La vida Novelesca y Accidentada de Rodolfo Valdez El Gitano Portada: Rodolfo Valdez EL GITANO Montado en caballo Página siguiente, foto del Gobernador Rodolfo T. Loaiza Asesinado Página siguiente Foto de Rodolfo Valdez (a) EL GITANO. Pie: Valiente hasta la temeridad. Caritativo con los pobres, altivo con los déspotas.
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LA VIDA ACCIDENTADA Y NOVELESCA DE RODOLFO VALDEZ ‘EL GITANO’
Este libro no lleva pretensiones literarias ni de compendio histórico y es sólo una narración, escueta, de algunos pasajes de la vida de “El Gitano”, de triste celebridad en los últimos tiempos y tiende a desvirtuar el equivocado concepto que de él se ha formado la generalidad en el exterior, aún en el propio país. Es propiedad del autor quien suplica a quienes lo lean, no prestarlo, si les agrada, porque con ello lesionarán mis intereses.
Previo convenio con el autor, puede reproducirlo quien guste.
MAZATLÁN, Sin., Septiembre de 1949. Impreso en los talleres, de la Editora EL CORREO DE LA TARDE
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ORIENTACION Amable lector, gentil lectorcita: La obra que tienes en tus manos es una relación exacta hasta donde es posible, de uno de los movimientos político-sociales más nefastos para Sinaloa: La pugna agrodorada por la posesión de tierras emanadas de la Ley de Dotación Ejidal, pugna que dio márgenes a crímenes y asesinatos, hechos heroicos, ignorados, lucha intensa por la supremacía de un partido y corruptela final de ideas y principios. Los personajes que pasan por tu vista —prepárate a percibir y captar escenas dolorosas y crueles— son o fueron tal y como se describen. Conocí a la mayoría de ellos y presencié muchos de los cuadros de horror que aquí se relatan y que indudablemente sublevarse tu sensibilidad. Hay situaciones en que, forzosamente, se tiene que recurrir al subterfugio, asignando a determinados personajes otra identidad ú otros nombres, pero en el curso de la narración, tu natural y ágil espíritu de análisis, te hará reconocer ampliamente al personaje verdadero. La pugna agro-dorada, prácticamente convirtió a la Región Sur de Sinaloa, en un basto panteón, donde los labriegos, de uno y otro bando, caían abatidos diariamente en carracas o encuentros formales, sin excluirse de ello a los elementos del ejército, de los que también llegaron a ser abatidos por compañías enteras, como en la sangrienta acción de La Palma, donde fue abatido el pundonoroso y valiente coronel Salustio Lima Colotla junto con sus soldados. Conviene tomar en cuenta para mayor comprensión de esta narración, que los dos bandos en pugna tenían sus características. Mientras los “Dorados”, o sea el grupo en que militaban los “Pequeños Agricultores” sean aquellos a quienes se había despojado de sus tierras, se llamaban entre sí “Compañeros”, el bando opuesto o sea los Agraristas se daban el tratamiento de “Camaradas”. Asimismo e imitando a su Jefe Supremo don Silvano Pérez Ramos y después de Manuel Sandoval “El Culichi”, los dorados siempre usaron —y usan en la actualidad— zapatos de resorte, distinguiéndose así de los agraristas que no los usaban. Las armas preferidas de ambos bandos sin excepción, fue la pistola 38 “Súper”, sin que por ello desdeñaran la “45” y la 38 especial.
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Hubo entre ellos tiradores de primera fuerza que sin duda habrían batido todos los récords en cualquier evento de tiro nacional o internacional, pero por desgracia, esta habilidad la utilizaron siempre para abatir a sus semejantes. Durante el periodo más álgido de esta pugna, de 1938 a 1943, no faltó un solo día sin que cayeran abatidos de uno a diez campesinos (diariamente). Sin ser precisamente un emporio agrícola, antes de iniciarse la pugna, Sinaloa, y especialmente la región Sur, se orgullecía de sus hombres del campo, de lo ubérrimo de sus cosechas y del gran incremento que tenía la agricultura y la ganadería. Los pueblos, desde Concordia hasta el Río de La Bayona o La Concha, estaban circundados por campos cuidadosamente cultivados, de mugientes hatos y por doquier se escuchaba el reivindicador himno al trabajo. No había preeminencias y todo era paz y tranquilidad. En la actualidad, aun cuando ya la situación tiende a normalizarse, todavía quedan considerables extensiones de fértiles terrenos labrantíos, antes en producción, abandonados, y convertidos en áridos eriales. De toda aquella amalgama que se arrojó al crisol del movimiento agrario de la Región Sur surgieron connotados dirigentes, cabecillas de grupo que se fueron aniquilando después unos a otros o bien, abatiéndose en emboscadas y asaltos. De uno y otro bando hubo hombres de gran valor que consumaban actos rayanos en la temeridad, así como otros que no vacilaron en cometer los más horribles crímenes. Entre todos estos elementos se destacó Rodolfo Valdez (a) “El Gitano”, que ha llegado a convertirse en personaje de leyenda y cuya evasión está cubierta con el velo impenetrable del misterio. En ocasiones, combatí con gran energía los crímenes de Valdez, en aquellos agitados días en que andaba suelto y le daba lo mismo matar a uno o dos hombres que a una bestia. Por dos veces, una en La Estratósfera, entonces propiedad del señor Carlos Barba y otra en el Restaurant Oriental, durante un banquete que se ofreció al Coronel Rodolfo T. Loaiza, me llamó la atención sobre estos ataques, pidiendo una rectificación que nunca hice. Sin embargo, fui también el primero en defenderlo cuando ya prisionero algunos señores de la prensa se ensañaron con él advirtiéndoles que esos ataques deberían habérsele hecho cuando se encontraba libre y podía defenderse de la única manera que él sabía: Con un balazo. Me hizo sus confidencias en la prisión y narró varios hechos que eran para mi ignorados, de los que tomé nota para darles publicidad contando con su aprobación. 4
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En el curso de esta relación y para dar fondo a la misma, se intercalan algunos personales, no propiamente ficticios, sino metamorfoseados y cuyos hechos fueron realidad y tienen cierto interés pero están desvinculados en cierto modo de las hazañas del personaje principal. Por último, quiero hacer la advertencia de que esta obra no lleva las pretensiones de un documento histórico. Puede tener fallos y lagunas que me fue imposible franquear y ello es razonable. Desafío a quien quiera que sea a hacer una narración exacta del movimiento agrario de la Región Sur de Sinaloa y de la misma vida de Valdez, sin tener errores. Poseo amplia documentación y presencié no pocos de los actos consumados por uno y otro bando y sin embargo, no podría asegurar que sé toda la verdad. Dejo pues a personas más capacitadas el hacer la historia de este movimiento y ojalá que los datos que aquí aporto sean de utilidad para los historiadores o escritores que me sucedan. La verdadera finalidad de esta obrita es la de colocar en su justo lugar a Rodolfo Valdez, del que en el exterior del Estado se han formado un concepto equivocado, sea por maledicencia o por injusticia. De lo que es o haya podido ser, dejo a mis lectores establezcan sus propias conclusiones y en este acuerdo, analizaremos juntos el relato que sigue a continuación. Pero sí sería mi aspiración suprema que estos cuadros dantescos de horror y de tragedia que describo, no con el colorido exacto sino más bien con palidez imposible de plasmar la realidad, sirvan para enmendar un error que costó millares de vidas. El error de la dotación ejidal y de la Legislación Agraria que, si bien puede ser muy útil a la economía de la Nación, hasta ahora ha sido un fracaso y el más poderoso factor para sostener la caótica y difícil situación prevaleciente. La región sur se inundó en sangre campesina y creo llegado el tiempo de que estos sacrificios fructifiquen y cristalicen en la realización de un ideal, deponiéndose odios y rencores al entregar a cada uno lo que legítimamente le corresponde.
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POR el camino de Agua Caliente, una tarde estival, venía un grupo de jinetes encabezados por un joven de agradable presencia, con ese aire bravío y retador de los labriegos de la región Sur de Sinaloa. Portaba este joven al cinto una magnífica pistola 38 “Súper”, con cachas cinceladas y montaba un brioso corcel de bella estampa que obedecía las bridas con alegría y a trechos, caracoleaba atravesándose en el camino. Su jinete era de tez bronceada, de mirada aguileña muy viva y llevaba al cuello un paliacate rojo. Usaba zapatos de resorte y chamarra de cuero. Sus compañeros usaban también paliacate pero su indumentaria era diversa. Todos portaban sombreros “guaymeños” y sólo dos, de los llamados “de recargue”, con vistosas toquillas. Una partida federal que se encontraba en Santa Fe, las aguas termales de Agua Caliente, al escuchar el tropel de la caballada, se puso alerta. Por la región cometían frecuentes depredaciones “los del monte” y bien pudiera ser que el grupo que se acercaba fuera uno de ellos. Al llegar a lo alto de la última colina antes de Santa Fe, el joven hizo significativa seña a sus compañeros, las armas desaparecieron como por encanto de la cintura de quienes las portaban, y en el estival atardecer, que ya alcanzaba las sombras de la noche, se escuchó un cántico con voz varonil maravillosamente bien timbrada. Soy peón caminero que rompe la tierra que rompe la tierra, buscando un amor, a mi no me importa tirar el dinero para qué lo quiero si siento un dolor. Por los campos voy cantando mi triste canción por los campos voy buscando el amor que perdí Soy peón caminero que rompe la tierra caminero, caminero que busca un amor.
El jefe de la partida federal se tranquilizó en el acto. Eran —en su concepto— trabajadores de caminos que se trasladaban otro campamento y los vio pasar por Santa Fe con cierta alegría no exenta de envidia. Ellos podían transitar libremente por doquier en tanto que él esclavo de la disciplina, tenía que permanecer donde el deber lo llevara y quizá agredir a los suyos. VILLA UNIÓN, el legendario Presidio, se encontraba entonces en una época de auge. Las zafras de El Roble y de El Walamo habían sido abundantes y las cosechas en la región espléndidas. La fábrica de Hilados redoblaba sus actividades y el dinero circulaba con profusión en cantidades fantásticas. Estaban aún recientes las fiestas septembrinas y la alegría de los lugareños siempre dispuestos al fandango, tenía amplio margan para manifestarse. 6
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El cobertizo era el punto de reunión de jóvenes y muchachas, organizándose rumbosos bailes que terminaban las más de las veces en sangrientas tragedias: No faltaban choques entre “alzados o del monte” y agraristas. El joven que viéramos pasar entonando la más popular de las canciones regionales pasó por el panteón del poblado y enfiló con su grupo por la calle principal hasta llegar al Cobertizo, ubicado al costado del oriente del Mercado. Con rápida mirada examinó a todos los ahí presentes y luego dirigiéndose a sus compañeros, manifestó: “No está aquí; vamos a la cantina”. La cantina, propiedad de Homobono, se encontraba frente al cobertizo y hasta allí se dirigió el grupo. El joven bajó de su caballo, con gran soltura dio las bridas a su asistente, los demás compañeros se colocaron estratégicamente a un lado de las puertas y el joven penetró al interior. Cerca de la barra, despartiendo amorosamente con bella jovencita, se encontraba un campesino de imponente aun cuando un tanto repulsiva presencia, que al ver entrar al desconocido, se apartó rápidamente de la muchacha e hizo ademán de desenfundar la pistola. El joven le tenía ya cubierto con su arma y cogiéndole de un brazo, le dijo: “Vengo a que liquidemos aquella cuentecita que tienes pendiente con mi jefe y vengo mandado por éste; conque, camínale”. Salieron a la calle y habrían caminado unos cuantos metros, cuando una mujer lanzó un agudo chillido exclamando: ¡Cielos, este es “El Payo” y va a matar a “El Chicote”, Simultáneamente se escucharon tres detonaciones y el labriego girando sobre sí mismo sacó la pistola e hizo un disparo sin rumbo fijo, rompiendo una olla en que una “luchona” vendía ese sabroso e inimitable pozole que sólo las mujeres de Villa Unión saben hacer, cayendo al suelo la propietaria desmayada. El joven, seguido de sus hombres, salió por el camino a Concordia, pero torció la dirección y cortando monte o tomando atajos regresó al camino de Agua Caliente. Mientras esto ocurría, en Villa Unión todo era desconcierto: carreras de los vecinos, llamadas a la policía, al destacamento federal, llantos en torno a un cadáver y la brisa nocturna, del rumbo de Santa Fe, traía las notas de la tonadilla de moda: Soy peón caminero… Cerca de las 12 de la noche, el joven Pablo Osuna (a) “El Payo”, obedeció el “alto” que le hizo un vigilante al llegar a la cúspide de la Cuesta de Agua Caliente, dio la contraseña y pasó a la población presentándose ante un hombre de buena estatura y agradable presencia. Vestía cachiruleada chamarra y pantalón de fina tela y llevaba al cinto una magnífica pistola 38 “súper”, sobre cuya empuñadura tenía la diestra. Era de viva mirada, ceja densamente poblada, castaña y casi tirando a obscuro lo mismo que su cabellera, blando de tez y de mirada dominadora ofreciendo toda su persona una im7
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presión de dominio que hacía perder la serenidad, algo como si se presintiera tener delante un peligro latente, efectivo y real. A su alrededor había otros muchos sujetos todos bien armados, destacándose entre ellos uno que le contemplaba con arrobamiento, con esa expresión humilde y servil del perro que ve al amo y que está dispuesto a dejarse matar por él. Contemplaba al Jefe con una especie de idolatría, cuando el joven pronunció la frase que el “jefe” ya esperaba: Jefe, la orden está cumplida y “El Chicote” no es ya de este mundo. Todo salió bien. Aquel jefe, de unos 22 años de edad, era RODOLFO VALDEZ “El Gitano”. INFANCIA DE “EL GITANO” EN el capítulo anterior acaban de presenciar mis lectores con rudo realismo uno de los centenares de asesinatos que, por propia iniciativa o por mandato ajeno, por venganzas o por el prurito de matar, por sí mismo o por medio de sus secuaces, consumó “El Gitano” en su accidentada vida. Entendía la justicia a su manera y para él sus actos estaban apegados a la más severa moralidad, alternando lo mismo un asesinato colectivo con el donativo de toda una cosecha para los indigentes y gente pobre de sus dominios, que raptando una muchacha a la fuerza para castigar después con la muerte a quien ultrajaba a una mujer casada. Pero volvamos a la narración, hacia nuestro personaje principal. Rodolfo Valdez (a) “El Gitano” nació en Agua Caliente de Gárate, del Municipio de Concordia y Estado de Sinaloa, en los agitados días de la revolución o sea en el año 1912, siendo sus padres el señor Rodolfo Valdez y la señora María Guadalupe Valdez, prima hermana del primero, por lo que “El Gitano”, como ocurre en muchas familias en Sinaloa ostentaba el apellido materno y paterno siendo pues su nombre el de Rodolfo Valdez Valdez. Toda su infancia y juventud y la mayor parte de su vida la pasó en aquel lugar, por lo que la región le era familiar y bien conocida; no tenían para él secretos los cerros de los alrededores, que conocía al dedillo y a los pocos años era ya conocido en los pueblos más importantes de aquella jurisdicción, como son los de Las Higueras, Huajote, Potrerillos, Villa Unión, etc. Desde muy chico puso en manifiesto sus instintos pendencieros y su natural discolería, sintiendo una especie de morboso placer en hacer sufrir a sus semejantes y a los animales y en cambio, tenía rasgos de humanitarismo que le hacía reñir con el tendero que daba la mercancía un poco más cara a una persona pobre y en Agua Caliente lo son casi todos. Pocos rasgos se conocen de su infancia ya que nadie se preocupó de él hasta que se hizo famoso durante la pugna agro-dorada, pero sí hay algunos muy significativos.
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Provista de un tirador de ligas (resortera), en cuyo manejo nunca tuvo rival, se apostaba entre el ramaje de frondoso tamarindo que había cerca de su casa y de allí, ejercitaba con las mujeres y muchachas que iban a traer agua al pozo público. Al principio, se creyó que había por allí fantasmas, duendes o algo parecido, pero no faltó al cabo de algunos días, quién lo localizara entre el follaje, valiéndole sus diabluras la primer azotaina seria de su vida. Las mujeres no se explicaban cómo se les caían o rompía el cacharro en sus cabezas, hasta que se descubrió al infalible tirador. De carácter dominante y altivo, poseía el don de mando y pronto se hizo jefe de todos los chicos de Agua Caliente, muchos de los cuales le acompañaron después en sus peligrosas aventuras y dieron su vida al estar a su lado. Así como fue diestro para el manejo del tirador, lo fue después con las armas, especialmente la pistola. Pero de cómo aprendió a tirar y hacer blanco en diferentes ángulos, merece un capítulo aparte. “LA GITANA” A la entrada de Agua Caliente se encuentra un promontorio formado con piedras y una cruz, a la que los vecinos del lugar llevan ofrendas florales el Día de Finados y a la que se denomina “La cruz de El Canario”. Este símbolo tiene su historia y está estrechamente ligado con la del personaje que nos ocupa puesto que la principal protagonista de este capítulo, Margarita Valdez, “La Gitana”, fue la que dio su sobrenombre y adiestró en el manejo de las armas a Rodolfo Valdez (a) “El Gitano”, curtiendo también su corazón en contra de sentimentalismos y emociones. Agua Caliente en las postrimerías de la Revolución y cuando se perfilaba la paz, festejaba con ardor religioso la fiesta de La Candelaria. En la plazuelita se habían erigido muchas enramadas en las que los conjuntos musicales de la región encabezados por la popular banda de Tepuxta, famosa desde hace años, ejecutaban las composiciones más gustadas de los labriegos. En el atrio de la pequeña iglesia, adornado y limpio como una patena, los matachines bordaban en las cadencias de sus ritmos ancestrales maravillas polícromas de fantásticos arabescos. En la entrada principal, la banda de Tepuxta, con ese gusto único de la música sinaloense, ejecutaba “El Niño Perdido” y cuando “El Niño” lanzaba sus últimos acordes de su clarín, hizo irrupción a todo el correr de su caballo una esbelta amazona, disparando a diestra y siniestra pistolas de repetición Smith and Wetson. Rayó el caballo junto a los músicos y con autoritaria voz ordenó: “Vienen El Quelite y las de Heraclio Bernal”. 9
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Los disparos no causaron escándalo ni alboroto alguno, todo lo contrario, los lugareños, como si sólo aquella señal esperaran, sacaron sus armas y momentos después aquello era un infernal concierto de tiros, imprecaciones y vivas. Al ver a la amazona, los labriegos se concretaron a decir: Es “La Gitana”. Margarita Valdez (a) “La Gitana”, tía del que después habría de hacer famoso su apodo, era una mujer de extraordinaria hermosura y daba la impresión de ser una verdadera gitana, pues tanto su tez como sus rasgos fisonómicos la hacía aparecer como un perfecto ejemplar femenino de la nómada raza. Sus ojos negros aterciopelados, sus cejas negras espesas y arqueadas, su boquita sensual, breve y de labios finísimos, su abundante cabellera y su cuerpo escultral, daban la impresión de tener ante sí a un ser irreal, intangible, delicadamente frágil y adorable. Cuando entornaba los ojos, y suspirando profundamente regalaba una de aquellas sus sonrisas, el hombre a que se dirigía quedaba para siempre subyugado a su voluntad. Desde pequeño se hizo cargo de Valdez, a quien sus padres reprendían con más frecuencia de la necesaria por sus continuas diabluras y fue con ella con quien aprendió todo lo que más tarde habría de hacer el primer pistolero, y el más cauteloso y marrullero de todos ellos, en la Región Sur. APRENDIZAJE DOLOROSO La primera enseñanza que Margarita dio a “El Gitano” fue la de la equitación. Bajo la apariencia de un etéreo querube, de la mujer frágil y adorable, ocultaba una firmeza de acero y un corazón irreductible e insensible al dolor de sus semejantes, al amor, y a otro sentimiento que no fuera la propia satisfacción de sus caprichos. Margarita montaba a caballo como un centauro, usaba pantaloneras o la falda sujeta al estilo zuavo. Gustaba mucho jugar al billar y con frecuencia, su pistola, en cuyo manejo no tenía rival, le hacía obtener el triunfo. También fumaba cigarros puros con delectación y hacía sus labores de campo sin ayuda masculina alguna, conduciendo lo mismo el arado que una carreta o bien, haciendo labores de pizca, etc. Para Rodolfo Valdez fue cosa fácil, después de algunas dolorosas caídas que su tía premiaba con algunos cuantos varejonazos, aprender a dominar y montar potros brutos, jinetear reses, enlazarlas y hacer todas las labores del campo. Andando el tiempo en una ocasión, dos caminantes venían de El Mineral de El Rosario, escucharon agria discusión y luego unos disparos viendo volar un sombrero por encima de unos matorrales. Eran Valdez y su tía que disputaban acerca de cómo se debe disparar a una persona en la cabeza con rapidez sin fallar y la bella señora, con toda dulzura y candor femeninos, puso un 10
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ejemplo práctico a su sobrino volándole de la cabeza el sombrero mediante dos disparos que hizo con la celeridad de un relámpago. Ya cuando Valdez supo manejar bien la pistola, su infatigable y hermosa tía le enseñó a disparar llevando el caballo a todo correr, eligiendo como blanco determinados postes de una cerca. Fue así como “El Gitano” adquirió su admirable puntería o mejor dicho, habilidad en el manejo de la pistola, pudiendo hacer blancos con precisión maravillosa a considerables distancias sin fallar, fueran las veces que fueran las que disparara. Margarita, por el hecho de que el muchacho se criara con ella, le tenía gran estimación y le llevaba por doquier y de aquí que, insensiblemente, su mote “La Gitana” le fuera pasando al chico, hasta que llegó a ser conocido, más que por su nombre, por el de “El Gitano”. He aquí pues el verdadero origen del mote de “El Gitano”, que es mexicano por los cuatro costados y al que muchos fuera de Sinaloa y aun en el mismo Estado, consideran como descendiente de algún miembro de exótica y nómada raza. LECCIÓN SANGRIENTA MUERTE DE “EL CANARIO” LA GITANA tenía muchos pretendientes y en más de una ocasión, disolvió a tiros el grupo de música con que algún enamorado galán le había llevado serenatas. Entre éstos se destacó por su fastuosidad uno llamado Alejandro Gárate (a) “El Canario”, que poseía muy bien timbrada voz y que estaba perdidamente enamorado de élla. El asedio fue contínuo, insinuaciones en las serenatas pueblerinas de las plazuelitas, en las Fiestas de la Virgen de El Rosario, en las de Concordia y Villa Unión y al fin, un día, repentinamente y cuando menos lo esperaba, recibió no solo el sí, sino también a la persona objeto de sus anhelos. “La Gitana”, simplificando las cosas, se presentó ante él y le dijo: “Aquí estoy, pero no te vayas a engreír mucho, cuando me enfade, te dejo o te mato, porque mis favores, mi atención, cuestan muy caros. “Si has de dejarme una vez siendo mía, mátame mejor”, dijo él. “De acuerdo”, contestó élla. Desde entonces, para “El Canario” la vida fue placentera y feliz, tenía la mujer más bella de la región a la que nadie había podido llegar, la inconquistable y bella esquiva. Ignoraba que la temible petición que hiciera a su tentadora amante, se cumpliera inexorablemente. “El Canario” un día, dijo a su amante que iría a Villa Unión al arreglo de un asunto y pidió se le entregara algún dinero para el viaje. “Yo te lo daré”, dijo “La Gitana”. “La Gitana” fue a reunirse con su nuevo amante y a tiempo oportuno salieron al camino de Villa Unión y esperaron a “El Canario” a unos cuantos kilómetros delante de Santa Fe. 11
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Cuando el infortunado llegó donde estaban éllos arreando sus burritos, élla lo detuvo diciéndole: “Lo dicho, cumplido, voy a matarte como lo pediste pero voy a darte lo que quieras; con cinco tienes, ¿verdad? Sin comprender lo que pasaba contestó que sí y continuó caminando, pero antes de que se apagara el eco de su voz había recibido por la espalda tres proyectiles que lo hicieron caer redondo. Luego, imperativamente ordenó a su amante: “Ahora dale los que le faltan”. --Pero yo… comentó el otro. Una descarga a sus pies le hizo decidirse. Luego, con unciosidad, después de apartarle la hirsuta cabellera de la frente, depositó en ella un beso frío y sin calor, mientras que en la mano, con maternal delicadeza, colocó en ella un billete de cinco pesos. Tras de un matorral, con los ojos desmesuradamente abiertos, al contemplar aquella dantesca y macabra escena, salió un chicuelo que acercándose a nuestros personajes exclamó: “Ya se lo echaron, tía, le daré mi parte”. Y disparó al cuerpo, ya inerte, la carga de su pistola. Desde entonces por el camino viejo, antes de llegar a Santa Fe, la devoción cristiana pueblerina levantó un tumulto de piedras y colocó sobre él una rústica cruz, que a la fecha existe y que se llama “La Cruz del Canario”. ASCENDENCIA CRIMINAL HEMOS visto cómo desde su tierna edad “El Gitano”, ya mostraba su sanguinarismo y antes de seguir adelante, haremos referencia a sus antecesores. El chico traía en la sangre, como herencia maldita, el instinto feroz del que mata por el gusto de matar. Rodolfillo era nieto en línea directa por parte materna del famoso bandolero que por muchos años fue el terror de los municipios de Concordia y El Rosario, Fortino Valdez. Fortino vivía de cometer robos, depredaciones, asaltando a las conductas y cometiendo asesinatos por cualquier causa. Poseía rara habilidad para burlar las persecuciones y otra más notable: La de saltar cualesquiera cerca por alta y difícil que estuviera, lo que le favoreció siempre, impidiendo a sus perseguidores que le pusieran la mano encima. Con su maleta al hombro, su moral y su rifle, se le veía cruzar los llanos o subir escarpadas cuestas, caminando casi siempre protegido por las sombras de la noche. En una ocasión fue detenido por el Síndico de Agua Caliente, Luis del Corral, durante una fiesta que se celebraba en Malpica, atándolo a un poste de donde nunca lo puso en libertad, puesto que durante el festival, el Síndico fue asesinado achacándose su muerte al que después fuera Coronel Revolucionario Lino Cárdenas, que por ese motivo estuvo a punto de ser 12
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fusilado en Concordia salvándose por petición de varias damas influyentes, conmutándose la pena de muerte por la de 20 años de presidio, sentencia entonces verdaderamente extraordinaria. Fortino logró escapar una vez más en aquella ocasión. En cuanto a Lino, sufrió su condena hasta cumplir 14 años de cautiverio, saliendo durante la revolución para levantarse en armas en Agua Caliente. Salió de la prisión debido al indulto que le concedió el Gobierno del Estado. Fueron muchos los crímenes que cometió Fortino hasta que perseguido de cerca por las fuerzas del Gobierno, abandonó la región de Concordia y se refugió en San Blas, Nayarit, donde vivió algún tiempo de incógnito. MUERTE DE FORTINO VALDEZ En San Blas, no faltó quien lo reconociera y lo delatara a las autoridades siendo detenido para ser remitido a Concordia a fin de que se le juzgara. Se tiene la seguridad que fueron los familiares de una de sus víctimas las que lo delataron en represalia. Sus custodios llegaron con él hasta Villa Unión, allí tomaron para Concordia, pero obedeciendo a la consigna que habían recibido, le aplicaron la Ley Fuga en Arroyo de Las Higueras. ¡Fue éste uno de los ilustres ancestros de quien años después, con el mote de “El Gitano”, se hiciera famoso en todo el país! LOS GITANOS En capítulos anteriores quedó definido el porqué del mote de Rodolfo Valdez y ahora explicaremos por qué a su vez lo ostentaba “La Gitana”, que lo legara. En el año de 1905 se hicieron en Agua Caliente grandes fiestas con motivo de La Candelaria y entre los millares de personas que acudieron, estaba un grupo de gitanos que terminados los festivales permanecieron allí retenidos el ambiente. Uno de ellos de apellido Costello, principió a hacer el amor a bella señorita de nombre Rosario Barrón y el novio de ésta, un labriego apodado “El Liebre”, determinó impedir tales amoríos por lo que al encontrarla un día en la calle, le disparó un balazo en la cabeza no sin decirle que “prefería verla muerta antes que en poder de un gitano”. La joven cayó sin sentido manando abundante sangre de su frente y “El Liebre”, arrodillándose cerca de ella, se aplicó la pistola en la sien y se disparó un tiro levantándose la tapa de los sesos. Chayo, sin embargo, no estaba muerta y al fin pudo casarse con Costello.
