SHANNON DRAKE Profunda Medianoche 3° de la Serie Vampiros
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SHANNON DRAKE Profunda Medianoche Deep Midnight (2001) 3° de la Serie Vampiros
AARRG GU UM MEEN NTTO O:: Un opulento baile de Carnaval en Venecia da un giro aterrador para la crítica de libros Jordan Riley. Mientras la festividad se convierte en frenesí, es rescatada por un poderoso hombre disfrazado como un lobo. ¿Pero fue qué ella fue testigo realmente de sólo el entretenimiento de la tarde o algo mucho más siniestro? Desde una iglesia desacralizada en Venecia hasta una sociedad secreta en Nueva Orleans, Jordan es guiada en un viaje para el filo de la navaja de la realidad. Su salvador misterioso es siempre una sombra detrás de ella. Un hombre cuya cercanía atormentará a ambos y la tentará mientras la oscuridad cae y un hambre eterna amenaza con consumirla.
SSO OBBRREE LLAA AAU UTTO ORRAA:: El nombre real de Shannon Drake es Heather Graham, aunque son varios los seudónimos que utiliza a la hora de escribir novela romántica. Es una de las autoras norteamericanas cuyos libros aparecen invariablemente en las principales listas de superventas de Estados Unidos, New York Times y USA Today, es licenciada en artes escénicas por la Universidad de Florida. Después del nacimiento de su tercer hijo, decidió ponerse a escribir, que era lo que realmente le gustaba. Sus primeros relatos cortos eran de corte romántico y de terror. Desde 1982, tras la venta a una editorial de su primer libro, ha firmado bajo sus diferentes pseudónimos más de cien novelas. Su obra ha sido traducida a muchos idiomas, y galardonada con muchos de los premios más célebres de su país, como el Romantic Times, Walden Books, B. Dalton, Georgia Romance Writers, Affaire de Coeur. Heather adora viajar y todo lo que tiene que ver con el agua. Casada desde su graduación en la escuela superior y madre de cinco hijos, su amor más grande en la vida sigue siendo su familia, pero también cree que su carrera ha sido un regalo increíble, y da las gracias todos los días por estar haciendo algo que adora para ganarse la vida.
CRÉDITOS TRADUCTORA Norma
CORRECTORAS Vanesa y Adriana
REVISIÓN Anystric y TaigaBriareos
Corrección General: Masoliz • Edición: Mara Adilén Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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PPRRÓ ÓLLO OG GO O La luna estaba llena. Enorme en el cielo, una esfera brillante, iridiscente que parecía estar mirando burlonamente a la tierra. Aunque su visión nocturna era excelente, le ayudaba a ver. Desde Campanil, había elegido examinar la ciudad. Él miró hacia afuera al resplandor de la tarde; A la gente dando vueltas alrededor, a la belleza clara del cielo oscuro lejos en lo alto, y sintió que su tensión y percepción aumentaba. Carnevale. Venecia. La primera noche verdadera de celebración. La primera noche de los grandiosos bailes... Martes de carnaval. El delirio de todo eso. Esta noche. Atacarían esta noche. Muy por debajo, atestando las calles, callejones, y canales, había toda clase de enmascarados. Músicos, anfitriones, caminantes en zancos, ricos y pobres, todos estaban afuera para una noche de fingimiento, haciendo teatro, charada. El mundo ahora era sombra, a pesar de las luces que se derramaban adelante en la ciudad, a pesar de tantas linternas que los jugadores llevaban. Martes de Carnaval... El festival antes de la cuaresma. Sí, tratarían de festejar esa noche. Y lo harían. Se hartarían... A menos que... Silenciosamente, con la gracia y la habilidad del depredador de nacimiento, dejó su percha. Y entró en la ciudad.
Jordan Riley abrió las contraventanas de la ventana de su cuarto en el Hotel Danieli, mirando hacia afuera, al mundo ruidoso y festivo alrededor de ella. Desde su posición ventajosa, podía ver las aguas del Canale Di San Marco, y abajo hacia el Gran Canal; Podía ver los vaporettos, góndolas, y oleadas de gente yendo y viniendo de los muelles. A través del agua estaba el domo magnífico de la iglesia de Santa Maria della de la Salute. Y, estirando su cuerpo fuera de la ventana abierta, podía ver, a su derecha, los comienzos de la plaza de San Marcos, el sitio de juerga increíble. La noche era salvaje con los sonidos de risas y la música, y en todas partes había camaradería, jovialidad. La celebración pre-cuaresma podía ser bien conocida y amada en otras grandes ciudades también, pero Jordan no creyó que nadie más, en cualquier parte, supiera cómo celebrar el Carnevale a la manera en que los venecianos hacían. Sin importar cuán extraños, eran elegantes también. —¡Jordan! ¿Lista? Ella se dio la vuelta. Su primo Jared estaba de pie en la entrada, aunque, si ella no hubiera sabido que era Jared, no habría tenido la mínima idea de que era él. Había venido como el dottore, un traje popular aquí. Las plagas una vez habían consumido Venecia, así que el dottore llevaba Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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puesta una máscara con una enorme nariz, usualmente picuda reminiscente de la que los suplentes médicos habían llevado puesto. Las máscaras eran elaboradas, atemorizantes. Jared llevaba un manto voluminoso, encapuchado también; Él no había estado a favor de vestirse de cualquier cosa tan preciosista como un traje de Renacimiento. El manto y la máscara eran fácilmente llevados; Tal vez eso era por lo qué el traje era tan popular. —¿Lista? ¡Sí! No aguanto las ganas. ¡Está increíble allí afuera! —Ella había ido a Venecia varias veces antes, pero nunca para el Carnevale. Este año Jared y su mujer, Cindy, la habían convencido de acompañarlos hasta llegar al festival. Se sintió un poco incomoda, estar con la pareja, pero por su cuenta esa noche en el traje de baile... sin acompañamiento. Se sintió solo un poco como una quinta rueda. Hablaba bastante italiano para ordenar el servicio de habitaciones y encontrar el camino alrededor, pero aunque fuera cierto que muchos venecianos hablaban inglés, temía encontrarse sentada junto a desconocidos con quienes no pudiera comenzar a conversar. Aun así, la excitación del viaje había pesado más que el miedo. —¡Gracias a Dios! ¡Pensé que ibas a intentar escabullirte con triquiñuelas esta noche! —le dijo él. —¿Yo? ¿Escabullirme con triquiñuelas? ¡Nunca jamás! —Por supuesto, estaba mintiendo. Había estado pensando hacer exactamente eso hasta que la oscuridad había caído, la música había comenzado, y el puro vibrance de la tarde había despertado un espíritu de aventura temeraria en ella. Seguramente, habría alguien con quien ella pudiera hablar, bailar, y entretenerse por horas. —Estas fenomenal, a propósito —le dijo él. Ella caminó desde la ventana y le hizo una reverencia. —Gracias. Había alquilado su traje a último momento, pero era espectacular. El renacimiento... una época popular aquí... y festonado con lentejuelas, joyas faux, y una capa superpuesta de encaje. El vestido había estado disponible porque Jordan resultaba ser pequeña, uno cincuenta y ocho, parada muy derecha... y además unos cincuenta kilos. El vestido había sido hecho para una joven que tuvo que cancelar cerca de un mes atrás, y nadie del tamaño correcto había llegado desde entonces. —Fenomenal y te ves más alta. —Son los zapatos —le dijo, mostrándole los zapatos de época que llevaba puestos. Se preguntó, sin embargo, si realmente habían usado semejantes tacones miserables en esos tiempos. Seguramente, esa clase de tacón fue un asentimiento moderno a la vanidad femenina. —Esperemos que no te encojas como la abuelita Jay. Te reducirás a nada. —Adelante. Sé cruel porque conseguiste todos los genes de la altura —le dijo. Extraño. Él era tan alto; Ella era tan pequeña. Pero habían heredado ambos los profundos ojos verdes de su abuelita Jay. Eso, y su inclinación a los lugares nuevos, las personas, y las ciudades como Venecia, con su carácter verdaderamente único. —A nada —repitió él, con un suspiro bromista. Ella pensó que él estaba sonriendo detrás de su máscara—. ¿Puedes caminar en eso? —Hum. Práctico mucho en tacones —le aseguró—. Es la única manera de ver por encima de los mostradores, y lograr trepar en un taburete de bar, cuando es necesario. —¡Oír! ¡Vosotros dos, vámonos... que es tarde! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Cindy, vestida en negro luto victoriano, llego a la entrada. Como Jared, ella era alta. —¡Jordan! Grandiosos zapatos. ¡Tal vez las personas no pensarán que eres mi hija esta noche! Jordan gimió. —¡Cindy! ¿Vas a torturarme, también? —Tortura tú. ¡Soy sólo cinco años mayor... y las personas me preguntan si soy la madre! —Ella se estremeció. —¡Ambas estáis estupendas! —dijo Jared—. Dos de las más grandes bellezas. Aquí. Eso es dicho y hecho. Ahora, ¿nos vamos? Algunos minutos más tarde, atravesaron el vestíbulo del gracioso hotel de siglos de antigüedad. Hasta los mozos del hotel llevaban máscaras, y todo mundo saludaba a todo mundo. Fue una noche para cumplidos, sonrisas divertidas, y eternas. Dejaron el hotel y salieron al paseo delante del canal. El pavimento estaba atestado. Las personas les daban empujones a las personas, y las disculpas eran dadas en docenas de lenguajes diferentes. Jared, alto como era, estiró su cuello para ver por encima de la gente. Taxis acuáticos, vaporettos y góndolas usaban completamente los muelles delante del Danieli, y el lugar estaba simplemente abarrotado. —Chicas, esperar aquí un momento. Nuestra lancha podría andar en el otro lado —les dijo Jared. Con un barrido de su capa, se alejó. Jordan y Cindy se movieron hacia el canal, fuera de la corriente de tránsito de peatones, y esperaron mientras Jared salía a encontrar la lancha privada que iba llevarlas al baile. Un acontecimiento anual, el baile se llevaba siempre a cabo en un palazzo histórico, y era siempre uno de los acontecimientos más prestigiosos de la noche. El apellido de Jared era Riley, lo mismo que el de Jordan, pero su madre había sido una Genovesa. Amando todas las cosas italianas, él se había convertido en el representante veneciano de una de las principales firmas americanas de viajes. Él pasaba casi tanto tiempo en Italia como lo hacía en los Estados. Su italiano era excelente. Jordan desearía que el de ella fuera mejor. Un hombre la empujo, hizo una pausa, inclinó su sombrero, y se fue en una larga disculpa. No teniendo idea lo que él estaba diciendo, ella sonrió y asintió con la cabeza y le dijo a él, ¡Prego, prego! Literalmente le pido en inglés, era, en italiano, una palabra para casi cualquier cosa. Él sonrió, inclinó su sombrero otra vez, y siguió. —¡Voy a tener que mantener puesto un ojo en ti toda la noche! —le dijo Cindy—. ¡Esa rata estaba tratando de ligarte! —Cindy, eso fue mezquino. ¿Cómo sabes que él era una rata? Cindy se rió, sacudiendo su largo cabello rubio... muy diferente esa noche de su cascada lisa usual abajo de su espalda, porque lo llevaba acomodado en pequeños bucles apretados. —Estaba vestido como una rata, Jordan, ¿no estabas prestando atención? —¡Oh! —murmuró—. No, vi la cola y el peluche gris sobre sus hombros, pero... —Rata —advirtió Cindy—. Rata renacentista, pero una rata de igual forma. Mejor seamos precavidas. Me imagino que hay muchas ratas fuera esta noche. Y lobos. Y tú pareces cebo de primera.
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—¡Chicas! —dijo Jared, volviendo rápidamente hacia ellas—. Hemos conseguido movernos abajo por la plaza de San Marcos... nuestro amigo está muy atrás en la línea de las lanchas, y piensa que nos puede poner más fácil adelante. —Hum, necesitamos movernos. Las ratas, lobos y cubos de cieno van tras de la Caperucita Roja, aquí. —¿Caperucita Roja? —demandó Jared. Esta vez, Jordan pensó que él tenía el ceño fruncido con confusión mientras la miraba, pero llevaba todavía puesta su máscara, así que realmente no podía decirlo. —Su pelo es negro como un carbón, ¿qué hay de caperucita roja en ella? —No prestes atención... él no tiene sentido en absoluto para la fantasía —le dijo Cindy a Jordan, sacudiendo la cabeza con lastimero afecto—. Sólo necesitamos encargarnos de tu prima, amor. Ella tiene aspecto mucho más delicioso esta tarde. —Supongo —murmuró Jared, y ella supo que estaba clavando los ojos en ella—. Tal vez tienes razón. Jordan, ¿son todos esos pechos tuyos? —¡Jared, qué rudo! —protestó Cindy. Jordan se rió, las manos en sus caderas. —Sí, Jared, lo son. ¿Qué tal tú? ¿Qué hay detrás de esa bragueta? —¡Gracias a Dios que estamos en Italia y todo el mundo en la calle no os comprende a vosotros dos! —exclamó Cindy—. ¿Podemos irnos? Se abrieron paso a través de la multitud. Jordan se alegró de que Jared tuviera una sujeción tan firme en su brazo; Podría mirar alrededor, quedarse mirando, disfrutar de las vistas y los sonidos. El clima era vivificante y frío, la ciudad estaba maravillosamente viva. Las luces deslumbraban en el agua, y cada reflejo atrapado en el canal tembloroso era más bello, más colorido, y más fantástico. Aún lo absurdo era sorprendentemente bello. Los trajes se extendían desde elaborados trajes de época, a la fantasía, a lo animal. Las aves pavoneaban plumaje increíble, los gatos estaban enmascarados y adornados con joyas. Presentadores de noticias desde todas partes del mundo entrevistaban a las personas aquí y allá; Las cámaras fotográficas ronroneaban, la música sonaba con gran estruendo en la plaza, voces y risas se sobreponían a todo eso. Podrían celebrar en otros lugares, Jordan pensó otra vez, pero Venecia era única en su amor por la pura sofisticación del vestido; Los oriundos y visitantes por igual competían por ser magníficos. Jared las condujo a los terrenos directamente adelante de la plaza de San Marcos. Jordan se dio la vuelta, sintiendo como si alguien la observara. Miró hacia arriba. El león de Venecia sentado sobre su alto pilar de mármol, miraba abajo, a ella. Miró alrededor, en la Basílica de San Marcos y el palacio del dux. De noche, las sombras parecían bailar, como si fueran entidades reales, escondiéndose detrás de las gárgolas, las orgullosas estatuas equinas, y otras criaturas fantásticas puestas sobre arquitectura espléndida por algunos de los máximos artistas que alguna vez habían vivido. Una campana de la iglesia repicó en la noche. Una docena de campanas de iglesia repicaron. Jared agarró su brazo, conduciéndola sobre el muelle a su vaporetto, y pronto pasaban como un relámpago por aguas tan pesadamente cargadas con fiesteros como las calles de la ciudad. —¡Ah, allí, adelante... nuestro palacio! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Trató de recordar todo lo que había escuchado acerca del acontecimiento esa noche. El baile era dado por Nari Contessa Della Trieste, una mujer con una herencia tan rica como la ciudad misma. Estaba muy bien económicamente, habiéndose casado bien varias veces. Su primer amor, sin embargo eran las artes, y el Palazzo Trieste, más lejos de un palacio que de un castillo, presentaba los pasajes abovedados, arquitectura, piedra y trabajo de mármol de un edificio planeado como una residencia en vez de una fortaleza desde el comienzo mismo. Las bellas, puertas de hierro trabajadas permitían la entrada de los canales; Había elaborados escalones semicirculares en la entrada, donde los lacayos disfrazados venían en ayuda de las señoras y caballeros desde sus medios de transporte. Dentro del vestíbulo grandioso, con su escalera blanca de mármol, fueron saludados por su anfitriona. De mediana estatura y seguramente, una edad mediana, estaba sorprendentemente bella, vestida toda de blanco, con enormes plumas blancas barriendo el ruedo de su traje de noche, un cuello elaborado y muy regio hecho de lo mismo, y una máscara de plumas aun más largas. Ella esgrimía su máscara con experiencia, comodidad y compostura, asintiendo con la cabeza a los invitados junto a ella, sonriendo, empezando a saludar a los recién llegados. —¡Jared, benvenuto! ¡Cindy, chao, bella! Ella fue a la deriva a través del piso, saludándolos con besos en ambas mejillas. Entonces tomó ambas manos de Jordan, estirándose para estudiarla. —¡Oh, la primo, Jared! ¡Bella, bella, bella, cara mia! Hablas italiano, ¿un poco? Poco, ¿eh? Grazie, grazie, bella, por venir a mi pequeña velada, ¿eh? Grazie. —Grazieanche ei —le dijo Jordan—. Mille grazie. —¡Hablas italiano! —No —contestó—. Un muy, muy poco, me temo. —Ah, todavía, el baile, es alegre. La mayoría aquí habla inglés, pero entonces, a veces es mucho, mucho mejor cuando un hombre no puede ser comprendido, ¿eh? Ella sonrió abiertamente, los expresivos ojos oscuros deslizándose sobre Cindy y Jared. Jordan sintió la sensación más extraña de ansiedad, preguntándose si su anfitriona no estaba más familiarizada con su primo de lo que él alguna vez había sugerido. Rápidamente descartó el pensamiento; Jared y Cindy estaban muy enamorados, la pareja perfecta. —¡El bufet está arriba, la champaña está aquí! —dijo la contessa, estirándose para alcanzar copas de un camarero que pasaba—. Y el baile, el baile está en todo el lugar. Como seguían adelante, Jared se excusó con ella. —Jordan, no te dejaré sola para la cena, lo prometo. Hay algunos socios comerciales que tengo que ver... —A él no le importa abandonarme... solo a ti —bromeó Cindy. —Tú conoces a las personas aquí. —¿Conoce alguien realmente a las personas aquí? —Puso en duda Cindy, mientras caminaban para la mesa del bufet, mirando alrededor. Los trajes aquí eran aún más brillantes que en la calle... elegantes y extravagantes, costando de miles a decenas de miles de dólares, supuso Jordan. Comenzó a sentirse poco vestida con sus lentejuelas, sus joyas faux, y su terciopelo. Demasiadas mujeres llevaban alhajas verdaderas. En un vestido medieval, Jordan estaba segura que podía ver el destello de docenas de esmeraldas reales.
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—Jordan, lo siento, ese pavo real con el trasero regordete y abanico grande es la señora Meroni. Debo saludarla rápidamente. Ven conmigo... —Vagaré —le aseguró Jordan—. Ve a hablar. —Pero... —Estaré bien. —Ten cuidado con las ratas. —Si voy por cualquier lobo, me aseguraré de que sea muy rico —aseguró. —Y joven —aconsejó Cindy—. De lo contrario, lo suficientemente viejo como para morirse inmediatamente y dejarte asquerosamente rica por tu propio derecho. —Tendré en cuenta eso. Cindy se alejó. Él la vio andar ociosamente hacia la mesa del bufet. Era pequeña y perfecta. Una mujer bajita con rizado cabello oscuro y ondulado sobre sus hombros, y recogido atrás de su frente con un par de trenzas delgadas en concesión al estilo Renacentista del vestido rojo carmín profundo que llevaba. Las otras podrían estar más ricamente vestidas; Ninguna llevaba un vestido con semejante elegancia natural. Como tantas aquí, ella llevaba su máscara, una creación plateada y dorada, en una varita. Ella lo sacó a la manera italiana de sus ojos, sorbió su champaña, y estudiaba un cierto problema con relación a la mesa del bufet... cómo sujetar la bebida, la máscara y un camarón diminuto. Él dejó el balcón, y bajó las escaleras, estudiándola todo el tiempo. Se unió a ella en la mesa, dirigiéndole la palabra en italiano al principio, pero cuando sus ojos inmediatamente le dieron con una cierta confusión, él cambió la decisión por el idioma inglés. —Buenas noches. Discúlpeme por ser tan impertinente. —Él hizo una pausa, bajando la voz—. Creo que se supone que uno debe ser presentado aquí, pero como usted parecía estar en alguna dificultad, pensé que sería de ayuda. —Extendió una mano, ofreciéndose a rescatar el vaso de champaña, la máscara, o ambos. Ella lo contempló, ojos verdes que rivalizaban con cualquier gema ahí, iluminados con un destello, una sonrisa lenta de pesarosa diversión curvando los labios. Ella habló, también. —No estoy tan segura de que pueda aceptar su asistencia. Recién le he asegurado a mi prima política que tendré cuidado con las ratas y lobos y todos los depredadores de la noche, creo. —Ah, a menos que estén podridos de dinero —murmuró él. Ella se rió, el sonido un poco culpable mientras miraba alrededor, el toque más leve de un ceño fruncido surcando su frente. —Bien —murmuró ella, viéndolo de arriba a abajo otra vez—. Usted es un lobo. —¿Un lobo? —dijo con simulada aflicción. Ella indicó su traje. Su máscara era de piel, con dientes y nariz esculpida. Él llevaba puesta una capa negra, pero debajo de ella estaba usando tiras de pelaje. —Pero quizá soy un joven rico.... asquerosamente rico... lobo. Tome un riesgo. Baile conmigo. Bueno —rectificó pensativamente—, tome un camarón, termine su champaña, y entonces baile conmigo.
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—Ah, pero... —Viva imprudentemente. Ésta es Venecia. Carnevale. Su sonrisa se hizo más honda. Ella le dio su máscara, rápidamente terminó un camarón, se tragó su champaña, y asintió con la cabeza. —Haré lo mejor que pueda. En un minuto, estaban fuera en la pista de baile en la parte trasera, una terraza que parecía otra sección de un canal. La luz de luna capturada en el agua reflejaba a los bailarines. Tocaron un vals; Ella le había advertido que era una americana y terrible con en la etiqueta de baile, pero ella pareció bailar el vals como si hubiera estado siguiendo su liderazgo por años. Ella se deslizó, se rió, tropezó, e hizo una mueca. —Usted es un poco demasiado alto —le dijo. —Usted es un poco demasiado pequeña. Pero nos las ingeniaremos. —¿Usted no es italiano? —le dijo ella. —Un Lobo... y ni siquiera italiano —admitió él. —Pero no es americano. —Un ciudadano del mundo —le dijo—. Pero usted es, por supuesto, americana. —Podría haber sido inglesa —le dijo. —Ni por el forro. —Ah, pero quizá soy canadiense. —Usted tiene la marca clara de una americana —Le aseguró él. —Oh, ¿la tengo? Era cierto; Todo mundo siempre parecía reconocer a los americanos inmediatamente. Antes de que hablaran. Era como si tuvieran la palabra americano tatuada en sus frentes. —De charlestón, al Sur Carolina —admitió—. ¿Y usted? —Italia es mi hogar lejos de casa. Por el momento. Hay pocos en el mundo tan cálidos y hospitalarios como los italianos. —Pero usted nació... ¿dónde? —inquirió ella, curiosos ojos verdes brillantes en los de él. Él sonrió, decidiendo no decírselo. Había poca razón para hacer eso. Después de esa noche... Él no debería haber bailado con ella. No debería haber hablado con ella. El caos estaba próximo a ocurrir. Pero había atrapado su atención; había avivado sus sentidos, quizá sus instintos. Entonces, parecía, ella podía también hechizar la mente. ¿Y el alma? —¿Señor? ¿Discúlpeme Sir Wolf? ¿De dónde es usted? —Lejos, lejos —dijo ligeramente, barriéndola en un círculo. Entonces él hizo una pausa ante un golpe ligero en su hombro. —Signore, per piacere... Un caballero victoriano, claramente inglés, irrumpió delante de él. Él accedió, agachándose profundamente. —Cara americana —le dijo a ella—. Chao, bella. Chao, bella. Ella le sonrió, la pena en sus ojos, él pensó. ¿O fue eso sólo que él no podía evitar sino esperar? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Él la observó bailando lejos. Sus pies dolían... ella había practicado en tacones, pero estos eran altos. Y la noche estaba muy lejos de ser aburrida. Primero... el lobo. El enigmático, muy alto, oh tan encantador lobo. Ella no tenía la más remota idea de que aspecto tenía en realidad. Él llevaba puesta su máscara. Y todavía, su altura era difícil de esconder. ¿Lo reconocería otra vez? Ella conocía su aroma, pensó. Ciertamente. Muy agradable. Un loción para después de afeitarse con olor limpio y boscoso pero... con una muy sensual, almizclada nota baja. Tras el lobo... el inglés. Después un arlequín, o bufón. Él elogió su vestido, luego sus ojos y su pelo. Entonces la longitud de su cuello. Ella se rió, guardó su distancia. —Usted es demasiado efusivo, señor. —Ah, nunca. Semejante carne blanca preciosa. La manera en la que su pulso... palpita. Justo cuando ella comenzaba a sentirse incómoda, una Muerte en cuero café y seda irrumpió. Él era un español, alto, atractivo. Él comentó sobre su energía maravillosa, el rayo de luz que pareció fluir de ella. Ella le agradeció. Sus facciones estaban parcialmente con maquillaje gris, pero sus ojos eran muy oscuros e intensos. Sexy, pensó ella. Cindy, la razón está de tu parte, hay lobos en todas partes. Tentando a los lobos... Mientras hablaban, un actor mimo en mallas rojo carmín y chaqueta subió a la terraza, sonando una campana, seguido por un enano, aplaudiendo juntos. Él habló en italiano, al principio, pero tradujo por su cuenta también, para beneficiar a todos los invitados en el baile. —¡Oigan, oigan, la mascarada comienza! En días mucho tiempo, mucho tiempo idos, Odo, Conte de Castello, no tuvo ningún hijo, pero trajo a la tierra una hija tan gloriosa que lo más grandioso de la nobleza lo consideró rico. Pero Odo condenaba abiertamente su falta de un heredero, sujetando a su mujer... Él agarró a una mujer de edad madura con un tocado del siglo doce, inquiriendo suavemente si ella jugaría. Ella asintió con la cabeza, riéndose, todo por el juego. —¡Sujetando a su mujer, él sacudió a la pobre criatura miserable! —Él fingió sacudirla—. ¡Y le dio el beso de la muerte! Pareció que murmuró algo al oído de la mujer; Ella estaba floja, él la colocó abajo. —¡Así! —El actor mimo vestido de carmesí siguió—. ¡Él se casó nuevamente! ¡Pero esta esposa, también, fracasó en darle un hijo! —Del gentío creciente alrededor de él, encontró a otra matrona que ansiosamente asintió su aceptación de representar la parte de la esposa de Conte. Él murmuró al oído de ella; Ella se volvió floja. Cuidadosamente la dejó caer al piso—. ¡Y otra vez, tomó mujer! Sujetó a otra mujer, quien estaba soltando una risita y asintiendo con la cabeza antes de que él pudiera preguntar. Ella siguió el camino de las primeras dos mujeres. —¡Oh destino, él pasó a través de más esposas que Barba Azul! —El mimo bailó el vals alrededor de la habitación, tomando mujer tras mujer. Entonces hizo una pausa, dramáticamente negando con la cabeza. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Pero todavía, ninguna mujer le dio a un hijo! ¡Entonces! ¡Él ofreció a su hija gloriosa, gloriosa! El mimo llego caminando en medio de la multitud. Él, también, era alto y poderoso, pensó Jordan, los músculos tensando la ropa que abrazaba las formas. Él caminó en dirección a ella, ella comprendió. Ella retrocedió. —¡Americana! —dijo ella suavemente. —¡No importa! —le dijo. Extendió una mano hacia ella. Ella comenzó a negar con la cabeza, pero él la tenía ya. Era una invitada; No quiso ser ruda. —¡Así que él le ofreció su alma al mismo diablo para encontrar al hombre que sería el marido de su hija, y tomaría el apellido de la familia! ¡Ah! ¿Y dónde estaba el Diablo? Mientras el mimo paseaba alrededor de la habitación, buscando al Diablo, los invitados se rieron y se movieron de un lado a otro. Y entonces Jordan vio el derramamiento carmín viniendo de debajo de la cabeza de la primera mujer que había caído al piso. Sangre. Ella jadeó, llevándose una mano a la boca, y comenzó a gritar. El mimo vio su reacción, y la agarró rápidamente. Ella gritó, intentando luchar contra de él. Él fue más fuerte de lo que ella se había imaginado. Y bueno, para su horror, vio que el cuarto repentinamente parecía lleno de... Bestias. Demonios. Estaba viendo cosas. Seguramente. Los hombres vestidos en pieles, capas, abrigos... Las mujeres repentinamente dejan salir gritos chillones, exhibiendo... los colmillos. —¡Escapen! Ella luchó salvajemente, pateando, gritando. Se encontró arrastrada hacia el extremo más alejado de la terraza por el mimo. Su coloración acarminada tan oscura como la sangre que se había derramado... Repentinamente, el mimo fue jalado con fuerza lejos de ella, y ella miró directamente a los ojos del lobo. El mimo gruñó, arrojando palabras vengativas en un lenguaje que no conocía. El lobo respondió. El mimo embistió al lobo; El lobo se agazapó y contraatacó. Jordan comenzó a gritar una y otra vez mientras la fuerza del golpe envió la cabeza del mimo colgando hacia un lado de su cuerpo, su cuello roto. Todo el infierno pareció soltarse dentro del elegante Palazzo. Jordan dio un paso atrás, aturdida. Las bestias se desparramaban de la casa. ¡Bestias! ¡Criaturas en toda clase de trajes! Animales, con enormes y largos dientes, con sangre goteando de esos... Colmillos. Entonces comenzó a gritar otra vez porque el lobo trató de alcanzarla. Ella se agazapó, pero él era increíblemente poderoso y la alcanzó. ¡Él saltó de la terraza... En la niebla! Pura niebla. Una niebla que se había formado en la noche, tan rica, tan espesa, que parecieron saltar sobre un agujero negro, en la eternidad...
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Sus pies golpearon fuerte en algo abajo. Una lancha. Se meció salvajemente con el impacto de su peso. Jordan gritó con tardío terror; Podía haber caído sobre la piedra, en el mármol, podía haberse desnucado... Podría sólo haber caído por siempre y para siempre, en la niebla, dentro del infierno. Él la colocó abajo en la pequeña lancha, entonces contempló al alarmado remero. —¡Reme! —resolló de furia—. ¡Reme, reme, ahora! El tipo saltó a la vida. Entonces el lobo saltó de la lancha al pavimento. Y se dio la vuelta. Y fue tragado en la niebla.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0011 La mañana. Luz brillante. Ningún remolino de niebla, ningún susurro de maldad. Sólo el azul claro del día, de un invierno asombrosamente bello y el tintineo de la cubertería, la charla de muchas lenguas, y el sonido universal de la risa. —Creo —dijo Jared, su tono era muy suave—, que todo esto es por Steven. Siento mucho sacar esto, y he intentado mucho no hacerlo, ¡pero Jordan, sigues sin parar, después de que todo se te ha sido explicado! Jordan se puso rígida ante el tono de su primo. Bajó la mirada a sus manos, contando hasta diez. Steven había estado muerto por más de un año. Ella había aceptado el hecho. No era psicótica. Ante su muerte, había estado devastada, y se había acongojado, y había estado enojada, pero nunca había sido paranoica. Clavó los ojos en Jared fríamente. —Esto no tiene nada que ver con Steven. Nada. Tiene que ver con anoche. Históricamente, ha habido monstruos, monstruos humanos —dijo Jordan—. Y muchos de ellos muy ricos y en extremo bien acomodados. Jared dejó escapar un bufido de agravamiento. Él se inclinó hacia ella. —Jordan. No entiendes. Que fueron engañados, engañados. Entendí al principio, que estaban asustados, preocupados, pero ya te han dicho que todo fue una farsa, un entretenimiento. Si persistes con esta actitud vas a destruir mi relación con la condesa, y arruinar mi vida entera —dijo él, sus palabras empezaron con un tono de impaciencia, y terminaron en la frontera con la ira—. ¿Confías en mí? La condesa es una mujer importante, mundana y responsable. Ella le da enormes sumas de dinero a organizaciones benéficas, y disfruta del entretenimiento, incluso del entretenimiento del miedo. Ella no es cualquier tipo de sectaria. La última palabra ardió como una bofetada, como lo hizo el borde de su voz. Jordan eligió ignorar su tono. Para sí misma, admitió, que esa mañana, sentada en el restaurante de arriba del Danieli, con sus atentos camareros educados, alegres, y muy normales en sus uniformes, podría haber sido capaz de dejarlo ir. Todo eso le había sido explicado. ¡Así y todo, había continuado tratando de explicar lo que había visto la noche anterior! Aun la policía había estado furiosa con ella al final de la noche. Todavía, como crítica literaria lo suficientemente afortunada como para haber conseguido gran audiencia sindicada, había traído trabajo con ella esas vacaciones. En el montón de copias de adelantos de lecturas para ser revisadas... Incluyendo volúmenes de ficción y no ficción... ella había acertado en tener un nuevo libro escrito por un productor de Hollywood. El escritor había sido responsable de alguna de la más popular ficción de horror vista en el cine la década anterior. Era un buen libro, e iba mucho más allá del cine, rastreando los hechos más allá de las leyendas y los mitos que habían surgido a través del tiempo en todo el mundo.
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Jordan había escuchado las explicaciones, la paciencia, la risa, la cólera. Había presenciado un espectáculo eso le dijeron a ella. ¡Un espectáculo! Un condenado espectáculo perverso, y si esa había sido la idea de la contessa de entretenimiento, ella no se había divertido en lo más mínimo. Jared, tan convencido que su relación con la contessa era su llave para los que mueven los hilos en Venecia, ni siquiera consideró la posibilidad de que algo malo pudiera haber ocurrido en el palazzo, aun sin el conocimiento de la contessa o su cooperación. Ni pudo apoyar a Jordan en su cólera porque la contessa nunca hubiera alquilado los servicios de un entretenimiento semejante. —Jared, estás equivocado. Muy equivocado. No estoy dejando que mi imaginación saque lo mejor de mí, no creo en fantasmas, duendes o espíritus, pero yo sé que las cosas malas ocurren. Y más allá de sólo lo malo, hay personas allí afuera quién creen que ellos mismos son algo sobrenatural. Óyelo bien, presta atención, y recuerda, este es solamente uno de docenas de casos documentados que envuelven a personas reales. Antoine Leger, un francés asesino en masa, era un caníbal… y él bebió sangre —le informó uniformemente, su dedo en la página mientras clavaba los ojos en su primo—. Él fue a la guillotina en 1824, un hombre verdaderamente horrible que mereció su destino. ¿Su crimen? Se escondía en el bosque, esperando a su presa como una víbora. Entonces atacaba a jovencitas, las violaba, las mataba, bebía su sangre, y cenaba sus corazones. Cindy, quien había estado sentada calladamente con ellos en la mesa, vio a Jordan con súbita desilusión. Con una paciencia infinita de la que carecía su marido, se levantó y suavemente tocó la mano de Jordan. —Estás leyendo un libro. Son simplemente historias. —¡Ésta no es ficción! —protestó Jordan—. Expliqué que ese hombre fue real... Jared bajó su taza de café con una impaciencia que amenazaba con romper la loza. —Es un libro de historias, ficción, un trabajo sobre vampiros en películas y leyendas —dijo protestando con exasperación. —Es un libro sobre vampiros en películas, libros e historia —corrigió Jordan, tratando de no alzar su voz. Ella y Jared eran ambos hijos únicos. Se habían criado juntos, y usualmente, eran tan cercanos como si hubieran nacido hermana y hermano. Entendía que él amaba esa ciudad, y que era importante que hiciera amistad con personas como la contessa, pero era muy duro para ella aceptar eso que había visto como entretenimiento. —Jordan... —Jared ¡Sólo no puedo creer que ni siquiera consideres la posibilidad de que algo ocurrió anoche! Ella sabía que lo estaba presionando, pero a pesar de todas las seguridades que se le habían dado tras el baile, y a pesar de la hermosa mañana, estupenda, iluminada por el sol veneciano, y su incomodidad actual con su primo, no podía dejarlo pasar. Cerca de ella, las personas bebían su café expreso y café con latte, se reían, charlaban, y leían sus periódicos con normalidad absoluta. El mundo era ligero ahora, brillante con luz de sol, lleno charla, una multitud de lenguajes, aun el grito muy práctico de un bebé. Pero sin importar que explicaciones que le habían sido dadas, sus horas de sueño habían sido remarcadas con sueños vívidos, grotescos del... “espectáculo” del que había sido testigo la noche previa. Todo eso había ocurrido tan rápidamente...
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De alguna manera había obligado al remero alarmado a comprender su deseo de llegar a una comisaría de policía, a pesar del hecho de que en su horror y miedo, había olvidado cada palabra de italiano que conocía. Afortunadamente, policías y polizia eran lo suficientemente parecido para que el hombre comprendiera, y ella había sido llevada a una estación de carabinieri local. Allí, había encontrado a un oficial amigable que hablaba inglés, y él le había asegurado que la situación sería investigada inmediatamente, si bien pareció dudoso cuando ella le dijo que había estado en el palazzo de la Contessa Della Trieste. Balbuceando y cerca de la histeria al principio... profundamente frenética luego por Jared y Cindy... ella le había contado sobre la narración y actuación de teatro que había terminado en sangre verdadera y muerte real, y que había habido un cuarto lleno de personas disfrazadas convirtiéndose en monstruos que habían atacado a los demás del mismo modo que habían estado paradas y observado y se habían reído. Un café latte unido fuertemente con brandy ayudó a calmarla. Ella finalmente habló con la suficiente razón y convicción para mandar a oficiales en masa, a pesar de que era Martes de carnaval y toda clase de charadas y mascaradas estuvieran ocurriendo, y ella estaba hablando del palazzo de una mujer muy conocida. Los carabinieri había regresado con Jared y Cindy... y la contessa. Todos ellos habían entrado preocupados, pero la contessa también había estado divertida desde el principio, si bien ella pareció disculparse... no había esperado tal credulidad de una chica americana tan preciosa y sofisticada. En verdad, había sido condenadamente condescendiente. En ese momento, sin embargo, Jared había actuado como su hermano mayor, mostrando su profunda preocupación por su pánico y miedo, abrazándola, los ojos preocupados mientras indagaban los de ella, su tono muy gentil mientras él explicaba que ella se había quedado atrapada en un poco de teatro elaborado, diversión espeluznante de Carnevale, y que no había habido nada realmente violento u horripilante en lo que había visto, y ciertamente, nada homicida había tenido lugar. Él no había sabido de esa pieza particular de diversión espeluznante que la contessa había planeado, y que la contessa no había sabido sobre Steven. Era probablemente natural que Jordan hubiera estado tan aterrada por lo que realmente no había sido nada más que un despliegue de casa embrujada. Pero ahora que ella sabía... Jordan había continuado entonces. Intentó convencer a la contessa que algunos de sus invitados habían estado locos, y que quizá ella no había tenido idea de lo qué había estado pasando en su propia fiesta, pero los asesinatos habían tenido lugar. La contessa sacudió su bella cabeza con pesar y pena. El oficial de habla inglesa bondadosamente se aclaró la voz, y le dijo a Jordan que habían registrado el palazzo. Todo lo que habían encontrado eran invitados disfrazados, algunos aún llevando su sangre falsa, todos contritos porque la habían asustado tanto. —Pero le digo que vi que las personas morían —dijo ella—. Regrese... ellos lo han limpiado. No sé mucho acerca de métodos policíaco, pero quizá usted debiera usar Luminol... Fue entonces, que Jordan tuvo la certeza de que la contessa se molesto, pues ella comenzó a hablar rápidamente en italiano a los oficiales, respirando profundamente por paciencia, entonces le habló a Jordan otra vez. —Mi amor, como usted es la prima de Jared, perdonaré esta terrible afrenta, pero simplemente debe olvidar todas las películas tontas que ustedes los americanos ven y aceptar el hecho de que nosotros, también, tenemos un sentido de la diversión y lo macabro. Y… —agregó quedamente—, lo que le sucedió a su prometido. Jared me ha contado, por supuesto, sobre su pasado, y bien, estimada niña, yo entiendo, y mi corazón la entiende. Las ruinas de mi palazzo se abren a usted. Es Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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muy apreciada para mí, como la prima de Jared, y debe venir en cualquier momento y ver que las festividades y las diversiones se terminaron, y que no hicimos nada sino proveer una fiesta y una charade. Amor, amor, pobre Jordan, amor. ¡Lo siento tanto, pero por favor! ¡Debe ser cuerda y racional acerca de esto! —Sí, y debemos dejar a la contessa ir a casa —dijo Jared firmemente, y antes de que ella pudiera protestar más, la policía se estaba disculpando con la contessa y acompañándolos hasta la puerta de la calle. La contessa había besado la mejilla de Jordan con labios fríos, urgiéndola otra vez a ir en cualquier momento. A pesar de su impaciencia creciente, la policía había sido completamente amable con ella, mucho más amable que Jared... después de que la contessa se fuera en su lancha privada... ella se había intentando explicar que había visto sangre real, casi muerto ella misma, y había sido rescatada por un hombre en disfraz de lobo. —¿Dónde está ese hombre? —Había demandado Jared. —Él brincó conmigo del balcón, entonces... Se perdió en la niebla. Clavaron los ojos en ella como si hubiera perdido el juicio por completo. Sí, pobre Jordan. Dios sabía, tal vez necesitaba ser internada en la instalación más cercana para los dementes. De regreso en el hotel, Cindy había logrado encontrar a un conserje que le hiciera té a Jordan, y entonces se ofreció a pasar la noche en su cuarto. El suspiro de impaciencia de Jared había dado lugar a que ella declinara. Pero a solas en su atractiva habitación, cargada de antigüedades, que ella verdaderamente consideraba que era uno de los hoteles más hermosos del mundo, todavía no había podido dormirse. Habían sido las palabras de la contessa las que habían provocado que escarbara en su montón de trabajo, y encontrara el libro escrito por el productor de cine. Ella intentó leer antes de darse cuenta de que Cindy había deslizado un Valium en su té. Se había quedado dormida con el libro en su mano, pero el Valium no había detenido sus sueños. Ella había presenciado los eventos, vez tras vez; Soñaba que se despertaba, que un enorme lobo plateado protegía su ventana, los postigos que se abrían al paseo peatonal y al canal, donde sólo unas horas antes, los últimos sonidos de risas y la juerga se habían desvanecido en la oscuridad y las sombras de la noche iluminada por la luna. Bien, así que la fiesta y el Valium le había causado algunas pesadillas serias. Eso no detuvo su creencia de que tal vez... Ella interrumpía de pronto su pensamiento dolorosamente, entonces continuó con ellos. Sí, tal vez algunos fanáticos religiosos o miserables asesinos a sangre fría habían estado trabajando. Jared se inclinó hacia ella, en el restaurante del techo del Danieli, perdido repentinamente todo intento de paciencia. —Jordan, por favor, te ruego... tienes que detenerte. Éstas son personas con quienes trabajo. ¡La contessa es increíblemente importante para mi trabajo, mi posición aquí en Italia, para mi carrera, mi vida! Si continúas con esto, me destruirás. ¿No puedes entenderlo? ¡Una fiesta, máscaras, trajes, una casa embrujada, efectos especiales, complicados, sí! A la contessa le gusta tener el mejor baile, sobre del que hablen la mayoría en todos lados. Déjalo... solo déjalo. Toda Venecia estará hablando en su estado actual. Me destruirás, ¿entiendes? —Jared, estoy diciéndote... —Y la policía te lo ha dicho. Y la contessa dejó su fiesta para llegar a ti, porque tú tenías tanto miedo. Todo el mundo se ha desvivido por explicarte lo qué paso, ¡Y te niegas a aceptarlo!
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—Jared, tú no estabas allí... Él se levantó, tirando su servilleta sobre el mantel. —Tengo que irme. ¡Jordan, consigue un jodido control antes de que arruines mi vida! —¡Jared! —protestaba Cindy, hablando claro al fin otra vez—, Jordan es tu prima, tu carne y tu sangre... —Lo cual ella parece haber olvidado. Tú siéntate aquí y escúchala elaborar historias descabelladas y convencerse a sí misma de que los monstruos existen. —Le miró duramente los ojos en Jordan, colocando sus manos en la mesa para mirar directamente a sus ojos—. Lo siento, siento lo que le sucedió a Steve. Hemos intentado estar contigo. Para apoyarte. Y has estado bien, Jordan. Cuerda. Pero el Carnevale aparentemente ha desencadenado algo dentro de ti. Otra vez, lo siento, pero estoy harto. Estoy cansado... ¿Y adivina qué? Tengo un montón de puentes que reparar hoy. Tengo que ver a un gran número de personas y disculparme por el comportamiento loco de mi prima. Él se dio la vuelta y se fue, caminando coléricamente a grandes pasos por la terraza. Cindy, de pie torpemente, se quedó mirando a Jordan en donde ella estaba sentada. —Sé que él no tiene la intención de ser así... —Cindy, no necesitas disculparte ante mí por Jared —murmuró. Cosa equivocada para decir. Cindy instantáneamente se puso a la defensiva. Ella se sentó otra vez y se quedó con la mirada fija en Jordan. —Jordan, tienes que darte cuenta de que estás arriesgando su trabajo, que él tiene amistad con esta gente, que la contessa tiene mucha importancia para su trabajo. —Cindy suspiró—. Honestamente, Jordan, sé que te asustaste realmente, y deberíamos estar ahí para ti, pero es cierto, todo fue explicado. Con preocupación, cuidado, y una gran cantidad de empatía. Y tú tienes este tonto libro contigo, haciendo todo esto peor. —Signorina, ¿más café? Jordan miró hacia arriba. Un camarero amigable clavaba los ojos en ella con compasión. Había escuchado todo acerca de la americana loca que se había vuelto chiflada la noche anterior en la fiesta macabre de la contessa, ¿Invitando a la policía por un poco de deporte? Tal vez era una idiota y debería ver todo a la manera de Jared. Entretenimiento. Condenado entretenimiento sangriento, pero entonces, la contessa había estado en lo correcto acerca de una cosa... la sangre no había sido peor de lo que ella debería estar acostumbrada a ver por las películas americanas. Aunque, ella hubiera contrarrestado, los cineastas italianos, como Mario Brava, eran seguramente igual de horripilantes. Resolvió no intentar convencer a Cindy ya de que había monstruos sueltos en Venecia. Tal vez estaba sobre reaccionando. Quizá había estado leyendo mucho, demasiado tiempo. El sol era brillante. Era una mañana hermosa, especialmente para un día de invierno. Ella le sonrió al camarero. No tenía sentido intentar convencer a cualquiera de ellos... que no habían estado allí, no habían visto. ¿Quién estuvo? Un grupo de desconocidos ocultos que nunca reconocería otra vez. Suficiente café. Necesitaba moverse. Para estar sola. —No, basta, grazie, signore —murmuró. Se paró, lista para alejarse. Cindy la miró con pánico repentino. —Jordan... —¿Signora? —dijo el camarero cuestionando a Cindy. Seguramente, alguien quería más café. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—No, grazie, basta. signore, la conto, per favore —dijo rápidamente Cindy. Ella comenzó a levantarse también. —Jordan, un momento, ¿A dónde vas? —No te preocupes. No voy a ir a la policía otra vez. Sólo voy a pasear alrededor de la Plaza. El camarero había conseguido la cuenta como Cindy había pedido. Jordan había intentado firmar la mayor parte de las cuentas de su cuarto como un agradecimiento por todo lo que Cindy y Jared habían hecho por ella allí. Esta mañana, Cindy podía firmar. Jared había sido el culo de un caballo. —No creo que debas salir sola —dijo Cindy, frunciendo el ceño en señal de protesta. —¿Por qué? Acabas de decirme que no hay monstruos allí afuera. Está todo en mi mente. Entretenimiento. —Pero estás molesta... —Y aparentemente, tengo que lograr sobreponerse a eso. —Jordan, dondequiera que vayas, iré contigo... —Sólo necesito caminar, Cindy. A solas. —Jordan, por favor... Cindy se veía tan trastornada que Jordan olvidó algo de su miedo así como también su irritación con Jared. Hizo una pausa, tocando la mejilla de Cindy. —Estoy bien, de verdad. Voy a pasear alrededor de la plaza y mirar algunos de los aparadores de joyería. —Pero puedes conseguir mejores precios fuera de la Plaza. No encontrarás nada sino los precios turísticos. Te llevaré a algunos de los lugares más moderados... —Cindy, eres dulce. Te amo, de verdad, y no estoy en lo más mínimo disgustada contigo. Hasta luego. —No te olvides de que iremos al baile de los artistas esta noche... —No lo haré —dijo Jordan, y determinada, empujó el libro de vampiros en su gran bolsa de viaje y comenzó a salir del restaurante. No esperó el elevador, sino que empezó a bajar los escalones del hotel, sin notar nada de la hermosa decoración que usualmente la tenía tan embelesada. En la planta baja, encontró un grupo de actividad. Las fiestas en Venecia duraban la semana. Una tienda de disfraces había sido abierta atrás del escritorio del conserje, y las personas daban vueltas por allí, alquilando trajes, devolviéndolos, hablando de acontecimientos y fiestas diversas. El escritorio de registro estaba ocupado también, con viajeros yendo y viniendo, y el bar y el salón parecían igualmente ocupados. Abriéndose paso a través de la multitud, repentinamente se sintió como si estuviera siendo observada. Ella se dio la vuelta, irritada consigo misma, esperando no tener esa sensación de que todo el mundo estaba mirándola durante todo el día. No estaba siendo absurda... estaba siendo observada. Abiertamente. Una atractiva mujer joven estaba mirándola directamente mientras le susurraba a un hombre regordete y mayor, parado junto a ella. Ella vio a Jordan mirarla. No se sonrojó, apartó la mirada o simuló que no hubiera estado hablando de ella. La mujer se acercó a Jordan. Frunciendo el ceño, Jordan esperó. Mientras la mujer se acercaba a ella, Jordan se dio cuenta de que no era tan joven como había pensado primero. Desde lejos, Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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podría haber estado a mediados de los veinte. En el alcance más cercano, estaba cerca a los cuarenta, sumamente acicalada y bien proporcionada, su corte de pelo a la moda pequeño y con luces rubio plateado. Sonriente, extendió una mano pesada con anillos. —Hola, señorita Riley. Soy Tiff Henley, una compatriota americana. Jordan acogió la mano que le había sido ofrecida. —Hola, ¿cómo está? Sí, soy Jordan Riley, pero... —No nos conocimos anoche, pero estaba en el baile. Me alegro tanto de que usted parezca estar bien. Causó realmente revuelo anoche. Jordan sintió un rubor cubriéndole las mejillas. —Lo siento, no la vi... —Creo que usted terminó en el segundo piso durante el entretenimiento, mientras la mayor parte de nosotros cenábamos y estábamos bailando en la planta baja. No vi el espectáculo, pero usted sabe, la contessa es conocida por su extravagancia, así que estoy segura de que debió haber sido simplemente malvado. No estoy tan familiarizada con la contessa, pero he oído que ella nunca deja una fiesta con invitados todavía presentes así que debió preocuparse por usted muchísimo. ¿Está bien? Así que esta manicurada persona de alta sociedad había estado en el baile también. Y había estado murmurando de Jordan, sobre Jordan Riley, la mujer americana que había llamado a la policía sobre una de las mujeres más notables de la sociedad veneciana. Estupendo. Tal vez todo el mundo en la ciudad había sabido de ella, y estaba murmurando. A la luz brillante del elegante hotel, con docenas de personas cerca, Jordan repentinamente se sintió algo tonta. ¿Había sido el entretenimiento tan excelente y profesional, los efectos especiales tan buenos, que ella había dejado que su imaginación remontara? —Supongo que creé realmente una agitación. Temo que todo pareció muy real —dijo Jordan. La mujer todavía estaba clasificándola. Por el bien de Jared... aun si él estaba siendo un culo de caballo... debería parecer estar cuerda. —¿Es usted escritora? —inquirió Tiff Henley. ¿Tiff? ¿Era el diminutivo para Tiffany? La mujer se vestía como una Tiffany... completamente engalanada con diamantes, el pelo una mezcla de champaña y plata, su largo vestido de lana y la chaqueta de corte muy elegante, para la perfección de su figura. —Crítica de libros —dijo Jordan—. Si pudiera escribir, lo haría. Temo que mi talento consiste en encontrar los tesoros que los demás ponen afuera para los otros. ¿Y usted...? —preguntó educadamente. Tiff sonrió con pesar. —Soy apestosamente rica simplemente —dijo ella—. Pero no bien conocida en los mejores círculos de la sociedad. Bueno pues, allí, eso lo admiten, ¿Le gustaría tomar café en alguna ocasión? La mujer era abiertamente amigable, descarada, y probablemente se había vuelto rica en alguna forma escandalosa. —Seguro, me gustaría —dijo Jordan. —¿Tal vez mañana? ¿Por qué no? Jordan pensó. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Suena grandioso. ¿Se está quedando aquí? Tiff sacudió su cabeza tono champaña. —No, estoy aquí con un amigo, Mack, por allí —señaló al hombre corpulento—... quien necesita un traje para el baile de los artistas esta noche. ¿Irá usted? —Sí, creo que iremos. —Lo disfrutará. Los boletos cuestan poco, la comida es regular. La fiesta de baile de los artistas celebra a menudo el talento y más a menudo rompe el elemento creativo en Venecia para el Carnevale. Y, cuando todo lo demás falla, las bebidas usualmente son fuertes. —La veré allí entonces —le dijo Jordan. —No se supone realmente que usted me vea... estaré disfrazada, por supuesto. Pero nos encontraremos la una a la otra. Y haremos arreglos para el café. He alquilado una casa de campo. Meditó sobre la seguridad de la mujer, sin realmente tener que preguntarse por qué las personas hablarían acerca de Tiff. Seguramente, tenía algo que ver con su estilo de vida. Fuera del hotel, los vendedores exhibían sus mercancías. Las camisetas usuales estaban a la venta, como lo estaban muñecas y máscaras por cientos. Durante el día, muchas personas estaban en traje de calle, como estaba ella, pero aun a la luz del sol, muchas estaban disfrazadas. Caminando a plena luz del día, Jordan vio los paseantes enmascarados y elaboradamente vestidos por lo que eran... parranderos disfrutando de la belleza y la ficción de la fiesta inmensa que era Venecia en Carnevale. El aire era fresco, el día brillante, el cielo azul. Cruzando el puente afuera del Danieli, hizo una pausa, recorriendo con la mirada el canal hacia el Puente de los Suspiros, conectado al Palacio del Dux y los viejos prisioneros, donde un buen número de pobres hombres había pasado su encarcelamiento, o su destino. Ese había sido el pasado. Esta mañana, un gondolero con una joven pareja en su lisa góndola negra cantaba una canción italiana de amor. Mientras llegaba a través del canal y miraba hacia arriba a Jordan, interrumpió en el verso inglés. —¡Cuando la luna golpea tus ojos como un buen pedazo de pastel, eso es amore! Él guiñó el ojo. Jordan alzó una ceja con una media sonrisa y saludó con las manos a la feliz pareja. El gondolero dejó de remar, yendo a la deriva lentamente mientras pasaba debajo de ella. —¡Buon giorno, signorina! —le dijo—. ¿Le importaría un paseo? —¡Usted tiene pasajeros! —le contestó. —Ah, pero están enamorados. Yo estoy solo. —Ah, bien, así es la vida —bromeó—. Su góndola está ocupada. —Entonces usted debe pasear en otra ocasión. Soy Sal. Salvatore D'Onofrio. El mejor. El más divertido, el más bien parecido. —¡Y el más modesto! —aportó ella. Él sonrió abiertamente y se encogió de hombros. —No, no el más modesto. Pero usted me buscara, otro día, ¿eh? —Si me decido por un paseo en góndola, definitivamente lo buscaré —prometió. La chica de la góndola, acurrucada con un joven que no podía tener mucho más que veinte años, llamó a Jordan, su acento era francés. —¡Él es el mejor!
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Jordan se rió. —¡Gracias! ¡Disfruten! Mientras la góndola iba a la deriva debajo del puente, Jordan siguió adelante. La plaza de San Marcos estaba atestada de gente. Pasando la entrada de la Basílica, Jordan miró por encima de las cabezas de la horda que aún se movía para ver ese desfile de disfraces que estaba yendo junto al quiosco provisional de música en el extremo opuesto de la plaza. Una banda de rock tocaba, y un bufón presentaba a los concursantes en italiano e inglés, lanzando unas pocas palabras de francés aquí y allá. Esos en los trajes más atractivos y extravagantes posaban en las columnas alrededor de la plaza para los turistas que sacaban fotos interminables. Con sus máscaras, la mayoría de las personas elaboradamente vestidas eran totalmente anónimas... por lo que era imposible decir la nacionalidad de una persona, color, o aun sexo. Anónimos... Allí está la clave, pensó. Era tan fácil venir acá, usar una máscara, deslizarse en la multitud, y... El pensamiento trajo de nuevo una extraña sensación de ansiedad. En verdad, no conocía a nadie de los que había visto anoche en el baile. Excepto a la contessa, por supuesto. Se habían encontrado cara a cara. Pero los demás que habían estado allí... podrían estar en la plaza con ella ahora, y no lo sabría. Pasó en medio de la multitud, repentinamente ansiosa por alcanzar las calles más allá de la plaza donde no estaría tan apretada en la multitud. Un Napoleón excelente... seguido por su corte estaba a su lado. Él se detuvo, se agachó profundamente, e indicó que ella debería precederlos. Ella le agradeció rápidamente y se fue por ahí. Pasando por una ventana de vidrio cilindrado que exhibía maniquíes en diversos trajes, repentinamente se paró, mirando perdidamente hacia el vidrio. Por un momento... No. Era simplemente un maniquí. Con una forma masculina, con una corta peluca de gris marrón. Por un momento, pensó que había visto la cara de Steven en el maniquí. Los serios ojos avellana, delgadas facciones, barbilla firme. Pero tenía a la vista un molde de plástico, facciones inexpresivas. Ningún sombrero y máscara adornaban al maniquí; Era simplemente una figura bien pintada en la capa típica. Todavía, su corazón se aceleró, y receló de su juicio más que nunca. Tal vez Jared tenía razón. Steven había muerto hacía sólo un año. Había muerto persiguiendo a jugadores de un juego mortal. Fanáticos religiosos… con deseo por el asesinato, por los sacrificios para sus crueles creencias. Estudió el maniquí otra vez, obligándose a pensar lógicamente. Sí, podía ver por qué había tenido la visión momentánea. Las facciones débiles eran similares a Steven. Los ojos habían sido pintados de avellana; El pelo era de su color también. El tamaño era aproximadamente el correcto. Una oleada de pesar barrio a través de ella. Un año no era semejante a un largo tiempo. Él había llegado repentinamente a su vida, y se había encontrado repentinamente respondiendo. Él había sido encantador, inteligente, impresionante... Noble. No debería haber sido un policía, pensó. Había sido demasiado confiado. Había odiado la violencia, pero había llegado a la fuerza de homicidios... un hombre que había creído en la rehabilitación, que estaba completamente en contra de la pena de muerte, y estaba decidido a que los sospechosos fueran capturados vivos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Sospechosos capturados vivos que le habían costado su propia vida. Había sabido lo sucedido cuando oyó las sirenas en la noche, cuándo se asomó a su puerta y vio el coche de la policía, y al oficial bajando por su acera. Había sabido lo que él hizo; No debería haber estado impactada. Eso no le había impedido estar horrorizada, desolada. Había experimentado las etapas de pena: Negación, cólera, dolor. Pero había permanecido cuerda. Había llegado a la etapa de la aceptación. No había perdido su razón o su mente de cualquier modo. Tal vez lo hizo, se burló de sí misma, si estaba viendo su cara en las facciones de un maniquí de aparador. Steven se fue. Todavía sentía el pesar, pero estaba viviendo su vida. Él había muerto en circunstancias crueles, y ella sería una tonta por olvidarse de que las horribles cosas que ocurrieron. Una brisa susurró. Fresca, suave, bella. Forzó al pasado a la parte de atrás de su mente. Amaba Italia, adoraba Venecia, y no iba a dejar que la contessa arruinara ese simple hecho. Apartó la mirada y continuó caminando. Ella no era culpable de esto. Si todo eso había sido una charade, había sido deplorable. Jared no tenía derecho a ser tan insensible, y ella tenía todo el derecho de estar furiosa. Más allá de la plaza, llegó a las calles repletas de cafés y tiendas. Examinando rápidamente la ventana de un restaurante especializado en pescado, reparó en que muchas personas se habían quitado sus máscaras por el placer singular de comer. Todos ellos se veían tan... normales. Un pequeño hombre de negocios regordete echó la capa sobre su hombro mientras su máscara de dottore estaba en la silla al lado de él. Una máscara de media luna y un gran sombrero emplumado yacía sobre la mesa al lado de su compañera, una mujer igualmente regordeta con una risa encantadora que sonaba todo el camino a la calle. Americanos, pensó Jordan. Turistas, como ella misma, amando esta fantasía. Mirar directamente al restaurante la había hecho sonreír. Aún mientras observaba, sonriendo a la mujer que había visto, sintió una escalofriante sensación reptando arriba de de su columna vertebral. ¡Detente! se ordenó a sí misma. Pero la sensación persistió. Y no tenía nada que ver con los recuerdos de Steven. Ella le había estado sonriendo a una mujer americana, regordeta y de amigable aspecto cuando la sensación extraña empezó una expedición a lo largo de su columna vertebral. Sintió otra vez que estaba siendo observada. Susurros parecieron barrer a través de ella, fragmentos hablados en el viento, aquí y ahora idos. Susurros, veloces, staccato, como una brisa nociva, rasposa, simplemente tocando sus oídos, su nuca. Por un momento, la calle pareció volverse oscura. Reflejada en el vidrio de la ventana del restaurante, la oscuridad pareció descender, como enormes alas pasando rápidamente sobre la luz del día. La mujer sentada dentro del restaurante todavía se reía. La oscuridad desapareció tan velozmente como si hubiera emprendido el vuelo en alas de luz. Y todavía... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Esa sensación. Algo... alguien... Justo al lado de ella. Un susurro frío, fétido, de amenaza... Jordan se dio media vuelta, sintiendo como si dedos huesudos de puro hielo tocaran su hombro.
Gino Meroni no estaba disgustado de su trabajo. Años atrás, cuando era un niño, sus padres habían inmigrado para América. Él fue a la escuela secundaria en la ciudad de Nueva York, pero no tuvo ni el dinero ni la inclinación por ir un poco más allá con su educación. Para cuando tenía dieciocho, su madre y su padre todavía producían a más descendencia, así que él se encontró por su cuenta, intentando hacer funcionar eso. Se suponía que trabajara, para ayudar con la familia, pero él no podía aguantar el llanto de los bebés, y las oraciones de su madre y su insistencia en la iglesia cada domingo, o la oscuridad entristecedora en sus ojos cada vez que le advertía que él estaba corriendo junto con la multitud equivocada. A él le gustaban sus amigos. Conocían los bares más baratos. Y donde obtener dinero cuando estaban en la quiebra. Sabían cuáles rutas del metro eran pobremente vigiladas. Eran excelentes en quitar las cargas de bolsos, carteras, y mochilas de esos que estaban seguramente cansados de llevarlas. Una vez, cuando hacía su negocio a lo largo de la Quinta Avenida a altas horas de la noche, tuvo la equivocación de asaltar a un oficial encubierto. Él estuvo una temporada en prisión. Llamó a casa. Su padre se rehusó a sacarlo bajo fianza. Nunca fue a la cárcel; Su abogado consiguió un arreglo entre la fiscalía y la defensa para negociar una sentencia de tiempo y servicio comunitario. El servicio comunitario lo llevo a trabajar en Central Park, un buen lugar para dominar el arte de la sorpresa y el ataque. Una noche, el golpe en la cabeza que él le dio a un viejo vejete que había recogido a la prostituta equivocada mató al hombre. Él no lo supo al principio; Leyó sobre eso en el periódico a la mañana siguiente. No le dio miedo ser atrapado; Había aprendido a llevar guantes, a golpear, y correr. No había sido visto. La rama con la cual había matado al tipo yacía sobre el paseo y no tenía impresiones. La prostituta, quien había estado gritando y suplicando por su vida, no había visto su cara o lo había oído hablar. Ella había corrido más rápido que Gino después de que atacó al anciano. Su falta de miedo de ser atrapado era algo sorprendente para él. Más aún que su falta total de remordimiento. El tipo había estado viejo. La tajada en la cabeza que le había dado solamente puso al vejete fuera de cualquier sufrimiento futuro. Pero no era eso. A Gino le había gustado la mirada de miedo en la cara del tipo. Le había gustado la sensación de esgrimir la rama rota con tanto poder que se estremecía en sus manos mientras golpeaba canas, carne, y huesos. Robar al incauto, sin embargo, no fue suficiente. Tenía que conseguir trabajo... un trabajo de día. El único trabajo que podría encontrar dónde no se le hicieran demasiadas preguntas era el trabajo no agremiado, agobiador en los muelles. Allí, a los jefes les gustaba utilizar a hombres que no tuvieran referencias. No creían en los bonos. El tiempo extra era pasado por alto. Él tenía una constitución fuerte, corpulenta.
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Les gustó él. Les gustó el acento que podía afectar a voluntad. Cada noche, cuando escogía, había algo. Alguna recompensa dulce. Sabía, por supuesto, que nada en absoluto era gratis. Esperaba que se le pidieran favores a cambio. Usualmente eran fáciles. Por sus hábitos de trabajo durante el día, era confiable. Sus amigos poderosos le pedían sólo que ciertos embarques algunas veces pasaran sin inspección, que ciertas cajas de madera fueran protegidas y nunca abiertas. Estaba más que feliz de complacer. Tenía un coche nuevo, un apartamento decente. Había días cuando permanecía en algunos de los hoteles más finos a pesar de su propia morada agradable. Tan poco para pagar, tanto para ser ganado. Entonces, una tarde de verano, cuando estaba a punto de irse, dos inspectores llegaron a los muelles. El Star de Sheba, registrado para un país del Oriente Medio, estaba a punto de zarpar. Había un número de cajas a bordo que habían sido introducidas ilegalmente al barco. Eran importantes; Eso se le había enfatizado a Gino. La tripulación, sospechando que algo pasaba, misteriosamente desapareció. Gino se encontró a solas con los dos hombres del gobierno. Uno de ellos había bajado una palanca. Gino decidió usarla. Él estibó a los dos hombres muertos detrás de las cajas. El Star de Sheba navegó de acuerdo al plan. Pero los cuerpos fueron encontrados, y esta vez, él había olvidado deshacerse de la palanca, y estaban esos que lo habían visto con los hombres del gobierno. Lo bueno era que las cajas llegaron a su destino sin problemas. Los malo fue que Gino fue arrestado y con cargos de asesinato. Sus amigos, naturalmente, le proporcionaron un abogado, una mujer sumamente atractiva. Cuando intentó coquetear con ella y menospreciar su situación, se encontró con que ella era muy inteligente. Aguda como una tachuela, dura como una uña. Fue inmediatamente puesto en su lugar mientras ella le explicaba la gravedad de la situación. La cárcel era mala, le dijo su abogado. La prisión era mucho peor. Había montones de tipos allí dentro mucho más grandes que él. Todas esas cosas que él le había hecho a los otros se lo podrían hacer. Y examinando la evidencia física... bien, ella podría arreglar entre la fiscalía y la defensa, pero él podría encontrarse siendo un alfiletero y más para los hombres que eran de verdad, la escoria de la sociedad. Mientras hablaban, él comprendió que lo mejor era lo que ella sugirió: Escapar e irse del país. Ella tenía un sitio en Italia; Podría volver a su verdadero hogar. Él había venido de Bari; Su casa estaba en Venecia. No importaba. Había lo suficiente que él podía hacer para ella. Los papeles falsos podían ser arreglados, y el escape real parecía de poca dificultad para sus amigos poderosos. La idea le atrajo mucho más, antes que ser sodomizado por un montón de monos. Sucios, animales, desdentados, apenas humanos. Arreglaron el escape para un día que estaba programado para ser transferido a otra instalación. El conductor de su coche estaba aparentemente con sus amigos; El escolta policíaco fue detenido por otro carro de la policía. Su escolta simplemente desapareció; Él nunca preguntó cómo. En un hotel fuera del aeropuerto recibió ropa nueva y un pasaporte con una identidad nueva. Llegó a Venecia a través de París. Al principio, tuvo poco que hacer; Muy poco que hacer. Fue advertido de que debía mantener un perfil bajo, que él no necesitaba buscar ingresos en cualquier otra forma aparte de su trabajo para sus amigos. Por algunos años, él no estaba seguro de cuál era su valor real... él trabajaba para una mujer importante, pero era el hombre de la entrega, un mensajero, y un capitán de lancha. Su empleadora había estado ausente por largos años; Ella apenas estaba restableciéndose ahora en su casa familiar, aunque se iba muy a menudo: Una mujer de su estatura y fondos tenía un montón de vínculos sociales en otros países.
