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Jueves 27 de Febrero de 2014


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Jueves 27 de Febrero de 2014

Hoy se cumplen 25 años de El Caracazo

El estallido mostró la debilidad del neoliberalismo para ordenar la vida económica de las sociedades La alta oficialidad del ejército, por instrucciones del presidente Carlos Andrés Pérez, hizo salir a la tropa a la calle para disparar contra gruesos contingentes de la población

T/ Néstor Rivero F/ Archivo CO Caracas

l estallido popular de los días 27 y 28 de febrero de 1989 en Venezuela, y que ha pasado a la historia bajo el nombre del Caracazo, se produce como respuesta a la política fondomonetarista impuesta por el nuevo Gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien había asumido la Primera Magistratura de la República 25 días antes.

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DÓLAR Y GLOBALIZACIÓN El conjunto de hechos que rodearon el estallido popular de 1989 debe ser examinado tanto en su dinámica interna como en la externa, puesto que si bien un pueblo insurge contra las decisiones de un Gobierno que se había elegido con alto caudal de apoyo, el Carlos Andrés Pérez II, también había una visión de los centros del poder financiero e industrial de la globalización, con sus pretensiones hegemónicas sobre un conjunto de economías del Tercer Mundo, cuya sumisión les garantizaba materia prima barata y, a la vez, mercado para las manufacturas y para la colocación de

préstamos que consagrasen el estatus de endeudamiento de los países periféricos. Como uno de los antecedentes de la política que en los años 80 del siglo XX primó en el diseño de estrategias por parte del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y el GATT, se encuentra la necesidad de superar el debilitamiento producido en la operatividad y circulación del dólar, el cual, a partir de 1972, quedó excluido de las obligaciones de sustentar en las reservas de oro la cantidad de billetes que podía emitir la Reserva Federal estadounidense. Esta decisión del mandatario estadounidense Richard Nixon se debió especialmente al descalabro que representó el financiamiento de la Guerra de Vietnam de más de 700 mil millones de dólares, monto únicamente superado por los de la Segunda Guerra Mundial. A ello le sigue la crisis financiera de México en la década de los 80 del siglo XX, bajo las presidencias de José López Portillo y Miguel de La Madrid, así como la Argentina en la que Carlos Menem asume la Primera Magistratura. En ambas naciones, situadas dentro del conglomerado latinoamericano, los capitales es-

Foto portada: Moisés Peralta Diseño y diagramación: Pablo Valduciel L. Edición: Vanessa Davies, Judith Herrada, Eliécer Aché, José Brito, Miguel Hidalgo

tadounidenses habían jugado fuerte y requerían asegurarse la completa liberalización de controles para incrementar el flujo y la expatriación de ganancias a favor de los sectores financieros y casas matrices.

DEUDA Y FMI Resolver las insuficiencias del dólar, moneda que ya no podía asegurar al poseedor de estos billetes la cantidad de oro que representaban, así como mantener el predominio de las corporaciones financieras e industriales centradas en EEUU,

conlleva la disminución del Estado en su papel de regulador de los distintos procesos que inciden en la vida económica y social de los países. Y este fue el cometido que trazó el FMI para nuestra región: a partir del gigantesco endeudamiento adquirido desde la década de los 70 por los gobiernos latinoamericanos –que solicitaron empréstitos para financiar proyectos al sector privado local, así como obras de infraestructura y solventar urgencias de carácter administrativo–, el FMI se colocó en el

punto de formular exigencias perentorias en materia económica a los gobiernos de países endeudados, so pena de cerrar nuevos empréstitos. Así, gobernantes que carecían de la vocación de impulsar proyectos ciertos de industrialización dentro de una visión de soberanía y desarrollo endógeno, como tampoco voluntad para atender los reclamos estructurales masivos de orden social, prefirieron pactar con los poderes internacionales que se expresan a través del FMI y entregar las


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Ayer y hoy El balance, a 25 años de los hechos, debe hacerse en su doble perspectiva: Aleccionador y triste de una parte, al constituirse en experiencia de un pueblo abandonado por sus líderes y por quienes fijaban los programas políticos dentro de la Cuarta República, durante el lapso de represalias contra la población más oscuro que recuerda la historia de Venezuela. Quizá, guardando las proporciones, con mayor carga de tragedia que la degollina ejecutada por Francisco Tomás Morales en la tercera batalla de Maturín durante la Guerra potencialidades de desarrollo de sus países a las tenazas de las corporaciones, que requerían apertura completa y liquidación de toda restricción estatal frente a la nueva colonización del continente.

NEOLIBERALISMO Y ESTADO Según el sociólogo Alain Touraine, la idea de globalización remite “a tres hechos: el libre comercio mundial; el desequilibrio entre una economía mundial y los sistemas de control político y social aún vinculados a los estados nacionales; y el aspecto cultural” (www. nodo50.org): Y el modelo de globalización, que en la Venezuela de 1989 desemboca en la protesta masiva del Caracazo, quedó plasmado en el Consenso de Washington, elaborado por Williamson a finales de los años 80, y cuyos lineamientos se inscriben dentro de las doctrinas de Milton Friedman. Y estos lineamientos, a la letra, contemplan la eliminación de barreras a las inversiones extranjeras; la privatización, entendida como venta de cuanta empresa pública puede ofrecer

a Muerte de 1814, por cuanto en 1989 se trataba de un régimen que proclamaba las formalidades del sistema democrático y se atenía a una Constitución que prohibía la pena de muerte. Por otra parte, el aliento que brota de El Caracazo es innegable: la historia de Venezuela cambió a partir de entonces. Se precipitó la descomposición del modelo político puntofijista con la salida de CAP de la Presidencia tres años después, y se renuclearon y radicalizaron los factores bolivarianos dentro de las Fuerzas Armadas de la época, con presencia abierta el 4 de febrero de 1992 y el 27 de noviembre del mismo año. beneficios al sector privado; liberación de las tasas de interés en toda negociación bancaria, así como del comercio internacional y del tipo de cambio; desregulación de los mercados y redimensionamiento del llamado gasto social, entre otras medidas. Tal estrategia, que conlleva el apartamiento del Estado de la gestión económica, deja a la sociedad, tanto consumidores como pequeños y medianos productores, a merced de las fuerzas concentradas de las corporaciones financieras, comerciales e industriales de la globalización. De allí que sea conveniente recordar la conclusión a la que llega la investigadora Noelia F. Sola cuando afirma: “La lección de la crisis es que la economía nunca puede sustituir a la política [5]. Esta concepción errónea llevó a que los gobiernos dejaran todo en manos de las fuerzas del mercado” (www.nodo50.org). Y esta fuerza del mercado, cuando consigue desligar al Estado de la actividad económica al entregar este ámbito en su totalidad al sector privado –tal como suce-

dió en la Venezuela del paquete neoliberal–, procede con un pragmatismo salvaje, extremo, apartando todo compromiso o responsabilidad con la sociedad, con los trabajadores y con los consumidores que no redunde en la maximización de la ganancia.

