliando sus alas de aceptación del mundo que le tocó vivir, repudiando la mierda gringa, luciéndose como actriz mexicana que ya sabe el pedo (sin várices como María Rojo) en el desquiciante pero ineludible futuro de la nueva mexicanidad en esa región. De entrada quisiera poner a pensar al asesino Flush (Bush, el que va a jalar la cadena al mundo con su hitlerass, provocado por su complejo tejano) que los gringos no se han dado cuenta de que sin la inmigración de
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Durango tiene la ventaja de ser amante de un chamán religioso, bien cabrón. Mide sus querencias a los asegunes. ESO ES MÉXICO / ASEGÚN LOS ASEGÚNES / Y LOS ASEGUNES MAYORES SE VAN A LA CÁRCEL / NO POR TRANSAS, SINO PORQUE NI LLEGAN A PUÑETOS. Los que roban es que ya ni se les para. Check out los Salinas. La familia de los impotentes. De ahí la puñeta volteada del Dow Jones. En 1966, igual, yo se la aventé en confrontamiento a Hubert Humphrey en el Capitolio en Washington, después de esperar Juan García Ponce y yo en la cafetería (very scottish, pero todos los meseros eran negros) para hablar con los Big Boys. Le mentábamos la madre a todo aquel gringo que nos tratara de give us their bullshit. García Ponce venía de cogerse a la hija del jefe del Congreso, Mansfield, yo a su prima. That’s how it goes in D.C. Yo le dije a Hubby: Don’t give me that paternalistic shit, Humphrey, about being efficient… for you and your wallet? Fuck off! En el capitolio tienen trenecitos para ir de un lado a otro. Los manejan unas rorras de minifalda (más bien bufanda irlandesa) ready. Pero sin comparación a las secretarias que tenía Bobby Kennedy (seguro para su hermano). Jamás he visto un conjunto tal de cueros en
Esa bicultura hay que apapacharla. O sea, un nuevo conjunto de seres está por surgir, una cultura absoluta. Una raza. Si quieren meter dinero háganlo en esa zona donde se va a resolver, gracias a los descamisados, la mirada al futuro. El encuentro está en el lenguaje. En el espanglish. ¿O creen que los kurdos se dan en la madre no más por la moda? Ahí les van unos poemas pa’ que me entiendan, dedicado a la morsa inquieta que es el embajador de E.E.U.U. en México. Los nacos menores con botas ya se los conocen, desde llenar su aplicación para ser empleados.
Probando the original thought a Pessoa
Cómo es la necesidad Cómo el nivel de vida Makes an effort De mi criatura-vida Se ha hablado, experts say That inside de US the extreme Extreme extra-fluffy-pudding Gad! Is not at home, bip And como dijo Westinghouse, Qué chingaos? Porque no es lo mismo Que el ratón de la casa, Justice-black No sepa de electricidad And so I find myself wallowing around On the trash heap del quiero más Vanagloriándome of this wrecked ambition Que sólo se infla sin mí Nonetheless I’m the eggshell The report of my own limits The right to grasp what’s around The land around, mi rumba Back to the title, being fair A qué?, if nonetheless film footage Nos va a aplastar, for sure No, no, no, que venga el tambor Ya Pessoa conoció el motor Y el ineludible clon Fin de la vida, ratón. A mi nariz I love writing close to my nose words branch out like forest and arouses-a-touses as Moses a sort of mentada de madre with a loose tongue in the shinning path of a regular tamaño the size of a presumptuos cheerleader. 15 / agosto / 2001
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Michaela Gonz‡ lez: un tiro jarocho en el arte mundial del vidrio
Instalación de Michaela González, 2000 © Michaela González.
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En el renacimiento la manufactura de objetos de vidrio era un proceso tan secreto que se castigaba con la muerte a cualquier vidriero que abandonara Venecia con estos secretos. Hacia el siglo xix la técnica mecanizada devalúa el valor del vidrio, pero no así aquellas piezas que fueron consideradas como obras de arte. En la época victoriana causaba fascinación el descubrimiento de hermosos objetos de tiempos antiguos. Roma interesa particularmente a los artesanos, quienes reinventaron los procesos romanos para reproducir la iridiscencia que el vidrio antiguo desarrolla, la pátina que proviene de haber estado enterrado por siglos. En Bohemia, en Europa Central y también en Estados Unidos existen espléndidos ejemplos, con un nivel artístico sublimado en los dos últimos siglos. El vidrio, hoy en día es tan común que lo tomamos a la ligera y sólo de vez en cuando afinamos la mirada y nos dejamos hipnotizar por la transparencia, el color y la extrañeza en los casos de los grandes vidrieros de la época Deco, la fábrica Loetz, el cloud glass de George Davison o las maravillas de Tiffany & Co. (famosa compañía, por cierto, que realizó el hermoso telón emplomado en la sala principal del Palacio de Bellas Artes bajo el diseño del Dr. Atl) que supo elevar el valor de su producción donando piezas especiales a los museos y jamás haciendo baratas. Igual que Moët & Chandon, hace un año, donó al mam una botella de champagne para conmemorar un aniversario porque piensan (oh, la envidia al artista) que es una obra de arte. Dentro de la botella existen, creo, la combinación de las 20 mejores cosechas de su historia. Será abierta en 2047. Lástima. Ahí luego me cuentan. Pero también, en lo que Moët & Chandon llamó Esprit du siècle, en octubre del 2000, aparecía una convocatoria para que los y las artistas enrolados en el arte del vidrio propusieran proyectos. A esta convocatoria se inscribió una jarochita, Michaela González, con una instalación, cuya foto acompaña este artículo, pues me pareció un digno ejemplo del potencial que el joven mexicano(a) tiene en todo nivel de expresión. Lo que a veces ha faltado es arrojo, intrepidez y brincar barreras como el Atlántico, como lo hizo ella. El proyecto de instalación de la jarochita Michaela González fue en respuesta a la convocatoria de Moët & Chandon.
Michaela González nació en Veracruz. Vivía a dos cuadras del malecón y desde su ventana veía las pequeñas islas frente al puerto. Con la familia se iba de picnic a la isla que está enfrente. De su padre tiene el amor por el mar y de su madre el amor por el trabajo en vidrio. Muchas casas en Veracruz tienen vitrales de ellas. Pero hace como 10 años decidió irse a Europa y buscar a los genios del vidrio y llegó hasta Finlandia a adquirir experiencia, conocer los nuevos métodos, en fin, conquistó la jarochita a todos y hasta la becaron para que siguiera trabajando allá. Se inicia en el vidrio colaborando en la creación de vidrieras en el taller de su madre en Veracruz. En 1993 ingresa a la escuela de Arquitectura en la Universidad de las Américas, Puebla. Tres años después asiste al curso de vidrio soplado en el taller de la artista Ana Thiel en San Miguel de Allende, impartido por el profesor Peter Keogh. Le sigue un curso de vidrio termoformado en el Urban Glass School en Brooklyn, Nueva York. En 1998 es becada y parte a la Real Fábrica de la Granja en Segovia, España, a continuar los estudios en vidrio soplado. De ahí brinca a Tampere, Finlandia, invitada al taller de vidrio soplado del artista finlandés Marku Eerola. Ese mismo año ingresa al Centro del Vidrio en Barcelona a estudiar la técnica pasta en vidrio. Su primera exposición es en la galería Espai Vidre de Barcelona, pero sus ganas de aprendizaje la llevan a estudiar vidrio caliente con el artista Marvin Lipofsky de la República Checa en la Real Fábrica de Cristal de Segovia, España. Actualmente monta su taller de vidrio con un horno enorme en Barcelona asociada con la escultora en vidrio colombiana Pilar Aldana. Hay una gran tradición en vidrio en México, es indudable, pero la nueva tecnología no se conoce. No estaría mal considerar la posibilidad de construir talleres en provincia y hasta un museo del vidrio, como lo hay para la fotografía (el Centro de la Imagen, por ejemplo), para que este arte floreciera. La instalación que ven en la foto fue realizada en el 2000. Cada botella lleva adentro un poema o algún pensamiento. El lago está junto a donde se fabrica el famoso champagne. La jarochita, que es mi sobrina, es un tiro.
22 / agosto / 2001
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Buscando el cerebro alternativo El diálogo no tendría que establecerse entre personas, sino entre líneas, entre capítulos o partes de capítulo. Ésos serían los verdaderos personajes. Perder la memoria: mejor levantar los “bloques”, hacer que floten. Un bloque nos acompaña, siempre anónimo y contemporáneo, siempre funciona en el presente. Gilles Deleuze, Diálogo No quiero parecer ducho en filosofía, pero mis precarias referencias están encaminadas para emitir una teoría sobre la importancia del epifenomenalismo y de cómo toma importancia en el proceso de creación, tanto artístico como científico. Para empezar, aunque a final de cuentas el cartesianismo fue ridiculizado por su doctrina que consideraba a los animales como máquinas, no se puede enterrar del todo su honesta preocupación si queremos tratar de dar un empujón, darle algo de certidumbre al fenómeno del pensamiento y su relación con la realidad. Sobre todo en el continuo vaivén especulativo de un artista, ya sea pintor, actor o performer. ¿Cómo propiciar la reflexión sobre los procesos creativos, el uso del cuerpo en el espacio, en fin, ese quehacer artístico que hoy en día se ve más confuso que bonito? Del racionalismo cartesiano, o más bien, del cuestionamiento a su concepción de Dios como el matemático total, florecen posturas, reflexiones de otros pensadores que me inquietaron hace muchos años al preguntarme What the hell is all this? Construyo obras, dibujos, música, y whatever, ¿por qué? Necesitaba empezar a darle orden a algunos fundamentos que sirvieran para dar resultados comprobables a lo que hasta entonces había sido especulación intuitiva aunque deslumbrante, I must say. Afortunadamente, la lectura de otros sistemas de pensamiento me ayudaron a despejar las incógnitas de cómo la materia y la mente se intercalan. La conclusión de Spinoza es que es imposible. Explica que Dios debería ser elevado como la única substancia existente, de la cual emanan como atributos disímiles que son paralelos en todo pero que no. En un cartesianismo más amplio, Leibnitz, otro racionalista, científico, diplomático y matemático, sostiene la respuesta paralela o paralelística, pero con una variante: que las mónadas (del griego monados, unidad), o sea, substancia simple, activa e indivisible de que se componen todos los seres no tienen relación. También pueden ser consideradas unidades de realidad en la psique que son completas en sí mismas pero no interactúan, no se intercalan; cada una tiene una armonía preestablecida con las demás dando la apariencia de que la interacción se conserva. O los “bloques” que menciona Deleuze. Luego vinieron Thomas Hobbes (materialista) y George Berkley (fenomenalista). El primero resolvió el problema mandando a volar la Mente, diciendo que era tan sólo una manifestación epifenoménica de la interrelación de objetos materiales. El segundo, por el contrario, mandó a volar a la Materia, apuntando que todo objeto material se componía de simples construcciones ideadas en la mente. Así que de una manera u otra, las teorías mencionadas brotan de los problemas introducidos por dualismo cartesiano entre materia y pensamiento. Aunque embrionarias, estas propuestas son indudablemente el inicio de conceptos contemporáneos como el adn, la teoría cuántica y la del caos. Pero yo las pongo en el mantel para exponer el proceso de creación de un artista basándome sobre todo en el epifenomenalismo, que no es otra cosa que una “ocurrencia”, un pensamiento que aparece sin saber de dónde, que es completo en sí mismo y no hay menor explicación de
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su aparición en la mente: un caracol en Boca de Río; las vías del tren en Barcelona cuando cruzaba Gaudí; un brassière con florecitas… lo que sea. La explicación de la Enciclopedia Británica (edición antigua) es: EPIFENOMENALISMO: Una filosofía y teoría asociada con el Materialismo Mecanístico; propone que todos los eventos mentales o psíquicos son by-products del proceso mecanística del cerebro, causado por ellos, pero sin ejercer casualidad por ellos. Por ende, un cierto pensamiento es producido por un estado específico del cerebro y como parte del proceso integral, pero de ninguna manera afecta al cerebro, al proceso o lo que sea. Dicha teoría niega que cualquier espiritualidad exista en la mente e implícitamente la existencia de un alma espiritual. La Conciencia, parecida a “espuma que sube y baja en el lomo de las olas” no afecta ni al estado neuronal ni al proceso que lo produjo. Son tan volátiles estos casuales pensamientos, que nadie les da importancia o sólo se considera lo raro que tienen por el hecho de aparecer. Pero mi teoría es que es todo lo contrario. Eso es lo que somos, dado que aparece cuando el pensamiento está fuera de servicio, o como apunta Foucault: en el no pensar. Y desde este punto de partida me atrevo a concluir que la serie de epifenómenos, y la extraña concordancia entre unos y otros, que aparecen durante la vida van comunicando al cerebro que tienen una vida propia. O sea, una mente alternativa. Es como si la imaginación se hiciera presente sin especulación. Diametralmente distinto a esforzarse en imaginar un cuadro, un poema o un performance. En el actor se va construyendo una realidad alterna, una vida alternativa, un cuerpo (alma) dentro de otro cuerpo que tiene sus propias leyes. Único instrumento al que se debe referir para el estado de creación. El cerebro funciona para construir otro cerebro, otra memoria, con la que el creador digamos que puentea dado el lugar y el tiempo en que aparece. Cualquier performance que sea planeado, construido con el pensamiento NO ES PERFORMANCE, menos aún si tiene unas connotaciones políticas, teatrales o reivindicatorias femeninas o chicanas. Se les puede llamar performances, si quieren, pero no lo son. Un performance que no sea inaudito, no es un performance. Cualquier connotación invalida la pureza de este arte que se ha vuelto un embrollo teórico, un nudo gordiano difícil de deshacer. Espacios alternativos pueden ser aprovechables, pero lo que hay que buscar es la psique alternativa, la mente alternativa. Y ésta sólo puede ser cuando no se usa el pensamiento, sino cuando aparece como milagrosamente (musa). Solamente los grandes artistas como Beuys, Acconci, Kaprow, Ehrenberg, Ruscha, Katia Tirado, La Congelada, Sol Lewitt, Mariana Botey, Rubén Bautista (QEPD), Kurtycz (QEPD), Armando Sarignana, José Guadalupe, Gilbert & George, Eloy Tarcicio, Gelsen Gas, Melanie Smith, SEMEFO, Alfin, Óscar Castellanos (QEPD), Angélica García, Jodorowsky, Stelarc y muchos más, podríamos catalogar como performers auténticos. O sea, un performance debe aparecer en la mente sin ninguna relación con la realidad circundante. Debe realizarse así como apareció en la mente. Para esto se necesita mucha experiencia para apresarlo y saber su importancia. No debe contribuir a la reflexión por parte de los espectadores. No debe aparecer un segundo pensamiento en ellos. Es lo que es. Deben ser mudos testigos de algo que pasa frente a ellos sin ninguna relación con lo que los rodea. Es autónomo hasta del performer mismo. Éste sólo fue una vía por donde se filtró el consentimiento y la imaginación universal.
29 / agosto / 2001
Fotomontage, 2000 © Archivo Gurrola.
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Representando lo irrepresentable de Lorca
El teatro que esperan ver, incluso el más absolutamente nuevo, no podrá ser nunca el teatro que esperan ver. De hecho, si esperan ver un nuevo teatro, lo esperan necesariamente en el ámbito de las ideas sobre teatro que ya tienen. Además, lo que esperan ver de algún modo ya está ahí. No hay nadie entre los espectadores que ante una función pueda resistir la tentación de decir: “Esto ES teatro”, o por el contrario: “Esto NO es teatro”. Estas frases manifestadas por un verdadero “Quijote del teatro”, Pier Paolo Pasolini, podrían enmarcar la subrepticia y a la vez contundente puesta en escena de Lorca sin título en el teatro Santa Fe. Tanto por la tragedia lorquiana como por el desempeño actoral y la intención de poner a discusión la naturaleza (hoy podrida) del propio teatro. Actividad a la que se ha dedicado David Hevia, del que recuerdo que trabajamos juntos en
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Catálogo razonado, de Juan García Ponce en el Teatro Santa Catarina y sus faenas en el LUCC. Pero sus ocho años en el Theater an der Ruhr como actor y director expresan en el presente una inequívoca intención de transgredir la mezquindad del teatro contemporáneo y poner de manifiesto lo que Pasolini apunta: “El teatro debería ser lo que no es”. ¿Y entonces qué?, se preguntaban los asistentes al estreno. Allí está el detalle. El público tiene una idea preconcebida muy difícil de derrumbar. Pero Hevia trata. Si quieren ver a un Lorca, el destemplado de Bodas de sangre o el de Granada que amaba y odiaba, que a veces lo ahogó, pero que también “le abrió la vena de su secreto lírico” o al Lorca del Romancero gitano, forget it, no aparece jamás. Lorca (Alejandro Reza) es crucificado, ungido, puteado, madreado como en la historia de la Guerra
À C—mo se llevar’ a el olor del mar a una sala de teatro o c—mo se inundar’a de estrellas el patio de butacas? En este momento dram‡ tico del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas. Particularmente, yo tengo un ansia verdadera por comunicarme con los demás. Por eso llamo a las puertas del teatro y al teatro consagro toda mi sensibilidad. Federico Garc’a Lorca (1934)
Civil española pero sin perder la conciencia, la razón; y no sólo del personaje sino de él mismo como actor. “El teatro como una forma de vida. ¿Existe acaso un límite entre mi ser actor y mi ser persona?” Lorca entremezcla en estas obras un mundo íntimo con una reflexión sobre el teatro, proponiendo un teatro “irrepresentable” consciente de que la realidad es más brutal y cruel que cualquier puesta en escena. Hay que afrontar la realidad sin miedo alguno, al precio que sea, es decir, “hay que destruir el teatro, o vivir en el teatro, de acuerdo con el antiquísimo tópico del theatrum mundi. El verdadero drama es un circo de arcos abiertos sin techo, donde el aire y la luna y las criaturas entran y salen sin tener un sitio donde descansar”, escribe Hevia en el programa. Yo también sostengo que el teatro es el fenómeno sagrado, sobrehumano, metaconsciente, por medio del cual un individuo con atribuciones perceptivas extraordinarias desencadena, da curso, revienta la fuerza contenida de los dos mundos que constituyen nuestra realidad, la que compartimos con nuestro nahual, cuyas fuerzas sostienen el equilibrio, eternamente enfrentadas, como las dos cabezas de serpiente de la parte superior de la Coatlicue, y por cuya acción se pone en juego el devenir del mundo, así como el aletear de una mariposa en Japón puede provocar una tormenta en Florida o el girar de un bailarín alterar la temperatura del mundo. En el instante supremo del teatro aparece el pasado, el futuro y el presente reconocible: el eterno retorno. “El teatro no es la representación de la vida, sino lo que la vida tiene de irrepresentable”, apuntó Derrida en un ensayo sobre Artaud. La perspicaz escenificación con un grupo de actores adorables y adorados (Reza, Barragán, Katia Tirado, Luis Ferrer, Ana Paola Morales, Tomihuatzi Xelhunatzi, Victor Roldán y Ana Luisa Alfaro) y la jefa de producción, Rosario Hevia, agarran el toro por los cuernos y taurinamente se merecen tres vueltas al ruedo. La obra está basada en dos obras de Lorca: El público y La Comedia sin título. Quizá las charlas de Federico y Hart Crane en Nueva York influenciaron estas obras irrepresentables. Igual que a Alfonso Reyes lo influenció a escribir El maleficio de la mariposa (teatro simbolista). Pero adelanto un texto de la obra para que quienes vayan a verla reacomoden su visión del teatro, y va así:
Director No voy a levantar el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y adonde dirige el teatro sus luces para entretener y hacernos creer que la vida es eso. No. El poeta con sus cinco sentidos en perfecto estado de salud va a tener no el gusto, sino el sentimiento de enseñarles esta noche un pequeño rincón de realidad. Debo advertir que nada es inventado. Ángeles, sombras, voces, liras de nieve y sueños existen y vuelan entre ustedes, tan reales como la lujuria, las monedas que llevan en los bolsillos, o el labio cansado del comerciante. Vienen al teatro con el afán de divertirse y tienen autores a los que pagan, y es muy justo, pero hoy el poeta les hace una encerrona porque quiere y aspira conmover sus corazones enseñando las cosas que no quieren ver, gritando las simplísimas verdades que no quieren oír. “¿Por qué? Si creen en Dios y yo creo, ¿por qué tienen miedo a la muerte? Y si creen en la muerte, ¿por qué esa crueldad, ese desapego al terrible dolor de nuestros semejantes? ¡Ja ja ja! Dirán que esto es un sermón. Me da lo mismo”. Sólo el actor es el poeta total o el gran instigador. Aunque no debe llamársele ni lo uno ni lo otro. Es más bien un mediador, sabedor de su poder de ondulación, de transubstanciación que contiene el mundo en su próxima línea. ¿Y las obras de teatro? Bueno, han sido un fabuloso pretexto y tablas sobre las cuales flotar en el mar de la existencia, esperando la ola que ve venir desde el horizonte para, en el momento adecuado, montarse sobre la más alta y en un acto prodigioso sostenerse en lo alto, desafiando la tan bien aceitada gravedad, con tan sólo la fuerza de un astuto y sagaz simulacro de inteligencia. Como el surfing. Porque el teatro es el gran equilibrista de los impulsos. Ayuda a fortalecer las fragilidades de la conciencia que a lo largo de la historia ha dado muchos pasos en falso.
5 / septiembre / 2001
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Nuestro Tom‡ s Segovia, un poeta de a devis Me siento muy venturoso de haber caminado por la calle de Ámsterdam en la Hipódromo Condesa desde mi casa hasta La Casa Refugio Citlaltépetl a buscar la presencia y los ojos pizpiretos (herencia mexicana) de Tomás Segovia: un cummulum nimbus de poeta o el poeta sentado en su nube. Siempre lo veo allá, jugando al tenis con la estratósfera haciéndose “el nativo de la extrañeza” y derrotando aunque “desautorizado del placer de ganar”. Y como Max Aub, delicado observador de la madeja mexicana literaria y caudal intrínseco del lenguaje. Me llenó de gusto que haya descargado su daily life en la prosa. Salimos de la conferencia de Tomás, Rosa y yo, con tres regalos that we will cherish all our lives: a) su libro Personario, editado por José María Espinasa y la unam b) la dedicatoria de Tomás que reproduzco aquí en una chicuelina de inmodestia, y un librito, El tiempo en los brazos, que está manufacturado por el propio Segovia en el Taller del poeta, es decir, que después de digitalizarlo, baja a su taller, lo imprime, lo encuaderna y lo regala a sus cuates en México y España.
12 / septiembre / 2001
“El copyright es libre. Este libro no se cobra, una palabra dicha a alguien. Puede citarse, copiarse, usarse y prestarse libremente, siempre que no se cobre a su vez por ello, sin más limitación que el respeto a la dignidad del autor, de su nombre, de su personalidad y de sus obras”.
Retrato de Tomás Segovia © Ricardo Vinós
A Tomás Segovia
TO A SITTING POET Asumed the poet aunque había viajado mucho that again he had regained the empty steps that led the rain to follow him. Juan José Gurrola, 1970 142
Place. Más bien en las tardes después de comer en algún Sep’s, nos veíamos a veces en el retiro Tepoz-Cuernavaca que vivimos en los setenta. En su casa de Tepoztlán jugábamos ping-pong con sus hijos (de la maravillosa Michele Alban) y en mi casa en Cuernavaca nadábamos y fue allá que aparecía Racine. “Te voy a traducir Atalía para que veas la dimensión de su inmortalidad en otro ámbito que el del poeta inglés”. Así como John Cage compuso una obra musical para 639 años, Racine alarga el tiempo de la idea y su realización, muy como Montherlant, como si prefiriera nunca ser representado para no tener convenio con la historia. Fue un placer ver a Tomás (de Letras Verdaderamente Libres). Vi a un poeta tridimensional, azorado de cada instante, en el jolgorio de existir y pensar y dimensionar lo que lo rodea. Nos debemos una round de carambola a tres bandas.
En su charla sobre Personario, que reúne tres relatos, Tomás relucía le bonheur de la vie, igual cuando se entusiasmaba (en los sesenta) con su nueva grabadora en la Casa del Lago, grabando la descarga poética que arrebata el momento y lo que lo rodeaba. Sobre todo su secretaria,como gata, Marta Verduzco. O confabulándose con García Ponce, Melo y demás, concibiendo la Revista Mexicana de Literatura. Hoy una guapa española, de nombre María Luisa, gerente del Fondo de Cultura Económica de España lo tomaba del brazo con una cálida sonrisa de satisfacción y orgullo, quien al preguntarle de inmediato dónde encontrar a Tomás en Madrid dijo “en la cafetería La Comercial”. Igual como el eterno cliente en la Zona Rosa en el Duca D’ Este en los sesenta u ochenta, who knows? Aparte de ser miembro honorario de la generación de la Casa del Lago y las tertulias de Peyton
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Chateando con Francisco Le—n sobre the ghost towers
New York, New York if I can make it here I’m gonna make it anywhere. Frank Sinatra Los bárbaros ya no están a las puertas de la entrada a tu casa. Hoy ellos y nosotros somos los mismos. Wallace Shawn
Una especie de sueño nos invadió a todos cuando las Torres Gemelas fueron convertidas en polvo. Así comencé el chateo con Francisco León que me había traído cuatro libros* de su autoría. Me respondió: No hay mejor ejemplo de fragmentación para el pensamiento sobre la desmembración del canon, de la unidad clásica, como lo que ocurre con el desmembramiento de Penteo. Es el hombre a quien las mismas hermanas le arrancan los miembros del cuerpo para simbolizar el fin de la unidad, de las torres, del poder del no sobre el no poder. La cuenta regresiva comenzó desde que el inconsciente colectivo se estrelló sobre su propia sombra, como esa ráfaga fantasmal que cruza los cielos llevando un mensaje de alivio y justicia, cuando los mortales miran al cielo y contemplan el paso furtivo de algo que apenas comprenden al preguntarse: ¿es una bala, es un cohete, es un tren, es acaso superboy, es Gurrola, es un misil? ¡No! Es un Delta Airlines, Boeing 747, cargado con millones de litros de gasolina, que está siendo dirigido por un sacholar del terrorismo a ultranza hacia las Torres Gemelas, cuya contundencia y modernidad encierra todas las enseñanzas desde la puta de Babilonia, Eleusis, hasta Prometeo, Cristo, Confucio, Buda, Mahatma, Siddartha Gautama, hasta los oráculos que han guiado el voluntarismo suicida de quien, como Empédocles se arroja a la calcinante boca del Etna, o del indocumentado muerto de hambre a quien la catástrofe ocurrida a las Torres Gemelas le arrebata la posibilidad de llevarse al estómago un hot-dog light.
Composición de Juan José Gurrola, 2001© Archivo Gurrola.
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Me pregunto, ¿cómo tomar en cuenta estas palabras de Francisco León? Desde la ventana de mi departamento miro los árboles del parque México y entonces me doy cuenta que quiero comprender este intercambio con León. Para ello viene a mi memoria una mujer profética, Margaret Randall, y saco el archivo la Guerra Fría.
Digo, realmente no hay raz—n para tomarlo de otra manera, digo, solamente me acuesto suave, dulcemente, relajadas mis piernas, abiertas al sonido de la música y él, soldado resentido, cavando la última trinchera de este frente de guerra, o su pene como un jet moviéndose en mi coño, hambriento, húmedo, abierto, apret‡ ndose en torno de la Tercera Guerra Mundial en un estallido de ametralladoras y flores, no es que los jípis hayan volteado ese autom—vil policial el otro día, demasiado vieja para eso estoy y tampoco la r‡ pida cogida contra la pared gris con el soldado conquistador de (dónde estuve ayer, dónde iré mañana) pero ven, soldadito, despacio, arrima tu boca alrededor de la m’ a y tus manos en mis pechos y las piernas en torno a las m’ as, tú, cálido ser, llamado a defender el mundo libre, dentro del m’ o, nuestro, por esto de que los terroristas est‡ n ganando, recuérdalo.
Francisco León: ¿De quién es este portento profético? Juan José Gurrola: De Margaret Randall, décadas atrás. Francisco León: Igual que a Penteo en Las Bacantes, de Eurípides. Juan José Gurrola: Por no querer aceptar la divinidad de Dionios lo hicieron cachitos. En un poema de William Holt termina diciendo en voz de Penteo: “Y lo que más imagina mejor tu gozo y miedo es el dulce vino rojo que tragarás desde mi cabeza cercenada”. Francisco León: Sí, se fragmenta todo... Juan José Gurrola: Se... fermenta... como el tepache. Aire y piña chocaron en las ahora torres fantasmas. “En el estallido del universo que experimentamos (y me refiero al derrumbe de las gemelas) —oh, neutro— los pedazos que caen están vivos”, escribió René Char. El gesto de la angustia, eosa, 1997; El canto del cisne,
*
Nueva Imagen, 1998; Amigas azules, Lectorum, 1999; Máximas y enseñanzas de Marco Aurelio, trad. de Francisco León González, Lectorum.
19 / septiembre / 2001
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Humberto Spíndola, del brazo de La Catrina, Foto Juan José Gurrola ©
La Catrina, de Sp’ndola, parte plaza en Buenos Aires
“Aire, que recorren mis huesos ciertos aires, conocidos aires que arrastran sonidos de agua con rumor de besos, piropos bravos y espesos, y caricias en desliz; me enamoras la nariz, brisa fluvial y marina ¡Buenos Aires, Argentina! Buenas noches, Jorge Luis!” Del brazo de Humberto Spíndola, su Catrina, vestida de papel de china, recita este poema de Erando González para hacer acto de presencia en la exposición El mundo de Diego Rivera, con la magnífica colección de obras de Rivera (propiedad del estado de Veracruz) organizada por la Fundación PROA, junto con el mundo de papel de Humberto Spíndola, quien lo ha acariciado desde hace muchos años. Se puede decir que Spíndola ha elevado a nivel de arte el papel picado, la cartonería y la piñatería. El hecho de que conserven en el Museo Británico de Londres la fachada de la Casa del Alfeñique en papel hecha por él, habla del nivel de este artista mexicano clavado en el gran arte y sus raíces ancestrales de nuestras artesanías. Aparte de La Catrina, Humberto expuso una hermosa instalación (Altar de muertos) con enormes judas que asombraron, tanto a gente de la calle como al mismo presidente De la Rúa. Dentro del vestido y maquillaje estaba Liliana Felipe y al lado, claro, la maga Jesusa. Cortaron plaza y dejaron un gran sabor del masiosare mexica. Los indígenas de Mesoamérica, al igual que los chinos, inventaron el papel —dice Humbero Spíndola—. Encontraron en éste una materia que podían doblar, cortar, teñir y pintar. Era económico de producir y fácil de hacer. Aplicaron muchas de sus cualidades prácticas con gran imaginación y, al igual que otros pueblos antiguos, le asignaron valores sagrados. Sorprende lo extenso de su difusión y lo intensivo de su uso; sin duda, las mexicanas fueron civilizaciones del papel. Impresiona que hasta nuestros días hayan llegado sus valores conceptuales como materia y también que muchas de sus formas de expresión se hayan adaptado y renovado en el camino azaroso y trágico de la historia. Los aztecas llamaron a su papel amatl, los mayas huun, los zapotecas quíchi. El nombre más usado en la actualidad es amate. Decir “papel amate” es una forma poética de unir en un solo concepto dos palabras con el mismo significado, creando un pleonasmo con el castellano de los españoles y el náhuatl de los aztecas. El origen del amate se pierde en la noche de la América media, y aunque no hay evidencias de su existencia en épocas anteriores a la azteca por ser un material fácilmente deleznable al medio subtropical, la arqueología da claros indicios de batidores (piedras empleadas para unir y adherir las largas
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fibras que lo conforman) desde la primeras épocas de Teotihuacán y el mundo maya: alrededor del año 500 d.C. Si bien los técnicos y especialistas de la actualidad consideran al amante como un prepapel, por no reunir los elementos indispensables en el tamaño de las fibras y la manera de acomodarse que definen al papel de invención china, es indudable que el amate fue un elemento sumamente destacado en la vida religiosa y cotidiana de los pueblos del México antiguo. Hasta antes de la Revolución Industrial, en Occidente los valores para el arte en papel se centraban en su función de receptor de la creación humana: sobre él se escribía, se dibujaba o se imprimía. Entre los indios, el amate tenía un valor en sí mismo y también como receptor del intelecto. Con usos y formas inusitados en vestuarios rituales, objetos de la parafernalia sagrada o estandartes y banderas, el amante tenía una presencia que no siempre necesitaba contener un icono descriptivo para explicarse. Por otra parte, sobre el amate se pintaron, con una extraordinaria calidad y riqueza, un cúmulo de conocimientos. Los libros hechos sobre hojas de amate plegadas a manera de pequeños biombos hoy se conocen como códices, y en los escasos ejemplares salvados de la destrucción se pueden ver, leer, estudiar e interpretar de manera directa su legado cultural.*
sinki, en el Instituto Mexicano en Kyoto, en la Universidad de Santo Tomás en Manila, en el Museo Británico en Londres, en la Fundación proa de Buenos Aires, en el Hospice Comtesse en Lille, Francia. “El papel picado está vivo —me cuenta—, la piñatería también, aunque no tanto la cartonería”. Si alguien visita su taller en Coyoacán se asombrará de sus envidiables colecciones de tijeras para papel. Pero lo importante, lo que quiero subrayar, es la dimensión que Humberto Spíndola le ha dado a este arte mexicano natural, como Diego Rivera, que quien lo haya observado en sus varias exposiciones se dará cuenta de su exquisitez y buen gusto. En vez de tomarnos de las manos para apoyar la guerra deberíamos aumentar esos intercambios interculturales que dan mucho más consistencia a la unidad latinoamericana. *
Las artes indígenas y mestizas; el papel en México, Humberto Spíndola.
16 / septiembre / 2001
Recuerdo gozoso que en 1985, Spíndola me trajo unas fotos de una instalación que realizó en Barcelona junto con Xavier Olivé uno de los más reconocidos artistas plásticos y performers de la ciudad catalana. Era lo que llamaron “animales imaginarios” (un tucán, una cacatúa, un ave del paraíso y una garza) que lucían sus vestuarios cortados en papel por Humberto con unas modelos fabulosas. Por esa época, invitados por Luz del Amo y la sre, me pidieron reponer Landrú opereta en el Ateneo Español en Madrid con motivo de una conmemoración de Alfonso Reyes. Teníamos para los pasajes pero no para la escenografía. Entonces le dije a Humberto: ¿Por qué no la hacemos en papel? “Ya vas”, me contestó. Así fue como en una maleta de tamaño mediano, con un trabajo milimétrico, Humberto logró, doblando cuidadosamente el papel recortado realizar la escenografía, misma que al desdoblarse paulatinamente llenaba el espacio de una sala mediana. Bellísima. Después también hizo unos animales fantásticos en mi puesta en escena de I Pagliacci en Bellas Artes. Sin olvidar los cuadros en papel picado que recuerdo haber visto en la Galería de Arte Mexicano y con Patricia Sloane. Su obra se encuentra coloeccionada en el Museo de Artes Decorativas de Hel-
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Da–os c olaterales en la poblaci—n, los museos y el cine Si a las corporaciones de la industria del entretenimiento les llegó la pálida después del shock neoyorkino y han tomado medidas, ejerciendo una nueva censura en sus gutsy productions por los acontecimientos del 11 de septiembre, en los corredores internacionales de arte la cosa ha llegado a tales límites de censura xenofóbica que en Canadá pospusieron, until further notice, una exposición planeada cinco años atrás que reunía obras de treinta artistas árabe-canadienses, nada menos que en el Museum of Civilization Hull, para el 28 de octubre, bajo el título de “Ces pays qui m’habitent/the lands within Me” (Los países que me habitan). La excusa del Mr. Rabinowitch, president & chief executive officer de la institución, alude a que es necesario “dotar de un contexto para la exhibición a la luz del sentimiento antiárabe surgido por los ataques a los EU en el mes de septiembre”. Añade que este “spin control se anticipa a cualquier respuesta racista de los asistentes al museo”. ¿Cómo puede ser que una institución prohiba un programa lleno de coincidencias culturales, educacionales y hasta humanitarias precisamente en momentos como éste en el que la comunidad mundial atraviesa un vacío de raciocinio y prudencia? Debería ser un ejemplo de tolerancia y un centro de discusión, y más que una muestra de obras de arte. Rabinowitch y el consejo del museo, hand in hand with Hitler, en contra de un arte dejenerado o inconveniente. En estas mismas páginas de Milenio Diario leímos hace unas semanas algo parecido: El Museo del Louvre canceló la presentación de varias manifestaciones culturales de Afganistán, donde se considera que están refugia-
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dos los culpables de los recientes atentados perpetrados en Estados Unidos. El auditorio del famoso recinto parisino tenía previsto proyectar ayer varios documentales de la cineasta afgana Ria Hackin sobre los paisajes y monumentos de varias regiones de su país, entre ellos las estatuas de los budas destruidos por los talibanes. Para el miércoles próximo estaba programada una conferencia sobre el Museo en el exilio del patrimonio afgano, un centro abierto temporalmente cerca de Basilea (Suiza) en marzo del año pasado. Sin embargo, el Louvre informó ayer mediante un comunicado que “por razones de seguridad” todos los eventos organizados en torno al arte afgano fueron anulados y pospuestos hasta fecha por fijar. El vocero del centro cultural, Christophe Monin, señaló que el programa ha sido suspendido temporalmente por el clima creado por los atentados cometidos el martes pasado en New York, Washington y Pensilvania, que son atribuidos a terroristas árabes”. Swallow that. For the record Pero regresando a la censura gubernamental del cine hollywoodense, aquí entre nos, supe que Colateral Damage (Daños colaterales), un nuevo filme que encabeza Arnold Schwarzenegger, la tuvieron que enlatar después de los acontecimientos que hicieron que las Torres Gemelas se hundieran hasta sus cimientos. Ya estaba lista para estrenarse en octubre, pero echaron reversa. Why? Porque la trama versa sobre un atentado terrorista a la embajada de los EU en Bogotá, lo cual obliga a Arnold a dirigir un comando sobre Colombia porque su esposa se encontraba entre los desaparecidos. Pero habría que especular por qué la enlataron. ¿Para
no confundir al público americano dobleteando sobre contra quién están? ¿Para darle prioridad al domino mundial del petróleo por encima del de la cocaína? ¿Cuidar a Schwarzenegger para una probable futura candidatura para presidente por si Bush la caga más de lo que ya lo ha hecho? (Parece que el nivel de mierda en la Casa Blanca hace que DAG se resbale desde The East Wing hasta The West Wing) ¿O para qué el título del operativo Libertad perdurable no se viniera abajo? No, ya sé, es porque si la gente entra a ver Colateral Damage, al salir del cine no verían la diferencia entre el horror, el miedo, el pánico que entrañe el filme, y la realidad que los circunda y sería un fracaso de taquilla mayúsculo. Yo creo que debe existir un espía, an undercover agent, en el Pentágonos que sustrae documentos confidenciales con los secretos de Estado sobre lo que se está preparando militarmente y los planes de ataque a otros países o terroristas que andan por ahí, y luego, estos documentos, los surten a los productores de cine hollywoodenses para: a) crear rivales hostiles (como los talibanes); b) hacer un guión ad hoc con la situación mundial; c) despejar el camino para una invasión tipo Panamá y d) romper récords de taquillas. Así como en Rambo III vimos hace años al superhéroe descargando su ira contra los afganos y rusos, aunque en la realidad de hoy quizá les salga el tiro por la culata y tengan que enlatarla. Si el filme Colateral Damage se exhibiera con un asalto armado sobre Colombia (como perpetrado en Chile y en Panamá donde los daños colaterales para atrapar a Noriega fueron inmensos), dado que “los problemas de EU son nuestros problemas”, como apuntó nuestro pompous-ass-carpetlevel-lobbyist and-deliberatly-greedy-reactionaryminded-carcass of a diplomatic Castañeda: ¿los museos y galerías mexicanos pondrían trabas
para la exhibición de artistas colombianos como Botero y Omar Rayo? ¿O prohibiríamos transmitir Café con aroma de mujer? ¿Quemaríamos Cien años de soledad, o por lo menos las galeras ya que no le llegaron al precio? ¿Así de comprometidos estaríamos con los EU? Achichincles es poco, seríamos unos cómplices irredentos de la xenofobia generalizada de los gringos que si no tienen algún enemigo que aglutine a su ignorant middle class y a los capitalistas, se inventan uno. Incluyo entre los capitalistas a los acaudalados invitados a babear (admirarse) escuchando a Elton John en el Castillo de Chapultepec a costa del erario, para sentirse que les brillan las pompis como si estuvieran en el funeral de Lady Di en Westminster Abbey, cuando cantó el bodrio de “A Candle in the Wind”. En un magnífico documental sobre Tadeus Kantor en el Canal 22, dice este gran director de teatro que “frente a la estulticia humana, contra el deseo de poder militar y estratégico hay que usar todo el sarcasmo, la ironía, parodiar todo acontecimiento, para después llorar”. No hay de otra. A modest proposal* (pour le nouveaux riche). No puedo dejar de proponer una idea brillante: transmitir por el Canal de las Estrellas el acontecimiento desde el Castillo de Chapultepec para el pueblo (especialmente para los niños a los que se les va a ayudar), en pantalla gigante en el Zócalo, con tomas del lujoso salón y sus invitados, el vintage year del champagne que se servirá, el menú del chef, los lugares asignados con una tarjeta con el nombre y la posición en la lista de millonarios de la revista Forbes o sea, quién se sienta junto a quién para convencer a quién. También mostrar el repertorio musical que tocará Elton, con inserciones de entrevistas al chef y a los modistas que vestirán a las agraciadas damas
que asistirán para esta “gran cruzada para los niños”. *
De Jonathan Swift (1667-1745), autor y satirista, famoso
por Los viajes de Gulliver (1726) y Una modesta propuesta. Esta propuesta, donde sugiere que los irlandeses pobres se coman a sus propios hijos, por el bien del país, es una de sus más drásticas piezas. Dedicó mucho de su literatura a la lucha de Irlanda contra la hegemonía inglesa.
3 / octubre / 2001
Millonario apanicado en una junta corporativa el 11 de septiembre Dibujo de Juan José Gurrola, 2001 © Archivo Gurrola.
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DespuŽ s de los aires de Himalaya y de Rulfo Coatlicue © Foto: Rury Fishelt
Personalmente, la sabiduría indígena, su concepción del mundo, la trayectoria elipsoidal de la mentalidad del mundo maya, la duplicidad universal de Coatlicue, sus ritos, las revelaciones que se encuentran en, ¿qué más?, su distanciamiento del mundo material y de la voracidad consumista que contrasta con la devoción a las flores, al agua, a los animales, la fuí entendiendo poco a poco, a través de los años. Al mismo tiempo fuí entendiendo la ignorancia, la incultura, la ceguera de la civilización occidental (mi mujer dice que la cultura nuestra es accidental), para percibir a hombres y mujeres que tienen una manera distinta de ver la vida. Más aún, yo no la veo distinta sino superior. La cadena genética desde los grandes astrónomos y arquitectos de la antigüedad mesoamericana es una prueba contundente del alto nivel de comportamiento de una sociedad humana, plena, respetuosa y creativa que tan bien entendieron fray Bernardino de Sahagún, Miguel León Portilla, Fernando Benítez y demás que, afortunadamente, se filtra hasta nuestros días con el descubrimiento de Toniná (gracias a mi compadre Juan Yadeum, antropólogo genio), o la cinta de Juan Carlos Rulfo, Del olvido al no me acuerdo, que me llenó de paz y gozo interior al reconocer a nuestros indios, más alto que cualquier republicano cara de chivo como Diego Fernández de Ceballos y demás legisladores con la cola amarrada al berrinche del poder, que aceptaron la vana y pretenciosa ley indígena. Parecida en muchos a la actitud de los frailes franciscanos en los Coloquios México 1524, escenificación que hice en Acapulco (gracias a Miguel Alemán, lo que sea de cada quién) en el Teatro Nezahualcóyotl, basado en el manuscrito original de los diálogos, donde los frailes, mandados por el rey Felipe II, discuten frente a frente con jerarcas religiosos de México sobre el “verdadero Dios”. Como ahora con Bush y Laden Hay que cuidarse ahora de los nuevos conquistadores ladinos en el gobierno, unos salidos del oscurantismo cristiano y otros de la lucha por ser el vendedor del mes en Coca Cola, haciendo “Acuerdos políticos” para que no sea el pan el único responsable de la crisis. El pri por lo menos era demagógico, el presente documento foxista es vacuo, incierto, indebido, apanicado, el political club de Toby, recién bañado en pureza política, ciego ante la realidad. Para aglutinar (comprometer) a los partidos para cualquier acción de “matanga dijo la changa” que decida Estados Unidos… Ni mencionar a la población indígena. Craso error. Empecé a escribir pensando en la aberrante acción de China sobre el Tíbet, parecida a la que se ejecuta en Afgan-y ahí-stán, a la cual se le
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pueden añadir las acciones de “matanga dijo la changa” de los gringos sobre Chile, Sudán, los búfalos, los indos pieles rojas, los afroamericanos, Vietnam, y la tira en la frontera para que se mueran los mexicas en el desierto, etc. Recuerdo que a las 9:30 de la mañana estaba yo sentado en un equipal frente a la embajada de los Estados Unidos decidiendo qué palo de golf usar para atinarle a la oficina del embajador para que supiera que estaba en desacuerdo por el asesinato de civiles (colateral damages) en el ataque para sacar a Noriega, que podía poner en vergüenza a la cia. Como fui el primero, los intelectuales, costureras de la falda de Octavio Paz, ni chistaron. Igual hoy. La cia, el fbi, avergonzados porque jamás detectaron el double-trouble World Trade Center chingadazo, empujan al pensamiento de cowboy Bush a decir las mamadas de las que los analistas se avergüenzan para no quedar como pendejos. John Schlesinger Jr. lo dijo en el canal 22 muy claramente. Corea es defendible, Vietnam, no. Y menos Afganistán. A Schlesinger lo conocí en Puerto Rico (1964) junto con William Styron, Norman Podhoretz, Elizabeth Hardwick, y nada menos que Richard Goodwin, que escribía los discursos de Kennedy, Lillian Hellman (que vivió la cacería de brujas del macartismo) y otros intelectuales latinoamericanos. But the act is que gran parte de la población del planeta no tiene manera de entender a las personas que no van con lo que se supone es la superación personal a través de los medios de consumo y la considera inferior. Los gringos, al oír a nuestro presidente tratando de hablar inglés (desde su natal Guanajuato) ya lo tienen catalogado like good imageuseful ally. They don’t give a damn about the mexicans. Castañeda should take interest in confinding with the president about the awful image that our dear president of the Mexican United States gives every time he opens his mouth with that every lame, inferiority complex carefully frased English. Get to work Castañeda. Mientras pior hable el presidente te buscarán a ti para vender el país y agarrar el lingote que te espera. Escribo en inglés para que cnn no se equivoque sobre lo que digo. O corrígeme Georgie boy. ¿Por qué no sugieres que la cena millonaria con Elton John sea en los jardines del Convento de Churubusco con un tour por el Museo de las Intervenciones a la hora del café? Pa’ que vean la verdadera historia de México. O mira, Jorgito, te propongo que cheques en cada hotel donde se hospede nuestro presidente en su viaje si no hay cámaras y micrófonos en su habitación. ¿Quieres que te cuente, moreno, mi vida en Washington en el Intrigue Hotel? Ten cuidado, los tienen
como borreguitos. ¡Ay, con tal de internacionalizarnos! Porque mira, la movida es ésta. La onu ya decidió que los grupos terroristas en el territorio mexicano no son “terroristas”. Ya salió el peine. Lo cual indica que el meteoro gobiernista concubino de EU va a aceptar meter todo tipo de secret intelligence en México para sorprender, encarcelar, matar a los indígenas revoltosos que se levantaron en armas por hambre y no compran el último diseño de pañales muy Palacio. Regidos por la ignorancia vamos pa’lante, Georgie boy. Por el Tíbet En el Tíbet independiente la existencia giraba alrededor de una sola pasión: el desarrollo espiritual. A pesar de ser una cultura relativamente elemental en términos de su desarrollo material, sus habitantes vivían una vida feliz, decente y satisfecha. Enemiga de la mentalidad del sobreconsumo, su ética budista proponía la preservación de las riquezas de la tierra para la sustentación de generaciones venideras de seres vivos. En 1949 la República Popular China invadió ilegalmente al Tíbet a través de la fuerza represora del “ejército de liberación de clasíca tibetana” dentro de su modelo comunista. A partir de entonces la historia del Tíbet ha sido escrita con lágrimas y sangre. La tortura es una práctica común en el Tíbet. Como regla, el interrogatorio de prisioneros políticos es siempre acompañado por ésta. Los métodos de tortura incluyen los toques eléctricos con bastones para ganado, las golpizas con tubos de metal o cachas de rifles, golpes con maderos repletos de clavos, quemas con palas al rojo vivo, el vertimiento de agua hirviente sobre las cabezas de los prisioneros, la suspensión de cabeza amarrando al prisionero de los pulgares, el encadenamiento, pateo, liberación de perros entrenados para matar sobre los prisioneros, periodos prolongados de exposición a temperaturas extremas, privación del sueño, alimento y agua, largos periodos de confinamiento solitario, violaciones sexuales, amenazas de ejecución sumaria, etcétera. La meta primaria de la tortura es la de romper el espíritu del prisionero, el deshumanizarlo para que éste pierda la totalidad de su autoestima, neutralizando así su intención de llevar a cabo actividades políticas futuras. ¿Cómo la ves Georgie boy? Latest news cnn: The US says it may attack other countries.
10 / octubre / 2001
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Excepcional —pera de Nino Rota Lo maravilloso de la mœ sica es que se puede tocar el cielo a travŽ s de una tripa de gato. Robert Musil A José Antonio Alcaraz
Composición de Juan José Gurrola, 2001 © Archivo Gurrola.
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El fino oído de José Antonio y la estética musical de Nino Rota hubieran pasado una noche de ópera de cámara en el puro jolgorio. Si le añadimos el sarcasmo de José Antonio y la astucia del compositor italiano en La noche de un neurasténico la fórmula se transforma en delirio. Estoy hablando del próximo estreno de esta obra en el teatro Julio Castillo como parte de las celebraciones de la ex Unidad Artística y Cultural del Bosque, ahora Unidad Cultural del Bosque, bajo el rubro de Arte 01. Terrazas, teatros al aire libre, cafeterías y librerías. Celebraciones que han hecho que quien camine por la Unidad del Bosque y sus teatros (todos renovados), atraviese una atmósfera de creatividad festiva muy agradable. De pronto te tropiezas con Ximena Cuevas, con Artemio, con Juan Trigos, director de la Orquesta de Cámara del inba (quien por cierto dirigirá la ópera de Nino Rota y la de Francis Poulenc que acompaña el programa), bailarines, actores, hasta con Nacho Toscano o Quique Strauss, que se reúnen en la cafetería para cambiar impresiones o iniciar proyectos. ¿Quién no ha salido de ver La Strada con el tema de Nino Rota en el corazón, o con el goteo musical de La Dolce Vita, y la furia acelerada de pasajes de Ocho y medio? Casi no se pueden separar cuando recuerda uno al genio de Fellini. Y es que la música de Rota es prolíficamente saludable para el alma. La incertidumbre que en cierta manera marca el panorama musical del siglo xx, o más bien el tormento que los compositores sufrieron para encontrar la dirección de su expresión personal, en Nino Rota está ausente. Le vale. Se escurre a través de su capacidad para el artificio de gran manufactura: su talento para combinar, pidiendo prestado formas al jazz (Gershwin) y alterando el éx-
tasis oriental del vals, de tal manera que nos envuelve la originalidad de su música. Parece que no tuvo una actitud servil ni hostil hacia la música de vanguardia, dodecafónica o minimalista, por decir algo. Más bien pienso que fue un compositor de “mente abierta”, no es que haya sido “indiferente” a las corrientes de su época. Nos hace revivir la gran “escuela instrumental europea”, desde las serenatas vienesas hasta la música francesa del siglo xx. Pienso que el resultado, digamos, histórico y exitoso de su música, radica en su muy particular lenguaje, que se pega a la piel de quien escucha. Como que se queda balanceándose en la memoria. Por lo menos en mi memoria, después de los ensayos, se repite constantemente. Podría decirse que lo mismo pasa con música de segunda o popular. Pero dado el refinamiento y sus técnicas de composición, logra, por un lado, comunicarse en una gran escala, y por el otro, sin esperarlo, capturar al oyente, contaminándolo con su estilo de tal manera que no puede soslayarse su muy personal manera de ensamblar y reorganizar otras cartas musicales. Fue concebida en 1959, pero pasaron 15 años (1974) para terminarla. El libreto, original de Riccardo Baccheli, crea una situación cómica basada es una premisa innovadora y bizarra que se va revelando poco a poco mientras avanza: un personaje con un temperamento muy alterado, para asegurarse de dormir bien, hundido en la tranquilidad de la noche, alquila los dos cuartos contiguos al suyo en un hotel de buena categoría. Una commedia all’italiana absolutamente. El astuto manager del hotel, dada la cantidad de personas que asiste a una feria en la ciudad, se las agencia, con la complicidad de
las recamareras y los botones, para introducir secretamente a un comendador en una da las habitaciones y a una pareja de enamorados en la otra, ganándose así un dinero extra. Dejo ahí la trampa para que los asistentes se deleiten con las peripecias que contiene esta muy disfrutable ópera. La voz humana, espléndida obra de Francis Poulenc, que dirigirá en escena Benjamín Cann, acompañará a la de Nino Rota en el programa. La soprano que encarna el personaje de Ella (la que lleva a cabo su conversación de adiós con su amante por teléfono) es Olivia Gorra. Tanto en esta ópera de cámara como en La noche de un neurasténico, la escenografía y la iluminación están a cargo de Alejando Luna y el vestuario de Tolita y María Figueroa. La coreografía la realizó la inimitable Lydia Romero. El papel del neurasténico lo hará Armando Mora, veracruzano, con maestría en la Julliard de Nueva York. Su experiencia incluye trabajar en compañías de la Ópera Real de Dinamarca, en la Ciudad del Cabo, de Bonn, de Stuttgart, entre otras. Lo acompañan Martín Luna, Antonio Duque, Mario Hoyos, Claudia Montiel, Hernán del Riego, Margarita Botello, Celia Gómez Bernal y Juan Pablo Sandoval. Todo este plan, la selección de cantantes y demás creativos han sido urdidos por el nuevo director Ópera de Bellas Artes, Raúl Falcó.
17 / octubre / 2001
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Despertar de primavera de Frank Wedekind, dirigida por Juan José Gurrola en el estreno del teatro de la Facultad de Arquitectura UNAM, 1958. © Archivo Gurrola.
Disyuntiva en los 450 a– os de la UNAM Estoy suficientemente detr‡ s de escena como para saber la verdad de la vida pol’tica. Me considero un verdadero infiel sobre ese asunto, y jam‡ s me convertir‡ n. David Copperfield, Charles Dickens
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La Ciudad Universitaria lucía recién inaugurada en 1954 cuando ingresé a la Escuela Nacional de Arquitectura. Olía a nueva y sus edificios, especialmente la biblioteca, daban fe del desarrollo científico y humanístico de nuestra máxima casa de estudios. Estaba tan despoblada que lo que es ahora el Circuito Interior lo convertimos en autódromo con las carcachas que algunos teníamos, hasta que sucedió un trágico accidente cuando un MG se estrelló contra una de las flechas montadas en bases de concreto y casi muere el chofer. Pero mi ingreso a la Prepa 1, tres años antes no fue tan agradable: casi muero aplastado frente al portón del edificio de San Ildefonso al abrirse las puertas a las 5 de la mañana, después de tres horas en que los aspirantes fuimos llegando. La constante ola de miles de jóvenes empujando hacia la puerta llegó a asfixiarme hasta el punto que, gracias al aire frió que salió del portón al abrirse, sentí alivio, aunque eso no impidió que fuera pisoteado por la turba de universitarios que en tropel buscaba llegar a obtener su boleta de ingreso. Si mi vida como estudiante en Arquitectura fue venturosa gracias a los compañeros (ahí nos conocimos Sergio Aragonés, Mauricio Herrera, Héctor Ortega y los esplendidos maestros como Agustín Hernández, Rivadeneira, y tantos más, debo confesar que mis años en la Prepa 1 marcaron mi futuro por la temeraria vida que se desarrollaba en la maraña de calles y antros de esa parte del Centro Histórico, el cual recorrí horas enteras antes de regresar a mi casa en la Early Narvarte. La otra noche, en una reunión con mis vecinos revivimos junto con Jaime Erasto Cortés, hijo del excepcional grabador y escritor Eras-
to Cortés Juárez y académico de la Facultad de Filosofía y Letras, las aventuras de esa época extraordinaria en la que Pérez Prado y el mambo corría por la sangre de todos. La vida en la Prepa era jolgoriosa, empezando con los volados por los gaznates antes de entrar a Matemáticas, la escapada a los billares de Dolores o al cine Río a ver La Torre de Nésle (francesas encueradas) o a la cantina El Nivel entre clase y clase. Recordamos el changarro enfrente de la Prepa: El Pánuco, donde aparte de comernos unas deliciosas tortas, escuchábamos a Doris Day cantar “A guy is a guy” o “Dance, ballerina, dance” por algún cantante que no recuerdo. Eso era en la mañana, porque en la tarde, después de las clases de Lógica y Etimología (las cuales recuerdo dentro de una espesa bruma) llegaba el Personaje, el agitador de multitudes, el fósil más viejo de la prepa, el inolvidable Palillo (nada que ver con el cómico) que nos llevaba al Tivoli gratis y a otros lugares en los que yo no podía cerrar los ojos del asombro. Como en el cabaret Mar y Cel, a media cuadra de El Blanquita, donde llegábamos, preparatorianos desaforados, calientes, más bien ingenuos, a ver las pantorrillas suculentas de las cabareteras. Varias veces, por el escándalo que hacíamos (una vez se desató una guerra de hielazos contra sifonasos entre las ficheras y la juventud imberbe), nos metían a una “julia”, como jeep, pero nos dejaban ir. Después, a deambular por las calles rodando las zonas rojas de “el 2 de abril” y El Órgano con cierta precaución. Fui invitado, dentro del marco de los 450 Años de La Real Universidad de México, a charlar sobre la Universidad Desbordada de los cincuenta o algo así, por Carlos Narro, pero por razones de
salud no pude asistir. Se la debo. Los recuerdos y las anécdotas son infinitos y mi devoción por el cabaret como lugar celestial todavía no ha sido destituida completamente de mi vida. Esa etapa dejó su marca. Es más, en esos recorridos por el centro pasaba tiempo frente al aparador de la tienda de materiales para arte y arquitectura Calpini. Mi fascinación por las reglas de cálculo, las escuadras y el papel; esa atracción por la búsqueda de la perfección me inclinó a decidir estudiar arquitectura. Desde esa mañana en la calle de San Ildefonso hasta el día de hoy he sido universitario, ya sea trabajando en el Teatro del Caballito, en la Casa del Lago, en el Centro Cultural Universitario y también en Difusión Cultural, como asesor técnico. Inclusive en el Teatro Carlos Lazo, donde en 1958 escenifiqué Despertar de primavera, de Frank Wedekind. Próximamente iniciaré, como académico de la facultad, un curso de arquitectura teatral. Siento que se cierra un círculo y mi agradecimiento a esta gran institución que ha forjado tantos hombres y ha conservado su alto nivel como conciencia lúcida del acontecer mexicano que es infinito. Sobre todo en esta época en que cruzan direccionales políticas y sociales sin rumbo fijo. ¿Qué hacer? ¿Cuál es el camino? ¿Cuáles son las prioridades y cómo encontrar resolverlas? Tenemos que volver la cara hacia el núcleo de investigadores y pensadores de nuestra universidad, para encontrar los criterios, la conciencia crítica y científica, y la estrategia que disipe un poco la niebla en la que se encuentra el mundo entero; que pueda ponerle un alto a la vacuidad de la relación gobierno-medios que se comunican con signos cruzados en Estados Unidos, en Europa, en Asia y en nuestro país. Cómo hacer
entender que la falta de educación humanística, como de cowboy, nos lleva a las fronteras de cataclismos que valdría mejor no mencionar. En estas mismas páginas de Mileno destacan las opiniones de Pablo González Casanova, de Luis Villoro y demás destacados pensadores a las que debemos poner mucha atención. La unidad universitaria debe ser planteada para que el país tenga un espacio de reflexión legitimado por las instituciones. La avanzada sobre Afganistán parece una bola de los antiguos traga-dieces, que rebota en todas direcciones sin el menor muro de contención con efectos colaterales que ni nos imaginamos. Por ejemplo: el cierre de las fronteras hace que la droga se quede en México, lo cual hará que se destape el precio de compra en Estados Unidos para beneficio de los distribuidores mexicanos que sólo ganaban el 15 por ciento de cada gramo vendido en el norte, pero la mafia gringa se volverá desesperada. La línea divisoria entre terroristas y narcos se está borrando; o entre guerrilleros; o entre neo-nazis. Todo es como un ajedrez con cuatro jugadores de cada lado. Y México nomás metido en ese juego para sentir que está jugando en las ligas mayores. ¿Pensará Porfirio Muñóz Ledo que sea acertado ser parte del Consejo de Seguridad de la onu? Se necesitará mucho colmillo en relaciones internacionales y sus reglas para hacer un papel decoroso. Y sobre todo avisarle a nuestro presidente que cada vez que su comitiva entra en algún hotel en Washington o New York sus cuartos están wire tapped (espiados) por la cia to spill the beans, as they say. Luego los indocumentados se regresan, el Plan Puebla-Panamá está cojo, a los industriales “la casa de la caridad” (caridad=tortura psicológica
para los pobres) les baja el dinero, el proyecto de desarrollo no se desenrolla, la calidad del Festival Cervantino es para llorar, no entendemos la globalización. Los males se acumulan. Ojalá el faro de la Universidad Nacional Autónoma de México, fortalecida e invulnerable, nos alumbre. More Virilio: “La mera palabra globalización es ficticia. No existe tal cosa como la globalización, sólo existe la virtualización. Lo que efectivamente se globaliza por su instantaneidad es el tiempo. Todo pasa ahora dentro de la perspectiva del tiempo real: por lo tanto, estamos destinados a vivir en one-time-system (un sistema unitemporal)”, escribe Paul Virilio. Luther Blissett en una entrevista apunta: Virilio cifra un punto crucial de la aceleración moderna del tiempo en la irrupción decimonónica del ferrocarril. La velocidad fue concebida entonces como una instancia redentora que permitía amar y estrechar lo que está lejos. Cada progreso en la velocidad implicaría un paso a favor de la democracia. El siglo xx sufrió los estragos del progreso en las catástrofes paradigmáticas de Auschwits e Hiroshima y a través de la cibernética produjo una segunda revolución cuyos peligros políticos, culturales y éticos apenas alcanzamos a vislumbrar. La progresiva aceleración del mundo confirma lisa y llanamente para Virilio la disolución de la política. Quizá ya está pasando en las altas esferas de la política mexicana. Los políticos pasaron a ser obsoletos. Quizá por eso se cuelgan del micrófono con tanto afán.