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Entre las amigas de Chayo estaban las dos hijas de Fortino Valdez, abuelo de “El Gitano” y a quien aludimos en el capítulo anterior. Como la muchacha al casarse adoptara desde luego la indumentaria de los gitanos, sus amiguitas la imitaron, quedando desde entonces a Margarita y a su hermana el mote de “Las Gitanas”. LOS PRIMEROS CRÍMENES REPANTIGADO en una mecedora se encontraba una noche en su habitación el comerciante Juan Valdez en Agua Caliente, cuando penetraron a la pieza varios sujetos con los rostros cubiertos con paliacates rojos y azules. Se trataba de que entregara determinada suma o bien, de que se le finiquitaría. Hombre de gran presencia de ánimo, el señor Valdez no se inmutó, entró en pláticas con sus asaltantes en tono amistoso y casi estuvo a punto de convencerlos de que le dieran todo el dinero que ellos traían, pero repentinamente y recordando la finalidad que perseguía, el jefe de los asaltantes exigió la entrega del dinero. Mal de su agrado y refunfuñando un poco, Valdez accedió en parte. Cuando se retiraron manifestó que uno de los asaltantes era el mocoso de “El Gitano”. Éste, tendría a lo sumo 15 años de edad. Vinieron las averiguaciones, se interpusieron influencias, “La Gitana” hizo un berrinche, se colocó escandalosa borrachera con aditamento de tambora y disparos al aire y por fin, nada se le pudo comprobar al precoz delincuente. Ya con la atmósfera que adquiere el que se vé envuelto en líos con la Justicia, Valdez continuó un tanto amargado que hizo más feroz su carácter y dio por resultado que se manifestaran sus verdaderas inclinaciones criminales. Un día, otro chicuelo que era perseguido, trató de refugiarse en su propia habitación y Valdez disparó sobre él atravesando la puerta para lesionar en la cara a una señora que se encontraba en el interior. Este nuevo crimen le acabó de hacer famoso entre los jóvenes de su edad, principiando a formarse una pandillita de partidarios suyos, muchos de los cuales después lo acompañaron hasta la muerte en sus delictuosas corrías. EL ATENTADO CONTRA JUAN MOSCOSO Poco antes de que se iniciara la dotación ejidal, llegó a Agua Caliente un líder agrario de nombre Juan Moscoso. Los labriegos de Agua Caliente y de aquella región, se oponían terminantemente al reparto agrario, que venía a afectar sus predios o pequeños latifundios y de aquí que la tomaron contra todo lo que oliera a agrarismo.
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Asimismo, se dieron el título de “compañeros” en tanto que los agraristas, como medio de identificación y afinidad en criterios, se llamaban entre sí “camaradas”. Juan Moscoso hizo bastante alboroto. Organizaba mítines ofreciendo toda clase de garantías al agrarismo, soliviantando los ánimos para apoderarse de las tierras de los pequeños agricultores. Un día, durante una de sus peroratas, aludió a determinadas personas, por lo que “El Gitano” fue a la primera cantina que encontró, tomó de un trago un vaso de vino, pidió otro que libó con la misma precipitación y luego otro más. En seguida, dijo a sus compañeros, señalando a Moscoso: “A éste yo me lo echo”. Y diciendo y haciendo, se dirigió hacia él y al tenerlo cerca le hizo hasta cuatro disparos, sin que hiciera blanco una sola vez probablemente por el estado de ebriedad en que se encontraba y lo que no dejó de causar extrañeza, puesto que era ya famoso por su puntería y habilidad en el manejo de la pistola. Moscoso se tiró al suelo rodando sobre sí mismo y como resultara ileso, cuando se consideraba a bastante distancia de “El Gitano” se puso de pie y salió más que de prisa del poblado, pasando mucho tiempo antes de que regresara a él nuevamente. Por lo que hace a “El Gitano”, se concretó a decir: Ésta es la última vez que fallo. Y en el curso de esta narración, se verá que efectivamente, no volvió a fallarle su endemoniada puntería. LA EPOPEYA DE LA REGIÓN SUR Y llegamos a la época más violenta y agitada, aquélla en que se produjo la epopeya de la Región Sur, en la que agraristas y pequeños agricultores se disputaron con las armas en la mano, unos, la posesión de las parcelas cedidas por el gobierno y otros, la integridad de sus predios, de aquellas tierras que venían labrando y explotando de muchas generaciones atrás, pasándose sin interrupción de padres a hijos. En los placenteros días de 1934, todo era actividad y trabajo en los pueblos agrícolas de la Región Sur de Sinaloa. El Ingenio de El Roble levantaba ubérrimas cosechas y durante la zafra, el pueblo era una constante feria. Conjuntos musicales de todos los pueblos, sin faltar la famosa banda de Tepuxta, fluían allí obteniendo utilidades fantásticas con los rumbosos cañeros. También otros poblados como Villa Unión, con sus ferias anuales de San Juan, donde alternaban ricos y pobres y a las que acudían en gran número los mazatlecos, tenía gran actividad con el trabajo de la fábrica de hilados Corvera y Cía. Las fiestas de Teacapán, de Las Cabras, de El Apoderado y de El Rosario eran otros tantos fantásticos derroches de dinero y de alegría pueblerina, de serenatas románticas en noches tropicales y de duelos caballerescos a la arreglada luz de las estrellas. 15
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No se conocían otros odios ni otros rencores que los originados por los amores de una bella o las divergencias de una amistosa competencia en obsequiosidad y comedimiento. Nada hacía presumir que esta venturosa y paradisiaca tranquilidad fuera a trocase en breve en una visión de pesadilla, que los campos fueran a ser inundados por sangre campesina ni que las sementeras fueran a producir cráneos, fémures y cruces. Los que presenciamos esta trágica epopeya, guardamos aún en la retina aquellos cuadros de terror, de salvaje heroísmo o de terrible saña, como el recuerdo de la época más aciaga para el campesino sinaloense y para la agricultura de la Región Sur. ¿Quién la produjo? ¿La ambición desenfrenada de los políticos de altura dispuestos a toda costa a controlar grupos o un fatal error del Gobierno? Corresponde a los escritores mejor preparados y más compenetrados de la situación político-social de entonces emitir un juicio sobre ello, concretándose únicamente a mostrar los frutos de aquella descabellada disposición que fue la Dotación Ejidal y que si no fue descabellada, sí fue desastrosa para el campesinaje. Con los primeros Ingenieros del Departamento Agrario, llegó a la Región Sur la chispa que habría de producir terrible hoguera en la que se consumió la vitalidad y potencialidad agrícola de esta parte de Sinaloa y llenó a la región de huérfanos y viudas, de llanto y lágrimas. Al brillar la llama, se venía preparando el holocausto al que fueron tantos hombres valientes y arrojados, sacrificados a la ambición de un político o a la torpeza de un legislador. Con el primer trazo en las pequeñas parcelas, en los terrenos de propiedad ancestral, con el primer donativo hecho a los agraristas, se avivó el fuego de la hoguera y los antes buenos amigos se distanciaron y aprestaron a la lucha. Para el propietario a quien se despojaba de su terreno, era punto de honor defenderlo a toda costa y para el agrarista que recibía una parcela, era de vital importancia conservarla. Luego, para agudizar más esta situación se procedió a dotar de armas a los agraristas. Un rifle entregado a un labriego, por el mismo gobierno, significaba esta terrible sentencia no escrita ni pronunciada: “¡Si tratan de arrebatarte tu parcela, el terreno que yo te doy, mata”. Y entendiéndolo así, supo hacer honor a la consigna y se produjo la hecatombe. Con la primera dotación ejidal y la integración de la primera Defensa, no podía volverse atrás. La suerte de la Región Sur estaba echada. Y con su vida, la pagaron millares de campesinos y centenares de pequeños agricultores.
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1934 LOS ABUSOS DEL AGRARISMO Los recursos que para su defensa se pusieron en manos de los agraristas, establecieron una era de terror en los poblados, especialmente en los Municipio de Concordia y Rosario, cometiéndose numerosos crímenes a la sombra del agrarismo. Numerosos pequeños agricultores fueron despojados de sus tierras, no solo las afectables por la dotación ejidal, sino otras que les quedaban en legítima propiedad por inafectables. Para 1934, los agraristas ya no merecían el nombre de tales sino de otro más bien justificado, “agarristas”. Apoyados en las armas que portaban se convirtieron en holgazanes y perezosos al ver la facilidad con que despojaba de sus predios y cosechas a los pequeños agricultores, en ocasiones apoyados por la fuerza federal que en más una ocasión, de esta manera, echó un baldón sobre su gloriosa tradición y su limpia historia. Ahora teníamos en lugar de la alegría y el regocijo de las ferias pueblerinas, el temor y la zozobra. Las festividades anuales no tenían ya el colorido de otros venturosos días y por doquier, sólo se escuchaba el himno agrarista: Voy a empezar a cantarles La canción del agrarista Les diré muchas verdades Señores capitalistas. Y luego, el salmódico estribillo: “Ay, ay… ay ay… Luchando por nuestro anhelo Murieron muchos hermanos Que Dios los tenga en el cielo.
Y luego sobrevino la hecatombe, de donde habrían de surgir nombre famosos: “El Borrego”, Pedro Ibarra, “El Tarzán”, Chuy Tirado, “El Culichi” y “El Gitano”. Llegaron a darse casos, más frecuentes de lo que se cree, que los agraristas se apropiaran de siembras de varias hectáreas, ya en producto, matando a balazos a los pequeños agricultores que se oponían. Y en represalia, los agricultores principiaron a adquirir armas para defenderse, respondiendo tiro por tiro, cobrando vida por vida. Y aun así, el agrarismo disponía del apoyo de la fuerza armada y los terratenientes o los pequeños propietarios tenían que luchar con dos fuerzas igualmente poderosas: El ejército y el agrarismo organizado y armado.
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A LAS ÓRDENES DE PEDRO IBARRA De las cuadrillas de voluntarios que integraron los Pequeños Agricultores para defenderse del agrarismo, pronto se destacó una que operó por las inmediaciones de Agua Caliente. El jefe de ellos era un joven moreno claro, de estatura más bien baja que alta, complexión regular y de un valor a toda prueba. Los vecinos de La Palma notaron un día que arribó al poblado, con intenciones al parecer de permanecer allí, un grupito de desconocidos que por las noches, desaparecían durando a veces ausentes dos o tres días. Ante el jefe de ellos se presentó un día nuestro personaje, “Gitano” y acreditándose como enviado de “una persona” estimada, le dijo: Estoy a sus órdenes, mi jefe, El “jefe” aludido era Pedro Ibarra. Después llegaron a conocerse las actividades de aquellos hombres. Al recibir la consigna, salían de noche y asesinaban a quien se les indicaba regresando muy tranquilos, a embriagarse y darse una vida fácil y placentera, disponiendo al parecer de mucho dinero. Las cantinas de La Palma fueron testigos de sus escandalosas orgías, preludio de los atentados que contra el pudor de las doncellas cometerían más tarde, siendo ya conocidos y famosos. Los demás integrantes de la pandilla eran El Chito Blas, Pablo Osuna, Loreto, Gregorio Osuna “El Marro” que fue el primer tirador de la región y otros más hasta completar ocho. Como los trágicos jinetes del Apocalipsis, aquellos desalmados llevaban en sí la muerte y la destrucción. Para su criterio, ellos no estaban cometiendo ningún crimen, sino solamente consumando actos de verdadera justicia al finiquitar a los que ya antes habían abatido a sus familiares, a sus amigos, o causado la ruina de unos y otros. Era pues axiomático que cuando abandonaban el pueblo de La Palma durante sus rápidas jiras, se esperaba con toda seguridad saber que en alguna parte había sido abatido alguien, siempre un agrarista, sin que se supiera nunca quién lo había matado. Y los agricultores afectados proporcionaban ayuda a aquellos hombres que a su modo, se consideraban ejecutores de la más estricta justicia. Los siguientes episodios, hasta el asesinato del Coronel Loaiza, son tomados de entre los ‘más destacados’ de aquella macabra y epopéyica jornada, estando ligados siempre con nuestro personaje u otros que fueron tan famosos como él.
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PARCELA INAFECTABLE De entre los asesinatos más sonados que consumó “El Gitano” durante su estadía en La Palma bajo las órdenes de Pedro Ibarra, se cuenta el de un profesor rural que llegó a aquellos lugares. El mentor, adicto hasta morir al régimen entonces constituido quiso, lo mismo que otros profesores, implantar el agrarismo en La Palma e incluso, empezó por enseñar a los niños el “Corrido del agrarista”. Al principio, se le dejó hacer, pero ya cuando sus prédicas iban haciendo efecto en el alumnado, recibió una noche la visita de cuatro “amigos” que querían que les enseñara algo sobre el agrarismo. Sin sospechar de lo que se trataba, les hizo pasar, pero los sujetos le cogieron en brazos y lo llevaron al campo haciéndolo disertar sobre el problema agrario, le preguntaron si le gustaría una parcelita y como se manifestara conforme, le dijo uno de ellos: —¿Qué le parece esa que pisa? —Hombre, no parece tierra muy fértil… —Pero a usted, con tanto que sabe, sí le sirve. Y sin decir más le vació la carga de su pistola. Ya comprenderán mis lectores quién fue el que disparó. LOS ASESINATOS DE EL QUEMADO HABÍA LLEGADO el momento crucial para los pequeños agricultores de la Región Sur y los actos de violencia, los asesinatos colectivos y asaltos a los poblados, los atracos a mano armada y las “masacres”, se sucedieron con la más encarnizada saña. Del grupo de “alzados” o de “los del monte”, como se llamó a las facciones de los agricultores que defendías sus terrenos contra la dotación ejidal y que operaban en el grupo que militaba “El Gitano”, se determinó hacer una selección para “dar una lección” a los agraristas de El Quemado. Se citó a todos ellos a un punto cercano a Las Tinajas efectuándose una cuidadosa selección de los elementos de “El Gitano”, eligiendo como jefe a Hilario Isaac, procedente de Puga, Nayarit y de criminales antecedentes y que en Sinaloa pasaba por Tomás Hernández (a) “El Mazmorras”. Éste seleccionó a quienes deberían acompañarle siendo ellos Santos Loaiza, un asesino feroz, Fortino Osuna, Arnoldo Tirado, Carlos Gamboa, Carlos Osuna, Pedro Osuna y Pablo Osuna “El Payo” que era el director del atentado. Tras de largas “deliberaciones”, se acordó usar vestimenta como la del ejército, llevando Hernández en la texana las insignias de Coronel en tanto que Loaiza ostentaba las de Teniente. Por último, se acordó que el atentado se efectuaría el 14 de Marzo de 1938. 19
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Los habitantes del poblado vieron ese día llegar una partida de soldados y como éstos protegían a los agraristas, nadie desconfió hasta que Loaiza detuvo a varios labriegos que se encontraban conversando en corrillo frente a la casa del Comisariado Ejidal. Luego sacó a otros de sus domicilios y los llevó al camino hacia la salida de El Quelite, y con terrible sangre fría se ejecutó la sentencia. Doce labriegos pagaron con su vida aquella disposición que dotaba de tierras fértiles a los campesinos de El Quemado, pero que, mal interpretada, dio lugar a crímenes y abusos de los que en represalia, surgieron otros, multiplicándose hasta lo infinito. Las familias de los que iban a ser ejecutados, pedían de rodillas a los verdugos clemencia para ellos, las mujeres se ofrecían a todas las iniquidades, pero nada fue bastante para conmover a aquellas hienas. Las víctimas, aquellos hombres que estaban convencidos de que seguían una causa justa, de que les asistía perfecto derecho a las tierras que por orden del Gobierno poseían, fueron al sacrificio sin vacilación, sin que se inmutaran sus rostros y sin suplicar clemencia que sabían no habrían de alcanzar. Y los ejecutores cumplieron también fría e inexorablemente la consigna recibida. “¡Había que acabar con aquellos perros agraristas que estaban destruyendo el patrimonio de los antiguos amos y señores del agro!”. A la mañana siguiente, los viajeros que venían de El Quelite felices de disfrutar de un día primaveral, tuvieron la macabra sorpresa de encontrar bajo añejos convites los cadáveres de las víctimas sacrificadas en la primera masacre agrodorada. Que debería ser el principio de una pavorosa etapa de dolor y de lágrimas. EL VANDALISMO DE EL BORREGO PERO no se crea que estos actos criminales eran consumados únicamente por elementos de los pequeños agricultores, sino que eran superados con actos de vandalismo, por los del bando contrario o sea por los agraristas, pues tal parecía que unos y otros trataban de superarse en sanguinarismo y crueldad. Los “del monte” tenían un medio expedito de vida: “hacían préstamos” más o menos forzados, pero generalmente voluntarios, de los dueños de terrenos afectados, asumiendo en cambio el papel de ejecutores de los agraristas. Éstos, sintiéndose apoyados por el gobierno y las fuerzas federales, hacían la cuestión más práctica: sencillamente —en algunos casos— asaltaban y robaban abiertamente. Entre los primeros que militaron por la causa agraria destacó sobremanera uno de ellos: Ramón Lizárraga (a) “El Borrego”. Era un hombre de regular estatura, muy afecto a vestir como los soldados de caballería, es decir, con polainas y pantalón bombacho y a usar texana. 20
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Como valiente, lo era hasta la temeridad y no vacilaba en penetrar a los poblados ocupados por elementos contrarios, consumar sus tropelías y retar “en su mismo gallinero” a sus enemigos. Era también diestro en el manejo de la pistola y nadie que se le pusiera enfrente, quedó con vida. Fue preciso que se le abatiera cuando se encontraba dormido, para que lo eliminaran. “El Borrego” fue uno de los que más dolores de cabeza dieron a los Pequeños Agricultores y por su valentía y arrojo y por el calor que dedicó a la defensa de esta causa, se le adjudicó el mote de “El Rey del Agrarismo”. EN EL municipio de Concordia y entre este pueblo y Agua Caliente, hay un pueblito que se llama Los Ciruelos. En este poblado, feliz y sin saber de las actividades de Pablo Osuna (a) “El Payo”, que a la sazón militaba a las órdenes de “El Gitano”, que por entonces como hemos visto, operaba con su grupo de La Palma. A la mitad de un día caluroso, llegó a Los Ciruelos un grupo de jinetes y al reconocer su cabecilla, los vecinos dieron la voz de alarma y echaron a huir hacia el monte despavoridos: era “El Borrego”, jurado enemigos de los “del monte” el que llegaba. La progenitora de “El Payo”, anciana chapada a la antigua, no quiso abandonar su humilde hogar, manifestando que no debiendo nada, nada tenía que temer. “El Borrego” llegó a la habitación, se enteró de que aquella indefensa anciana era la progenitora de “El Payo” y llevándola bajo el primer árbol que encontró, fríamente con ferocidad inaudita, le avocó la pistola al pecho haciéndole varios disparos. Ya en el suelo la infortunada mujer, ordenó a sus secuaces la colgaran de la rama más próxima del árbol “para escarmiento” de las demás mujeres, que dieron hijos para “los del monte”. “El Borrego” era rápido en sus acciones y de Los Ciruelos pasó La Hacienda de Chele, para cometer otra de sus depredaciones y asesinatos. Se encontraba rodeado de su familia en el pueblo aludido, el rico agricultor Francisco Becerra, cuando llegó al lugar el temible “Borrego”. Fue directamente a la casa de Pancho Becerra al que detuvo ante la alarma y sorpresa de su familia y sin más le exigió la inmediata entrega de veinte mil pesos como ayuda de la causa agraria. Becerra trató de eludir el demoledor sablazo, pero “El Borrego” no era hombre que abandonara su presa fácilmente. Ordenó a sus hombres sacaran al prisionero y lo colocaron en posición de ejecutarlo sin más trámites, mientras decía: Siempre es mejor quitar de en medio a un enemigo del agro que recibir su puerco dinero. La esposa de Becerra y sus demás familiares acudieron llorosos a interceder por él ofreciendo cuanto tenían de momento, la suma de diez mil pesos. 21
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“El Borrego” pareció meditar un poco, se hizo suplicar un momento más y por fin, con ese aire displicente, como se hiciera o concediera una gran merced, aceptó el ofrecimiento. Gruesos fajos de billetes le fueron entregados; los familiares de Becerra creían pasado el peligro y cuando iban a caer en sus brazos, como él estuviera aún pegado en la misma posición, “El Borrego” dio la orden de fuego y cayó acribillado casi a los pies de los mismos familiares, revolcándose en su propia sangre. Con mefistofélica sonrisa, el bandido hizo una especie de caravana a los deudos del difunto y una seña a sus vándalos, saliendo del poblado con actitud hostil y retadora.
ASALTO A LA FÁBRICA DE HILADOS No pasaron muchos días de este hecho, cuando aquella gavilla de desalmados “cayeron” a Villa Unión, poblado que se encuentra a 20 Kilómetros de Mazatlán y que entonces disponía de una partida de soldados para “resguardar el orden”. Villa Unión es un pueblo de importancia por converger a los caminos vecinales de Concordia, El Walamo y El Rosario, siendo allí donde se fusionan en uno sólo para llegar a Mazatlán, una vez traspuesto el río y pasando al Pozole, que se encuentra al otro lado de éste. Sabiendo la clase de individuo de que se trataba, los vecinos precautoriamente se metieron en sus casas trancando cuidadosamente las puertas para observar únicamente los intersticios. “El Borrego” se dirigió directamente a las oficinas de la fábrica de Hilados “Unión” propiedad de la casa “Corvera y Cía.” Y después de colocar estratégicamente a sus hombres en diversos lugares, penetró sólo con dos hombres y pistola en mano obligó al cajero a abrir la caja fuerte. Precisamente se había recibido de Mazatlán una partida de dinero destinado a la raya de los trabajadores y había en caja cerca de 20 mil pesos en efectivo y otros valores. “El Borrego” se apropió de monedas y billetes llevándose 16 mil pesos en efectivo. De los documentos cobrables que había ni se preocupó siquiera. Salió paso a paso del despacho ante la expectación de empleados y trabajadores y tomó la calle principal rumbo a la salida a Agua Caliente. En el cuartel, situado a pocos metros de distancia, un grupo de soldados se entretenía jugando a los naipes y el centinela bostezaba su tedio abrazando al fusil. ¡Era otra travesura de los camaradas agraristas y nada se podía hacer! 22
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LA PARCELA DE PEDRO IBARRA YA HABRÁ observado el lector que en estas condiciones, los ánimos se iban exacerbándose y haciéndose más hondos los distanciamientos agudizándose de tael manera las cosas, que el mismo Gobierno empezó a preocuparse con este serio problema. Nos enteramos de la forma en que Rodolfo Valdez (a) “El Gitano” principió su vida agitada cometiendo asesinatos, teniendo su base de Operaciones en La Palma. Exponemos ahora una de las versiones más aceptables, aparte de su carácter belicoso y su tendencia al crimen, que motivaron su entrada al doradismo. Ya hemos dicho que abrigaba su propio criterio sobre la forma de impartir justicia y falta ahora añadir que, a su modo, tenía un corazón sensible cuando se encontraba entre la miseria humana. En todas las ocasiones en que llegó hasta él una persona desvalida, siempre le tendió la mano, entregándole con frecuencia hasta el último centavo que traía. En la forma en que lo explicamos en capítulos anteriores, vivía en Agua Caliente, siendo amigo íntimo de Pedro Ibarra, que también tenía unas tierras, heredadas de sus padres, en Agua Caliente. Este predio permanece actualmente abandonado y sin cultivo y todavía se denomina “La Labor de los Ibarra”. Cuando los agraristas llegaron a Agua Caliente, trataron de obligar a Ibarra a que firmara el acuerdo de unirse al agrarismo, a lo que como es natural, siendo propietario de tierras, se negó rotundamente Ibarra. El grupo de agraristas iba resuelto a todo y rodeando a Ibarra en forma amenazante, insistían en sus pretenciones. Todo mundo debe afiliarse a la causa agraria, decían. Ibarra se dedicaba también al sacrificio de reses y justamente, lo encontraron los agraristas en su mesa realizando la carne de una res que acababa de matar. ¿No quieres tierras? —le dijeron—, pues debes quererla a la fuerza y aquí tienes tu parcela. Y cogiendo puñados de tierra de la calle, la arrojaron sobre la res destazada dejándola inservible. De blanco que era, Ibarra se puso pálido, pero nada dijo sino que se retiró lentamente a su casa, fue en busca de Valdez y le contó lo ocurrido y como “El Gitano” tampoco estaba ya muy bien que digamos en el pueblo y le ahogaba su pequeñez, estimulado por sus ansias de aventuras, determinaron trasladarse a otros lugares para pelear contra los agraristas. Sin embargo, “El Gitano” tenía otros “asuntos” que arreglar y dejó que Pedro Ibarra siguiera solo hasta La Palma, donde empezó su larga serie de crímenes, siendo hasta algún tiempo después cuando “El Gitano” se presentó ante él poniéndose a sus órdenes, en la forma que hemos visto en capítulos anteriores. 23
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¡YO MATO A PEDRO IBARRA! EN los pocos días de calma que se presentaban en aquella agitada época, La Palma ofrecía un aspecto de feria y de perpetua alegría. “El Gitano” y sus compañeros tiraban el dinero que ganaban en grandes cantidades, con una facilidad asombrosa, dejando atónitos a los pueblerinos que les habían conocido pobretones, y más bien tacaños que espléndidos. El mezcal y la sabrosa cerveza Pacífico, una bebida casi regional, se consumían en grandes cantidades y los bailes y las serenatas a las bellas palmeñas, eran continuas. Allí tuvo Valdez sus primeros amoríos y también sus primeras reyertas en otro campo que no fuera el del crimen fríamente premeditado. Los mejores conjuntos musicales iban a La Palma con la seguridad de que, aun corriendo el riesgo sus elementos de recibir un balazo, en más de una ocasión, obtener pingües utilidades pues “El Gitano”, Ibarra, “El Marro” y demás compañeros, no escatimaban el dinero. ¿Cuántas jóvenes sintieron latir apresuradamente sus corazones cuando se acercaba la música ejecutando las piezas más conocidas y que eran del gusto de cada uno de aquellos peligrosos galanes. La composición-himno pudiera decirse era precisamente El Sauce y la Palma, El Niño Perdido, El Sinaloense, etc. Todas aquellas escandalosas orgías eran acompañadas de verdaderas salvas de disparos al aire. Las municiones se derrochaban con la misma profusión que el dinero y a la fecha, en aquellos poblados, todo campesino que se embriaga tiene forzosamente que hacer gala de su hombría y machismo desenfundando la pistola para hacer cuando menos una descarga completa al aire. UNA noche de año nuevo “El Gitano” galanteaba a una de las jóvenes más guapas del lugar a la vez que se encontraba a la expectativa: Pedro Ibarra había ido en comisión a traer dinero, cartucho y armas. Junto a él, una música ejecutaba composiciones regionales y la muchacha, entornando los ojos ante las apasionadas frases del galán, estaba por ofrecer la cálida y sabrosa caricia de sus labios cuando se presentó uno de los ayudantes de “El Gitano”. —Jefe —le dijo—. Aquí le manda Pedro Ibarra. Y le entregó tres magníficas pistolas con su dotación de cartuchos. —Y ¿el dinero? ¿Qué dijo del dinero? —Nada, mi jefe, solo me entregó esto. 24
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De la placidez de un espíritu enamorado, “El Gitano” pasó a la más violenta cólera, se paró a la mitad de la calle tirándose los cabellos que se arrancaba a puñados, se asió a los postes de una enramada y exclamó: ¡Yo mato a Pedro Ibarra; él no se lleva esos dos mil pesos! Pedro Ibarra, sabiendo con quien tenía que habérselas y dispuesto también a quedarse con el dinero, había salido rumbo a Puerta de las Canoas, llevándose el efectivo, esperando que la rabieta que iba a hacer su compañero, pasara… ¿Quién era el misterioso protector que les proporcionaba tales sumas y armas? Ya adelante veremos quién fue el Jefe Supremo de los Dorados, el que a su vez evidentemente, estaba guiado o asesorado por elementos poderosos de la capital del País. ¡Por aquellos que estaban atizando la hoguera que había de consumir miles de vidas útiles de labriegos de la Región Sur y que, fueron tan poderosos, que pudieron movilizar al ejército para dar garantías al agrarismo y encubrir sus crímenes! Alguien cuya responsabilidad criminal quedó impune y que produjo a Sinaloa un desastre en el que aún se debate y de cuyos efectos letales no puede librarse todavía. UNA EQUIVOCACIÓN FUNESTA CUANDO “El Gitano” se dio cuenta de la escapatoria y “amistosa” jugada que le hizo Pedro Ibarra, hizo un berrinche tremendo. Desenfundó la pistola e hizo dispersarse a balazos a los músicos haciendo estallar la tambora con dos proyectiles, la muchacha sufrió un síncope y el pueblo se puso en alboroto. Después, reunió a algunos de los presentes y les manifestó que en cuanto Ibarra cayera en sus manos, “le haría el pelo” (expresión muy usual para designar que se iba a asesinar a alguien) y acabó diciendo que se retiraba para siempre de aquel pueblo desgraciado. Tomó por caminos cortados o veredas que solo él conocía y así llegó hasta las inmediaciones de El Venadillo, cerca de Mazatlán, de donde abordó trampeándolo el primer tren que pasó, que a la vez dejó cuando el convoy pasó la estación Presidio y se colocó en dirección a Agua Caliente. Esta escapatoria o salida del pueblo fue causa de una funesta equivocación que por poco termina en hecatombe. Al día siguiente de que “El Gitano” abandonó La Palma, llegó al pueblo una partida de soldados federales, vestidos de paisanos y acompañados de un grupo de agraristas, ofreciendo a Ibarra y a los suyos la amnistía. El Gobierno principiaba a preocuparse de la actitud asumida por aquellos hombres tan irreductibles y resueltos a defender sus tierras, pero lejos de refrenar los abusos de los agraristas, procuró sumar a la causa a los pequeños agricultores, algo imposible cuando ya había de por medio punibles despojos y criminales atropellos, vidas segadas y resquemores y odios inextinguibles. 25
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Las pláticas se llevaron a cabo en un ambiente de muy natural desconfianza, pero un Capitán, de fácil y convincente palabra, logró hacer entrar en razón y convencer a Ibarra y a los suyos a que se amnistiaran ofreciendo entregarles el salvoconducto. Esta misma comisión fue posteriormente a otros lugares con la misma finalidad y entretanto, Ibarra con sus hombres regresó a Agua Caliente para dedicarse a las labores agrícolas considerándose ya debidamente protegido por el Gobierno. Valdez, entretanto y resentido aún con su Jefe, pero ya sin intenciones de matarlo, se trasladó a El Huajote al “arreglo de unos asuntos" y para que no lo tentara el Diablo de “hacerle el pelo a Ibarra”. Dos días después arribó otra Comisión de federales vestidos de civiles a Agua Calienten y terminadas las pláticas, un sargento hizo fuego sobre Ibarra y los que le acompañaban. ¿Fue aquello un error involuntario y un acto de precipitación ante la consigna recibida de asesinar a aquellos hombres y, cortando por lo sano, terminar de una vez por todas con los defensores de la pequeña propiedad? Es probable que haya sido una funesta equivocación, pero los “del monte” no lo entendieron así, sino que habían sido traicionados por lo que se dispersaron en todas las direcciones dispuestos a tomar represalias y no volver a dejarse convencer. La imprudencia premeditada o casual de un soldado había frustrado la última posibilidad de contener la ola sangrienta que estaba invadiendo ya la Región Sur. ¡VÁMONOS CON EL CULICHI! LA traición de que fueron víctimas al recibir sus salvoconductos los hombres de Pedro Ibarra y éste fue tan terrible que no sólo se remontaron a la sierra, sino que buscaron prosélitos hasta llegar a sumar 200 hombres, entre los que se contaban algunos ya de fama como “El Payo”, “Felipe Gil”, “El Marro”, “El Gitano” y otros. Bien organizados y provistos abundantemente de armas y parque, regresaron a La Palma, pero esta vez ya en franca rebeldía y dispuestos a batirse con las tropas federales y con los agraristas o con ambos unidos si así se presentaban. Había terminado ya la época en que, en grupos de dos o tres hombres de los más resueltos, atacaban una parcela o a un enemigo para abatirlo a como diera lugar. Ahora se trataba de accionar en gavillas y presentar combates en regla o mejor dicho, en asaltos organizados y en guerrilla. Sintiendo que la unión hace la fuerza, Ibarra propuso a los suyos unirse a su vez a las huestes que había organizado por la región de La Noria y Juantillos, Manuel Sandoval (a) “El Culichi”.
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La junta se efectuó en las inmediaciones del cerro de “Sal si Puedes”, entre La Palma y El Potrero, que era e sitio donde se proveían o mejor dicho, donde sus protectores de Mazatlán les enviaban las armas y municiones. Se discutió detenidamente el asunto, se pesó el pro y el contra y “El Gitano”, tomando la palabra, manifestó estar de acuerdo en unirse a “El Culichi” al que se reconocería como Jefe de todas las partidas rebeldes o de “alzados”, siempre que se tratara de operaciones de importancia en las que debieran actuar en conjunto, pero conservando ellos su autonomía e independencia en su región. En las discusiones, para establecer una buena organización, buscando como finalidad la verdadera unificación y apoyo mutuo de los grupos que actuarían en defensa de la pequeña propiedad, se destacó un joven de agradable presencia, hábil tirador y de gran ascendiente entre los labriegos de Catarina y sus contornos. Era Jesús Tirado (Chuy) cuya “tragedia” cantará después en bien plasmadas imágenes poético-rústicas la bella señorita Sabina Bastidas. Se trató de los lineamientos a seguir y se juró dar la vida por la causa, prefiriendo la muerte a la tortura antes que delatar o revelar los secretos de los jefes o hechos que se consumaran, sin comentarlos con nadie a no ser que fuera un “compañero”. (Este juramento, terrible, causó tal efecto entre los “del monte” que a la fecha es el mayor obstáculo para el investigador, que en cuanto sugiere la más mínima pregunta sobre aquellos hechos, automáticamente, sea quien sea a quien se dirija, hombre, mujer o niño, nadie le informa, nadie sabe nada, ignoran todo). Cuando terminó la junta, todos de acuerdo en unificarse, solo se escuchó un grito entre toda aquella chusma. ¡Viva la libertad! ¡Vámonos con El Culichi! Días después, en el poblado de La Palma, tuvo lugar la reunión entre los elementos de El Chato Benigno, los de Pedro Ibarra y “El Gitano” así como los de Manuel Sandoval, a cuyas órdenes se pusieron todos, reconociéndolo como el Jefe del movimiento libertario de la Pequeña Propiedad. LA TOMA DE LA PALMA MIENTRAS esto ocurría entre los elementos “del monte”, los agraristas, que contaban con todo el apoyo de la fuerza federal, organizaron numerosas “defensas” sociales en las márgenes del Río Presidio, con ánimo manifiesto de penetrar al terreno de los “dorados”, tomar La Palma y acabar con los “del monte”. Una de las “defensas” que más se dio a temer por su ferocidad y por la valentía de sus componentes, fue la de El Roble, compuesta por unos 15 hombres, todos de certera puntería y hábiles en el manejo de toda clase de armas.
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Resultó de esta feroz pugna que los labriegos pacíficos, que no pertenecían a uno o a otro bando, pasaban las de Caín, puesto que fuera cual fuera la partida de unos y otros que llegara a los pueblos, dejaban aquello hecho una lástima, especialmente a las mujeres, arruinando además siembras, comercios y ganados. Pero donde las depredaciones eran más terribles, era en los pueblos de contraria ideología en los que al tomar los elementos del bando opuesto, era de rigor dejar dos o tres muertos. Las “defensas” que se organizaron en Río Presidio fueron reconcentradas en Villa Unión, recibiéndose instrucciones precisas del Comité Regional Agrario de trasladarse a Mazatlán, donde radicaba el Comité, para celebrar un “pleno”. Este “pleno” solo fue el pretexto para que los jefes del movimiento agrario, que para colmo nunca supieron lo que era un disparo y que siempre estuvieron en la covacha del Comité, organizaran el ataque a La Palma, hasta entonces no hollada por los agraristas. Los “dorados”, por medio de sus espías, estaban bien enterados de todos estos movimientos y cuando se supo que la columna agraria iba hacia el pueblo, “El Gitano” sugirió que se les dejara penetrar al lugar para ver cómo procedían. La idea fue aceptada a condición de que si entraban en actitud hostil o cometían algún atropello, se les atacaría. Se tomaron tales disposiciones y se colocaron en forma tan estratégica los hombres, que de haber ocurrido algún incidente que provocara la lucha, no habría salido de allí con vida un solo agrarista ya que prácticamente penetraron en una ratonera sin salida. En la vinata de La Hormiga encontraron los agraristas al señor Jesús López, a quien interrogaron sobre la procedencia de varios cartuchos vacíos que encontraron allí. De las alturas, los centinelas de los “dorados” los vigilaban atentamente encañonándolos con sus armas. Penetraron a La Palma sin ser molestados por nadie y en la misma forma salieron, teniendo como única satisfacción el haber penetrado a aquel lugar, por entonces cuartel general del “doradismo”. Era que el Destino reservaba para después la gran hecatombe que allí había de desarrollarse. LOS CRÍMENES DE “EL LLORÓN” DEJEMOS un momento a nuestro personaje y trasladémonos a otros lugares, por si encontramos horizontes menos cubiertos de odio, rencores o sangre. Pero no, en toda la Región Sur solo se escuchaba el plañidero llanto de las viudas y de los huérfanos y se adivinaban los deseos de venganza de los hombres. En el pueblo de “El Llorón”, ubicado a la vera del camino de El Quelite, se encontraba un día el campesino Reyes Sánchez y sus hermanos, así como otros labriegos. 28
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Reyes era agrarista, pero como no gustaba de la pendencia y su único anhelo era el trabajo para el sostén de su familia, hubo de mostrar amistad con los “del monte”, que controlaban aquella zona, jurisdicción de “El Culichi”. En ocasiones les proporcionaba cereales o alimentos y nunca negaba su concurso para lo que le solicitaran. Hacía lo mismo, pero con mejor voluntad, para los agraristas. Él lo que pretendía era estar bien con unos y con otros para que le dejaran trabajar en paz y sin molestias. Con una temeridad casi increíble, pues era una zona controlada por sus enemigos, “El Borrego” se llegó una noche a “El Llorón”, dirigiéndose a la casa de Reyes. Éste lo recibió con alegría, como se recibe a un antiguo amigo y le ofreció asiento y su humilde cena. “El Borrego” inquirió por cuantos amigos tenía, les pidió que los llamara para que se los presentase, pues tenía deseos de conocerlos y luego, llamó también a los hermanos de Reyes, reuniéndose nueve hombres. Ya reunidos, hizo una seña a los que lo acompañaban que procedieron a capturar y amarrar con los brazos a la espalda a todos aquellos infelices. Al preguntar qué era lo que quería, les dijo: “Ya lo verán, camínenle”. Los sacó a las afueras del poblado, casi a la vera del camino y por la espalda, hicieron fuego sobre ellos con terrible impasibilidad, tal como si se tratara del acto más sencillo, infantil e inocente. Cuando los forajidos se retiraron, los familiares de Reyes y los de sus amigos acudieron al trágico lugar, constatando la infamia y el cobarde asesinato colectivo. La esposa de Reyes le cogió en sus brazos levantándole la cabeza y él, casi agónico, pudo aún revelar la identidad de sus asesinos, pronunciando como execración su nombre. “Fue “El Borrego”, nuestro antiguo amigo”. Y volvió el rostro a un lado quedando exánime. A lo lejos, en el silencio de la noche, se escuchó el prolongado y escalofriante aullido de un perro, con el escandaloso cacareo de las rústicas gallinas. XXX Al día siguiente, cuando Mazatlán horrorizado vio entrar los cadáveres al Hospital Civil, aún atados, el Comité Regional Agrario manifestó oficialmente: “Fueron asesinados por “El Gitano” y gente de “El Culichi”, es otro crimen de “los del monte”.
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EXTERMINIO DE LA DEFENSA DE EL ROBLE LA LUCHA, la lucha enconada y feroz, había después principiado con todo su horror y en lo sucesivo, ambos partidos procurarían achacarse mutuamente todos los crímenes que cometiera.
Chuy Tirado y "El Gitano" al iniciar sus correrías por montes y serranías de la comarca.
Como se había notado, en uno y otro bando había hombres resueltos y de positiva valentía, valentía que utilizada en otra causa y con otros fines más nobles, habría alcanzado la inmortalidad. Chuy Tirado, con algunos de los elementos de “El Gitano”, penetró a El Bajío y sorprendió a la defensa del lugar en las inmediaciones del río. Sorprendidos los agraristas de la Defensa, no opusieron resistencia alguna y entregaron sus armas, que nunca más volvieron a recuperar. Otro tanto ocurrió en Nieblas y en La Laguna, donde sin disparar siquiera un tiro, “El Gitano” y gente de “El Culichi” desarmaron a las defensas de aquellos lugares. Pero la acción más sonada de aquellos días, fue la del arroyo El Arco. Entre los elementos federales destacados contra los “del monte” figuraba un Mayor de nombre Camilo, que fue con el que se le conoció en toda la región. Hombre en extremo precavido, se dio cuenta desde el día en que se le destacó a aquellos lugares, de lo difícil que era entablar una acción en contra de aquellos hombres perfectamente conocedores del terreno y a los que la topografía del mismo les protegía a las mil maravillas, neutralizando todo cuanto se hiciera en contra de ellos. Todos los pueblos de la Región Sur y en particular los que hemos mencionado, estaban entonces ligados por caminos casi intransitables, pues no había carreteras y donde los caminos eran transitables por vehículos, estaban formados por profundos cañones o callejones entre los paredones.
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Donde el terreno era plano, estaba cubierto de espesa vegetación propicia en extremo para una emboscada. Por tal motivo, el Mayor Camilo transitaba siempre de día y llevando buenos guías y con las precauciones necesarias, y cuando se trataba de batir a una partida de “alzados”, llevaba siempre por delante un grupo de agraristas, por lo general, una “defensa”, pensando quizá que de tener un encuentro con los contrarios, sea cuales fueren los que se acabaran, él saldría ganando y que se si se exterminaban ambos, mejor todavía. Teniendo conocimiento de que “El Gitano” o “El Culichi” se encontraban en Copala, se ordenó al Mayor Camilo que fuera a batirlo. Siguiendo su invariable norma, solicitó y obtuvo que lo acompañara la Defensa de El Roble, que era entonces la más famosa por la valentía y ferocidad de sus hombres, como hemos dicho y a la que, caminadas algunas horas, ordenó fuera a la vanguardia por ser “conocedores del terreno”. Dos “dorados” tuvieron muy oportunamente noticia de este movimiento y se efectuó una junta para ver quiénes eran los que deberían encontrarse con los “guachos” y los agraristas. De entre el grupo, se pusieron en pie dos hombres que pidieron para ellos el honor de ser solos los que se batieran con los “agrarios”, manifestando que tenían grandes deseos de “dar su parcelita” a unos cuantos camaradas”. Dar su parcela a un “camarada” era enviar al panteón a un agrarista, los que ya hemos dicho se llamaban unos a otros “camaradas”, mientras que los “del monte” se decían entre sí “compañeros”. “El Gitano” examinó de pies a cabeza aquellos hombres, mostró su aquiescencia y lo manifestó así con rápida mirada al Jefe y éste, a su vez, después de examinarlos, como una gran merced, como un alto honor, les concedió la autorización. Aquellos voluntarios que iban a jugarse la vida dos contra cuarenta, eran Claudio López, de Mesillas, y “El Chivero”, otro cabecilla dorado famoso por su puntería. XXX A la usanza de aquellos días, López y “El Chivero” llevaban a la cintura tres pistolas cada uno con abundante provisión de cargadores y poniéndose de acuerdo, determinaron hacer una emboscada a la Defensa en tenebroso y profundo cañón que está en el arroyo de El Arco. Los agraristas caminaban confiados, resueltos a todo, tanto por su innegable valentía, como por sentirse apoyados por el Mayor Camilo que les seguía a prudente distancia. Penetraron al cañón y estaban por salir de él, cuando se escuchó el ligero repiqueteo de la “súper” de López y simultáneamente tres hombres cayeron a tierra.
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Los restantes se separaron procurando protegerse a los lados del cañón en un desesperado esfuerzo por cubrirse y luego, principiaron a retroceder. A su espalda, nuevos disparos abatieron a otros tantos agraristas y comprendiendo que habían caído en una emboscada, creyendo que estaban bloqueadas las entradas y salidas por contingentes más numerosos, procuraron sucumbir decorosamente y dispararon sus armas al azar, al boscaje y sin rumbo fijo alguno. ¡El Mayor Camilo, que venía detrás, podía escuchar las descargas de la fusilería (las Defensas siempre, hasta en la actualidad, usan sin saberse por qué los rifles reglamentarios del ejército) y acudir en su auxilio! Los dos últimos miembros de la Defensa de El Roble, al ver caer a sus compañeros, ya heridos y sabiéndose perdidos, abandonaron momentáneamente sus puestos para darse un apretón de manos y despedirse uno del otro para citarse en la eternidad. XXX A menos de un kilómetro de distancia y en un recodo del camino, el Mayor Camilo escuchó el sordo rumor de una detonación, luego otra más acentuada y otras más. Demontres —dijo—, creo que aquellos ya se encontraron y se están dando. Hay que dejarlos que se diviertan un poco. Los disparos se hicieron por momentos más numerosos y rápidos, luego fueron decreciendo en intensidad y por último, terminaron por completo. Camilo había ordenado un alto para “arreglar las “cinchas” de los caballos y fumar un cigarrillo”. Pasado un tiempo conveniente, se reanudó la marcha y con las armas listas para cualquier emergencia, se penetró al cañón. A la salida, el agua del riachuelo era carmesí y doce cadáveres, en macabras y diversas posiciones, se encontraban a los lados del estrecho pasadizo. En los carrizales y arbustos de follaje oscuro, jilgueros y urracas reanudaban sus trinos o gorjeos y en la mitad del arroyo los dos últimos paladines de la Defensa de El Roble, de aquel grupo de valientes que fuera el orgullo de la causa agraria, yacían fuertemente asidos de la mano, en el último y postrer adiós y en la más verdadera de las despedidas. ¡Dos hombres de la facción de los “dorados” habían acabado con aquel bizarro grupo de valientes; una hazaña digna por sí sola de los honores de la epopeya, si hubiese sido por otra causa más noble. “EL MARRO”, PRIMER TIRADOR DE LA REGIÓN SUR SERÁ fácil en extremo para cualesquiera de los lectores determinar la ubicación del estado de Sinaloa, lugar donde se viene desarrollando esta verídica historia, pero para algunos será en extremo difícil establecer cuál era la Región Sur.
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Como su nombre lo indica, está ubicada en la parte sur del Estado de Sinaloa, y comprende la amplia región que ocupan los municipios de Concordia, Mazatlán, Rosario y Escuinapa, con límites desde cerca de La Tasajera, delante de El Quelite, hasta La Concha, límite de los Estados de Sinaloa y Nayarit o mejor dicho, hasta el Río de la Bayona que limita los dos Estados; al Sur y hacia el Oriente, el municipio de Concordia, que limita con el Estado de Durango; al norte, con el Municipio de San Ignacio, y al poniente con el de Mazatlán, que se limita a su vez con el Océano Pacífico. Durante la fricción agro-dorada, surgieron pistoleros y tiradores que en una competencia olímpica habrían tenido los primeros lugares sin ninguna discusión. Por la falda del Cerro de Zacanta, cerca de Agua Caliente, iban un día dos jóvenes montando buenos y ágiles potros. Tras ellos a una distancia conveniente, les seguían otros jinetes más y algunos hombres a pie, todos perfectamente armados. Al llegar a un claro del boscaje, uno de los jóvenes dijo al otro: “Te apuesto a que soy mejor tirador que tú, aquí y donde quieras, no importa que tú seas el jefe”. “Y para probarlo, mira, ahí está un “ojo” en ese “papelillo”, veremos quién dá más en el centro”. El interpelado contempló el árbol, que en aquella región llaman “jiote” y al que alguien había cortado un brote y tenía un pequeño ojuelo como del diámetro de una moneda de a cincuenta centavos, cuando los centavos mexicanos valían. —Bueno, tira primero y veremos. El retador sacó una pistola de modelo antiguo, apuntó durante un segundo e hizo fuego. Nada demostró los efectos del impacto. —Fallaste… Tira otra vez. —No, hice blanco, pero allá vá. Ese y otro disparo más, igualmente retardando un segundo la puntería y nada aparente. Al acercarse, vieron que el tirador tenía razón: En el mismo sitio, sin variar un milímetro, en el orificio del proyectil del primer disparo, había colocado los otros dos proyectiles. El otro que ya tenía la pistola en la mano, se contentó con manifestar: De todos modos te gano, pero vámonos, no conviene gastar el “parque” así nomás. Aquellos jóvenes eran, el que disparara, Gregorio Osuna (a) “El Marro” y el segundo Rodolfo Valdez, “El Gitano”, que acababa de ser vencido en la rústica competencia. Mascullando algo, “El Marro” obedeció sin quedar del todo convencido, puestos que sus blancos habían sido magníficos y limpios. Él no tenía miedo manifestar que era mejor tirador que “El Gitano”.
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Ya para llegar a Agua Caliente, repentinamente sacó “El Marro” nuevamente su pistola e hizo otro disparo. Era un venado —dijo a “El Gitano” a manera de disculpa— y si no, vamos a verlo. Y era en verdad una magnífica pieza, de alta cornamenta y había recibido el proyectil en la mitad de la frente. —Vez —dijo “El Marro—, te las vuelvo a jugar, si quieres. —A callar, que vamos llegando. XXXX En aquellos días era una temeridad hacer cierta clase de preguntas a “El Gitano” y fue hasta años más tarde, durante una visita que le hicimos a la prisión militar cuando, recordando aquella escena, le dijimos: —¿Por qué no le jugaste a El Marro? —Porque era mejor que yó y me había ganado, pero no quise que se diera cuenta porque me habría dejado de temer… —Sólo que —añadió, como en son de disculpa— él tenía la desventaja de que, como viste, tardaba un segundo en disparar para hacer un blanco perfecto, no fallar y meter el proyectil con exactitud matemática donde quería, pero en ese segundo, el contrario le podía meter a él cinco balas. Y yó —terminó diciendo— le gano en rapidez, porque sé que dándole al contrario en la cabeza, “al arrancarla”, no me importa darle exactamente en la mitad de la frente, en la boca o en los ojos. De todas maneras es herida mortal. Y lo que perdió a “El Marro”, agregó a la guisa de comentario, fue esa dilación y su capricho de querer meter la bala siempre en un sitio determinado. MUERTE DE “EL MAZMORRAS” Al relatar la forma en que se consumaron los asesinatos de El Quemado, hemos adelantado deliberadamente un poco los acontecimientos, para dar margen a otras consideraciones y que se estimen bien las causas por qué se consumó aquella terrible “masacre”. El hecho de que los asesinos se hubieran vestido con ropas de miembros del ejército dio lugar a terribles represalias y a la desorientación de los grupos agrarios, que ya se creían traicionados por los federales. Cuando se firmó el pacto agro-dorado, la mayoría de los pistoleros se dispersó; Loaiza se trasladó a Mazatlán, donde sacó de un balazo un ojo a Concepción Meza, propietaria de un prostíbulo, dejándola completamente ciega, ya que el otro ojo lo tenía perdido. Las autoridades militares hicieron investigaciones, vinieron agentes de la Procuraduría de Justicia de la Nación y llegó a Mazatlán con el fin de investigar estos asesinatos el viejo policía Valente Quintana, al mando de varios agentes. 34
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Los actos —pudiéramos decir de vandalismo— que consumó Quintana con el pretexto de cumplir su misión, llenarían algunos capítulos, según se ha sabido después, pero los omitimos por estar alejados de nuestro tema. Los agentes localizaron a “El Mazmorras” en su escondrijo de Mazatlán e incluso encontraron en su habitación el chaquetín que había usado para presentarse como Coronel del Ejército al asesinar a los labriegos de El Quemado. Un día, al llevársele a una reconstrucción de hechos, creyó propicio el momento para escapar cuando con sus custodios cruzaba el Mercado “José María Pino Suárez”, a la sazón atestado de gente. “El Mazmorras” dio fuerte tirón al agente que lo llevaba sujeto y corrió por entre numerosas personas, haciendo “culebrillas” y agachándose lo más posible. Para el agente no hubo vacilaciones. Sacó su pistola y apuntando por entre el gentío hizo sólo un disparo, alojándole el proyectil al fugitivo bajo el homóplato izquierdo con salida en el pecho, precisamente sobre el corazón, víscera que fue destrozada por una bala “dun-dun”. El fugitivo cayó boca abajo y ante la expectación de los presentes, pudo volverse y llevar, con desmayado movimiento, una mano a la cintura como en busca de una arma y luego, como arrojando fuego por los ojos, los fijó con insistencia en el agente que se acercaba, listo para disparar otra vez. Hizo un rictus terrible y arrojando un líquido sanguinolento por la boca, volvió la cabeza a un lado quedando exánime. El Chacal de El Quemado había pagado con su vida la de los doce labriegos a quienes asesinara, un día primaveral en el pueblo mencionado, ante el llanto y las súplicas de los familiares de las víctimas y sin conmoverse ante sus lamentos. Y también, como ellos, había sido abatido por la espalda y si no quedó tirado igualmente en el abandono, fue porque la caridad oficial dispuso que su cadáver fuera conducido al anfiteatro del Hospital Civil, de donde fue recogido por sus familiares que vinieron de “El Conejo”, Nayarit para darle cristiana sepultura. FELIPE GIL Y EL CHATO BENIGNO, SITIADOS Todos estos acontecimientos agudizaron de tal manera la situación, que se pensó establecer un precedente ejemplar e implantar de una vez por todas y a rigor, el agrarismo en la Región Sur, lugar probablemente único en la República, donde se ofreciera una oposición tenaz llevada al grado de sacrificarse vidas humanas sin límite alguno. Debidamente organizadas las Defensas Sociales y unidas al Ejército, proyectaron nueva incursión a La Palma, con el fin de escarmentar a los “dorados” que allí vivían y que, como hemos visto, eran todos los habitantes del lugar.
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Los “alzados” tuvieron conocimiento de esta movilización y muy a tiempo abandonaron el pueblo, más que todo, por carecer de suficientes armas y especialmente municiones, para ofrecer resistencia. Además, se acordó entre ellos que no se atacara a los agraristas o a los soldados mientras éstos no hicieran nada. Cuando federales y agraristas llegaron a La Palma, encontraron aquello como en día de duelo, un ambiente hostil y sin que nadie diera información alguna. Nadie sabía nada, todos acababan de llegar de sus siembras y ninguno estaba enterado de lo que ocurría. Era el miércoles de ceniza, 24 de febrero de 1938. Felipe Gil y “El Chato” Benigno se habían quedado en el poblado por uno de esos alardes de hombría que solían tener los elementos de uno y otro bando y cuando trataron de escapar, ya estaban totalmente sitiados en sus habitaciones. Los soldados y los agraristas, naturalmente, ignoraban esta circunstancia y continuaban haciendo investigaciones: Hubiera sido para ellos algo digno de festejarse el localizar a aquellos hombres, en cuya búsqueda iban a “tronarlos” sin más averiguaciones. Hubo un momento de intensa expectación y en extremo dramático, cuando el jefe de la partida federal, acompañado de varios soldados y de otros tantos agraristas, se aproximó a la casa donde estaban ocultos Gil y Benigno. “El Chato” que siempre se distinguió por su resolución atropellada, tomó estratégica posición de combate y echando mano a sus pistolas, se aprestó a abrir el fuego dispuesto a vender cara su vida, jugándose una entre cien las probabilidades de escapar. Gil, hombre de cierta cultura, ladino y socarrón, logró conservar su sangre fría y aunque con la pistola en la mano, convenció a Benigno de que permaneciera inactivo y no se precipitara, puesto que probablemente pasarían desapercibidos, como efectivamente ocurrió, ya que los soldados se concretaron a hacer a las mujeres algunas preguntas en términos imperativos y al recibir respuestas negativas, el Jefe se conformó con lanzar un terno contra los “dorados”. ASESINATO DEL ABASTERO ADOLFO ESCOBAR Agraristas y federales, sumamente contrariados por no encontrar allí a quienes buscaban, en especial a “El Gitano”, “El Culichi”, “El Marro”, Gil, Benigno, Chuy Tirado y Pedro Ibarra, continuaron las investigaciones y llegaron así frente a un portal, donde el abastero Adolfo Escobar destazaba una res. Le hicieron varias preguntas sobre el probable lugar donde se encontraban los “del monte”, de la forma en que se proveían de armas, quiénes eran los principales jefes, etc., etc… Escobar, que era “dorado” de hueso colorado, sólo contesto con monosílabos o con enojoso mutismo, por lo que el jefe de aquellos hombres, enfurecido, hizo una señal al Jefe de la Defensa. 36
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Ante los ojos atónitos de algunos labriegos y mujeres que por allí pasaban y de otras personas que esperaban comprar algo de carne, el infortunado abastero quedó sin vida, atravesado por varios proyectiles. ¡Y las armas que se habían utilizado para aquel cobarde asesinato, eran las provenientes del ejército federal, los cortos “cerrojos” de 7 milímetros que el Gobierno había puesto en manos de los agraristas para la defensa de sus parcelas! Armas en lugar de arados. El asesinato de Adolfo Escobar, puede decirse, fue el que originó la matanza que se siguió ese mismo día y en la que fue abatido también el “jefe” de la expedición, el valiente coronel Salustio Lima Colotla. EL CULICHI VIVO O MUERTO Hay diversas versiones sobre los motivos u orígenes de aquella expedición armada de agraristas y militares a La Palma, pero la más socorrida es la de que la Comandancia de la Guarnición de la Plaza o de la Jefatura de Operaciones, que entonces estaba en Mazatlán y a cargo del General Castrejón, había traído una orden terminante. Como hemos visto, las fuerzas llegaron a La Palma y de allí deberían seguir el camino real para llegar a otros puntos, como Las Tinajas, pasando por la vinata La Hormiga, para llegar al camino de La Noria y penetrar hasta Juantillos y Metates. Por desgracia, la precipitación de los expedicionarios al asesinar al abastero Escobar dio margen al recrudecimiento de los resquemores. Conocedor del terreno, Felipe Gil logró escapar —estando aún soldados y agraristas en La Palma— en compañía del Chato Benigno y tomando por caminos extraviados, lograron reunirse con el resto de sus compañeros que mandaba “El Culichi”, teniendo como segundo a “El Gitano”. Los pusieron al tanto de lo que había ocurrido y de las intenciones que traían, pero con todo, “El Culichi” (Manuel Sandoval) dispuso retirarse sin ponerse en contacto con ellos: Deberían llegar hasta el cerro de “Sal si Puedes”, a pertrecharse. En La Palma, se separaron los agraristas de los federales tomando rumbo a Puerta de las Canoas los primeros y siguiendo hacia Las Tinajas y La Noria los elementos mandados por el coronel Lima Colotla. Cuando abandonaban el cadáver de Escobar, uno de los soldados, de brusco tirón arrancó del pecho de una bella muchacha, una flor que llevaba allí prendida, poniéndole al descubierto los senos que precipitadamente se cubrió con ambas manos. Tenga, mi coronel —dijo el “juan” dirigiéndose a Colotla—, un recuerdo. —Así les arranquen la vida y no vuelvan —les increpó la bella.