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No es que fueran las mujeres como ella a saltar por las reglas de los demás. A tiempo, él descubrió qué sus talentos verdaderos eran para su empleadora. A él no le importaba. No le desagradaba su trabajo. No importaba el frío, la brisa afilada que soplaba alrededor de él, ni el movimiento del bote durante el invierno. Lo... desordenado de su trabajo no le molestaba, tampoco. Pensando en términos americanos, el suyo era un trabajo justo arriba de su propio callejón. Entonces tuvo una comprensión repentina, y tenía miedo. Su empleadora era maravillosa. Pero no debía ser disgustada. En medio de su trabajo, llenando y cargando los barriles que hundiría en el fondo del mar Adriático, fue repentinamente muy consciente de una brisa fría. Echó todos los barriles que había llenado, frenéticamente mirando alrededor, contando, uniendo las piezas de nuevo, contando. El hielo lo llenó, más frío que el mar. Había perdido una pieza de cargamento.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0022 Nada. Todavía parada en frente del restaurante, Jordan se dio la vuelta lentamente otra vez, analizando, sobre los extraños sonidos de susurros y la impresión de sombras aladas que le habían abrumado los sentidos. Escudriñando la calle alrededor de ella, esperó por un momento para ver si la Tiff sociable y descarada hubiera quizá seguido su ruta, y estuviera observándola, lista para acercarse a ella otra vez. Pero mientras miraba alrededor, no había nadie en la ajetreada y ocupada calle que pareciera tener el menor interés en ella. Los grupos de gente se reían y bromeaban juntos. ¿Ella escuchó fragmentos lenguajes diferentes? ¿Alemán, Inglés, Italiano, Francés? Pero no sintió siquiera el más débil indicio de una brisa fría tocando su nuca o siseando en su oído. Entonces, repentinamente, oyó su nombre. —¡Jordan! ¡Jordan! Ella se dio la vuelta en dirección opuesta mientras su nombre era repetido en un llamamiento fuerte y amigable. Lynn Mallory, una artista americana que trabajaba en la tienda veneciana donde ella había adquirido su traje la tarde anterior, la aclamaba desde la puerta de la tienda. Jordan no se había dado cuenta de que había caminado tan lejos, que estaba justo en frente del Arte Della Anna Maria, llamado así por la impresionante mujer veneciana que había formado la tienda de cooperativa, para el crecimiento de los talentosos empresarios jóvenes. —¡Lynn! —respondió gritando, empezando a adelantarse, y luego agazapándose de nuevo mientras el mismo Napoleón y sus cortesanos venían alborozándose adelante. Otra vez, Napoleón se detuvo, agachándose profundamente ante ella. —¡Oh, un momento, espera! ¡Por favor, espera! —imploró alguien. Una cámara fotográfica relampagueó. Napoleón sonrió regiamente, entonces barrió su brazo otra vez. Jordan pasó de prisa, y él siguió adelante con la arrogancia y el desprecio apropiado. —¡Jordan! —dijo Lynn, saludándola típicamente con un beso en ambas mejillas. Sus ojos eran alegres y brillantes—. ¿Dónde está tu traje? En el verdadero estilo, tú sabes, deberías vestirte aun para vagabundear a través de las calles. —Temo que estaba en un estado de ánimo mucho más casual esta mañana —dijo Jordan ligeramente. Lynn era aproximadamente de la edad de Jordan con pelo oscuro corto y ojos gris humo. Jordan, hablando un italiano pobre, había encontrado un vínculo con la chica americana en el momento que entró en la tienda por primera vez hacía dos días. La madre de Lynn era una americana–italiana que le había enseñado a su hija su lengua materna de niña; Como una adulta, Lynn admitió, ella simplemente amaba todas las cosas italianas. Un semestre en la universidad en Florencia la había convencido de que quería pasar algunos años, por lo menos, viviendo en Italia. La cooperativa de Anna Maria había sido el lugar perfecto para que ella vendiera sus creaciones. Marionetas de madera vestían en trajes detallados y exquisitos. —Ah —murmuró Lynn, los ojos nublados de preocupación mientras observaba a Jordan. Jordan hizo una mueca. —¿Así es que tú escuchaste?
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—Algunos de nuestros clientes asistieron al baile. —Lynn sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta, sacudió uno, lo encendió, inhalo profundamente, y exhaló una larga voluta de humo—. Ha estado ajetreado... mi primer cigarrillo en horas. —Hizo una mueca—. Todavía fumamos en todas partes, aquí en Italia, no nos gustan los Estados Unidos. ¡Pero no puedes encenderlos en la tienda, no con tantas personas y cosas, trajes, tela, pintura, y arte! Podríamos quemar un agujero en un traje, ¿sabes? O encenderlo como un encendedor. —Lynn hablaba casualmente, pero estudiaba a Jordan todo el tiempo—. ¿Estás bien ahora? —Estoy bien. Pero el concepto de la diversión de la contessa es macabro. Era muy real —dijo Jordan. Comprendió que sonaba defensiva. —Sí, bueno, la contessa puede tener un entretenimiento que incluya los mejores efectos especiales. —Lynn floreció repentinamente—. Bueno pues, no necesitas tener miedo cuando asistas a nuestro baile. —Ella sonrió abiertamente, viendo la confusión en los ojos de Jordan—. Esta noche, ¿el baile de los artistas? Naturalmente, la mayor parte de nosotros estaremos entre la asistencia. La noche de viernes es el Vals Veneciano de Anna Maria. Tenemos un palazzo también, tú sabes. Alquilado para la ocasión, no poseído por cualquiera de nosotros, desafortunadamente. Pero no te medio asustaremos hasta morir. Entretenemos con música, lectores de tarot, bufones... un palacio de placer, pero ningún monstruo. —Bueno pues, asumo que Jared ha tenido boletos para nosotros desde el principio, ¿pero estás segura de que quieres que yo vaya? —preguntó Jordan. Lynn se rió. —Por supuesto. Sí, Jared ha tenido boletos por meses. Sin duda alguna él te dijo que el baile del viernes es nuestro. —Acabo de enterarme que habrá una serie de fiestas —dijo Jordan—. Estoy contenta, muy contenta, que una de ellas sea tuya. Temo que Jared sólo explicó la fiesta de la contessa, y parece que la contessa tiene mucha importancia para su negocio. —Ah, entonces Jared consideró que la de ella era la fiesta más importante. —¿No quise decir eso? Lynn se encogió de hombros filosóficamente. —La contessa... Es nobleza. Es rica. ¿Su fiesta es definitivamente para la verdadera elite? Sólo con invitación. Es un gran trato ser invitado. Ninguno de nosotros en la tienda es invitado alguna vez a sus acontecimientos. Debemos ser campesinos pobres a sus ojos. —Desearía haber sido una campesina a sus ojos. En todas partes que he estado hoy, las personas clavan los ojos en mí. Soy la americana idiota que entró en pánico en una fiesta y llevo a la policía. La sonrisa de Lynn se hizo más profunda. —Bueno pues, temo que la historia haya viajado, pero... tú sabes, hay personas a las que no les gusta ella tampoco. Muy francamente, ella es un moco. Pasa con rapidez calle abajo como si tuviera un palo en su culo. —¡Lynn! Anna Maria, alta, delgada, una mujer hermosa a comienzos de sus cuarenta, había salido de la tienda justo mientras Lynn hablaba. Una veneciana de nacimiento, tenía una estructura ósea notable, un largo cabello castaño tocado con rayos dorados de cabello natural, y un sentido de energía y propósito. Su inglés era casi perfecto; Su acento encantador. Lynn se atragantó, Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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habiendo inhalado su cigarrillo cuando Anna habló. Anna Maria tenía las manos en sus caderas, pero un brillo en sus ojos desmintió la severa manera en la que había hablado. —Lo siento, la contessa es encantadora, sólo fascinante. —¡Lynn! Semejantes palabras las que estas usando. Son uvas verdes; Creo que ese es el dicho —la regañó Anna Maria—, no fuimos invitados, así que la contessa es una esnob. Perdónanos, Jordan. Jordan se rió. —En verdad, no le digas a Jared que lo dije así, pero creo que la descripción de Lynn es más que acertada. —La contessa es hermosa. Y ha hecho mucho por Venecia. —Hum, ¿Y ella es un moco?¡Tú has hecho bastante por Venecia y ella te ignora! —argumentó Lynn. —Lynn, Jordan es una visita; ¿Debemos ventilar nuestra ropa lodosa? —Ropa sucia —corrigió Lynn. —Ropa sucia —estuvo de acuerdo Anna Maria, negando con la cabeza—. Lynn, ¿me burlo de tu italiano? —¡Ocasionalmente, sí! —dijo Lynn. —Jordan, no debes escucharnos. Lynn, dame uno de tus cigarrillos americanos. Anna Maria tomó un cigarrillo y lo encendió, exhalando con un suspiro pequeño de placer. —Por la manera en la que me siento esta mañana, Anna Maria, odio admitirlo, pero estoy muy contenta de oír algo malo acerca de la contessa —dijo Jordan—. Si fue todo una charade, fue una cosa horrible para pensar hacérsela a las personas. —¿Si fue una charade? —preguntó Lynn suavemente. Jordan se encogió de hombros. —Todo el mundo se mantiene diciéndome que era así. La policía estaba enojada, mi primo está todavía enojado, y la Contessa... —Ella hizo una pausa, clavando los ojos en Lynn con pesar—. ¡Bueno pues, ella actuó como si tuviera un palo en el culo! —Las calles a veces tienen oídos —murmuró Anna Maria—. Aún así, lo siento tanto. Adoro mi ciudad. Y el Carnevale. Deberías tener todas las buenas impresiones de la ciudad y la alegría. —Amo Venecia —dijo Jordan rápidamente—. La fiesta de la contessa no cambió eso. —¡Pero, pobre querida! —dijo Anna Maria—. El rumor es que estabas absolutamente aterrorizada. Otra vez, siento tanto oír eso, pero... —Su voz se desvaneció, y entonces ella se rió y habló muy suavemente—. Me gustaría imaginarme a la contessa corriendo a través de las calles en medio de la noche a la comisaría de policía. Eso es lo que ella compra para sus grandes dramas, siempre prometiendo algo más espectacular que cualquier otro pueda ofrecer. Su fiesta podrá ser más exclusiva, pero estás en lo correcto. Semejante entretenimiento es enfermo. Te prometo, el baile de los artistas esta noche será maravilloso, pero nuestra fiesta será más divertida. Entonces. ¿Qué llevarás? —Siendo una visita y una novicia en el Carnevale, tengo sólo un traje. —Ah, eso no será suficiente. ¡Adelante, adelante, encontraremos más disfraces en pequeña! — Anna Maria dejo caer su cigarrillo y lo piso—. Ahora... entraremos y encontraremos algo divertido para el baile de los artistas esta noche y nuestra fiesta el viernes. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Eso no es realmente necesario. —¡Ah, pero lo es! —corrigió Anna Maria—. Es Venecia, y es Carnevale, y debes gozar el esplendor de todo eso. —Recorrió severamente con la mirada a Lynn otra vez—. En una forma que no sea pesada, mocosa, o palo en el culo o, de cualquier modo en absoluto. —No, mira, está bien, la tienda está abarrotada, estás muy ocupada. —Nunca demasiado ocupada —dijo Anna Maria—. Andiamo. Iremos a la sección de disfraces. Muchas cosas están ya alquiladas, pero... nunca nos quedamos sin mascaradas en Venecia, eh, ¿Lynn? —Nunca —estuvo de acuerdo Lynn. —Y si algo realmente no queda bien, Lynn es una costurera extraordinaria. Lynn gimió. —¡Sin descanso para el cansado! —O la mal portada —dijo severamente Anna Maria. —Estoy segura de que puedo hacer mis propios ajustes —ofreció Jordan. —No, no —protestó Anna Maria—. Lynn tiene el deseo de aventajar a la contessa, aun hasta en su traje. Las tres veremos que sea así. —Ella indicó la puerta—. Vamos, y nos pondremos a trabajar. Jordan vaciló, pensando que quizá debería regresar al hotel, pero se sentía bien estar con personas que se compadecieran sin pensarla completamente loca. Se sentía bien estar aquí, y sería entretenido vestir un traje nuevo. Ella se encogió de hombros, y precedió a Lynn y a Anna Maria dentro de la tienda.
A Jared le gustaba tomar transporte público en Venecia, deslizándose encima de los vaporettos con multitudes de turistas y nativos, estudiar las islas de Venecia mientras el bote llegaba parada tras parada. Él sabía cómo moverse por la ciudad, y le gustaba la arquitectura de la misma. Hoy, sin embargo, tomó una lancha privada. Llegando al palazzo, él fue saludado por la ayudante de la contessa, una mujer alta, esquelética con pelo gris oscuro y una cara prohibitivamente flaca. Su desaprobación era obvia hoy, aunque ella era siempre fría y silenciosa. Él fue guiado hacia el dormitorio palaciego de la contessa, un cuarto tan grande como una casa entera. Había algo exquisitamente Renacentista en su decoración, desde las esculturas en la gran cama con dosel y cortinas hasta las escenas en las alfombras persas exuberantes. Un área de descanso estaba junto a la chimenea; La repisa de la chimenea era mármol esculpido en detalle con dos gárgolas sonrientes de cada lado, como si la pareja protegiera las llamas que podrían ser una entrada de acceso directamente al infierno. La contessa, vestida con una elegante bata de seda blanca, estaba situada en su lugar en una meridiana rojo carmín ante el fuego. Un juego de té estaba delante de ella; Había estado leyendo el diario de la mañana. Era una de esas mujeres que se despertaban bellamente: Su pelo estaba cepillado, largo y liso; Su cara sin edad no presentaba señales de dormir con el maquillaje puesto, arrugas en los ojos, o las mínimas sombras debajo de ellos. Ella miró a Jared con fría cólera contenida mientras él entraba. —Contessa... —Él comenzó suavemente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—He hecho todo por ti —argumentó ella. Una pequeña sonrisa burlona curvó sus labios—. Todo. ¿Y no podías mantener a esa chica tonta contigo en mi fiesta? —No sé cómo vagó ella. —Eso no es aceptable. La contessa no le había pedido que se sentara. Jared estuvo parado torpemente por un momento, entonces se acercó a donde su forma graciosa estaba acomodada en la cama turca. Sus ojos encontraron los de él; Él se dejó caer en una rodilla, humildemente agachando la cabeza. Se le ocurrió que se estaba comportando como un adulador, pero aquí, con la contessa, era de esperarse. Ella tenía esa clase de poder, y no esperaba humilde reverencia, la exigía. —Perdóneme. Verdaderamente, perdóneme. Ella empujó el periódico local en dirección a él. La primera página. Un reportero se había enterado del problema; Los detalles fueron esbozados, la historia estaba inclinada a favor de la contessa, y estaba escrito con un poco de humor. Pero aunque la contessa fuera mencionada por el nombre, Jordan fue citada como la ingenua turista americana. —Lo siento tanto —dijo. —Verás que ella suspenda estos disparates —dijo la contessa. —He hablado con ella firmemente. La contessa interrumpió en risa. —Le has hablado a ella firmemente. —Su risa le elevó agudamente. El sonido de ella causó un temblor profundamente en su corazón—. Caro mio, ¿has hablado firmemente? Bien, Dios dirá. Si me veo forzada a tomar el asunto en mis propias manos... —Puedo controlar a Jordan. —Verás que lo haga. —¡Usted me dijo que la trajera! —¡Pero esperaba que tú la controlaras! Él permaneció sobre su rodilla, su cabeza abajo. —Tú vienes aquí, prosperas aquí... tienes todo, por mi causa. Él asintió con la cabeza. Algo quedó de su orgullo que se retorció en su garganta. Él tragó. —Estás en desgracia. —Lo haré.... La dejaré ahora. Ella tocó su pelo, su pequeño movimiento más que un susurro contra él. De alguna manera repelente. Y aun así... tentadoramente cautivador. —No —dijo luego de un momento—. Puedes quedarte. Puedes pasar un tiempo porque estoy aburrida esta mañana. Te dejaré tomar... el té conmigo. A ti te gustaría, ¿verdad? Él levantó la mirada al fin. Sus ojos estaban en los de él. —Moriría por tomar el té con usted, Contessa —dijo. Al fin ella sonrió con indiferencia. —Sí, lo harías, ¿verdad? La contessa se levantó. Con una sola sensación trémula de seda blanca, estaba en liza perfección ante el fuego. —Sí, querido niño, morirías por mí. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¿Ves? ¡Te lo pones así! —Raphael Gambi colocó el sombrero perlado encima de su cabeza. Cayó sobre su frente en un giro perfecto. Él posó; El cuerpo se balanceó en un arco seductor, los labios en un puchero, pulgar y dedo índice en su barbilla. Jordan se rió. Las travesuras de Raphael habían logrado hacerla olvidar casi completamente a la contessa y el baile. La costura era su vida. Él conocía de telas y estilos, lo tradicional y lo completamente extravagante. Antes de que ella se probara cualquier traje, sombrero o máscara, él le había hablado acerca de cómo era llevarlo puesto, el período cuando había sido usado, y quién había sido la figura de moda de ese día en particular. Como él le mostró lo que consideraba la forma correcta de llevar puesta la gorra para el traje de un bufón colorido, él procedió a moverse de un lado a otro dramáticamente, deslizando una máscara de un estante para cubrirse los ojos y piruetear delante de ella. —¿Es precioso? Precioso en ti. No estoy seguro si lo es en mí —le dijo Jordan tristemente. Raphael era de mediana estatura con ojos azules brillantes que continuamente resplandecían mientras sonreía, llenos de travesura aún cuando la recarga de turistas en la tienda provocaba algunos momentos de decepción. Todo el mundo en la tienda Arte Della Anna Maria tenía un trabajo específico y Raphael lideraba el departamento de disfraces. Con su gran elegancia absoluta al alto estilo y su amor por la ropa, él tenía talento, pero hoy, mientras estaban todavía en el centro de una serie de fiestas, estaba también bajo una gran cantidad de presión. Cuándo Anna Maria había llegado a él, diciendo que debían probar todas las cosas en Jordan, él no había suspirado bajo otra carga de trabajo, sino había mirado a Jordan de arriba a abajo, ¿notando sus buenas calidades? Y el hecho que ella era tan diminuta. Él había experimentado un intercambio rápido en italiano con Anna Maria, entonces procedió a viajar a través de las filas de trajes con velocidad asombrosa, proveyendo a Jordan de una riqueza de elecciones que apenas cabían en el vestidor con ella. ¿Se había probado vinil futurista? ¿Proporcionado por uno de sus diseñadores ingleses contemporáneos favoritos? romano, egipcio, Renacentista, eduardiano, victoriano, y más. A través de todo ello, ella había escuchado a los clientes llegar e irse; Había chocado contra otros mientras salía para examinar los trajes en el gran espejo de cuerpo entero, y hasta había oído a Raphael suspirar con pesar cuando no pudo complacer a una mujer israelí muy bella. A pesar de lo ajetreado de la tienda, Raphael había logrado evaluarla completamente en cada uno de los estilos diversos; Él se movía a la velocidad de luz, siempre desempeñando la forma correcta de maniobrar un parasol, una máscara, un polizón, o cualquier accesorio o afectación que pudieran ir con cada modo de vestido. A lo largo de todo eso, Anna Maria y Lynn encontraron tiempo para examinarla en los disfraces, como lo hacían los otros en la tienda, entre ellos una jovencita bonita llamada Angelina, una creadora de máscaras nativa de Venecia, y Gina, una nacida en Austria que había hecho de Venecia su hogar durante la última década, y quien podría deslizarse en cualquiera de los siete lenguajes fluidamente para ayudar a quienquiera que pudiera entrar en la tienda. —¡Allora! Bueno, es en serio —dijo Raphael, dando un paso atrás—. ¡Aunque eres pequeña, estás desperdiciada en la ropa de arlequín, el bufón! puff aquí, ¿puff allí? ¡Personalmente, me gusta el vinil! Sexy, ¿eh? ¡Voilá, sigue tu forma pequeña con precisión seductora! —¿Vinil? —murmuró. Ella nunca había llevado vinil antes. Ni siquiera poseía nada en piel, aparte de zapatos o bolsas. Semejantes ropas que se ajustan a la forma siempre parecía bien en las rubias con largas piernas y figuras ágiles—. ¿En mí?
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—¡Oh, sí, sí! —dijo Raphael. Él colocó una mano en su cadera, barriendo la gorra del bufón—. No para nuestro baile. ¡No, no, no, debes ser mucho más elegante que eso! ¿Pero para el baile de los artistas esta noche? Sí, sí. ¡Escandaloso, atrevido, audaz, desfachatado, Descarado! ¡Sobresaldrás por completo! —No estoy tan segura de que quiera sobresalir —murmuró. —¡Después de anoche! —dijo Raphael pesarosamente—. Allora, he escuchado. ¡Esa mujer atroz! Jordan arqueó una ceja. Raphael se encogió de hombros. —¡Ella es demasiado buena para nuestra tienda! ¡Piensa que es la reina de Venecia, eh, mientras Anna Maria trabajaba duro para la ciudad mucho antes de que ella regresara a casa y decidiera que pondría las reglas! Ah, bien. Hace esta atroz danza de la muerte, y tú tienes tanto miedo, y está perturbada por que su fiesta pudiera ser arruinada. —Dejó escapar un bufido completamente fuera de su carácter para su usual gracia en el discurso y maneras. Los ojos azules centellearon con malvada intención—. Confía en mí, en vinil, la aventajarás. Y usarás las botas de ciencia ficción por Justine, nuestra amiga francesa que conocerás más tarde, y serás de mayor altura, y perfecta. No olvides, tendrás una máscara. —No sé; Pensaré sobre el vinil —dijo Jordan—. Ahora, por lo que respecta al baile de la tienda de Arte... —Sin duda. El vestido de fantasía de cuento de hadas —dijo Raphael con firme determinación. El traje al cual se refería era blanco plateado, y oro. El estilo estaba en algún lado entre el renacimiento y la Revolución, ideado para ajustar en la cintura y exponer bastante busto. El tocado acompañándolo era una diadema con una pluma y seda drapeada para caer atrás. —¿Tú crees? —dijo Jordan. —Lo sé —le aseguró Raphael. Anna Maria apareció por la parte superior de la escalera curva que conducía a los vestidores. —Lo siento tanto. Roberto Capo está aquí. ¿Dice que tú arreglaste algo para él para esta tarde? —¡Si, si, allora, si! —Raphael dio unas palmadas. Sonrió abiertamente—. ¿Un amigo? Él y yo fuimos a la escuela juntos. Un hombre que trabaja la mayoría del Carnevale, pero se ha encontrado con que tiene esta noche libre. Él ama el baile de los artistas. Estaré pero en algunos minutos. —Por favor, por favor, Rafael —le dijo Jordan—. Adelántate, y ten buen cuidado de tu amigo. He tomado demasiado del tiempo de ustedes. —Ven por un expreso con Lynn y conmigo —dijo Anna Maria—. Luego regresas y haces tus elecciones. —Sus elecciones ya están hechas —dijo Raphael impertinentemente—. Pero debes regresar y admitir que estoy en lo correcto. Y el vinil... deberías llevártelo ahora. Es tal el zoológico aquí, que se puede demorar llevar los trajes a tu hotel. Raphael se apresuró a bajar la escalera. —¿Vendrás por un café expreso, un capuchino? —dijo Anna Maria. —Debería regresar. Más bien dejé plantada a mi prima política esta mañana. Anna Maria se encogió de hombros filosóficamente. —Cindy es un amor. La llamaré; Le diré que estás aquí, consiguiéndote trajes. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Entonces iré. Sólo me apuraré a salir de esto... —Ella indicó el traje del bufón que había considerado una posibilidad. Anna Maria asintió con la cabeza. —Estaremos en la calle, fumando fuera —dijo. Jordan volvió a su ropa de día de antes. Cuando bajó las escaleras, vio que Raphael hablaba con un hombre moderadamente alto, de pelo oscuro. Cuando el hombre se dio la vuelta, se dio cuenta de que lo había conocido. Él había sido uno de los policías en la estación anoche; Él había entrado con la contessa cuando llegó con Jared y Cindy. Había hecho poca plática con ella, al no ser el oficial que hablaba inglés impecable. Él sonrió ahora, algo gravemente. —Buon giorno, Signorina Riley —dijo agradablemente. Su nombre era Capo, recordó, Roberto Capo. Sintió las mejillas inundarse de colorido; Toda la policía había estado exasperada con ella para el final de la noche. Este hombre la había observado con ojos oscuros profundos, ardientes a través de la mayoría de su balbuceo y el interrogatorio del otro hombre. Ella lo vio luchar por un momento; Tenía la clase de conocimiento del idioma inglés del que ella tenía del italiano, cada palabra tenía que ser recordada y considerada. —Hoy... ¿usted está bien? —Sí, gracias, grazie. Pero... —Ella alzó sus manos—. Fue muy real. Había dicho esas palabras tantas veces. Él asintió con la cabeza. —Es... comprender. —Comprensible —corrigió Raphael. El apesto joven oficial se sonrojó. —Comprensible. Charada... mascaradas... logran... —Su voz se desvaneció y él miró a Raphael. —Transportarte —terminó Raphael. Capo asintió. —En Venecia... es bella. Intentamos no hacerlo, tirar arriba demasiado, ¿usted sabe? No como su Nueva Orleans. Jordan quiso defender a Nueva Orleans, una ciudad que ella amaba, pero antes de que pudiera hacer eso, Capo estaba hablando rápidamente otra vez. —Nueva Orleans es una buena ciudad. Carnevale es... diferente. Aquí... las máscaras, los disfraces... son un espectáculo. A veces, el espectáculo es demasiado. Allí es malo lo que ocurre. La contessa no debería jugar al asesinato y la sangre. Jordan le sonrió. —Gracias —murmuró. —¿Sono? Soy Roberto. —Roberto Capo, recuerdo. —Roberto, por favor. —Roberto. Gracias. —Prego. Por favor. Lamento su problema.
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—Otra vez, gracias, Roberto. Bueno. Lo dejaré llegar a su vestuario. Ella comenzó a irse, pero Roberto la detuvo, llamándola, caminando a grandes pasos para tocar su hombro, entonces se sonrojó ligeramente otra vez. Él era muy apuesto, notó, con sus ojos interminablemente oscuros, las facciones clásicas, y una constitución fuerte. —Si está alguna vez asustada, por favor, vaya a mí. No... —Él se dio por vencido y le habló rápidamente a Raphael en italiano. —Él no se reirá de ti, o se enojará contigo —dijo Raphael. Roberto habló otra vez rápidamente, y Raphael tradujo. —Si tu lo ayudas, espera que pueda llegar a ti —Ella arqueó una ceja hacia Raphael, sorprendida, entonces miró a Roberto. —Gustosamente le ayudaría en cualquier momento. Pero la policía fue al palazzo. Fue una charade. ¿Verdad? Roberto Capo la había comprendido. —Una charade, por supuesto. Y aún así... Ella sonrió, asintiéndole con la cabeza. —Gracias. Me acordaré de preguntar por usted si tengo cualquier problema en todo el tiempo que esté en Venecia. Y si tiene el deseo de preguntarme cualquier cosa, sabe que estoy en el Danieli. Roberto asintió gravemente. —Me gustaría saber más... cómo usted vino a la stazione. —Bote —Le recordó Jordan con un encogimiento de hombros. —Usted se escapó del palazzo. ¿Un lobo? Ella vaciló, dándose cuenta de que había una barrera idiomática y ella debió insistir en que un lobo había brincado con ella desde un balcón. —Un invitado, vestido como un lobo, me trajo al bote —dijo. —¿Quién era el invitado? —La interrogó Roberto—. Usted no ha pensado si lo conoce, ¿él no le ofreció su nombre? Ella negó con la cabeza. —Me temo que no. La noche anterior, pareció que esas palabras les habían hecho a todos clavar los ojos el uno al otro, seguros de que ella verdaderamente había dejado paso a la locura. Demasiada champaña. Pero hoy, este oficial en particular parecía creerle. —Si usted ve a este hombre, si le encuentra, me gustaría hablar con él. Usted debe decirme. —Temo que si le viera, nunca le conocería. Él llevaba puesta una máscara. —Pero conoce su voz. —Si oigo su voz en la calle, me dará mucho gusto avisarle —Le aseguró Jordan. Ella le ofreció a él y Raphael un adiós rápido, y salió inadvertida a la calle. —¡Ah, estás aquí! —dijo Anna Maria. —Siento mucho haberme demorado tanto. —¡Gracias por tardarte tanto! —protestó Lynn—. Es un receso más largo de esa locura.
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—Por este camino, calle abajo, tendrás lo mejor para beber y comer al precio más barato. Anna Maria la condujo más allá de las tiendas populares por un callejón que Jordan no habría explorado por su cuenta. Pasaron a algunos trabajadores y una mujer barriendo las baldosas delante de su tienda, y Anna Maria les saludó. Por un momento, pareció que una nube se barrió sobre el sol. Jordan sintió un escalofrío; Jaló el cuello de su abrigo de lana más alrededor de su garganta. Cuando la luz se desvaneció, fue como si grandes alas negras de sombra pasaran rápidamente a través de los callejones, tragándose de golpe la claridad como un gran pájaro voraz. —¡Ah, he aquí que estamos en descanso, y allí vuelve el sol! —masculló Lynn, contrariada, y sin ver absolutamente nada escalofriante en las condiciones naturales de la tierra. Jordan intentó sacudirse el frío inmediatamente; En lugar de eso, se encontró haciendo una pausa. Escuchando. Preguntándose si una extraña sensación de susurros roncamente hablados en el viento caería sobre ella otra vez. Ningún sonido... —¿Jordan? Lynn se había regresado. —Lo siento —dijo, rápidamente dando un paso adelante, y sintiéndose como una tonta. Para su sorpresa, el diminuto café en el profundo callejón estaba lleno. Estaba a punto de sugerir algún otro lugar, pensando que nunca conseguirían lo que querían en el tiempo acostumbrado para un descanso. Pero las dos chicas detrás del mostrador de café expreso y capuchino, servían vino y aperitivos con una habilidad que habría dejado a cualquier cantinero americano en el polvo. Anna Maria llamó sobre la multitud apiñada en el bar; En un momento, tres cafés expresos habían sido pasados con ellas. Encontraron espacio en un mostrador contra la pared, y estaban paradas, sorbiendo sus bebidas. —¿La ciudad parece enorme, eh? con todas estas personas —dijo Anna Maria, agitando una mano—. Pero no es tan grande realmente. Nos conocemos el uno al otro, a menudo. No debes preocuparte por haber ofendido a la contessa, aun si Jared está molesto. —Preocúpate si ofendes a Anna Maria —dijo Lynn, sonriendo abiertamente. Anna Maria le frunció la cara—. Bueno, es en serio —continuó—. La contessa realmente no ha estado desde tanto tiempo atrás. Y el Carnevale, como es ahora, fue en realidad traído de regreso por algunos hombres de negocios americanos veinte años atrás o algo así y desde el principio, a Anna Maria se le pidió ayuda. Y eso es cierto. El mundo realmente no ha cambiado tanto, especialmente en Europa. La contessa tiene dinero y un título. Anna Maria tiene talento y clase. Anna Maria negó con la cabeza con impaciencia y modestia. —Vas a confundir a Jordan. El Carnevale empezó aquí hace siglos. Años atrás, hombres de negocios americanos, europeos–americanos entre ellos, ¿ciertamente? Se interesaron en Venecia, invertir no sólo para ganar dinero, sino para decirles a las personas el tesoro mundial que es Venecia, en preservar los edificios históricos. Es difícil aquí; El mar es nuestra belleza, y es también nuestra destrucción. Me hice amiga de muchas de estas personas que trabajan duro por Venecia. Siempre he amado la magnificencia, los trajes, las fiestas... Y bueno, he estado algo involucrada.
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—¿Algo involucrada? —exclamó Lynn—. Cada vez que los grandes productores de todas partes del mundo tienen el deseo de filmar escenas en Venecia, llegan a Anna Maria. —Y a muchas otras personas —corrigió Anna Maria. —Puedo ver por qué vendrían a ti —le dijo Jordan a Anna Maria, sonriendo, y terminando su café expreso. —No vayas a pensar tanto de mí —dijo Anna Maria firmemente—. Lo que Lynn trata de decir es que no debes preocuparte en absoluto por la fiesta de la noche de ayer. La contessa puede pensar que puede perjudicar el trabajo de tu primo en Venecia, y puede ser sucia como un gato, pero la mayor parte de la gente que ama la ciudad y está involucrada no tiene título, es rica, o necesariamente veneciana. —¡Nos gustas tú, y así que está bien! —terminó Lynn. Jordan se rió. —Bueno pues, les agradezco muchísimo a las dos. Admito haber estado miserable, y ahora me siento bienvenida, y un tanto mejor. —Allora, nosotras debemos regresar —dijo Anna Maria—. Mira como nos vamos; Si deseas regresar a este café, lo encontrarás fácilmente. No es un café turístico; No te cobrarán un brazo y un pie por un café expreso o un capuchino. —Un brazo y una pierna —corrigió Lynn, riendo y señalando la puerta. —Andiamo —dijo Anna Maria. Mientras caminaban, Lynn señaló los nombres de las calles. —¡Allí! —Ella dijo—. Ese edificio, ¿dónde ves la tienda de restauración? En el siglo quince, alojó a la amante infame de un dux públicamente ofensivo. Los duxes eran elegidos, tú sabes, pero usualmente de la nobleza, o la mayoría de familias prestigiosas. Tiene la reputación de estar embrujado por su fantasma; Aunque no fue probado, supuestamente él fue apuñalado en medio de hacer el amor, por un coqueteo con uno de sus ministros. Jordan contempló el edificio; Casi cada casa y estructura eran viejas y únicas, con arquitectura increíble. Esta tenía balcones encantadores y las cornisas estaban adornadas con leones de piedra que parecían estar parados como centinelas rudos, listos para proteger a esos en su interior. Sin ver por dónde iba, Jordan repentinamente se estrelló contra algo. Alguien. Ella fue empujada y podría haber tropezado, pero fue rápidamente enderezada por las manos de la persona en quien había chocado. Alarmada, clavó los ojos en una pared de lana negra. Un segundo más tarde, se dio cuenta de que tenía a la vista el pecho de un hombre, cubierto en un traje largo Armani, ajustado y excelentemente entallado. Ella miró hacia arriba. Él era alto, un buen metro ochenta y cinco, y de cabellos rubios. ¿Estrella de rock? Pensó al principio. La sensación de las manos enderezándola y el tamaño de los hombros por encima de su pecho provocó una segunda especulación. ¿Contendiente de la Federación mundial de Lucha? Su pelo estaba más allá de sus hombros, grueso, pulcramente cortado, ni en lo más mínimo despeinado o enredado. Sus ojos muy azules; Azul hielo, un color frío que barrieron sobre ella en una valoración rápida. —¿Está bien usted? —preguntó él en inglés. —Sí, ¿bien?
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—Debería mirar por dónde va. —Sí, claro, ¿lo siento? —¡Ragnor! ¡Ciao! —dijo Anna Maria, interrumpiendo. —Anna Maria, ciao, bella —contestó el hombre, su italiano sonó, para el oído no entrenado de Jordan, tan sin acento como su inglés. Él irrumpió en un torrente rápido que dejó a Jordan captando sólo una o dos palabras mientras besaba a Anna Maria en ambas mejillas y ella entusiasmadamente devolvía el saludo. Lynn, a su vez, lo saludó, entonces señaló a Jordan y les sugirió que cambiaran al inglés. —Ragnor, Señorita Jordan Riley. Ragnor es un amigo para todos nosotros en la tienda, y Venecia. Jordan es nueva para el Carnevale. —Bienvenida, entonces —dijo el hombre. Él la saludó como la moda, tomando sus hombros, agachándose ligeramente para besar ambas mejillas. Ella tuvo la corazonada que no estaba del todo complacido en darle la bienvenida; Los labios que tocaron su mejilla parecieron fríos y bruscos. Estuvo casi tentada de alejarse. No devolvió el gesto. Era americana, después de todo; No se suponía que besara a la moda europea. —Cómo está usted, y otra vez, discúlpeme —murmuró. Alto, muy alto. Tan alto como el hombre con a quién había bailado en el baile de la contessa. El lobo que había sido tan cortés y la había recogido de la sangrienta "función" para alejarla del palacio. Pero este hombre no pareció conocerla. Nada como un parpadeo de reconocimiento tocó sus ojos. ¿Cuántas personas en Venecia eran así de altas? Llegando a pensar en eso ¿cuántas personas en cualquier lugar eran así de altos? Más de uno, se recordó secamente. Y aunque los italianos eran a menudo estereotipados como que eran pequeños y oscuros, había conocido a muchas personas altas aquí, y muchos con ojos y el pelo claro. —¿Usted estaba en el baile de la contessa anoche? —preguntó, decidiendo que una pregunta franca podía ser la forma de descubrirlo. —No —contestó él. ¿Cruzó sus ojos el parpadeo más leve entonces? ¿O estaba tan paranoica como Jared parecía pensar? —Ragnor no estaría en la casa de la contessa —dijo Lynn, complacida—. Él piensa que ella es aborrecible. —Lynn —reprendió cansadamente Anna Maria. Ragnor todavía estaba clavando los ojos en Jordan. Con desagrado, pensó ella. ¿Paranoia? —Es lo que usted dijo, Ragnor, no es eso, cuándo nos encontramos con ella en el café? — Continuó Lynn. Ella miró a Anna Maria—. No estoy divulgando secretos, estoy tratando de hacer a Jordan sentirse mejor por no gustarle. —Nunca dije que no me gustaba —murmuró. —No estaba en la lista de invitados de la contessa —dijo Ragnor simplemente—. Ustedes iban a alguna parte; No debería entretenerlas. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Estamos regresando a la tienda —dijo Anna Maria—. Nuestro descanso ha sido demasiado largo. ¿Estabas yendo a visitarme? ¿Irás al baile de los artistas esta noche? —Sí, sí, por supuesto. Y estaré por ahí. —Otra vez besó a Anna Maria y a Lynn en ambas mejillas, y le ofreció a Jordan una mano, al estilo americano—. Encantado de conocerla, señorita Riley. —Gracias, a usted también —dijo ella. Él no se había alegrado en absoluto de conocerla. —Deberías venir pronto. Estamos tratando de convencer a Jordan del vinil para la diversión esta noche. Podrías darle una perspectiva nueva —dijo Lynn. —Quizá —dijo educadamente, entonces indicó con un barrido educado de la mano que deberían seguir. Hicieron eso, Anna Maria y Lynn ya en una discusión de lo que serviría para el baile de los artistas para un hombre de su altura. —¿Quién es él? —preguntó mientras caminaban, enérgicamente ahora. —Ragnor es... un hombre de negocios —aclaró Anna Maria. —Le hemos conocido hace poco tiempo —aclaró Lynn. —Tú has conocido a todo mundo aquí hace poco tiempo —le recordó Anna Maria. Casi habían alcanzado la tienda. —Él no es italiano, ¿verdad? —continuó Jordan. —No —dijo Anna Maria. Eso debería haber sido seguido por "él es alemán, austríaco, americano, más o menos. Pero Anna Maria no dijo nada más. —Me recuerda de alguien que conocí la noche de ayer. —Eso es realmente imposible —dijo Lynn—. Él está en lo correcto; No estaría en la lista de invitados de la contessa. Cuando lo que yo llamo... “la vieja guardia” está cerca, él está entre ellos. Ese día, estábamos en el café... Y la contessa llegó. Debieron haberse conocido en algún otro sitio. Cuando fueron presentados, fueron cordiales, pero podías ver la hostilidad entre ellos. Él se fue. ¿Sabes qué creo? —Temo que nos enteraremos —dijo Anna Maria. —Creo que ella está celosa de él. Él no tiene título, ninguna historia aquí, pero circula la noticia de que viene de una familia extraordinaria. No es en lo más mínimo vistoso o pretencioso, pero las personas quieren estar junto a él. Tiene un carisma, ¿sabes? Algo atrayente acerca de él. Anna Maria suspiró. —Es un hombre apuesto con una apariencia poderosa. Y es inteligente e interesado en arte e historia, y en Venecia. Lynn sonrió abiertamente. —Y él está hecho como, como decimos en América, una letrina de ladrillos. Anna Maria puso los ojos en blanco. —Lynn habla con tanta clase en sus expresiones. —Estoy tratando de enseñarle el idioma real —dijo Lynn con un suspiro—. La quiero segura en las calles de Brooklyn, debería elegir ir allá en un viaje a América.
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—Oh, ¿realmente? —dijo Anna Maria. Hizo una pausa justo delante de la puerta para la tienda—. Lo que Lynn trata de decir es que ella está loca por este buen hombre, y que ella daría un brazo y una pierna para subirse en él. —Por subírmelo a él —dijo Lynn con un suspiro simulado. Sus ojos brillaron intermitentemente mientras soltaba una risita—. Él es el que debe estar arriba. Anna Maria dio un suspiro profundo. —Ven, Jordan, y pruébate tu traje del vinil otra vez. Raphael va a insistir en que te lo pongas, y deberías hacerlo. Es fantástico en ti. A pesar de las muchas personas en la tienda, Raphael la vio instantáneamente y se movió a través de los grupos de gente mirando piezas de arte, máscaras, y trajes, para alcanzarla. —¡El vinil, sí! ¡Te vestiremos una vez más! —Seguro, el vinil, ¿por qué no? —estuvo de acuerdo ella—. ¡Y una máscara realmente buena, Raphael, para que nadie me conozca! —dijo quedo y sonrió—. ¡Todavía murmurarán bastante sobre mí! —¿Dejarlos murmurar? ¡Sé escandalosa! —dijo él—. Ven, ven.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0033 Nari estaba cansada, aburrida, hambrienta e inquieta. Anoche, con el desastre en la fiesta, no había podido disfrutar de una cosa. Debería estar descansando, y no corretear las calles tan casualmente, aun en una máscara. Tenía cierta posición que mantener. Pero no podía dormir, o aun relajarse, así que se puso una máscara y salió a las calles. Hum... Estaba definitivamente... Hambrienta. Necesitaba encontrar a alguien con quien cenar. Sin mencionar el hecho de que no quería estar en casa. No quería ser atrapada descansando por visitas no invitadas. Porque él podría venir. Por supuesto. La había estado observando, esperando. Él pensó que había entrado, hecho demandas, y la había obligado a empezar una nueva vida. Ah, pero él no sabía la mitad de eso. Él no sabía quién estaba en Venecia ahora y con quien se había mantenido acompañada. ¡Todavía... tenía tal dolor de cabeza! No tenía la intención de hacerle frente a él hoy. Estaba alarmada por sentir una sensación repentina de nostalgia, de pérdida. De dolor. Había estado viéndolo otra vez. Recordando lo que había sido. Deseando. . . Hubo una vez un tiempo... Hubo una vez un tiempo terminado y pasado. Y todavía... ¡Cómo odiaba a los americanos! Con una sacudida mental, echó todo eso fuera de su mente. El dolor que sentía era simplemente hambre. Vagabundeó alrededor de la Plaza de San Marcos, escuchando a la banda musical que estaba tocando, buscando a alguien... solo, alguien que quisiera compartir algún tiempo con ella. Golpeó su pie impacientemente para la música. Semejante gente tonta venía al Carnevale. Esos con dinero que podían gastar un año entero planeando un disfraz. Trajes elegantes de seguro. Ridículamente incómodos. Un grupo vestido como la luna y estrellas pasaron caminando, y todos con ropa que requería tremendo alambrado para las vetas blanco, plata y oro que fluía de las estrellas. Posiblemente no podrían sentarse; Eran enteramente piezas de espectáculo. Muchas parejas pasaron en máscaras tradicionales que cubrían la cara entera del que vestía. Otros pasaban sin trajes. Muchas de estas personas habían tomado autobuses de excursión desde los pueblos más pobres, a menudo destruidos por la guerra del este Europa. No estaban vestidos con tanta precisión. Venían a mirar estúpidamente. A menudo, no tenían ninguna parte donde quedarse excepto en sus autobuses. Tenían poco para comer. Era en verdad una bondad hacer amistad con semejante persona. Sus vidas eran tan patéticas.
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Todos los hombres nacían para vivir, sufrir a través de la vida y entonces morir. Esa era la forma de eso. Con esta pobre gente. . . Ella observó, entonces notó a la mujer americana, Tiff Henley. Ella no estaba disfrazada. Era atractiva... Mayor, pero atractiva. Era una mujer que se movía, quien veía, quien tomaba todo lo que quería. Si la forma de adquirir lo que deseaba acertaba a ser desagradable, así fuera. Nari había escuchado que el último marido de la mujer había estado cerca de los noventa.... Pero había tomado más tiempo morir de lo que Tiff había anticipado. Tiff lo debía compensar. Miraba distraídamente hacia la ventana de una de las tiendas de joyería más caras en la plaza. Nari sonrió y empezó a caminar hacia ella. Tiff adoraba ser invitada a almorzar. Pero entonces, un hombre corpulento con cabello encaneciendo llegó detrás de Tiff, Unido con dos hombres más jóvenes con capas y máscaras extrañas. Todos ellos miraron distraídamente hacia la ventana, señalando, hablando, discutiendo las cualidades de los artículos exhibidos. Otra mujer llegó y se les unió. Nari suspiró y sacudió la cabeza. Había demasiada gente con Tiff Henley. A Nari no le importaba encantar a unos cuantos de esos de bajo estatus en su búsqueda por compañía, pero... Estaba exhausta. La noche anterior había sido... Agotadora. En realidad no tenía la energía para tratar con semejante grupo por el momento. Todavía... Realmente debía tener algo. Un pequeño mordisco. Tenía tanta hambre. Nari alzó la capucha de su capa contra la brisa invernal, se dio la vuelta y se movió en la multitud. Había todavía luz. Ella simplemente no estaba en su pico. Pero la noche venía. * * * * —Molto, molto... —Raphael gesticuló salvajemente, entonces sonrió abiertamente—. ¡Sexy! — dijo. Ella se había vestido de su traje arriba en un vestidor; Él la había traído escaleras abajo para ser presentado a Anna Maria y Lynn. Casi encajonada en vinil rojo como la sangre, Jordan se rió pesarosamente, atrapándola atención de Anna Maria. —Parezco una prostituta. —¡No, no, no! —protestó Raphael. Él negó con la cabeza, analizándola de pies a cabeza—. ¡No, no, agrégale el barrido de una capa, voilá, parecerás una heroína de tiras cómicas! Ahora, las botas, las botas son el complemento perfecto. —Dale un látigo y una cadena —una voz profunda dijo secamente—, y puede domesticar leones.
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Jordan se alarmó, mirando a través del cuarto. El rubio alto estaba en la tienda, recargándose lacónicamente contra la pared. Ella no le había notado al principio por la fila de marionetas colgando del techo y la multitud de capas y trajes colgados en lugares diversos alrededor de la tienda. Ahora él dio un paso adelante, estudiándola con la misma minuciosa valoración como Raphael, pero de alguna manera, su estudiosa valoración parecía diferente... Hostil. —¡Ragnor, es estupendo! —dijo Anna Maria. —Estupendo, sí —él estuvo de acuerdo. La manera en la que la miró, se sintió casi desnuda—. Pero más bien tuve la impresión de que Miss Riley no quería aparecer... obvia esta tarde. —Una sonrisa leve curvó sus labios—. En este traje, ella sólo se perderá para los completamente ciegos. Jordan ciertamente habría querido confundirse entre la muchedumbre. Pero este desconocido. Sintió los vellos del cuello levantarse en su nuca. Miró a Raphael. —Creo que tienes razón. —Clavó los ojos en el alto desconocido—. Es definitivamente yo. Lo tomaré. —¡Molto bene! —dijo Raphael. Clavó los ojos en Ragnor con una mirada desconcertada. Ragnor se encogió de hombros, ociosamente echándole una mano sobre la capa negra de terciopelo colgando donde él estaba parado. —Solamente espero que la policía esté afuera en masa. Es ciertamente sexy. Provocativo, podría decir. —Sus dedos se deslizaron ligeramente a lo largo del terciopelo y entonces se cayeron de él—. Confío que tenga una buena tarde, Miss Riley. —Él inclinó su cabeza hacia ella, besó a Anna Maria en la mejilla, y dejó la tienda. —¡Extraño! —Raphael dijo mientras la puerta se cerraba. —Tal vez es demasiado... —Jordan murmuró. —¡Es demasiado perfecto! —Lynn anunció—. Esto es Carnevale, Jordan, y tú no pareces demasiado... nada. Excepto estupendo. Jordan miró su reloj de pulsera, sintiéndose culpable acerca de Cindy. —Creo que mejor regreso al hotel. Pero lo llevaré puesto. —Nada que temer —dijo Anna Maria—, todos nosotros estaremos allí, y te resguardaremos de los lobos obstinados. El comentario se dijo en broma, pero le dio a Jordan una sensación de ansiedad. Se sacudió eso fuera. —Bueno, con tal que pueda estar en el centro de todos vosotros estaré muy bien. Sólo voy a correr y cambiarme. —Te acompañaré de regreso —propuso Raphael—. La Plaza estará loca ahora, tan abarrotada. —Estaré bien... —No me importa, y tengo que entregar un traje para el Danieli. —Gracias entonces. En el vestidor, se preguntó si no debería haber tomado el consejo del rubio alto. —Prostituta —dijo a su reflejo en el espejo—. Pero una cara, ante todo. Se cambió en su ropa de calle. Escaleras abajo, encontró a Raphael llevando una bolsa de ropa más grande de lo que él era. —¡Andiamo! —él le dijo a ella alegremente—. No temas; ¡Te encontraremos de inmediato! —Lynn gritó mientras ella dejaba la tienda—. Quédate un poco detrás de mí; ¡Vamos bulldog a través de nuestro camino! —dijo Raphael. Ella sonrió, siguiendo un poco atrás. Él sabía cómo moverse. —¡Scusi, scusi, scusi! —Él dijo, creando una senda a través de esos aun en ropa de calle, así como también la multitud de Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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personajes históricos, monstruos, criaturas, soles, lunas, y más. Detrás de él, ella otra vez se encontró asombrada por la belleza elaborada e intrincada de tantos de los disfraces, divertida e impresionada por todo lo que vio, y otra vez enamorada de la ciudad de Venecia. Pasaron la basílica, y cruzaron el puente del Palacio del Dux hacia el Danieli, donde se separaron en el vestíbulo ajetreado. Raphael la besó en la mejilla. —Brillarás más que todos ellos esta noche, él prometió. —Grazie, ciao —ella le dijo, y se preguntó si Jared estaría de regreso en el hotel. Él le dirigió una señal de pulgares arriba. —Buen acento —él dijo sobriamente, entonces sonrió—. Estarás verdaderamente espléndida. Mi obra de arte. —Intentaré enorgullecerte —ella bromeó y empezó a subir las escaleras. * * * * Ragnor llegó al palazzo en una lancha alquilada, diciéndole al barquero que esperara, aun si él estuviera dentro durante una hora. Dio un paso cuidadosamente desde la lancha hacia el muelle de la contessa, escucha como el agua de mar lamía contra los pilotes. Largas zancadas determinadas lo llevaron rápidamente a la puerta de la contessa. Cuando su golpe no fue inmediatamente contestado, empujó la puerta abierta, sin atención a los goznes rechinantes y el chasquido mientras el cerrojo y el perno cedían. Como había esperado, los sirvientes de la contessa, un hombre alto, delgado de alrededor de sesenta en uniforme negro y una mujer de mirada agria de la misma edad con pelo gris obscuro, estaban de pie justo adentro. Habían estado más que conscientes de su llegada, pero porqué habían ignorado su golpe él no lo supo. Debieron haber esperado que entrara, ya sea que abrieran o no la puerta. —¿Dónde está ella? —Ragnor demandó. —Ella no está en casa —dijo el hombre, mirando la puerta con desaprobación—. Y usted ha irrumpido imprudentemente en este palazzo, destruyendo la propiedad privada de la contessa... —Llame a la policía —Ragnor propuso. Ignorando a la pareja, empezó a caminar a través del piso de mármol de la entrada para alcanzar el descanso. A medio camino subiendo las escaleras, se dio media vuelta. El criado tontamente había sujetado una espada de la exhibición de armas en la pared del vestíbulo y trataba de alzar el metal pesado en un balanceo salvaje. Tonto. Él nunca habría alcanzado el cuello de Ragnor, siendo casi treinta centímetros más pequeño, abajo un número de escalones, y ridículamente fuera de su liga. Él evitó el primer balanceo desventurado, agachándose abajo y pasando rápidamente de nuevo para atrapar el arma de la empuñadura. Él la lanzó al piso de abajo, donde la confusión de ruidos contra el mármol pareció hacer eco con un devastador estruendo. Empujó al tipo contra el pasamanos y continuó subiendo las escaleras. Alcanzando la entrada al dormitorio de la contessa, él la empujó abierta. Aparentemente, sin embargo, los sirvientes no habían mentido. La contessa no estaba dentro. Ragnor caminó a grandes pasos en el cuarto, abriendo el armario guardarropa. Entró en el vestidor y baño, pero no hubo rastros de su presa. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Con repugnancia, se dio la vuelta, dejó su dormitorio, y caminó a grandes pasos a lo largo del corredor hacia el salón de baile del segundo piso. Sus ojos barrieron la escena donde su "jolgorio" había tomado lugar la noche antes. Habían restregado el pulido mármol resplandeciendo en pisos y columnas, la gran hogar grandiosamente esculpido de la chimenea, y las puertas del vidrio con dibujos coloreados hacia la terraza, ahora cerrada. Él entro en la habitación, los ojos todavía afilados, los sentidos agudos. Se arrodilló para tocar el piso. Los pesados olores a blanqueador y desinfectante llenaron las ventanas de su nariz. Se levantó y se dio la vuelta en un repentino movimiento elocuente. El criado desarmado había ido por refuerzos. Dos hombres ahora lo miraban furiosos desde la entrada del salón de baile estaban cerca de su propia altura. Robustos como cargueros. Y bien armados. ¿Dónde habría encontrado ella a estos dos? Él barrió fuera una mano. —Caballeros, vengan y agárrenme. —Miró su reloj pulsera—. Y háganlo rápidamente, por favor. ¿Si la contessa no estaba aquí, dónde estaba?
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0044 A diferencia de la invitación a la fiesta única que la contessa había preparado, el baile de los artistas estaba abierto a todo el mundo, y parecía que la mitad de la población de Venecia había decidido asistir. Simplemente al caminar a través de las calles, Jordan sintió la atmósfera cargada de risas y expectación. Los corillos deambulaban por las calles, la risa era continua, y esos seres más reservados debido al carácter de sus trajes y máscaras se saludaban los unos a los otros con reverencias silenciosas, educadas y gestos. Jordan había unido los brazos con Cindy en el camino al baile, ignorando a Jared que seguía obstinado. Él había intentado disuadirla de venir. —Jordan, no creo que ésta sea una buena idea. ¿Después de anoche? —No voy a avergonzarte delante de tus amigos. —Jordan, ¿estás sobre reaccionando? —¿Estás preocupado por mí, Jared, o por tu propia apariencia? A pesar de la máscara de dottore que llevaba puesta otra vez, ella supo que él estaba frunciendo el ceño. —¿Importa? ¿Si vas a salir corriendo gritando acerca de sangre, monstruos y cultos? —Jared, ¿adivina qué? Ni siquiera estaré contigo en el baile. Eso pareció perturbarlo. La pobre Cindy estaba destrozada, con extrañeza por los modales rudos de Jared, tratando de ser leal a él y preocuparse por Jordan al mismo tiempo. Jordan lamentó lo que su discusión con Jared le estaba haciendo a Cindy. Ella también deseaba que Jared saltara a un canal. —¿Vas a ir a pasear por tu cuenta? ¿En ese traje? Piensas que te asustaste anoche; ¿tendrás a cada perro callejero en Venecia pisándote los talones? —Gracias, Jared. —Jared, para ya, se ve estupenda, y es una fiesta de disfraces... —También simplemente podría haberse pintado la piel... —¡Lo puede usar! ¡Se ve hermosa, enorgullécete de ella! —insistió Cindy. —¿Cindy? —Jared, estamos en camino —dijo Cindy. —Sí, ¿y sabes qué, Jared? —dijo Jordan, sin querer que Cindy tuviera que pelear su batalla—. Creo que seguiré hacia delante, y entonces no tendrás que preocuparte por mí haciendo cualquier cosa patosa o ridícula, como afirmar que las personas están siendo asesinadas... delante de tus amigos. Dicho eso, se apresuró hacia adelante, y estaba sorprendida cuando él llego corriendo detrás de ella. Él le echó al hombro una mano. —¡Jordan! Lo siento. No vayas a irte corriendo sola. Ella vaciló. No podía ver su cara, sólo sus ojos. Se parecía al viejo Jared. —Sabes, Jared, uno de los policías entró en la tienda de disfraces hoy y dijo que no era una idiota. Las cosas malas pueden ocurrir en cualquier parte. —Pero te saliste tanto de control con la contessa. No sabes quién es ella. ¿No entiendes? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Comprendo quién es ella, Jared, y lo que ella significa para ti. —No —dijo él. En ese momento, él sonó verdaderamente desgraciado—. No, en realidad no entiendes. No sabes quién es ella... —Voy a divertirme, y no voy a pensar acerca de tu contessa. La evitaré toda la noche. —Es poco probable que ella hubiera venido a esto —dijo él. —¿Demasiado común para ella? —A ella no le gusta demasiada multitud. —Bueno pues, entonces, estaremos bien, ¿verdad? Ella se sobresaltó cuando él repentinamente la abrazó. —Sí, estaremos bien. Pero Jordan, por favor, por favor, por mí... —No estaré todo el tiempo diciendo cosas malas acerca de la contessa o su fiesta. Simplemente le diré a las personas, si me preguntan, que temo que fue un poco macabro para mí. Él asintió, aliviado. Cindy llegó caminando, complacida de verlos llevándose tan bien. —Ya casi estamos. La tienda está en la plaza por el camino adelante. Jordan, tuvieron semejante gran entretenimiento el año pasado. Los bailarines... Son exquisitos. —¿Se cortan en pedazos el uno al otro? —preguntó, entonces deseó poder morderse la lengua. Cindy se rió... El sonido solamente un poco inquieto. —No... Son sexys. Eróticos. Están prácticamente desnudos y con cuerpos casi perfectos... ya lo verás. Ah, allí, mira en la multitud. Habían llegado a la plaza. Docenas de personas estaban formadas en línea, dando sus boletos para el evento al bufón guardando la entrada. Su cara estaba pintada de blanco y negro. Jordan clavó los ojos en el hombre cuidadosamente. Ella nunca lo había visto antes. Dentro de la gran tienda de campaña, había mesas puestas alrededor de un escenario. Por el momento, un grupo tocaba clásicos italianos con un toque de rock. Jared sugirió que encontraran una mesa mientras él iba por bebidas. Mientras iban en busca de espacios vacíos, se les acercó una reina enmascarada en un traje elaborado del terciopelo que brillaba con brillante iridiscencia. —¡Hola, hola! —¿Raphael? —dijo Jordan incrédulamente. Él se rió con placer. —Sí, sí, Vengan, tenemos una mesa por acá. Cindy, ciao, bella, vienes, ¿sí? —Jared va a venir —dijo Cindy—. Está consiguiendo bebidas... —Estupendo, estupendo. Tenemos vino en la mesa también, y asientos para todos ustedes. Raphael deslizó un brazo a través de los de Jordan conduciéndolas a la mesa. Anna Maria, sensacional en un ceñido traje egipcio, completado con tocado extraordinario y un áspid que parecía real, saltó a saludarlas. Lynn, aparentemente vestida como una fantasía de vestido bíblico, se levantó también, besando a Jordan en ambas mejillas, entonces saludó a Cindy. Había otros allí de la tienda, todos las saludaron, y un número de los clientes de la tienda y mercaderes, incluyendo a Justine, la linda joven francesa que diseñó las botas de Jordan, y una pareja de Gales que comerciaban estrictamente con piel. Era difícil discutir con la música de fondo; Y había un Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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imponente y amplio conjunto de lenguajes siendo hablados. Antes de que Jared siquiera regresara con sus bebidas, Jordan se encontró en la pista de baile con un caballero de siglo dieciséis. Mientras otras parejas los pasaban, se dio cuenta de que estaban susurrando sobre ella. Dio un suspiro de alivio cuando una joven bonita, obviamente americana, la golpeo ligeramente en el brazo. —¡Perdóneme, pero ese traje es fantástico! ¿Dónde lo consiguió? Balanceándose debajo del brazo del caballero, Jordan estaba encantada de poder decirle a ella. —Es de la tienda más maravillosa... —Iré a visitarlos mañana. Un momento más tarde, Raphael, sin importarle el hecho que él fuera una reina elegante, le cerró el paso al caballero. —¡Allora! ¡Conozco mis trajes! Todo el mundo ha indagado acerca de ti, y el traje, y la tienda. Ahora, ¿Estás complacida? —Estoy teniendo una tremenda cantidad de diversión. —Tendrás más diversión si vienes a beber tu champaña. Él la llevó de vuelta a la mesa, sacando una copa plástica para ella. Apenas la había tocado cuando la banda comenzó a tocar una vieja melodía de los Rolling Stones. —¡Vamos, vamos, salute! ¡Amo esta canción! Ella tragó la champaña, y se encontró de nuevo en la pista de baile. Una hora más tarde, había hablado con docenas de personas. Había paseado con Raphael para ver algo del arte exhibido en las paredes de la tienda de campaña. Había bailado, había observado el primer entretenimiento... un pianista con una mujer delicadamente perfecta encima de su piano de media cola, fijada en un alto poste brillante como si fuera de una caja de música. Ella estaba vestida en plisado blanco y rosa y llevaba un parasol, y sus movimientos eran tan perfectos como si fuera verdaderamente una muñeca de cuerda. Jordan aplaudió extenuantemente, sonriendo mientras Raphael silbaba admirativamente al lado de ella. El maestro de ceremonias habló, anunciando a la banda otra vez. Jared apareció, sin su máscara ahora, preguntándole a Raphael si podía robarse a su prima por un minuto. Él parecía tranquilo y relajado, y Jordan le sonrió mientras la banda cambiada a música swing. Ella había aprendido a bailar eso de Jared y Cindy años atrás, cuándo primero se habían hecho cargo de bailes de salón. —¿Divirtiéndote? —le preguntó él. —Sí, gracias, ¿y tú? Su sonrisa se hizo más honda. —Sí, lo estoy. Bastante diversión. Es... Simplemente un buen rato. —Un rato muy bueno. —Lo siento, Jordan. —Y siento pesar si te lastime de cualquier modo, Jared. No diré nada más, sino... tu contessa es extraña. —La contessa es diferente. —No diré cualquier otra cosa a menos que un cadáver aterrice a mis pies. —¿Jordan? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Jared. Ella frunció el ceño repentinamente. —Sé que piensa que soy sólo... Como asustadiza. Pero yo sé... —Shhh. Olvidémoslo. Es una fiesta. Y lamento haber insultado tu traje. Eres demasiado sexy. Como tu pariente masculino mayor, se supone que objete. Antes de que ella pudiera contestar, Raphael los interrumpió. Él llevaba copas de champaña para sí mismo y para Jordan. —¡Lo siento tanto, debes irte por tu cuenta y bailar con tu mujer! —le dijo a Jared—. La siguiente canción es una lenta. ¡Una versión italiana de Elvis Presley! —¿Ahora tengo que recibir órdenes de ti? —bromeó Jared. —Sí, esta noche soy una reina verdadera. Y bailo muy bien. ¿Tú? Tú estás regular. La reina demanda a la dama en vinil rojo. ¡Tú vete de aquí! Jared le guiñó el ojo Jordan y se marchó en busca de Cindy. Jordan lo observó irse, sonriendo, contento. Él parecía ser el primo que ella conocía y amaba otra vez. —¡Salute! —dijo Raphael. Ella se tragó la champaña como lo hizo él. Su cabeza repentinamente pareció dar vueltas. —¡Guau! ¿Qué tanto de esto hemos tenido? —¿En la mesa? —inquirió, entonces le ofreció a ella un encogimiento de hombros, luego una sonrisa—. ¡Molto, molto! ¡Ésta es una fiesta! ¿Y nosotros conducimos a casa? ¡No! Esa es la maravilla de Venecia. Él comenzó a cantar en conjunto con la versión extrañamente acentuada de la melodía de Presley. Entonces repentinamente se libró de ella. —¡El vinil! Se siente como si estuvieras a mil grados. ¿Deseas sentarte? Ella no se había dado cuenta de eso, pero estaba muy caliente. Le dirigió una sonrisa de agradecimiento. La llevó de vuelta a la mesa mientras el maestro de ceremonias anunciaba el siguiente entretenimiento y el cuarto se volvió oscuro excepto por un proyector en medio del piso. Su silla enfrentaba al escenario. Se quitó su máscara, alisando la humedad de sus mejillas y esponjando su pelo mientras observaba a una joven hermosa y perfectamente formada salir caminando en el escenario. Su traje era azul neón y casi completamente puro. Su pelo era largo y tan oscuro como la brea. Una cuerda de nailon colgó repentinamente del techo. Lentamente, sensualmente, la joven se acercó a la cuerda. La atrapó y trepó más alto con lisa agilidad. Envolvió el cordón alrededor de un tobillo, y a la música suave de flauta y violín, fue haciendo una serie de poses que eran ágiles y casi imposibles; Parecía ser tan ágil como si fuera un trozo de nailon ella misma, y su función era fascinante. Ella mantuvo una pose, y la música se oscureció. Un joven apareció en el escenario, llevando puesto un traje similar dorado neón. Él también capturo la cuerda, se unió a ella, y creó pose tras pose en el alambre, sus cuerpos creando visiones casi sobrenaturales. Entonces bajaron al piso juntos y empezaron un baile rítmico, acrobático. La música y la función suavizada por una sensualidad atrayente. Los movimientos de los actores se contenían de ser gráficos por su belleza y gracia consumada. Un perplejo silencio cayó sobre la audiencia. Ninguna servilleta era arrugada; Ninguna silla desordenada.
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Jordan se encontró tan traspasada ante los demás, pero en alguna parte del entretenimiento, cayó en la cuenta de una presencia detrás de ella, como un susurro en la oscuridad. Comenzó a dar vuelta, y se dio cuenta de que Ragnor estaba ahora en la silla de junto. La silla estaba cerca de ella. Sus ojos estaban en los bailarines, pero él supo que ella había notado su presencia. —¿Muy increíble, no es así? —murmuró. No pareció cambiar de posición, pero parecía aun más cerca. Tuvo la seguridad de que sus palabras fueron oídas sólo por ella. Él habló bajo; Su tono parecía profundo. Un toque de calor pareció ir a la deriva abajo de su nuca, como si fuera acariciada por su aliento. —Las capacidades de la mente humana y el cuerpo son asombrosos... cuando todas las avenidas son exploradas. Sus ojos estaban repentinamente en los de ella. Ella se encontró argumentando a favor del bien de eso. —Ellos son contorsionistas extraordinarios y bailarines que probablemente han practicado el baile y el movimiento desde que eran niños pequeños —susurró a cambio. Él sonrió lentamente. —¡Ah, allí habla la mente práctica! Excepto lo que crean con luz y música... Hay un poco de magia, ¿usted no lo diría? El calor que él había evocado pareció extenderse a través de ella. —Decía que son actores excelentes, y que el escenario está bien puesto, que la iluminación y música son maravillosas. —Así que usted no siente magia, ¿ningún tirón emocional? —Él no se había movido; Otra vez, pareció aun más cerca. —Naturalmente, considero que son bellos... —¿Puede sentir en realidad belleza? —¿Quizá usted podría jugar juegos semánticos con alguien más? —sugirió, pero entonces encontraba que le estaba dándole una respuesta. —Sí, usted puede sentir belleza. Como la belleza dentro de alguien, la belleza de un alma gentil, un gesto compasivo… Él estaba observando a los actores otra vez, una sonrisa pequeña todavía curvando sus labios. Ella dejó escapar un suspiro suave de irritación. —¿Y qué hay sobre la magia? —le preguntó a ella repentinamente. —¿Si siento magia? No —murmuró. ¿Fue eso magia? No, fue incomodidad, estar tan cerca, sintiendo su presencia como si la tocara, observando a los bailarines, el erotismo de cada movimiento sinuoso... la función era excitante; Se suponía para excitar. Ella se dio cuenta repentinamente del revoloteo de algunos abanicos antiguos alrededor del cuarto. Y una oleada de susurros. Las cabezas de los hombres se inclinaban ante sus esposas. O sus amantes. O los conocidos que habían hecho aquí, quizá hasta los desconocidos detrás de las máscaras. Si él la hubiera tocado, el instinto habría deseado que ella se apoyara contra él, para colocar una mano en su rodilla. Le habría gustado sus dedos en su nuca, acariciándola, el roce de sus nudillos contra su mejilla... No, más... Su ropa en el piso, sus manos en su pecho... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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El calor en el cuarto estaba aumentando. Ella se estiró atrás, buscando a tientas su champaña. Le habría gustado un galón de agua; Cualquier cosa fría serviría. Él procuró la copa para ella, pareciendo apenas moverse otra vez. El toque de su carne mientras le pasaba la copa a ella se sintió tan caliente como fuego azul. Ella tragó la champaña en un trago; Su cabeza comenzó a dar vueltas despiadadamente. Iba a balancearse en contra de él, a caer directamente en sus brazos mientras él parecía, con toda diversión, estar esperando. ¡Sus ojos estaban trabados en los de ella, risueños, seguros, extraños... sí! Las luces subieron; El cuarto estaba repentinamente vivo con una salva de aplausos. Jordan sujetaba su copa vacía de champaña. Su silla no estaba tan cerca de la de ella. Alrededor de la mesa las personas hablaban y se reían y Cindy estaba en los brazos de Jared. Su cabeza estaba inclinada en la de ella, y él susurraba algo que trajo un destello a sus ojos y la sonrisa más profunda para sus labios. Jordan se escapó de su silla, sobresaltando a Raphael, quien estaba sentado a su otro lado. —Veo a un amigo —mintió rápidamente—. Discúlpeme. Ella se apresuró, intentando alcanzar un bar y conseguir un gran vaso de agua. Antes de que pudiera pasar trabajosamente a través de las mesas en el lado del escenario, fue detenida por una mujer en ropa Renacentista que apareció de repente, tomando su brazo. Ella casi gritó en voz alta, pero la mujer habló rápidamente. —¡Jordan Riley! Soy Tiff. ¡Tiff Henley! Pensé que era usted cuando espié el traje, ¿pero tenía su máscara más temprano? Aplastante, realmente. ¡Digo, claro que sí absolutamente aplastante! —Tiff —murmuró rápidamente—. Claro está, hola, ¿qué tal? Se ve estupenda usted también. Hermoso traje. —Gracias, lo había hecho. Parece, sin embargo, muy ordinario junto al suyo. Pero entonces... — Detrás de su máscara, Tiff rápidamente le dirigió a Jordan una valoración arriba y abajo—… Bueno pues, parece hecho para usted, y con vinil, por supuesto, debe ser. Dígame, ¿es terriblemente caliente? —Oh, sí. Extraordinariamente así, hasta el momento. —Tal vez necesita un aire renovador... algo de agua. Por favor... Roberto, per favore, ¿acqua per Signorina Riley? Jordan con recorrió la mirada la mesa. Debería haber notado al policía, Roberto, de inmediato. Él se levantó ante la solicitud de Tiff, rápidamente sirviendo a Jordan una copa plástica de agua mineral de la botella que estaba en el centro de la mesa. Él le sonrió, diciéndole, "buenas noches," en inglés. —Buona sera —respondió, acogiendo la copa—. Y gracias. —¿Quizá le gustaría caminar afuera...? —inquirió él—. Está mucho más frío. —Más frío, Roberto —dijo Tiff, agradablemente intercalando el término correcto. —¿No necesita dejar su fiesta… —protestó Jordan. —Me gustaría un paseo —le dijo él. —¡Vaya, vaya! ¡Enfríese! —aconsejó Tiff, tratando de alcanzar su copa de champaña—. Quedamos con lo del café mañana, ¿verdad? —Sí, ciertamente —estuvo de acuerdo Jordan.