FUENTEOVEJUNA ¿Cómo caracterizar los acontecimientos del 27 y el 28 de febrero de 1989? Nos permitimos sugerir que el huracán social, político y militar de ambos días debe ser examinado en dos fases: la revuelta sin programa; y la arremetida fondomonetarista. Ciertamente la izquierda venezolana no había logrado recuperarse de la derrota estratégica de la lucha armada, en los años 60 del siglo XX, contra los regímenes de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. El fraccionamiento de la izquierda, que abarcaba factores radicales como otros de mayor moderación, no supo estudiar la Venezuela urbana de las últimas tres décadas de dicho siglo. Tanto los núcleos subterráneos o marginados que se conectaban con la base social en los barrios de Caracas y otras capitales, como las organizaciones con presencia institucional, abandonaron la reflexión –y el reto de toda izquierda que pregona el socialismo– de estrechar sus nexos con la masa popular, los trabajadores, el campesinado, los gremios, los desocupados, los profesionales de extracción humilde, amas de casa, estudiantes, residentes o pobladores y otras expresiones de la organicidad alternativa del pueblo. Y lo más grave, se desatendió una de las claves de todo proceso emancipador en los países latinoamericanos: la dinámica interna de la Fuerza Armada Nacional, sometida para entonces al bombardeo

ideológico y al discurso neocolonial de la Escuela de las Américas. Este último descuido tendrá consecuencias que se manifestarán de modo trágico durante los sucesos de El Caracazo, cuando la alta oficialidad del ejército, por instrucciones del presidente Carlos Andrés Pérez, haga salir a la baja oficialidad y tropa a la calle para disparar contra gruesos contingentes de la población que, por dos días, se habían desenvuelto sin gendarmería ni cuerpos pretorianos que les repeliesen en sus actuaciones. ¿Desapareció el Estado durante esos dos días en Caracas? ¿Se hizo justicia por sí mismo el pueblo humilde? Habló mediante el acto nivelador de calle: la apropiación de una nevera, un televisor o lavadora de la tienda a la que se entraba en tumulto; o la media res que se tomaba de una carnicería o frigorífico de Quinta Crespo. Tal como ha sugerido Pedro Trigo, fueron dos días en los que el pueblo colmó su sueño con un colchón nuevo, mal que al tercer día comenzaran las requisas militares que impusieron a punta de bayoneta la reimplantación del orden tradicional de restitución de los bienes expropiados barrio por barrio, callejón por callejón, casa por casa, apartamento por apartamento. De un Gobierno presidido por Carlos Andrés Pérez, quien había sido fidelísimo ejecutor de las políticas de contrainsurgencia del Pentágono durante los años 60 del siglo XX, no podía esperarse que solicitase de los cuerpos de seguridad hacer retornar el “orden público” y hacer cesar los disturbios con respeto por los derechos humanos. No, al contrario: la orden fue sofocar a como diera lugar la revuelta, evitar que potenciara el germen de una verda-

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dera insurrección que podía conducir al desplome de las autoridades y a la reconsideración de su rol por contingentes de efectivos de la Fuerza Armada Nacional. Ya dentro de esta, para 1989, como se supo el 4 de febrero de 1992, bullían núcleos que proclamaban la invocación del Libertador Simón Bolívar: “El destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos!”, contenida en el Discurso al Congreso Constituyente de Bolivia de 1826. Para esos días, estas corrientes permanecían subterráneas, con escasa posibilidad de incidir sobre el rumbo de la institución castrense; el grueso de la oficialidad debía cumplir como requisito de profesionalización para los ascensos y altos cargos las largas pasantías en centros militares estadounidenses, cuyos programas, además de técnicas y capacitación en uso de nuevos armamentos, contemplan un violento adoctrinamiento dentro de las tesis de la seguridad nacional y la función de los ejércitos suramericanos como fuerza de contención y contrainsurgencia. De allí que muchos de aquellos oficiales de los años 80 –que habían recibido cursos de especialización en el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad en la Zona del Canal de Panamá o en instalaciones de Florida– cuando recibieron las instrucciones de acabar con la revuelta no tuvieron reparo en soslayar la exhortación del Libertador y procedieron al aplastamiento, costase lo que costase en número de víctimas. Enfrentamiento muy desigual, en el que uno de los contendientes se presentaba con tanquetas, fusilería y obediencia a cumplir una orden declaradamente criminal.


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Jesús Faría: Visión de un economista sobre el 27-F

Venezuela fue el primer país que se alzó contra las recetas del FMI El diputado bolivariano asegura que el 27 de febrero de 1989 “se puso en evidencia la hipocresía de la democracia liberal”, ya que el poder se ufanaba de amplias libertades pero quedó al desnudo “su carácter represivo y fascista”

T/ Manuel López F/ Héctor Lozano Caracas

n Gobierno de corte neoliberal en el país sería inviable, lo sacudiría de una manera extrema y no se podrían garantizar las condiciones mínimas de gobernabilidad. “El desenlace sería una guerra civil”, sentenció el diputado Jesús Faría, al hacer una retrospectiva sobre las condiciones sociales y económicas que propiciaron la rebelión popular del 27 de febrero de 1989 (27-F). El diputado y dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) está convencido de que las políticas del Consenso de Washington no volverán a imponerse en Venezuela, porque aquí hay un Gobierno revolucionario “con una concepción filosófica, una voluntad política, con identidad de clases y de intereses en defensa de los sectores populares”. Las políticas neoliberales que aplicó el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez hace 25 años estaban conectadas, según el economista, “al entreguismo de nuestros recursos naturales al capital in-

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ternacional” y eso no es posible replicarlo, por la madurez política del pueblo venezolano. “La permanencia de la Revolución Bolivariana es la garantía de que las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) quedaron execradas por siempre de nuestra nación”, apuntó.