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Los interpelados rieron estruendosamente de aquella amenaza que resultó profética. ¡Ninguno de los dos debería regresar con vida a La Palma! La partida federal tomó, pues, el camino hacia Las Tinajas, con toda decisión y arrojó. Sólo quienes han transitado por aquellos lugares, puede darse cuenta de lo peligroso que en estas circunstancias es ir por aquellos caminos, ahondados hasta convertirse en oscuros y estrechos cañones por centurias de uso. Dos hombres resueltos, como vimos hacerlo en el Arroyo del Arco, son suficientes para contener el paso de un grupo numeroso. ¿Cuál era entonces la consigna recibida que hacía a aquellos hombres valientes como todos los demás, afrontar el peligro e ir en cumplimiento de ella? La versión popular es que la consigna, no era otra que ésta. ¡Aprehender y conducir a Mazatlán a “El Culichi”, vivo o muerto! LA ACCIÓN DE LA PALMA HAY momentos en la vida del hombre en que, como un aviso de lo ignoto, como una advertencia del más allá, se siente aquello que llamamos presentimiento. Las palabras de la muchacha resonaban en los oídos del coronel Lima Colotla y aquel hombre rudo y valiente, inflexible en el cumplimiento de su deber, sintió una “corazonada” y a punto estuvo de desviarse del camino y regresar a La Palma para trasladarse, con los agraristas, a Puerta de Las Canoas, por el mismo camino que ellos llevaban y abandonar el que él seguía. Los últimos días de febrero, anunciando la próxima primavera, estaban allí impregnados a retama, a salvia, a toimilla, mejorana y malvas silvestres y una brisa ligera hacía ondular los pastizales y arbustos suavemente. Días luminosos en que todo hacía resurgir la vida y el anhelo de gozarla, el parloteo canoro de las aves del campo, mirlos, cenzontles, urracas y calandrias. Antes de faldear una colina, un coyote cruzó rápido el camino y uno de los soldados exclamó: “Mala suerte, algo nos va a pasar”. A la vuelta de la colina, se encontraba el callejón formado por dos cercas de alambre, púas, a la vera de una lomita de manso declive y al sur, una pequeña y accidentada llanurita. Era el lugar trágico del que poco de los expedicionarios habían de salir con vida. Cuando Gil y el Chato Benigno refirieron la forma en que había sido asesinado Escobar, y “El Culichi” dio la orden de retirada sin hacer frente a los soldados, uno de sus hombres, José Barrón Echegaray (a) “El Güero”, sonrió mefistofélicamente: “Ya encontré la manera de que nos demos”. 38
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Los “alzados” seguían el mismo camino de los federales y “El Marro” que iba a la retaguardia, avisó que se escuchaba el tropel de la caballada, por lo que pasando las cercas, determinaron ocultarse entre el follaje, al lado izquierdo del camino, para dejarlos pasar sin ser ellos vistos; luego, tomar un camino diferente para no encontrarse con ellos. Fueron momentos de angustiosa espera hasta que tras la vuelta del camino apareció el primer jinete, luego otro y enseguida el coronel Lima Colotla, imponente por su arrogancia. La columna en su totalidad había penetrado ya en el callejón, cuando Echegaray creyó llegado el momento preciso para obrar. Lanzó estruendoso estornudo y se puso en pie levantando un rifle en alto. No fue preciso más, para que se abriera el fuego sobre él, que ya se había protegido en una zanja, especie de fortificación natural en la que se habían refugiado. Bajo el fuego del enemigo, los “dorados” no tuvieron más que aceptar el combate entablándose el más terrible tiroteo de los que hasta entonces habían sostenido con partida alguna. Los soldados hacían caracolear sus caballos, los encabritaban y disparaban al mismo tiempo. Otros, se bajaban de ellos y tomaban posiciones ventajosas para el combate. En unos momentos, aquello era un infierno con el ruído de las nutridas descargas, los “mueras” o “vivas”, según quién los pronunciara, las blasfemias y en medio del fragor del combate, alguien despreciando la muerte, entonaba el corrido villista: “Yo soy soldado de Pancho Villa”. Yo soy soldado de Pancho Villa, de sus dorados soy el más fiel, nada me importa perder la vida, es cosa de hombres morir por él.
Se puso de manifiesto allí la habilidad y certera puntería de los hombres que iban con Manuel Sandoval, “El Culichi”. Todos tuvieron allí su bautismo de sangre y llegaron a destacarse, menos los que se quedaron en el campo. Y los soldados, héroes anónimos de la epopeya, combatieron con igual bizarría que si se encontraran en lucha contra el invasor. Los “dorados”, la mayoría diestros, hacían un mortífero fuego de ráfaga y fue aquí donde se destacó “El Gitano”, que sin contenerse, subió a su caballo y denodadamente haciendo uso de sus armas, se batió con singular arrojo. MUERTE DE BARRÓN ECHEGARAY “El Güero” José Barrón Echegaray combatía igual que sus compañeros, disparando con suma rapidez. A pocos metros de donde él se encontraba, cayó mortalmente herido uno de sus compañeros, originario del pueblo de Veranos. 39
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Desafiando el peligro, Echegaray abandonó su posición donde estaba bien protegido y a rastras, cubriéndose con los hierbajos y las escasas piedras que encontraba, logró llegar hasta el herido al que asió con una manó emprendiendo el regreso con él a su posición. Casualmente uno de los soldados se volvió para aquel lado, en los momentos en que franqueaba el paso ya en su refugio, le apuntó rápidamente e hizo fuego. El temerario “dorado” recibió el proyectil en la región occipital y con los brazos tendidos hacia el otro lado de su improvisada fortificación, soltó la mano de su compañero y quedaron así, en impresionante posición, muertos ambos. MUERTE DEL CORONEL SALUSTIO LIMA COLOTLA El combate estaba en su fase más encarnizada cuando el Coronel Lima Colotla, que como decimos, iba casi a la vanguardia, logró posesionarse de robusto temape que se encontraba en la cerca. Ya de allí, debidamente protegido, pudo disparar con mejores efectos su arma. Disparaba con extraordinaria rapidez y logró abatir a otro de los “del monte”, pero Pedro Ibarra y Chuy Tirado, que estaban al acecho de él, le dispararon al mismo tiempo haciendo blanco. El Coronel, que había recibido lesiones mortales, se abrazó al árbol y luego, lentamente, fue resbalando hasta quedar atravesado en el camino, sobando suavemente el cañón de su pistola. Era la trágica pistola que después portara Chuy Tirado y cuya posesión había de costar varias decenas de víctimas. Las descargas atronaban el espacio y el Coronel fue entornando los ojos, como sumiéndose en un sueño apacible hasta quedar exánime, empuñando en la diestra su arma favorita. En la solapa del chaquetín, con estrías sanguinolentas, una flor blanca, parecía marchitarse angustiada por la espantosa escena. MUERTE DE PEDRO IBARRA CUANDO el Coronel Salustio Lima Colotla cayó abrazado primero al tepame que le servía de refugio y luego, al faltarle las fuerzas a la mitad del camino, Pedro Ibarra se puso en pie para ir a recoger la pistola con que hasta el último momento se había batido el valiente militar, José Salcido (a) “El Güerillo”, que se encontraba cerca de él, le cogió de la mano obligándole a tenderse nuevamente, a tiempo que por sus cabezas pasaban silbando varios proyectiles. Ibarra insistía en ir por el arma y Salcido le sugirió que pasara primero de un lado a otro el camino para acercarse al cuerpo por un sitio cubierto, pero en un impulso suicida, Ibarra saltó al camino a cuerpo descubierto llegando hasta el cadáver.
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Tres soldados de los últimos que quedaban y que estaban pecho a tierra cerca del cuerpo del Coronel, dispararon al mismo tiempo sobre Ibarra, derribándolo. Con titánico esfuerzo, el cuerpo acribillado y manando sangre por doquier, Ibarra tendió la mano para coger la pistola del Coronel y así, con la diestra tendida y tocando apenas con la punta de los dedos la codiciada arma, exhaló el último suspiro. Salcido, “El Gitano” y “El Marro”, entre tanto, habían dado buena cuenta de los soldados que habían abatido a Ibarra. LA PISTOLA FATAL Como hemos visto, la posesión de la pistola del Coronel Lima Colotla costaba ya cinco vidas: La de su propietario, la de los tres soldados y la de Pedro Ibarra. No obstante esto, todos la seguían codiciando por lo que en cuanto aminoró un poco el fuego, Chuy Tirado y otro de los “dorados” asistente de “El Culichi” y originario de Juantillos, se precipitaron sobre ella y el otro, para obsequiarla a “El Culichi”. El de Juantillos logró adelantarse y viendo Tirado que le iban a ganar el arma, dio voces pidiendo auxilio, diciendo que lo habían herido, por lo que se volvió para socorrerlo. Lo levantó en brazos y con desfallecido movimiento, Tirado le hizo señas de que siguiera adelante, hacia el cadáver. Presentaba —Tirado— un lamentable aspecto y daba la impresión de estar muy malherido y así lo creyó su compañero, pero no sabía que rápidamente se había cubierto de sangre al pasar junto a un cadáver. Ya junto al cuerpo exánime de Colotla, se dió un estirón y rápidamente cogió el arma, diciendo: “Ya es mía”. El otro se llamó a engaño y trató de sacar su pistola para disparar. Tirado se tendió hacia un lado y este movimiento le salvó: El último proyectil disparado por los soldados atravesó el cuerpo de su compañero, proyectil que estaba destinado a él y del que se salvó providencialmente con el rápido movimiento que hiciera para esquivar la agresión del de Juantillos. EL BALANCE MACABRO Todo esto se había sucedido con gran rapidez y al hacer el Coronel el último disparo, sus compañeros, los demás soldados, tuvieron que abandonar el campo al ver que no podrían vencer a sus contrarios y empezó así la más encarnizada persecución y el más doloroso de los éxodos. Los “del monte” soportaron cinco bajas, siendo ellas las de Echegaray, su compañero, la de Pedro Ibarra, un vecino de Corral Falso y de Juantillos. A éste le dieron por muerto desde el primer momento y le dejaron abandonado en el campo junto con los demás cadáveres, dedicándose el resto a perseguir soldados fugitivos. 41
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Éstos huyeron en diversas direcciones y donde quiera que eran alcanzados, eran inmediatamente rematados, sin piedad ni misericordia alguna. El asesinato de Escobar, el fragor de la lucha, el olor de la sangre y la embriaguez del triunfo habían convertido en fieras a aquellos hombres que minutos antes, raciocinando con cordura, proyectaban ir por otros caminos procurando rehuir la pelea o evitar una fricción sangrienta. En ambas direcciones del camino, se escuchaban detonaciones aisladas. Era que habían encontrado a algún fugitivo y se eliminaba. De todo aquel bizarro grupo que llevara Lima Colotla para la detención supuesta o verdadera de “El Culichi”, sólo escaparon dos hombres con vida, quedando en el campo toda la compañía y pelotones que integraban la columna. La mañana del día siguiente, unas mujeres que se dirigían a El Potrero, vieron salir de entre el monte a un sujeto cubierto de sangre y presentando varias heridas, destrozada la ropa por las espinas y los abrojos. Era un soldado apodado “El Charol”, uno de los dos sobrevivientes de la columna del Coronel Colotla y que refería con los ojos desorbitados cómo había ocurrido el desastre de La Palma. Viendo que no podía caminar, las mujeres le subieron a un borrico que llevaban y así, le condujeron a El Potrero. Posteriormente y ya en el Ejército nuevamente, se le ascendió a Sargento. El otro superviviente fue un Sub Teniente apellidado Alvarado, que tomó rumbo a La Noria. La matanza, como se relata, fue tremenda y aún el tepame donde se refugió y murió el Coronel Colotla, ostenta los impactos de los proyectiles que el tiempo no ha podido borrar. Terminado el combate, el campo recobró su impasibilidad, la brisa tenue y aromada a retama y malvas silvestres continuó meciendo las malezas y de entre éstas salió un coyote que atravesó lentamente la pequeña llanura, cruzó el camino y al llegar a la cúspide de la lomita, lanzó su escalofriante y agorero aullido. En lontananza y entre ligeras nubecillas que entoldaban el azur, auras y zopilotes, en círculos concéntricos, esperaban el momento de arrojarse sobre la humana carroña. REPRESALIAS SANGRIENTAS LA ACCIÓN de La Palma, cuando se tuvo conocimiento de ella, produjo en Mazatlán, especialmente entre los miembros del ejército y entre los agraristas, terrible impresión e indignación, surgiendo incontenibles deseos de venganza. Fue así como inmediatamente se lanzaron otras columnas militares para batir a los “del monte” y acabar así con ellos y fue también como se enconó más la lucha feroz sostenida entre unos y otros. 42
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Ahora, no se trataba ya de defender las parcelas, sino de algo más importante: Las propias existencias. De aquí que no se diera cuartel alguno al enemigo: Si se encontraba a un ejidatario o agrarista en su parcela, allí era eliminado; si se localizaba a un “dorado” en el campo o en su casa, allí tenía que ser abatido. Al día siguiente del desastre de La Palma, llegó otra columna militar a este poblado, encontrando a cuatro pacíficos vecinos que ninguna participación habían tenido en la refriega. Estos individuos, como nada temían, no habían salido de La Palma y eran los únicos hombres de “armas tomar”, o mejor dicho, en condiciones de empuñarlas, que se encontraban en el poblado. Los soldados no anduvieron con mucha requisitorias y cogieron a tres de ellos, a los que se fusiló inmediatamente como represalia por los hechos del día anterior. Las víctimas de esta cruel venganza fueron Ramón López Barraza, Conrado Canizalez y Miguel González. Un hermano de Ramón, llamado Miguel, que se enteró de la suerte que corría su familiar y amigo, desobedeció la orden de acercarse y echó a correr, siendo perseguido a balazos, sin que por fortuna hubiera sido tocado por ningún proyectil, escapando gracias a sus conocimientos del terreno. También querían fusilarlo, y sin embargo, apenas tenía 14 años de edad. ¡Así era la sed de venganza que entre los federales había provocado la acción de La Palma. LA MUERTE DE UN VALIENTE Hemos dejado a uno de los “dorados” que cayeron en el combate con Lima Colotla, elemento originario de Juantillos y que salvó la vida de Chuy Tirado cuando éste le ganó con la pistola del Coronel. Cuando todos se retiraron, volvió en sí dándose cuenta de que estaba gravemente herido. Abandonado de sus compañeros y sabiendo que los federales habrían de regresar y que lo rematarían si lo encontraban herido, trató de huir lo más lejos posible a toda costa. Con ímprobos trabajos logró incorporarse y sirviéndose de un rifle como bordón, principio la postrera caminata de su vida. La noche, que llegó pronto, le favoreció mucho y le dio la oportunidad de poder ocultarse cuando se aproximaba alguien. Así caminó, caminó hasta caer rendido. Y así, soportando intensos dolores y una sed abrasadora, continuó caminando, arrastrándose y asiéndose a los arbustos y peñas, para internarse en el monte y alejarse del camino, ante el temor de que llegaran los soldados y lo localizaran. Un rimero de bolas secas le prestó abrigo y principió su prolongada agonía de tres días. 43
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Hizo un hoyo en las hojas, se cubrió bien con otras y se entregó al sueño, un sueño que debería ser eterno. Cuando días después se supone que a los dos de su fallecimiento la fetidez hizo que se descubriera su cuerpo, estaba ya cubierto de larvas. Sus armas permanecían a su costado, a donde las había colocado, listas a disparar si alguien le sorprendiera en el improvisado escondite, que había confeccionado para coger el sueño que le pasaría a la eternidad. DON SILVANO PÉREZ RAMOS, JEFE DE LOS “DORADOS” A raíz de que Pedro Ibarra (el primer hombre que tomó las armas para luchar contra determinadas disposiciones del gobierno), entró de lleno a la lucha, formando su gavilla con gente de los pueblos de El Habal (donde se encuentra sepultado, pudiéndose ver su fotografía en su tumba), La Palma Sola, Juantillos, La Noria, Agua Caliente, Puerta de las Canoas, El Quelite y San Marcos, surgió una cabeza que en el transcurso de los años se convertiría en la mayor protección de los “del monte”. Don Silvano Pérez Ramos, originario de Jalisco pero con profundo y acendrado cariño para Sinaloa, a quien considera su verdadera Patria Chica. Don Silvano Pérez Ramos, que a la sazón tenía en Mazatlán una compañía maderera a unos cuantos metros de la planta de la A.L.F.A., comenzó a hacerse famoso en el medio ambiente porteño cuando adquirió, en diez mil pesos, el “Caballo Palomo”, que utilizara Tito Guízar en la película “El Rancho Grande”. Este hombre rechoncho, de mirada profunda y risa sarcástica, comenzó a conectarse con altos políticos de la ciudad de México, y, mediante sus ventajas económicas, llegó hasta construir un campo de aviación secreto en las cercanías del municipio de Concordia, Sinaloa. En ese lugar aterrizaban los aviones particulares de todas aquellas personas afines a los “dorados”, mismos que obedecían órdenes directas de Don Silvano. Después del combate de La Palma, fue cuando Don Silvano Pérez Ramos se decidió a adquirir mayores y mejores armamentos para su gente, ante la amenaza que pesaba sobre ellos, constantemente. De esa manera, los “dorados” contaban con mejores pistolas, ametralladoras y parque, que sus enemigos los agraristas. En una ocasión don Silvano Pérez Ramos tuvo una junta secreta con un representante de la autoridad militar en Sinaloa, allá por 1940. Iba en compañía de Juan Pérez y la cita se celebró en el callejón Marconi de la ciudad de los Palacios, en el despacho número 11, precisamente en un costado de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Sobre los resultados de esta reunión, en realidad nada se supo a ciencia cierta, aunque se aseguró que los “del monte” continuarían contando con el apoyo moral de determinados sectores militares. Puede decirse que don Silvano Pérez Ramos, actualmente dedicado a la pesca de camarón en Guaymas, Sonora, donde tiene establecidas modernas plantas congeladoras y preside la negociación denominada “Fomento Marítimo, S.A., conoce a fondo un sinfín de accio44
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nes desarrolladas en la Región Sur de Sinaloa. Absolutamente todos los cabecillas, inclusive “El Gitano”, “El Culichi”, Juan Pérez, “El Payo”, “El Chaquetas”, “Güerillo” Salcido, Felipe Gil, etc., obedecían las indicaciones de don Silvano —en su interior es un hombre que gusta de los aspectos netamente mexicanistas, vistiéndose hasta en su misma oficina con colores patrios— amén de que él siempre se encontraba dispuesto a protegerlos en contra de las órdenes dictadas por el Gobierno Federal que se relacionaban con la repartición de tierras en el Sur de Sinaloa y en torno de las reformas agrarias aprobadas por el general Lázaro Cárdenas, entonces Presidente de la República. Siendo Pérez Ramos, a quien apodan “El Bananas”, un hombre de potencialidad económica personal, sus relaciones, tanto con gentes pudientes tanto de Mazatlán como de Guadalajara, México y poblaciones de Sonora y Nayarit, no se dejaron esperar. Y como los intereses peleados por los “dorados” convergían en las propias actividades de los amigos de “El Bananas”, de ahí precisamente que todos cooperaron con decisión y firmeza para el sostenimiento de los que se llamarían posteriormente, Pequeños Agricultores. En muchas ocasiones se ha oído exclamar a don Silvano, que una de las muertes que más le dolieron con profundidad de alma, fue la de Chuy Tirado, asesinado en las afueras de un cabaret de Urías, en Mazatlán, suceso que narraremos en capítulo aparte, ya que fue el motivo de que posteriormente Ramón Pardo y amigos irrumpieran en el Hospital Civil y sacrificaran a balazos y puñaladas a los autores de la muerte de Tirado. Como forma característica de su hombría y sostenedor de sus propias acciones pasadas, don Silvano nunca ha negado que fue Jefe de los Dorados de Sinaloa. Ahora es un elemento dedicado de lleno a la pesca, como anteriormente se dice, y con suficientes bríos para echarse a cuestas tareas en esta rama de carácter internacional, como es la de formar una Cámara de la Industria Pesquera de México para luchar contra el extranjero que viene a explotar nuestra rica fauna marítima. FELIPE GIL MATA A MIGUEL OSUNA 29 junio de 1941. Domingo con tarde sol. Miguel Santos Osuna, a la sazón representante del Gobernador Rodolfo T. Loaiza en la Región Sur de Sinaloa, fue muerto en el despacho de la Cervecería del Pacifico, S.A., de Mazatlán, por Felipe Gil, uno de los cabecillas más destacados del “doradismo”. Era la víctima de complexión robusta, color blanco y pelo negro, usaba bigote recortado y de ojos color café. Vestía en los momentos del crimen un traje plomo de dril y calcetines de seda a rayas. Osuna y sus amigos Guillermo Estrada, Ascención Navarro (finado), Ricardo Ramírez y Carlos González, se disponían a comprar un “cuarto” de cerveza para llevarlo al domicilio del penúltimo de los aludidos, donde se festejaba el onomástico de la esposa del mismo. Habían llegado en un camión de pasajeros propiedad del señor Francisco Gutiérrez, empleado de la Tesorería Municipal. A los pocos minutos se “atracó” otro vehículo de un señor Rodriguera conduciendo a numerosos abasteros. En esos momentos Osuna, que se había destacado como uno de los líderes de GOSS, pronunció estas palabras: “Qué gusto tengo”. Casi instan45
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táneamente Felipe Gil le contestaba, bajándose del camión: “Pues conmigo no te da gusto”. Los disparos de Gil, con pistola calibre 38 escuadra, se sucedieron uno tras otro contra Osuna y amigos. El líder cayó muerto, mientras Estrada recibía un balazo en un muslo, sin orificio de salida y otra herida en sedal. Ramírez fue lesionado con proyectiles que le tocaron la palma de la mano derecha y cresta ilíaca del mismo lado. Los impactos de bala que hicieron blanco en el cuerpo de Osuna, fueron mortales: un balazo le entró en la línea media posterior al nivel del sexto espacio intercostal derecho, con orificio de salida en la línea maxilar izquierda al nivel del quinto espacio intercostal; otra en la región dorsal derecha, con salida en la región abdominal, y la tercera en el tercio medio del brazo izquierdo, la que fue en sedal, mismas que le arrancaron la vida al instante. Gil, por su parte, abordó rápidamente el camión en que llegó y huyó rumbo a El Venadillo, hasta donde fue perseguido por un hermano de la víctima, el Coronel Juan Osuna, sin poder localizarlo. Los señores José T. Garduño y Pedro Castañeda Castro sirvieron de testigos en la identificación del cadáver en el Hospital Civil. Posteriormente el cadáver fue velado en la que fuera su última morada Leandro Valle No. 56. Años después, en los vericuetos de la comarca, Felipe Gil era asesinado y colgado su cuerpo de un árbol. Muchas personas aseguraron que este cabecilla, hermano de Cástulo Gil, que goza de muchas amistades en Culiacán y Mazatlán, fue muerto por Manuel Sandoval, alias “El Culichi”, al darse cuenta éste de que su amigo se había raptado por la fuerza a una pariente cercana del Jefe de los Dorados, jerarquía esta última que sustentaba en los terrenos del combate, ya don Silvano Pérez Ramos, como se dice, era el verdadero Jefe, pero intelectual. Osuna fue reemplazado por el señor Bernardo M. de León, quien aceptó la representación de Loaiza en el Sur, y sobre el móvil del crimen narrado en este pasaje, nunca se conoció a fondo, una vez que llegó a asegurarse que en lo personal Gil y Osuna eran amigos. Chuy Tirado, que llegara a ocupar una de las principales páginas de la revista “Hoy”, fotografiado con una pistola en cada mano, tuvo su epílogo el 20 de Octubre de 1941. Su muerte, entre amigos y simpatizadores de la causa “dorada”, fue muy sentida. Era valiente y también tiraba a la perfección. El domingo 19 de Octubre Chuy Tirado y Silvano Pérez Ramos tuvieron una entrevista y libaron en abundancia. Visitaron durante la parranda el Hotel Belmar (se metieron con sus caballos hasta el bar) y el Balneario Honolulu, que funcionaba en la Playa Sur. Como a las 23 horas el famoso bandolero que tenía apenas 28 años de edad y era originario de Catarina y vecino de Zavala, continuó hasta Urías, donde está enclavada la Zona Roja. Iba acompañado de su amasia Antonia Lizárraga y de la hija de ambos, Teresa Tirado Lizárraga. Como él siempre lo acostumbraba, se dirigió al cabaret de Rafaela Torres Ríos, que tenía en esas fechas 46 años de edad, natural de Guadalupe de los Reyes, solicitándole tres cervezas y un orange para su hijita mismos que bebieron. Como Teresita se sintiera enferma del estómago, la llevaron a la residencia de la conocida familia mazatleca de apellido Elorreaga, a efecto de 46
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dejarla dormida y volver al Campo Siete a seguir disfrutando del gusto. En menos de media hora hicieron el movimiento, aprovechándose Antonia de que trabajaba como doméstica de la mencionada casa. Una vez de regreso con la Rafaela, se metieron en un cuarto a tomarse unas cervezas más, indicándole Chuy al chofer que volviera por él a las siete horas de la mañana siguiente. Desde esos momentos había señalado la fatídica hora en que le quitarían la existencia a ese tipo pintoresco de la Región. Sería la una de la mañana cuando “La Rafaela”, propietaria del prostíbulo “Hollywood”, donde murió Chuy, le dio a éste una cafiaspirina para que se le “cortara” la borrachera, ofreciéndole hasta su misma cama para que descansaran ambos. Después el cabecilla tomó un “Tehuacán”. El crimen estaba en puerta. La tetricidad de la noche era propicia y se hacía más fácil el consumarlo por el estado de embriaguez en que se hallaba Chuy… Tres desconocidos (serían las cinco de la mañana) llegaron hasta el cabaret pidiendo se les sirviera tequila. Como les dijeron que vino no se vendía, optaron por tomar cerveza. A instancias de “La Rafaela” fueron acompañados por las damiselas Margarita González Machado y Ramona Sánchez Alarcón. Uno de ellos, identificado después como Isabel Ramírez, alias “El Chabelo” permaneció solo. Las horas transcurrían en un ambiente de incertidumbre, en un lugar de aspecto patibulario… Chuy Tirado con su amasia dentro del cuarto de “La Rafaela” y los tres perseguidores libando con las dos damas en el salón de baile del prostíbulo… La “caza” se estaba haciendo desesperada y la “pieza” ansiada no aparecía por ningún lado… Cuando el reloj marcaba las 6:45 horas del día 20 de Octubre de 1941, llegaba el chofer que había cargado a Chuy y a quien le dijo que volviera. SE CONSUMA EL CRIMEN Cuando fue avisado Chuy Tirado de que el carro estaba a la puerta, el pistolero se dispuso a arreglarse. Mientras “La Rafaela” le buscaba unos lentes oscuros para protegerlo del viento, los tres agraristas desesperaban hasta el clímax. En unos cuantos segundos todo fue confusión: Chuy Tirado era atacado y casi a quemarropa por “El Chabelo” y sus amigos, quienes le dieron balazos en el hombro izquierdo, otro en la región temporal en la mastoide izquierda, uno más en la barbilla y en la cresta ilíaca, para que fueran siete las lesiones. En medio de un enorme charco de sangre quedó el cadáver; al moverlo se encontraron dos balas y un casquillo de pistola 45. Al momento se supo que los asesinos de Chuy Tirado iban heridos. En este sentido declaró el cantinero Miguel Chávez Hernández, que estuvo atendiendo toda la noche a Chuy, quien por cierto, al salir del cabaret, quedó debiendo la cuenta, ofreciendo, por la confianza que le tenía a “La Rafaela”, pagarle al siguiente día. También el chofer, llamado Eusebio Aguilar, alias “El Güilo” y que manejaba el automóvil de Eligio L. Cabrera, conocido por “El Negro Aldana”, pudo ver cómo tres individuos huían heridos después de matar a Chuy Tirado. Posteriormente dijo que el muerto había estado un día anterior con Silvano Pérez Ramos, en donde dejó su caballo y subió al automóvil que él manejaba.
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CÓMO QUEDÓ EL CADÁVER El cadáver de Chuy Tirado —era hijo de Manuel Tirado y Dionisia de Tirado— quedó boca-abajo, frente al cabaret “Holly Wood” o “Caravanchel”, ya que de los dos modos se le identificaba al centro de prostitución. Su vestimenta era una camisa y un pantalón de mezclilla, llevaba camiseta blanca, botines color café y calcetines del mismo color con dibujos amarillos. Quedó exactamente a dos metros del cerco de alambre que está frente a dicho restaurant-cantina, con la cabeza hacia el poniente y los pies al oriente. Pudo saber el autor de esta narración que Chuy Tirado, el día 19, anduvo tomando en la Carpa Olivera, después de que habló por teléfono a ese lugar desde la Gasolinera de Victorica. Desde aquí ordenó a “El Güilo” que se fuera a la Carpa situada en Olas Altas y lo esperara. Ya entrada la noche fue cuando se dirigió a Urías, encontrando la muerte cuando menos lo esperaba. Los disparos que le cortaron la existencia se los hicieron los tres agraristas desde el interior del establecimiento. Cuando huían, dos de los criminales, uno de ellos Pablo Valdez, le gritaban a “El Chabelo”: “Pégale en la cabeza, no vaya a ser que se levante”. LOS ASESINO DE CHUY TIRADO La policía, minutos después de que Chuy Tirado había sido asesinado, capturó a los dos protagonistas principales del atentado: J. Isabel Ramírez, alias “El Chabelo”, de 31 años de edad e hijo de Manuela Ramos, y a Pablo Valdez, de 32 años, originario de Chicuras de Villa Unión, mientras el primero era de El Verde, Concordia. “El Chabelo” fue el que más disparó contra Tirado, ya que cuando éste salió del cuarto estaba preparado y no le estorbaba ninguna mujer, pues “para él no hubo esa noche”. Ramírez era alto, delgado, blanco, vestía camisa azulita listada, pantalón blanco y muy sucio, esa noche dramática. Avecindado en El Roble, de la Jurisdicción de Mazatlán, vino a este puerto a visitar a su mamá que vivía en la calle Francisco Cañedo No. 604. Cuando fue interrogado por la policía, manifestó que Chuy Tirado le tenía desconfianza, ya que había dado muerte a su padre, José María Ramírez, el 19 de Marzo de 1939 en el poblado de El Verde. Agregó que sin pensar y en compañía de Pablo Valdez y otro campesino se habían trasladado a Urías en una camioneta de las que hacen el servicio Mercado-Estación, encontrándose casualmente y como a las siete de la mañana del siguiente día, a Chuy Tirado, matándolo. Con verdadera sangre fría y a la usanza de las películas del Dorado Oeste (Chuy también acostumbraba vestir con traje de “barbechos”). Tirado sacó su pistola en el aire, antes de caer al suelo mortalmente herido. Hizo con extraordinaria rapidez algunos disparos a sus atacantes e hirió a “El Chabelo” y Pablo Valdez. Al primero le dio en el brazo izquierdo, hemitórax, plexus y muslo izquierdo. Al segundo lo lesionó del brazo, antebrazo y mano izquierdas. Cuando tocó tierra con el cuerpo, estaba muerto. “El Chabelo y Pablo Valdez fueron internados en el Hospital, mientras el cadáver de Chuy Tirado era llevado a su pueblo. Para ese entonces, Ramírez tenía en su haber una mujer: 48
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Florencia López, acaecida en Villa Unión. Y fungían en Mazatlán como Presidente Municipal, Federico Cuevas; e Inspector de Policía el valiente General Cristóbal Solís Contreras. LA MUERTE DE “EL TARZÁN” Puede asegurarse (y así también lo hizo constar el famoso detective Valente Quintana en un informe rendido al Gobernador Rodolfo T. Loaiza) que la muerte de José Esparza, alias “El Tarzán”, uno de los hombres que por su valentía más se distinguieron dentro del sector agrario, motivó el asesinato de Chuy Tirado. El día en que “El Tarzán” fue acribillado a balazos en Mazatlán, había andado de parranda en compañía de varios amigos suyos. En todos los lugares que visitó profirió insultos en contra de “El Gitano”, anunciando que había llegado la hora fatídica para el temible pistolero. Como sus bravatas llegaran a oídos de un amigo de Rodolfo Valdez, éste de inmediato conoció las intenciones de José Esparza. Efectivamente el valiente agrarista estuvo en varias ocasiones a buscar a “El Gitano” para matarlo, sin “toparse” con él. Al día siguiente, sin embargo, la figura principal de estos episodios novelescos e hijo de Agua Caliente, daba muerte a su perseguidor, haciéndole numerosos disparos desde un automóvil. “El Tarzán” cayó hecho una criba y demostró que tenía sangre de buena ley, pues alcanzó a hacer un disparo ya prácticamente sin vida. Junto con él fue muerto Jesús Villalpando y resultó gravemente herido Álvaro Alarcón, de Cofradía, de la familia de Quico y Gutberto Alarcón. Fue un 31 de octubre de 1941. En ese entonces, muchos aseguraron que “El Gitano”, quien iba protegido por su lugarteniente “El Gallito”, que estuvo preso en Mazatlán y se fugó en la época municipal de Jesús C. Tostado, había disparado contra “El Tarzán” con su ametralladora y sus amigos con pistola 45. Como en los tiempos de los gansters de Chicago, en Mazatlán se consumaban crímenes en plena población y ante la pasividad de las autoridades civiles y militares. ASALTO AL HOSPITAL Consumándose un delito de lesa humanidad, el Hospital Civil de Mazatlán fue asaltado el Día de Finados, en el año de 1941. Para ese entonces, “El Chabelo” Ramírez y Pablo Valdez habían vengado la muerte de “El Tarzán”, con la sangre de Chuy Tirado, a quien escogieron por ser uno de los cabecillas más queridos dentro de la gente “del monte” y una vez que “El Gitano” era una “pieza” muy difícil de localizar “hacerle el pelo”. Heridos en el Hospital los matadores de Chuy Tirado, se forjó un plan para desaparecerlos definitivamente. En un cónclave de “jefes dorados” y ayudantes, tocó a Ramón Pardo, segundo de Chuy Tirado, “cortarles el resuello”. Y así fue. Cuando tranquilamente descansaban en sus camastros en el Hospital Civil “El Chabelo” y Pablo Valdez, Ramón Pardo, haciéndose pasar por herido y envuelto en una sábana, penetró al establecimiento con la ayuda de un oficial de policía y enseñando la contraseña que ese 49
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día practicaba la gendarmería porteña. Una banda de música por el lado de la calle Zaragoza, o sea a espaldas del establecimiento de salud (como narramos anteriormente, los dos agraristas habían sido heridos por Chuy Tirado al defenderse éste y cuando estaba próximo a exhalar el último suspiro) tocaba piezas alegres y ruidosas. El plan estaba tan bien madurado que confiaban Pardo y protectores en que los disparos no serían escuchados fácilmente por algunas otras autoridades, teniendo cuando menos tiempo suficiente para huir. Protegidos por la obscuridad de la noche, Pardo y amigos llegaron hasta el Hospital. La entrada fue fácil. Cuando estuvo cerca de la sala donde atendían a “El Chabelo” y Pablo Valdez, de un salto penetró al cuarto primeramente disparó contra “El Chabelo” Ramírez, lesionándolo con tres impactos. Como esquivara algunos proyectiles dando vueltas rápidas sobre el suelo, entonces Pardo optó por quitarle la vida a puñaladas, propinándole cuatro exactamente en diversas partes del cuerpo. Igual suerte corrió su cómplice, quien murió de dos puñaladas y tres balazos. UNA IDENTIFICACIÓN Como reguero de pólvora corrió en Mazatlán el rumor de que “El Gitano” había penetrado al Hospital y había consumado las dos muertes anteriores. Pero después se esclareció que Ramón Pardo había sido el responsable, ayudado por tres “dorados”, mismos que huyeron rumbo a Agua Caliente, donde Rodolfo Valdez los esperaba y “El Culichi” también estaba pendiente de lo que ocuriera. La madre de “El Chabelo” pudo identificar plenamente a Pardo, a quien conocía desde chiquillo. Cuando perpetró esos delitos tenía algunos 28 años. Era o es nativo de El Verde, Concordia. En los momentos en que Pardo huía por la puerta principal del Hospital, la madre de “El Chabelo” le gritó: “Así son muy hombres, hijos de la… Inmediatamente regresó hasta el cuarto donde estaba su hijo (le habían amputado un brazo) y se cercioró de que estaba muerto, al igual que Pablo Valdez. Pardo entró al Hospital más o menos a las 3.30 horas del día indicado, cuando la madre de Ramírez dormía. Estaban en el centro de salud y se dieron cuenta del crimen Gabina Rodríguez, Elisa Pardo, esta última amasia de “El Chabelo”, así como Juan Peinado García, padre de Gustavo Peinado, alias “El Tavillo”, que diera muerte en forma por demás alevosa a Zeferino Roberto Conde cuando éste había sido citado en compañía del señor José Soto a la Jefatura de Operaciones, siendo entonces Comandante el C. General Anacleto López, a quien la madre del muerto acusó de ser el responsable intelectual del crimen, pues que había puesto de acuerdo a “El Tavillo” para consumarlo. AUTOR INTELECTUAL Las autoridades judiciales señalaron a don Silvano Pérez Ramos como autor intelectual de las muertes del Hospital Civil, desde el punto de vista en que estimaba mucho a Chuy Tirado, 50
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había andado con él un día antes de que fuera muerto en Urías y contaba con bastante apoyo en muchas esferas. Don Silvano, el día que mataron a Chuy Tirado, habló con el Administrador de Hospital, señor Luis Esquivíes Alfaro, radicado actualmente en Guadalajara con negocio de joyería, para suplicarle le dijera al doctor Alfredo Lizárraga, a la sazón Director del establecimiento, que preparara el cadáver de Tirado para trasladarlo a Zavala, donde se le dio sepultura. Posteriormente don Silvano estuvo en el anfiteatro. Las enfermeras Teresa López Portillo, Estela Olivarría, Refugio Morales, Ramona Guzmán, Felícitas Rocha González, Guadalupe Arroyo Viuda de Méndez y Úrsulo González Zatarain, alias “El Toto”, manifestaron que, después de llevarse el cadáver de Chuy Tirado, no volvieron a ver a don Silvano en el Hospital. El practicante Vicente Guardado Balcázar, hicieron declaraciones en el mismo sentido. LOAIZA Y DON SILVANO El detective Valente Quintana, en un oficio bastante extenso, acusó a don Silvano de ser el hombre que planeó y favoreció el asalto al Hospital. En esos términos se dirigió al Procurador General de Justicia en Sinaloa, que era el licenciado Alejandro Barrantes. Como a principio de cuentas se efectuó un cateo en el domicilio de don Silvano, sito ese entonces en calle 21 de Marzo, edificio “La Bahía”, donde le recogieron algunos rifles. Inmediatamente pidió amparo “El Bananas”. Entonces se cruzaron varios telegramas el Gobernador Loaiza y Pérez Ramos, precisamente abordando ambos el caso del Hospital Civil. De entre los más interesantes, vamos a transcribir los siguientes: Dice don Silvano a Loaiza: “Suyo ya envío Barrantes autorizaciones refiérese. Punto. Responsabilidades impútame tiéneme sin cuidado, pues para fechas indica prensa lamentables sucesos hacía días encontrábame lejos de ese puerto. Punto. Para su conocimiento además infórmole hace cinco meses desde cuatro junio solamente dos ocasiones por brevísimos días he estado Sinaloa. Debido parte mis negocios y parte precisamente evitándome mézcleseme asuntos no sean meramente comerciales. Punto. Indudablemente asunto político liquidado hace tiempo, pero asunto social agrario según informáronme debidas fuentes pocos días estuve en Mazatlán, está enteramente latente, pues según indican pequeños propietarios y antiguos comuneros no ha habido prácticamente resoluciones definitivas sobre el problema agrario sur, entre comuneros y ejidatarios. Punto. Esta opinión general está dando lugar nuevas pugnas y lamentables saldos sangre y debemos todos con desinterés personal gestionar rápida tramitación resoluciones, sugiriéndole mismo tiempo infórmese bien sobre esta situación para no considerarla finiquitada y aplíquese remedio indicado. Atentamente. S. Pérez Ramos. Una de las contestaciones de Loaiza fue la siguiente: “Suyo. Cateo refiérese obedeció investigación practica autoridad judicial sobre asalto Hospital Civil en el que atribúyesenle responsabilidades. Punto. Garantías ofrecidas hánse cumplido por Gobierno ampliamente abu51
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sándose de ellas algunos. Punto. Finiquitados problemas políticos y agrarios, sólo queda exigir responsabilidades quienes vulneren Ley.- El Gobernador Constitucional del Estado, Corl. Rodolfo T. Loaiza”. SOBRE UNA “MASACRE” A medida que iba transcurriendo el tiempo, los crímenes de la Región Sur de Sinaloa aumentaban en forma escandalosa, actos de barbarie de los cuales conoció toda la República Mexicana. Con respecto a la terrible “masacre” de El Quemado, pueblo perteneciente a la municipalidad de Mazatlán y en la cual murieron los agraristas José Quiñonez Arámburo, Tomás Rincones, Salomé Villarreal, Loreto Tirado, Martín Flores, Joaquín Meza, Miguel Rendón, Alejo Lizárraga, Pablo Espinoza y Carlos Lizárraga, intervinieron las autoridades competentes, acusándose directamente de ellos a Antonio Tirado, Fortino Osuna y Guillermo Collard. Los líderes agraristas señalaron también como cómplice al licenciado J. Ignacio Lizárraga, pero nada les pudieron comprobar. Los diez hombres murieron el 14 de Marzo de 1938.
Entre los corridos más famosos que los “dorados” cantaban después de consumar sus delitos, estaba éste: Yo soy “El Marro” afamado Compañero de “El Gitano” Y de Manuel Sandoval El Jefe de los Dorados… UN DISGUSTO Cuando los “dorados” comenzaron a controlar vidas y haciendas y las gentes se unían por mera simpatía algunas y otras por temor, surgieron varios disgustos entre los mismos cabecillas al repartirse dominios territoriales. Mientras “El Culichi” dominaba toda la región de La Noria, Juantillos y El Recreo, así como pueblos de menor importancia, “El Gitano tenía preponderancia en todo el municipio de El Rosario, donde los hermanos Quintero le hicieran una fuerte oposición. Juan Pérez, por otra parte, controlaba El Quelite y El Quemado. Súpose que por invadir sus terrenos y escandalizar, “El Culichi” estuvo algún tiempo disgustado con “El Gitano”, cosa que los agraristas aprovecharon para causarles bajas. Donde solamente mandaba “El Culichi” se escuchaba por las noches, entre su gente, el viejo corrido hecho expresamente para él y que, como todos los que nacieron para los “dorados”, sus autores están ignorados. Señores tengan presente Lo que les voy a contar: Aquí murió mucha gente 52
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Y las vengó Sandoval.
PRESIDENTE MUNICIPAL MUERTO Por los años de 1941 y 1942, El Rosario, Sinaloa, vivía también una era de terror e incertidumbre. Ni las autoridades civiles ni militares podían acabar con la dantesca ola de sangre que invadía el Sur de la Entidad Sinaloense. Lo único que se observaba era un desequilibrante éxodo de habitantes en los pueblos abarcados por la lucha entre el agrarismo y los del “monte”. En aquel antiguo mineral de calles angostas y parecidas unas a otras, fungía como Presidente Municipal un joven profesor de carácter campechano y comunicativos: Juan Millán. Millán, un día fatal, recibió una de tantas visitas secretas de “El Gitano”. En esta ocasión le solicitaba mil pesos “para darle a su gente y saldar compromisos particulares”. Acercándose a la caja de la Tesorería Municipal, el profesor Millán se la mostró casi vacía a Rodolfo Valdez, quien contestó con palabras fuertes y contundentes, señalándole un corto plazo para que le entregara la suma señalada. “El Gitano” dio media vuelta y comenzó a bajar por las escaleras del edificio consistorial que es de dos pisos. Al llegar a la puerta de salida vio el bandolero cruzar un perro; rápidamente sacó su pistola y mató de certero disparo al animal, ante la admiración de algunas personas que casualmente pasaban por ese lugar. El profesor Millán al escuchar las detonaciones, salió por una de las ventanas que en el segundo piso dan a la calle y lo recibió “El Gitano” con estas palabras: “Esto te puede pasar a ti si no me tienes pronto los centavos”. Temiendo por su vida, el profesor Millán optó por trasladarse en el autovía que debería pasar esa tarde rumbo a Mazatlán, en donde le explicaría a Loaiza su difícil situación. El mandatario, ese mismo día había llegado al puerto. Sin saberse ni como, sospechosamente “El Gitano” fue avisado de que Millán saldría a Mazatlán a quejarse con el Coronel Loaiza. Aprontándose de nuevo con él, le ofreció un automóvil que le estaba trabajando para llevar a la primera autoridad rosarense hasta la estación del ferrocarril, con el objeto de abordar el autovía. Mientras tanto, armados hasta los dientes, los hermanos Páez y Lizárraga, con órdenes expresas, le quitarían la vida en el camino. (Efectivamente formulado por “El Gitano” era infalible). Milán subió al automóvil y fue muerto a pocos kilómetros del Rosario. Los Lizárraga y los Calvillo, ayudantes de Rodolfo Valdez, le habían disparado a través de las ventanillas del autovía, consiguiendo su objetivo. “El Gitano” esperaba en la plazuela de El Rosario, donde tomaba unas cervezas con “El Gallito”. OTROS CRÍMENES Tanto “El Tarzán” como Chuy Tirado habían consumado varios crímenes antes de ser asesinado. Ambos —el relato lo dice— pagaron con sus vidas, en Mazatlán, los delitos consumados. 53
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Esparza, por su parte, había dado muerte a Nicolás Chávez el 28 de marzo de 1940, abriéndosele un proceso del cual salió bien librado; mientras que Tirado llevaba en su haber un número superior de muertes. UN BANQUERO QUE CAE Cuando tranquilamente se encontraba sentado en la puerta de su casa por la calle Mariano Escobedo, en aquellos días aciagos de la Región Sur de Sinaloa, fue muerto el banquero Juan B. Sarabia, perteneciente a una destacada familia de Mazatlán. Un hombre, portando pistola calibre 45 y vistiendo chamarra con “barbechos” como las que se usaban en el antiguo Dorado Oeste, se acercó hasta donde se hallaba el alegre carnavalero y le quitó la existencia a balazos, disparando por encima de una hijita de la víctima, quien milagrosamente escapó de morir. Subiéndose al automóvil que lo había conducido hasta la casa del banquero Sarabia, raudo se perdió por el camino de El Venadillo. Aunque siempre lo negó, puede decirse que aquel hombre era nada menos que Chuy Tirado. Sobre los móviles para consumar el crimen en la persona de don Juan B. Sarabia, existieron diversas hipótesis, siendo la más allegada la de que teniendo cuentas pendientes con un grupo considerable de comerciantes de Mazatlán y Rosario, uno de ellos se decidió mandarlo matar. Se señaló como a esa persona a “El Trique” Lerma, pero jamás le pudieron comprobar el delito, hallándose éste dedicado a atender un hotel que construyó recientemente en Mazatlán, aunque siempre vivió en El Rosario, Sinaloa. URGENTE RECLAMACIÓN Volviendo al cateo de don Silvano, donde se le recogieron los rifles, hubo en esto una intervención de parte del General Manuel Soto Larrea, entonces domiciliado en la calle Gante No. 15 de la ciudad de México. Este militar, con fecha 0 de noviembre de 1942, reclamó las armas mencionadas las autoridades que las habían recogido poco después del crimen del Hospital Civil, arguyendo que eran de su propiedad. Don Silvano nunca fue detenido y continuó siendo jefe de los Dorados. Hasta la fecha se escucha en el corrido a Poncho Tirado, muerto villanamente por el matoide Alfonso Leyzaola, alias “La Onza”, en el Hotel Rosales, de Culiacán, la siguiente frase, con música muy propia de los rancheros del Sur: Don Silvano Pérez Ramos, Hombre de mucho valor…
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Y a propósito de Poncho Tirado, confundido entre los “dorados” fue llamado a Culiacán para ultimar asuntos relacionados con sus vinatas. Pedía al Gobierno que no se le castigara con altas contribuciones y se le otorgaran garantías para trabajar en El Guayabo y La Palma. El popular Poncho, que fuera un magnífico Presidente Municipal de Mazatlán (probablemente el político más querido en este puerto y creador de infinidad de mejoras materiales que hacen brillar su memoria), se hallaba tomando con Leyzaola. En un instante, cuando Alberto Tirado J., primo hermano de Poncho, se dirigió al mingitorio, “La Onza” sacó su pistola y quitó la existencia al ex Presidente Municipal de Mazatlán, que se perfilaba como candidato al Gobierno de Sinaloa. Posteriormente Leyzaola fue muerto por los “gomeros” en los terrenos de Santiago de los Caballeros, en el norte de Sinaloa. Sus victimarios, entre los que se destacaba Fidel Carrillo, primeramente lo balacearon, lo arrastraron a cabeza de silla y luego lo colgaron, no sin antes cortarle los testículos. UN PROCESO Hurgando años después en diversas fuentes oficiales, pudimos comprobar que tanto la Agencia del Ministerio Público como el Juzgado del Ramo Penal, abrieron proceso en contra de Fidel Reyes, Gregorio Ibarra o Chon Ocegueda, con motivo del crimen consumado contra Ramón Lizárraga, alias “El Borrego”, el 23 de Agosto de 1938. Ninguno de los acusados fue castigado por la justicia, ante el sobreseimiento de dicho proceso y por falta de pruebas. LO DESAPARECEN Como la muerte del profesor Millán provocó ámpula y las autoridades se avocaron de hecho al nefasto crimen, “El Gitano” ordenó a su lugarteniente Arcadio Osuna Barrón, alias “El Gallito”, que desapareciera cuanto antes a los hermanos Calvillo y a los Lizárraga. Jugándose la vida, pues estaban armados los asesinos de Millán, “El Gallito” les hizo fuego en un lugar cercano al Rosario, acabando con ellos en pocos segundos, ayudado por dos o tres amigos.
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ATENTADO CONTRA EL DIPUTADO NÚÑEZ Victoriano M. Núñez era uno de los principales dirigentes del agrarismo en Sinaloa. Había ocupado la Secretaría General de la Liga de Comunidades Agrarias y siendo amigo del coronel Loaiza, había alcanzado la diputación local por el Distrito de Mazatlán. Una noche, cuando penetraba a su casa, sito por la calle Carvajal, de este puerto, fue agredido a balazos por gente “del monte”. Hubiera perecido en el atraco, pero su ayudante, un anciano con mucho valor, a quien llamaba “Don Nicho”, estuvo oportuno en contestar los disparos que le hacía un hombre que se hallaba protegido tras una ladrillera: Juan Pérez, como pudimos comprobarlo meses después. Núñez resultó con graves lesiones en una pierna, que lo obligaron a dejar temporalmente la diputación para internarse en la sala No. 3, “Gastón de Melo”, del Sanatorio General de la Ciudad de México. Lo substituyó por ese tiempo Alberto H. Tapia, su Suplente y desde entonces líder de los estibadores y alijadores de Mazatlán, por parte de la C.T.M. Un día en que varios políticos cruzaban el río de El Quelite, vieron a Juan Pérez como rápidamente se bajaba la pierna derecha del pantalón, que estaba “arremangada” para cubrirse una lesión de bala. Era un balazo que le había alcanzado a dar “Don Nicho”. Muchos aseguraron que Juan Pérez había sido atendido en El Habal por sus amigos, entre ellos un señor apellidado Sandoval. SANGRE EN LA EMBOCADA La tragedia sangrienta que se desarrolló en La Embocada, tuvo el saldo de tres muertos y varios heridos. Las primeras víctimas fueron Leonardo de Camacho, alias “Nalo”; Tiburcio Osuna, alias “El Bucho” y un anciano de ochenta años. Rosa Camacho, hija del primero, resultó gravemente herida, así como Agustín Osuna. El responsable de estos crímenes fue “El Gallito”, quien trató de regresar a todas las muchachas del camino de Malpica a La Embocada para que siguieran parrandeando después de la boda de una pueblerina llamada Manuela Camacho con el campesino Abel Moreno. La novia era hija del “Nalo”. En esta acción Arcadio Osuna Barrón, alias “El Gallito” resultó herido, pues los hermanos Agustín y Tiburcio Osuna le contestaron el fuego. Para ese entonces, “El Gallito” gozaba de todo el apoyo de “El Gitano”, pues aunque Rodolfo Valdez dijo en EL CORREO DE LA TARDE de fecha 3 de abril de 1943, que no había participado en la muerte del presidente de El Rosario, profesor Juan Millán, todos aseguraban que él había dado las órdenes a Osuna Barrón para que entre El Guajolote y Concordia asesinaran a Abundio Lizárraga, alias “El Indio” y a su hermano Felipe, así como a Ignacio Calvillo, que fueron los que dispararon contra el munícipe cuando éste iba a bordo del autovía, tal como anteriormente se relata. De esa manera “El Gitano” desaparecía a los testigos materiales y quedaba bien con la autoridad, pues pidió lo dejaran cooperar al “restablecimiento del orden”.
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UN INTENDENTE Por aquel entonces fue muerto el Intendente de “La Casa de la Amistad”, ubicada enfrente de “La Carpa Olivera” en Mazatlán, donde Loaiza despachaba sus asuntos oficiales durante sus constantes visitas a la Perla del Pacífico, pues hay que hacer hincapié en que el Gobernador victimado sentía profunda estimación por este puerto y se había distinguido, de muchos atrás, como el verdadero sostenedor de las fiestas de carnaval, para las cuales gestionaba bandas de música de la Capital de la República; artistas, carros alegóricos, publicidad en las principales radiodifusoras, etc. Volviendo al Intendente, éste se llamaba Carlos Chávez, alias “El Orejas”, que gozaba entre los porteños de bastante popularidad. Su victimario fue Carmelo Zavala Chávez, es dorado de Palmillas y jardinero empleado por el mismo “Orejas”, y quien estuvo a punto de consumar un crimen perfecto, desde el punto de vista en que fue al velorio, cargó el ataúd y en el panteón lloró y bajó el fúnebre cajón al pozo. Tocó a Alberto Torres Ortiz, Jefe de las Comisiones de Seguridad, junto con sus agentes Juan Osuna Pardo y Plácido Méndez, “ejecutar” a Zabala Chávez, cuando lo iban a conducir a la cárcel ante el C. Juez del Ramo Penal. Con este crimen se consumó un caso insólito dentro del periodismo, pues el joven Prometeo Tirado Páez escribió el asesinato veinticuatro horas antes de consumarse, en el diario “Cronos”, quizá conociendo las maniobras de los detectives. LA FLOR DE LA MUERTE Cuando “El Gitano comenzó a gozar de la amistad de numerosos políticos, principalmente en Mazatlán, visitaba frecuentemente las cantinas y los balnearios, así como los centros nocturnos, donde le gustaba jactarse de usar bonitos “extensibles” en su reloj, que era una de sus debilidades. Un día, en el cabaret de José Guzmán, alias “Pepe Lenjoco”, se consumó uno de los numerosos crímenes de esa época allá por 1943. “El Gitano” había llegado al cabaret. Dentro de un cubículo, una hetaira, llamada Angelina Díaz, se hermoseaba para atender a los clientes. Una vez ataviada se puso sobre la sien izquierda y pegada a la oreja, una hermosa flor roja. Al verla, otra damisela le dijo: “No te pongas esa flor porque es de mala suerte”. La joven ramera no hizo caso y salió al salón de baile. En un instante encontró la muerte: “El Gitano”, tratando de demostrar su puntería, le había hecho un disparo para tumbarle la flor, cosa que lo consiguió, pero a costa de la vida de la muchacha, quien cayó en un enorme charco de sangre, sin vida. En una camioneta de la policía “El Gitano” huyó hasta Agua Caliente, mascullando improperios por considerar que el apoyarse con el codo en la barra de la cantina y por estar ésta mojada y resbalosa, con la goma “que dejan las etiquetas de la Cerveza Pacífico”, le había fallado la puntería y había consumado otro crimen.