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Roberto la condujo a través de las mesas y afuera a través del laberinto de barricadas bajas que habían sido establecidas para el control del gentío justo más allá de la tienda. La luna estaba alta, y luz brillaba de la tienda, pero los edificios antiguos creaban a un mundo de sombras más allá de la extensión de la fiesta y el resplandor de la luna. Roberto pareció comprender el deseo por la luz que surgió dentro de ella, sin embargo, hizo una pausa casualmente junto a un banco de cemento en el centro de la plaza, y encendió un cigarrillo. Como él le indicó, Jordan tomó asiento. Él quedó de pie, pero colocó un pie en el banco y recargó un codo en su rodilla mientras le hablaba a ella. —No más... ¿dificultad? —le preguntó. Ella negó con la cabeza. —Ninguna en absoluto. —Estoy feliz. Amo mi ciudad. Venecia es bella. No hay ningún lugar como este en el mundo. —¿Usted ha viajado mucho? —No —admitió con una mueca de disgusto—. Pero he visto la TV... Y leo. Y ahora... está internet. —Es una ciudad hermosa —le aseguró ella—. La amo. Antes de que él pudiera contestar, ella lo oyó ser llamado desde atrás. Él se dio vuelta. Jordan estaba sorprendida de ver a otro de los policías de a otra noche, Alfredo Manetti. —¡Roberto, Señorita Riley! El oficial pareció haber olvidado su impaciencia con ella. Él alzó una mano, rápidamente indicando que ella no debía levantarse, y acomodo sus manos en sus hombros antes de besar sus mejillas. Ella asintió cautelosamente hacia él, sin devolver el gesto. Él le dijo algo rápidamente a Roberto, lo cual ella no captó en absoluto. —La señorita Riley tiene un momento maravilloso —dijo Roberto cuidadosamente en inglés. —Me alegro. ¿Le gustó el entretenimiento? —inquirió él. —Así es. Sin sangre y entrañas. —El baile de los artistas es realmente diferente. Divertido, bonito... para todo el mundo. Usted sabe, aunque ella lo niegue de arriba a abajo, creo que la contessa está aquí... Ella no admitiría pasar un buen rato con la canalla común, pero vi una Jezabel bellamente disfrazada allí esta tarde, y pienso que era la contessa... Visitando los barrios bajos, como usted podría decir en inglés. —Todo el mundo ama una fiesta —dijo Jordan. Ella se levantó—. Si ustedes me disculpan, creo que la fiesta está terminando. —Por supuesto, por supuesto —le dijo. Ella se volteó hacia Roberto. —Gracias por el paseo. Estaba mucho más frío aquí afuera. Ella no esperó por su respuesta, sino que volvió rápidamente a la tienda de campaña. El tomador de boletos se había quedado dormido en la puerta. Ella lo pasó, y se excusó mientras pasaba junto a la multitud de gente que no se había ido. Adentro, ella se sobresaltó cuando sintió una mano en su brazo. Era Lynn Mallory.
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—Jordan, recogí tu máscara. Todo el mundo estaba bailando, nuestra mesa estaba desnuda. Si la desocupaste por la noche, la llevaré conmigo. —Sí, gracias. ¿Te vas? —Hum, tenemos un día larguísimo mañana. El Carnevale sigue... y sigue. Lynn se veía cansada, pero feliz. —¿Dónde está todo el mundo? ¿Todavía bailando? —Creo. Jared y Cindy parecían recién casados... ¡Después de observar las acrobacias! Gracias a Dios que trajeron a un payaso y a un malabarista justo después... ¡Para esos de nosotros que vamos a casa solas! Anna Maria... creo que se ha ido, también. Por último vi a Raphael con otra reina. Estaban comparando trajes y joyas. —Gracias, entonces. Buenas noches. —¿Te veré mañana? —Seguro. Tomaré café en el palazzo de Tiff, pero estaré por ahí en algún momento de la tarde. Lynn le dio un saludo alegre y empezó a irse. Jordan estaba abriéndose paso trabajosamente por las mesas cuando sintió una mano en su brazo otra vez. —Usted se escapó. Era Ragnor. Ella reparó en que él había elegido vestir de negro otra vez, un traje de época de la era de la reforma inglesa... pantalones negro bombachos, zapatos negros con broches, una camisa negra de algodón y un chaleco acolchado. Su pelo parecía muy claro contra la oscuridad de su vestuario, pero la sombra azul celeste de sus ojos pareció casi hacer juego en la luz muda de la pista de baile. Él llevaba puesta una capa también, una capa encapuchada que parecía ser la base de la ropa en Carnevale. —Usted se escapó —repitió. —No me escapé. Estaba siendo cocinada viva en esto. Necesitaba salir. Mientras hablaba, ella se dio cuenta de que él la estaba conduciendo a la pista de baile. —Es tarde... —¿Usted quiere escaparse otra vez? Ella se encontró siendo conducida en un giro; La banda ahora tocaba música swing. Él parecía saber bien como bailar eso. —En verdad, es solamente tarde... —En verdad, creo que debería escapar. Vaya a casa. —Bueno pues, en verdad, me gustaría llegar al hotel... —Quise decir a casa. Los Estados Unidos. Su pequeña casa acogedora en el sur. Ella arqueó una ceja ante él. Por un momento, dando vueltas otra vez debajo de su guía, ella no tuvo aliento para contestar. Cuando lo afrontó otra vez, dijo: —Qué increíblemente rudo. —Temo que usted pueda ser una causa de problemas aquí —le dijo. —¿Puedo ser una causa de problemas? ¿Una mujer con poder y posición escenifica una horrible escena y yo puedo ser una causa de problemas? ¿Defiende usted a la contessa? —No. No la defiendo en lo más mínimo. Pero pienso que usted debería irse. No puedo imaginarme por qué terminó estando donde estaba cuando fue. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Era una fiesta. Fui invitada. Él agitó una mano en el aire. —Usted notará que muchos otros que conoce no estaban en ese salón de baile. —¿Cómo sabe dónde estaba? Usted dijo que no estaba allí. —La historia está en toda Venecia. —Así es lo que he escuchado. Pero eso está en el pasado... —¿Lo está? La policía la observa. —Bien. No hice nada malo. —Pero ha enojado a la contessa. —Usted sabe, que a mí en realidad no me importa un carajo. —Debería. —Soy una americana. No nos comportamos servilmente ante la nobleza europea. Él estaba meciéndola fuera de la música; Podría ser el momento perfecto para simplemente zafarse de su agarre y seguir. Pero no hubo tal cosa como zafarse de su agarre. Sus manos eran grandes, sus dedos largos. Tenían una fuerza sorprendente, tanto que él pareció olvidar el hecho de que ella había tenido la intención de escapar. Se preguntó cuando terminaría la canción. Por supuesto, podía ser realmente ruda y sólo dejar de bailar. Entonces él se vería forzado a dejarla ir. —Recibí la impresión de que a usted le desagradaba la contessa —dijo ella—. Pero supongo que su opinión le importa a usted tanto como a los otros. —En lo más mínimo. —Entonces... —Usted simplemente debería ir a casa. Podría haberse puesto en peligro. —¿Por qué? ¿Es la contessa una especie de mente criminal maestra? —¿En mi opinión? Sí. —Estoy segura de que estoy perfectamente a salvo. Como usted notó, la policía parece estar donde yo estoy. —No estoy del todo seguro de que usted quiera confiar en la policía. —¿Está diciendo que la policía son criminales, también? —Nunca diría tal cosa. —¿Entonces exactamente qué está diciendo? —Que usted está corriendo peligro; ¡Vaya a casa! —¿Por qué estaría corriendo peligro? —Porque usted es muy frágil. Ella dejó de bailar. Firmemente mantuvo su posición, sin intentar apartarse, pero sin moverse. —No soy alta, concedido, y no tengo mucho peso, pero le aseguro, que estoy lejos de de ser frágil. —Tengo entendido que usted está sufriendo una pérdida reciente —Lo que no ha desquiciado mi mente, señor. Estaba comprometida con un policía, un buen hombre, asesinado por criminales de carne y hueso... personas por quienes él tenía empatía y Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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aprecio. Si él hubiese sido un poco menos preocupado por el valor de cualquier vida, no estaría muerto ahora. Era un policía, no un adivino, o un místico. Él fue asesinado. Por consiguiente, sé que existen personas muy malas, que los seres humanos pueden ser monstruos. Creo que son mucho más laxos aquí, que debería haber una investigación mucho mayor de los entretenimientos de la contessa que lo que he visto. ¡Eso no me hace frágil! —Su insistencia de que algo ha ocurrido es lo qué la pone en peligro —le dijo. —Así que si algo ocurrió realmente, ¿sólo debería olvidarlo? —Usted sólo debería ir a casa, en el primer avión posible. Debería dejar a esos que saben lo que hacen, lidiar con los asuntos aquí. —¿Así que hay asuntos con los cuales lidiar? —demandó. Él suspiró profundamente con irritación, un sonido que fue casi un gruñido. —No hay nada que le deba preocupar a usted. —¿Discúlpeme? —No hay nada que usted pueda hacer. —¿Hay algo que usted puede hacer? —inquirió. —Confíe mí, Miss Riley, sería más conveniente si usted fuera a casa. ¿Ha perdido a alguien recientemente? —Ha pasado un año. No estoy demente por la pena. —Quizá es susceptible a los miedos y las pesadillas. —¡No lo soy! ¿O lo era? El maniquí había clavado los ojos a través de los ojos de Steven... —¡Sólo vaya a casa! —dijo coléricamente—. ¿Usted está causando un peligro mayor... —¿Para quién? —¡Vaya a casa! Ella no necesitó apartarse de él. La música se había detenido. Él dejó caer sus manos y se alejó sin otra palabra. Anonadada... y furiosa con ella misma por quedarse con él en la pista de baile tanto tiempo como lo hizo... volvió rápidamente hacia la mesa donde ella y su grupo habían estado sentados. Ella esperó allí por un minuto cuando el maestro de ceremonias anunciaba el último baile de la tarde en varios lenguajes. Buscó en la pista de baile desde donde estaba parada, pero no vio señal de Jared o Cindy. Se sentó por un momento. Jared y Cindy no iban a dejarla. Tamborileó sobre el mantel. El sonido del último baile lento se desvaneció. La conversación y la risa suave todavía podían oírse en la tienda de campaña, pero la banda había dejado de tocar y hasta los más recalcitrantes estaban cansadamente partiendo rumbo a la salida. Jordan se dio cuenta de que Jared y Cindy debieron haber pensado que ella se había ido, probablemente con el grupo de la tienda Arte Della Anna Maria, cuándo habían visto que su máscara había sido recogida de la mesa. Ella estaba por su propia cuenta. Se puso de pie, buscando alrededor a Tiff o a Robert, pero la mesa donde habían estado sentados estaba vacía también. Oh, bien, ella había caminado hasta aquí. Podría regresarse caminando.
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Se unió a la excitante multitud. Sabiendo la dirección general de la cual habían venido, empezó a caminar por ese camino, contenta de ver que la mayor parte de las personas parecía dirigirse en la misma dirección. Un caballero en armadura casi se estrelló en ella. Él se deshizo en excusas, casi tropezando. Lo ayudó a enderezarse, tambaleándose con el olor de whisky en su aliento. —¿Quieres unirte a nosotros para tomar una copa? —le dijo torpemente. —Gracias, pero no gracias... temprano en la mañana —mintió. Y se apresuró delante. Yendo debajo de un pasaje abovedado entre dos edificios del siglo XV, ella apretó su paso hasta que ya no podía oír el rechinido del caballero. Llego a una bifurcación en la senda, un camino conduciendo sobre un puente a otra isla, el otro conduciendo de nuevo tierra adentro. Ella hizo una pausa, tratando de recordar cómo habían llegado, qué señales había visto. Venecia era histórica, maravillosa, bella. Para en la visita distraída, sin embargo, llegada la oscuridad profunda, todo eso se parecía. —¡Qué mierda! —juró en voz alta. Algo revoloteó junto a su oído; No un insecto, algo más grande. Ella fue consciente del ondeo de alas. ¿Un murciélago? Ella sintió a su piel comenzar a gatear. El puente. Ese al menos la apartaría del viejo edificio a su derecha, una grande pero derecha estructura con una fachada desmoronándose que aparentemente albergaba murciélagos. Ella se apresuró sobre el puente y a lo largo de un camino. Las tiendas estaban todas cerradas por la noche. Miró con atención a las ventanas oscurecidas, intentando decidir si había venido por ese camino o no. Si tan sólo pudiera regresar a la Plaza de San Marcos, podría encontrar el camino. Si ella sólo pudiera encontrar a alguien que le señalara esa dirección, estaría bien. Vio una señal en un edificio adelante y se apresuró hacia ella. Una flecha señalaba a su izquierda con las palabras "San Marco" impresas encima de ella. Por supuesto, eso sólo podría significar la isla, pero al menos, llegar a la isla sería un principio. Una vez allí, claro está, encontraría sendas sinuosas, plazas y puentes también, pero esperanzadamente, vería algo familiar... o descubriría otra señal. Ella siguió la dirección de la flecha a través de otro pasaje abovedado entre edificios. Volvió la mirada atrás para asegurarse a sí misma que había venido por el camino correcto. Los edificios lanzaban sombras profundas en los pasillos debajo de la luz de la luna. La luna misma se estaba volviendo una esfera azul oscurecida en el cielo de noche mientras las nubes iban a la deriva debajo de ella. Se sobresaltó, parándose en seco en sus huellas, mientras la longitud de sombra pareció extenderse desde los edificios a través de la plaza que acababa de cruzar. Algo pasó volando cerca de ella otra vez, lo suficiente cerca como para enredarse en su pelo. Dejó escapar un jadeo sorprendido. Murciélagos. Esta vez tocándola. Ella corrió hacia adelante, negando con la cabeza, sintiendo la primera sensación de miedo real. Criaturitas sucias, bombardeándola por la noche. ¡Pero sólo eran murciélagos!
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Se detuvo otra vez, sacudiendo la cabeza, respirando profundamente. ¿Por dónde tenía que correr? Delante de ella estaba otro pasaje abovedado. ¿Era ese uno de los que ella ya había caminado por debajo? No. Otra vez... Alas... Volando cerca, sin tocarla; Instintivamente se agazapó. Esta vez, las alas parecieron susurrar. Siseos, advertencias, sin formar palabras, pero sonidos que parecían hacer eco y revolotear con peligro... Ella corrió, apresurándose debajo del arco. Se topó con otro pequeño puente que atravesaba un canal pequeño. Podía ver a lo largo del agua otro puente. Alguien estaba allí. Una figura... un hombre. En una capa de dottore y una máscara. —¡Jared! —gritó. Él estaba allí, esperándola. —¡Jared! —llamó de nuevo. Nunca había estado tan complacida de ver alguien en su vida, pensó mientras él le hacia un gesto barredero, indicándole que debería llegar por ahí. Entonces él se movió, cruzando el puente. —¡Jared, un momento, maldito seas! —gritó. Corrió sobre el puente, entonces tropezó con el descanso de guijarros. A pesar de su esfuerzo desesperado por impedir una caída, cayó. Jurando, maldijo sus botas rojas de piel de tacón alto y se miró la pierna, sintiendo un dolor en su rodilla pero esperando no haber destrozado el traje de vinil alquilado. Mientras miraba sobre su traje indemne, se encontró clavando los ojos en el suelo. Para asombro de ella, una sombra pareció barrer en dirección a ella. Sin atención de su rodilla, se puso de pie y corrió. Ella se volvió. La sombra pareció haber aumentado del suelo, para convertirse en una forma real en la senda. Continuó corriendo, tratando de encontrar la calle que la llevaría adelante al otro puente. Un revoloteo de alas repentinamente pareció rodearla. Murciélagos... Sombras... Otra vez, el siseo. Revoloteando. Habla que no era habla. Sombras susurrando... Corrió más rápido, saliendo precipitadamente en una plaza iluminada. Ella podía ver la ruta hacia el otro puente. Estaba vacío ahora. —¡Jordan! Pensó que oyó su nombre ser llamado. No, susurrado, agitado por alas de murciélago. Una brisa estaba recogiéndolo. La podía oír, moviéndose rápidamente por ella. —¡Jordan! Ella miró adelante. Un puente más grande surgió amenazadoramente delante de ella. Él estaba allí. Jared. O un hombre, una figura, en un traje de dottore. —¡Jared, maldito seas! Ella oyó el pánico en su voz. Corrió rápidamente hacia el puente. Jared fue sobre él. Parecía que había bajado a la ruta más oscura delante de ella. —¡Maldito seas, Jared, espera! Comenzó a correr otra vez, diciéndose a sí misma que no volviera la mirada atrás. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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No podía evitar hacer eso. Las sombras parecían danzantes, serpenteantes alrededor de las fachadas de los edificios, así como también las rutas entre ellos. Esas sombras traspasaban los límites, moviéndose velozmente, como si ellas también corrieran, como si llegaran y la alcanzaran, y ella fuera tragada en la oscuridad. Entró casi corriendo a una calle sin salida, a duras penas deteniéndose de estrellarse directamente en una pared. Regresó. Las sombras casi la arrinconaban. Tenía que librarse de esa calle sin salida antes de que las sombras la cubrieran; De alguna manera, sabía eso, lo supo por el miedo desnudo que ahora proliferaba en ella. Atravesó velozmente el espacio hacia la senda de la que se había desviado, a duras penas haciéndolo antes del estiramiento de la sombra. —¡Jordan! Ella pensó que oyó su nombre otra vez. Un revoloteo, y ahora, un sonido de risa, risa profundamente ronca, ni masculina ni femenina, solamente... Malvada. Revoloteando, riendo, sonidos, susurros. Ella se paró. Las sombras ahora parecían tocar y bailar en las fachadas delante de ella. Graciosas, un barrido de oscuridad, rodeándola. Por un momento estaba atravesada, difícil decirse a sí misma, en alguna parte profunda en la lógica de su mente, que esto no podía estar ocurriendo. Las sombras eran no más que una obstrucción de luz. Los susurros, siseos, revoloteos... La risa, no estaba más que en su imaginación, sonidos de noche cobrando significados nuevos mientras ella dejaba paso al pánico. Pero las sombras parecieron tomar forma. Como bailarines sobre las paredes. Ella sintió un empujón repentinamente. Y tuvo la seguridad de que claramente oyó la palabra “¡Ve!”. El instinto la movió otra vez. Corrió en la dirección que había sido empujada. Una cacofonía de susurros pareció aumentar detrás de ella. Un revoloteo, la respiración, el siseo. Ella corrió y corrió. Una sombra se levantó delante de ella. Ella se estrelló directamente en esa. Oyó un barboteo feroz en italiano. Un anciano se levantó, negando con la cabeza, estabilizándola mientras ella casi se tropezaba inesperadamente con él. Él dijo a algo de "Carnevale" y algo obsceno acerca de los "¡turistas!" Jordan apenas pudo disculparse, en cualquier lenguaje. —¡Piazza San Marco! —dijo—. ¡Per favore! El hombre viejo señaló. Ella asintió con la cabeza y le agradeció. Corrió otra vez, entonces vio que estaba en la ruta que conducía directamente a la izquierda del Danieli... esa dejaba salir al área bien iluminada que bordeaba el Canale Santa Maria della Salute. Emergió a la luz. Allí, en el pasillo ancho delante del agua, estaban otras personas. No muchas. Una pareja deambulando debajo de la luna azul. Un trío esperando en una parada del vaporetto. Un propietario de un restaurante, haciendo la limpieza delante de su café. Ella dejó de correr, se dobló hacia adelante, recobró su aliento. En segundos, a la luz, recobró un sentido de cordura.
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Había estado perdida y confundida. Un murciélago se había metido en su pelo. Había entrado en pánico, y había corrido como una idiota, y se había lastimado, pero ahora estaba a salvo. Se levantó y sintió un dolor punzante en su costado por la corrida, y sintió el dolor en su rodilla. ¡Maldito Jared! ¡Él la había esperado, pero no lo suficiente para que lo alcanzara! Él no había estado preocupado, se dijo a sí misma. Probablemente no se había dado cuenta de que ella estuviera perdida, o respecto a eso, asustado. Se estiró y volvió la mirada atrás. Si el anciano estuviera todavía afuera en el camino, le daría un saludo de agradecimiento. El anciano no estaba allí. Se quedó sin aliento de nuevo. A la luz de la luna, vio a un lobo. Un enorme lobo plateado, sentándose en el centro del camino. Aún mientras observaba, el lobo se elevó a la altura de las extremidades. Los ojos brillantes extraños parecieron volver la mirada de nuevo hacia ella en la noche. Entonces el lobo se dio vuelta y desapareció en las sombras.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0055 Entrando en el Danieli, Jordan vio que algunos noctámbulos estaban todavía en el bar del vestíbulo. Las mesas en el bonito vestíbulo y el área del bar estaban ocupadas por parejas y grupitos. Ante uno de los sofás de época que flanqueaba una alfombra persa, Jordan vio a Jared y a Cindy. En una mesita de café enfrente de ellos había tazas vacías de expreso. Los dos estaban tête-à-tête, aparentemente sintiéndose ambos aletargados y románticos. Jordan estaba a punto de acosar a Jared, diciéndole que debería haberla recogido, cuándo contempló su taza otra vez. Vacía. Él estaba recargado en el respaldo del sofá, su brazo alrededor de su mujer, su máscara arrojada al piso junto al sofá. —¡Jordan! —Cindy se enderezó, entonces se paró—. Estaba comenzando a preocuparme por ti. Supimos que te habías ido con la gente de Anna Maria, pero la fiesta hace un buen rato que se termino. —No me fui con el grupo de Anna Maria —Jordan les dijo. Un camarero revoloteó cerca, sonriendo agradablemente. —Última llamada, Jordan, si se deseas cualquier cosa. Ellos tienen expreso descafeinado. —Té, gracias, algo como un desayuno Inglés —Jordan dijo, sentándose enfrente de Cindy y Jared en un sillón ricamente tapizado. Cindy se sentó otra vez, clavando los ojos en ella. Jared se inclinó hacia adelante frunciendo el ceño. —¿Dónde estabas? —Él preguntó—. Sabía que no deberíamos habernos ido. Pensé que habías tomado tu máscara y te habías ido. De hecho, estaba furioso contigo por no decirnos que te ibas. —¿Os fuisteis juntos? —Jordan preguntó. —Por supuesto —dijo Cindy. —¿Hace tiempo que regresasteis? —Por lo menos media hora —Cindy le dijo. —¿Estás bien? —Jared preguntó. Él sonaba ansioso. —Estoy bien. —¿Pero no estabas con la gente de la tienda de arte? —Cindy preguntó. Jordan negó con la cabeza, observándolos. —Pensaron que me fui con vosotros; Vosotros pensasteis que me fui con ellos. —¿Pero dónde estabas? No estabas en la tienda de campaña cuando salimos —dijo Jared. —Me topé con dos de los policías. El ceño fruncido de Jared se hizo más hondo. Antes de que él pudiera decir cualquier cosa, Jordan agregó: —No te preocupes. No hice acusaciones contra nadie. Fue encantador y completamente cuerdo. Sólo hablamos del baile de los artistas... y la belleza de Venecia. Y, por supuesto, el calor del vinil. —Estás estupenda —Cindy dijo, sonriendo. Jordan le sonrió de regreso. Cindy era una amiga maravillosa. Compasiva cuando necesitaba un defensor y agradable cada pequeño cumplido. —Gracias.
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—Estupenda, pero demasiado provocativa —Jared dijo, sonando distraído, un ceño fruncido todavía surcando su frente. —¿Regresaste sola? Digo, ese es un traje definitivamente rojo, y estoy seguro de que las calles estaban llenas de lobos esta noche. —De hecho, creo haber visto a un lobo a lo largo del camino. —No vi ningún traje de lobo esta noche, ¿lo viste tú Jared? —Cindy preguntó. Jordan optó por no mencionar el hecho que ella pensó que había visto un lobo real. —Ningún lobo —él estuvo de acuerdo—. Aunque parezca mentira, vi a un mono gigante. Jordan, lo siento. Nunca te habríamos dejado. Como Cindy dijo, estaba un poco contrariado, preocupado, y enojado... Pensando que sólo te fuiste de pronto sin decirnos. Ella negó con la cabeza. —No habría hecho eso. —Pero llegaste bien a casa —Cindy dijo. Ella alzó sus manos. —Estoy aquí. —Sonrió un agradecimiento para el camarero mientras él traía su té. Inclinándose hacia adelante para servir el té, ella le dijo a Jared—. De hecho, estaba lista para venir aquí adentro y gritarte. Creo que me tomó más tiempo para regresar porque seguí al dottore equivocado. —¿Qué? —preguntó. —Cuando salí, confundí las calles. Entonces vi un dottore adelante. Pensé que eras tú, y que sólo no estabas esperándome. —Hemos estado justo aquí... no pudo haber sido Jared —dijo Cindy—. Jordan, el traje del dottore es uno de los más comunes en la ciudad. Lo siento tanto... espero que no te hayas asustado. —Oh, de ningún modo —Jordan mintió despreocupadamente. Un fuego brincaba y crujía en la chimenea. La conversación baja llenaba el vestíbulo. Un conserje permanecía detrás del largo escritorio delante de la puerta principal, y varios recepcionistas estaban todavía de servicio detrás del mostrador perfectamente pulido. La sensación de... normalidad era la prevaleciente en el vestíbulo... No sólo normalidad, sino comodidad y calor... Así que era fácil de creer que estaba dejando a su mente se desenfrenarse. ¿No había visto la cara de Steven en un maniquí hoy? —¿Así que lo pasaste bien? —Cindy preguntó. —Sí, lo hice. La gente de la tienda Arte Della Anna Maria es maravillosa. —Lo son —Cindy estuvo de acuerdo. Ambos Jared y Cindy se mantuvieron clavando los ojos en ella; Jared escépticamente, como si dudara de que ella estuviera en realidad relajada y cómoda. —Nunca deberíamos haber ido —él murmuró. —Oír, estáis aquí, estoy aquí. Y vosotros deberíais ir a la cama —dijo Jordan. Ella señaló a sus pequeñas tazas vacías—. Iros a la cama. —Te esperaremos —dijo Jared. Ella negó con la cabeza firmemente. —Estoy bien. Terminaré mi té y subiré. Tengo mi propio cuarto, tengo más de veintiuno, he andado de juerga por las calles sola en la oscuridad, y seguramente puedo abrirme paso subiendo las escaleras hasta mi cuarto. —¿No necesitas beber tu té sola? —Cindy comenzó. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Vayan! —Jordan dijo firmemente—. Me gustaría relajarme un poco. Cindy se levantó; Jared se unió a ella más lentamente. —¡Iros! —Jordan repitió. —¿Estás segura de que estás bien? —dijo Jared. Ella le dio un vasto suspiro de impaciencia. —Bien. Me divertí en grande. Sólo voy a beber mi té e irme a la cama. Cindy la besó en la mejilla y tiró fuertemente de la mano de Jared. Él la siguió detrás de ella, todavía observando a Jordan mientras se dirigía hacia las escaleras detrás del escritorio de recepción. Cuando se fueron, Jordan se recostó en su silla. Se alegró de que hubieran escogido asientos cerca de la hoguera de la chimenea; A pesar del calor que había sentido en su vinil más temprano, la excursión a casa le había dado un escalofrío. Ahora el calor natural del fuego pareció envolverla, y era reconfortante. El camarero hizo una visita para recoger las tazas. Él le dirigió a Jordan una sonrisa. Ella le sonrió de regreso, entonces se inclinó hacia adelante. —Scusi... ¿hay algunos lobos en Venecia? —preguntó. —¿Lobos? Ella buscó en su mente por la palabra en italiano. —¿Lupo? —Lupo, lobo, si, entiendo, signorina. —Él sonrió, negando con la cabeza—. Perros grandes, sí, personas que tienen perros grandes, aun en pequeños apartamentos. Pero lobos... —Él se encogió de hombros—. No, signorina, ningún lobo. ¿Por qué? —Pensé que vi a un lobo en la calle. Él le dio a ella una sabia inclinación de cabeza. —Hay muchos lobos en Carnevale, signorina... afuera para aullar cuando pueden esconderse detrás de una máscara, ¿sí? Ella sonrió abiertamente, negando con la cabeza. —No de la clase humana. Un lobo real. —Un perro grande, signorina. —Sí, probablemente. —Las personas calle abajo... Tienen a dos perros esquimales. Y abajo junto al restaurante de pescado, tal vez unos cuarenta y cinco metros sobre el puente, hay un hombre que posee un malamute. Un perro grande, grande que se parece demasiado a un lobo. —Por supuesto, gracias, eso debe haber sido. Él asintió, complacido de haber sido de ayuda. Ella se levantó. —Buona notte, signorina —la dijo. —Grazie, buona notte —le dijo, y se dirigió a subir las escaleras. Una vez dentro de su cuarto, se resolvió a cerrar su puerta. Caminó a través del cuarto hacia las ventanas y vio que aunque habían sido cerradas, las contraventanas que abrían hacia la banqueta y el canal de debajo habían sido dejadas abiertas. Ella abrió la ventana, tratando de alcanzar las contraventanas, pero hizo una pausa.
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Durante el día, ella podía mirar afuera y ver la actividad febril de tráfico humano en la amplia acera delante del hotel; Podía ver el pasar del canal y la basílica majestuosa más allá. Inclinándose mucho más fuera, podía ver los pilares delante del Palacio del Dux y la Piazza San Marco. Ahora... la noche estaba quieta. Parecía que hasta el último de los parranderos se había ido a la cama. A punto de cerrar las contraventanas, vaciló, y tomó un asiento adelante de la ventana. Le gustaba su cuarto aquí. La cama estaba colocada atrás en una sección del cuarto que estaba dividida del área de descanso por colgaduras sujetas con cordones dorados. Había una ventana en el área con la cama, y la ventana aquí. Una vista de película era ofrecida desde cada ventana. El cuarto estaba provisto con antigüedades bien cuidadas. Cada noche cuando entraba, había una bandeja de fruta de temporada y agua mineral esperando por ella. Abrió el agua y regresó caminando hacia la ventana. Se sentó en la silla no obstante y se quedó mirando afuera, escuchando el arrullador lamer del agua contra los muelles más allá. El té había sabido bien; El agua estaba mejor. Había bebido demasiada champaña esta noche. Recargándose, cerró los ojos y dejó al viento frio soplar suavemente sobre ella. La sugerencia de Ragnor mientras bailaban atravesó su mente. Tal vez debería irse a casa. Steven Moore se había unido a la fuerza policial como un investigador de homicidios justo cuando la ciudad y el distrito vecino habían estado plagados por una serie de asesinatos de culto extraños. La gente de Charlestón había estado profundamente preocupada... no era tanto que sus ciudadanos líderes fueran desapareciendo, sino que los de Charleston tendían a ser a la vez de la vieja guardia, así como también preocupados con ser progresistas. La ciudad era bella: El área de Battery tenía patios y casas de antes de la guerra, parques públicos ofrecían maduros árboles y jardines, y al este estaba el trémulo Atlántico. La ciudad era rica de historia, desde revolucionaria a los tiempos de la Guerra Civil, y todavía se esforzaba por moverse hacia el futuro. Había problemas, sí. Moverse hacia el futuro no era fácil. El profundo sur llevaba una gran cantidad de equipaje, así como también hospitalidad y encanto tradicional. Pero tales sucesos extraños y extraordinarios... El campo que rodeaba la ciudad era también rico en ruinas y marismas. Primero, los restos descompuestos de una joven se encontraron en el sótano de una finca condenada por el río; Poco más que los huesos fueron encontrados. Ni un retazo de ropa fue descubierta cerca de los restos, ninguna señal de la causa de muerte. La oficina del médico forense eventualmente envió los restos al FBI; los huesos dijeron su edad y su raza... de dieciocho a veinticuatro, blanca. Ella no se había hecho trabajo dental en absoluto y había muerto con los dientes perfectos. Más tarde, el rumor echó a andar sobre la Casa Cámara, una mansión Colonial abandonada justo afuera de la ciudad. Fueron vistas luces, música extraña fue escuchada, y los niños de las granjas vecinas juraron que habían oído risas y cantos. La casa fue investigada; Personas ciertamente habían estado viviendo en ella. Restos de fuegos fueron encontrados, junto con botellas, mantas, y la parafernalia de cocinar... Incluyendo un asador George Foreman. Personas sin hogar habían establecido residencia, eso fue lo que apareció. Pero entonces otro cuerpo fue encontrado. Este no se había corrompido tan completamente, y había marcas extrañas encontradas en los restos de carne. Los dientes de esta chica habían estado plagados de caries; Sus restos fueron rastreados para ubicar un informe de personas desaparecidas archivado en
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Columbia seis meses antes. Steven acababa de asumir su puesto con el departamento de homicidios. Él había estado entre los oficiales que encontraron los restos. El siguiente cuerpo se encontró en un molino abandonado. Esta vez, las huellas digitales en una botella de cerveza fueron rastreadas hacia un tipo local del tipo rudo de la escuela secundaria que se convirtió en un niño gimoteante en las manos de las autoridades juveniles. Él contó historias extrañas de un culto que adoraban al diablo, de un gran maestro que exigía que él y otros atrajeran a las jóvenes mujeres... chicas preferentemente sin hogar y fugitivas... a los lugares designados. El chico juró que él no participó en los asesinatos, ni podría reconocer a los líderes del culto. Al hablar con la policía, sin embargo, él repentinamente cerró la boca. Ninguna cantidad de presión lo pudo obligar a hablar. Fue encontrado muerto en su celda en el vestíbulo de detención juvenil. Él había agarrado una navaja de barbero, y había cortado su propia garganta. Jordan había encontrado a Steven en un restaurante local. Él inmediatamente había captado su atención con su preocupación profunda por el joven que había tenido un pasado con altibajos, pero era todavía un niño. Ella había comenzado a hablar con él sobre café; Ella había accedido a una cita. Su dedicación para su trabajo era admirable; Su habilidad para mantener su trabajo y el resto de su vida balanceada lo era aun más. Él estaba a menudo de guardia, pero a Jordan no le importaba. Ella siempre tenía trabajo que hacer, un libro que leer, y Charlestón era su ciudad... tenía amigos, y le gustaba el cine, el teatro, los museos, y todo lo demás que la ciudad ofrecía. Sus padres le habían dejado a ella una casa cerca de Battery donde ella tenía una hamaca de lona debajo de una magnolia gigante. Se acostaba allí, leyendo y esperándolo a que viniera. Ella todavía podría oír la reja de hierro cuando el portón se abría y él se metía calladamente en el jardín, tocaría su pelo, su mejilla, y se acostaría al lado suyo. Él le había pedido que se casara con él en esa vieja hamaca. Ella realmente no lo había conocido tanto tiempo, ni siquiera seis meses, pero entre sus otros atributos, él había sido un amante increíble, y nunca se le había ocurrido rechazarlo, aun cuando la velocidad de su pregunta la divirtió algo. Jared y Cindy les habían hecho una maravillosa fiesta de compromiso, justo antes de Navidad. Hicieron sus planes. Tendrían un gato y un perro, tal vez aun un pájaro en el jardín. Un niño, una niña. Se rieron mientras hablaban de nombres, desde el tradicional al extraño. Se hicieron bromas el uno al otro acerca de volver a pensar todo eso si debían tener a dos niños, o dos niñas. Si no podían usar un nombre que les gustara para un niño, sólo tendrían que conseguir otra mascota. Entonces, luego de la Navidad, otro cuerpo fue encontrado. En el área de la marisma, la descomposición pudo establecerse asombrosamente rápido; Un cuerpo reducido a poco más que huesos en pocos días. Los animales e insectos podían encargarse de eso. Esta vez, los médicos forenses encontraron marcas de corte en las vértebras del cuello, y la policía supo que el culto no se había desvanecido, sino que sólo estaba en un perfil bajo. El FBI fue mandado llamar para ayudar en la investigación persistente. Huellas de llantas fueron encontradas cerca del pantano; El vehículo usado para echar el cuerpo había sido una camioneta modelo nuevo. Un cuchillo encontrado cerca del sitio fue rastreado hasta el nuevo dueño de una camioneta Ford. El hombre, sin embargo, y su camioneta, habían desaparecido. La búsqueda tuvo lugar.
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La última vez que Jordan vio a Steven vivo, él se había detenido junto a la casa para decirle que estaba ansioso por un indicio, que estaría tarde, muy tarde de regreso en casa. Él trabajaba muchas horas diarias, pero eso nunca la había molestado porque era fácil que ella ajustara su plan de trabajo. Él tenía su propia llave de la casa. Podía entrar y despertarla cada vez que él quisiera. Pero él no regresó. Esa noche, hubo un fuego en un granero abandonado y destartalado. A través de la noche, los bomberos trabajaron desesperadamente para poner bajo control las llamas, pero había sido creado a través del trabajo de un incendiario bien planeado. Cuando el fuego fue finalmente apagado, ocho cuerpos, irremediablemente achicharrados, fueron descubiertos. Semanas más tarde, los especialistas forenses tenían los restos clasificados. El cuerpo de Steven fue el primero en ser identificado, la hebilla de su cinturón no se había quemado completamente y su distintivo apenas había sido chamuscado. Entre los demás estaban dos oficiales de apoyo, una prostituta de veintitrés años de edad, la última víctima del culto, y cinco integrantes del culto. Uno de ellos fue identificado, a través de los registros dentales, como el dueño de la camioneta Ford. Juntando la evidencia, la policía y FBI dedujeron que Steven y los demás habían esperado sorprender a los integrantes de la secta. Un tiroteo había tenido lugar, y el keroseno, tenido en mente para destruir la escena del crimen, se había encendido. Las velas que habían sido colocadas alrededor de la víctima habían provocado las llamas, y el granero se había encendido como un yesquero. En su pena, Jordan supo que Steven habría sentido que su vida era un trueque justo por haber destruido algo tan atroz como la secta que había tomado tantas vidas jóvenes. Eso no cambio el hecho del que él había muerto. El viento frío entrando le recordó el último invierno que habían pasado juntos. Ella casi podría oír el rechinido de la hamaca en el jardín, donde ella tantas veces se había abrigado bien y esperado, sin tener en cuenta el clima. Calma. .. Jordan no estuvo nunca segura de cuando fue a la deriva de la conciencia al sueño, o cuándo los recuerdos se tergiversaron para convertirse en la sustancia de los sueños. Sintió que era ligera como el aire. Ella estaba en la hamaca, y era invierno; Había nieve en todas partes. Pero la nieve no estaba fría; Era suave, y sin dirección, y ni aun mojada al tacto. No era nieve, sino nubes, ella notó, y repentinamente, él estaba pasando en medio de ellas. Steven. El pelo oscuro en una melena garbosa, ligeramente despeinado como tantas veces estaba. Él tenía una sonrisa tímida, como si llegara tarde, pero tuviera una buena excusa, y supiera que ella entendería. Quiso saltar de la hamaca y saludarlo, pero estaba demasiado aletargada para hacer eso. Él estaba llegando a ella. Llegaba a la hamaca, quizá se deslizó detrás de ella. Ella sentía su aliento en su nuca, y sus dedos deslizándose debajo del cuello de su suéter. Él estaba allí con ella. —Has dejado atrás la hamaca —él murmuró. —Demasiado frío, es invierno —ella susurró. Pero sus dedos estaban calientes; Más calientes que el vinil, más caliente que observar a los bailarines acrobáticos... —No es nunca frío, donde tú estás —él le dijo. Ella necesitaba hablar. Quería decirle que había visto sus facciones en la cara de un maniquí. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Pero él no estaba allí más ya. Él estaba adelante de ella en la nieve otra vez. No nieve, nubes; Él estaba caminando y caminando, llegando a través de las nubes, pero no parecía capaz de alcanzarla. —Te amo, Jordan. —Te amo, también. Te extraño. —Regresaré a ti, Jordan. —No puedes Steven —ella susurró suavemente. Ella no dijo más; En el sueño, parecía demasiado rudo recordarle que él estaba muerto. —Puedo, y lo haré. Ella sonrió, porque él era testarudo, y éste era un sueño, así que por supuesto que él podía llegar a ella. —Steven... Un sueño, lleno de nubes, y recuerdos de un calor de combustión lenta que podría destruir el mismo concepto del invierno. Ella sonrió, extendiendo la mano. Las nubes parecieron formar remolinos y moverse. Ella miraba perdidamente hacia el brillo extraño cobre-penique, de los ojos de un lobo. El animal era enorme. Pareció surgir amenazadoramente en el marco de la ventana. El animal gruñó, los labios estirados tensos, los dientes caninos luminiscentes. —Jordan, el condenado lobo se interpone —dijo Steven. —No hay lobos en Venecia —le dijo—. Sólo perros grandes. Las nubes parecieron fluir alrededor de ambos Steven y el lobo. Caía nieve, y la nieve estaba fría, bramando contra su piel. Se despertó con un sobresalto. Casi gritó en voz alta. Un hombre estaba sobre ella. Ella estaba todavía sentada junto a la ventana; El hombre estaba agachado profundamente hacia ella, no era sino una forma oscura... —¡Jared! —Ella exclamó. Él brincó, dándose una sacudida. —¡Jared! —Jordan llegó hacia adelante y le encendió la lámpara junto a la silla. Él estaba en los pantalones largos del pijama de franela; Su pecho desnudo. Por un momento, él se veía desconcertado, como si hubiera estado sonámbulo. Entonces, él se veía incómodo. Clavó los ojos en la ventana y se alejó. Frunciendo el ceño, Jordan recorrió la mirada afuera. Caía nieve en Venecia. Diminutos copos cristalinos, yendo a la deriva en la ventana. Ella volvió la mirada de nuevo hacia su primo. —Jared, ¿estás bien? —Sí —él dijo rápidamente—. Estaba preocupado por ti. —¿Por qué? —Toqué para asegurarme de que hubieras subido y estabas bien. Pero no contestaste. Ella se volvió rápidamente para mirar su puerta. Estaba cerrada. Ella clavó los ojos en Jared. — Le eché llave a la puerta —le dijo.
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Él se encogió de hombros, bordeando de nuevo hacia ella. —Estaba abierta. —Lo juro, la cerré. —Deslice los pernos. —Parecía como si él no quisiera estar junto a la ventana. Por supuesto no caía en verdad nieve, en Venecia. Algo que no ocurrió tan a menudo. Jared tenía un pecho decente. Era alto y delgado, tenía buenos hombros y una apariencia enjuta, atlética. Ahora, había carne de gallina por toda su carne. —Es algo bueno que vine —la dijo, sonando firme ahora que se había apartado de la ventana. —¡Podrías haber tenido neumonía por la mañana! ¡Cierra esas contraventanas, y cierra la ventana! Y metete debajo de algunas mantas. Porque sus órdenes tenían sentido, ella las obedeció, entonces volvió la mirada de nuevo hacia él. —Jared, estoy segura de que cerré la puerta del corredor. —Tal vez pensaste que lo cerraste pero no lo hiciste. Ella asintió con la cabeza y tembló. —Métete en la cama, Jordan, he estado realmente preocupado por ti. Por favor no vayas a enfermarte de un resfrío o gripe. Ella sonrió. —Jared —le dijo, llegando a su camino y colocando sus manos en sus hombros fríos como el hielo—, estoy bien. Me voy a la cama. Voy a acurrucarme debajo de las sábanas y dormir tarde. —Lo besó en la mejilla—. Me la pasé bien esta noche. Él se veía infeliz. —Me alegro. Ella dio un paso atrás, frunciendo el ceño. —¿Por qué no te ves como si estuvieras alegre? —Porque... no debería haberte dejado venir aquí. No debería haberte llevado a la fiesta de la contessa... No debería haber... —Estoy bien. Ella no estaba bien. Estaba soñando sobre su prometido muerto y lobos que estaban de pie en las sombras de las calles. No importaba lo que pasó, o lo que se imaginó, no iba a contarle a Jared sobre eso. —Estoy bien, y me lo estoy pasando bien —ella le dijo. Agitó una mano en el aire—. Estoy enojada por el sentido del entretenimiento de la contessa, pero cuando la vea otra vez, juro que seré encantadora y no causaré más problemas. Él negó con la cabeza, mojando sus labios. —Lo siento. —Jared, olvídalo, está bien. Vuelve a la cama. —Tú no entiendes. Lo siento realmente. —Jared, eres mi primo, mi mejor amigo, mi pariente consanguíneo, todo eso. Te quiero. Ahora sal de mi cuarto y vete a la cama. Él la estudió, asintió con la cabeza, y empezó a salir. En la puerta, vaciló, regresando. —Ven aquí y echa la llave. —Sí señor. Cuando él se fue, ella cuidadosamente cerró la puerta, asegurándose que él oyera el sonido.
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—¡Vuelve con tu mujer! ——Ella dijo. —¡Oye! —Él susurró contra la puerta—. Ten cuidado, ¿lo harás? ¿Sabes cómo suena eso? Jordan se rió. —Sí, y tú debes verte grande allí afuera, también. ¡Vete a su cuarto! —Buenas noches. Cuando él se fue, Jordan se encontró con que estaba completamente despierta. Encendió la televisión, preguntándose si podría conseguir cualquier cosa de ésta a altas horas de la noche. Estaba pasando un programa de concurso italiano. No podía comprender el lenguaje de los entusiastas concursantes, pero el juego tenía que ver con contestar preguntas y perder piezas de ropa y entonces meterse en una pelea de crema chantilly. Dejó la televisión encendida y se arrastró a la cama. La lámpara estaba todavía encendida, ahuyentando las sombras. Decidió dormir, por lo que quedaba de la noche, con la luz encendida. * * * * Cindy Riley se despertó repentinamente. No supo por qué. Por un momento, miró perdidamente hacia la oscuridad del cuarto. Instintivamente, se estiró a través de la cama. Jared no estaba con ella. Aunque en el momento que se dio cuenta de esto, vio que él estaba en el cuarto. Él había abierto la ventana a la noche, y había estado allí, a pesar del frío, quedándose con la mirada fija afuera en Venecia. —¿Jared? —Te desperté, lo siento —él dijo. —No, no, no me despertaste —ella protestó. Se levantó de la cama y paseó hacia donde él estaba parado, colocando su mejilla contra su espalda mientras deslizaba sus brazos alrededor de él—. ¡Estás helado! —le dijo—. ¿Qué estás haciendo, parado aquí así? Él guardó silencio un momento, entonces dijo: —Está cayendo nieve. No hay nieve a menudo en Venecia. —Son cosas mojadas y blancas —Cindy dijo—. La has visto antes. —No en Venecia. —Jared... Estás congelado. —Lo sé —él dijo, casi como si él estuviera confuso por ese hecho. —Regresa a la cama, te calentaré. Él se volvió con un fervor repentino que la alarmó. —¿Lo harás? Tengo frío, tanto, tanto frío. Había algo acerca de él... Habían estado casados por años. Buenos años, porque eran buenos juntos. Ella lo amaba, le gustaba él, disfrutaba de su compañía, y disfrutaba muchísimo de su vida sexual. Habían estado juntos por años. Aún así, esta noche. . . Sus brazos parecían más fuertes. La tensión en él pareció brincar a través de su carne, sin importar cuán frío él pareciera. El toque simple de sus manos en sus hombros se sentía erótico.
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Habían hecho el amor esa tarde. Llegando del café expreso que habían compartido escaleras abajo, habían sido cálidos y familiares y habían caído fácilmente en la cama, besándose, acariciándose, metiéndose naturalmente calladamente en el acto de amar. Esto... repentinamente parecía casi ilícito Erótico, excitante... y esa era simplemente la sensación de su cuerpo debajo de sus dedos, y la manera en la que sus manos se sentían sobre sus hombros... y la manera en la que él miraba, algo en sus ojos... La ventana permaneció abierta. El aire frío entraba rápidamente. Él se inclinó abajo y la besó con boca dura, mojada, abierta, la pasión que desmentía el hielo de su carne. Ella sintió que sus dientes raspaban los de ella, la longitud de su lengua pareció barrer por su garganta, y fue como dispararle a un pararrayos directo abajo en cada zona erótica en su cuerpo. Un segundo más tarde él la estaba levantando. Cuando ella golpeó la cama, su camisón estaba ya medio rasgado de su cuerpo. Pequeña pérdida... Sus labios, su lengua estaban en todo lugar. A lo largo de su garganta, su clavícula. Eléctrico. Ella comenzó a temblar, no del frío sino de la avidez despertada dentro de ella. —Dios mío, ¿qué estábamos bebiendo esta noche? —murmuró. Él no contestó. Él estaba entre sus muslos. Ella fue en espasmos de éxtasis, intentando quitarse de encima todo alrededor de ella, estaba tan encendida. Sintió la rozadura de sus dientes. Él estaba volviendo demasiado fuerte... casi doloroso... en su ardor. Ella quiso susurrar una protesta. No podía; Su voz no llegaba, y estaba temblando violentamente mientras los orgasmos martillaban a través de su sistema. Él se alzó sobre ella, y ella pudo envolver las extremidades alrededor de él lo suficientemente rápido. Débilmente, se preguntó s toda la cama estaba agitándose, si la gente en el cuarto de abajo de no se despertaría, y pensó que el techo encima de ellos estaba a punto de colapsar... Más tarde, no supo cuánto más tarde... si la pasión que compartieron se había enfurecido a través la noche o había durado no más que algunos minutos volátiles... ella sintió frío otra vez. Para entonces, Jared estaba aplastado a su lado, todavía jadeando. —La ventana —ella murmuró. —Hum. —La ventana. Está helando. Él todavía no se movió. Ella dio un salto, extremadamente desnuda, y se acercó corriendo a la ventana, jalando las contraventanas primero y asegurándolas, entonces cerrando la pesada vidriera. Temblando y desnuda, se envolvió los brazos alrededor de sí misma, entonces decidió hacer un hueco para detenerse antes de volver volando al calor de la cama. Se encerró en el cuarto de baño sin ser nunca una que asumiera que tales cosas necesarias se necesitaban compartir en el matrimonio y cuando estuvo hecho se lavó las manos y remojó su cara con agua. Viéndose en el espejo sobre el lavabo, se alarmó por ver rayones delgados en su cuello, y el chorrito más leve de sangre de uno de sus pechos. Había una franja de las cosas en uno de sus muslos también. Ella se limpió rápidamente. Los cortes pequeños no eran nada en absoluto. Apagando la luz, corrió rápidamente a través del cuarto y volvió volando a la cama, envolviendo las cobijas alrededor de ella. Deslizó sus brazos alrededor de su marido otra vez. Por un momento, él no se movió. Estaba boca arriba, quedándose con la mirada fija arriba en el techo, o con los ojos Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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cerrados, ella ni siquiera estaba segura, estaba tan obscuro para ella desde que ella había estado en la luz brillante del cuarto de baño. —¿Jared? Al fin él se movió otra vez, sus dedos deslizándose a través de su pelo. —Hum. —Eso fue... vaya. —Bueno, tú sabes lo intento. Él sonó como si se estuviera esforzando en hablar ligeramente. —Definitivamente diferente; No estoy segura de que quiera intentarlo cada noche. —¿Por qué no? —Tú me mordiste. —¿Te mordí? —Bueno pues, tú sabes... —Mordiscos de amor. Ella no quiso mencionar el hecho que los mordiscos de amor usualmente no sacaban sangre. Después de todo, había sido... Espectacular. —¿Jared? —¿Hum? —Te amo. Pareció que él se tardó mucho tiempo en contestar. Pero entonces se dio la vuelta, atrayéndola muy cerca de él, sujetándola tiernamente. Él estaba temblando. —Jared, ¿cuál es el problema? —Nada... sólo tengo frío. ¡Tanto frío! —Bueno, tú hombre tonto, estabas parado en frente de una ventana abierta observando la nieve. Sus labios rozaron su frente con un beso. Tan diferente. Ahora, un toque tan tierno como un aliento de aire dulce, caliente. Él todavía estaba temblando. —Traeré otra manta. Ella se levantó de la cama, se tropezó con algo en la oscuridad, golpeó su dedo del pie contra la armadura de la cama, y juró. —Jared... una luz sería agradable. —Cindy, solamente regresa a acostarte —la dijo. —Estoy tratando de conseguirte una manta —ella le informó. —Sólo regresa a acostarte. —Él dejó escapar un suspiro impaciente. Un segundo más tarde, estaba levantado, atrayéndola en sus brazos—. Tú eres todo el calor que necesito. Ella sonrió, preguntándose si él podía ver en absoluto en la oscuridad cómo la había tocado. Pero cuando estaban de regreso en la cama, se acurrucaron tan cerca como dos guisantes en una vaina, él todavía estaba temblando. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Ella no dijo nada más, sin embargo; Sólo intentó muy arduamente darle todo su calor. Esperaba que Jordan pudiera ver exactamente lo dulce que él podría ser a veces. En realidad era un hombre hermoso. Y pensar... Había habido veces últimamente cuando ella había pensado que se estaba convirtiendo en un monstruo ella misma. Un monstruo de ojos verdes. ¡Ella había albergado semejantes dudas! Pero esta noche... simplemente tuvo vergüenza de sí misma. Él la amaba. Completamente, pensó Cindy dormida con una sonrisa curvando sus labios a través de la noche. Pequeños cortes... algunas gotas de sangre. No significaban nada. Nada en absoluto.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0066 Cindy y Jared no estaban en la mesa del desayuno esa mañana. Jordan pensó con sarcasmo en la forma que habían estado la noche anterior. Bien por ellos. Jared debió haber salido de su habitación y saltado sobre su mujer por segunda vez esa noche. ¡Eso en cuanto a que el romance se desvanece con el tiempo y el matrimonio! En el restaurante de la terraza, Jordan ordenó café y un croissant, recordando que debía dirigirse para ver el palazzo alquilado de Tiff pronto. Ella estudió la copia adelantada de lectura que tenía del libro de vampiros y escribió anotaciones sobre algunas de las observaciones que quería hacer en su revisión. Cuando terminó una segunda taza de café, todavía era temprano. Retomó el camino de regreso a su cuarto, tomando en cuenta el tiempo en los Estados Unidos. Una de la mañana. Debido al hecho de que su trabajo era vendido principalmente a través de una agencia, conseguía sus trabajos a través de un agente, en vez de un editor. Y Liz Schultz, su agente, era una noctámbula y una amiga íntima. Ella había sido la única que vio la crítica de un libro que Jordan había escrito para una revista y la había llevado a la agencia. Liz había sido nueva en su trabajo; las dos se habían arriesgado por la otra. Sus luchas, frustraciones, rechazos y triunfos habían creado una unión sólida entre ellas. A Liz no le importaría una llamada a casa a esta hora. Jordan marcó usando su tarjeta telefónica y se sorprendió cuando Liz contestó casi inmediatamente, sonando como si estuviera en la habitación de al lado. —Hola, Liz. Soy Jordan. —¡Jordan! Oye niña, es genial saber de ti. Espera, no importa. Vas a decirme que te estás divirtiendo tanto, que no quieres hacer ningún trabajo. Jordan se rió. —No, no iba a decir eso en absoluto. Iba a decirte que el libro de vampiros del director es grandioso. Voy a enviarte por fax la revisión pronto, tengo todas mis notas. Simplemente voy a escribirlas a máquina esta mañana, y la revisión estará allí. —Cosas sangrientas, ¿eh? Pero dime, ¿cómo es Venecia? —Grandiosa. Estoy pasando un tiempo maravilloso. Siempre me ha encantado la ciudad. Esto es diferente, sin embargo. Deberías ver algunos de estos trajes de cerca y personalmente. Son asombrosos. —¿Y las fiestas? ¿Algunos hombres buenos? Jordan vaciló, pensando en del baile de la contessa. —Oh, Jordan, lo siento, ¿tal vez es todavía muy pronto? —No, no, Liz, nada de eso. No, sólo pensaba que tener el libro de vampiros conmigo fue un poco extraño... Liz dejó escapar un jadeo. —¡Nunca debí haberte dado ese libro! —Liz, no, espera, sólo escucha. ¿Recuerdas que te dije que Jared estaba principalmente preocupado por un baile?
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—¿El ofrecido por la princesa o la duquesa o lo que sea? —Contessa. Contessa della Trieste. —Recuerdo que me contaste sobre eso, sí. Para Jared, fue como estar invitado a La Casa Blanca o algo por el estilo. ¿Fue espectacular? —No, fue horrendo. Y extraño. Estaba en un salón de baile del piso superior, bailando, a gusto como en los viejos tiempos, entonces el cuentacuentos empezó una historia sobre un hombre horrible que asesino a su esposa. Agarró a gente y empezaron a caer… entonces, toda la otra gente de la habitación se agarraron unos a otros y donde cayó una mujer vi, ese enorme charco de sangre. —Oh, Dios mío, ¡Jordan! —Bueno, un lobo me saco del salón de baile. —¿Un lobo? —Un hombre vestido de lobo. Me puso en una lancha y desapareció. —¡Oh, Dios mío! ¿Fuiste a la policía, que pasó? No he leído nada al respecto en los periódicos, ¿y sabes cuantos periódicos internacionales leo? —Como te lo cuento, esa es la idea de diversión de la Contessa. Y por cierto, salió en la prensa local. —¿Qué? —Fui a la policía, la policía fue al palazzo, llevaron a la Contessa, y a Jared y Cindy, y todos me explicaron que el asunto entero fue un espectáculo. Naturalmente, fue escrito en los periódicos al día siguiente que una mujer americana se había puesto un poco loca durante el espectáculo de la noche. ——¿Espectáculo? —Pensé que era atroz, pero... —Pero ella es una Contessa, así que no importa ¿es lo que piensas? —Supongo. Pero a la mañana siguiente, leí el libro del vampiro, y fue aún más fascinante. En el otro extremo de la línea, Liz vaciló. —No sé, Jordan. Tal vez estaba equivocada al enviarte ese libro en particular. Tal vez deberías volver directa a casa. Ese libro sólo debió haber empeorado todo eso. —No, Liz, honestamente, estaba complacida de tener el libro. Y a ti te gustará mi crítica. —Estoy segura de que el autor se alegrará. Extraño material... pero popular, parece. —¿Oh? —Acabo de recibir otro, se publicará el próximo octubre. —¿Sobre vampiros? Liz vaciló. —Vampiros, cultos, satanismo, imitadores, rumores... hay un capítulo realmente interesante sobre la defensa contra los vampiros. El autor es un policía. Los dedos de Jordan apretaron el cable cuando sintió un espasmo de dolor. —¿Un policía?
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—Un tipo en Nueva Orleans que ha trabajado en algunos casos realmente extraños. No dice que los vampiros existan, pero sugiere formas de tratar con las personas que piensan que son vampiros. Su libro se remonta a las leyendas antiguas y todo también... Interesante de leer. —Envíamelo. —Jordan, toda esta lectura no puede ser buena para ti dadas las circunstancias... —No soy una persona frágil a punto de irse sobre el borde. Si este libro es de un oficial de policía, quiero leerlo. Envíalo por FedEx. La entrega más temprana posible. —No crees que el entretenimiento de la Contessa... —¿Fue real? —Jordan vaciló, recordando bailar con Ragnor... Y sus comentarios acerca de la Contessa. Sí, él pensaba que la mujer era una criminal. Peligrosa... —Liz, me estoy manteniendo lejos de los problemas, me comporto racionalmente, soy simplemente una visitante normal en una bella ciudad, y especialmente por Jared, estoy siendo tan tranquila, calmada y cortés como puedo ser. Pero quiero ese libro. —Quieres poner tu culo en un avión. ¿Y si esa mujer es peligrosa? —Liz, estoy quedándome en uno de los hoteles más bellos del mundo, con mi primo y su mujer justo al lado. Estoy bien. Y los policías piensan que estoy un poco loca, así que me vigilan. Envíame el condenado libro. Por favor. —Bueno. Está bien. Pero preferiría saber de ti frecuentemente. —Es una promesa. Se despidieron, y Jordan colgó el teléfono. Miró su reloj pulsera. Era lo suficientemente tarde para bajar con el conserje y pedir instrucciones sobre cómo llegar al palazzo que Tiff Henley había alquilado.
Sal D'Onofrio amaba su trabajo, y amaba Venecia. Las mañanas ahora tendían a ser tranquilas. Los asistentes a las fiestas en Carnevale eran personas que usualmente dormían hasta tarde. Pero era también un buen momento para trabajar en Venecia porque había mucha gente aquí. Y cada ser humano con una onza de romance en su alma se veía forzado a dar un paseo en góndola. Él ya había tomado a un par de británicas madrugadoras para un paseo de dos horas entre muchos de los canales. Quisieron ver los edificios de Venecia, salir del camino trillado. Él las había llevado lejos, cantando. A ellas les había gustado su canto. Le habían dado una propina generosa por sus melodías. Pero él no cantaba por dinero. Cantaba porque era divertido. Una de las británicas había bromeado que una buena voz de cantante debía ser un requisito para todos los gondoleros. Les había dicho que no... Algunos gondoleros no podrían cantar lo que vale una sola lira... Sólo habían tenido suerte. Les había dicho, también, que no todos los gondoleros eran bien parecidos. Habían tenido suerte en ese aspecto también. Y pocos tenían su don para los idiomas. Nunca había recibido mucha educación, sólo la que había necesitado; Siempre había sabido que, como su padre Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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antes que él, sería gondolero. Tenía un oído natural para los idiomas y hablaba fluido en inglés, francés, español e italiano. Podía conversar algo en alemán y tenía un ligero conocimiento de ruso. Era guapo, e incluso los otros gondoleros admitían a regañadientes que tenía la mejor voz cantando. El italiano, sin embargo, era un lenguaje hecho para cantar. Los que venían por los paseos usualmente querían oír cantar canciones italianas... después de todo, estaban paseando a través de la belleza de Venecia. Sus damas británicas se fueron, pero la mañana ya había valido bien la pena. Cantó mientras deambulaba a solas, remando para retomar el camino de regreso al muelle y esperar, pero cantando con las esperanzas de atraer a algunos turistas extraviados. Todos ellos amaban ¡O sole mio! Sin embargo, incluso mientras cantaba, su agradable voz de tenor retumbando a través del estrecho canal en que navegaba, notó algo flotando en el agua por delante. Entrecerró los ojos, todavía cantando, pero más distraído y quedamente. Usó su pértiga expertamente para desacelerar su góndola. Su canto se detuvo abruptamente a media nota mientras entrecerraba los ojos y miraba fijamente al agua. No... Se inclinó y metió la mano en el agua, agarrando el objeto flotante de forma redonda. Sus dedos se envolvieron en algo. Pelo. Incluso mientras el pensamiento le llegaba, miro el objeto, completamente de frente, justo a unos centímetros de su cara. Dejó escapar un grito ronco de horror, dejándolo caer como si quemara. La sangre abandono su rostro. Sintió los huevos que había desayunado revolviéndose y quemando en su estómago. Tuvo arcadas y se desplomó pesadamente en su bote, primero uso agua del canal para enjuagar su cara, entonces recordó lo que acababa de encontrar en el agua, y tuvo arcadas otra vez. Inspiró profundamente y enderezó los hombros. La... cosa... estaba flotando en el agua otra vez, sólo a algunos metros de distancia. Él la miro, todavía inspirando profundamente. Después de un momento, supo lo que tenía que hacer.