El parlamentario no es partidario de establecer paralelismos en la historia, porque cada momento tiene su contexto; por eso descartó las pretensiones de la oposición política de crear las condiciones para que se produzca un estallido social al estilo de 1989. “No es la primera vez que la derecha venezolana apuesta por un escenario de rebelión popular. Con la guerra económica han querido alterar el desempeño del país, han propiciado un ambiente de crisis que se traduzca en deterioro acelerado de la calidad de vida que conduzca

a una situación de ingobernabilidad”, planteó. Como eso no prosperó, el dirigente socialista de la parroquia El Valle aseguró que los adversarios más radicales de derecha quisieron “acelerar la inestabilidad con las guarimbas para provocar un estallido social”, pero no obtuvieron los resultados esperados. “Se dieron cuenta de que están completamente aislados y no tienen la fuerza para conducir a un gran movimiento de insurrección contrarrevolucionario. Además, Venezuela no se encuentra en una profunda

crisis económica y social como hacen creer”, apuntó. El drama de los adversarios de la Revolución Bolivariana es que no han podido estructurar un movimiento social que se nutra del descontento popular; por el contrario, sus acciones violentas les están propinando “enormes costos políticos”, aseveró el diputado socialista.

PROMESAS ENGAÑOSAS Para Faría el 27 de febrero de 1989 significó un punto de quiebre en la historia de Venezuela. La revuelta popular fue una reacción al proceso de descomposición del sistema puntofijista y a las políticas económicas neoliberales del Consenso de Washington. El pueblo de Guarenas y Caracas respondió con un estallido social a las promesas con las que Carlos Andrés Pérez ganó las elecciones presidenciales en 1988. “Su discurso demagógico lo favoreció con una votación muy significativa, pero apenas se comenzaron a sentir los impactos de esas políticas sucede El Caracazo”, recordó. Fue un movimiento descontrolado y anarquizado, pero con “mucha rabia, con mucho rechazo hacia el poder institucionalizado del sistema puntofijista”. No solamente se generó una protesta sin dirección política, sino que tuvo una respuesta sanguinaria por parte del Gobierno de Carlos Andrés Pérez. “Se puso en evidencia la hipocresía de la democracia liberal que estaba en franca descomposición moral y política. El poder burgués se ufanaba de amplias libertades, pero la verdad es que eran muy limitadas, quedando en evidencia su carácter represivo y fascista”, sostuvo. Todos los procesos históricos tienen una génesis que viene


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Jueves 27 de Febrero de 2014 mucho más allá de las causas inmediatas; por eso es necesario evaluar los procesos desde una perspectiva histórica. En su criterio, los sucesos de 27-F también se deben ver a la luz de un modelo que se venía agotando de manera acelerada. El proceso de deterioro de la calidad de vida de la población y el incremento de la pobreza eran muy significativos, aunado a la descomposición moral, la corrupción y otras lacras que “erosionaban los fundamentos morales y espirituales de la sociedad”. Faría planteó que en ese momento “existía una abierta desconfianza y un amplio rechazo al sistema político imperante, que no pudo ser disimulado con el resultado electoral, lo que evidenció una insostenibilidad de modelo dominante”.

ESE SISTEMA IMPLOSIONÓ La privatización de las empresas del Estado, la liberación de los precios, desregulación de los aranceles, recorte de gasto social, eliminación de subsidios y desmantelamiento de las conquistas sociales de las trabajadoras y de los trabajadores propiciaron una implosión social en 1989, enumeró el economista. El Caracazo fue una reacción a las políticas económicas del FMI. Venezuela fue el último país en aplicar estas medidas en América Latina y el primero en donde se produjo un levantamiento popular, hechos que movieron los ci-

mientos de la sociedad, acotó el parlamentario. “La burguesía tiene un proyecto para nuestro país que se fundamenta en las políticas neoliberales del FMI. Esa es la realidad, aunque no hagan mucho esfuerzo para revelarla. Quieren revivir una época que llevó al pueblo venezolano a la pobreza y a la ingobernabilidad”, insistió Faría. “Si queremos conocer el veneno que se aplicó a la economía venezolana en esa década, es necesario seguir los estragos que está causando en Europa”, aseguró el también vicepresidente de la Comisión de Finanzas y Desarrollo Económico de la Asamblea Nacional. La política del FMI formaba parte de una estrategia globalizadora que imponía los criterios neoliberales de una manera muy rigurosa. Se estableció para garantizar la capacidad de pago de la deuda externa, sin importar las consecuencias sociales. “Nuestra nación fue sometida a condiciones de sobreexplotación por parte del capital transnacional”, enfatizó el parlamentario. El resultado de las políticas fue peor que la enfermedad, consideró el economista, ya que agravó los desequilibrios de las variables macroeconómicas: incrementó la inflación, la deuda externa y el desempleo. Los equilibrios fiscales se pudieron enderezar pero a costa de una creciente y galopante pobreza, miseria y desigualdad social, concluyó.

Las propuestas de los “Iesa Boys” aceleraron la crisis

CAP se doblegó ante la banca mundial en contra de los intereses del pueblo T/ Manuel López F/ Héctor Lozano Caracas

u gran popularidad catapultó a Carlos Andrés Pérez (CAP) a la Presidencia por segunda vez en 1988. En su afán por congraciarse con las esferas del poder transnacional y bajo los dictámenes de Washington, se rodeó de una tecnocracia formada en Estados Unidos bajo el catecismo neoliberal, artífice del “paquetazo neoliberal”, como lo bautizó la prensa de entonces. El programa de ajustes formulado bajo los dictámenes del Fondo Monetario Internacional (FMI) se fundamentaba en políticas de apertura económica que habían sido aplicadas en toda América Latina. El paquete económico, como lo calificaron los medios de comunicación, o el gran viraje, como lo presentaron los ministros de la economía de CAP en su segundo periodo de Gobierno (19891993), tenía como premisa fundamental restablecer los equilibrios de las variables macroeconómicas. La piedra angular del gran viraje –diseñado por Miguel Rodríguez y Pedro Tinoco– fue la tasa de cambio. Después de casi 10 años de control, las distorsiones y la fuga de capitales fue tal que al equipo del Instituto de Estudios Superiores de Administración (Iesa) no le quedó otra alternativa que aceptar las exigencias de la banca internacional, sostuvo el economista Miguel Ignacio Purroy en la revista

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SIC (Seminario Interdiocesano de Caracas) número 513, de abril de 1989. Purroy interpreta que, con la liberación del tipo de cambio, la tasa de inflación para ese año sería tal que “el costo social y político difícilmente pudiera ser absorbido por el actual sistema político venezolano. El plan de subsidios que obligatoriamente debería ser armado sería tan gigantesco y complicado que no se le vería viabilidad en el plazo breve en que necesitaría ser implementado”. Pero fuera de todo pronóstico, CAP siguió con el plan, con la guía de los denominados “Iesa Boys”. Purroy consideró que la propuesta tenía profundas contradicciones, dentro de un esquema global de política económica, porque estaban coexistiendo “el más puro librecambismo con el más recio populismo”.