24 / octubre / 2001
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El espacio del teatro I
Es indudable que los teatristas ingleses del periodo barroco ensalzaban en su escenarios la inmortalidad del rey, por el hecho de estar convencidos del divino derecho de su soberanía en el siglo xvii (así como los teatros del imss fueron construidos para caravanear a Benito Coquet y darle chamba a Julio Prieto y al lambiscón de José Solé), en nuestros días se ensalza y se respeta la imaginación y libertad creativa de los nuevos directores de teatro, quienes desde hace aproximadamente cuatro décadas han sido el centro de atención por la forma estimulante y retadora en que realizan sus puestas en escena. Este es el caso de Richard Schechner y los de su generación. En el espectáculo al que ha denominado, “ambientalista”, me aventuro, por una parte, en los orígenes y vicisitudes de este fenómeno; por otra, en que este concepto incursiona en la aspiración por recuperar el espíritu, el principio vital de las ceremonias rituales en las comunidades primitivas, chamánicas, o pseudo-religiosas, con el deseo de hallar paralelismos sintomáticos y puntos de contacto con la interpretación dramática de nuestros días. Ambas ideas, creo yo, contendrán puntos de interés para los teatristas en ciernes o estudiosos del arte teatral en nuestros países. Primero, la pista desde donde la literatura o composición dramática igual que Schechner los evita en este libro y más adelante preguntarnos acerca de la posibilidad de integrar esas afinidades estructurales si fueran formuladas en el contexto de nuestra sociedad actual. Entendemos que, refiriéndonos al espacio escénico, este espíritu transgresor que busca borrar la barrera invisible que se levanta entre los espectadores y el escenario —como plantea Schechner en el teatro ámbientalista— se fundamenta en no constreñir la acción dentro del marco del proscenio (pictórico), sino usar la multidimensionalidad del espacio de la sala (escultura). Esto también se denomina “continuidad de forma” o “polivalencia espacial”, (aunque Picasso lo logró en un solo plano). En fin, el caso es olvidarnos de la línea divisora entre espectador y actor (que suponíamos hasta entonces el constituyente del principio de la simulación) y sustituirla por un número “n” de puntos de fuga
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cuyo principio regidor serían los contenedores limítrofes del ámbito —“crear una puesta en escena es crear un ‘todo’”— y la dinámica de la acción, incluida la del público en sus “infinitas maneras de transformación y articulación [...] para revelar verdades existenciales más profundas”, nos indica Richard Schechner. Es lógico que la polémica surja en muchos aspectos “y hasta no ver no creer” podrían asentar sus detractores. El éxito de las puestas en escena de The Performance Group y otras de los años sesenta confirmarían sus puntos de vista. A su favor estaría indudablemente la interpersonal con los espectadores y desplazamiento de centros de atención, que alucinaron al público que llegaba a la Cartoucherie de Vincennes a presenciar la obra “1739”, dirigida por Arianne Muchkine. El concepto se amplia* si se incluyen las realizaciones de sus contemporáneos estadunidenses y europeos que menciona el propio Schechner en su libro y algunos desconocidos para el hemisferio norte. En cualquiera de estas variantes, con o sin proscenio, el común denominador, más bien el factor escalofriante porque a mí tan sólo pensar en la palabra teatro me pasma, es la presencia humana: “Uno, es ninguno, una charada —escribía Robert Musil en su obra de teatro Los exaltados— dos, una humanidad”. Rosseau también reparó, quizá con un dejo de incipit parodia, en que el teatro era la MALDAD, o que había claros indicios de maldad, en el hecho de ver y ser visto que se debería neutralizar esta relación; claro que Samuel Beckett llevó esto al extremo en su obra donde no pasa nada y no hay nada qué ver. Hasta aqui esta problemática relación públicoescenificación, ha sido la incertidumbre.
Todo lo que vemos es eco de lo que nos mira. Fantres (169 a. C.)
Teatro ambientalista de Richard Schechner, Edición Árbol, Colección Escenario, 1988.
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Proyecto “Teatro Unitario” de Félix Candela y Juan José Gurrola, 1961 © Archivo Gurrola.
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El espacio del teatro II …el deber del arquitecto de hoy, a mi parecer, es crear un instrumento flexible que pueda responder en términos de luz y espacio a cada una de las necesidades del director de escena: un instrumento de tal manera impersonal que nunca limite a éste a ofrecer su poder imaginativo hasta el máximo. Walter Gropius
Asistir al teatro ya es dramático en sí. ¿Por qué perdemos la noción del tiempo?: cientos de personas aceptando que les birlen la conciencia, los saquen de sus casillas, que les administren una sazonada sarta de mentiras. En el circo, el gancho es el peligro, ya sea que el domador resulte atacado por las fieras o, persignándonos y dando gracias a Dios que uno no es enano. En el teatro el no saber qué va a pasar ni cómo va a pasar, ni cuándo va a pasar es lo que crea esta tensión en la espera de los asistentes. La transmutación del tiempo es lo que da lugar a que aparezca el fantasma en el teatro (spectrum: simulacro, aparición). La pregunta de qué y el cuándo constituyen la dimensión de la incertidumbre temporal del espectador. Ambos aspectos centran la atención y predisponen la consciencia a que sea sorprendida por un acontecer inesperado. El qué nunca sucede, siempre está del lado de la consciencia; el cuándo y el cómo de lo que pasa en el escenario son esencialmente irrecuperables por la consciencia; percibidos, traducidos, perdidos. Sólo queda el qué, ya conocido y secuenciado, y lo que se ha perdido es el estado de la incertidumbre. La realidad vuelve a reconciliarse consigo misma en nosotros después de este acto de magia ¿o alquimia? Alquimia: el arte de la transformación; en el pasado: transformación espiritual y física, hoy: micro y macrocósmica. Ya no podemos ordenar la historia como Octavio Paz catalogaría su biblioteca (sus ideas y sus actos) para no sufrir de “filtraciones” o “fugas”. En la lente de la memoria, como en la teoría cuántica, ya sabemos que se reconcilian los opuestos, que los criptogramas varían a velocidades inconcebibles y que existe una arquitectura genética que deviene en el mismo ritual anatómico. Ritual podría parecer una palabra anacrónica al hablar de conceptos, pero es fácil ver cómo aparece por todos lados: el cambio de guardia, adornar el arbolito de navidad, cantar el himno en la Serie Mundial, el humo blanco en el Vaticano anunciando al nuevo Papa, el espejo en el techo: anatomías tan vivibles como las del cuerpo… y la arquitectura.
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En la arquitectura teatral, como la que proyecta iglesias o museos, la inspiración no tiene un plan definido, especificaciones como un hospital, digamos. Pero no hay que perder de vista que detrás de estos aspectos funcionaban dos factores relevantes que marcaron el nuevo teatro de este siglo, la democratización del organigrama de la actividad teatral que decidía que todos los elementos de la representación (texto, música, escenografía, luces, utilería, etc.) que antes se supeditaban a la obra o a los actores principales, tendrían la misma jerarquía; y en segundo lugar el establecimiento, casi como decreto, de que, de una vez por todas, el escenario era una “plataforma” donde la vida es animada sólo a través de su traducción en valores escénicos. Entre los primeros se puede mencionar como documento a Kaufman en Berlín, Mayerhold en Rusia, a Orson Welles en el Mercury Theater de Nueva York, Mordechai Gorelik, George Izenour, Frank Lloyd Wright y los más recientes Jacques Polieri y Paul Pörtner. Los nuevos teatros aparecieron en infinidad de países, desde el teatro Castro Álvarez en Salvador, Bahía; el teatro Vittorio Gassman en Roma, el de la Akademie der Künste en Berlín, los del Seguro Social, el Santa Catarina en México (arquitecto Alejandro Luna), la Casa de la Paz (por Manuel Larrosa), el nuevo Schauspielhaus en Dusseldorf, el Lincoln Center de Nueva York, entre muchos otros. Mi propósito al hacer esta somera enumeración es proporcionar al nuevo lector hispanoamericano un panorama, lo más sucinto posible, de cómo el espacio escénico tuvo múltiples transformaciones, siendo abatido, ampliado, encogido, y estructurado en este siglo. Y siento que desde esa época delirante que inundó Europa con nuevas expresiones artísticas como el neoexpresionismo, el dadá, los ballets rusos, Alfred Jarry, Isadora Duncan, Raymond Roussel, Ben Vautier, André Breton, Francis Picabia, Marcel Duchamp y que después impregnó la american scene, se podría trazar una continuidad de euforia liberadora en todas las artes. Pero por lo que se refiere al teatro, quizá fue Adolf Loos el que encendió la mecha para este resurgimiento tan creativo y efervescente, al
componentes debían complementarse entre sí hasta cristalizar en la estructura de la obra, en fin, que el escenario no era hasta ese entonces lo que debería de ser. Sin embargo, esta euforia despejó muchas posibilidades a grupos como el de Schechner y a otros espectáculos que se realizaron con más libertad en lugares tan disímbolos como un barco carguero en los canales del Sena (Théâtre La Peniche), en la estación de un tren en Inglaterra (The Liquid Theater), en el lobby de un teatro (The Living Theater), en el interior y exterior de un escaparate en una calle de Nancy, Francia (Squat Theater), en el atrio de una iglesia en Cuernavaca (Poesía en Voz Alta), en una mina a 200 metros bajo tierra en Guanajuato (director R. Ruelas), en un bello paraje rodeado de pájaros en la India (Peter Brook), en un balneario en
México (A. Jodorowsky), también en un frontón de la Ciudad Universitaria (escenógrafo Alejandro Luna, director Héctor Mendoza), en un sótano en Berlín (Fassbinder), en hospitales y cárceles en todo el país (brigadas de Conasupo, director Eraclio Zepeda) y tantos otros que sería interminable examinar sin olvidar a Grotowsky, Barba, Chaikin, el Bread n’Puppet de Peter Schumann, las extraordinarias puestas en escena de Joan Littlewood, el conceptualismo innovador de Robert Wilson y Robert Knowles y la larga lista de creadores de happenings y performance que consignan el auge de esta corriente, más bien, revolución teatral de este siglo. Continuará
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arremeter en su manifiesto, escrito en 1925 en L’Esprit Nouveau contra los artistas (ortodoxos, claro) de la Exposition des Arts Décoratifs, y contra el teatro tradicional, que decía: “El anhelo de hoy por un renacimiento en el teatro recae en una completa malinterpretación. Sería monstruoso escenificar Paracelsus de Browning. ¿Por qué?... porque sería espantoso invitar cientos de personas al mismo tiempo a disfrutar del mismo placer intelectual. ¡No tendrían vergüenza! Hay que entender que el teatro es una planchette donde están estirados al máximo los nervios como una seance espiritista. El auditorio es más importante que el escenario, siempre fue, siempre lo será... Entonces, ¿hemos de abandonar la impresión simultánea del gentío?... ¡Sí!... ¡y reemplazarlo por la impresión en el sistema nervioso del gentío! Un match de box, un salto mortal, un ruido, un balazo, estos son los detonadores de la sensación de los nervios... no importa si se lleva a cabo en un escenario, en un circo, en una arena; no importa mientras provea esa sucesión de impresiones nerviosas para preparar la tierra fértil para el crecimiento de las raíces de la mente creativa”. Antonin Artaud parece haberse contagiado, pues una intención similar subyace en su libro El teatro y su doble, donde puntualiza: “Nervios y corazón es lo que necesitamos más que nada en el teatro, el cual está en franco deterioro porque se identifica con su abyecto, sucio e infame proceso de representación”. Pero quien exporta a los Estados Unidos estas teorías nuevas sobre el espacio y el sentido del teatro es mi querido amigo, el arquitecto Friedrich Kiesler. Pero igual que sus predecesores impugnó en la entrada de la exposición: “¡el teatro está muerto!... ¡queremos darle un espléndido funeral!... admisión 75 centavos”. Kiesler también promulgaba la idea de que el teatro de ilusión e ilustración debía terminar, que el tiempo era perfecto para obras abiertas, que el distanciamiento especial debería ser traducido siempre en un efecto cúbico, que la energía de los
© Archivo Gurrola.
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El espacio del teatro III En Grecia la teatralidad o las primeras representaciones populares se llevaron a cabo en el redondel de una noria. Ese punto fue, tal vez, el lugar de reunión por el atractivo de su forma circular. Esta panadería (tahona o pristinium), donde un animal daba vueltas para moler el grano, fue el primer escaparate de la diosa Thalia o el primer giro lúcido de la bucólica mueca de Dionisio en aquellas tierras. Seguramente algún espontáneo, un histrión natural, animado por algún cosquilleo impúdico (o porque ya no soportaba una existencia lineal) decidió “echarse al ruedo”frente a sus asombrados camaradas y pintó su raya, en este caso segmento de círculo, entre la arena o redondel y sus expectantes amigos. Pero [es] hasta que decide violar la realidad empírica, poetizando alguna ocurrencia o hablando un discurso fuera del tiempo y fuera del lenguaje cotidiano, acto que indefectiblemente hace que el que habla sea otro, cuando se puede decir que estaba frente a un evento teatral. Además pienso que el todo del espacio no es un problema del arte teatral. Esto excluye el principio del rito: un acto en lugar cifrado con una entelequia y una cosmogonía propias. La iluminación la decide el gesto, no el espacio. Lo asombroso es lo inexplicable de su naturaleza, su relación con la voluntad, el instante y el olvido. Y digo olvido porque inclusive el espectador difícilmente recuerda una puesta en escena. Si acaso queda fijado en la mente algún pasaje de la representación, quizá por un segundo, el todo del tiempo le será revelado como una evidencia irreductible, donde todo tiene una armonía. Este estado muchas veces tiene que ver, más que con la representación, con un abismo que de pronto aparece por un súbito anonadamiento de la consciencia en el espectador, tanto en lo irrecuperable de sus sentidos como en la íntima persuasión de verse habitado por algo ajeno; como apuntó ya Jacques Derrida: “El teatro no es la representación de la vida, sino lo que la vida tiene de irrepresentable”. Pero que repare el joven director de teatro en la trampa que la misma naturaleza del teatro puede tenderle. La intención de hacer un teatro más joven, visceral, que envuelva, toque espacios o haga participar a los espectadores creando áreas de contacto, etcétera, tiene una transposición de significado (si quieren todo a reductio freudiano): no es que se quiera atraer al público, hacerlo participar, involucrarlo para una experiencia más vivencial, sino que el creador acusa los síntomas de ser víctima
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del atractivo de la escenificación, del “resplandor” de esa magia teatral indescifrable, como una aparición milagrosa, la que ha envuelto a él dentro de su cosmos y no lo deja salir. El espectáculo deslumbrante, el espejo de este mundo de apariencias, lo indescifrable de su respiración erótica y sustancia sensorial que hace explotar los sentidos (como una seductora mujer), además del sentido del poder, del tiempo y del espacio y hasta lo infamante de sus características de simulación y mentira, lo han llevado a la necesidad imperiosa de incluirse, de poner al máximo sus sentidos, de domar y sucumbir en ese ámbito imantado de promesas, romper el marco del proscenio que lo constriñe, rasgar las vestiduras del escenario, que no haya cortinas para extender las alas, romper el misterio de su fascinación, desenmascarar su bello rostro, poseer al fin el secreto de su maravillosa alcurnia. Cuando el director de teatro moderno decide situarse en el cruce de caminos de su teatro, su propio simulacro, sus ambiciones, acompañado con la experiencia múltiple que el trabajo colectivo le inflige, “con su niñez en la bolsa”, sin dejar de sentir sobre los hombros tanto la incomprensibilidad humana como el vértigo del deseo, buscando una solución o purga en la magia teatral, conteniendo y barajando todos los factores de una puesta en escena como un malabarista en peligro, es lógico que si adolece de una mística propia, un qué decir fundamental, equivocado o no, pero vehementemente anhelado y sufrido, en ese lugar privilegiado donde se puede hacer todo, se convierta en una “nada abundante de posibilidades” —como un sacerdote en su lugar, listo para oficiar pero sin una liturgia que estremezca a los asistentes—. Sufrirá como el aprendiz de brujo que no sabe las fórmulas del hechicero, y aunque las supiera, si no sabe usarlas, las escobas y las cubetas de agua se le multiplicarán y quedará inundado el laboratorio. Y a esto se le debe añadir indefectiblemente que la sociedad industrial ha cortado de cuajo la posibilidad del rito. Aplasta por sistema cualquier brote renovador o idealista, y es más bien por rencor, por sentirse excluido de la mística de este noble artificio, que pagan por ver; mas siempre con la consigna falaz, despreciativa y llena de escepticismo al estilo de Spinoza: Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere. Por eso qué bueno que se vuelva a prender el fuego enfrente del altar de Dionisio... “El hombre
desconoce su cuna y su tumba; una danza lo separa, tiempo, círculos y sueños brotan de ellas” (Fantres). Y la nueva conciencia teatral desea habitar esa “danza blanca” que se le revela a los místicos y a los poetas, encarnarla y materializarla en el teatro, misma sustancia metafísica por la que son poseídos el juglar, el intérprete, los possenreisen, el chamán, el saltimbanqui, el payaso y a últimas fechas posiblemente el director teatral, invocador, oficiante. Lo cual me refiere inmediatamente a la pregunta que se hace en la Quinta elegía de Rilke: “Pero dime, ¿quiénes son ellos, esos errantes saltimbanquis, un poco más fugaces que nosotros? ...a los que desde muy temprano retuerce como un trapo impresionante... para quién, por amor a quién... una voluntad nunca colmada?” Es quizá por esta pasión que la nueva conciencia teatral, la que ha empezado a descubrir tantos nuevos hallazgos científicos, como la antimateria, los hoyos negros, el adn, inclusive las nuevas corrientes semióticas en el campo del lenguaje, etcétera, y por otro lado las recolecciones antropológicas de ceremoniales primitivos, rituales sagrados, sociedades secretas gnósticas, brujería en Europa, prácticas chamánicas y hasta la literatura de Castaneda, indudablemente haya tenido un contundente impacto al reconocer este nuevo territorio del pensamiento y se quieran incorporar como en el caso de Richard Schechner, sus enseñanzas para encontrar “afinidades estructurales” con el espectáculo teatral de una sociedad como la nuestra. “El teatro eterno —escribe Kenneth McGowan—, nace a un lado de los altares”. El problema actual es que nuestros altares no aceptan veneración más allá de lo económico y rechazan cualquier práctica inclinada al misticismo o al chamanismo que se contrapone a la moral nihilista del progreso con un sentido histórico defraudado, que adolece de una fuerza plástica de un individuo, de un pueblo o de un espíritu que la impregne, incapacitado para descifrar su pasado y todo podía establecer una relación falaz, ambigua, oblicua con la vida psicosocial de la comunidad, “maniquea”, como apunta Schechner.
El escenario no es el lugar para una resuelta y consistente inteligencia. El escenario es m‡ s bien el lugar para un h‡ bil, sagaz y fraudulento simulacro de inteligencia Testamento de un cr’t ico de teatro, 1931, George Jean Nathan.
Katia Riado en xxx de Henri de Motherlant, dirigida por Juan José Gurrola en 200 © Archivo Gurrola.
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Los pintores sensualotes I
La tenista, 1996 © José García Ocejo..
Todos sus laberintos tienen una sola meta: conducir hacia el placer, para compartirlo, prodigarlo y convocarlo. Hugo Argüelles
José García Ocejo En las casas de la antigua Babilonia (y la mía) arriba de la puerta, confirmando que se cogía en la plana natura humedecida de las noches (en donde las posturas y la imaginación marrana no tienen fin), aparecía escrito: hic habitat felicitas, o aquí habita la felicidad, la imaginación desbordada, la lujuria, la persona contra persona, la lascivia y ese vacío triunfante de ser usado (y usar) sin esperar una inmediata gratificación. Todo se quedó guardado en vasijas de amor y tango romano. Pero seguimos salivando, amando, en el descuido de las normas y las ciudades que aparentan leyes. Pero la ley del Arte es como una prostituta en la esquina, ¡lista! Está hoy de atrás para adelante: sin justificación se asombra a sí misma. ¡Oh!, qué delirio. Qué ganas de escribir algo sustancioso sobre ese impulso supranormal de erotismo que invade a Bataille en el Abad C (cuando Eponine le enseña los calzones al cura oficiante o le deja señales de caca que lo lleven a la carnicería), o recordar a Góngora o a Gironella y a Cuevas, Soriano, Zanabria, García Ocejo, Guy Roussille y el joven Parodi. O el Rivera de Chapingo y el jabalí persiguiendo a la chacha de medias de Montenegro. Y quedándome callado ante el inmenso Covarrubias. Y Zárraga y sus mujeres llenas, futboleras o los contornos de la elegancia Xochimilca. O la mirada más eterna que ninguna de Antonio Ruiz El Corsito o Roberto Rébora. Y luego, la razón y la ética de Fermín Revueltas definiendo la autenticidad de la vida mexicana aunque fuera desde la estación de ferrocarriles. Toreros del arte, sin las mamadas conceptuosas de Paz y correligionarios, ahora en Letras Libres.
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La salvaci—n del arte est‡ en ese acto con el que el espíritu se arroja fuera de él. Su fidelidad al estremecimiento no consiste en la reversi—n; el arte es la herencia del estremecimiento. Es producido por el espíritu de las obras. As’ participa el arte en ese car‡c ter realmente hist—rico que de acuerdo con la ley del esclarecimiento, hace que lo que alguna vez pareci—realidad, emigre a la imaginaci—n gracias a la fuerza interior del genio y perviva en ella, consciente sin embargo de su propia falta de realidad. Theodor W. Adorno Como María Izquierdo, tienen el boleto a la eternidad, como Emil Nolde y Picabia, donde la pintura es confirmación de vida, vidas, tiempo, mirada, buen gusto, paciencia y alma. La mirada que retiene una y otra época del arte, de ausencias, de distancias como las de Tamayo; y aquí es donde cambio a las laderas pasadas para acercarme a la exaltación esplendorosa de García Ocejo por haber existido, por haber cogido, por haber provocado y viceversa, por tocar el techo del deseo, por:
1 Sentirlo 2 Entenderlo 3 Transformarlo 4 Disfrutarlo 5 Enseñarlo Es la alquimia de los que se sienten rebasados por el amor, la seducción. La larga esperanza de que el amor se aparezca por sí mismo. La totalidad del gozo. Estar frente al espejo del máximo placer y reconocerlo. Haber vivido. O sea, que cualquier sensual pensamiento encuentra su camino por la memoria de aquel momento, infame, eterno, en que fuimos dioses. El recuerdo. O como dice Clara Meierovich en un libro de poemas: “Sólo puedo decir De cuánto amor Me vacié”. Bueno, ésa es una cosa, pero pintarlo es otra. Y es ahí donde está la cabrona precisión, el giro del nuevo expresionismo, el relato del exceso, las rupias del oriente, la necesidad de las japonesas, el disturbio del oro, el Jugenstill, la soberbia y el amor por pintar, lo conocido montando la lasciva, descuidando el alma para salir, como torero, de la faena. La faena pictórica de García Ocejo tendrá que verse en el futuro; está saturado el ambiente; los impulsos inmediatos del poder y la soberbia de la identidad estarán chismeando. He’s too much. Son dos o tres los pintores que han llegado al límite de la promiscuidad y regresado para
contarlo. Y Ocejo nos lo cuenta, desde los tenis azules de la tenista o desde un short-stop en problemas, o la alegoría fastuosa del Palacio de Bellas Artes que lo hace vivir de nuevo. Es un gran arte copeteado. (García Ocejo y Sergio Pruneda, arquitectos, diseñaron la casa donde yo viví en Early Narvarte (1952); de allí salí a ser arquitecto. García Ocejo pintó un mural en la cochera, llena de tambores y negros). Mi mirada objetiva anda perdida. Pero Guillermo Tovar y de Teresa la recobra, según una exposición sorprendente y atlética llamada “Olimpio-Olimpia”: ...en vez de apropiarse de los dramas de la existencia (para construir con ellos motivos equívocos de un sentimentalismo acusador o de un falso ideal de abnegación altruista), se redime a sí mismo del dolor —y a los que disfrutamos de su obra— con felicidad, humor y fuerza renovadora. García Ocejo no es moralista, es ético; porque si algo es ético es referirse a ser fuertes, felices y activos, de acuerdo con la idea de Spinoza que identifica la virtud con la felicidad y no con las supersticiones. De manera que no por ser virtuosos vamos a ser felices, sino al contrario, seremos virtuosos porque somos felices.
21 / noviembre / 2001
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Los pintores sensualotes II
Islas volcanes y desnudos, 1984 de Guy Roussille © Guy Rousille
Guy Roussille Si caminando por las calles de París, en la 14 de Montparnasse, entran a la brasserie La Coupole, bastión de los artistas de la época llamada années folles, aparte de gozar pinturas originales de Fernand Léger, si se sientan en la barra verán una foto de Guy Roussille en Tepoztlán que guardan con cariño los barmen del lugar, a quienes se los regaló cuando regresó de México. Los mismos que al darle una segunda despedida en vez de poner agua en la jarrita de su pastis (como el Pernod), la llenaron de ginebra. Paulatinamente, como no se dio cuenta, se sostenía temerario ante la súbita beodez que iba adquiriendo con cada nuevo trago de ese amarillento (y delicioso) licor que se rebaja con agua. Salió vertical, según me contó, pero a media cuadra sucumbió sin saber, hasta años después, qué le había pasado. Lo relato no tanto por prevenir al lector cuando vaya a París, sino para subrayar el espíritu intrépido y aguerrido con el que Guy Roussille viaja de Valle de Bravo (donde tiene su estudio diseñado con amor por la arquitecta Mercedes Domínguez) a París a cabulearse a los y las galeristas. Bueno, a vender, pues. Nous sommes le cadets de la Gascogne!, solíamos gritarle al Tepozteco. Pero no era pastis lo que bebíamos, sino un aguardiente que le traían de no sé dónde. Lo que sí es seguro es que entre Tepoztlán, Valle de Bravo y un par de clubes Med donde nos invitaron como pintores bufones para divertir a turistas pintando y haciendo esculturas, yo escribí una de las primeras presentaciones para una exposición que hizo en México, por ahí de los ochenta,para la galería Sloane-Racotta, y la verdad me costó trabajo llevar a buen término mi apreciación de su súbita, elocuente y exuberante pintura. Casi psicodélica y desordenada, pero con humor que
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hasta después de muchos años pude apreciar. Mitad vallecano, mitad parisino, con un envidiable espíritu lúdico, Guy rescata ese viejo humor francés. Pero la verdad es que revienta una sensualidad orgásmica, un desbordamiento de los sentidos voluptuosos. Bataille y la transgresión sensual, ni más ni menos. O mejor dicho, el sarcasmo de Bataille: “Se trata de establecer lo que afirma la vida y de ‘jugarse’ la vida en todo lo que la desborda, en esa afirmación que lleva cada parte a sus límites para que estalle y encuentre lo ‘otro’, otro fragmento que es también fragmento de otro fragmento que no implica ningún universo que lo recoja para adjudicarle un sentido trascendente”. Pero lo que quiero enfatizar en esta serie de miradas a los pintores sensualotes es la convicción de que el surgimiento del arte tiene una reflexión profunda en que la sexualidad humana está limitada por prohibiciones y el terreno de lo sensual es la transgresión a esas prohibiciones. Y en el acto de pintar el artista se funde en el torrente secreto, y por otro lado obvio, de la fuerza animal que nos trajo al mundo in the first place. No es Desayuno en la hierba de Manet, ni las caricaturas eróticas de Picasso (el muy astado), es el reventón de no poder más frente al tobogán de lascivia que corre por las venas: sangre. Pinturas que no termina uno de mirar y a las que hay que hincarse [como] ante una religión insana, diabólica y provocadora. Pero Guy Roussille advierte el interior de las vaginas y la brutalidad sanguínea que incrementa el poder encarnar a un Heliogábalo en sus mejores momentos. Sus cuadros explotan como fuegos artificiales de placer, por un
lado y, por el otro, la bendición a las formas de la fruta, de los árboles, de todo crecimiento vegetal con el sexual. Los cuadros parecerían una copia de las extravagancias del emperador Heliogábalo: baños sulfurosos llenos de mujeres, perfumes, actos circenses, bóvedas de ivory, pisos de malaquita y mesas llenas de manjares sin fin. Pero también la fauna y flora de México, la que envolvió a Guy Roussille al venir a este país. Nació en 1944 en Castelculier, Lot-etGaronne, en la Gascoña francesa. De niño, me contaba, no jugaba a las canicas sino todos querían ser fregones con la espada o el florín, como los mosqueteros. Guy es un mosquetero del arte, de los que todavía afortunadamente existen y a los que les rindo homenaje por salvar ese expresionismo desbordado que no vio las corrientes neoyorquinas, atiborradas de “Nuevas corrientes alternativas”. Veremos sus cuadros con la reverencia de la mirada de Antonio Souza. Y como él, hasta los lameríamos. Este tipo de arte me parece especialmente luminoso en una época en la que nos quebramos la cabeza acerca de la condición humana. Nos reconcilia con la idea de que todo aquello que se hace con pasión y entrega puede brindarnos un guiño del Paraíso.
28 / noviembre / 2001
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Los pintores sensualotes III
El santo, monotipo, 1993. © Roberto Rébora
Roberto Rébora La niña: En fin, ¿no vas a detenerte un momento? El círculo: Danzo alrededor de tu cabeza. La niña: Me hace mal. El círculo: Yo no siento nada. La niña: Baja y hablaremos. El círculo: Qué bonito culo tienes… La niña: ¡Cállate, no digas cochinadas! Mira nada más adónde has llegado. El círculo: He nombrado a la belleza. La niña: También dijiste otra palabra. El círculo: Dije que tienes un culo bonito. La niña: ¡Cállate! El círculo: La belleza no cambia para nada de opinión. La niña: ¿Cómo? El círculo: Un buen culo es un buen culo cada vez que lo dices. La niña: ¡Cállate! Los impulsos gestuales del pincel que viola la blancura del papel y el cuerpo de las niñas en los monotipos de Roberto Rébora también sacuden el pudor del observador con una inconmensurable sagacidad y penetrante sutileza. La serie “La niña precoz”* me regocija tanto en su belleza plástica, espontánea, como en el laberinto de obscenidades audaces y atrevidas que contienen las figuras que el fingimiento inteligente provoca en un simulacro elevado de la pasión erótica. Si el expresionismo delata la fuerza creativa del pintor, hay otros como Rébora, Grosz, Beckmann, Klossowski, Parodi, Cuevas, Zanabria, que al
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contacto del pincel y el derramamiento de tinta se inicia una faena entre el estremecimiento del pintor y la imagen que empieza a hablar por sí sola, que desea alcanzar su forma sublimada total, jamás vista: la obra de arte. Rébora pinta deambulando por el enigma que ve aparecer frente a sus ojos (en blanco) teniendo la obscenidad como cómplice. “El Mal… fiesta a la que me invito solo, donde rompo a más no poder el lazo que me liga a los demás”, como empieza Bataille su libro El pequeño: El círculo: Tú no aguantas la belleza. La niña: Lo que no aguanto son las malas palabras. El círculo: Entonces oyes las malas palabras y no miras lo que dicen. La niña: No entiendo… El círculo: … La niña: ¡Demente! ¿No ves que me haces perder el equilibrio? El círculo: Desde que vivía en las cuevas me salían con ese cuento. La niña: ¿Vivías en las cuevas? El círculo: Tú también. La niña: ¿Yo? El círculo: Todo. A diferencia de las niñas de Balthus, sobadas por la estrategia de sus posturas y clara disposición en la quesque ausencia del voyeur en las soleadas y solitarias habitaciones afrancesadas, las niñas precoces de Rébora (como en el cuadro El Santo que ilustra este escrito), estiran su adolescencia con la flexibilidad de la goma para ofrecerse a cualquier demanda o sometimiento al que las aprecie. Casi como si le escupieran en la cara al que las contempla en su escala de ninfa… su cabezota con cuerpito.
El círculo: Oh, jamás imagino lo que soy. La niña: Dices cosas tan chistosas que a veces pienso que ni siquiera recuerdas quién eres. El círculo: Estoy muy consciente de mí mismo desde los tiempos de aquel pastorcillo florentino. (ref. Al Giotto) La niña: ¿También jugabas con él? El círculo: Nunca he jugado con nadie, son los otros que vienen a buscarme. La niña: Sin embargo, te diviertes. El círculo: Me divierto al ver que los otros se divierten. La niña: Entonces nunca juegas a solas… El círculo:… La niña: ¡Quieto! De los no favorecidos por la crítica, o a quienes simplemente no les importa ser hype en la escena de la pintura mexicana me gusta platicar en este espacio; tanto pintores como teatreros o fotógrafos, según el mood y el azar de mis pasos por la vida. Habría muchos más pintores y dibujantes legítimos que mencionar. Recuerdo pasar por una exposición de pintores de la segunda mitad del siglo y era triste, para mi gusto, constatar que los cuadros (como pago en especie de sus impuestos a Hacienda) eran malísimos, excepto, claro, algunos que sí dieron un grado de excelencia indudable. Por eso dedico esta serie a artistas sensualotes que sudan legitimidad precisamente por la libertad del trazo, lo enigmático divergente de la racionalidad de mercado. La pureza de su espíritu y santa perversidad.
El círculo: cuando seas grande seré tus tetas. La niña: ¿Me lo prometes? El círculo: Como un equilibrista en el perfil del sueño. La niña: Hagamos de cuenta que estamos en un cuadro. El círculo: ¡Cuidado, el color mancha! La niña: No me digas que tampoco te gusta jugar al pintor y a la modelo. El círculo: No me gusta fingir. La niña: Es sólo un modo de decirlo. El círculo: Yo lo digo sin preocuparme de los modos. La niña: Lo mismo me pregunto yo. El círculo: Yo jamás me hago preguntas. La niña: ¡Uf, la traes conmigo! ** *
Exposición en el museo de la ciudad de Guadalajara, 1993.
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Fragmento de “La niña precoz y el círculo” poema de Marco Perilli, traducción de
Guillermo Fernández.
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La nueva musa: la billetiza Sirve en la cama, ¿pero en el arte?
Para que las conciencias de los plagiarios (como somos todos en mayor o menor medida) se tranquilicen, les mando mi regalo de navidad: una copia en blanco y negro de Julianne’s cottage (La cabaña de Julianne), de Thomas Kinkade, el pintor que gana más por hora en el mundo. Se lo dedico a los pintores y críticos para que vean por dónde va la onda (y a las dueñas de las galerías y directoras de museos). El autor del cuadro que ilustra esta nota vende copias de sus originales en setecientos dólares y los que tienen relieve para darle tercera dimensión y dar el look de óleo —técnica que creó y usó Cauduro hace años con tanto éxito que dejó apantallado al naco de Abraham Zabludovsky—, con marco cuesta otros trescientos dólares. La firma tiene un pelo del pintor para que se asegure que no es una copia. El adn probará la autenticidad del cuadro. Teresita del Conde y Raquel Tibol deberían checar esta técnica para no equivocarse al dar la firma de autenticidad a cuadros de Diego, de los Castro Leñero, de Frida Kalho o del infame Belkin (que es de lo que viven). Los de Arturo Rivera no tienen problemas: las copias Xerox sobre las que pinta para esconder que no sabe dibujar ni una vaca son fácilmente detectables. También David Hockney usa, desde 1986, la fotocopiadora y, como hombre perceptivo, ha divulgado la idea de que Vermeer usaba la camera oscura subrayando el tamaño de las telas (no pasan de cuatenta centímetros) y las variaciones en el enfoque de los pequeños detalles, para curarse en salud. Diez millones de individuos han comprado el arte de Kinkade, sus “ediciones limitadas” o copias litografiadas, que no son más que copias retocadas por un staff que frente al comprador, resalta la “textura y luminosidad” del adefesio. Es más, como comprador, tienes derecho a darle una que otra pincelada para de veras hacer la una obra de arte única. ¿Quién podrá dudarlo? “Gracias por compartir la luz con nosotros”, dice arriba de la puerta de la Thomas Kinkade Signatura Gallery en Nueva Jersey. O en las cinco mil distribuidoras autorizadas de sus productos: reproducciones, postales, libros, colchas, calendarios, lámparas de noche, etc. Media Arts Group, la firma detrás de Kinkade, pagó el año pasado en impuestos
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nada menos que ciento treinta y dos millones de dólares y en la bolsa de valores de Nueva York es respetado. Los críticos de arte, aunque indefensos ante la monumentalidad del fraude, no dan un quinto por este hacker, sospechosamente fluorescente, cuyo genio no está en el arte sino en la mercadotecnia. “Quiero que la gente aspire a gozar el arte. Que mi obra esté disponible al público, pero no común. Que sea un componente digno de la vida diaria. Es como cuando sueñas con tener un Rolex pero en vez de eso tienes un cuadro de setenta y cinco mil dólares”, apunta Kinkade, un transa monumental de cuarenta y ocho años. Así que ahora que el mundo se hunde en las patrañas de Harry Potter —que retaca la ambición infantil de querer ser un preadolescente que va a una escuela inglesa y es muy proper, además de ser el perfecto antídoto para el horror de la guerra—, el kitsch está en su apogeo. La falta de educación y la tolerancia a la publicidad amañada nos han dejado sin defensa para combatir desde La novicia rebelde, los Smurfs, la muñecas Cabbage Patch y los Pokemons cuyos rastros acaban en el cuarto de triques como pesadilla infame. Y son la raíz de la violencia familiar. El padre de familia no sabe qué carajos pasa. Parece que al igual que en las reuniones internacionales sobre la guerra o el terrorismo, el color de los dólares manda en las resoluciones finales (hasta las cadenas de televisión están de rodillas autocensurándose y la prensa amordazada al sonoro rugir del poder. ¿A poco no el cerdo de El Mañanero no las dió?). Lo que pasa es que los camarógrafos quieren su pase diario para divertirse ante las mamadas que tienen que soportar. Y El Mañanero, como el asesinado, resurge para el bienestar de la hueva de estar detrás de una cámara viendo cómo se transan al mundo y a las jovencitas para el productor. ¿Y nosotros qué? Pero un taco de ojo lo equilibra. Al fin que ni dormimos anoche. La puñeta televisiva comunitaria. En las artes ya apareció otra musa que desbancó a la Talía, a la Erato o a la Caliope: la bi-
lletiza. Ya llegó hasta las prestigiadas y famosas casas subastadoras: Christie’s, en Londres y Sotheby’s, en los Estados Unidos. El tejemaneje del que resultó culpable Mr. Taubman —un inculto millonario de Detroit, dueño de una cadena de centros comerciales, casado con Judy, una ex Miss Israel, que compró en 1987 las acciones de Sotheby’s porque le daba cachet— es otra faceta de la farsa que inunda el gran mundo del arte: las galerías, los museos, los críticos, los subastadores, los autentificadores y, claro, los quesque artistas que ya agarraron la onda del mercado. Expón en el extranjero y nosotras, las curadoras, sacamos la lana para que exhibas en el Tamayo. El caso es que estaban celebrando la remodelación de Sotheby’s y su nuevo site en Internet, con bombo y platillo, cuando les llegó un citatorio debido a la investigación del Gran Jurado Federal por el delito de conspiración y alteración de precios en el que las dos casas subastadoras están en complicidad. Las traiciones estuvieron al día. Christie’s confesó las artimañas, consiguiendo así amnistía para la casa y sus empleados de parte del Departamento de Justicia; Dedé Brooks, la ejecutiva al mando de Sotheby’s (con quien se había coludido la empresa londinense), también confesó. Quedando así colgado de la brocha el pobre Alfred Taubman, tres años en la cárcel sin su Judy. Y tanto pintor mexicano que anhelaba ser subastado allá en los states. Es tema para pensar; aquéllos que quieren darse cran o sentirse muy finolis comprando arte. Mejor compren artesanía mexicana. Es más duradera y real. Tiene que desaparecer la vergonzosa diferencia entre el arte y la vida (se entiende la vida de los que no quieren ser molestados, los ricachones, porque no soportarían la repugnancia que les produciría lo contrario: ver su ignorancia descubierta. Por eso compran cuadros y autos. Para tratar de borrar su falta de imaginación, como el del comercial inmundo: “No perseguía a la mujer sino al auto”. “Ay si tú”).
Julianne’s cottage (La cabaña de Julianne) de Thomas Kinkade. © Thomas Kinkade
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El devoto y pasional Huberto
Huberto Batis © Luis Cortés
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La Generación de la Casa del Lago, aunque románticos envueltos en la peripecia del etílico gozo, se distinguió por una autoridad crítica, un sentido hacia una estética rigurosa y una afinidad en el, digamos, intelectual and internacional outlook con una ironía trepidante por la cual nos han odiado desde hace cuarenta años. Pero aunque juntos todos los días y noches, conservamos hasta hoy una “admirativa distancia”, como la llamó Juan García Ponce a propósito de un homenaje a Huberto Batis en La cultura en México, en 1993. No pertenecimos al professional namedropper Brady bunch que florece en los medios escribiendo so pretexto de aniversario, conmemoración, premio o muerte de algún creador. Mucho menos Huberto, el más desconfiado de todos, que te mira con ojos de piedra, te observa, piensa antes de contestar, analítico, celoso. Te rompe un texto si tiene faltas de ortografía, pero si le caes bien te ofrece ayuda, espacio en su suplemento y la más regocijante plática de cualquier acontecimiento. Pienso que no se dedicó a escribir cuento o novela porque vive en el asombro continuo. Eterno exaltado: desde las nalgas ondulantes de Shakira hasta la fila de fantasmas del pasado que llegamos al ilustrativo ágape en los jardines de Conaculta, celebrando el fin de año en el que Sari Bermúdez leyó las cifras optimistas de su primer año de gestión. En las familias de varios hermanos siempre hay uno que se ocupa de la cohesión de sus integrantes, se ocupa de las tías, de los cumpleaños y las enfermedades. Huberto ha sido el hermano celoso de nuestra generación, que ha cuidado de todos nosotros, empezando por Juan, Inés, Manuel, Juan Vicente, Raúl y, por otro lado, Fadanelli y sus cuates del inolvidable “Desolladero” y su diván que ya es parte de la mitología porn. Pocos han reparado en uno de los proyectos más sugerentes que realizó: la revista La capital, que Batis publicó buscando la excelencia del New Yorker. Hoy Por sus comas los conoceréis (Colección Periodismo cultural) es premonitorio; gustoso libro que recopila lo escrito por gente que ha tenido que ver con Huberto y su persona literaria. Yo estoy incluido y me siento contento con mi visión de Huberto hace diez años en el Siempre! En 1993. Podría llamarse: “Sepultados en el lodo rodeado de mujeres”.
Desembrados del pudor* En las inmediaciones de este fin de siglo, con mucha juventud acumulada, a little bit over the fence, no se puede aplazar un clavado para zambullirse en esa mole que se mueve en el mundo como trompo: Huberto Batis. Nadie ve el giroscopio que trae dentro, to whom the shit cares?, mientras este sacatrapos, sonsacador irredento, provojoker, incautando artilugios, artifugios y artillería pesada cuando de nalgas o de literatura se trata. Insigne su vocación: insondable su pensamiento. Cuando rompió tres ladrillos con el canto de su mano para apresurar su tarea de albañil, cuando ya iba en el quinto piso, ¿piso? Recinto, imperecedero recinto o casa-habitación donde ladrillo tras ladrillo, mosaico de baño tras mosaico de baño, gadget tras gadget, hijo tras hijo, libro tras libro, clase tras clase, suplemento tras suplemento, transcurre la vida feliz de Huberto y Mercedes (Benet) me dije: Este no es un hombre simple como trata de aparentar. Este sujeto sin duda está implicado en una relación secreta sin fallas. Relámpago furia del cielo que has de llevarte mi anhelo más lejos del más allá. Aún así por su dependencia amorosa que persevera desde su casa-club en lo más alto de un enorme árbol que construyó, of course my horse, en Guadalajara cuando tenia doce años, su necrología es segura desde entonces y la barba también. Un día, cuando bajamos a los sótanos de su father goose house y a pesar de lo suicida del descenso, llegamos a lo que Huberto llamaba (en 1996 creo) “El místico precisado a la inhibición” —, raro título para mí en esa época y más aún el que estaba detrás de la entrada: Todo el mundo tiene su fin preciso, sólo yo tengo el espíritu obtuso del campesino. Sólo yo difiero de los otros hombres porque me aferro al pecho de mi madre. Perturbado quise salir porque muros y techos estaban tapizados de recortes de periódicos y la cueva era abovedada, como el centro de un huevo, no tenía artistas. La colección era
estupenda, las encueradas parecían desmembradas del pudor. Fue entonces que sentimos la tormenta. Afuera había relampagueado grueso sobre el Ajusco. Las fotos se volvían en tercera dimensión. Cada gajo de lascivia indiscreta nos mordía las orejas. El apaciguamiento era imposible. Traté de concentrarme en un Lyrshes Intermezzo, pág. 6, destino 66 y caminar hacia atrás. Traté de abrir la puerta. Arriba se habían quedado creo que Juan García Ponce, Melo, Inés, la Kuri, Pixie, Estela Muñoz y no sé quién más. Humberto traía la cámara de cine de ocho milímetros donde había impreso lo que después llamó El precio insomne al ofrecerse al delirio. La puerta no abría, la tormenta era ensordecedora. “Mira, Gurris a esta cabrona, ¿no te parece que debería ingeniárselas para enseñar un poco más? O esta otra con el pitirrín en la boca, ¿no te induce a una bienaventuranza más o menos deforme? ¡Gurris, Gurris, no me estás oyendo!” —No abre la puerta. —Es que es hacia afuera, pendejo —dijo. —Ya traté. Está como… Fue hacia la puerta, se empujó sus anteojos negros-biblia hacia arriba y Hulk, o sea, Huberto, hinchándose inexorable hacia la inminente fatalidad, trató en vano de abrirla. —¡Mira, mano! —dijo lleno de entusiasmo— ¡Lodo! —Que a toda madre, Huberto —dije con un hartazgo infinito. —¡De seguro se nos vino el Ajusco encima hecho lodo! —espetó como chango feliz, pero feliz. Casi brincaba de gusto el cabrón. —Qué padre, mano, pero, ¿cómo vamos a salir? —Pues ya nunca, mano. Ya nunca, Gurris. —¿Te cae? —Me cae.
escribir “El sesentinueve”. Poema que se ha vuelto unos de mis preferidos entre los grandes poemas y que quisiera transcribir en esta ocasión para quienes no lo conocen. “Sesenta y nueve (69)” de Huberto Batis Soy (y no soy) mi propia madre Mamo de mi (s) propio (s) pecho (s) Que no son el binario pezón en uno reunidos De las buenas mujeres De pechos fláccidos (o duros) (o blandos) Repletos (vacíos) a medio derramarse (llenarse) Cubiertos de corpiños champaña (o negros brassieres) Descubiertos de amarillas blusas (o suéteres de angora) ¿Soy el que (m)ama o a la que (m)aman? Id est: ¿El m(amante) o el m(amado)? Pues, ¿quién es el Poeta? ¿El que canta o el que escucha? ¿El que abre la boca y no es oído? O el que no tiene oreja ¡sino lengua! * Homenaje en La cultura en México. Huberto Batis por Juan José Gurrola, 1993.
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Huberto siempre tuvo ese lado sadista. Lo bueno es que había pilas de revistas y suplementos en la cueva para leer. Salimos hasta el otro día. El lodo del Ajusco, espeso y húmedo, nos llegaba a las rodillas. Semanas después me confesó que ahí en el sótano, esa noche, se había inspirado para
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Navidad en Brooklyn
Buena sorpresa se llevó el superintendente de la Brooklyn nypd, Bob McPatterson, ya adentro del Neptune’s Bar en 8th West Street and Surf Avenue, al ver sentado en otro extremo de la barra, mirando a la nada, en franca aflicción, a un pulpo, más o menos joven, sorbiendo una Piña Colada. La época navideña hacía más dramática su figura contrastando con la algarabía y friega del rush hour en los días cercanos a la navidad. —Está desesperado —se adelantó el barman al ver la cara de sorpresa de su consuetudinario cliente, que se tomaba una copa antes de ir a casa—, al borde del suicidio. —Tirarse al Hudson sería inútil, ¿no? —Se dió cuenta del mal chiste. —Y eso, ¿por qué? Ya no soporta trabajar en el Aquarium for Wildlife Conservation que está a la vuelta. Ya no soporta ver a los escuincles con las narices pegadas a los vidrios y la cara de ignorancia de los monstruos que tienen como padres. Vomita todo el tiempo… —En su propia tinta… já. —Se permitió otro chascarrillo, al echarse hasta el fondo un irish whiskey straight. —Exacto. Y los cambios en la administración, las horas de trabajo, son más de lo que Octopussy puede soportar. —¿Así se llama? —Así le decimos sus amigos, en realidad, su nombre es Jerôme. —¿Perdón? —dijo volteando Jerôme al oír su nombre. —Le contaba aquí a Bob las pobres condiciones laborales en el awc… —¡Hi, Bob! —¡Hi, Jerôme! —ofuscado por la pausa larga— ¿Te puedo invitar otro trago?
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—¿De veras? No lo creo. —Hay que celebrar, ¿no? Ya viene navidad. —Gracias. ¡Salud, Bob! (después de un gran sorbo) ¿Sabes lo que es insoportable en el pinche acuario, aparte de la remodelación para que pareciera un hábitat natural —ya sabes, los icebergs para los pingüinos , los horrendos arrecifes de coral del Caribe para las mantarrayas; además con maquinones que hacen ¡olas! y ¡brisa del mar! Y los electrodos que echan a andar para que respondamos que “ya es hora de comer”, para que los imbéciles turistas se sientan super-tech, ¿no? mientras nosotros sentimos los electroshocks para que los mocosos babeen de placer. Pero lo peor de todo es la inmunda música tipo muzak que resuena por todo el edificio. Les he suplicado que pongan a Satie o a Poulanc… —Claro, van más con el ambiente acuático… O a Britten… —Se ve que es un conocedor. —Confieso ser un melómano. Es más, Jerôme, acabo de instalar en mi sala un sistema de sonido con double tweeters and enhanced bass reflective surround sound. Aunque sólo puedo prenderlo a todo lo que da cuando Edna, esa es mi mujer —special breed— está fuera, de compras o algo. —Si supiera cuánto lo envidio. —Háblame de tú, hombre. Los irlandeses sa-
bemos distinguir entre un hombre educado y un animal. (Apenado) Perdón. —Prefiero ser animal que tejano. —Ja, ja. Me caes bien. (Pausa) Se me ocurre una idea. ¿Por qué no vienes a cenar con nosotros a casa? —¿Pero, no sería yo inoportuno? (Asombrado y muy agradecido) —Mira, le aviso a Edna por teléfono para que ponga un cubierto más y asunto arreglado. (Marca su celular) ¿Honey? —Where the fuck are you? ¡Ya puse el yorkshire pudding en el horno y tú ni para cuándo llegarás…! —De eso quería hablarte. ¿No te molestaría si invitamos a un camarada de años que me encontré aquí en … —¡Me importa una chingada a quién traigas, pero si se me enfría la cena y no has llegado, te la aviento, a ti y a tu camarada y olvídate de prender tu escandaloso equipo de sonido en un pinche mes! (Por el audífono) —Dijo que encantada, así que termina tu trago y vámonos. (A Jerôme, después de colgar). Afortunadamente llegaron a tiempo a 222 Hillside Avenue, en Brooklyn, donde vivían los MacPatterson en un duplex. Hasta les sobró tiempo antes de cenar para prender, aunque bajo de
Jerôme © Francis Fernández
volumen, su equipo nuevo. Jerôme estaba en el alucine de felicidad. “Buena compañía y buena música, ¿qué más se pude pedir?”, pensó recostándose como imantado a una bocina. Total que cenaron y en el momento de levantar los platos de la mesa, Jerôme detuvo caballerosamente a Edna y le dijo: permítame darle una mano (las cuales eran ocho). Yo me ocupo de dejar esto rechinando de limpio”. Desde la sala vieron a un Jerôme casi supersónico levantar los platos y vasos de la mesa con sus ocho brazos y, en la cocina, lavarlos, secarlos y dejar la cocina “blanca de limpia”. Fue tal el asombro de Edna que le sugirió a Bobby contratar a Jerôme para hacerse cargo de los quehaceres domésticos. Además —añadió Bob— odia su trabajo y aceptará lo que sea con tal de librarse de las friegas que se lleva en ese viejo y descuidado acuario. —¡Apesta!— oyeron decir a Jerôme desde la cocina. —Parece que nos oyó. —Hay especies con un nivel auditivo sorprendente, —dijo Bob—, quizá por eso le gusta tanto la música. Se lo propusieron y Jerôme inmediatamente aceptó. Todo el mundo feliz. Jerôme no regresó a su odiado acuario y Edna tenía más tiem-
po para sus clases de defensa personal y ver sus programas favoritos de televisión en su cuarto, mientras Bob y Jerôme disfrutaban del super-surround-sound en la sala de una casa que relucía de lo limpia que la dejaba Jerôme. Sin embargo, esta paz hogareña fue interrumpida abruptamente la víspera de navidad, como un rayo acusador, cuando los Mac Petterson se preguntaron: ¿Qué le vamos a regalar a Jerôme de navidad? Bob salió destapado a buscar algo que le gustara al pulpo. ¿Pijamas? “No creo que tengan de ocho mangas”, ¿Juguetes Mattel? “Los aventaría por la ventana”, hasta se le ocurrió regalarle unas revistas porno o un libro. ¡Ah!, ¡Moby Dick! Noooo, le traería recuerdos desagradables. Estaba desmoralizado cuando se vio enfrente de Howard Fox Instrumental Music Co. Entusiasmado entró, porque para Jerôme la música era su vida. Salió feliz de su compra. Llegó a casa y le enseñó a Edna lo que había escogido entre cientos de instrumentos: ¡una gaita irlandesa original de los Bengal Lancers! —What the fuck is that?, —espetó Edna en la cara a su marido. —El perfecto regalo. Pasará un tiempo antes que domine con sus tentáculos las pipas de la gaita, pero... además, ¿no sabes? Las hazañas del
ejército irlandés The Bengal Lancers en Kyber Pass. —¿Kyber Pass? —Sí, un estrecho entre Afganistán y Pakistán donde ahora se abrirá un tourist resort, con todo y fotos de niños desmembrados por los bombardeos en la guerra contra el terrorismo. Para no pasar de inculta, finalmente le ayudó a envolverla para regalo, misión un poco abrupta por la forma del instrumento. De puntillas fueron a dejarlo al pie de la cama de Jerôme quien parecía dormido, soñando no sabemos qué porque babeaba un poco, y de puntillas salieron a esperar la mañana del 25. No habían conciliado el sueño mañanero cuando de pronto escucharon unos chirridos y gemidos, como entre ruidos de gaita y gruñidos de luchador que rebotaban por toda la casa desde el cuarto de Jerôme. Ni siquiera se pusieron la bata. Se apresuraron al sótano-estudio de Jerôme, a quien al abrir la puerta vieron enredado y envuelto entre las sábanas con la famosa gaita, sudando por todos lados. —¡Ah, Jerôme!—, exclamó Bobby con amplia sonrisa de satisfacción. —¿La estás tratando de tocar? —¡No, idiota, ¡¡¡me la estoy tratando de echar!!!
26 / diciembre / 2001
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Feliz a–o a los buenos actores
É el placer en el disimulo estallando como poder, sumergiŽ ndolo a veces hasta apagarlo; el interno deseo de tomar una m‡scara y entrar en un papel, en una apariencia; un excedente de facultades de adaptaci—nde todas clases, que no saben ya satisfacerse en el servicio de la inmediata estricta necesidad; todo esto, À no constituye acaso exclusivamente al actor en s’ mismo?
La gaya ciencia, Aforismo 361, Friedrich Nietzsche
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No hay entusiasmo más satisfactorio que el salir de una buena obra de teatro por una inteligente puesta en escena y un desempeño excelente de los actores que participan en ella. Pero, además, algo que también regocija mis sentidos es la arquitectura precisa, el balance exacto y la complicidad de todos los que intervienen en la obra, desde los actores, los tramoyistas, los extras que de pronto tienen que chiflar o hacer rodar una pelota. A veces es tal perfección que parece imposible que los artistas y técnicos estén tan coordinados. Lo anterior viene de una reflexión personal, que no crítica, de buenas sorpresas al asistir con mi mujer, el año pasado, a algunos teatros. Tengo en este momento muy presente el juego escénico irónico y sarcástico de Las obras completas de William Shakespeare abreviadas, de A. Long, D. Singer y J. Winfield, en el teatro Helénico que vi hace unos días. Si hay varias cosas de suma importancia para el teatro mexicano que quisiera subrayar serían: el juego en equipo de los actores, una prudencia cómica sin sobregirarse a la vulgaridad, la excelsa adaptación al ambiente mexicano de Flavio González Melo, que tradujo cualquier sobrante de las comedias o tragedias de Shakespeare en un remedo de nuestra existencia contemporánea mexicana, desde la ignominia de la demagogia política pasando por la mitología xochimilca, hasta la agudeza de realzar los grandes momentos de la carpa, desde El Gordo Soto, Cantinflas, Óscar Pulido o El Loco Valdés (quien para mí es un genio). Está bien logrado entrelazar a Otelo con el Negro Macurumbé, como Ofelia con una Lolita Ayala escandinava. Y, por último, el gusto realmente enorme de ver actores que no se los chupó la televisión —sobre todo aquéllos salidos del heroico teatro universitario cuya credencial avalaba cierto aprendizaje— y verlos regresar a la legitimidad del teatro. Haciendo memoria de este tipo de espectáculos cómico-musicales, de revista o bar shows, recuerdo The Fantastiks en Off Broadway en Nueva York, el Living Theater en Inglaterra. También en algún túnel de mi mente están Sergio Corona y Alfonso Arau en un espectáculo por ahí de los años sesenta del cual no recuerdo el nombre. Tampoco puedo dejar fuera la reciente obra De monstruos y prodigios, de Jorge Kuri, con una soberbia puesta en escena. Y tampoco puedo dejar de mencionar una sorprendente solución escénica, llena de trucos y magia de Ubú rey, de Alfred Jarry, en el teatro El Galpón. También la visión de teatro de David Hevia en su puesta de El público, de Federico García Lorca, y ya que estoy hablando del español, la memorable actuación de Diego Jáuregui en el Eco lorquiano, de Fernando del Paso. Todo se reduce a lo mismo, a un estado de iluminación sobrenatural donde los hombres de teatro subimos por escaleras misteriosas no reconocibles para el vulgo, desde la realidad hasta la imaginación y el engaño con buena conciencia. Y si navegamos con Nietzsche:
El actor Luis de León maquillándose para salir a escena en la obra Lástima que sea una puta de John Ford y dirigida por Juan José Gurrola representada en La Mama Theater of Broadway, dentro del Festival de Teatro de las Américas, 1979 © Archivo Gurrola.
