Gustavo gall y los borcegos al sol 2013 issuu

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ATENCIÓN: ESTA ES UNA MUESTRA DE 20 PAGINAS DE ESTA OBRA. LA TOTALIDAD DE LA OBRA ESTA COMPUESTA POR 2010 PAGINAS. MAS INFORMACIÓN SOBRE ESTE Y OTROS LIBROS DE GUSTAVO GALL EN:

www.gusgall.blogspot.com

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“…y los borcegos al sol”

Gustavo Gall

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© Los Tres Lobitos S.L., 2013 1ª edición Cod. Licencia Internacional: 1312199631132 Impreso en Argentina / Printed in Argentina Digitalizado por L.T.L / Reg. Int. de la Prop. Intelectual. A.R.Ress. LosTres Lobitos & Gustavo Gall copyright. 2013

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Dedicatoria: A mi hijo Alexander Gall y nuestras hermosas charlas por encima del océano y las distancias. // A mi madre, Rada, que es una bella persona con un alma brillante y de la que sigo aprendiendo cosas desde el día en que me dio la vida. // A los amigos-lectores que visitan mis blogs, mi pagina y que husmean para estar al día con las cosas nuevas que esté haciendo. // A los desactivadotes de bombas. Gus

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Índice Nota del Autor Sobre el fin de las aventuras y el miedo Asylum Los Googlóticos contra las rondas de mate Mamuschka Los Ring Rajeros Hinchapelotas y los Viejos Carcamanes El último hombre El arbol para pedir y las bolitas de Paraíso Cadena perpetua Deseo de morir Sueño La cultura Cuatro Olas Gotera La visualización y la Risa Botón El pez colorido Laberinto Algunas percepciones y el laberíntico jardín de las vanidades 7


Besos Shih Huang Ti Papeles Violencia adolescente Vida Cosmonauta Vecino Talk is cheap Vampiro Aparentar - Hacer o Ser Pócker El futuro anterior Mortales Preciosos perdedores Saltimbanquis ¿Querías desconectar un rato para descansar tu cerebro? ¡Ni hablar! Anecdotario Una niñera llamada Vivian Quiero matar a mi abuelo La misma vieja película Mi verdad Una ciudad Boluda La albañilería y el sentido de la vida ¿Quién sos? 8


Las dudas del mate 1 Nocturno Las dudas del mate 2 Las dudas del mate 3 Evidentes videntes Lucha La soledad Escribir Quo Vadis ♀ Castigo La actitud Tinelli y la runfla televisada en las pantallas argentinas… Cuando alguien se muere y nadie se entera Una mujer desnuda Danza Cósmica En el experimento de motivar la venganza El hechizo de los Rodríguez El arenero del patio del jardín de infantes El fin de los juegos y las Musas Pintarrajeadas Implotados II Procedimiento para aplastar una mosca La máquina de hacer pajaritos El bramido redentor 9


Los Dusicyons AS - Adalid Suburbano La felicidad Espejo difuso Visión La chica de la foto ¿Qué precio tiene tu alma? Posibilidades Las historias de Sindeltown La cartera (relato corto) El prejuicio de la casualidad

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Nota del Autor

Buscaba algún símbolo que correspondiera a este momento en el tiempo, en el que escribí y recopilé todas las piezas que componen este libro, para utilizarlo como ilustración de portada. Le daba vueltas y vueltas al tema ya que, es sabido, la imagen del estuche es conjuntamente importante en estos tiempos en los que la seducción de las cosas pasa a través del valor del primer impacto visual. Entonces, a razón de un libro que cayó en mis manos recientemente, redescubrí el significado de la palabra “iniciático”. Deduje que todo es “iniciático”, vale decir, todo lo que nos rodea puede adquirir un valor “iniciático”. Era una mañana soleada y estaba disparando unas fotos de mi perra Chloe mientras se sentaba sobre sus patas traseras y exhibía sus descomunales orejas de canguro, cuando, al darme la vuelta, vi aquellos borcegos colgados al sol, enganchados en la puerta reja que da al jardín. Para quienes son de fuera de la Argentina, la palabra “borcegos” es una deformación vulgar de “borceguíes” que son, originalmente, esos zapatos militares adaptados ahora para el uso común. Les hice un par de fotos y me gustaron. Y entonces decidí hacer unas cuantas más, desde diferentes 12