Fue un paseo agradable, sin incidentes al palazzo de Tiff Henley. Jordan cruzó varios puentes, pero las indicaciones que había recibido fueron excelentes, y no tuvo ningún problema para encontrar el palazzo, una estructura bien cuidada cerca de la Accademia. La entrada estaba arriba de un pequeño tramo de escalera, y Tiff misma respondió cuando Jordan usó el anillo macizo de una boca de león de bronce para golpear. —¡Lo hiciste! —dijo Tiff, agradecida. Estaba vestida con pantalones de piel sintética de leopardo y un suéter de cachemira con un escote adornado con pieles que no eran sintéticas en
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absoluto, Jordan estaba segura. A pesar del clima, Tiff llevaba sandalias vistosas repiqueteaban en el mármol de la entrada del palazzo. —Ya lo verás —dijo Tiff, guiándola adentro—. Ésta no está tan bien como la casa ancestral de la Contessa ni nada, pero en realidad es bastante adorable. Jordan miró alrededor con interés mientras Tiff tomaba su abrigo, el vestíbulo era pequeño y acogedor; los escalones que conducían hacia arriba eran estrechos y curvos, pero el pasamanos era realmente bello, de mármol con un tinte azul, y los escalones estaban cubiertos con una alfombra de lujoso azul marino que los hacía parecer cálidos y hospitalarios. —Este lugar se construyó durante el Renacimiento y está todavía en la misma familia. El dueño es muy gracioso. ¡Dijo que eran de la nobleza de la lira! Ningún título en la familia, pero hicieron dinero importando y exportando. —Es genial... me gusta mucho más que el de la Contessa —Le aseguró Jordan. —¿Lo es? Más acogedor. Pero entonces —dijo Tiff con humor—, te gustaría más que el de la Contessa aunque hubiera alquilado un granero. ¿Hay algo parecido a un granero en Venecia? — Tiff no esperó por una respuesta—. Francamente, me quedaría en un granero solamente por estar aquí; por suerte, no tengo que hacerlo. ¡Subamos, subamos! Reservé en Bellinis o lo que ustedes llamarían el Bar de Harry... has estado allí, ¿verdad? —Sí. A Jordan le gustaba el mítico establecimiento veneciano, en otro tiempo adorado por Hemingway. Los precios eran altos, pero la comida excelente. —Jared se entretiene mucho en Harry —dijo ella. —Bien, pues claro, lo haría, ¿verdad? —dijo Tiff—. En realidad, él pudo haberte dicho cómo llegar aquí... Alquilé esto a través de tu primo e hice todos los arreglos para mi estancia a través de él. Es realmente bueno. —Gracias. Yo también lo prefiero a él. —Su mujer es un amor, también. Debería haberlos invitado también. —No te sientas mal. Se quedaron durmiendo. —Quería llegar a conocerte mejor de cualquier manera. Sube, sube, tenemos todo listo arriba en el patio del segundo piso. Jordan siguió a Tiff subiendo las escaleras. El rellano del segundo piso era grande, con corredores yendo hacia izquierda y derecha mientras directamente enfrente había una gran extensión de suelo de mármol que conducía a las columnas, y más allá de ellas, una ventana de vidrio cilindrado con una entrada doble que conducía a una terraza que daba directamente a un canal encantador. —Hay lámparas de calor aquí afuera, se estará lo suficientemente caliente —le aseguró Tiff, guiando el camino. Jordan apenas se había sentado con un popular Venetian Bellini en la mano cuando Tiff se inclinó en la mesa frente a ella. —Bueno, no tengo la intención de ser ruda o burda, ni nada, pero exactamente cuál es la triste historia detrás de ti para ser tan sensible a las cosas de naturaleza atemorizante. —No soy sensible... —Tu prometido fue asesinado. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Jordan suspiró. —Tiff, yo estoy completamente cuerda. —¡Por supuesto que lo estás! —Tiff sonó casi enojada, como si fuera ridículo que alguien pensara cualquier otra cosa—. ¡Es sólo que estoy tan, tan apenada! Qué terrible. Era policía, verdad, muerto en el cumplimiento del deber... Siguiéndole la pista a algunos terribles asesinos... —Evidentemente, conoces la historia. —Bueno, conozco la historia a través de una de las chicas de la tienda de arte. Y ella, creo, la obtuvo a través de Cindy. No es una larga línea de chisme, pero tú sabes cómo cambian las cosas. —Lo que tienes es básicamente acertado. —¿Y todavía llevas luto por este pobre chico? Probablemente no deberían haberte traído aquí. Estoy segura de que pensaron ¡Venecia! ¡Carnevale! Tan divertido, que apartará su mente de las cosas. Y, por supuesto, hay máscaras puestas en todas partes y abundancia de hombres jóvenes bien parecidos, sólo unos cuantos de los cuales no hablan inglés. Hum. Tal vez el no hablar inglés haría un hombre más apetecible. —Tiff se rió suavemente—. ¿Más Bellini? —Estoy bien, gracias. Es un poco temprano para mí, en realidad. —Oh, estas son solamente bebidas femeninas. ¡Y no vamos a conducir a ninguna parte! Oh, bueno, hasta la última gota, aun si bebo sola. Tiff terminó su bebida y se sirvió otra. —Así que... ¿Estás todavía de luto, y quizá, sólo quizás, un poco hipersensible? —Lo amé mucho. —Hizo una pausa, ansiosa por cambiar de tema—. ¿Tú has enviudado, he escuchado? —Varias veces —dijo Tiff—. Como estoy segura que has escuchado. —Sí. En cuanto a Steven... lo extraño, todavía. Realmente lo amé. Pero se fue, y lo sé. Y me gusta ir a las fiestas. Disfruto de conocer gente... —Y bailar. —Y bailar. —Te vi anoche, con Ragnor. Son hermosos juntos. Estaba endemoniadamente celosa. Por supuesto, él es un poco joven para mí, ¿pero qué diablos? ¡Siempre me he casado con viejos, un tipo más joven sería tal novedad! Jordan alzó sus manos. —¡Adelante entonces! —Oh, pero él no está interesado en mí. Lo observé anoche. Él estuvo observándote toda la noche. —Ni siquiera lo vi al principio cuando llegué. —Pero él estaba allí. Observándote. Jordan no estaba segura si la observación de Tiff la perturbó... O la excitó. Se encogió de hombros. —Tiff, eres más que bienvenida a perseguirlo con todo rigor. Él fue realmente grosero conmigo. —¿Grosero? —dijo perpleja. —Grosero. Me dijo que debería irme a casa, que... no sé. Que causaba problemas, o incitaba problemas... que podía estar poniéndome en peligro. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Peligro! —Tiff sonaba encantada—. ¡Que... seductor! —No estoy interesada en Ragnor —dijo Jordan. Vaciló. Estaba mintiendo. Tenía interés. Porque él la enfurecía. Era demasiado cierto... Pero la noche anterior... Sintió una oleada inquieta de calor otra vez. Anoche, mientras estaban observando a los bailarines acrobáticos, ella había sentido... una agitación. Ese término era una descripción comedida, se había sentido tan ardiente como la llama azul Sterno, muriendo por tocar y ser tocada, como no había sentido desde... —Tiff, debes saber cómo es cuándo pierdes a alguien, aprendes a vivir con eso y continuar, pero realmente nunca logras sobreponerte a la pérdida repentina... —Nunca tuve una pérdida repentina —dijo Tiff, sirviéndose pescado ahumado—. Me libre, me temo, mi última pérdida tomó más tiempo de lo que planeé. Pero eso, por supuesto, me enorgullece realmente. Me casé con una persona vieja por su dinero ¡No hagas circular esa honradez sobre el resto de sus herederos! Pero los doctores sólo le habían dado seis meses de vida. Gracias a mí, fue un maldito viejo feliz por casi año y medio. —Eso es... muy admirable —dijo Jordan, obligándose a sonreír. —Sí, eso pensé —dijo con orgullo—. Pero ahora... regresemos a Ragnor. ¿Sabes qué pienso? Jordan se encogió de hombros y arqueó las cejas, esperando. Ella sabía que Tiff no necesitaba ningún estímulo para seguir. —Creo que está aquí de incógnito, que está en una especie de encubrimiento —dijo Tiff. —¿Escondido? Él pasea al descubierto. —Pero nadie realmente sabe nada de él. Sólo apareció en Venecia hace un tiempo, aunque aparentemente, tiene montones de relaciones comerciales con algunos de los hombres de negocios americanos que han estado poniendo dinero en "restaura Venecia" fondos y cosas por el estilo. Él es popular con las personas adecuadas... Excepto por la Contessa, por supuesto. Creo que puede ser del hampa. —No creo que sea siquiera italiano —dijo Jordan. —No, no... Pero hay familias del crimen por toda Europa. Tal vez se metió en algo horrible de joven, tal vez es un criminal... —Tal vez ambas deberíamos mantenernos lejos de él —dijo Jordan. —¡Dios Bendito, no! Eso lo hace aun más fascinante. ¡Junto con lo extraño de que parece real y totalmente repugnado por la Contessa! —Ese puede ser su único aspecto realmente admirable —dijo Jordan secamente. Tiff se encogió de hombros. —Bueno pues, no, tengo que admitir que me gusta la cosa de la nobleza. Me muero por llegar conocerla mejor también. No te preocupes... Nunca las invitaré al mismo tiempo. En verdad, espero que ella me invite de nuevo a su palazzo. Jordan optó por no mencionar el hecho de que la Contessa había insistido en que ella debía visitarla otra vez. —¡Para usar una expresión americana, Tiff, me temo que considero que la Contessa es un absoluto... ¡cubo de cieno! Tiff se rió, contenta como unas pascuas otra vez. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Bueno, tiendes a ser tan honesta... Pensé en ser honesta, también —dijo Jordan. Tiff sonrió y continuó. —Volviendo a Ragnor... Si puedo hablar con él, e invitarlo a casa, ¿puedo utilizarte como cebo? El término de Tiff perturbó a Jordan. —¿Cebo? —Bueno, si puedo decir que tengo una cena... o un almuerzo, desayuno, o incluso bebidas... Y que tú vas a venir, al menos puedo traerlo aquí, a mi guarida, tú sabes. Simplemente hay algo en él que es tan... seductor. Si tengo la oportunidad, sencillamente voy a acosarlo con ostras y licor. ¿Sabías, el efecto que tienen las ostras? Jordan soltó una carcajada, bajando su vaso. —¡Tiff! ¡Eres horrible! —Sí, así lo creo, pero honesta, al menos, como tú has dicho. ¿Puedo usar tu nombre en mi acoso? —Seguro. —¡Estupendo! Gracias. Quiero decir, seré precavida... No voy a planear nada demasiado cerca del baile de Anna Maria o cualquier cosa como esa. Oye, te prometí un recorrido fantasma. ¿Quieres oír mi historia favorita? —Me gustaría. —Una vez, creo que fue durante el siglo dieciséis, la hija más joven de la casa, una belleza, se enamoró del tipo equivocado. Su tío había sido elegido Dux en ese tiempo, y este tipo era el hijo de un político rival. —Suena como a Romeo y Julieta. —No has oído el final. Los dos se enamoraron, y hay un rumor de que la familia no lo iba a permitir de ninguna manera. De cualquier manera, un joven no puede simplemente desaparecer, ¿así que sabes qué pasó? —¿Qué? —Él supuestamente cayó del balcón y se desnucó. —Qué terrible. ¿Así que él ronda por la casa? —Por supuesto. Desafortunadamente —dijo Tiff con un suspiro—, nunca lo he visto. —Es una lástima. —Entonces, por supuesto, la hija está segura de que su familia causó el accidente. Así que decide matarse también y salta desde el mismo balcón. —Supongo que por eso nunca consigues verlo rondando tu dormitorio. Los dos están rondando el lugar como una pareja. Tiff sacudió la cabeza. —¡Nop! La hija salta desde el balcón... Pero alcanza el canal. Tiene la intención de ahogarse, por supuesto, pero es rescatada por un joven gondolero. Se casa con el tipo, y se mudan a Roma, y viven felizmente desde entonces. ¿No es un final feliz? —Seguro... Excepto para el joven original de quien la hija estaba enamorada. —¡Oh, bueno, no puede haber un final feliz para todos! —dijo Tiff—. Hay más. Vamos, pasearemos alrededor del lugar y te daré más historias. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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El palazzo era hermoso, con un dormitorio principal excepcional. El dueño original tenía la intención de ganar dinero alquilando el lugar. Una amplia habitación había sido convertida en un baño con un jacuzzi de mármol bastante grande para acomodar a varias personas, una ducha con multiregaderas, alfombras lujosas, y macizos lavamanos dobles. El dormitorio mismo tenía una sala de estar, una mesa de desayuno junto a una ventana, y una enorme cama cubierta en rica seda granate. —Seductora, ¿eh? —dijo Tiff, sonriendo con regocijo—. Ahora... si tan sólo pudiera tener aquí al joven vigoroso que quiero seducir... —Pues, entonces, espero que lo consigas —dijo Jordan y miró su reloj—. Gracias por el desayuno Tiff, y la excursión. El lugar es realmente maravilloso. Definitivamente deberías hacerlo. —Gracias. Espero que sí. Quiero decir, estoy haciendo todo lo correcto. Por supuesto, tengo ayuda aquí, pero sólo cada mañana. En verdad soy muy buena cocinera, y siempre he sido detallista, organizada, y limpia. ¡Obsesiva incluso! —admitió con una sonrisa. Bajó la escalera con Jordan, conduciéndola a la puerta de la calle otra vez, Jordan se sorprendió al darse cuenta de que se reía cada vez que pensaba en la honestidad descarada de Tiff. Tiff era ciertamente especial. Había disfrutado la mañana, y caminando de regreso, sintió otra vez cuánto amaba Venecia. La ciudad era excepcionalmente encantadora. Y durante el día, no había sombras.
Ragnor se sentó en una mesa al aire libre en la Plaza de San Marcos, vigilando. El día era frío, y la nieve de la noche anterior había desaparecido como si nunca hubiera estado. El sol había salido, el quiosco de música estaba tranquilo por el momento, y él tenía una amplia vista sobre la gente yendo y viniendo de la Plaza. Como el día era brillante, no era la única persona que llevaba gafas oscuras. Siempre había sido aficionado por las oscuras de cualquier manera, desde que había conseguido su primer par. Eran geniales cuándo tenía el deseo de ver, pero no quería que sus pensamientos fueran vistos a cambio. Nunca había sido particularmente aficionado a los trajes y no tenía intención de usar uno durante el día. Se sentó con su capa larga negra de cuero, con un jersey de cuello alto negro debajo de eso. Botas negras resguardaban del frío sus pies. Le gustaba mucho el negro. Era el color de la noche. Y el color de su café. Era bueno. Le gustaba este café en particular porque lo preparaban en tazas grandes de brebaje fuerte qué llamaban café americano, aunque él conocía a pocos americanos que bebieran su café tan fuerte. A través de los años, sin embargo, había tomado gusto por tostados pesados, ricos, y este lugar los preparaba bien. Era también una excelente posición ventajosa. Podía ver desde la Basílica a la parte más nueva de la Plaza, la longitud erigida por orden de Napoleón Bonaparte, y contemplando en dirección opuesta, podía ver las idas y venidas desde San Marcos y el Campanile, e incluso los que llegaban desde los pilares en el canal.
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Había malabaristas actuando, y salpicando la zona, por todas partes, estaban artistas maquillando, regateando por el privilegio de conseguir clientela. A los niños les gustaba el trabajo, mariposas dibujadas en las mejillas en color vívido, caras de gato, caras de beso, diamantes, brillo, y destellos. Los adultos evaluaban el valor del maquillaje contra una máscara. Las palomas estaban por todas partes. Los vendedores vendían algunas bolsas de maíz para echárselas a las aves, sin importar el hecho de que tendían a volver inhabitable la Plaza, no importa qué bocaditos de comida pudieran ser encontrados. Era un lugar interesante para observar a la gente. Como siempre, durante el Carnevale, esos que eran especialmente llamativos, extraños, o inusuales y desfilaban alrededor en sus trajes, posados junto a los pilares, caras inexpresivas mientras se encontraban cámara tras cámara. Había quienes venían sólo a observar, quienes decían ooh y aah por un actor, luego un traje, o por una exhibición brillante en un escaparate. Él se movió, sorbió su café, y se echó hacia atrás, seguramente, si esperaba lo suficiente, podría abordar a Nari. Ella pretendería, por supuesto, que rara vez vagabundeaba en las calles. Especialmente durante el día. Él la conocía mejor. Una mujer americana comenzó a chillar cerca de él. Él sonrió, observándola. Ella y su marido habían estado atrayendo a las palomas para sus dos hijos pequeños. Las palomas habían hecho lo que hacen las palomas a menudo... en su brazo. Su marido hizo lo que pudo, corriendo de un lado a otro, agarrando servilletas. Entonces la vio. Nari estaba al otro lado de la calle en un vestido largo, capa hasta el suelo, y máscara teatral. Él lanzó una montón de liras sobre el mantel y fue tras ella. Ella llegó al pasaje, a las calles más allá de la Plaza. La siguió, abriéndose paso a través de la multitud. Fue andando a lo largo de las tiendas, alrededor de la esquina de un restaurante, acercándose a ella. De regreso en un canal estrecho, casi la alcanzó. Entonces, repentinamente, alguien se topó directamente con él. Escrutando la multitud sobre la cabeza de la mujer, él atrapó sus hombros, disculpándose velozmente. —¡Ragnor! ¡Hola, ciao! Soy yo, Tiff Henley, es fantástico encontrarme con usted. Él se quedó mirando la cara de la mujer, tratando de recordarla. Sí, Tiffany Henley, la muy rica viuda americana, bien cuidada, atractiva, viuda de un hombre que le triplicaba la edad, una rubia delicada pero de ningún modo estúpida. Ella había usado sus activos y había llegado a dónde quería ir. —Sí, Tiff, hola, ¿cómo está? Él miro más allá de ella, su mal genio aumentando. —Estoy tan encantada de encontrarme con usted. —Siento mucho haber colisionado, y estoy terriblemente apenado, tenía que correr... —Por supuesto. Pero me gustaría invitarlo a unas copas mañana, antes del baile de Anna Maria... Usted ira, por supuesto.
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Apenas la oyó... Estaba aún buscando a través de la multitud ante él. Sus manos estaban en su pecho, impidiéndole moverse hacia adelante. Estaba tentado de apartarla a un lado. Había una multitud alrededor de ellos. Hirviendo por la interrupción, se obligó a controlar su temperamento y su ansiedad, bajo control. —¿Tiff? —La chica americana estará allí. Distraído, bajó la mirada a Tiff. —¿La chica americana? —Supo exactamente a quién se refería, y también que ella había querido decirlo para distraerlo. —Jordan Riley. Y su familia... algunos otros. Observando a Tiff, tuvo la certeza de que estaba haciendo su lista de invitados mientras hablaba. —¿Vendrá? Verdaderamente, me gustaría contar con usted. —Todavía estaba tocándolo resueltamente, impidiéndole seguir adelante—. Quiero decir, por supuesto, es bienvenido a visitarme a cualquier hora. El palazzo es realmente encantador... —Lo sé. —¿Ha estado allí? —Años atrás. —Por favor, venga. —Sí, por supuesto, lo intentaré, pero si me disculpa... —Él continuó mirando sobre su cabeza. Tenía la intención de encontrar a Nari. Iba a tener que encontrarla. El crepúsculo se acercaba otra vez.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0077 Aunque Jordan tenía la intención de dirigirse directamente de vuelta al hotel, en su lugar se encontró vagando, y mirando los escaparates. Encontró un lugar con bellos artículos de cuero y compró una chaqueta que simplemente le quedaba perfecta. Continuando, encontró un par de botas de tacón bajo a la altura de las rodillas de su número, el cinco y medio... un descubrimiento asombroso. Ambos dependientes estuvieron encantados de enviar sus compras para el Danieli, así que entró tranquilamente en una cafetería por un café expresso. Fue mientras estaba ante el mostrador, observando distraída el espejo de marco de madera sobre la barra, que vio al hombre con el disfraz del dottore y la máscara... clavando los ojos en ella. Pensó que vio los ojos dentro de la máscara... por supuesto, no lo hizo, no podría, estaba demasiado lejos... pero supo que estaba mirando hacia la cafetería, y que la estaba mirando específicamente a ella. Tuvo la extraña sensación de que era el hombre al que había seguido la noche anterior, pensando que era Jared. Bebió lo último de su expresso, recordándose a sí misma que el disfraz de dottore era uno de los más populares en Venecia. No había razón para asumir que estaba viendo al mismo hombre. No obstante, rápidamente dejó la cafetería, ansiosa de alcanzar la calle, y enfrentar al hombre. Cuando salió, él se había ido. Miró a su izquierda. Un pequeño puente cruzaba un estrecho canal cerca de media manzana más abajo. Vio al hombre de capa negra pasando a una pareja vestida al estilo victoriano. Ella se apresuró por ese camino. No del todo segura mantuvo sus pasos tenazmente, siguió el siguiente pasaje a lo largo del canal. Otra vez, delante de ella, lo vio doblar la esquina. Pasó por las tiendas de Versace, Dior, y Ralph Lauren, tiendas con fachadas de buen aspecto y fina mercancía dentro. Las calles estaban abarrotadas otra vez. Los asistentes a las fiestas de la noche anterior habían terminado de dormir y estaban levantados y por ahí, algunos disfrazados de nuevo, otros no. Se sentía valiente, no loca, ni atemorizada. Quedaban todavía algunas horas del día. Sin importar lo rápido que caminara, él parecía mantenerse por delante de ella, siempre delante de varios grupos de gente. Apretó el paso otra vez y giró una esquina. Pasó debajo de un pasaje abovedado entre dos edificios. Un balcón con gárgolas y leones de estuco de repente le parecieron familiares. Se dio cuenta de que había caminado por ese camino la noche anterior. Hizo una pausa, examinando a su alrededor. Mientras lo hacía, miró hacia delante. Al final de la acera, a la salida del ocupado y transitado camino, había otro puente. La figura de manto negro parada sobre él, mirando atrás hacia ella. —¡Oiga! —gritó—. ¡Quién es usted! Aparentemente no la escuchó. De nuevo, el hombre se dio la vuelta y empezó a andar. Un puente más, decidió. Entonces prescindiría de esa tonta persecución. En el siguiente puente, hizo una pausa. No podía ver al hombre ya. Delante, inmediatamente después del puente, había una plaza. En el extremo más alejado de ella había una vieja y bella Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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iglesia. Las paredes estaban descascarilladas. Los vitrales rotos cubiertos con tablas. La estructura, sin embargo, era muy hermosa, con escalones de mármol, ángeles de piedra protegían las contrapuertas de la entrada, y las mismas puertas de madera talladas, aparentemente, en algún momento, doradas. Jordan olvidó la figura encapotada por un momento y se acercó a la vieja iglesia. Justo mientras cruzaba el puente, oyó a alguien llamarla. —¡Signorina! Se dio la vuelta. Una góndola estaba a punto de deslizarse bajo el puente. Reconoció al apuesto y joven gondolero que había visto dos días antes. Él había dicho que su nombre era... Sal D'Onofrio, recordaba... y que debería buscarlo a él, por supuesto, cuando estuviera lista para un paseo en góndola. Él había cantado tan alegremente la última vez que lo había visto acercarse al Danieli. Ahora, no tenía clientes a mano, y se veía serio y cansado. —Hola —dijo, mirando brevemente hacia la iglesia, y examinando las esquinas de la plaza. La figura encapotada se había ido. Seguirlo había sido estúpido de cualquier manera. Probablemente ni la había estado mirando. Era imposible ver los ojos de un hombre a través de una máscara como esa a distancia. El gondolero negaba con la cabeza. —Bella señora, no debería vagar por aquí. Ésta no es una zona donde haya gente, hay poco que ver. —¿No se ha enterado? ¡Todos los turistas quieren ver lo qué otros turistas no ven! —Le dijo ella. Él no se rió. Ni siquiera sonrió. Negó con la cabeza, manipulando su pértiga para acercar su góndola a la pared baja que daba a la plaza. —Venecia es maravillosa. Pero ahora, debería regresar con las multitudes, por San Marco. Debería alimentar a las palomas... todas las visitas deben alimentar a las palomas. —No estoy segura siquiera de donde estoy ahora. —La llevaré de regreso. —Usted sabe, que tengo la intención de dar un paseo en góndola, y estoy segura de que usted es el mejor. Pero estaba pensando en un momento más cercano a la puesta de sol... —Sin cargo, signorina. La llevaré de regreso al Danieli. —Estoy segura de que puedo encontrar el camino. —Por favor. Permítame. —No hay muelle. —Puede saltar sobre la pared. —¿Es eso legal? —No. Pero por favor, esto no es... Esto no es por donde las personas vagabundean. —Se me había ocurrido explorar esa iglesia... —No —dijo, negando con la cabeza impaciente—. Está abandonada. No es una iglesia más, ¿comprende? Por favor, déjeme llevarla de regreso.
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Como parecía tan serio, y tan sinceramente preocupado por ella, Jordan se encontró cediendo. —Pise sobre la pared —la animó Sal. Ella lo hizo así. Él tenía una coordinación perfecta, y una asombrosa agilidad, inclinándose para agarrar su mano, luego la levantó por la cintura para ponerla en la góndola. Ella se tambaleó un poco mientras la góndola se inclinaba de un lado a otro, cuando el agua formaba ondas en el casco. Él pareció aliviado cuando ella tomó su lugar, y entonces se apartó de la pared. La góndola se disparó canal abajo con una velocidad sorprendente mientras él empuñaba la pértiga. Habían entrado en una extensión de agua más grande cuando se volvió hacia ella. —Venecia es un buen lugar, un lugar realmente bueno. Poco crimen, pero siempre, cuando tienes a tanta gente de tantos lugares, gente con dinero, joyas... siempre habrá criminales que quieran lo que no es de ellos. —Gracias por preocuparse —le dijo, estudiándolo. Se preguntó repentinamente si era una tonta total... él podría estar entre esos criminales, planeando llevarla bajo un canal desierto, coger su bolso, darle un golpe en la cabeza con su palo, y lanzarla al agua. No. Se estaba moviendo rápidamente, sin cantar, sin señalar las vistas, llevándola poco a poco a áreas mucho más transitadas. Pronto, se dio cuenta de que estaban de regreso por la zona detrás de la Basílica de San Marcos. Ella conocía estas aguas. Estaban llenas de restaurantes, hoteles y tiendas. —Usted está tan serio hoy, ¿es algo malo? —le preguntó. Él vaciló, pero sonrió, negando con la cabeza. —No. Pero debería ser precavida. Hay tantas personas. No todas son buenas. Hay ladrones, tal vez... Peor. —Soy muy cuidadosa. —Sea más así. Por favor. Quédese con gente que conozca. Él estaba tan taciturno que asintió, para nada tentada en decirle que ella era independiente y capaz. O que ya se había asustado lo suficiente como para asegurarse que estaba doblemente vigilante de todo lo que hacía, como seguir a un desconocido con una capa y máscara... se burló de sí misma. —Seré más precavida, Sal, de verdad. A punto de pasar debajo de un puente, reparó en que Ragnor estaba de pie en la calle a su izquierda. Lo vio inmediatamente porque era más alto que los que estaban a su alrededor, su pelo claro era como un faro contra el cuero negro de la capa que llevaba. No estaba solo, y no se había fijado en ella o en la góndola. Ella sonrió ligeramente. Tiff había encontrado al objeto de su deseo. La descarada americana había lo detenido en su recorrido. Ella estaba hablándole con mucho sentimiento, con las manos sobre el pecho de Ragnor. —Seré precavida —repitió, un sensación extraña hormigueaba en su nuca. Ragnor le había advertido sobre el peligro en Venecia. Ahora Sal estaba haciendo lo mismo, mientras que Jared creía que estaba perdiendo el juicio.
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Tal vez. Veía la cara de un hombre muerto en un maniquí. Lobos en las sombras. Oía el susurro de alas por la noche. Simplemente debería volar a casa. Esa sería lo más inteligente que podría hacer. No... No podía ir a casa. Algo estaba ocurriendo. Y aunque hubiera tenido miedo, también estaba obligada, decidida, y... ¿Cautivada? Ese fue el término que Tiff había usado antes. En cuanto a su razón para quedarse, parecía encajar perfectamente. Sería precavida, se dijo a sí misma, como le había prometido a Sal. Y sabía con toda seguridad que las cosas malas ocurrían. En un mundo real. —El Danieli —dijo Sal, deslizándose junto a la entrada lateral del hotel—. Por favor, ¿no estará sola? Un mozo de hotel esperó para ayudarla a salir de la góndola. Cuando ella se levantó para desembarcar, Jordan besó la mejilla de Sal. —Lo prometo, me quedaré cerca de amigos. Y gracias por ser tan dulce. Usted es el mejor gondolero. Él le ofreció una sonrisa profunda. —Grazie. ¡Ciao, bella! —Ciao, bravo —le dijo. Agradeció al botones también y entró en el vestíbulo del hotel. Estaba concurrido, llenó de risas, idiomas, disfraces, y un aire de camaradería y calidez. Examinó el vestíbulo por un momento, sonriendo lentamente. La gente estaba tan bella. Estaban teniendo tanta diversión. Se sintió extrañamente protectora con Venecia. Si algo estaba ocurriendo aquí para arruinar la maravilla de esta ciudad, tenía que ser detenido.
Sal D'Onofrio empujó su góndola fuera del canal estrecho, dirigiéndose alrededor del vaporetto que esperaba en el muelle delante del Danieli. Pasó la Plaza y el Palacio del Dux, entrando en las aguas del Gran Canal. No había hablado de lo que descubrió esa mañana a ninguno de sus amigos, había entregado su macabro descubrimiento a Roberto Capo en la comisaría de policía. Y Ahora... Todavía no sentía ganas de cantar. Se iba a casa. Mañana, después de una noche de sueño, sería él mismo otra vez. Las góndolas iban en masa. Pasó junto a uno de los desembarcaderos. Giuseppe Donati, un amigo, lo saludó con la mano. Acababa de recoger a una joven pareja con el traje completo. Le devolvió el saludo. Giuseppe señaló a una figura solitaria disfrazada en el muelle, un hombre buscando una góndola. Sal agitó la mano en agradecimiento a su amigo. No tenía realmente la intención de recoger a otro disfrazado, pero podría ser algo bueno para ayudar a quitarse de encima su malestar. Se deslizó hacia la orilla, obligándose a hablar alegremente con el hombre en inglés. —¿Solo, signore? ¿Quiere que lo lleve? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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El hombre enmascarado asintió gravemente. Saltó a la góndola, sin necesitar ayuda. Habló en voz baja, indicando la ruta que quería tomar. Hablaba en inglés, con qué acento, Sal no podría decirlo. No importaba. Se alegró... dejaría caer a este pasajero cerca de su propia casa, y entonces sería un poco más rico para la noche que tenía la intención de permanecer en casa. Avanzaron por el canal ajetreado, peatones mirando, comerciantes, niños, perros y paseadores de perros. Se movieron a un lado del camino transitado. Aquí y allá, un anciano caminaba arrastrando los pies, dirigiéndose hacia un bar o una taberna. Una mujer vestida de negro se apresuraba para un oficio religioso. Una joven ama de casa se paseaba con su bebé en un carrito. Otra vez. Estaban muy lejos de las tiendas, en una sección de la ciudad en su mayoría residencial. El crepúsculo estaba cayendo ahora. Las luces que caían sobre el canal se habían oscurecido, procedentes de las viviendas donde los padres regresaban de trabajo, algunos para quedarse, algunos para comer un poco antes de volver a trabajar para absorber el dinero de los turistas de la noche. Todavía era la ciudad de Sal. Cálida ahora en el resplandor del hogar y la vida cotidiana. Delante había un puente ancho, uno que conectaba dos islas de casas. No estaba demasiado lejos ahora de la suya. La góndola fluyó por debajo del puente. Sal apenas oyó moverse al hombre con el traje de dottore. Acababa de empezar a girarse, no escuchando exactamente sino sintiendo los susurros... Sintió las manos en sus hombros, poderosas en una presa que pronto rompería huesos. El agarre fue agónico, pero aún mientras abría la boca para gritar, el ruido fue cortado en seco ante el repentino incontrolado flujo de sangre. Ni siquiera fue consciente de la afilada cuchilla penetrante la cual se introdujo en su cuello, creando la burbuja de sangre en su garganta...
Nari estaba en el centro de la Plaza, oculta, rodeada por parranderos. Permaneció inmóvil, mirando al cielo, apreciando la muerte del día. La noche... pronto. Podía oír la risa a su alrededor, la charla, los idiomas. Podía oír la música, tocando en el quiosco de música. Cuando se concentraba, podía oír más. Un pulso... Tum, tum, dulce, delicioso. Respirando... vida... esencia... Esta noche. Podría ser esta noche. Tenía un plan, y en verdad, perderse en su intento aquí y allá no estaba tan mal. Era más bien como un juego. El gato y el ratón. La persecución creaba un aroma aún más dulce del miedo. Y el sabor del miedo... Empezó cuando sintió un agarre en su brazo. Miró hacia arriba horrorizada. Ragnor. La había encontrado. Aquí, al aire libre. —Detente —dijo él. Ella quiso apartarse de un tirón furiosamente. Sabía que no podría. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¿De verdad? ¿Qué vas a hacer conmigo para detenerme? ¿Matarme? —Se burló. —Encerrarte —dijo él quedamente. —Esa es tu intención de todos modos, ¿verdad? —dijo suavemente. No podía librarse de él. Por qué no disfrutar del momento. Rozó sus nudillos contra su mejilla—. Ragnor... Él tomó su mano, obligándola a dejarla caer. Ella sonrió lentamente de todos modos. —¿Crees que alguna vez olvidaré? —preguntó. —¿Crees que alguna vez olvidaré? —repitió el duramente—. Te estoy diciendo, Nari, que te detengas. Te lo advierto. Amenazándote, si quieres. Podrías tener todo, tienes una vida aquí, un bello palazzo, un título, una posición. Tú... —Te olvidas de ti mismo, ¿no es así, Ragnor? Conozco las leyendas, te consideras a ti mismo tan diferente, pero con toda sinceridad, ¿estás tan por encima de todos nosotros? —¿Todos? ¿Viven muchos? —Calzonazos. Encerrados en un mundo como una jaula. —Siendo racional y sobreviviendo. Nari, mira a tu alrededor ¡Lo tienes todo! Ella lo estudió por un momento. —No, no lo tengo todo. Pero sé lo que soy. —Hay tanto más que podrías ser. Ella se levantó de puntillas para susurrarle al oído. —Me gusta lo que soy. —La última vez. Definitivamente una amenaza. Yo podría... —¿Tú podrías qué? ¿Romperme aquí y ahora? ¿Delante de todas estas personas? Te arrestarían, te arrojarían en prisión. Podrías escapar por supuesto... pero entonces, ¿qué pasa con tu cara? No podrías andar por ahí con toda esta gente simpática, entonces, ¿podrías? Condéname y te condenas a ti mismo. —Ya estamos condenados —dijo él rotundamente. —¡Así que no tienes! —Ella se maravilló—. La verdad es lo que es, y lo sabes, sin embargo, siempre pensaste que eras diferente. Él era diferente. Repentinamente sintió un espasmo de hambre que fue tan violento que apenas lo pudo contener. Quería tocarlo otra vez. Todos estos años... él aún era Ragnor. Sólido, nunca vacilante. Bello. Los planos fuertes de su cara, la pared de su pecho. Viejos arrepentimientos murieron. Bueno, había tomado sus decisiones y sus elecciones. Lo había subestimado. Y ahora, mirando directamente en sus ojos, supo que era muy tarde. —Hay leyes... —¿Sus leyes? ¿Nuestras leyes? ¿Qué leyes? —Se burló—. El mundo está en caos, Ragnor... ¿No te habías fijado? Y prevaleceremos. ¡Chico insensato! ¿No lo sabes? —Sé que puedo quebrarte... y lo haré. —¿Será tan fácil? —susurró suavemente, moviéndose contra él. —Como chasquear los dedos. Ella se alejó. —Es esa chica americana. —Es lo que tú estás haciendo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Eres un mentiroso. Has estado observando a esa chica. —Si tengo un interés en la chica americana, Nari, tú lo has creado. Nari sonrió. Al menos había encontrado su debilidad. —A ella no le gustas, lo sabes —le informó—. Sospecha que no eres... bueno, no eres exactamente bueno en absoluto. —¿Por qué estaba ella entre los... invitados seleccionados en tu fiesta? Nari vaciló, entonces mintió. —¿Qué puedo hacer si la tonta criatura se encontró de pronto en el lugar equivocado? ¿Estaba ella siendo deshonesta también? Con el tiempo, él sabría la verdad. Toda la verdad. Y que la chica fue, ciertamente, seleccionada. —Lo que estás haciendo aquí, el horror que estás creando, va mucho más allá de la chica americana. Y hay formas sobre de eso. Nari se encogió de hombros. —¿Por qué? Se estima que hay quizá centenares de asesinos en serie por todo el mundo hoy. La policía continúa buscando a la mayoría de ellos. —Atraerás los fuegos del infierno contra nosotros. —Sobre ti, tal vez. Somos los fuegos de infierno. —De repente ella suavizó su voz, sus palabras húmedas con un dulce susurro de aliento—. ¿Nunca... anhelas... los viejos tiempos? Recuerda lo que fue, cómo podría ser... —De nuevo, ella extendió los dedos sobre la extensión de su pecho. De nuevo, él quitó su mano. Ella se sorprendió por la furia de su rechazo. —Qué burro eres. Y en cuanto a los americanos... Yo, al menos, soy amigable con su familia. De hecho... tengo planes con ella esta tarde. Su agarre se apretó con tal intensidad que ella temió que le rompiera un hueso. Sintió sus mejillas palideciendo, su poder drenándose. —Si la tocas… —¿Y tu interés es mera preocupación por el bien del género humano? —Se burló Nari—. ¿Si la toco? —Nari comenzó a reírse—. ¡Oh, Ragnor! De nuevo, su agarre se apretó. Ella jadeó de dolor, peleando, luchando por encontrar su sentido del poder. —Si piensas que soy lo único con lo que tienes que tratar... —¿Qué? ¿De qué diablos estás hablando? —demandó. —¡Ragnor, suéltame! Me lastimas —gritó. Cualquiera en la multitud podría haberla oído. Había carabinieri en la Plaza. Sin embargo, no la soltó. Sus ojos eran un fuego azul mientras la miraba fijamente. Ella sintió otra vez el dolor profundo y amargo de la pérdida. Y una cruda agonía de celos furiosos que no había pensado nunca que la pudiera tocar otra vez.... —Dime qué está pasando —repitió él—. ¿Qué planes tienes? ¿Dónde la encontrarás esta noche? ¿De qué estás hablando? —¡Ella estará en Harry's! —Nari jadeó. Tenía que aflojar su agarre. No podía permitirse el lujo de sufrir algunos huesos rotos ahora mismo—. Tendrás que matarme antes de que diga más ahora. Pero si me matas, nunca lo sabrás, cazarás por siempre, y tu preciosa pequeña enana americana podría irse… Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—No intentes eso, Nari. Te dije que detengas todo esto. No tiene nada que ver con una persona... —Vale. —Ella se relajó en su presa—. ¡Porque si me lastimas ahora, disfrutaré de ella yo misma! Hasta la última... lamida. Su agarre se había aflojado. La miró, los ojos inmóviles eran máxima amenaza que él ofrecía. —De acuerdo, Nari, dime de qué estás hablando. Ella tragó saliva. Se forzó a salir de su fascinación por el simple hecho de estar tan cerca después de tantos años. Una vez él había sido suyo. Rudo, ágil, flexible, desnudo, moviéndose. Atormentado con cicatrices, desgarrado en conflictos, apasionado y hambriento, como un relámpago en la noche... No. Ese tiempo se había ido. Y no podía dar nada, él estaba destinado a pagar por ser lo que era. Amargamente, amargamente, se obligó a recordar sólo la venganza. Sólo la vida, como ella la conocía. La vida que podría tener. Desenfrenada, libre, abandonada, salvaje... una vida con libertad para aliviar el tormento en su interior, colmar el hambre... Lo maldijo repentinamente. Ella había llegado a su debilidad. Él estaba preocupado por la chica americana. Bien, haría bien en preocuparse, porque no empezaba a entender la complejidad de lo que estaba ocurriendo aquí. —Muy bien, Ragnor. Mejor preocúpate por ella. ¿Por qué adivina qué? ¡Vosotros dos vais a morir! Ella vio la cólera que tensó sus facciones. Ahora, aquí, en la Plaza... Tenía que escapar de él. Tenía que moverse, antes de que la tocara otra vez. Había sido temeraria. Había llegado demasiado cerca como para arruinarlo todo. Ella lo había puesto en guardia... La tocaría otra vez. Y no podía permitirlo... podía no encontrar su fuerza. Dando un paso atrás, se volvió hacia la multitud. Lo sintió alcanzarla, sintió el poder emanando de él justo a un aliento de distancia. Pero había demasiada gente. Y ella tenía sus fuerzas. En medio de una selva de capas, desapareció en la noche venidera. Sus planes para la tarde estaban arruinados. Y sin embargo... Él no podría seguirla. No podría arriesgarse. La había amenazado, pero ella le había advertido. Y él tenía sus debilidades, no importa que lo negara. Ahora, tendría miedo. Y siempre, tendría que estar en guardia. Y mientras el gato estuviera muy, muy ocupado, el ratón podría jugar...
Arriba en su cuarto Jordan encontró una nota de Cindy, deslizada debajo de la puerta. ¡Oye, niña! ¿Dónde estás? ¡Pregunta tonta, si estás leyendo esto ahora, estás dentro! Te extrañé hoy. ¿Nos encontramos en Harry´s a las 8:00? ¡Por favor estate allí, o llama por teléfono, o me preocuparé demasiado para hartarme de mi pasta favorita! Amor, Cindy Sonriendo Jordan, dejó a un lado la nota. Harry´s estaba a un breve paseo pasando el Palacio del Dux y a lo largo de la vía fluvial. Abarrotado... muy abarrotado por la noche. A ella le gustaba Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Harry´s y estaba de ánimo para la multitud que estaría allí. El bar estaba siempre atiborrado, y durante Carnevale, tenía la certeza de que la espera sería larguísima, a menos que Jared hubiera hecho reservas, y él conocía bien a la gente allí. Esperaba una noche agradable con su primo y su mujer. Miró su reloj. Tenía mucho tiempo. Entrando en el baño, llenó la bañera y agregó aceite de baño aromático, asegurándose de que el agua estuviera muy caliente. Desnudándose y deslizándose en una bata de baño, llamó al servicio de habitaciones por una jarra de té caliente. Abrió la ventana mientras esperaba, mirando hacia el canal y la animada calle. Venecia ya estaba cobrando vida para la noche. Regresando a la habitación, encendió la televisión y trató de ver las noticias en italiano, intentando averiguar si habría pasado cualquier cosa en la ciudad que pudiera haber perturbado tanto a Sal. Vio el mapa meteorológico y nada más. Un golpe sonó en su puerta. Distraídamente ordenó: —¡Entre! Un alegre camarero llegó con el té. La bandeja estaba adornada con pequeñas galletas también. Agradeció al hombre del servicio de habitación, firmó su cuenta, y se aseguró de cerrar su puerta cuando salió. Con la taza de té en mano, fue al baño y se metió en la bañera. Cerró los ojos. El agua estaba caliente y maravillosa. Pensó en levantarse para echar una ojeada al libro de vampiros otra vez. ¿Por qué? Sólo le daría otro repaso. Mañana, con suerte, Federal Express la encontraría y tendría otro libro sobre el tema. Con los ojos cerrados y una bruma de vapor alrededor de ella, se relajó. No habría disfraces esta noche. Iba a ponerse los perversos tacones nuevos que había adquirido en Charleston poco antes de salir, y el vestido negro de cóctel sin espalda. Iba a volverse un poco loca, tal vez. Y como Cindy, hartarse de pasta. Estaba tan relajada que no supo qué la sobresaltó de repente. Se sentó en la bañera, frunciendo el ceño, mirando a su alrededor, preguntándose qué la había sacado de repente de su cómoda introspección. Jordan escuchó. Nada... Se levantó de la bañera de todos modos, agarrando su bata. Saliendo del cuarto de baño entró en el dormitorio y vio al instante que había dejado la ventana abierta. El aire frío de la noche estaba deslizándose dentro, luchando contra la calefacción. El viento y los susurros parecieron agitarse alrededor de su cara y cabello, enfriándola. Cerró la ventana. Todavía tenía frío. Jordan se sacudió, caminando alrededor de la habitación. Miró dentro del armario, después debajo de la cama, y luego se sintió como una tonta. No había nadie en el cuarto. Pero todavía sentía la misma sensación de inquietud. El baño estaba arruinado. Definitivamente no iba a volver a entrar en él. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Tampoco se sentía cómoda en su cuarto. De repente estaba ansiosa por salir. Era demasiado temprano para reunirse con Jared y Cindy. Pero nunca era demasiado temprano para dar un paseo hacia Harry´s y auto invitarse a una copa. Se vistió rápidamente, apenas retocando su maquillaje y cepillando su cabello deprisa y corriendo.
Cuando la aldaba sonó, Tiff estaba arriba. Sintiéndose satisfecha, había llenado la bañera del Jacuzzi con cristales aromáticos, y se sumergió. No estaba esperando a nadie, y consideró permanecer en la bañera. Estaba maravillosamente relajada. Y la idea de levantarse, sin toalla, caminar escaleras abajo y atender la puerta por cualquiera sencillamente no la satisfacía. La aldaba de bronce sonó otra vez. Se le ocurrió a Tiff que sólo podría ser él. Su última obsesión. El había sido suficientemente cordial en la calle, aunque cuando parecía tener prisa. Tal vez, sólo tal vez... Saltó fuera de la bañera y agarró su bata. Debido a que era seda, se aferró a su carne húmeda y caliente. Tal vez eso no fuera algo malo. Todavía tenía una figura bastante bonita. Bueno, está bien, no era exactamente suya... Bueno, sí, lo era. Había pagado por eso. ¡Era suya! Así pensando, arrancó la toalla de su cabello, lo sacudió, y fue corriendo escaleras abajo. ¡Gracias a Dios por la lujosa alfombra! ¡Sus pies húmedos se habrían resbalado por el mármol! ¡Podría haberse resbalado escalera abajo, su obsesión conduciéndola directamente a su defunción! ¡Huesos rotos, cuello roto, qué manera de irse! —¡Mantén tus shorts! —Clamó, disparándose hacia la puerta. Debería haberse asomado por la pequeña mirilla, puesta por el actual dueño, pero para cuando alcanzó la puerta, estaba demasiado acelerada. Abrió la puerta de par en par... a una mujer de mediana estatura en disfraz, máscara, y larga capa hasta el suelo. —¿Sí? —dijo Tiff, notando al instante que la ropa que llevaba era cara, que la máscara era exquisita, forrada con cristal, probablemente de Swarovski. —¿Tiff? Reconoció la rica, cultivada y ligeramente acentuada voz, aunque su nombre había sido la única palabra dicha. —¿Contessa? —dijo, demasiado sorprendida para esconder su incredulidad. —Estaba en el barrio. Oí que había alquilado este palazzo. Es tan grosero de mí parte venir sin previo aviso, y sin embargo... —¡No, no! —dijo Tiff rápidamente, haciéndose a un lado—. ¡Estoy encantada de verla! —Estaba esperando a alguien.
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—No... —Ella rió nerviosamente—. Supongo que estaba un poco ansiosa. Quería alcanzar la puerta antes de que dejaran de tocar. Me alegro tanto de haber llegado a la puerta antes de que se fuera. La contessa sonrió ligeramente. —Debe perdonar mi apariencia —dijo Tiff. No debería balbucear tanto. —Pero está usted ocupada —dijo la contessa, señalando la bata y el cabello húmedo de Tiff. —Estaba secándome, a punto de salir. Por favor, por favor, adelante. —Está bien, no me quedaré mucho. La contessa entró en el vestíbulo, dejando su capucha caer, y deslizando su máscara. —Aquí, déjeme coger eso por usted —dijo Tiff, colocando la máscara muy cuidadosamente en el perchero tallado de roble junto a la puerta—. Y su capa... La contessa le entregó su capa, y miró alrededor del palazzo. —Muy agradable. Realmente, he estado aquí antes... años atrás. El trabajo que han hecho es precioso. —Es muy cómodo. Mucho mejor que un hotel, aunque hay muchos hoteles preciosos aquí — dijo Tiff. Estaba tratando de no balbucear. Aquí estaba la contessa, visitándola. Era casi tan excitante como una visita del hombre que había esperado ver. Por supuesto, estaba de pie allí en bata, con el pelo húmedo, pegado a la cara. Difícilmente estaba vestida para una contessa. —Si me da sólo un minuto, puedo buscar algo... La contessa agitó su mano, sus bellos rasgos sin edad curvándose en una sonrisa. —¡No, no, no haga nada! Estaré solo unos minutos, y usted podrá hundirse de nuevo en su bañera. ¡Me iría muy infeliz si arruinara su baño! —Entonces traeré algo de vino. Nos sentaremos arriba. —Vino tinto, por favor. ¿Puedo pasear? —Sí, por supuesto. El bar está arriba... —Maravilloso. Todavía sintiéndose torpe, aturdida, y halagada más allá de toda medida, Tiff empezó a subir las escaleras. La contessa la siguió. Pero mientras Tiff iba al gabinete de vino, la contessa en efecto paseó. Con dos copas de su mejor vino servido, Tiff miró alrededor y no vio a la contessa. —¿Contessa? —¡Aquí dentro! Había entrado en el dormitorio principal. Se dio la vuelta mientras Tiff entraba en la habitación, sonriendo y aceptando una copa de vino. —¡Magnifico! —dijo—. Han hecho un hermoso trabajo. La habitación donde está el baño ahora era un lugar anticuado, cerrado. Ahora... es un refugio precioso. Tiff se ruborizó, preguntándose si la contessa podría ser consciente de sus razones para desear una suite tan suntuosa. —Lo admito, disfruto de las comodidades. —Algo que compartimos —dijo la contessa. Vagó hacia las largas ventanas, que estaban abiertas hacia la terraza—. Absolutamente maravilloso. Y ésta es mi hora favorita del día. ¡Cuando
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los colores de la puesta de sol se desvanecen, el día se va, y la noche está con nosotros! ¡Con todas sus sombras y secretos! Parada allí, se veía casi como si estuviera en éxtasis. Tiff caminó hacia la grandiosa cama, cubierta de seda y se sentó, observándola. —Se pierde tanto tiempo durmiendo —dijo la contessa. Caminó hacia donde Tiff estaba y se hundió a su lado, tragando su vino—. Frutal, pero seco, rico y audaz. Una buena elección, gracias. —¿Le puedo traer algo más? —¡No, no, sólo siéntate! Déjeme disfrutar de su compañía. Me tomo mi tiempo cuando estoy paladeando un sabor nuevo —dijo suavemente—. ¡Así! Usted me fascina. —¿Le fascino? —dijo Tiff. —Sí, realmente admiro a una mujer como usted. Es un mundo difícil. Demasiados hombres, con demasiada frecuencia, durante demasiados años, han explotado a las mujeres. —Bueno pues, no estoy segura... —¡Ah! Piense en eso. El hombre de negocios con una joven secretaria que necesita su aprobación para avanzar… El ejecutivo maduro que mantiene una aventura amorosa con la cosa dulce y joven, mientras su esposa está en casa y poco puede hacer debido a que su vida y sustento dependen de él. Las estrellas de cine a punto de decaer que encuentran a jóvenes aspirantes a estrellas para esposas. Mientras usted, mi lista, preciosa y más adulta mujer, cambia al revés las cosas. ¡Aquí está... una mujer con sustancia! Usted no necesita inclinarse ante nadie porque es dueña de sí misma. ¡Y ahora, mientras todavía es relativamente joven, tiene formas y medios para hacer lo que deseé, con quién usted guste! Tiff tuvo que sonreír. —Bueno, hay de esos, incluyendo algunos de mis hijastros, que tienden a pensar en mi cómo una perra ambiciosa. Y no soy tan terriblemente joven, me temo. Ella no se había dado cuenta de que se le hubiera torcido la bata, exponiendo la longitud de sus piernas, mientras se había girado hacia la contessa en la cama para poder conversar. Ahora, notó a la contessa mirando la carne expuesta. Sintió un ardiente rubor envolverla. Comenzó a cerrar su bata, pero la mano de la contessa aterrizó en su rodilla antes de que pudiera hacerlo. —Bastante joven. ¡Vea lo bella que es! Se ha mantenido a usted misma, otro punto que admiro muchísimo. Los largos dedos de la contessa, cubiertos de joyas, se movieron sobre la rodilla de Tiff, ligeramente arriba de su pantorrilla, ligeramente arriba del interior de su muslo. Tiff no se avergonzaba fácilmente, pero pareció que su sangre inundó sus extremidades, y se sintió tan ardiente como si humeara. Debería moverse, debería retirarse... Pero ahora los ojos de la contessa estaban en ella, profundos, lánguidos, sensuales. Tiff se encontró con que no podía moverse. Sólo podía mirar perdidamente hacia los ojos de la contessa. La contessa sonrió lentamente mientras sus dedos se mantenían en movimiento. —Dime, bella —dijo, su voz un suave susurro que parecía acariciar—, ¿has estado alguna vez con una mujer? Debería haber dicho algo ingenioso, algo a manera de negativa para lo que estaba ocurriendo ahora, pero todo lo que llego a los labios de Tiff fue una palabra, apenas exhalada. —No… Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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La contessa se encogió de hombros, sus dedos flexibles todavía sólo acariciando. —Ni yo lo había hecho por largos años... Muchos, muchos años. Pero cuando me di cuenta de que los hombres eran mentirosos... cuando jugaban como lo hacían... descubrí que podía seducir gente joven y bella yo misma. Y descubrí que las mujeres podían ser seductoras, atractivas... tan apetitosas. Tiff consiguió tragar. No, ella nunca había estado con una mujer, pero... —¡Pobre Tiff! ¡Tantos años con hombres viejos buscando desesperadamente su propio placer! ¡Oh, las cosas que debiste haber hecho para llevarlos al punto de... la posibilidad! La contessa parecía capaz de leer su mente. ¡Incluso mientras hablaba, Tiff sintió la oleada más impía de deseo pasando rápidamente a través de ella! ¡Dios mío, sí! Las cosas que había hecho, la paciencia que había necesitado, el placer que había dado... mientras no encontraba satisfacción ella misma. —Te puedo mostrar placer —susurró la contessa. Sus labios parecieron estar mucho más cerca. Sus palabras, sus susurros, eran como vendas de seda, barriendo por encima y alrededor de Tiff. Deseó que la contessa hiciera más. Mucho más. Que llevara esos habilidosos dedos más alto, más alto y más alto, que tocara el lugar íntimo que ahora parecía estar palpitando, gritando por ser tocado. —Permíteme... Las manos de la contessa estaban en su hombro, un toque tan delicado, y sin embargo tan fuerte. Tiff cayó hacia atrás, la bata de seda completamente abierta, el cinturón perdido en alguna parte, sus piernas extendidas. La contessa estaba todavía sobre ella. Sus dedos ahora acariciaban la garganta de Tiff y avanzaron lentamente abajo por su torso. —Tan hermosos pechos... —Las palabras de la contessa no eran ahora nada más que aire, aire caliente que se movía y la excitaba hasta que Tiff apenas podía soportarlo. Nunca había estado con una mujer.... ¿Por qué no? Ésta no era exactamente cualquier mujer. Ésta era la contessa... Y ella no podía detenerse ahora aunque lo quisiera. Esos dedos delicados, cargados de anillos estaban en sus pechos, trazando los diminutos diseños de sus venas en ellos. Las piernas de Tiff se extendieron. Se sentía líquida, incapaz de moverse. —Bella, bella... —Recauchutada y mejorada —Tiff misma se oyó decir. La risa de la contessa fue como el tintineo suave de campanas. Tiff sintió la sensación de humedad de su boca. Lametazos diminutos, como gotitas de fuego puro, saliendo rápidamente tan velozmente como la lengua de la serpiente, haciendo cosas tan deliciosamente malvadas... La caricia de la contessa ascendió contra ella. Si pudiera haberse movido, Tiff habría sujetado la cabeza de la mujer, y la habría arrastrado velozmente abajo entre sus muslos. A ella le dolía, latía, podía sentir la hinchazón...
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Lametazos... trazando sus venas, tocando su abdomen, recorriendo a lo largo de su muslo interior, aterrizaron. Tiff se disparó a través del techo. ¡Señor... qué clímax! Estaba débil, casi se desmayó. Querido Dios, los vejetes con quienes ella se había casado habían sido... inútiles. Esto era lo qué los franceses llamaban le petit mort. Tan bueno, era como morir... Ella nunca, nunca, había experimentado nada como esto, no había creído que existiera. Iba a la deriva en el placer, su mente aturdida, sin embargo sus pensamientos corrían velozmente y la contessa no lo dejaría sólo en eso, se movió más abajo, contra sus muslos, una punzada de dolor leve, el máximo placer, y de nuevo, el mundo desvaneciéndose en el éxtasis, la pequeña muerte de los franceses...
Nari comía despacio, tomándose su tiempo. Cuando estuvo saciada, se echó hacia atrás, examinando el conmocionado y blanco cuerpo de la mujer en la cama. Divertida, se levantó, aún examinando las sobras. Ahí estaba una mujer que había muerto feliz. Había tantas excelentes maneras de disfrutar la exquisitez de una buena comida. Las venas del cuello estaban bien, pero las del muslo podían ser perforadas de tal forma que la sangre fluía sin problemas. Alisó el cabello de Tiff, afectuosamente levanto el cuerpo que le había proporcionado tanto placer. Se rió en voz alta entonces, recordando el afán de Tiff en recibirla. —Pobre Tiffany… corriste hacia tu propia muerte ¿no? Se estiró, eufórica, tan contenta como un gato callejero que acabara de consumir un tazón entero de leche sin interrupciones, y sin tener que compartir un lametón. Se acercó a la ventana y miró hacia las tinieblas que oscurecía ahora la noche. Se sentía completamente vigorizada, poderosa y estupenda. Después de semejante comida deliciosa, Nari se sorprendió al sentir un sabor a bilis subiendo por su garganta. Apretó los dientes, odiándolo. Había venido aquí porque… Él la había dejado… con hambre, muy hambre, pero hambre de una forma que no podía satisfacer, no importaba cuán saciada debería estar, no importaba cuán dulce la seducción de su presa… Volvió a mirar a Tiff. Ahora, algo debía hacerse con los despojos. Que fastidio. Miró de nuevo a la calle con el ceño fruncido. Los carabinieri estaban por fuera en grandes números, se dio cuenta. ¿Por qué? Por un momento, pensó que él podría estar enfadado. Semejante festín debería haber sido compartido. Y quizás ella no había elegido a la víctima adecuada… Él tenía su propia agenda. Sacudió la cabeza. Bueno, hubieron momentos en que él olvidaba quien era ella. Y ahora… Ahora, está noche, sentía una terrible corrosión en su interior. Amargura, odio, venganza. Bueno, se estaba moviendo hacia su meta. Y estaba llena, sin duda sentía su propio poder. No se había sentido tan frenéticamente fuerte en mucho tiempo… Cerró la ventana. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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La noche era joven.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0088 Harry´s estaba ocupado, como siempre. Abarrotado. La gente que esperaba las mesas, estaban de pie en la barra, amontonadas en la entrada. Justo en la puerta, Jordan vaciló. No había donde sentarse, dónde ir. Consideró deslizarse fuera y esperar en el exterior, renunciando a su bebida, pero la noche se estaba volviendo bastante fría. No había querido permanecer en su cuarto, pero particularmente no quería estar esperando fuera temblando, tampoco. Mientras estaba parada sintiéndose un poco perdida y desesperada, vio a uno de los porteros apresurándose hacia la puerta. Sonrió, asumiendo que avanzaba hacia ella para tomar su abrigo. Entonces se dio cuenta de que corría a saludar a alguien que acababa de entrar detrás de ella. —Signore, bienvenido de nuevo. Ella sintió una mano en su hombro. Se sobresaltó. Mientras se daba la vuelta, vio que era Ragnor, y que estaba saludando al portero. —¡Buona sera! La dama y yo deseábamos tomar algo —dijo Ragnor. Aunque estaba hablando agradablemente con el portero, Jordan vio que estaba observando a una pareja en el extremo más alejado del bar. La pareja se levantó, dejando un espacio vacío. —¡Vengan, vengan! —dijo el portero. Jordan miró alrededor, pensando en rehusarse si había personas que habían entrado delante de ellos. —Venga, venga —insistió el portero, conduciéndolos a lo largo del bar—. Las mesas para los demás están casi listas. Un momento después, él había tomado sus abrigos, y ella estaba sentada sobre un taburete de bar. El camarero estuvo instantáneamente delante de ellos. Se decidió por un buen Southern Jack and Seven. Ragnor pidió un Dewar´s con hielo. Ella giró el palillo para remover su bebida, entonces se volvió para encontrarse con que él la estaba observando. —¿Cómo hizo eso? —le preguntó. —¿Hacer qué? —Despejar el bar. Él se encogió de hombros. —La gente se fue. Los otros están listos para cenar. —Convenientemente. —Conozco al portero y al camarero, pero no se preocupe, respeto una cola. Sólo resultó haber un hueco aquí. ¿Qué pensó que podría haber hecho? ¿Prestidigitación? ¿Dardos de control mental? Parecía divertido. Ella se sintió un poco ridícula, y por consiguiente, enojada. Y a la defensiva. —¿Estaba siguiéndome? —Preguntó secamente. Había estado tan cerca detrás de ella. Su respuesta tardó un momento. Ella sintió la evaluación de su mirada fija. —Tiene un montón de ego envuelto en un paquete tan pequeño. Ella sintió a sus mejillas arder. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Estaba asumiendo que tenía la intención de decirme otra vez que deje Venecia. —Ella miró fijamente hacia adelante en la barra, volviendo a su palillo otra vez. Era consciente de que seguía observándola, era también consciente de que su vestido negro de coctel era ceñido y cercano a lo atrevido. También era consciente de que estaba bien vestido, su traje a medida se adaptaba maravillosamente. Tenía manos grandes, notó como lo hiciera antes. Una descansaba contra su bebida, poderosa, los dedos largos y afilados. Él estaría bien en una película bárbara, tal como llevaba a Armani con un estilo suave y cultivado. —¿Se marcha de Venecia? —preguntó. Se sentó encarándola en su taburete. Ella sintió el roce de sus rodillas. —Con el tiempo. —Pero no subirá a un avión y se ya. —No. Ella pensó que él discutiría. Pero encogió de hombros. —Tal vez es lo mejor. —¿Que me quede? Que amable de su parte. —¿Cómo está el Danieli? —preguntó, su tono era casual. —Bien. ¿Usted se ha quedado allí? —Sí, pero no en un tiempo. Me pregunto si ha cambiado. Tal vez la acompañaré de regreso y veré. —Podrá tomar café o bebidas en el vestíbulo en cualquier momento —le dijo. Una leve sonrisa curvó sus labios. —¿No me dejará acompañarla a casa? —Me encontraré con mi primo y su mujer aquí. —Y Anna Maria, Raphael y Lynn, por lo que parece —dijo Ragnor. Desde donde él estaba, frente a ella, podía ver la puerta. Ella se giró y vio que Jared y Cindy habían llegado y que estaban acompañados de los demás. Los ojos brillantes de Raphael se ampliaron cuando vio a Jordan. —¡Cariño! Él hizo una entrada típicamente dramática a través del bullicioso y hacinado cóctel para alcanzarla. La besó en ambas mejillas, tomó sus manos, y la bajó del taburete para girarla alrededor mientras admiraba su vestido. —¡Simplemente delicioso! —dijo—. ¡Delizioso! Ragnor, ¿no le parece? —Me temo que sí —murmuró Ragnor. Se levantó de su taburete también, alargando un brazo mientras Anna Maria se acercaba a ellos, su sonrisa amplia. Lynn la siguió, deleitada, y una ronda de besos en cada mejilla alcanzó a todos mientras todo el mundo saludaba a todo el mundo. Cindy pareció complacida de darle la bienvenida a Ragnor. Sólo Jared pareció un poco rígido. Habló cortésmente, y no protestó cuándo Anna Maria sugirió que Ragnor debía unírseles para la cena. Jared pareció receloso del desconocido entre ellos, y curioso... hasta sospechoso, cuando sus ojos encontraron con los de Jordan. Ella se encogió de hombros, intentando asegurarle a su primo que ella no había invitado o alentado al hombre a unírseles.
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El portero llegó, diciéndoles que su mesa estaba lista. Jordan encontró la mano de Ragnor en su espalda, guiándola a través de la multitud hacia uno de los comedores. Con sus dedos contra su espalda desnuda, tuvo que admitir, otra vez, que él tenía un cierto efecto sobre ella. Como fuego. Un efecto incómodo. En el bar, había sentido el deseo de apoyarse contra él, sentir la tela de su traje contra su mejilla, inhalar el perfume limpio e intoxicante de sus mejillas afeitadas. Ahora, como lo hizo la noche anterior, observando a los bailarines, sintió una sensualidad intoxicante ante la cercanía. Lynn diría que quería saltar sobre sus huesos. Ella no sería tan bruta… u honesta. Pero su mente se desvió del rumbo durante el simple acto de caminar de la barra a la mesa. Sus manos eran increíblemente masculinas. Se preguntó cómo sería sentirlas moviéndose a lo largo de sus brazos. Y otros lugares. Se preguntó si su pecho era tan ancho e irresistible cuando estaba desnudo. Se preguntó cómo se sentiría si estuviera desnuda también, rozándose contra la longitud de él. Y si su pecho estuviera desnudo, sus caderas estarían desnudas, y entonces se encontró preguntándose si sería poderoso y ágil y grande en todas partes... Él sacó una silla para ella en la mesa. Se sentó. Su cara estaba teñida de rosa, estaba segura. De pies a cabeza sintió un sonrojo carmesí. Ni siquiera estaba respirando normalmente. ¡Tal vez él debería sentarse en alguna otra parte, otra que no fuera al lado de ella! No lo hizo. Tomó la silla de su izquierda. Lynn estaba ya sentada su derecha. Un camarero puso su bebida a medio terminar frente a ella. La alcanzó, tomando un gran trago. Los menús aparecieron y Lynn los alcanzó, señalando platos, diciéndole lo que pensaba que estaba especialmente bueno. Ella respondió, asintiendo con la cabeza, salvo algo, no estaba segura exactamente de lo que Jared y Anna Maria estaban discutiendo, un número de gente que Jared había contratado para su baile la siguiente noche. La distribución de los asientos ya había sido planeada, había varios centenares de invitados llegando, pero parecía que Anna Maria quería saber más acerca de los que venían, para poner a las personas con intereses similares juntas. —Así que ¿dónde estuviste hoy? —Repentinamente, le preguntó Cindy a Jordan. —Fui a tomar café con Tiff. —¿No es el palazzo maravilloso? —le preguntó Raphael. —Sí, muy bonito. —El mármol en el vestíbulo se supone que fue rescatado de las ruinas de un palacio romano — le dijo Anna Maria. —¿Estuviste tomando café todo el día? —preguntó Jared. La pregunta sonó un poco áspera para Jordan, y no estuvo contenta al comprender que ahora todos en la mesa la estaban mirando, como si todos esperaran una respuesta. —Tome café, fui de compras, vagué —dijo. —Pensé que vendrías a la tienda —dijo Lynn. —Sabía que todos estaríais muy ocupados —le dijo a ella. —Tiff está bien, ¿eh? —dijo Raphael. —En realidad, una prostituta muy bien pagada —dijo Jared. —¡Jared! —protestó Cindy.
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—¡Bueno! Ella se casa con ancianos ricos por su dinero. ¿No es una especie de la misma cosa? —inquirió Jared. —¿Qué hay sobre los ancianos y hombres maduros que descartan a sus esposas de treinta años o así para ir tras de una atractiva joven? —dijo Jordan en defensa de su amiga—. Me gusta ella. —¿Qué piensa usted de la señora Tiffany Henley, Ragnor? —preguntó Cindy. Ragnor arqueó una ceja. —Supongo que todos nosotros tenemos nuestras prioridades. Ella es franca, fuera de toda duda. Lynn soltó una risita. —Ella tiene mucho más que decir acerca de usted —le dijo. —Ella es buena. Un poco demasiado a veces, pero cortés —dijo Ragnor con indiferencia—. No la conozco muy bien. —Lo vi con ella esta tarde —dijo Jordan. Sus ojos repentinamente se desviaron con toda su fuerza sobre ella. —¿Oh? ¿Y desde dónde me vio usted? —Un canal. —¿Qué estabas haciendo en el canal? —preguntó Cindy frunciendo el ceño. —No estaba en el canal. Estaba en una góndola. —¿Tomaste un paseo en góndola completamente para ti sola? —dijo Jared. Otra vez, consideró que él hacía preguntas como un padre reprobador. —¿Se supone que las góndolas son peligrosas? —Preguntó ligeramente. —Una góndola debería ser compartida con un amante —dijo Raphael. —En realidad, terminé en la góndola por tu causa —le dijo a Jared, deseando no estar consciente de los ojos de Ragnor, siempre parecían estar sobre ella. —¡Por mi! —Hum. Pensé que te estaba siguiendo a casa anoche... Pero por supuesto, no eras tú. Era otro hombre vestido con un traje del dottore. —¿Definitivamente un hombre? —preguntó Ragnor. —Bueno, supongo. —¿Qué tiene eso que ver con tomar un paseo en góndola hoy por mi causa? —preguntó Jared, perplejo. —Pensé que vi al hombre otra vez. Lo seguí. —¿Seguiste a un desconocido en un disfraz del dottore? —inquirió Anna Maria. —Esa fue hacer una idiotez —dijo Jared severamente. —Todos están disfrazados, Jared —dijo serenamente—. Y las personas siguen a las personas en disfraz todo el día, sacando fotos. —¿Cómo te condujo este hombre disfrazado a la góndola? —preguntó Anna Maria rápidamente, intentando aliviar la tensión. —Vi a un amigo. Y él me dio un viaje a casa.
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—Un momento, un momento, espera. ¿Qué amigo tienes que sea gondolero? —demandó Jared. —Jared, tú tienes montones de amigos que no conozco, y yo tengo amigos que tú no conoces. —¿En Venecia? —inquirió. —Sí. En Venecia. —Así que... ¿Qué estaba tramando Tiff? —le preguntó Raphael a Ragnor. Él también hubiera podido decir Oye, ¿cómo va ese juego? —Ah, bueno pues ella me preguntó por el cóctel que tendrá antes del baile de Anna Maria. —¿Tiff Henley tendrá un cóctel? —dijo Cindy. —Ella me aseguró que usted iba a asistir —contestó Ragnor. —No había tenido la oportunidad de decíroslo —les dijo rápidamente Jordan. —¿Sabías que tendría un cóctel? —preguntó Jared. —Acabo de enterarme esta mañana. El escanciador de vino, que había estado parado cerca, se aclaró la voz. Jared rápidamente se disculpó en italiano, y una discusión referente a las elecciones del vino para la cena rodeó la mesa. —Creo que acabas de enterarte de esta fiesta esta noche. Jordan se sobresaltó, el susurro de Ragnor tan cercano contra su mejilla, tan suavemente hablado. Ella le sonrió dulcemente. —Creo que los egos grandes pueden llegar en paquetes muy grandes también. Su cabeza permaneció baja cerca de la de ella, sus ojos oscuros, intensos, y extrañamente serios. —¿Le desagrado, señorita Riley? —Sí —susurró ella. —¿Por qué? —Quizá porque me insulta cada vez que nos encontramos. —No se me ocurriría insultarla. —Creo que insinuó que parecía una verdadera prostituta en vinilo rojo. Una sonrisa muy ligera curvó sus labios. —Podría disculparme, pero esa no es en realidad la respuesta, ¿verdad? Así que, ¿por qué le desagrado? —Quizá porque es un mentiroso —se oyó decir. —¿Qué mentiras he dicho? —preguntó. —Usted estaba en el baile de la contessa. Y lo niega. Él se recostó. —No somos amigos en absoluto, se lo aseguro. Eso no es mentira. Ella podría haberle creído. Pero en ese momento, Raphael de repente tuvo una pregunta para Ragnor. —Ragnor. Le vi con la contessa en la Plaza hoy. Al menos, estoy bastante seguro de que era la contessa. Llevaba puesta una máscara, pero... hay algo en la manera en la que ella se mueve, Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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¿verdad? ¿Han decidido los dos que no son tan grandes enemigos? —Raphael estaba lleno de su sentido de diversión. Él alzó su copa—. Usted parecía muy cercano. —Como el sol y la luna, mi amigo —dijo Ragnor uniformemente. Todo el mundo en la mesa estaba clavando los ojos en él. —Día y noche —murmuró Anna Maria. Jordan se excusó bruscamente, levantándose con un murmullo acerca de ir al baño de señoras y le pidió a Lynn que encargara por ella. Salió a toda prisa hacia el cuarto de baño y se mojó la cara con agua fría. Clavó los ojos en su reflejo. —¡Vete a casa, sal de esta locura! —dijo. Pero cuando más parecía que debería hacerlo, más deseaba correr, más sentía el impulso de quedarse. Ragnor era un mentiroso. Estuvo con Tiff hoy, y con la contessa en la Plaza. No cambiaba el hecho que ella estaba destrozada entre la hostilidad... Y el deseo casi abrumador. —Está magníficamente formado —le dijo a su reflejo—. Sano, rasgos fuertes, grandes manos. Has estado sola. Perdiste un prometido hace un año. Eres humana, y eso es todo. Repentinamente se dio cuenta que otra mujer había entrado y la estaba mirando. Había hablado en voz alta. —Scusi, scusi —dijo la mujer. —No, no, per favore, mi scusi —murmuró rápidamente, deslizándose junto a la mujer. Grandioso. Como si el mundo no pensara que los americanos estaban lo suficientemente locos. Corrió directamente hacia Ragnor. Al parecer la había seguido, y había esperado a que saliera. —Tengo que hacerle entender que no soy en modo alguno amigo de la contessa —le dijo a ella. Ella negó con la cabeza. —Sus amistades son completamente asunto suyo, Señor... Señor... —Ella lanzó hacia arriba sus manos—. Aun no sé su apellido. —Es importante que me crea. —¿Por qué? —Puede ser importante que confíe en mí. —Lo siento, intento no confiar en relativos extraños la mayoría de las veces. Empezó a caminar junto a él. Él atrapó su mano. —No debería ser tan extraño. —Confíe en mí —dijo, liberando su mano de la de él—. Usted es muy extraño, señor. —Empezó a caminar junto a él otra vez. De alguna manera, y no estaba del todo segura cómo lo consiguió, estaba frente a ella otra vez. —Honestamente, Jordan, siento haber insultado su vinilo. Lo dije sin ánimo de ofender. Estaba simplemente demasiado tentadora. —Gracias. Disculpe —murmuró, y esta vez, no la detuvo. —¡Jordan! Espero haber pedido bien para ti —dijo Lynn cuando llegó a la mesa. —Estoy segura de que lo hiciste —le aseguró, tomando su lugar. Deliberadamente dirigió su atención a Lynn mientras Ragnor tomaba su silla. —¿Qué tengo?