Esa impresión tuvo Rilke de los acróbatas, de los cómicos, de los de la farándula, inspirado en un cuadro de Picasso de su época azul. A los actores les paso al costo la pregunta que se hacen los PENDEJOS: Pero, dime, ¿quiénes son ellos, esos saltimbanquis, aún más transitorios que nosotros; a quienes desde la infancia son empujados, retorcidos —por qué, por amor a quién— por una voluntad jamás satisfecha? Los exprime, dobla, agita y trenza para después arrojarlos y volver a empuñarlos; como de un aire más liso engrasado caen y se posan en la estera gastada, adelgazada por su eterno saltar, a esa estera perdida en el universo, extendida como un emplasto, como si el cielo arrabal hubiera allí dañado a la tierra. Y apenas allí, de pie, y señalándose: la enorme inicial del estar aquí… ya también a los más fuertes los vuelve a plegar, con un juego, el zarpazo que siempre llega, como Augusto el Fuerte que en la mesa doblaba un plato de estaño. […] Oh vosotros a quienes un dolor aún pequeño os recibió un día como un juguete, en una de las largas convalecencias… tú que con el golpe que sólo los frutos conoces, inmaduro, caes a diario mil veces de árbol móvil edificado en común (que, más veloz que el agua, en muy pocos minutos pasa primaveras, veranos, otoños) caes y das contra la tumba: a veces en medio de la pausa, una amorosa fisionomía quiere nacer en ti, e ir hacia tu madre tan raras veces tierna,
mas se pierde en tu cuerpo, que consume en la superficie ese rostro tímidamente intentado… y de nuevo da el hombre una palmada para el salto, y antes de percibir con claridad un dolor cerca del corazón, anticipándose a su origen con unas cuantas lágrimas que, raudas, se agolpan a los ojos. Y sin embargo, a ciegas la sonrisa… […] Ángel: si existiera un lugar que no conocemos y allí sobre inefable espera los amantes mostraran lo que aquí nunca pueden, sus audaces altas figuras del salto del corazón sus torres de placer, sus escaleras donde nunca hubo suelo, una en otra apoyadas, temblorosas —y lo lograran ante los espectadores en cerco, innumerables muertos silentes: ¿no arrojarían éstos entonces sus últimas monedas, siempre escatimadas, siempre ocultas, que no conocimos, eternamente vigentes monedas de la felicidad, ante la pareja que al fin sonríe deveras en la apaciguada estera?
2 / enero / 2002
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Instant‡ nea de Arreola No me contéis más cuentos que vengo de muy lejos y sé todos los cuentos. No me contéis más cuentos. Contad y recontad este sueño. Romped, rompedme los espejos, deshacedme los estanques, los lazos, los anillos, los cercos, las redes, y todos los caminos paralelos. Que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me arrullen con cuentos; que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos; que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me entierren con cuentos; que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero verme clavado en el tiempo, que no quiero verme en el agua, que no quiero verme en la tierra tampoco, que no quiero verme a su ovillo como un hilo de baba sujeto... Quiero verme en el viento, quiero verme en el viento, quiero verme en el viento. Quiero, ¡quiero!... sueño... ¡sueño! Soy gusano que sueña... y sueño... ¡verme un día volando en el viento! *
En el tiempo en que Dios creó cuanto hay, creó el Sol Y el Sol nace, muere y vuelve Creó la Luna y ella nace, muere y vuelve Creó las estrellas y las estrellas nacen, mueren y vuelven Creó al hombre. y el hombre nace, crece, muere, mas no vuelve. Tenka (Valle del Bajo Nilo), canto religioso
Me parece justo este proemio-homenaje para la ausencia de Juan José Arreola, ya que a coro lo recitamos al aire libre, bajo los árboles (ahí donde ahora sienta la figura de León Felipe), allá por los años cincuenta. Los domingos había recital de poesía con el Grupo Coral que yo coordinaba en la Casa del Lago. El maestro Arreola escogía los textos y recitaba junto con nosotros desde Walt Whitman, López Velarde, Los Estridentistas, Villaurrutia, Novo, Neruda, Isabel Fraire, Paz, Baudelaire hasta poesía caníbal. Recuerdo a Gastón Melo, a Camargo, a Raúl Dantés, Oscar Yoldi, Enrique Rocha (sí, el que anuncia algo, el de la tele) y Carlos Payán Velver (sí, el ex director de La Jornada). Con Payán, cuando nos vemos, antes que nada recitamos de memoria fragmentos de un poema caníbal titulado “Glorificación de un caníbal difunto”: El que come hombres se nutre de dioses Emikohau los captura para él. Cuchillos para él, los mata y los destripa. Sceamu los trincha y cuece una parte en sus calderas nocturnas Y este terrible sustento le es prodigiosamente útil, porque come sus mondongos llenos, y se harta, come sus corazones y sus miembros y absorbe sus fuerzas, traga el juicio de todos los dioses. ¡El que come hombres se alimenta de dioses!
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Con este duende travieso, capaz de construir aventuras sin fin, con su memoria celebramos la poesía dominguera. Siempre fue tan hábil con el verbo que quizá por eso no era buen actor. Cualquier texto aprendido lo constreñía, lo encadenaba, le quitaba la muy bien pulida espontaneidad de sus relatos de la que disfrutamos todos. Recuerdo que en una función de Poesía en Voz Alta, en el teatro El Caballito, de pronto se fue la luz: “¿Y ahora qué hacemos?”, nos preguntamos todos mientras se colocaban unas tímidas veladoras en el proscenio. En un gesto casi heroico, Juan José se “lanzó al ruedo” y empezó a improvisar frente al telón, sacando de la bolsa de su prodigiosa memoria anécdotas deleitables que hicieron que al reanudar la función los espectadores rebosaran de entusiasmo, disfrutando aún más a Lorca, Ionesco, el Arcipreste, Tardieu, Calderón o Quevedo. Aunque de esto hace más de cincuenta años, en mi corazón llevo a Max Aub, a León Felipe, a Novo y a Arreola como maestros que me tendieron la mano con su amistad y consejo a mi joven existencia. Y los Alatorre y tanta gente inteligente y culta que marcaron para siempre mi vida. No fui alumno de Arreola pero sí su contrincante en ajedrez, en el ping-pong, además de intercambiar discusiones más bien deportivas que literarias. ¡Qué época tan gloriosa nos regaló esa generación! Aunque Arreola se cocía aparte, deambulaba como en busca de algo que lo liberara de la presencia de los demás. Su florida plática era una manera de ausentarse del compromiso de enfrentar la realidad pura o una conversación normal. Dolorosa quizá para él. Contra viento marea y desilusión, Arreola y Rulfo atravesaron los vientos fastidiosos de todo un siglo, leales a sí mismos; un buen aire se los llevó al cielo donde seguirán platicando. Pero a lo mejor tienen al lado a León Felipe, harto de estos jalisciences, diciendo:
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Juan José Arreola © Fotografía: Ricardo Vinós
Del poema “Quiero... sueño” de León Felipe
9 / enero / 2002
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V‡cla v Havel: dramaturgo y presidente El gobierno se dio cuenta que yo era m‡ s peligroso pol’ticamente como prisioneroÉ Havel, Perturbando la paz
Observando la foto de Václav Havel, presidente de la República Checa, estrechando manos con nuestro presidente Vicente Fox, noté una afable sonrisa, medio complaciente de parte de Havel y una ausencia de propósito por parte de Fox. Pensé ¿sabría Fox que estaba saludando a un dramaturgo cuyas obras de teatro, en contra del régimen comunista, ayudaron a derrumbar el gobierno y propiciaron una revolución aterciopelada? No, creo que sus allegados no le comentaron nada (porque tampoco lo sabían). Una mención a su vida y obra le hubiera dado un levantón en el plano cultural al gobierno mexicano, que anda como más bien “chacualoteando”. Al ver a Havel, como ahora vemos a Darío Fo; escribiendo en contra del nuevo fascismo que aparece en Italia o a Gabriel Zaid destejiendo el estambre hecho bolas de la Reforma Fiscal y los derechos de autor, los intelectuales deben tomar parte más decisiva en los problemas sociales. Hubiera sido buen detalle invitar a Havel a una residencia como dramaturgo temporal y darle mano libre para parodiar dramáticamente el funcionamiento burocrático y la redacción de memoranda en las oficinas de Hacienda, la Cámara de Diputados, etcétera. O sea, a empeorar el desmadre. Todo es producto de una semántica alrrevesada, de una inconsistencia plurinominal genética por el poder y hasta libidinosa. ¿O no? Escrita en 1966 y apuntando a la decadencia de la Checoslovaquia de los sesenta, la obra es una regocijante parodia de la mentecatez burocrática y el relajo incongruente, revuelto y kafkiano de una oficina estatal, reconocible por todo aquel que ha tenido que ir de una ventanilla a otra, a un departamento inexistente y la ofuscación que representa cualquier memorándum que se manda a los empleados. Si ya todo está de cabeza en esta oficina del Estado, la orden “que viene de arriba” de adoptar un lenguaje nuevo empeora la trampa de la obra: el Mandato Ptydepe, que obliga a que cada palabra escrita difiera de cualquier otra palabra en el porcentaje de letras: por lo menos en un sesenta por ciento. Luego, entre más se use una palabra, ésta debe acortarse. Así la palabra “cualquiera” se convertirá en “ng”. Por el contrario la palabra tejón consta de trescientas diecinueve letras.
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Aunque escrita hace más de cuarenta años, la denuncia de la burocracia irracional y encadenada a la falta de experiencia de los empleados (quienes son unos cobardes agachados) nos toca a todas las sociedades. El concepto del teatro de lo grotesco, desde el Renacimiento al presente, tiene un énfasis extraordinario en el exceso y la transgresión de la palabra, el estilo y la representación. Desde el estilo explosivo de Ubu Rey, hasta expresiones modernas “sin forma”, fantasiosas, anoréxicas y de hibridez elemental. Así de complicada es El memorándum. El ascenso de Václav Havel, presidente de la República Checa, es sorprendente. Dramaturgo con varios premios en su haber, trabajó en una destilería, también fue tramoyista y sufrió prisión por disidente. Llegó a la presidencia por su inalienable convicción en la lucha por los derechos humanos, lo cual hizo que se ganara el respeto de sus conciudadanos y del mundo. Hijo de padres acomodados, quienes perdieron su fortuna en la ocupación comunista de Checoslovaquia en 1948, estudió economía. Havel es producto de una cultura cuyos artistas e intelectuales han descollado durante cincuenta años en su valeroso compromiso de tener un gobierno democrático para el bien común. Aunque los mundos académico e intelectual no lo han percibido totalmente, estamos en la frontera de una nueva era donde las corrientes del pensamiento, de la imaginación y construcción de la cultura son totalmente nuevas. Durante la mayor parte de la Guerra Fría las expresiones artísticas y filosóficas en los países bajo el marxismo no eran conocidas por el mundo occidental. Era fácil pensar que poco o nada significativo estaba pasando. Habría que ver con atención la vida política en la ciudad de Praga que antecede a la exitosa Revolución de Terciopelo en 1989. Mucho puede encontrarse en las cartas que desde la prisión Havel mandó a su esposa Olga, en las que se advierte el pensamiento y la visión política del autor. Fue arrestado durante cuatro meses por apoyar el llamado movimiento rebelde Charter 77. Fue convicto de nuevo por cuatro años y medio, aunque recibió una suspención a la sentencia por razones de salud y la protesta internacional que levantó el asunto.
Las deducciones teóricas de Václav Havel, que se identifican con el libro Conciencia y política de Husserl (1984), se aplican a la comprensión del “mundo natural” y del “mundo de la experiencia vivida”, digamos. Havel explica: “Estos individuos no han crecido disociados del mundo de su experiencia personal actual, el mundo que tiene mañanas y noches, el arriba y el abajo, donde el Sol atraviesa diariamente del Este y declina en el Oeste; donde los conceptos del bien y el mal, lo bello y lo feo, lo cerca y lo lejano, deberes y derechos, todavía significan algo vivo y significativo”. Ojalá se entendiera que los indígenas son la raíz natural del país. En otra carta a Olga escribe: Detrás de todo fenómeno y entidades discretas en el mundo, podemos observar una íntima experiencia de existencia que se expresa de varias maneras, algo como un “orden del ser” generalizado. La esencia y significado de este orden están velados en un misterio; es tan enigmático como la Esfinge, nos habla de diferentes maneras, aunque siempre estamos listos a escuchar. Todas las culturas asumen la existencia de algo que podría llamarse la “memoria del ser”, en la cual todo está siendo grabado constantemente. Las garantías de libertad y responsabilidad personal no dependen de programas de acción o sistemas de pensamiento (ideologías), sino en la relación del hombre con aquello que lo trasciende, sin lo cual no sería una parte integral. No sé si a estas alturas las ideas de Havel tengan el mismo peso dada la enorme zancada que la ciencia, la cibernética y la metaconciencia han dado. Pero no está lejano de la construcción genética del adn, por un lado, y en la política de los pueblos del Tercer Mundo, sobre todo. Lo que sí es triste observar es que su ambición de un “orden cósmico humano” (buscando la lucidez) está siendo substituido por un “orden mundial policíaco” (buscando el superpoder).
16 / enero / 2002 Václav Havel ©
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Los expertos tiemblan frente al crack del arte Los curadores de arte solían ser connoisseurs —segundos hijos en línea de familias privilegiadas que los mandaban a estudiar Historia del Arte para alejarlos de una vida decadente, rolando entre los casinos de Montecarlo, la vida perniciosa, el vicio y las víboras femeninas que deambulaban en la alta sociedad—. En México, fueron niñas bien del Instituto Francés o soft talk gays exprimidos de la Zona Rosa. Ahora los curadores son corredores de arte: trácalas, pues. Se distinguen por ser cautivantes, encantadores y negociadores, y fund-raisers, trabajando en un mundo donde a veces parece que hay más instituciones de arte que grandes obras para llenarlos. En el pasado algunos se dedicaban a impulsar a algún artista destacado pero hoy les importa más promoverse en la esfera pública, en foros internacionales —como el que inauguran el 24 de este mes en el Teatro de la Danza— en el tejemaneje del dinero, de las subvenciones y los ricos. Tienen que pedalearle a comer con industriales, políticos y hacerle la barba a quien se deje, sobre todo a los millonarios con muy dudoso buen gusto. Todo es de besito y guiño de ojo. Algunos pegan su chicle en algún museo extranjero y vienen a México con cartas de compromiso y planean el intercambio. Y así sacan dinero de los dos lados, aprovechando la casi nula educación estética de los organizadores culturales. Eso sí, jamás se despegan de su agenda de teléfonos y celular para cerrar una expoitinerante desde Brasil a Tokio. O ya de a tiro, “lavar” dinero bajo la bendición de la pureza del arte.
¿Y el artista qué? Pero ya están viendo peluda la cosa porque su juguetito, y sobre todo el disparatado concepto que tienen del arte, ya no les funciona como antes. Es necesario hacer foros quesque para “reflexionar acerca del quehacer artístico actual”. Ésa es la propuesta del Primer Simposio Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo, “para cuestionarnos sobre cuáles son los cambios (en el arte), de qué manera se manifiestan”, nos dice Ery Cámara (senegalés que estudió restauración y reprobó la materia)... “Y los espacios conceptuales o relacionales [bla, bla, bla] que nos lleve a lugares comunes de educación [...] La obra artística como instrumento de emancipación [...] Si nada más le damos ecos y no hallamos el sentido de la obra para bajarla de su pedestal” […] bla, bla, bla. Todo esto es un grito desesperado desde el fondo de estos pudibundos good taste cultura vultures que jinetean el arte y a los artistas desde la penumbra de la oscuridad teórica que los invade, porque ya no saben para dónde jalar. Curadores, directores de museos, dueños de galerías, críticos de sobra, todo para ver por dónde los siguen subvencionando, buscar empleo, hacer alianzas para promover internacionalmente a un artista “alternativo” que funcione. O encontrar alguna frase totalizadora que reúna las características de sus despatarradas concepciones o curadurías infames que nunca pueden explicar, posmodernismos que dan pena, exposiciones plagiadas de las de Europa, hincándose ante Documenta de Kassel (la cual ya perdió el hálito del doctor Böde, cuando participé con Gelsen Gas y Coen en 1974), hacer arreglos para mutuo beneficio o hacerle carrera a una exposición para que viaje y todos salgan beneficiados porque no se harán preguntas que cuestionen la calidad. Ay, sí,
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“México es también protagonista del circuito internacional del arte”. Se pelean Sotheby’s y Christie’s por pintores mexicanos. La verdad es que no saben qué hacer o cómo relacionar al arte con los artistas, con los visitantes, con los espacios y, más que nada, con el dinero de las instituciones culturales como Conaculta, las corporaciones como Philip Morris o Nieman Marcus o Aeroméxico —para que les suelten el lingote y seguir flotando en el dulce sueño de aparentar ser high-brow y hablar, en el Four Seasons, sobre alguna que otra iluminación sobre el sentido de la vida y el arte y cerrar un negocio Lo único que les queda es hacer méritos para que la Guggenheim, después de su nuevo edificio en Río de Janeiro, construya un museo en Puerto Rico, Alemania, Costa Rica, Taiwán o Guantánamo y los llame para consejeros adjuntos. ¿Y el artista qué? A los artistas no los invitan al foro. Como si fuera aquí entre nosotros, porque nosotros sabemos, los artistas están locos, son cosa aparte, seguro no tienen preparación teórica. Sólo a Gabriel Orozco, porque también conoce la fórmula de los convenios. Los artistas han sido los que han marcado la pauta, desde Giotto hasta Duchamp. Por eso los conceptualistas los embaucaron, así como Acconci está feliz con el derrumbe de la pretensión de los críticos y los galeros. Que ya no sabe igual una exposición de pintura como en la época de Soriano, que las inmundas exposiciones de videoarte o instalaciones. ¿Por qué? Porque el arte se fue por un agujero negro. Se deshizo de sus propias contingencias, se liberó del artista: ese pretencioso animal que cree
Scared Stiff (Muerto de Miedo), 1970.© Philip Guston
en la imaginación y siente que le brilla el culo a la menor metáfora que se le ocurra. Y esta ausencia de arte los dejó atónitos frente a unas incógnitas que jamás podrán responder. Mucho menos en este nuevo mundo cibernético. Sólo responderán a las cuestiones que les convengan, dependiendo de sus conexiones y las revistas sobre el arte que coleccionen. Cayeron en la trampa que les puso el arte desde el grupo de Fluxus. En la conspiración natural que se inicia desde Fluxus, los situacionistas, Hamilton, Virilio, Vaneigem, Acconci, Christo, Semefo, etcétera, para despacharse a los intermediarios. Los nuevos curadores saben de arte como de música: por las portadas de los discos. No les ha pasado por la mente que el modus operandi del arte contemporáneo está entre el uno y el cero. Que cualquier aspiración se bifurca en dos. Que, en pocas palabras, el artista (cuando se inspira) sólo busca el poder. Y el que lo aprecia y lo promueve, con una envidia infinita, quiere borrar la diferencia para no sentirse sin talento. Están hundidos en el mar de la ignorancia y hacen reuniones para seguir latiendo, porque se les desparramaron sus conceptos en la nada conceptual. Se juntan para seguir sintiendo que existen y que toda su actividad subrepticia no ha sido en vano, incluyendo los arreglos bajo la mesa. Y viajar a México con gastos pagados. ¿O porque les queda cerca Los Ángeles donde se derrocha más dinero en el arte que en Nueva York y hacer su “ronchita”?
El prop—sito del arte es dejar vac’o el lugar de las preguntas que siempre han estado escondidas por las respuestas James Baldwin
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Una confederaci—n de necios No podemos volvernos atr‡ s. No podemos permitirnos los sue–os de no saber. Abriremos, as’ lo espero, la œlt ima puerta del castillo aœn cuando Ž sta nos lleve (y quiz‡ precisamente porque nos lleva) a realidades que est‡n m‡s all‡ de l alcance de la comprensi—n yel control humanos. El castillo de Barba Azul, George Steiner
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“No nos queda otra que recoger los restos del humanismo y jugar con ellos, Gurrola”, me platicaba Guillermo Fadanelli a propósito de la vida subterránea de sus publicaciones y mi gusto por su revista Moho; “o como dice Steiner* —continuó— ‘la pulsión del hombre occidental es abrir todas las puertas sin detenerse a preguntar algo, pasar por encima del propio hombre, de sus vicios, de su autodestrucción. Mira, hay como diecisiete chavitos escribiendo fantástico, con lenguajes emergentes “pocamadre”. Se ve que su cuerpo es la vida autónoma del pensamiento propio, masturbado, drogado, pleno, jodido, alucinado, sexo hasta el hartazgo”. También existen otras revistas que aparecen fuera del mercado como Nitro, Planeta (con un diseño muy avant-garde), Generación, La PusModerna, La de Artemio y otras más antiguas que anduvieron en las misma cuerda con muchos disparados punk lovers, performers, que llenan lugares insólitos, las cantinas, los antros y les vale madre la formalidad de las instituciones pero tienen conectes con publicaciones gringas (Felix, Smart Art Press, Peper Tiger, Art Intermix, Berkley Arte Journal, etc.) que flotan, planean y constituyen, sin lugar a duda, los nuevos hijos del Beat Generation. O de los misfits or unfits of the modern world. De lo que estoy seguro es de que son la antítesis de la mediocridad de los libros que aparecen en los estantes de Sanborn’s, que es a lo que le tiran los escritores “de segundo plato” (¡Oh, espíritus nuevos al vuelo!) de la “nueva generación” (casi todos de cuarenta años), dentro de la colección La Centena, (“La nueva literatura sale de la sombra”, La Jornada, 27/01/02), que se sienten víctimas de no haber sido reconocidos: “echados a un lado por los consagrados” (a los que se pasaron lisonjeando, durante años), pero ahora sí comprometidos con la literatura e inscritos en el proyecto demostrarán que podrán salir de la sombrilla que les tapó el sol, el éxito internacional, más premios Cervantes, Rulfo, Cela, más conferencias magistrales, más miembros en el Colegio Nacional, más premios nacionales, más homenajes por sus aportaciones a la literatura universal, más miembros de jurados, y ser entrevistados por Silvia Lemus o Cristina Pacheco, etc., todos viendo con una mirada esperanzada “Hacia un país de lectores”: rubro mamón bajo el cual se harán las mismas alianzas y codazos preferenciales que en tiempos de las “hilvanadoras” de Paz. Pero deberíamos ponerle título a la generación de desalmados que me han hecho creer en la libertad del arte. Tan de acuerdo con la desilusión norteamericana. —¿Qué tal sería salir con unas pancartas con sábanas del tamaño de una cama matrimonial, como las de Ignatius O´Reilly, el de Confederacy of Dunces (La conjura de los necios), de John Kennedy Toole**, que en la lucha por los derechos de los trabajadores, de donde trabaja, organiza una manifestación (como los de Texcoco) y escribe mentadas de madre a la compañía en esa sábana? —Pero que esté igual de repugnante, mugrienta y manchada de sudor, mocos y rayones de caca y que diga ¡Viva la confederación de los necios! (por toda Roma-Condesa), igual que el título de su libro. —Pero esa necesidad de salirse de la cómoda carretera de la cultura, jugueteando en la cuneta (compartíamos la idea), es un acto de lo más caballeroso y respetuoso del artista. Es hasta aristocrático. Imagínate
haciendo campañas y mesas redondas por los pagos por los derechos de autor. How base. Se deberían autogravar los artistas o escritores en el mismo momento en que aparece la idea, la inspiración, la iluminación. Si es mala o mediocre, que se piquen un ojo o que paguen en ese momento a Hacienda por engañosamente glorificarse y encumbrarse sobre sí mismos, tratando de salir de la neurosis de no ser nadie, de empezar a recorrer la falsedad con el rubro de pintor, escritor, you name the crime. En el momento en que adoptan otra identidad, desde el sentimiento de vacío ontológico (leer a Constantin Noica o Ciorán) hasta como ilusión, transmutar su ego en algo que se llama ¿poeta? Y se la creen. —Buenas tardes, te presento a Chucho Luganis, es poeta. —Oh, mucho gusto, ojalá pueda firmarme una copia algún día. Y el farsante se queda callado sintiéndose que le va a sacar el teléfono. Y flota de pestañas en el coctel mirando a todos los demás que no son poetas. Ahí es donde debería llegar Hacienda (mejor Anibal Lecter) y meterlos a la cárcel por el delito de falso usufructo de riqueza intelectual no comprobada. Que pague o que declare públicamente que es un pésimo poeta o un cuentista sin talento o que (en el mayor de los casos) su novela es un “fusil” de un oscuro boliviano muerto en la construcción de algún ferrocarril latinoamericano. O que quien la escribió fue su abuela y la tenía escondida en el ropero porque hablaba de ciertas infidelidades a su abuelo. Sí —añade Fadanelli— cada vez que estos azorados quieren definir la cultura se les va por la puerta del baño, con todo y administración y burocracia. La cultura es un asunto de autodestrucción, de enfrentamiento consigo mismo. En la revista Moho el escritor, si quiere firma su obra, si no, pues no. Lo que busca Fadanelli es dar libertad (como se la dio Huberto Batis) al que se aparezca con un texto. La juventud le vale madre. “La limitación son el periférico y el viaducto o lo campirano, lo rural utópico. Que lleven dentro de ellos esa fuerza, esa emoción, ese pulso. Lo urbano. Como dijo Guy Debord (el situacionista): “Somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres”.
Portada de la revista Moho No 26 © Moho
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George Steiner, nacido en Viena en 1930, representa al mundo judío culto centro-
europeo, le dio un sello indeleble a la cultura moderna. Trilingüe desde la cuna, sus idiomas maternos son el inglés, el alemán y el francés. Las persecuciones lo llevaron a Francia y a Estados Unidos. El suyo es un destino que osciló entre lo maravilloso —su herencia cultural— y lo espeluznante —el holocausto—. El tenor de sus memorias transmiten algo de desencanto. Pero su obra, la explicacion de la literatura y del pensa-
Colofón Una última sugerencia a los jóvenes escritores que encontré en un libro regalado de Tomás Segovia (enteramente diseñado, litografiado, impreso y encuadernado por el autor) que me prestó José María Espinasa: “El Taller del Poeta es un experimento para poner a prueba los requicios que permita la tecnología moderna. Parte de la convicción de que algunos escritores minoritarios pueden llegar a sus lectores fuera de los círculos comerciales, y comunicarse más estrechamente con ellos, contribuyendo así a la resistencia frente a la industrialización y comercialización de ‘las actividades del espíritu’”.
miento, amén de obra ficcion, ya es parte de las grandes interpretaciones del siglo xx. **
A Confederacy of Dunces de John Kennedy Toole. Muerto a los 31 años por su propia
mano, desilucionado porque los editores no quisieron publicar su obra. Después de su muerte, su madre logró finalmente que Walter Percy, escritor estadunidense, la leyera. La novela ganó el premio Pulitzer de 1981. Recomiendo leerla. En español se publicó como La conjura de los necios.
30 / enero / 2002
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Un pintor que vio claro: Ernst Saemisch
Ernst Saemisch, 1997 ©
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La certidumbre de la expresión es un acto imposible. Samuel Beckett Están bombardeando Alemania, Ernst Saemisch se lanza a cruzar la calle, a recoger de su estudio su pluma favorita (yo como pintor, lo entiendo). “Vas a morir”, le dijo su esposa. “Nanay”, contestó. La recobró, el tiempo pasó y llegó a México en 1963. “Aquí, llegando, se la volaron”, me contó su mujer en la Galería Sloane-Racotta. Pero quizá el mexicano que se la voló hizo que no estuviera tan apegado a los objetos y fuera libre. Eso encontró en México: “Cada día, en la pintura, es un salto al abismo”, eso dice Ernst Saemisch. Con maestría absoluta traspasa el mundo de lo visible hasta tocar el misterio de lo indecible. Su pintura es una invitación a romper los límites que estrechan la percepción y vivir el atrevimiento de correr todos los riesgos, sin abandonar el vínculo de responsabilidad frente al universo. Dispuesto a ir a la esencia, abriéndose a las revelaciones, a la luz y al misterio Ernst Saemisch se sitúa en la naturaleza para pintar, la abarca y la trasciende, dejándola ser en su música y en su movimiento. Es ella la que le revela el orden íntimo de las cosas. Desde su niñez —Ernst Saemisch nace en 1902 en Alemania— establece esta relación con ella, a la vez íntima y sagrada, habituándose al aullido de los lobos y descifrando las constelaciones al borde de la Selva Negra. Ella alimenta su arte y está presente aun en la mayor abstracción. Por eso la geometría que sostiene su obra descansa siempre en el ser de la poesía. De ella deriva, también, ese sentimiento de libertad y que le permite transitar de lo figurativo a lo abstracto, sin protección de credos más allá de todo “ismo”, sólo sostenido por la continuidad y la disciplina de un trabajo al que se entrega y ama como a la vida misma. La forma, pobre estúpida, no descansa en su febril ansiedad de existir dentro del territorio de lo factible. Se las arregló para convencer a griegos y romanos que existían. La Escala y la Proporción. Siglos después, envidiosa del color que emanaba de París, Arlès, Tahití, etc., logró asentar un breve dominio que vomitaba, desde Weimar y sobre el Bauhaus, el peor proyecto en su funcionalismo dentífrico. La escala exacta. De ahí salió Saemisch y gracias a Dios se vino a sentir la tierra en México en 1963. Pero ahí también fue donde empezó a vérselas negras. Ahí fue donde se encontró con cuatro pares de ojos que no eran la incauta fascinación por la beauté: los de Klee, Kandinski, Jawlensky, Feininger. La forma, como si le hubieran quitado el tapete, quedó a merced de la imaginación.
Los ojos de estos pintores la cuestionaron hasta desenmascararla en el concilio metafísico. Se debatió furiosa. Apareció años más tarde, algo despeinada pero sintiéndose sublime, en el expresionismo abstracto gringo. “Aunque desde pequeño rechazó la academia y asumió para sí, hasta su muerte, el inmenso valor de la marginalidad”, Ernst Saemisch es, un creador al mismo tiempo innovador y sincrético. Propone rupturas pero se nutre de importantes conquistas espirituales y plásticas: en la revolucionaria escuela Bauhaus, en los años veinte, nobles espíritus como Klee, Feininger y Kandinsky lo guían en el encuentro con la experiencia interior convirtiéndola en punto de partida de su creación. Impulsado por la valentía y la fuerza del expresionismo, oscuro oponente de la cultura del buen gusto, libera cadencias profundas del sentimiento y del instinto. En el camino hacia la madurez está presente su amado maestro Cézanne en el deseo de “construir” la realidad haciendo “música frente a la naturaleza”, en una variación del aforismo cezanniano que proponía hacer orden frente a ella. La ligereza y elrigor del arte extremo oriental, que reclama un estado de pureza para tomar el pincel, inspiran igualmente su modo de hacer arte, siempre bajo un signo muy personal, determinado por la lucidez y la transparencia. “Ella —dice David Huerta— está en todo el arte de Ernesto Saemisch. Es una membrana, un límite, un abismo: separa y junta mundos.” Ernst Saemisch sufrió los terrores de las dos guerras y el nazismo. Este dolor está presente, como trasfondo, en su obra, pero en la investigación de las estructuras profundas del ser, en la búsqueda ontológica que fue su pintura, este dolor es superado por la potencia de la vida. Frente a la vocación de muerte sustentada por las oscuras fuerzas de la destrucción, Ernst invoca la vida y su misterio. Es el misterio de la serpiente que vigila mientras el hombre duerme. En México, ella lo guía en el encuentro con los oráculos de esta “conmovedora tierra”, a donde llega en 1963 para vivir de manera muy íntima con su naturaleza y su gente. En las profundas transformaciones que le exige y que cambian su color y sus temas, lo sostiene la sabiduría prehispánica mientras desnudo se entrega al reto de “buscar nuevos ritmos en la música de la locura, elevarse sobre sí mismo, traspasarse, quién sabe hacia dónde”. En 1984, en el inicio de un nuevo recorrido cósmico, lo interrumpe la muerte.
Al ver estas obras, dice David Huerta, “resulta inevitable percibir en ellas un sentimiento de seguridad en el futuro, en la fuerza creadora; una lección de esperanza en los poderes del arte”. “Hay que atreverse a pintar —por decirlo así— con los ojos cerrados. Confiarse por completo, estar dispuesto a perderse a sí mismo para ganarse actuando, pintando. Tomar decisiones es parte del oficio. Lo que lo hace difícil es que se arriesga la existencia. Cada día en la pintura es un salto al abismo”, nos apunta Saemisch. Ojalá los actores de teatro entendieran este salto a la nada propia. En 1981, en la galería Sloane-Racotta, Patricia Sloane curó su exposición. Después el inba agarró la onda y le hizo una magna presentación en el Carrillo Gil, sin mencionar a Patricia. Las que se comieron el pastel fueron Teresa del Conde, Sylvia Pandolfi (que sí sabe), Ambra Polidori (la poliedra escalándo creyéndose encumbrada en el vacío). Sin embargo, todo lo salvó un texto espléndido de David Huerta: “El que ve claro”: es fácil ver a través de la transparencia: no lo es ver la transparencia. Ella está en todo el arte de Ernest Saemisch. La trasparencia es una membrana, un límite, un abismo: separa y junta mundos. Estos mundos se sumergen en ella y surgen de ella. Saemisch los ve con una prodigiosa claridad, los rescata para nosotros: hace ‘la pesca extraña’ de la pleura del mundo, de sus ardores fronterizos, de sus pozos y sus gargantas. La cristalografía lírica de sus cuadros es una fisiología de lo real: disecciona, abre, ausculta, observa y nos hace observar. Lezama Lima escribió: “Un puente, un gran puente, pero he aquí que se le ve”. Ernest Saemisch no se ha preocupado por los halagos y por las miserias de la celebridad: una serenidad profunda y enteramente natural ha sido el alimento de su espíritu desde que a los diez años de edad, junto a un río, empezó a dibujar, a pintar, a convertirse en un gran puente. ‘El gran río, el Rhin azul estaba ahí presente, nos cuenta en uno de sus precisos textos, la Selva Negra, el oscuro bosque alemán se combina con las aguas azules y empapa con su fuerza fluida la mano del niño que comienza a apropiarse de las formas por medio de la mirada. Hoy vemos esa mirada y esa mano en los cuadros”.
6 / febrero / 2002
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La fuerza tremenda de Oweena Fogarty ... un instante fijo es súbitamente un punto de fuga infinito en el alma, como un hueco sin límites: la fuerza tremenda. Alberto Ruy Sánchez
Recuerdo haber visto en 1990 una exposición en Londres titulada Between Two Worlds. Contemporary Mexican Photography, donde, de golpe, se me apareció esa estética o forma encrespada y trágica de la simbología mexicana: that trashy, crudelius, muddy, obscene, provocative environmenal way of being en el que vivimos (que adoro) y que se aparece ahora en el cine: la cruda realidad de Amores perros, Y tu mamá también, Coapa Heights (producida por Edwarda Gurrola y que aún no se estrena), sin olvidar El evangelio de las maravillas, de Ripstein, y otras que seguramente tienen el mismo sello. Los noventa reventados. Pareciera un fenómeno existencial al revés, secuencial del tiempo y de la vida que se confunde entre los objetos y el perfil humano, los rasgos de pobreza jolgoriosa, de cruda parodia y gritos creativos desde la impotencia. Una creatividad fotográfica sublime y descarnada: el puritito reflejo de nuestra azarosa y sudorosa realidad. Inconcebible quizá para el mundo, pero absolutamente congruente con el arte. Había fotos, si recuerdo bien, de Mariana Yampolsky, Alicia Ahumada, Rubén Ortiz, Pedro Meyer, Flor Garduño, Víctor Flores Olea, en fin, alrededor de veinte grandes que me hicieron sentir muy bien. La organizadora fue Trisha Ziff. Textos de Elena Poniatowska, Juan Villoro, Eraclio... etc. Ya rebasado el folklore, la estética de la pobreza o la agudeza anecdótica de los años anteriores, tenían algo de perturbador que me hizo adelantar la memoria pensando si ese es nuestro destino. Aunque en todo el mundo ese coto o franja en la que vive la gente, entre la pobreza extrema y la riqueza ofensiva, tiene connotaciones similares. Oweena Fogarty El preámbulo se debe a la buena impresión que me dieron, hace poco, las fotos de Oweena, ya conocida por muchos, que aparecen en un libro estupendo de Sergio Tamayo Flores-Alatorre: Violencia y no-violencia en los movimientos sociales.* Fogarty trastoca la realidad con los mismos elementos que menciono arriba, llevándolos a un paroxismo conceptual de la más arraigada tradición, algo muy difícil de explicar. Entre tribal y urbana, entre salvaje, colérica y dadivosa. Es un misterio cómo trabaja su imaginación. Encontrarle el sentido me resulta imposible. Por eso me impresiona. Es como ver un primer cuadro de Hamilton o Braque o Bacon o Max Ernst en el siglo pasado sin tener referencia pictórica anterior. Es tanto la combinación de significados, más bien la contraposición coherente de ellos, que la foto se sale de sus límites formales o representativos. ¿Qué representan? Todo y lo imposible. O como escribe Alberto Espinosa: Las fotografías de Oweena Fogarty recrean un mundo imaginario en la pantalla translúcida de la desnudez humana. Su tarea es la de quien interroga al tiempo y sus enigmas para aclarar los ojos abismales de la poderosa Esfinge. Su arte consiste sobre todo en romper el tiempo lineal para instaurarnos en un tiempo profundo donde realidades desconcertantes, agudas, acuciantes, se mezclan y ejercen sobre nosotros su poder de conmoción. Su trayectoria es larga y sus exploraciones en Cuba, en África, en las zonas totonaca, nahua y la huasteca han recogido toda la gama de experiencias que han redundado en sendas exposiciones, como Oraciones a los cuatro vientos, en la Galería Mexicanos en 1995, o Recintos fugaces para rituales del tiempo al viento en la uam. Su esfuerzo no es sólo el arte fotográfico sino también
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© Oweena Fogarty
el necesario reconocimiento de nuestro pasado africano, de nuestra tercera raíz. Con miras a fortalecer el embate de la globalización sectaria. “Ya no podemos decir que nos ha invadido la cultura estadunidense o la europea, sino que nos invade una cultura basada en la economía”, platica Oweena. Hoy está desarrollando un proyecto de estudio de los altares-teatro, los espacios en los que se desarrolla no sólo una celebración ritual, sino también la disposición espacial de toda el área que incluye el centro ceremonial, las casas de reunión, la iglesia, o sea, la forma en que se reúnen los elementos de la comunidad. Demostrar que no es una decisión espontánea sino muy bien planeada por nuestros ancestros. Este libro, en el que aparecen las fotos de Oweena Fogarty, “presenta diversas posibilidades de cómo acercarnos a los diferentes objetos de estudio: en un capítulo puede verse a Sergio Tamayo con grabadora en mano entrevistando a Juan Urbano, quien pacientemente y según todos los cánones de las ‘cuatro fases necesarias’ de una historia de vida, narra su tránsito de greaser a miembro de la sociedad hispana, de estudiante en una escuela católica de educación media superior a integrante de las fuerzas armadas y como militante en un buen número de grupos y asociaciones solidarias. En otra parte del trabajo se observa a Sergio parado ante una gran mesa cubierta con recortes de periódicos intentando armar el rompecabezas de la desobediencia civil que practicó el pan al final de la década de los ochenta. También vemos a un estudioso que emplea marcos estructurales para entender la guerrilla chiapaneca, desde su experiencia como joven arquitecto en los setenta, al lado de una descripción minuciosa de la insurgencia campesina a lo largo de veinte años y estableciendo comparaciones con otros movimientos campesinos a nivel mundial. Para quienes conocemos la trayectoria académica de Sergio Tamayo, en este libro se nos presenta a un investigador que no se conforma con ser arquitecto, militante, periodista, músico, sociólogo o estudioso de la cultura, sino que además es capaz de combinar acertadamente los estudios de género con el trotskismo, Gandhi y la metodología cualitativa. Incluyo este texto porque tiene mucho del espíritu indagatorio de la Fogarty en su arte.
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Directores de teatro inconmensurables
I Para hablar de José Quintero (1924-1997) hay que hincarse y persignarse. Mi devoción por este talento teatral será eterna. Pocos directores en el mundo tuvieron esa hondura para dirigir actores y poner en escena con la brillantez de Eugene O’Neill, Tennessee Williams, Jean Genet, Truman Capote (¡nada menos, güeyes!) entre otras. Es un dato interesante que Un largo viaje del día hacia la noche tuvo su premiere antes que en Nueva York en Estocolmo, en 1956, bajo la dirección de Quintero. Cinco años después fue a visitar a la esposa de O’Neill y repuso la obra en Nueva York, recobrando la fama del autor. José Quintero nació en Panamá el 16 de octubre de 1924, un día después del cumpleaños (treinta y siete) de O’Neill. Durante toda su vida en Nueva York lo celebraron juntos. Fue en el teatro Circle in the Square, en 1952, con la producción de Summer et Smoke de Tennessee Williams, con la actriz Geraldine Page, en ese tiempo desconocida, lo que hizo que cambiara el fenómeno del teatro off-Broadway: de poca difusión a un movimiento de importancia nacional. Después, sus entrañables puestas de las obras del premio Nobel, O’Neill, lo encumbraron como un genio del teatro. Ahí en el Circle in the Square, yo tendría veinticinco años, quedé asombrado con su producción de El balcón, de Genet, obra que se desarrollaba en un abigarrado burdel donde “las muchachas” representaban para un buen cliente su “fantasía” que era vestirse de General (luego vendrían el que quería ser obispo para después ser latiguado). Pa´qué les cuento. Lean la obra, lo primero que apareció a mi joven mirada era un, dos, tres pares de nalgas, como potranquitas, obedientes, en silencio o trotando sensuales: nightmares: yeguas de la noche. Noches de esas alucinantes que pasé en Greenwich Village. Mi devoción por Quintero nació allí. II Lo conocí cuando tuve el honor de recibirlo en mi departamento en el Edificio Condesa, junto con Tamara Garina que había sido su cuata en Hollywood. Sería a fines de los sesentas. Era de trato delicado y terso, alto, de tez morena clara. Con una secreta y seductora pasión. Estaba un poco desilusionado porque había tenido problemas con el tal Bob Lerner por la puesta en escena de La dama de las camelias con Dolores del Río, que estrenarían en el teatro Hidalgo en la Ciudad de México. Parece ser que se dormía en los ensayos de la diva. Cosa entendible. Y había pasado vergüenzas porque en una de sus alcoholic binges se había derrumbado en la construcción del metro en la avenida Chapultepec. Hablamos mucho, sobre todo de la importancia de encontrar al actor adecuado para una puesta en escena. Recordó que para el papel de Hickey, para la obra The Iceman Comet, Jason Robards, a quien había asignado un pequeño papel, le rogaba que le hiciera una audición. Quintero no lo veía para ese tan importante y difícil papel. Era muy joven y no tenía la facha de un alcohólico cincuentón. Por fin le dio la oportunidad y fue tal la enjundia y entrega de Robards que se decidió a ponerla. Es como si vas a dirigir Hamlet y no tienes al actor que reúna las cualidades (que cambian con la época), mejor aguantas. Jason Robards murió hace poco, en diciembre del 2000. Igual que Quintero, jamás buscó la fama más allá de su amor al teatro.
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“La prueba de las promesas” de Juan Ruiz de Alarcón dirigida por J.J. Gurrola. Inauguración del Teatro Juan Ruíz de Alarcón del Centro Cultural Universitario. UNAM, 1979
III 1. In Panama a babe was born unto and was your role to sleepwalk O´Neill through knowing the worm in apple knowing death through booze and past that dwelling on that angst was necessary before Lazarus could laugh or Jose bring O’ Neill’s last finished play to life 2. Done drunk the hemlock aged bourbon named and split not virgin with a scepter nor stump and split not virgin with a scepter nor stump Claire Burch Sus últimos y felices años los pasó viviendo en Florida, con una nueva carrera de conferencista y profesor universitario. Dividía el año entre la Universidad de Houston y la de Florida State. Escribió una novela autobiográfica, If you don’t dance, they beat you (Si no bailas te golpean). Todos sus archivos los donó a la Biblioteca de la Universidad de Houston. Fue en esa ciudad donde nos volvimos a encontrar. Asistió a la puesta en escena de Frida y Diego, de McCullen, que dirigí en el teatro Stages en 1993. Nos fuimos a tomar un café después. No bebimos ni una cerveza. Si van a Nueva York no dejen de visitar The José Quintero Theatre, en 534 West 42nd Street. Se inauguró hace un par de años. Será una buena experiencia. Se los recomiendo, especialmente a los jóvenes que tienen una falta de información abismal.
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Alejandro Luna. Lunera, cascabelera
Rosenda Monteros en La prueba de las promesas, de Juan Ruiz de Alarcón con escenografía de Alejandro Luna y dirección de Juan José Gurrola Archivo Gurrola.
“¿Quiubo manito?”, me dice Alejandro Luna cuando nos volvemos a ver como dos toreros para una nueva obra, cuando ya sabemos que vamos a tener que hacer una faena frente al toro del teatro y a ver cómo nos va. La última faena fue La noche de un neurasténico, ópera sorprendente de Nino Rota que se estrenará en el Palacio de Bellas Artes desde el 14 de marzo. La primera faena fue Lástima que sea puta, con la que llegamos hasta el Mama Theater en Nueva York y el Center for the Performing Arts de Washington D.C. Estoy contento de que le hayan dado el Premio Nacional de las Artes. Nada más justo. Y también celebrar la publicación de un libro Alejandro Luna / escenografía, publicado por Ediciones El Milagro (Conaculta / inba / Festival Cervantino). Un libraco para las generaciones que quieran saber del arte de la luz y objetos en un escenario. La recopilación es estupenda y para mí una explosión de gusto al ver los conceptos y recuerdos de los grandes del siglo xx: Bel Geddes, Appia, Svoboda, Reinhart, Gropius, Kiesler y tantos otros que imantaron nuestra memoria y a los que Luna siempre fue fiel y disidente. Ahora vamos a hacer Hamlet en el Santa Catarina. Y profesional. Como con la iluminación. Aunque yo estudié con George Izenour en la Universidad de Yale en los sesenta (el que inventó la consola pre set) jamás tuve la paciencia y el amor por las “velas de color” que Alejandro logra en cada puesta en escena. Es un problema iluminar,
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entre lekos, fresneles, lámparas, shutters, grips, ajustes angulares, lumen output, watts, ventilación, pyrex glass, round beam, oval beam, y luego las candilejas y los seguidores. Luna debería ser considerado héroe del diseño lumínico. Xóchitl González y Pascal le siguen, claro, pero todavía les falta. ¡Ah!, y Ballina que hizo un trabajo excepcional en la ópera de Rossini en Bellas Artes. Sin embargo, el libro es revelador, lleno de diseños y fotos. Un buen prefacio de Vicente Leñero en que revela las complicidades de Alejandro Luna con Castillo, Mendoza, Tavira, Retes, pero el amasiato con Margules destaca. Siempre se peleaba a favor del arte teatral. Una mancuerna fuera de serie: “Está loco pero es mi hermano”. Yo lo recuerdo desde García Maynez y su tristeza, cuando se suicidó. De Lástima que sea puta quisiera poner en la mesa del alma a nuestros hijos: Edwarda y Diego Luna (hijo de la querida Fiona) y también a Gael García. Eran niños que asistieron a los ensayos y puestas en escena al teatro de Santa Catarina y mirando, observando, acumulando en sus jóvenes mentes el amor al verdadero teatro. Y Margules también es de la familia. Alejandro Luna ama el teatro y me quiere porque nos vemos el día del estreno. Yo no digo nada. Él tampoco. Preferimos jugar ajedrez y reírnos de lo que podría ser una escenografía.
Luna y Gurrola, arquitectos Si uno se sorprende por las relativamente escasas colaboraciones de Alejandro Luna con HŽ ctor Mendoza, m‡ s debe sorprenderse porque m‡ s escasas son sus colaboraciones con el que sigue siendo el Ž nfant terrible genial del teatro mexicano: Juan JosŽ Gurrola, remedo nacional de un Orson Welles, pero mucho m‡ s polifacŽ tico. Y uno debe sorprenderse y extra– arse porque Luna lo considera, adem‡ s de un hombre de teatro completo, su mejor amigo del ambiente. Son cuates. Los dos son arquitectos. Juegan de tœ a tœ al ajedrez. Charlan durante horasÉ y a pesar de eso s—lo han colaborado en cinco puestas en escena. El mundo de Alejandro es un mundo contenido, equilibrado, cuidadoso y fraternal, escribi—Juan JosŽ Gurrola. Ò La artesan’a de escen—grafo empieza en MŽ xico con este se– or: antes todos eran refritos olorosos a viejo teatroÓ. La primera colaboraci—n se fech—en 1978 cuando se trataba de inaugurar el foro hexagonal del teatro Santa Catarina, que el propio Luna proyect—para la unam. Ò Este teatro no es un intento de prolongar el escenario dentro de la sala Ñ escribi—LunaÑ , sino de incorporar al pœ blico activamente en el escenario, con el compromiso de participar como una fuerza que afecte directamente la escenificación y con la esperanza de que esta interrelaci—n exaltada se convierta en di‡ logoÓ. Como para poner a prueba esa tesis, el escen—grafo mont—con su amigo Gurrola L‡ stima que sea puta, de John Ford. Desde que estaba en construcci—n, el teatro le hab’a gustado a GurrolaÉ Ò ƒ l acostumbraba meterse ah’ a ensayar sus obras Ñ cuenta Luna. Y agrega lo fundamental: Ò Yo no hice una escenograf’a para L‡ stima que sea puta, la puesta naci— de ese espacio extra– oÓ. Lo consideraba extra– o el escen—grafo y hoy es un sitio absolutamente familiar para los teatreros universitarios. Aunque no lo aprovechan como debieran, aunque no entienden que es
en s’ mismo una escenograf’a. Luna no hizo una escenograf’a para Gurrola montando L‡ stima que sea puta, aunque s’ trabaj—el espacio con luz, con pura luz, apoyado por los rojos y negros del vestuario de Fiona Alexander. Ò Y hasta colg—como un cirquero a Vera LarrosaÓ, recuerda Gurrola. Y Vera Larrosa se veía bellísima ahí, flotando como nube. TambiŽ n con Juan JosŽ Gurrola trabaj— Luna cuando los llamaron, al a– o siguiente, en 1979, a inaugurar el Teatro Juan Ruiz de Alarc—n del reciŽ n construido Centro Cultural de la unam, que JosŽ Antonio Alcaraz bautiz—como Cultisur. Se eligi— un cl‡ sico mexicano, desde luego, un Juan Ruiz poco conocido: el de La prueba de las promesas. La obra contaba una historia de amor de una chica y Gurrola la convirti—en relajo, sin aparente ton ni son. Una pareja sal’a jugando jai alai, algunos muchachos bailaban un ritmo moderno, aparec’a una vendedora de quesadillas, un personaje desnudo de la cintura para abajo, tiples con diploma de la unam, un conejo gigantesco cruzando el escenarioÉ y lo terrible: la obra parec’a mofarse de las autoridades universitarias, del propio rector Guillermo Sober—n, ah’ presente para el estreno inaugural. Se volvieron locos Juan JosŽ Gurrola y Alejandro Luna, para decirlo pronto. Desataron un esc‡ ndalo. Y siguen felices con el chacoteo, recordando. Y r’en. Y Gurrola cuenta as’ el origen de aquel conejo gigantesco que se vio cruzar el foro del Juan Ruiz: Ò Me acuerdo que una vez, jugando ajedrez con Alejandro en su casa, mientras plane‡ bamos La prueba de las promesas, se atraves—un conejo que Ludwik le hab’a regalado a Fiona. Entonces yo le dije: Oye, À y si metemos un gran conejo? Y Alejandro dijo: S’, claro, y ser‡ un conejo de diez metros, y ver‡ s. Y lo hizo. Todav’a no sŽ c—mo, pero lo hizoÓ.*
*Vicente Leñero en el libro mencionado; (ojalá no me cobre derechos de autor). 6 / marzo / 2002
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Revisitando las ideas gn—sticas
Ahora que la geografía se ha vuelto un rompecabezas de religiones en conflicto, cada una asegurando que su Dios es el verdadero, empuñando las armas (o lanzando piedras), mi desconocimiento del Oriente Medio crece cada día más. Y no sólo del mundo islámico, sino del cristianismo que con esto de la canonización de Juan Diego parece agencia de publicidad que tiene la cuenta del Vaticano y vamos a tener cataratas del Niágara religiosas en los próximos meses. Para contrarrestar este alud pienso refugiarme en The Nag Hammadi Library*, un libro que es una mina de oro sobre la naturaleza del gnosticismo. El descubrimiento en 1945 en Nag Hammadi, Egipto, de los códices o documentos gnósticos constituye uno de los sucesos arqueológicos más dramáticos del siglo xx. Podría decirse que este tumultuoso mundo de nuevas ideas tiene el potencial de cambiar nuestra visión de las religiones y de nosotros mismos. Fueron escritos en el tiempo de Cristo y son de suma importancia para aquéllos que estén interesados en La Biblia, la evolución del cristianismo y la historia de la civilización occidental. O simplemente para pensar. Todas las tradiciones religiosas aceptan que el mundo es imperfecto. Donde difieren es en la explicación que ofrecen para dar cuenta de esta imperfección y en qué sugieren que se debe hacer al respecto. Los gnósticos tienen una sorprendente visión sobre estas materias: sostienen que el mundo es defectuoso, porque fue creado de manera defectuosa. Como el budismo, el gnosticismo comienza con el reconocimiento fundamental de que la vida terrenal está llena de sufrimiento. Para nutrirse, toda forma de la vida se consume una a otra (hasta los animales herbívoros). Y a eso añadiremos las catástrofes, las inundaciones y las conflagraciones bélicas que hacen un despertar cara a cara con la muerte. Los seres humanos, sometidos a su natural constitución fisiológica y filosófica, se dan cuenta no sólo de sus débiles existencias, también sufren del frecuente reconocimiento de que vivimos como extraños en un mundo que se nos aparece erróneo y absurdo. Muchas religiones abogan por acusar a los mismos humanos por las imperfecciones antes mencionadas, así que interpretan el mito del Génesis declarando que las transgresiones empezaron con la primera pareja (you know who), hicieron que se derrumbara la creación que tuvo como resultado el estado de corrupción en el medio en que vivimos. Los gnósticos responden que esa interpretación es falsa. La culpa de la debilidad humana es el mismo Creador. Claro que para las religiones, sobre todo las
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monoteístas, esto les parece una blasfemia absoluta. También la noción de que no es que “Yahvé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde los cielos” como relata el Antiguo Testamento, sino que los culpables de los excesos eróticos decidieron prenderse fuego como exaltación última de placer. El gnosticismo es una enseñanza basada en la gnosis, la sabiduría de lograr la trascendencia a través de la reflexión interior, por medio de la intuición. Es una religión y también una filosofía. En Le Baphomet, genial novela de Pierre Klossowski (donde Santa Teresa baja del cielo porque está aburrida), varios aspectos de la condición de esta secta secreta y sus reglas se dejan entrever y gozar. El concepto del dios gnóstico es más sutil que en otras religiones, dice en el libro, porque a su manera unifica y reconcilia los reconocimientos del monoteísmo y politeísmo. En la visión gnóstica existe un verdadero y trascendente Dios, quien está más allá de todos los universos creados y que nunca creó nada, en el sentido en que la palabra crear se entiende ordinariamente. Mientras este dios verdadero no diseñó ni creó nada, Él (o Ello) emanó o impulsó desde sí mismo la sustancia de todo lo existente en todos los mundos, visibles e invisibles. De cierta manera sería verdad decir que todo es Dios, ya que todo deriva de la sustancia de Dios. Por lo mismo, se debe reconocer que muchas porciones de su esencia divina han sido proyectadas tan lejos de su fuente original que han sufrido cambios incompletos en el proceso. Adorar el cosmos o la naturaleza, o las criaturas corporales es tanto como idolatrar las porciones corruptas o alienadas de la esencia divina emanada.
La coronación de espinas de Hyeronimus Bosch
Los gn—sticos no buscan la salvaci—n por el pecado (original o cualquier otro) sino de la ignorancia de la cual el pecado es la consecuencia. The Nag Hammady Library
* The Nag Hammadi Library. Harper & Raw Publishers.
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El inaudito Gelsen Gas
Gelsen Gas, Arnaldo Coen y Juan José Gurrola en Robarte el arte, en Documenta 5, 1976 © Archivo Gurrola.
La una de pl‡ tano,
la otra quiz‡ s de ma’z. Hojas que para envolver
Me quedan el tanto
Que me queda por decir. ç vido estoy
de tu croquis pueril de hierbabuena. Af‡ n m’o
de lo que son tu nido Y sus porciones.
Fariseo arc‡ ngel
que me desatiende
ƒ sta, que de tu sangre, me abandona.
H‡ zme tu libŽ lula de tus cosas.
Gelsen Gas (gelsencillo)
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Es indudable que el quehacer de Gelsen Gas durante toda su vida es, ha sido y será hacer “aparecer los imposibles”, ya sea en una pintura, en un poema, en un filme o en su compound de casa, troje, estudio en la cima del Ajusco. Todos los medios de expresión auditivos, orales y visuales hallan en Gelsen Gas a un exponente extraordinario que por su duplicidad, por su multiplicidad, se muestra como arquetipo renacentista o fenómeno único en la época de la especialización. Comparto con Gelsen Gas los intereses creativos, la curiosidad por la novedad y también un delicado cinismo para parodiar la aplanadora de lugares comunes. Si México tuviera la fuerza que tienen los medios publicitarios gringos, Gelsen Gas sería tan conocido como Warhol o cualquier artista posmoderno desde los sesenta para acá. Ha vivido siempre al margen de la promoción y cuida en su alegre retiro en el Ajusco poder internarse en las más variadas experiencias. Por dedicarse a ninguna en especial, como Miguel Covarrubias, su obra y personalidad se les resbala de entre las manos a los críticos, sin poder entender que es, precisamente, el transitar entre los géneros el quid, la esencia de su actividad en el arte. Ha entretejido sus personales intereses interdisciplinarios entre el cine —en su gran corto Anticlímax, 1969 el cual reúne, como videoclip, una especie de haikú con segmentos de escenas cargadas de sexo (recuerdo la piernuda cruzando la pierna en un minibús) contrastando con escenas de violencia política de esos agitados tiempos—, la pintura —en innumerables exposiciones, de las cuales destaca “Los cuadrados óleos” en el Palacio de Bellas Artes— la escultura —en la tercera y cuarta Bienal de Escultura—, la fotografía —en la Universidad de Texas— como escritor —publicando con Juan José Arreola en el Unicornio— y como promotor visionario: un supermural de Manuel Felguérez y uno de los primeros performances de Jodorowsky en los sesenta, llamado Canto al océano, en el Balneario Bahía. Cuando viajamos a Documenta, de regreso se le ocurrió que visitáramos la fábrica de la Volkswagen en Wolfsburg. Traía el proyecto de proponer hacer transparente el cofre de la parte trasera, donde va el motor para que éste se viera. Así como la iMac. Realmente no se mide. Sobre su pintura tomo algunos párrafos muy acertados de Neuvillate, observando el fenómeno de Gelsen Gas respecto a su exposición en el Palacio de Bellas Artes (Sala Verde) en 1972. Dentro del concepto “aparición de los imposibles” puede englobarse toda la obra plástica de Gelsen Gas. Lo imposible distante, lo imposible-posible: las elucubraciones de realidad con irrealidad, los estados eróticos (y neuróticos) inmediatos son grados, más que clasificaciones, por los cuales o mediante los cuales su obra pictórica deja de tener estilo y se transforma en forma cosmopolita. Partícipe de las lecciones y aproximaciones con lo cotidiano de artistas como Edward Hopper y Lichtenstein; Marisol Escobar y Andy Warhol; Fernando Botero y Pedro Friedeberg. También resuenan los ecos distantes, lo fundamental trascendente de Magritte y de Delvaux que han influido en esta concreción de valores, en su apariencia; sólo juego de espejismos o espejos de la fantasía, que dejan de serlo cuando todos y cada uno de los objetos se significan: bien como premoniciones o críticas sociales o como figuraciones de mundos que, a la manera de
Ahora despaciosamente,
como lo que soy, sin ventanas: T—mese un amor por
las solapas. Cob’jelo a
resguardo. TŽ ngalo muy ac‡ . LlŽ nese de nuevas
palabras. CondimŽ ntela.