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El mismo coronel Loaiza —al decir de la misma gente “del monte”— hizo indicaciones dizque al licenciado Ramiro Botello Medina, autoridad judicial a la sazón, para que el juicio contra “El Gitano” no le fuera adverso, e, inclusive, su nombre no apareció en los periódicos, informándose en el sentido de que un matoide había disparado su pistola su pistola al viento y un proyectil, pegando en el techo, rebotó y quitó la vida a la infeliz cabaretera. AGENTE SECRETO, MUERTO La popularidad de los “dorados” había traspasado las fronteras de México y “El Gitano” era conocido ya en algunas partes de los Estados Unidos. Entonces vino un agente secreto yanqui, que al mismo tiempo era periodista, a compilar datos de crímenes consumados en la Región Sur de Sinaloa, a efecto de escribir novelas y proporcionar informes a las autoridades y posiblemente para forjar argumentaciones de películas de texanos, basadas en acciones de la vida real. James Ford, que así se llamaba el norteamericano, fue encontrado muerto el 28 de diciembre de 1943, en el Rincón de las Guásimas, jurisdicción de El Walamo y como a tres kilómetros de las playas de Barrón, donde desembarcó. Sobre quién lo mató, nunca se dijo, aunque todavía existen “del monte” que pudieran dar toda clase de detales. Algunos campesinos, sin embargo, dijeron que Olegario Noriega, otro de los cabecillas más temibles de la región de Concordia, fue el que lo “liquidó”. Noriega adquirió fama después en combates contra los agraristas. Un corrido dedicado a este pistolero, se escucha por dondequiera… EL PAYO DE VUELTA Con increíble sangre fría “El Payo”, por divergencias de criterio, dio muerte soltando toda la carga de su revólver, a Florentino Medrano, Santiago y Félix Lizárraga e hiriendo de gravedad a Reyes López, hechos consumados el 21 de Octubre de 1940, como se verá en una gráfica de este libro. EL ARMISTICIO Serían las trece horas del domingo 11 de Enero de 1941, cuando se dieron cita en el Salón de Acuerdos del H. Ayuntamiento, representantes de agraristas y “dorados” para firmar un pacto de paz y buscar la manera de acabar con la ola de sangre en la Región Sur de Sinaloa. Entre las personas que ahí se encontraban, recordamos al Gobernador Loaiza; General Juan Domínguez Domínguez, Jefe de Operaciones en Sinaloa; señor Federico Cuevas, Presidente Municipal del Puerto; Diputados Locales Alberto H. Tapia y Alejandro Crespo, Representante de los Pequeños Agricultores, Juan Pérez y Jorge Luis Osuna y Osuna, este último con representación directa de “El Culichi”. Fue el doctor Gustavo Marín R. en nombre del coronel Loaiza, quien declaró abierta la sesión. 58
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Como punto principal, se trataría lo relacionado al respeto mutuo a las vidas e intereses de elementos de uno a otro factor. Todo mundo cooperaría con las autoridades a mantener el orden y volverían a renacer la morigeración y la cordura. Los aplausos se sobrevinieron, estableciéndose que, en caso de consumarse un delito de sangre, los afectados evitarían terminantemente ejercer acción directa sobre los responsables, obligándose para ello a denunciarlos a las mismas autoridades competentes, quienes inflexiblemente procederían contra ellos, cargándoles todo el peso de la Ley. Igualmente fue aprobada la limitación de arma de fuego. Juan Pérez, por parte de los “dorados”, y Pedro M. Medrano, en representación de los agraristas, hicieron sus exposiciones, quejándose ambos de estar padeciendo robos en bestias y artículos de labranza, echándose mutuamente la culpa. Serenados por la intervención de las autoridades, los dos hombres aceptaron los convenios establecidos en los puntos a discusión, procediendo a estampar sus firmas todos los presentes. Posteriormente los grupos amnistiados tuvieron una fiesta, conviviendo por primera vez en muchos años, en El Salto. Todo, sin embargo, no fue acatado por ninguno de los dos factores, que se siguieron asesinando entre sí, al grado de batir un récord en la criminología de México: mil cien personas cayeron en “carracas” y proditorios crímenes en poco más de un año… La forma que se creía era ya una simple y dolorosa reminiscencia del pasado, se tornaba ahora más cruel y sanguinaria… Era el segundo fracaso, pues con anterioridad en El Potrero habíase verificado una reunión entre “dorados” y representantes del Gobierno del Estado, llevando en esa ocasión la representación de Loaiza, el señor Carlos Estrada Magaña, que años después asumiera la Diputación Local a la muerte del señor Desiderio Ochoa. Estuvieron también presentes el Capitán Miguel Gómez Llanos y J. Santos García. “EL CHATO BENIGNO” “El Gitano” actuó muchas veces junto con “El Chato” Benigno Osuna. Entre las muertes que consumaron, se encuentra la del vinatero Jesús Sáinz, padre de David del mismo apellido, que después murió al disparársele su pistola en “La Carpa Olivera”, estando en compañía de su esposa Yeya Aspinwall de Sáinz. Benigno Osuna también sacrificó a Jesús Altamirano, cuando éste se hallaba dedicado a sus ocupaciones comerciales, en el poblado de La Palma Sola. DOS ASESINATOS MÁS Cristóbal Ramírez, alias “El Tito” e hijo de Benito Ramírez y Rómula N. de Ramírez, fue muerto por los “del monte” el 2 de Enero de 1944, poco después de abandonar la Jefatura de la Defensa de El Bajío; y ocho días después corría igual suerte Francisco Ordóñez, a quien mataron dormido (eran las 21 horas) en El Walamo. Ramón Peraza, matarife de El Potrero, fue quien disparó.
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UN PLAN MACABRO Como las historias de los folletines policiacos, “El Gitano” y varios elementos “del monte” urdieron un macabro plan, protegidos por altos personajes y gentes de reconocida solvencia económica: La muerte del Gobernador del Estado de Sinaloa, coronel Rodolfo T. Loaiza. Y nada más propicio para consumar un acto de vandalismo y con destellos de espectacularidad peliculesca, que durante las fiestas de Carnaval precisamente en el más lujoso de los hoteles: el Belmar. El plan fue debidamente madurado en un pueblo cercano (Agua Caliente probablemente) y estudiado con anterioridad por otras personas en varias partes de la República, es decir, en donde se iban localizando a los elementos afines al “doradismo”. BUSCANDO A LOAIZA La narración de la forma auténticamente cierta de cuáles fueron las operaciones desarrolladas por Rodolfo Valdez alias “El Gitano”, horas antes de asesinar al coronel Rodolfo T. Loaiza, aquel Carnaval de 1944, es así: Lo primero que tenía que hacer “El Gitano” y su gente (entre ellos Felipe Gil y “El Güerillo” Salcido) era localizar al Gobernador, a fin de buscar la mejor oportunidad de acribillarlo a balazos. PRINCIPIO DEL CRIMEN Poco antes de las once de la noche, un desconocido llegaba hasta el sitio de automóviles del mercado “José María Pino Suárez”. Después de hallarse al piloto del vehículo (Francisco Salazar Díaz) sobre el precio que cobraría por horas, convinieron ambos en que fuera de ocho pesos. Al preguntar Salazar Díaz al desconocido (créese que haya sido “El Güero” Echeagaray, ya que Felipe Gil era sumamente conocido) sobre a dónde irían, el individuo en cuestión ordenó cogiera por el rumbo de la calle Aquiles Serdán, parándose a inmediaciones de la Calzada Gabriel Leyva y calle Fortín, en donde una mujer de nombre Félix, rentaba disfraces carnavaleros. Ya de regreso “El Gitano”, que se encontraba en una de las obscuras callejuelas que cruzan con la de Aquiles Serdán, abordó el mismo automóvil, placas No. 45126. Sin demostrar nada que denotara la proximidad de un crimen de la magnitud del consumado horas después, “El Gitano” y su amigo pidieron a Salazar Díaz que los condujera hasta una cantina que se encuentra cerca del rastro, por la calle Zaragoza. Una vez ahí, los dos bajaron. Hay que hacer notar que el hecho de que cuando llegaron con Félix, la mujer que rentaba disfraces, el hombre no identificado alquiló seis. De nuevo en la cantina del Rastro. Aquí, siete individuos seguramente esperaban la llegada de “El Gitano” para recibir órdenes de acuerdo con el plan hecho para asesinar al Gobernador Loaiza. Esto se desprende de que el célebre pistolero de Agua Caliente, a los pocos 60
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minutos de estar en la cantina, regresó acompañado de ocho individuos, haciendo un total de nueve, que fueron los que tomaron participación directa en el magnicidio del hotel Belmar. Cinco de ellos venían con disfraces y el resto sin ellos. Siete subieron al automóvil y dos se quedaron sobre una banqueta de la calle Zaragoza. Entonces “El Gitano”, con desplantes muy propios de un jefe “dorado”, les indicó a esos dos que se fueran a pié hasta el mercado, en donde se encontrarían. Ya en el mercado, los dos hombres alquilaron los servicios de Juan Heredia, quien junto con Salazar Díaz, alias “El Kelly” manejaron los automóviles desde donde “El Gitano” y su gente acribillaron a “El Tarzán”. UN RECORRIDO DE MUERTE Entonces se inició el recorrido que llevaría a la muerte al Gobernador Loaiza y la seguridad y protección en su huída a “El Gitano y adláteres. Del mercado de la ciudad se fueron a parar a espaldas del Club Deportivo Muralla. Ahí “El Gitano” bajó y dio una vuelta por la Plazuela “Francisco I. Madero”, más bien conocida por “La Machado”. Al poco rato regresó acompañado del mismo sujeto que desde un principio anduvo con él, subiéndose nuevamente al automóvil. Antes había estado comiendo en la cenaduría de doña Amada, en el crucero de las calles Tacuba y Sixto Osuna. De nuevo “El Gitano” en el automóvil ordena continuar el recorrido hacia el cabaret Regis, donde muchos aseguraron se encontró con políticos municipales de ese tiempo. El chofer bajó ahí y compró una botella de tequila. Acto seguido se dirigieron al iluminado paseo Olas Altas, en donde dieron varias vueltas los dos carros. PERFECTA COLOCACIÓN El automóvil de “El Kelly” se colocó precisamente frente a la puerta principal del Hotel Belmar, y no frente al Banco de Mazatlán, como erróneamente había considerado cierta autoridad. Por su parte, Cristerna Heredia, lo hacía adelante. Del primer carro bajó “El Gitano” y el “Güero” Echeagaray. Valdez vestía un traje gris y portaba una elegante y fina texana caféclara. En dos ocasiones salió el hotel para hablar con sus compañeros que se habían quedado en los automóviles. Cada uno de los choferes eran amenazados con pistolas y obligados a echar a andar el motor, con el objeto de que estuvieran listos para emprender la precipitada huida cuando se consumara el crimen. Cristerna Heredia, que piloteaba el carro placas No. 45-031, oía las indicaciones de un enmascarado, mientras Salazar Díaz permanecía en medio de terrible nerviosidad. LO QUE PASABA ADENTRO DEL HOTEL “El Gitano” había llegado hasta la barra de la cantina del centro de hospedaje. Los salones de baile se encontraban alegre y elegantemente decorados. Por doquier se escuchaban gritos de alegría, y el confeti y la serpentina se jugaba en abundancia. 61
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Una orquesta metropolitana dejaba deslizar melodías de moda y algunas de la región sur de Sinaloa. Rodolfo Valdez tomó algunas copas con varias personas de Villa Unión, entre éllas los señores Bernardo Sánchez y Luis Velarde. Cuando “Lalo” Sánchez le presentó a Velarde al hombre que minutos después diera muerte a Loaiza, le dijo: “Te voy a presentar al señor Rodolfo Valdez”, de inmediato el señor José Lavalle Blengio, empleado de la casa Corvera y Cía., que tiene establecida una fábrica de hilados y tejidos en Villa Unión, intercede para exclamar: Alias “El Gitano”. En esos momentos, el doctor Mario Vizcarra, que había estado en el mismo grupo, fue a sentarse a la mesa que ocupaba el señor Lavalle Blengio y Bernardo Sánchez, acompañados de sus respectivas esposas. Como Lavalle Blengio se tardara, el galeno se levantó nuevamente para buscarlo, hallándose con el señor Francisco Gil y Arias, quien le había invitado una copa en su mesa. El señor Avelino Hervella Carballo, que tenía negociaciones madereras y oficinas en las Calles Constitución y Sacrificio, se hallaba con “El Gitano”. Aquel grupo invitó a Valdez a que los acompañara a su mesa, diciéndoles éste que luego iría; que nomás saludaría a varios amigos que estaban en la cantina. Fue cuestión de unos cuantos minutos para que “El Gitano” y Hervella Carballo se introdujeran hasta el salón de baile “El Patio Andaluz”, donde se encontraba el Gobernador Loaiza acompañado de sus amigos, ayudantes y de la declamadora Garbaloza y su hija del mismo nombre y apellido. Valdez tomó ahí la última copa y se fue acercando lentamente y con ojos de fiera hasta donde se encontraba el Ejecutivo del Estado. Para eso, en un momento propicio, “El Gitano” rápidamente había salido hasta el carro que lo esperaba afuera y había dejado su sombrero texano, como señal de ejecutar a Loaiza. Los que le protegerían la fuga se pusieron en guardia y los choferes listos a obedecer las órdenes. TODO A PEDIR DE BOCA En el interior del Belmar todo se sucedía a pedir de boca. Hasta los meseros fueron cambiados (sin complicidad ninguna), aprovechándose los servicios de jóvenes de Guadalajara que había contratado el Sindicato de Trabajadores del Hotel Belmar, entre ellos Antonio Navarro, que presta sus servicios en el Hotel Ritz de la Perla Tapatía y quien atendió al Gobernador. Y como si esto fuera poco, algunos amigos y empleados de Loaiza se habían ido a dormir a sus cuartos, entre ellos un extranjero que le servía de mozo: Antonio Jacobo Domení, alias “El Ronco”. Los policías judiciales se retiraron hasta la cocina a tomar una taza de café, que ellos mismos solicitaron al señor Tomás de Rueda Coppel, a la sazón Administrador del Belmar.
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El Gobernador Loaiza en esos momentos había ordenado a su Ayudante Alfredo Duarte, que pidiera al director de la orquesta que tocara “El Coyotito”, pieza de música regional que comenzó a escucharse, pues uno de los concurrentes había prometido bailarla. Las hermosas muchachas mazatlecas danzaban y todo en aquel lugar era jolgorio. La reina del Carnaval, señorita Lucila Medrano, era objeto de grandes atenciones y aplausos de la concurrencia. SE CONSUMA EL CRIMEN Decidido con esa fiereza que siempre puso de manifiesto en sus actos criminales, “El Gitano” sacó de la bolsa derecha de su saco una pistola automática. Con el arma empuñada y colocada sobre el cuadril del mismo lado, avanzó hasta Loaiza, que departía alegremente con el grupo de sus amigos, bellas señoritas y distinguidas damas de la sociedad mazatleca. Cuando estuvo a regular distancia de él, por detrás, comenzó a dispararle. Dos de los proyectiles hicieron blanco en la región craneana del Gobernador, quien instantáneamente murió, cayendo bocabajo, con las piernas entrelazadas y la mano derecha metida en el bolsillo trasero, posiblemente intentando sacar su pistola de gases, en una acción intuitiva por defenderse del ataque. Pero todo era imposible… Todo era confusión; las mujeres corrían dando gritos de auxilio, sin dirección ninguna; el ayudante del Gobernador, Alfredo Duarte, se fue en seguimiento del criminal, a quien le hizo varios disparos, sin lograr herirlo, resultando por el contrario lesionado, pues “El Gitano”, volteándose rápidamente y antes de llegar a la puerta principal para abordar su automóvil, siempre protegido del “Güero” Echeagaray, le hizo varios disparos, causándole una lesión en sedal, a la altura de la cabeza. De seguro Duarte también hubiera muerto, pero una segunda bala lo hirió en una pierna, agachándose para que un proyectil le pasara zumbando por los oídos, dirigidos con mucho tino al corazón. HIERE AL “GÜERO” ECHEAGARAY Al escuchar varias detonaciones de arma de fuego, los agentes judiciales Antonio y Alfonso Ceja Rodríguez se dieron también a la tarea de contrarrestar el ataque de “El Gitano” y protector, quienes como relámpagos ganaban la calle. El primero de ellos, en la refriega, resultó con una herida de bala, pero descargó toda la pistola contra “El Güero” Echeagaray, hiriéndolo de muerte. Trabajosamente, “El Gitano” ayudó a Echeagaray a subir al automóvil de “El Kelly”, a quien imperativamente le había ordenado poner en marcha el motor. Los demás “dorados” iniciaron la escapatoria, saliendo primeramente Salazar Díaz, quien dobló rápidamente por la calle Sixto Osuna, siguiendo por las de Belisario Domínguez, Ángel Flores, Cinco de Mayo, Zaragoza, Aquiles Serdán, Gutiérrez Nájera y pasando por la Garita Granados rumbo a El Venadillo, yendo a parar en un lugar que se encuentra delante de El Potrero, pueblo cercano a Mazatlán. 63
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GIL Y SALCIDO Volviendo al Hotel Belmar (cuando se escucharon las detonaciones que provocaron tanto “El Gitano” como los ayudantes de Loaiza), Felipe Gil y “El Güerillo” José Salcido se bajaron violentamente del automóvil de Juan Cristerna Heredia para ayudarlos en la fuga, encargándose “El Chato” Benigno de controlar al chofer. Cuando “El Gitano” salía, se encontró con el Administrador Tomás de Rueda Jr., a quien le puso la pistola en el pecho. Le perdonó la vida a cambio, según las declaraciones de los detectives, de que no lo delatara. Como alcanzara a encontrarse Rodolfo Valdez con el menor de edad Rubén Brooks Hernández, le hizo un disparo, quitándole la vida. Otro extranjero, Walter Víctor Corchett, caía muerto cerca del malecón de Olas Altas. Unos consideran que las balas disparadas por los agentes judiciales fueron las que mataron al último de los mencionados, aunque otros aseguraron que “El Gitano” también había hecho blanco en el cuerpo de Cotchett. Las tres muertes, pero principalmente la de Loaiza, iban a causar la sensación más grande dentro de la delincuencia nacional… EN EL POTRERO Heredia, originario de La Noria y con 51 años de edad, mientras que Salazar contaba con 45 años, cogió por la Sixto Osuna, en la huída, al igual que su compañero, solamente que siguió por la Carnaval, Constitución, Casa Mata hasta el Paseo Oriente, prosiguiendo por Los Pinitos rumbo a El Venadillo. Los dos carros se “emparejaron” en los terrenos de la ordeña de Tellería. A Heredia se le descompuso el carro en la Garita Granados, donde podían haber sido aprehendidos con facilidad siempre que oportunamente los hubieran perseguido las autoridades militares de la época. Tanto que los tres asesinos que lo obligaban a que corriera a la máxima velocidad desconfiaron de él y lo amagaron con darle muerte si no ponía rápidamente en marcha el automóvil. Con dificultades continuó el viaje, que les costaría un sinfín de trastornos, máxime que eran conocidos como choferes que servían a la “gente del Monte”. Salazar Días también era constantemente amagado por “El Gitano” y por los otros cinco individuos, que iban disfrazados, menos el hombre que había dado muerte al coronel Loaiza. Una vez en un pequeño rancho delante de El Potrero, ambos carros se pararon. “El Gitano” trabajosamente sacó del asiento trasero, sumamente grave, al “Güero” Echeagaray, internándolo en el monte. Los ayes de dolor pronunciados por el pistolero, denotaban que su estado era sumamente delicado. Volviéndose a los choferes, “El Gitano”, con voz imperativa, sacándose de un bolsillo un rollo de billetes, les dijo: “Aquí tienen setenta pesos para los dos. Esto es del viaje”. Casi al mismo tiempo la figura principal de este libro realista, le gritaba: “Váyanse a la… y cuidadito con irse a presentar luego, porque les pasa lo que al “viejo pelón”. 64
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¡YO LO MATÉ!, DIJO “EL GITANO” Cuando Salazar Díaz le preguntó a “El Gitano” sobre quién era el “viejo pelón”, éste contestó con énfasis y malhumorado: “Loaiza”. “¡Yo lo maté!”. Viendo que los criminales desaparecían entre la oscuridad, los choferes optaron por irse a refugiar al pueblo de El Arrayanal, todavía más adelante, en donde escondieron los carros bajo frondosos árboles. Pero como se dieran cuenta a las pocas horas de que las autoridades militares los andaban buscando, decidieron regresar hasta El Habal y presentarse al Juez Menor de este lugar y contare todo lo sucedido, a efecto de que los exoneraran de toda culpa, pues con lo que “El Gitano” le dijo a “El Kelly”, éste se convenció de que al escuchar las detonaciones en el Hotel Belmar, realmente se había asesinado al coronel Rodolfo T. Loaiza. Heredia y Salazar Díaz le expusieron al General Cerón Medina que “El Gitano” y amigos habían alquilado los servicios del primero, a las 23:55 horas, exactamente, del día veinte de Febrero de aquél año terrible, y del segundo a las 21.45 horas. Durante todo el camino, los enmascarados le gritaban a los choferes: “Pícale más duro o te mueres ahorita mismo”. UNA LLAMADA TELEFÓNICA Loaiza, como siempre lo acostumbraba, había llegado temprano al Hotel Belmar. Sin embargo, la noche del crimen, no iba a asistir por sentirse cansado; pero Carlos García Torres, que fungía como Presidente del Comité Nacional del PRI, lo convenció, diciéndole que toda la sociedad mazatleca lo estaba esperando, desde el punto de vista de que él (el Gobernador) era un hombre sumamente entusiasta en las fiestas de carnestolendas. Loaiza salió de “La Casa de la Amistad” a eso de las veintidós horas, acompañado de García Torres, Alfredo Gil Michel, Subtesorero del Estado; Alfredo Duarte, Ayudante, y otros políticos y amigos. Los judiciales Antonio y Alfonso Ceja Rodríguez recibieron órdenes de no llevar arma larga, pues a Loaiza no le gustaba las usasen en fiestas rimbombantes, ya que los hombres que se encargarían de cuidarlo daban un mal aspecto. Por eso solamente dichos agentes se colocaron en la cintura sus pistolas y se dirigieron también al Belmar. Faltaría escasos veinte minutos para las dos de la mañana de 21 de Febrero de 1944, cuando el coronel Loaiza le pidió al señor Juan Huerta Jr. que le hablara por teléfono al periodista José C. Valadés y lo invitara a gozar de las fiestas, añadiendo el Ejecutivo: “Dígale que no trabaje tanto; que también hay derecho a divertirse”. Cumplimentando los deseos del Gobernador, Huerta Jr. se dirigió al administrador del Hotel, desde donde le habló a Valadés, que se hallaba laborando en el periódico “El Correo de Occidente”, de cuyo órgano periodístico era Director. El hábil escritor e historiador mazatleco, contestó diciendo que en media hora estaría en “El Patio Andaluz”, y que desde luego aceptaba la invitación del alto funcionario para departir en su compañía.
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Valadés no pudo cumplir con su promesa, ya que cuando regresó a la mesa de Loaiza el referido Huerta Jr., el asesinato se había consumado. Todavía esa persona vió como un ojo de Loaiza, horriblemente, cayendo el cuerpo pesadamente al suelo, en medio de un enorme charco de sangre, boca abajo, como anteriormente se describe. EL HOMBRE QUE INVITÓ LA COPA A “EL GITANO” Mientras los músicos de las bandas regionales huían y los cabarets y toda clase de festividades eran suspendidas por órdenes de las autoridades municipales, llegaba al Círculo Comercial “Benito Juárez” el señor Avelino Hervella Carballo. En la entrada del centro social porteño, Hervella Carballo dijo al administrador, señor Federico Vázquez: —¿No sabe lo que acaba de pasar? Mataron al señor Gobernador del Estado. —Lo peor es que acaba de tomar una copa conmigo el que lo mató. Al preguntarle el señor Vázquez que quien era, la misma persona le respondió: —No puedo decírselo. Posteriormente y durante el curso de las investigaciones, Hervella Carballo ratificó lo dicho, asentando que sí estuvo con “El Gitano” en el Hotel Belmar, mientras éste se hallaba conversando con Levalle Blengio, Bernardo Sánchez, Luis Velarde y otros empleados de Corvera y Cía. Y que, efectivamente, él había invitado una copa a Rodolfo Valdez, sin darse cuenta de cómo dio muerte al coronel Loaiza. CÓMO HUYERON Los agentes judiciales que dispararon contra “El Gitano”, Echeagaray y demás compañeros del homicidio, manifestaron que uno de los criminales había huido hasta cerca del malecón de Olas Altas y otros dos se subieron en un automóvil por la banqueta que da hacia el sur de la puerta principal del hotel. De ahí que exista confusión en la muerte del joven Rubén Brooks Hernández, pues bien pudo haber sido tocado por una de las balas del asesino que cogió en dirección del malecón, o fueron los disparos hechos por los judiciales los que motivaron esa otra muerte. EN LA TUMBA DE PONCHO TIRADO Al bajar “El Gitano” y sus acompañantes en El Potrero, para internarse al monte, se percataron de que Echeagaray, hijo de Felícitas Osuna de Echeagaray y Adolfo Echeagaray, estaba moribundo. Algunos creyeron que “El Gitano” u otro de los asesinos había rematado a Echeagaray y que para que no siguiera sufriendo y en acatamiento al compromiso hecho entre ellos de que si alguno resultaba herido en la huída, correría esta suerte; pero lo cierto es que aquél deci-
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dido “dorado”, originario de Potrerillos, al igual que sus familiares, murió de las heridas que le causaron los judiciales. En ese entonces contaba con 32 años de edad. Entonces se forjó otro plan desconcertante para las autoridades: su cadáver sería sepultado en la tumba de Poncho Tirado, hasta donde lo llevaron esa misma noche Rodolfo Valdez, El Chato Benigno (concuño de Alejo Sandoval y primo hermano de Pedro Ibarra), “Güerillo” Salcido, Felipe Gil y demás hombres que tomaron participación en el crimen de “El Patio Andaluz”. IDENTIFICAN A ECHEGARAY El Oficial de Policía, José Pérez Gómez, así como el Capitán Gonzalo Bazán, comenzaron, conjuntamente, a hacer investigaciones. Y en poco tiempo tuvieron conocimiento de que el cadáver de Manuel S. Echeagaray Osuna (era su nombre completo) se encontraba efectivamente en la misma tumba donde se hallaba sepultado Poncho Tirado, en el poblado de La Palma Sola, del municipio de Mazatlán. Trasladados a aquel lugar, llevaron a efecto la exhumación del cadáver, en presencia de las autoridades judiciales. Todas las señas coincidían con la persona a quien se buscaba; complexión regular, 175 centímetros de altura, color moreno (a pesar de ello, también le llamaban “El Güero” Echeagaray), pelo negro lacio, nariz respingada y vestía camisa de tela blanca manchada de sangre; un sweter de felpa con cierre automático y mangas largas de color crema, pantalón de casimir color gris a rayas, cinto de cuero de forro, peludo y con hebilla forrada de la misma piel, calcetines de seda color azul. Tenía el cadáver una herida con arma de fuego: entrada en el omóplato derecho y salida en el esternón. La región bucal presentaba a la vista un puente de oro en los incisivos superiores. Además usaba botines. Al principio se creyó que dicho cadáver pertenecía a Marcos Sánchez, un individuo que prestó sus servicios con el señor Germán O. Tirado, en el acarreo de “cabezas” de maguey para la vinata de este último. Posteriormente se esclareció la inexactitud, cuando refutó esa hipótesis una mujer que había sido la amasia de Sánchez, llamada Herminia Castro, quien fue localizada en La Palma por los detectives. Fue la señora María Concepción Manzano Astengo, mujer divorciada de Manuel S. Echeagaray Osuna, quien identificó el cadáver de éste, precisamente en la tumba de Poncho Tirado. Hasta ese lugar lo habían llevado para hacer creer a las autoridades que la familia Tirado había mandado matar a Loaiza, desde el punto de vista en que los políticos siempre señalaron al coronel victimado como el director intelectual del asesinato de Poncho, quien murió a manos de Leyzaola, en el Hotel “Rosales”, de Culiacán. Después, para justificar la identidad del cadáver de Echeagaray, Isidoro Rodríguez Díaz y Mauro Angulo Escobedo, que presenciaron la exhumación y lo tuvieron a corta distancia, manifestaron que pertenecía a aquél. Entonces, las autoridades lo volvieron a inhumar, sacándosele de ahí, a los varios años, para sepultársele en Potrerillos, por gestiones de sus familiares. 67
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ROMPEN LOS CABLES Premeditando bien el asesinato, comprobóse que gente de “El Gitano”, aparte de los que participaron directamente en el homicidio, se encargaron más o menos a la hora señalada (doce de la noche) de romper los cables telefónicos. De esa manera la policía y los soldados no podrían ser avisados a tiempo de que cruzarían la Garita Granados. Durante la fuga, el chofer Salazar Díaz pudo escuchar que “El Gitano” y demás amigos llamaban por el nombre de “Manuel” al hombre que iba herido. De seguro se trataba de Echeagaray, que iba en el carro “Packard” piloteado por “El Kelly”. Por lo que corresponde a Heredia, éste estuvo procesado por varios meses como cómplice de la muerte de Víctor Jiménez, ya que cargó en su automóvil a los asesinos. DOS ANTECEDENTES “El Gitano”, cuando anduvo haciendo el recorrido por varias calles de Mazatlán, antes de matar a Loaiza (algunas personas bien enteradas aseguraron que Valdez ya se había arrepentido, pero que varios individuos al fin lo convencieron cuando entró al “Regis”), estuvo en la casa del señor “Francisco H. Virgen, que alquilaba disfraces en el Carnaval, rentándole tres de los llamados “dominós”. El pistolero, según lo afirmó la Srita. Pastora Ramírez, originaria de Zavala, de 24 años de edad y empleada del señor Virgen, fue reconocido de inmediato por ella, agregando la denunciante que iba acompañado de otra persona. (El mismo que nunca se le separó). Este último, dijo Pastora, le preguntó a “El Gitano”: “Y tú, no te vas a disfrazar”, contestándole Valdez: “No. Yo no me disfrazo”. Como responsiva por los tres disfrazados (“El Gitano” había llegado a las 21 horas con Virgen, regresando por el depósito a las 23:15), dejó treinta pesos. Para esa hora, ya Pedro Saucedo, que también tomó participación en la muerte de Loaiza, había llegado de Rosario. El chofer Antonio Beltrán Salazar, alias “El Pando”, había traído a Saucedo hasta Mazatlán, acompañado de la esposa de éste y un hijo “de pecho”. Lo dejó en la cantina del Rastro, donde se juntó con “El Gitano” y demás gente. En el mismo carro venía otro sujeto de nombre Alfredo Ibarra Lizárraga, del mismo mineral del Rosario. Este punto se sacó en claro porque la esposa de Beltrán Salazar le dijo a una amiga suya, también de Rosario que su marido había recibido un aviso urgente de “El Gitano” en el sentido de que se trajera a la gente a Mazatlán. Ese mismo día la esposa de Beltrán Salazar iba a venirse a las fiestas de carnaval. De ahí que impensablemente saliera a relucir la orden de Valdez. El mismo chofer regresó luego al Rosario, llevándose a la esposa e hija de Saucedo y a su hermano Alfonso del mismo apellido, así como a la señora Esther Rendón de Beltrán. Así se identificó a otro de los criminales.