RESTABLECER LOS EQUILIBRIOS Desde la perspectiva de la teoría neoliberal, la economía venezolana acumulaba, desde mediados de la década de los 70 hasta finales de los 80, una distorsión de los valores de los factores de producción y de los precios que generó gran inestabilidad. Los ministros del Gabinete de CAP y los técnicos que participaron en la elaboración del plan de ajustes le propusieron un plan de Gobierno fundamentado en la teoría económica clásica, con elementos de la escuela de Chicago, también denominada monetarista. Se esgrimieron propuestas que

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habían sido aceptadas por los centros académicos y entes multilaterales dependientes de la banca internacional, lo que se conoció a principios de la década de los 90 como el Consenso de Washington. En términos generales, el “paquete” comprendía la liberación del tipo de cambio, reestructuración de la deuda externa, apertura del comercio exterior, transnacionalización del sistema financiero, equilibrio fiscal con una brusca reducción del gasto social, incremento del costo de los servicios públicos, privatización de empresas públicas y la aplicación de programas sociales dirigidos por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

BOMBOS Y PLATILLOS Las acciones incluían también la liberación de los precios de todos los productos a excepción de 18 renglones de la cesta básica; incremento gradual de las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua, electricidad y gas doméstico, así como la sinceración general de precios de las empresas públicas. Además aumentó en 100% el costo de la gasolina. Como medidas compensatorias, además de los programas sociales, el Presidente decretó un incremento del salario mínimo a 4 mil bolívares en el área urbana y 2.500 bolívares en el área rural, a todas luces insuficiente para una inflación de 81%. La reacción no se hizo esperar: los días 27 y 28 de febrero de 1989 un levantamiento social estalló en Guarenas y Caracas con fuertes repercusiones en todo el país. CAP respondió con represión. Cifras oficiales hablan de 276 muertos, pero extraoficialmente se calcularon muchas más. “Un auténtico paquete para los sectores medios empobrecidos de Venezuela. No hay que ser muy sagaz para prever las consecuencias sociales de estas medidas: acentuación de la pobreza y la agudización de las ya escandalosas diferencias sociales en el país”, sentenció el editorial de SIC de enero-febrero de 1989. Este fue un preludio de la insurrección del 4 de febrero de 1992 y la del 27 de noviembre del mismo año. Posteriormente, en 1992, el Mandatario fue destituido. La democracia representativa había firmado su partida de defunción.


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Eliézer Otaiza: La visión de un soldado sobre el 27-F

La orden era “disparar al aire de los pulmones” El hoy presidente del Concejo Municipal de Caracas era subteniente cuando estalló la rebelión popular hace 25 años. Recuerda que muchos soldados se negaron a arremeter contra el pueblo, y rememora que, en Valencia, “nosotros recogimos camiones y camiones llenos de muertos”

T/ Nancy Mastronardi F/ Héctor Lozano y Archivo CO Caracas

liézer Otaiza, mayor del Ejército y presidente del Concejo Municipal de Libertador, está convencido de que en Venezuela nunca se producirá en Venezuela una masacre como la que se registró durante El Caracazo, cuando –durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP)– las entonces Fuerzas Armadas dispararon contra el pueblo. Otaiza aseguró que el líder de la Revolución Bolivariana, comandante Hugo Chávez, hizo una transformación total del sector. “Ahora hay moral en la Fuerza Armada. Chávez rescató la moral, Chávez rescató el pensamiento bolivariano”, sentenció. Una de las transformaciones es que se cambió la doctrina militar estadounidense. “Rescató la moral y la historia revolucionaria de la independencia. Ya no son los soldados represores del 27 de febrero. No venimos a conquistar sino a dar libertad, ese es nuestro principio fundamental”. –¿Están dadas las condiciones para que se repita en el país un Caracazo? –No, nunca. Fíjate, ya hubiese explotado hace mucho tiempo, porque, sin duda alguna, en esta guerra económica han saqueado al pueblo. Los productores, los comerciantes, la mayoría de los burgueses

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se han dedicado justamente a crear las condiciones para explotar al pueblo. Pero, añade, con la infraestructura de los Mercal y los Pdval, entre otras, se “han originado unas condiciones totalmente diferentes”.

EN VALENCIA Antes del 27–F, Otaiza se encontraba en la Brigada Blindada de Valencia. Era subteniente y comandante de la compañía de sanidad y logística. En esos días estaban preparando maniobras militares con los tanques de guerra, “y yo acababa de entregar el taller de mantenimiento de los tanques de guerra”. En esos días “vimos por la prensa el malestar, manifestaciones, estudiantes reclamando reivindicaciones. Veías en la prensa el malestar, pero sobre todo sentías el reflejo en la tropa, porque nuestros soldados son del pueblo y venían demandando sus realidades familiares”. Antes de El Caracazo “los soldados se iban, se escapaban de los cuarteles porque no tenían cómo mantenerse, ni cómo mantener a su familia”, resaltó Otaiza. “Los soldados se iban por su realidad social. Eran pobres, ellos estaban en el cuartel y sus familias en lugares apartados. Muchos de ellos se iban por eso, acuérdate que antes había la recluta”, relató. En tiempos de la Cuarta República, los militares eran utilizados para labores domésticas de los efectivos de alto rango. Las mujeres de los generales también daban órdenes a los soldados: “El comité de damas era una figura terrible”, rememoró. Otaiza resaltó que las esposas de los oficiales, sobre todo de los jefes, prácticamente tenían un comando, mandaban a

los oficiales a arreglar su casa, “a hacer de civiles en la calle para sus fundaciones, a arreglar los colegios donde estudiaban los hijos de ellas. Eran cosas que molestaban; incluso teníamos que ser escoltas de ellas”. A todo esto se sumaba que los tanques de guerra estaban inoperativos “por corrupción; la mayoría, falta de mantenimiento. Las piezas que se compraron para reparar esos vehículos estaban en el puerto y no las habían sacado por corrupción”. En el año 1987, cuando se generó la crisis del Caldas, la corbeta colombiana que ingresó de manera ilegal en aguas venezolanas, “tuvimos que arreglar los tanques con repuestos que se consiguen en el mercado”. Otaiza y otros de sus compañeros tenían que “parir” los materiales para reparar los vehículos, para mantener las instalaciones. “Esa situación te pegaba incluso en el bolsillo, porque tú tenías que poner de tu dinero para reparar cosas”.

“UNA REBELIÓN EN MARCHA” “Nosotros teníamos reuniones en las que discutíamos lo que estaba pasando en el país y cuál debía ser nuestro rol. Sobre todo, teníamos un grupo de oficiales generales que uno los veía todo el tiempo con el poder político y los veía como responsables” de la situación del país. Otaiza nunca olvida una reunión que hizo el hoy presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, cuando era subteniente y compañero de su promoción. “Hablábamos de una rebelión, cuándo iba a ser la rebelión. Eso fue en el año 1987, 1988; ya estábamos nosotros con esa inquietud”, dijo. Un grupo de efectivos de las Fuerzas Armadas ya evalua-


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Un golpe al bolsillo Aunque el paquete neoliberal de Carlos Andrés Pérez fue vendido “con bombos y platillos, la realidad fue que trajo un saqueo al bolsillo de todo el mundo, y eso incluía a los soldados”, refiere Eliézer Otaiza. Cuando era subteniente, Otaiza intentó comprar una casa. “Y con las medidas de CAP la casa aumentó como 400 veces, de un solo golpe. Yo di la inicial y tuve que retirarla, no pude comprar la casa”. Otaiza, nacido en Valencia, vivió la realidad social que lo rodeaba: hambre, delincuencia, drogas, crímenes. “Yo tenía educación privada, unos padres que me daban carne todos los días, viajaba, pero al mismo tiempo era sensible a la realidad social”, destacó. ba la posibilidad de rebelarse contra el sistema establecido. “¿Por qué nosotros pudimos percibir ese malestar? Porque nosotros teníamos a un (Hugo) Chávez que nos formó en la Academia. Chávez nos enseñó muchas cosas: nos formó sobre Bolívar, en la estructura administrativa, pero también en la Revolución. Chávez fue el gran tutor de eso”, recordó. Haber tenido a Chávez como maestro “fue muy importante para nosotros; por eso teníamos esa actitud crítica y el conocimiento”. El Caracazo, aseveró, fue el punto de partida de la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992, liderada por Chávez.

LAS ÓRDENES “Recuerdo la orden del 27 de febrero. Cuando vimos por televisión toda aquella situación estábamos nosotros sorprendidos, porque muchos de nosotros ya nos habíamos reunido por este malestar que

había en la calle y en los cuarteles”, rememoró. –¿Cómo llega la noticia de una rebelión popular en Caracas a la Brigada Blindada de Valencia? –Primero me enteré porque llegaron radiogramas, información de urgencia con lo que estaba pasando en Guarenas. Luego llega al Nuevo Circo, y de allí es que se expande la noticia para todos lados. Después nos enteramos por los medios de comunicación. En la televisión “uno empezó a ver los saqueos. Pero mientras veíamos los saqueos, ya en el sur de Valencia estaba todo, ya en Valencia había reventado”. A las 2:00 pm del 27 de febrero de 1989 le dieron la orden de salir a la calle. “La orden es disparar al aire y contener a la gente; así, de frente. Nos reúnen, nosotros no tenemos equipos antimotines, no tenemos equipos especiales, simplemente tenemos fusiles de guerra y camiones”. Y así los envían a la calle a “aguantar a la gente”, expuso el dirigente bolivariano. Relató que muchos ciudadanos comenzaron a disparar contra los efectivos militares y policiales: “Nos quitaban las armas, nos golpeaban, nos hacían de todo”. Luego, a las 6:00 pm, la orden del gobierno de CAP y el alto mando militar cambió. “Nos reúnen de emergencia y la orden ya no es disparar al aire, sino disparar al aire de los pulmones. Nunca se me olvida eso. Nos dicen: ‘Ahora estamos en otra situación, y ahora es que al que agarren lo matan”. –¿Cómo recibió usted esa orden? –Con miedo. Primero, con miedo, porque yo era un muchacho, y por más que yo era un combatiente, ya me habían disparado. Además, los soldados eran del pueblo.

Comentó que muchos soldados se negaron a disparar contra el pueblo: “Tú los escuchabas murmurando, hacían barricadas pero no disparaban a la gente, y nos veían a nosotros como culpables de lo que estaba pasando”. Sin embargo, mencionó que “unos cuantos cumplieron la orden”. Recordó Otaiza que la represión fue tan brutal que el alto mando ordenó sacar a la calle los tanques de guerra oruga al sur de Valencia, que no son para la ciudad. El 28 de febrero en la mañana “nosotros recogimos camiones y camiones llenos de muertos. Y cuando empezamos a llegar al hospital, vimos todos los pasillos del hospital llenos de cadáveres”. Otaiza ratificó que los policías también comenzaron a saquear y “la gente los agarraba y hacía su propia justicia”.

En ese contexto “yo tuve que convertirme en un líder, porque primero comandaba a tropas que estaban sensibles por la situación y había tropa que sí estaba disparando”.