H‡ gase a su cuerpo. RodŽ ela de conformidad. MuŽ rdanse notoriamente sus defectos.
V’vala. Baut’cela de nuevo a partir de sus manos.
Gelsen Gas y Werner Won en la Ciudad de Kassel en 1976 © Fotografía: Juan José Gurrola
Col—quela a su distancia a nuestro pesar, a nuestra
distancia a su pesar. M’rela borrosa de tan cerca y
pliŽ guese en su regazo.
Dulcif’quese y hab’tela.
Recon—zcala. Ajœste se a sus peque–as vocale s. Inc’dala.
Exp—ngala al sol de todos mis tŽ rminos. H‡ gala m’a. DŽ jela ser. SŽ ala. Y ya venturoso, agotado, haga como
que es un sue–o y despierte yo quebrantado. Gelsen Gas
Aldous Huxley y Lovecraft, incorporaron el hastío y la vulgaridad en la obra de arte, precisamente para devenirla en arte puro y en proyección filosófica-existencial. Los símbolos de Magritte (árboles, sombreros, hojas, cielos, ventanas) poseían significación surreal y pensamiento onírico. Delvaux hacía del desnudo femenino arquetipo de emoción y de belleza demoníaca; Gelsen Gas se aproxima a uno y a otro pero introduce objetos desconcertantes como unos zapatos tenis, dentro de un cuarto en donde se ven delicuecencias y las protuberancias sexuales de “algo” indefinible. Lo absurdo es lo más importante en esta obra dual y paradójica. Además de la desesperación que trae consigo la mirada de seres humanos volando en el éter de la fantasía, las incógnitas respecto a la vida, el amor, la belleza misma y la incógnita no despejada de qué es y cómo es lo mediato y lo distante, son parte del silogismo inconcluso que deja Gelsen Gas en toda su producción. Un “verismo” absoluto y total reina en la producción del artista: naturalismo que se incluye en la tendencia de los artistas últimos de Norteamérica para reflejar los objetos, las situaciones y la crítica oficiosa de su idiosincrasia: Indiana Jones, Leroy Taylor y Stern, Connors y Spoletto son algunos de los representantes —críticos— de su nacionalidad, precisamente a partir del desmenuzamiento, como cirujanos, de las “cosas” que constituyen el “modo de vida americano”.
20 / marzo / 2002
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Nuevo proyecto para Central Park de Christo y Jeanne Claude
The Gates © Christo y Jeanne Claude
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“¡No puede ser!” dije en 1973 cuando leí que un artista búlgaro llamado Christo había colgado una cortina, en Rifle, Colorado, la famosa Valley Curtain, entre dos colinas. Algo así como 50 millas de tela. Creo que no aguantó y cayó a las pocas horas, pero esta especie de landscape art o landmark art lo distinguía de todo lo que en 1972 se hacía en arte. Desde entonces estoy persiguiendo las propuestas de este artista y de Jeanne Claude, su mujer. Su fama se acumuló cuando empezó a empaquetar edificios y hasta arrecifes. El primer edificio que empaquetó fue el Berner Kunsthalle y el último fue el megaproyecto de empaquetar el Parlamento de Berlín (Die Reichtag), que resultó de una belleza fantasmal inconcebible. Más de doscientosmil metros cuadrados de polipropileno para cubrir este edificio de ciento cincuenta metros de frente y cuarenta y dos metros de alto. Lo ideó desde 1971, pero fue realizado en 1995 auspiciado por el Estado y por su propia compañía. Nos conocimos en el festival Documenta: él era reservado, desconfiado y medio pedante —si no lo creen pueden preguntárselo a la artista y performer mexicana Dulce María López vega, quien empaquetó un edificio en la colonia Roma, y Christo se puso tan furioso que iba a demandarla por derechos de autor, ¿qué tal? Estoy seguro de que la idea de empaquetar se la fusiló a Man Ray con la foto La Caisse, que hizo en el tiempo del surrealismo, pero, ¿qué importa? Su obra es única. Aun así los subsecuentes proyectos tienen una tendencia hacia una levedad de concepto menos hermética que los edificios empaquetados, como si se aligerara el alma hacia proyectos ligeros y ecológicos: Surrounded Islands en la Bahía Biscayne, donde rodeó las islas con enormes collares de polipropileno; The Yellow Umbrellas (una instalación de sombrillas amarillas en una playa) y el proyecto en el que trabajan ahora: The Gates, para el Central Park de Nueva York. Desean que se convierta en una “obra de arte público” para la variedad de gente que vive en la ciudad y, forme parte de la topografía de los caminos y veredas (que tanto hemos visto en el cine) del parque. The Gates (Los portones) serán marcos como de 4.5 metros de alto de donde colgarán paneles de tela que llegarán a 2.13 metros del suelo. Estarán separados cada cuatro o cinco metros dejando que se levanten
con el viento. Existe mucha controversia entre los habitantes de la Big Apple, pero se considera que permanecerán catorce días en la época del año en que los árboles están deshojados, no veo mayor problema. Además el proyecto será financiado por los autores mediante la venta de sus obras: litografías y dibujos. El ayuntamiento no pagará nada de esta instalación y, por otro lado, le dará empleo a miles de personas en la manufactura, la pintura, la costura y demás actividades necesarias. Christo nació en Bulgaria en 1935 y estudió en la Escuela de Bellas Artes en Sofía. Vivió en Checoslovaquia y en Viena, y formó parte del grupo de los Nouveaux Réalistes. En 1958 se instaló en París, donde proyectó una instalación (con barriles de petróleo) en Colonia, Alemania. Ha exhibido en la Bienal de Venecia, en varias Documenta, así como en la galería de Leo Castelli. En fin, la intención de este artículo es, en parte, subrayar la diferencia del mundo del arte, de la escultura en especial, con las aberraciones a las que los habitantes de la Ciudad de México estamos sujetos. Era vergonzosa la colocación en el Paseo de la Reforma de esculturas (muy bellas) que de inmediato se cubrieron de hollín, de polvo y de basura. Todo para darse cran la señora regente anterior (¿cómo se llamaba?) Y Alejandro Aura. Era un esperpento en cadena fuera de contexto con el ambiente y el paisaje que tenía la intención de “llevar el arte al pueblo”. Con tal de tomarse fotos con Leonora Carrington. No sé por qué aceptaron los escultores. Cree el Gobierno del Distrito Federal que puede crear universidades sin ninguna base académica, construir periféricos dobles sin hacer estudios urbanísticos a fondo, conjuntar con las patas orquestas sinfónicas y lo peor: anunciar las actividades “culturales” del Instituto de Cultura de la Ciudad de México que es para llorar (o vomitar): Rebozos y cananas; El circo de los ratones; La tierra vista desde el cielo; ¡El cine sale a la calle!; Señor Coconut y su conjunto en el Zócalo. ¡Wow! No cabe duda de que le aprendieron al anterior director del Instituto de Cultura how to spend peanuts on shit art and keep a good bit of the surplus for “other purposes”.
27 / marzo / 2002
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Muri—Milton Berle, a los 93
Se debe dar a los comediantes una medalla de honor al mérito por un jurado mundial por el beneficio brindado a la humanidad, tan merecido como un Premio Nobel. Un premio al sentido del humor, a la transformación de las tragedias, la depresión, la inhibición y la culpa en su justo contrario: lugar donde se encuentra el antídoto al mal y, podría decirse, hasta el modo de exorcizar el miedo de vivir. El valor psicológico del que entiende de las correspondencias y coincidencias de un sentimiento comunitario y lograr que se reviente de risa (reventar las cadenas del sufrimiento ontológico), haciendo que el individuo se cuestione, quitando el tapete de sus prejuicios y convicciones imbuidas por sus padres y religiones. El humor es un consuelo extra que el público va acumulando en su vida, teniendo al ingenio como aliado, como escudo ante las oleadas de seriedad, vulgaridad y mal gusto. Esa medalla debían dársela a Milton Berle. Estoy seguro que muchos de los lectores se preguntarán: ¿quién es?, dado que sus años de fama datan de los cuarenta, cuando introdujo a millones de norteamericanos a este medio electrónico a tal punto que cambió la nación para siempre. Lo apodaron Mr. Television después del éxito de su programa The Texaco Star Theater, un programa cómico de variedades que mandaba por aire la nbc. Tendría yo diez años, vivía en White Plains, New York, y la influencia de comicidad como la de Milton Berle, que entraba con una boca sonriente, contorsionada, enseñando los dientes, sosteniendo su puro eterno (a veces vestido con trajes como los de Carmen Miranda, con todo y tocado de frutas) y con una serie de one-liners o punch lines como: “El matrimonio es una de las pocas instituciones en la que el hombre puede hacer lo que quiera su mujer”; ¿Y cómo se convirtió en estrella de cine? “Empecé como una nube gaseosa, después, me enfrié”. Así como los Monty Python (The Holy Grail) inician en Inglaterra una corriente de humoris-
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mo renovador a partir de una serie radiofónica en la que participaba Peter Sellers, The Loons, del mismo modo Milton Berle inicia un estilo de humor que podemos seguir hasta nuestros días: desde Johnny Carson, Jack Benny, Red Skeleton, George Burns, Jerry Lewis, hasta el incomparable Woody Allen. Y fue a los cinco años de edad que empieza su carrera imitando a Charles Chaplin en las calles de Nueva York para ganarse unos centavos para sobrevivir con su madre. Por suerte pasó un productor de cine y se lo llevó a trabajar como atracción extra en las películas mudas de la época. Trabajó en más de cincuenta, algunas al lado de Mary Pickford, Douglas Fairbanks y el mismo Chaplin. Después pasó al vaudeville, teniendo como apoyo siempre a su madre y a su hermana. La hermana diseñaba el vestuario y su madre, quien siempre quiso ser comediante, desde el público animaba a la concurrencia riendo en el momento adecuado a los shtiks (payasadas en lenguaje judío) de su hijo. A través de los años tuvo romances con varias mujeres estelares en Hollywood: Lucille Ball, Verónica Lake y otras. Pero con la que se casó
y vivió cuarenta años fue con Ruth Cosgrove, una publicista de Los Ángeles. El punto a observar es la influencia que se desparrama desde las comedias gringas: Seinfeld, Will & Grace, Friends, etc., es enorme. Los jóvenes toman como modelo a estos personajes y ejercen un life style en cualquier parte del mundo en que aparecen. Es una manera de globalización subterránea o psicológica, tan predominante en la vida diaria de México, Argentina o Brasil, digamos, que crean un hábito como el de oír noticias en la radio o leer el periódico en las mañanas. O como ver telenovelas. No hay duda que el sentido del humor aliviana y es una bendición. Ha sido mi aliado en mis puestas en escena y mi secreto tutor en el teatro. Lástima que en México las televisoras no respeten a los escritores para hacer comedia de altura. Recuerdo con entusiasmo los genios cómicos del gran Panzón Panseco, al Loco Valdés, a Tin Tan, Vitola, Los Polivoces, Cantinflas y otros pocos más, quienes aparecen en el Canal con Patas (que es una buena manera de reciclar lo que hay en la bodega de Televisa y volver a venderlo).
“Tienes que ser un buen actor —decía Berle—, existe una diferencia entre ser un cómico y un comediante. El cómico es un tipo que dice cosas chistosas y el comediante dice cosas con chiste, con estilo y un punto de vista que durará por años”. Murió mientras dormía. En el camino se ha de haber encontrado a Dudley Moore, quien murió el mismo día, y a Billy Wilder (Some Like it Hot, Sabrina, Sunset Boulevard) que se despidió de la vida un día antes. A toda esa generación mis respetos pues hicieron y siguen haciéndome ver la vida más ligera y mis remordimientos, como dice Nietzsche, “inútiles, como una serpiente mordiendo una piedra”.
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Milton Berle ©
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¡Éntrenle a la ciencia ficción
Si abren www.ntte.org encontrarán un site sobre nuevas tecnologías y transformación del empleo. En arquitectura también se está transformando la vida diaria del ser humano teniendo apoyos en el desarrollo de nuevas tecnologías (para el momento que quieran construir un segundo piso del Periférico ya habrá nuevas formas de instalar flujos de transportación y el regente se quedará como pedaleando un carrito de juguete comparado con los avances de este siglo). Bueno, en el site podrán encontrar sistemas y soluciones para desenredar el problema del empleo. Pero el proyecto que me interesó es al que se prestó Saramago: I Congreso Nuevas Tecnologías y Transformación del Empleo. El premio Nobel de literatura José Saramago invita a los internautas del mundo a que escriban un final a este cuento: Anoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años (si la noche en los polos dura seis meses no sé por qué no han de caber diez años en una noche marciana) y tomé muchas notas sobre la vida que allí llevan. Me comprometí a no divulgar los secretos de los marcianos, pero voy a faltar a mi palabra. Soy hombre y deseo contribuir, en la medida de mis escasas fuerzas, al progreso de la humanidad a la que me enorgullece pertenecer. Este punto es muy, muy importante. Y espero, si algún día los marcianos me vienen a pedir cuentas de mis actos, es decir, del perjuicio cometido, que los no sé cuántos billones de hombres y mujeres que hay en la tierra se apresten, todos, a mi defensa. En Marte, por ejemplo, cada marciano es responsable por todos los marcianos. No estoy seguro de haber entendido bien qué quiere decir esto, pero mientras estuve allí (y fueron diez años, repito), nunca vi que un marciano encogiera los hombros. (He de aclarar que los marcianos no tienen hombros, pero seguro que el lector me entiende.) Otra cosa que me gustó en Marte es que no hay guerras. Nunca las hubo. No
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sé cómo se las arreglan y tampoco ellos supieron explicármelo; quizá porque yo no fui capaz de aclararles qué es una guerra, según los patrones de la Tierra. Hasta cuando les mostré dos animales salvajes luchando (también los hay en Marte), con grandes rugidos y dentelladas, siguieron sin entenderlo. A todas mis tentativas de explicación por analogía, respondían que los animales son animales y los marcianos son marcianos. Y desistí. Fue la única vez que casi dudé de la inteligencia de aquella gente. Con todo, lo que más me desorientó en Marte fue el no saber qué era campo y qué era ciudad. Para un terrestre eso es una experiencia muy desagradable, os lo aseguro. Acaba uno por habituarse, pero se tarda. Al fin ya no me causaba extrañeza alguna ver un gran hospital o un gran museo o una gran universidad (los marcianos tienen esto, como nosotros) en lugares para mí inesperados. Al principio, cuando yo pedía explicaciones, la respuesta era siempre la misma: el hospital, la universidad, el museo estaban allí porque eran precisos. Tantas veces me dieron esta respuesta que pensé que mejor sería aceptar con naturalidad, por ejemplo, la existencia de una escuela, con diez profesores marcianos, en un sitio donde sólo había un niño, también marciano, claro. No pude callar, desde luego, me parecía un desperdicio que hubiera diez profesores para un alumno, pero ni así los convencí. Me respondieron que cada profesor enseñaba una asignatura diferente y que la cosa era lógica. En Marte les impresionó saber que en la Tierra hay cuatro colores fundamentales de los que se pueden sacar millones de tonos. Allí sólo hay dos: blanco y negro (con todas las gradaciones intermedias), y ellos sospecharon siempre que habría más. Me aseguraron que era lo único que les faltaba para ser completamente felices. Y aunque me hicieron jurar que no hablaría de lo que por allá vi, estoy seguro de que cambiarían todos los secretos de Marte por el proceso de obtener un azul.
con Saramago!
Cuando salí de Marte nadie vino a acompañarme a la puerta. Creo que en el fondo, no nos hacen caso. Ven de lejos nuestro planeta pero están muy ocupados con sus propios asuntos. Me dijeron que no pensarán en viajes espaciales hasta que no conozcan todos los colores. Es extraño ¿no? Por mi parte, ahora tengo mis dudas. Podría llevarles un pedazo de azul (un jirón de cielo o un pedazo de mar) pero, ¿y después? Seguro que se nos vienen aquí y tengo la impresión de que esto no les va a gustar. Puede participar escribiendo el final que considere más apropiado para el cuento a través de nuestro foro. A mí se me antojó escribir un final, pero debo confesar que mi esposa, Rosa (Newton), tiene una mente abstracta y metafísica más desarrollada que la mía. Es bruja blanca y de nacimiento loca. Además tiene libros de Saramago arriba del excusado y al lado de su mesa de noche. Se entiende con Salvador Elizondo y con Hugo Hiriart y Monterroso mejor que yo. Sus cuentos infantiles ya no caben en el siglo xx, así que le pedí que terminara el cuento. Esto escribió mientras yo veía mi nuevo porno filme: En parte falté ya a mi palabra y no quise divulgar más de mis experiencias y de lo que ahí observé. Sin embargo he de abundar en mi relato pues tuve una sorpresa extraordinaria el domingo pasado. Recibí una invitación redactada en caracteres un tanto rústicos, que llamó mi atención. Se trataba de una representación teatral, una obra que se llamaba algo así como La llegada de los extraterrestres a nuestro planeta. Creí que sería un proyecto para público infantil y tuve la curiosidad de ver cómo se interpretaría. Era tan semejante a lo que allá vi que empezaron mis sospechas. Para empezar, al entrar al teatro, los acomodadores estaban disfrazados de marcianos, con vestuario y maquillaje idéntico, podríase decir, a los per-
Rosa Maria Vivanco, 1990. Fotografía: © Gilbert Chen
sonajes que yo conocí. También el personal de la cafetería y la taquilla y quienes recogían los boletos, por lo que pensé que, además de mí, alguien ya había visitado Marte. Lo representado en escena, por ejemplo, el paisaje, su disgusto por estar en este planeta, su incomprensión ante nuestros políticos y sus decisiones y, sobre todo el uso del color blanco y negro me hicieron sentir nuevamente allá, en Marte. La historia trataba de un estudiante que vivía apartado de otras comunidades, había quedado huérfano en su terruño (¿martuño?) pero acudía a la universidad para estudiar la carrera única que se impartía en su planeta: un conjunto de materias éticas y prácticas. Aunque resultaba que este estudiante lo tenía todo, excepto de tal. Aun siendo el único motivo para que estuviera esa universidad activa, él no ponía pie en clase alguna. Pasaba la mayor parte de su tiempo excavando hoyos en el piso, ¿para qué? Para nada. También se entretenía matando bichos, ¿para qué? Nunca lo sabremos. Le encantaba tomar el sol, de vez en cuando se rascaba la barriga. Sus diez profesores manifestaban
cierta impaciencia por su total desinterés en aprender y acordaron una reunión especial ante caso tan extraordinario, pues nunca antes habían enfrentado ese fenómeno. Después de muchas deliberaciones llegaron a la conclusión de que no tenía remedio el chamaco. Uno de los profesores opinó que como cualquier ser debe servir para algo, había que encontrarle una ocupación o puesto, o algo. Invirtieron un tiempo no corto y concluyeron lo siguiente: Este personaje sería enviado al planeta Tierra, le encontrarían un empleo en el gobierno mexicano, desde luego sindicalizado, a donde podía escalar fácilmente altos rangos y viviría por siempre feliz.
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El turbio, convulso y seductor Mario Bellatin
Con él entre nosotros la novela vuelve a ser un género mayor Sergio Pitol
“Léete esto —me dijo Raúl Falcó—, es una novela que te va a encantar”. Era la versión, todavía mecanografiada, de Poeta ciego, de Mario Bellatin, que acababa de llegar de Perú con su mujer, bailarina y amiga de Magdalena, la mujer de Raúl; de esto hace cinco años. Alfonso Reyes, en una mítica conversación con un crítico literario, trató de convencerlo de que con el título bastaba. Leer el cuento o novela es una pérdida emotiva contra el título. No hay día en que no presenten un libro a los amantes de la literatura para sentir que saben algo, sentándose la prosodia y la prosapia de los invitados a comentar. Tengo cierta reticencia a estos actos y ha habido momentos en los que quisiera lanzar un pastelazo a la Laurel & Hardy mode, a la pomposa nulidad a la que se prestan detrás de la mesa de conferencias. Pero Mario Bellatin, a quien debo agradecerle volverme al gusto de leer, me atrapó de inmediato. En uno de los escritos del Cuadernillo de las cosas difíciles de explicar empieza escribiendo: “El poeta ciego habla de cierto asunto nocturno ocurrido en una institución conocida como la ciudadela final”. En tres líneas te manda a nowhere’s land. Todos guardamos un cuadernillo cargado de pecadillos y placeres que indudablemente no nos podemos explicar pero es vida, nos mueve, ya seas un asesino en serie o Jessica siendo expulsada de Big Brother. ¿Por qué se me ocurrió? Y luego me imaginé un camión lleno de todo tipo de sórdidas intenciones o un hospital ambulante para drogadictos a las orillas del río, como Tlacotalpan ¿Y en qué tiempo está pasando? ¿Qué quiere decir con “cierto asunto nocturno”? Me llevó a recordar a Orlando furioso, en traducción de Italo Calvino y a las nuevas grandes ciudades del mismo autor. Después seguí leyendo sin parar.
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Soy Mario Bellatin y odio narrar. El hecho de ser escritor está más allá de una decisión consciente que haya podido ser tomada en un momento determinado. Espero que entienda el lector que no soy crítico de literatura, sino que trato de poner la relevancia de Mario (a quien, en una borracherilla, lo obligué a darme los derechos de Poeta ciego para el cine en una servilleta) entre queridos escritores. Jamás se me olvida una crítica del Independent londinense sobre la novelística mexicana. Decía algo sobre mi buen amigo Carlos Fuentes y observaba algo que les pasa a los escritores latinoamericanos: “They show a distinctive ‘bagginess’ in their novels”. O sea que quieren meter todo, como cuando los mexicas viajamos llevándonos hasta el perico. Bellatin, con su concreta visión, salva a miles de jóvenes de empezar a escribir desde la imaginación sublime. Háganse de cuenta a Laura Esquivel. Por eso estoy muy de acuerdo con el crítico Rafael Lemus cuando afirmó: “Hay que decirlo de inmediato, [Bellatin] es el más original de los narradores mexicanos; su obra, hecha toda de pequeñas noveletas, construye y reconstruye a cada libro el mismo universo de obsesiones personales y emprende en cada viaje el mismo límpido experimento narrativo. Cada novela es un trabajo de feroz economía y un ejercicio de radical minimalismo”. En El País, Javier Goñi, escribe: “El insólito mundo narrativo de Mario Bellatin no necesita rebasar los límites convencionales de la novela corta para apoderarse del ánimo del lector, quien se deja seducir por la turbia y convulsa belleza de sus relatos”. Claro, ¿cómo no me iba a cautivar si mi vida ha sido insólita, seductora, turbia y convulsa, con sus épocas de calma y reflexión?
Mario Bellatin © Mario Bellatin
Algo de Poeta ciego
Un poeta ciego de or’ genes legendarios, hijo adoptivo de una familia acaudalada, estudiante universitario y creador de rituales esotéricos, funda una secta de oscuros prop—sitos cuyas reglas se basan en una sexualidad maliciosa y en las virtudes m‡ gicas que se atribuyen a las irregularidades de la piel. Luego de atraer a nuevos seguidores con bailarinas y, en caso necesario, con ciertas drogas suministradas por psiquiatras, los dirigentes someten a sus fieles a perversos métodos pedagógicos. Muy pronto la comunidad religiosa ser‡ escenario del cisma, la locura fan‡ tica y la lucha por obtener el poder. Cuando los disc’ pulos del poeta ciego asesinan a las primeras personas indefensas, À se han vuelto marionetas intolerantes y caprichosas? À Enviar‡ n a sus pandillas de adolescentes contra los pocos inconformes? À C—mo detener esa ola de crueldad y violencia que tanto temiera el fundador de la secta?
En un escrito periodístico de hace dos años, Bellatin señaló: No recuerdo exactamente cuándo nació la necesidad de ejercer este vicio absurdo que me ha obligado a permanecer cientos de horas frente a un teclado o delante de incontables libros... Me parece un oficio tan vano y sacrificado que no veo el sentido que puede tener esforzarse tanto para conseguir tan poco.Desde joven, agregó, comprendí que de alguna manera debía aprovechar la angustia que me produce —angustia que se convierte en mal carácter, depresión, ataques de nervios, tiempo incalculable frente a los programas más banales de televisión— pasar algunos días sin que pueda sentarme a escribir en paz”. Cierto o no lo anterior, Mario Bellatin, quien estudió teología, ha escrito los libros Salón de belleza (novela que el año pasado se tradujo al francés, fue finalista del Premio Médicis al mejor libro extranjero y que, adaptada al teatro por Alberto Chimal e Israel Cortés, se representó en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz), Canon perpetuo, Efecto invernadero, Damas chinas, Poeta ciego y Flores (título que hace alusión al famoso libro de Baudelaire, Las flores del mal, aunque las de Bellatin son de plástico). La obra de Mario Bellatin, escribió hace poco la ensayista Margo Glantz, “compuesta de breves textos de
extremada concentración, es ya sin embargo muy extensa”. También un genial rompecabezas teatral titulado El jardín de la señora Murakami que continúo descifrando. El Premio Xavier Villaurrutia 2001 fue otorgado al escritor por su obra Flores, publicado el año pasado por la Editorial Joaquín Mortiz. Alrededor de una veintena de obras publicadas el año pasado se inscribieron a este certamen, sin embargo, el jurado decidió adjudicarle el premio al escritor Mario Bellatin, quien, de acuerdo con el acta, “es constructor de una estética fundada en dos vertientes fundamentales: la rela-ción entre el arte y la enfermedad y la frecuentación de culturas apartadas de la norma”. A mí me parece verdaderamente original.
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El grupo húngaro Squat Theatre realiza sus presentaciones en un escaparate que da a la calle. Fotografías : Juan José Gurrola © Archivo Gurrola.
Necesario un rendez vous entre el arquitecto y el director de teatro
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La escenografía no existe, existe el teatro. Alejandro Luna
La presentación del libro de Alejandro Luna, Escenografía, tuvo para mí varias sugerencias sobre el arte del diseño escenográfico, la iluminación, la arquitectura y la débil repercusión que tiene el arte escénico frente al cine o la televisión en el mundo. Hace poco en el New York Times se leía un anuncio que decía: “¿Por qué sentarse en un teatro abarrotado cuando puede disfrutar de un entretenimiento de primera clase en su propia casa?” Igual como ir a misa en la sala de tu casa viéndola por la televisión, hasta con los niños comiendo crunchies. Pero si hay talentos como el de Alejandro Luna y en los demás elementos que conforman una puesta en escena: actores, directores, vestuaristas y, obviamente, los dramaturgos, ¿por qué se siente una disipación en el marco general que tiende a obliterar el buen teatro e imponer las grandes súper salvaguardadas re-producciones de los éxitos neoyorquinos? Es mi intención poner énfasis en que el descalabro empieza en la dicotomía conceptual que tiene un arquitecto sobre el teatro y, por otro lado, el director de teatro sobre la arquitectura. Pongamos por ejemplo los teatros del Seguro Social. El conflicto entre los comodatos del imss y el Fonca nace desde la faraónica idea de hacer teatrotes por todo el país donde hubiera un edificio de esa institución, diseñados por un modelo arquitectónico de Julio Prieto (con un ciclorama de concreto que siempre fue más un estorbo que una solución práctica). Lo mismo en la calle de Xola que en Los Mochis o Piedras Negras, o Mazatlán. Las diferencias sociales, climáticas y sobre todo creativas de los grupos hicieron que al cabo de los años se usaran para eventos políticos, fiestas de fin de año, ballet folklórico y, muy de vez en cuando, por algún valiente que producía una obra de teatro. Añádale el costo de la planta de tramoyistas, técnicos, mantenimiento, etc. Y peor aún, la falta de calidad de las producciones y la represión de la sociedad como en Guanajuato o Culiacán. Un circo imposible.
Al cabo de los años, viendo que son impagables las producciones a través de las instituciones, ya sea el imss o Conaculta, se planteó, mediante un contrato, que aquellos grupos con cierta trayectoria recibieran en comodato un teatro, con ciertas cláusulas (muchas con letra pequeña) que respaldaban los derechos y las obligaciones de las partes. Era una ilusión que aprovechaba la pasión y el apego al arte escénico y delirios de grandeza de sentirse como Grotowsky o Peter Stein dirigiendo temporadas donde se demostraría su talento, junto con unos fieles actores obedientes a los dictados del “director pensador” y marcando una época inusitada en el teatro mexicano. Yo, gracias a Dios, no caí en la trampa. Ahora se rebelan los operadores por las nuevas cláusulas porque ni rentando los teatros sacan para sobrevivir. En verdad no sé cómo esté la cosa, pero quiero recalcar que todo nace de una falta de comunicación entre los arquitectos y los hombres de teatro con una visión del entorno, el estilo de obra y el público al cual estará dirigido. Los arquitectos creen que es como en el cine. Una acción dentro de un marco. Y no. No llegan a comprender que el papel del público es activo y no pasivo. El cine es una forma pasiva de arte donde sus reacciones ya están preprogramadas por el director, por el equipo de rodaje, por el reparto y por el guionista. Es cuestión de planear la reacción de los resortes emotivos y pasionales impunemente. La comunicación del espectador de cine con esa fantasmagórica imagen de la pantalla se produce en una sola dirección, todo lo que el espectador puede hacer es tan sólo escuchar y observar. Ni el cine, ni la fotografía, ni las artes gráficas, ni el arte por computadora pueden considerarse arte; ni María Félix, ni Silvia Pinal, ni Bibi Gaytán, actrices. El teatro es otra cosa, matador. Aunque un espectáculo haya sido preparado con sumo cuidado por su director, tanto el público como los actores se encuentran ante una situación básicamente anárquica; puede ocurrir cualquier cosa. Y si todo va bien, el espectáculo deberá comenzar o despegar como se suele decir. Lo que distingue al teatro en vivo del cine es la sensación de riesgo de comunidad y de experiencia compartida que se siente ante una representación teatral bien realizada. Alejandro Luna es genial, no sólo porque pinte con luz su diseño escenográfico sino que, con la luz, oscurece lo horrendo del interior de la sala y el proscenio. Enfoca a fuerza la mirada del público sobre lo que se “puede ver” y borra todo lo demás que contiene una sala. Se ocupa de que tengamos en cuenta que el teatro es un acontecimiento tridimensional
que incluye al público. El director de Theater an der Ruhr, Ciulli, apunta que hay tres autores en una función: el dramaturgo, el actor y el público. Yo estoy totalmente de acuerdo con él. El espectáculo representa una serie de objetivos y actitudes artísticas en tanto que dure la representación en sí misma como un evento único. Una representación y un espectáculo se ratifican en gran medida y se confirman velada tras velada en cada una de las noches de la representación, tanto a través del que actúa como por el asiduo y devoto aficionado que acude al teatro. Vuelvo a felicitar a Luna y los editores de Escenografía, que dio pie para conocer a Richard Pillbrow, quien aparte de reconocer en Luna a un gran “mago de la luz” es muy práctico. Tiene una compañía, Theater Project Consultants, que proyecta “teatros que trabajan, recintos funcionales, tanto en lo técnico como en lo económico y lo artístico”. Yo sería de la opinión de programar en el futuro un encuentro entre jóvenes arquitectos y jóvenes teatristas para intercambiar puntos de vista y así no trabajar con señales cruzadas que llevan al fracaso. Yo, la verdad, prefiero hacer teatro en la sala de mi casa.
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David Hockney y los artefactos —pticos usados por los grandes maestros
Desde hace años David Hockney (con quien tuve el honor de pintar un mural efímero en el Bar 9, allá por los ochenta, patrocinado por Henri Donnadieu) trata de convencer tanto a críticos como científicos de que los grandes maestros, desde el siglo xv, se valían de artefactos ópticos como lentes, espejos, camera oscura y camera lucida como ayuda mecánica para trazar los objetos y sujetos directamente sobre papel, tela o madera. Esta teoría lo ha llevado al centro del escenario del mundo de las artes al hacer un pronunciamento escolástico en una conferencia organizada por la Fundación Sloan & Norton en el auditorio Tischman de la Universidad de Derecho en Nueva York. Hockney estuvo acompañado por profesores de física con experiencia científica sobre el proyecto, el doctor Charles Falco, quien trató de demostrar el fenómeno del proceso usado por Caravaggio en el cuadro “Bacchus”. También asistió Philip Steadman, autor del libro La cámara de Vermeer: descubriendo la verdad detrás de las obras maestras (Oxford University Press), quien con gran precisión logra reconstruir el espacio y medir las dimensiones de los objetos que existen en museos antiguos y que incorporó en sus escenas domésticas. “Un retrato es un cuadro de una persona con la boca un poco chueca” comentó alguien que no recuerdo. Y sí, reproducir un objeto o un cuerpo que no aparezca distorsionado, lo que se llama to eye-ball, mediante una coordinación extraordinaria entre el ojo y la mano para trazar es lo que apasiona a los historiadores y curadores. El aprendizaje lleva años hasta lograr la destreza y la velocidad requeridas. Por eso, en el auditorio la palabra tramposo andaba en el aire. Pero Hockney defiende que aun teniendo los lentes y demás artefactos para crear un Caravaggio o un Ingres no se puede reproducir un Caravaggio o un Ingres. “La óptica no puede hacer una marca en la historia de las artes plásticas, sólo los artistas pueden”, explica el mismo Hockney en su reciente libro publicado por Viking Press: Secret Knowledge: rediscovering the lost techniques of the old masters. En él, Hockney afirma que ha redescubierto la vieja práctica secreta, desde Caravaggio pasando por Van Eyck, Holbein, Leonardo da Vinci, Velázquez y quizá Rembrandt. Muchos se han quedado con la boca abierta frente a esta provocativa idea de que estos genios usaron objetos ópticos, lentes cóncavos, por donde atravesara la fuerte luz del día para no tener que trazar usando la agotadora perspectiva. En México tenemos a Arturo Rivera, que repasa copias de Xerox con sustancias para darles ese look antiguo, y Cauduro, quien usa singularmente (en algunos cuadros) un sistema de fotografía en relieve
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neumática; lo cual no les quita la originalidad ni el arte como el de los grandes maestros. “Habría que trabajar con la evidencia y la evaluación en cada caso —dice Hockney— hasta las transparencias Kodak usadas por Andy Warhol”. Tengo la teoría de que el arte empezó con el pie izquierdo desde que se inventó el asurado (rayitas y rayitas) para dar la sensación de volumen desde Leonardo, Rafael y demás. Para mí es un engaño al ojo, un trompe-l’œil, desde el Renacimiento, que asombra a los incautos. Aunque no descarto que la disciplina férrea en las escuelas de arte para saber dibujar debe ser absoluta. Después, que pinten como quieran. Hasta como Jackson Pollock. La ciencia del dibujo es maravillosa y cuando se logra en el papel con un simple lápiz o un carbón se ensancha el alma. “El sello de las obras auténticas consiste en lo que ellas parecen aparecer de tal manera que no puede ser engaño, y en que el juicio discursivo no puede llegar a su verdad” (Teoría estética, Theodor W. Adorno). La exposición organizada por José Luis Cuevas en su museo, “Homenaje al lápiz”, es una constante que revela la cantidad de buenos dibujantes que existen en México. Quizá David Hockney se esté curando en salud, ya que es obvio que sus figuras tienen mucho de calca o artilugio mecánico. Pero nadie le quita lo genial. Sobre todo como escenógrafo.
La bendición de Jacob, Rembrandt, 1656. © Museumslandschaft Hessen Kassel
Su diseño para la ópera La flauta mágica era sorprendente. Este inglés nacido en Yorkshire se mudó a California desde 1964. Aquí en México hizo la escenografía para El gato con botas, de Johann Ludwig Tieck, en el Museo Tamayo, que tuve el placer de dirigir en 1984. Hablando del gobierno inglés recuerdo una frase memorable de Hockney: “El gobierno actual es una bola de filisteos. Y no es una sorpresa. Lo que sorprende es que son más filisteos que los anteriores”. Puede tratarse de cualquier gobierno.
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¡Que se vaya todo al demonio menos el circo!” vocifera un personaje de e. e. cummings. “Héme aquí exprimiendo ideas dentro de un escenario de dos dimensiones, mientras todo lo que soy o tengo está en la punta de una carpa de un circo.” La obra es Him, escrita en 1921, sin duda la más revolucionaria del teatro norteamericano. Continúa dialogando el escritor, que está escribiendo una obra de teatro sobre... los poetas, los pintores, los escritores, los compositores, los dramaturgos, que no son personas capaces de saltar a través de un aro desde arriba de un caballo. Ni hacer reír a la gente pintados de payasos, ni orquestar a veinte leones. Yo añadiría: ni lanzarse dentro de un barril en las cataratas del Niágara, ni hacer acrobacias sobre un avión, ni vestirse de Súper Barrio, ni ser un equilibrista que cruce a través de un cable la distancia entre las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, recién fallecidas. Quien hizo esta hazaña, el 7 de agosto de 1974, es un francés llamado Phillipe Petit, que opacó en los medios la renuncia de tricky Nixon a la Presidencia de los Estados Unidos. Tendría 26 años el equilibrista, ya famoso desde los sesenta, en las bellas calles de Montparnasse, donde podías ver pasar a Giacometti o Jean Paul Sartre con su artículo bajo el brazo para el diario L’ Humanité. Se cuenta que nunca se sabía dónde o cuándo iba a aparecer en el cielo parisino. Pero si andabas por el Boulevard Saint Germain o tomando un café en Le Deux Magots o un pastis en La Coupole, seguro en una de esas lo veías atravesar de una terraza a otra sobre un alambre, a veces en un uniciclo. Otras veces trazaba un círculo en la calle, amarraba una soga de un árbol a otro y sobre ella se balanceaba haciendo de mimo, prestidigitador, malabarista; después pasaba el sombrero y desaparecía en la noche. En otra ocasión, con los policías ávidos de bajarlo, durante tres horas hizo todo tipo de locuras entre las torres de la catedral de Nôtre Dame, acto que lo llevó a la fama y [en el cual] anunció que sus actos no eran para entretener, sino que era un performer, un artista. Recibió la atención de los medios pero al poco tiempo se olvidaron de él. Así que decidió llevar su arte a otra parte. Esta vez a Sydney, donde la policía lo hizo bajar y lo encerraron en la cárcel. Después vino la espectacular caminata entre las Torres Gemelas porque había visto una foto en una publicación en el consultorio del dentista cuando tenía 19 años. Arrancó la página y se la guardó para el futuro proyecto, el cual no iba a ser fácil aún teniendo una meticulosidad casi fanática en la planeación de sus performances: abriendo candados en Nôtre Dame, serruchando partes para que cupieran los pesados materiales que tenía que utilizar. Empezando por la altura de las torres que sobrepasaba cualquier otra proeza anterior y, ¿cómo pasar el cable de una torre a la otra cuando la distancia entre ambas era de ciento cuarenta pies (cuarenta y dos metros aproximadamente)? Y luego, ¿cómo burlar la vigilancia omnipresente? Tuvo a su favor el hecho de que no estaban terminadas y que continuamente llegaban camiones con material para el edificio. Así que disfrazado de trabajador subió lo necesario y en la noche, desde la torre sur, con arco y flecha y una cuerda adherida, lanzarón esta cuerda como de pescar y después jalaron el cable hasta el otro lado. A mí me parece maravilloso.
Fotografía: Jean Louis Blondeau © Polaris Images
De equilibristas y poetas Dieron las 7 de la mañana y los transeúntes no creían lo que veían. El tráfico en Wall Street estaba detenido durante los cuarenta y cinco minutos que duró el acto. Se cuenta que tuvo un tropiezo pero terminó sentado sobre el cable tensado que se balanceaba peligrosamente a esa altura a causa del viento. “Recuerdo el clamor, los claxons y los aplausos desde allá arriba. Fue en donde tuve la mayor repuesta de la gente”, platica Phillipe Petit. Desgraciadamente empezó a llover y el show tuvo que terminar y él cayó en brazos de la policía. Hubo un arreglo con el alcalde de Nueva York y donó una función sobre Central Park para salir libre. Petit ahora tiene cincuenta y dos años y su proyecto es cruzar las mesetas del Grand Canyon en el mero centro de la cultura navajo. Lo interesante es que la profundidad es de mil seiscientos pies y el largo a recorrer mil doscientos. El problema ha sido el dinero. Se han echado para atrás en el último minuto. Sin embargo, él se siente un poeta que es parte de la historia de The Twin Towers. Pero también un poeta como e. e. cummings imagina jugarse la vida como equilibrista en una cuerda a 20 metros de altura: […] que se balancea sobre tres sillas, una encima de otra sin red protectora, quien sube hasta la más alta, se sienta en ella y empieza a balancearse [...]. A veces lo veo con terror, soy yo: ¡un acróbata perfecto! Las tres sillas son tres conjeturas, de una patada las lanzaría al vacío y él se quedaría flotando en el aire; y en ese momento (con todo el público desilusionado), columpiándose de un lado a otro, sonriendo sobre millones de rostros se regocijaría sobre tres cosas, sobre tres hechos: Yo soy un Hombre, Yo soy un Artista, Yo soy un Fracaso. Repitiendo esta oscura, simple fórmula murmurada en un idioma microscópico: respiro y me columpio repitiendo: un Artista, un Hombre, un Fracaso, debe proseguir.
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Nuevo horizonte de actores El estudio de la hermenéutica contemporánea (Dilthey) tiene mucho que ver con las artes escénicas, especialmente con el actor o actriz, en cuanto que desarrolla una filosofía de historia y ciencias humanas que argumenta que los textos y las declaraciones o expresiones verbales son expresiones significativas con un “contenido mental” o intención que no está restringida a las palabras, sino que implica una interpretación del ser en el mundo, tanto por quien interpreta el texto como por quien lo escucha. Eso pasa en la sala de un teatro cuando se amplía el conocimiento al descifrar las intenciones del autor y entrar en un mundo de ficción insólito. Pero el actor debe tener una noción anticipada de entendimiento existencial que la obra y los textos están produciendo, y más aún, tiene que ser culto, informado, con un equilibrado buen gusto cada vez que pisa el escenario [o] ampliar sus horizontes en este arte del simulacro. Debe tener una metaconciencia capaz de reducir a microsegundos lo que la memoria hace aparecer en el continuo girar del cerebro y los recuerdos que han quedado impregnados en él para seducir al público. Fascinante y maravilloso arte. Se es en el mundo sólo en el escenario. Lo demás, la vida diaria, el poder, son pavadas. Los verdaderos actores lo saben y sólo se dedican a cincelar su arte caminando y rumiando por la calle con un texto bajo el sobaco, apretándolo e imaginando cuando lo explaya en escena. Lo plantea Nietzsche en su aforismo 361 de La gaya ciencia:
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Falsedad con buena conciencia: el placer en el disimulo estallando como poder, sumergiéndolo a veces hasta apagarlo; el intenso deseo de tomar una máscara y entrar en un papel, en una apariencia; un excedente de facultades de adaptación de todas clases, que no saben ya satisfacerse en el servicio de la inmediata estricta necesidad; todo esto, ¿no constituye acaso exclusivamente al actor en sí mismo? Bueno, este breviario cultural nace a partir de una buena vibra que siento al ir al teatro en los últimos meses, en los que he presenciado puestas en escena y actuaciones con el nivel que teníamos en los años sesenta, antes de que los dramaturgos salidos de la Facultad de Filosofía y Letras se echaran elogios unos a otros para conservar su lugar en las camarillas culturales. Ibargüengoitia, García Ponce, Salvador Elizondo y Hugo Hiriart son de otro nivel. Desde Ubú rey, que me pareció justa imaginativa y zzazzi; recuerdo salir reconciliado con el teatro que estuvo en un bache generacional infame. Luego De monstruos y prodigios, impecable; Las obras completas de Shakespeare, con una mano negra alburera muy gozosa, el timing y el desparpajo de esta nueva generación de actores; los espectáculos de Jesusa ¡Viva Jesusa!; Jung y Freud de Solares; Héctor Ortega en El avaro; Mauricio Davison en Hotel Alsace; la actuación de David Hevia en la obra de Carmina Narro, en fin, no recuerdo todas pero siento un resurgimiento del teatro gracias a directores y actores (muchos empezaron bajo mi exaltada y genial dirección) que
Calendario de Directores Independientes, 1986 ©
ya han viajado, que tienen información y que están descubriendo la inmensidad del arte escénico comparado con la humillación televisiva de ser simuladores de actuación, agarrados a trucos baratos y creer que se pueden llamar actores. Ayer fuí a ver dos obras de Copi en el teatro Orientación y salí encantado con la actuación de Giménez Cacho como la madre de Eva Perón y todo el elenco. También la de El homosexual o la dificultad de expresarse.* Bien dirigidas, bien actuadas y con una escenografía de Pascal llena de huecos misteriosos, luces inquietantes. La banda musical de la segunda puesta acompañaba la acción. ¡Qué buena pinta tiene Mariana Giménez! Irina Segura como un martillito, Enrique Arreola, étcetera. La dirección de Giménez Cacho es una operación quirúrgica del texto inmortal del inmortal Copi, que los directores de este tríptico analizan muy bien. Reproduzco un fragmento:
una oportunidad ideal para reconciliar varios tipos de público. Los personajes de Copi no tienen otro peso que el de la palabra, el teatro se los da. Todo, absolutamente todo les puede ocurrir. Como las amebas que se multiplican, mueren y resucitan por escisión, sus personajes son guapos y espantosos, animados por sobresaltos de bondad y crisis de maldad, eyaculan poesía y acarician mierda, son ilimitados porque no conocen otros límites que los del teatro. Las emociones y la escritura que los anima son sus grandes sentimientos, inmutables, vivos, contemporáneos. El hambre, el dinero, las nalgas, la enfermedad, el poder, la duda, la certeza, la metamorfosis, el amor. La muerte. Ojalá siga este resurgimiento de actores comprometidos con su oficio, quizá el más humanista de todos. * El homosexual, Copi, edicones El Milagro
Reconocido como parte de la vanguardia teatral francesa de los años setenta, Copi sigue siendo montado [sic] por las nuevas generaciones de actores y directores de escena en las instituciones más reconocidas. Sus obras delirantes, feroces y jubilosas llevan el travestismo al extremo de una teatralidad a ultranza que se remonta a los orígenes del teatro. Actualiza los recursos del teatro de vaudeville en temas originales; es popular y marginal, carpero y poético. Copi puede ser
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Juan Sebasti‡ n Lach estrena nueva composici—n musical
Juan Sebastián Lach © Fotografía:
El XXIV Foro de Música Nueva Manuel Enríquez me trajo buenos recuerdos de Manuel, violinista prodigioso y compositor de música que rebasaba la época: Suite para orquesta de cuerdas (1954), Cuatro piezas para viola y piano (1962) Obertura lírica para orquesta (1963), Tres invenciones para flauta y viola (1964), Tres formas concertantes (1964) y Reflexiones para violín solo (1964) son algunas de sus obras. Nos encontramos un par de veces en París, una de ellas para hablar de la música para el filme Tajimara, basado en un cuento de Juan García Ponce. Su actividad a veces mareaba, estaba en todo, dirigiendo, componiendo y viajando a dar conciertos por todo el mundo. Más de una veintena de conciertos se celebrarán en varias partes de la república. Hoy miércoles, en el Centro Nacional de las Artes, se llevará a cabo el programa XI con el Cuarteto Latinoamericano (Saúl Bitrán, violín; Arón Bitrán, violín; Javier Montiel, viola y Álvaro Bitrán, violonchelo) que consta de Dos movimientos para cuarteto de cuerdas, de Hugo Morales Murguía; En el eco de las paredes (cuarteto núm. 3), de Alejandro Cardona y Ságara, de Juan Sebastián Lach. Además de Movements for string quartet núm. 3, de Reza Vali. Es interesante que Juan Sebastián Lach fue cuate mío desde que tocaba con una banda de jazz, allí por los años ochenta, con un grupo que se llamaba Los Psicotrópicos, y tocaron en la puesta en escena de Catálogo razonando de Juan García Ponce, codirigido por mí y mi alumno David Hevia. Quién iba a decir que al muchacho le iban a estrenar una obra en el Koninklijk Conservatorium en La Haya, Holanda, en donde está becado para estudiar con Stockhausen y Clarence Barlow. El año pasado hizo la música, formidable, para Palabras y música, de Samuel Beckett, para Radio unam. Nació en 1970; empezó con el piano a los once años y a tocar en grupos de jazz y rock desde los quince; como tecladista de Santa Sabina (de 1991 a 2001) ha grabado seis álbumes y participado en diversos foros de México y del extranjero. Desde 1989 ha compuesto música para teatro, cine, video y radio. Sus estudios incluyen matemáticas en la unam (89-92) y la licenciatura en composición en el ciem (1992-96). Estudió piano con Julieta Mora (1988-99) y del 2001 a la fecha la especialización en composición y fonología en el Koninklijk Conservatorium en La Haya, Holanda. Que exista el ánimo de ejecutar música nueva, dodecafónica o electroacústica, es un gran paso. El público siempre fue reacio a las vanguardias, preguntan si es música ese rasgueo y esos ruidos extraños salidos de los sintetizadores.
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A Antonio Russek, a Héctor Quintanar y a varios cuates los he visto entre computadoras y teclados; inclusive Manuel (el hijo de Graciela Iturbide) y yo, compusimos una corta pieza en Banff Center for the Arts, en Alberta, Canadá. Una vez, cuando yo era chavo y no sé por qué, compré un disco de 78 rpm. Creo que por la portada, que era plateada y, ¡oh! sorpresa, que empiezo a oír a Xenakis, Metástasis (1954), basada en el diseño de las superficies del Philips Pavillion, que sería construido por Le Corbusier para la Exposición de Bruselas de 1958. La música de Juan Sebastián tiene algo de las llamadas analógicas. Ostinato, de una complejidad modernística difícil de explicar, sobre todo para mí. Pienso que lo único que podría constituir el alma de un ser son la música y las canciones que lleva uno dentro. En mi casa, mi abuela tocaba a Manuel M. Ponce o a Ricardo Castro, al piano por las tardes. Aprendí algo de guitarra con Chalín (del trío con Guty Cárdenas), soy fan de la oldies neoyorkinas (all Woody Allen’s favorites), Mingus, Coltrane, Los Panchos, Los Tres Ases, Dionne Warwick, Los Carpenters; bueno, eso hasta que cayó en mis manos un disco de Stockhausen, con música para el Pabellón de Bruselas; luego otro de Oliver Messian, Luigi Berio. En mis puestas en escena la música es un actor más: Saint-Saëns y Chausson; en La cantante calva de lonesco, en el teatro de la Casa del Lago. Gutiérrez Heras y Mario Lavista eran de los pocos compositores que en aquellas épocas experimentaban nuevos caminos. Yo también toqué en un grupo. Y hasta hicimos un disco. Música Neuroatonal, con Víctor Fosado, y tocamos en la Alameda Central, en la Sala Manuel M. Ponce, en Las Musas y hasta en el Champagne A gogó. Ahí cenábamos como todo músico: en platos de peltre. Teníamos tres bailarinas de corte moderno y experimental: Ofelia Medina, Marta Verduzco y la linda Diana Mariscal. Éramos tan exitosos que Jodorowsky formó su banda too. Well, the seventies, you know. Apenas estaba naciendo Juan Sebastián Lach, quien me contó que la pieza que estrenan, Ságara, que significa ola, nació de un trazo que hizo una ola y después escribió la partitura, siguiendo el dibujo. Siempre he dicho que todas las artes son una. Le tomó dos años terminarla.
22 / mayo / 2002
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La voz maligna en un nuevo territorio lingŸ’ stico
El dilema P.M.S. © Miguel Ventura
¡Oh nueva doctora! ¿Podrá extirpar este tumor que es mi lengua, que es mi vieja voz en esta tierra? ¿Y las nuevas terapias?, y los nuevos medicamentos ¿dónde están? Los cuadernos de Mademoiselle Heidi Schreber nilc (Nuevo Consejo Interterritorial de Lenguas) La exposición de Miguel Ventura, El dilema P.M.S., en el Museo Carrillo Gil, es un abanico de aciertos en diferentes medios (fotografía, dibujo, video, instalación) de un artista comprometido a levantar ámpula contra el poder corrompido por medio de la parodia, la ironía, todo perfectamente empaquetado en el tercer piso del museo. Sin duda, la mejor exposición de este recinto curada por Patricia Sloane. Conforme va uno entendiendo el sentido de burla sarcástica contra el uso de los medios publicitarios como paliativo para una ciudadanía sumisa, acolchonada, de plástico, inofensiva, mojigata, todo color pastel, lechita de vaca y Heidi en la cumbre de la montaña, respirando el aire limpio, teniendo bellos volcanes como fondo, va apareciendo la amplitud creativa del concepto original y sus vertientes. Es poco común que un artista con sus medios de expresión logre abarcar una visión tan lúcida de su época, nuestra época, convulsionada por la guerra, el horror, la homofilia, la religión demonizada, el racismo, las purulentas simulaciones políticas, la lambisconería oficial, las matanzas, la tortura y el engaño de los gobiernos ondeando la bandera de la democracia, la honestidad o el corazón misericordioso para con los pobres. Como si fuera un prófugo lúcido del mejor dadá, Ventura inicia juegos en toda la exposición. Se me ocurre proponer: hágase usted de cuenta que todas estas garrapatas vivientes son Heidi o usan una peluca de la huerfanita suiza del cuento de Feyri con todo y trenzas. Escoja su manipulador, ladino, traidor o corrupto preferido desde, take your pick, Hitler, Eva Perón, Villanueva, Patrocinio, Salgado Macedonio, Tony Blair, Prigione, Bush, Cheney, los asesinos de Acteal, la tira gringa fronteriza, su jefe corrupto, etc., y póngale una peluca de Heidi con las trencitas enrolladas o sueltas o amarradas arriba con un moño, o como quiera. Dependiendo de cómo acomode las trencitas aparecerá un lenguaje cifrado como el que mantuvieron por años Fujimori y Montesinos, por ejemplo. En fin, esa nube de transas y traiciones de las que el pueblo no tiene ni idea y las tapan con exaltaciones publicitarias de benevolencia y preocupación.
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El símbolo del neofascismo ya no es la svástica sino la peluca de Heidi en la exposición según Ventura. Con dibujitos simples de la peluca se pueden hacer canciones infantiles para niños de Teletón, de Hiroshima o Chernobyl usando cada estilo de peinado de Heidi como notas. O pueden ser mensajes cifrados de exterminio de todo un pueblo. Hasta himnos para alguno que otro cloned baby que salió monstruoso, como el hombre-elefante. El dramatismo del concepto va creando en el espectador la sensación de observadores culpables, ausentes del problema, como el resto del mundo al saber de los campos de concentración o el Gulag ruso o la saña policíaca y militar mexicana. Con toda razón podríamos comparar a Miguel Ventura con el espíritu Grosz, con los fusilamientos de Goya, con el Guernica de Picasso, con The Nazi Drawings de Mauricio Lasansky. Y, ¿por qué no? también con las viejas emperifolladas de Siqueiros, Orozco y Riviera en murales y telas. Hoy habría que pintar a los prelados llegando en sus bmw. ¡Ahí, padrecito, al fin una nave de su altura! P.M.S. creo que significa Pre-Menstrual-Syndrome y mi lectura es un poco juguetona y revanchista porque el trabajo de Ventura lleva años de investigación y correlación hasta con un caso clínico famoso. Dice una nota del Museo: Una referencia importante para entender el trabajo de Miguel Ventura es el caso clínico de Daniel Paul Schreber, juez esquizofrénico alemán del siglo xix, estudiado por los psicoanalistas Freud y Lacan, quien intentó describir sus alucinaciones y síntomas, así como conformar una nueva realidad universal a partir de los mismos. Este singular paciente, internado en dos ocasiones, tenía la capacidad de convivir en sociedad a pesar de sufrir periodos en los que su megalomanía lo asaltaba gravemente. La referencia a la enfermedad que padecía Schreber y la metáfora sarcástica de la indisposición propia de las mujeres que inspiró el título de esta exposición, permiten a Ventura apropiarse de los delirios de la esquizofrenia y del malestar producido por el síndrome premenstrual para explicarnos el estado de ánimo que lo motivó
a crear un mundo imaginario. La metáfora del síndrome premenstrual hace alusión a aquel estado biológico del cuerpo, en el que el malestar físico, la depresión y la perturbación de sentimientos se ven entremezclados antes de la menstruación. “El dilema P.M.S.” nos propone la alternancia de un padecimiento emocional con el desvarío de una realidad supuesta, en la que Ventura entra y sale de la locura con una facilidad increíble. Hay una sala especialmente realizada para el Museo Carrillo Gil llamada “¿Cómo he de amarte, mi pequeñin?” Con una casita para el cuarto de los niños. Los espacios excesivamente blancos de Ventura son ejemplos de limpieza y perfección, y proporcionan un lugar idóneo para que surja el nuevo lenguaje. Un ambiente tan blanco como el de una hoja en la que aún nada se ha escrito y que invita a que uno se mueva y repte dentro de él como si fuera un juego para niños, un limbo, una matriz, etc., pero donde puede suceder una fertilización incierta. Un organismo se ve fecundado después de ingerir unas galletas en forma de los caracteres de este lenguaje para parir posteriormente a los mismos caracteres, pero esta vez presentados como seres vivientes conectados con él mismo. Para resumir tomo una buena conclusión de Gonzalo Ortega: La estrategia de Miguel Ventura es, con enorme morbidez y perversidad, abusar de un proceso de idealización del hombre y de la mujer. El dilema P.M.S. es una quimera aséptica, proyectada desde lo más profundo de su mente, en donde no se permiten riesgos o errores. Dentro de este sistema hermético, comparable al nazismo o a cualquier dictadura, se confunde enfermedad, patología e ideología. Sus imágenes son el anuncio de una autocracia que extiende su dominio sobre nacionalidades y razas, apropiándoselas con fines de control totalitario, y son también una parodia de los planteamientos sociales utópicos del mundo occidental. 29 / mayo / 2002
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Arte y ciencia: PoincarŽ y Duchamp Yo, empeñado en descifrar los descuidos (encuentros) de Duchamp, trato de visualizar los procesos científicos más bien por su ingenio y carismática estructura, por la poesía que contienen, que por una demostración sesuda. Soy fiel a mi intuición y mis corazonadas, impulsos de naturaleza varia: desde la estética de la formulación hasta el estado meditativo pseudocientífico del asunto, ya sea la teoría cuántica o la del caos. Ahora parece que está de moda encontrar vínculos entre el pensamiento de Jules Henri Poincaré y Marcel Duchamp. Inclusive en la Universidad de Harvard se llevó a cabo un simposio Methods of Understanding in Art and Science, para debatir la influencia de Poincaré en la obra duchampiana. A principios del siglo xx, Poincaré considerado un científico relativamente oscuro, publicó un ensayo extraordinario titulado Science et méthode (Ciencia y método), el cual, según parece, ha tomado mucha relevancia porque su contenido es considerado pionero de las pautas que definen la revolucionaria teoría físicomatemática del caos. Para aquéllos que no se han familiarizado con los cambios en la física desde Einstein, me permito una muy superficial referencia a este descubrimiento que, junto con la teoría cuántica y los pronunciamientos de Gödel, hace que la humanidad y su pensamiento esté sentado en tres vacíos peligrosos en nuestra relación con el universo que sería bueno conocer antes de morir, creyendo que “la distancia más corta entre dos puntos es una recta”. O pensar que hay una tercera dimensión o una cuarta: hay once, hasta hoy estudiadas. Mucho menos pensar que existe un espacio vacío. Ni siquiera el espacio absoluto existe; sólo hay espacio relativo a una indeterminada posición de nuestro cuerpo y por ende de nuestro sistema ocular, que hace conciencia en la memoria, la cual tampoco puede ser determinada ni encontrar su origen. Jules Henri Poincaré (1854-1912), el oscuro matemático, fue apreciado primero por su original trabajo en la mecánica planetaria. Creó la topología, el estudio de las formas y su continuidad, y usó este nuevo instrumento matemático para acertar a una pregunta milenaria: ¿es estable el sistema solar? El rey Óscar de Suecia había ofrecido un premio en cash a quien contestara la pregunta satisfactoriamente. Con su libro Sobre el problema de tres cuerpos y las ecuaciones de equilibrio logró ganar el premio. Pero su visión matemática de sistemas no lineales y su habilidad de cálculo (sin
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computadora) fue capaz de describir las propiedades del caos determinístico. El caos debe tener sus inicios en los años cuarenta o en los cincuenta. Había cosas que no checaban, por ejemplo: un péndulo en movimiento debería seguir un patrón de movimiento igual y continuo. Pero en determinado momento el movimiento se vuelve caótico, sin regularidad ni continuidad. Los físicomatemáticos consideraban el hecho como una aberración sin solución, pues no había una ley desconocida que explicara el fenómeno. Hasta entonces, la física y el pensamiento general eran deterministas. Hay una anécdota famosa de Leibnitz, quien decía que teniendo las ecuaciones y las variables correctas, se podía determinar todo el pasado y el presente del Universo mediante un cálculo, prolongado quizá, pero cálculo realizable a mano a fin de cuentas. Teníamos la ecuación de una partícula, por ejemplo, y podíamos saber cuál iba a ser su futuro y cuál había sido su pasado porque esa ecuación ya lo determinaba. El determinismo viene, de alguna manera, desde Descartes, Newton, Leibnitz y hasta el siglo pasado se creía que el esfuerzo de las matemáticas era perfeccionar las ecuaciones, los cálculos, con la creencia de que este perfeccionamiento nos iba a aproximar cada vez más a la realidad, que se llegaría a un punto en el que la realidad sería manejable en términos de ecuaciones. Con base en ésto se pensaba que algo tan anormal, tan poco permisible como el clima, era un problema que requería tener las ecuaciones y las variables adecuadas y se podría hacer una previsión suficientemente precisa. También hubo un matemático que se puso a elaborar unas ecuaciones suficientemente adecuadas para un fenómeno meteorológico, las metió a una computadora para ver qué pasaba. Él esperaba que el modelo que iba surgiendo en la computadora tuviera una periodicidad, o sea, que mostrara un comportamiento relativamente normal. Se encontró con que dependía de qué valores introducía. Había valores para los cuales el resultado era normal y los había para los cuales el resultado era totalmente desquiciado, aparentemente anormal. Ésto es importante porque muchas veces se piensa que la teoría matemática del caos está fuera del determinismo y, no. Es precisamente una teoría que explota esa realidad cerrada maquinal que se tenía y de alguna manera evidencia que allá adentro de la realidad está el germen de lo que no es previsible, de lo que no es, de
lo que no existe, de aquéllo que quién sabe de dónde viene. En obras de Duchamp como El gran vidrio, La caja verde y Étant donnés, por mencionar algunas, nos encontramos en ese mismo vacío de no entender su razón de ser o de dónde proviene el concepto estético. ¿Cuál es el trasfondo de los ready-mades? “El resultado más leve es enorme en su más humilde infinitud, transforma todas las realidades, contiene la energía de la poesía, conjura y asiste aquéllo que es aleatorio; junta, separa todo dualismo y sólo se presta a una evocación aproximada que tan sólo puede ser percibida por las potencialidades de un erotismo andrógino”, escribe Gloria Mouré en su espléndida introducción al libro Notas, compilando por el hijo de Mattisse. Alguna vez Duchamp suspiró feliz por el hecho de la rotura de El gran vidrio en el trayecto del Brooklyn Museum a la casa de Katherine Dreier en Connecticut, en 1922. “Este accidente lo hizo regresar a la tierra”, exclamó. “¿Dónde estaría antes?”, inquirió alguno. Duchamp lanzó los brazos al cielo en medio de la risa. ¿Qué fue lo que el más grande de los artistas aprendió del padre del caos? Nunca se supo. Quizá estar intrigado por la geometría cuartadimencional. La conferencia en Harvard tomó varios caminos. Se habló desde la topología algebráica hasta los poemas de Mallarmé. El gran vidrio fue debatido con la mecánica celeste. Fue un desmadre. Y eso pasa cuando pones frente a frente a matemáticos, historiadores del arte y teóricos posmodernos: se quedan con los cuernos enganchados. El secreto de Duchamp y Poincaré está en su obra póstuma: en el manual de instrucciones de Étant donnés: 1º La chute d’eau; 2° Le gaz d’eclaraige / Approximation démontable, executé entre 1946 et 1966 á New York (par approximation j’ entendes une marge d’ad libitum dans le demontage entre montage). Ya lo he escrito decenas de veces. Ver “El nuevo salto de Duchamp” (La Jornada Semanal, 31 de agosto de 1977): Duchamp descubre que el cerebro es un agujero por donde entran el pasado y el futuro a placer. A menos que la imaginación lo detenga por una micromilésima de milésima de segundo por algún pendejo que se cree artista.