ángulos, para, finalmente, quedarme con la primera de las fotos, que fue la más indeliberada y la mejor lograda. Un par de borcegos al sol son un símbolo iniciático, del mismo modo que pueden serlo, para otros, las cartas del tarot, por ejemplo. Quiero decir que no tiene nada que ver con una supuesta “verdad” que transmita algo, sino por las proyecciones y asociaciones de ideas y reflexiones que ese algo despierta. Todo aquello que signifique algo, como símbolo, es indefectiblemente iniciático. Los borcegos de la fotografía de portada significan para mí muchas cosas... Han andado muchos caminos y se han posado a reposar muchísimas veces desde que yo los tengo vistos. No son míos, debo aclarar, pero la persona que los usa formó parte del colage que componía un momento en mi vida, y entre tantas idas y venidas, entre tanto caminar, cambiar, modificar, rotar, subir, bajar, estar, no estar, padecer y disfrutar, esos borcegos siempre estuvieron ahí. Yo pensé... “Tantas palabras escritas, tantas correcciones y rompederos de cabeza. Tantas dudas y decisiones. Tantas elecciones y mientras tanto... los borcegos descansando al sol”. Esta es una idea metafórica, y como toda idea metafórica es hija de una caprichosa relación mental. El germen de esta asociación de ideas se despierta a través del carácter iniciático de la imagen. Resulta que hay signos y acepciones en todas las cosas que nos rodean, pero los hay solamente si nosotros se los damos. Estos borcegos, para mí, representan el camino andado. Descansan al sol como haciendo un alto en el camino y están ahí, esperando a que yo los descubriera. Estuvieron ahí

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todo el tiempo como aguardando a que yo les diera una identidad reveladora. A lo que voy... Si el mundo en el que vivimos tiene algún sentido, es solamente porque el hombre se lo da. Las cosas son lo que son, pero el hombre es “posibilidad”. En ese aspecto, este libro es solamente una reunión de palabras que conforman frases. Escribir es “proyección”, pero el lector activa su eventual significado al leerlo. Luego: “el lector escribe todo libro”. Con respecto a los microcuentos: Desde que edité el audiolibro “Instrucciones para desactivar la bomba”, correspondiente a mi Taller de Escritura Creativa, muchos amigos lectores se han mostrado interesados en la escritura de microcuentos. El microcuento, como el chiste, como el proverbio, la sentencia, los dichos populares, etc etc, cuyo medio de manifestación y transmisión, era, hasta no hace mucho, oral, se ha reivindicado notablemente en los últimos años. Del microcuento, lo atrapante, es su poder sintáctico. Contar con pocas palabras y resolver rápidamente el remate de una historia, es su particular característica. En estos tiempos en los que la lectura a través de dispositivos electrónicos, demanda brevedad y laconismo, este género encaja a la perfección. La lectura de una novela o de un relato largo a través de una pantalla es incómoda y agota al lector. Es diferente a la 14


lectura en papel, obviamente. Se ha comprobado que hasta las 250 y 300 palabras, el lector cibernético, puede mantener su capacidad de atención, y el microcuento no suele extenderse de ese número. El microcuento es una narración concisa y precisa, es decir: es un verdadero extracto, no en el sentido de “resumen” sino de “esencia”, que se focaliza en lo central de una idea, sin adornos ni detalles que aparten su atención de esta. Me referí mucho sobre este genero en mi audiolibro y fue una fuente de motivación para muchos escritores muy ocurrentes y creativos. Por ese motivo, y a pedido de mis amigos del Taller de Escritura Creativa, decidí agregar en este libro algunos de los microcuentos que escribí últimamente. A lo largo de los últimos dos años me encontré con que muchos de estos microcuentos me fueron robados de diferentes páginas en Internet y algunas revistas se han apropiado de ellos sin mencionar mi autoría. Pues, ¿saben qué? no me importa... Debo confesar que en un principio no me cayó nada bien, pero luego, al razonar lo que dije antes de la divulgación oral de los chistes y proverbios, acabé considerando que: de igual modo se habrán indignado alguna vez sus autores, a quienes cómodamente y aireádamente llamamos “anónimos” y en realidad, su obra se ha divulgado más que cualquier pieza creativa, citándose en fiestas, reuniones y velorios. Si en definitivas es la creación lo que nos queda, no sus creativos. En su defecto que se los metan donde les quepan. Entre notas, artículos y pensamientos de filosofía en pantuflas, los queridos desactivadotes de bombas se tropezarán con algunos de mis microcuentos. Ojalá les gusten. // Gus. Gus. 15