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—Un grandioso antipasto, allí sobre el mantel. Luego rigatoni funghetti, una pasta deliciosa con hongos en aceite y ajo, y luego seppia. —¿Y qué es eso? —preguntó. —En inglés, sepia. Como un pulpo o un calamar. Lo has visto aquí, seguramente. Es el plato especial de Venecia —le dijo. El estómago de Jordan instantáneamente se revolvió. Sepia. Sip. Debería haberlo sabido. Lo había visto en los menús, había leído sobre eso en las guías. Era una amante de los mariscos... de cualquier cosa que no se viera demasiado como mariscos. Ningún pez entero con los ojos clavados en ella. O cualquier cosa que estuviera relacionada con un pulpo de cualquier manera, forma, o figura. El pulpo era muy popular, lo sabía. Nunca había logrado disfrutar de un plato de cualquier cosa con pulpitos en él. Ver las diminutas ventosas en las pequeñas patas no funcionaba para ella. Esperó que su sonrisa no decayera. —Maravilloso —consiguió decir. Devolvió su atención a la conversación general en la mesa a tiempo de oír a Ragnor responder a algo que Cindy había dicho. —Las leyendas son siempre intrigantes. Lo más interesante, corresponden. —Le ofreció a Cindy una sonrisa lastimera—. Incluso los ángeles que fueron arrojados del cielo en el judaísmo y el cristianismo tienen mucho en común con según dicen, los antiguos dioses romanos, las deidades asirias, y los soberanos escandinavos del Valhalla. —¿Los ángeles puestos al lado de los dioses antiguos y las diosas? —dijo Cindy escépticamente. Ella se detuvo a sonreírle al camarero mientras su pasta era servida. —Lucifer, el bello, el caído. Satanás era un ángel. —¿Está diciendo que Dios es una leyenda? —preguntó Anna Maria con el ceño fruncido. Ragnor negó con la cabeza. —Oh, no, creo que hay un Dios. Digo que lo que vemos como costumbres paganas del pasado no son tan diferentes. El conocimiento es diferente, la historia es diferente, pero siempre ha habido un concepto del bien y del mal y la muerte siempre ha sido un gran misterio. Diferentes sociedades han tratado de explicarlo de diferentes maneras, pero en todo el mundo y a lo largo de la historia, ha habido una creencia de un infierno, o inframundo. Los griegos cruzaban el Río Estigia. El infierno siempre ha estado abajo, y el cielo siempre está arriba. —Es muy parecido a como es realmente la gente —comentó Lynn—. La naturaleza humana no cambia. —¡Todos amamos el brillo de oro! —añadió Raphael. —¡Y todos tememos a los monstruos, y vemos a las mismas criaturas! —Estuvo de acuerdo Anna Maria—. El gran hombre peludo, el eslabón perdido, es universal. Pie grande en los Estados Unidos es Sasquatch en Canadá y el Yeti en Asia. —¡Y la oscuridad y las sombras esconden toda maldad! —Raphael anunció. Todos clavaron los ojos en él. Él se encogió de hombros—. ¡E vero! En el mundo entero, a los niños les da miedo la oscuridad. —La oscuridad es lo que no podemos ver o comprender. Eso siempre da miedo —dijo Ragnor.
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La oscuridad, las sombras, y las cosas que parecen moverse entre ellas, pensó Jordan. Le dio un bocado a su pasta. Estaba deliciosa. Se la terminó, entonces movió de un lado al otro la sepia en su plato, y pretendió que era deliciosa, también. —¿Entonces, Ragnor?¿Hay un Monstruo del Lago Ness? —preguntó Lynn. —Si es así, nunca lo he visto —dijo Ragnor, trayendo el sonido suave de risas alrededor de la mesa—. ¿Pero quién sabe? Ha habido bastantes avistamientos... Simplemente ninguna criatura varada para probarlo científicamente. —No hay tal cosa como un monstruo del Lago Ness —insistió Jared. El camarero llego para tomar sus platos de pasta. Jared parecía ceñudo, irritado por la conversación que parecía divertida para los demás. —Pero muchas leyendas han sido explicadas por la ciencia más tarde —dijo Cindy—. ¿Los monstruos del mar? ¡Se sabe que el calamar gigante y otras cosas semejantes existen y las ballenas azules! ¡Más grande que cualquier dinosaurio! Los aceptamos fácilmente. —Hemos visto las ballenas azules... se han visto desde el principio que los hombres se hicieron a la mar —le dijo Jared—. Ahí está tu prueba. —Pero en verdad nunca he visto a una ballena azul —dijo Cindy—. Otras personas han visto ballenas azules, pero otra gente también han dicho que han visto al Monstruo del Lago Ness. Jared gimió. —Cindy, no es lo mismo. Tú has visto fotos de grandes ballenas azules. —Veo Discovery —dijo Cindy—. He visto algunas fotos del Monstruo del Lago Ness. —Creo que la gran ballena azul tiene más documentación al respecto —dijo Lynn, intentando arreglarlo. Los platos de la cena habían llegado. Jordan bajó la mirada a su plato, forzando ya una sonrisa para Lynn. No había sepia frente a ella. Estaba clavando los ojos en un plato de pollo Marsala. Levantó la mirada y captó los ojos de Ragnor. Él sonrió. La sepia estaba delante de él. —Lynn lo ordenó para mí. ¿No le importa? —susurró ella. —Está bien. He cenado de lejos criaturas más extrañas. Lynn no notó el cambio. Todavía estaba hablando de leyendas, lugares lejanos, animales marinos. Para cuando se giró hacia Jordan, los platos habían sido sutilmente intercambiados otra vez. —¿Cómo estaba eso? —Una aventura de sabor. —No te gustó. —No estoy segura de que lo pediría otra vez, pero... —Puedes decir que lo probaste —le dijo—. Lo siento, debería haber preguntado... —Oh, no. Gracias. ¡Mi comida fue deliciosa! —dijo, y por suerte, no estaba mintiendo.
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La noche pasó agradablemente. Demorándose en el café expresso y el postre, hablaron del baile de la noche siguiente. Sí, Anna Maria les aseguró, que todos estaban exhaustos con los preparativos, pero complacidos. —Así que, ¿crees que la contessa vendrá? —le preguntó Cindy a Anna Maria. —Oh, no. Ella no tiene entrada. No querría tenerla. —¿Pero qué si tiene curiosidad? ¡Se disfrazaría y pasearía alrededor de las calles, aunque nunca lo admitiera! —dijo Raphael. —Raphael, siempre sabemos a quién vendemos nuestras entradas. Incluso esas que repartimos a través de amigos especiales con intereses en Venecia, como Jared, son para personas conocidas por nosotros porque somos cuidadosos de sentar a las personas donde pasarán un buen rato. Tengo una lista de todos los que vendrán. —Pero si ella apareciera en la puerta, ¿la dejaríamos entrar? —preguntó Lynn. Anna Maria se echó hacia atrás su hermoso cabello liso. —El mundo está lleno de y sí... Dije bien eso en inglés, ¿verdad? Me rehúso a vivir por los y si… Y la contessa no vendría a una fiesta que dé yo. Es tarde. Tenemos un día larguísimo mañana. Debemos pedir la cuenta y marcharnos. Signore, il conto, per favore —gritó al camarero. La cuenta ya había sido pagada. —Me dejé caer para la cena. Me parecía que debía hacerlo, dadas las circunstancias —aclaró Ragnor. Todos los demás le agradecieron y le dijeron que no era necesario. Jordan lo miró con curiosidad. —¿Cuándo se las arregló para pagar la cuenta? —le preguntó. —Cuando... la seguí al baño de señoras —le dijo. —Así que realmente no me estaba siguiendo. ¿Simplemente sucedió que estaba allí? —No exactamente. La estaba siguiendo, también. Él sacó su silla. Fuera del restaurante, pasaron por una ronda de besos en la mejilla otra vez. Anna Maria y su grupo estaban listos para tomar un vaporetto. —¿Para dónde va usted? —Jared le preguntó a Ragnor. —En realidad, acabo de coger una habitación en el Danieli —dijo. Jordan se sobresaltó. —¡Genial! Podemos regresar caminando juntos —dijo Cindy. Deslizó su brazo a través del de su marido, guiándolos adelante. Jordan clavó los ojos en Ragnor. —¿Realmente está en el Danieli? —Sí. —¿Dónde ha estado quedándose? —Con amigos. —¿Entonces por qué mudarse al Danieli? Él se encogió de hombros. —No me he quedado allí en un tiempo.
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Ella empezó a caminar delante. Él caminó junto a ella, sin tocarla. —Gracias por la cena. —Un placer. Ella dejó de caminar. —¿Exactamente qué hace para ganarse la vida? Él miró hacia abajo de la calle mientras caminaba, una pequeña sonrisa en sus labios. —Sabe, en muchos lugares de Europa, esa podría considerarse una pregunta grosera. —Soy una americana. Según muchos europeos, tendemos a ser groseros. —Pero usted no lo es normalmente, ¿verdad? —Preguntó mirándola. Ella suspiró con exasperación. —¿Por qué no puede contestar simplemente una pregunta directa? Él se encogió de hombros. —Me intereso por las antigüedades —Le dijo. —Interesarse en las antigüedades debe ser una vocación próspera. —Rozó su manga, señalando su vestuario—. Armani, Versace... se aloja en el Danieli, viajes constantes, por lo que parece. Y aparentemente, habla varios idiomas... bien. Eso tiende a implicar bastante una educación. —El mundo en sí mismo puede ser realmente una educación. —Oh, estoy segura. Pero creo que usted ha tenido bastante más. —Se está poniendo intensamente personal, ¿sabe? —Soy intensamente curiosa. —¿No va a preguntar si soy traficante de drogas? —No. —De acuerdo. Tengo un montón de cosas atroces conocidas como dinero familiar. —¿De dónde era esta familia, originaria? Pareció que él todavía vacilaba, entonces se encogió de hombros. —Noruega. —¡Noruega! Él la miró, su cabeza con una ligera inclinación. —Sí. No debería haber pensado que sería una sorpresa tremenda. Soy definitivamente de aspecto teutón. Y luego está mi nombre... Ragnor. Y mi apellido. —Se lo dije antes... no sé su apellido. Se volvió para mirarla. —Wulfsson. —¿Wulf-son? —repitió—. Como... ¿hijo del lobo? —Es un nombre bastante común de donde vengo —dijo secamente. Lobo. El hijo del lobo. Un hombre alto en ropa de lobo, saltando desde un balcón hacia un bote. Un lobo en medio de las sombras. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Un perro grande. Vale. Jordan sintió la cabeza ligera, inquieta. Pasaron por un escaparate. Ella lo recorrió con la mirada y se sobresaltó. Allí estaba el maniquí otra vez. El que había pasado antes. Un eco de la cara de Steven permanecía. —¿Qué ocurre? —preguntó Ragnor. Ella no se había dado cuenta de que se había detenido y estaba clavando los ojos en el maniquí. La cara de Steven atravesó su imaginación otra vez. Negó con la cabeza. Era una tonta. Un maniquí. Bien vestido, hecho de caucho o plástico, o cualquier cosa que usaran para hace los maniquíes. —Nada —dijo. Sintió las manos de él en sus hombros, la intensidad de sus ojos en ella. —¿Qué vio? —demandó. Negó con la cabeza. No compartiría nada más sobre Steven con nadie. —Nada, de verdad. Solo estoy cansada. Él clavó los ojos en la ventana de la tienda, entonces volvió la mirada de nuevo hacia ella. —Desearía que confiara en mí —le dijo. Ella levantó su mano. —Es un escaparate, como puede ver. Jared y Cindy habían hecho una pausa más adelante. Su primo los llamó. —Oigan, ustedes dos, ¿vienen? Jordan oyó entonces la voz de Cindy, aunque no había tenido la intención de que les llegaran sus palabras. —¡Jared, déjala sola! ¡Está caminando con un hombre fascinante después de un año de luto! Jordan miró a Ragnor mientras ambos oyeron el susurro afligido de Cindy. Se sonrojó. —Vamos. Se dio la vuelta. Él la siguió. Caminó enérgicamente, pasando a Cindy y a Jared. Un momento después se volvió de nuevo hacia los tres que estaban a pocos metros detrás de ella. —Allí está el hotel. Disculpadme, voy a adelantarme. De pronto estoy realmente, realmente cansada. Disculpadme, por favor. Apretó el paso, casi estrellando la puerta giratoria contra un botones mientras se apresuraba a entrar al hotel. Se disculpó rápidamente y fue al conserje por su llave. Antes de que alguien pudiera venir detrás de ella, corrió subiendo las escaleras hasta la puerta de su dormitorio. Dentro del cuarto, reparó en que la doncella de noche había estado allí. Su cama estaba abierta. Las contraventanas habían sido abiertas. La ventana estaba casi cerrada. La noche era muy fría. Recordó la sensación inquieta que había tenido en la habitación antes de dejarla. Sacudió la cabeza, queriendo dormir, esperando no ser invadida por miedos ridículos.
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Metódicamente, pasó por el cuarto, revisando el cuarto de baño, las divisiones del cuarto, debajo de la cama, el armario de la televisión. Aseguró las contraventanas y cerró la ventana. Descartó sus tacones y su vestido negro de cóctel y se puso un camisón de franela de Winnie the Pooh. Llamaron a su puerta. Ella vaciló, miró por la mirilla, y vio que Ragnor estaba allí fuera. Abrió la puerta, mirándolo furiosa. —¿Qué? —demandó, cólera, exasperación, e incluso súplica en su voz. —Sólo quería asegurarme de que estuviera aquí, segura, sana, encerrada, todo eso. —Estaba encerrada... hasta que me hizo abrir la puerta. —¿Le importa si miro alrededor? —¡Sí! Es media noche. —Profunda medianoche —murmuró. —Bien pasada medianoche también —le dijo. —Me iré y me mantendré alejado —prometió. —Adelante, adelante, pase, mire alrededor. Entonces por favor... Él pasó por delante y repitió las acciones que ella acababa de tomar. Ella lo miraba, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras esperaba. Estaba parada cerca de la puerta. Él se iría. Tenía que irse. No lo podía creer. Estaba tentada de pedirle que se quedara. Sólo acercarse a él y decirle no sé una condenada cosa sobre ti. Todavía pienso que estás mintiendo. Eres evasivo si no que completamente misterioso. Podrías ser un asesino en serie que yo sepa. Pero, está bien, lo admito, no soy mejor que Tiff, siento un deseo tan increíble de tocarte, revisar lo que pasa debajo de la ropa hecha a la medida, Dios, qué cuerpo, ¿es todo tan grande? Realmente me gustaría simplemente saltar a la cama, apagar todas las luces y tener sexo, de la clase donde olvidas todo porque... estás tan desesperado por ese momento... —Se ve bien —dijo él, dando un paso delante de ella. —Vaya, gracias. Eso pensé. ¿No es un traficante de drogas, un contrabandista de antigüedades? —No. —¿Un criminal de cualquier clase? Ante eso, él pareció vacilar. —¡Usted es un criminal! —No. Ahora no. —¡Oh, genial! Me advierte que sea precavida, ¿y usted está en mi cuarto? —Se lo dije antes... usted parece haber creado una... una atmósfera de tensión. —Salga —le dijo. Para asombro de ella, lo hizo. En el segundo que salió de la entrada, ella lo lamentó. Esto era absolutamente loco. Tuvo la tentación más loca de lanzarse sobre él. —Cuándo se sienta con ganas de explicarme las cosas, diciéndome la verdad sobre todas las cosas, hágame una llamada —le dijo. Cerró la puerta, firmemente. Se apoyó contra la puerta por un momento, mordiéndose los labios. No lo oyó irse. Un momento después, abrió la puerta de nuevo. El pasillo estaba vacío. Cerró la puerta otra vez, cuidadosamente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Tardó mucho tiempo en conciliar el sueño. Cuando lo hizo, los sueños llegaron otra vez. Steven estaba allí. Estaba vestido como el maniquí en la ventana, pero era el hombre que había conocido, apasionado, ecuánime, cariñoso, noble... y todo lo demás. Él dijo su nombre, tratando de alcanzarla a través de un mar de niebla, disculpándose porque no podía llegar lo suficientemente cerca. —Es el lobo —le dijo—. Tienes que conseguir deshacerte de ese lobo. —No hay lobos en Venecia —le dijo ella—. Hablé con el camarero. Sólo tienen perros muy grandes. Pero el lobo estaba allí otra vez. Plateado, enorme, sentado a pocos metros, mucho más cerca de lo que había estado antes. Steven, estaba pasando la ventana, caminando en la niebla. El lobo estaba a los pies de la cama. Steven siguió acercándose. El lobo gruñó. Ella vio los grandes dientes caninos. —Te he extrañado tanto —dijo Steven. Ella tuvo que explicar lo del lobo. —El camarero realmente me lo aseguró. No hay lobos. Creo que es simplemente un malamute1, Steven, ¿ves los ojos? La niebla estaba ascendiendo a su alrededor, formando remolinos alrededor de los pies de la cama. No debería haber niebla en el cuarto. Tenía que ser la culpa de la criada. Había dejado abierta la ventana. —Jordan... Era Steven, diciendo su nombre. —Te extraño también, tanto, Steven. —La culpa la asaltó. Ella lo extrañaba. Él había tenido todo lo bueno en un hombre. Un policía. Había cuidado de las víctimas. Había querido reformarse. Hizo todo, dando el sacrificio final de su vida. Te extraño, pero me muero por acostarme con otro hombre ahora, Steven, pensó. No dijo las palabras en voz alta, pero era un sueño. ¿Podría leer él su mente en un sueño? ¿Estaba hablando de todos modos? Aun en el sueño, supo que un psiquiatra tendría un gran día con ella. Todo esto era perfectamente comprensible. Había estado enamorada, profundamente enamorada, comprometida. No debería olvidarlo tan rápidamente. Un año. Steven estaba muerto, y ella no. Había una explicación, sí, seguramente... —¡Te extraño, Steven! —repitió. —¡Quiéreme más que al lobo! —le dijo él. —¡Te amo! —Tráeme de vuelta en tu mente, Jordan. —Siempre estás en mi mente. El lobo gruñó de nuevo. 1
Malamute. Raza de perro típica de Alaska. Curiosas aquí http://www.malamutedealaska.com/... (N. de la T)
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La niebla ascendió sobre la cama. Despertó con un sobresalto. Aunque las contraventanas estaban cerradas, pequeños rayos de luz se movieron a gran velocidad en el cuarto. Podía ver las motas bailando en el aire. No había niebla en su cuarto. Y no había ningún lobo. Y ninguna señal de Steven, naturalmente. La mañana había llegado y los sueños se habían interrumpido.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0099 Se despertó muy tarde. A pesar de la hora, Jordan subió las escaleras al restaurante del ático, desesperadamente en busca de café. Uno de los camareros, un complaciente hombre a quien llegó a conocer, la saludo con una sonrisa, y la muy necesitada taza de café. —Buon giorno, Signorina Riley —le dijo—. No es por la mañana, pero el caso es que... es Carnevale. Le puedo traer huevos, si usted quiere. —El café es maravilloso, muchas gracias. Si ya está el almuerzo.... —Una omelette2. Formaggio, ¿eh? —Eso sería maravilloso, gracias. ¿Ha visto usted a mi primo o su mujer? —La Signora Riley salió no hace mucho. —Muchas gracias. Oh... a propósito, ¿ha visto usted a un hombre de gran estatura, cabello claro? —No, signorina, no lo he visto. —Bien, gracias. En la siguiente mesa, una mujer estaba terminando un tazón de sopa, su compañero leía un periódico italiano. —Aun aquí en Venecia —dijo el hombre en inglés. —¿Qué sucede, cariño? —La mujer preguntó. —Una cabeza... una cabeza cortada se encontró en un canal. —¡Dios mío, qué terrible! —dijo la mujer. Luego agregó— ¿Sólo la cabeza? ¿Sin cuerpo? —Todavía no, pero supongo que tienes que tener un cuerpo para tener una cabeza. —Sí, por supuesto. Jordan se encontró levantándose, acercándose a la pareja. —Disculpe, lamento ser tan grosera. ¿Dijo que había sido encontrada una cabeza? El hombre bajó su periódico, mirándola por encima. —Sí, siento decirlo. Pero usted no debería preocuparse. Se encontró lejos de aquí. Ésta es una ciudad estupendamente segura, señorita. Es probable que fuera una vendetta personal. —¿Oh? ¿Tenía el hombre enemigos? El hombre se aclaró la voz. —Bueno pues, realmente, ahora mismo, el hombre es una cabeza sin identificar. Las autoridades están tratando de hacer una identificación, comprobando las denuncias de personas desaparecidas y demás. He aquí, ¿quisiera usted el periódico? Ella negó con la cabeza, agradeciéndole. —Me temo que la cantidad de italiano que puedo leer no me daría mucho de la historia. —Bueno pues, como dije, no es algo por lo que debería preocuparse. En serio. Mi mujer, Alyssa —él inclinó la cabeza hacia su mujer, y Jordan sonrió a la atractiva mujer, de cabello plateado en 2
Omelette. Tortilla hecha sólo con huevos. En España, tortilla a la francesa. (N. de la T)
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reconocimiento—, hemos estado viniendo aquí durante casi veinte años, cada Carnevale. Éstas son las personas más maravillosas en el mundo. —Harold, la pobre chica está blanca como el papel. No deberías haber leído tan fuerte —dijo Alyssa. —No, no, está bien. No debería haber escuchado a escondidas. Hm, ¿no dice nada sobre cuánto tiempo podría haber estado la cabeza en el agua? Harold negó con la cabeza. —No creo que lo sepan por ahora. Desafortunadamente, cuando una cabeza está en el mar... —Él vaciló, aclarándose la voz—. Bueno pues, los peces la mordisquean, usted sabe. —¡Harold! ¡Estamos en el almuerzo! —Lo amonestó Alyssa—. Y a esta pobre niña aún no le han servido. —No, no, está bien soy de espíritu muy resistente —dijo Jordan—. Soy Jordan Riley, por cierto. —Alyssa y Harold Atwater —dijo Alyssa, extendiendo una mano—. Un placer. ¿De dónde eres? —De Charlestón, en Carolina del Sur. —Una compañera sureña —dijo Harold, como si hubiera decidido de antemano que había algo en ella que él aprobaba. —Somos de Tejas —dijo Alyssa. —¡Oh, mira, ahí está ese tipo alto del que te conté el otro día! —Le dijo Alyssa a su marido. Sonrió abiertamente hacia Jordan—. Creo que él debe ser una estrella de cine europea. —Rockero, probablemente... Mira ese pelo —dijo Harold. —Rockero rico, Harold, mira el corte de su ropa —Alyssa puso los ojos en blanco hacia Jordan. Jordan se dio vuelta, ya consciente de que tenía que ser Ragnor Wulfsson entrando en el restaurante. Llevaba un periódico, sus ojos estaban escudados tras unas gafas muy oscuras. Llevaba vaqueros negros, una camisa hecha a medida, y una chaqueta negra de cuero ajustada, el cabello rubio sujeto en su nuca en una coleta. Jordan se puso ligeramente rígida y le devolvió la sonrisa a Alyssa. —Anticuario —le dijo. —¡Oh, tú lo conoces! —dijo Alyssa, ruborizándose—. No queríamos decir nada... es más bien difícil que pase desapercibido, eso es todo. —Estoy de acuerdo —dijo amablemente, agregando suave—. No lo conozco tan bien. —Gran tipo —dijo Harold—. ¿Alemán? —Noruego. —Podría ser un gorila. O un gallito. —¡Oh, Harold! —dijo Alyssa suavemente, reparando en que Ragnor los había visto y venía a directo hacia ellos—. ¡No seas ridículo! ¡No hay tal cosa como una mafia noruega! —¡Y esto es Italia! ¡Quédate callada acerca de la Mafia! —advirtió Harold. —Buenos días —dijo Ragnor, alcanzando la mesa. Asintió hacia Harold y Alyssa, y miró a Jordan—. Usted acaba de llegar. —Hace unos minutos. Ragnor, Harold y Alyssa Atwater. De Tejas. Señor y señora Atwater, Ragnor Wulfsson de Noruega.
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—Originario —dijo Ragnor, estrechando la mano de Harold, e inclinando la cabeza educadamente hacia Alyssa—. Un placer conocerlos. Debe estar familiarizado con Italia, señor Atwater, veo que está leyendo un periódico italiano. —Oh, sí. Estuve en el servicio militar, destinado en Italia —dijo—. Cosa espeluznante, esta, ¿ha visto los titulares? Oh, ¿lee el italiano? Ragnor arqueó una ceja, aceptando el periódico. —Sí, leo el italiano —murmuró. —¡Te lo digo, Harold, los europeos son superiores a nosotros! ¡Él es noruego, su inglés es perfecto, y lee el italiano también! —Tú hablas español muy bien —distraídamente Harold elogió a su mujer. —Italiano, noruego, inglés... y estoy segura señor Wulfsson de que habla uno o dos idiomas mas —dijo Alyssa. Ragnor levantó la vista del periódico el tiempo suficiente como para ofrecerle una sonrisa. —Algunos —estuvo de acuerdo, y devolvió su atención al periódico. —Ha sido descubierta una cabeza cortada en uno de los canales —dijo Jordan. —Sí, eso veo. Alyssa jadeó repentinamente. —¡Jordan Riley! Vaya, usted es la joven que pensó que estaba en medio de una masacre en la fiesta de la contessa la otra noche. Jordan sintió su carne calentándose incómoda. —Sí. ¿Estaba en la fiesta? —Me temo que fuimos. —Y no vio nada... —No estábamos en el salón de baile del piso superior, querida —dijo Alyssa—. ¡Pobre chica! No es extraño que las palabras de Harold sean tan perturbadoras, y esta historia... pero honestamente, no debes preocuparte. Digo... Sabrá el Señor, esta cabeza podría haber flotado desde Grecia o Albania o... bueno, alguna parte. —No creo que una cabeza hubiera logrado llegar tan lejos —dijo Harold. Mientras hablaba, el camarero llegó con la omelette de Jordan. Estaba decorado con verduras y tomates. El plato estaba atractivamente arreglado. Pero los huevos... —¡Oh! —murmuró Alyssa, pareciendo un poco cenicienta—. ¡Podría usted caballero poner el periódico lejos! —¿Está todo bien? —Preguntó el camarero ansiosamente—. Sr. Wulfsson, ¿le puedo traer café? ¿Se unirá a Miss Riley? —Sí, gracias —dijo Ragnor. Alyssa se levantó. —Vaya a comer su omelette, mientras esté caliente —le sugirió a Jordan, mirando el plato sobre la mesa como si fuera la misma cabeza cortada. Ella se estremeció—. Un gusto conocerlos. Harold, tenemos que irnos. —No, no tenemos…
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—Sí, si tenemos. Adiós, los veremos. —Tenía su mano sobre el brazo de Harold, él estaba levantado, un hombre grande, listo para seguir a su esbelta esposa. —¡Quédese el periódico! —le dijo a Ragnor. —Gracias. Muchas gracias —dijo Ragnor. Cuando se habían ido, Ragnor se deslizó en una silla de la mesa de Jordan. Ella se sentó frente a él. —No recuerdo haberle pedido que se uniera a mí para desayunar —dijo ella. —En realidad no es el desayuno —murmuró, los ojos escudriñando el periódico. Jordan deseó poder leer el italiano. —¿Qué dice? —No demasiado. Una cabeza se encontró en uno de los canales más pequeños. —¿Cerca del palazzo de la contessa? —preguntó Jordan. Sus ojos se dispararon hacia ella. No es que realmente pudiera ver sus ojos. Sus Ray Bans se dispararon hacia ella. La miró fijamente un rato. —Sí. —Las personas fueron asesinadas en su fiesta. Estoy convencida de ello. Si tan sólo alguien más lo creyera. Él no la contradijo. En su lugar tradujo el periódico. —Los policías llamarán a un artista forense para intentar recrear la cara para que los boletines puedan ser enviados por toda Europa, ya que no hay informes de personas desaparecidas en el área de Venecia en este momento. Ella se recostó, clavando los ojos en él. —¿Puede quitárselas, por favor? —preguntó, señalando sus gafas. —No —dijo rotundamente. —Usarlos en la mesa es sumamente grosero, algo que hasta un americano no haría. —Veo americanos usando gafas de sol en la mesa todo el tiempo —contestó distraídamente. Ella se inclinó hacia adelante, empujando la omelette. —Se pasa el tiempo advirtiéndome que estoy en peligro, que creó peligro, y luego me dice que una cabeza cortada no significa nada en Venecia. —No dije eso en absoluto. —¿Qué dijo? —Que usted no puede ir suponiendo que esta cabeza cortada tenga algo que ver con la contessa. Y si va a la policía insistiendo otra vez que en la fiesta de la contessa estaba llena de criaturas disfrazadas desgarrando invitados, sólo van a pensar que está loca otra vez. Delirando por el estrés causado por la pena debida a la pérdida de un ser querido. Ella comenzó a levantarse, él atrapó su mano. —¿Por qué estás enojada conmigo cuando te digo la verdad? —Todavía no estás diciéndome la verdad sobre nada. —Te digo lo que necesitas saber. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Bueno pues, por el momento, tengo trabajo que hacer. ¿Me disculpas? Su cara era inexpresiva, pero no soltó su mano. —¿A dónde vas? —¿Qué diantres te importa? —¿A dónde vas? —repitió. —Abajo a la recepción... se supone que iba a recibir algún trabajo por FedEx hoy. Luego iré a mi cuarto a trabajar. —¿Y luego? —Voy a devolver el traje rojo de vinilo a Anna Maria y recogeré el traje que llevaré puesto esta noche. —Estaré en el vestíbulo. Asegúrate de detenerte ahí para llevarme antes de irte. —¿Qué pasa si no te quiero conmigo? —Es difícil librarse de mí. —¿Me dejarás ir por ahora? —No has tocado tu comida. —No tengo hambre. Y estoy despierta y consciente, y parece un buen momento para trabajar un poco. Él soltó su mano. Su atención estaba de regreso al artículo del periódico. Jordan bajó en el ascensor hasta el vestíbulo y fue directamente a recepción, preguntando si un paquete había llegado para ella. Para su sorpresa, en verdad lo había. Había llegado casi exactamente en veinticuatro horas. Había una nota de su agente justo encima. Ella le echó un vistazo y fue directamente al manuscrito. La leyenda del vampiro y la Mente Criminal. Empezó a leer mientras caminaba por las escaleras. Había una introducción sobre el autor, un policía llamado Sean Canady que vivía en Nueva Orleans. Su expediente había estado lleno de elogios, y había trabajado en homicidios durante años. La primera sección del libro se centraba en los casos criminales solucionados implicados con el ocultismo y el vampirismo, retrocediendo en la historia a través de los siglos, e incluyendo casos de canibalismo, todo hasta los asesinatos perpetrados por Jeffrey Dahmer. El libro era absorbente. En su habitación, se dejó caer en su cama y siguió leyendo hasta que se dio cuenta de que no había cerrado la puerta. Su material de lectura indicaba que realmente debería hacer eso. Se levantó, se apresuró hacia la puerta, la cerró, y se acostó para leer otra vez. El manuscrito estaba muy bien escrito: detallado sin ser gráfico, al detalle, y a pesar de todo aclaratorio. Había una sección sobre casos todavía bajo investigación, incluyendo el asesinato de varias prostitutas en Nueva Orleans, y los misteriosos asesinatos que habían ocurrido en Charlestón, Carolina del Sur. Steven estaba en el libro, mencionando su nombre. Ella se mordió los labios al leer esa sección. Había un capítulo sobre las diversas psicologías involucradas en tales asesinatos, escrito en colaboración con uno de los principales hombres del FBI que trabajaba en perfiles criminales. El Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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autor enfatizaba el hecho de que si bien los asesinos en serie eran a menudo varones blancos de entre veinte y treinta y cinco años, hombres que podrían haber torturado a animales cuando eran niños, que tenían trabajos serviles, y a menudo estaban casados. Había también una raza de asesinos muy organizados con la habilidad para fascinar y progresar en la vida, hombres atractivos en apariencia y forma, como Ted Bundy. A veces los asesinos dejaban sus firmas. A veces querían ser atrapados. A veces querían el control del poder que llegaba cuando burlaban a la policía. Había quienes eran realmente malvados. Y los que creían que estaban tratando con vampiros. La base de conocimientos de vampiros había entrado en juego con la captura de un… “vampiro” asesino en Colorado que pensaba que era un vampiro. El miedo había sido tan real en el pequeño pueblo del oeste donde los asesinatos tuvieron lugar, que muchas mujeres se habían armado con estacas y grandes cruces, dejando frascos de agua bendita junto a la puerta, y colgando ajos en puertas y ventanas. El asesino, que escogía a sus mujeres forzando la entrada de las ventanas del dormitorio, había evitado estos hogares, creyéndose susceptible a las armas de leyenda. La policía supo de una víctima que se había salvado gracias a su brío. Las huellas del asesino se habían encontrado en su jardín y más tarde él admitió haber intentado atacarla, pero había visto el ajo, y supo que sería víctima de su propio destino. Había una lista de sugerencias del autor para mantenerse seguro. La mayoría de eran de sentido común, pero Jordan continuó leyendo de cualquier manera. *Evite estar solo en cualquier lugar oscuro o potencialmente peligroso. *Mantenga siempre puertas y ventanas cerradas. *¿Tiene un perro? Los ladridos son un impedimento para muchos posibles criminales. *Nunca invite a entrar a desconocidos. Nunca. Llamaron a la puerta. Saltó casi hasta el techo. Miró su reloj pulsera. Las tres. Las horas habían pasado, y ni siquiera lo había notado. Dio un salto, luego se detuvo, y por alguna razón, decidió empujar el manuscrito debajo de la almohada. Caminando hacia la puerta, miró por la mirilla, esperando ver a Jared o Cindy. Era Ragnor. Nunca invite a entrar a un desconocido. Nunca. Pero... Anoche, ella lo había hecho.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1100 La llamada sonó de nuevo. Jordan enderezó los hombros, dándose una sacudida mental. Su material de lectura empezaba a tener un efecto sobre ella. Mientras él levantaba su mano para tocar otra vez, Jordan abrió la puerta. Clavó los ojos en ella expectante y le echó un vistazo a su reloj. —¿Estás lista? —preguntó. —¿Para qué? —Un paseo para devolver el último traje de Anna Maria... el vinilo. Y recoger cualquier delicia que Raphael haya elegido para ti esta noche. Quería decirle no, que se fuera. Ni siquiera estaba segura de querer ir al baile esa noche. Tal vez su material de lectura estaba atrapándola. Quería meterse de lleno en eso. Tal vez estaba simple y totalmente loca. Ragnor tenía una... presencia. No sólo era espectacular, era irresistible. Le gustaba el sonido de su voz, la forma de su mandíbula... Como hizo antes, sintió la tentación repentina de volar a sus brazos, enterrar su cabeza, y creer que todo el mundo era bueno y normal, que él no era un hombre con un millón de secretos oscuros, que... que ella sencillamente podría esconderse en la sensación. Apagar las luces, olvidar las sombras, tener fe en la oscuridad, y el sentimiento de él. Dio un paso atrás. Ella no era víctima de una auténtica locura. Y estaba contrariada, anhelante por leer más del nuevo libro. Quería averiguar más sobre el autor. Quería hablar con él y decirle lo que había visto... Y que una cabeza había aparecido en un canal veneciano. Pero sabía que tenía que ir al baile. Y necesitaba devolver un traje y conseguir otro. Y, por supuesto, tenía que ir al cóctel de Tiff. Lo arruinaría todo para Tiff si no lo hiciera. —Seguro. Genial. Vamos. —¿No necesitas coger el traje de vinilo? —Sí. Volvió a la habitación para coger el traje que estaba colgado junto a la ventana en una lámpara de pie. Cuando se dio la vuelta, él estaba justo dentro de su puerta. Ella le había invitado a entrar anoche. Sí, y era de día, y estaba viva y bien. Cargó el traje, deslizando su bolso por el brazo. Un asesino puede ser encantador, atractivo de apariencia y maneras... Jordan se apresuró al pasillo, ansiosa de llegar al vestíbulo y a la inundación de personas. Esta noche, el Danieli tendría su baile en celebración del Carnevale. Deseó simplemente quedarse aquí, asistiendo a este baile en lugar del de Anna Maria. No era justo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Anna Maria había sido maravillosa con ella. Todos en la tienda habían sido maravillosos. La habían compadecido cuando el resto de Venecia había estado riéndose de ella. Lynn había prometido un entretenimiento divertido, hermoso. Había esperado con anticipación el baile, e iba a disfrutar de él. Incluso si sus pasos eran perseguido por este... Extraño. —¿Hay un incendio? —preguntó él. —¿Qué? Ella había atravesado rápidamente el vestíbulo, estaban ya fuera en la calle. Le tomó el traje, echándolo sobre su hombro. —Caminas excepcionalmente rápido, para una persona tan pequeña. —Caminas excepcionalmente lento, para un gigante. —¿Por qué estás asustada de mí? —Porque o mientes o evades todas mis preguntas. —He contestado tus preguntas. Mi nombre es Ragnor Wulfsson. Soy originario de Noruega. Negocio con antigüedades. —Y detestas a la contessa, pero estabas con ella en la Plaza. De una manera muy amistosa, según Raphael. ¿Qué hay entre ustedes dos? —No hay nada entre nosotros. La conocí antes… y somos definitivamente antagónicos. —¿Dónde la conociste? —Escocia, años atrás. Somos enemigos naturales. ¿Es eso suficiente? —No. —Tendrá que servir por ahora. Y si desconfías tanto de mí, ¿por qué estás conmigo? —Porque parece que no puedo deshacerme de ti. Él no contestó. Sus largas zancadas ahora adelantaban las suyas, y estaba jadeando para mantenerse junto a él. Llegaron a la tienda Arte Della Anna Maria. Lynn estaba fuera, fumado. —¡Buon giorno! —gritó felizmente, apagando el cigarrillo y los saludó con los besos acostumbrados—. Nos estábamos preocupando. ¡Temíamos que hubieras decidido no venir al baile! —Nunca me perdería el baile de Anna Maria —le aseguró Jordan. —¡Entrad, adelante, vuestros trajes están listos! En la tienda, Raphael dejó a una delgada mujer que estudiara una hilera de trajes y se apresuró hacia Jordan, su entusiasmo fue muy afectuoso al verla. La besó, preocupándose por ella, saludó a Ragnor, y lo aligeró del traje de vinilo. Tenía el traje de Jordan listo para ella, pero la hizo pasar a un rincón para mirar máscaras. —¿Supiste de la cabeza? —preguntó. Ella asintió con la cabeza. —Sí. —¡En Venecia! En Carnevale. —Estaba indignado de que semejante crimen pudiera arruinar la belleza de su ciudad, y la ocasión—. Pero no debes preocuparte. Nadie sabe de dónde podría
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haber venido. La policía está en eso. Son realmente muy buenos aquí. Somos duros con los criminales. Has visto a los oficiales con armas automáticas, ¿no? —Sí, Rafael. —Todavía debes amar Venecia. —Lo hago. Raphael suspiró, alisando la pluma de avestruz en la máscara. Miró por encima de su hombro a Ragnor. —Pero has encontrado a un buen amigo. ¡Grande! Es bueno pasear por las calles con semejante amigo. Mucho macho. Eso es español... —Lo sé. —Para un hombre muy viril. Jordan se rió. —O chauvinista —meditó. —¿Perdoni? —Nada, Raphael, nada. Oye, si alguna vez quiero leer el periódico italiano, ¿me ayudarás? —Por supuesto. Te ayudaré con cualquier cosa. Después de hoy, con nuestro baile terminado, colapsaremos, y entonces seremos como gente libre otra vez. Me gustaría pasar tiempo contigo, ayudarte a que leas italiano. —Gracias —lo besó en la mejilla—. ¿Qué harás esta noche? Él sonrió abiertamente. —Algo muy extravagante. Tendrás que esperar y ver. Ragnor había estado enfrascado conversando con Anna Maria. Mientras Raphael acompañaba a Jordan hacia la entrada, disculpándose porque debía atender a otros clientes, la puerta se abrió, y Cindy y Jared entraron. Cindy se veía cansada. Pálida. —¡Hola! —Jordan saludó a su prima política. La cara de Cindy se iluminó con una sonrisa. —Aquí estás. Estaba preocupada por ti. —No deberías haberlo estado. Cindy recorrió con la mirada a Ragnor. —No, creo que no. —Parecía contenta. Jared no lo estaba. Anna Maria estaba llegando para saludar a Cindy. Jared se acercó a Jordan, murmurando a su oído. —¿No pasas demasiado tiempo con este tipo? No sabemos nada acerca de él. —Caminábamos en la misma dirección —le dijo. —¿Dónde has estado todo el día? —En mi cuarto, trabajando. Eso pareció satisfacerle. Ella quería creer que Jared estaba actuando como un protector hermano mayor. Sintió que era más que eso.
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Anna Maria llamó a Jared, quien dio un paso adelante, besando sus mejillas diligentemente, respondiendo con gusto a algo que ella dijo. Cindy dio un paso atrás hacia Jordan, sonriendo entonces con malvado deleite. —¡Caíste, chica! Está buenísimo. Si no fuera por Jared, estaría tentada. ¡Oh, diablos, adoro a Jared, y estoy tentada! —Cindy, no es... —¡Sus ojos nunca están lejos de ti! —¿Cómo puedes decirlo, detrás de esas gafas? Cindy soltó una risita. —Puedo decirlo. —No está pasando nada... —¡Debería haberlo! Steven ha estado muerto desde hace mucho tiempo —agregó suavemente. —A Tiff le gusta. Por eso planeó esa pequeña fiesta de cóctel esta noche. —¿Estás segura de que estamos invitados? —preguntó—. No he oído una palabra de Tiff. —Todos nosotros estamos definitivamente invitados, aunque lo admito, estoy sorprendida de que no haya llamado por teléfono. —Chicas, ¿estáis listas? —preguntó Jared, girándose hacia ellas. —Aún no tengo mi traje —dijo Cindy. —Lo tengo —le dijo Jared, mirando a su reloj—. Si planeamos llegar a lo de Tiff y luego al baile... es hora de marcharse. —Sí, cuando nos cambiemos y estemos listas —dijo Cindy. —Nos veremos en el baile. ¿De qué vas tú, Anna Maria? —De azafata —dijo. —Seré alguien que nunca esperarán —Lynn ofreció voluntariamente. —¿Raphael? —preguntó Cindy. Él llevó su dedo a sus labios, sonriendo con picardía. —Será extravagante —contestó Jordan por él. —Hasta más tarde —dijo Ragnor, besando a Anna Maria despidiéndose. Empezó a salir primero de la tienda. Jordan comenzó a seguirlo. Jared atrapó su brazo. —¿Por qué vas con él? Ella tiró el brazo hacia atrás. —Honestamente, Jared, vamos al mismo lugar. Y de paso, ¿te enteraste que sacaron una cabeza del canal? No una cabeza de pescado, Jared, una cabeza humana. Él suspiró con exasperación. —Sí, lo escuché. Eso debe significar que hay cuerpos flotando en el agua, todos de la contessa. —Significa que alguien fue asesinado… y que su cabeza fue cortada. —Hey, chicos, estáis bloqueando la puerta —les advirtió Cindy. Jordan se adelantó, alcanzando a Ragnor, que tenía sus disfraces debajo del brazo.
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Deslizó su mano alrededor de su brazo libre. Él bajo la mirada hacia ella. Vio una ceja arqueada detrás de sus gafas, pero una sonrisa molesta estaba en su rostro, así supo que él era consciente de que ella estaba sólo irritada con su primo. —Se precavida con él —susurró Ragnor. —Es mi primo. Lo adoro. No es un desconocido. —Puede no haber más desconocido que una persona a la que en realidad creas conocer —dijo Ragnor. —¡Oh, Dios Mío! ¡Deja de ser tan críptico! —imploró. Él guardó silencio mientras caminaban, varios metros delante de Cindy y Jared. Entonces, después de un rato, la sobresaltó cuando habló. —Ella no se ve bien. —¿Qué? —Cindy. Se ve agotada y pálida. —Naturalmente, está cansada. Todo el mundo festeja toda la noche. De nuevo caminaron en silencio. Acercándose al hotel, fueron junto a la tienda con el maniquí en la ventana que dos veces había parecido mirarla con la cara de Steven. Ella no se dio cuenta de que se había detenido, mirándolo otra vez. Era simplemente un maniquí. —¿Qué pasa? —preguntó Ragnor. —Nada —ella lo miró. Estaba oscuro ahora, y él se había quitado sus gafas por fin. Se sorprendió por la intensidad de su mirada—. Nada —repitió—. Nada en absoluto. Me gusta ese traje. —¡Y dices que yo miento! —le dijo suavemente. —Tenemos que apresurarnos si queremos ir a lo de Tiff. Ahora, señor Wulfsson, ahí hay una mujer a la que le gustas. —Es una persona agradable. Jordan sonrió. Le gustaba mucho Tiff. Simplemente había algo en ella. Pero no estaba segura de que "agradable" fuera una palabra que usaría para describirla. —Creo que ella te encuentra mucho más interesante que meramente agradable. Él se detuvo, contemplándola. —Quizá la persona adecuada... por debajo de los noventa… llegará para ella. No sabías nada sobre su fiesta de cóctel esta noche hasta que te lo conté, ¿verdad? —No estaba sorprendida. Te lo dije, os vi a los dos juntos. —No estábamos juntos. —Ella quiere que visites su palazzo. —He visto su palazzo. —Está bien, entonces quiere que veas su palazzo con ella en él. Él no contestó mientras continuaban caminando. Acercándose al Danieli, él le preguntó. —¿Y no tienes ningún interés en mí... tu misma?
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Jordan se rió, en verdad disfrutando de la conversación. Sí, tal vez una vez ella podría haberlo tenido. Si lo hubiera conocido en circunstancias diferentes. Si no soñara con Steven, si... —No confío en ti —dijo. —Pero tienes que confiar en mí. —Entonces en algún momento, tendrás que darme una razón para hacerlo. Habían llegado el hotel. Jordan pasó por la puerta giratoria. Mientras preguntaba por su llave, Jared estaba cerca detrás de ella. —Tendremos que reunirnos en el vestíbulo en unos treinta minutos. Este asunto de Tiff va a ser un sufrimiento. Se dio la vuelta y lo miró. —Jared, no tienes que ir. Yo lo haré. Ella se ha convertido en una amiga. —Oh, bueno. —Oye, ella ha sido tu clienta, arrojando montones de dinero en tu camino. —Aún así no es la mejor compañera social. —Es directa y honesta y me gusta. Pero no me enfadaré si no vas. —Oh, no. Cindy y yo iremos. —Miró por encima de su hombro donde Cindy y Ragnor estaban hablando. Ella pensó que su mandíbula se apretó, y se dio cuenta de que Jared no estaba tan preocupado por ella como hostil hacia Ragnor—. Está bien, en el vestíbulo en treinta minutos. Ella tomó su traje de Ragnor, educadamente le dio las gracias por llevarlo, y se apresuró a subir las escaleras. Aparentemente, Cindy, a quien le gustaba Ragnor, se aseguró de que él también supiera que iban reunirse en el vestíbulo en treinta minutos. Jordan apenas tuvo tiempo de saltar dentro y fuera de la ducha y vestirse. Pero el disfraz de fantasía fue fácil, y venía con una diadema adornada con joyas y una máscara. Pasó un cepillo por su cabello antes de ponérsela, dio un toque a sus mejillas con maquillaje de brillo, y estaba lista. Empezó a caminar hacia la puerta, entonces vaciló. La doncella había puesto su ejemplar de lectura del libro del detective de vampiros sobre el escritorio, junto a su laptop. Caminó hacia allí y pasó hasta la página de derechos reservados. El libro fue publicado por algo llamado DeMac Publishing, Nueva Orleans. Había una dirección de correo electrónico para consultas. Dejando caer su bolsito enjoyado, sacó la silla y tecleó un rápido e-mail para el autor, presentándose brevemente y diciéndole que apreciaría mucho una oportunidad de hablar con él, o chatear por internet. Satisfecha, envió el e-mail, entonces saltó para reunirse con los demás en el vestíbulo.
Ragnor llevaba una típica capa negra y un sombrero de copa. Apareció al estilo eduardino esta noche. Cindy estaba magnifica en un elaborado traje isabelino y Jared estaba otra vez vestido de dottore.
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—Estoy bastante segura de que conozco el camino —Jordan les dijo a los demás—. ¿Pero tal vez debería pedir las direcciones otra vez? —Sé dónde está su palazzo —dijo Ragnor. —Entonces debería dirigir el camino —dijo Cindy y bostezó—. ¡Dios! ¡Todas estas fiestas! Estoy durmiendo hasta medio día, y todavía estoy exhausta. Estaba bien que a pesar de estar cansada, Cindy parecía alegre. Jared parecía tenso, mantuvo su máscara puesta mientras caminaban. Ragnor estaba callado, pero vigilante, pensó, e infaliblemente amable y cortés con Cindy. Continuaron hablando, discutiendo sobre el Puente de los Suspiros y los prisioneros que sabían que estaban condenados una vez que lo cruzaran, y residentes famosos de las prisiones, como Don Juan. Jordan continuó adelante, repentinamente ansiosa para llegar a lo de Tiff. Pero cuando llegaron, y llamó con la gran aldaba de latón, nadie contestó. Jared golpeó la puerta también. Todos plantados e incómodos en la calle. —Bien, genial, nos ha invitado a todos, y no está aquí. ¿Estás segura de que es la hora correcta y la noche correcta? —le dijo Jared a Jordan. —Antes de la fiesta de Anna Maria —dijo Ragnor—. Ese no podría ser ninguna otra hora o ninguna otra noche. Jared aporreó otra vez. Esperaron. —¡Bueno esto es ridículo! —dijo Jared. —Estoy preocupada por ella —dijo Jordan. —¡Preocupada por ella! —exclamó Jared—. ¡Ella nos hizo caminar a través de media Venecia, y ahora no está aquí! —¡Pero lo no ves, ese es el punto! Ella realmente quería que viniéramos —argumentó. Golpeó la puerta otra vez, entonces dio un paso hacia atrás en el calle, mirando hacia arriba—. ¡Tiff! —Jordan, si ella no puede escuchar esas aldabas del latón golpeando, no te puede oír gritando —dijo Jared. Miró su reloj pulsera—. Le daremos cinco minutos. Continuaron incómodos en la entrada del palazzo. —Pienso que deberíamos llamar a la policía —dijo Jordan. —¡La policía! —Jared se burló—. ¿Porque a ella se le olvidó que nos invitó a una fiesta de cóctel? —A ella no se le olvidó. Lo sé —dijo Jordan. —Prueba la puerta —dijo Cindy. Jared lo hizo. —Cerrado. Echado el pestillo firmemente. —Sólo sé que ella no lo habría olvidado —dijo Jordan. —Pero dijiste que no habías oído de ella hoy —le recordó Cindy. —E hice arreglos para bastantes de las entradas para la fiesta de Anna Maria —dijo Jared—. No puedo aparecer demasiado tarde. Si ella ni siquiera nos ha dejado entrar aún... —Mirad —dijo Ragnor—, ¿por qué no os adelantáis para lo de Anna Maria? Esperaré por aquí un rato y veré si ella aparece. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Creo que debería quedarme, también —dijo Jordan. Ahora, incluso Ragnor parecía impaciente con ella. —Ves, Jordan. Le daré a Tiff algunos minutos, después estaré justo detrás de ti. Jordan se encogió de hombros. Bueno, si Tiff volvía en los próximos minutos, estaría eufórica de encontrar allí a Ragnor esperándola... a solas. Debería irse alegremente. Pero algo no parecía estar bien. —Estaré aquí —dijo Ragnor firmemente. —Está bien —dijo Jordan al fin. Se dio vuelta y empezó a alejarse con Jared y Cindy. Mirando atrás, vio que él se quedó, una alta figura con capa, los brazos cruzados sobre su pecho, como haciendo guardia. —Jordan, vamos —dijo Jared. Ella tropezó, él la tomó del brazo. Se dirigieron por las calles angostas para coger un vaporetto para el baile de Anna Maria. Ragnor los observó irse. Esperó hasta que estuvo seguro que habían doblado la esquina. Entonces probó de nuevo el cerrojo. Las puertas estaban firmemente cerradas. Miró alrededor de la plaza. Oscuridad, sombras. Ningún caminante de paso. Entonces entró en el palazzo. El vestíbulo estaba vacío. No había rastros de lucha. Los suelos de mármol brillaban. —¡Tiff! —dijo, llamando a la mujer. Caminó subiendo por las escaleras, por el balcón, a través de las habitaciones. Llegó a la suite principal. Nada parecía estar fuera de lugar. La gran cama hecha pulcramente en su esplendor sedoso. Se dio la vuelta y empezó a salir, pero entonces, el indicio débil de un olor burlaba sus sentidos. Sangre. Llegó a la cama, clavó los ojos en la seda. Allí, la gota más diminuta. Quizás Nari no había querido hacerlo, pero había dejado su tarjeta de visita.
—¡Marisa, vamos! Marisa Kosolovich volvió la cabeza para ver que sus amigos, Josef, Ari y Lizabet, la estaba esperando. Se echó hacia atrás su abundante cabello castaño rojizo, impacientemente. Habían estado parados en la barra de la trattoria, y mientras sus amigos habían gastado parte de su precioso dinero en sus cafés expressos, ella había conseguido que el suyo fuera comprado por el alto hombre italiano con un atractivo traje. Él no era joven, pero no era viejo, entre treinta y cuarenta. Era muy atractivo, un hombre de negocios con brillantes ojos color avellana3 y sonrisa rápida. Ella 3
Avellana. Hazel en el original. Habrá que fijarse en la diferencia entre el color avellana, y el castaño. (N. de la T)
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había charlado sobre su llegada con sus amigos... haciéndolo sonar como si hubieran llegado en avión y fueran jóvenes conociendo el mundo, en vez de un grupo de una nación destruida por la guerra en un autobús que ahora estaba estacionado cerca de la estación de tren. Estaban casi quebrados, durmiendo en el autobús que los había traído. Estaban dispuestos a venir sin alojamiento y comida desde su hogar, sólo para poder ver las vistas y los sonidos de Venecia en el Carnevale. Ella suspiró. Los demás parecían estar bien con su situación. Ella no lo estaba. En realidad había planeado encontrar algunos americanos... normalmente tenían más dinero para gastar y eran fácilmente influenciables por cualquier acento extranjero. A ella le gustaban los americanos, y en realidad quería llegar a América. Cuando los soldados habían llegado a su pueblo para repartir alimentos, todos habían sido atraídos por ella. Había desarrollado el plan entonces para casarse y alejarse, pero las tropas no se habían quedado lo suficiente como para que consiguiera conocer a cualquiera de los hombres. Le habían dicho, sin embargo, que era hermosa. Lo habían dicho tanto con sus ojos como con sus palabras. Y más que nada, ella quería escapar. El Carnevale siempre estaba lleno de extranjeros…. montones de americanos. Ella había tenido la certeza de que en las dos noches que el autobús permaneciera en Venecia podría encontrar a la persona adecuada. Había escogido la trattoria para su ostentación, y no había habido un solo americano en ella. Pero el italiano había sido lindo y amable, comprándole un café y ofreciéndole algo que comer. Ella había aceptado el café pero puso reparos a la comida, aunque Dios sabía por qué, estaba lo suficientemente hambrienta. No quería verse hambrienta, eso debía ser. Y no quería parecer una mujer que se inflaría tan redonda como un tomate en pocos años. Lizabet estaba en la puerta, viéndose severa. Ari sólo se veía impaciente. Josef estaba preocupado. No estaban juntos como parejas, simplemente amigos. Venían del mismo pueblo. O lo que quedó de él. Ella movió un dedo, lista para volver a la conversación con el alto empresario italiano. Pero, para su decepción, él se había vuelto hacia sus amigos. Algún evento deportivo había llegado en la televisión sobre la barra, y se encontró de cara a su espalda. —¡Marisa! ¡La música empieza en la plaza de un momento a otro! —anunció Josef. Alto, flaco y torpe, Josef había pasado los últimos años sin lo suficiente como para comer. Ella dejó el bar y llego a la puerta. —Marisa, no deberías pegarte a las personas así. Se harán una idea equivocada. Ari y Lizabet ya caminaban más adelante. —¿Y cuál sería la idea equivocada, Josef? —preguntó. —Que eres fácil, que somos fáciles...que no nos queda ningún orgullo, ningún sentido de la autoestima. —¿Esa sería una idea equivocada? —preguntó. —Nuestro hogar ha pasado a través de mucho. Deberíamos tener un carácter más fuerte — amonestó. —Nuestro hogar es un agujero infernal, y los soldados vendrán una y otra vez. Las bombas caerán. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Josef negó con la cabeza. —No, hay paz ahora. Y vamos a reconstruirlo. —Tú reconstruirás. No iré a casa. Josef la miró con sorpresa. —¿Qué quieres decir? —Me quedo en Venecia. —No puedes quedarte en Venecia. No tienes papeles. ¡No hablas italiano! —Aprenderé. —¿Y qué harás? —Me las arreglaré. —¿Cómo? —Haré amigos. —Serás una prostituta. —Haré amigos —le siseó—. Mira, Josef, me dices todo el tiempo que soy bonita. Me las ingeniaré con eso. —Para mí tú eres hermosa. Hay montones de mujeres jóvenes hermosas. Para mí, eres especial. Para los otros... —¿Para los otros? ¿Qué? —Eres... demasiado libertina. —¡Seré lo que necesite ser! —dijo airadamente—. Soy atractiva sólo para ti, ¿eh? Caminó hacia adelante, enojada. Pasó a Lizabet y Ari. —¡Oye! —llamó Ari—, ¿ahora tienes prisa? Estaba vestida como una chica de harén... El mejor traje que pudo juntar de viejas sobras de ropa, pero estaba orgullosa de que se veía mucho mejor con la ropa hecha de trapos que muchos de los turistas ricos en Venecia que lucían sus caros disfraces hechos a mano o alquilados. —¡Tenéis la intención de actuar como pequeños tímidos escolares refugiados! —les informó—. Vine a Venecia para tener diversión. —Vino para quedarse —gritó Josef en tono malhumorado—. Va a encontrar un americano rico, y él se la va a llevar lejos. —Josef dice que soy especial sólo para él —hizo pucheros. —¡Todos somos especiales sólo para nuestros amigos! —le dijo Lizabet con un preocupado ceño fruncido. Lizabet era muy religiosa. Había rezado en el suelo del autobús por lo que habían parecido horas la noche anterior antes de encontrar su asiento para dormir en apretada incomodidad. Marisa caminó por delante de sus amigos. Personajes enmascarados y disfrazados se detenían a hacerle una reverencia, ella se inclinaba juguetonamente a cambio. Un hombre, alto y enmascarado, aunque estaba disfrazado y con una máscara que cubría la mayor parte de su cara, hizo más que la reverencia. Le tomó la mano. Se inclinó sobre ella, la besó. Le habló en italiano. Su voz era profunda y agradable. —Bella —dijo en inglés. —¡Grazie! —le dijo ella. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¿Y a dónde vas? —Para la plaza, a escuchar música. —Ah, quizá te encuentre otra vez, cara mia. Él pasó caminando. Josef, Ari, y Lizabet la alcanzaron. —¡Para que veáis! —les dijo ella. —¿Podemos por favor acercarnos a la música? —preguntó Lizabet—. Todos sabemos que eres bella, y que llegaras lejos. —O te quedarás en Venecia —repitió Josef ásperamente. Josef sentía más por ella de lo que se había dado cuenta, pensó Marisa, pero Josef no tenía nada y no iría a ninguna parte. Si ella fuera tan tonta como para amar a Josef, tendría un niño cada año, se pondría tan gorda como una casa, pasaría su vida en su pequeño pueblo haciendo la colada, horneando pan y lavando platos. Lo sentía si lo había lastimado, pero podía ver lo que él no podía. Siempre habría guerra. Los soldados vendrían de nuevo, los hombres se irían y lucharían, y los aldeanos serían débiles e indefensos, incapaces de hacer nada cuando los enemigos más fuertes llegaran y los arrastraran afuera, violaran a sus esposas y quemaran sus casas. —Lo siento, Josef —dijo, en voz baja. No habían ido muy lejos cuando Josef determinó que habían dado una vuelta equivocada. La corriente de tráfico humano ya no estaba con ellos. —Debemos regresar. —¿Tienes el mapa? —preguntó Ari. Mientras sacaban el mapa, Marisa miró alrededor de la calle. Estaba muy oscuro aquí. Las aguas del canal más allá eran negras en la noche. Las pocas luces en las calles creaban sombras más negras contra paredes y calles. —Este camino —dijo Ari. —No, creo, mira aquí... —les dijo Lizabet. Marisa no estaba prestando atención. Mientras sus ojos se ajustaban a las sombras, vio a un hombre adelante, subiendo las escaleras de un edificio. Llevaba puesta una capa y una máscara. Sintió su corazón latiendo. ¿Era el mismo hombre que había besado su mano? Mientras lo miraba, él se volvió. Llevó un dedo a sus labios... bueno, tan cerca de sus labios como la máscara permitía. Entonces la llamó por señas. Y desapareció detrás de una puerta. —Voy por este camino —dijo. —¡Marisa, quédate con nosotros! —le dijo Josef. —No puedo quedarme contigo. ¡No llegaré a ninguna parte! —Bueno —dijo Ari—, vamos a seguir por ese puente, allí, y vamos hacia la plaza. ¡Cuando te canses de la oscuridad, síguenos! Incluso con Josef volviéndole la espalda. Marisa se alegró. En el momento que comenzaron a andar, voló hacia las sombras contra la pared y se aplastó allí. Esperó hasta que ya no pudo oír el eco de sus pisadas en la calle. Entonces corrió escaleras arriba. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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La puerta estaba entreabierta. La empujó abriéndola. —¿Hola? Dentro estaba sombrío y oscuro, pero la habitación estaba iluminada por velas aquí y allá. Entró, teniendo cuidado de dejar la puerta entreabierta, y comenzó a caminar a lo largo de un pasillo central entre los pilares. —¿Hola? ¿Ciao? —llamó, suavizando su voz ya que parecía rebotar alrededor de la habitación. Ella siguió caminando dentro. Era una iglesia, pensó, con un poquito de temor. Pero una iglesia como ninguna otra. Ya no había bancos en ella, y mientras se acercaba el altar, vio que no había cruz por encima de él. Había pinturas sin embargo. Una pintura muy extraña, de un ángel desgarrando y consumiendo corderos, estaba colgado sobre el altar, donde la cruz debería haber estado. Miró a su alrededor. Había capillas laterales, como en la mayoría de las iglesias. Eran oscuras y sombrías, algunas tapadas, algunas abiertas. Parpadeó. A la luz de las velas, formas oscuras parecían revolotear de capilla a capilla. ¿Estaba jugando con ella? —¡Sé que está aquí! —gritó, caminando hacia el lado izquierdo, capilla tras capilla. Las velas ardiendo. Un extraño paño negro cubría los altares. Ella se detuvo, pensando que escuchaba susurros, o siseos. Alas, revoloteando alrededor de ella. Ruidos de pisadas de un lado a otro del suelo de piedra. —¡No jugaré para siempre! ¿Sabes? —dijo. Cruzó la nave y empezó a caminar lo largo de la pared derecha de las capillas, contempló la última pintura sobre el altar cubierto de negro. Una figura con una corona de espinas sentada sujetando un puñado de cabezas cortadas. De repente tuvo frío en su traje de harén. Un sonido revoloteó de un lado a otro de la habitación de nuevo. —Hola, ¿dónde está? —Llamó. Su voz era más fuerte. Enojada. Y un poco demasiado temblorosa—. Esto no es divertido, si quieres que me quede, muéstrate. Las velas en el altar parpadearon y vacilaron. Hubo un repentino, profundo siseo de movimiento cerca de ella, muy cerca. Pareció rozar su pelo. Lentamente, ella comenzó a retroceder. Al principio, apenas oyó el chirriante ruido. Era el sonido de una puerta. Avanzando lentamente. El sonido era de alguna manera horrendo en ese lugar oscuro y silencioso. Ella se dio vuelta, y el sonido se repitió. En efecto era una puerta. La puerta de la extraña iglesia. Cerrándose. Justo cuando empezó a correr velozmente hacia ella, se cerró de golpe con fuerza. Ella corrió hacia la puerta, lanzándose contra ella. Golpeó, aporreó, juró, y golpeó un poco más. Finalmente, quedó exhausta. Volvió la mirada hacia el altar. —Esto no es divertido en absoluto. Iré a la policía. ¡La polizia, me oyes! Forzando su ánimo, caminó hacia el altar. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Me voy de aquí, ahora, ¿entiendes? ¡Entiendes! Ella gritó, frente al altar. Entonces... Pareció como si el hielo la tocara. Como si un dedo frío se extendiera a través de la habitación, encontrando su nuca, trazado la línea de su columna vertebral. Ella se dio vuelta, y sorprendida, gritó en voz alta. Allí estaba él. La figura con la capa oscura y la extraña máscara. Lo miró fijamente, su garganta seca. Por una vez, no tenía nada que decir. Él caminó hacia ella lentamente. Muy lentamente. Ella podía verle los ojos. No eran tan bellos ahora, pero no podía apartar su mirada de él. Él la alcanzó. Tocó los corchetes frontales del corpiño de su traje de harén. Quiso decirle que no. No podía hablar, y no podía apartar sus ojos de los de él. Él deslizó sus manos por debajo de la tela sobre sus hombros, y el corpiño cayó al suelo con un extraño susurro. Él dio un paso atrás. —Bella —reconoció. Entonces subió sus manos, como si suplicara al cielo. —Mis niños... ¡Le traigo belleza! —dijo. Ella todavía no podía apartar sus ojos de los de él. Oyó de nuevo el extraño cuchicheo, el sonido susurrante. Una brisa, un siseo, soplando junto a ella, alzando su cabello... Y entonces las sombras se movieron. Y descendieron. Ella fue consciente, en una fracción de segundo, que debería haberse ido a casa. Debería haberse casado con Josef, criado a una docena de niños, ponerse gorda, y haber horneado pan. Sintió el primer toque. Empezó a gritar.... Y a gritar. Y mientras era elevada al altar, ella comprendió que había dicho la verdad… Ella se iba a quedar en Venecia.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1111 Para cuando alcanzaron el palazzo que Anna Maria había alquilado para su baile, las celebraciones ya habían comenzado. Fueron recibos en su taxi acuático por anfitriones disfrazados que los guiaron hasta el muelle; Mientras se acercaban a la grandiosa entrada, las trompetas los anunciaron. Entraron en un vestíbulo espacioso con invitados con trajes y máscaras magníficas ya aglomerados. Las personas se movían y hablaban, sirviéndose pequeños bocadillos artísticos en las mesas auxiliares, y Bellinis y champaña llevados por los camareros con el vestuario negro tradicional. Desde el momento que entraron, Jared fue saludado por conocidos de negocios diversos. Él hizo muchas presentaciones, entonces se metió en una conversación acerca de las disposiciones para un grupo de estudiantes graduados de arte que querían venir a Venecia el año siguiente. Cindy sugirió que se alejaran y se sirvieran bocadillos. —¡Oye! Tierra a Jordan. ¿Vamos a conseguir algo para comer mientras tanto? —Hum. Estaba buscando a Tiff. —Ella aparecerá —dijo Cindy—. Jordan, honestamente, me gusta Tiff. Es descarada; Ha tenido un pasado manchado por pura herrumbre, pero es entretenida. Sin embargo, Jared ha hecho arreglos de viajes durante años para ella, y ella cambia de idea como el viento. No la dejes arruinar tu noche. Jordan no respondió a eso. Cindy no había entendido que Ragnor Wulfsson era un objeto de deseo para Tiff. Pero entonces, Ragnor se había quedado atrás, no hubo nada que ella pudiera hacer, y la fiesta era divertida y entretenida. En el estrado al pie de la escalera doble, las chicas del harén estaban bailando al son de la música de flauta. A todo lo largo de la multitud, arlequines practicaban pizcas de magia. Todos estaban de vestidos hasta los dientes; Los disfraces estaban enjoyados como nunca había visto antes, había gladiadores, ninfas de los bosques, eduardianos, caballeros y damiselas. En las mesas, había esculturas de hielo, arreglos florales, brillantes urnas de café de plata. La belleza y la actividad eran casi demasiado para asimilar. —Esos bocadillos de repostería están tan buenos como se ven —dijo Cindy entre mordiscos—. Y me muero de hambre. Jordan clavó los ojos en Cindy. Ella llevaba puesta una media máscara, un sombrero emplumado, y un vestido de la Regencia. Con su cabello rubio arena y su alta estatura, estaba deslumbrante, pero debajo de la máscara, estaba un poco demacrada. Realmente debía necesitar alimentarse, pensó Jordan. —Condúceme a la mesa —dijo. Mientras probaban la comida, fueron repentinamente abordadas por una hermosa sureña con cintura ajustada, increíble despliegue de enaguas, y cabello bellamente rizado. —¡Ciao! —¡Ciao! —contestó Jordan, clavando los ojos en la mujer. —Ciao —dijo atentamente Cindy. Ambas esperaron impacientemente. La mujer bella estalló en risa agradecida. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Soy yo! —¡Raphael! —murmuró Jordan. Él giró delante de ellas. —¡No estoy magnífico! —¡Dios, sí! —dijo Cindy. Él batió sus pestañas. Jordan se preguntó cómo había logrado las pestañas falsas sin tanto como un indicio de goma saliendo a la vista. —Estas magnifico —le dijo. —Grazie, grazie —Raphael puso reparos—. ¡Y vosotras, señoras! Estáis preciosas. —Gracias —dijo Cindy. —Todo el mundo aquí está espectacular —dijo Jordan—. Buenos, pocas están ni de lejos tan espectaculares como tú —bromeó—. Raphael, ¿has visto a Tiff Henley ya? —No, no la he visto... no que yo sepa de cualquier forma. Pero si tú me hubieras visto y yo no te hubiera hablado, ¿sabría que me habías visto? —Buen punto —dijo Cindy. —Ella llegará —dijo Raphael, y frunció el ceño—. ¿Debías encontrarla aquí? —No, no, pero ella nos había invitado a un cóctel antes del baile, y cuando logramos llegar, no estaba en casa. Raphael agitó una mano en el aire, indicando que Tiff podría ser frívola. —Ella probablemente se olvidó de que te invitó. Las trompetas sonaron otra vez. —¡Ah! Allí vamos —dijo Raphael—. Ese es el anuncio de que debemos subir las escaleras y tomar nuestras posiciones. ¿Señoras? —Adelantaros vosotros dos —dijo Cindy—. Voy a encontrar a mi marido. Raphael enlazó el brazo con el de Jordan, sonriéndole. —¡El fantástico traje está perfecto! Estás deslumbrante y gloriosa, como una sirena mítica. —Gracias. Pero, tú me aventajas completamente. Él se rió con placer. —Seremos los más bellos, juntos. Me aseguré de que estaría sentado en tu mesa. Anna Maria quería ponerte a ti, Jared y Cindy con toda su gente de negocios, pero no podría hacerte eso a ti. —Gracias. —Yo soy mucho más divertido. —Te creo. —Y puedo bailar. Todos los hombres estarán tratando de cerrarnos el paso a nosotros dos. Dependiendo de lo lindos que sean, les permitiremos hacerlo. —Absolutamente. ¿Quién más está en nuestra mesa? —Lynn... ella me ayudó a convencer a Anna Maria de que no podías quedarte con el presidente del planeador de viaje de la asociación dental, o el agente del grupo americano de banqueros. Su mujer es... bueno pues, ella sería como sentarse con un barco de guerra, ¿sabes? Ella es canosa y sólida. Aún tengo que verla sonreír. De hecho, creo que ella vino como Brunhilda. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Podría ser una señora muy agradable. Él arqueó una ceja con una sonrisa secreta. —Todavía puedo ceder mi lugar en la mesa. —No importa. ¿Quién más está con nosotros? —Hay diez en cada mesa. En la nuestra, Jared y Cindy, Lynn y yo, una autora de un libro de cocina y su marido, un artista inglés y su mujer, y mi amigo, el policía, Roberto Capo. A ti te gusta él, ¿sí? A ella le gustaba Roberto Capo bastante. Él no pareció pensar que estuviera loca. Y podría preguntarle acerca de la cabeza que se había encontrado en un canal. —¿Qué hay sobre Tiff? —Oh, ella estará sentada con otros amigos de antaño. Pero la buscaremos más tarde, si eso te hace feliz. —¿Y Ragnor? —Él habla tantos lenguajes tan bien... ha sido sentado con una mezcla de parejas alemanas y escandinavas. En el norte, él explicó, la mayoría de las personas hablan inglés. ¿Dónde si no puedes ir sino a Suecia para hablar el sueco, eh? Aun así, Anna Maria intentó muy duro ver que todo el mundo tuviera a compañeros para la cena con quienes pudieran hablar. —¿Dónde estará sentada ella? —Anna Maria no se sienta... ¡Ella se mueve rápidamente! —aclaró. Él puso los ojos en blanco— . Ella es la anfitriona, así que irá de arriba abajo toda la noche, y se asegurara que todos disfruten del baile... por supuesto, es una negrera hasta que estamos aquí. Pero no pide nada que no dé. Es maravillosa. —Más allá de duda —estuvo de acuerdo. En lo alto de las escaleras, fueron saludados por anfitriones vestidos como Guardias Suizos. Fueron conducidos a uno de los grandes salones de baile fuera del vestíbulo. Más mesas de bufet fueron llenadas de toda clase de delicadezas. A final de la habitación, en un estrado, un grupo tocaba música de cámara. —¡Aquí estamos! —dijo Raphael, indicando su mesa. Roberto Capo y otras dos parejas estaban ya sentados. Los hombres se pararon mientras Raphael hacía las presentaciones. El artista inglés era Peter Smith; Su mujer era Sherry. La autoras estadounidense de libros de cocina era Mary Winston; Su marido era Fred. Eran ambos redondos y alegres, como si verdaderamente disfrutaran de las recetas de Mary. Jordan no recordó su nombre; Esperaba que si alguna vez había revisado uno de los libros de la mujer, sus palabras hubieran sido amables. —Y por supuesto, Roberto —Raphael terminó sus presentaciones con una floritura. —Por supuesto, ¿cómo está usted? —preguntó Jordan. —Muy contento de verla —dijo. —Il piacere e mio —le dijo, contenta de que, "el placer es mío" fuera una frase del italiano que sabía bastante bien. Él sonrió; Ella tomó el asiento junto al de él. Lynn llegó entonces, como un matador, completado con espada asesina de toros, oscuro bigote y capa roja. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Plástico, me temo! —explicó, cuando pareció que su espada podría perforar las faldas de Martha Washington de Mary Winston. Jared y Cindy llegaron, y las presentaciones rodearon la mesa otra vez. Jordan admiró los talentos sociales de Anna Maria mientras veía lo rápida y fácilmente que todos ellos cayeron en la conversación. A veces, pensó, Roberto Capo realmente no entendía todo lo que se decía, pero Raphael se detuvo de vez en cuando para hacer una explicación rápida en italiano. Los camareros llegaron para llenar sus copas y todos fueron en grupo a la mesa del bufet. —Mi nombre era Astrella antes de que me casara —Mary Winston le dijo a Jordan mientras estaban de pie en la fila—. Adoro la comida italiana. Mi siguiente libro será sobre el arte culinario de Toscana. ¿Quizá usted podría revisarlo para sus periódicos? —Estaría encantada. —Mi casa editorial es pequeña —dijo Mary con un suspiro—, y sus revisiones son tan populares en la sindicación, que no se han atrevido a enviarle cualquier cosa aún. Gracias. —Gracias. No sabía que era tan popular. —Oh, ¿ha probado usted este plato ya? En inglés, es calamar... —Gracias. Lo he probado —dijo—. Creo que pediré pez espada. Mientras las conversaciones despegaban en la cena, Jordan agradeció estar al lado de Roberto Capo. Ella le habló quedamente. —Oí que encontraron una cabeza cortada. Roberto se vio afligido. —Usted no debe preocuparse... —No me preocupo. —Usted... ¿cree que usted estaba en lo correcto... Que en la fiesta de la contessa...? —No digo eso. Solamente es curioso. ¿Han averiguado a quién pertenecía la cabeza? ¿Lo han hecho? —Se interrumpió. Él la estaba mirando, frunciendo el ceño. Se dio cuenta de que ella estaba hablando demasiado rápido. Pero Raphael la había oído. Él tradujo en voz baja, recorriendo con la mirada a los demás en la mesa, consciente de que Jordan no querría que Jared supiera sobre lo que estaban hablando. Roberto negó con la cabeza y contestó en italiano para Raphael. —La cabeza está todavía con el forense. No han encontrado el resto del cuerpo, y no tienen personas desaparecidas en el informe con las cuales hacer una comparación. Harán la reconstrucción con un artista y enviarán la foto alrededor de Europa. Jordan se desilusionó; No había descubierto nada nuevo. —Comprendo su preocupación —dijo Roberto. Jordan asintió. Jared estaba mirando en su dirección suspicazmente. Como él volteó su cabeza ella notó que sus facciones parecían estar débiles y afiladas. Tal vez le había provocado a Jared bastantes más problemas de lo que lo que estaba dispuesta a admitir. Tal vez eso aclaraba la palidez y fatiga de Cindy. Aún así, no había estado equivocada. Ya sea que la contessa hubiera patrocinado a un grupo de monstruos asesinos, o su sentido del humor y entretenimiento estaban distorsionados desmedidamente.