AJUSTE DE CUENTAS En esa primera fase de control, de tratar de contener a la población, a los jefes de tropa les entregaron una lista con nombres de presuntos guerrilleros que debían buscar y capturar. “Esa orden nos la da inteligencia militar de la brigada, y empezamos a buscar gente”. Otaiza empieza averiguar de dónde sale esa lista y descubre que los nombres de personas a capturar salen de la hoy extinta Dirección General de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip). “No eran guerrilleros; eran delincuentes que jugaban al 60–40; es decir, 60% le quedaba a la policía y 40% al delincuente. Como éste no le pagaba al policía, nos dieron listas para hacer ajustes de cuentas”. Esa “fue una de las cosas que me traumatizó; eso me dejó a mí marcado y me indignó. Todo eso era como una cosa loca para mí”. El 20 de marzo de 1989 a Otaiza lo sancionaron por detener a un concejal (Jesús Pérez– AD) por estar armado en la avenida Bolívar de Valencia. “Él andaba armado, poniendo orden en la avenida Bolívar, y andaba con sus escoltas y disparaba a la gente que había en la calle”. Explicó con detalle: “Cuando yo lo detengo él tiene un salvoconducto, pero yo le dije: ‘Un

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salvoconducto no es para que usted le dispare a la gente; es más, usted es una autoridad”. Así, insiste, “yo estaba indignado con todo lo que había pasado: muertos, sin comer, sin dormir. Cuando llego a mi batallón me están esperando para meterme preso por violación a los derechos humanos, sí, porque me metí con esos dos chivos (jefes)”, dijo. Todo lo vivido en estos meses le dejó algo muy claro a Otaiza: “Había que hacer una rebelión; ya yo estaba clarito en que aquí íbamos para todo cuando yo vi tanta sangre, represión, saqueos”.

“YO NO FUI, YO NO LO CONOZCO” A dos meses del Caracazo, aproximadamente, comienzas las investigaciones por las violaciones a los derechos humanos. Muchos militares y efectivos policiales eran llamados para observar las fotos de personas fallecidas y así poder identificarlos. “Nos dijeron que cuando viéramos al muerto debíamos decir: ‘Yo no fui, yo no lo conozco, yo no vi nada, yo no estuve ahí”. “Los militares no nos vimos como culpables, pero sí como cómplices. Yo me siento culpable del 27 de febrero, de la tragedia en sí misma; no del paquetazo, yo no tengo nada que ver con eso. Pero ciertamente fue una tragedia horrible, y aunque yo no disparé contra la gente, me siento tan culpable como aquel que se metió a disparar. Es como un pecado moral”, comentó.


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Francisco Solórzano: La visión de un fotógrafo sobre el 27-F

Las fotos lograron “que no se olvide cómo una política neoliberal puede masacrar a un pueblo” El reportero gráfico, reconocido internacionalmente por su trabajo sobre El Caracazo, recuerda que solo en el barrio 19 de Abril de Petare vio morir “a más de 19 venezolanos” por la acción del Grupo Ceta de la Policía Metropolitana T/ Leida Medina F/ Héctor Lozano y Archivo CO Caracas

ueron varios los factores que detonaron la protesta social o el sacudón social conocido como El Caracazo. Pero a juicio del reportero gráfico y exdiputado Francisco Solórzano, “Frasso”, un elemento determinante es “que el pueblo exigía una mayor participación e inclusión. Está prohibido olvidar a los mártires del 27 de febrero”. En el año 1989 Solórzano se desempeñaba profesionalmente en el diario El Nacional. Al remontarse al momento de los hechos del Caracazo, Frasso recordó el título de la obra del dramaturgo José Ignacio Cabrujas: El día que bajaron los cerros, ya que “el pueblo salió a enfrentarse a una serie de medidas económicas; entre otras, el aumento del precio de la gasolina en 0,25 céntimos, y otras medidas que incidían en la economía de la gente, porque en ningún momento se habló de aumento salarial”. A su juicio, los hechos violentos en Caracas comenzaron en el Terminal de Nuevo Circo:

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“La gente que se dirigía hacia Guarenas –donde había empezado la cuestión bien temprano– quedó represada. Ese fue el génesis de una implosión después de 40 años de una democracia representativa, para lograr una democracia participativa. Allí fue el quiebre”.

IMÁGENES PARA NO OLVIDAR Aquel 27 de febrero el reportero salió del diario a cumplir con su pauta periodística y le correspondió efectuar las fotografías de los sucesos ocurridos en la avenida Bolívar en el centro de Caracas: “Algunas fotos son muy conocidas, como la que muestra un autobús quemándose. También una de las cosas que recuerdo es un hecho ocurrido en el barrio 19 de Abril, en Petare, después de la suspensión de las garantías constitucionales, del toque de queda, que se dio a conocer cerca de las 11:00 am”. En ese momento “estábamos Humberto Álvarez y yo en el barrio 19 de Abril, en Petare, donde un grupo de jóvenes empezó a bajar cantando el Himno Nacional, y el Grupo Especial Ceta de la Policía Metropolitana de ese entonces empezó a dispararles a discreción, pero

además a matar. Allí vi morir a más 19 venezolanos”. Frasso rememora que “un muchacho de 17 o 18 años lanzó su última expiración enfrente de mí. Esa es la foto del motorizado, cabalgando con la muerte; al muchacho muerto lo llevaron sus amigos detrás de una patrulla. La foto la hice detrás de un carro de perros calientes; era el único resguardo que teníamos allí”. Durante la trágica jornada, recordó que de un lado disparaba el grupo policial y por el otro él disparaba su cámara

fotográfica: “Logré que esas fotografías y otras imágenes sirvieran, como han servido durante 25 años, para que esos hechos no pasen al olvido. Que no se olvide cómo una política neoliberal puede masacrar a un pueblo. En ese momento ya se había matado a más de 2 mil venezolanos”. El reportero gráfico hace referencia a otra foto, en la cual se observa a un muchacho herido que es trasladado en una red por cuatro o cinco hombres: “Esa fotografía me impresiona mucho”. También lo impactó la

imagen captada en Petare, donde registra a una señora que lloraba porque habían matado de un tiro en la cabeza a su hijo de 14 años, quien no sabía qué era un toque de queda. “Ella me decía: ‘¿Qué pasará si esto vuelve a suceder y la que está armada soy yo?’. Era su manera de expresar cómo vengaría la muerte de su hijo. Es algo muy fuerte. Después a mí me tocó hacer unos reportajes con la periodista Elizabeth Araujo, y entonces vino el dolor. Eso era muy duro y triste, porque nos encontra-


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“Retrate la historia” Como anécdota, Francisco Solórzano comentó que en 1989 los reporteros gráficos no contaban con la tecnología actual de las cámaras digitales. En un momento de la mañana se le acabaron los rollos fotográficos: “Cuando se acabaron los rollos, estaba parado frente al Cuerpo de Bomberos. Yo llamé a un motorizado que estaba allí en el sitio. Le entregué un papelito y le dije: ‘Mire, vaya a El Nacional y busque a José Sardá y le dice que nos mande rollos para mí y para el fotógrafo Tom Grillo”. Añadió que, a pesar de la falta del material fotográfico, Grillo y él comenzaron a caminar hacia la avenida Bolívar. “El motorizado nos ubicó, nos entregó los rollos y me dijo: ‘Retrate la historia’. Yo me quedé sorprendido, porque pensé que nunca iba a llegar; yo tiré ese zarpazo a ver qué pasaba. Fue a El Nacional y le entregaron los rollos, que compartí con mi compañero de trabajo, Tom Grillo, quien también hizo muy buenas fotos del Caracazo”. mos con casos de personas que fueron vilmente asesinadas”, añadió.

