EDITORIAL Nuestro primer Fanzine Pirata se lo dedicamos a la marihuana. Marihuana, Ganya, marimba, marijane, mota, weed, chinito, macoña. Sí a esta planta, desde el ojo rojo de sus usuarios. Y se lo dedicamos porque esta planta nos ha dado mucho, y toca devolverle un poco sacándola del cruel sitio de prohibicionismo y desconocimiento que ha generado su criminalización y penalización. A través de este fanzine hemos apostado por reunir diversas voces y miradas para visibilizar nuestros sentidos y sentimientos sobre esta planta histórica y ancestral. La prohibición desconecta a nuestro ser sintiente y pensante, nos conduce a la ignorancia y nos aísla. Creemos que podemos dialogar dando la cara, sin vergüenza, con respeto y comprensión, y para eso hacen falta más puentes para encontrarnos. Este fanzine es un puente. Uno que hemos construido con la colaboración de amigxs, cumpas, y muchos iguales, con muchas ganas, tiempo, energía, bates, bajones, risas; cruzando fronteras imaginarias y espaciales. Así que aquí encontraran gráficas, textos, poemas, ilustraciones, listas para ser leídas, copiadas y reproducidas, y así mantener el ciclo comenzando de nuevo. La criminalización de esta planta no es sino otra forma de opresión desde el Estado, y otra forma de seguir vulnerando nuestro derecho a una vida libre y autónoma. Desde aquí decimos, la marihuana no representa ninguna amenaza para nuestros sueños y luchas. Somos concientes que la marihuana trae diferentes experiencias para cada unx así como distintos aprendizajes. Saber fumarla también es conocerse, y para conocerse hay que crecer en libertad y sin miedo.
Que tu mamá también sepa! Da la cara!.
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LITERATURA DROGADA LA INFLUENCIA DE LAS DROGAS, PRINCIPALMENTE EL OPIO Y EL HAChiS, BRIndo NUEVOS Y VALIOSOS APORTES EN EL SIGLO XIX PARA CONSOLIDAR LA LITERATURA
MODERNA QUE CONOCEMOS
HOY.
Por: Aliza Yanes
Es un hecho que las drogas han logrado pasar del plano concreto y cotidiano en el que constantemente son motivo de acusaciones y prejuicios al discurso artístico en las más variadas manifestaciones, donde por el contrario han enriquecido y extendido las formas de expresión convencionales. En el caso de la literatura, la aparición del “sujeto drogado” en textos de ficción del siglo XIX contribuyó con la consolidación de significativos elementos del discurso literario moderno, es decir, con la literatura tal y como la conocemos hoy. Alberto Castoldi en su libro El texto drogado. Dos siglos de droga y literatura (Madrid, 1997), afirma que el “sujeto drogado” apareció por primera vez con el escritor Thomas de Quincey en su obra Confesiones de un inglés comedor de opio (Londres, 1821). En ella el narrador en primera persona relata a modo de confesión su relación con el opio, cómo y en qué circunstancias empezó a consumirlo, los efectos y viajes que experimentó, a la vez que delinea un Londres de la época desde la más alta aristocracia hasta la más atroz mendicidad con un secreto elemento en común: la adicción al opio.
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Por otro lado en Francia, alrededor de la década de 1840, escritores y artistas plásticos que experimentaban los efectos del hachís, resina proveniente del cannabis que, junto al opio, fue otra droga muy en boga en aquel tiempo, formaron Le Club des Hashishins (El club de los Hachichins), en el que compartían experiencias con el uso (y abuso) del hachís y del que participaban nada más que figuras como Charles Baudelaire, Théophile Gautier, Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Honoré de Balzac y Èugene Delacroix, entre otros. Aquellas alucinaciones dieron vida a textos como Los paraísos artificiales, de Baudelaire. Los ingleses Samuel Coleridge y William Yeats también eran asiduos fumadores de la resina canábica, así como el estadounidense Fitz Hugh Ludlow, quien escribiera El devorador de hachís (Nueva York, 1857).
Este tipo de obras de carácter íntimo y confesional ayudaron a consolidar a la primera persona como forma narrativa, al monólogo como fluir de la conciencia. A la vez reivindican el lado irracional del ser humano, le otorgan un estatuto literario a lo ilógico y extravagante, e incorporan al personaje marginal y los léxicos que utiliza. La “literatura drogada”, heredera de la narrativa de viajes, mística, de terror, de la epopeya y la fantástica, constituyó un vital despertar y un quiebre de formas con la tradición anterior que generaciones posteriores supieron retomar y rehacer, como por ejemplo la Generación Beat en el siglo XX.
Inspiración alucinada para tu consumo hasta el día de hoy.