Dibujo de Marcel Duchamp basado en la obra del científico Jules Henri Poincaré. © Heritiers de Marcel Duchamp.
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Reto futbolero en la Zona Rosa
Creo que la cultura del soccer domina el planeta; hay que congratularse de que no es la de la bomba atómica. ¡Y sale Panza con un trallazo que fulmina la portería contraria dando el gol del triunfo a los Supersabios! ¡Casarín está en el suelo! Y Fernando Marcos augura una derrota, Joaquín Pardavé y Sara García frente a la radio, angustiados, rezan por un milagro. ¡Se levanta! El público ovaciona la valentía de nuestro delantero y después de un pase al centro de Godínez cabecea para ¡Gooool! (Las implicaciones entre meter un gol y tener un coito retumbante habrá que estudiarlas). En fin, todos hemos sacudido nuestras pulsaciones musculares al ritmo de una figura futbolística, como la chilena de Hugo Sánchez (a quien no se le ha dado el suficiente crédito), o el cabezazo de Hernández. Igual que en los toros, la chicuelina de Cavazos, los seis toros de Lorena Garza, en fin, memoria de un pueblo, amor desenfrenado a nuestra circunstancia. Pero que tenga cuidado con Italia el Tri. El descuido de la última parte con Ecuador pudo ser fatal. Se les veía el empate en los ojos. Pero vengo a contarles una historia muy mentada; la del encuentro entre La Canalla y Pincel y fibra, equipos nacidos de las rencillas subterráneas entre los asiduos a La Bodega y El Perro Andaluz. Era la época de la Muestra Internacional de Cine; de las Galerías Pecanins, Juan Martín, Souza y Souza (las más prestigiadas), los ladrones de Arvil y Misrachi. También el Kineret, a donde iban Carlos Fuentes y Margo Glantz, queriéndonos a distancia. Mas de pronto hubo una querella entre los de La Bodega y los alpargateros de El Perro Andaluz: Toni Sbert, José María, Enrique Rocha, García Riera, de la Colina y todo hijo de exiliado español, que se creían
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críticos de cine o sabihondos porque Buñuel les hablaba de tú. Riera y de la Colina no eran más que unos puñeteros del Cine Teresa y le dieron las nalgas a Manuel Barbachano premiando las películas que él había producido. Vendidos, ratas forever. Llegó a tal punto la intolerancia que en vez de irnos a los madrazos, García Ponce (Fernando y Juan), Felguérez y Lilia, Gurrola y cuanta puta hubiera cerca, Corzas y demás, decidimos jugar tres partidos de futbol en los campos de Ciudad Universitaria. Éramos tan profesionales que jugamos a cantidad de goles y uniformados. Ya quisiera el Atlas. Nos fueron a retar en la galería Juan Martín; Arnaldo Coen tiene los datos. Pincel y fibra (La Góndola) eran: Corzas, Felguerez, Ramírez, Coen (delanteros); Gurrola, el más grande poeta Juan Carvajal, Jorge Emmanuel, Vicente Rojo, Juan García Ponce (en la media). Arnold Belkin, Rafael Coronel (defensas). Fernando García Ponce en la portería. Aquí tengo que hacer un aparte porque Fernando no dejaba pasar ni al aire, y sin guantes, como El Conejo. Fernando era el mejor: imperturbable se lanzaba a parar lo que le llegaba, un gran pintor pero como portero también hubiera sido sobresaliente. La Canalla: el perro Estrada, Toni Sbert (Pithecantropus erectus abominable) José María Sbert, Enrique Rocha, Ludwig Margules (Believe it or not!) y demás. Arrancó el primer juego, equilibrado, aunque se sentía que La Canalla se iba a las patadas. Acabamos 2-2. El segundo juego fue desastroso para Pincel y fibra porque el árbitro era nada menos que José María Fernández Unsaín quien, obviamente, era parcial. Y cada foul y patada era en contra de Pincel y fibra. Perdimos 3-2. Unsaín fue una transa hasta su muerte. Le sigue Rascón Banda. Las patadas de los Sbert, eran como estar jugando con dinosaurios: se te dejaban venir a patearte el alma y con Unsaín de árbitro, pues ni modo. Pero ganamos el tercero 4-0, gracias a Vicente Rojo que se trajo al asistente de su taller, mediocampista del Necaxa, quien metió todos los goles y desde entonces nos la siguen pelando los del Perro Andaluz. Hubo chelas y porristas. La Pecas, una güera que traía Belkin. Hilda Lorenzana, Pixie, Maka y una multitud de gente que nos acompañó en este torneo futbolístico de los años sesenta. Hoy gracias al vacío cultural nadie juega. Todos los artistas se acomodan. Va.
12 / junio / 2002
Dibujo en tinta, 2000 © Archivo Gurrola.
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Architecture in the middle of Parque MŽ xico
ÁCuidado con los tiempos futuros! De hecho el mundo se est‡ de spe–ando, tiene dentro de s’ una desconocida m‡xima de negaci—n,se derrumba. Miren el humo alzarse y los latigazos de los fantasmas del mundo. Bajo los sombreros de hongo de los ejecutivos, como rel‡m pagos, las estructuras de fierro se derriten. La maldad est‡ en el caldero.
“La Peinture au défi”, Louis Aragon 220
Realmente me impresiona lo que escribe Héctor Ballesteros en la revista Nitro sobre arquitectura. Sus observaciones sobre las ciudades, los edificios-barco streamline de la colonia Hipódromo Condesa. “Al construirse la primera casa, la arquitectura asumió rápidamente su papel como intermediaria entre el hombre y todo aquéllo que le sucede, estableciéndose entre ambos una relación íntima, en virtud de la cual el hombre se fue domesticando: éste pudo alejarse de la naturaleza y volverse un ser un poco más sociable”, apunta en su artículo titulado “Arquitectura y esquizofrenia”. Leer Nitro es un placer a la vista y a la mente. El complot editorial lo construyen Mauricio Bares (un argentino-español infame de buen escritor), Antonio Arango (siempre a la vanguardia in music, techno, cyborg redux), René Velásquez de León y la witchblade de Angie atrás, y otros que inmovilizan las ambiciones, las oscuras ambiciones de revistas culturales como Letras Libres (que ya se sabe que el numerito de Krauze y Castañuelo en Fondue de Cultura Económica y prestigiosa por Celorio, todo se sabe, ratas) y demás. O sea, para un ciudadano medio enterado, Nitro, como Planeta, Moho, Generación y otras subversive prints ya tienen establecimiento en la corriente cultural. Lo demás es para ejecutivos que se hacen la puñeta antes de que entre la secre, pero estando al tanto de lo que escribe Samolipoide Rushdie. Yo defenderé desde esta columna a los counter-point-freaks, like me. Ahora que he estado más relacionado con la arquitectura, dando clase en la facultad, me pregunto cómo serán las ciudades del futuro con los advenimientos tecnológicos recientes. Sistemas tanto biológicos como mecánicos que revolucionarán el espacio. A cada paso en un aeropuerto: una sorpresa. Chozas humildes pero con entradas de neón estilo Las Vegas.
Pero, ¿dónde estará el punto de partida? Yo siento que en la conservación de los iconos existenciales de nuestro paso por la ciudad de México por ejemplo, Héctor Ballesteros explicaba deliciosamente el fenómeno del Mexico City streamline con el que yo nací. Cuando se lanzaron los nuevos edificios en la Condesa y vivía en la calle de Acapulco, en el edificio Bapco. El otro día entré y lo sentí más pequeño. ¿Será que cuando creces la dimensión cambia? Streamlined es un concepto que tuvo su origen en el campo de la ciencia hidrodinámica y aerodinámica. Fue utilizado durante doscientos años como sinónimo de ahorro de tiempo y energía para describir las estructuras orgánicas que, moldeadas por fuerzas ejercidas sobre ellas durante un largo proceso evolutivo, oponían la menor resistencia al movimiento. En los treinta el concepto también sería empleado para describir una tendencia desarrollada por diseñadores industriales norteamericanos, considerados en ese entonces como publicistas o escenógrafos, a los que en un principio se les asignó la tarea de rediseñar la apariencia exterior de los productos con el fin de que mejoraran las ventas. Ellos supieron integrar su experiencia en el mundo del comercio a los conocimientos técnico-científicos de la época, lo que les permitió no sólo diseñar objetos útiles y funcionales (la máxima de muchos racionalistas de la épocas dedicados a reproducir con un vocabulario rígido y geométrico la estética de la máquina), sino desarrollar propuestas que muestran su preocupación por los aspectos simbólicos de la forma. Ellos visualizaron una evolución inevitable hacia formas totalmente nuevas: al intentar dar expresión al deseo de la época de acciones rápidas y sin interrupción, desarrollaron un funcionalismo
Pastel, 1980 © Archivo Gurrola
dinámico que resulta de adaptar la aerodinámica a los diseños. Ello manifiesta un cambio en el concepto de movimiento mecánico que va de un primitivo girar de los engranes, a un nuevo, suave, constante movimiento acelerado. Los objetos streamlined se caracterizan por tener los bordes redondeados, las superficies lisas y bajos perfiles horizontales; todo en ellos está unificado, reproduciendo la fluidez de una gota de agua; parecen intentar penetrar el agua y el viento, ello les proporciona una vitalidad propia de las estructuras orgánicas como la de peces y aves. Las formas resultan así símbolo de progreso, dinamismo y eficiencia; los diseños encarnaron la promesa de un mejor futuro; sus formas aerodinámicas y horizontales pregonan las bondades de la tecnología y de la democracia: fueron los signos esperanzadores de la época, apuntados hacia el horizonte para guiar a un público confundido y desilusionado tras el crack de 1929. Los diseñadores streamlined proyectaron gigantescas estructuras aerodinámicas que aparentaban ser más veloces de lo que en realidad eran, creaciones de ciencia ficción, similares a las naves espaciales que aparecían en los cómicos de la época: Buck Rogers y Flash Gordon. Barcos, aeroplanos, dirigibles, trenes y automóviles no sólo fueron un campo de aplicación, también fueron un importante estímulo. Particularmente los barcos de las líneas oceánicas llegaron a ser un modelo formal, lo
que explica la aparición de elementos náuticos en diversos diseños de la época. La idea sería también incorporada a un espectro muy amplio de objetos menores que necesitaban modernizarse. El campo de lo arquitectónico no sería indiferente a estas tendencias: en varios países, durante la déca-da de los treinta, se empieza a dar el cambio que va de las formas angulares y geométricas del decó hacia las suaves formas orgánicas del streamlined moderno. Yo vivo con Rosa en ese streamline del Parque México y el Parque España. And I feel at home: la fuente de las ranas. La glorieta decó al final de la calle que termina en el Parque España, en la calle de Veracruz. El edificio Condesa. El Basurto. “El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Rara vez el ojo se detiene en una cosa y es cuando la ha conocido como el signo de otra; una huella en la arena indica paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor hibisco: el fin del invierno. Todo el resto es mudo e intercambiable, árboles y piedras son solamente lo que son”. Italo Calvino en su hermoso libro Las ciudades invisibles apunta a la región de un mundo ulterior de los sentidos. Las soñaré.
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Max Aub y Radio unam Nuestra es la voz, de todos la palabra. León Felipe Autoretrato ©
Con Max Aub hubiera querido tener la inteligencia o la experiencia para aprovechar la cercanía con él, en Radio Universidad. La juventud me impidió medir la grandeza y excentricidad de este viajero en los tiempos difíciles de Europa, y después, su vida en México. Fuí varias veces a su casa llena de pasillos con libreros hasta el techo y cuadros de sus amigos. Gris, Picasso, Giacometti, fotos con Buñuel, con Alberti, con Malraux, con Jorge Guillén. Max Aub, junto con Salvador Novo, fueron mis mentores secretos, de quienes recibí muchos regalos intelectuales y generosidades sin límite. Para aquéllos que no estén informados de este escritor y dramaturgo catalán, nacido en París en 1903, hijo de padre alemán y madre francesa, recurro a algunos datos biográficos que lo definen bien o mal, ya que carecía de la pomposidad y pedantería de los intelectuales que arribaron a México durante la Segunda Guerra Mundial. “Sofisticado judío republicano, narrador, prosista lírico, cuentista imaginativo, dramaturgo y poeta ocasional”, lo describe Héctor Briso en un artículo titulado “Max Aub o la historia universal del fraude”. Y es que para muchos, y en el México de los años sesenta ni se diga, que Max Aub era fuera de serie, no alineado, pues; independiente y seguro de jugar con la vida y su escritura. Pero entonces, ¿por qué fraude? ¿Por qué Aub? ¿Por qué universal? No, no es que acusemos al refinado Max de ser un escritor fraudulento, defraudador, insincero... es que nuestro emigrado y desplazado casi eterno, que permaneció fuera de su patria casi toda su vida fue, además de honesto escritor, un más que habilidoso, deshonesto y artero falsificador de productos biográficos y poéticos, un perpetuo embaucador de lectores ingenuos. Claro que hace falta ser ingenuo, dirán, pero lo cierto es que no todas sus invenciones pasan inmediatamente por estafas literarias discernibles de otra especie de literatura normal, sea ésta lo que fuere.
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Estas palabras, también de Héctor Briso, dan lugar a encontrarse perdido en el laberinto de ideas pictóricas, literarias y filosóficas que Max Aub ofrecía al que se le pusiera enfrente, más aún si era algún remilgado y pretencioso escritor. Yo tuve en mis manos sus famosos naipes, que eran una novela que podías leer según fuera saliendo, después de barajarlos, claro. Dice un fragmento de sus Diarios: Fuimos entrando en la bodega del Sidi Aicha, encadenados de dos en dos... anduvimos seis metros, ciegos, anonadados por la luz estallante de la lechada de los muros, el azul dorado del mar, el morado lejano de los Pirineos: España al alcance de las manos. Debían avistarse las costas españolas; hubiésemos dado parte de nosotros mismos por verlas. Yo sentía el azar de la tierra por mi costado, roto el mar por la vertedera de las bordas: Rosas, Cadaqués, Puerto de la Selva, y entre humos, lejos, Barcelona. En 1914 radicó en Valencia y dirigió entre 1935 y 1936 el Grupo de Teatro Universitario El Búho. Durante la Guerra Civil Española colaboró con André Malraux en la filmación de L’Espoir en 1937. Como republicano cruzó la frontera en 1939 y fue encarcelado en un campo francés; después deportado a Argelia, de donde logró escapar en 1942 y transferido a México. Aquí publicó gran parte de su obra literaria, a pesar del disgusto de los esteticistas que despreciaban su manera vanguardista de escribir y pensar. Escribió, por ejemplo, La verdadera historia de los peces blancos de Pátzcuaro: “En aquel tiempo los chinos creían que los peces eran almas fugadas. Inmóviles, los miraban hora tras hora. Y si un pez atravesaba su imagen reflejada tenían el convencimiento de que aquel animal era parte de su propio ser” (fragmento).
Aub fuerza el invento hacia su terreno querido de México, haciendo que el catalán emigre en tiempos de la gran guerra nada menos que a la selva chiapaneca, a tierras lacandonas, donde el alter ego narrativo de Max lo encuentra y se interesa por él. En México, este pintor inventado encontró, además, grandes fabuladores y escritores célebres que suscribieron su existencia o elogiaron su vigor vital: el propio Max Aub, su amigo Luis Buñuel, Fuentes, Paz... Aquí su apoyo a los jóvenes como yo fue fantástico. Gustoso de ver buen teatro elogió mucho el Don Gil de Héctor Mendoza y la Gatomaquia dirigida por José Luis Ibáñez. A mí me puso a dirigir televisión siendo director de Radio Universidad. Radio Universidad 2002 El artículo de Daniel Cazés sobre el 65 aniversario de Radio Universidad (Milenio Diario 19 de junio) me dio un spin memorioso de mi época trabajando en lo que se llamaba Servicios Coordinados de Radio, Televisión y Grabaciones de Difusión Cultural, donde fungía como director del Departamento de Televisión, en el que Daniel buen amigo, y yo, tratábamos de seguir la pauta de Max Aub, mientras Julio González Tejada (subdirector) llamaba a novelistas, poetas y críticos. Cuando Radio unam cumplió 50 años se publicó un suplemento especial de la Gaceta de la Universidad que contenía “recuerdos selectivos y agradecidos” de varios personajes de la cultura: Alejandro Gómez Arias, Beatriz Barros Horcasitas (directora de Radio unam), Virgilio Caballero (periodista), Rafael Solana, Carlos Monsiváis que relata que Max Aub “se la pasaba escribiendo y patrocinaba las transformaciones posibles mientras Tejada le daba a la estación un periodo intenso y brillante”. Max Aub era un genio excéntrico que no concordaba con los sumisos, los aduladores, la “capillita de siempre”, los busca-chambas, a quienes Max Aub apantallaba por su gran historial. Amigo de grandes personajes de su tiempo y, obviamente, de la crema y nata de los refugiados españoles en México. Ahora que están celebrando el 65 aniversario sería
bueno reivindicar la enorme labor de Max y que sus catálogos incluyan producciones de Radio unam en Televicentro: La serie ¿Quién fue Ray Bradbury?, de Sergio Fernández; ¿Quién fue Benito Juárez?, de Jacobo Chencinsky; ¿Quién fue Lope de Vega?, de Sergio Fernández o las series de teatro televisado, El ancho mundo que está allí, de Ray Bradbury; Antes del desayuno, de Eugene O’Neill; Bordando, de Ray Bradbury; La doncella, el marinero y el estudiante, de Federico García Lorca, entre otras. Los actores fueron Ofelia Guilmáin, Sergio Guzik, Enrique Rocha, Gastón Melo, Roberto Dumont y muchos más. Como si jamás se hubieran realizado. Omitir estas producciones es infame para la labor de Max Aub. ¿O a poco creen que se va a enterrar?
26 / junio / 2002
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Bertha y José Luis Cuevas, 1988. Fotografía: Juan José Gurrola © Archivo Gurrola.
Cumplea– os del Museo Cuevas Fotograma de Cuevas, corto cinematográfico dirigido por Juan José Gurrola © Archivo Gurrola
El valor de esta serie de actividades individuales (de ruptura) cuya independencia de todo movimiento o escuela cerrada y exclusiva relación con la obra personal, subraya el saludable cambio que desde hace varios años viene acentuándose en la actitud de los pintores mexicanos es, una vez más, el signo más positivo del año. Más allá nos envuelve la oscuridad; pero las buenas obras la iluminan. Juan García Ponce, Revista de la Universidad de México, diciembre de 1965 La foto que acompaña este artículo la tomé en 1988, cuando ya se platicaba del proyecto de la creación del Museo José Luis Cuevas, que cumplirá diez años de ser inaugurado el próximo martes 9 de julio. En la foto se puede apreciar a Bertha con los jeans que le quedaban muy bien y a José Luis muy acá con su chamarra de gamuza. Haciendo un análisis de los hechos, son sorprendentes los logros de este museo en cuanto a su estrategia de exposiciones, la cuidadosa curaduría y la amplitud de variantes novedosas en el arte mundial en cada proyecto, aprovechando los espacios y el buen ojo de lo que pasa en el arte contemporáneo. El prestigio, pues. Quiero también dejar asentado que la maravilla de escultura en el patio central, La giganta, me conmueve y me asombra. Los secretos que guardan sus partes aparecen y desaparecen como en un edificio de Gaudí. Arquitecto de un mundo absoluto, integral, José Luis, junto con Bertha, merecen un aplauso por el cuidado y entrega que dedicaron a este centro de arte. El libro de la exposición Homenaje al lápiz lo guardo en mi cama. Escribe José Luis para esta exposición algunos datos históricos interesantes: Todavía está presente en la memoria de los que asistieron a la apertura, que fue tumultuosa, esa noche de julio. Se recuerda que la cola iniciaba en el Zócalo y cientos de personas ya no pudieron entrar al recinto. A mí mismo, que llegué acompañado de Bertha y Ernesto Zedillo, secretario de Educación, se nos cerró el paso. Tuvimos que identificarnos para que los guardias de seguridad permitieran que avanzáramos y llegáramos hasta las puertas del convento de Santa Inés donde nos esperaban. Al descubrirme, la muchedumbre que se arremolinaba en la calle de Academia gritaba con alegría y emoción: ¡Viva Cuevas! y me pedían que interviniera para que se les dejara entrar. Imposible acceder a sus súplicas. En el interior del museo ya no había sitio para una persona más. El presidente Salinas de Gortari ya había llegado y con él su hermano Raúl, el regente Manuel Camacho Solís, Luis Donaldo Colosio y los hermanos Ruiz Massieu que ya habían ocupado el estrado. Fernando Benítez esperaba impaciente para decir las palabras de inauguración. Le dije a Bertha: “ésta es obra tuya”. Era cierto: ella fue la que tuvo que hacer antesalas en las oficinas de funcionarios de dos sexenios. Ella fue la que descubrió la casona que para entonces estaba convertida en un depósito de trapos viejos, antes de que iniciara el trabajo de restauración. Bertha fue quien secundó mi idea patriótica de donar una colección de arte que
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era patrimonio familiar. Mis hijas también aprobaron mi propuesta. El acervo ha ido creciendo con el tiempo. Mi casa se quedó vacía de obras de arte. En unos meses más colgaremos en sus muros obras gráficas de artistas en su mayoría europeos. “Para que las paredes —me dijo Bertha— no se vean tan pelonas”. Para este jubileo tan especial decidieron, junto con nuestra amiga Cristina Riestra, dedicarlo a la Generación de la Ruptura por su importancia histórica. La que ahora abre sus puertas congrega a los diez iniciadores del movimiento renovador. Cinco de ellos ya han muerto: Lilia Carrillo, Pedro Coronel, Enrique Echeverría, Fernando García Ponce, Alberto Gironella; aún están vivos: Manuel Felguérez, Roger von Gunten, Vicente Rojo, José Luis Cuevas y Vlady. Con José Luis comparto similitudes de juventud: primero, el entorno, ya que él vivía en la colonia del Valle y yo en la Narvarte (early Narvarte). Ahí empecé a filmar el documental de la Cinemateca Universitaria sobre el pintor. Su estudio estaba al lado de la azotea donde se asoleaba para conservar un buen bronceado. Segundo, el estrato social, clase media on the rise; tercero, una noción del arte con un futuro incierto, aunque su artículo “La cortina de nopal”, de 1953, y sus exposiciones en Francia, en Austin y demás ya hacían retumbar el tambor de guerra contra la mediocridad y la repetición de la Escuela Mexicana de Pintura. En su estudio veía las tintas que dibujó para la película con una destreza inmediata, juzgando estéticamente cada mancha o volumen, para continuar con el siguiente perfectamente en armonía y significado. Me atraía mucho ese neoexpresionismo que hacía aparecer seres deformes, delirantes, rabiosos, empobrecidos: el dibujo cargando la desventura de vivir. Aunque detrás de esa colección que todavía estaba colgada en el muro aparecía una siniestra e impúdica burla detrás de los personajes hacia el espectador. Filmamos a Cuevas en el callejón del Triunfo, donde nació; en un supermercado huyendo de una cajera local con unas tijeras amenazantes; arrollado debajo de un tranvía; en La Castañeda, el antiguo manicomio en Tlalpan, rodeado de las mismas miradas burlonas y sarcásticas de sus dibujos, que aparecían en los rostros de los enfermos mentales que tomaban el sol en un patio insalubre. José Luis, que posaba impertérrito junto con unas veinte mujeres de movimientos raros y desatinados, quería conocer más del lugar y sus inquilinos. Llegamos hasta el anfiteatro donde yacían los locos en las planchas de mármol. Ahí por respeto (o por culero) no filmé. Salí y casi me desmayo mientras Cuevas, tan campante. Ya de salida pasamos por un callejón con aberturas enrejadas y empezamos a oír gritos seductores, proposiciones obscenas, desnudos abiertos y brazos que salían por las rejas para que les tocáramos las manos. Era el pabellón de las ninfomaníacas. ¿Qué habremos pensado en ese momento?
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The Ridiculous Theatre Mejorar la calidad de vida es la llave para estimular la economía de la ciudad de Nueva York. Hemos reforzado más las leyes que regulan las sexshops y los table-dances, los cuales destruyen los negocios y dañan las comunidades. Nuestra diversidad cultural está más vibrante que nunca Rudolph Giuliani (ex alcalde de Nueva York) The Post
Parecería que en el cielo de las grandes ciudades aparece una monumental colisión entre la enormidad expansible de liberación sexual y el coágulo de corrupción encubierta de ejecutivos, compañías e instituciones. Como si entre las nubes se apareciera una lucha entre el bien y el mal. Por un lado, los desfiles sin vergüenza al ridículo, freaky, estrambóticos, con disfraces y maquillajes brillantes de la comunidades gay o las fotos de miles de ciudadanos desnudos, como en Chile, en un reto abierto para no caer en el prototipo planeando por el mundo industrializado y desenmascarar la mudez hipócrita del conservadurismo. Por el otro, espectáculo de los derrumbes financieros por las torpezas de Enron, Xerox, WorldCom, Pemexgate, el taimado de Fujimori, el performance de Carlos Salinas de Gortari es su inverosímil huelga de hambre, la venta de armas del tenista Menem, el caso vergonzoso de nuestros aclamados ex presidentes, el machismo de John McEnroe, la cinta adhesiva en la boca de los diputados de Guanajuato para no discutir el aborto. La impune y pública amenaza de asesinar a jefes de Estado (como Arafat o Hussein, o Castro) por nuestro querido goofy-rednecked-selfless-non-alcoholic-xenophobic W. Bush, nomás porque tienen las armas más poderosas del mundo. Y no son efectos especiales, sino masacres que aprovechan las cadenas de televisión para subir sus ratings. México debería anunciarse como el Vegas Bottom Line ahora que se den los permisos para estrenar casinos. ¡Oh, la mirada de las croupiers! El espectáculo es mundial. Se puede ver desde la sala de su casa en Hampton Heights hasta cualquier cueva de Pakistán. Aunque también se libra una batalla en la mollera del ciudadano común, el oficinista, pregun-
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Rudolph Giuliani ©
tándose qué hacer en esta colisión de engendros que seducen: ¿el dinero, o el placer? ¿Me aguanto o me dejo ir? Yo, nietzscheanamente adopto la posición del Superhombre, o sea la de Lorenzo y Pepita durmiendo en el sofá de la sala con mi perro no, gata, al lado. Porque el dinero y el placer son igualmente irreales o virtuales. Trampas inventadas por tramposos. Quesque se va a poder hacer el amor por Internet. Gracias al teatro Pero este espectáculo de erupción erótica desenfadada tiene fuertes deudas con el teatro: Jarry, Lebel (happenings), Arrabal, Genet, Copi, Lavelli, Artaud, Ben Vautier, Jodorowsky, Klossowski, Barba, Jesusa, Julio Castillo y tantos otros como The Living Theatre, Liquid Theatre, Squat Theatre y The Ridiculous Theatre que es del que quiero platicarles, ya que su corta existencia en Nueva York no se encuentra en los archivos ni en las memorias de teatro, ni en la mente de la generación de teatreros actuales que vibran con Chéjov y Cocteau o con una Fedra digna de Archie (¡a estas alturas!). Los numeritos con actrizoides que usan el teatro para que las vuelvan a llamar a la televisión haciéndose quesque divas del teatro universal. The Ridiculous Theatre Este grupo de parias en grupo desplegaban en escena todo tipo de obscenidades, entre más ridículas mejor, a través de travestis, cuero-motocicleta-sadomasoquista-porno-campy-vicio-humillantes devotos y devotas al fetichismo degenerado, sin tratar de impactar, ser absolutamente antiteatrales y sin el menor contenido social ni político, irrelevantes, en suma: inmoral et stupid. Aún así, hoy yo gritaría ¡bravo! por considerarlo un importante tipo de teatro y forma teatral. ¿Por qué? Porque proponía un desenvolvimiento en escena, el justo opuesto al indefenso way of life con sus reglas y sus valores. El ridículo público contra cualquier autoridad. Los extremos estaban bien definidos: ¡en esta esquinaaaaaaa! Los f.p. (free person) y en la otra los a.p. (authoritarian phony), o sea el que se convierte en un ser autoritario (chafa, transa, timador, fraudulento). El ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani o Fernández de Cevallos
serían un ejemplo de esta estirpe de authoritarian phonies. “Cariñito azucarado que sabe a bombón…” o a terrón de azúcar. El f.p. es erótico, juguetón e imaginativo, fácil de identificar, que se aboca a representar los ridículos de la sociedad institucionalizada. Confieso que yo escribo basura incoherente y absurda para parecerme más a Frankenstein que a los puristas de la lengua castellana o inglesa y defensores de la propiedad sintáctica. Mis héroes son Ginsberg, Bukowski, e.e. cummings, Joyce (Finnegan´s Wake); me enternece cualquier académico de la lengua que quiere controlar el buen decir y ceñir los lenguajes a una formalidad que los hace sentirse superiores. Un idioma es un paisaje, nace de un paisaje, ya sea maya, norteño o cucurumbé. Es un desfile de modas. Los puristas no cambian el corte de los vestidos. El Ridiculous Theatre lo producían familias de individuos libres. Su director, John Vaccaro, estaba rodeado de escritores como Ronald Tavel, pintores (Warhol) y actores y actrices como Billy Desmond, Charles Ludham y Mario López. Entre las obras de su repertorio se mencionan en el Tulane Drama Review, When Queens Collide [Cuando las vestidas chocan], Whores of Babylon [Rameras de Babilonia], Big Hotel [Gran hotel]. Esta forma teatral fue una radical sátira social, anárquica… nihilista quizá. Recuerdo que en Greenwich Village en 1962, en una fundación de The Connection, de Jack Gelberg, en el vanguardista Living Theatre, donde los actores se picaban heroína en escena e invitaban al público a comprar dope en el intermedio. ¿Será verdad, será mentira o a la vieja del otro día? ¡Qué ingenuidad! Sin embargo, el drogadicto secreto en cada espectador se despertaba. Igual me pasó viendo Porgy and Bess en Nueva York. No sabía que The Ridiculous Theatre estaba a unas cuadras. Me lo perdí.
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Tot un any per descobrir Gaud’ Cinco principales traiciones se han perpetrado sin vergüenza alguna al espíritu de Gaudí por los panegiristas contemporáneos, es decir, por aquéllos que no se han acercado a su obra con los cinco sentidos: los que no han visto la visión militante; los que no han tocado las estructuras óseas y la carne viviente del delirio ornamental; los que no han oído la estridencia cromática y rutilante del color, la polifonía deslumbrante de la torres-órganos y el entrechoque del naturalismo decorativo en mutación; los que no han gustado el mal gusto supremamente creador; los que no han percibido el olor de santidad. Salvador Dalí
Todo un año para descubrir a Gaudí. Pero debería ser un año de arrepentimiento de los fariseos por no entender la monumentalidad de su obra. Un año para celebrar el 150 aniversario del nacimiento de Antoni Gaudí engalanando Barcelona para los turistas, cuya mayoría verá la casa Milá, el templo de la Sagrada Familia (llamado por Gaudí un “templo helénico del gótico mediterráneo”), el Palacio Güell, y dirán güell, güell, güell, interesante pero poco freaky, recargado, de mal gusto. O como llegó a decir Le Corbusier, que “Gaudí era la vergüenza manifiesta de la ciudad de Barcelona”, aunque después, al final de su vida consideró a Gaudí un genio. Deberían hacer un capítulo aparte en esta celebración denunciando la miopía de los regentes de la ciudad de Barcelona y los críticos durante la vida del arquitecto que exclamaban: “¡La monstruosa obra de Gaudí no es otra cosa que el producto de ese fondo anárquico arrebatado y caótico que caracteriza permanentemente al país!” Afortunadamente, existía el conde Eusebi Güell, protector de artistas como Canals, Nonell y Picasso. Estaban en la línea de los grandes mecenas como los Médici de Florencia y los Doria de Génova y fue gracias al mecenazgo por lo que pudo realizar la parte más grande de su obra. Bueno, se venderán reproducciones, estatuillas y tours por los edificios, parques e iglesias. Como aquí con Juan Diego. Pero dudo mucho que rocen siquiera el sentido humanista y religioso del arquitecto nacido el 25 de junio de 1852 en Reuns: Antoni Plácid Gullem Gaudí y Cornet. Quinto y último hijo de un humilde calderero.
Poseo esta cualidad de ver espacios porque soy hijo, nieto y biznieto de caldereros Ñ dir‡ Gaud’Ñ . Los padres de mi madre fueron caldereros y uno de mis bisabuelos tonelero, otro abuelo fue marino y los marinos son tambiŽ n gente de espacio y de situaci—n. Si hubiese podido ser arquitecto me hubiera gustado mucho la construcci—n naval. Todas esas generaciones me han preparado. El calderero es un hombre que de una superficie hace volumen, antes de empezar su trabajo ha visto ya el espacio. Todos los grandes artistas florentinos del Renacimiento eran cinceladores que creaban igualmente volœ menes a partir de un plano. El calderero abarca las tres dimensiones y recrea inconscientemente el espacio. ÁEl espacio es la calderer’a!
Proyecto de la Pedrera, de Antoni Gaudí ©
escuchar al esteta Manuel Milá, siempre exaltado por la historia medieval de Cataluña y la excelencia de la arquitectura gótica frente al neoclasicismo. En México tenemos a los arquitectos Manuel Larrosa y Agustín Hernández, que moldean sus obras con el mismo sentido transferido a las planicies y símbolos mexicanos. Antoni destaca en geometría y tan sólo escucha con gusto a sus profesores cuando hacen su exposición concretamente, incapaz como es de seguir una abstracción. Tiene un sentido muy personal de las matemáticas y llega incluso a crearse su propia geometría empírica. Más que seguir las lecciones de sus maestros, prefiere irse a las playas a contemplar el mar, que le fascina. La profundidad y el movimiento de sus aguas le revelan, como el fondo de un espejo, un espacio fluido, ritmado, arquitecturado, una dinámica a la vez viva y formal. “El mar representa para él el único elemento que sintetiza las tres dimensiones del espacio y prefiere verlo con los pies en la tierra, porque así ve el cielo dos veces: el del aire y el del agua. Este mar, entidad geométrica, es su universalidad y la escollera su clase preferida, donde se respiran los vientos y se ven las olas que llegan del norte, del este y del sur”*. Gaudí explica: “Es una lástima que sea Madrid la capital de España —exclama en el transcurso de una conversación con un periodista en 1914—. Felipe II hubiera hecho mejor instalando su corte en Sevilla o en Valencia ¡y observe que no exijo Barcelona! Todas las grandes proezas se han llevado a cabo en el mar. El mar ha intervenido y debe intervenir en las más sorprendentes empresas de la humanidad”. Dalí: En la primavera de 1967, el martes de abril, el gran modista Paco Rabanne me dijo que las primeras fotografías inteligentes sobre la obra D’en Gaudí, de nuestro Gaudí, acababan de ser obtenidas por uno de sus amigos. Por primera vez se habría fotografiado la parte superpompier de su obra: sus moldeados del natural, desde los niños pequeños muertos para hacer ángeles hasta la seta catalana rovello, el punto gastronómico de coeficiente blando más positivo de la mística catalana. Y añade: Con moldes o sin ellos, existe todo un arte denominado pop en términos modernos, cuya genealogía es absolutamente legítima: • Lisístrato, inventor del moldeado del natural. Siglo iv a. C. • Los carruajes esculpidos en los cementerios italianos, en Palermo y en Génova, el siglo pasado. • Gaudí y la escultura realista de la Sagrada Familia. • Boccioni y su Développement d´une bouteille dans l’ espace, 1912. • Marcel Duchamp con Portebouteilles, el primer ready-made, 1914.” Francesco Pujols, ensayo en el libro La visión artística y religiosa de Gaudí, Aymá editora, Barcelona.
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¿Cómo no sentir que desde el fondo de sí mismo subía esta sed de espacio, esta energía para dominarlo, aguijoneada por un atavismo de tres siglos el que durante toda su vida estará convencido de tallar este sentido hereditario del volumen? Entra a la escuela de arquitectura y considera de rigor la copia de los estilos del pasado, tanto así que deserta y se va a inscribir en seminarios de historia, de economía, de filosofía. Se va a
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Literatura y golf El golf atrae al idiota y al ni–o q ue traemos dentro. Lo comprueban los jóvenes golfistas con cara de ni–o q ue no saben contar m‡ s arriba de cinco. John Updike
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Siendo época de vacaciones llévese un buen libro de Nabokov (El hechicero, que está como para temblar con una niñita, y olvídese de Lolita o Risa en la oscuridad para constatar el universo de cachondez alucinante de nuestro querido y reverenciado autor). Pero si es aficionado al golf yo recomendaría Golf dreams, de John Updike, que reúne unos 30 relatos sobre este deporte que no es ni trabajo ni juego: es un viaje. Y es verdad, toda mi adolescencia la pasé tratando de encontrar ese místico recorrido jugando contra mí mismo, en una especie de choque entre lo apolíneo y la cueva de Dionisio que trae uno adentro. El teatro ganó. En Mexico City Country Club estuve miles de veces tratando de concentrarme sobre una bola, una esfera blanca, indefensa, pura, a la cual vas a mandar al carajo o a la gloria de caer cerca de la bandera. ¿Cuál fuerza ganará? En la mayoría de los casos gana Dionisio porque la vanidad pesa más en la balanza. “El golf está en los huesos, te castiga y te enseña; la lección brilla como una ecuación de trigonometría para después esconderse por siempre dentro de los amortiguados (si no aguados) músculos ya medio enlodados por la vida”, escribe este autor con el cual comparto los años y el sentido del humor. Sí, el corazón quiere admirar el tiro, pero de inmediato, al fallar, se siente la guillotina caer sobre tu soberbia. Claro que puedes practicar y practicar. Updike en “Drinking from a cup made cinchy” (uno de sus primeros cuentos) hace una semblanza al lector de cómo tomar una taza de té (taza y plato) en términos golfísticos. O sea, la manera de tomar el palo e inclinar el cuerpo, cómo conservar el brazo izquierdo derecho, la vista en la bola sin levantar la cara cuando tiras; bueno, miles de instrucciones que debes coordinar antes de tirar si no quieres caer en la trampa o en el lago, o la vergüenza que es no encontrar la bola entre los árboles. Updike, aconsejado por su tía, empezó a caminar por los links desde los 25, y a través de los años ha publicado estos relatos en diferentes revistas que cubren desde las delicias de jugar pésimo, hasta las satisfacciones de sacar bien la bola de una trampa de arena. La trampa de arena me recordó un thriller de Pedro Miret (al cual hay que recobrar por sus excéntricos y visionarios escritos y guiones de cine) que tenía un escabroso tema, estilo Pulp fiction, titulado “Picnic en campo de golf”, en el cual la acción se centra en el descubrimiento de un negro (afroamericano) enterrado en dicha trampa al tratar de sacar la bola al green. Lo escribió hace cincuenta años, tiempo que coincide con la prohibición de los clubes de aceptar negros en la lista de socios. Y me voy a permitir una digresión para poner en el banquillo de los acusados a la Asociación Mexicana de Golf, que trata a los mexicanos como negros. O sea, si no eres miembro de un club o compraste un condominio con campo de golf al lado, no puedes jugar. No han destinado una pequeña parte de los millones que se meten a la bolsa por concesiones (digamos el campo diseñado por Jack Nicklaus para el Four Seasons Hotel de Puerto Vallarta) y campeonatos (de niños bien que jamás serán profesionales) al desarrollo de campos de golf donde cualquier hijo de vecino puede jugar. A los que están en las federaciones de deportes jamás se les ha ocurrido abrir un campo y conservarlo para que los jóvenes aprendan este bello deporte. Bueno, al jefe de gobierno ni en sueños se le ha ocurrido. Ni siquiera habla inglés. Sabemos su nivel a través de su Instituto de Cultura.
La venganza negra en la persona de El Tigre Woods es descomunal. Dejó a los blanquitos atrás, como pigmeos. Renovó el concepto, la distancia, el estilo. Hoy supe que perdió por los vientos y las aguas de Irlanda. Los stakes en Las Vegas con respecto al British Open estaban cuatro a uno a favor de Woods, seis mil millones de dólares pasaron por las manos de los apostadores el año pasado. Sólo en golf. Desde que Woods se volvió profesional las apuestas han crecido un 300 por ciento, dicen los libros de contabilidad de Nevada. Existe una larga historia de jugadores apostando por ellos mismos. En el Club Campestre de la Ciudad de México, donde jugué por años, apostábamos los cuates. Tommy Lehman, Coco Molinar, Juan Antonio Estrada con quien perdí feo en un campeonato en Torreón; le apostábamos a De Vicenzo o Lee Treviño, lo cual duplicaba la emoción al verlos jugar. Un detalle que me parece bien comentar es que en el tee del uno, en el British Open (segunda ronda) que el domingo se estaba jugando, alguien hizo click con su cámara fotográfica justo cuando iba a tirar Woods. Esto hizo que el jugador se fuera al rough por rebanar la pelota. Si te pasas de cuatro grados en la perpendicularidad de la cara del palo con la pelota, al momento de pegar la bola te vas a la selva. Pensé: seguramente este cabrón con la cámara ha de ser un apostador que quiere que Woods pierda en este Grand Slam. Tiró un 81 al otro día. El hustler ganó. En este deporte se debe tener un colmillo del tamaño de la Torre Latinoamericana, lo cual lo hace extrañamente emocionante, como la “tensa calma” en Atenco. Pero regresemos a John Updike, quien toma el golf en toda su exuberante nobleza:
Ò En realidad no importa hablar de los tiros en s’, siempre y cuando la larga bœ squeda por una cierta perfecci—n del alma continœ e, preferiblemente con un amigo. El golf es un juego de la mente y el alma tanto como lo es del mœ sculo, y el cual sin compa– ’a, no vale la pena, es inicuo como un simposio sobre filosofía con un solo participanteÓ. Carbón de Juan José Gurrola, 1982 © Archivo Gurrola.
Leer Golf dreams es dejarse caer en el placer del zoquete amante de la literatura, pero también ofrece una visión momentánea en un pasatiempo que cada vez más se va acercando a contener un status casi religioso. Su handicap (de Updike) era de dieciocho (esto para los que saben). Si yo le diera clases lo hubiera bajado, mínimo, a doce.
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Juan Diego en el firmamento indígena
“Bienvenido seas Cuauhtlatoatzin-Juan Diego, tu presencia fortifica a este país. La nación adivina cuando se le dice la verdad. Vamos a vislumbrar el futuro próximo de nuestros hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Entendamos que la presencia de Juan Diego Cuauhtlatoatzin en la vida de México será para salir de un mar lleno de necedades”, se apunta en un pequeño libro* que recopila documentación de las raíces indígenas del beato Juan Diego como tlatoani, descendiente de Cuauhtémoc. Es interesante porque investiga los códices en el Lienzo de Tlapa No 2 y el códice Quauhquechola. En el primero se confirma el viaje que se hizo con los restos del venerable señor Cuauhtémoc. Y se confirma también la presencia en ese documento histórico de la existencia del venerable señor Cuauhatoatzin, “venerable águila que habla”. En el otro documento, el códice Quauhquechola, existe también la presencia jeroglífica del venerable señor Cuauhtlatoatzin dichos documentos del siglo xvi están a la vista de todo mundo en el Museo Casa del Alfeñique en la capital poblana. Estos códices se han incluido en el expediente que para la canonización de Juan Diego se hizo en el Vaticano. Aunque mencionados en el desmadre de página web de la Arquidiócesis de México (www.juan-diego. org.mx), no se puede abrir ni ver como en el libro. Estos códices pertenecieron a la colección de Lorenzo Boturini y se quedaron en Puebla por la relación familiar del abogado que defendió a Boturini en Europa. Por cierto, en una ocasión en que el Instituto Nacional de Antropología e Historia pidió por escrito al Gobierno Constitucional del Estado de Puebla que se trasladaran a la Ciudad de México para tenerlos en el Museo Nacional de Historia, el gobernador de Puebla contestó que en ese estado y en esa ciudad habían permanecido durante más de cien años y que recientemente en el Museo de la Ciudad de México se habían registrado algunos robos. La maestra Estrella Newman y su Taller-Escuela Nuevas Artes Julián Carrillo A. C. ha sido una pieza muy significativa en los estudios de los movimientos indígenas desde Canadá hasta la Patagonia. Ella conserva varios instrumentos originales para el desarrollo de sus alumnos. Su interés la llevó a Puebla a entrevistarse con el maestro historiador Saturnino Téllez Reyes, quien ha dedicado más de cuarenta años de su vida a interpretar los lienzos apuntados arriba, mismos que fueron presentados en la primera reunión de la Academia de Historia del estado de Puebla y el Colegio Guadalupano de la Ciudad de México. El Lienzo de Tlapa No 2 mide 108 x 168cm, fue pintado en 1574 y se encuentra registrado en el inah como un códice sin estudiar; se le llama Códice Aztactépetl-Citlaltépetl y está nominado como “códice de protesta contra las vejaciones de los primeros encomenderos”. Creo que es hora de que se pongan a trabajar,
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o será que como en el Vaticano los quieren conservar en sus archivos secretos para no molestar a la Arquidiócesis de México. ¡Desde hace 40 años que los tienen! me platica la pintora y maestra Newman. De ella es la representación del personaje que ilustra el artículo. Prefiero verlo así que en los cientos de interpretaciones chafas de nuestro homenajeado indio santo. Nos señaló que: Los códices deben interpretarse por la figura más grande que existe en los mismos, y la figura más grande en el Lienzo de Tlapa No. 2 es el camino que siguió el bulto mortuorio del venerable señor Cuauhtémoc desde Tabasco con límites con Campeche, hasta Ixcateopan en lo alto de la sierra de Guerrero. En el códice Quauhquechola se describe una etapa de guerra y de conquista en la que aparecen figuras todavía visibles y también, aunque borrados por el tiempo, los nombres de Sandoval y Alvarado. En ese lienzo gigante hay un espacio pequeño a lo que el maestro Téllez ha llamado La conquista ideológica y espiritual de los mexicanos, en él observamos la figura de Cuauhtémoc en un rumbo, sufriendo el tormento de fuego, amarrado a un madero al que se le prendía fuego para que fuera quemándose poco a poco, en unas ocasiones de cabeza y en otras de pie. En el Lienzo Tlapa No. 2 aparece la figura del venerable señor Cuauhtlatoatzin, caminando desde donde fue nombrado sucesor de Cuauthémoc, hasta el momento en que llega a un costado de una iglesia en construcción, con dos figuras femeninas, una vestida a la usanza ibérica y otra a la mexica; después de que esta figura pasa por el Cerro de la Estrella, se ubica a Cuauhttatoatzin en la parte superior del mismo con una corona que sustituye al maguey pintado por los tlacuilos y que lo distingue en todo el códice, un maguey en proceso de crecimiento.
Ese lienzo, ¿de dónde salió? del pueblo de Quauhquechola en Puebla. Hace más de 450 años no se hacía ese trabajo en ningún lugar de la América, pero llegó un comerciante español llamado Pedro de Gante y como su negocio eran las telas fue a visitar a las que hacían en Quauhquechola; con los conocimientos de este hombre magnífico, los telares de esta población crecieron, se agrandaron ruedas y engranes rudimentarios, podían hacer crecer el largo y ancho de estas telas. Después Pedro de Gante se vuelve franciscano. En el códice en la pared, viendo de abajo hacia arriba, se distinguen perfectamente cuatro círculos. Según los investigadores pueden distinguirse esos círculos por la manera en que están adornados, ya sea con grecas o con piedras semipreciosas, lo interesante es que en el primero, de abajo hacia arriba, se encuentra el venerable señor Cuautlatoatzin tejiendo un petate. En el segundo una mujer trabajando, en el tercero un padre franciscano arrodillado ante el ayate de Juan Diego en el que se distinguen perfectamente muchas rosas, ahí está la unión, el entendimiento al fin de muchos años para que los indígenas del continente americano, pero principalmente los de nuestro país, fueran menos maltratados. Hay un último cuadro, ya muy arriba, junto al círculo al que nos estamos refiriendo, donde se ve Cuauhtlatoatzin contando sus historias y junto se ve el primer altar que hubo en México para la Virgen de Guadalupe. * Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Apuntes sobre los códices Lienzo de Tlapa No. 2 y Quauhquechola, Estrella Newman y Salvador Paniagua Jaén,
31 / julio / 2002
La maestra Estrella Newman nos lo demuestra con la ampliación del dibujo de las figuras casi secretas que están en todo el documento. En la parte inferior derecha se encuentran varias figuras, unas señalan la presencia y el ahorcamiento de Cuauhtémoc y otras señalan la marcha de una figura humana que lleva como distinción un maguey en la cabeza. Esta figura es la del señor Cuauhtlatoatzin en todo el documento. Esto representa el momento en que es designado sucesor de Cuauhtémoc pues un pueblo como el mexicano no podía quedarse sin gobernante después de que el último de los tlatoanis hubiera muerto. El otro códice, llamado Quauhquechola, es diferente, empezando por el tamaño, “es tan grande como una sábana”, dijeron en su tiempo cuando lo clasificaron.
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La relaci—n entre el toro
bravo y el hombre
Carmelo que está en el cielo se asoma a verte torear. Paso doble da Silverio Pérez
La imagen de Carmelo asomándose entre las nubes me ha perseguido toda la vida. Un día la pinté. Pero se es aficionado hasta el tuétano o detractor emperdenido cuando se habla de las corridas de toros. Mi madre era apasionada de la fiesta brava, así que me llevaba a la plaza de toros El Toreo, en la esquina de las calles de Salamanca y Durango, todos los domingos. Llegué a ver la faena de apoteosis de los seis toros de Lorenzo Garza, a Luis Briones, a Silvetti, a Manolete, a Procuna (saltando la barrera), el par de Pamplona, de Gaona; y las verónicas de Luis Castro El Soldado; la finura y elegancia incomparables de El Calesero; ya en la Plaza México a Paco Camino, a El Gleason (a quien alguna vez ayudé a vestir antes de su presentación, allá en una plaza de Tlanepantla) esperando de rodillas el toro frente a la puerta de toriles. Hasta recuerdo a una señora en El Toreo que aventaba su suéter rojo al torero triunfador, al dar la vuelta al ruedo y le gritaba: “¡Ahí te va el piojoso!”. Vivíamos a tres cuadras de la plaza, en la calle de Acapulco. Tan cerca que por la calle veíamos que, a caballo, llegaba el alguacil ya vestido para partir plaza y quizá luego entregar la oreja a quien se lo mereciera, a saludar a la familia de mi cuate de la infancia Javier López Chabelo. Mi pasado taurino se disolvió en las faenas teatrales pero renació con la pintura, mirando los grabados de Goya de la “Tauromaquia” y “Los toros de Burdeos”, obras que a veces firmaba como Francisco de los Toros. Claro que asombran también la luz, o mejor dicho, la fulgurante luz y sombra que logra Picasso en sus series taurinas. Se siente el sol casi cegador de una tarde en los tendidos. También estuve muy cerca de los dibujos taurinos de Henri de Montherlant cuando escenifiqué Pasifae (de dicho autor) en el Museo Tamayo, con una reproducción de la máquina de Dédalo (la vaca en la que se introducía Pasifae para cohabitar con el Toro blanco —Zeus— producto de lo cual nace el Minotauro), realizada por James Metcalf. “Esta noche, en la máquina de Dédalo, como si estuviera acostada en el fondo de un furioso torrente, sentiré pasar sobre mí a toda la creación en un río de fuerza y de sangre”, escribe Montherlant en boca de la mujer enamorada. No hay que olvidarse de los cuadros y serigrafías de Alberto Gironella (a quien muy merecidamente le harán una retrospectiva en Bellas Artes), que son del más puro sabor
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de este maravilloso arte que ha trascendido a su longeva tradición. ¿Quién no se ha parado a pensar por qué la corrida, tanto en España como en México, tiene tanta fuerza popular que ningún gobierno ni la Iglesia Católica —con sus amenazas históricas de excomunión a sus participantes o su indiferencia a la crueldad animal y el riesgo humano según convenga— han podido erradicar? Intelectuales de la talla de José Ortega y Gasset y José Bergamín, en España; José Vasconcelos o Nicolás Rangel, en México, han considerado los acontecimientos taurinos como un fenómeno social “que habría que estudiar más a fondo”, pero que ni ellos mismos lograron hacer aunque se preocuparan por los hechos históricos paralelos a su evolución o a la alabanza poética. Ortega y Gasset se quejaba de que los estudiosos del toreo, hasta comienzos del siglo xx, no ahondaban en explicaciones intelectuales más profundas que las puramente artísticas o de corte literario y que por lo tanto resultaba muy difícil rebuscar en los orígenes históricoculturales resultantes de la relación del hombre ibérico con el toro que duraba más de dos mil años, como él decía. Hallazgos arqueológicos más recientes demuestran que esa relación se remonta a 7 000 años a. C.. La tauromaquia sigue viva después de siglos y sin visos de desaparecer a pesar de los detractores y de los avances sociales, ecológicos y científicos en otro terreno de cosas que podrían hacerle una lógica sombra en el traspaso de un milenio al otro. El toro bravo, con su singular gallardía, y la fiesta, arrastran simpatías y antipatías inmemoriales que resultan en opiniones igualmente variadas, con aportaciones extremas y hasta ridículas, pero siempre válidas a la hora de analizar su mundo. Ése es su mérito y estos ejemplos demuestran que la fiesta no desaparecerá. Entre los extranjeros interesados por este tema contamos con la descripciones románticas de Gerald Ford, en sus viajes por el sur de España, o la norteamericana, convertida en Marquesa de Calderón de la Barca, relatando sus experiencias mexicanas, ambos en el siglo xviii. Ya metidos en el xx, las tesis del catedrático estadunidense Jack Conrad presenta una interesante percepción entre el toreo y el entorno agrícola procedentes de las antiguas culturas mediterráneas, lo que explicaría, en parte, su arraigo particularmente español y
posteriormente mexicano y por supuesto la universidad de Ernest Hemingyway, inquieto siempre por profundizar en la vida del toreo y su entorno, y que logró familiarizar a las masas internacionales con las fiestas taurinas españolas, popularizando una costumbre supuestamente localista, centrado en los encierros de Pamplona, pero descorriendo al mundo las bambalinas ocultas de los toreros y sus aficionados: una pasión compartida. Los extranjeros han contribuido con sus variadas opiniones y una visión diferente de las puramente nativas a la expansión internacional de una costumbre típicamente española o hispana, mostrando una objetividad —e ingenuidad en la mayoría de los casos— difícil de encontrar entre los paisanos taurómacos. También me alejaron de la Plaza México las malas ganaderías, los pleitos entre las empresas taurinas y las televisivas, además de no soportar a los villamelones celebrando cualquier bodrio de faena o a un torero que no se arrima y extrañando a Paco Malgesto y a Pepe Alameda. Escribir cualquier cosa sobre el arte taurino casi me viene como una necesidad para despojarme un poco del impositivo y virulento martilleo de los medios. Ver la televisión llega a convertirse en un viaje alucinógeno sin droga que nos acribilla cada vez que cambiamos de canal. Los publicistas no son difusores de un producto sino francotiradores a los sentidos. Nada es comparable, ni el Super Bowl ni la Serie Mundial, a una tarde en la que miles de personas al unísono (casi en un murmullo del tamaño del mar) empiezan a vislumbrar el empuje del torero, paso a paso encumbrándose hasta el delirio cuando remata una enorme faena con el burel. La afición a los toros en México es una prueba de una sensibilidad por el arte, por la pureza de la suerte y por todas “las implicaciones que implican” un segundo de esplendorosa grandeza.
Citando, tinta de Juan José Gurrola toreando en un cortijo, 1967 © Archvio Gurrola.
7 / agosto / 2002
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INVESTIGATIVE REPORT Asunto: Santuario de Juan Diego
Aspecto de lo que algún día fue el Cine Lindavista. Fotografía: Pretty Boy © Archivo Gurrola.
Le presté mi cámara a un antiguo vecino que le decíamos Pretty Boy porque ahora vive en su antigua colonia Lindavista y quería tomar fotos del Papa en su trayecto hacia la canonización de Juan Diego. ¿Y esta capillita churrigueresca con la imagen de San Juan Diego, qué es?, le pregunté. “No lo vas a creer: es el antiguo cine Lindavista, al que dos días antes de la llegada del Papa le dieron una manita de gato y convirtieron en el santuario de San Juan Diego. Ni siquiera está abierto”. Así se las gasta el tacaño Episcopado mexicano en una remodelación de salivita al inmueble situado en la esquina de Montevideo e Insurgentes Norte, para que diera pala a los muchos feligreses católicos, apostólicos y romanos de que ya existe un lugar para ir a rezarle al nuevo santo. ¿O estarán planeando un nuevo milagrito como el que se inventaron para construir la primera iglesia de la Virgen de Guadalupe? Así, para que se caigan con las limosnas para construir una súper basílica con proyecto de renombrados arquitectos. Hice mis investigaciones y resultó que sí, que el recinto antes mencionado inicialmente se construyó como sala cinematográfica en los años cincuenta, tratando de hacer una réplica del famoso Chinese Theatre en Hollywood, y fue bautizado con el nombre de cine Lindavista; hasta las huellas de María Félix y Mario Moreno Cantinflas fueron estampadas para su inauguración. Después caducó y lo convirtieron en el Disney Lindavista. Si el reporte fuera de csi o del Semefo, enviado a tomar precauciones para la casa de nuestro nuevo santo, encontraría varios indicios que podrían dañar la moral y las buenas costumbres, no sólo de nuestros ciudadanos y vecinos de la colonia Lindavista, sino también del mundo entero, de la iglesia Luz del Mundo, porque al levantar la alfombra y algunas losetas del muro encontrarían residuos de una sustancia que no es sangre pues su color era blanquecino, mugre, ¿si no qué? “Esos son mocos” diría hasta el encargado del aseo antes de que las muestras en el laboratorio dictaminaran los componentes de su adn (que sería de la chaviza que iba al cine desde los años cincuenta). La sustancia extraída debajo de la pintura del piso al techo sería semen, ¡ya no digamos en los baños de caballeros!
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Por eso mejor prevenir que lamentar futuros disturbios. El reporte tiene tintes de un descuido inconmensurable, como el poder de Dios, por parte de la santa curia primaria de México, o como se llame… Como comprenderán, la ahumada que se va a dar don Corripio cuando sepa que lo que está destinado como recinto sagrado del nuevo santo está embarrado del producto de toda serie de inmoralidades que se llevaron a cabo mientras los chavos de los cincuentas veían a Doris Day, Adiós a las armas, King Kong, se enamoraban de Rock Hudson mientras en la oscuridad resoplaban las meneadas y cachondeadas que implicaba ir al cine. No menciono los graffitis en los baños porque nomás tengo tres hojas para mi reporte. Alguna asociación cristiana, ya saben, incluso se acercó a Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec, para que pusiera atención a la fragante desfachatez de nuestra santa iglesia de usar ese recinto para cobijar el alma que está en el cielo, cuidando a nuestros indígenas sin paternalismos ya fuera de época; sin mencionar que la restaurada al cine Lindavista les ha de haber costado la mugre de sus uñas con caca de sacristán comparado con el lingote que se metieron por la visita del santo Papa, al que debieron proteger con un stand-in por si se quebraba. Yo hasta pensé en Ludwik Margules, por si acaso. Estoy seguro de que los espíritus de todo lo maligno y depravado todavía se aparecen en esa cueva donde los actos sexuales, semi-sexuales y proto-sexuales dejaron su huella en el aire. Pero el obispo les dijo que no tenía tiempo para el asunto porque tenía una cita para jugar golf con el señor Slim. Dicen que es un caimanazo en los links, pero que le tiene pánico a las trampas de arena porque sueña muy seguido que se le va a aparecer una mano o una pata-rajada de indio bajo la arena; pero se consuela con que no sean quinientos, con trescientos ya puede conciliar el sueño, El Virulo, como le dicen sus allegados millonarios amigos con quienes asiste a las corridas de toros. All in fun. Las cosas han llegado a tal punto que los lugareños que han vivido ahí desde los tiempos de los Lanzagorta y otras familias pudientes le suplicaron a los prelados que se bendijera el lugar, por lo menos. Yo creo que el único que podría hacerlo, dadas las circunstancias, sería un padre Amaro como el del filme, cuyo guión es un bodrio infame, y hablo porque tuve la primicia de leerlo; o que el mismo Corripio, en una acto televisado, por supuesto, se atreviera a entrar y echarle agua bendita. El problema es que tendría que llevar una manguera de bombero, con harto chorro de agua para que la bendecida tuviera efecto y poder medio detener la caída de nuestro San Juan Diego por un agujero del Paraíso al no man’s land. O a lo mejor termina en una realidad virtual, una película de Walt Disney, como Fantasía o Anastasia (Anastasia no porque lo sacarían a patadas). El caso es que la imagen colgada en la puerta, para que no entrara nadie, es una burla del clero al gobierno o al jefe de gobierno, o a la ciudadanía y feligreses que todavía tenemos fe en Dios y su infinita bondad. La que está feliz es una prima mía, que en una tarde que fue al cine Lindavista concibió a mi sobrina Cautela. Le puso ese nombre para recordar lo que se le olvidó en una tarde que fue al cine y ahora es el santuario de Juan Diego. Gimme a break!
14 / agosto / 2002
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Wallace Shawn
Gabriela Gurrola y Davil Hevia en El doliente designado de Wallace Schawn, 2002. Fotografía: KAteria Pérez Aldavaca © Archivo Gurrola.
Cuando me llegó la foto de Wallace Shawn me pregunté: ¿cómo este genial y campechano, además de celebridad de Hollywood, que parece un gnomo amistoso, calvo y con voz ríspida que ha trabajado al lado de Woody Allen en Manhattan, en Toy Story, con Louis Malleen My dinner with André y tantas otras, también es un escritor de teatro serio y provocativo, con tal profundidad como su obra teatral El doliente designado que, a propósito, se estrenará en el teatro Xavier Villaurrutia dentro de poco. Su biografía algo explica: Wallace Shawn nació en Nueva York en 1943, educado en Harvard y en Oxford con estudios en Historia, ha sido el autor de varias obras de teatro, dos de ellas galardonadas con el premio Obie. El doliente designado es un monólogo a tres voces sobre la extinción de la pureza de los eruditos. El derrumbe de la aureola que corona a los escritores y poetas que revolotean para ser reconocidos en los círculos intelectuales, en los cotos de poder cultural. En nuestro tiempo y en cualquier lugar, tres avispados personajes —Jack, un exalumno de literatura inglesa venido a menos; Elena, pareja de Jack e hija de Octavio, un legendario poeta con el don de despreciar a todo el que no concuerde con él— se lamentan por la gradual desaparición de su grupo de elegidos, dedicados a
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cultivar las sutilezas de la estética y la cultura, la élite intelectual, a manos del “enemigo”: las hordas guerrilleras, incultas, terroristas que los van eliminando con una saña brutal y no como una idea abstracta. En esta realidad las masas repulsivas, mugrientas e incultas (los comemierda) se han rebelado. Pero este sangriento levantamiento sólo se presenta en la memoria de los personajes quienes, cada uno por su lado, cuentan la historia de su vida y se preguntan por qué las cosas se tornaron tan terribles e inevitablemente equivocadas. Como diría el austriaco Karl Popper: “Sencillamente porque nosotros los intelectuales hemos ocasionado, desde hace siglos, los daños más atroces. Las matanzas en masa en nombre de una idea, de una doctrina, de una teoría. Ésta es nuestra obra, nuestra creación: el invento de los intelectuales”. El “enemigo” es el conjunto de hombres y mujeres que están del otro lado como el recién descubierto mundo islámico, las rebeliones en Chechenia, los macheteros de Atenco. Puede ser un soldado en una cueva de Afganistán o un suicida explotando en un fino restaurante de Tel Aviv. O, aunque parezca obvio, la cercanía entre una secretaria que llegó temprano a su oficina en el piso 33, digamos, del World
Trade Center en Nueva York y al primer sorbo de café ver venir frente a su ventana un jet con un musulmán loco en los controles. Hace un año, Wallace Shawn escribió su Carta a un terapista de asuntos extranjeros que conserva el lado irónico de su pensamiento: Estimado terapista: No sé qué hacer. ¡Quiero estar a salvo! Quiero seguridad. Pero tengo un grave problema. Todo empezó hace varias semanas cuando perdí, en un horrible ataque terrorista, cientos de personas cercanas a mi corazón. Tengo una necesidad urgente de castigar a los que cometieron este inconcebible acto de crueldad que seguramente fue diseñado diabólicamente para que murieran en el ataque y están muertos. Estoy seguro que fue alguien pagado por otro escondido en una cueva en Afganistán quien hizo el plan diabólico. El problema es que no sé dónde queda la cueva, así que es imposible para mí encontrarlo. Para: Estados Unidos de América De: El terapista de Asuntos Extranjeros Estimados señores Estados Unidos En los círculos del mundo de la psicología llamamos a su problema negación. O sea,
que no puede enfrentar su problema. Tiene usted miedo a los desconocidos que pueden hacerle daño. ¿Quiénes son esta gente? Comparten el mundo con usted en el mecanismo unificado del trabajo. Podríamos llamarlo el status quo ofrecido a los de otro lado: una vida de angustia y servidumbre, status quo que para ellos significa la cárcel y para usted (y los privilegiados como usted) significa todo lo contrario, ya que están tan cerca del paraíso que jamás dejarán un cambio en su vida. Su problema se resolverá al pasar las décadas. Si su negación persiste, esté usted seguro que seguirá matando más y más gente pobre y desesperada, causando más odio hacia usted hasta perder la esperanza. Pero no se preocupe, todavía no es demasiado tarde. The Nation, 2001 (carta resumida) ¿Por qué será que los que están del otro lado son mejores escritores que los que comparten la celebridad piramidal de los consagrados? Me pregunto. Platón, Maquiavelo, Henry Miller, Joyce, Rulfo, Ibargüengoitia, Salvador Elizondo, Genet, Jarry, Sade, García Ponce, Juan Vicente Melo, Sergio Fernández, Raúl Falcó, Valéry, Kerouac, Ginsberg, Baudelaire, Auden, e.e. cummings, John Kennedy Toole, etc., por mencionar algunos. No me tiento la mano al pensar que muchos de los problemas de Rusia actuales son culpa
de Dostoievski y Tolstoi,los de los españoles por el Quijote y los ingleses por Shakespeare. Van de la mano el retorcimiento intelectual con el comportamiento diario. Los rusos rugiendo y rumiando culpas, los españoles piden sopa de fideo como si fueran toreros citando al burel, en el alarde quijotesco, y los ingleses poniendo una barrera de lenguaje flemático por el pánico que les produce lo desconocido o desconocidos, o los nacos. En fin, Wallace Shawn es un héroe contemporáneo de teatro que aparte de ser lumbrera del cine se preocupa por un teatro legítimo que sale no de acciones dramáticas sino de la memoria y el arte de los actores. La crítica mundial ha elogiado su obra estrenada en Royal National Theatre en abril de 1996: “Tres monólogos entrelazados en lo que un crítico llamó una sonata triple opresiva por la incomprensión.” The Sunday Times. “En una serie de monólogos entre cruzados emerge la imagen de la sensiblería y snobismo patriarcal que realmente asusta. El evento ha generado mucho interés y tiene todas las marcas de una nueva dramaturgia.” The New Yorker.
28 / agosto / 2002
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Teresa Margolles
Pieza de Teresa Margolles realizada en La Panadería © Cuauhtémoc Medina
Adoro ciertas mujeres valientes como Katia Tirado, Teresa Margolles, Estrella Newman, las Cobo, Melanie Smith, la Jesusa, la Bustamante, la Hellion, la Angie, la Medina, viejas cabronas que se han rajado la madre fuera de feminismos o machismos, o listas a rasguñar la cheeky mejillas de las Loaeza & friends o la periférica pero presente Boullosa esposa del delictivo Aura, o las rebanadas de Las Lomas haciéndose las señas muy contra-palacio, patearles el hocico a las bellas y famosas. Provocadoras artistas que derrumbarán gobiernos o rematarán su venidota en las barbas del inquisidor Cevallos. O por lo menos lo van a mear con la Jacobs al lado. Y así tocando la más alta nota del arte mexicano contemporáneo y pasándose por sus ovarios a la María Horrible Félix que terminará despedazando el alma del pintor más chafa del mundo y que la tenga que ver con toda su falsedad hasta el fin de sus días. Eso es justicia. Nomás que lo encadenen a ver el bodrio de sus pinturas que podrían catalogarse como el arte of the sloppy-low-brow-stinker. Mínimo. 240
Teresa me seguía con sus pelos largos hace diez años, me amaba artísticamente de lejos, sabía que entendería su trabajo y sus radicales ideas sobre el arte, quería la misma sede del pensamiento, sorprenderme sin que la viera como mujer. Quería decirme que éramos del mismo clan, que nuestra búsqueda tenía ese rigor, ese compromiso. En 1990 funda con otros artistas el grupo de arte semefo, con el que realiza performances, instalaciones, arte-objeto, intervenciones y videos tanto en México como en el extranjero. La maestra en la regencia de Camacho Solís, la maestra Toscano, me invita a hacer algo popular con el eclipse 1991 in Mexico City. Yo me dije: vamos a hacer una obra de teatro o performance justo a tiempo con las estrellas, digo, a la mexicana teotihuacana. ¡Poner una obra con el Universo! Primero me conecté con Juan Yadeun, descubridor y enriquecedor de Toniná, nada menos. El más grande antropólogo mexicano, quien dirigió la escena del espectáculo a realizarse en la explanada del Museo Tamayo; luego con Al Fin, gran performer, mago, titiritero y amoroso por todo lo que tenga el semblante del diablo. “Quiero una torre con bicicleteras cachondas y hard rock bajo la escultura de Quetza vs Tesca, you know?” Le dije a Teresa y ella dijo: “You got it”. Pero llegó con tantos elementos visuales y corporales que mi asombro crecía viviendo las maravillas que había conjurado la Margolles. Le torcían el cogote a las gallinas, se despedazaban puercos, sangre por todos lados en una hermosa mañana en Chapultepec esperando el eclipse 1991. Me dije: “La Margolles está gruesa”. La muy diplomada en medicina forense se vuelve artista conceptual y, desde entonces, lleva a cabo una asombrosa actividad tan precisa sobre la muerte, la decisión de la muerte en nosotros, las muertes en cloroformo, la grasa de los muertos (residuos del fuego), poesía de muerte, muerte o muerte. Patricia Sloane, directora insigne (no matter what) del Museo Carrillo Gil, trae cargando en su camioneta los tambos de grasa que dejaron los cuerpos en semefo. Mi ambición es que Teresa guarde una uña mía para la posteridad. Margolles pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte, otorgado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, ganó el premio de adquisición en la VII Bienal de Cuenca, Ecuador, y la mención honorifica en la Bienal del Noreste, de Culiacán, Sinaloa. Me meto en su currículum para subrayar lo que ha pasado, cuánto la respetan y el decisivo compromiso con la realidad, trágica pero rescatable si aprendemos de lo que estamos hechos. Quien esté leyendo esto está
tan cerca del filo de la ambulancia o de E. R. como yo. Pero estos autorretratos en la morgue no son para asustar, son para abrir los sentidos hacia el inconmensurable, religioso mundo de Teresa Margolles. Pero luego me llega su última acción en la galería La Panadería, the rat place for modern aesthetic movements: una galería que ha atendido what’s going on. Agarra la Margolles una motoconformadora frente a la galería y deja que el contenido del cemento se esparza por el piso arrinconado a los presentes, quienes no saben si quedarse prisioneros del cemento o esperar a que los rescaten en un acto de suave dominio. ¡Ese es un performance! Legítimo y contundente. Como el que hizo Katia Tirado en el cenarte llamado Te haré llorar. Concéntrica como cebolla siempre que intentes desnudarme con cuchillos. No es mi poema pero es la piel pelada para ti. A Teresa le veo ahora libre y con una esencia muy religiosa del performance. Limpia. Teresa Margolles va a ser mucho más trascedente que Salma Hayek, así es que sería buena idea fijarse en su talento. También en Angulo (co fundador de semefo), que se está echando unas chelas en Bavaria.
4 / septiembre / 2002
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Si el señor Arte fuera un cuerpo humano que para vivir necesitara del oxígeno en el fluido sanguíneo proporcionado por el discernimiento de los críticos(as) de arte para renovar, estimular, cada latido creativo que busca el espíritu del artista, la cantidad de coágulos que la obtusa, mal informada y parcial opinión que leemos en los dictámenes de éstos en el siglo xx ya le habría creado várices y obstrucción a la corriente sanguínea, suficientes para una trombosis terminal. Afortunadamente, en el horizonte internacional existen voces críticas con un rango de inteligencia e insight para disolver esas trabas sanguíneas a base de conceptos y reflexiones para dar paso a la libertad del arte y la imaginación. Por suerte hay artistas como Picabia, Hamilton, Gordillo, Tinguely, Guston, por mencionar algunos, que saben que la salvación del arte está en ese acto con el que el espíritu se arroja fuera de sí. Yo he sentido esa necesidad de usar una catapulta para desligarme del arte que permea en algún momento y hasta de mí mismo. Alguien dijo que un cuadro debe ser el enemigo del anterior. Por eso siento que viajo en esa carcacha de avión de los pintores antes mencionados para quienes las personas con gusto, de antemano estaban podridas. Podría añadir a Xavier Esqueda y Gelsen Gas, Alan Glass, Francis Alÿs y Kurtycz. En el horizonte de los grandes críticos de arte, junto a Dore Ashton, Cristina Zecca, María Moure y el conemporáneo John Berger, se encuentra la infatigable Maria Lluisa Borràs, que ha compilado un verdadero mamotreto sobre Picabia, conteniendo su enorme y prolífica obra y que le tomó quince años de investigación. Por cierto, Maria Lluisa también es autora de un libro sobre Fernando García Ponce. Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona y ex profesora de la Universidad Autónoma, ha desarrollado una amplia actividad en la crítica del arte. De hecho, su interés por la figura de Francis Picabia surgió a fines de la década de los sesenta, cuando éste era prácticamente desconocido en nuestro continente. Entonces, fascinada por su perfil humano y artístico, estableció contacto directo y continuando con una serie de amigos y allegados de Picabia que, además de haber sido testigos directos o haber compartido determinados momentos y aspectos de su vida y su actividad, poseían la parte más importante de su producción artística.
de dar de ello pública fe. Pero la pequeñez de mis contemporáneos se pone en evidencia por el hecho de que ni me han oído ni me han siquiera visto. Me basta hablar con un crítico de arte o de literatura cualquiera cultivado, que se aprecie de conocer bien su oficio, para convencerme de que no vivo. Yo no soy en absoluto ni el coco ni un monstruo moral que oigamos, pero sí contrario por naturaleza a esa clase de hombres que han sido venerados hasta hoy como modelos de virtud. Creo, dicho sea entre nosotros, que ello más bien puede ser para mí motivo de orgullo. Soy un discípulo de Dionisio y preferiría mil veces ser considerado sátiro antes que santo… Conseguir que la humanidad fuese mejor sería el último de mis propósitos. Derribar ídolos me resultaría evidentemente más divertido. ¿Por qué soy tan astuto? Nunca me detuve a reflexionar sobre problemas que no lo fueran, jamás me malgasté en ello. Por esta misma razón, carezco de criterio exacto para saber en qué consiste el remordimiento: por lo que he oído decir, el remordimiento nada tiene de estimable… No puedo dejar de dar la auténtica respuesta aquí a la cuestión de cómo se llega a ser lo que se es. Y con ello apunto a la obra maestra del arte de subsistir, es decir, al arte del egoísmo… Pensándolo bien, mi juventud no me habría sido tolerable sin la pintura. Pues yo estaba condenado a la vida insulsa, al aburrimiento. Cuando queremos deshacernos de una insoportable opresión, fumamos marihuana. Pues bien. Yo recurrí a la pintura. La pintura es un antídoto contra todo lo que sea aburrimiento; es un veneno, no lo niego. Considero que ha sido para mí un honor de primer orden vivir los tiempos de la revolución pictórica. Es el arte el más grande bienhechor de mi vida. Lo que nos une a ambos es haber sufrido profundamente juntos. Sin embargo, yo soy una cosa; mi obra, otra. Al final de mi vida todavía no estoy de actualidad. Hay quien nace de un modo póstumo. Picabia murió en la pobreza total, aceptando la humillación de tener que pintar sobre cuadros anteriores o revender sus cuadros, o ser demandado por una deuda del año 1920, cuando dio un cheque en blanco para que le mandaran a París un Mercer Sport nuevo. Picabia amaba los carros,
Picabia: el artista anticamale—n Sin becas y sin ninguna ayuda y sin maestros, en el sentido de un magisterio ex catedra, empezó por encontrar el dossier de Picabia (recogido principalmente por él) en la biblioteca literaria Jacques Doucet y de allí al Pompidou, al moma y a la Universidad de Columbia. En las primeras páginas del libro hace una reflexión sobre el parecido de Picabia con Nietzsche en un autorretrato como el de Ecce Homo titulado Retrato del artista como anticamaleón. Al leerlo, queridos lectores, comprenderán por qué siento como hermano de sangre a Francis Picabia, amigo íntimo de Duchamp y Mallarmé, mismo que puso tres veces de cabeza a Nueva York desde principios del siglo xx, empezando con el Armory Show, que sentó bases para el subsecuente expresionismo abstracto (del cual se salvó Philip Guston) y que ha sido ignorado por la red de curadores de arte porque no les conviene ni tienen los derechos o la información que tiene la crítica catalana. Los curadores y los museos hold information hasta que les reditúe su exclusividad. Picabia los mandó por un tubo.
tenía un carrusel en los años veinte en su backyard en la Maison Rose, en el Tremblay-Sur-Nauldre. Pues resulta que le llegó una cuenta del que fuera su protector y de Duchamp por 12 657 dólares. Centrado en Francis Picabia como gran protagonista, el libro ofrece asimismo una amplia panorámica de la modernidad para insistir de manera especial en los vínculos tejidos entre el nuevo y el viejo mundo, de un país a otro, por grupos y movimientos que hoy, merced a la perspectiva histórica, cobran toda su dimensión en cuanto a impulsores de actitudes personalísimas que iban a acabar con una conciencia universal hegemónica y cambiar, para ampliarlo, el mismo concepto del arte.
11 / septiembre / 2002
Ilustración: Francias Picabia, sin título, 1925-1926, temple sobre cartón.
Esa semejanza del payaso con el animal prende la chispa de la semejanza humana con los monos: la constelaci—n animal / loco / payaso es un estrato fundamental del arte.
Teoría estética, Theodor W. Adorno
En previsión de que dentro de poco habré de someterme al juicio de la posteridad, me parece indispensable decir antes quién soy yo. En el fondo a nadie le sería difícil saberlo, puesto que no me abstuve
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Jane sigue siendo Jane Foto tomada del libro Hollywood Babylon de Kenneth Anger,
a la hora de la bajada de las escaleras y la luz que rueda de los faroles como una cabellera desatada para el mármol y su sirena dormida dentro para el tiempo y sus heridas “Es un decir”, Vicente Huidobro
Se acicalaron, cada quien en su cuarto de la casa-hogar para ancianos, para estar presentables en la foto del reportaje del Saarbrücken SEIT que se iba a realizar sobre estas instituciones en las que los ciudadanos de la tercera edad encuentran un lugar fuera de la familia, sin causar problemas y hacer lo que se les dé la gana sin tener que ver los problemas y descalabros de toda la familia clase-media o no. ¿Cómo verse mejor para la foto? El alboroto era generalizado como cuando un promisorio galán está por llegar para una cita. La mejor bata o la más lucidora, el mejor maquillaje, el look digno y atrevido de su peinado. Los recuerdos de antiguas grandezas para la foto que mandarían a sus hijos o nietos; o guardarían con sus compañeros(as) en esos años en que se recuerda para atrás y para adelante, calculando, midiendo, sopesando el comportamiento de la propia vida con todos sus aciertos y debilidades. En fin, el reportero les pidió que cupieran todas en la foto; se arrejuntaron y, justo antes de que el mecanismo de la cámara reprodujera para la eternidad la fila de personas, frau Konder, que no se había puesto una bata sino un extraño abrigo blanco peludo, hecho de poliéster (no de ningún animal), se abrió de capa dejando al reportero, al fotógrafo y a la cámara estupefactos. Bajo el abrigo traía un primitivo vestido de piel de pantera y luciendo una cara de orgullo que hizo que la casa-hogar, esa noche, se convirtiera en un escándalo subterráneo. El reportero no dejó de advertir este comunitario salta pa’ tras y pidió hacerle una entrevista a frau Konder para ampliar su reportaje o quizá encontrar alguna vena de oro periodístico que pudiera atraer a los lectores sobre un tema sin muchos atractivos. Resultó que lo recibió en su cuarto, al que para entrar había que mover algunas ramas (con lianas) y encontrarse con una bandeja de frutas tropicales con un puñal atravesado. Atrás frau Konder, ya sin el abrigo, sentada casi retadoramente en un sofá con un diseño imitando piel de cebra. —¿Me podría contar por qué lleva ese atuendo selvático? —Porque yo soy Jane. —¿Jane? —Sí. —¿La de Tarzán? —La misma. Así empieza un inolvidable cortometraje llamado Jane bleibt Jane (Jane sigue siendo Jane), del director alemán Walter Bockmeyer que realizó en 1977 y que Rosa y yo disfrutamos enormemente cuando andábamos en Alemania. La idea de tratar de describir el filme (con algunas variaciones mías) nació después de recibir una llamada de mi madre hace una semana. A los 90 años decidió quitarse de problemas, rentar su casa y tomar lugar en una institución de este tipo, allá por San Jerónimo. No se cree Jane pero sigue muy activa intelectualmente. En fin, el reportero al ver las fotos que le mostró frau Konder de Johnny Weissmuller (algunas con su esposa Lupe Vélez, la spitfire mexicana a la que debería de rendir tributos Salma Hayek) y otras con Jane, la de las películas, trata de saber la opinión de la señora respecto a las susodichas que, aunque fuera de mentira, habían sido reconocidas como la valiente acompañante de Tarzán.
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—Ésas no son Jane. Todas son unas impostoras. Yo soy la verdadera Jane. La de Tarzán, el Rey de la Selva. Ñ À C—mo puede prob‡ rmelo? —De muchas maneras. Primero: él me espera en África para reunirnos. Además me dejó encargada a Cheeta, que acomodamos temporalmente en el zoológico. Sólo yo conozco su verdadera historia. À Ves estas historietas donde los de la tribu Onggaaabonga aprueban ayudar a Tarz‡ n? Pues s—lo yo puedo traducir lo que dicen. Mire: Onga bonga calakmul aga minana, quiere decir: estamos contigo hasta el final. Guerra Santa Africana contra los infieles. —Pero mire, aquí están las actrices de Hollywood. —Sí, claro, pero son falsas. Además putas en la Babilonia de Hollywood: la Gish, la Bara, la Olive Thomas, la Pickford, la Swanson, la Davis, y todas las dem‡ s Lolitas que se retacaban de coca’ na y buscaban el estrellato, lo que las llev— a la ruina moral de esa maquinaria iniciada por un grupo de negociantes judíos que vieron más monedas en las películas que en el Nickelodeon. Las conozco a todas: The Babylon Babblers. Pero yo fui fiel a Tarzán, por eso él me reconoce como la única y verdadera Jane. Frau Konder pidió disculpas pero tenía que ir a visitar a Cheeta al zoológico y hacer unas compras para su despedida. Quería comprar cacatúas y serpientes y su boleto de avión a África. Así salió en el diario de Saarbrücken. El reportero pasa a segundo plano y seguimos a nuestra heroína que se reconoce como la única y legítima mujer de Tarzán. La vemos platicando con Cheeta como dos viejas amigas compartiendo una taza de té. La acompañamos a sus compras para ver cómo desiste de comprar la boa de cuatros metros, al ver cómo se comía a lentos tragos una blanca e inocente rata. Se decide por la guacamaya. Otras escenas suceden que no recuerdo, pero hacia el final ella toma un avión, African Airlines o Lufthansa, y la vemos despegar y ver a través de la pequeña ventana las nubes que en un lento cross-fade se convierten en una planicie africana en invierno, cubierta de nieve, en la que a lo lejos, saliendo de la selva, se ve a Tarzán haciendo un surco en la nieve que le llega a la cadera. Camina decidido hacia Jane (frau Konder) que igual a 200 metros de distancia va hacia él, feliz, plena. La cámara sube y sube hasta sólo ver como rayas, los surcos que los llevarán al Gran Encuentro.
18 / septiembre / 2002
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Fotografías de la serie Ricas y famosas, 2002 © Cortesía: Daniela Rosell.
Las nietas de los hŽ roes
A veces pienso que la ausencia de pensamiento y la ausencia de moral, mucho contribuyen a la grandiosidad de las bestias, las plantas y las aguas. Henri de Montherlant
Si alguien tuviera alguna duda acerca del futuro de México y las mexicanas, abriendo el libro de fotografía de Daniela Rossell, Ricas y famosas, con su research de cinco años, encontraría las respuestas de lo que la juventud buscará para su devenir. La sep debería repartirlo en las secundarias como texto gratuito. La colección de fotografías es tan importante como el “Purgatorio” de La divina comedia o como Aunque usted no lo crea, o dos millones de la columna Querida Ann Landers, ya no digamos el saco de mierda corporativa de los talk shows y encerronas virtuales con los ejecutivos de Operación triunfo. Es un compendio que arrasa con los pisos del poder, así como vimos el edificio norte de World Trade Center caer desde la antena de televisión hasta el nivel cero, así caen todas las máscaras y brotan sensibles, sutiles y poderosas las herederas que supieron aprovechar el dinero de la revolución mexicana para su más campy-but-mexicanfantasy-dreams. 246
Rebasan con creses las ostentosas y vanidosas mansiones de Sunset Strip o Las Vegas; ya no digamos las casuchas de Las Lomas o San Ángel, donde yo de joven perseguía a las niñas ricas con Robbie Salinas y Rocha, Bobby Sour, Mazal, hijos de millonarios, colegas del American School que íbamos a las tardeadas más aburridas en el sótano de daddy con un superrefrigerador y con las sirvientas echando ojo. Pero algunos lográbamos llevarnos a las más lanzadas a las cuevas en las cañadas entre Reforma y las Palmas. Éstas son las herederas. I feel the smell. Pero nada comparado a lo que cada una de las madonnas fotografiadas tienen que ofrecer. Y no me refiero al lingote de daddy-o ni a lo buenas o medio buenas que estén, sino al paraíso del colmo de la exuberancia del capricho. Las barbies contemporáneas; porque cada una se puede hacer una línea de moda que desde aquí a Tokio rompería el mercado. Le rompen la madre a Calvin Klein, Mary Quant, Versace, ya no digamos a las telenovelas kitsch del naco de Ernesto Alonso o a Pimstein, las Loaeza (todas), la Tigresa, las Lemus, y a toda infame half-chicana que recoge con ambición y sin pulcritud a la manera de Astrid Hadad, la Lucero, la Hayek, la Guzmán, o sea, todas las wannabes-madonnas se han de estar jalando de los pelos púbicos por no haber sido elegidas por el ojo clínico, devastador de la Rossell (a quien conocí hace años en el NET, cuando quería ser actriz), que como con un astuto sacacorchos
tuvo la visión de sacar, traducir, completar, acomodar y reflejar una Babilonia mexicana indiscutible con un aura posmodernista, fresca, del ocio y del exceso del dinero y ambiciones de protagonismo. Yo digo que bien gastado. Es quizá un derivado del kitsch, que nace en 1870 en Alemania, cuando los obreros ganaban más de lo que necesitaban y el dinero que les restaba lo gastaban en bibelots o muranos, o porcelanas que demostraran su buen gusto y su genuina atracción por las cosas bellas. Tan kitsch como los cuadros de caballos que compran los texanos. En la presentación del libro, me contaron, en dos torres cilíndricas color mamey, en la calle de Rubén Darío, en Polanco (where else?), justo a lado de un edificio de Coca Cola, había tantos guaruras como invitados. ¿Los Grammy? Fuck off, shit asses!, las fotografiadas perseguidas por cni no sabían qué papel representaban en el acontecimiento. Derrochadoras sin medida y sin clemencia, como los Médici pero con un onanismo más concentrado que el mismo Lorenzo. Me pregunto: ¿en qué estarían pensando? Dando una repasada por encima aparecen casi todas juveniles, con cierta proclividad a la falda corta contrastando con el lujo. Como mostrando una segunda virginidad with no strings attached. Y muy mexicanas, como las cuatro doncellas volteando de repente, desafiantes, frente al altar de la Virgen de Guadalupe, casi salidas del Abad C de George Bataille, o las solitarias en su recámara, con su sala de estar inglesa del siglo xviii, con la estatua de una negra tamaño natural que sirve el té o la colgada de la Torre Eiffel, o la que toma su siesta en los brazos de un Buda de oro de ocho metros de alto, donde descansa lánguida, en los brazos-flor-de-loto, sin pestañar frente a la Nikon o las dos jugando ajedrez o en la cama bajo las mariposas y corazones tiernos; o la niña morena acomodada en un nicho con una falda con el seis de corazones impreso pero horizontal y al lado un cuadro de Siqueiros. Ésa sería mi favorita porque sacó del
closet lo que sabía que funcionaba para la foto y no envejecerá dentro del barroquismo de las muy escenográficas mutantes. Por eso, en este tiempo de encuestas, con mis amigos, hemos hecho una primera selección de las susodichas a las que les hemos puesto nombre según el significado que se desprendía de las fotos. Pero es sólo preliminar. Pienso proponer a algún periódico que haga una muy seria encuesta nacional para votar por las más chida de las chavas en el libro Miss Mexican Young Queen. My Heart Belongs to Daddy. En fin, las cuatro finalistas que salieron en la terna, en el Cuernito 1744 Private Club fueron: • Sobre el Buda: Adoro. • Las dos que juegan ajedrez entre sus corazones y mariposas: rupestre. • Entre sus muñecas, la piernuda tocándose ahí: divina confusión. • Entre los animales muertos: la tataranieta de Hemingway.
25 / septiembre / 2002
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El perro en la pie rna de Fidecine
Acrílico de Juan José Gurrola, 1982 © Archvio Gurrola.
En El Financiero (18 / septiembre / 2002) me preguntaron sobre la censura y los severos obstáculos legales y sociales que se presentan con escenas de desnudos en el teatro o en el cine. Yo contesté: Los motivos nacen en una telaraña mental reprimida, impotente, ñoña, gazmoña, melindrosa y envidiosa que rige dentro de la conciencia de los hombres que prohíben o censuran ese brote liberador de un desnudo o algún tema tabú. Pero puede ser, también, la influencia de la esposa y sus amigas mal cogidas que sienten sus territorios amenazados por la impúdica y the free-wheeling-life de las encueradas sin complejos que hacen que se les frunza el ano (como al licenciado Abascal) por las represalias hogareñas o económicas que ven venir si dejan pasar estas obras con algo o mucho contenido erótico. Pero me doy cuenta de que, en el cine mexicano, acaba de resucitar otra especie de gañanes que respiran de los mofles de los vehículos institucionales de cultura, que rigen la ayuda financiera a los artistas inhalando [sic] la droga del poder como cualquier mafioso italiano que tiene el dinero para repartir. El ejemplo son los diseñadores del contrato que propone el Fondo de Inversiones y Estímulos al Cine, que aboga por la injerencia de dicho fondo en todo el proceso que implica hacer un filme. Desde el guión hasta el corte final. Textualmente dice en La Jornada (28 / septiembre /2002) la cláusula decimoctava de dicho pacto de coproducción: “Acceso a la información: el Fideicomiso en todo momento podrá verificar la realización de la película en sus diversas fases de producción, como son: preproducción, rodaje, postproducción hasta su conclusión, pudiendo tener acceso a reportes de cámara, de sonido, de laboratorio, rushes de la película y demás materiales; obligándose al sujeto de apoyo a proporcionar la información contable y demás que estime conveniente y le solicite el fideicomiso”. Get a load of that! No me sorprende saber que es Emilio Cárdenas el titular del Fondo. No da la cara porque piensa que nadie va a protestar por miedo a ser considerado parte de una lista negra a priori y manda a un esbirro (Víctor Ugalde) a explicar las “ambigüedades” que se desprenden de este cuatro que les ponen a los productores, directores y técnicos de la industria. Me parece vergonzoso que a estas alturas piensen que no se huelen las intenciones que implica esta prerrogativa. El caso es que me parece una bofetada a los creadores de cine y muy justo su rechazo al control de los contenidos de sus filmes. Por ejemplo: Felipe Cazals, a quien admiro por su película Las poquianchis, una obra de arte aunque el cine no lo sea; profunda, difícil, dura, donde hizo actuar hasta a Diana Bracho. En fin, ¿qué les puedo decir? Sólo reír. Por lo pronto, ya tengo en fila varias películas para que les pasen revista desde ahorita para no perder dinero: La teibolera es mi mujer, comedia donde ya estamos esperando a los productores delegados para que den su visto bueno a la hora del casting; para esta historia en la que los cuates, fingiendo que van a ver un partido de fut en casa del marido de la teibolera, mediante una mochada y por turnos (3 minutes), pueden ver a la esposa bañándose (tubo indispensable) con la camiseta según la afición. Se la hacen y regresan al segundo tiempo. El ladrón de calzones o el merodeador de los tendederos, thriller que obviamente empieza con la sombra del robachones (antes de ser lavados) reflejándose sobre una sábana con agujeros auténticos. Casi toda es en exterior (azotea) lo cual llenará de gusto a Fidecine porque los costos, si no llueve, serán bajos. Se le puede sacar una lana al regente como coproductor o a las agencias de publicidad de detergentes, de la cual, el productor ni se entera. Basic. Hasta ahora el gordo del puro era quien mandaba o sea el productor de cine, ya sea Goldwyn, Davison o Ripstein, o sea el Big Daddy. Los actores, técnicos y demás sólo han sido, por décadas, alcahuetes de este personaje que se coge a la estrella, como Howard Hughes; el que dice hasta dónde se corta la escena donde ya se van a la cama, y ve los rushes que sobraron en su casa, como Barbachano. El cine es un teaser continuo. Pero ahora sucede que un empleado burocrático quiere tener las atribuciones de productor con el dinero del Estado. Yo saldría con pancartas que dijeran ¡Quietos Nerón o te bajamos el calzón! O sea, correrlo, sin más ni más.
2 / Octubre / 2002
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Ciulli, un apostador capaz de todo Aunque Roberto Ciulli haya nacido en una familia aristócrata de Milán, haya tenido su doctorado en Filosofía sobre Hegel, haya fundado la compañía Il Globo antes de partir a Alemania, donde trabaja desde hace 35 años, y dirigido los teatros de Göttingen, Colonia y Dusseldorf hasta fundar en 1980 el Theater an der Ruhr, sigue siendo El apostador, como Paul Newman en The Hustler, donde la hace de “caimán” del billar (no por el dinero, sino por la ambición de triunfo); apostador al juego, al teatro, al talento actoral, a la vida, a la mujer, al mundo, a las ideas. Ahora que venga a México al Cervantino con La ópera de los tres centavos no lo inviten a jugar black jack o ruleta porque los despelleja. Sí, su compromiso humanista y promotor del diálogo entre las razas y naciones es insólito, y pinta una raya significativa para nosotros, los exiliados, los desposeídos de la burocracia, los réprobos, los genuinos artistas, los todavía vivos con un cable tensado de arte teatral que ahuyente, por lo menos, a los que acuden al teatro de la soberbia ciega y el encumbramiento del oscurantismo falaz de los medios y sus androides corporativos. Y decir “váyanse mucho al carajo”. Nosotros lo podemos hacer sin su ayuda. Me siento un poco culpable por ser de los que iniciaron el teatro dependiente desde la Universidad y luego en el inba. Y admiro a Ciulli por haber logrado fundar y desarrollar una compañía de repertorio. La mía la cargo en mi mente. Hice algunos intentos pero desgraciadamente fui muy disperso y jamás se me antojó tener un puesto; primero, porque no puedo sentarme más de veinte minutos en un sitio. Este preámbulo personal sobre el pasado teatral es para centrar mi interés para darle a México o sus instituciones un tip: que se estudie a fondo la proposición corporativa del Theater an der Ruhr/ ggmbh para empezar a buscar otras opciones al teatro subvencionado. Se trató de hacer con los teatros del imss pero fracasó. Los costos de manutención y tramoya, publicidad, etc., eran inalcanzables. La subvención piramidal ya no puede seguir sin otras salidas. Cuesta mucho, no hay taquilla que la soporte y, sobre todo, no
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hay continuidad ni teatral ni comunal, ni proceso creativo de una compañía. El coto de poder de los tramoyistas es insalvable sindicalmente y la mitad de los actores, o casi todos, tienen puestas las nalgas hacia la televisión. “Tengo llamado”, dicen como pavorreales o “tengo que comer, Gurrola”. Los vedas, los primeros poetas, llenaban de poesía a la comunidad; cuando les dieron plata, los ruiseñores se volvieron cuervos. En el teatro es igual. La disciplina debe ser feroz. Pero también la recompensa económica. Para empezar, los técnicos ganan más que los actores; pero su contrato por una suma mensual implica una disponibilidad total, ya sea de dos o veinticuatro horas al día; a los actores, aunque tuvieran un llamado de Francis Ford Coppola no se les da boleto de regreso. Pero no crean que esto fue fácil. En Alemania desde los sesenta, cuando estuve en Mannheim, en Dusseldorf, en Saarbrücken, en Trier, en Colonia, en Munich, había un Staatstheater, o sea un teatro subvencionado, con todas las garantías a los actores y técnicos, pero bajo posible escrutinio de las autoridades para que se escenificara a Schiller, von Kleist en el grosses theater (teatro grande) y el kleines theater (teatro de poca capacidad) para las obras de experimento o vanguardistas como la sala Villaurrutia. El caso es que en el teatro de Dusseldorf se conocieron Robert Ciulli, Helmut Schäfer y GralfEdzard Habben y dijeron, hartos de la burocracia y la falta de libertad y creatividad, we want out!, y se fueron a deambular por ciudades de Alemania que no tuvieran subvención de teatro y encontrar algún alcalde que aceptara su proyecto de un teatro libre y a cincuenta por ciento de los gastos. El de la ciudad de Mülheim, un promotor visionario, les prestó un spa de aguas termales, como el de La montaña mágica, llamado Solbad Raffilberg. Debo insistir en la inteligencia arquitectónica de los tres vagabundos para tomar el lugar para su creación. En el mundo, los arquitectos no tienen ni puta idea de lo que es el teatro, ni los teatreros qué es el espacio escénico. Dilema terrible, costoso, del
que habrá que ocuparse otro día. El caso es que durante cinco años, los vecinos de la ciudad los abucheaban, los denigraban, hasta que empezaron a ganar premios internacionales. El primero en Yugoslavia y después le siguieron Chicago, Parma, México, Belgrado, Bogotá, Sarajevo, Nancy, Turquía, Caracas y ahora el Theater an der Rhur es un orgullo nacional. La compañía Theater an der Ruhr fue fundada en 1980 y es un ejemplo único en Alemania por su estructura económica y trabajo artístico. Del presupuesto anual, cincuenta por ciento se compone de subsidios y el restante cincuenta resulta de la venta de funciones en el interior de la República Federal Alemana y el extranjero. Acaban de dar funciones en Bagdad hace dos meses, haciendo camino para su gran sueño que es el proyecto Silk road (ruta de la seda) que intenta recorrer con su teatro, desde Estambul hasta las costas de China. Levanten el pañuelo, queridos.
9 / octubre / 2002
El actor y director Roberto Ciully en El principito ©
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Escorpio Inmortante o Escorpión en ascendente, grupo conformado en 1970 por Juan José Gurrola, Víctor Fosado, Roberto Bustamante, Eduardo Gúzman y Mauricio Vázquez © Fundación Fosado.
V’ctor Fosado toca a la luna nueva Caballero de fina estampa, un jilguero, Víctor Fosado se encumbra en los cielos de su imaginación cambiando de estado, diluyendo tantos sabores y colores, y las congojas y las tonadas, y los deseos y el vuelo y la caída, y las desesperanzas, y los grandes mares de sus sueños. Cortés, prudente, fiel a la amistad, con la justa distancia de la nobleza indígena, sobresalía desde su mirada como faro en la niebla mirando hacia el horizonte, zigzagueando a los ladinos y construyendo realidades factibles, concretas e imaginativas. Ahí donde hicieron una ceremonia eucarística para Víctor Fosado, en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, el pasado viernes 11 y sábado 12 de octubre de 2002, hace mínimo 20 años, en lo alto, donde está el órgano de la capilla, conectamos aparatos y micrófonos para tocar nuestra música neuroatonal para la boda de su hermana o para el bautizo de un sobrino, no recuerdo. El caso es que le entrábamos a la música como en el Champagne a go go (donde nos daban de comer en la cocina en platos de peltre) o en la sala Manuel M. Ponce, o en la Alameda en un Festival de Jazz de la Ciudad de México, pero con una solemnidad digna del ritual que se llevaba a cabo. Víctor tocaba la flauta triple, el teponaxtle y el salterio. También el caracol ancien y una colección de instrumentos prehispánicos que atesoraba. Yo tocaba las percusiones en el teclado Farfisa. Hasta grabamos un disco con Orvi Vox gracias a
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Pepe Arellano, que sí creía en nuestra música. O sea, ¿qué tiene Frank Zappa que a nosotros nos falte? Llevaba encima una aristocracia inédita. No sólo en sus dedos llenos de anillos, ni en la magnificencia de sus creaciones en la joyería más sofisticada que he visto, sino en su vida diaria. Una devoción a Nedda, la poeta, y a sus hijos, que lo llenaban de orgullo, y a quienes les hablaba de usted. Patriarca elegante que igual manejaba su Fordcito cuadrado negro desde su casa en Bucareli, que arrancaba su bote de vapor en Cancún, manubrio y timón, arranque y horizonte, gorra o salvavidas al cuello. Eterno en el placer de la creación. Desde muy niño surgían en mí, a través de fantasías, formas y colores inimaginables, enormes cavernas submarinas por las que pasaba deslizándome como un nenúfar para llegar a un campo abierto por un rayo de luz áurea, apareciendo, detrás de ella, el mar en tremendo y sonoro bravío que se diseminaba y esparcía en pequeñas y tranquilas gotas formando un gran telón iluminado, cenitalmente, por esa luz áurea igual a la que atardece en los otoños. Después, mi padre se encargaría de enriquecer esa imaginación, durante nuestros viajes por los pueblos artesanales y visitas a las ruinas
arqueológicas que eran la pasión de mis hermanos y mía. Nos contaba las historias de los dioses, de los artistas que realizaron esas increíbles estatuas, del concepto astral de los arquitectos que construyeron las grandes acrópolis y de cómo utilizaban los símbolos y formas para traducirlos en formas sagradas. Todas estas reminiscencias crearon en mí una idea diferente de lo visual. Con el tiempo fui desarrollando el contacto automático y constante de la vista con la imaginación. Después de mi contacto con los surrealistas, confirmé que la mitología y el arte precolombino eran la mezcla perfecta del surrealismo místico que inspiró a los artífices de aquella época y pude constatar la influencia que tengo de esas raíces, combinada con mi espíritu, musas, otras culturas y siempre poseedor de objetos que sufren, como alquimia, simbólicas transformaciones sencillamente objetables. Víctor Fosado, octubre de 1994, Cancún
grabados y objetos del grabador. Me comisionaron pues por hacer tanto la presentación de la obra de Posada como un guión para una exposición complementaria. Mi experiencia en el surrealismo fue muy importante porque no tuve que convertirme en seguidor del movimiento, aunque sí hice amistad con pintores, entre ellos Corneille y Aleschinsky, lo que me hizo valorar el otro aspecto del arte prehispánico. El surrealismo no necesariamente tiene que ser la palabra en sí o la formación del grupo, es más bien un espíritu palpable, que se asemeja al de los creadores prehispánicos. Ambos transformaron sus visiones o la misma naturaleza por medio de estilizaciones o esencias de todo lo que veían y todo lo que hacían. Esto me llevó a interpretar de una manera muy diferente lo que ofrece el arte prehispánico. Desde entonces he iniciado una búsqueda en cuanto a su aspecto plástico. Estamos tristes. Murió el dos de octubre.
16 / octubre / 2002 También es músico. Ha hecho incursiones en la danza y en el teatro. Después hizo trabajos de investigación en el arte popular. De esta manera “puede empezar a desarrollar la combinación que me inspira: el arte prehispánico y la mitología mexicana que conviven con el arte popular contemporáneo, sin dejar atrás los demás movimientos culturales modernos en México”. Fosado ubica sus esculturas portantes dentro de la corriente del surrealismo. Anota que, mediante su relación con los surrealistas de París, “pude hacer una confrontación de lo que es el arte mexicano, tanto prehispánico como dentro de esa corriente, por las formas, los conceptos, las estilizaciones y principalmente por la esencia que tienen estos objetos de arte”. Sobre su experiencia en la Ciudad Luz dice: Llegué a París en 1963. El grupo de surrealistas de André Breton había pedido a México una exposición de José Guadalupe Posada, a quien sus integrantes consideraban uno de los maestros surrealistas universales, de modo que estuve estudiando mucho su vida, recopilando
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La tele no piensa, regurgita A la fórmula de Marshall McLuhan de que el medio es el mensaje le falta mucho para agotarla. Fundamentos de la información, John Richards, 1988
Ryszard Kapuscinski suelta sus nociones sobre la cultura y el periodismo poniendo frente a frente el absceso de las grandes corporaciones de televisión e impresos que provocan un juego de espejos que chocan por la incompatibilidad económica de los televidentes. Los que pueden comprar y los que con cada anuncio de comodidad (cepillos de dientes, perfumes, autos, etc.) son humillados por no poder comprarlos. ¿Sabrán cuánto sufren a diario por no tenerlos? Estoy de acuerdo con él, hasta cierto punto, pero la bondad le gana, las cosas no son así. A la larga los que se van a morir de hambre van a ser los ejecutivos y promotores de televisión cuando sean rebasados por compañías con más fuerza y poder que las nacionales. Comprar el cuarenta por ciento de ocesa, por parte de Televisa, es sólo producir bodrios en tres dimensiones y no sólo en el cuadro del televisor, donde la estulticia y el mal gusto imperan. Todos brincan de gusto y se aplauden para despertar a los camarógrafos entre fix and the next fix, y convencer al productor de lo chido que está el programa. Los contenidos son tan escalofriantes como la sala de maquillaje y los pasillos. El televidente no está tomado en cuenta, sólo en el rating, la mitad del cual se debe a que no hay otra cosa que ver, a que la mayoría no puede suscribirse a Cablevisión o Sky para siquiera ver The Nanny o Seinfield. Aquél que crea que la televisión es un juego de feria mecánico sin fin y que va para ¡arriba!, no vislumbra la segura decadencia, digo, desplome por el que las mismas leyes de la comunicación obligan. A saber: la trampa que se ha manufacturado, dada la estupidez y la naïveté de las masas que se convertirán en el peso muerto que los aplastará. Háganse de cuenta, por las gordotas y gordotes, que jalan algo así como tres pesos por llenar pantalla con
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algo que equilibre la serie de mayates (animadores jolgoriosos) y el maquillaje cochambroso de El mañanero: les caerán encima. Los tambores ya suenan, o sea: la televisión se come asimisma, la información disuelve el significado y lo social en una especie de estado nebuloso que se dirige, no a la superficie de la innovación, sino todo lo contrario: a una total entropía, de tal manera que los medios no conforman una socialización, sino su opuesto: una implosión de las masas, de la sociedad. Detrás de la exacerbada presentación de bodrios, presionados por los ratings, se va maquinando sin saberlo una desestructuración del conjunto social. La palabra de la indigente señora que pelea por su marido en un talk show: manda. Y esto visto a ojo de pájaro, porque si nos adentramos en la conciencia comunitaria sólo veremos un mexicano clase media con el cerebro ya despedazado, sin valores, sin ambiciones, sin deseos. ¿O a poco creen que con sus perlitas publicitarias de Tú puedes, Las carteras no se roban o Sé honesto, que no son más que burlas en la salas de junta de los ejecutivos de televisión haciendo lana con el proyecto, nos la vamos a tragar? Deberían reflexionar en el hecho de que al mandar por la ondas hertzianas pura basura o vacuidades sin contenido con la realidad, el medio televisivo cae en una paradoja asombrosa: se pierden los contenidos y también se pierde el consorcio que los manda. La absorción de la naquez generalizada se tragará a los de cuello blanco, que tendrán que vender Sony o HBO sus acciones por improductivas, bajas de contenido, venderán their ass-ets. La realidad de esta implosión de contenido, y perdonen el ejemplo más claro, se puede comparar a la fiesta norteña del Cervantino, con los Tigres del Norte y la inmunda puesta en esce-
na de Titus Vasconcelos Androginous, de algún sueño revolcado en “ay tú, Shakespeare nos la pela”, es igual. Las compañías extranjeras pensarán dos veces antes de venir a un desprestigiado festival. La comunidad hotelera tiene toda la razón: deben protestar por los manejos tan siniestros de los dineros. Espectáculos baratos, quesque populares. Borrachos afuera y teatro rascuache adentro; matan el sentido inicial con el que fue creado el medio de difusión cultural internacional que ha sido el Festival Cervantino. ¿Quién va a protestar? El idealismo fanático gana; se levantan los brazos y los gritos: “¡Somos parte de la mierda! pero ahí estuve y puedo contarle a mi familia que me fue de poca. ¿Quedan frijoles, mamá?”. Aniquilado quedará ese funcionamiento de baja ralea. El “horizonte de los eventos” cava su propia tumba. Lo único que quedará será el significado de Nosotros los pobres. La credibilidad se volatilizará. El hecho de la imposición de contenidos, la absorción de significado y la evaporación del medio mismo resultará catastrófico y sin uso. ¿No es lo que cada estúpido proyecto, quesque innovador, que sacan las televisoras y les revienta a las pocas semanas? A falta de ideas, ¿qué mejor que desempacar los videos de Ensalada de Locos, Los Goons y Dick van Dyke, al fin que los jóvenes no las han visto. Como dije; se están tragando su propia cola.
23 / octubre / 2002
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Desde hace años conocí a Marcela Ramírez y a su cuate Guillermo Santamarina (un curador de altura), ambos tenían una muy clara visión del arte contemporáneo. Así fue como conocí a Melanie Smith, a Sylvia Gruner, el sorprendente Francis Alÿs, y otros que están exhibiendo en Berlín. Mis otros amigochos del arte eran la Teresa Margolles, Artemio Narro, quien con mi hija Edwarda cantaba desde unas mecedoras: “Chispita Show”. Los años pasaron y ahora se los ve juntos en Berlín, seguramente haciendo payasadas en la Kurfürstendamm. The point is que las instituciones culturales piensan que los artistas somos unos locos, desquiciados que no sabemos escribir sobre lo que hacemos. Pero fíjense que no. Por eso doy mi espacio a Artemio, que participó en una de las exposiciones en Berlín y habla de la experiencia desde su ronco pecho. Dice Artemio en una carta que me envió: El absurdo y la incongruencia podrían ser la mejor forma de definir este festejo, realizado en Berlín para promover la tatemada, folclórica y tergiversada idea que se tiene en Europa de México, absurdo porque ahora parece ser que ya no somos indios ni guacamole sino nouvelle cuisine, crepas de huitlacoche, por lo que el sarape y el charrito había que esconderlos, no sé a ciencia cierta, no sé quién quería presentar un México igual de irreal que el del sarapito y la pistola y el tequila y la adelita como es este pseudomoderno contemporáneo y civilizado México primermundista dentro del cuadrante de la Roma-Condesa. Desde el principio, por lo que pude ver, los alemanes querían sarape mix es decir el sarapito, pero en remix, un sarapito
Lo nuevo del arte mexica de diseñador o no sé qué chingados. Curiosas las dos exposiciones: “Zebra crossing”, curada por Magalí Arriola, donde yo participé, y “México City: an exibition about blah, blah, blah, curada por Claus Biesenbach) de “arte contemporáneo”. “Zebra crossing” era, a mi juicio, una exposición bastante limpia y con una absoluta necesidad de presentar a México como un país que puede jugar al primer mundo, además de que se puede ver que los artistas de hoy conocemos el inglés y vemos las revistas de arte y moda con la misma avidez que los neoyorquinos, sin embargo, me parece una exposición más informada de lo que sucede en México y con una visión curatorial completamente desde adentro, por esto mismo una exposición más light y formal que lo que los seguidores de peliculitas mamonas como Amores perros e Y tu mamá también, que aparentemente definen muy bien lo que pasa en México se sintieron desilusionados por la ausencia de violencia y crítica social que no sé de dónde o por qué nos ¿caracteriza? Más allá de las exposiciones, creo que paralelamente, sucedieron algunos incidentes más importantes: la destrucción del departamento de Claus Biesenbach a manos de algunos de los participantes de las dos exposiciones y la misiva de los artistas expositores en repudio a la forzada renuncia de Patricia Sloane al Carrillo Gil en el momento en que la mayoría de los protagonistas de la súbita presencia de México en el mundo del arte nos encontrábamos de gira (San Diego, Londres, París, etc.) promoviendo la contemporaneidad mexicana, y la bien conocida actitud hampona de los burócratas culturales de esta actual administración del gobierno del cambio ahora en respuesta a esta carta. La misiva surgió en el momento en que los expositores fuimos notificados de la sucia jugada de parte de obscuros personajes innombrables en relación a la renuncia de la ahora ex directora del Museo Carrillo Gil, Patricia Sloane, para sumarse a la larga lista de caídos por el cambio (Toscano, Sánchez, Minera, etc.). Esta carta se le entregó personalmente a la señora Bermúdez, quien no podía creer nuestra actitud malagradecida “después de todo lo que su administración ha hecho por nosotros”, sin considerar lo que nosotros hemos hecho por su administración al estar jugando en el terreno internacional y permitiendo que se paren el cuello sin mover un dedo, pues una de las piezas medulares en la realización del proyecto de Berlín fue realizada por la misma Patricia Sloane, forzada a renunciar por los mismos que después, en la inauguración, se pavoneaban orgullosos como la patita que va al mercado con su reboso de bolita por haber “llevado” un par de muestras que conocieron ese mismo día. Nuestra petición de transparencia fue ignorada y todo sigue igual. Finalmente la conclusión es que el absurdo y la incongruencia características de este festejo son claras y es un poquito penoso prestarse a esta serie de actividades que a pesar de su buena intención, y que es por lo que uno acepta participar, se mancha por la desagradable actitud, avidez y descarada sed de poder de algunas de las personas participantes de la gestión cultural de esta administración y sus secuaces. Se debe escuchar a los artistas, o ... [sic]
30 / octubre / 2002
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en Berl’n
The Apoohcalypse Now, pieza en video de Artemio, 2002 © Artemio Narro.
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Peter Wintonick: insigne disidente de ÁC‡mara! ÁAcci—n! Peter Wintonick y Katerina Cizeck ©
Como en el próximo concurso de Miss América, las siempre sonrientes anhelantes a la corona tendrán que abogar, en vez de por la paz mundial, “por los niños pobres y trabajar sin descanso por la dominación mundial de los Estados Unidos”, se hace imperativo unir fuerzas por todos los medios para contrarrestar el inmundo panfleto infecto de Bush titulado Estrategia de seguridad nacional para los Estados Unidos de América. Un manifiesto donde se autoconsideran los buenos y por lo tanto pueden usar la fuerza como Superman o masacrar pieles rojas; resultado de una estúpida sobredosis de moral para erigir una dictadura mundial benevolente o mejor: el dominio del llamado entrepenuariat, o sea, el conjunto de empresarios que se aplauden a sí mismos en la Bolsa de Valores de Nueva York. Uno de estos aguerridos impugnadores contra la aplanadora de los medios y la farsa del cine hollywoodense desde hace 25 años es el canadiense Peter Wintonick, quien está en México asistiendo a la IV Edición del Encuentro Internacional de Documental Escenarios 2002, con énfasis en “El documental como mirada disidente”, organizado por el Centro de Capacitación Cinematográfica en el Centro Nacional de las Artes del 29 de octubre al 5 de noviembre de 2002. Con sólo conectarse a www.cnart.mx podrán apreciar las variantes de este particular evento como son tratar de romper con la academia, con la narrativa lineal, con la solemnidad, con los tabúes. Pero destacan invitados como Jesse Lerner, quien curó hace tres años la recopilación llamada “Mexperimental Cinema” en el Museo Guggenheim; Albert Maizales, bostoniano especialista en non-fiction, ganador de los Peabody y Dupont Awards; Avi Mogravi, famoso por sus videoinstalaciones, y varios más de relevancia mundial que serán para los alumnos del ccc un regalo de aprendizaje. Ojalá sepan aprovechar esta oportunidad en vez de estar pensando en que algún día se verán como pingüinos despistados en Hollywood. Wintonick ha dirigido y producido todo tipo de cine independiente, video y new media. Documentales, feature films y trabajos incisivos y políticos, Manufacturing consent: Noam Chomsky and the media (codirigida con Mark Acbar) es uno de los documentales canadienses más exitosos en el mundo. Filmada en 1996, recoge una variedad de entrevistas, conferencias y frases célebres del pensador norteamericano que hoy nos aparece como un moderno Nostradamus al predecir el uso de la fuerza capitalista y militar por nuestro amado vecinito. La compañía productora de Wintonick, Necessary Illusions, abarca un abanico amplio de temas políticos y culturales. Sus conceptos han sido publicados en toda revista de cine internacional que se respete y han creado un sitio global en internet para los filmes independientes.