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LAS OTRAS VÍCTIMAS Al principio se consideró que Brooks —de veinte años de edad— era extranjero, pero declaraciones de personas que lo conocían justificaron que su nacionalidad era mexicana, hijo de Óscar Brooks y originario del Distrito Federal, donde se dedicaba a asuntos comerciales. Había venido a Mazatlán a ultimar negocios de esa índole y aprovechó para gozar de las fiestas carnestolendas, sin imaginarse que perdería la vida. Brooks vestía de smoking cuando fue muerto. Sobre su pelo ondulado caía todavía un pedazo de serpentina. Las heridas que había recibido estaban situadas en la región toráxica, en la parte dorsal y el tercer impacto de bala le había entrado en el omóplato izquierdo. Estaba hospedado en una casa de asistencia en Mariano Escobedo No. 368. Walter Víctor Cotchett, recibió la muerte mediante una bala que le penetró en el flanco derecho sobre la línea mamaria y le salió el proyectil en la región lumbar, al nivel de la segunda vértebra. En medio de la confusión, aquel 21 de Febrero de 1944, también resultó herido de un balazo en el muslo derecho, el señor John F. Vozza, quien fue atendido por el doctor Olavo Corona, sanando de la lesión en menos de quince días. UN “ZAPATEADO” La hermosa señorita Carmina de Rueda, bailaba un “zapateado” cuando sucedió el asalto a “El Patio Andaluz”. Era que la orquesta de Francisco Argotte tocaba “El Coyotito”, la misma pieza de música que el Gobernador Loaiza había ordenado tocaran a su ayudante, Alfredo Duarte. Tan pronto estaba el fin del coronel Loaiza, que cuando Duarte atravesó por la entrada del bar se encontró con “El Gitano”, a quien no conocía personalmente. El pistolero, al verlo, le lanzó un improperio, que el otro dejó pasar desapercibido, creyéndose que se trataba de algún ebrio. Mientras, la señorita De Rueda bailaba, la señora Graciela Garbaloza y su hija de igual nombre y apellido (ambas declamadoras) escuchaban que Loaiza decía: “Qué ligerita baila”. En esa misma mesa se encontraba Alfredo Gil Michel y su esposa Emma Gómez de Gil, señora Elena Coppel de Rueda, Tomás de Rueda Jr. Y su esposa Ana María Alatorre de Rueda y la esposa del señor José Luis Romero, así como Juan Huerta Jr. Y varios políticos. LO QUE LLEVABA LOAIZA Loaiza, que era hijo del señor José María Loaiza y Amada Tostado de Loaiza, nacido en San Javier, Municipio de San Ignacio y que contaba con 49 años de edad, llevaba en efectivo la suma de $ 5,223.60 en billetes del Banco de México, de diferentes denominaciones, así como moneda fraccionaria y un billete de cien dólares. Portaba un reloj “Hamilton” de oro que se rompió del vidrio al caer muerto por los dos balazos que le entraron en la región occipital, mediando menos de dos centímetros uno de otro y con orificios de salida en el párpado inferior del ojo izquierdo, y en la región mentoniana, poco abajo del labio inferior. 69
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Ese mismo reloj, para justificar la hora trágica, marcaba la 1.49 horas exactamente; tenía el reloj grabada sus iniciales. Además, el funcionario usaba tres pañuelos: uno blanco y dos azules; un broche para corbata en forma de fuete, una pistola miniatura de gas color negro, un distintivo de oro para solapa de saco que tenía esta inscripción: “Estado de Sinaloa. 1943-1944-. Gobernador”. También llevaba un anillo de oro con una plancha y el escudo del Estado de Sinaloa; un peine chico color negro, se fajaba con un cinto de igual color y hebilla de alambre; portaba, igualmente, un retrato de la Reina del Carnaval, señorita Lucila Medrano, y un listón con esta leyenda: “Presidente Honorario.- Comité de Carnaval de la Perla del Pacífico”. En sus bolsillos se encontraron tarjetas, pases del Ferrocarril Sud-Pacífico de México y documentos personales. De todo eso le hizo entrega el licenciado Víctor Manuel Lamadrid, Agente del Ministerio Público del Fuero Común en Mazatlán, a la esposa del victimado, señora Julieta Gómez Llanos de Loaiza y a su hija de 21 años de edad, Olga Loaiza. Alberto Loaiza, también heredero, recibió algunas propiedades de su padre, pero estas tres personas no tuvieron en sus manos lo que realmente les correspondía como legado, en virtud de que el Gobernador tenía la mayoría de sus propiedades a nombre de políticos a quienes consideró sus amigos, y éstos se adueñaron de ellas dejando desamparados, prácticamente, a los familiares del hombre que les hiciera gente y los colocara en un mejor sitial. Esta ingratitud fue mal vista hasta por los desconocidos que supieron después de la bajeza con que se obró una vez asesinado el coronel. MIENTRAS TANTO Ya hemos relatado cómo se sucedió el crimen de “El Patio Andaluz”. Y mientras las autoridades civiles y militares movilizaban tropas y gendarmería, era detenido en una mesa de abasto el matancero Antonio Montaño, íntimo amigo de “El Gitano” y con cierta familiaridad con Valdez. Fue obligado a que fuera a Agua Caliente, por disposición del General Brigadier Rafael Cerón Medina, Comandante del 15o. Batallón, para que se cerciorara de si “El Gitano” se hallaba en aquel lugar o nó. Para ello un cabo del Ejército Nacional, apellidado Frías Garduño, lo hizo abordar un carro. Al llegar a Agua Caliente preguntaron a un chamaco que estaba jugando en el jardín sobre cuál era la casa de Rodolfo Valdez. De inmediato fueron hasta allá y se encontraron con que éste había salido rumbo a este puerto, días antes. De esa manera la culpabilidad de “El Gitano” comenzó a denunciarse. EL CADÁVER DEL GOBERNADOR Preparado que fue el cadáver de Loaiza en “La Casa de la Amistad”, fue llevado fue llevado a Culiacán fue llevado a Culiacán para rendirle honores a su alta jerarquía. Después fue regresado a Mazatlán para darle sepultura en el Panteón No. 3, donde pronunció una sentida oración fúnebre el periodista José C. Valadés, quien de paso condenó el proditorio crimen con entero valor. Medio Mazatlán asistió al sepelio. El doctor Gustavo Marín R., en la tumba de Loaiza, había dicho: “un crimen alevoso y todavía incomprensible… despido al amigo y clamo justicia”.
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Bernardo M. de León, expuso entonces: “Solo una mano cobarde podría haber abatido al hombre; su memoria cual su espíritu, será inmortal…”. El licenciado Ramiro Botello Medina: “Preguntó: ¿Qué va a hacer esa Federación cuyo deber es velar por las garantías y proteger a la sociedad?”. José C. Valadés: “Estamos a la merced de cuatro o cinco bandidos que cuando les venga en gana, disparan balazos donde se encuentran nuestras esposas, nuestras hijas, nuestras hermanas… es un ultraje a la sociedad”. A SALTO DE MATA Pasaron los días sin que se aprehendiera a ninguno de los hombres que dieron muerte al coronel Loaiza. Las fuerzas militares se movilizaban y detectives de la ciudad de México vinieron a practicar investigaciones. Mientras lo anterior acontecía, “El Gitano” continuaba a salto de mata en compañía de Felipe Gil. Según sus mismas apreciaciones, Valdez y Gil, después de dar sepultura a Manuel Echeagaray (a quien dicen se encontraron en la puerta de Hotel Belmar, accidentalmente) en el pueblo de La Palma, se dirigieron a La Chapalota y estuvieron pernoctando en una pequeña casa que ahí tenía Felipe. Anduvieron también “a salto de mata” en las rancherías del municipio de San Ignacio y se burlaban constantemente de los soldados que los perseguían, mismos que les pasaban por las noches a unos cuantos metros de distancia, sin poder localizarlos en sus escondites donde dormían tranquilamente dentro de “surrones” de cuero que Pérez Ramos, al decir de ellos, había adquirido en los Estados Unidos. Solamente de esa manera podían vivir entre la maleza y lejos de que las espinas de los árboles los molestasen. VISITABA MAZATLÁN Rodolfo Valdez estuvo entrevistándose con varios de sus amigos y compadres, a fin de que lo protegieran cuando intentara entrar de nuevo a Mazatlán. Una vez que sostuvo conferencias con el señor José Garzón, Presidente Municipal de Concordia, y de que sus protectores estuvieron dispuestos a seguir afrontando la difícil situación de defenderlo, hizo su primera visita al puerto. Después, como él textualmente lo dijo, “entraba cuantas veces me daba la gana”. Disfrazado de diferentes formas y en muchas ocasiones usando bigote, “El Gitano” estuvo en casa de sus amigos en Mazatlán, libando. Por eso siempre se creyó que al que más visitaba era a su compadre Antonio Montaño, que vive por la calle Zaragoza y quien en dos ocasiones fue aprehendido para interrogarlo, quedando libre por falta de pruebas en su contra. Por esas fechas dos amigos de “El Gitano”, J. Rosario y Mario Hernández, fueron muertos en Santa Fé, municipio de Rosa Morada, Nayarit. Ambos eran muy conocidos por el rumbo de Motaje y El Resbalón, pueblos de la jurisdicción de Acaponeta, Nayarit.
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“DORADOS” CONTRA “DORADOS” El 22 de Abril de 1944 sostuvieron un tremendo tiroteo la gente de Rodolfo Valdez y Manuel Sandoval, cuyo distanciamiento se recrudecía cada vez más, pues mientras unos decían que “El Culichi” estaba de acuerdo con el Gobierno para capturar al asesino de Loaiza, otros aseguraban que “El Gitano” trataba de ser el único amo de la comarca, pasando sobre Sandoval. Una partida de treinta hombres pertenecientes a Valdez, trató de atravesar la zona de San Marcos para llegar hasta Agua Caliente. Como no se había dado aviso a los elementos de Manuel Sandoval, se entabló la balacera, en la que murieron varios hombres de ambos bandos, resultando sus jefes incólumes. GARZÓN Y EL GITANO Fuera de los hombres que participaron en el asesinato de Loaiza, Brooks y Cotchett (este último era efectivamente norteamericano, tenía 28 años de edad, era Instructor de Aeronáutica Civil en Estados Unidos, originario de San Francisco California, y avecindado en Tucson Arizona), el primero que se entrevistó con “El Gitano” fue su compadre José Garzón, que fungía como Presidente Municipal de Concordia y a quien tenía absoluta confianza. Exactamente después de consumado el magnicidio en “El Patio Andaluz” del Hotel Belmar, el mencionado Garzón recibió un recado del pistolero para tener una entrevista. Con todas las precauciones que consideraron “El Gitano” y Garzón se vieron en un lugar conocido por las Lomas de Alvarado, cercano al Panteón Municipal de Concordia. Identificándose en la obscuridad de la noche, Garzón y Valdez estaban juntos. Al momento, el primero de los aludidos le dirigió la palabra para saludarlo íntimamente y entraron en detalles. Al manifestarle Valdez que él había asesinado a Loaiza, Garzón le replicó: ¿Por qué lo hiciste eso? A lo que le contestó “El Gitano”, “Era una orden, pero dentro de sesenta días todo quedará arreglado”. Ahí Valdez le pidió a su compadre que lo ayudara en todo lo que fuera posible. PELIGRANDO SU VIDA Garzón, como representante de la autoridad concordense, estuvo días después con el General de División Juan José Ríos, Comandante de la Novena Zona Militar, con asiento en Culiacán, juntamente con el entonces Coronel J. Jesús Arias Sánchez, que tenía bajo sumando, directamente por orden de la Defensa Nacional, la batida contra “El Gitano” y demás responsables de la muerte de Loaiza. Ambos le pidieron que volviera a entrevistarse con Rodolfo Valdez y una vez que lo localizara les pusiera al tanto del lugar exacto para combatirlo o tomarlo preso. Pero la orden no se cumplió, aunque Garzón volvió a verse frente a “El Gitano” en las Lomas de Agüita Caliente, cerca de Concordia. Tanto que ahí fue donde el pistolero hizo un fiel relato de cómo disparó contra Loaiza, cómo se defendió de los disparos que le hizo Alfredo 72
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Duarte Chaydez, conocido por “El Chato”, y los agentes de la Policía Judicial, hasta enterrar a Manuel Echeagaray en La Palma y refugiarse en los pueblos por él conocidos. Así comenzó a peligrar la vida de Pepe Garzón, quien milagrosamente pudo al final de cuentas subsistir, a pesar de que constantemente defendía a Valdez para que no lo fueran a matar. VENENO PARA EL GITANO Garzón y el General Rafael Cerón Medina, Comandante del 15º. Batallón, un día se encontraron… Y el Jefe Militar prácticamente obligaba a aquél a que entregara a “El Gitano”, a lo que se negó Garzón rotundamente, argullendo que ni siquiera lo podía perseguir como autoridad porque tenía solamente dos policías a su mando. Entonces Cerón Medina le propuso que “se lo echara al plato” en una próxima entrevista, y como también no aceptara, le expuso “Bueno, entonces haremos otra cosa: Le daremos por tu conducto veneno. Garzón no pudo esconder su sorpresa y cambiando la mirada para otro lado, volvió a rehusarse. EN MÉXICO CON CÁRDENAS Mientras anónimamente se informaba a las autoridades que “El Gitano” había estado en un rancho del municipio de San Ignacio, y que en la muerte de Loaiza había sido protegido por Gil “Güerillo” Salcido, Pedro Saucedo, Felipe González, “Chato” Benigno, Echeagaray y un individuo llamado Eulogio, Comisario de Chicuras a la sazón, Pepe Garzón se dirigía a México con el fin de hablar con el General Lázaro Cárdenas, Secretario de la Defensa Nacional, cosa que consiguió. Garzón platicó a Cárdenas todo lo que “El Gitano” le había relatado con respecto al asesinato de Loaiza. Como resultado de ello —después lo dijo Garzón— el General Cárdenas le pidió que volviera a hablar con Valdez y lo convenciera de que se entregara, en la inteligencia de que se le darían todas las garantías para que su vida estuviera a salvo de cualquier atentado. Eso se sucedía en Octubre de 1944…
LA ESPOSA DE EL GITANO Garzón volvió a Mazatlán. De inmediato se fue a localizar a la esposa de Valdez, señora Teresa Tamaura, encontrándola en el comercio de su propiedad por la calle Melchor Ocampo. Por boca de ésta tuvo conocimiento que aquél se encontraba escondido en un punto denominado El Labrado, hasta donde fue Garzón después de mandarle avisar. Solo que esta tercera entrevista no se hizo en ese lugar, sino en el camino entre Agua Caliente y Concordia, porque el mismo Garzón desconfió y no le gustó para que la cita fuera en El Labrado. Pepe Garzón expuso el motivo de esa nueva junta y platicó a “El Gitano” sobre su reciente entrevista con el General Cárdenas.
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Entonces Valdez sobreponiéndose a sí mismo, le dijo a su compadre que a él era al único que le tenía confianza; que por lo tanto volviera a ver a Cárdenas y le manifestara que estaba de acuerdo en entregarse a las autoridades siempre y cuando enviaran a un General para explicarle las condiciones que deberían establecerse para entregarse en manos de la Ley. Garzón cumplió nuevamente con su compromiso… QUIEN ERA EL GENERAL Con instrucciones debidas y ya de acuerdo Garzón, la Defensa Nacional envió al General Enrique Díaz González. Este hizo el viaje por tren, disfrazado de particular y haciéndose pasar por comerciante en pieles, pues “deseaba establecer en Concordia una tenería”. Díaz González bajó en Estación Presidio, donde lo esperaba Garzón, para conducirlo hasta Concordia, a donde llegaron por la noche. Ahí cambiaron impresiones y maduraron el plan, para llegar hasta el refugio donde se hallaba “El Gitano”. Éste ya sabía que se encontraba en terrenos del Municipio el General Díaz González, por aviso que desde luego le dió el mismo Garzón. LA MINA DE LOS SECRETOS Al recibir “El Gitano” la primera cita y cuyo lugar sería el que él señalara, dijo que no podía asistir por encontrarse enfermo; pero como Garzón maliciara que su compadre solamente había dado esa contestación por desconfianza, le volvió a enviar otro recado, verificándose entonces la histórica y dramática conferencia entre los tres personajes: Valdez, el General Díaz González y José Garzón. En el interior de una mina (“El Gitano” minutos antes les había salido a sus espaldas con la siniestra puesta en la pistola) tuvo desarrollo la conversación. Es una mina que se encuentra situada en El Magistralito, terreno de El Higuito, próxima a Concordia. Su aspecto derruido y en medio de la desolación, hacían que las siluetas de los tres hombres parecieran venir del Averno o era más bien el pasaje de una película del Dorado Oeste, en la que se trataba de atrapar al galán de la cinta…
Esa es, con precisión de datos, la mina de los secretos.
LAS CONDICIONES “El Gitano”, sin parpadear, y el General Díaz González, con absoluta impavidez, iniciaron la plática. El miltar ratificó los ofrecimientos del General Cárdenas de respetare la vida y “El Gitano” puso como condiciones el que lo acompañara su amasia “La Chona” y una hija de ambos; que no se le desarmara durante el viaje ni estando en México y que después de hablar con ciertas personas, se entregaría…
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EN LA FORTALEZA AÉREA Hasta los alrededores del Campo de Mazatlán, al General Díaz González, “El Gitano” y Pepe Garzón, acompañados de “La Chona” y la niña, llegaron una noche; era la noche del 16 de Enero de 1945… En una pequeña casucha pernotaron para esperar la llegada de la fortaleza militar enviada por la Secretaría de la Defensa Nacional para conducirlos a la ciudad de los Palacios… Faltarían diez minutos para las 4 de la mañana del miércoles 17 del mismo mes y año, cuando abordaron el avión militar las cinco personas. “El Gitano” tomó asiento atrás, protegido por dos pistolas calibre 36 “Super”, mientras que el General Díaz González y Garzón, lo hacían dándole las espaldas. La única que estaba más cerca del célebre prisionero era “La Chona” y su hijita… Fue un viaje de nerviosidad y con charlas relativamente cortas, en las que Valdez intervenía con palabras propias de su lenguaje ranchero; recargado sobre la pistola que llevaba a la derecha y acomodándose de vez en cuando su sombrero… Casi nunca volteó a los lados por aquello de que le llamara la atención el panorama a través de los cristales; había largos ratos de absoluto mutismo… Era que otro drama de la vida real estaba escribiendo “El Gitano”, sobre las nubes… VALDEZ SACA SUS PISTOLAS LLEGANDO A LA METROPOLI “El Gitano”, Díaz González, Garzón, “La Chona” y la niña están en el Campo Aéreo de la ciudad de México… Al descender del aparato llegaron hasta ellos un General y otro oficial del Ejército, presentándose a las órdenes del General Díaz González, quien luego se dirigió hasta el departamento de radio para pedir comunicación con el General Cárdenas, quedándose Valdez con sus acompañantes y los dos militares. Apenas llegaría Díaz González al cuarto del radio-operador cuando se suscita el primer incidente que estuvo a punto de costarle la vida a los dos militares en cuestión. El hecho patético sucedió así: El que ostentaba el grado de General le preguntó a Valdez: ¿Usted es “El Gitano”? Sí, respondió el hombre de Agua Caliente, clavándole la mirada como fiera. Pues acompáñenos, volvió a decir el miembro del Ejército. Sin contestar una sola palabra “El Gitano”, que llevaba en sus brazos a la niña, hizo un movimiento sumamente rápido y la lanzó al aire para que cayera en los brazos de Garzón, quien se quedó presa de terrible nerviosidad con la pequeñuela, mientras que el pistolero sacaba con extraordinaria habilidad sus dos armas y las ponía casi en el pecho del general y del oficial. “El Gitano”, creyendo que se trataba de alguna celada para aplicarle la ley fuga e interpretando a su modo las últimas palabras de los militares (para que los acompañara), hizo la maniobra decidido a acribillarlos a balazos en pleno Campo Militar. 75
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Mirando de “reojo” a Garzón descubrió al General Díaz González tras unas ventanas de vidrio y comenzó a hacerle señas para que rápidamente se viniera hasta ellos. Díaz González comprendía lo que sucedía y de varios saltos estuvo ante “El Gitano” y demás gente convenciendo a Valdez de que todo había sido un error del General y del Oficial, a quienes drásticamente amonestó en presencia del detenido. CONFERENCIAS SECRETAS Antes de que “El Gitano” fuera recluído en la Prisión de Santiago Tlaltelolco, estuvo conferenciando con altos políticos en México, escogiendo para ello lugares secretos y residenciales. Cuando fue llevado a la presencia del General Cárdenas, según se expuso en la prensa metropolitana, “el Gitano” palideció y hasta la voz se le “amainó”. Tocó al General Cristóbal Guzmán Cárdenas, entonces Juez del Estado Mayor de la Defensa Nacional, hacer el primer interrogatorio a Valdez, el cual duró más de media hora. Vestía “El Gitano” sucias ropas, sombrero texano, chamarra de cuero y pantalón gris. Su demacrado rostro aparecía con la barba muy crecida, pero no denotaba el menor temor, pues las autoridades militares le extendieron el salvoconducto, y le proporcionaron toda clase de garantías. A las 12.15 horas del mismo día en que llegó a México, “El Gitano” salía de la Defensa Nacional y abordó, siempre en compañía de Díaz González, el automóvil placas B-04-55, en el que fue conducido hasta un lugar desconocido. MIENTRAS TANTO… Mientras “El Gitano” hacía sus primeras revelaciones, en México sobre la muerte de Loaiza, otro de los Jefes “dorados”, Juan Pérez, era asesinado en el pueblo de El Recreo, perteneciente a Mazatlán, precisamente a las seis de la mañana del sábado 20 de Enero, es decir, tres días después de que Valdez había abordado el avión en este puerto. Toda la carga de una “Super”, que le vaciaron por la espalda, cortó la vida de uno de los principales cabecillas del Sur. Apenas Pérez acababa de abrir su negocio comercial, cuando de entre las sombras salía un sujeto que penetró al interior. Después de saludar pidió una cajetilla de cigarros “Bohemios”. Juan dió la espalda dirigiéndose a los anaqueles para entregarla al supuesto comprador, quien aprovechó este movimiento para desenfundar rápidamente su pistola y jalando con celeridad al llamador le disparó toda la carga. En los precisos momentos en que el asesino llegaba al comercio que Pérez tenía establecido desde hacía tiempo, éste leía un ejemplar de “El Correo de la Tarde” para informarse de las declaraciones que “El Gitano” había hecho en México. Las autoridades militares se encargaron de localizar a los asesinos del cabecilla (el pistolero que tenía más cultura de todos), resultando ser Daniel Osuna Pardo y Juan Ramírez, que en un tiempo fueron “soldados” de la víctima. 76
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Éstos se encontraban en poblado de El Verde y fueron aprehendidos cuando descuidadamente se entregaban a la labor del campo. También fueron presos dos sujetos, quienes disfrazados de soldados, protegieron la huída de Osuna Pardo y Ramírez. Esta segunda detención se efectuó en Estación Mármol. Algunas personas —y lo manifestó el propio Juan Pérez— aseguraron que se “lo estaban manzaneando” para desaparecerlo por órdenes de ciertas autoridades, ya que se aseguraba que Juan Pérez sabía mucho del crimen del Hotel Belmar, pues en la mayoría de los delitos que consumaron los “dorados” él siempre actuaba como dirigente principal, por tener mayor preparación que sus amigos de correrías. DE NUEVO EN MÉXICO Volviendo a la secuela de actos en México, respecto a Valdez, relataremos que, después de estar con Cárdenas y el Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, que lo interrogó, (con Cárdenas habló cuatro horas) fue llevado ante el Procurador General de la República, para lo cual lo sacaron de la Prisión de Santiago Tlaltelolco. EL GENERAL CERON MEDINA “El Gitano”, ya para esos días, había hecho tremendas acusaciones en contra del General Rafael Cerón Medina, señalándolo como uno de los principales protectores. Este, posteriormente, negó rotundamente que fuera compadre de Valdez y hasta llegó a decir ante las autoridades judiciales metropolitanas que ni siquiera lo conocía… En Sinaloa, por otra parte, era general la opinión de que en muchas ocasiones lo ayudó a salir del paso al consumar el cabecilla sus fecho-rías… Al venir las aclaraciones y los careos, Cerón Medina asentó que el General Juan José Ríos, Comandante de la Novena Zona Militar, le había ordenado que “no hiciera ningún mérito y que dejara la persecución de “El Gitano” por la paz. Cerón Medina fue degradado y estuvo a punto de que lo encarcelaran, pero al final de cuentas y a pesar de que en el careo Valdez le dijo precisamente que él había sido quien más le protegió la fuga cuando mató a Loaiza, el militar quedó absuelto. ESCANDALO NACIONAL Cuando “El Gitano” apareció tras las rejas de la prisión en Santiago Tlaltelolco, los periodistas se amotinaron. Las cámaras fotográficas dejaron encender el “flash” y comenzó a bordarse una leyenda al margen de Rodolfo Valdez, que levantó ámpula y motivó un escándalo nacional, que hasta pasó los dinteles de México…
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POLÍTICOS TRAS EL… Infinidad de políticos estuvieron en Santiago Tlaltelolco para hablar con “El Gitano”, sin conseguirlo, al igual que numerosos militares. El Procurador Militar, general y licenciado Roberto T. Bonilla, no lo permitió, cuando menos hasta esos momentos… TEME “EL GITANO” Frente a “El Gitano” en Santiago Tlaltelolco… El cabecilla externó a los periodistas (hizo migas con los fotógrafos porque le permitían “acomodarse” la texana y la pipa para retratarse) que en más de una ocasión se ha procurado “quitarlo de en medio” dentro de la misma celda, porque hay personas interesadas en que no haga revelaciones. “EL CULICHI” Vamos a regresar a Sinaloa para anotar, relacionado el punto principal de este libro, un pasaje más de la vida de Manuel Sandoval, alias “El Culichi”, quien todavía vive en la región de Juantillos dedicado a la agricultura. El Jefe en acción, de los “dorados”, decía en su guarida a varios de sus hombres: “Hay muchos cómplices en la muerte de Loaiza, muy visibles, que no han sido aprehendidos”. Posiblemente se refería al “Chato Benigno Osuna, a quien se acusa de haber dado muerte a Ernesto de la Vega, hijo del señor Pedro de la Vega y de la señora Elvira Tirado de de la Vega, propietario de la vinata Los Limones y familia muy conocida en Mazatlán, mediante dos mil pesos que entregó a un matoide y cinco mil más a “El Gitano”. Por revelar estos asesinatos en una simple plática, “El Güerillo” Salcido “cortó la respiración” a Leopoldo Quintana y Jesús Altamirano. Se señalo también al “Chato” Benigno como el hombre que metía parque a La Palma y demás poblados controlados por los “del monte”, utilizando los camiones de su propiedad que salían de Mazatlán. Y sobre una denuncia que se hizo al margen de este detalle, asegurose que dicho parque lo enterraban en un rancho del propio Osuna, hasta donde llegaban los propios asesinos de Loaiza. “el Chato” Benigno era concuño de Alejo Sandoval, hijo de “El Culichi”, por lo que se deduce que este último trataba a toda costa de congraciarse con las autoridades capturando a los responsables del crimen del “El Patio Andaluz”. Y como dato complementario, los detectives metropolitanos expusieron que Osuna se veía a menudo con “el Zarco” y un hermano de éste: Chon Osuna, cerca de El Habalito, aparte de que aquel fue el que le dio muerte por cincuenta pesos a “El Chicuelo” (contrató los servicios de Pancho Machado), al vinatero Jesús Sáinz y a “El Chonillo”, siendo por añadidura primo hermano de Pedro Ibarra, el primer “dorado” de la Región Sur de Sinaloa.
