LIBRO XII
1. Todos esos bienes que deseas y por los que trabajas de mil maneras, puedes poseerlos desde hoy mismo a condición de tener cuidado de ti. He aquí el medio: olvida todo lo pasado, entrega el porvenir en las manos de la Providencia y ordena el presente guiándote únicamente en la santidad y la justicia; en la santidad, amando a tu destino tal como es, puesto que la Naturaleza lo ha hecho para ti y tú eres hecho para la Naturaleza; en la justicia, diciendo siempre libremente y sin dudar la verdad y obrando conforme a las leyes y la dignidad. Que nada te moleste, ni la maldad de otros, ni sus opiniones, ni su lenguaje, ni aquello que puede resentir a esa masa de carne que te envuelve; ella es la que sufre, luego que reaccione. Ve ahí pronto el fin de tu carrera. Luego si desprecias el resto con el fin de no agregar el premio sino a la razón, tu guía, y aquello que hay de divino en ti, si tú temes, no dejar de existir algún día, sino solamente no haber nunca comenzado a vivir conforme a tu naturaleza, serás un hombre digno del mundo que te ha dado el ser; cesarás de ser un extranjero en tu patria, de extrañarte de cuanto ocurre todos los días, como si fuese inesperado; por último, estar supeditado tanto a esto como a aquello. 2. Dios ve a todas las almas al descubierto, sin ese fango absurdo ni esa corteza grosera y sin las inmundicias que las envuelven. El único medio que emplea para comunicarse con ellas es su inteligencia, y no se une sino a las emanaciones 160 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx