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domingo 15 de noviembre de 2009
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El espionaje estadunidense a favor de Venustiano Carranza Estados Unidos fue pieza clave en la desactivación del plan para que Victoriano Huerta —apoyado por Alemania— encabezara la contrarrevolución en México. 2009-11-15 | Milenio Semanal
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Victoriano Huerta volvía a México de su exilio en España para encabezar una contrarrevolución que lo restituyera como gobernante, pero fue detenido por órdenes del presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, cuando estaba a punto de ingresar al territorio nacional por El Paso, Texas. El espionaje y otras técnicas de inteligencia del país vecino permitieron conjurar este plan alentado por el gobierno de Alemania y, de acuerdo con Mark E. Benbow, historiador y ex oficial de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), fueron decisivos para un cambio en la política exterior de Estados Unidos a favor del triunfo del Ejército constitucionalista de Venustiano Carranza.
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En febrero de 1915 un oficial naval alemán, el capitán Franz von Rintelen, visitó al ex dictador en España y ofreció apoyarlo en una contrarrevolución. Dada la disputa entre Villa y Carranza, Huerta accedió a la idea y viajó a Nueva York, donde aterrizó el 12 de abril del mismo año. Su acogida por una multitud de partidarios mexicanos y el ánimo que alentaba a su paso lo convencieron de aceptar el apoyo alemán; la atmósfera, al menos en el exilio, favorecía su retorno, según consigna Benbow en el artículo “All the Brains I Can Borrow: Woodrow Wilson and Intelligence Gathering in Mexico, 1913-1 5”. La Primera Guerra Mundial había estallado el año anterior y Estados Unidos permanecía como no beligerante. Por su parte, el gobierno alemán rumiaba la idea de involucrar a ese país en una guerra con su vecino del sur para así debilitarlo. Pero varios hombres a las órdenes del secretario del Tesoro, William McAdoo, grabaron llamadas telefónicas de diplomáticos alemanes y austriacos en Washington y Nueva York e informaron al presidente Wilson sobre la posibilidad de que participaran en actos de sabotaje dentro de su territorio, así como de la idea que tenían sobre México para su estrategia. Huerta se sabía vigilado, pero pensando erróneamente que había despistado a quienes lo seguían, en junio tomó un tren en Nueva York con destino a San Francisco y en el trayecto transbordó hacia El Paso. Al mismo tiempo, el representante del general revolucionario Francisco Villa en Washington informó a la administración de Wilson que numerosos ex oficiales huertistas estaban en camino a ese punto de la frontera desde sus lugares de exilio en territorio estadunidense. Al día siguiente, Huerta fue detenido cuando descendía del tren en Newman, Texas, a pocos kilómetros de la frontera. También fueron aprehendidos sus partidarios, que lo esperaban en un coche para internarlo a México, como apunta el profesor de la Universidad de Marymountain, en Viginia.
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Victoriano Huerta al regresar del exilio en España.
Diversos funcionarios públicos en El Paso mantuvieron informado al presidente Wilson; Zach Lamar Cobb, oficial de la aduana, había construido allí una pequeña red de inteligencia que incluía a los empleados del ferrocarril. Estas fuentes le reportaron a Cobb los movimientos de Huerta y éste transmitió la información a Washington. Él también organizó al grupo que detuvo al general luego de que Wilson ordenara al Departamento de Justicia su arresto para impedir que regresara a México. Ahí permaneció privado de su libertad hasta su muerte, a consecuencia del alcoholismo, en enero de 1916, casi seis meses después. WILSON CONTRA WILSON La Inteligencia de Señales o Signal Intelligence (Siginit) es el conjunto de técnicas para el análisis y desencriptación de mensajes codificados. Ésta fue importante para el conocimiento de las ideas o planes alemanes respecto a una contrarrevolución huertista y
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posteriormente para interceptar y descifrar el famoso telegrama enviado por el canciller alemán Arthur Zimmerman, en enero de 1917, a su embajador en México, para proponer al gobierno de Carranza una alianza contra Estados Unidos que incluía la posibilidad de reintegrar al territorio nacional los estados de Texas, Nuevo México y Arizona, perdidos conforme a los Tratados Guadalupe Hidalgo. La ambiciosa propuesta, para ser exitosa, implicaba que México atacara a Estados Unidos y que Alemania ganara la guerra. No obstante esta capacidad tecnológica y logística, el presidente Woodrow Wilson basó sus decisiones (y su posposición) respecto a México en reportes transmitidos por individuos desde los lugares donde se encontraran, método denominado Human Intelligence o Huminit. Esto sucedió porque Wilson, republicano que acababa de iniciar su administración pocos días después del golpe de Estado de Huerta, desconfiaba de la información que enviaban sus diplomáticos, especialmente la de su embajador del mismo apellido, Henry Lane Wilson, un republicano conservador que había sido nombrado por su predecesor, explica el doctor en historia por la marista Universidad de Dayton, Ohio.