“Conectábamos en perfecta armonía. Nos bastaba imaginar la infelicidad para ser infelices”

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Sobre el fin de las aventuras y el miedo “Conocí a una chica que era muy infeliz porque se sentía fea. Recurrió a todos los métodos estéticos posibles para ponerse linda, se esforzó, hizo ejercicios hasta adquirir el cuerpo deseado y se instruyó lo suficiente como para abandonar su valle de ignorancia. Ahora se siente muy desdichada porque es demasiado hermosa e inteligente y entonces los tipos ni se le acercan”. Vivimos cercados de prevenciones. Casi todas las cosas de las que nos rodeamos nos previenen de algo. Desde una simple manta que nos elude de padecer frío, hasta los fármacos que nos soslayan de enfermedades. Hay, alrededor nuestro, todo un entramado emotivo y tecnológico que nos evita y resguarda de puntualizados padecimientos encriptados en el miedo colectivo. A nuestra cultura no le gustan las sorpresas, en rigor, pero a la vez le fascinan las sorpresas. Las películas que consumimos, los libros, los videojuegos, las historias que más nos atrapan, están cargadas de sorpresas. Digamos que es el punto central de nuestra fascinación. ¿Porqué? Pues porque nos fascinan las aventuras. No existe una aventura sin sorpresas. Para que haya una aventura tienen que suceder eventos inesperados. Lo aventurado es eso... es lo expuesto, lo fortuito, lo incierto, lo sorpresivo. La seguridad es su antónimo. Las historias de amor más apasionantes de la literatura universal se fundamentan en la inseguridad, y es por eso que ya no suceden historias de amor apasionantes. Nadie tiene que salvar doncellas de peligros insospechados, ni 17


confrontarse con casuales osadías para convertirse en un campeón. Somos seres humanos amortiguados. Y nos preservamos de casi todo por miedo a sufrir. Pero resulta que el miedo es siempre una proyección de futuro. No le tenemos miedo a cosas que ya pasaron, en todo caso, advertidos por las consecuencias, le tenemos miedo a que vuelvan a pasar en el futuro. El miedo no es algo real. Existe solamente en el mundo de nuestros pensamientos y es un producto de nuestra imaginación. Por eso, si lo enfocamos bien, comprendemos que le tenemos miedo a cosas que no existen y que probablemente nunca existan. Esas cosas no están ahora, en el presente. El peligro en cambio, sí es real, pero el miedo no. Es un disparador de advertencia que puede tutelarnos y hasta paralizarnos. Y si lo racionalizamos cuidadosamente podemos llegar a descubrir que el miedo es una elección. No digo que esté mal... No digo que esté bien... Solo pensaba en esto y me preguntaba: “¿Cuántas cosas me estaré perdiendo a causa de que mi encanto por las aventuras esté circunscrito y subordinado por una alambrada electrificada de prejuicios y temores provenientes del reflejo del angustioso espejo colectivo?” “¿Cuántas vidas han quedado prescritas por la elección de una sola vida segura?”

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El prejuicio de la casualidad Volviendo al asunto inicial... Este libro comenzó hablando del miedo, de ese extraño mecanismo no-real, que solo existe en nuestros pensamientos. Todos los animales de este planeta compartimos una característica común y es la resistencia al cambio y la novedad. Paradójicamente no podríamos vivir sin esa chispa a la que llamamos “curiosidad”. Nada nos sucedería en esta vida sin la curiosidad, nada encontraríamos, nada podríamos procurarnos, no nos superaríamos ni podríamos progresar en nada. Los avances tecnológicos nos obligan a adaptarnos a los cambios y constante evolución. St implica un proceso mental importante y la idea atenta contra las convicciones emotivas que venimos arrastrando por herencia. Equívocamente creemos que esas convicciones son verdades, sin pensar que nada es verdad absoluta y que esas convicciones son 19