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BATIDA DEL CORONEL ARIAS El coronel y hoy general J. Jesús Arias Sánchez, mientras “El Gitano” permanecía en México, continuó combatiendo al remanente de bandoleros que quedaba en la Región, operando desde Villa Unión, donde tenía bastante armamento y soldaos bien adiestrados, así como numerosos agraristas conocedores del terreno. Todos aquellos elementos que tuvieron amistad con “El Gitano” fueron advertidos por el coronel Arias Sánchez de que si los veían en actitud sospechosa, serían inmediatamente aprehendidos y encarcelados. Muchos consumaron desde luego el éxodo, entre éllos Abel Flores moreno, ex-Regidor del Ayuntamiento de Mazatlán y actualmente radicado en Tepic, Nayarit. Eulalio Lizárraga y Pedro Peña, dos de los lugartenientes de Valdez, se rindieron el 21 de Febrero de 1945, exactamente un año después de la muerte de Loaiza. EL HERMANO DE “EL GITANO” En sus relatos en la prisión de Santiago Tlatelolco, entretanto, “El Gitano” contó a los periodistas que su hermano Alberto, de algunos 18 años de edad, había sido pasado a picahielo por órdenes del coronel Arias Sánchez, en el poblado de Villa Unión, en donde fue aprehendido para tenerlo en rehenes hasta que él se entregara. “La única culpa que Alberto tenía, era la de ser mi hermano”, dijo Valdez. Inoficialmente se dijo que “El Gitano” había enviado un recado al coronel Arias en el sentido de que si no dejaba en libertad a su hermano Alberto, tomaría por asalto Villa Unión. Y como Arias era un hombre decidido a morirse en cualquier momento —añaden—, le contestó con la muerte rápida del hermano y hasta se aseguró que solo se paseaba por las noches en la plazuela del lugar esperando que “El Gitano” entrara… Poco tiempo después exterminaron la última gavilla de Valdez, capitaneada por Alejandro Osuna Lizárraga, alias “El Jandillo”, que perteneció a los soldados de Olegario Noriega, a quien Valdez tenía aprecio, al grado de que le puso Olegario a uno de sus hijos, de quien se dice se encuentra actualmente en Michoacán bajo la tutela del General Cárdenas; o quizá se trate de otro de los vástagos del pistolero. ACUSACIONES “El Gitano” acusó al General Pablo E. Macías Valenzuela como al director intelectual de la muerte de Loaiza, asentando que la orden se la dio por conducto de su chofer Jesús Vázquez Castillo, mecánico de profesión y tractorista, originario de Abasolo, Guanajuato y que contaba con 33 años de edad. Valdez también sostuvo un careo con Vázquez Castillo, cuando este último fue llevado a Santiago Tlaltelolco debido a las imputaciones de Valdez, desmintiéndolo categórica y exaltadamente el chofer del General Macías.
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“El Gitano”, igualmente, afirmó que la contraseña para verse con Macías se la daba Vázquez Castillo, a quien apodan “el Chuy”, siendo ésta: “Dice mi General que le digas al enfermo que la culebra quiere verlo”. Para “el Gitano”, esto quería decir que la hora de dar muerte a Loaiza había llegado y que se preparara, pues de lo contrario a él le pesaría”. Ante el Procurador Militar, Valdez agregó que el Gobernador Macías le había regalado una pistola en una ocasión y que cuando le ordenó Matar a Loaiza, sólo había de testigo un gato rayado. Que como Comandante de la Región Militar del Pacífico, con sede en Mazatlán, le dio varias comisiones, mismas que cumplió al pié de la letra. Durante los interrogatorios a que fue sometido en México, Valdez declaró que en una ocasión el General Macías le había dicho que se fijara en que el Presidente (entonces lo era don Manuel Ávila Camacho) no le hizo caso a Loaiza, aunque éste le ofreció y arregló la casa, prefiriendo ir a la suya. Que de ahí podía sacar en claro quién había dado la orden… SE DEFIENDE “El Chuy”, valerosamente, se sostuvo en su dicho de que ni siquiera conocía a Valdez, desmintiendo continuamente que él haya servido de intermediario con el General Macías para consumar el abominable crimen. El proceso, al igual que los demás, fue largo; pero al final quedó absuelto por haber descartado las acusaciones en su contra. Vázquez Castillo, al presentar testigos de que la noche del crimen se encontraba en Altata y posteriormente en Culiacán, señaló a los señores Enrique Félix, Jesús Valenzuela, Jesús Aguirre, Luis García, Leonardo Medina, Audencio Chaides, Jaime Chavarría Orona, Jesús L. Tamayo y Benjamín Romero. Finalmente dijo “El Chuy” que mentía “El Gitano” cuando asentaba que l General Macías enviaba con él, por conducto de “La Chona”, recados a dicho pistolero que contaba con 34 años cuando mató al mandatario sinaloense. QUE NO FUE “EL GALLITO” Durante el proceso de “El Gitano”, éste categóricamente dijo que no era cierto que “El Gallito”, su lugarteniente, haya dado muerte a Felipe y Abundio Lizárraga, ni a Ignacio Calvillo, asesinos del Presidente Municipal del Rosario, profesor Juan Millán. Con mucha sangre fría relató cómo él personalmente les dio muerte cuando los llevaba amarrados rumbo a Concordia, ayudándole a exterminarlos cuando uno de éllos se les echó encina y los maltrató, el pistolero Genaro Peraza Salazar, que fuera en un tiempo Comandante de la Policía en Concordia. Eso sucedió exactamente el 4 de Mayo de 1943, corroboró “El Gitano”, porque Cerón Medina le dijo que se los llevara vivos o muertos… Valdez quitó también la existencia a uno de los hombres más temibles del Sur: Claudio López y al ayudante de éste de nombre Anastasio.
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UN AMORIO Relató concepción Echeagaray, alias “La Chona”, durante el interrogatorio a que la sometieron las autoridades judiciales de Santiago Tlaltelolco, que cinco años hacía que conocía a Rodolfo, tomando como base aquel trágico 21 de Febrero. Ratificó que todo ese tiempo hizo vida marital con él. Procede de Potrerillos, Municipio del Rosario, con 23 años de edad. Asimismo, expuso ante el Procurador Militar que Valdez había confesado en Sinaloa que él dio muerte al Coronel Loaiza; y añadió, contestando a una pregunta que se le hizo, que el General Macías había estado en su casa en una ocasión, en la congregación de Agua Caliente, donde también vivía “El Gitano”, y que ambos se habían ido de cacería… DOS VERSIONES El Capitán Primero de Infantería Jesús Castellanos Vargas, que actuaba bajo las órdenes del General Cerón Medina, fue llamado a México. Expuso allá que su jefe le había ordenado que otorgara toda clase de garantía a “El Gitano y que desde luego se reconcentrara a su base. Esto después, naturalmente, de consumarse la muerte del Gobernador. A raíz de eso, el Gobernador Substituto, licenciado Teodoro Cruz Ricardo, designaba Inspector de Policía en Mazatlán al señor Atalo de la Rocha, en lugar del Coronel y hoy General Enrique Meléndez Martínez, cuando fungía de Presidente Municipal en este mismo puerto el señor Jesús I. Escovar. La otra versión, referente al proditorio crímen, es la proporcionada también en México pro el Mayor de Infantería Jesús Romero Alvarado, quien dijo que por boca del señor Honorato Almada P., propietario de una joyería en Mazatlán, recogió el rumor de que el asesinato se había incubado en Huatabampo, Sonora, y que había intervenido principalísimente Silvano Pérez Ramos… HABLA MACÍAS Enfrentándose a la situación que según los políticos de Sinaloa, se debía a despechos de otros que perdieron sus prebendas, el General Macías, ya Gobernador del Estado, manifestó a los periodistas, entre otras cosas: “En mi calidad de candidato único al Gobierno del Estado, cuando ocurrió el asesinato del señor Coronel Loaiza, no tenía yo ninguna autoridad para perseguirlo. (Se refería a “El Gitano”). En mi calidad de ciudadano obligado a cooperar en la aplicación de la ley, no hubiera vacilado en aprehenderlo, si hubiera tenido esa oportunidad, puesto que la opinión pública lo señalaba como uno de los participantes en el proditorio asesinato”. El mismo General Macías agregó: “La opinión pública de Sinaloa es la de que el crimen en que perdió la vida el señor Coronel Loaiza se debió a una venganza con motivo de la muerte del señor Alfonso Tirado, pues es público y notorio que, después de la muerte de este señor, un grupo de sus adictos juró en su sepulcro vengar su muerte. Esta verdad está extendida en toda la región Sur del Estado sin que me haga solidario de su veracidad. 81
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MACÍAS A CÁRDENAS Como “El Gitano” arrojaba toda la culpabilidad de delito, intelectualmente hablando, al Gobernador Macías, éste envió un telegrama al Secretario de la Defensa Nacional, que lo era el General Lázaro Cárdenas, en los siguientes términos: “Durante mi reciente permanencia esa Capital tuve conocimiento declaraciones mi contra ante autoridades luego militar por bandolero Rodolfo Valdez apodado “El Gitano” y responsable innumerables asesinatos elementos campesinos este estaba con relación asesinato Gobernador Coronel Loaiza perpetrado Mazatlán febrero año pasado, igualmente informose que bandolero trátase fue aconsejado enemigos políticos míos despechados por haber perdido situación política y económica venían disfrutando hace varios años entre ellos principalmente Ramiro Botello Medina y José Garzón, ex Presidente Municipal Concordia asesorados por un dirigente político, siendo por una parte indispensable esclarecimiento completo proditorio asesinato Gobernador Loaiza para satisfacción opinión pública por estricto cumplimiento de la ley y por otro estando vivamente interesado mi honor de soldado y revolucionario así como de colaborador actual Gobierno de la República en el puesto con que he sido honrado votación unánime de las mayorías del pueblo sinaloense formulo mi más enérgica protesta contra maquinaciones refiérome solicitando sean consignados los hechos de que se trata a las autoridades competentes imponiéndose a los responsables materiales e intelectuales así como a los autores de calumniosas aseveraciones castigo a que se han hecho acreedores.Atte. Gobernador Constitucional del Estado.- Gral. De Div. Pablo E. Macías V.”. Ante las pruebas presentadas, el Gobernador Macías posteriormente discutió y obtuvo que se respetara la soberanía del Estado de Sinaloa, continuándose el proceso en Mazatlán, no sin antes dejar con un palmo de narices a todos sus acusadores, que aseguraban su desaparición de los Poderes del Estado. Solamente por el tiempo que estuvo en México el Gobernador Macías, actuó como Substituto el licenciado Saúl Picos Aguilar. TACO DE SESOS Entrando a la defensa del Gobernador Macías, el señor Guillermo Vázquez Guevara, ahijado del ex Ministro de la Defensa Nacional y a la sazón propietario de la cantina “Salón Pacífico”, que estaba situada frente al Hotel Central, por la avenida “Ángel Flores”, de esta ciudad, envió una carta al mandatario acusado informándole que en los primeros días de Febrero de 1944 se encontró a “El Gitano” en la esquina de Tacuba y Ángel Flores. Al invitarlo a tomar algo a su cantina, Valdez respondió: “Igual, para no revolverles”. Entraron hasta un reservado, yendo Valdez acompañado de un señor de apellido Tirado. Cuando libaban “El Gitano” le dijo: “Ya supiste que paré las fiestas de la Virgen allá en mi pueblo”, Contestándole él: “Sí; supe que se había quedado el corral de toros sin estrenar”. Valdez, encolerizado, expuso que Loaiza lo había obligado a eso, porque le “había mandado a unos para que lo mataran; pero antes —añadió— me voy a comer cuatro tacos de sesos de ese hijo…”. Y sacando un mazo de billetes, los mostró a Vázquez Guevara, al mismo tiempo que le decía: “Al cabo tengo suficiente dinero y un carro de maíz que estoy descargando orita”. 82
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“EL GALLITO” PRESO En un pueblo cercano al Municipio de Mazatlán, los soldados aprehendieron una noche tenebrosa a Arcadio Osuna Barrón, alias “El Gallito”. Fue conducido a la Cárcel porteña, donde hizo amistades con criminales y borrachines. CARTA A MACÍAS Osuna Barrón, sintiéndose arrepentido de los crímenes que había consumado — seguramente otra treta de él— envió una carta al General Macías con fecha 12 de Septiembre de 1945, firmada en la prisión mazatleca. En ella le pedía al Gobernador de Sinaloa que lo ayudara a salir y que se dedicaría al trabajo honrado. De paso manifestaba “El Gallito” que nunca pensó que “El Gitano” atacara con tanta zaña al General Macías, señalando a su antiguo Jefe como hombre de poco valor. SE FUGA El primero de Noviembre del mismo año, “El Gallito” se fugaba de la cárcel. Una persona que dijo haber visto al pistolero manifestó que éste iba vestido de mujer, indumentaria que le había facilitado una amasia que tenía por el rumbo de los depósitos de Petróleos Mexicanos en Mazatlán. Algunos otros aseveraron que había sido muerto porque amagó a las autoridades. Lo cierto es que su diminuta y peligrosa figura desapareció de las mazmorras. La creencia más acertada siempre fue la de que se fugó, creyendo que “El Gitano” había hecho cosa igual de la Prisión de Santiago Tlaltelolco y que la carta fue un ardid para que le tomaran confianza… Meses después, según un “dorado” recalcitrante, “El Gallito” fue muerto en Zavala donde yace para siempre. OTRA CONFESIÓN Manuel Solís Espinoza, ante los mismos tribunales militares, en su calidad de ayudante de Loaiza, declaró que en una ocasión Antonio Jacobo Domení, alias “El Ronco”, mozo del Gobernador victimado, se encontraba en estado de ebriedad en uno de los prostíbulos de Mazatlán. Al calor de las copas y como surgiera una plática sobre política, en la que intervenía el General Macías figuradamente, estuvo gritando a voz en cuello que su Jefe, el Coronel Loaiza, no iba a permitir que el Divisionario asumiera el Gobierno de Sinaloa, “pues que le nulificaría la elección…”. Lo anterior el mismo Solís Espinoza lo hizo del conocimiento del Coronel Loaiza, quien no mostró ningún disgusto y calló, aunque desconociendo si después le hizo alguna reclamación a “El Ronco”.
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EL GITANO TRAÍDO A MAZATLÁN Armados de pistolas “Thompson”, el Teniente Coronel Francisco Castañeda de la Rosa y tres oficiales condujeron de la Prisión de Santiago Tlaltelolco, hasta Mazatlán, a Rodolfo Valdez, después de que las autoridades judiciales dictaminaron se le siguiera el proceso en Sinaloa, señalándose lógicamente esta ciudad como cautiverio, ya que aquí cometió la muerte de Loaiza y otros crímenes. La llegada a Mazatlán —era un 5 de Diciembre de 1945— se hizo en un bombardero color plomo y en el campo de la Aviación fue entregado el reo al Coronel Apolonio S. Mediz Bolio, a la sazón Jefe de Órdenes de la Guarnición de la Plaza, y a Francisco de la Rocha Tagle, quien representaba al Gobierno del Estado. También en el Campo estaba el General Ezequiel Martínez Ruiz, Comandante Militar de la Plaza, pero no bajó de su automóvil. Estaba enfermo e iba cubierto con un sobretodo negro. En cuanto a “El Gitano”, vestía pantalón y sweter gris, zapatos bermejos y su imprescindible texana. Aunque bien razurado, se notable en su rostro visible abatimiento. Por informes que el Teniente Coronel De la Rosa dió al General Ruiz, súpose que “El Gitano”, temiendo que se le aplicara la ley fuga, venía dispuesto a matarse en la forma que diera lugar. Dijo además que al pasar por Guadalajara “El Gitano” intentó arrojarse del avión, pero sus guardias notaron el movimiento, deteniéndolo cuando ya tenía medio cuerpo fuera del avión. AL ENCIERRO De ex profeso acondicionada sobre la falda del cerro de El Vigía, la prisión estaba lista para recibir al “distinguido huésped”. A las 11:30 horas del mismo día el General Martínez Ruiz hacía entrega del prisionero al Jefe de la Prisión Militar, ubicada por el Paseo Centenario, delante de a Capitanía del Puerto. El Jefe de dicha prisión era el Coronel Néstor Enciso Arce, quien condujo a Valdez hasta su celda. LA PRISIÓN La celda donde se alojó “El Gitano” es más bien dicho una “cartuchera”, hablando en términos militares, y está cavada en la roca, dando espalda al camino. Tiene un pasillo frontal y laterales para los servicios sanitarios y una especie de antecámara. Sobre el techo hay una claraboya enrejada que comunica al cuarto de Transmisiones. En este lugar y con las armas listas, hay un centinela listo a disparar sobre el prisionero a cualquier movimiento sospechoso que haga. Los pasillos tienen también enrejados gruesos y dobles centinelas, además de un pelotón que hay en la Prisión. Por eso, una fuga parecía imposible, máxime que el General Ruiz tenía al prisionero bajo su responsabilidad y por recomendación presidencial directamente. Desde luego se prohibió que fuera entrevistado por curiosos, amigos o periodistas, aunque posteriormente todo esto aconteció, al grado de que hasta los turistas norteamericanos iban a El Vigía a retratarse con el célebre prisionero. En un principio hasta el C. Juez del Ramo
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Penal, que lo era el licenciado Francisco Astorga Berumen, para seguirle el proceso e interrogarlo, debería hacerlo por la claraboya. Valdez, al ser interrogado por el General Martínez, sus primeras palabras fueron: “Ordene que me traigan el desayuno”, cosa que se le cumplió de inmediato. MUY PARCO Cuando los licenciados Francisco Astorga Berúmen, Juez Penal, y Amado Estrada, Agente del Ministerio Público dl Fuero Común, acompañados de sus estenógrafas Sara Lugo Cruz y Alicia Munguía, así como el Secretario del primero de los mencionados, señor Cristóbal Sosa, hicieron los primeros interrogatorios a Valdez, éste, comportándose muy parco, se concretó a ratificar sus declaraciones hechas en México. Después, en la consecución del proceso, el reo quiso matar a banquilazos a Astorga Berúmen, cuando éste le fue a comunicar que la autoridad judicial le había aplicado, por la muerte de Loaiza, los Lizárraga y Nacho Calvillo, la pena de veintiséis años de cárcel. MUCHOS HUYEN Muchas de las personas que di-recta o indirectamente ayudaron a “El Gitano” a sus sostenimiento, huyeron de Mazatlán rumbo a Baja California, ciudad de México y Sonora. Entre los que consumaron el éxodo se encontraban gentes como Genaro Garzón, que se radicó precisamente en Navojoa y después en Hermosillo, etc. “EL PAYO” EN ACCIÓN Las autoridades y la prensa tuvieron conocimiento de que “El Payo”, madurando un plan audaz, trataba de sacar a Rodolfo Valdez, de la prisión. Para ello pretendía llegar hasta El Vigía en una lancha, provisto de ametralladoras. La salida, después de matar a los guardias federales, sería por Barrón, comunicándose por la Isla de la Piedra, hasta llegar a sus antiguos terrenos y escondrijos. Este asalto, que hubiera causado sensación hasta fuera de las fronteras de México, fue afortunadamente descubierto, no habiéndose llevado a cabo por lo tanto. Para eso “El Gitano” se había negado a firmar o estampar su huella digital en las pocas palabras asentadas. Valdez, en una ocasión, dijo al periodista Prometeo Tirado Páez que después de matar a Loaiza huyó por el rumbo el Habal y que posteriormente había regresado a Mazatlán, corriendo algunas juergas. “El Gitano” relató lo siguiente: “El viejo Valente Quintana que dice que es tan “gallo”, fue a Agua Caliente y se puso a cenar en la “mesa” de una amiga mía. Lo “tuve” viendo junto a mí y no lo maté porque no era mi norma asesinar nomás porque… sí; sí, si me lo hubieran ordenado… Él dijo que andaba haciendo “compras”, pero yo que lo conocía sabía a qué iba y hasta le pedí la lumbre y no me reconoció”.
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NO TEME A LA MUERTE Valdez en más de una ocasión dijo: “Yo no tengo miedo morir. Si ahorita me sacan y me fusilan, no voy a pandearme. Soy hombre y ni ante el paredón flanquearé”. Cuando un visitante le pidió permiso para tomarle una fotografía, exclamó: “No quiero que mis amigos me compadezcan o mis enemigos se burlen de mí, viéndome como una chango enjaulado”. ROCAMBOLESCA FUGA Cerca de las 15:30 horas del 14 de mayo de 1949, “El Gitano” cumplía su palabra: “Nunca aguantaré de ninguna manera esos 26 años que me han echado. Que los aguante su …”, refiriéndose al licenciado Astorga Berumen. En forma espectacular y a la hora señalada, Valdez logró evadirse de la Prisión Militar donde estaba cautivo. En el barrio donde está enclavada la cárcel se produjo un gran alboroto y hasta México comenzaron a bordar diversos comentarios. El centinela de guardia en la Prisión alcanzó a ver cómo un hombre saltaba las bardas y los techos hacia el camino de El Vigía, identificándolo luego como a Rodolfo Valdez. Tras de intimidarle con el “Alto”, le hizo los primeros disparos que a la vez produjeron la alarma; el resto de los soldados también le tiraron, sin lograr herirlo ni detenerlo en su vertiginosa carrera. Valdez contestó el fuego, creyéndose que por la falta de práctica para tirar tampoco pudo herir a ninguno de los guardianes. Aunque al principio se consideró que Valdez había aprovechado simplemente una oportunidad para fugarse, confundiéndose entre los trabajadores de las Obras del Puerto, la cosa fue debidamente premeditada, pues asegúrase que tenía armas y bastantes cartuchos. SOSPECHAS La señora Teresa Tamaura de Valdez, esposa del pistolero, se convirtió en la mujer-clave. Súpose que el día de la fuga, por la tarde y después de haber estado en la prisión, se retiró de allí llorando en forma enternecedora, lo que hace suponer que probablemente le comunicó “El Gitano” el audaz plan o que tal vez se enteró de hechos y cosas terribles y peligrosas. PERSECUCIÓN Las fuerzas federales cercaron El Vigía y los alrededores al consumarse la fuga; se suspendieron las salidas de los vehículos y se hizo igual cosa con el servicio de aviones. La persecución aumentó, sin dar, sin embargo, con el célebre pistolero de Agua Caliente, quien dijo en una ocasión que si se llegara a fugar nadie lo encontraría; “los puedo matar a garrotazos”, añadió.
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La vida Novelesca y Accidentada de Rodolfo Valdez El Gitano
DETENCIONES El chofer Juan Heredia, que participara como tal en la muerte de Loaiza, fue detenido casi a la hora de la fuga, cuando se encontraba junto a Alfredo Moreno, compadre de Valdez y administrador del Mesón Reforma, en el Paseo Centenario, frente al muro que vá a El Faro y casi al pié de la escalinata de la Pérgola. Se infiere que de acuerdo con el fugitivo, esperaban que éste tomara aquel rumbo donde le esperaban para sacarlo de l ciudad. Si ello hubiera sido planeado, les falló, pues “El Gitano”, hipotéticamente, pudo haber salido por detrás del hospitalito San Vicente, pasó por entre los arbustos del bosque artificial y luego se esfumó en las inmediaciones del Cerro de la Cruz, sin dar tiempo a Heredia y a Moreno para subirlo al automóvil, pues los federales bloquearon los caminos desde El Vigía y Aduana Marítima, hasta el Hotel Freeman, Quinta de Echeguren y toda la circunvalación del cerro. Valdez esperó la noche en algún refugio de Mazatlán o en casa de algún amigo que sabría de antemano sobre la fuga, saliendo después a Agua Caliente u otro lugar por él solamente conocido. Muchas personas opinaron que “El Gitano” había sido víctima de un atentado en la cárcel y que la “fuga” no se había realizado, pues que dos días antes le habían asesinado y echado a las aguas del mar su cadáver. Sobre este respecto también se comentó el hecho de que se escogió al mismo Heredia para que todo mundo supiera que efectivamente Valdez había intentado fugarse, haciéndose acompañar aquél de Moreno, compadre del pistolero. De esa manera vendría a resultar todo como que efectivamente Valdez escapó.
En una ocasión, Pepe Garzón, fue interrogado por los Generales Márquez, Jefe de Operaciones de Sinaloa, y J. Jesús Celis Campos, Comandante de la Zona Militar de Nayarit. El interrogatorio se efectuó en un cuarto del Hotel Imperial, de Tepic. Ahí dijo categóricamente Garzón que “El Gitano” sí vivía y que en dos ocasiones un amigo suyo lo había visto. Hizo hincapié en que él (Garzón) nunca ha traicionado a “El Gitano”, como éste lo suponía en la cárcel, desde el punto de vista en que solamente se prestó para servirle de conducto ante el General Cárdenas para que se entregara, eso último también por iniciativa del mismo Valdez. SE FINGIÓ ENFERMO Por lo que hace a la evasión de “El Gitano”, súpose que éste se fingió enfermo, amarrándose la cabeza con un pañuelo rojo. Hay constancia de que ni en la celda, que se registraba cuidadosamente todos los días ni sobre su persona, llevaba armas “El Gitano”. Sin embargo, se creyó que alguna de las personas que fueron a visitarlo ese día, dejó las armas en el baño que Valdez utilizaba, cogiéndolas éste al penetrar allí.
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UN CORDERILLO Entre los afectos que tenía “El Gitano” en la Prisión se encontraban dos preciosos borreguitos de corta edad, que él, cada vez que salía a tomar el sol, acariciaba y jugaba con ellos. Con frecuencia sacaba a los animalitos a pastar en la falda del cerro para regresarlos luego a la cárcel. Cuando subió Valdez a la azotea para escapar, uno de los borreguitos, viéndole salir, creyó que se trataba de jugar con él y se le acercó asestándole fuerte golpe con la cacha de la pistola 38 Super que era su arma predilecta. El inocente animalito cayó como fulminado, pero no muerto, ya que la resistencia de los borregos en el testuz es extraordinaria, pero quedó con una fea y ampliar partidura totalmente cubierto de sangre. EN TAMAULIPAS A últimas fechas y después de que los mismos agentes metropolitanos y autoridades federales se convencieron de que “El Gitano” no se encontraba en ningún lugar de la región sur de Sinaloa, la misma revista “Hoy” asentó que el referido Valdez se encontrada sembrando algodón en unos terrenos que le proporcionó un alto político en el estado de Tamaulipas. Lo cierto es que Valdez, por ningún lado, ha dado señal de vida, mientras en público se forman comentaros de distinta índole. EL CHITO IBARRA Y mientras el Chito Ibarra se encontraba en un baile en “El Habal”, su tierra, tomándose una “Pepsi-Cola”, llegaron Eduardo “Güero” Watson y Rogelio Corrales y le hicieron hasta trece disparos, muriéndose instantáneamente éste, otro pistolero y resultando gravemente herido Ramón Manjarrez y José Chávez. Puede decirse que hasta el momento cuatro prófugos de la justicia viven: “El Gitano”, Manuel Sandoval, “El Güerillo” Salcido y Benigno Osuna. Así termina esta historia novelesca de Rodolfo Valdez, alias “El Gitano”, el pistolero que ha alcanzado aún en vida, más celebridad que “El Remington” y otros bandoleros de la contemporaneidad. Las fallas y erratas involuntarias que tenga este libro, suplicamos dispensarlas, pues en el afán de cumplir con el ofrecimiento hecho por la empres editora, tuvo que obrarse con cierta precipitación en lo que concierne a impresión del mismo. ¡Muchas gracias, queridos lectores!
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