CIFRAS INCIERTAS El exparlamentario aseguró que son inciertas las cifras reales de muertos a consecuencia de esos hechos, porque el Gobierno de Carlos Andrés Pérez ocultó información en este sentido: “Además, también hubo muchos desaparecidos. Todavía es incierta a pesar de todo lo que nos costó sacar a esa gente de las tumbas colectivas o las fosas comunes. Son muertos que están allí aún sin identificar en el Cementerio General del Sur; 25 años después todavía tenemos esa deuda”.

El 28 de febrero de 1989 el Gobierno de turno ya había decretado el toque de queda, y Frasso se encontraba de nuevo en el barrio 19 de Abril para cumplir con su pauta periodística: “Yo le dije a un policía: ‘¿Hasta cuándo disparas? Y el tipo volteó el revólver hacia mí y me preguntó: ‘¿Te pasa algo?’. Yo le respondí que no pasaba nada, porque si seguía reclamándole tal vez no estuviera hablando contigo”. En su criterio, en esos momentos el pueblo estaba gritando libertad: “Era un pueblo que cantaba el Himno Nacional o tiraba una piedra y al que le echaban plomo, lo mataban. Así era de genocida y de fascista la Policía Metropolitana de aquel entonces; también es fascista la actitud actual de mucha gente ante la protesta en algunos sitios de Caracas”. Enfatizó que cuando tomó aquellas fotos vio “cómo aquella situación de políticas neoliberales se estaba desmoronando, porque el pueblo estaba contra lo establecido”. Solórzano afirmó que el pueblo hoy “va a salir a reivindicar a esos mártires el 27 de febrero. Para mí son unos mártires, porque aún quedan impunes esas muertes. Todavía hay la deuda de algunos desaparecidos”. Comentó que recientemente se encontraba en un restaurante y “pasó frente a mí nada más y nada menos que Ítalo del Valle Alliegro (ministro de la Defensa en la época), quien es el responsable de esa matanza, porque fue él quien trasladó al Ejército. Trajo a mucho muchacho a Caracas que no sabía que venía a matar a su pueblo en distintas zonas. Esto es muy importante para la reflexión 25 años después”. Luego de que pasaron los hechos, a finales de ese mismo

año, 1989, Solórzano ganó el Premio Internacional Rey de España de Fotografía por las imágenes que tomó durante El Caracazo.

TODO EMPEZÓ EN EL NUEVO CIRCO El 27-F representa el quiebre entre los dos tipos de democracia, y punto de partida de los procesos posteriores, como el del 4 de febrero de 1992, el 27 de noviembre de 1992 y la elección de Hugo Chávez como presidente de la República: “Son más de 14 años de proceso y convicción revolucionaria, y de mayor inclusión y participación del pueblo”. Agregó que aquel 27 de febrero fue, en definitiva, consecuencia “de todo ese desprecio que históricamente la derecha venezolana tenía y tiene contra el pueblo venezolano. Fueron 40 años en los que la gente salía nada más para votar, pero

no le daban otra participación. No le justificaban nada a ese pueblo que los había elegido”. Solórzano enfatizó que fue el presidente Hugo Chávez quien despertó al pueblo. “Tú te acercas actualmente a cualquier venezolano y le preguntas por la Constitución Nacional, y seguro que tiene una en el bolsillo. Ahora conoce sus deberes y derechos y lo que tiene que defender”. Al comparar los hechos del 27 de febrero de 1989 y los acontecimientos del pasado 12 de febrero de 2014, el reportero gráfico fue muy contundente: “Son totalmente distintos. Aquí hay mucho fascismo. El fascismo está realmente contra el pueblo que está gobernando, contra el pueblo que a partir del 27 de febrero salió a rescatar los derechos fundamentales de una democracia y mayor participación. Ese pueblo salió a exigir mayores

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servicios que beneficien a las comunidades”. En ese sentido, expresó que “la historia es larga con respecto a esto. Actualmente hay mayor voluntad política de servicio hacia la gente. Además hay Barrio Adentro, cero analfabetismo, Consejos Comunales y se elige todo. Tenemos una Constitución Nacional que prevé hasta referéndum contra los que han sido electos mediante el voto popular”. Reiteró que entre ambos momentos históricos “no hay nada parecido, porque actualmente el pueblo venezolano tiene sus derechos y va a defender esa democracia. En aquel momento el pueblo reclamaba sus derechos, por eso se lo reprimió de esa manera. No se le consultaba nada; ahorita se le consulta todo en relación a los hechos importantes de la vida y sobre los cambios sociales”.


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Lilian Blaser, Igor Luengo, Alfredo González y Luis Istúriz: otra mirada sobre el 27-F

El Gobierno atacó a una poblada enorme “que estaba desarmada” “Nos llevaron secuestrados, sin garantías; nos torturaron y al mes nos llevaron al Cuartel de San Carlos para ponernos como chivos expiatorios de una explosión social que fue espontánea”, rememora Luengo

T/ Jeylú Pereda F/ María Isabel Batista y Archivo CO Caracas ambre, miseria, exclusión, represión, masacre y neoliberalismo son las palabras con las que el pueblo, que vivió El Caracazo, recuerda y desmarca aquella época de la realidad actual de Venezuela. Miles de muertos, heridos y desaparecidos invaden la memoria de los testigos y víctimas del 27 de febrero de 1989 (27-F). “Uno caminaba entre cadáveres”, recordó Igor Luengo, militante revolucionario de la parroquia 23 de Enero en Caracas, mientras señalaba la plaza del Rincón del Taxista como uno de los lugares donde se apostó una tanqueta del ejército a disparar contra los bloques residenciales de esta comunidad. El “paquetazo” económico del Gobierno del expresidente Carlos Andrés Pérez es la causa inmediata señalada por todas y todos. Sin embargo, el comandante Hugo Chávez fue aún más preciso y sentenció al capitalismo. “La máquina de producir pobres se llama capitalismo y esa fue la causa fundamental de la