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El postre y el café fueron servidos, y surgieron más actividades para los invitados. En la planta baja, una banda musical de rock tocaba, mientras había baile de salón en el segundo piso. Las lecturas de la tarjeta del tarot estaban en la entrada al salón de baile del segundo piso. Lectoras de mano estaban allí también. Los malabaristas y los magos podían viajar en ambos niveles. Más café, dulces, y licores después de la comida estaban disponibles en todas las mesas de banquetes. El Palacio del Placer, para aquellos que se atrevieran, estaría en la parte de atrás del segundo nivel. —¿Bailamos? —Raphael inquirió inmediatamente. —Nunca me ha sido preguntado por semejante belleza tan encantadora —le aseguró Jordan. Raphael quería la rápida acción en la planta baja, pero cuando comenzó a guiarla hacia abajo, Jordan le hizo hacer una pausa. —¿Dónde se supone que está Tiff? —Mesa siete, en la habitación donde pondrán el Palacio del Placer. Creo que ella quería hacer varios viajes —dijo con una sonrisa abierta. Caminaron hacia la mesa siete; Estaba ya vacía. Parecía, sin embargo, que alguien había estado sentado en cada silla. Raphael se encogió de hombros. —¿Ves por qué no nos preocupamos tanto por Tiff? No estés enojada; Disfruta tu noche. —Un momento. ¿Dónde se supone que esté Ragnor? —Mesa dieciocho... el siguiente nivel arriba. —Él gimió—. Bueno, vamos a ver. Pero en el piso de arriba, las mesas se habían vaciado también. —Tal vez ambos decidieron tener suerte —dijo Raphael—. No les des más pensamientos. Escaleras abajo, bailaron. Como Raphael había esperado, a menudo fueron abordados. Un dottore llego y bailó con Jordan. Ella estaba segura al principio que era Jared, pero cuando habló, y él falló en responder, se percató que no era él. Él le dio a ella en italiano las gracias por el baile. Había habido algo tan familiar sobre él... Pero como fue reclamada por un pequeño Julio César, reparó en que había al menos cinco dottores en el cuarto. Todos ellos parecían aproximadamente de la misma altura. Alrededor de la medianoche, Raphael se excusó para bailar con Anna Maria. Esta vez, ella fue acompañada por un guapo jugador vasco de jai alai que se divirtió mostrándole los músculos inmensos en su brazo derecho, y los músculos más pequeños en su izquierdo. Ella pensó al principio que él iba a explicar su disfraz, no lo hizo. El juego le había dado dos brazos definitivamente de diferentes tamaños. Cuando el baile terminó, Jordan le agradeció y corrió tras Anna Maria y Raphael. Anna Maria, resplandeciente como Mary, Reina de los escoceses, besó sus mejillas. Jordan le dijo que la fiesta era maravillosa, entonces preguntó por Tiff. Ella le dio la misma respuesta que Raphael le había dado más temprano. —Debe estar disfrazada también; No la he visto —Ella frunció el ceño—. Creo que todas las mesas terminaron llenas, pero entonces, aunque están sentadas, muchas, muchas personas aquí se conocen desde años, y ellos... —Han cambiado de mesa —dijo Raphael. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Han cambiado de mesa. Correcto. —¡Vamos a leer nuestras cartas! —dijo Raphael. —No sé... —murmuró Jordan. Pero la siguiente cosa que supo, era que estaba arriba, observando como una mujer italiana repartía sus cartas. Ella indico que Jordan debía tocarlas. Cuando volteó las cartas, negó con la cabeza y las revolvió otra vez. Esta vez, Jordan le dio una mirada de cerca a lo que apareció. Vio a la muerte antes de que la mujer pudiera recolectar las cartas. —Esa era la muerte, ¿verdad? —Jordan insistió a Raphael. —Puede tener muchos significados, dice ella. La lectora de tarot habló rápida y seriamente en italiano. Miró Jordan como si ella estuviera a punto de recoger una cruz y la pusiera entre ellas para detenerla. —Raphael... —Ella dice que debes tener cuidado con las sombras. Y tener el cuidado mayor en la profunda medianoche. —Ella me advierte de la muerte. —No, la carta puede significar muchas cosas. —¿Pero la muerte es una? —Jordan, ten cuidado con las sombras. Y la profunda medianoche. —¿Qué diablos es la profunda medianoche? —La plena noche verdadera. Cuando toda luz se ha desvanecido. Cuando las sombras se caen en la oscuridad. Bailemos otra vez. Esto no fue bueno. Escaleras abajo, Roberto Capo fue el primero en cerrarle el paso. Mientras bailaban, él le preguntó si era feliz, si se estaba divirtiendo. —Sí, mucho. —Usted se ve tan preocupada. —Fui a la casa de una amiga esta noche y ella no estaba allí. Y no está aquí. —Se aseguró de hablar lentamente—.Tiff Henley. ¿La conoce? Él negó con la cabeza. —¿Cuándo la vio usted... la última vez? —Ayer. —Entonces la cabeza... no es de ella. —Oh, no, claro que no. Sólo estoy preocupada. —Avíseme si no la encuentra. Y si... si averigua cualquier otra cosa. —¿Sobre la contessa? Él se encogió de hombros. —La contessa... este hombre que estaba allí también. ¿El lobo? Ella se preguntó qué expresión dio, o qué movimiento hizo que causo que él dijera después. —¿Ha visto al hombre otra vez? —No —dijo. ¿Era esa una mentira? Estaba segura que Ragnor... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Estoy allí. En la estación. Vaya y véame si está temerosa. Preocupada. Ansiosa. Si su amiga no aparece. —Gracias —dijo Jordan. Un momento más tarde, Raphael se la llevó otra vez. —¡El Palacio de Placer! Debemos ir a hacer el Palacio de Placer. —¿Exactamente que van a hacer? —preguntó. —¡Te quitan la ropa, te bañan con aceite y miel, y te raptan despiadadamente! —dijo. —Tal vez me lo saltaré. Él suspiró. —No seas tonta. Bañan tus manos en aceite caliente y deslizan frías uvas dulces entre tus labios. Es divertido; Es agradable. Él no iba a aflojar. —Si termino raptada despiadadamente, nunca te perdonaré —le dijo. —¡Si empiezan a raptarme despiadadamente, y tú los detienes, nunca te perdonaré! — contestó—. Ven, ven, nos divertiremos. Aparentemente, muchas personas compartían esa visión. Las filas eran largas... una a cada lado de una brillante y colorida tienda como de harén puesta en la parte de atrás de la habitación. Parecía que mezclaban a las parejas, tomando a una persona a la vez de cada lado de la fila. Una mujer vestida como Maria Antonieta apareció con un hombre disfrazado como Julio César. Ambos se estaban riendo. —¡Viene, viene! ¡Venga, venga! —La llamo por señas una de las chicas en un disfraz de harén. Ella mantuvo abierto el alerón festonado para la tienda. Raphael le dio un empujoncito a Jordan. Ella dio un paso adelante y entró en la tienda de campaña. El alerón cayó, e instantáneamente, se sintió como si hubiera entrado en un agujero negro. Por un momento, no hubo nada. La oscuridad pareció abrumadora. Ella cerró los ojos por un momento, pensando que la ayudaría a ajustarse a la oscuridad total. Tuvo la sensación más extraña de ser jalada hacia adelante. Ven a mí. Se preguntó si había oído las palabras, o las había imaginado. Había un aroma en la tienda de campaña; Probablemente una especie de incienso, y todavía... sándalo, ella pensó. Le recordó el de Steven. Tanto estaba acordándose de Steven últimamente. Era, reflexionó con arrepentimiento, la atracción intensa que sentía por otro hombre. Steven se fue, perdido para ella. Estaba bien seguir adelante. Ven a mí. Las palabras fueron tan fuertemente colocadas en su mente que ella casi caminó hacia adelante. Pero no lo hizo; La oscuridad fue repentinamente abrumadora. El miedo burbujeó en ella, un pánico casi incontrolable. Algo iba a saltar sobre ella, apresándola, llevándola dentro de algo horrible. Podía sentirlo, intuirlo, casi podía saborearlo, tocarlo...
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Hubo un toque muy tierno en su mano. Casi gritó en voz alta. Pero ella podía ver entonces, débilmente. La chica de harén llevaba puesta algo en su cintillo sobre la frente que se resplandecía en la oscuridad. La chica tomó su mano derecha. Otra persona alcanzó su izquierda. Ella fue atraída un paso más dentro de la tienda, y bueno, aunque no tocaba a nadie, fue consciente de que estaba en frente de otra persona. Sintió los rayos de calor que parecieron rodearla. Su miedo se apaciguó. La sensación más extraña de bienestar total, aquietó su pánico naciente. Sus palmas fueron llevadas hacia arriba. El aceite caliente fue vertido en ellas y fue frotado suavemente en la carne. Su pelo fue alzado. El calor fue frotado en su nuca. Algo frío y exótico y toco sus labios. Una uva. Ella obedientemente la comió. Podía oír a la persona al frente de su respiración. Un hombre, evidentemente; La figura era alta. El susurro de su aliento tenía un aroma dulce de vino. Él exudaba un aura de poder, y esa fuerza y esa masculinidad aparentemente le dieron a ella la sensación de calma y seguridad que ahora la envolvía. ¡Grandioso! pensó brevemente. ¡Éste es el marido de alguien, por lo que sé! El calor que él emitía tocó sus mejillas como una oleada de aire iluminado por el sol. Una uva se apretó entre sus dedos, entonces ella se dio cuenta de que les eran dadas las uvas para deslizarlas el uno en el otro. Una uva tocó su boca otra vez. Ella separó sus labios y la tomó, maravillándose de lo que debería haber sido más bien tonto, pero que no lo fue. Ella llevo su uva a los labios oscuramente sombreados del compañero, y él también ingirió la fruta. Estaban más cerca de lo que lo habían estado. Ella no recordó haber estado tan cerca. Los aceites que habían sido introducidos en su nuca y sus palmas parecieron volverse más calientes. Un susurro de profundo calor pareció abrirse camino en ella. Una languidez se movió sobre ella; Fácilmente podría inclinarse hacia adelante, encontrar las manos que la tocaban, permitirles trabajar su magia... Los dedos presionaron en sus hombros en un masaje amasador. Ella sintió resbalar la tensión lejos, sintió el aliento del desconocido, y un rayo furtivo relampagueó a través de ella. Cerró los ojos. Podría dormir, acurrucarse con un total extraño, sentir un fuego dulce y de combustión lenta que de alguna forma llego con la languidez, pero podría atreverse. Los nudillos rozaron su garganta, acariciando suavemente. Sus manos fueron atraídas por el desconocido, por su mejilla, por la solapa de su chaqueta, abajo de la tela del pecho. Algo llego a sus labios otra vez. Vino. Caliente, rico, frutal. Delicioso. Entonces dedos otra vez, en sus hombros, acariciando sus mejillas... Una campanilla sonó, sobresaltándola del ensueño que había colocado su reclamo en ella. La chica del harén con el tocado resplandeciente en la oscuridad volvió a llevar su mano, conduciéndola a la salida. Ella dio un paso a través del alerón y estaba sobresaltada, y luego enojada, por encontrar a Ragnor justo delante de ella, esperando para ayudarla a bajar las escaleras. Ella había tomado su mano antes de verlo siquiera. Qué idiota. ¡Debería haberlo sabido, debería haber reconocido su aroma, su tamaño, la altura! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¿Planeó eso? —¡Discúlpame, estábamos en filas opuestas! Y entraste en el Palacio del Placer por propia voluntad. —¡Jordan! —Raphael la llamó, listo para deslizarse debajo del alerón de la tienda de campaña—.¿Fuiste salvajemente raptada? —¡No! —¡Diablos! —dijo, justo mientras la chica del harén se deslizaba debajo del alerón. Ragnor estaba abiertamente divertido. —Eso fue muy grosero —dijo Jordan. —¿Por qué? No se supone que sepa quién llega. —Pero lo sabías, ¿verdad? —Alégrate de que estuviera aquí. —¿Por qué? —Alguien más te podría haber raptado. Eres masilla. —¿Qué? —Masilla. Jalea. Arcilla para moldear. —Oh, ¿realmente? ¡Imploro tu perdón! —Necesitaba estar allí para ti. Fuiste sólo... atraída. —¡Atraída! Cuando entré, estaba... —¿Estabas qué? —demandó, frunciendo el ceño. —Asustada —admitió. Ella lo dejó parado junto a la tienda de campaña y empezó a atravesar la habitación; Raphael tenía que arreglárselas por sí mismo cuando saliera afuera. Después de todo, él era italiano, y ésta era la fiesta de su tienda. Pero entonces hizo una pausa, mirando atrás. Ragnor la había estado siguiendo en un paso tranquilo. —¿Viste a Tiff? —le preguntó—.¿Estaba ella en casa? ¿Nos oyó? ¿O salió afuera? ¿Vino aquí contigo? Él negó con la cabeza, sus ojos repentinamente cautelosos. —Lo siento. Esperé. No la vi. —¿Y no la ha visto en la fiesta? —No. Antes de que Jordan lo pudiera cuestionar aún más, Raphael se apresuró hacia ellos, su turno en el Palacio del Placer completado. Él puso un brazo alrededor de la cintura de Jordan y enterró su cabeza contra su hombro. —¡Uf! ¡Ustedes dos... ustedes dos se tuvieron uno al otro! Y yo... ¡Allora! —¿Qué pasó? ¿Fuiste raptado? —¡Casi comido vivo por una amazona de cuatrocientos libras! ¡Ella soltaba risitas insufriblemente y puso sus dedos donde no se suponía que fueran puestos! —Tú querías ser raptado —Le recordó educadamente. —Sí, Pero... Uno quiere ser raptado por las personas correctas. —Tú corres tu riesgo en el Palacio del Placer —dijo Ragnor, entonces agregó—. Discúlpenme. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Él los dejó, y empezó a caminar hacia el único balcón abierto donde los fumadores, y esos que sólo necesitaban algo de aire, se habían reunido. Jordan lo observó irse, desconcertada. Ella había estado tan enojada por descubrir que él había sido el que estaba con ella. Porque otra vez, ella había sentido tan intenso... Encantamiento. Después del miedo. El miedo muy real y horrible que había experimentado al principio. Simplemente estando allí, él había hecho algo que la había calmado. Tal vez debería haber permanecido asustada. Pero ahora se había alejado. Se sintió confundida. Y fría otra vez, como si su calor estuviera filtrándose afuera. —Regresemos a bailar —dijo Raphael. Por el camino de regreso a través del salón de baile del segundo piso, Jordan notó a Cindy y a Jared bailando un vals juntos. Cuando llegaron a la planta baja, se detuvieron por cafés expresos rociados con licor. Había al menos tres dottores en la pista de baile. Apenas habían comenzado cuando Roberto Capo le cerró el paso a Jordan. —Mi amiga nunca apareció —le dijo, gritando sobre la música—.Estoy preocupada por ella. —Tienes la certeza de que ella no está aquí... ¿en alguna parte? —No estoy segura de nada, pero ella no estaba en su palazzo esta noche, lo cual era extraño, muy extraño. Tener esa pequeña fiesta significaba mucho para ella. Estoy preocupada, y usted es el único que me escucha. Ella estaba exasperada, y probablemente hablaba demasiado rápido para él, pero él pareció comprenderla. —Venga mañana a la estación. Para verme. A mí ¿me entiende? Ella asintió su agradecimiento, entonces rápidamente se quedó callada. Sobre su hombro, ella podría ver a un dottore acercándose. El dottore le cerró el paso. ¿Jared? La ansiedad fluyó dentro de ella. ¿Porque podría ser Jared? ¿O porque no podría?
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1122 El dottore era un alemán con una buena comprensión del italiano y un poco de inglés. Era un hombre placentero. Mientras bailaban, vio que Cindy había bajado con Jared. Al menos, ella pensó que era Jared. Su dottore alemán era entretenido, y un bailarín salvaje. Después de tres números, estaba jadeante, y se imploró a si misma salir de la pista de baile. Bebiendo un buen vaso de agua mineral, vio que había ahora al menos cuatro dottores en la habitación. Desearía que Jared hubiera optado por algún disfraz un poco más original, al menos para cada fiesta. Algunos momentos más tarde, fue sacada a la pista por otro dottore. Ella miró perdidamente hacia sus ojos lo mejor que pudo mientras se movía hacia la música. No, no era Jared. Durante una interpretación excelente de una balada de Elvis Presley, Ragnor cerró el paso al dottore. Ella pensó en protestar, entonces se preguntó por qué. Estaba atraída por él. Le gustaba estar con él, aun si sus pensamientos se apresuraban hacia lo erótico. Era una adulta; Steven se había ido hacía mucho tiempo. No se merecía la culpabilidad con la cual parecía castigarse a sí misma. Ella se permitió ser atraída cómodamente en sus brazos. —¿Todavía ninguna señal de Tiff? —preguntó. Él negó con la cabeza. —No. —Hay algo realmente mal. —Ella todavía puede aparecer —murmuró él. Ella no pensó que él creyera eso. Cuando la canción se interrumpió, le dijo que tenía sed. Una cerveza fría pareció la mejor bebida refrescante, debido a que había habido tanto baile, en verdad habían salido corriendo a buscar agua embotellada. Por un momento, Jordan reflexionó sobre lo que podía estarle haciendo a su hígado. Champaña, Bellinis, vino tinto, café expreso con Kahlua, y ahora cerveza. Pero hacía mucho frío y se sentía tan bien seguir bebiendo. Ragnor no llevaba puesta una máscara o anteojos oscuros. Por una vez, podría verle los ojos. Él parecía estar buscando a alguien. —¿Buscando a Tiff? —¿Qué? —preguntó, como si ella lo hubiera sobresaltado—. Hum. Discúlpame por un momento, ¿está bien? Otra vez, él simplemente se fue de pronto. Lynn la encontró junto a la mesa. —Oye, esa es mi canción favorita de disco. ¿Quieres bailar con un matador? Jordan miró al piso. Los invitados habían comenzado a irse, y el baile había bajado a un grupo de gente feliz, parcialmente borracha, moviéndose salvajemente de un lado a otro. Como se Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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acostumbra en tales reuniones, el sexo de un compañero no importaba ya. Las personas estaban sólo divirtiéndose. —Seguro. —El disfraz pudo no haber sido tan buena idea —Admitió Lynn, gritando sobre la música mientras giraba. —¡Ningún tipo lindo me ha hecho insinuaciones amorosas! En verdad, ningún tipo me ha hecho insinuaciones. —¡Temo que podría ser el bigote! —Le dijo en respuesta. Un momento más tarde, otro dottore surgió de pronto enfrente de ella. Lynn se había dado la vuelta para bailar con el gitano dios del sol en su lado contrario. —¿Entonces? Jordan alzó sus cejas, mirando a su compañera. —Soy yo, Jared. ¿Te diviertes? Qué pasa, ¿demasiados amigos venecianos? ¿Ya no hablas más conmigo? Ella se rió. —Jared, he tratado de conversar con un alemán y creo, con un dottore brasileño. ¿Cómo voy a suponer que este eres tú? —¡Porque soy alto y devastadoramente guapo, aun con una capa y una máscara!— Le dijo. —¡Qué tonta de mí! ¡Se me olvidó! —bromeó—.Oye, ¿ya has visto a Tiff? Él negó con la cabeza. —¿Y si lo hice? —Sí, sí, lo sé. No la podrías haberla reconocido. —Sería como si Tiff nos hubiera dejado plantados a todos nosotros a propósito, creando un aire de misterio, y entonces nos dirá mañana que ella era la extraterrestre del espacio plateada o la mujer con el manto de cristal Swarovski y la máscara. ¿Viste ese traje? Hombre, era espectacular. —Todo el mundo aquí es espectacular. La música había tomado un descanso; Ella se dio cuenta de que había gritado ese último comentario. Una melodía lenta comenzó de nuevo. —¡Ve a buscar a tu mujer! —Le dijo Jordan a su primo. Él asintió con la cabeza. —Estás bien ¿Verdad? ¿Pasando un buen rato? —Absolutamente. Él se alejó. Jordan regresó caminando hacia la mesa del bufet, donde comenzaban a recoger para empacar lo que quedó de la comida. Un mesero le dio otra cerveza. Ella se encogió de hombros, le agradeció, y la aceptó. Observó a los bailarines y se encontró a si misma siendo cercada por el dios del sol. —Por piacere. ¿Por favor? —preguntó educadamente. Con un pesaroso encogimiento de hombros y una sonrisa, ella le dio un gran trago a la cerveza, la bajó, y lo dejó conducirla a la pista de baile. Mientras bailaban, él le dijo que no se perdiera el museo Peggy Guggenheim. Ella le aseguró que lo había visto varias veces.
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—¡Y las iglesias! Tantas, pero debe intentar verlas. Hay cerca de doscientas. —El dios del sol era un italiano con un buen conocimiento conversacional del idioma inglés—. Cuando una dirección es “Campo” algo o lo otro, quiere decir una plaza con una iglesia. Entre en cualquiera de ellas; Usted se asombrará del trabajo artístico que encontrará, especialmente en algunas de las menos conocidas. —Vi una gran iglesia el otro día, pero... Oh, un amigo me detuvo. Tal vez la pueda encontrar otra vez. —Esfuércese en hacerlo. El director de la banda anunció el último número de la noche: Otra canción de Elvis Presley, lenta y dulce. —A él le gusta Elvis —le comentó a su compañero. El dios del sol asintió con la cabeza. —Ese es mi amigo, Rico Andretti. Él conoce cada canción que Elvis alguna vez escribió. Ama esta fiesta; Tantos americanos. Y suena como Elvis, ¿verdad? —Sí, así es, él es excelente. El dios del sol estaba complacido con su comentario. Y era un bailarín muy decente. Cuando el número terminó, le preguntó si necesitaba un paseo de regreso a su hotel. Sobre su hombro, ella vio a un dottore en la puerta. Alto, de pelo oscuro. Y seguramente, devastadoramente guapo, aun con una máscara. —Gracias, pero no. Vine con mi familia. Se están yendo. Su socio graciosamente se inclinó en una reverencia a su lado. El dottore se deslizó fuera de la puerta. Jordan lo siguió, mirando alrededor mientras hacía eso. Ninguna señal de Lynn, Anna Maria, o aun Raphael. Debían estar por allí en alguna parte; Jordan tuvo la certeza de que Anna Maria nunca dejaría su baile hasta que el último invitado se hubiera ido. Pero todo lo que vio fue a los organizadores haciendo la limpieza y algunas personas deslizándose hacia el muelle más allá. Empezó a caminar a través de la pista, ansiosa de alcanzar al dottore. Una mano atrapó su brazo antes de que ella pudiera cruzar el piso de mármol. Ella se detuvo, volviéndose. Ragnor estaba allí. —Necesito alcanzar a Jared —dijo. —Ese no es Jared. —¿Cómo lo sabes? —Él se fue hace algunos minutos con Cindy. Ella no se sentía bien. —¿Así que sólo me dejo? —Él sabe que tienes amigos aquí. —¿Oh? —Ella hizo una pausa, clavando los ojos en él—.No creo que a él le gustes mucho, y no confía en ti en absoluto. Ragnor se encogió de hombros. —Eso es natural. Pero no puedes ir a casa a solas. —Ésta es Venecia. Es una ciudad muy segura. —Vamos al mismo hotel. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Entonces tienes la libertad de seguirme. El último de los vaporettos había salido con la mayoría de los invitados; Esperaron con algunos rezagados... Toda iban en diferentes direcciones, hacia los taxis acuáticos. Terminaron al final en la fila. —Hey, se supone que deberías estar agradecida conmigo —le dijo Ragnor, mientras un grupo delante de ellos abordó un taxi acuático. —¿Oh? —No queda nadie. Ella inclinó su cabeza hacia el Guarda Suizo que estaba de pie sobre el muelle, listo para llamar su taxi. —Él es un desconocido. —No creo que nadie sea más extraño que tu. Él se encogió de hombros. —Eso puede ser cierto. —¿Por qué no hablas más acerca de ti mismo? —¿Por qué no confías en lo que sientes? —Tal vez considero que eres un personaje muy peligroso. —Tal vez lo soy... de algún modo. Ella suspiró. —Nunca llegamos a ningún lado. —Lo haríamos, si nos lo hubieras permitido —dijo él muy suavemente. Una brisa se agitó, y se sintió como si hubiera un calor en el, aunque la noche fuera fría. Sus palabras fueron definitivamente una insinuación sexual. Y para ella misma, no había negación de que evocó una respuesta sexual. Aún mientras sintió una excitación creciente, un lento ardor interior, ella pensó escuchar un silbido. Miró de nuevo hacia el palazzo, parecía que las sombras se abalanzaban y caían alrededor de la entrada. Contempló el cielo, preguntándose si la luna había sido cubierta. Una sensación de miedo y ansiedad en la oscuridad otra vez barrió a través de ella. Sí, ella se alegró de que él estuviera allí. Inadvertidamente, ella dio un paso más cerca a él. No protestó cuando él deslizó un brazo alrededor de su hombro. El taxi acuático llegó. El Guardia Suizo y el conductor la ayudaron a subir; Ragnor la siguió de cerca. El taxi acuático arrancó volando sobre los canales. Ella se dio cuenta entonces de que definitivamente había bebido demasiado. Su cabeza tenía vértigo. Se apoyó contra su hombro. Los dedos alisaron su pelo debajo del tocado de fantasía que llevaba puesto. El toque fue agradable. Ella lo dejó pasar. Un momento más tarde, habían llegado al muelle cerca del Danieli. —¿Qué hora es? —le preguntó, intentando estabilizarse a sí misma para desembarcar. —Casi las tres.
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—Milord, nosotros cerramos esa fiesta. —La medianoche profunda —murmuró él. Ella sacudió la cabeza. Esa expresión otra vez. Él brincó fuera del taxi acuático, y ella reparó en que tuvo el cuidado de esquivar cualquier posibilidad de caer en el agua de mar. La ayudó a salir; Ella misma fue más descuidada, y estaba divertida. —¿Temor al agua? —bromeó, mientras él la estabilizaba en el muelle. —Confía en mí, esa agua es muy, muy fría. Él comenzó a conducirla hacia el hotel. Mientras alcanzaban la rambla, ella volvió la mirada de nuevo hacia el muelle. Sombras, cambiando, moviéndose. Ella le dio a su cabeza una sacudida, pensando otra vez que escuchó susurros y revoloteos, como sonidos hechos por aves. Murciélagos... Pero no podía haber murciélagos cerca de los muelles. Ragnor se volvió. Los sonidos se detuvieron. ¿Fueron reales, o los había imaginado? ¿Los había detenido él solamente mirando de ese modo? —Venga, vamos al cuarto. Es muy tarde. Y las nubes están llegando. La luna será cubierta. Ella se recargó contra él mientras caminaban. —¿Le temes a la oscuridad? —Amo la oscuridad. Mientras se acercaban a la puerta del hotel, ella hizo una pausa otra vez, mirando atrás. Una sombra pareció extenderse casi hacia la puerta; Cambió de posición, retirándose. El miedo la acometió. Podría haber jurado que oyó susurrar otra vez. Si Ragnor notó eso, no dio señal. La urgió a entrar al hotel. Se detuvieron por sus llaves. Ella dio el número de su habitación; Él dio el de la suya. —Entonces realmente tienes un cuarto aquí —murmuró. —Por supuesto. ¿Qué pensaste? —No sé —dijo honestamente, entonces agregó suavemente—. Bueno pues, Buenas noches. —Te acompañaré a tu cuarto. Ella asintió con la cabeza, sin objetar. Cuando abrió su puerta, él entró primero. Lo observó, divertida, mientras él pasaba a través del cuarto, revisando el cuarto de baño, el área del dormitorio, el área de descanso, y luego debajo de la cama. —¿Esperas a una malvada camarera? —preguntó. Se apoyó contra la puerta. Su cabeza continuó girando. Se preguntó cínicamente si ella había oído susurros, o era el alcohol vertido en sus venas. —¿Estás bien? —preguntó él, respondiendo con una pregunta en vez de una respuesta. —Perfectamente —dijo, pero tropezó mientras intentaba atravesar el piso con dignidad. Él se rió, llegando en su ayuda, conduciéndola al pie de la cama.
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—Demasiadas copas, ¿eh? —inquirió, sentándose junto a ella—.Tu corona de hadas está sobre un lado de tu cabeza. Mientras él hablaba, alcanzó el tocado, quitando los alfileres y desenredándolo de su pelo. Lo lanzó hacia el sillón mirando hacia las persianas junto a la cama. Puntería perfecta. Ni siquiera había mirado. Sus ojos estaban en los de ella. Sus dedos ensartados en su pelo, alisándolo. Los nudillos rasparon su mejilla. Entonces él la besó. El calor que instantáneamente se extendió a través de ella fue eléctrico. Como una sacudida, viajó desde su boca a su torso y sus extremidades; Tembló, instintivamente curvando los brazos alrededor de su cuello, agarrándose de algo estable. Él la besó como un amante experimentado, separando sus labios con una pasión controlada, caliente, húmeda. Ella saboreó sus labios, su lengua; El movimiento de eso dentro de su boca pareció ser una invasión tan íntima que provoco anticipación a todo lo largo de su cuerpo. Cuando sus labios se separaron de los de ella, un desnudo suspiró salió, ella sintió la humedad, el indicio de lenta lava ardiente que quedo. Sintió el creciente tronar de su corazón; El pulso de su sangre, la fiebre de eso. Inhaló con un estremecimiento profundo. ¿Debería hacerlo? ¿Había dicho él las palabras, o como las sombras y susurros en la noche, ella las había imaginado? —No —susurró. Sus ojos estaban todavía en los de ella. Ella mojó sus labios para hablar otra vez, silenciosamente rezando primero. ¡Querido Dios, no permitas que sea el alcohol! Pero no lo era, y ella lo sabía aunque las palabras que pronunció después fueran seguramente promovidas por las llamas de demasiados Bellinis. —En verdad... he estado muriendo por ver tu pecho... —¿Realmente? —murmuró él suavemente, su susurro entonces contra su frente—.Te mostraré el mío... Si me muestras el tuyo. —Ese es un argumento muy viejo. —No tan viejo como piensas. Ella se estiró arriba, tocó los planos de su cara, y encontró su boca otra vez. Sus labios permanecieron fundidos en los de ella, la lengua enredada, mientras él luchaba por quitarse la corbata, la camisa y el abrigo eduardiano. Ella se separó del beso, jadeante otra vez, sus palmas contra su pecho. Los músculos ondeaban allí, casi como si él fuera un levantador de pesas. Otra cosa. Él llevaba puesto un medallón. Un medallón religioso. Bello, antiguo, de un diseño céltico. Parecía ser una cruz elaborada con precisión. Sintió un extraño alivio fluir a través de ella. Seguramente esto tenía que significar... ¿Que a él le gustaba la joyería? Se dio cuenta de que sólo estaba allí, mirando fijamente. —¿Bien? ¿Sólo querías ver mi pecho, o estabas planeando hacer algo con él? Ella frotó la nariz contra el plano flexible de él, manoseando el medallón, sintiendo una mayor inundación de deseo. Tenía que estar bien... La embriaguez de tocarlo era abrumadora. Ella olvidó el medallón, y todos sus miedos. —Siempre pensé que tenías manos grandes, también.
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—Ah, bueno, sabes, no querría parecer desprendido o fácil o lo que sea, pero montones de gente han visto mis manos. Pero no muchos saben lo que pueden hacer. —¿Es eso tan espectacular? —Puedes juzgar por ti misma. Él la recogió hacia él, cargándola al espacio de la cama, su boca en la de ella, demorándose en su garganta, paseando a lo largo de su clavícula, hacia la hendidura en el traje de fantasía. Ella había querido que la camisa se fuera, en los apasionamientos de su mente, y deseos, y en minutos, no estaba pensando en absoluto, y no había fantasmas para perturbarla, ningún pensamiento consciente en absoluto. Él era una pared de músculo, y agilidad, y la tocaba con hambre abrasadora, una pasión feroz que era moderada sólo por la ternura. Ella quiso arrastrarse dentro de él, dentro de su misma piel, acercarse con cada ola nueva de deseo en carne viva que la atacaba. Había olvidado la seducción y estimulación previa, de tan ansiosa y desesperada que se había vuelto, pero él era un amante consumado. Con todo y eso, ella pensó, en una esquina mucho más distante de su mente, que había sido seducida hacía mucho tiempo. Cautivada. Con todo y eso, Señor, eso era bueno... Su caricia la acercó a la intimidad última, cada toque de sus labios fue una caricia contra una zona nueva de su carne, viajando, descubriendo, provocando alguna vez el más grande abandono. Ella se sepultó contra él, se retorció, se arqueó, sintió el rastro del toque y el fuego líquido vagar sobre sus extremidades, sobre sus pechos, bajo contra su vientre. Ella se sintió como un barco cogido en una tormenta, barrida en un mar de sensación tan aguda y abrumadora que no le dejó lugar al movimiento o al pensamiento consciente Su carne pareció arder debajo de sus dedos, un bastión de tendones que despertaba con cada aliento. Él se movió entre sus muslos. Los sonidos se escaparon de ella, las palabras, los gritos... la tormenta y el mar pasaron a formar parte de ella, y aunque no pudo arrastrarse en su carne, él al final se alzó sobre ella, y aun mientras empujaba dentro de ella, sintió como si la habitación se convirtiera en una explosión de luz mientras un orgasmo tembló a través de ella de una fuerza que pareció detener el mundo. Ella se remontó sobre nubes de sombras etéreas, sintió el poder de su movimiento, y volaron aun más alto. La noche se convirtió en un borrón. La noche. La medianoche profunda. Los azules de un cielo oscuro, iluminado por la luna, los colores rojos como la sangre de la puesta de sol. El hambre que se convirtió en una agonía de deseo, humedad, lava, volando otra vez, las sensaciones de erotismo y culminación que la dejaron sacudida una y otra vez. Fuego y luz, ceniza y sombras; Cenizas que dieron muestras de chispear de nuevo, una y otra vez, a una flama. Ella se vino tantas veces, estaba intoxicada con las sensaciones, y entonces estaba exhausta, tan repleta, y tan contenta de recostarse contra él. Y todavía, la oscuridad, simplemente la sensación de él al lado de ella, y con eso, ninguna pesadilla, ningún fantasma rondando sus sueños, ningún lobo sentándose al pie de su cama. Ella durmió, segura, eufórica, calentada... Segura. Segura. El mundo se burló de ella mientras caía en las profundidades de su sueño. Él sigue siendo un desconocido. Más extraño, con mucho, que un transeúnte en la calle. Extraño... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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¿Era ella una tonta total? Completamente... Cautivada.
Se despertó con un dolor de cabeza palpitante, gimiendo en voz alta, y lamentándose de su mezcla de vino, cerveza, champaña, y bebidas después de la comida. Recorrió la mirada instantáneamente hacia el lado de su cama. Nadie. Por un momento breve, se preguntó si podría haber disfrutado de un sueño de alcoholismo de proporciones estrambóticamente eróticas. Se dio entonces cuenta de que estaba desnuda, y que el traje de fantasía estaba al pie de su cama. Una mirada al reloj al lado de la cama le dijo que eran casi las tres de la tarde. Podía oír movimiento en el vestíbulo más allá de su puerta. La criada, pensó, esperando pacientemente para entrar. Ese pensamiento la echó a volar de la cama, dolor de cabeza o no. Si él se había ido, su puerta debería estar destrabada. Con todo y eso, cuando la alcanzó, se encontró con que estaba firmemente asegurada. Dio un paso atrás, frunciendo el ceño. ¿Cómo diantres había logrado eso? ¿Se había imaginado todo eso? ¡Señor, no, no podía ser! Tenía que haber una explicación. Él había hecho venir a alguien, y cerró la puerta desde afuera. Seguramente. Clavó los ojos en la puerta, y su cabeza palpitó nuevamente. Entró en el cuarto de baño y rápidamente se tomó dos Motrin. Abrió el agua en la ducha, caliente y dura, y se paro debajo de ella. Se apoyó contra el azulejo, solamente dejando al agua caer sobre ella, rezando por que los Motrin surtieran efecto, y su dolor de cabeza se desvaneciera. Se vistió rápidamente, daría sus colmillos por un café. Hizo una pausa junto a su computadora y vio —¡Tienes un e-mail! —El anuncio flotando por ahí. Rápidamente hizo clic. Había una cantidad asombrosa de spam, chistes de amigos, una nota de su agente y al final, una nota rápida del policía en Nueva Orleans que había escrito el libro: —Me gustaría hablar con usted. Él dejó una dirección y un número de teléfono. Era tarde en Italia; Todavía temprano en los Estados Unidos. Le envió un correo electrónico de regreso, diciendo que llamaría más tarde, y dándole las gracias por su respuesta. Armada con ambos libros, se dirigió arriba por café y algo que comer. La pareja americana estaba allí otra vez, y la saludaron agradablemente. Ella buscó alrededor a Ragnor, pero hasta ahora, él no había hecho acto de presencia. Abrió su libro y leyó acerca de un caso que había ocurrido en un pueblo minero del viejo oeste cerca de San Francisco cuando la fiebre del oro había tenido lugar. Una chica del salón había caído enferma después de que un minero misterioso había atravesado pueblo. Ella había muerto; El pueblo lamentó su muerte, y la enterró. Noches más tarde, ella comenzó a aparecerse ante sus Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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viejos clientes en sus sueños. Tres hombres fueron tomados enfermos y eventualmente murieron. Entonces ellos, también, comenzaron a aparecerse en los sueños. El sheriff era un tipo realista, lógico, pero había ordenado a sus comisarios durante el día; Los cadáveres de los "espíritus" fueron desenterrados, y sus cabezas separadas antes de que fueran quemados hasta ceniza. Después, no hubo más apariciones, y ninguna más enfermedad extraña, mortal. Ella ojeó un caso de asesinatos seriales en el medio oeste a finales de los años cincuenta. ¿El asesino? un varón blanco de treinta años, casado, con un hijo, y con un trabajo manual... se había creído un vampiro. Sus víctimas habían sido torturadas, violadas, y drenadas de sangre. Él había logrado entrar a través de las puertas de cristal corredizas de las casas de las víctimas, seleccionándolas porque vivían solas en apartamentos de la planta baja rodeados por zona de arbustos. Él escribió cartas a la policía, advirtiéndole que "las voces" le habían dicho que era un descendiente de Vlad Dracul, y que se veía forzado a beber sangre para sobrevivir. La policía realmente les advirtió a las mujeres que vivían solas que delinearan sus puertas de cristal corredizas con ajo, llevaran puestas cruces grandes, y mantuvieran frascos de agua bendita a la mano. Cuando finalmente tuvo miedo, el asesino dijo a los policías que ciertamente, varias mujeres habían sido resguardadas porque él no había podido entrar en sus apartamentos por el ajo. Jordan se recargó, clavando los ojos en el libro. Se preguntó si los presuntos vampiros italianos podrían considerarse inmunes al ajo. Se encontró pensando en Ragnor. Ella nunca lo veía temprano en el día. Él tenía un hábito extraño de aparecer cuando ella esperaba que él estuviera en cualquier otra parte, y desaparecer cuando ella estaba segura de que él acababa de estar cerca. No le contaría a ella nada sobre su pasado. Repentinamente brincó, agradeció al mesero que era siempre tan atento y amable, y se apresuró de regresar a su cuarto. Encendió cada luz y se paró en frente del espejo. Estudió su cuello completamente. Ni un alfilerazo. Se sintió tonta. Miró su correo electrónico. Ninguna respuesta aún. Metió a sus dos libros de vampiros apretadamente dentro de su bolsa y salió a la carrera del hotel, ansiosa por alcanzar la estación del distrito donde Roberto Capo trabajaba. Era muy parecido a cualquier comisaría de policía en su hogar. Había un oficial de información en la recepción. Había un número de gente allí, todos hablando entre ellos en lenguajes diferentes. Ella no necesitaba hablar italiano para darse cuenta de que dos de las mujeres que estaban siendo introducidas eran arrestadas por prostitución. Un hombre que estaba quedándose calvo delante de ella había perdido su cartera en una góndola. La bonita mujer italiana junto a ella traía a su marido algo de almorzar. Jordan preguntó por Roberto Capo, aparentemente consiguió la pregunta en italiano tan bien que el oficial le dio una larga respuesta... Nada de la cual ella entendió. Pero leyó su expresión frustrada y sonrió. —Roberto estaba en esta mañana y justo se acaba de ir. Él no se sentía bien. —El oficial se encogió de hombros—. Él tuvo libre la noche anterior. Estará dentro mañana por la mañana.
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—Muchas gracias. ¿Trabaja él usualmente en las mañanas, o en las noches? —¿Ahora, durante Carnevale? Él trabaja a todas horas. Llame por teléfono si quiere, antes de que usted venga. Soy Dominic Donatello. Estaré en días de nueve a cinco durante la próxima semana. Averiguaré sus horarios para usted. —Otra vez, muchas gracias. —Usted es la estadounidense que se asustó por la fiesta de la contessa. —Sí, esa soy yo. —Lo siento mucho. —Gracias una vez más. Especialmente por no reírse de mí. Él agitó una mano en el aire. —Las mujeres como la contessa... No se dan cuenta de que hay crimen real en el mundo y uno no debe burlarse de la muerte y el terror. Jordan repentinamente oyó su nombre llamado. Se dio la vuelta; Era Alfredo Manetti. —Señorita Riley, ¿qué tal? —Muy bien, gracias. —¿Qué está usted haciendo aquí? —preguntó educadamente—.Venga, venga, a mi oficina. Un momento más tarde, ella estaba sentada en el escritorio excesivamente familiar donde había sido obligada a sentirse como una tonta tras la fiesta de la contessa. Pero esta mañana, Alfredo parecía no tener la intención de hacerla sentir tonta. —Está todavía molesta —dijo. Ella se inclinó hacia adelante, cruzando sus manos en el escritorio. —Estoy segura de que mi primo le explicó todo esto a usted antes. Yo estaba comprometida con un policía de homicidios, y él murió en la búsqueda de fanáticos religiosos. Sé que tales personas están allí afuera. Y ahora... usted tiene una cabeza decapitada. Alfredo se inclinó hacia adelante entonces. —Y le aseguro, los forenses están trabajando meticulosamente para descubrir la identidad del hombre y la causa de su muerte. —Bueno, diría que remover la cabeza de un hombre es una buena razón para morir — murmuró. Él se sonrojó; Las tornas estaban algo vueltas. —¿Qué más? —preguntó. —Una amiga mía está perdida. Tiff Henley. Alfredo lanzó hacia arriba sus manos. —La señora Henley viene y va más rápido que el viento. —Sí, pero ella había invitado a casa a un grupo de nosotros, y no estaba allí. Y no se mostró en la fiesta anoche. Me gustaría que usted investigara lo que le ha ocurrido. —Averiguaré lo que pueda acerca de su amiga —dijo—.Y en lo que se refiere a la contessa... Ella ha contribuido con enormes sumas de dinero para niños huérfanos a todo lo largo de Italia. Ayuda a financiar grupos grandes de europeos pobres, simplemente para que puedan ver el asombro de Venecia. Es excesivamente generosa.
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—No acuso a la contessa de nada. Solamente digo que creo que algo malo está ocurriendo, y que si no se detiene, muchas personas podrían morir. —Tomaré a pecho sus palabras —le dijo. Ella se levantó, preguntándose si él quiso decir lo que dijo, o si se estaba burlando de ella. Estaba decidida a hablar con Roberto Capo, sin importar lo difícil que pudiera ser. Era irritante tener que esperar otro día, pero no tenía la intención de decirle cualquier cosa más a Alfredo Manetti. Ella le agradeció y dejó la estación.
Mientras entraba en el vestíbulo del Danieli, el conserje la llamó para decirle que había recibido un mensaje para ella de Roberto Capo que había llamado al hotel y había deseado encontrarla. Él le había dejado una dirección de una trattoria a donde ella podría encontrarlo hasta las siete treinta u ocho. Ella miró su reloj pulsera. Eran sólo las cinco, pero decidió salir de inmediato. El conserje sacó un mapa y le mostró cómo llegar a la dirección, sugiriendo que podría querer tomar un taxi acuático, porque era una caminata un poco larga. A ella no le importaba caminar, y según el mapa, podía tomar una calle lateral o dos y pasar junto a lo de Tiff, llamar a la puerta, y ver si por casualidad respondía hoy. Agradeció al conserje y volvió a salir de nuevo. Las cinco, y ya estaba obscureciendo, notó. Delante del hotel, ella permaneció inmóvil por un minuto, escuchando. Todo lo que oyó fue charlas, risas y el grito ocasional que se levantaba en la avenida. Un vaporetto había llegado al muelle; Quedaban muchísimas personas afuera y alrededor. Permaneció quieta por varios segundos más y se dio cuenta de que estaba escuchando por el sonido de alas, siseos y susurros en el aire. No había ninguno. En lo de Tiff, golpeó la puerta y esperó diez minutos, tocando una y otra vez. Tiff no apareció. Al fin dándose por vencida, Jordan decidió iniciar su paseo a la trattoria. Al principio, se topó con personas aquí y allá. Las festividades por el Carnevale comenzaban a decaer; Aunque algunas todavía llevaban puestos disfraces, dirigiéndose a eventos o fiestas privadas, cada vez más personas vestían traje de calle, y parecían emprender sus asuntos cotidianos. Mientras se acercaba al área donde debía encontrar a Roberto, se dio cuenta de que estaba encontrando cada vez a menos gente. Otra vez, mientras seguía el mapa, atravesó un puente pequeño tras otro. Había menos tiendas. Menos luces. Ansiosamente se dio cuenta de que se había vuelto muy oscuro; La noche llegaba rápidamente en Venecia en el invierno. La tarde era fría, y las nubes pasaban sobre la luna. —Puede nevar otra vez —se dijo a sí misma en voz alta, y se dio cuenta de que mientras estaba hablando se estaba asustando. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Clavó los ojos en el mapa otra vez y empezó a atravesar otro pequeño puente. Algo se veía familiar ahí. Se dio cuenta de que estaba dirigiéndose en la misma dirección que había venido cuando siguió al dottore y corrió hacia Salvatore D'Onofrio y vio la bella, pero decrépita vieja iglesia. Justo entonces, se encontró deteniéndose en el centro del puente. Lo que había de luz de luna cayó sobre ella. A cada lado del puente, los edificios parecieron fundirse en las sombras. Ella tragó saliva, volviéndose. Abajo del canal estrecho, podía ver otro puente. Y parado en medio...Tal como ella estaba parada... podría ver la figura encapuchada de un dottore. Él parecía resaltar a luz de luna, y por todo a su alrededor, el mundo parecía estar en la sombra. Se preguntó si se estaba imaginando la figura. La llamó por señas. Ella sintió su corazón retumbar. El instinto le advirtió que debería irse, pero estaba calmada, sólo sintiendo el aporrear de su corazón contra su pecho. Entonces el dottore se dio la vuelta, y pareció flotar a través del puente, la capa volando detrás de él. Ella se apresuró entonces; Echó a correr. Mientras se encontraba atravesando un pasillo oscuro, un silbido pareció rodear sus oídos. Se dijo que era el sonido de su respiración. Sintió la extrañeza revoloteando alrededor de ella, como si una docena de aves volaran cerca, cerca de sus oídos, trinando, susurrando... Intentó leer su mapa mientras corría. Ella surgió del pasillo oscuro hacia una piazza oscura, con luces aquí y allá. Recorriendo con la mirada un callejón, lanzada en una niebla escalofriante de sombra y luz, podría ver la vieja iglesia abandonada. Otra vez, estaba quieta, temerosa de la iglesia, y todavía tentada a caminar hacia ella. Más que tentada; Ella sintió un tirón... Miró el mapa. La trattoria estaba a su derecha. Iba a regresar a la iglesia. Pero aunque estuviera incitada a ir en esa dirección, algo más fuerte la alentó a alejarse. Vio las luces de la pequeña trattoria lanzando un resplandor en la ruta adelante de ella. Empezó a caminar hacia ella, rodeando la pequeña esquina en la calle que la llevaría a la entrada. Delante de eso estaba un pasaje abovedado medieval entre edificios muy viejos. Antes de que pudiera alcanzar el área oscura debajo del pasaje abovedado, vio a Roberto Capo en el otro lado. Él negaba con la cabeza frenéticamente. —¡No venga! ¡No venga!... ¡Váyase! ¡A su izquierda otra vez de regreso, hay un vaporetto detenido! ¡Váyase! Repentinamente, tuvo la certeza de que oyó alas; Una oleada de alas, vivas con susurros y siseos. Las sombras debajo del pasaje abovedado parecieron extenderse, como un líquido negro, viscoso, persiguiéndola. ¡Sombras! ella protestó mentalmente. ¡Sombras, cambiando debajo de la luna! Pero Roberto le había dicho que corriera.
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Las sombras se extendieron en la otra dirección también. Repentinamente, parecieron barrer sobre Roberto Capo, abarcándole como una ola gigante de mar negro tinta... O como la extensión de las alas de un gran pájaro de ébano. Ella se dio vuelta y corrió. Mientras hacía eso, dejó caer su mapa. No se detuvo a recogerlo. No volvió la mirada atrás. Ella sintió que alas negro tinta de sombra estaban siguiéndola, acercándose a sus talones, y tenía que escapar de ellas antes... Hubo una sensación de frío glacial en su nuca. Como si un dedo incrustado en hielo, de hueso puro la hubiera empujado fuera de la oscuridad y la hubiera tocado, como si avanzara arrastrándose alrededor de su garganta como una enredadera, sujetándola, jalándola de regreso... Sin atención, medio enloquecida de miedo, dio vuelta a la izquierda como él había sugerido. Y bueno, como la esposa de Lot, ella se volvió. Un dottore estaba allí, en la calle donde había estado, entre ella y el pasaje abovedado donde había visto a Roberto. Estaba quieta, alarmada, vigilante. El dottore alzó su máscara. Su cara se quedó en la sombra. Él metió su mano en el bolsillo por algo. ¿Un cuchillo? ¿Era un psicótico, oculto detrás de una máscara, corriendo a través de Venecia, su capa volando detrás de él como algún moderno Jack el destripador? Él no saco un cuchillo. Él había metido su mano en el bolsillo por cigarrillos y un fósforo. Ella se quedó con la mirada fija, remotamente pensando que vería su cara, que sería importante hacerlo, cuándo él encendió el fósforo. El fósforo llameó; Encendió el cigarrillo. No podía ver su cara, él inclinó su cabeza mientras ahuecaba sus manos alrededor del fósforo. Ningún cuchillo. De alguna manera, él pareció más peligroso que si hubiera sacado un machete. Había una falta de preocupación en sus movimientos. Él no necesitaba un arma grande para torturar, destruir, cometer asesinato. Ella podía correr, y no importaría, porque él podía atraparla, sin importar cuán rápido intentara escapar... Ella inhalo un aliento desgarrador, luchando por la razón, la cordura, por el movimiento. Comenzó a retroceder, entonces se paró en seco. Había una amenaza nueva. Detrás de ella. No vio nada, sintió una segunda sombra acercándose desde atrás. Alrededor de ella, sobre ella, en una extraña cascada, la oscuridad, más profunda que la noche, pareció alcanzarla. El terror, a diferencia de cualquier cosa que alguna vez hubiera conocido la atacó. Estaba paralizada donde estaba parada, temblando violentamente, incapaz de hacer tanto como abrir su boca. Vio la oscuridad volando sobre ella entonces. La observó, segura de que el dottore la vio, también. Él lo hizo. Retrocedió, como de ella. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Ella escuchó, como un eco de la advertencia de Roberto Capo, ¡Corre! Ella corrió. Y mientras lo hacía, se burló de sí misma. Estaba corriendo como una idiota de las sombras. No, del dottore en la calle, de una amenaza de maldad asechando las calles de Venecia, lo inocente, lo incauto. Salió en una calle ancha; La parada del vaporetto estaba justo delante de ella. Las personas bullían allí. Familias, turistas, personas de negocios. ¡Querido Dios, ella apenas podía respirar! Sus pulmones la estaban matando, sus pantorrillas se sentían como si cuchillos fueran insertados en ellas. Si su corazón latiera un poco más duro, entraría en paro cardíaco. ¡Porque un hombre con una máscara de dottore había hecho una pausa para encender un cigarrillo! Él había sido sólo un parrandero disfrazado, un turista enamorado del Carnevale, uno de lo docenas de personas que escogían el disfraz del dottore para vestirse... Podía pensar racionalmente ahora, como hizo una pausa, respirando duro, integrándose al grupo en la parada del vaporetto. Todo el mundo se veía normal. Sin miedo. Hablando. Una mujer se excusó mientras daba un paso alrededor de Jordan para reincorporarse a su grupo. Jordan se dio cuenta de que ella se había abierto paso a empellones directamente en el centro de la multitud. ¿El miedo había creado miedo? ¿Estaba haciendo esto en su mente? ¿Qué había visto en verdad? Un hombre en un disfraz de dottore, encendiendo un cigarrillo. Pero ¿qué había de Roberto Capo, gritándole, advirtiéndole que se fuera? Un vaporetto llegó. Ella se subió, dándose luego cuenta de que no tenía un boleto, y que no sabía a dónde iba. Afortunadamente, el vaporetto estaba abarrotado. Nadie le pidió boleto. Después de que se detuvo primero en alguna parte que no podía comenzar a reconocer, le preguntó a un hombre en su italiano defectuoso si el bote iba para el área de San Marcos. —Sí, sí —dijo—. Al Hotel Danieli. Ella le agradeció. Mientras el vaporetto hacía otras paradas, mientras las personas se quedaban de vez en cuando, se encontró con que dudaba de su cordura otra vez. Era como ir a una película de terror bien hecha. Mientras la película estaba rodando, estas atravesado, quedándote atrapado en el miedo. Entonces, cuando las notas de crédito rodaron y las luces se encendieron, el olor a las palomitas de maíz y los sonidos de la conversación causaron que el miedo disminuyera gradualmente. Casi esperó poder aferrarse a la sensación; Quizá entonces podría darle algo de sentido a eso. Pero había visto a Roberto Capo. ¡Y él le había dicho que corriera! El vaporetto al fin se detuvo en el camino hacia el muelle en el Danieli. Ella se acercó al hotel, y luego hizo una pausa en la calle. Había tantas personas afuera. Todos ellos parecían buenos. ¿Era la única en la ciudad entera preocupada por el hecho de que una cabeza decapitada hubiera sido encontrada circulando en un canal?
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Pidió su llave, pero antes de que pudiera dirigirse a su cuarto, vio que Ragnor estaba sentado en el vestíbulo, leyendo un periódico. Había una taza de café vacía enfrente de él. Parecía que había estado allí durante algún tiempo. Él la vio y dobló su periódico, frunciendo el ceño y levantándose. Mientras ella caminaba hacia él, él demandó: —¿Dónde diablos has estado? Ella arqueó una ceja ante su tono. —Eso no es realmente asunto tuyo. —Tu primo ha estado tremendamente preocupado. Una pequeña punzada de culpabilidad la atacó. —Ellos estaban durmiendo. Salí. —Estaba preocupado. —Lo siento. Pero no te vi tampoco. Sintió un rubor extendiéndose a través de ella, acercándose a él otra vez. Para ella él no había perdido nada de su atractivo, aun a pesar de que la noche anterior había ahuyentado cualquier misterio físico que tuvieran entre ellos. Más que todo, la intimidad lo había hecho más atractivo. Pero ella no había elegido a nadie como su guardián, y tanto como a ella le gustaba estar cerca de él, había otros misterios todavía sin solucionar. Ella no lo quería sabiendo que había estado con la policía, ni quería compartir su extraña experiencia de la noche. Era una polilla cautelosa, atraída por la llama. Tan tentada, tan compelida, y aún tan consciente del fuego. —¿Has cenado? —Debería verificarlo con Jared y Cindy. —Comieron y se fueron a la cama. —¿Tan temprano? ¿Cuándo estaban tan preocupados por mí? —Le dije a Cindy que si que tú no aparecías pronto, saldría y te buscaría. Pero hazle una llamada a su habitación. Ella querrá saber que estás de regreso. Ella lo dejó y llamó por teléfono. Cindy contestó el teléfono; Sonaba exhausta. —¿Qué te pasa? —No sé. Un poco de gripe. Dormí toda la mañana, y estoy cansada otra vez. ¡Pero tú! ¡Hemos estado muy preocupados! —Salí. Recuerda, Venecia es una ciudad realmente segura. Los policías llevan armas grandes. —Venecia es una ciudad segura, pero aun así... —La voz de Cindy se desvaneció—… No sé. Sólo me asusto cuando no sé en dónde estás. —Estoy bien. —Estupendo. ¿Vas a conseguir algo que comer con Ragnor? —Hum... supongo. —Bueno, que tengas una noche agradable. Y por favor, no salgas mañana sin decirnos que saldrás, y a dónde vas, ¿por favor? Tenía en la punta de su lengua decirle a Cindy que ella tenía también más de veintiuno, y que vivía sola en Charlestón, y que tenía un ligero conocimiento del italiano... mal italiano, pero lo Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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suficiente como para andar por ahí. Pero Cindy estaba seriamente preocupada, y Jordan no quiso herirla o preocuparla más. —¿Estás segura de que tú estás bien? Tal vez deberías ver a un doctor. —Lo haré, si no comienzo a sentirme algo mejor... bueno, no es mucho mejor... es que realmente no me siento enferma, sino exhausta. —Si no mejoras, deberías ver a un doctor —Insistió. Cindy prometió que lo haría, entonces le pidió a Jordan esperar un minuto, Jared estaba diciendo algo. Ella suspiró cuando regresó al teléfono. —Él quiere que tengas cuidado con Ragnor. No confíes en él, y no lo subas a tu cuarto. Jordan no les dijo que esa advertencia en particular era muy tarde. —Voy a cenar —dijo simplemente. Esa no era una mentira. ¿Cómo podía discutir con su primo cuando no estaba segura de lo que sentía? —Cena —dijo Cindy. Su voz cayó en un susurro—.¡Personalmente, creo que él es lo mejor en el mundo para ti! —Gracias. Bueno, duerme un poco. Ella colgó el teléfono y regresó a Ragnor. Él estaba leyendo su periódico otra vez. —Bueno. Se han ido a la cama. —Así es que quieres ir a cenar. —Debería también. Dame un minuto; Quiero ir de prisa a mi cuarto. Él frunció el ceño ligeramente, como si no estuviera seguro de que ella debiera hacerlo. Comenzó a doblar el periódico como si él fuera con ella. —Iré directo hacia allá —prometió, y se dirigió hacia las escaleras antes de que él la pudiera detener. Corrió a su puerta y entró en su cuarto. Rápidamente comprobó su correo electrónico. Había otra nota del policía en Nueva Orleans. Era simple, breve, y al punto. Por favor llámeme en cualquier momento. Ella consideró hacer una llamada telefónica en ese mismísimo momento, pero no quería demorarse. Lo llamaría a eso del mediodía mañana. Era muy temprano en la mañana en los Estados Unidos pero el mensaje del policía había dicho a cualquier hora. Y a mediodía, por alguna razón, todo el mundo que ella conocía tendía a estar durmiendo. Ella lavó su cara rápidamente, se cambió la chaqueta, y abrió la puerta. Ragnor la estaba esperando en el corredor. Estaba preocupado. Ella suspiró con exasperación. —¿Por qué todo el mundo está preocupado por mí todo el tiempo? —Te lo he dicho... creo que podrías haber provocado problemas. Él guardó silencio mientras caminaban para el restaurante, un lugar pequeño justo a treinta metros de distancia una vez que habían dejado el hotel y cruzado el puente a su izquierda. Había muchas personas en el restaurante, y muchas personas en las calles. Se sintió muy segura.