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Trastrueque Jaime Rebolledo
Se ha desprendido una estalactita de carne se ha quebrado en dos se ha tostado el fusible cambio de luz en proscenio borracho de la otra realidad dos escalones arriba saciado rebosante atiborrado de verter y libar y tragar de prender y fumar e inundar los dos hemisferios con ideas de cobre tardes de fuego trastrueque quizรก es palabra exacta metรกfora de la metamorfosis de cada pensamiento para siempre fugado.
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Estados alterados de conciencia y el Arte Por: Jon Martínez
Como alguien que escribe y consume marihuana debo confesar que viví mucho tiempo equivocado. Si, durante largo tiempo pensé que hacer todo stone era la voz. Fumaba para escribir, leer, tirar, limpiar la casa, ir al centro, ver películas, para todo. Muchos de mis amigos se pegaron con otras drogas e hicieron de sus héroes a famosos literatos alcohólicos. Yo comencé a buscar a poetas que fumaran ganja, o mejor dicho que la involucraran dentro de su obra. Sabía que Alejandra Pizarnik, la suicida poeta argentina, la consumía constantemente, sobre todo en su última época. Pero en su poesía no aparece mención alguna, solo el testimonio de amigos y algún dato entre los diarios y apuntes. Imaginé que toda esa generación de poetas del sesenta, post hippies, también habían fumado marihuana. No me equivocaba pero fueron sus padres, los beatnicks, quienes en la década del cincuenta la introducirían en su obra sin pudor. Jack Kerouac, Allen Ginsberg y compañía, la incorporan en sus poemas, novelas y cuentos. Su consumo en Estados Unidos era legal y no había problema. Ellos fumaban, escribían y eran famosos. Inclusive me enteré que William Burroughs y Ginsberg vinieron al Perú en busca de plantas sagradas, el libro Las Cartas de la Ayahuasca, es un registro contundente sobre esa experiencia. Pero no todos los artistas pensaban igual. En Francia, el Movimiento Surrealista incitaba el uso del inconsciente para la creación pero prohibían el consumo de la marihuana y otras drogas, las repudiaban. Algunos miembros del grupo se alejarían por eso. Tal trauma se debe tal vez a que el héroe máximo de los surrealistas,Jacques Vaché, murió por una sobredosis de hashis.
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Retrocediendo un poco más, leí que Lord Byron, Shelley y muchos romanticistas fumaban opio y tomaban absenta. Entonces fui más atrás y encontré a los poetas árabes y a los japoneses consumiendo hashis y opio respectivamente. Y fui más atrás y vi que en los pueblos originarios el uso de la marihuana (como otras plantas sagradas: ayahuasca, san Pedro, peyote) fue una manera de acceder a otras realidad, de conectarse con sus antepasados y dioses.
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Solo usaban las plantas en ciertos momentos y para determinados fines, el “uso recreativo” era una idea inconcebible para ellos. El empleo de estas plantas era un puente entre la percepción humana y la percepción de la naturaleza. La forma en que alterados los sentidos, se fusionan con el poder del mundo, logrando una comunicación con el “espíritu de la tierra”. El mismo sentido encontré entre los amigos rastas, descubrí que ellos consumen la planta solo bajo una consigna espiritual. Entre esas dos raíces he hallado un sentido, mediante esas enseñanzas es lo más cerca que puedo describir mi consumo. No fumo en busca de la inspiración. No fumo porque otros escritores lo hicieron. No fumo porque quiero “escapar o “alucinar”. Fumo porque la planta es una balsa de instintos dentro de mí; fumo porque hay un ritual entre el fuego y yo que enciende mi búsqueda de la espiritualidad. Fumo porque escarbo dentro mío. Fumo porque no hay refugio, ni salida, porque no hay diversión en acceder a un poder sino buscamos cómo encaminarlo. Es ridículo pretender que uno tiene que drogarse para recibir inspiración. El uso de la marihuana solo para divertirse alterando la percepción me parece un ejercicio inútil. Consumir solo por vicio es una de las tantas taras occidentales que tenemos. No quería habitar esos estados. Yo he buscado el origen y lo he adaptado a este momento, a mi experiencia en este mundo. A esta realidad. Fumar por costumbre es como besar sin amor. Fumar por fumar es un vicio que nos lleva a chocarnos contra una pared. Personalmente creo en la afirmación del poeta César Moro: hay que llevar los vicios como un manto real. Si muchachos, el reino es otro.
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Lanzado por: Gran OM [México] Mar Soler Masgrau La Mosca Falcón Luis Gómez Jesús Cossio André Coronado Aliza Yanes Jorge Peña - Makizapax's Comics Jaime Rebolledo - Colectivo Shi(R)t [Colombia] Mario Pablo Roberto Rojas - Colectivo FotoFluye Silvia Tello Centro de Investigación Drogas y D.D.H.H Julian Esteban [Colombia] Ana - La Tía Pereque [Colombia] Juan Pablo Solarte - Colectivo shi(R)t [Colombia] Jon Martinez Claudia Denegri Cabezas de Tormentas Jusst Graffiti
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