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rebelión popular del 27 de febrero; la miseria, la exclusión”, expresó Chávez en el año 2011 durante la conmemoración de los 22 años de El Caracazo. La documentalista Liliane Blaser es una de las investi-

gadoras que siguió la pista de las víctimas de este suceso. En su obra Febrero 27 asegura: “Fui con la gente que sufrió las balas, la represión y que aún se acercan para contar que les mataron a sus seres queridos”. Más que recordar las miles de muertes, Blaser dice que lo más importante de conmemorar esta fecha es analizar las causas y tratar de mantenerlas frescas en la memoria para no repetirlas.

grande, pero creo que estamos caminando hacia eso”.

LO VIVIDO Y LO GANADO

“En 25 años todo ha cambiado mucho. A pesar de que la oposición en las calles trata de mostrar que todo sigue igual, hay diferencias cuantitativas y cualitativas con respecto a ese pasado”, sostiene Blaser. Está convencida de que el pueblo ha madurado mucho en todo este tiempo, sobre todo en cuanto a la defensa de los derechos humanos. Reconoció que aún falta mucho por hacer “porque la deuda social y política era muy

Blaser hizo énfasis en mantener presente lo vivido, en especial la forma en la que se portaban los gobernantes de entonces, que “mandaron a masacrar a tanta gente”. Asimismo, cree fundamental reconocer lo que el pueblo ha ganado para poder seguir luchando por las reivindicaciones pendientes. Mediante su investigación audiovisual Blaser destaca tres elementos centrales de El Caracazo. El primero de ellos fue la reacción del pueblo: “Fue desordenada y hacia los enemigos más cercanos y no al sistema… Ahora se está consciente de que es el sistema el problema; hubo un salto de conciencia”. El segundo elemento fueron las reacciones del Gobierno: “Había una poblada enorme que estaba desarmada y la acción del Gobierno de entonces fue atacarla”. Por último, Blaser señaló la conciencia de los medios de comunicación: “A la mayoría de la gente la convencieron de que el pueblo había actuado mal”.

CINCO DÍAS DE REPRESIÓN EN EL 23 DE ENERO

Liliane Blaser

“Soy un expreso político del 27 de febrero de 1989”, es la introducción de Luengo sobre su experiencia durante El Caracazo, además de recordar que para la parroquia del 23 de Enero no fue un solo día: fueron cinco días de represión. “Una oligarquía de vendepatrias masacraron a un pueblo desarmado, sumido en la miseria, que no le quedó más que llorar a sus muertos en más miseria”. Recuerda que, para entonces, la ciudad estaba colapsada: “Otros recuerdos me dan


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Hoy el terminal de pasajeros de Guarenas luce tranquilo; el pueblo lo usa en la cotidianidad y los conductores conversan mientras esperan su turno. Sin embargo, hace exactamente 25 años el escenario era totalmente distinto, y este pequeño puerto terrestre se convirtió en el epicentro social de los sucesos del 27 de febrero de 1989. “Yo estaba esperando para cargar y vi cómo venía una estampida de gente enfurecida y estalló la violencia”, recuerda el señor José Perales, quien fue testigo de la insurrección popular que despertó en Guarenas. “No puedo olvidarlo, nunca había visto al pueblo tan bravo”, narra, además de explicar que todo fue generado por el aumento del pasaje derivado de las medidas

económicas del expresindente Carlos Andrés Pérez. Asegura que el exmandatario “nos descontroló todo con los precios y la gente vino en un momento de rabia pa’ la calle… Yo los entendía porque todos estábamos en las mismas”. Todo aumentó, menos el salario, recuerda Perales, quien considera que “ahorita hay gente que de verdad está desubicada cuando dicen que antes era mejor… Aquí todos vivimos lo difíciles que fueron esos gobiernos para los pobres”. Algunas unidades de transporte fueron incendiadas entre la rabia de un pueblo “que venía molesto desde varios días. Eso no fue de la noche a la mañana; la cosa estaba caldeada… Por eso yo siempre digo que fue con la Revolución que vimos luz”.

nostalgia y prefiero no hablar de ello porque fueron momentos de tortura muy cruel”. Explicó que el Gobierno de Pérez ordenó su detención junto con otros 10 compañeros de la parroquia; entre ellos, el militante Sergio Rodríguez. “Nos llevaron secuestrados, sin garantías; nos torturaron y al mes nos llevaron al Cuartel de San Carlos para ponernos como chivos expiatorios de una explosión social que fue espontánea”. Al igual que Luengo, Alfredo González, también militante revolucionario del 23 de Enero,

destaca que la represión de los cuerpos de seguridad “fue brutal”: “Acabaron con todos los bloques por la sencilla razón de que la gente salió a la calle porque el Gobierno nos tenía sin comida y una miseria enorme”. El Pacto de Punto Fijo es señalado por estos revolucionarios como el punto de partida de muchas injusticias sociales: “Aún estamos luchando para hacer justicia, pero con un sistema más humanista”. Como víctima de la violación de derechos humanos, asegura que “aquí ya no hay represión. La Revolución ha avanzado en

Guarenas: el epicentro

todos los sentidos… En 1989 aquí hubo allanamientos, excesos, muchos asesinatos y nadie nos ayudó, pero la parroquia resistió”. Luis Istúriz, habitante de la parroquia, también negó que actualmente el pueblo venezolano no tenga oportunidades para una alimentación estable:

“Aquí el pueblo no pasa hambre como en la Cuarta República: aquí todos comemos las tres veces al día y en la Cuarta se comía una sola vez y con suerte”. Con este argumento, desestimó la reedición de un Caracazo, pero “sí denunciamos la guarimba que tienen los de la oposición con los alimentos,

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porque si no el pueblo va a poner orden”. Está convencido de que el camino que espera transitar tanto su parroquia como todo el país es el de la paz y más Revolución; no obstante, aseveró que “si el imperio quiere guerra, aquí estamos preparados para defender a la patria”.


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