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Ordenaron vino y bromearon con el mesero, un hombre que pareció conocer a Ragnor. Entonces ordenaron su comida. Cuando el vino llegó, junto con un antipasto, Ragnor sacó el periódico del bolsillo de su chaqueta negra de piel de ante. Él lo abrió, lo alisó, y señaló una foto. —¿Reconoces a esa persona? Ella clavó los ojos en la cara y en los titulares. Las palabras no significaron nada para ella, excepto que pensó reconocer la palabra para muerte. —Nunca he visto al hombre antes. ¿Por qué? —Esa es la ejecución de un artista del hombre cuya cabeza se encontró en el canal. Ella clavó los ojos en la foto otra vez. Negó con la cabeza lentamente. —No, nunca le he visto. Estoy segura que nunca lo he visto. —Piensan que él es eslavo. —No le conozco. ¿Y tú? Él negó con la cabeza. Por una vez, estaba segura de que él decía la verdad. —No —dijo. —¿Por qué piensas que fue asesinado? —No sé. Ahora, ella no estaba tan segura de que él decía la verdad. Pero se inclinó junto a ella entonces. —No vayas a salir corriendo a solas. —Ahora espera un minuto. ¿Qué estás diciéndome? —Te digo que no vayas a salir corriendo a solas. —Tú ninguna vez explicas nada. —No puedo explicarlo. —Oh... ¿Tienes una corazonada? —Algo así. —Siempre hablamos en círculos. —Así que hablemos de algo diferente. —¿Seguro? Hablemos de ti. —Hablemos de ti. Su pasta llegó. Jordan comió un bocado. Estaba delicioso. Ragnor conocía Venecia, y conocía sus restaurantes. Ella tomó un sorbo de su vino, estudiándolo. —Soy clara y transparente. Vivo en Charlestón. Nací en Charlestón. Jared y yo nos criamos con mi abuela, Abuelita Jay. Tenemos sus ojos. Yo soy pequeña... él es alto. Él comenzó a salir con Cindy en la escuela secundaria. Se adoran el uno al otro. —Esos son Jared y Cindy. ¿Qué hay acerca de ti? —Pues bien, yo dejé Charlestón para ir a Brown. Me especialicé en Literatura inglesa y Comparativa. Escribo artículos de vez en cuando, pero en su mayoría hago revisiones de libros, ficción y no ficción. Soy sindicalizada, y en los últimos años me ha ido muy bien. —¿Y tu vida personal? Ella tomó otro sorbo de vino. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Te lo dije. Estaba comprometida con un policía llamado Steven. Él fue asesinado. Estoy seguro de que has oído los detalles grotescos... por eso es que supuestamente perdí tanto mi razón en la fiesta de la contessa, viendo verdadera maldad en su entretenimiento. —¿Y después de su muerte? —He estado trabajando. ¿No quieres preguntarme acerca de mi vida antes de Steven? Había un amigo llamado Zachary en mi primer año de universidad. Él era lindo... tenía mucho pelo. Entonces estuvo Jimmy Adair. Él quiso mudarse a la tierra salvaje de Montana y pasar dificultades. Retroceder en el tiempo. Vive en una cabaña sin electricidad y estudia a los lobos. —Tienes algo en contra de los lobos. —No... Me gustaría visitarlo en alguna ocasión. Sólo no quería vivir allí. Oh... me gustan las películas, también. Bueno, allí tienes que Steven llego, y... —Él era perfecto. —Se supone que tú digas que lo sientes, o algo así. Él se encogió de hombros. —Entonces... has estado de luto riguroso. —Algo así. —Estoy honrado. —Gracias —murmuró casualmente—. ¿Así que… exactamente quién eres? —Ragnor. Wulfsson. —¿Tu nombre real? —Es mi nombre real. Su plato fuerte llegó. Sonrieron y hablaron con el mesero. Él se fue. —¿Y realmente eres de Noruega? —Sí. Originalmente. —Has viajado mucho. —Una buena parte del tiempo. —¿Haciendo qué? —Cosas diferentes a través de los años. Pero principalmente, gastando el dinero familiar. Partiendo con antigüedades de aquí y allá. —Y aprendiendo idiomas. Debes ser muy brillante. —No más que el hombre de junto. Viajo, y escucho. Y disfruto el tiempo —murmuró con pesar. —¿El tiempo? El tiempo en un lugar ayuda a bastante. —Así que conociste a la contessa antes. —Realmente no me interesa entrar en eso. —¿Pero piensas que ella es mala? —Jordan movió sus cejas, como medio bromeando. —Sé que ella es mala —dijo. —¿Piensas que la contessa causó que ese hombre fuera asesinado, no es así? —No tengo pruebas. —Deberías decirle a la policía. —¿Oh? ¿Y la policía la arrestará porque pienso que ella causó la muerte de un hombre? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Jordan se encogió. —Ayudaría si fueras a la policía. Entonces me podrían tomar más en serio. Aunque debo decir, Roberto Capo... —Ella se quedó callada. —¿Roberto Capo qué? —demandó. —Él no cree que esté loca. Deberías decirle lo que piensas. Tal vez es importante. Tal vez llegará alguien allí adentro a investigar a la mujer. —No importará si lo hacen. —¿Por qué no? —Confía en mí, ella cubre sus pecados bien. Otra vez, el mesero hizo una visita. Era el momento para el café y el postre. Ambos decidieron solamente café, y fue entonces que Jordan se acordó de preguntar: —¿Has escuchado de Tiff? Su expresión se volvió evasiva. —No… —¿No estás preocupado? —¿De qué serviría mi preocupación? —contestó, sonando cansado. —Tenemos que hacer que alguien investigue el hecho de que ella está perdida. —Creo que la policía está investigando su desaparición. —¿Qué te hace pensar eso? Él vaciló. —Llamé por teléfono. —Oh… —Mira, iré allá abajo e insistiré en que investiguen sobre Tiff mañana, ¿está bien? Ella asintió con la cabeza, agradecida. Su mesero trajo la cuenta; Ragnor pagó y comenzaron a salir. Las calles estaban más tranquilas ahora, pero con él, ella no vio sombras. Y no oyó susurros. —¿Realmente insistirás para que hagan algo? —preguntó mientras caminaban. —Sí.
Cuando regresaron al hotel, él la siguió a su habitación. Ella observó mientras pasaban a través de todos los movimientos que él había realizado la tarde previa. —Tú eres más neurótico que yo. —Te he dicho que estoy preocupado por ti. Ella guardó silencio un momento mientras él la observaba. Entonces preguntó: —¿Te quedarás? —Sí —dijo suavemente. Ella echó la llave. Un minuto más tarde, estaba entre sus brazos.
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Más tarde esa noche, horas más tarde, ella se volteó hacia él y preguntó, de nuevo, —¿Quién eres tú? ¿Realmente? Él guardó silencio por un momento, acariciando su pelo. —Te he dicho la verdad. Soy de Noruega; He vivido en el mundo entero. Y mi nombre es Ragnor Wulfsson. —La atrajo contra él, como si se quedara dormido. Pero él no estaba dormido, pensó ella. Se apartó ligeramente. Estaba muy oscuro en la habitación, pero podía ver los planos de su cara. Ella los trazó, pensando que sus facciones eran excepcionalmente finas, que él era un amante increíble, y que a ella le gustaba, le gustaba estar con él.... Que quería conocerlo más, que amaba su toque... Que nunca se había sentido como se sentía cuando estaba con él. Excepto que... —Está bien, pues, ¿qué eres? —preguntó muy suavemente. —Un hombre —murmuró—.Un hombre. Él no se movió de nuevo. Con todo y eso, ella pensó, él todavía no estaba durmiendo.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1133 Cuando él era un niño pequeño, él era ignorante del mundo de violencia y crueldad en el cual había nacido, de la extraña herencia debido a llegar a sus costumbres. Su pueblo a la orilla del mar era productivo y tranquilo. Agricultores labraban la tierra; Los pescadores se iban al mar; Los pastores cuidaban sus rebaños. En primavera y en verano, los campos eran ricos, y los bosques estaban llenos de juegos. Durante los largos inviernos fríos, los hombres esculpían finas imágenes de bloques de madera, y los narradores de cuentos entretenían a todo el mundo igual con cuentos del atrevimiento de los dioses, las guerras con los gigantes, las insensateces de todas las criaturas en la tierra. Había ley y orden entre su gente; Las disputas eran decididas en la gran casa central, donde su tío abuelo tenía la palabra final. A veces, por supuesto, una querella penosa era decidida en combate, y el choque de armas era como una guerra entre los dioses en las cuales Odin soplaba el viento del norte y Thor, en su furia, enviaba abajo relámpago y trueno. No había deshonra en morir en semejante batalla, pues el Valhalla era accesible sólo para esos que peleaban con el máximo coraje y desafiaran el reino de Hel, diosa del bajo mundo. La religión y la narrativa eran una y lo mismo. A pesar de la riqueza de su pueblo y la domesticidad y paz acostumbrada dentro de él, él fue, desde temprana edad, adiestrado en los rudimentos de la batalla. Su padre era sobrino del jarl y tenía un lugar de honor dentro de esta área. Su padre era también en gran medida temido como uno de los más poderosos guerreros; Él se iba a menudo, y su nombre era dicho suavemente y con un susurro extraño a la vez de miedo y horror. Como el séptimo hijo de este hombre increíble, el muchacho era observado impacientemente, y sabía, desde el momento en el que podía hablar y caminar, que un día iría adelante en el mundo, donde sería obligado a aventajar a otros hombres con su proeza y coraje. Él no le sería permitido fallar. Esto en sí no era extraño en lo más mínimo, pues los hombres más jóvenes de las familias nobles eran adiestrados en las virtudes de fuerza y poder. A pesar del buen lugar y de que los campos exuberantes de su tierra natal, permanecían ricos, y daban sólo lo suficiente si sus hijos se iban afuera en los mares, poblaran tierras nuevas, y traían de vuelta la riqueza de otros. Él siempre supo que sería un vikingo. Era un estilo de vida. Sus hermanos antes de él lo habían sido, y regresaron, a veces años más tarde, para jactarse de grandes conquistas, traer de vuelta arte y oro extranjero. Hablaban sobre los monjes que habían escrito los libros que trajeron de vuelta, los tipos desvalidos que proclamaban su único Dios pero no recibían ninguna ayuda de él mientras luchaban contra los hombres que ellos llamaban demonios que habían llegado a sus costas. A menudo cuando su padre se iba, su madre hablaba de su marido, entonces bajaba su cabeza y susurraba una oración para Freya. Como él creció, comenzó a preguntarse si ella le pedía que su marido regresara, o que no lo hiciera. Mientras se acercaba a su decimotercer cumpleaños, él era ya de mayor altura que la mayoría de los hombres, y eran una raza alta. Él era también singularmente avezado en su entrenamiento con los brazos. Algunos de sus primeras recuerdos fueron ir a los muelles para ver a los guerreros regresar, hombres atrevidos, hombres feroces, berserkers entre ellos, quienes había surcado los mares a través del viento y la tormenta para atacar los pueblos costeros de otras personas. Allí buscaron oro y tesoros, causaron estragos, y a veces regresaban no sólo con riquezas, sino con un Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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cargamento de humanos también, esclavos para trabajar para las esposas de los hombres nobles, labrar los campos, recoger las cosechas. La de ellos era una comunidad intrigante, pues el valor intrépido y la valentía fija eran los máximos rasgos en un hombre, y un esclavo que probó que su temple un día puede convertirse en uno de ellos, y puede eliminar en los mares en sí mismo. Cuando los guerreros regresaban, los cuernos sonaban, y el pueblo salía a darles la bienvenida a los héroes regresando, para oír sus historias de batalla y conquista, y maravillarse de los bienes de las civilizaciones a través de los mares. A los trece, él debió navegar con su hermano mayor, Hagan. Podían detenerse en las islas al norte de Escocia, mantenidos por los jarls escandinavos, entonces fueron rumbo al sur y asaltaron un pueblo a lo largo de las Hebridas donde se rumoreaba que los monjes habían llegado de Francia con relicarios de oro modelado por buenos joyeros en París. Los noruegos no tenían interés en las frágiles piezas de huesos y ceniza tan reverentemente contenidos en las vasijas de oro; Sólo querían el metal precioso. Navegar era bueno; Él lo amó. No le importó el trabajo agobiante de hacer avanzar con el remo al gran barco con proa de dragón cuando no había viento, y disfruto una tempestad en el mar. El viento barriendo el cielo gris, perturbador, el lanzamiento malévolo de las olas, todo creando una tempestad que lo hizo sentirse muy vivo, un guerrero contra los obstáculos puestos en el camino por los dioses. Las islas donde sus primos distantes gobernaban, amos de de muchos de los habitantes originales eran intrigantes. Él nunca había visto a tantas personas diferentes: Muchos eran pequeños, de pelo oscuro, y hablaban un lenguaje extraño que él encontraba fascinante. Allí, en las islas, hacían las reparaciones para sus viajes; Practicaban torneos de armas, y concursos para conquistar mujeres, armaduras, armas, y escudos. Todo iba bien hasta uno de sus anfitriones escuchó noticias del tesoro que habían llegado a agarrar más hacia el sur; Los habitantes de las islas consideraron que el tesoro era más justamente de ellos, y las discusiones acaloradas surgieron, cerca de sacar las espadas y masacrarse completamente entre ellos. Pero levantándose de su asiento alrededor del enorme fuego en el vestíbulo circular de jarl, Hagan se jactó de que su hermano había nacido bajo una señal especial, por eso superaría a un hombre de dos veces su estatura, y dos veces su tamaño. Su hermano, el séptimo hijo del séptimo hijo, nacido bajo la luna negra de la medianoche profunda, combatiría a su hombre más fuerte, más capaz. Lucharían a muerte, y los hombres del vencedor serían los guerreros para buscar el premio. Ragnor se quedó aturdido... tan aturdido mientras esos se estaban riendo de él, y aunque él no podía humillar a su hermano, no estaba del todo seguro de por qué parecía que su hermano tenía la intención de asesinarlo. El jarl le evaluó cuidadosamente. Ragnor le informó que a esta predestinada proeza suya le faltó ser probada, pero el jarl exigió que la pelea debiera proseguir como Hagan había sugerido. Él llamó a uno de sus campeones, un hombre llamado Olaf el Gigante. Olaf había sido apropiadamente nombrado; Él parecía ser tan ancho como era alto, y su altura era asombrosa, pero no había nada en la hechura del hombre de grasa o bebida. Su anchura era músculo. A los trece, Ragnor era esbelto a pesar de su trabajo acostumbrado con armas pesadas y el trabajo monótono de remar. Los dioses esperaban coraje cuando él estuviera delante de Olaf el Gigante, pero Ragnor no podría encontrar el suyo de pronto para ser asesino sin una mirada a su hermano que indicara sus sentimientos de traición. Él sabía, sin embargo, que sería mucho mejor caer para uno de golpes macizos de Olaf que actuar cobarde y afrontar la furia de sus compañeros
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vikingos. Él puso el pie en el parche de polvo ante el fuego que estaba asignado como el lugar para luchar. A él se le dieron tres escudos y tres armas. Él escogió un hacha, una maza y una espada. Apenas había dado un paso adelante, apenas había alzado su escudo de madera, cuando Olaf avanzó amenazadoramente sobre él, prometiendo darle una muerte rápida y sin dolor y permitirle un lugar para el niño entre los dioses. Un balanceo simple del hacha de guerra de Olaf hizo pedazos el escudo de Ragnor en astillas. Él se retiró, levantando el siguiente escudo dado para él. El escudo estaba apenas en su mano antes de que Olaf llegara en dirección a él otra vez, levantando su hacha de guerra. Esta siguiente vez, Ragnor brinco a un lado; El balanceo de Olaf falló, y su hacha gigante se meció duro en los suelos de tierra. —¡Mátale ahora! ¡Es tu oportunidad! —Su hermano rugió. Pero todo lo que él había conocido hasta ahora era el papel de Ragnor estudiante, así que vacilo. Olaf trajo su arma del suelo y se abalanzó sobre él, balanceándose otra vez. Ragnor se agachó y dio vuelta, para la gran diversión de los circunstantes. Cuando Olaf hizo pedazos su segundo escudo, Ragnor dejó caer la maza así como también los restos de madera protectora; Entonces recogió su espada. Cuando el gigante llegó hacia adelante, riéndose y atrayendo de nuevo su hacha, Ragnor dio un paso hacia adelante, atacando instantáneamente y con mortal precisión. Ragnor le atrapó en la garganta. Olaf, asombrado, dejó caer su arma y agarró su garganta con ambas manos. La sangre salió a borbotones a través de los dedos del hombre. Por segundos que parecieron una eternidad, Olaf se quedo mirando a Ragnor. Entonces se desplomó sin vida en el piso. Los hombres por todo alrededor de él lo vitorearon. Su hermano se apresuro hacia adelante y lo alzó en sus hombros. Debería haber sentido el júbilo de sus compañeros. Se sintió vacío en lugar de eso. Esa noche, el Jarl de las islas le dio a Ragnor un escudo con el frente de plata, una herencia antigua traída de regreso de las ruinas de un antiguo pueblo romano en el continente mucho más hacia el sur. El jarl le recompensó con dos mujeres también, presentes de un grupo que había ido todo el camino vikingo a las tierras de la gente amarilla. A él no le importó el regalo de las mujeres en absoluto. Le enseñaron cosas que nunca se había imaginado. Pero a pesar de la bebida que consumió y la energía requerida por las mujeres, él no durmió esa noche. Debería haber muerto. A la siguiente mañana, acosó a su hermano. —Te diste prisa para arriesgar mi vida. —Nunca arriesgué tu vida. —Él era dos veces a mi tamaño, brutal. —Pero eres el séptimo hijo de nuestro padre. —¿ Así que soy inmortal? ¿Un hijo de los dioses? —Él se mofó.
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Hagan extendió un dedo, tocándolo directamente en la frente. —El séptimo hijo del lobo, quien es el séptimo hijo del lobo. Y un hijo de la medianoche profunda, concebido a la hora, nacido a la hora. Tienes la astucia del lobo, el hambre, y la lealtad. —¿Y eso me mantendrá vivo? Hagan se encogió de hombros con una amplia sonrisa abierta. —Bueno pues, había oído que haría eso. Y ahora tengo la prueba. —¡Arriesgaste mi vida! —Ragnor dijo otra vez coléricamente. —Un Vikingo no vive para siempre. Y su lugar en los vestíbulos del Valhalla es genial sólo si ha realizado acciones grandiosas en la tierra. Al día siguiente, se fueron, poniéndose en marcha hacia el rico tesoro que buscaban. Cuando desembarcaron, Ragnor estuvo enfermo por la carnicería. Los hombres de su hermano atacaron a la pequeña comunidad de monjes con una venganza. Los hombres con tonsuras, vestidos en lana café, se apresuraron a gritar, cayendo de rodillas, llorando por su único Dios verdadero. Hagan se rió y los ignoró, acuchillándolos mientras se acercó a su lugar de culto. Ragnor lo siguió atrás, intentando recordarse que él era un joven aquí, que lo llamarían a una chica, débil como una mujer, si él condenara abiertamente la violencia. Al día siguiente, se fueron, poniéndose en marcha hacia el rico tesoro que buscaban. Cuando desembarcaron, Ragnor estuvo enfermo por la carnicería. Los hombres de su hermano atacaron a la pequeña comunidad de monjes con una venganza. Los hombres con tonsuras, vestidos en lana café, se apresuraron a gritar, cayendo de rodillas, llorando por su único Dios verdadero. Hagan se rió y los ignoró, acuchillándolos mientras se acercó a su lugar de culto. Ragnor lo siguió atrás, intentando recordarse que él era un joven aquí, que lo llamarían a una chica, débil como una mujer, si él condenara abiertamente la violencia. Pero le habían hecho caer en una trampa para luchar contra un gigante; Él podía decir. Así que gritó con tal fuerza que causó que se detuvieran y clavaran los ojos en él. —¡ Déjalos! ¡Déjalos ser! —demandó. Y caminando a grandes pasos hacia adelante, arrebató al delgado hombre que su hermano estaba a punto de atravesar de las manos de Hagan. —Has venido por el tesoro. Toma el tesoro. —¿Eres un cobarde? —Ulric, uno de los guerreros más feroces gritó—. ¿El séptimo hijo del séptimo hijo? ¿Un cobarde? —Ulric se rió a carcajadas. —No tengo semejante coraje como tú, para acuchillar hombres que ni siquiera están armados. Los dioses se burlarían de ti. ¡Un guerrero! ¡Un hombre que mata violentamente hombres que son como ovejas! Hubo silencio entre ellos. —¡Traigan el tesoro! —Ragnor insistió. Los monjes estaban demasiado aturdidos para protestar; Él pensó más tarde que muchos habrían muerto por salvar sus reliquias. Uno estaba parado en la entrada al monasterio, un hombre alto. —Tomen la plata y el oro, dejen al menos lo qué no significa nada para ustedes, los huesos y las cenizas. —¡Los huesos y las cenizas pertenecen a la tierra! —Hagan ordenó. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Déjales sus talismanes —dijo Ragnor—.He escuchado sobre los vestíbulos del Valhalla, y lo que he oído es que los más grandes guerreros saben cuándo dar misericordia. Los vikingos juraron mientras dejaban a los demás monjes alojar sus reliquias preciosas en los platos de barro que se suponía que eran seguramente para sus comidas. Pero las reliquias preciosas se quedaron atrás. Antes de que se fueran, el monje alto se dio cuenta de que Ragnor estaba posado sobre una roca, esperando. —Tuve visiones de que usted vendría —le dijo el monje. Ragnor le miró escépticamente. El monje sonrió. —No me moleste, o les dejaré que corten su garganta. —Un Muchacho con fuego —el monje murmuró—, pero un muchacho todavía, no obstante. —Ya no más. —Pasarán años antes de que esté completamente crecido. Pero recé años atrás, con la seguridad de que los barcos vikingos estaban ocupados otra vez. Y Dios me contestó en un sueño, diciendo que no tuviera miedo. Que usted vendría a protegernos. —Vine a robar plata. El monje se encogió de hombros. Él jaló un colgante de alrededor de su cuello y se lo tendió a Ragnor. Ragnor casi le pegó cuando él extendió la mano para jalarlo sobre su cabeza. —Plata, no robada, sino dada. Está decorada con joyas... y una reliquia que dicen que viene del mismo cuerpo de San Juan Bautista. No lo creo... —Lo hará. Eres el séptimo hijo del séptimo hijo, lo sabe. Pero no el séptimo hijo de su madre. Ragnor frunció el ceño. —Su padre se la llevó de estas costas años atrás. Ella era una sanadora, una niña pagana, traída a la iglesia. Su padre estaba bendito... O maldito, Con la costumbre del poder. Su madre conocía las costumbres de la tierra. —Usted es un tonto, anciano. ¿Cómo puede saber todo esto? —Para usted, él es Odin. Para los romanos, Jove. Él es mayor que alguna vez conocieron, pero un y el mismo. Y así es lo que sé. El monje la dejó. Más tarde esa noche, él le preguntó a Hagan acerca de su padre. Hagan, disfrutando de una pierna gorda de las ovejas de los hombres de Dios, se encogió de hombros. — Tres esposas. Maida, a quién él amó cuando era un niño, mi madre. Ingrid, a quién él se la robó de los daneses. Elspeth, su madre, a quién él secuestró de un asalto justo al norte de aquí, hace muchos años. Más tarde, mientras zarpaban, vio al monje en las escaleras del monasterio otra vez, observándoles irse. El monje levantó su mano. Ragnor enojado, no respondió. No regresaron a Noruega. La noticia de su cruzada con los monjes viajó, y en vez de hacerlos parecer ser débiles, se encontraron con que sus servicios estaban siendo buscados por muchos nobles, de su propia clase gobernando las islas, de los diversos lords de la gente de Escocia, y los rihts, o reyes de Eire también. Aun viajaron hasta Sicilia. Hagan escuchó a esos que podrían
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contratar sus servicios, y como era el derecho entre los noruegos, los hombres tenían libertad de elegir pelear o rehusar esa batalla en particular. Ragnor se encontró regresando una y otra vez al monasterio que habían devastado primero, intrigado por el abad allí, los libros, y los muchos lenguajes que los monjes podían hablar. Él devolvió su parte de los relicarios de plata que habían tomado. —¿Y qué quiere usted por estos? —El esbelto abad , de nariz afilada le preguntó. —Idiomas. —¿Qué? —Quiero aprender idiomas, como usted los habla. El latín con el cual escribe, el gaélico que oigo en los pueblos, el inglés del país más abajo. Luego francés y... —Uno por uno, muchacho. Uno por uno —le dijo el abad. Y bueno, él se convirtió en una visita regular. Así que pasado el tiempo, Ragnor aprendió a unirse a la pelea, y con cada estación que pasaba, se volvió más experto en las artes de la guerra. Entre los vikingos, muchos llegaron a preguntarle lo que pensaba de una batalla en particular. —Dublín es un pueblo fundado por un vikingo. Ahora el rey nos pide que peleemos contra los intrusos del norte. Esa es una buena pelea. Él estuvo de acuerdo en que era una buena pelea. Y descubrió, cuando quedó convencido del valor de una pelea, de que podía ser salvaje. Había momentos en los que podría tomar la vida despiadadamente, y todavía, siempre recordaba la manera en la que se había sentido cuándo Olaf murió, y se rehusaba a permitir el asesinato caprichoso de campesinos, mujeres, niños, y viejos en cualquier lugar donde pelearan. Las represalias, él había notado, podía convertir en asesinos a esos que habían sido pisoteados. Era asombroso, había descubierto, cuando su fuerza había vencido finalmente a unas personas amenazadas, simplemente lo rápido que esas personas podían dar la vuelta, listos para acuchillar los corazones de sus enemigos, una vez que ellos tuvieran poder. Lucharon por el rey de una isla fuera de la costa occidental de Escocia, una batalla que pelearon contra un grupo de daneses, muy parecidos a ellos. El rey de la isla los recompensó con una isla más pequeña para que la nombraran ellos mismos. Se volvieron ricos, y otros se les unieron. Los hombres tomaron esposas... algunas por su voluntad, y algunas a la fuerza. Viajaron a casa y trajeron riquezas con ellos, pero Ragnor tuvo pocos deseos de quedarse. En el tiempo que había estado ausente, su madre había muerto. Su padre se había ido de vikingo por otro camino, y a pesar de que sentía una profunda pérdida por lo pasado a su madre, no había conocido a su padre muy bien, y aunque lo había respetado y atemorizado, él no había estado en la vida de Ragnor lo suficiente para que en gran medida extrañara su presencia. Él sintió pesar por siempre, por el vacío que él sentía de muchas formas. Había tantas preguntas que él podría haber hecho. Su tío, sin embargo, era todavía el jarl. Él le aseguró a Ragnor que su madre, aunque originalmente ocupada como una esclava, había estado entre su gente largos años, y había sido amada, y honrada con el más grande de los funerales; Su pira funeraria había ardido brillantemente en el fiordo a todo lo largo de una noche larga, iluminada por la luna. —Hay tanto que mis padres me podrían haber dicho —dijo Ragnor.
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—Quizá no hay tanto para decir lo que hay para aprender, y sólo el tiempo y la vida pueden ser los maestros que nosotros realmente necesitamos —le dijo su tío. Con poco entonces para agarrar su vieja vida, Ragnor regreso con Hagan y sus muchos hombres a su isla fuera de la costa occidental de Escocia. Por su trigésimo cumpleaños, tenía su propio ganado doméstico, sus propias ovejas, y caballos. Él no se había casado, pero tampoco era solitario. Había muchas mujeres en su vida, desconocidas en lugares alejados, esclavas que estaban deseosas de agradar, y criadas que estaban dispuestas a servir. Su hermano y él habían formado una unión de verdadera amistad y habían guiado a su gran ejército de mercenarios juntos. Ese año, fueron llamados por el rico cacique dos días al sur de ellos, hacia en el interior sobre el río. Ragnor viajó con Hagan para hablar con el cacique. Sus gentes fueron atrapados y asesinados. De no muy lejos, extraños enemigos habían entrado y habían diezmado un pueblo. Eran invasores oscuros, feroces, con esbeltos caballos pequeños, que desaparecían en la noche; La oscuridad era cuando deseaban atacar. La gente les tenía terror. Ellos no sólo llegaban y asesinaban. Podían escabullirse a través de las defensas por la noche, sin que uno lo supiera, y más de sus hijos podrían irse. La misión atrajo a Ragnor. Pero en su viaje de regreso, se detuvieron en el monasterio donde primero habían robado la plata. Ragnor no estaba seguro de por qué, pero él estaba entusiasmado por hablar con el viejo abad que él tan extrañamente había defendido, un hombre cuyo nombre era Peter. Peter parecía esperarlos. Él tenía sopa y pan listo, y escuchó ávidamente todo lo que Ragnor y Hagan dijeron. —La maldad ha llegado —dijo Peter. —¡Bah! —Hagan le dijo—. Son extranjeros... cobardes, como Ragnor podría decir, quienes sólo combaten al desarmado, al débil. Cazan a las mujeres. —¿Nos está diciendo que no vayamos? —Ragnor inquirió, para su amigo parecía tan extraño. —No, usted debe ir. Y no sólo debe matar a estos infieles. Los debe destruir, completamente. Usarán cualquier arma: Manos, puños, dientes. Sí, los dientes, usted debe tener cuidado en el combate. Son un antiguo enemigo. Creo que son la lamia de los antiguos en el este; No traen solamente muerte sino infección. Son cada cosa contra Dios. —Si su único gran Dios fuera tan poderoso, él los destruiría. —Dios ha creado al hombre con un corazón y un alma. Un hombre puede luchar por el bien o por el mal. Hagan estaba exasperado. —La causa de un hombre es buena; La causa de su enemigo es mala. Peter le ignoró. Él clavó los ojos en Ragnor. —Tenga cuidado. —Los destruiremos — Hagan dijo seguramente. —Regresaremos a nuestra isla, reuniremos nuestros barcos, e iremos al cacique, y allí, construiremos y crearemos sus defensas por él. ¡Entonces derrotaremos totalmente a sus enemigos! Dos semanas más tarde, habían hecho el viaje. Con todo y eso, aun mientras dirigían sus botes a través del paso del río, podían ver hacia delante. Mientras se acercaban al pueblo, donde tan Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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recientemente Hagan y Ragnor había sido bienvenidos y se les había suplicado por ayuda, no vieron nada sino granjas quemadas y escombros de casas. Traían sus lanchas el interior, y los hombres completamente se quedaron mirando la carnicería en silencio. Gudric, el adivino de Runas, negó con la cabeza. —¡Regresa! —Le dijo a Hagan. Hagan no fue persuadido. —Entraremos. Veremos si hay cualquier vivo; Prometimos nuestra ayuda, y nos haremos cargo de los muertos. Aun Ragnor sintió una vacilación mientras tocaban tierra. Supo que su hermano lo sintió, pero Hagan no creía en permitir que la cobardía rigiera las acciones de un hombre. Solo llegaron a tierra y vieron la muerte, y las moscas, cuando Eric, dejado atrás para proteger los barcos, los llamo a ellos. Más barcos estaban llegando. Para asombro de él, Ragnor vio que un barco de monjes venía; Peter estaba en la popa, alto y recto contra el viento mientras el barco seguía al de ellos. Todos los monjes llevaban espadas. Ragnor caminó con Hagan para saludar a los monjes mientras llegaban. —¿Han renunciado a las costumbres de Dios de paz y han optado por la espada? —Hagan demandó. —Ésta es la batalla de Dios la que emprendemos. Contra esos que robaran a los muertos, no a los vivos. —Monje, usted está incoherente —Hagan dijo rotundamente. Ragnor empezó a caminar al centro del pueblo. El lugar mantenía una calma escalofriante. Parecía que ninguna criatura se había salvado. Los caballos, perros y los animales de labranza yacían en medio de los humanos asesinados. —Hay algo malo aquí —Gudric advirtió. A regañadientes, señaló a Peter—.Como el monje dice, los dioses tendrían miedo de pisar aquí. El noruego continuó adelante. Escuchando un sonido cortante, Ragnor se volteó para ver que Peter estaba industriosamente ocupado en remover la cabeza de un hombre caído. —¡Peter! —dijo en señal de protesta, más por asombrado que con repugnancia o cólera. —Vamos a quemarlos con oraciones —dijo Peter, como si eso explicara sus acciones. —Miremos por los vivos —dijo Hagan. Continuaron caminando y llegaron a la iglesia del pueblo. Mientras estaban allí, la puerta rechinó entreabierta. Los hermanos se miraron el uno al otro. Hagan se encogió de hombros. — ¿Quién quiere vivir para siempre? —Él inquirió ligeramente. —Iré primero — Ragnor dijo y se encogió de hombros también. —Soy el séptimo hijo. —Vamos juntos. —Es sólo una iglesia. Dieron un paso más cerca. La puerta se abrió de golpe. Un niño llego volando afuera; Ella se sepultó en Hagan, quien estaba tan alarmado él casi se cayó. Un joven apareció, un mero niño sin más que una sombra de vello en sus mejillas. —Corrimos a la iglesia cuando ellos descendieron —él balbuceó—.Oh, Dios, ¿pueden comprenderme ustedes? Somos todo lo que quedamos. Ellos... atacaron a las ovejas y a las vacas. Vi a mi padre...
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Él no dijo nada más. Sufrió un colapso. Los monjes habían llegado desde atrás. Uno de ellos ayudó al niño a levantarse. —¿Cuántos viven? —Quince, veinte... todos en la iglesia. —¡Empiecen a construir una barricada! —Hagan le rugió a sus hombres. —Ustedes construyan su barricada —dijo Peter—.Pero les digo... estarán a salvo en la iglesia. —¿Debemos construir defensas? —Ragnor dijo. —Entonces deben hacerlo —Peter le dijo—.Y nosotros debemos hacer lo que es preciso hacer. Hijo —él le preguntó al niño—, ¿dónde son los demás? —Saldrán ahora que... que los veamos. En ese momento, más personas se desperdigaron de la iglesia. Esos detrás estaban tan frenéticos, que empujaban hacia adelante a esos adelante. Una mujer se catapultó hasta los brazos de Ragnor. Ella se estabilizó a si misma contra su pecho y lo contempló con grandes ojos oscuros. El pelo castaño oscuro caía hacia atrás. Su kirtle estaba rasgado y roto, estaba polvorienta, sus mejilla amoratadas. Ella era hermosa. —¡Gracias a Dios! —ella murmuró al oído de él. Él clavó los ojos en ella. —Están aquí, han venido. No le mintieron a mi padre, mi cacique. —Hemos llegado demasiado tarde. —¡Pero mantendrán vivos al resto de nosotros! —Lo haremos, o lo haremos contigo —prometió. —¿Alan? Ayuda a los hombres a encontrar lo que queda de nuestras herramientas. Mary, ayúdame a juntar agua, y qué comida que podemos encontrar. Sus manos estaban todavía contra él. —¡Pelearemos con ustedes, o moriremos!—Ella dijo suavemente. Él la observó mientras ella traía sus manos de regreso y caminaba alrededor de él con un balanceo determinado de sus caderas. —¡Emprendamos el camino! ¡La oscuridad llega rápidamente! —A los muertos, mis hermanos — Peter les dijo a sus monjes. Ragnor negó con la cabeza, pero los monjes fueron a la tarea con energía feroz, recolectando a los animales y la gente. Una gran hoguera crematoria fue encendida. El olor de la carne asadera era espantoso. Aun para un vikingo, Hagan le dijo tristemente. Al anochecer, Peter insistió en que todos entraran en la iglesia. Hagan estuvo de acuerdo. Los noruegos no le temían a la oscuridad, le aseguró a Peter, pero sus hombres estaban cansados. La iglesia permitía el mejor centro de defensa, con la pared con púas que habían construido alrededor de ella. Las horas pasaron. Las mujeres supervivientes habían recogido cuanta comida y agua podían. La hija del cacique llegó al poste del guardia de Ragnor junto a una ventana, parada junto mientras él miraba la noche iluminada por la luna.
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—Hagan dice que otro hombre tomará la vigilancia. Debes comer —ella le dijo—.Ven, tengo alimento para ti. Ella lo condujo a una esquina donde bancos duros de madera habían sido unidos, creando una mesa incomoda. Él comió, devorando la comida, entonces la miró. —¿He tomado tu parte? —Si lo hubieras hecho, habrías sido bienvenido. Estoy a tu servicio... aunque, por supuesto, su raza toma lo que desea. Él se recargó. —¿Mi raza? Ella se encogió de hombros. —Los Vikingos. —Ah. Los vikingos. Ella agachó su cabeza por un momento, entonces clavó los ojos en él otra vez, sonriendo con pesar. —Bueno. Quizá no son sólo los vikingos. —¿Oh? —Los hombres. Los hombres siempre toman lo que desean, y dejarán detrás... devastación. ¿Viste a estos hombres, estos enemigos oscuros, llegar por la noche? Ella apartó la vista de él. —No he visto nada. Vine aquí y me escondí debajo del altar, como mi padre dijo. Sabíamos lo que estaba por ocurrir, por la oscuridad. La mayoría de los hombres salieron a pelear. Tú viste lo que les ocurrió. Algunas de las mujeres y los niños lograron llegar a la iglesia. La mayoría no lo hizo. —No te vi cuando nos encontramos con tu padre y los demás —él le dijo—.No sabía que el cacique tuviera a una hija. ¿Cuál es tu nombre? Ella lo miró, los ojos avellana brillando. —Nari —ella le dijo—. Mi nombre es Nari. —Y deslizó su mano en la de él, entrelazando sus dedos con los de él.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1144 Cindy estaba durmiendo profundamente. Era un sueño maravilloso, sin sueños. Podría haber estado desconectada del mundo. Fue despertada por el toque de su marido. Ella gimió suavemente. Su susurro fue contra su oído. Sus manos estaban moviéndose. —¿Quieres que me detenga? ¡Sí! ella casi gritó en voz alta. Pero no lo hizo. Amaba su atención; Ella sólo estaba tan exhausta. Pero aunque hubiera temido admitirlo, se había preguntado acerca de la fidelidad de su marido, y había sentido celos terribles de la contessa, aunque hubiera se determinado todo el tiempo a no mostrarlos. Al principio, por supuesto, se lo había negado a ella misma. Todavía intentó creer que estaba equivocada. Se había enamorado de Jared cuando era una adolescente, y en todos sus años juntos, nunca había perdido la profundidad de sus sentimientos hacia él. Y últimamente... Era casi como si fueran niños otra vez. Ella reunió esa energía que podía, dándose vuelta contra él, acariciando su mejilla. —Nunca te detengas; Te amo —le dijo ella. Su energía pareció burlarse de su agotamiento. Le dijo suavemente, — lo siento, estoy tan, tan cansada... —Eso está bien —él sonó como el mismo viejo Jared bromista—. Tengo el calor para dos, bebé. Él lo tenía. No necesitaba moverse. Y él estaba tan febril y volátil que se sintió llevada. Pero entonces se volvió rudo, lo cual a veces había estado bien, pero esta noche... Él encontró lo que necesitaba; Ella tenía que admitir que ella lo hizo también. Pero aun mientras que iban a la deriva, él la besaba otra vez, un toque rudo, dientes... —¡Jared! —Ella encontró la furia y la energía para detenerlo—. Jared, Dios mío te amo, pero no entiendo esto, me lastimas. Un momento más tarde, él estaba levantado. Ella lo vio parado en la ventana abierta. Ahora ella estaba adolorida y paralizada. —¡Jared, por Favor! —Ella susurró. Él cerró la ventana. No le sintió regresar al lado de ella. Pareció tomar cada pizca de energía que ella tenía para levantarse lo suficiente como para alcanzar la lámpara de mesa de noche y encenderla. Jared se había ido. Jordan durmió muy bien, profundamente, sin sueños, consciente del calor y el toque del hombre al lado de ella. Esta era probablemente una de las razones por las que la gente se casaba en estos días, ella reflexionó, divertida. Quedarse dormido al lado de alguien de esta manera. Descansar y saber que él está al lado tuyo. Un dúo contra la noche, contra el mundo. Alguien a quién a decirle buenas noches, y saludarlo en la mañana. Esta clase de sentimiento no llegaba tan a menudo. Y quizá, era la razón por la que los matrimonios se separaban, cuando los problemas Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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del día se entrometían en la noche, y no había más este sentimiento maravilloso de simplemente estar descansando juntos. Mientras la noche seguía, ella supo que él estaba allí. Poco antes del amanecer, cuando los pálidos rayos del sol no eran nada más que una molestia en el cielo, él estaba todavía al lado de ella. Poco más tarde, ella se volteó a una posición más confortable. Ahora, los rayos de amanecer acaban de serpentear a través de las celosías y cortinas, causando susurros pastel en la oscuridad, y exhibiendo las motas que bailaban en ellos. Ragnor no estaba ya con ella. Ella se levantó, caminando hacia el cuarto de baño. —¿Ragnor? —Ella se quejó, pero no hubo respuesta de él. Repentinamente sintiendo un escalofrío, paseó alrededor del cuarto, encendiendo todas las luces. El cuarto estaba vacío. Revisó la puerta. Estaba bajo llave. Perpleja, se sentó al pie de su cama. Debería volver a dormir. Era ridículamente temprano. No podía dormir, así que se levantó, y tomó una larga ducha. Se vistió y notó sus libros en el escritorio. No debería leer más ya; La lectura sólo le daba pensamientos locos. Fue y recogió el libro del policía, dejó caer pesadamente sus almohadas, y comenzó a leer otra vez, hojeando las secciones que había leído, notando la estructura del libro. Las cosas que habían ocurrido en la historia venían primero, algunos ejemplos de intolerancia absoluta, como las quemaduras de brujería en Europa y las ejecuciones en la horca en Salem. Había un caso de asesinatos salvajes que habían ocurrido en Francia que habían recibido poca atención debido al horror ya prevaleciente mientras miles iban a la guillotina. Sin embargo, cuando un hombre, Comte D'Alargon, se encontró con su destino ante la espada, los asesinatos, iniciados tan repentina y salvajemente, igual de rápidamente terminaron. Lo histórico se movió en lo más moderno, y fue tras un estudio de vampiros "modernos" y cultos vampiro que el policía enfatizó la sección sobre la psicología de tratar con " los vampiros. Jordan mordió su labio mientras leía esa sección, entonces repentinamente salió volando de la cama. Dejó caer el libro, agarró su llave y su bolso, y dejó el hotel. Era un día brillante, estupendo, pero hermoso. Vagó a lo largo de las riveras y calles que había recorrido la noche anterior. Las personas estaban afuera y alrededor; Paseaban a los perros, fueron de compras, se apresuraron aquí y allá a ir a trabajar. En un café, hizo una pausa por un latte de café y un rollo, entonces continuo calle abajo. Hizo una pausa en una tienda religiosa y compró un número de crucifijos, pequeños y grandes, y admiró un hermoso colgante de cruz bañado en plata, y esperó mientras la cadena era ajustada para ella. Su siguiente parada fue en una pequeña tienda donde vendían frascos de vidrio soplado, y continuó hacia el primer campo que pudo encontrar y la pequeña iglesia encantadora que estaba dentro de él. Afortunadamente, había sólo unos pocos turistas presentes; Todavía no podía evitar sino mirar alrededor mientras llenaba sus frascos recién comprados con agua bendita. Su última tienda fue un agradable mercado al aire libre donde compró plátanos, manzanas, uvas... y ristras de ajo. Regresando a su habitación, decoró las ventanas con ajo. La criada ya había estado dentro, así que por ese día al menos, su extraña decoración podría permanecer. Ella goteó una parte del agua bendita en los alféizares de las ventanas, rezando. Quizá no fueran realmente las oraciones
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acostumbradas para lo que estaba haciendo, pues ella susurró en voz alta, —Querido Dios, por favor no me dejes estar totalmente desquiciada. Puso los frascos a la clara vista sobre su escritorio, agradecida de que éste fuera un país católico, y los italianos estuvieran acostumbrados a los rosarios, las cruces, las estatuas y más. Con todo con eso hecho, bajó hacia el conserje y le pidió que llamara a la comisaría de policía por ella. Roberto Capo aún no había llegado. Después, le pidió a él que le marcara a Tiff Henley, pero aunque Tiff había dejado un mensaje personal en el contestador automático de su palazzo alquilado, Tiff misma no atendió el teléfono. Ella le agradeció, y habría subido café a su cuarto, pero vio a Cindy entonces, sentada en el vestíbulo. Para asombro de ella, Cindy, quien evitaba los anteojos oscuros en los días más cálidos en Carolina del Sur, llevaba puestos un par de anteojos oscuros. Jordan caminó hacia su prima política. —¿Cindy? —¡Jordan! Grandioso. ¿Quieres café? —Seguro. Ella se sentó abajo en el confortable gran sillón de orejas enfrente del sofá donde Cindy estaba, clavando los ojos en ella. —¿Algo de comer? —dijo Cindy—. Está el más agradable joven mesero aquí abajo. Él está ganando dinero para pasar un semestre en los Estados Unidos. Es un estudiante avanzado de Relaciones Internacionales. —Desayune algo más temprano —dijo Jordan—, pero el café suena grandioso. El mesero hizo una visita, un apuesto joven con ojos oscuros y pelo color miel. Cindy los presento, y hablaron por algunos minutos acerca del viaje, los Estados, y a donde iba él en América. Había tres lugares en los que él realmente quería estudiar: Nueva York, Los Ángeles y Miami. Ella sugirió que él debiera visitar Kansas también, para tener una mejor perspectiva de la mitad del país. Un momento más tarde, él trajo su café. Cuando se había ido, Jordan se inclinó hacia adelante. —¿Qué hay con los lentes oscuros? —¡Oh! —Cindy se quitó los anteojos. Había círculos oscuros debajo de sus ojos—.Yo simplemente... ¡Sólo tengo un aspecto de mierda! Así que... —Cindy, tienes que ver a un doctor. —Se supone que estaremos de vuelta en los Estados Unidos en una semana... —Tienen una excelente atención médica en Venecia. No sé todo lo que Jared hizo, pero he leído sobre el lugar... —Oh, sé que los doctores son buenos; Es sólo que realmente no creo que nada esté mal. Jordan arqueó una ceja. Cindy se encogió de hombros. —Las horas avanzadas de la noche. Realmente avanzadas. Jordan se recargó. —¿Jared es tanto así de animal?
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Cindy se sonrojó. —Está casi como si estuviéramos en alguna clase de segunda luna de miel. Estoy eufórica, por supuesto. ¿Sabes que he amado a Jared desde siempre? —Él debería dejarte dormir un poco. —No te atrevas a decirle nada. Yo regresaré arriba en pocos minutos y tomaré un largo baño de vapor, y luego una siesta. —Trataré de no decir nada —Jordan murmuró. —¿Él no ve las bolsas debajo de tus ojos? —Ella demandó. —Jordan, si dices cualquier cosa, nunca te perdonaré. Y mira, por favor, él está llegando. Jared, en pantalones vaqueros y una chaqueta informal, llego caminando hacia ellas desde la entrada. Así que su primo había estado levantado y por ahí. Bueno, no era tan temprano ya, se percató. De hecho, era bastante después del mediodía. Él pasó junto a la silla de Jordan y la besó en la frente, entonces se sentó junto a su mujer. Jordan lo observó. Él parecía lo suficientemente atento, tomando su mano, besando su mejilla. No pareció notar los círculos debajo de sus ojos. —¿Me ordenaste café? —Él le preguntó a Cindy. —No sabía que venías. No tenía ni idea de a dónde te fuiste. —A ustedes dos se les olvida; Estoy trabajando mientras estoy aquí. —¿Exactamente para quién trabajas, Jared? —Jordan preguntó. —¿Qué? Cindy le dirigió tal ceño fruncido que ella enmendó sus palabras. —¿Con quién estas trabajando? —Oh.. Él agitó su mano. —Algunas personas envueltas con el comité 'Salva Venecia '. La donación de dinero para restaurar edificios, cosas como esas —él miró su reloj—.De hecho, tengo otra reunión en pocos minutos. ¿Y tú? —Él repentinamente señaló a Jordan—. La contessa ha pedido que te unas a todos nosotros para la cena en su palazzo mañana por la noche. Ella está muy preocupada y quiere compensar la manera en la que te asustó. —Jared, no quiero cenar con la contessa. —¿Por qué no? —Varias razones. No quiero volver a su palazzo... jamás. No puedo imaginarme disfrutar de una cena con ella. A mí en realidad me desagrada la mujer. Él suspiró profundamente, estirando sus manos delante de él. —Jordan, entiendo. Pero hay muchas personas con quiénes me cruzo que encuentro que es desagradable que no te des cuenta de lo estás haciéndome cuando actúas así. La contessa es dinero en grande. Ella influencia a bastante gente que tiene dinero en grande. —Ella no es la única mujer en el mundo con dinero. —Venecia es mi especialidad... mi amor, —Jared dijo. Él miró su reloj otra vez y se levantó. —No tengo tiempo para el café. Jordan, se una gran chica para mí, ¿ eh? estas jodiéndome regiamente aquí. Necesito que vengas a la cena. Él besó a Cindy en la cabeza otra vez, asumiendo que tenía una afirmativa de Jordan para la cena. —¿Qué planeas hacer para hoy? —Él le preguntó a Cindy.
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—Una siesta. Jared se encogió de hombros, una mirada muy engreída, machista en sus ojos. —Bien, —él susurró suavemente. —Estaré de regreso para la cena. —Te amo —Cindy murmuró mientras él comenzaba a alejarse. Pero él hizo una pausa, mirando de nuevo a Jordan—.¿Y tú? ¿Qué vas a hacer? Ella se encogió de hombros. —Tal vez pueda propagar algunos rumores más ofensivos sobre la contessa. —¿Jordan? —Voy a devolver mi disfraz. Tal vez vaya de compras por el puente Rialto. Se levantó, dándole una saludo a Cindy. —Estaré en mi cuarto por algunos minutos, si necesitaras cualquier cosa, Cindy. Mientras ella caminando cerca, Jared tomó su brazo. —¿Jordan? —¡Deja libre a tu mujer! —Ella le dijo coléricamente y se liberó de un tirón de su agarre. Ella tuvo la certeza de que él quiso seguirla; Ella estaba incluso segura de que él quería jalarla y golpearla. Pero Cindy lo llamó, y él se volvió hacia ella. Jordan tomó ventaja y subió las escaleras corriendo. No se quedó en su cuarto tanto como había pretendido. Estaba realmente preocupada por Cindy, pero con tal de que ella tuviera la intención de tomar un largo baño y dormir, eso era probablemente lo mejor para ella. Jordan recogió su último traje para regresarlo, entonces, en un antojo, se llevó el libro de vampiros del policía, y regresó de nuevo escalera abajo. Ni Cindy ni Jared estaban en el vestíbulo. Otra vez, le pidió al encargado que llamara a Tiff y a Roberto Capo para ella. El contestador automático de Tiff se encendió, y Roberto Capo había faltado para reportarse al deber. Ella dejó el Danieli y se dirigió directamente hacia la tienda Arte Della Anna Maria. Después de los saludos usuales, todos besando las mejillas de todos, ella se demoró, admirando los últimos títeres de Lynn, y preguntando si todos se habían recobrado del paso frenético de los días de pre fiesta. —¡Sí! Todo va bien —Anna Maria le dijo. —¡Tenemos tiempo para el café¿, ¡un bocadillo! —Raphael dijo con placer. Anna Maria frunció el ceño. —¿Todos nosotros? —Está tranquilo, sin muchas personas... —Raphael dijo esperanzadamente—.Gina está arriba; Ella puede cuidar la tienda. —Él deslizó un brazo alrededor de Anna Maria—.Llevaremos a Jordan a la trattoria abajo en la esquina; Solo un descanso rápido. ¡Han gastado mucho dinero aquí, alquilando tantos trajes! —¡Ve a llamar a Gina! —Lynn le dijo a Raphael—. Estaremos afuera esperando. —Tú sólo quieres encender un cigarrillo. Acabas de fumar. —Lynn, deberías esperar, y alcanzarnos —dijo Anna Maria. Ella señaló a la ventana—.Esa señora está pensando en comprar tu último arlequín. Habla con ella, hay realmente una etiqueta de precio en la marioneta, ¿eh? Mientras eso ocurría, Lynn terminó de hablar con la mujer interesada en su arte, Anna Maria subió al segundo piso para hablar con Gina, y Jordan y Raphael comenzaron a caminar hacia la trattoria. —¿Cómo estás? —Él le preguntó. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Ella lo miró. Él parecía genuinamente preocupado. —No estoy segura —ella le dijo—. Conoces a tu amigo, el policía, Roberto Capo. —Por supuesto. —Bueno pues, salí al encuentro de él en un bar. Creo que él piensa que algo está ocurriendo también, pero aunque no comprendo la estructura de los policías venecianos, creo que Alfredo Manetti es su superior, y Manetti está convencido de que estoy loca. —¿Te encontraste con Roberto? —No, salí al encuentro con él, estaba casi donde se suponía que nos encontraríamos, entonces me dijo que corriera. —¿Él te dijo que corrieras? —Raphael estaba tratando de asegurarse de que estaba comprendiendo su inglés. —Podía ver el lugar donde debíamos encontrarnos, y lo vi... estoy segura de que era él... y repentinamente me dijo que me fuera, que corriera. —Tal vez él se había tropezado accidentalmente con un robo o algo por el estilo. No somos como Roma, donde los carteristas están en todo lugar, pero... —No sé. Llamé a la comisaría de policía un par de veces, pero él no está dentro. —Eso es extraño. Le llamaré otra vez desde la trattoria. Pasaron a través de la fila en la trattoria. A Jordan le gustaba mucho el lugar; Podía ver toda la comida sin la posibilidad de terminar con seppia, o calamar. Cuando estuvieron sentados, le mostró a Raphael el libro que había llevado con ella. Sorbió café, observándolo. —Sé que toda Venecia está convencida de que estoy sobre reaccionando a todo porque estaba comprometida con un policía que murió. Pero este libro... bueno, enfatiza bastante que hay sectas, y personas enfermas, y que las cosas malas ocurren. Antes de que Raphael pudiera contestar, Anna Maria se unió a ellos, un plato de fiambres y pasta en su bandeja. —¡Ah, al fin! —Ella dijo sentándose, entonces recorrió con la mirada el libro—.¿Qué es esto? —Un Libro sobre asesinos que son vampiros —dijo Raphael. —¡Raphael! —Jordan protestó—.Se trata de casos criminales en los cuales las personas pensaban que eran vampiros, o monstruos de cierto tipo. —No deberías leerlo —Anna Maria dijo, haciendo girar su pasta—.Sufriste bastante con tu prometido. —Sé que Jared usó mi pasado como una explicación por mi comportamiento, pero le juro, estoy completamente cuerda —dijo Jordan—. ¿Lo estaba? ¿No se había pasado la mañana comprando ajo y recolectando agua bendita? Raphael hojeó el libro. —Sabes, no me asombraría si la contessa fuera algún monstruo horrido. —Sólo porque no nos gusten las personas eso no las hacen monstruos —dijo Anna Maria. —Pero una cabeza decapitada se encontró en un canal —dijo Jordan. —Y han habido otras cosas —dijo Raphael—. Por supuesto, en otros lugares, no eran tan grandes. Pero aquí, en Italia, para profanar una Iglesia Católica... —¿Qué iglesia católica? —Jordan demandó.
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—¡Ya no era una Iglesia Católica! —dijo Anna Maria—. El edificio había sido desacralizado por el peligro en la estructura. —Todavía, parecía una iglesia, había sido una iglesia, y estaba todavía poseído por la Iglesia — Raphael dijo. —¿Que le sucedió a eso? —Toda clase de graffitis extraño, eso es todo —dijo Anna Maria. —Antiguos graffitis extraños —dijo Raphael—. Babilónicos... persa, algo así. Los eruditos nunca realmente juntaron todo eso, o entendieron lo que estaba escrito. Muchos estaban en jeroglíficos. —¿Egipcios? —Jordan murmuró. Raphael se encogió de hombros. —¡Roma conquistó Egipto! —En todo el mundo, hay graffitis —dijo Anna Maria. —¡Ciao! —Lynn gritó, uniéndoseles al fin con su bandeja—.¡Vendí mi marioneta! El almuerzo va por cuenta mía, ¡Oh, pero todos ustedes ya han pagado, por supuesto! —Puedes ir a comprarnos a todos algo de champaña —propuso Rafael. —No para mí... Nada más de alcohol —Jordan protestó. —Y no para Raphael. ¡Él estará enviando los trajes limpios de regreso a los limpiadores, y adjuntando los sombreros equivocados a los trajes equivocados! —dijo Anna Maria. Pero Raphael no estaba prestando atención. Él se inclinó hacia adelante. —El periódico de hoy lleva una entrevista con algunos jóvenes estudiantes de un autobús de un área violenta en la anterior Yugoslavia. Pasaron un tiempo maravilloso, pero una de sus amigas no llego al autobús para ir a casa. Parecían pensar que ella se enamoró de Venecia y tiene la intención de quedarse. —Si hubiera venido de una zona de guerra, querría quedarme —dijo Lynn. —Ella probablemente se unió a alguien —Anna Maria comentó—. Pobre chica. Tal vez ella encontrará su sueño. Raphael se puso de pie de repente. —Llamaré a Roberto. Se levantó de la mesa. Anna Maria negó con la cabeza. —¿Supones, Jordan, que el contessa es una mujer malvada? No tenemos pruebas. Dejaste su palazzo y fuiste a la policía. La policía fue a su palazzo. No encontraron nada. Ha habido graffiti en Venecia. Los turistas entran, y no quieren irse. ¿Cómo puedes probar nada allí? —No puedo —dijo Jordan—.Pero creo que de alguna forma la cabeza cortada en el canal fue arrojada en el agua por la contessa. Raphael se deslizó de regreso a su silla. Miró Jordan. —Roberto se reportó enfermo hoy. Intenté en su casa y conseguí su contestador automático. —Él le pasó una hoja de papel a través de la mesa—. Aquí está el número de su casa, si deseas intentar más tarde. —Gracias. Muchas gracias. —Se metió el papel en el bolsillo de sus pantalones vaqueros—.¡Y! —Ella dijo repentinamente—, Tiff Henley está perdida. —Bueno, me temo que eso no prueba nada —dijo Anna Maria—. Tiff ha sido conocida por jurar que ella estará en una función, y volará a Zurich el mismo día. Me temo que Tiff no es en absoluto responsable. —El otro policía que conocí, Alfredo Manetti, ha dicho que investigaría la desaparición de Tiff, —dijo Jordan. —Eso es bueno —Anna Maria le dijo—.Eso te hará sentir mejor, ¿ sí? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Raphael todavía estaba hojeando el libro. —Me pregunto cuántas desapariciones ocurren sin que nadie lo sepa cada año. En Venecia, el gobierno por mucho tiempo ha estado preocupado por los autobuses que vienen. Las personas duermen en ellos... no han tenido lo suficiente para comer. Cuando se van, es difícil tener una cuenta real de personas. Y algunos que llegan... son de áreas muy pobres. No tienen parientes, o sus parientes luchan por sobrevivir, y sin dinero para gastar buscando a esos que pueden estar perdidos. Deben pensar que los miembros de su familia han encontrado a venecianos ricos, viajan con mochila con otros estudiantes. Tal vez han encontrado un americano, o un rico japonés o hombre de negocios alemán. —¡Raphael! —Anna Maria dijo con un suspiro. Él la contempló. —¿Recuerdas cuando Carlotta pasó por su traje? Ella nos dijo que estaba muy extraña alrededor de la iglesia que había sido tan vandalizada. Ella oyó ruidos, y vio sombras por la noche. —¡Sombras, en Venecia, por la noche, imagínate eso! —Lynn bromeó. Raphael frunció la cara en su dirección. Él negó con la cabeza, clavando los ojos en Jordan. — Trabajo con mis dedos hasta el hueso. ¡Ella vende una marioneta y hace una fortuna! Jordan decidió no decirles que ella vio sombras y oyó ruidos. —Creo que estás siendo demasiado... —Él hizo una pausa, buscando la palabra que él quería en inglés para el beneficio de Jordan—. ¡Escéptica! ¡Eso es todo, escéptica! Jordan está en lo correcto... Hay malas personas allí afuera. Y mira cuántas personas han visto los fantasmas. O creen en espíritus. Y como el Padre Vesco una vez dijo a las masas, si creemos en el poder de Dios, o una fuerza del bien, hay también una fuerza de maldad. Para los chinos, yin y yang. ¿Quién es para decir que alguien no se ha creído un monstruo, y entonces se ha ocupado de hacer el mal a las personas que no son echadas de menos? —Raphael, vas a alterar a Jordan —Anna Maria protestó otra vez con un suspiro. —No estoy alterándola en absoluto —dijo Jordan—. Me alegro de que Raphael sepa por qué estoy tan preocupada... especialmente por Tiff. Lynn miró a Anna Maria. —Es mejor que admitamos las cosas que pasan. Entonces Jordan no se sentirá como una tonta. —Tal vez estás... ¿poniendo huevo en mi cara? —dijo Anna Maria. —No, no... Cubriéndote de huevo, creo —Lynn dijo. Anna Maria asintió con la cabeza. —No me gusta la contessa. —Ella vaciló y dio un pequeño estremecimiento—. Es ridículo, pero creo... —¿Sí? —Jordan continuó. —Si la maldad está en las personas, entonces la maldad está en la contessa. Sin importar qué dinero dé, sin importar que ella sea una benefactora de las artes. Mientras Jordan escuchaba a Anna Maria, asombrada por su confesión, se enderezó. De donde ella estaba en la mesa en la trattoria, podía ver claramente afuera de la puerta de cristal justo detrás del mostrador con la caja registradora. Tuvo la seguridad de que vio a Ragnor. No muchos hombres eran tan altos, y aunque había muchos turistas y venecianos de cabello claro, pocos eran tan rubios como él. Ella se levantó, besando a Anna Maria en la mejilla. —¡Tiene grandes instintos!— Ella le dijo. — La contessa es malvada, estoy convencida, y me alegro de que los otros lo sientan. Creo que aun
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Cindy lo sabe, sólo pretende que no es cierto por Jared. Disculpen, por favor, todos ustedes. Creso que acabo de ver a un amigo. Raphael comenzó a protestar, pero ella estaba ya afuera de la trattoria. Salió rápidamente hacia la calle. Era definitivamente Ragnor. Estaba en el calle, cerca de una cuadra delante de ella. Comenzó a seguirlo, entonces se paró en seco sobre sus huellas. Una mujer se había unido a él. Una mujer llevando puesta una capa tradicional, larga de Carnevale de Veneciana. Llevaba un sombrero grande que obscurecía sus facciones, pero ninguna máscara. Definitivamente era la contessa. Ella atrapó a Ragnor por el brazo. Él se volteó a ella. Ella dijo algo seriamente. Él agachó su cabeza para oír. Mientras Jordan observaba, él deslizó un brazo alrededor de la contessa, conduciéndola hacia el siguiente callejón estrecho. Por un momento Jordan estuvo parado muy quieta, sintiendo la brisa contra sus mejillas. Entonces ella lo siguió. Alcanzó el callejón, pero no los vio. Pasó en medio del callejón, topándose con el canal que se extendía a lo largo de la rivera en el otro lado. No había señal de Ragnor o la contessa, pero mientras estaba allí, fue sobresaltada por oír música lenta, y ver que la mayoría de la gente cerca de ella había hecho una pausa, y ahora permanecían inmóviles junto al canal. Una góndola estaba pasando. Adicionalmente mientras era negra, estaba cubierta de negro. Había ramilletes de flores esparcidas sobre la sección delantera. Centrado en la góndola estaba un ataúd. Grande, negro, ribeteado en oro. Colgaduras y flores estaban sobre el ataúd también. Una mujer alta, vestida toda de negro, con un velo negro, estaba parada detrás de la góndola, como vigilando el ataúd. Detrás de la góndola la seguían otras, todas cubiertas de negro. Jordan se dio cuenta de que estaba observando un cortejo fúnebre veneciano. Junto a ella, una mujer habló en inglés, haciendo la señal de la cruz. —¡Pobre Salvatore! ¡Un fin tan horrible! —Es tan triste. Él era de lo mejor. Un joven tan apuesto, encantador y amable —contestó su compañero, un hombre alto con acento alemán. —Dijeron que fue un accidente. Él no se agachó en un puente —dijo la mujer. El hombre hizo un ruido gutural de duda —¡él fue gondolero durante años! Conocía cada puente en Venecia. Encontró una cabeza en el agua y se le dio a la policía... y entonces él muere. Jordan clavó los ojos en la pareja junto a ella asombrada. —Discúlpenme, lo siento por interrumpir, pero... ¿es ese un entierro para... Salvatore D'Onofrio? —Sí, terrible, ¿verdad? —dijo la mujer—.Fui a tantos paseos maravillosos alrededor de la ciudad con él. —Él le ha mostrado Venecia a muchos, muchos extranjeros —dijo el hombre.
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—Y él... él encontró la cabeza en el canal. — Sí, y se la llevó a la policía. —Entonces, al día siguiente... él es muerto por un severo golpe en la cabeza... y es encontrado en el mismo canal. El cuerpo debe de haber viajado. —La mujer tragó, negando con la cabeza—.Lo siento, pero... bueno, el cuerpo viajó. Quedó atrapado en el motor de algún barco... y temo que los tiburones del Adriático tomaron el camino con el también. —Él estaba ya muerto cuando eso ocurrió —dijo el hombre alemán, consolándolas a ambas. —Gracias, gracias por la información —dijo Jordan. Se sintió fría, fría bajo el calor brillante del sol. Tanto como ella viviera, nunca olvidaría la visión de la góndola funeraria, cubierta de negro, las flores, la mujer con su velo en la parte de atrás... Salvatore. Era Salvatore, quien había estado tan preocupado por ella. Quien había encontrado una cabeza humana decapitada en el agua... Amable, maravilloso, tierno, apuesto, su vida ante él. Salvatore D'Onofrio, un hombre que había sabido que había peligro en las sombras, un hombre que le había advertido a ella, la había llevado lejos, estaba muerto. Mientras ella estaba allí, la góndola pasó debajo del pasaje abovedado de un puente peatonal. En el puente, viendo como la góndola funeraria era empujada con una pértiga, estaba un hombre. Él llevaba puesto el disfraz del dottore. Entonces, mientras la góndola pasaba, él miró directamente hacia Jordan, se quedó con la mirada fija por varios minutos, alzó una mano, y desapareció a través del puente.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1155 Jordan no notó la nota al principio. Cuando regresó al hotel y abrió su puerta estaba atenta sólo a asegurarse de que nada hubiera cambiado. Sus ristras de dientes de ajo todavía se alineaban en las ventanas. De hecho, el cuarto apestaba a ellos. Sus frascos de agua bendita permanecían dónde los había colocado, justo en el escritorio. Ella manoseó la gran cruz de plata alrededor de su cuello. Permanecía en el lugar. Fue junto a su computadora, comprobando su Correo Electrónico. Estaba encantada de ver que había recibido otra nota del policía en Nueva Orleans. —Por favor venga y veámonos en la casa, cada vez que usted pueda. Él dejó una dirección. Le hizo una llamada, pero otra vez, un contestador automático contestó. Dejó un mensaje. —Muchas gracias, me gustaría llegar a verlo. Ella intentó con el número de Roberto Capo que Raphael le había dado. Otra vez, ella fue frustrada cuando un contestador automático contestó. Le dejó un mensaje. —Roberto, soy Jordan Riley. Por favor llámeme. Estoy preocupada por usted. También... El gondolero que murió recientemente por un terrible accidente era el hombre que encontró la cabeza decapitada en el canal. Lo conocí. Él me advirtió sobre el peligro. —Ella vaciló—. Algo está pasando algo aquí, y usted parece creerme. Por favor, llámeme. —Ella dejó el nombre de su hotel, aunque él supiera donde era que se estaba quedando, y su número de habitación también. Estaba a punto de llamar a Tiff cuando vio el sobre que había sido empujado debajo de su puerta. Lo recogió y encontró un mensaje escrito a mano en un sobre del hotel. La telefonista había escrito lo que había escuchado. La Señorita Henley llamó por teléfono. Por favor encuéntrese con ella esta tarde, si puede. Había una dirección al pie del papel. No significaba nada para Jordan. Otra vez, hizo una revisión rápida de su cuarto, asegurándose de que estaba protegida correctamente. ¿No queriendo que la camarera nocturna entrara y moviera cualquier cosa... o abriera una ventana... tuvo el cuidado de salir sin perturbar el aviso en la puerta. Manoseando su cruz, y poniendo uno de los frascos de agua bendita en su bolso, se apresuró a bajar las escaleras. En el mostrador del conserje, pidió indicaciones. —Esto está junto al lugar al que fue usted la otra noche —él le dijo—.No tendrá problemas. ¿En su mapa? —Lo siento. Perdí el mapa que me dio la otra noche. —Tenemos otro. ¿Desea caminar? Pronto obscurecería, pero todavía quedaba luz diurna. Jordan decidió caminar, y firmemente regresar sobre sus pasos. Quería saber exactamente a dónde es que iba, cómo regresar, y también cómo volver a ir, en caso que lo necesitara. —Sí, caminaré. El conserje dibujó la mejor ruta para ella y señaló que si estuviera cansada cuando fuera la hora de regresar, había una parada del vaporetto cerca. Ella le agradeció y dejó el hotel.