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Destaca en algún lado que “desde Rodney King hasta Osama bin Laden, las videocámaras no sólo sirven para registrar bodas o vacaciones familiares” sino la mirada del hombre común indignado por la situación injusta en el mundo. En Seeing is Believing (Ver es creer, que se presenta en el encuentro), se explora el uso de las handycams (camaritas portátiles de video) por cualquier individuo. Incluye trabajos de activistas de derechos humanos, testigos de crímenes de guerra, testimonios de las estupideces ultraderechistas. Veo cómo los ciudadanos normales se están armando con las herramientas de una nueva revolución visual. Todo esto, claro, hace brotar varias preguntas. ¿Qué responsabilidad contienen estos videoactivistas en primera fila? ¿Cuáles son sus riesgos? ¿Qué posibilidades tienen de difusión? ¿Qué posibilidad hay de que no sean encarcelados o enmudecidos por las televisoras para que no tengan ningún impacto? Codirigida con Katerina Cizek, Seeing is believing, editando miles de horas de pietaje amateur de varios jóvenes conscientes del poder de sus imágenes, se establecen preguntas esenciales sobre la autoridad de los medios que dominan la televisión de cada país y cuestionar su verdad o compromiso con la audiencia. Se puede ver al filipino Joey Lozano filmar las injusticias de los derechos de los indígenas; la madriza al afroamericano Rodney King por parte de la policía en Los Ángeles; los tribunales internacionales en Arusha condenando a Milosevic; el material de Caki que gravó las violencias y juntas privadas de los skinheads neonazis en Checoslovaquia; la manera en que George Alagiah logró contrabandear imágenes de la horrible masacre en Kosovo. En fin, ¡lo que se podría hacer en México!
Peter Wintonick y yo nos conocimos hace cuatro años en el Banff Arts Center en Canadá, en una residencia de diez semanas. Mi intervención versó sobre Situacionismo internacional. Él esquiaba sobre el mundo de la utopía o algo así. El caso es que nos la pasábamos como un par de Tobys, ideando performances entre los colegas, algunos comunistas de pura cepa que habían sido invitados por sus conexiones con The Red Menace. Yo quería hacer una corrida de alces, con capotes y todo, porque se dejaban venir si los mirabas de frente, como es parque zoológico... Pero el momento culminante fue un ballet acuático en la alberca, con los asistentes (sobre todo las lindas asiáticas con tocados bellísimos). Dirigía Peter y yo filmaba. Recuerdo también que nuestro amigo dejaba su cubículo abierto para que cualquiera que entrara se sentara frente a una cámara y confesara lo que le viniera en gana. Este canadiense trabaja en un país donde la ironía sutil es uno de los prominentes condimentos a la vida cotidiana. “Wintonick tiene una mirada que se ajusta a la dimensión del planeta y tiene un inconsciente humorismo o un humor cuando no está consciente”.
6 / noviembre / 2002
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Los justos “No se puede creer toda la noche en la fraternidad mundial”, como no hay mal que dure cien años; sin embargo en Los justos, de Albert Camus, clavada en escena por Ludwik Margules en el Foro de Teatro Contemporáneo, se presenta el mundo donde sigue existiendo la fraternidad. ¡Oh, milagro del teatro! Puede el espectador tomar el sentido de la obra como mejor le parezca: los escrúpulos de una rebelión contra el gobierno, el existencialismo crítico, la ética de que en un atentado “no se puede matar a los niños”, la estrategia moral del terrorismo, sin olvidar el rompecabezas que establece la religión y el Estado, pero conmovido. Los justos, de Camus y la puesta en escena de Ludwik Margules me obligó a una conmoción, hacer de tripas corazón, digamos, al finalizar la función. Me sobrevino una gozosa tristeza, una nostalgia por lo simplemente humano. No era Camus, no eran los actores, no era la obra, sino una cascada de no poder conciliar nada, de no poder asegurar nada: sólo la inevitable cercanía con los otros seres humanos. Ludwik Margules le había atinado a la clave que ya buscaba desde Los poseídos de Camus-Dostoievsky en la que yo me vi envuelto dirimiendo las facciones existenciales de personajes en pugna por sus ideas, por sus convicciones, por sus excesos, en mi puesta en escena en los años setenta. Desde Schatov, el revolucionario imparable, hasta Kirilov, quien aseguraba: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva, es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás: si el mundo tiene dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder”. O Stavroguin, que acusa a una niña de haberse robado su pluma para amordazar su pecado de violarla. En el embudo teatral de Los justos, nuestro director polaco-mexicano expulsa y encuentra la forma, en el arte escénico más depurado que le conozco, el poliedro negro que da vueltas y nos anima equivocadamente en nuestra memoria colectiva. No es la representación de un acto terrorista nada más basado en el atentado del duque Sergio, cuya cabeza nunca encuentran, por cierto. Es lo irreductible de la existencia y el milagro de que en la esquina de Jalapa con Chihuahua, colonia Roma, en una sala de cuarenta espectadores, retiembla la voz de Camus de hace cincuenta años atrás. 260
Ludwig Margules © Ricaro Vinós
En su vida Camus se mantuvo a distancia, gracias a Dios, de las heterogéneas corrientes existencialistas de la posguerra y de sus precedentes. No consintió el regodeo morboso y paralizante en la angustia ni el escape hacia lo sobrenatural, ni la militancia política unilateral agresiva. Ese pasaje acerca del suicidio como tema capital de la filosofía, insinúa algo de lo que le acerca y lo que le separa de ella. En su estilo reflexivo, buscó siempre la claridad y se exoneró de tecnicismos filosóficos. Libre de culpa y libre de sus escritos. En sus convicciones, Camus creyó en ciertos valores morales que el hombre traería consigo y debería preservar. Su versión de la vida humana en sociedad mostró la condición absurda del hombre, pero también la posibilidad de rebelión frente a ella. Los justos (1950), un drama basado en un episodio histórico de 1905, permite ilustrar la desgarrada ética de Camus. Un grupo de socialistas revolucionarios decide atentar contra el duque Sergio, pariente del Zar. La obra opone a Stepan, que representa la acción revolucionaria eficaz contra Kaliayev, partidario de una revolución que acata límites morales. Este héroe, transido por el conflicto, dice muy sugestivamente: “No iría a golpear el rostro de mis hermanos por una ciudad lejana, de la que no estoy seguro. No iría a aumentar la injusticia viviente con una justicia muerta”. Kaliayev no arroja la bomba contra el carro que lleva al duque al teatro porque esa noche lo acompañan sus sobrinos. En nombre de la eficacia, Stepan arguye que de triunfar la revolución resultaría insignificante la muerte de dos niños. A lo cual Kaliayev responde: “Matar niños es contrario al honor. Y si alguna vez la revolución llegara a separarse del honor, yo me apartaría de ella”.
¿Y qué hiciste con la escena de la duquesa viuda y el valiente que sí arroja la bomba?, pregunté antes de la función a Margules. Pregunta estúpida, más que rebasada por los kamikazes y los musulmanes, not to mention lo ocurrido en el Teatro de Moscú tomado por los chechenos (que por cierto tienen una compañía de teatro sorprendente llamado Teatro Rustaveli), pero caminando por la calle en Jalapa me dijo Ludwik: “Vas a ver qué coctel hago con Dostoievsky y Orwell en el segundo acto, manito. La escena es clave: la duquesa, católica, le propone el indulto con tal de que Kaliayev se arrepienta; él, en cambio, le hace ver que la religión y el Estado son lo mismo. Me vino a la cabeza el arrepentimiento que busca Occidente de Irak”. No tengo que subrayar lo actual que Los justos son en la época moderna donde cientos de revolucionarios se amarran bombas al cuerpo. Otra experiencia muy gratificante es la solución espacial de la obra, ver tan cerca a los actores; algunos conocidos, otros medio conocidos. Tangencialmente a la obra, leía o reflexionaba sobre la vida profesional o truquera del arte del actor que han recorrido por lo menos veinte años. Algunos se colgaban de una cuerda del arrepentimiento por falsos, otros se aferraban a la reconocida disciplina de Margules sin pestañear, otros adoptaban una actitud desafiante porque sabían que nuestras miradas, tan cerca, recorrían sus más sutiles cambios, hasta el temblor de sus bigotes, o en algunos casos un peso escénico consistente como el de Rábago, nuevo, repito, muy gratificante para mí.
13 / noviembre / 2002
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Mujer pajarera de nombre Graciela a Graciela Iturbide
No encontré al autor de “Los pájaros migran de noche” pero como si fuera. Es indudable que Graciela Iturbide quedó apresada en la fosforescencia de su labor creativa y habla con los pájaros (los que vuelan y los caídos en el mar por la fatiga) con un idioma antiguo y respetuoso: el de los pájaros. Como en su nuevo libro en el que página por página observamos la unidad de la intención de estos objetos voladores que conocieron el cielo antes que nosotros. Vemos la cresta de ciudades copeteadas por plumas; las guajolotas mirando su siguiente paso; la pregunta inquietante de cada pájaro del alma; hasta vemos que son inapresables como la vida. Pero según yo, veo a Graciela tomando una terraza para ella sola en la mejor villa caribeña y ver el cielo de la fotografía misma. Hacer lo que Álvarez Bravo: no estar, o estar por casualidad. Veo el libro y veo a Graciela y su vida junto con este vuelco de incertidumbre con el obturador de su cámara. Porque en el libro Pájaros surge una cámara para hacer un acto circense de aparecer novedosa y provocativa. Detrás de su alegría y su indulgencia a la absurda realidad, con todo y sus pestañas y su boca diseñada por no sé quién, hay una gran mujer al acecho, que sonríe cuando se la descubre. Hay que tenerle cuidado a sus encantos y a su cámara. Madre de dos hijos talentosos: un arquitecto subterráneo y un compositor loco. ¿Qué más quiere? Los pájaros migran de noche Los pájaros migran de noche Espera y escucha con cuidado Puedes oír cómo se levantan y empujan las alas Como dos notas de una canción Puedes ver cómo se duplica la negra imagen de sus alas Retina de la luna
tantos otros que han sido aplastados por los que chupan en el candelero. Por eso me puse romántico a buscar lo mejor de mis preferidos poetas Frost, Marianne Moore, Eliot y Graves. Sin embargo, no puedo dejar de adornar la página con un espléndido fragmento de G. M. Hopkins, que aparece en el libro publicado por Twin Palm Publishers presentado en una galería de Polanco (la López Quiroga, donde se presentó el libro). Pero volví a vivir a Wordsworth, a Auden, a Mahmud Kianush, a Marianne Moore, a Frost y Rulfo hablando de los pájaros. Pájaros los hay muy solitarios o formando familias reducidas o componiendo ralas formaciones o en tupidas bandadas (que en otro tiempo eclipsaban el sol a su paso durante varios días) Unos como el zorzal vuelan en línea recta, otros ondean por el éter como el chéjere otros planean con pocos aleteos como el vencejo, otros remolinean en gran número en lo alto del firmamento como los zopilotes la víspera del Norte otros dibujan círculos inmensos como el halcón de vista dominante Todos ellos dechados de escritura fantástica de zurcido invisible entre las nubes. (…)
Vararasi, de la serie Pájaros, 2002. Fotografía de Graciela Iturbide © Graciela Iturbide.
Morning has broken like the first morning blackbird has spoken like the first bird praise for the morning, praise for the singing, praise for the springing fresh from the word. Cat Stevens
Su destino lejos, lejos hacia el sur en el invierno hacia el norte en la primavera Si levantas tu mejilla con cuidado sentirás el beso y el halo del aire removido por su patinar inaudible Puedes adivinar su diseño, su vuelo Y, una que otra vez en la noche, advertir el clavado de un pájaro cantarín perdido apresado en la fosforescencia del mar. Y sin embargo le da nobleza y finura al arte mexicano de la fotografía o la que se ausenta de caerle encima a lo obvio, como los chatos que, con lana de sus papis, se compran su cámara y se van a Tepito pa’ agarrar el buen ángulo de una prostituta (sin pagarle nada), o el otro muy caminador de ranchos fotografiando las arrugas de los indígenas (sin pagarles nada) para su página web, ¿o no? Gracias a Dios existen Álvarez Bravo, y Lola, Nacho López, Héctor García (¡felicidades, compa!), la Yampolsky, Héctor González, Ricardo Salazar, y
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Por el momento estoy sin nada que me arraigue lanzado a vuelapluma suspendido en el aire Ensayando mis alas héme aquí en pleno viaje Sobre la mar sin nubes bendición son mis alas ¡Soy un logrado Ícaro que asalta el oro en llamas! Así Graciela Iturbide en su próxima exposición y disposición a los riesgos de las posibilidades futuras creativas y deslumbrantes. Ya ni remato.
20 / noviembre / 2002
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Fyodor Sologub y el teatro de una sola voluntad Como en los límites de la búsqueda científica hay hombres como Einstein, en el arte también existen personajes tan visionarios como Fíodor Sologub. Nacido en 1863 y reconocido como poeta dotado con un verso musical sorprendente y recordado por los especialistas por su obra maestra, El demonio tímido, una obra de ficción grotesca y divertida, llega a escribir para el teatro cuando ya tenía cuarenta y cinco años. Es ahí cuando el retraído y modesto poeta se embarca en una carrera en el teatro que lo llevó a ser el dramaturgo simbolista más preciado y teórico de las artes escénicas. En 1906 Sologub conoció a Meyerhold justo cuando empezaba a trabajar como director en el Teatro Kommissarzhevskaya en San Petersburgo. De ahí en adelante siguieron quince años de amistad y trabajo con una gran carga de renovación. Aplaudidas en su buena época,todo se vino abajo con el advenimiento de las ideas revolucionarias pues sus obras fueron condenadas como decadentes y contrarias al espíritu de la revolución. Murió en la oscuridad, en 1927, escondido en Leningrado y haciendo traducciones. Sin embargo, su obra teórica tiene relevantes consideraciones sobre el arte teatral que, siento, deberían tomarse muy en cuenta para el futuro del teatro. De todo lo creado por el genio del hombre el teatro es, quizá, su creación más leve en su superficie visible, y la más aterradora en su fondo perceptible. Los pasos fatales: actuar, espectáculo, sacramento, arte, tragedia con un grado igual como comedia ligera y farsa popular. El miedo trágico y la risa del bufón, con una igual fuerza invisible, sacuden frente a nuestros ojos los andrajosos, pero aún seductores, velos de nuestro mundo, que tan familiar parecía, y que de pronto, en la mutabilidad de una obra, resulta tan inesperado, tan sobrenatural, aterrador o repulsivo. Ni la máscara trágica ni la cómica engañan al espectador atento ni tampoco han engañado al participante en el juego de actuar mientras lo encanta, como tampoco engañará al participante en un misterio mientras es iniciado en el misterio de la obra.
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Detrás de las moldeadas máscaras, detrás de la cara enrojecida del bufón de feria, tanto de la máscara pálida del actor trágico, brilla la Única Imagen, llena de miedo, llamando irresistiblemente (...) los pasos fatales. De niños jugamos y salimos por curiosidad a presenciar un espectáculo; y la hora llegará cuando nosotros, en una transformación del cuerpo y del alma, alcanzaremos la verdadera unidad en el acto litúrgico, en el ritmo misterioso. Cuando éramos niños estábamos vivos. Los niños están vivos, sólo los niños, nosotros estamos muertos hace mucho tiempo muertos. Pero a Sologub le preocupaba e invertía buena parte de su tiempo al reto que el fenómeno teatral contenía disputando las nociones existentes de la época y “como Gordon Craig en su ensayo El actor y la gran marioneta, Sologub deseaba subordinar al actor al espectáculo totalmente deseando que el teatro retornara a sus orígenes como ritual y transformarlo en un Misterio”.* En el ensayo “Teatro de una sola voluntad”, Sologub propone que el texto escrito por el autor sea leído en su totalidad por un relator. Deben ser leídas las acotaciones de movimiento y de los parlamentos, la descripción de la escenografía, todo. Quizá influyó en las ideas del “distanciamiento” de Bertold Brecht. Así pues, en el espectáculo teatral debe regir una sola voluntad: La Voluntad del Poeta. Yo podría añadir; la voluntad del dramaturgo poeta, o del director poeta, o del escenógrafo poeta, pero la parafernalia anímica del actor, pienso, lo haría esto imposible. Previendo Sologub la inconformidad del actor al quitarle “su inspiración”, dice:
dramáticamente efectivos, la atención desde la butaca dirigida a él, el murmullo de una galería inocentona y el clamor periodístico en torno a su nombre. Dirá indignado: ésta no será una representación teatral sino simplemente una lectura literaria acompañada por lenguaje y movimiento. En ese caso sería preferible levantar abiertamente un teatro de marionetas para divertir a los niños. Crudamente, hacer que muñecos de colores se muevan y dejar que alguien detrás de la escena hable con siete voces diferentes; hablar y tirar de los hilos. En fin, en las variantes que durante siglos han enarbolado los directores como Brecht, Schechner, Stanislavski, Kazan, Grotowsky, etc., Sologub debería ser revisado más a fondo como a Maeterlink a quien considero su contraparte poética.
* Compilado por Daniel Geroud que imparte la clase de teatro y literatura comparada en la nyu.
27 / noviembre / 2002
Dibujo de Fiódor Sologub aparecido en el Tulane Drama Review ©
Pero entonces, ¿qué permanece de la actuación del actor? Cierto, el actor se convierte en una marioneta que habla y esto no es halagador para el actor al que le gustan los papeles
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Frida: agasajo al esplendor mexicano
Como la fusión del plutonio con el átomo, la coalición de Diego Rivera y Frida Kahlo fue una explosión de humanismo mexicano insospechado. Así como la judía Simone Weil (La gravedad y la gracia), en su martirio por un interminable dolor físico, se cuelga a la bondad infinita de Cristo, igual la conjunción astral del inabarcable universo genial de Diego Rivera y el arte de Frida Kahlo como médula de la existencia, hacen brotar frente a nuestros ojos la nobleza y grandiosidad de la idiosincrasia mexicana. La movie es lo de menos. Aunque éste le es absolutamente fiel y no sólo fiel sino festivo, exaltado, como una magna celebración de lo mexica, de lo que nos distingue del mundo. De manera singular en las variantes del artilugio de imágenes llamado cine (que no arte), los vericuetos y túneles de la existencia (no lo plasmado en el celuloide, sino su inverso) que esconde una mente lúcida como la de Julie Taymor (misma que en Titus se desplaza en el tiempo, atravesando los siglos por puertas secretas y objetos, ya iconos inseparables de la memoria común del hombre sobre la Tierra, desde un muñeco de plástico hasta las pasitas en el clítoris de alguna cortesana en una bacanal romana), es donde encuentro lo fascinante y lo más cercano al deleite de un placer estético puro. Sabiendo que a los gringos les tomó casi medio siglo para que les cayera el veinte de que el sombrero con borlitas hollywoodense no era mexicano ni español y que sólo hasta que al sombrero de charro lo adornaron con hilillos de plata y filigrana en Tijuana para los turistas, han empezado a sospechar que nuestro territorio no es sólo the backyard where any brainless castway can just cross the border and live it high in Mexico. Cuando se supo que haría otra versión sobre Frida y Diego me dije: “en la madre, pero, ¿qué le vamos a hacer? Las reglas del comercio son sus reglas. ¡La mamarrachada que se van a aventar! ¡Qué Dios los perdone!” Pero no. Para nada. Salí de ver la película, más que nada, conmovido y gozando de ver mi México bien representado, claro, con sus rebanadas campy, como el tanguito que se avientan chiche con chiche que nadie se lo cree, ni el faje con la Josephine Baker. Pero bajé de la feliz nube reconociendo que el trayecto imaginativo, o sea fílmico, es de una justeza y balance sorprendentes. Porque ya trae uno clavado el puñal al ver las ideas infamantes de los directores y guionistas que creen que entienden la vida de un pintor o artista. Bueno, ése es el cine: una usurpación de lo existente, acomodando lo escogido, como collage que parezca que es verdad. Se adjudican las pirámides de Egipto como si ellos las hubieran construido. Es ilegítimo por naturaleza. Claro que entretienen, desde los nickelodeons… pero soportar la felonía estética esquizoide del que filmó Goya o el reductio sexualis al que rebajan a Picasso (con Anthony Hopkins).
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Descontando la pésima actuación de la primera escena en que Frida se duele por un tope en el camión donde la llevan en cama a su exposición, pero después como con el toque fino de un buen jugador de carambola, Salma Hayek nos transporta de manera sublime a un viaje lleno de imágenes de entusiasmo, de ambición, de ternura y dolor. Y nada de que la figura de Diego está infamada por sus infidelidades. Queda claro la dimensión del hombre y su profundo respeto a Frida y su arte. El gran genio renacentista queda enclaustrado en la inteligencia, la integridad, el arte y el amor infinito por Frida. Y aquí amor no es la palabra, es más bien la compenetración de dos seres en un universo aparte, donde todo está sobrentendido, equilibrado por la inteligencia y la lucidez. La selección musical fue abrumadora de tan bien escogida. Los actores, el director de arte y, claro, la directora del filme de mano firme con una conciencia cinematográfica madura y a lo que te truje chencha mientras hace malabarismos con los tiempos y las imágenes. Los insert de los tableaux vivants surrealistas me parecieron un recurso monumental, asombroso, plástico. Primero porque refrescan y descansan la historia medio tormentosa mostrando el lado jolgorioso del matrimonio y el por qué de su indisoluble consistencia a pesar de sus conflictos. México le deberá mucho a la jarocha. Yo también medio vengo de ahí. He visto a Salma Hayek en varias películas, con una simpatía que casi ninguna de las mexican nalguitas tiene, ni mucho menos el colmillo frente a una camarota y el desparpajo para usar el atractivo de su cuerpo. Como colofón después de mi wet-dream: ¡qué oso están haciendo los familiares y gente cercana a Frida para que les llegue siquiera un relumbrón de brillo hollywoodense. Y se les pegan los y las ardidas. A esta sarta de envidiosos y resentidos habría que añadir a los críticos gringos que están más vendidos a la miel dorada que escurre de los estudios de cine abogando siempre por la imagen de superioridad americana. Hasta publican las opiniones de los críticos de cine mexicanos descontentos (todos trepadores excepto Ayala Blanco) para torpedear el barco. Ojalá Salma y sus productores no se dejen y les mienten la madre. Yo ya.
4 / diciembre / 2002 ¿Te está gustando?, carbón de Juan José Gurrola © Archivo Gurrola.
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Jornada sentimental en Cuba Leyendo sobre los acontecimientos de la fil en Guadalajara, en la que la cultura cubana tuvo especial relevancia, me extrañó mucho que no aparecieran en primer plano los que considero los mejores dramaturgos cubanos del siglo pasado: Carlos Felipe, un verdadero renovador de quien leí El chino y Réquiem por Yarini, José Antonio Ramos, Tembladera, Virgilio Piñera, Aire frío, José Triana de quien tuve el honor de dirigir La noche de los asesinos, Abelardo Estornio y el prominente profesor de la Universidad de Hawai, autor de no pocas obras teatrales, entre ellas Exilio (1986), Matías Montes Huidobro. Parece ser que sí hay un desprecio por lo autores que escriben fuera de Cuba y un apapacho desbordado a los que escriben en la isla donde, según Montes Huidobro, “no importa la mierda que escribas, estrenarás en el Teatro Nacional, te traducirán a varios idiomas, te olerán el culo porque es culo cubano, revolucionario, cubano-marxista-leninista: ahora que si te vas te jodes”. Ahora me doy cuenta de por qué nunca pude entrevistarme con Carlos Felipe después de que reiteradas veces lo solicité a la Casa de las Américas en 1966, expresamente a Manuel Galich y a Santamaría (Haydee). Pero, por otro lado, me trajo recuerdos de la querida isla cuando fui invitado a participar con una obra mexicana en el II Festival de Teatro Latinoamericano en la Habana por la Casa de las Américas en 1966. Sólo había un problema: ¿qué obra llevar? Acababa de estrenar La tragedia de las tragedias o
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Vida y muerte de Pulgarcito el Grande, de Henry Fielding, traducida por Margo Glantz, y me sentía muy revolucionario, vanguardista, pop. Así que decidí hacer algo renovador, vanguardista, a saber: dado el lugar, el espacio, las personas y las circunstancias, armar un espectáculo sui géneris a partir de la cadena de sucesos que se presentaran. Algo revolucionario en tierra revolucionaria. En los festivales siempre hay un grupo de pedantes improvisados y sin sentido del humor y
Juan José Gurrola, Isidora Aguirre, Salomón de Swaan y Bordeaux (actor cubano), 1966 © Archivo Gurrola.
otros intelectuales informados y lúcidos. En el segundo encuentro de teatristas, un uruguayo, Federico Wolff, inició la sesión del 30 de noviembre con una discusión sobre mi puesta en escena que titulé ambiguamente Tonadas, estrenada la noche anterior, diciendo: “Como creo que lo que vimos anoche no tiene nada que ver con el teatro, no veo motivo de discusión. Propongo a los compañeros elegir otro tema que pueda ser de interés, o si no, recorrer La Habana que es muy interesante”. El señor Wolff seguro estaba molesto porque en una de las sesiones, hablando del teatro cubano con una pedantería monumental, dijo algo como que “el teatro cubano aunque interesante, no tomaba en cuenta la importancia y esplendor de la pausa en escena”. En mi puesta en escena le dediqué una pausa, ¿pausa? ¡Pausota de tres minutos! que dedicamos en honor a él y a Uruguay. En realidad la segunda parte de mi programa (la primera fue Landrú de Alfonso Reyes) fue de empezar a jugar con la baraja del arte conceptual y el performance, pero sin yo saberlo. Recuerdo que, de entrada, me entrevistaron en la radio y ahí empecé a urdir mi plan. Le pregunté al disc jockey la lista del hit-parade en Cuba. —¿El qué, compa? —La música que más se escucha en la radio, pues. —Ah, claro, pué la que tod’ el mundo se pone a bailotear es con “Dame mi chocolate”. Le pedí que me la pusiera y sí, era genial.
Le pedí una copia y me fuí al teatro. ¿Teatro? Era una madrola de 2000 butacas con 20 telones, plataformas hidráulicas en paralelo y anulares. Nada menos que el Centro de Convenciones de los Trabajadores del Estado. Mis cintas de música y poesía no se oían porque la cabeza reproductora de las grabadoras, que eran rusas, variaban por milímetros la altura de la banda grabada; menos mal que lo solucionaron los técnicos. Finalmente la logramos, con todos prendidos, tramoyistas y actores, y con las 10 negras que pedí para bailar “Dame mi chocolate” y mis actores hicimos un supershow conceptual que 40 años después están de moda. Los tramoyistas eran unos viejos negros como los de Buena Vista Social Club, a quienes senté en mecedoras antiguas, fumando sus puros (como gozando el triunfo de la Revolución) y de fondo un poema de Octavio Paz de su libro Salamandra. Así que pus, quién iba a entender este teatrodanza-musical-abstracto ¿No? Yo había roto la barrera del lenguaje, así que, felices, nos fuimos a una santería y allí quedé pasmado. Como que entendí esta fusión de identidades político-sociales que dan consistencia a la Cuba contemporánea con ventajas y desventajas, como la censura literaria mencionada arriba. Llegamos de noche, los teatreros a una delegación o presidencia municipal en medio de la selva. Sólo un foco colgaba a la entrada bajo el cual nos recibió el señor delegado, impresionante. En fin, recuerdo los tambores hasta bien entrada la madrugada.
El ritual santero me había conmovido más de lo que pensé. Vi mi destino a través del epiplón de una cabra, hincado frente a la pared como es costumbre; fijé mi vista en el altar con el Cristo crucificado de plástico dorado escurriendo sangre de gallina; bebí un extraño brebaje color agua de tamarindo, bailé como trompo; no me dio el santo pero comprendí un poco de por qué el socialismo y el alma caribeña se llevan tan bien. Hay un elemento latino que aglutina la ideología política y el bienestar social. ¡Si supiéramos la fórmula!
11 / diciembre / 2002
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Ferlinghetti: el innumerable who? Padre Nuestro que est‡ s en los cielos hollow (vac’o) by the name Danos el pan de cada d’a aunque sea un bolilloÉ y no nos dejes caer en tentaci—n este fin de semana y líbranos de Bush. AmŽ n Lawrence Ferlinghetti, Ciudad de México, 2002 El poeta Lawrence Ferlinghetti y Edwarda, 2002: Fotografía: Carlos Martínez Rentería © Archivo Gurrola.
Esta vez quiero reencontrar algunos de mis propios fantasmas memoriosos con Lawrence Ferlinghetti (desde donde sale): en Paradise Lost, John Milton, (“Book IV”) Satán está al acecho del Garden of Eden, después de romper con Dios y con el Hombre por sentirse más poderoso y bello. Aunque sabe que se ha derrumbado en un pozo de envidia, miedo y desesperación, a la larga se confirma como el Mal transfigurado en el Árbol de la Vida [del] Bien y del Mal, del Cormorante, y desde ahí ve a Adán y a Eva, en el Jardín del Edén, asombrado de la felicidad que irradian, pero seguro de planear su caída. Oye que les está vedado el Árbol del Conocimiento, so pena de morir y perder el Paraíso si comían de su fruta, así que los seduce a transgredir. Y por más esfuerzos de Uriel que, como detective, ha bajado y ve la situación, le avisa a Gabriel (cuidador de las Puerta el Paraíso), but it’s too late baby, it’s too late. De esta calaña somos los rebeldes. Ferlinghetti me decía que México se parecía al Jardín del Edén en su desaforada búsqueda de la felicidad (cualquiera), que los mexicanos éramos a raging hormona (una hormona desatada); y lo pensamos, una furia ignota crece como terremoto: seguramente por la devoción de Carlos Martínez Rentería que quiso que todos disfrutáramos de su presencia. Y lo logró. Fiel a su correspondencia con el gran poeta logró que su revista, su trabajo underground, tuviera una repercusión como si fuera a traer a México a Borges, o mejor dicho, el otro lado de la moneda de Pessoa. Pero quiero manifestar que Lawrence Ferlinghetti no es Beat; publicó a Kerouac y a Ginsberg y demás, pero sus predilecciones son e.e. cummings, Frost, Whitman, Marianne Moore, por mencionar algunos. Es más, en el restaurante Los peces cantó completito lo que cantaba con Ginsgberg “When the voices of children are heard in the park...” del libro Songs of Innocence de William Blake. De ahí debemos observar a Lawrence Ferlinghetti, desde las interferencias milenarias del Bien y del Mal.
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Jorge García Robles, en un preciso y admirable texto, concibió a Ferlinghetti como el personaje apolíneo de la generación Beat. De esta manera, considerándolo como el que tiene reglas muy precisas sobre el sentimiento o sentimentalismo dirigido de los demás poetas (muchos de los cuales ya están en su bolsa de plástico) y haciéndolo icono absoluto. García Robles, autor de dos libros sobre Kerouac y la generación Beat, indudablemente situó en el Salón Bombay una reflexión muy lúcida sobre Lawrence Ferlinghetti. Nos encontramos con Héctor García, Premio Nacional de las Artes, y faltó Fadanelli, chin. “La izquierda norteamericana es inexistente, y los medios mienten. Nadie en California aprueba las acciones George W. Bush, pero eso nadie lo sabe. Yo vi los últimos días del sandinismo y era triste ver la manipulación de los servicios de inteligencia de los EU” Ferlinghetti explica y justifica la voluntaria amputación de mundo a partir de la cual se da su poesía. Corta de tajo su existencia y se compromete. Pero el mundo suprimido y en la advertencia del poeta: “estos poemas son en parte ti y para mí, y no para todo el mundo; hay en realidad una amorosa provocación a recobrar la identidad. El uno ni se explica ni se justifica; se limita a celebrar o a reprobar, y tras los registros, en apariencia opuestos del amor y de la indignación alza una voz única que afirma su fe en la salvación de cada uno, sin la cual no hay esperanza para el todo”. ¿Quiénes pueblan el mundo no amputado por este poeta? Los seres que le inspiran amor: nadie, cualquiera, por oposición a alguien, a la gente importante; los humildes, los niños, el idiota, la prostituta, el payaso, el poeta, el hombrecito cojo de los globos; porque es el poeta del amor, es el poeta de la indignación. Quisiera dejar un buen sabor a mis queridos lectores con un poema que traduje hace años de e. e. cummings que contiene el alma de Lorenzo, de donde seguir su camino:
Ya que sentir est‡ primero quien alguna atenci—npreste a la sintaxis de las cosas no te besar‡ nun ca por completo por completo ser un loco mientras la primavera est‡ en el mundo es algo que aprueba mi sangre; y que mejor destino son los besos que la sabidur’a lo juro, señora, por todas las flores. No llores Ñ el m‡ s perfecto gesto de mi mente es menos que el temblor de tus p‡ rpados que dice: somos el uno para el otro. Entonces r’e, entre mis brazos recostada porque la vida no es un p‡ rrafo Y la muerte pienso no es un parŽ ntesis e. e. cummings, 1926.
18 / diciembre / 2002
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Manuel Felguérez ©
Manuel FelguŽ rez: dŽ dalo en el menjurje Podría asegurar que Manuel Felguérez por su manera prudente, respetuosa y amigable, no sólo fue cófrade del Grupo de la Casa del Lago, sino su protector. Su manera conciliadora y jovial siempre en el momento oportuno le daba estabilidad al tren de descarriados que éramos antes de descarrilarse en “La Góndola” o en el “Sep’s”; quizá porque hasta hoy sigue teniendo el alma de boy-scout, desde que trepaba los escarpados montes de La Marquesa con Jorge Ibargüengoitia. Pero esa capacidad también ha florecido en muchos años en el consejo de las rutas que la cultura debe tomar (cnca); es más, en el 68, recuerdo bien, él organizaba las marchas del contingente de artistas contra la ceguera gubernamental; nos ponía de siete en siete (no sé por qué) y obedecíamos sus órdenes desde Chapultepec hasta el Zócalo. Claro que su mayor logro ha sido el lugar preponderante que se ha ganado a través de los años como pintor y escultor en el mundo. Lo último
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vino a colación en un homenaje muy merecido que le hizo la nueva organización Compás-Condesa que tuvo lugar hace una semana en la Casa Refugio Citlaltépetl, en la que se repasaron su vida en la colonia y sus obras, empezando con la que realizó para el genial arquitecto Manuel Larrosa para la Casa de la Paz, dependiente entonces de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la organización de Promoción Internacional de Cultura, bajo el mando del celebérrimo Miguel Álvarez Acosta, quien alguna vez me advirtió “nadie se muere de alcohólico sino de no saber curarse la cruda”. El mural en la fachada todavía está a la vista, pero lo que fue un telón decorativo (no tan fastuoso como el del Palacio de Bellas Artes, pero muy bello) hecho de pedacería de latón, fierro y vidrio incrustado, está en Estados Unidos siendo admirado por los estudiantes de la Universidad de San Antonio. Con Larrosa también, en la fachada del Palacio Municipal
de Nuevo Laredo, realizó otro mural a base de las conchas de las carretillas (o sea, sin ruedas, ni nada). Me cuenta Larrosa que en una casa que desgraciadamente se destruyó, junto con el constructor-albañil, fue modelando un muro de carga, paso por paso, día tras día. Felguérez adora los materiales, desde pedazos de chatarra hasta las conchitas del mar. “Todo lo hacíamos sin pensar en ganar dinero”, comentó Manuel en su homenaje lleno de recuerdos. Felguérez le entraba a todo y entre más difícil mejor. Hasta fue actor en Tajimara, un filme basado en un cuento de Juan García Ponce. Entonces estaba casado con la inolvidable y extraordinaria Lilia Carrillo a quien cuidó con el alma hasta su muerte. Con una suave sonrisa me dijo en el velorio “Ven a saludar a mi muertita, Juan José”. Así es, optimista ante cualquier desgracia. Desgracias, borracheras y tumultos de la época de Peyton Place. Pero también le tocó la época fuerte de Jodorowsky con quien realizó 20 escenografías incluyendo La ópera del orden que cerró el Regente (tipo Giuliani de naco) y que a Gironella le costó ser desheredado. El que realizó para el Cine Diana es bellísimo, moderno, apabullante. Aunque a mí personalmente me gusta la de la Concamin, en 1964, que compone con pedacería de maquinaria y latón e hilos de plástico titulado La invención destructiva. Y qué decir del mural que le contratara Gelsen Gas que le ofreció para llenar 100 metros de largo y 5 de ancho, por lo menos, para el balneario Bahía. Fue inaugurado por un performance insólito de Alejandro Jodorowsky basado en Los cantos de Maldorora de Lautréamont, de donde viene la anécdota que en el ensayo general el helicóptero en que bajaría Jodorowsky se cayó en la piscina... y ahí se quedó. Para aquéllos no muy enterados o muy jóvenes, anoto que su trayectoria ha recibido como distinciones la Beca del Gobierno Francés (1954); el Segundo Premio de Pintura en la Primera Trienal de Nueva Delhi, India (1968); el Gran Premio de Honor en la XIII Bienal de Sao Paulo, Brasil (1975), la Beca de la Fundación Guggenheim (1975), el premio Nacional de artes, México (1988), y en 1993 fue designado Creador Emérito por el Sistema Nacional de Creadores de Arte. Nació en la Hacienda Valparaíso, Zacatecas, el 12 de septiembre. Estudió pintura y grabado en la escuela La Esmeralda, inba. Fue alumno de Francisco Zúñiga. Llevó un curso de arte moderno con Justino Fernández en la unam. Durante su primer viaje a Europa en 1949 estudió en la Académie de la Grande Chaumière en donde fue discípulo de Zadkine y de Brancusi, nada menos. Expuso individualmente por primera vez en 1954 en México y en 1955 en París, en donde obtuvo el Primer Premio de Escultura. Ya desde este momento se manifestó como uno de los pioneros de la Generación de la Ruptura (véase catálogo del Museo José Luis Cuevas) que pugnaba por nuevos lenguajes en la pintura, literatura, teatro, cine y música. Felguérez fue miembro fundador del Salón Independiente y miembro del Comi-
té de Artistas e Intelectuales del movimiento estudiantil del 68. La Galería Juan Martín ha exhibido su obra en varias ocasiones. Vive contento en San Ángel con su mujer Mercedes de Oteyza, gran amiga, cocina y disfruta trabajar. Tanto que acaba de inaugurar un Museo de Arte Abstracto en Zacatecas. Le encanta observar las miles de posibilidades de cualquier cosa: caña, alambre, interruptor, caracol, cuerda, tornillo, para convertirla en arte. Ah, no suelta su pipa ni para ir al baño.
25 / diciembre / 2002
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ÁFeliz a– o nuevo, î scar! Finalmente est‡s har to de este mundo antiguoÉ Guillaume Apollinaire
Al frente: Edwarda y Katia Tirado. Detrás (de izq. a der.): Rosa Gurrola, Andrea Ferreira, Óscar Castellanos, Angélica García y Antonio Arango, 1995. Fotofrafía: Juan José Gurrola © Archivo Gurrola.
Veleando Un maniático del yo inescrutable velea. desde el azul las gaviotas me hacen guiños. los tatuajes de mi piel son mi alimento. mi tripulación es el presente. mi guía una cascada de diamantes. mi compañía, un burdel que gira como patinador. quien me conduce es el olvido y mi melodía es siempre un reflejo que invade mi visión con avidez a través de una pequeñísima puerta celada. ¿Mis mascotas? Traición y terciopelo. Llevo una cobertura de leopardo anti-evidencia de un pasado depravado. Emprendo un camino rápido, vertiginoso… como los caminos que llevan a las fauces del tiempo y simultáneamente hacia el iceberg. Velocidad relativa I Sepultamos perros enterramos gatos Sepultamos chivos enterramos hombres Sepultamos al amor también enamorados Sepultamos en silencio al silencio y también a la paz en paz hay tumbas para todo hay que esperar la noche dispara al día y ellos también esperan los ríos terminan en el mar pero las islas no se mueven… se hunden el río volverá a su origen… y esperará y la isla se volverá puerto… y esperará Sepultamos perros enterramos gatos Dos especies en contradicción.
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Velocidad absoluta II Marquesinas cegadas Enfermedades cromadas sobre un ventilador las uñas se pegan a los pomos vacíos pinturas de barcos cubiertos de conchas chinas Marquesinas cegadas El brillo calla En el escenario desnudo y mudo de un teatro estupefacto un pájaro en enfebrecidos espasmos Las plumas caen como las herraduras de un roble Águilas echadas sobre edificios no hay oro ni plata… —no— ni vías, ni coque de carbón, acasoP.V.C. las nubes al estallar dan agua avenidas impersonalmente secretas Marquesinas ciegas. Marquesinas acabadas Marquesinas cegadas Si Lawrence Ferlinghetti hubiera conocido los poemas y la visión de Óscar Castellanos frente a la vida y el arte, lo hubiera publicado (como lo hizo con Ginsberg y Kerouac) en su pasión por el lugar donde se amputan de la vida los verdaderos artistas, a donde acuden, o mejor dicho, se exilian dentro de la ciudad, ejecutores del pensamiento por estar hartos, o les fue insuficiente su territorio, por las reglas que como tales operan y por lo tanto restringen, pero sin dejar de llevar un sabotaje secreto y devastador contra el crimen organizado de los poderosos. Fue más lucido de lo que la vida le permitió. Murió hace dos años y le rindo homenaje a uno de los talentos más incisivos de su generación y con quien, aún con la diferencia de edades, nos hermana el desprecio a la podrida sumisión e ignorancia, o más bien a la ceguera de reaccionar ante la manipulación de los well-to-do-media-slaves-fuchasses que ni siquiera se dan cuenta de la miseria que causan a la humanidad. Trabajamos codo con codo en nuestras Cábulas situacionalistas, allá por 1995. También con Jorge Miranda, Katia Tirado. The conspirator’s Secret Club. El arte como sabotaje. La acción poética, por tanto, vendría a resolverse en una práctica vital en la que el mudo es aprehendido de pasar ante nuestros ojos como una realidad virtual. Se conseguiría de esta forma dar un salto decisivo en la transformación del mundo en la medida en que, si la acción poética lo reinterpreta en todas sus dimensiones, les sean estas políticas morales, psicológicas y sociales, sobre todo avanza esa posibilidad de transmutarlo. Si hubo alguien con el alma puesta en ello era Óscar Castellanos. Si hay alguien beat, punk, gore, súper reventado, que conocía desde el Salón Corona, el Marraquech, el Lucc, el Spartacus de Neza, bueno, the real underground, era él. Poeta, actor, performer y mi asistente por tres años. Su muerte no fue noticia, sólo para unos cuantos. Bueno, era muy selectivo; hasta en su marca de cigarros King Edwards. Me recuerda a Lord Byron, Baudelaire, Brendan Behan y Genet. Pero también era un erudito de la música y de la literatura. Yo empiezo el año en este planeta tan adolorido con mi alma puesta en el espíritu de este gran poeta mexicano, pero hasta las cachas. Y un saludo a mis Double Take Closet Readers, que sea un año muy colmilludo como Spaz, mi perro pastor belga Malinois. Va por la yugular.
1 / enero / 2003
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© Helen Escobedo
Helen Escobedo: Si alguien ofreciera hacer una escultura en la Luna, la primera que se aventaría a hacerlo sería Helen Escobedo. Si la dejaran, transformaría montañas, ciudades, ya no digamos los anuncios exteriores o todo aquello que ofende a la vista. Pasa la mitad del año en México y luego who knows?, pero gracias a un librote financiado por Conaculta, la unam y Turner, titulado Helen Escobedo. Pasos en la arena, firmado por Graciela Schmilchuk, podemos seguir sus pasos por el planeta, que para Helen ha de ser como una canica. “Vivo en una especie de movimiento perpetuo que a veces es incómodo porque no produces una obra continua en la que se puedan identificar sus pasos. De repente es un tamborazo, luego un eco, luego un destello”, nos platica. Pasando las fotos de su obra se pueden apreciar la imaginación y el sentido del humor de la Escobedo: el mismo que tenía hace unos años, cuando remodeló su casa en San Ángel. En esta magnífica recopilación se habla mucho de la vida de Helen y sus instalaciones llenas de sorpresas. Desde que su padre no le permitió aceptar una beca en el Royal Collage de Londres.
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También su complicidad con el grupo de la Galería Proteo y después la de Inés Amor. En fin, fue parte de nosotros: los nada conservadores respecto a nada. El recuento de sus experiencias me llenaron de vida y recuerdos. Otra sorpresa es que el libro contiene una introducción lúcida, nada menos que de Dore Ashton, la más prestigiada critica de arte en Estados Unidos. La conocí en casa de García Ponce, en los sesenta, sus juicios eran determinantes y precisos. Junto con Maria Luisa Borrás (catalana) y Gloria Mouré, son faros de luz crítica en México fuera de Berta Taracena, Gamboa, Pandolfi, Canclini, Santamarina, Adolfo Patiño, Manrique y Patricia Sloane (incluyendo a Sanda Racotta), sólo hemos visto apostadoras a caballos (pintores) que se quedaron a la cola y no llegaron a significar nada en la corriente moderna de pintura y escultura del siglo pasado, lo cual hace dudar mucho de su juicio estético aunque escriban libros y reportes de dudosa ética artística. Entre algunos de los cientos de artículos que Dore Ashton ha escrito en las revistas más prestigiosas destacan: “Jean Cocteau and the Parisian Avant-Garde” (1983); “Abstract Art Before
Columbus” (1984); “Affirmation and Apocalypse in Karel Appel’s Recent Painting (1983); “Alechinsky at Large” (1978); “American sculpture in Paris” (1965). Bueno, esta recopilación es una décima parte de lo que ha escrito. He visto unas maravillosas instalaciones de Helen Escobedo; tiene una inquieta imaginación que logra reunir el espacio, las formas y el significado en sus proyectos; puede descifrar el objetivo de sus obras, algunas hasta políticas, otras de conservación del ambiente o en defensa de la fauna y la flora. No quisiera dejar pasar el asombro de la escultura circular en el centro del Espacio Escultórico en Ciudad Universitaria. Su obra se puede apreciar en Hamburgo, en Nueva Orleáns, en Israel; siempre diferente, como si leyera el significado del espacio según the surroundings. Logra hacer una síntesis creativa, amorosa y justiciera que planta para el asombro de los lugareños. Parece que ya le dieron permiso a Christo (el que envolvió el Reichstag en Berlín) para colocar puertas en los caminaderos del Central Park. Yo prefiero lo que imagina Helen: no pretende, como Christo y su ambiciosa mujer, dar el periodicazo.
artista, amazona, n—mada, transformistaÉ Helen es una artesana mexicana iluminada, si no que remate Dore Ashton, amiga reverenciada, cuya precisa introducción empieza con Ubú Roi: Pére Ubú: ¡Cornegidouille! “¡No habremos demolido todo si no demoliéramos incluso las ruinas! Pero no veo otro modo que equilibrarlas con edificios hermosos y bien ordenados!” Alfred Jarry, epígrafe para Ubú encliamé. Cuando ví por primera vez fotografías de la procesión de tortugas con sus caparazones de paraguas realizadas por Escobedo pensé de inmediato en Alfred Jarry, que escribió una divertida parábola sobre la invención del paraguas. Y luego pensé en Picasso, que habló de la metamorfosis de un asiento y un manubrio de bicicleta cuando creó con ellos una cabeza de toro y añadió: “Si mi cabeza de toro fuera arrojada a un basurero, quizás algún día podría decir: ‘Aquí hay algo que me serviría de manubrio para mi bicicleta´. De este modo se habría producido una doble metamorfosis”. El espíritu de la metamorfosis subyace en todo lo que toca la Escobedo y, especialmente, el espíritu
de la doble metamorfosis. Casi todo lo que Escobedo ha moldeado en sus años de madurez está formado por lo que a los surrealistas les gusta llamar objets trouvés. Bajo su estética encontramos una larga tradición. Se remonta al escritor utópico Fourier, con su obsesión por la analogía universal, y a Baudelaire, que refinó el pensamiento para hacer de él una fuente de la estética de su poesía. Creo que una de las características más destacadas de la obra de Helen Escobedo es su transmisibilidad. Y eso no es por casualidad. Escobedo ha deseado siempre activamente un tipo de comunión con los otros. En su nomadismo ha encontrado material por todo el mundo, así como almas gemelas; pero en su apertura hacia los otros hay algo claramente inocente, algo totalmente apartado de la doctrina o la intelectualización. Esta combinación de pericia artística y aventurismo experiencial convierten a Escobedo en una rara avis, lo que los franceses llaman una original a la que no se puede obligar a encajar en las categorías artísticas e históricas convencionales. Un aspecto de la vida de Escobedo como artista
es, ciertamente, su empleo casi reflexivo de su herencia mexicana. No estoy hablando de una mexicanidad conciente, sino más bien de un recurso a la luz y al color tal y como se viven en México. El hecho de que su madre fuera británica no es ni con mucho tan importante como que Escobedo se criara en el entorno característico de México. Escobedo sigue adelante y, como Jarry, cuya visión profética del declive de la cultura occidental fue expresada irónicamente por medio de Ubú, puede imaginar aún modos de equilibrar cosas por medio de la creación de la belleza. Por más que Escobedo se valga de los desperdicios de la sociedad, sigue siendo conciente de que algo puede salvarse.
8 / enero / 2001
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La afición desconocida de Leonardo da Vinci ¿Quién creen que inventó la servilleta? Leonardo da Vinci. Y no sólo eso, un artefacto para hacer spaguetti (desde para doce personas hasta para un ejército), el sacacorchos, el molinillo de pimienta (inspirado en el gran faro de Spezia), un rostizador de aves, una rebanadora de huevos, una secadora de servilletas, en fin, pocos lectores saben que Leonardo da Vinci fue maestro de banquetes en la corte de Ludovico Sforza durante más de treinta años; pocos conocen sus trabajos como jefe de cocina de la taberna Los tres caracoles. El llamado Codex Romanoff (descubierto en 1981): una libreta en la que el polifacético artista anotaba recetas y comentarios acerca de los buenos modales en la mesa, muestra su interés por el arte de cocinar. * En el Renacimiento nada de banquetes desmesurados medievales ni despilfarro de carnes y especias. El refinamiento italiano o florentino empezó a ser considerado tanto en el arte como en el deleite gastronómico. Se dice que como sus padres se separaron y volvieron a casarse, Leonardo vive en dos hogares “pero es grosero, desaliñado y glotón”. Su padre le inculca las sutilezas del arte de la cocina y le permite moldear mazapanes que pueden “dejarse endurecer bajo el sol de la Toscana”. De ahí su inicio en las artes culinarias. Las recetas que aparecen en el libro como la gelatina de pescado, focha hervida, gallina rellena de
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uvas, sopa de anchoas, medallones de anguila, no son de Leonardo sino de otras personas. En donde se nota su interés o su ingenio es en sus observaciones sobre la cocina y los hábitos alimenticios. Destacan los modales que debían ser observados en la mesa del señor Ludovico y sus invitados. “La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados a sus mesa, de manera que puedan limpiarse las manos, impregnadas de grasa de los lomos de las bestias, se me antoja impropio el tiempo y la época en que vivimos; además, cuando se recogen las bestias tras el banquete y se llevan al lavadero, su hedor impregna las demás ropas que se lavan. Tampoco apruebo la costumbre de mi señor de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa. ¿Porqué no puede, como las demás personas de su corte, limpiarlo en el mantel dispuesto con ese propósito”. En otra nota posterior añade, “ya he dado con la alternativa: he ideado que a cada comensal se le dé su propio paño que, después de ensuciado por sus manos y su cuchillo, podría plegarse para de esta manera no profanar la apariencia de la mesa con su suciedad, pero ¿cómo habré de llamar a estos paños?” No deja de asombrar el capítulo “Cocinar con venenos”: También tuvo el ingenioso plan de poner fuera de combate a la tripulación de un barco enemigo disparando sobre ellos un
Diseño de máquina para rostizar aves (siglo xvi) de Leonardo da Vinci ©
“La elección del veneno ha de depender del efecto que tratéis de crear en la persona. Así, éste provoca estornudos, éste otro comezones, aquél saltos y convulsiones, y este otro muerte total. Los diferentes venenos disponibles no habrá de confundirlos el que se esté iniciando en el arte del envenenador. Habrá de aprender que la estricnina causa tort’co lis y terror; que las bayas negras y marrones de la belladona son la causa de los ojos desorbitados y del delirio; que el acónito (que tan a menudo se confunde con las raíces de rábano picante) provoca estreñimiento y vómitos; y que la cicuta es uno de los que causan la muerte total. Hay otros de cuyos efectos no estoy seguro debido al egoísmo de Salai, y éstos son: la raíz de serpiente, el ruibarbo, el tanaceto, las bayas negras de la hierba de Cristóbal, los frutos de baleño, el muérdago, las aguaturmas y el moho de algunos quesos. Estoy bien seguro de más de una cosa: un buen veneno siempre ha de administrarse al comienzo de cualquier comida, pues actúa con mayor rapidez en un estómago vacío, y usado de esta manera beneficiará tanto al envenenador, que no tendrá necesidad de usar más que una pequeña dosis de su arma, como al anfitrión, que no deseará que las diversiones que haya dispuesto ofrecer a sus invitados, tras la comida, se vean estorbadas por la agonía de su víctima. veneno de “arsénico mezclado con ponzoña de sapo, saliva de perro rabioso y bayas de ancuba”. ¿En líquido o polvo?, me pregunto. Bueno la similitud con la guerra química o venenosa que se avecina ya la había concebido the michevious Leonardo. Es un verdadero deleite transitar por el pensamiento del genio “glotón” y sus observaciones en todos los aspectos de la cocina. Las ilustraciones en el libro de los inventos mencionados arriba son sorprendentes. Reportan la fascinación que ejerce el Renacimiento que desde Florencia impulsó un cambio radical en el pensamiento del mundo civilizado del siglo xv y xvi. Esta vez en
el arte de la cocina y su avasalladora influencia aparte de la pléyade de artistas, orfebres, perfumistas, arquitectos, contratados por los jerarcas que dejaron la poderosa saga de los Médici. *
Del libro Notas de cocina de Leonardo da Vinci. La
afición desconocida de un genio, Edición de Shelag y Jonathan Routh, 2002.
15 / enero / 2003
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Los viernes con los Lomel’ Los únicos refugios que me protegen de la realidad de hojalata que nos rodea son el teatro, la poesía, las corridas de toros, el golf y “los viernes con los Lomelí” donde desde hace más de veinte años Rosa y yo hemos disfrutado de amenas discusiones y de una cantidad de goces al paladar preparados por Arturo, quien casi nunca se sienta con los comensales, acecha mirando el degustar de maravillosos platillos. Lila, su mujer, es otra experta a la que llaman a Nueva York para definir the gastronomic profile de varios finos restaurantes. Estos open house gatherings se iniciaron en 1970 con las juntas de trabajo para la revista Guía del consumidor, misma que desde entonces a la fecha se ha venido publicando ininterrumpidamente. Con ello se inició la defensa de los consumidores en los países de habla hispana. Las reuniones se hacían los viernes, pues los jueves Arturo y Lila Lomelí eran asiduos a las reuniones bohemias de Jaime Saldívar, que también los visitó en ocasiones antes de su partida. Las reuniones de trabajo de los viernes se prolongaban con una cena en que nos ofrecían enormes carnes asadas. Lo cierto es que tales cenas se convirtieron a través de los años en un laboratorio gastronómico y de experimentar los gustos de asistentes que en ocasiones llegaron a ser más de veinte amigos, amigos de los amigos y varios ilustres personajes, especialmente pintores como Leonel Góngora, Francisco Corzas y Bianca, Arnaldo Coen y Lourdes, Gurrola y Rosita, Pedro Friedeberg, Emilio Ortiz, Arnold Belkin, José Luis Cuevas, José Muñoz Medina, Gilberto Aceves Navarro, Raúl Herrera, Tomás Parra, Felipe Ehrenberg, Felicity Rainnie, Vita Giorgi, Villagrán, Arístides y Almicar Coen, Cristhine Couture, la querida y recordada Aurora López, Nakatani, John Grillo, Iris Garmendia, Katia Tirado, Manuel Larrosa, Fanny Rabel y muchos más que me cuesta trabajo recordar. En una ocasión tuvieron la visita de Roman Polanski, que se llevó el mambo “Rigoletito” ya que en esos días dirigía la ópera Rigoletto en Londres. Intelectuales, escritores como Carlo Coccioli, Salvador Elizondo, Jodorowsky, Homero Aridjis, García Ponce, Juan Ibáñez, Paco Ignacio Taibo y Mari Carmen, Armando Ayala, Jorge Hernández Campos, Manú Donbierer, el músico Mario Lavista, y a su famoso tío, el maestro Raúl Lavista, que tocó el piano... Políticos importantes en sus tiempos como Jesús Puente Leyva, Becerril Strafford, Adolfo Lugo Verduzco, Luisa María Leal, Poncho Aguilar que nos trajo a Cuauhtémoc Cárdenas. Las fieles y hermosas mujeres siempre amigas como Ana Frank de Fisher, Leticia Robles, Esperanza Bolland, Luisa Gómez Pombo, María Eugenia Llano, Janet Ruiz, Ligia Escalante, Conchita Solana, Kena Moreno, Gina Ureta, Irma Filippini, Helen Krauze, Bea Faith, Ofelia Medina, Hela Birgit, Elvira,
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Lila y Arturo Lomelí, en un velero en Chicago, © Archivo Gurrola
que han llegado con sus amigas para el jolgorio general y cachondo chat. Muchos se han ido a otros mundos y hay noches en que parecen haber vuelto por los recuerdos de sus presencias. Amigos y amigas como Víctor y Emma Lomelí, José Suárez y Cecilia Margona, Leonel Phillips, Ricardo Serrano, Josefina Howard que dedicó su vida a promover la comida mexicana en Nueva York en su restaurante Rosa Mexicano, Federico Gómez Pombo, Luis Bolland, Gloria Lajous. Recuerdo a Juan Ibáñez, ya un poco enfermo pero con un finísimo sentido del humor. En la casa de la calle de Amores durante los viernes han sucedido encuentros, amores y desamores, aquí se han narrado historias personales de fracasos y triunfos. Los Lomelas han acogido a quien ha venido a sentirse bien o sólo distraerse y disfrutar de sus platillos que son los mismos que se han publicado en libros que han producido como El arte de cocinar con chile, Pescados y mariscos de las aguas mexicanas, Del arroz nace el amor, El libro de las salsas y los aderezos, Del amor a la mesa, etc. Arturo es quizá el hombre más sarcástico, con un humor despiadado. “Detrás de un gran hombre, siempre hay una buenota”, sale de su cochambrosa mente. En 1983 decidimos formar dos partidos de oposición que hasta la fecha están vigentes: El pri-pri (El Partidito Cantor) cuyo lema es “grillos del mundo uníos” versus el Partido Pirinolista Mexicano, cuyo lema es “por una pirinola que no esté cargada”. El doctor Lomelí es secretario general del primero y un servidor del segundo. En ambas instituciones de lucha no se aceptan partidarios. Los debates últimamente se centran el elegir una futura mujer para la Presidencia o nos lanzamos nosotros. Coincidimos en que Gloria Trevi es nuestro primer candidato. Pero existen algunos obstáculos yet. Las anécdotas son infinitas. Los anfitriones tienen algo de Salvador Novo y su cocina, el deleite de convivir comiendo delicioso. Lila me dijo ayer: “Ha sido una experiencia de vida que nos ha alegrado y también satisfecho nuestro interés por la gastronomía, que es el arte de hacer feliz el paladar de nuestros amigos más queridos”. Si alguien que no ha sido mencionado y recuerda haber visitado los viernes de los Lomelí, por favor anótese.
22 / enero / 2003
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Dando una hojeada a la obra de Jean Michel Basquiat, aparte de un reconocimiento a su extraña manera de cómo, a través del humor en su arte plástico (grafitti o cuadros) que traían consigo el despiadado aguijonazo de repulsión al sistema de vida norteamericano o al encumbramiento del establishment (que podríamos titular hoy the obnoxious liberals), logra una inversión de la realidad; a través del sarcasmo y la parodia logra una conclusión anímica en el espectador y una obra de arte al mismo tiempo.
El pintor Jean Michel Basquiat en su estudio 1967. Fotografía: Lizzie Himmel ©
Jean-Michel Basquiat: a naughty genius 282
Sus inicios son como los de cualquier chavo mexicano, nacido en 1960, sin futuro, pintando muros o bardas en Brooklyn, mentando madres, conectado con el rock de entonces, drogándose, corrido de la escuela, pandillero, etc., pero con la gran diferencia de que no pintaba las horripilantes expresiones de esta generación en la ciudad de México que resultan vomitivas, sin sentido, mamonas, mal pintadas, iguales, sin imaginación, guarras: dan hueva y son feísimas. Yo haría una redada y los metería tres años a una institución que les enseñara a dibujar, si es que tanto quieren darle rienda suelta a su rencoroso y expresionista medio de expresión; que alguien les explicara la diferencia entre lo mimético y lo estúpido. Ya bastante tenemos con la proliferación mamut de anuncios exteriores del tamaño de edificios de cuarenta pisos que les debemos a los publicistas para quienes los anuncios se miden en relación indirecta al tamaño de su impotencia y servidumbre al jefe para, además, recorrer las calles de la ciudad mirando los bodrios que generan las chiquilladas repulsivas sobre los muros. Bueno, ya más calmado, hablemos de Basquiat. Es como hablar de Jimi Hendrix, de Janis Joplin, de Charlie Parker. Murió a los 27 años, ya cuando sus cuadros se vendían en, por lo menos, cinco mil dólares, pero la crítica estadounidense ilustrada o informada no aceptó el fenómeno Basquiat como el Picasso Negro, como alguna vez lo llamaron. Robert Hughes, por ejemplo, en su libro American Visions o The Shock of the New, quizá el que recoge con amplio criterio los movimientos, no sólo estadounidenses, sino en el mundo, con puntos de vista novedosos, digamos como Jan Kott retoma y reconsidera a Shakespeare, lo acusa de rentless fortíssimo, o sea un desgarramiento continuo, a todo lo que da, en todas sus acciones pictóricas; o de un mimetismo a rabiar de este único pintor de color (aunque nace de madre puertorriqueña y padre haitiano) que es reconocido internacionalmente. Con Pol Bassegoda, pintor, sobrino de Alberto Gironella, quien estuvo muy cerca de él y tiene las más deliciosas anécdotas, sobre todo cuando armaron la exposición Potlach con Octavio Paz, es un ferviente admirador de JeanMichel y coincidimos que este rasta look kid es un fenómeno sin precedentes en la pintura del siglo xx. Sólo pintó dos retratos: el de Andy Warhol y el de mi admirado y querido Francesco Clemente. Basquiat se cogió a Madonna antes de que fuera estrella, vivió en una caja de cartón, a sus exposiciones en Nueva York llegaba hasta atrás, oyendo música con audífonos y sin pelar a nadie. Pero la poesía de su rebeldía estaba concertada en la más profunda filosofía estética, en la disyuntiva de la mimesis (a la que yo me atengo cuando dibujo mis negras vampiresas en el momento de resbalarse y caer de su pedestal, enseñando lo que traían en la bolsa de sus malévolas intenciones secretas) y la estupidez de garabatear sin sentido como lo hacen los grafiteros chafas.
La mimesis en arte es lo anterior, lo contrario al espíritu, a la vez el lugar en que éste se inflama. El espíritu es el principio de construcción de las obras de arte, pero sólo satisface a su propia finalidad cuando brota de lo que hay que construir, de los impulsos miméticos, y se funde con ellos en lugar de serles dictado de forma soberana. La forma sólo puede objetivar los impulsos singulares cuando es capaz de seguirlos allí donde ellos quieren ir. Sólo ésta es la methesis de la obra de arte en la reconciliación. Su racionalidad sólo se convierte en espíritu cuando se somete a lo que le está polarmente opuesto. Theodor W. Adorno nos da una ayuda con esta visión que deberá constituir un lugar de reflexión en los artistas jóvenes. Me dio gusto ver las obras de arte, en Paseo de la Reforma por La cofradía del chile. Yo estoy con ellos, naturalmente. Pero el problema es de espacios y de la burocracia piramidal: esa que te dice “viene desde arriba” y nunca sabemos who’s the fucking bastard que usa su poder para joder a quien no le gusta o no navega en la misma canoa sexual. Ojalá se sienten a la mesa de discusión, y no sólo los plásticos sino los directores. Yo lo he vivido 45 años. Pero ahí tienen obras quickies con profesionalismo y técnica. Si los transeúntes no se detienen a mirar es por lo mismo que no se pararían a ver un Basquiat o un Picasso o un Matta o un amado dibujo de Gilberto Aceves Navarro. La pregunta sería, ¿por qué hay mesas y coloquios de curadores y galeristas y no ha salido un solo pintor de importancia en los últimos 30 años? Digamos... después de La Ruptura. Porque los curadores se creen que tienen la piedra filosofal y sólo son extensiones de poder tan corruptos como Sotheby’s o Christie’s. Además les da caché a su cara carilocos cuando dicen incoherencias en la tele. ¡Wow, que naquez! Aunque me retracto un poco al ver la obra de Priscilla Monge, de Costa Rica, en el Tamayo. ¡Ay! Las vicisitudes del arte. Yo haría fundas de manta para cubrir autobuses urbanos y pintar algo como arte sobre ruedas para no estar viendo las mamadas de los publicistas. Para eso traía pistola Diego Rivera. Que nos den permiso y la hacemos, con toda buena voluntad. ¡Además como protesta contra la guerra!
29 / enero / 2003
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Abascal, Carlos 102, 129, 249 Acbar, Mark. 53, 122, 138, 180, 181, 258 Aceves Navarro, Gilberto 281, 283 Acuña, Manuel 134 Adorno, Theodor W. 18, 19, 32, 44, 50, 58, 61, 105, 162, 206, 243, 283 Adriano VI, Papa 76 Aguilar, Luis Ángel 27 Aguilar, Poncho 280 Aguilar Camín, Héctor 15 Aguirre, Isadora 130, 269 Ahumada, Alicia 128, 186 Alagiah, George 259 Alameda, Pepe 235 Alatorre, Antonio 22, 23, 176 Alatorre, Enrique 22, 23, 176 Alatorre, Javier 103 Alban, Michele 143 Albarrán, Jairo Calixto 128 Alberti, Rafael 222 Alcaraz, José Antonio 153, 191 Aldana, Pilar 137 Alemán Versco, Miguel 150 Aleshinsky, Pierre 253 Alessio Robles, Vito 46 Alexander, Fiona 48, 190, 191 Alfaro, Ana Luisa 141 Allan Poe, Edgar 47 Allen, Woody 5, 198, 213, 238 Alonso, Ernesto 246 Álvarez Acosta, Miguel 272 Álvarez Bravo, Lola 263 Álvarez Bravo, Manuel 263 Alÿs, Francis 242, 256 Amaro, Joaquín 46 Ámbar 118 Andersen, Hans Christian 40 Anderson, Cat 61 Angulo, Arturo 240 Apollinaire, Guillaume 80, 125, 274 Appia, Adolphe 190 Arafat, Yasir 226 Aragon, Louis 220 Aragonés, Sergio 154 Arango, Antonio 53, 80, 220, 274 Arau, Alfonso 82, 174 Arcadiou, Stelios “Stelarc” 53 Arcipreste de Ita 176 Arellano, Billy 12 Arellano, Pepe 61, 93, 127, 252 Argüelles, Hugo 162 Aridjis, Homero 280 Aristegui, Carmen 103 Aristófanes 49
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Armitaje, Simon 54 Arp, Jean 124 Arrabal, Fernando 227 Arredondo, Inés 64, 65, 170, 171 Arreola, Enrique 211 Arreola, Juan José 22, 23, 176, 177, 194 Arreola, Magali 67 Arriaga, Luis 39 Arriola, Magali 256 Artaud, Antonin 54, 101, 109, 141, 158, 227 Ashton, Dore 242, 276, 277 Aspe, Pedro 24 Atl, doctor 137 Aub, Max 116, 143, 176, 222, 223 Auden, W. H. 263 Auden, W.H. 239 Auden, Wystan Hugh 54, 55 Augusto II de Polonia “El Fuerte” 175 Aura, Alejandro 197, 240 Avilés Fabila, René 83 Ayala Anguiano, Armando 280 Ayala Blanco, Jorge 266 Ayala, Lolita 103, 175 Azar, Héctor 23 Azcárraga Milmo, Emilio 10 Azcárraga Vidaurreta, Emilio 116 Baccheli, Riccardo 153 Bacon, Francis 186 Baker, Josephine 266 Baldwin, James 181 Ball, Lucille 198 Ballesteros, Héctor 220 Ballina, Jorge 180 Balthus 86, 88, 89, 166 Bara, Theda 244 Barba, Eugenio 159, 227 Barbachano Ponce, Manuel 42, 218, 249 Bardasano, José 5 Barea, Pedro 116 Bares, Mauricio1 220 Barker, Georg 54 Barlow, Clarence 212 Barragán, Ramón 141 Barros Horcasitas, Beatriz 223 Basquiat, Jean-Michel 282, 283 Bassegoda, Pol 283 Bassols, Carmen 39 Bataille, Georges 32, 54, 110, 162, 164, 166, 247 Bateson, Gregory 20 Batis, Huberto 49, 64, 107, 170, 171, 183, Baudelaire, Charles 16, 176, 203, 239, 275, 277 Bautista, Juan (San) 62 Bautista, Rubén 53, 79, 138 Becerril Strafford, Rodolfo 280
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Beckett, Samuel 116, 122, 156, 185, 212 Beckmann, Max 19, 101, 166 Behan, Brendan 275 Béjar, Feliciano 69 Belkin, Arnold 168, 218, 280 Bellatin, Mario 202, 203 Benedetti, Mario 130 Benet, Mercedes 171 Benítez, Fernando 27, 150, 224 Benny, Jack 198 Berg, Alban 19 Bergamín, José 234 Berger, John 242 Berio, Luigi 213 Berkley, George 138 Berle, Milton 198, 199 Bermúdez, Sara Guadalupe “Sari” 67 Bermúdez, Sari 134, 170, 256 Bernhard, Thomas 66 Beuys, Joseph 52, 53, 79, 138 Biesenbach, Claus 256 bin Laden, Osama 150, 259 Bishop, Elizabeth 55 Bitrán, Aarón 212 Bitrán, Álvaro 212 Bitrán, Saúl 212 Blacher, Boris 19 Blair, Tony 214 Blake, William 40, 55, 72, 73, 270 Blanchot, Maurice 110 Blissett, Luther 155 Boccioni, Umberto 229 Bockmeyer, Walter 244 Böde, Arnold 180 Bogart, Humphrey 122 Bohm, David 20 Bolaños Cacho, Víctor Hugo 119 Boliver, Rocío “La congelada de uva” / “La polaca” 52, 53, 103, 138 Bolland, Esperanza 280 Bolland, Luis 281 Bonnard, Pierre 89 Bordeau, Fernando 269 Borges, Jorge Luis 270 Borràs, Maria Lluïsa 242, 276 Bosch, Hieronymus “El Bosco” 62, 193 Botello, Margarita 153 Botero, Fernando 89, 148, 194 Botey, Mariana 17, 52, 93, 121, 122, 138 Botherston, Gordon 74 Boturini, Lorenzo 233 Boulez, Pierre 58 Boullosa, Lourdes 240 Bové, José 93 Bowles, Paul 109 Bracho, Diana 249 Bradbury, Ray 223 Brahms, Johannes 61 Brancussi, Constantine 50, 273 Braque, Georges 186 Brasseur, Charles 115 Brecha, George 53 Brecht, Bertolt 116, 117, 264 Breeskin, Olga 97 Breton, André 16, 158, 253
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Brinner, Yul 97 Briones, Luis 234 Briso, Héctor 222 Britten, Benjamin 172 Brook, Peter 159 Brooks, Dedé 168 Browning, Robert 158 Büchner, Georg 18, 19, 133, Buchwald, Art 49, 62, 128 Buda 145 Bukowski, Charles Henry 227 Buñuel, Luis 122, 218, 222, 223 Burle-Marx, Roberto 48 Burns, George 198 Burroughs, William 98 Bush, George W. 34, 82, 93, 96, 128, 129, 134, 148, 150, 151, 214, 226, 258, 270 Bustamante, Maris 53, 81, 90, 117, 240 Bustamante, Sergio 19, 117 Byron, George Gordon 89 Byron, Lord 275 Caballero, Virgilio 223 Cage, John 79, 143 Caki * 259 Calderón de la Barca, Marquesa 234 Calderón de la Barca, Pedro 21, 176, Callihan, Steven E. 32 Calvino, Italo 202, 221 Camacho Orozco, José Trinidad “Trino” 52 Camacho Solís, Manuel 224, 240 Camara, Ery 180 Camargo, Jorge 176 Camino, Paco 234 Campbell Hansen, Bek Davis “Beck” 79 Campos, Julieta 115 Camus, Albert 260, 261 Canals, Ricard 228 Cann, Benjamín 19, 153 Capella, María Luisa 143 Capone, Al 119 Capote, Truman 188 Caravagio 206 Cárdenas, Cuauhtémoc 15, 280, Cárdenas, Emilio 249 Cárdenas, Guty 4, 213 Cárdenas, Lázaro 46, 47 Cárdenas, Nancy 22, 23 Cardona Peña, Alfredo 105 Cardona y Ságara, Alejandro 212 Carlos Felipe 268 Carlota de México 46, 47 Carnach, Lucas 125 Carnegie, Dale 45 Carranza, Venustiano 4, 46, 47, Carrey, Jim 86 Carrillo, Amado “El señor de los cielos” 46 Carrillo, Lilia 42, 106, 218, 225, 273 Carrington, Leonora 23, 197 Carrol, Lewis 21, 120 Carson, Johnny 198 Cartés, Jaime Erasto 154 Carvajal, Juan 21, 49, 68, 108, 109, 218 Castaneda, Carlos 160 Castañeda, Jorge G. 82, 134, 148, 151 Castañuelo* 220
Castellanos, Óscar 81, 274, 275, 138, 353, Castelli, Leo 197 Castillo Ledón, Luis 116 Castillo, Julio 190, 227 Castro Álvarez, Luis 158 Castro Leñero, Alberto 168 Castro Leñero, Francisco 168 Castro Leñero, José 168 Castro Leñero, Miguel 168 Castro Ruz, Fidel 129, 226 Castro, Luis “El Soldado” 234 Castro, Ricardo 5, 213 Cauduro, Rafael 168, 206 Cavazos, Eloy 218 Cazals, Felipe 249 Cazarín Horacio 218 Cazés, Daniel 223 Celorio, Gonzalo 220 Cepeda, Eraclio 186 Cepeda, Onésimo 237 Cervantes, Pedro 126, 127 Cézanne, Paul 185 Chaikin, Joseph 159 Chalín 213 Chaplin, Charles 171 Char, René 145 Chausson, Ernest 213 Chávez, Carlos 58 Chéjov, Antón 227 Chen, Alberto 201 Chencinsky, Jacobo 223 Cheney, Dick 215 Chevalier, Maurice 4 Chimal, Alberto 203 Chomsky, Noam 81, 93, 128 Chopin, Frédéric 5, 58, 66 Christo 122, 181, 196, 197, 276 Christo y Jeanne Claude 53 Cioran, Emil Mihai 182 Cisneros, Jorge 38 Ciulli, Roberto 84, 85, 205, 250, 251 Cizeck, Katerina 259 Clemente, Francesco 283 Clinton, Bill 15, 48, 128, 129 Cobo, las hermanas 240 Cobrad, Noel 66 Coccioli, Carlo 280 Cocteau, Jean 227 Coen, Amilcar 280 Coen, Aristides 280 Coen, Arnaldo 53, 180, 218, 280 Cole, Jack 86 Coleridge, Samuel Taylor 5 Colosio, Luis Donaldo 224 Coltrane, John 213 Confucio 145 Conquest, Robert 54 Conrad, Jack 234 Constantini, Arcángel 80 Copi 211, 227 Coppola, Francis Ford 250 Coquet, Benito 156 Corkidi, Rafael 43 Corneille, Pierre 253 Corona, Sergio 174
Coronel, Pedro 225 Coronel, Rafael 218 Corripio, Ernesto 237 Cortés Juáres, Erasto 154 Cortés, Israel 203 Corzas, Bianca 280 Corzas, Francisco 42, 218, 280 Cosgrove, Ruth 171 Cosío, Raúl 61 Courbet, Gustave 16, 89 Couture, Cristhine 280 Covarrubias, Miguel 4, 21, 49, 162 194 Craig, Gordon 264 Crane, Hart 141 Cristo 145, 192 Cross, Elsa 109 Cruz Prieto, Alberto 58 Cruz, José Luis 116 Cuauhtlatoatzin 233 Cuautémoc 233 Cuenca, Enrique “Los Polivoces” 171 Cuevas, Bertha 224, 225 Cuevas, José Luis 42, 48, 53, 162, 166, 206, 224, 225, 280 Cuevas, Ximena 122, 153 Cullers, Greg 109 cummings, e. e. 4, 21, 32, 33, 52, 90, 109, 130, 209, 227, 239, 270, 271 D´Artiques, Katia 128 Da Jandra, Leonardo 83 da Vinci, Leonardo 206, 278 Dalí, Salvador 228, 229 Damocles 66 Dantés, Raúl 23, 176 Davie, Donald 54 Davis, Bette 244 Daviso, Tito 249 Davison, George 137 Davison, Mauricio 42, 66, 67, 210, 211 Day, Doris 154, 237 de Alba, Juan 21 de Alvarado, Pedro 233 de Benavente, Toribio, Fray 76 de Castro, Rosa María 103 de Chirico, Giorgio 124 de Elías, Manuel 61 de Fontenelle, Bernard le Bovier 62 de Gante, Pedro 233 de Haro, Elena 66 de Koros, Csoma 74 de la Colina, José 42, 218 de la Cruz, Juana Inés (Sor) 61 de la Peña, Ernesto 98 de la Rua, Fernando 146 de Lautréamont, Conde 273 de León, Luis 175 de Médici, Lorenzo 247 de Meza, Diego 22 de Montherlant, Henri 50, 143, 161, 234, 246 de Neuvillate, Alfonso 62, 194 de Oteyza, Mercedes 42, 273 de Quevedo, Francisco 23, 176 de Sahagún, Bernardino Fray 76, 77, 150 de Saint Phalle, Niki 50 de Sandoval, Juan 233
287
de Swaan, Salomón 80, 269 de Swaan, Sylvia 80 de Syzlo, Fernando 48 de Tavira, Luis 38, 190 De Vicenzo, Roberto 231 Dean, James 23 Debord, Guy 16, 80, 103, 183 Debussy, Claude 5 del Amo, Luz 39, 147 del Conde, Teresa 168, 185 del Paso, Fernando 174 del Riego, Hernán 153 del Río, Dolores 188 del Valle Inclán, Ramón María 38 Deleuze, Gilles 21, 138 Delvaux, Paul 195 Deniz, Gerardo 98 Derrida, Jacques 20, 29, 93, 122, 141, 160 Dery, Mark 35 des Fôrets, Louis-René 110 Descartes, René 122, 216 Desmond, Billy 227 Díaz Monges, Miguel Ángel 107 Díaz, Porfirio 47 Dickens, Charles 5, 154 Dickinson, Emily 64 Dilthey, Wilhelm 210 Disney, Walt 25 Doménikos Theotokópoulos, El Greco 89 Domínguez, María Antonieta 42, 48 Domínguez, Mercedes 164 Donaghy, Michael 54 Donbierer, Manú 280 Donnadieu, Henri 206 Donoso, José 48 Dorado, Iván 115 Dorfles, Gillo 112 Doria, los 228 Dostoievski, Fiodor 239, 260 Drake, Francis 49 Dreier, Katherine 216 Driben, Lelia 81 Duchamp, Marcel 20, 32, 50, 52, 70, 71, 79, 89, 123, 124, 158, 180, 216, 229, 242 Duhih, Ian 54 Dumont, Roberto 223 Duncan, Isadora 158 Duque, Antonio 153 Durazo, Arturo “El Negro” 46 Durden, Tyler 123 Duszenko, Andrzej 21 Echeverría, Enrique 225 Eddelton 90 Eerola, Marku 137 Ehrenberg, Felipe 20, 53, 138, 280 Einstein, Albert 216, 264 Elías Calles, Plutarco 46, 47 Eliot, T. S. 23, 263 Eliot, Thomas Stearns 55 Elizondo, Rafael 116 Elizondo, Salvador 21, 38, 49, 66, 83, 109, 200, 210, 239, 280 Ellington, Duke 96 Emmanuel, Jorge 218 Empédocles 145
288
Engelman, Hela Birgit 93 Engels, Friedrich 90 Engelson, Hela Birgit 281 Enright, Daniel Joseph 53 Enríques, Manuel 212 Epicuro 105 Ernst, Max 186 Escalante, Ligia “La Flaca” 39, 117, 280 Escobar, Marisol 194 Escobedo, Helen 48, 276, 277 Espinasa, José María 109, 143, 183 Espinosa, Alberto 186 Espinosa, Miguel, “Armillita” 4 Esqueda, Xavier 124, 242 Esquivel, Laura 94 Estage Noel, Cayuki Étienne 115 Estanislao II 89 Estornio, Abelardo 268 Estrada, Gerardo 67, 82 Estrada, José “El Perro” 218 Estrada, Juan Antonio 231 Eurípides 145 Fadanelli, Guillermo 130, 170, 182, 270 Fairbanks, Douglas 171 Faitelson, David 103 Faith, Bea [sic] 280 Falco, Charles 206 Falcó, Raúl 56, 58, 61, 94, 110, 116, 133, 153, 170, 239 Fantres 114, 157, 160 Farthing, Stephen 124 Fassbinder, Rainer Werner 159 Felguérez, Manuel 42, 49, 53, 125, 127, 170, 185, 194, 218, 225, 273 Felipe II de España 49, 150, 229 Felipe, Liliana 146 Félix, María 205, 236, 240 Fellini, Federico 153 Ferlinghetti, Lawrence 270, 271, 275 Fernández de Ceballos, Diego 150, 227, 240 Fernández del Valle, Lorenza 109 Fernández Unsáin, José María 218 Fernández, Carlos 22 Fernández, Guillermo 167 Fernández, José Ramón 105 Fernández, Justino 273 Fernández, Sergio 223, 239 Ferreira, Andrea 53, 274 Ferrer, Luis 141 Feyri 214 Field, W. C. 49 Fielding, Henry 268 Fields, William Claude 66 Figueroa, María 19, 153 Figueroa, Tolita 19, 153 Filippini, Irma 280 Fincher, David 122 Finlay, los 5 Fischer, Susana 42 Fisher, Ana Frank de 280 Fitzgerald, Ella 96 Flores Olea, Víctor 66, 107, 186 Fo, Darío 178 Fogarty, Oweena 186, 187 Ford, Gerald 234
Ford, John 24, 55, 66, 175, 191 Fosado, Nedda 252 Fosado, Víctor 61, 213, 252, 253 Foucault, Michel 32, 138 Fourier, Charles 277 Fox, Claudio 46 Fox, Vicente 31, 33, 40, 90, 94, 96, 134, 178 Fraire, Isabel 64, 130, 176 Franklin, Benjamin 90 Freud, Sigmund 10, 214 Friedeberg, Pedro 62, 63, 124, 194, 280 Frost, Robert 5, 263, 270 Fuentes, Carlos 368 48, 83, 94, 103, 134, 218, 223 Fujimori, Alberto 214, 226 Fuller, Roy 54 Fusco, Coco 94 Gable, Clark 122 Gadínez 218 Gainsborough, Thomas 5 Galich, Manuel 268 Gallardo, Luis “Lewis” 98 Gálvez, José 98 Gamboa, Fernando 276 Gámez, Rubén 122 Gandhi, Mahatma 31 Gaona, Rodolfo 234 García Bernal, Gael 190 García Canclini, Néstor 276 García Cantú, Gastón 107 García Lorca, Federico 23, 107, 140, 141, 173, 176, 223 García Márquez, Gabriel 42, 103 García Máynez, Eduardo 190 García Ocejo, José 162, 163 García Ponce, Carlos 42, 62, 127 García Ponce, Chacha 127 García Ponce, Fernando 42, 49, 62, 106, 133, 218, 225, 242 García Ponce, Juan 22, 38, 42, 43, 48, 49, 62, 65, 84, 98, 125, 127, 133, 134, 140, 143, 170 171, 210, 212, 128, 224, 239, 273, 276, 280 García Riera, Emilio 42, 218 García Robles, Jorge 270 García Terrés, Jaime 134 García, Angélica 53, 80, 138, 220, 240, 274 García, Héctor 53, 93, 118, 119, 263, 270 García, Sara 218 García, Sergio 115 Garduño, Flor 186 Garina, Tamara 42, 188 Garmendia, Iris 280 Garro, Elena 23, 64 Garza, Lorena 218 Garza, Lorenzo 5, 234 Gas, Gelsen 21, 53, 122, 124, 127, 138, 180, 194, 195, 242, 273 Gassman, Vittorio 66, 158 Gaudí, Antoni 121, 138, 224, 228, 229 Gauguin, Paul 89 Gaytán, Bibi 205 Geddes, Bel 190 Gelberg, Jack 227 Genet, Jean 94, 115, 188, 227, 239, 275 Geroud, Daniel 264 Gershwin, George 153
Gerzo, Günther 133 Giacometti, Alberto 209, 222 Gilbert & George 138 Giménez Cacho, Daniel 19, 211 Giménez, Mariana 211 Ginsberg, Allen 227, 239, 270, 275 Giorgi, Vita 280 Giotto 167, 180 Gironella, Alberto 53, 162, 225, 234, 273, 283 Gish, Lillian 244 Giuliani, Rudolph 226, 227, 273 Glantz, Margo 203, 218, 268 Glass, Alan 42, 62, 242 Gleason, Jorge de Jesús “El Gleason” 234 Godard, Jean-Luc 63 Goded, Jaime 116 Gödel, Kurt 20, 120, 121, 216 Goldoni, Carlo 84 Gómez Arias, Alejandro 223 Gómez Bernal, Celia 153 Gómez Pombo, Federico 281 Gómez Pombo, Luisa 280 Góngora, Leonel 42, 53 162, 280 González Casanova, Pablo 10, 155 González de Alba, Luis 49 González de Léon, Ulalume 90, 130 González Domínguez, Juan Manuel 42 González Melo, Flavio 174 González Pedrero, Enrique 115 González Tejada, Julio 223 González, Elián 129 González, Erando 146 González, Héctor 263 González, Manuel 47 González, Michaela 136, 137 González, Xóchitl 190 Goñi, Javier 94 Goodwin, Richard 98, 151 Gordillo, Luis 124, 242 Gordillo, Matilde 22, 39 Gordon, José “Sigfrido” 103 Gore, Al 15, 34 Gorelik, Mordechai 158 Gorra, Olivia 153 Goya, Francisco 52, 214, 234, 266 Grant, Ulysses S. 31 Graves, Robert 263 Graves, Robert 58 Greenaway, Peter 50 Grillo, John 280 Gris, Juan 222 Grootenboer, Herminia 117 Gropius, Walter 158, 190 Grosz, George 19, 166, 214 Grotowski, Jerzy 159, 205, 264 Gruner, Silvia 53, 122, 256 Guattari, Felix 20 Güell, Eusebi 228 Guerrero, Rita 84 Guida, Guido Maria 19 Guillén, Jorge 222 Guilmain, Lucía 42 Guilmáin, Ofelia 98, 223 Gurrola Borrego, Juan José 116 Gurrola, Edwarda 53, 86, 122, 186, 190, 256, 271, 274
289
Gurrola, Gabriela 26, 98, 238 Gurrola, Juan José 14, 18, 23, 33, 35, 37, 38, 39, 40, 43, 44, 48, 56, 57, 59, 68, 69, 70, 83, 92, 93, 95, 97, 99, 104, 107, 108, 111, 112, 117, 124, 130, 132, 139, 142, 144, 145, 149, 152, 154, 157, 161, 175, 180, 191, 218, 219, 221, 224, 231, 235, 237, 248, 267, 274 Guston, Philip 242 Gutiérrez Heras, Joaquín 561, 213 Gutiérrez, Eugenia (cocinera de JGP) 98 Guzik, Helga 36 Guzik, Sergio 223 Guzmán, Alejandra 246 Guzmán, Eduardo “Skipper” 61 Guzmán, Enrique 124 Guzmán, Martín Luis 83 Habben, Gralf-Edzard 250 Hackin, Ria 148 Hadad, Astrid 246 Hamilton, Richard 79, 124, 181, 186, 242 Handke, Peter 84 Hansen, Al 78, 79 Hansen, Mia 122 Hardwick, Elizabeth 151 Hardy, Oliver y Stan Laurel, “El gordo” y “El flaco” 86 Harlston, Hugh 74 Havel, Olga 178 Havel, Václav 178, 179 Hayeck, Salma 244 Hayek, Salma 230, 246, 266 Héctor Xavier 22 Hefner, Hugh 86 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich 50, 250 Heliogábalo 165 Hellion, Martha 20, 240 Hellman, Lilian 48, 98, 151 Hemingway, Ernest 5, 234, 247 Hendrix, Jimi 283 Henestrosa, Andrés 22 Henríquez Ureña, Pedro 55 Hernández Campos, Jorge 130, 280 Hernández, Agustín 154, 229 Hernández, Enrique 79 Hernández, Luis 218 Hernández, Sergio 84 Herrán, Saturnino 47 Herrera, Mauricio 23, 39, 154 Herrera, Melquiades 53 Herrera, Raúl 280 Hevia, David 84, 140, 141, 174, 210, 212, 239 Hevia, Rosario 141 Hinojosa, Francisco 83 Hiriart, Hugo 110, 200, 210 Hitler, Adolf 214 Hobbes, Thomas 138 Hockney, David 168, 206, 207 Holbein, Hans 206 Holt, William 145 Hopkin, Angela “Pixie” 42, 48, 67, 80, 98, 171, 218 Hopkin, Dennis 98 Hopkins, Antony 266 Hopkins, G. M. 263 Hopper, Edward 194 Howard, Josefina 281
290
Hoyos, Mario 153 Hudson, Rock 237 Huémac 46 Huerta, David 185 Hughes, Howard 66 Hughes, Robert 283 Hughes, Ted 54 Hughs, Howard 249 Huidobro, Vicente 244 Humphrey, Hubert 134 Hussein, Saddam 226 Husserl, Edmund 178 Huxley, Aldus 195 Ibáñez Ruiz, Juan 116 Ibáñez Saviñón, Juan 39 Ibáñez, José Luis 22, 223 Ibáñez, Juan 38, 39, 281, 289 Ibáñez, Manuel “Flaco” 21 Ibargüengoitia, Jorge 46, 48, 49, 310, 239, 272 Ímaz, Carlos 129 Infante, Pedro 24 Ingres, Jean 206 Ionesco, Eugène 23, 49, 176, 213 Iturbide, Graciela 262, 263 Iturriaga, Jackie 5 Iturriaga Flores, Joaquín 4, 5, 45 Iturriaga Flores, Margarita 5 Izenour, George 158, 190 Izquierdo, María 162 Izunza, Agustín 26 Jackson, Michael 93 Jacobs, Bárbara 240 Jarry, Alfred 49, 80, 116, 158, 174, 227, 239, 277 Jáuregui, Diego 174 Jeanne Claude 197 Jennings, Elizabeth 54 Jesucristo 72 Jodorowsky, Alejandro 53, 127, 138, 159, 194, 213, 227, 273, 280 John, Elton 149, 151 Johns, Jasper 50 Johnson, Rodrigo 116 Joplin, Janis 283 Jorn, Asgern 16 José Agustín 106 José Alonso 42 Joyce, James 10, 16, 20, 21, 70, 86, 227, 239, Juan Diego, San 192, 228, 232, 233, 236, 237 Juárez García, (Guitarra Guty C)* 5 Juárez, Benito 47 Julio César 5 Kahlo, Frida 47, 105, 119, 168, 266 Kandinski, Vasili 185 Kantor, Tadeus 149 Kaprow, Allan 138 Kapuscinski, Ryszard 254 Kárpov, Anatoli 53 Kauffman, Fannie “Vitola” 171 Kaufman, Charlie 158 Kazan, Elia 264 Keller, Marek 23 Kennedy Toole, John 182, 239 Kennedy, John F. 48, 151 Kennedy, Robert 134 Keogh, Peter 137
Kerouac, Jack 239, 270, 275 Kianush, Mahmud 263 Kienholz, Edward 53 Kiesler, Frederick 158, 190 King, Rodney 259 Kinkade, Thomas 168, 169 Kipling, Joseph Ruyard 110 Klee, Paul 133, 185 Klee, Paul 185 Klein, Yves 50 Kleinburg, Gerardo 19 Klossowska de Rola, Setsuko 89 Klossowska, Baladine 89 Klossowski, Denise 133 Klossowski, Pierre 32, 56, 89, 110, 132, 166, 192, 227 Knowles, Robert 159 Koromuna, Yurico 58 Kott, Jan 283 Krauza, Helen 280 Krauze, Enrique 93, 220 Krenek, Ernest 58 Kuberski, Joyce-Philip 120 Kuberski, Philip 20 Kuri, “La” * (¿madre de músico: Gabriel Kuri?) Investiga R.V. con Jaime Kuri 64, 171 Kuri, Jorge 53, 173 Kurtycz, Marcos 29, 53, 79, 138, 242 Lacan, Jacques 20, 214 Lach, Juan Sebastián 212, 213 Lady Diana 149 Lajous, Gloria 281 Lake, Verónica 171 Landers, Ann 49, 62, 128, 246 Landín, María Luisa 5 Lanzagorta, Alfonso 237 Lappalainen, Eilanna 19 Lara Zavala, Hernán 98 Larrosa, Manuel 158, 229, 272, 273, 280 Larrosa, Mara 21, 130 Larrosa, Vera 21, 130, 191 Lasansky, Mauricio 216 Lavelli, Jorge 229 Laville, Joy 50 Lavista, Mario 213, 280 Lavista, Raúl 280 Lawrence, Jerome 31 Le Bot, Yvon 93 Le Corbusier 213, 228 Leal, Felipe 120 Leal, Luisa María 280 Lebel, Jean Jacques 227 Lechuga, Héctor 21 Lee, Robert Edward 31 Léger, Fernand 164 Lehman, Tommy 231 Leibnitz, Gottfried 138, 216 Lemus, los 246 Lemus, Rafael 94 Lemus, Sivia 182 Lenin, Vladimir Ilych Ulyanov 105 Leñero, Vicente 190, 191 León Felipe 176, 177, 222 León Felipe y Berta * 22 León González, Francisco 144, 145 León-Portilla, Miguel 76, 150
Lerner, Jesse 258 Lerner, Robert 188 Lessing, Doris 20 Lévi-Strauss, Claude 94 Lewinski, Monica 48, 129 Lewis, Jerry 171 Lewitt, Sol 138 Leyna, Lotte 19 Lezama Lima, Luis 185 Lichtenstein, Roy 194 Lieberman, Jacobo 84 Lipofsky, Marvin 137 Liquid Theatre 227 Lisístrato 229 Litlewood, Joan 159 Llano Medina, María Eugenia “Maruca” 39 Llano, María Eugenia 280 Llanos, Fernando 80, 122 Loaesa, las hermanas 240, 246 Lomelí, Ana María 103 Lomelí, Arturo 48, 280, 281 Lomelí, Arturo y Lila 39 Lomelí, Emma 281 Lomelí, Lila 280, 281 Long, A* 174 Loos, Adolf 158 Lope de Vega, Félix 38 López, Aurora 280 López, Javier “Chabelo” 93, 234 López, José Guadalupe 53, 138 López, Mario 227 López, Nacho 263 López Beltrán, Carlos 55 López de Santa Anna, Antonio 46 López Dóriga, Joaquín 15, 103 López Páez, Jorge 83 López Portillo, José 46 López Tarso, Ignacio 66 López Vega, Dulce María 53, 197 López Velarde, Ramón 176 Lorenzana, Hilda 218 “Los Carpenters” 213 Los Estridentistas 176 “Los Panchos” 213 “Los Tres Ases” 213 Loti, Pierre 62 Lovecraft, H. P. 195 Lozano, Joey 259 “Lucero” 246 Ludham, Charles 227 Lugo Verduzco, Adolfo 280 Luna, Alejandro 19, 153, 158, 159, 190, 191, 204, 205 Luna, Diego 19, 190 Luna, Martín 153 Luther King, Martin 31 Macedonio Fernández, Patrocinio 214 Machado, Antonio 55 Madero, Francisco I. 46, 47 “Madonna” (Louise Ciccone) 10, 283 Maeterlinck, Maurice 94, 264 Magdaleno, Mauricio 83 Magritte, René 124, 195 Magú 128 Mahatma Gandhi 145, 187 Mahler, Gustav 61, 62
291
Maizales, Albert 258 Malgesto, Paco 234 Mallarmé, Stéphane 216, 242 Malleen, Louis 238 Malraux, André 119, 222 Malverde 46 Manet, Édouard 164 Mann, Thomas 96, 133 Manneck, Nora 130 Manrique, Jorge Alberto 81, 276 Mansfield, Mike 134 Manzanero, Armando 65 Manzano, Eduardo “Los Polivoces” 171 Mao Tse-tung 90 Maquiavelo, Nicolás 239 Marcos, Fernando 218 Marenco, Eleodoro 53 Margolles, Teresa 240, 256 Margona, Cecilia 281 Margules, Ludwik 38, 190, 191, 218, 237, 260, 261 Mariscal, Diana 213 Márquez, Jaime 61 Martinez, Daniel Joseph 94 Martínez, Enrique “Pretty Boy” 236 Martínez, José Luis 23 Martínez Medrano, María Alicia 115 Martínez Montiel, Luz María 16, 96 Martínez Rentería, Carlos 52, 270, 271 Marx, Karl 10, 90 Marx, los hermanos 86 Mastretta, Ángeles 15 Matisse, Maria Gaetana 89 Matisse, Pierre 89 Matta, Roberto 283 Matthaw, Walter 93 Mattisse, Pierre 216 Maximiliano I de México 46, 47 Mazal* 246 McCullen, Greg 191 McEnroe, John 226 McGowan, Kenneth 160 McKay, Kath 131 McLaren, Peter 122 McLuhan, Marshall 10, 254 McVeigh, Timmy 129 Mecian, Oliver 213 Médici, los 228, 247, 279 Medina, Ofelia 39, 213, 240, 281 Meierovich, Clara 163 Mejía Barón, Alberto “Alfin” 53, 138, 240 Melchionne, Kevin 50 Méliès, Georrges 122 Melo, Gastón 176, 223 Melo, Juan Vicente 19, 38, 42, 49, 62, 64, 65, 98, 106, 143, 170, 171, 239 Melo, María Elena 107 Mendoza, Héctor 10, 22, 65, 159, 190, 191, 223 Mendoza, Patricia 93 Menem,2 Carlos 226 Menujin, Marta 81 Merril, James 20 Metcalf, James 39, 50, 51, 53, 81, 234 Meyer, Mónica 53 Meyer, Pedro 186 Meyerhold, Vsévolod 158, 264 Milá, Manuel 229
292
Miller, Henry 58, 81, 239 Milo-u/sevi´/c, Slobodan 259 Milton, John 72, 270 Minera, Otto 256 Mingus, Charles 4, 56, 61, 213 Miranda, Carmen 171 Miranda, Jorge 53, 275 Miret, Pedro 230 Mitchell, Blue 61 Mitterrand, Danielle 93 Moctezuma II 46 Mogravi, Avi 258 Mojarro, Tomás 83 Molina, Tarsicio 58 Molinar, “Coco” 231 Moncayo, José Pablo 58 Monet, Claude 62 Monge, Prisilla 283 Monin, Christophe 148 Monroe, Marilyn 5, 120 Monsiváis, Carlos 15, 83, 129, 223 Montenegro, Roberto 162 Monteros, Rosenda 22, 23 Monterroso, Augusto 200 Montes de Oca, Fernando 47 Montes Huidobro, Matías 268 Montesinos, Vladimiro 214 Montiel, Claudia 153 Montiel, Javier 212 Monty Python 171 Moore, Dudley 171 Moore, Marianne 5, 53, 55, 64, 263, 270 Mora, Armando 153 Mora, Julieta 212 Morales Murguía, Hugo 212 Morales, Ana Paola 141 Moreno Toscano, Alejandra 240 Moreno Villarreal, Jaime 101 Moreno, Kena 280 Moreno, Mario “Cantinflas” 21, 77, 90, 112, 113, 171, 173, 236 Morgan, Lewis Henry 90 Morrison, Blake 54 Moscona, Miriam 103 Mouré, Gloria 216, 276 Moure, María 242 Muchkine, Arianne 156 Münch, Gerhart 58, 61 Münch, Vera 58 Muñoz, Estela 171 Muñoz, Fernando 115 Muñoz Ledo, Porfirio 15, 21, 155 Muñoz Medina, José 280 Musil, Robert 28, 33, 133, 153, 156 Nabokov, Vladimir 64 Nakatani, Carlos 280 Narro, Artemio 25, 53, 67, 122, 153, 182, 256 Narro, Carlos 154 Narro, Carmina 210 Nathan, George Jean 84 Nathan, Jean 161 Neruda, Pablo 176 Nervo, Amado 83 Neumann, Maria 84 Newman, Estrella 54, 74, 118, 233, 240
Newman, Paul 250 Newton, Isaac 216 Niarchos, Stavros 89 Nichols, Mike 89 Nicholson, Jack 34, 89 Nicklaus, Jack 230 Nicol, Eduardo 32 Nieto, Rodolfo 101 Nietzsche 174 Nietzsche, Friedrich 28, 32, 93, 122, 171, 210, 242 Nieuwenhuys, Constant 16 Nissen, Brian 42 Nixon, Richard 209 Nobokov, Vladimir 230 Noica, Constantin 183 Nolde, Emil 101, 162 Nonell, Isidre 228 Noriega, Manuel Antonio 148, 151 Norton, Edward 122, 123 Novo, Salvador 21, 22, 23, 49, 54, 66, 83, 176, 222, 281 O’Neil, Eugene 4, 188, 223 O’Toole, Peter 66 Obregón, Álvaro 46, 47, 48 Obregón, Claudio 42, 43 Olguín, David 116 Olivé, Xavier 147 Olivier, Lawrence 66 Olmos, Carlos 82 Orozco, Gabriel 50, 180 Orozco, José Clemente 214 Ortega y Gasset, José 234 Ortega, Gonzalo 214 Ortega, Héctor 39, 154, 282 Ortiz Macedo, Luis 120 Ortiz Monasterio, Pablo 119 Ortiz Rubio, Pascual 46, 47 Ortiz y Ortiz, Raúl 24 Ortiz, Emilio 280 Ortiz, Rubén 186 Orwell, George 261 Oscar de Suecia 216 Pacheco, Cristina 27, 182 Pacheco, José Emilio 83 Page, Geraldine 188 Pandolfi, Sylvia 185, 276 Pani, Mario 120 Paniagua Jaén, Salvador 233 Panseco, “Panzón” 49, 116, 171 Panza 218 Pardavé, Joaquín 19, 218 Paredes, Beatriz 97 Parker, Charlie 28, 283 Parodi, Federico 162, 166 Parra, (Dueño Periódico-Norvind) * 23 Parra, Nicanor 48, 83 Parra, Tara 22, 23 Parra, Tomás 280 Pascal, Gabriel 190, 211 Pasolini, Pier Paolo 29, 140 Patiño, Adolfo “Adolfotógrafo” 53, 276 Paulanc 172 Pavillion, Philips 213 Payán Velver, Carlos 176 Paz, Octavio 20, 22, 23, 45, 55, 83, 90, 93, 151,
158, 162, 176, 182, 223, 283 Pecanins, Ana María 42, 218 Pecanins, Teresa 42, 218 Pellicer, Ana 50, 51, 53 Pellicer, Ariane 117 Pellicer, Pilar 42, 43 Percy, Walter 183 Pérez, Carmelo 234 Pérez, Genoveva 116 Pérez, Silverio 234 Pérez Aldaraca, Kateri 238, 239 Pérez Amor, Juan 19 Pérez Cañedo, Adriana 103 Pérez Jiménez, Marcos 81 Pérez Prado, Dámaso 154 Pérez Rocha, Margarita 84 Perilli, Marco 167 Perón, Eva 211, 214 Perucho, Javier 54, 82 Pessoa, Fernando 135, 270 Petersen Farah, Luis 93 Petit, Phillipe 209 Philip, Gerard 23 Phillips, Leonel 281 Piazzola, Astor 40 Picabia, Francis 81, 158, 162, 242, 243 Picasso, Pablo 62, 86, 156, 164, 175, 214, 222, 228, 234, 266, 277, 283 Pickford, Mary 171, 244 Pillbrow, Richard 205 Pimstein, Valentín 246 Pinal, Silvia 205 Pinot-Gallizio, Giuseppe 16 Pinter, Harold 55 Piñera, Virgilio 268 Piscator, Edwin 19 Pitol, Sergio 49, 94, 97 Pitt, Brad 26, 122, 123 Plath, Sylvia 54, 55 Platón 120, 239 Podhoretz, Norman 98, 151 Poesía en Voz Alta 159 Pohoretz, Norman 48 Poincaré, Jules Henri 216, 217 Polanski, Roman 280 Polidori, Ambra 185 Polieri, Jacques 158 Polk, James Knox 31 Pollock, Jackson 206 Pompadour, Madame de 62 Ponce Montero, Rodolfo 58 Ponce, Manuel M. 5, 61, 213 Poniatowska, Elena 83, 186 Poniatowski, los 89 Popper, Karl 238 Portes Gil, Emilio 47 Portia 5 Pörtner, Paul 158 Posada, José Guadalupe 253 Poulenc, Francis 153 Pound, Erza 21, 54, 58, 109 Preslau, Nochman 89 Presley, Elvis 4 Prieto, Guillermo 83 Prieto, Julio 114, 156, 204
293
Prieto, Luis 49 Prigione, Girolamo 214 Procuna, Luis 234 Pruneda, Sergio 163 Puente Leyva, Jesús 280 Pujols, Francesco 229 Pulido, Óscar 174 Putin, Vladimir 128, 129 Quingnard, Pascal 110, 111 Quintana, Leinaala 117 Quintanar, Héctor 61, 213 Quintero, José 188 Quirarte, Vicente 66 Rábago, Luis 261 Rabanne, Paco 229 Rabel, Fanny 280 Rabinowitch, David 148 Racine, Jean 143 Racotta, Sanda 39, 276 Rafael 206 Raffilberg, Solbad 250 Rainnie, Felicity 280 Ramírez, Alfonso “Calecero” 234 Ramírez, Elisa 10 Ramírez, Gabriel 127 Ramírez, Gilberto 218 Ramírez, Ignacio “El nigromante” 83 Ramírez, Marcela 17, 256 Ramírez Heredia, Rafael 98 Ramos, Antonio 83 Ramos, José Antonio 268 Ramos, Raymundo 49 Randall, Margaret 145 Rangel, Nicolás 234 Raph, George 98 Rascón Banda, Víctor Hugo 116, 218 Raulito, “El mensajero del aire” 4, 5, 213 Rauschenberg, Robert 50 Raussille, Guy (SEGÚN IMAGEN) 165 Ray, Man 197 Raynaud, Georges 115 Rayo, Omar 148 Rébora, Roberto 162, 166, 167 Rebull, Santiago 47 Reinhart, Oskar 190 Rembrandt 206, 207 Retes, Gabriel 190 Revueltas, Fermín 162 Revueltas, José 83 Revueltas, Silvestre 58 Reyes Ferreira, Jesús “Chucho” 23, 101 Reyes, Alfonso 49, 55, 94, 117, 141, 147, 269 Reyes, Alfonso y Manuela* 22 Reynoso, Antonio 43 Reza Vali 212 Reza, Alejandro 140, 141 Richards, John 254 Riestra, Cristina 225 Rilke, Reiner Maria 42, 89, 110, 160, 175 Ripstein, Arturo 249 Rivadeneira 154 Rivadeneira 90 Rivas Mercado, Antonieta 22 Rivera, Arturo 168, 206 Rivera, Diego 4, 105, 118, 119, 146, 147, 162,
294
168, 214, 266, 283 Rivera, Ruth 119 Robards, Jason 188 Roberts, Julia 26 Robespierre, Maximilien 62 Robles, Leticia 280 Rocha, Elvira 281 Rocha, Enrique “El Vampiro” 26, 39, 176, 218, 223 Rocha, Glauber 48 Rocha, Manuel 61, 213 Rockefeller, David 48 Rockefeller, Nelson 4, 105 Rocker, Rudolf 96 Rodríguez, Abelardo 46 Rodríguez, Abelardo 47 Rodríguez, Jesusa 122, 128, 146, 210, 227, 240 Rodríguez, Luis “Palillo” 154 Rodríguez, Manuel “Manolete” 234 Rogers, Will 4 Rojo, María 134 Rojo, Vicente 81, 125, 218, 225 Roldán, Víctor 141 Romanov, los 89 Romero Rubio de Díaz, Carmelita 47 Romero, Lydia 12, 13, 117, 153 Romerovargas Iturbide, Ignacio 90 Roosevelt, Franklin D. 119 Roseau, 156 Rosen, Robert 48 Rossell, Daniela 246 Rossi, Alejandro 45 Rossini, Gioachino 190 Rota, Nino 152, 190 Roussel, Raymond 158 Roussille, Guy 162, 164 Rubio Elosúa, Eduardo 50 Ruelas, Enrique 159 Ruis Massieu, Mario 224 Ruiz Armengol, Mario 61 Ruiz de Alarcón, Juan 191 Ruiz de Alarcón, Juan 190 Ruiz Massieu, José Francisco 224 Ruiz Saviñón, Eduardo 66, 116 Ruiz, Antonio “El Corsito” 162 Ruiz, Janet 117 Ruiz, Janet “La Negra” 39, 280 Rulfo, Juan 48, 49, 64, 176, 239, 263 Rulfo, Juan Carlos 150 Rupstein, Arturo 186 Ruscha, Edward 138 Rushdie, Salman 218 Russek, Antonio 213 Russek, Beatriz 109 Ruy Sánchez, Alberto 186 Sábato, Ernesto 48, 98 Sade, Donatien Alphonse François, Marqués de 16, 62, 66, 89, 239 Saemisch, Ernst 184, 185 Sai Baba 72 Saint-Saëns, Camille 213 Salai 279 Salazar, Ricardo 22, 39, 67, 263 Salcedo, Jorge 83 Salcido, Mónica 84 Saldívar, Jaime 280
Saldivar, los 36 Salgado Macedonio, Félix 214 Salinas de Gortari, Carlos 21, 45, 46, 48, 93, 224, 226 Salinas y Rocha, Robbie 246 Salinas, Carmen 27, 47 Salinas, los 134 Sánchez Alvarado, Rodolfo 116 Sánchez, Hugo 218 Sánchez, Osvaldo 256 Sánchez, Sonia 131 Sandino, Augusto César 4 Sandoval, Juan Pablo 153 Santamaría, Haydee 268 Santamarina, Guillermo 52, 81, 256, 276 Saramago, José 93, 200 Sarduy, Severo 21 Sarignana, Armando 53, 138 Saroyan, William 116 Sartre, Jean Paul 84, 209 Satie, Erik 109, 172 Saviñón, Rosa María 39 Sbert, José María 218 Sbert, Tony 218 Schäfer, Helmut 85, 250 Schechner, Richard 156, 159, 160, 264 Schiller, Friedrich 250 Schlegel, Friedrich K. W. 49 Schlesinger, Arthur J. 48 Schlesinger, John Jr. 151 Schmilchuk, Graciela 276 Schreber, Daniel Paul 214 Schumann, Peter 159 Schwarzenegger, Arnold 58, 148 Scriabin, Alexander Nikoláievich 58 Segovia, Francisco 109 Segovia, Tomás 21, 42, 49, 64, 142, 143, 183 Segura, Irina 211 Seinfeld, Jerry 5 Sellers, Peter 171 SEMEFO 53, 138, 181, 240 Serrano, Francisco 46 Serrano, Irma “La Tigresa” 246 Serrano, Luis Manuel 46 Serrano, Pedro 55 Serrano, Ricardo 281 Serres, Michel 20 Sert, Josep Lluïs 105 Sforza, Ludovico 278 Shakeaspeare, William 5, 24, 55, 239, 254, 283 “Shakira” 170 Shawn, Wallace 145, 238, 239 Shelley, Mary 116 Shepard, Sam 66 Sheridan, Beatriz 42 Shoenberg, Arnold 19 Siddartha Gautama 145 Silvetti, Juan 234 Simpson, O. J. 129 sin créditos 75 Sinatra, Frank 66, 145 Singer, D * 174 Siquieros, David Alfaro 105, 214, 247 Skeleton, Red 171 Skodnick, Roy 50
Slim, Carlos 237 Sloane, Patricia 147, 185, 214, 240, 256, 276 Smith, Melanie 53, 138, 240, 256 Soames, Olave Saint Claire 122 Soberón, Guillermo 191 Sócrates 120 Solana, Conchita 280 Solana, Rafael 223 Solares, Ignacio 98, 210 Solé, José 156 Sologub, Fiódor 28, 264 Solórzano, Jesús, “Chucho” 4 Sontag, Susan 55, 64 Soriano, Juan 21, 22, 162, 180, 280 Soto, Edgar Enrique “El Gordo” 174 Sour, Bobby 246 Souza y Souza, Antonio 101, 165 Souza y Souza, Antonio y Lala 62 “Subcomandante Marcos” 10, 93, 94, 96, 97 “Super Barrio Gómez” 10, 17, 53, 97, 162, 168, 209, 214, 266, 283 Spielberg, Steven 123 Spíndola, Humberto 146, 147 Spinoza, Baruch 32, 138, 160, 163 Spota, Luis 83 Squat Theater 159, 205, 227 Stanislavski, Konstantin 264 Steadman, Philip 206 Stein, Peter 205 Steiner, George 182, 183 Stelarc 138 Stevens, Cat 263 Stevens, Wallace 34 Stevenson, Mark 102 Stockhausen, Karlheinz 212, 213 Stopen, Enrique 22, 23 Strauss, Enrique 42, 153 Strauss, Maka 42, 93, 218 Strauss, Michel 42 Stravinski, Ígor 58 Stravinski, Ígor 61 Styron, William 48, 98, 151 Suárez, Alejandro 21 Suárez, Benjamín 26, 27 Suárez, Héctor 26 Suárez, José 281 Suárez, Manuel 105 Suetonio 56 Svoboda, Josef 190 Swanson, Gloria 244 Swift, Jonathan 49, 149 Syal, Meera 21 Szekely, Edmond Bordeaux 74 Tablada, José Juan 83 Tagore, Rabindranath 4 Taibo, Mari Carmen 280 Taibo, Paco Ignacio I 280 Tamayo Flores-Alatorre, Sergio 186, 187 Tamayo, Rufino 119, 133, 162 Tapiès, Antoni 101 Taracena, Berta 81, 276 Tarcisio, Eloy 53, 138 Tardieu, Jean 23, 176 Tarsicio, Eloy 81 Taubman, Alfred 168
295
Taubman, Judy 168 Taymor, Julie 266 Téllez Reyes, Saturnino 233 Téllez, Lilly 103 Tennyson, Alfred 4 Teresa, Santa 192 The Beatles 4, 42 The Living Theater 159, 227 The Ridiculous Theatre 227 Théâtre La Peniche 159 Thiel, Ana 137 Thomas, Dylan 21, 24, 34, 54, 55, 68, 69, 116 Thomas, Olive 244 Thoreau, Henry David 30, 31 Thurber, James 49 Tiana, José 268 Tiberio 56 Tibol, Raquel 81, 168 Tieck, Johann Ludwig 19, 110, 207 Tinguely, Jean 50, 242 Tirado, Katia 53, 84, 138, 141, 161, 240, 274, 275, 280 Toffler, Alvin 35 Toledo, Jaime 101 Toledo, Laureana 119 Tolstoi, León 239 Tomás, Juan 39 Tompkins, Peter 74 Tormé, Mel 96 Torre Nilsson, Leopoldo 48 Toscano, Ignacio “Nacho” 19, 67, 153, 256 Touraine, Alain 93 Touré, Sekou 96 Tovar y de Teresa, Guillermo 163 Traba, Marta 48 Travel, Ronald 227 Trevi, Gloria 130, 281 Treviño, Lee 231 Trigos, Juan 58, 61, 153 Trino 128 Trouyet, Carlos 48 Trouyet, Francisco 58 Trujillo, Víctor “El mañanero” 168 Tyler, Perry 123 Tzara, Tristan 16 Ugalde, Víctor 249 Updike, John 34, 230 Urbano, Juan 187 Ureta, Gina 280 Uzeta, Sergio 103 Vaccaro, John 227 Valdés, Manuel “Loco” 171, 173 Valdez, Germán “Tin Tán” 21, 171 Valdez, Quety 116 Valencia, Rubén 53 Valeria* 46 Valéry, Paul 120, 239 Vallarino, Roberto 109 Vallejo, César 55 Valverde 134 van Beethoven, Ludwig 49, 52 Van Eyck, Jan 206 Van Gogh, Vincent 54, 101 Vanegeim, Raoul 97, 103, 181 Vasconcelos, José 4, 83, 234
296
Vautier, Ben 50, 53, 158, 227 Vázquez Montalbán, Manuel 84, 93 Vela, Sergio 19, 98 Velásquez de León, René 220 Velázquez, Diego 206 Vélez, Lupe 244 Ventura, Miguel 214 Verduzco, Marta 143, 213 Vermeer, Johannes 168, 206 Vidal, Gore 48, 49 Villagrán, Jorge 280 Villanueva, Banjamín 23, 39 Villanueva, Carlos Raúl 214 Villarán, Magdalena 94 Villaurrutia, Xavier 22, 72, 84, 176 Villoro, Juan 83, 186 Villoro, Luis 155 Vinós, Ricardo 142, 177 Virilio, Paul 122, 124, 125, 155, 181 Vivanco, Rosa María “Newton” 11, 19, 23, 50, 56, 62, 67, 72, 86, 108, 109, 122, 143, 150, 174, 200, 201, 221, 244, 274, 280 Vlady 225 Voltaire, François-Marie Arouet 646 von Gunten, Roger 125, 225 von Jawlensky, Alekséi 185 von Kleist, Heinrich 250 von Webern, Anton 19 von Wuthenau, Cuxi 62 Wagner, Fernando 19 Wain, John 54 Warhol, Andy 53, 79, 122, 124, 194, 206, 227, 283 Warwick, Dionne 42, 65, 213 Weber, Fox 89 Wedekind, Frank 19, 154, 155 Weil, Kurt 19 Weil, Simone 266 Weiss, Brian 38 Weissmuller, Johny 244 Welles, Orson 81, 158, 191 Whitman, Walt 176 Wilde, Oscar 66, 89 Wilder, Billy 171 Williams, Tennesse 188 Wilson, Robert 93, 159 Winfield, J * 174 Winocour, Anita 103 Wintonick, Peter 258 Witman, Walt 270 Wolfer, Lorena 53 Wolff, Federico 269 Wollen, Peter 16, 17 Woodrow, Wilson 134 Woods, Tiger 231 Wordworth, William 263 Wright, Frank Lloyd 158 Xelhunatzi, Tomihuatzi 141 Xenakis, Iannis 213 Xirau, Joaquín 42 Yadeum, Juan 150, 240 Yampolsky, Mariana 186, 263 Yáñez, Agustín 83 Yoldi, Óscar 176 Zabludovsky, Abraham 168 Zadkine, Ossip 273
Zaid, Gabriel 178 Zanabria, Rodolfo 53, 100, 101, 162, 166 Zapata, Emiliano 94 Zappa, Frank 252 Zárraga, Ángel 162 Zecca, Cristina 242 Zedillo, Ernesto 224 Zefirelli, Franco 74 Zenil, Nahum B. 52 Zepeda, Eraclio 159 Zertuche, Fuensanta 132 Ziff, Trisha 186 Zucca, Pierre 133 Zúñiga, Francisco 273
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agradecimientos Josué Ramírez Luis Ernesto Nava Fundación Cultural de la Ciudad de México, Ricardo Govela, Isaura Ruiz, Daniel Giménez Cacho, Pablo Moya Contador Zepeda Graciela Iturbide, Daniela Rossell, Miguel Ventura, Manuel Felguérez, Mercedes de Otezya, Helen Escobedo, Luis Ángel Aguilar Marco, Angélica García, Antonio Arango, Rury Fishelt, Francisco Taka Fernández, Jerónimo López Dr. Lakra Teresa Margolles, Humberto Spíndola, Ricardo Vinós, Margarita Pérez Rocha, David Hevia, Carlos Martínez Rentería Arianne Pellicer, James Metcalf, Ana Pellicer, Angélica García, Luis Enrique López, Take Images, Fondation Balthus, Philadelphia Museum of Modern Art, Lizzie Himmel, Time Life Magazine, Pedro Cervantes, Francisco Kochen, Javier Hinojosa, Mackee Gallery, CafePress.com, 20th Centruy Fox, worldnet.att.net/Al Hansen Estate, Peter Wintonick, Katerina Cizek, Charles Weigl / AK Press, Sean Carrillo
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crŽ ditos Dirección editorial : Rodrigo Fernández de Gortari Dirección de arte y diseño gráfico: Claudia Rodríguez Borja Diseño gráfico y formación: Claudia Wondratschke Formación y captura de correciones: Mariana Castillo Cotejo de textos: Rosa Vivanco Luis Ernesto Nava Buenfil Revisión de textos: Josué Ramírez Velásquez Rosa Vivanco Captura de textos: Sofía Sarabia Solis Retoque y calibración de imágenes: Luis Ángel Aguilar Marco / Lente 30-30
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Este libro se terminรณ de impirmir en enero de 2010 en Everbest Printing Company, Ltd. Hong Kong / China. Para su formaciรณn se utilizaron las familias tipogrรกficas American Typewriter, Vista Sans. El cuidado de impresiรณn estuvo a cargo de Rodrigo Fernรกndez de Gortari.
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