producto de largos procesos empíricos de cambios que, a su vez, reclaman cambios. La gran diferencia de los humanos con el resto de las especies es que podemos cambiar y elegir, a pesar de la resistencia, y, a duras penas, acabamos aceptando los cambios contundentes. Las adorables convicciones por herencia son cómodas, pero flaquean y se degradan poco a poco. Y es que en el fondo nos vamos a morir y sabemos que nos vamos a morir. No lo aceptamos pero sabemos que es una ley inapelable, por tanto es una negación absurda. Nuestras sociedades se han venido preparando con mucho empeño a distraernos, a hacernos vivir lo suficientemente entretenidos, apartados y distraídos de la muerte. “Entretenidos hasta la muerte”, reza el título de un ensayo sobre la evolución e influencia de la televisión sobre la raza humana, de Neil Postman. Muchas veces cito ese libro porque me gusta mucho. En todas las cosas sucede que vemos lo que queremos ver. Nuestra percepción visual y mental de las cosas solo activa los mecanismos de la costumbre y la experiencia. Si algo escapa de esa línea o ese rasgo, sentimos rechazo. Hace unos cuantos años atrás yo trabajaba como profesor de lectoescritura para niños autistas. Era un trabajo absolutamente frustrante que no me dejó más que algunos salarios al mes y un par de aprendizajes. Uno de los rasgos que más me llamaban la atención del comportamiento de la mente autista era su modo de observación. Cuando yo escribía una palabra, por ejemplo, y pedía atención, el autista no atendía primeramente al sentido del 20


código de esa unión de letras conformando una palabra , sino al entorno de la misma. Reparaba en los detalles más insólitos... en el papel, en la postura de mis dedos sujetando el bolígrafo, en la punta del bolígrafo y el modo en que su mecanismo la nutría de tinta constantemente para que yo escribiera... en los movimientos que iban dándole forma a los garabatos de cada letra, las curvaturas de su trazo, y finalmente la unión de esas vocales y consonantes que creaban la palabra escrita. Yo me daba cuenta que reparaban en todos esos detalles. Nosotros, los que no padecemos autismo, no reparamos en detalles de ese modo, y está muy bien porque si lo hiciéramos perderíamos efectividad y practicidad. La conducta mecánica de la repetición nos hace ver el conjunto, el esquema o la idea, que ya se tiene preestablecida de todas las cosas. Este comportamiento nos ha vuelto productivos y prácticos, y es muy eficiente en algunos aspectos mientras que en otros no lo es para nada. Si nos comportáramos como los autistas de mi aula entonces el mundo no avanzaría nunca. De hecho, mis alumnos no avanzaban nunca, o al menos no lo hacían del modo en que yo esperaba. Por eso digo que era un trabajo absolutamente frustrante. Pero, en algunos aspectos, insisto, esta practicidad esquemática nos juega en contra. Por ejemplo ante el peligro y el disparador del miedo, y por ejemplo también ante la idea de la muerte. La angustia de la muerte nos asecha y nos paraliza porque solo vemos el cadáver (el residuo de la muerte) y la noanimación del cuerpo. No aceptamos “no-ser” , no 21


movernos, no reaccionar, no estar, y como es un factor inquietante y desconocido le plantamos rechazo. El mundo invisible no entra en nuestros conceptos, porque altera ese mecanismo visual con el que lo racionalizamos todo. Sin embargo (como escribí en otra nota dentro de este mismo libro) la mayor parte de nuestras vidas se fundamenta en lo invisible. En los pensamientos, en los sentimientos, en los afectos, en todo lo que nos sucede privadamente, en nuestras percepciones... Todo eso es tan “invisible” como la posibilidad de que un alma, esa chispa vital que somos, se desprenda de su elemento de manifestación en el mundo material, el cuerpo. Pero solo vemos el cadáver inerte. Solo vemos el árbol, no el bosque. Sospecho yo, desde mi ignorancia y mis deseos, que la fórmula consiste en “trascender lo aparente”. Tratar de ampliarnos y apreciar el mapa de interconexiones de todo lo que nos rodea en el Universo. Creo que la felicidad y la realización depende de la integración mas allá de los puntos del mapa inicial aparente que presentan todas las cosas.

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