El Presidente Wilson con su secretario particular Joseph Tumulty
Su desconfianza se fincaba en un reportaje publicado en el diario New York World que revelaba el papel complaciente del embajador para que Huerta se hiciera del poder, por el cual también postergó su decisión para reconocer al gobierno del general. Así, la primera fuente de información fiable del presidente Wilson fue un reportero que había escrito la crónica de su campaña presidencial, William Bayard Hale. Él fue el primer confidente que eligió para enviar a México a obtener “datos exactos” para juzgar una situación militar y política en constante cambio. Hale llegó a la Ciudad de México en mayo de 1913 y envío su primer informe el 18 de junio, en el que confirmó que Huerta contó con el apoyo activo del embajador en una conspiración contra el gobierno de Francisco I. Madero, donde incluso Henry Lane habría sido el responsable directo del golpe. A mediados de julio el embajador fue citado para entrevistarse con el presidente y el secretario de Estado y poco después dimitió. Se trataba de un viraje en la posición del gobierno estadunidense respecto a su política hacia México y la relación con los caudillos revolucionarios. No sólo no se iba a reconocer a Huerta, sino que se iba a presionar para su dimisión, según permite reconocer la lectura del artículo publicado en la revista Studies in Intelligence. Otro confidente del presidente Wilson fue el congresista John Lind, quien instó la intervención de la Marina Armada en el puerto y quien, pese a haber obtenido cuantiosa información allí, se equivocó al pensar que las tropas estadunidenses serían recibidas como libertadoras, acto que fue repudiado por Carranza y rectificado por Wilson al ordenar su retiro. El presidente de Estados Unidos constató así que no bastaba confiar en sus informantes. Por si fuera poco desconfiaba también de la mayor parte de la prensa de Washington, especialmente de los diarios de la cadena Hearst que, además de
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tendenciosos, falseaban los hechos. Por ejemplo, el New York American publicó las fotos de unos niños jugando en una playa de Honduras, pero diciendo que eran mexicanos y que estaban formados para ser fusilados por los revolucionarios. Por eso Wilson también solicitó información a empresarios y amigos que tenían contactos en México. Recibió entonces un diluvio de cartas de muchos que tenían la intención de conseguir su apoyo para favorecer al líder mexicano de su preferencia. Por ejemplo, los petroleros estadunidenses preferían a Carranza porque controlaba muchas de las zonas productoras en el noreste de México. Esperaban beneficiarse si el constitucionalista derrocaba a Huerta, quien contaba con el respaldo de sus rivales, las compañías petroleras británicas, relata Benbow, quien se graduó con una tesis sobre el presidente Woodrow Wilson y la Revolución Mexicana.
La célebre foto de Villa y El Sieteleguas.
CARRANZA CONTRA VILLA, ¡EN WASHINGTON! Un pequeño grupo de periodistas corresponsales en México fue llamado a Washington para una entrevista personal con Wilson. En este selecto grupo estaba John Reed, de fama mundial, quien se reunió con Wilson en 1914 para dar al presidente sus impresiones de primera mano. Reed hizo hincapié en la revolución como una lucha justa contra los poderosos terratenientes y contra la corrupción de la Iglesia católica, y pintó a Pancho Villa de un modo muy positivo. Luego, Wilson recomendó a su embajador en Gran Bretaña que leyera los artículos de Reed en México, porque “tenía razón”, cita la revista editada por el Centro de Estudios para la Inteligencia (Center Studies for Intelligence) de la CIA. El volumen de información que Wilson recibió a favor de uno o de otro simplemente lo hizo volverse cauteloso en su decisión de favorecer a un líder revolucionario sobre otro. En sus notas al secretario de Estado Bryan, Wilson demostró la voluntad de reconocer a cualquiera de las facciones que pudiera demostrar que había ganado con el apoyo del pueblo mexicano. Probablemente la ambivalencia de Wilson también fue propiciada por la competencia entre los revolucionarios por ganar su apoyo. Cada facción política y militar hizo lo que pudo para influir en su interpretación de los acontecimientos a través del cabildeo, de contactos personales y de la prensa en Estados Unidos. Carranza y Villa mantenían sofisticadas campañas de relaciones públicas dirigidas a la opinión pública de ese país y a la Casa Blanca. Carranza tenía oficinas de prensa en Nueva York y Washington DC, las cuales emitían regularmente comunicados para los periodistas y los miembros del Congreso. Por su parte, la personalidad de Villa entusiasmaba a los periodistas, como Reed, quien le dio una cobertura favorable. En su tren militar tenía un vagón de prensa en el que los periodistas podían dormir y comer. También les permitió utilizar el sistema de telégrafos
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de México para mantenerse en contacto con los periódicos para los que trabajaban. Quizá por eso no fue sino hasta octubre de 1915, cuando Carranza encabezaba a la facción más poderosa entre los revolucionarios, que ganó el músculo suficiente para que Wilson reconociera a su gobierno.
El periodista William Bayard Hale informaba a Wilson la situación de México. Texto: Héctor Villarreal/ fotos: Museo de la Revolución
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