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A lo largo del camino, se dio cuenta de que había dejado al libro de vampiros del policía con Raphael en la mesa. Pensó en desviarse para la tienda para recuperarlo, entonces decidió que podría hacerlo al día siguiente. Quería encontrar a Tiff. El sol se estaba poniendo mientras caminaba, y el viento estaba levantándose, pero estaba todavía segura de que podría alcanzar su objetivo antes del anochecer. Ella manoseó su cruz, diciendo una pequeña oración para Sal D'Onofrio. —¡Qué buen hombre! —Ella susurró en voz alta. El paseo fue agradable. Las calles estaban llenas de personas, algunos aun disfrazados. En diversas esquinas, vio artistas y actores, incluyendo a un hombre que hacía caracterizaciones de turistas en sus trajes, una mujer que se movía como un robot, toda vestida de plata y una bailarina, en un pedestal, como si fuera la figurilla en una caja de música. En una esquina, un violinista tocaba. Jordan se detuvo junto a cada uno de ellos, dejando algunos miles de liras en los sombreros que se habían dispuesto para recolectar donaciones. Mientras se acercaba su destino, las calles se volvían más tranquilas. Entro en una sección principalmente residencial de la ciudad, con sólo algunas tiendas turísticas. Pasó un mercado de frutas y verduras, plaza tras plaza cada una con una hermosa iglesia en su centro, pozos y estatuas, y aun algunas pequeñas áreas de jardín. Se preguntó al cabo de un rato exactamente cuántos puentes había atravesado. Había intentado ser muy cuidadosa y decidida, pero ella había sido atraída por el encanto del entretenimiento por momentos, aun olvidando la pesadez que yacía en su corazón, habiendo descubierto que Sal D'Onofrio estaba muerto. Al fin, llego a un barrio que ella conocía. Vio el pasaje abovedado debajo del cual había visto a Roberto Capo al final y había encontrado la trattoria donde habían hecho arreglos para encontrarse. El anfitrión le dio la bienvenida, hablando inglés automáticamente, como si Jordan usara una señal que dijera, —soy americana, lingüísticamente cuestionable. —Una mesa para uno, ¿signorina? —No ahora mismo, muchas gracias. Debía encontrarme con un amigo aquí la otra noche. Roberto Capo. ¿Le conoce? —Sí, sí. Un buen cliente. Un amigo para mí, también. —¿ Le ha visto usted hoy? —No, me temo que no. La otra noche... él estaba esperando a alguien, sí. Él tuvo unos... estornudos. Un resfriado, como ustedes dicen. —¿Así que él está enfermo? —Oh, creo. Estaba ansioso por verla. Quizá vendrá más tarde. Puede esperar. La casa invita. —Gracias, pero tengo que encontrar a otra amiga. Oh, ¿dónde está esta dirección, por favor? Sé que está cerca. Ella le mostró el mapa. —Vaya de regreso calle abajo. A su derecha. En alguna parte allí; No estoy seguro de esta dirección exacta, pero usted estará lo suficientemente cerca para encontrarla. —Gracias; Grazie mille. Afuera, ella se percató de que en el breve tiempo que había estado en la trattoria, el sol casi se había puesto. Había sombras delineando las calles otra vez. Se habló a sí misma en voz alta para conservar su coraje.
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—Si no encuentro a Tiff de inmediato, volveré a la trattoria, y luego directamente hacia la parada del vaporetto. Siguió las indicaciones del anfitrión y se encontró en un campo grande rodeado de pequeñas callejuelas estrechas, o calles, que iban en varias direcciones diferentes. Buscó la dirección en el mapa, y parecía que estaba en el lugar correcto, pero no vio nada excepto edificios que eran viejos y bellos, pero seguramente no eran tiendas, restaurantes, o alguna otra clase de lugar público. ¿Dónde diablos estaba Tiff? Vio a través del campo y vio la vieja iglesia que la había intrigado antes. Estaba cubierta con tablas, en grana necesidad de restauración. Pasándola, ella vio que las tablas que cubrían muchas de las ventanas rotas habían caído. Los escalones de piedra llevaban hacia puertas bellamente esculpidas. Clavó los ojos en la iglesia, tentada, entonces recordó lo ansiosa que estaba de encontrarse con Tiff. Decidió caminar calle abajo por un camino, y ver si podía encontrar a un residente o tendero que le pudiera decir a exactamente donde debería estar. Mientras daba la vuelta en una de las calles, vaciló, mirando atrás, recordando cómo Raphael había dicho que una vieja iglesia abandonada había sido destrozada. No había graffiti en las paredes, o en las tablas que cubrían las ventanas rotas, pero era una iglesia abandonada, estaba segura. Sal D'Onofrio se lo había dicho así. Estaba definitivamente abandonada. Miró alrededor del campo, repentinamente asustada de oír ruidos. Los susurros desde las sombras; El revoloteo de alas; Los siseos que parecían sonar justo junto a sus oídos, como palabras que ella realmente no podía comprender. La tarde estaba callada. Las sombras estaban quietas. Empezó a caminar calle abajo. Los sonidos de sus pisadas parecieron chasquear y hacer eco en la oscuridad. Volvió una esquina y se encontró con una anciana barriendo sus escalones. —Mi scusi, per piacere... —¿Cuál era el momento correcto para que sepas cuando pedirle ayuda a un desconocido para encontrar un lugar? —¿Sai dov'e questo numero? La mujer entendió que ella necesitaba ayuda. Ella alisó su pelo encanecido y estudió el mapa debajo de la luz de su puerta principal. —Sí. La chiesa. —¿La chiesa? —Jordan dijo. Chiesa. Iglesia—. ¿Evero? La mujer suspiró impacientemente. Caminó hacia adelante, indicándole el camino a Jordan, justo rodeando la siguiente esquina. —La chiesa. —La chiesa —Jordan repitió y le agradeció. Jordan caminó lentamente de regreso al campo y clavó los ojos en la iglesia. Se dio cuenta de que había luz llegando desde el interior. También, aunque hubiera pensado que estaban cerradas más temprano, una de las puertas talladas estaba ahora ligeramente entreabierta. —¡Tiff, si ésta es una especie de broma, voy a estrangularte yo misma! Jordan masculló. Tentativamente, se acercó a la iglesia. No a favor de recibir alguna broma jugada en ella, abrió la puerta completamente.
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Comenzó a balancearse atrás. Apretó los dientes y miró alrededor del campo. Había un viejo limpiabarros de metal junto a la pequeña fuente que estaba delante de la ruta circular inmediatamente antes de los escalones hacia la iglesia. La fuente solamente goteaba un rastro de agua escapando de la boca de un pez gordo. Maldijo a Tiff otra vez mientras llegaba hasta el limpiabarros, un pedazo de metal hecho de dos peces encarándose uno al otro. —La maldita cosa está probablemente arraigada en la calle —ella masculló, usando tal fuerza en su intento de recogerla que casi se tambaleó atrás con el pesado peso. —Bueno pues, estoy equivocada. —Apretó los dientes mientras se esforzaba en llevar el pesado objeto arriba de las escaleras, dónde ella abrió la puerta más ancho, y la sostuvo abierta con el limpiabarros de metal. Hecho eso, se asomó. —¿Tiff? Había velas ardiendo en la iglesia, la mayoría de ellas parecían resplandecer desde un altar delante de los bancos del coro, una distancia que parecía lejos de la puerta. —¡Tiff, maldita seas! Entró en la iglesia y empezó a caminar a lo largo del pasillo central. Tuvo la intención de moverse rápidamente. Sus pasos fueron lentos. Vio las capillas a cada lado de la nave de la iglesia, guaridas sigilosas de la sombra. Había altares en todas ellas y trabajo de arte suspendido por encima de los altares. Enroscó los dedos cerca de la cruz que le rodeaba el cuello. —¿Tiff? El miedo estaba estableciéndose. Recorrió con la mirada las capillas laterales para asegurarse de que las sombras no se movieran. Se imaginó que oyó un revoloteo de alas. Era el sonido de su aliento. ¡Largo de aquí, idiota! Entonces se dio cuenta de que las velas en el altar estaban colocadas alrededor de algo en un patrón rectangular. Un patrón bastante rectangular. Un cuerpo. Por un momento permaneció mortalmente quieta; Hasta su corazón pareció dejar de palpitar. —¿Tiff? Ella comenzó a andar otra vez, forzando sus pasos adelante más rápido. Sí, era Tiff. Estaba extendida en el altar en una larga prenda blanca, algo como la inocente ingènue en una película de terror esperando la amenaza del villano. —¡Tiff, maldita seas, esto no es gracioso! Levántate. Algo pasó rápidamente detrás de su cabeza. Entonces, el techo por encima de ella pareció ir a la vida con el revoloteo de alas. —¡Murciélagos! —Ella contempló el techo. Sí, murciélagos.
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—¡Bombardéeme en picada otra vez, y regresaré con un encendedor y una lata de gasolina, y los dejaré arrestarme por incendiar la mitad de Venecia! —Ella amenazó, alzando una mano hacia el techo. —¡Maldita seas, Tiff...! Se acercó el altar, temblando, estaba tan asustada y enojada, pero no a favor de irse sin Tiffany Henley, y no sin decirle exactamente lo que pensaba acerca de estos crueles disparates. —¡Tiff, levántate! Maldijo, rozando su manga en una vela mientras se estiraba para sacudir a Tiff. Definitivamente era Tiff. Vestida de blanco... Como un sudario blanco, serpenteando hasta arriba a su cuello. ¡De un momento a otro, Tiff abriría amplios ojos y diría, —¡Buu! Le diría a Jordan que sólo no podía evitarlo, tenía el dinero para jugar una broma tan elaborada, y sólo quería que Jordan pudiera reírse de lo qué había ocurrido en el palazzo de la contessa. Pero Tiff no se movió cuando Jordan la sacudió. Su brazo era piedra fría. Jordan clavó los ojos en su cara. Sus ojos estaban cerrados. Su color era ceniciento. Más que ceniciento. Se veía como si su carne hubiera sido blanqueada. —¿Tiff...? Sacudió a la mujer otra vez. Tiff no estaba sólo fría; Estaba helada. Jordan tragó, perdiendo el aliento. —¿Tiff? —Ella susurró otra vez, esta vez su voz una súplica. Pero supo la verdad. Tiff estaba muerta. Alzó a su recién encontrada amiga por los hombros. Entonces jadeó horrorizada, dejando caer el cuerpo y dando un paso atrás. La cabeza de Tiff se había quedado en el altar. Había sido separada de su cuerpo. Sólo el sudario blanco había escondido la decapitación. Encontró su aliento y dejó escapar un grito espeluznante. Por un instante, estaba atravesada por el horror; Un segundo más tarde, el sentido humano de la auto conservación chocó violentamente contra ella como un relámpago. Empezó a huir, aun echando a correr hacia la entrada abierta antes de que viera que estaba bloqueada. Un hombre estaba allí. Con pantalones negros y una negra chaqueta de cuero. La cabeza brillando dorada a la luz de la vela. Ragnor Wulfsson. —¡Oh, tú bastardo! —ella gritó, deteniéndose, buscando locamente alrededor por un arma, por algo que arrojar. Un polvoriento himnario yacía sobre el suelo; ¡Ella lo recogió, arrojándolo—. ¡Jordan, no! —Él la llamó, pero ella estaba en un frenesí, muy lejos de escuchar, muy lejos de oírle o comprender.
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Corrió rápidamente hacia atrás por una vela, alcanzándola con tal abandono que ella esparció la mitad de las velas, y desestabilizo el cuerpo. Fue débilmente consciente por el terrible sonido mientras la cabeza golpeaba el piso. Ella arrojó una vela, y luego otra. —¡Jordan! —gritó otra vez, caminando a grandes pasos por el pasillo—. ¡Jordan, maldita sea, ten cuidado, ven a mí, corre hacia mí! Pero ella estaba retrocediendo. Ella tenía que pasar a un lado de él. —¡Jordan! —gritó su nombre otra vez. Y bueno, eso fue todo lo que recordó. Sintió el increíble pinchazo de un agudo ruido sordo contra la parte de atrás de su cabeza. Las sombras definitivamente se movieron. Se dispararon a través de sus ojos. Formaron una pared sólida de negrura. Y ella aterrizó en el mármol cargado de polvo de la iglesia abandonada.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1166 —Jordan, Jordan... Al principio, se dio sólo débilmente cuenta de su nombre siendo dicho. Entonces sintió el retumbar en su cabeza. El sonido de su nombre penetró a través de las capas de oscuridad y abrió los ojos. Noche. Ella oyó un chorrito de agua. Desvió su cabeza ligeramente; Los cohetes explotaron. Se despejaron; Miró alrededor y enfocó la atención en la cara mirando con atención abajo en la de ella. Raphael. —Allí estás. No tengo un teléfono celular. Quédate quieta; Conseguiré ayuda. Ella alargó una mano, agarrando su brazo. Rápidamente ganó conciencia y memoria. —No, no me dejes. Mira en la iglesia. Él clavó los ojos en ella, pensando que estaba todavía bajo del influjo del golpe en su cabeza. —Jordan, éste no era un buen lugar para encontrarse. No sé lo qué querías, ¿pero? —La iglesia, mira en la iglesia —ella dijo desesperadamente. Se dio cuenta exactamente de dónde estaba... justo a unos metros de distancia de la iglesia. Ella yacía, medio fuera, medio encima de la tonta pequeña fuente. Tocó su cara; Sus mejillas estaban húmedas. Raphael debió haber usado el agua de la fuente para revivirla. Él se paro. —¿Necesitas ir al hospital? —¡No! —dijo firmemente. ¿Ella estaba loca? Probablemente necesitaba ir al hospital. Su cráneo podría estar fracturado, por todo lo que sabía. ¿Qué sucedió? había llegado allí, había entrado en la iglesia, había visto el cuerpo... Y entonces a Ragnor. Y entonces... —¡Un momento! —gritó repentinamente. No sabía cómo había salido de la iglesia, pero Raphael no debería entrar. Había algo muy malo adentro. —¿Qué? —Tiff, Tiff... Está muerta. En el altar. Alguien le cortó la cabeza. Él clavó los ojos en ella, entonces dobló hacia la iglesia. —¡No, no entres! Puedes estar en peligro, ¿Raphael? Pero él la ignoró. Ya iba con rumbo a la iglesia. La puerta todavía estaba abierta. El limpiabarros estaba de nuevo, junto a la fuente, justo donde había estado. De hecho, por la manera en la que estaba acostada, podría parecer que se había tropezado con eso, había caído, y se había golpeado la cabeza. Raphael ya iba subiendo las escaleras. Se levantó con dificultad, mareada sólo por un momento. Su cabeza estaba despejándose. Comprobó su cráneo. Parecía bien. Sus dedos estaban todavía en su cuero cabelludo mientras se apresuraba hacia adelante tras Raphael.
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Él estaba apenas dentro de la iglesia. Él no se había ido lejos... había tan poca luz. Ninguna vela ardía ahora. A lo largo de la extensión del pasillo, sólo podían distinguir el altar. Parecía estar vacío. Cada instinto en Jordan le gritó que no debería entrar en la iglesia otra vez, pero no podría creer en lo que veía; El asombro la hizo viajar a lo largo del pasillo rápidamente, determinada a ver el altar, y alrededor de él. —¡Oye, Jordan, allora! —Raphael gritó—.¡Alto! Este edificio ha estado cerrado hasta que las reparaciones puedan ser hechas. ¡Podría ser peligroso aquí dentro! Ella lo ignoró, procediendo hacia el altar. No había señal de Tiff. Ni una mota de sangre. —¡Ella estaba aquí! —dijo Jordan. —¿Quién? —Raphael demandó. —¡Tiff! Te digo, ella estaba aquí, y su cabeza había sido cortada. —¡Oye, Jordan, allora! —Raphael gritó—.¡Alto! Este edificio ha estado cerrado hasta que las reparaciones puedan ser hechas. ¡Podría ser peligroso aquí dentro! Ella lo ignoró, procediendo hacia el altar. No había señal de Tiff. Ni una mota de sangre. —¡Ella estaba aquí! —dijo Jordan. —¿Quién? —Raphael demandó. —¡Tiff! Te digo, ella estaba aquí, y su cabeza había sido cortada. Raphael fue caminando por el pasillo. Sacó sus llaves, despidiendo la mini luz adjunta las llaves alrededor del área. —Jordan —él dijo muy suavemente—. No hay nada aquí. —¡Lo hubo! —Ella insistió. —Jordan, Anna Maria estaba en lo correcto. Deberías no meterte cosas en la cabeza... —¡Maldita sea! —Jordan se enfureció—.Te digo, vine aquí, y vi su cuerpo en el altar. Pensé que Tiff estaba haciéndome una broma... ella me había dejado un mensaje para encontrarla aquí. Y allí estaba, en el altar. Así que me acerqué a él, gritándole, diciéndole que dejara de hacer el tonto... Entonces yo... la toqué, intenté sacudirla por los hombros. Su cuerpo subió; Su cabeza... su cabeza se quedó abajo. No estaba pegada. ¡Entonces vi a Ragnor en la puerta, y bueno... alguien me pegó! Raphael estaba mirándola, intentando no parecer escéptico. —Crees que tuviste tanto miedo por Tiff que te apresuraste aquí, tropezaste, te golpeaste la cabeza... ¿y te imaginaste el resto? —¡No! ¡No tomé ningún viaje a Oz! Raphael clavó los ojos en ella inexpresivamente. —Te estoy diciendo que no me imaginé nada. Raphael emitió su mini luz alrededor de los rincones de la iglesia. No había nada que ver en ninguna parte.
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Ni siquiera una rata corriendo a toda prisa a través del piso. —Viste a Ragnor. —Sí. —¿Enfrente de ti? —En la puerta. —¿Y él se acercó a ti y te pegó en la cabeza? —¡Yo... no! —murmuró ella, confundiéndose por un momento Había visto a Ragnor, sí. Él le había estado gritando, ¿verdad? Diciéndole que fuera hacia él. Y ella le había lanzado algo... un libro de himnos. —No sé. La iglesia estaba muy oscura, y más profundamente en las sombras aún con la poca mini luz de Raphael alrededor. Él se estremeció. —Salgamos de aquí. —¡Espera, un segundo! —susurró. Regresó caminando hacia el altar, recorriendo los dedos sobre él—. Raphael, ¡Ella estaba aquí! Hay no una partícula de polvo en este altar. Mira este lugar... ¡Si algo no hubiera estado allí, habría polvo! —Traeremos a la policía —dijo Raphael. Tal vez Roberto Capo estaría de regreso en la estación por fin Ya sea que se burlaran de ella o no, tenía que decirles lo que había visto. —Bueno. Pero no dejaremos esta área. Las cosas... cambian por aquí, demasiado rápidamente. Él asintió con la cabeza. —Llamaremos por el teléfono público calle abajo. Pero Jordan, por favor, salgamos de aquí. Empezaron a caminar a lo largo del pasillo... dos seres humanos racionales, caminando en un paso sostenido... ella apresuró la marcha un poco para alcanzarlo. Él se apresuró más; Ella se apresuró otra vez. Estaban corriendo entonces para cuando alcanzaron la puerta y salieron a despedidos a las escaleras. Jordan casi tropezó. Lo hubiera hecho, y habría caído desgarbadamente directamente hacia adelante hacia la fuente si Raphael no hubiera estado allí para atraparla. Él conservó su brazo mientras llegaban abajo de las escaleras y la estudió gravemente. —No salí corriendo y tropecé y terminé golpeada junto a la fuente —ella le dijo firmemente. —Déjame ver tu cabeza —él le dijo, tocando su sien. —¡Allí no! En la parte de atrás de mi cabeza. ¿Cómo podría tropezar hacia adelante y pegarme en la parte de atrás de mi cabeza? —Ella exigió. Él se encogió de hombros. —Llamaremos a la policía. —Asegúrate de conseguir la estación correcta, y pregunta por Roberto Capo. Caminaron hacia el borde del campo donde había una cabina de teléfono público. Raphael llamó a la operadora, entonces frunció el ceño. —¿Cuál es la estación que quieres? —¡Cerca del Danieli! Soy una turista, no conozco la dirección. ¡Tú deberías saberlo! —Soy un ciudadano obediente de la ley. Nunca llamo a la policía. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Roberto es tu amigo! Deberías saberlo. Él juró suavemente en italiano. —Sí, sí, tengo el número. Le recitó algo a la operadora; Ella lo puso en práctica. Él habló por un minuto, entonces cubrió el micrófono. —Capo no vendrá hoy; Tiene fiebre. Ella podía oír a alguien hablando en el teléfono. Raphael respingó. —Alfredo Manetti está retrasado. Jordan lanzó hacia arriba sus manos. Convencerle de cualquier cosa era imposible. Tenía que entregarle su cabeza en una bandeja de plata para que él creyera que algo estaba realmente mal. Raphael comenzó a hablar. Él habló mucho tiempo. Le dirigió a Jordan un número de miradas de reojo, y habló algo más. Colgó el teléfono. —Están por venir —él le dijo. Vamos, ¿Te conseguimos una bebida? —No quiero una bebida; Nada de alcohol. —Puedes tener una concusión, todavía... un enorme chichón, magulladuras sobre el hueso. Nada de alcohol; La razón está de tu parte. Pero un café o té... probablemente tendremos que esperar algunos minutos. Le dije que no, no era exactamente una emergencia. Nadie está corriendo peligro por el momento. Jordan se preguntó si eso sería cierto. Mirando alrededor del campo, tembló. No oyó siseos, susurros o alas. Las sombras se extendían largas a través de la noche, pero no se movían. Aun así, se sintió como si estuvieran siendo observados. Como si ojos malvados los miraran desde la oscuridad. —Café estará bien —ella murmuró. Se regresaron caminando hacia la trattoria. El mismo anfitrión amable se les reunió. Antes de que Jordan lo supiera, Raphael explicó que ella había tenido un accidente. La madre del anfitrión estaba allí, y trajo cubitos de hielo, agua fría y té caliente. Quiso que los pies de Jordan estuvieran en alto. Fue tan amable y considerada que Jordan se sintió culpable. Se le ocurrió preguntarle a Raphael cómo había llegado a estar allí. Él pareció perplejo. —Tú llamaste por teléfono. —¿Llamé por teléfono? —Llamaste a la tienda y me dejaste un mensaje. Ella negó con la cabeza. —Nunca llamé a la tienda. —Bueno pues, alguien lo hizo. No respondí a la llamada. Lynn contestó y puso por escrito el mensaje. Creo que estaba celosa de que me pidieras a mí que viniera, tal vez, y no a ella. —¡Pero no llamé! Un momento más tarde, Alfredo Manetti llegó a la trattoria. Él se pasó a la mesa de rincón donde Jordan y Raphael se sentaron, esperando. Él sacó una silla, se sentó y se recargó en la parte de atrás de ella mientras clavaba los ojos en los dos. —Bueno, ahora, señorita Riley. Dígame qué pasó. Ella se sentó derecha, sacando la bolsa de hielo de la parte de atrás de su cabeza y enfrentándolo directamente. —Recibí una nota de Tiff Henley. ¿Recuerda que le dije que ella estaba perdida? Y usted prometió averiguar sobre ella. Manetti asintió con la cabeza. —Continúe.
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—Su nota dejó una dirección y me pidió que la encontrara. El conserje me dio las indicaciones. Las seguí. Realmente no podía encontrar el lugar, pero una señora en la calle me dijo que tenía que ser la iglesia. Cuando logré llegar, había velas ardiendo. Vi algo en el altar y me acerqué a él... lo que vi fue a Tiff... jugándome una broma cruel, pensé. Pero intenté obligarla a levantarse... y vi que ella había sido decapitada. Manetti sólo estaba clavando los ojos en ella. La estudió fríamente. —¿Pero el cuerpo ha desaparecido? Él dijo. —El cuerpo estaba allí... haga que sus hombres revisen. No hay ni una partícula de polvo en el altar. Y usted sabe, si hace eso que antes sugerí... usar el Luminol... al menos, puede encontrarse con que hay pequeñas salpicaduras de sangre alrededor, no detectables para el ojo desnudo, especialmente en las sombras de tal lugar. —¿Está insultando a la policía italiana señorita Riley? —No, solamente desafío sus técnicas investigadoras personales. Él pareció estar un poco divertido. Pero entonces dijo: —¿ Tiene la certeza de que vio a Tiffany Henley? —Absolutamente. —Extraño. —¿Por qué? —Bueno pues, porque cuando le dije que investigaría su desaparición, lo hice. La Señora Henley dejó a Venecia en un vuelo de Aliaria a París el sábado a las once A.M. Jordan sintió como si una oleada de agua helada la inundara. —Eso es imposible. —Ella misma compró el boleto en el aeropuerto; El dependiente la recuerda. —¡Entonces ella regresó! —Jordan susurró, pero las palabras parecieron falsas para sus oídos. Se inclinó hacia adelante otra vez—. ¿Revisará por favor la iglesia? Él asintió con la cabeza gravemente y clavó los ojos en Raphael. —¿Qué vio usted? —preguntó abruptamente. Raphael tartamudeó. No quería decepcionarla. —Bueno pues, no había cuerpo cuando llegué. —¿Y qué estaba usted haciendo en un edificio abandonado? —le preguntó Manetti. —Jordan llamó por teléfono... —No llamé por teléfono. —Alguien diciendo ser Jordan me llamó y me pidió a mí que la encontrara allí. Manetti asintió con la cabeza otra vez. Parecía compasivo. ¡Tonterías! Jordan pensó. —Entonces... recibió una llamada, llego, y la señorita Riley está inconsciente junto a la fuente. —Sí —Raphael murmuro infelizmente. —Pero parece estar bien ahora, Miss Riley. —Hay un golpe en la parte de atrás de mi cabeza. —Tal vez deberíamos llevarla al hospital. —No..
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—Pero quizá usted se haya hecho la lesión a usted misma, causando ilusiones. —No tengo ilusiones. —Venga. Volveremos a trazar lo que sucedió. Dejaron la trattoria y regresaron caminando para la iglesia. Manetti había traído a otros oficiales con él, y estaban en la iglesia. Grandes luces policíacas ahora iluminaban los rincones oscuros. El lugar no parecía ser siniestro en absoluto. El trabajo artístico desapareció de las capillas laterales, y no había nada sobre el altar principal. —Había otras cosas aquí —murmuró Jordan. —Se fueron ahora, también —dijo Manetti. Jordan lanzó hacia arriba sus manos. —Usted no tiene intención de creer una cosa de lo que digo, o realmente investigar el asunto. —Al contrario —Manetti dijo con un suspiro profundo—. Usted notará que tengo a seis oficiales aquí dentro. Me resolví a ir al aeropuerto cuando me di cuenta de que Mrs. Henley no estaba en su palazzo. Ahora, hemos mirado y hemos mirado... pero como usted ve, no hay nada sino polvo. Jordan caminó a grandes pasos coléricamente hacia el altar. Ella pasó las manos sobre eso — Como usted notará, no hay polvo aquí! —Y la única cosa que mis hombres encontraron fue una bolsa llena de migas de comida, señorita Riley. Alguien probablemente ha dormido en el altar. Con tantos extranjeros pobres en Venecia, este lugar probablemente fue usado como refugio. En ese momento, Jordan se dio cuenta de que no había nada que pudiera decir o hacer que convenciera a este hombre de que realmente había visto a Tiff Henley muerta. Y decapitada. —Casi me casé con un oficial de policía... como usted sabe. Nunca le gastaría bromas a los agentes de la ley, Ella le dijo coléricamente. —Sé que no lo haría. —¿Entonces? —Lo siento. Se golpeó en la cabeza, señorita Riley. He hecho una llamada para su hotel, pero su primo y su mujer parecen estar fuera. Ella necesitaba ayuda. Ayuda mental. Eso es lo que él estaba tratando de decirle. —Aunque el Carnevale es diversión sana para la mayoría de las personas, quizá no ha sido el momento más sabio para que usted lo visite —Manetti propuso suavemente. Ella clavó los ojos en él fijamente, pero su mente corría velozmente. No confío en lo absoluto en mi primo ya, triste pero verdadero. Usted duda de cada palabra mía. Y ahora, el hombre que me ha hecho sentirme segura ha demostrado ser. . . ¿Qué? —Vi a Ragnor Wulfsson después de que vi el cuerpo. Encuéntrelo y tráigalo; Entonces tendrá corroboración de lo que le estoy diciendo. —Bien. Veremos al hombre. Ahora, hay poco que pueda hacer aquí. Creo que debería ir al hospital, porque no podemos dar con sus parientes... —No —ella murmuró—. Estoy bien. No hay problema en mi cabeza. Estoy segura de que me imaginé la caída. —Ella lo miró fríamente—.Volveré a mi hotel, y permaneceré en mi cuarto por algún rato. —Estaba segura de lo que había visto, y qué había ocurrido. Y que estaba corriendo Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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peligro personalmente aquí—.Por favor no se moleste demasiado, pero si puede conseguir a mi primo y su mujer, por favor... por favor dígales que los encontraré en Harry's entre las diez y once. Ese es usualmente un buen momento para entrar sin una reservación. —Señorita Riley, siento mucho decir esto, pero creo que podría estar en su mejor interés cortar su visita para Venecia, e ir a casa. —Gracias. Tal vez usted está en lo correcto —ella le dijo—.Pasaré mi tiempo en el hotel investigando en los arreglos que pueden hacerse en los próximos días. —La conduciremos hasta el hotel —dijo Manetti. —¿Puedo acompañar a Jordan de regreso? —Raphael se ofreció. —Nos encargaremos de su regreso —dijo Manetti firmemente. —Es muy amable de su parte, Oficial Manetti —ella dijo—. Cuanto más que seguramente debemos pasar por la estación primero. Manetti frunció el ceño. —¿La estación? —Quiero archivar un informe quiero decir, por si acaso algo de esto resulta ser real en el futuro, seguramente usted querrá tener lo que sucedió esta noche en sus registros. —Por supuesto, por supuesto —murmuró Manetti. —Raphael, apreciaría muchísimo si usted viniera también. —Ella clavó los ojos en Manetti. Quería que sus palabras fueran registradas como ella las dijera.... confiaba en Raphael para asegurarse de que lo que ella contara de lo sucedido fuera puesto correctamente por escrito. Una lancha policíaca los llevó a la estación. Ella se sentó con un oficial desconocido en un escritorio, ignorando su mirada cuando sus ojos cayeron sobre ella escépticamente mientras escribía las palabras que Raphael tradujo para ella. Manetti se quedó mirando. Mientras ella se acercaba el final de su historia, hubo una conmoción en el frente de la estación. Manetti se excusó. Habiendo terminado Jordan, Raphael leyó el escrito, asintió con la cabeza ante ella gravemente, y ella firmó el reporte policíaco escrito. —Vámonos —ella murmuró para Raphael. Él asintió con la cabeza, pero como comenzaron a resbalarse fuera de la entrada, vieron que Manetti estaba en conversación profunda con una joven que estaba muy alterada e insistente; Manetti estaba tratando de calmarla. —¿Qué pasa? —Jordan preguntó. —La mujer... es la hermana del gondolero que murió. Está furiosa con Manetti, quien le dijo que el informe de la autopsia decía... que el cuerpo de su hermano fue mutilado por el mar y los tiburones y otras criaturas, pero que todavía parece que murió de un golpe en la cabeza... estrellándose contra la construcción de piedra de un puente bajo. Ella dice que él no lo hizo, que fue asesinado. —Ella está en lo correcto... él fue asesinado —Jordan murmuró. Raphael clavó los ojos en ella. —Sé que ella está en lo correcto. —Jordan suspiró—.¿No cree Manetti que es un tanto sospechoso? ¿El hombre encuentra una cabeza decapitada? ¿Y de repente encuentra una muerte grotesca él mismo? Raphael la observó por un momento, entonces susurró: —no creo que ayude ahora mismo si sacas eso. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Quizás sí, quizás no. Jordan no podía evitarlo. Ella se acercó a los dos, disculpándose ante la mujer en italiano, entonces diciéndole a Manetti. —Aquí voy otra vez, insultándole. ¡Escúchela! ¿Qué clase de un asno es usted? ¡Investigue la muerte de Sal, haga algunas averiguaciones! Antes de que Manetti pudiera contestar... y que ella comenzara a temer que su respuesta pudiera ser un arresto y un boleto sólo de ida a una institución mental italiana... se dio media vuelta, agarró el brazo de Raphael, y dejó la estación. —Me quedaré contigo hasta que podamos encontrar a Cindy o a Jared... —Él le dijo, pero ella negó con la cabeza firmemente—. Estaré bien, Raphael, honestamente. De hecho, necesito estar sola. Y tú... Quiero que te encargues de ti mismo. Manetti piensa que estoy loca, pero algo muy malo está ocurriendo aquí. Por favor, Raphael quédate cerca de otras personas. Y usa una cruz. Has sido amistoso conmigo, y pude haberte puesto en peligro. —¿Jordan? —Sal D'Onofrio me dio un aventón de regreso al hotel del área de esa iglesia antes de que él muriera —Jordan le dijo—. Por favor, por favor, Raphael, sólo cuídate. —¿Y tú qué vas a hacer? —Por favor no te preocupes. Volveré al hotel. Me encerraré adentro. —Dijiste que irías a Harry's —Más tarde, eso será en horas, y caminaré por el frente, a través de la ruta principal, y habrá muchas personas a mi alrededor todo el tiempo. Él caminó con ella de regreso al hotel, la besó en ambas mejillas. Ella prometió verle al día siguiente; Era una mentira, pero llamaría a la tienda cuando pudiera y le aseguraría que estaba bien. Cuando él la dejó, se apresuró hasta su cuarto y se movió tan velozmente como podía. No tenía la intención de estar atrapada allí. Ragnor tenía un extraño hábito de aparecer cuando ella lo hacía. Primero, ella fue por el Internet y encontró que todavía podría salir de Venecia esa noche. Podría conseguir un vuelo a París que la conectara directamente hacia Nueva Orleans. Si ella se apresuraba. Si pudiera salir del hotel y conseguir un taxi acuático al aeropuerto lo suficientemente rápido. Hizo una pausa repentinamente, sintiendo como si una brisa se hubiera levantado en el cuarto, cuándo no podía haber brisa. Miró alrededor de la habitación, un mal presentimiento penetrando profundamente en sus huesos. Brincó y buscó el área de descanso, entonces entró violentamente en el cuarto de baño, su corazón latiendo. La puerta estaba todavía bajo llave. Ella regresó a su laptop, desesperada por moverse rápidamente. Registró en los libros el vuelo, rezando porque su tarjeta de crédito, extralimitada en sus viajes, no fuera rechazada. Se había puesto excesivamente ansiosa pero se tomó el tiempo para enviarle un correo electrónico al policía en Nueva Orleans, contándole sus disposiciones de vuelo y su tiempo aproximado de llegada. Iba a regresar, a tiempo. Si conseguía el vuelo de las nueve para salir de Venecia y conectaba con el avión a través del mar en París, su hora de llegada a Nueva Orleans sería poco después de la medianoche. Empacó su laptop, su ropa interior, y un saco de noche, dejando el resto de su ropa y pertenencias en la habitación, cerrando descuidadamente su bolsa. Aterrorizada de que alguna Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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fuerza fuera a detenerla, estaba corriendo mientras salía de la habitación, y tuvo que obligarse a regresar y echarle llave a la puerta. No registró la salida, ni tomó un taxi acuático desde el Danieli. Corrió hacia el hotel al otro lado de la Plaza de San Marcos y tomó un taxi desde allí hacia el aeropuerto. Después de presentar su pasaporte, fue la última persona en abordar el avión. Observó a Venecia desaparecer, sintiendo un extraño pesar mientras el avión ascendía en el cielo nocturno. Amaba la ciudad como pocos otros lugares en el mundo. Pero regresaría. Gino Meroni paseaba en el salón de baile del segundo piso del palazzo. Él estaba solo en el cuarto, vestido con el traje del dottore. Le gustaba ser conocido como el dottore. Oh, sí, él lo había dicho. Le gustaba curar a las personas de todos sus males. Gino estaba acostumbrado a los escalofriantes disfraces en Carnevale, y a la extrañeza de sus empleadores, también. Se había avergonzado a sí mismo, lo supo. Pero también había hecho bien en sus esfuerzos por compensar sus errores, y no había esperado tener miedo esta noche. Pero lo tenía. Un fuego crujía en la gran hoguera de la chimenea. Esa era la única luz en la habitación. El dottore estaba en un enorme sillón de orejas junto al fuego, pero era un hombre de gran tamaño, y no aparento ser dejado empequeñecido por el sillón; De hecho, su poder parecía realzado por él. Estaba enojado. Las cosas esta noche... las cosas con las cuales Gino no había estado involucrado... no habían ido bien. Él sabía que la contessa no estaba aún aquí, había sido muy malherida. Y el dottore... Él había escapado con poco daño, pero la contessa y otros habían tomado un costo amargo por su liberación. Esa noche, Gino había hecho absolutamente bien sus tareas. Todavía, la luz de las llamas ardiendo en la hoguera de la chimenea parecían bailar en la habitación en sombras rojo sangre. El dottore sentado tan quieto, sus nudillos blancos en los brazos del sillón mientras él los aferraba apretadamente. El cuarto estaba demasiado silencioso. Era un silencio ominoso. El dottore hizo permanecer a Gino en ese silencio por un tiempo muy largo, moviéndose nerviosamente de pie a pie. —¿Y bien? —El dottore dijo al fin. —Fui como se me indico —él dijo—. Pude despejar nuestro lugar, pero podía hacer nada sobre la mujer porque ella no estaba sola. —Él no dijo que hubiera estado limpiando lo último de la basura cuando el hombre había entrado en la iglesia con la mujer. Le dijo al dottore en lugar de eso—. La Policía llegó. Muchos de ellos. Pero estaba bien. Me ocupé de que nada se quedara atrás. —¿Pero la chica se marchó con la policía? —Eso no importa. Los policías piensan que ella está loca. Gino entonces metió una nota de prueba y agotamiento en su voz. —Había realmente bastante desorden que ustedes dejaron atrás; Apenas pude hacer arreglos para su seguridad. El dottore asintió con la cabeza gravemente. —Tanto que no habría sido necesario... si no hubieras descuidado tus deberes. Hay todavía una abundancia de problemas para ser atendidos debido a tu incapacidad para deshacerte de nuestra basura con eficiencia. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Él había perdido la cabeza. ¡Esa cabeza! Él limpiaba tanto para estas personas, y había perdido una cabeza. . . —Trabajo bien para usted —dijo Gino—. No pregunto nada. Me arriesgo. —No trajiste a la chica. —No podía. —Gino alzó las manos—.¿Qué es tan especial sobre esta chica? Le puedo traer docenas de chicas. —La señorita Riley es asunto mío —dijo el dottore fríamente—. Me has fallado. —Yo no creé el problema en la iglesia... —Me has fallado. —¡Lo defendí! La chica todavía estará disponible. Usted la tendrá eventualmente. Su juego sólo se tardará un poco más. Y en cuanto al otro... cometí un error. Un error. El dottore se inclinó hacia adelante. —No hay errores en mi planilla, Gino. —¿La contessa dijo eso? —Gino se sobresaltó, el sudor brotando sobre su carne. Extraño. Estaba sudando, pero tenía frío por dentro, frío bajando hasta sus zapatos. —La contessa no importa en esto más ya. Me has fallado. Desde que él había sido adulto, Gino había tratado con la muerte y el peligro. Metido en un mundo de crimen, siempre había sabido cuales podrían ser las consecuencias. Siempre había pensado que sabría, y aceptaría, cuándo su tiempo llegara. El temor y el miedo que sintió entonces fueron horribles. Temió comenzar a temblar, perder el control de sus intestinos, humillarse completamente. Quizá el dottore estaba alardeando, advirtiéndole con algo semejante a una amenaza. Ahí no hubo errores. Y el dottore no alardeaba. —Entonces, después de todo mi servicio, lo hará... saciará su deseo de matar en mí —él dijo, e intentó sonar como si muriera con honor. —¿Yo? Tendría náuseas por ti, Gino —dijo el dottore. —Entonces... —Hay otros que tienen hambre. El dottore alzó su mano. Desde las sombras y las esquinas alejadas de la habitación, Gino escuchó un sonido apresurado. Siseos... Risa. Susurros. Él no iba a gritar, no iba a... El primer dolor ardió en él. El horror empezó a arrastrarse sobre él. Él comenzó a atragantarse por el horror. Y su propia sangre. Las lenguas rojo carmín de las llamas que habían resplandecido sobre el cuarto habían sido sólo una probada de lo que debía venir. Y mientras la muerte roja caía sobre él, perdió toda determinación. Sus gritos hicieron eco con agonía espeluznante a todo lo largo del palazo... Y en la noche.
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Aunque su primer vuelo anduvo sobre rieles, Jordan fue otra vez la última persona en abordar el avión cuando llego corriendo por el pasillo hacia su puerta en Orly. Esta vez, su retraso en llegar fue bueno; Terminó siendo colocada en clase ejecutiva con un asiento confortable y bastantes cortesías. Estaba exhausta pero tensa cuando se sentó y se ciñó su cinturón de seguridad. Un vaso de champaña parecía algo bueno. El vino la cena ayudaría a darle algunas horas de sueño antes de que llegara a Nueva Orleans. La cena fue buena. Intentó observar una película. El asiento junto a ella estaba vacío. Perfecto. Pero tras las primeras horas en el vuelo, supo que sería echada de menos en el hotel. Manetti habría conseguido a Jared y Cindy para esta hora; Se darían cuenta de que no iba a aparecer en la cena. Si Manetti realmente había rastreado la partida de Tiff Henley de Venecia, podría hacer lo mismo con la de ella. Iba a visitar a un hombre que no conocía, Estaba yendo a visitar a un hombre que no conocía, quién podría ser un humano demente y corrupto, y estaba comenzando a parecer posible que estuviera perdiendo su cordura. O no lo estaba. Se encontró mirando alrededor del avión. Otra vez, tuvo el mal presentimiento que había experimentado en su cuarto. Alguien estaba allí. Por supuesto que alguien estaba allí. Era un avión lleno. Las personas estaban acomodándose, leyendo, jugando con los controles en sus asientos. Nadie la estaba observándola. Pero no podía evitarlo. Experimentó la sensación de ser... ¿Seguida? Las aeromozas se veían suspicaces, como si la estuvieran observando. Podría jurar que la mujer de aspecto aplastado en el asiento al otro lado del pasillo la estaba observando también. Tenía una apariencia esquelética. Jordan podría jurar que podía ver el contorno de sus dientes debajo de su piel delgada. ¡Eso es loco! se dijo a sí misma. Se obligó a cerrar los ojos, intentando dormir. La champaña, el vino, y las largas horas a las que había estado manteniéndose todo parecieron derribarla. Ella se durmió. Hubo un ruido. Un terrible silbido. Susurros... Revoloteo de alas. Abrió los ojos. Las aeromozas se habían reunido para clavar los ojos en ella. La mujer flaca estaba entre ellas. Todas ellas se quedaron con la mirada fija, y sonrieron, entonces abrieron sus bocas. Tenían mucho más que dientes... Tenían colmillos, colmillos caninos, enormes, refulgiendo, blancos, pareciendo chorrear un líquido verde lamoso. No, no, no colmillos de perro, colmillos de serpiente, largos, afilados, resplandecientes, y se reían porque ella estaba aquí, en el avión, arrinconada, y había monstruos en el mundo. Ella se dio la vuelta, intentando retroceder en el siguiente asiento. Llevaba puesta una cruz; Llevaba agua bendita. . .
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Pero no podría alcanzar su bolso. No podía gatear al siguiente asiento porque alguien estaba allí. Ragnor. Y él estaba riéndose, y el avión estaba vivo con criaturas voladoras... murciélagos. Sus alas revoloteaban en todas partes. Y ella murmuró al oído de Ragnor, —¡ Ayúdame, por favor, ayúdame! —Pero, por supuesto, él no lo haría, porque la había tomado por una tonta, y su boca se abrió entonces, y él tenía los colmillos más largos de todos, goteando, centelleando, como hojas de afeitar atrapados en la luz, pero era medianoche, media noche profunda, y casi podía sentir el dolor de su toque. . . —¡Señorita Riley! Se despertó con un sobresalto. Una joven francesa, una aeromoza que hablaba inglés perfectamente, estaba parada por encima de ella. Había tocado suavemente su hombro. Ho tenía colmillos. Ningún murciélago volaba alrededor del avión. —Temo que usted estaba soñando... una pesadilla, —la mujer le dijo suavemente, y con una sonrisa afectada—. Usted gritó —ella agregó, señalando a un hombre airado de pie detrás de ella—. Realmente... bueno, nosotros en realidad intentamos no dejar que nuestros pasajeros griten en los vuelos trasatlánticos. Otros pasajeros piensan que algo está mal. Realmente malo. —¡Oh, siento tanto! —dijo Jordan. La mujer le dirigió una sonrisa. —Está bien. Ninguno de nosotros puede evitar nuestras pesadillas, supongo. Si sólo pudiera intentar permanecer despierta... —Sí, por supuesto —dijo Jordan con aire de disculpa. —Hum... quiero decir, por favor, realmente, sé que podría ser difícil, pero realmente podría querer permanecer despierta. —¡Sí, por supuesto, otra vez, lo siento tanto! —dijo Jordan. —Lo siento, también, pero... fue un grito fuerte. La oyeron en la parte de la cola atrás. —Me quedaré despierta. Sintió sus mejillas enrojeciéndose. Intentó disculparse ante el hombre detrás de ella. Él no estaba apaciguado. Permanezca despierta... Estaba perdiendo el juicio. Haciendo de todo el mundo alrededor de ella un monstruo. No... No estaba perdiendo el juicio. Había tenido una pesadilla; Sabía que había tenido una pesadilla. Pero lo que sucedió en la iglesia había sido real. Recorrió con la mirada su reloj. Y rezó para que el tiempo pasara rápidamente mientras el avión continuaba sobre el Atlántico. Había estado soñando. . . Y todavía, tenía la sensación profundamente hasta los huesos de que algo no estaba bien. Que ella estaba siendo asechada por fuerzas nunca vistas. Acosada.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1177 Ragnor enfrentó a su hermano, su propia carne y sangre, y entonces, a una horda de demonios. Y fue Nari la que lo había conducido a ese punto. Nari, quién a través de sus esfuerzos para salvarla, había causado la muerte de tantos hombres. Nari, quien había compartido sus nuevas pasiones salvajes y sus apetitos, y la esperanza de que había encontrado una manera de existir. Ella no tenía intención de tomar parte en la carnicería; No estaba dispuesta a arriesgarse a ser herida, dio un paso hacia atrás, guardando la distancia. —Así que tú sobreviviste —le dijo Ragnor a Hagan, comprando tiempo e intentando decidir si había una manera de alcanzar su espada. —Sobreviví, sí, hermano. Con un poder mayor que el tuyo. El séptimo hijo del séptimo hijo. ¡El milagroso hijo séptimo del lobo! Tú te negaste a aceptar el don de tu nacimiento, hermano. Yo habría sabido qué hacer con semejantes fuerzas y habilidades. Por años viví a tu sombra, con la seguridad de que el poder de nuestro padre vivía en ti, mientras yo era el mayor guerrero. Ahora tengo un poder aun más grande que lo que conociste en el nacimiento. ¿Y sabes qué, hermano menor? No tengo el deseo de compartir esta nueva fuerza. Sé cómo usar este don y regir con él. ¡No te permitiré cazar a los escogidos de mi especie, nuestra especie, con tus supuestos santos, pero frágiles monjes! —Hagan se detuvo para escupir sobre el piso—. Aquí no puede haber más que uno de nosotros, hermano. Y el que quede, quien domine, seré yo. Un miedo extraño, más profundo que su propia existencia, se enrolló en Ragnor. —¿Qué has hecho con Peter? —demandó. Hagan se recargó casualmente sobre su espada. —Bueno pues, hermano, ¿qué piensas? La sangre de un hombre de Dios... era realmente deliciosa. Y cuando habíamos terminado, asamos la carne. Hay una falta singular de juego por estas partes, si no te has enterado. La sangre es la vida, pero debo decir que... que queda una tremenda alegría en una comida bien preparada. Y en nuestros anteriores vagabundeos aprendimos que nada de la cacería debía ser desperdiciado. La furia lo llenó. Con todo el supuesto poder de su nacimiento, y la enfermedad que ahora rabiaba dentro de cualquier cosa que su existencia pudiera ser, debería haber tenido un sentido de razón. En ese momento, no lo tuvo. Él se abalanzó por su hermano. Las criaturas de Hagan se movieron hacia adelante. Ragnor logró agacharse debajo de los enemigos y rodar sobre la litera, logrando llegar al final del piso. Sujetó su espada, y se dio la vuelta, balanceándose. La sangre salpicó mientras su arma cortaba a esas criaturas que tan recientemente se había hartado de lo débil y lo santo; Pero la sangre salpicó su propia carne también. Sintió el dolor, y sintió la pérdida, pero supo que él no debía caer. Un hombre oscuro salió del frente, y se abalanzó, subiendo su espada a través de la garganta de la criatura; Estaba consciente del hombre en su espalda, y más consciente que cualquier otra cosa que él podía resistir daño, pero no en su garganta y su cuello. Tenía que mantener la calma. Figuradamente... literalmente.
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Una espada se disparó en su espalda. Se puso rígido en su agonía, y se dio la vuelta, atrapando a la criatura directo en el cuello. El enemigo cayó, las manos en su garganta. Otro voló hacia adelante, se levantó del suelo, se hundió. Blanco fácil. Él no tenía nada que aprender de sus técnicas de batalla por las manos de los maestros vikingos. Más llegaron, más cayeron. Pero había demasiados. Al final, estaba sangrando de cien heridas. Y al fin, cayó, y supo que su hermano, el desconocido pero amargado rival, desde el minuto de su nacimiento, podía triunfar. Hagan se paró por encima de él. —Me deberías agradecer —dijo Hagan—. Te he dejado comprometerte en batalla feroz. Te elevarás a la altura de los vestíbulos de Valhalla y beberás y estarás alegre a través de la eternidad. —Tú vivirás en la oscuridad del mundo regida por Hel. —No, en la vida viví en la oscuridad. ¡Ahora, vivo en el poder y la luz de... Hagan! —Él se rió a carcajadas—. Y ahora hermanito... Ragnor apretó los dientes pero mantuvo sus ojos abiertos mientras observaba los bíceps abultados de su hermano cuando alzó su poderosa espada de batalla. Pero cuando el acero bajó, aterrizó en el polvo al lado de él. —¡Mátalo, acaba de una vez con eso! —siseó Nari junto a él—. Está torturado, golpeado; Ponte a prueba a ti mismo. ¡No le permitas regresar! Hagan rugió su furia, y llevó hacia abajo su espada otra vez. Y mientras él cortaba y cortaba furioso, los demás se unieron a él, pero aunque las espadas perforaran su carne, cayeron a la tierra a la vez, cortas en su búsqueda de su decapitación. —¡Es la cadena alrededor de su cuello, la cadena de plata! —gritó Nari. —¡Tómala! —le ordenó Hagan. Él no podía hacer nada cuándo Nari cayó a su lado. Ella no hizo tanto como mirarlo a los ojos. Trató de alcanzar la cadena de plata, la reliquia que el monje había colocado alrededor de su cuello tantos años atrás. Pero mientras la tocaba, gritó, retrocediendo lejos dolorida, los dedos ardiendo. Ella crepitó, el humo ascendiendo en el aire, y respingó hacia atrás, asombrada y dolorida. Hagan dejó escapar otro gran rugido. Asió la cadena hasta que el ardor pareció zigzaguear arriba de sus brazos. Él la dejó ir. —Consigue una estaca; ¡Lo clavaremos a través de su corazón y lo enterraremos debajo de las cenizas y las piedras de su preciosa iglesia! —rugió Hagan. Para cuando lo arrastraban en la noche, Ragnor no podía sentir nada. No fue siquiera consciente de la saeta de madera siendo clavada en él. No podía abrir los ojos; No podía sentir. La oscuridad descendió, un negro vacío, la nada... Así que eso, pensó, era la muerte.
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La muerte entonces era sin dolor... La vida, o la existencia, era agonía. Así como había estado ignorante del daño hecho, lo supo agudamente en el momento en el que vino de la nada; Sintió la remoción de cada estaca con una agonía que sacó gritos desgarrados de sus pulmones y garganta. —¡Allí, mira! ¡Hay algo cerca de este! —gritó alguien. Ragnor tuvo visión. Contempló a un rubio, alto, apareció sobre él en los restos decadentes de lo qué una vez había sido un pueblo. Cuánto tiempo había dormido, o había muerto en su mundo de oscuridad, no lo supo. Los árboles y las enredaderas crecían por doquier de las maderas cenicientas de la vieja iglesia. El tiempo había pasado, los días, meses... Quizá años. El hombre que estaba parado por encima de él parecía ser uno de su propia especie; Un vikingo, uno con una divertida sonrisa abierta, una espada maciza en la cual se recargaba, y curiosos ojos azules. Otro hombre se movió hacia su vista, los dos elevándose sobre él. El segundo hombre se agachó. Era más oscuro, y diferente en apariencia. Llevaba puesta una túnica, con los colores escoceses tejidos, abrochada sobre su hombro. —¿Qué tenemos aquí? —demandó. —¿Crees que es él? —preguntó el rubio. —Se decía que lo encontraríamos, así que parece que está aquí —dijo el escocés—. ¿Eres conocido como el hijo del lobo? Ragnor estudió a los extraños hombres que parecían haberlo desenterrado con un propósito. —¿Quiénes son ustedes? —¡Ah, yo hice la primera de pregunta! Ha habido un rumor acerca de uno que nos podría ayudar a oponernos al azote de las islas y que su amante sedienta de sangre había sepultado entre de los restos de la iglesia, dentro de una vieja abadía. Te pregunto otra vez ¿Eres el hijo del Lobo? —El séptimo hijo —Ragnor estuvo de acuerdo—. ¿Y quién en condenación eres tú? —Soy condenación —contestó el hombre—. Pero la condenación con un conjunto de reglas, una venganza por mi cuenta, y una voluntad de sobrevivir. Se levantó, estirando una mano hacia Ragnor. Él tomó la mano, respingando mientras intentaba pararse. Cada herida que había recibido antes de la oscuridad cobró vida. Podía apenas ponerse de pie, a pesar del poder del hombre ayudándolo a levantarse. —Necesita dormir; Tiempo para curarse —dijo el rubio. —Sí, y hay tiempo —dijo el otro hombre—. Soy Lucian, autoproclamado poder de lo que somos, si quieres. Un monstruo, quizá. Pero hay reglas para la supervivencia, y tengo mis razones para hacer esto... como lo hago. Sostengo las hambres y las lujurias de los demás, pero hay una ley, también, mucho más antigua que mi propia escasa existencia, y esos que no aceptan esa ley nos condenan a todos nosotros. ¿Te unes a nosotros con tu extraño poder, o te empacamos de regreso en una tumba de piedra y ceniza y entrecruzamiento de espadas donde deberías haber perecido hace mucho tiempo?
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Ragnor se recargó en él, apretando los dientes. Era de noche, se percató. La luz había parecido tan grande después de la oscuridad de su enterramiento, que la había considerado día. Ahora miró alrededor, y vio que éstos dos se acompañaban de un ejército. Eran vikingos, escoceses, irlandeses... del continente también, pensó. Volvió la mirada de nuevo hacia el llamado Lucian. —Ustedes no son monjes —murmuró. —Lejos de eso, me temo —dijo Lucian—. Pero nos gusta pensar que somos hombres... o monstruos... con cierta iluminación espiritual. —Somos la ley —ofreció otro, y dio un paso hacia adelante, golpeando ruidosamente una mano en la espalda de Ragnor que casi lo tumbó otra vez—. Soy Wulfgar. ¿Te unes a nosotros? —¿Por qué vinieron a por mí? ¿Cómo supieron que estaba aquí? —En lo peor del caos, los rumores vuelan. Hay quien no reconoce ninguna regla; Aún hay esos que dicen que viven en su propio mundo de miedo también, reconociendo que su hermano podría levantarse. —Pensamos que deberías levantarte —dijo Wulfgar. Ragnor clavó los ojos en el llamado Lucian. —¿Tengo rienda libre para destruir a mi hermano? —Contamos con tu conocimiento sobre él. —Él debe ser destruido, completamente —dijo Ragnor. Lucian negó con la cabeza. —Sepultado, como estabas. Pero por la eternidad. No destruimos a los nuestros. Ni creamos a más que dos cada siglo, no sea que creemos el desequilibrio en el mundo como ha ocurrido ahora. —¿Ahora? —¿Cuánto tiempo ha dormido él, Wulfgar? —preguntó Lucian. —Cerca de cien años, si el rumor es correcto. —Cien años... —dijo Ragnor. —Tiempo de despertarse —dijo Lucian, observándole—. Ah, agárralo, allí, Wulfgar... está a punto de caer otra vez. Necesita sustento, y descanso apropiado. —Necesito encontrar a Hagan... y a Nari. —Un tiempo para sanar, mi amigo —dijo Wulfgar. —Y entonces un tiempo para pelear —le dijo Lucian. La noche se hizo más profunda, pero debido a la insistencia del monje, fueron todos adentro de la iglesia, y la puerta fue bloqueada con una barricada de bancos de iglesia burdamente tallados. Ragnor había comido. Con la mujer Nari junto a él, descansó cerca de la puerta de la iglesia, contra la pared, los ojos cerrados. Él había aprendido a pasar la noche en casi cualquier posición y despertarse ante el primer susurro de sonido. No fue un susurro, sin embargo, lo que le despertó. Hubo un terrible ruido, como una explosión de trueno, un rugido, que sucedió más allá de la iglesia.
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Él se paró, desenvainando la espada. Alrededor de él, los otros se despertaron, y pusieron de pie. El ruido se desvaneció; Entonces un sonido lento, estable creció. Un sonido agudo, como la llamada de cien aves, o un revoloteo de mil pares de alas. Ulric caminó a grandes pasos a través de piso de la iglesia, mirando fijamente en la puerta. —¿Qué en nombre de Thor...? El hermano Peter estaba en el altar, de rodillas. Ragnor caminó a grandes pasos hacia él. —¿Qué es eso? —exigió, interrumpiendo la oración del monje. Serenamente, Peter alzó una mano, deteniendo la interrupción. Ragnor esperó, con la seguridad de que no podía sacudir a Peter de comulgar con su Dios aun si le pusiera la espada en su garganta. Peter se levantó luego de un momento. —Es malvado, pero perseveraremos esta noche. —¡Si es malvado, lo combatiremos! —rugió Hagan. —No puedes combatir esta maldad con tus simples métodos de violencia brutal —dijo Peter con un suspiro. —¿Y tú lo puedes combatir? —se burló Hagan. —Sí, pues conozco la cara de esta maldad. —¡Conoceré su cara si voy hacia adelante y la veo! —dijo Hagan coléricamente. Peter negó con la cabeza. —Mi fe en mi Dios es más fuerte que la maldad. —No creo en tu Dios. —Entonces rézale a tu Odin, y si escuchas bien, él también te dirá que no te aventures adelante de estas paredes. Abruptamente como el ruido había llegado, se desvaneció. Peter estuvo quieto por largo tiempo, escuchando. —Por esta noche se terminó. Pero vendrá otra vez. —¿Y qué haremos? —demandó, Ulric—. ¿Acobardarse dentro de estos muros noche tras noche? Está no es la manera nuestra, sacerdote. —No soy sacerdote; Soy un hermano —dijo Peter serenamente—. No. Tienen poder durante el día, pero no la fuerza que tienen por la noche. No se convierten en ceniza a la luz del sol. Son debilitados por ésta, sin embargo, y Dios sabe, hay poca fuerza en el sol durante el invierno aquí. Durante la luz, los buscaremos hasta encontrarlos. Encontraremos su guarida. Los cazaremos como cazaríamos a los lobos, y los destruiremos. Ulric y los demás expresaron su desaprobación, pero hubo un sonido extraño en sus tonos para hombres como ellos; Había miedo entre ellos. Descansaron. Por la mañana, el hermano los tuvo cortando árboles y preparando picas, o estacas. Semejantes armas harían caer la maldad; Entonces debían ser quemados o decapitados, o se sanarían de la lesión, y regresarían.
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Mientras Ragnor estaba en el bosque, la mujer, Nari, le trajo agua y comida. Después de que había comido, ella se sentó con él, y le dijo que creía en las palabras del hermano, pues había visto el destino del pueblo. Ella parecía diferente de los demás, y él le dijo entonces que no había sabido que el cacique, tan recientemente entre los difuntos, hubiera tenido una hija. —Son buena gente aquí. Él me adoptó. Quedé huérfana cuando mis padres vinieron al norte para atacar a los escoceses. Mi padre era de Normandía. Mi madre del sur. —Ella se rió entonces y le dijo—. ¡Mi pobre padre! Él se preocupó, queriendo un buen matrimonio para mí y temiendo que fuera de sangre mucho más caliente. Sabía poco de las mujeres, su mujer murió poco después de que se casara, y él pasó sus días defendiendo a su clan de otros caciques, y de hombres parecidos a ti. No tenía ni idea de que si bien podemos inclinar nuestras cabezas y rezar, anhelamos la misma excitación que enardece las almas de los hombres. La sugerencia en su tono era obvia. Combatían a un enemigo extraño y desconocido, y podían no vivir para ver otro sol. Él no había soñado que harían el amor esa tarde. Se unieron en el bosque; Ella fue salvaje, apasionada. Más tarde, cuando el sol del mediodía se levantó en el cielo, sobrevivieron, buscando el campo circundante. Pero ese día, no encontraron nada, y de noche, los sonidos llegaron otra vez, violentos como una tormenta más allá de la iglesia en la que permanecían. Hagan se paseaba jurando; Peter rezaba. Los ruidos cesaron, pero más tarde, profundo en la noche, los aullidos comenzaron. Hagan se apresuró hacia la puerta de la iglesia furiosamente. Peter le gritó para que se detuviera; Ragnor y Ulric lucharon por jalar a su hermano hacia atrás, y requirió de la mitad del poder de las fuerzas vikingas para derribarlo. —Allí está el ataque —dijo Peter—, el cuál estas paredes, sin importar cuán frágil puedan parecer para los hombres como ustedes, pueden soportar. Entonces allí está la tentación, el grito en la noche, la seducción. Estas barreras no te pueden defender de eso. Ustedes deben defenderse dentro de sus propias almas. Hagan fue persuadido a quedarse dentro de la iglesia. Al día siguiente, comenzaron otra vez. Todavía, sin suerte. Esa noche, en la iglesia, los ruidos llegaron y se apartaron. Ragnor durmió profundamente hasta que algo lo sobresaltó. Se dio cuenta de que estaba recostado contra la pared a solas, que Nari ya no estaba con él. Juró violentamente, levantándose. Los bancos habían sido arrastrados de la puerta. Fue a la entrada y se encontró con que su hermano y unos cuantos de los hombres se le habían adelantado. —¡Han entrado! —le dijo Hagan a Peter coléricamente, cuando el monje los había retenido. —¡No han entrado! —dijo Peter—. Nari ha caído en la tentación. —¿Dónde estaba tu Dios? —demandó Hagan coléricamente. —No en el alma de Nari —dijo Peter. Ragnor escuchó, pero los ignoró. Estaba deslizando su gran espada de batalla en la funda en su cintura y disponiéndose a cabalgar.
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—Denme las armas que funcionarán, Peter. Los voy a buscar. Deme sus cruces, lo que usted llama santo, e iremos. —¡Ustedes tontos! ¿No entienden? La cruz les ayudará sólo si creen en su poder, tal como las criaturas no pueden llegar aquí dentro, porque tienen sed de sangre en sus almas. —Entonces no me dé ayuda. Me voy —dijo Ragnor. Peter corrió tras ellos cuando se fueron de la iglesia, pero en vano. Sobrevivieron, una fiesta vikinga de veinte guerreros endurecidos con escudos, espadas, hachas de guerra, mazas y picas como armas. En lo profundo de la noche, era difícil encontrar el rastro. Ulric encontró huellas humanas, seguidas por esas de una criatura cuadrúpeda con patas acolchadas y largas garras. —¡Bah, qué monstruos! —gritó Hagan—. Estamos atormentados por una manada de lobos. Y, le habría incitado a su caballo a correr veloz adelante furioso, si Ragnor no le hubiera detenido. —Los lobos no hacen sonidos de aleteos, como las alas que hemos oído. —Hay lobos adelante ahora, y los detendremos. —Y tendremos cuidado mientras vamos. —Es tu mujer la que se han llevado —dijo Hagan. —Y la recuperaré. Pero cabalgaremos con cuidado. A través de la oscuridad, continuaron, la luna y las antorchas que llevaban daban un poco de iluminación contra la noche. Al tiempo llegaron a un peñasco alto, y en el bosque rodeándolo, la entrada para una caverna, o refugio. Hagan desmontó. —¡Hermano, ten cuidado! —advirtió Ragnor. Pero Hagan gritó en respuesta: —No soy el séptimo hijo del séptimo hijo, pero soy hijo del gran lobo guerrero de nuestra gente, y no temeré a una pelea. ¡Los hombres que cenarán en el Valhalla, síganme! Sacaron sus armas y se dirigieron hacia la caverna. Gunther, conocido como un berserker en combate, avanzó a pasos agigantados, y antes de que los demás alcanzaran las sombras oscuras de la entrada, él había dejado escapar un grito como un hombre chocando con la carne desnuda y el hueso unas cien espadas. Llegaron ellos entonces, el enemigo. Eran hombres, y no lo eran. Tenían la piel más oscura de los mediterráneos y la piel más clara que las personas del norte. No eran tantos... quizá una docena, y había mujeres entre ellos. No parecían necesitar estar de pie sobre la tierra firme, sino que podían moverse entre el parpadeo de un ojo, elevarse a la altura del aire, desaparecer en humo, vapor, o aire. Ragnor se arrojó en la defensa de los hombres. El enemigo no peleó con armas, sino con sus manos desnudas. Y dientes. Eran lobos, o podían hacer el papel de lobos, hombres un minuto, criaturas al siguiente. Él entró en la refriega, acuchillando. Entonces recordó la advertencia del monje, y fue tras las criaturas con su espada balanceándose con un propósito directo, ese de cortar la cabeza del enemigo. Dos cayeron, tres, pero se encontró con que estaba peleando una vez más a solas, porque los vikingos fueron rápidamente despedazados por sus enemigos. Cuatro, cinco, seis... y él Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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estaba solo, meciéndose en cada dirección, espada en mano. Los vio juntándose, formando un círculo alrededor de él. Los combatientes delgados, esbeltos, de piel atezada en pieles de animal, entonces un hombre alto con aspecto del norte, una mujer que podría haber llegado de alguna parte del este... No estaba hablando, pero se comunicaban de alguna forma. Cerrando el círculo. Él levantó su espada en un tremendo arco de barrido, intentando derribar a tantos como pudiera... Entonces estaban sobre él. Sintió la agonía mientras su carne se rasgaba. La sangre pareció correr delante de sus ojos... Y entonces la oscuridad.
Llego la conciencia, tarde el día siguiente. Estaba sobre el terreno, y su primer pensamiento fue de asombro por que pudiera estar vivo. Entonces sintió un tremendo dolor, y una agonía de sed. Apretando los dientes, se sentó derecho y miró alrededor. Sus hombres yacían por todo alrededor de él. En su mayoría despedazados. Se tambaleó sobre sus pies. Sintió algo de fuerza. Si tan sólo tuviera agua, podría recoger sus muertos. Podría quemar los restos. Podría... Agua. Necesitaba agua. Miró hacia la caverna, y miró hacia el cielo. El débil sol del invierno parecía ahora despiadado. Se tambaleó hacia la caverna, olvidando al enemigo, determinado a librarse del sol. Adentro, se encontró con que el enemigo se había ido. Caída contra la pared encontró a Nari. Parecía estar muerta, pero no había sido despedazada. La miró más de cerca; no estaba realmente muerta. Buscó agua. Para sí mismo, y para revivirla. No había ninguna. Una rata corrió velozmente junto a él. Él se aturdió, estirándose con la velocidad del rayo, atrapando a la rata, dándole un mordisco como un descosido... drenándola. Miró al cuerpo del animal con espanto y lo arrojó a través de la caverna. Pero su fuerza y su voluntad a vivir habían superado su repugnancia, se levantó y dejó la caverna para recoger madera. Mientras comenzaba a preparar un fuego para una pira funeraria masiva, oyó los sonidos de cascos, y cuándo se paró, esperando, su espada lista para usar contra no importa qué enemigo llegara, vio que los monjes eran conducidos desagradablemente hacia la escena. Peter no pareció asombrado por verlo de pie. —¿Los demás? —preguntó. —Están como usted ve. —Quémalos. —Como lo estaba haciendo. —¿Encontraste a Nari? —Ella está en la caverna. —La veré. Las palabras de Peter perturbaron a Ragnor.
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—¡Usted la dejará ser! —resolló de furia. —Ella debe ser destruida. —No la mataron. Quizá fue secuestrada para atraernos. Peter le ignoró. Ragnor fue tras del monje, atrapándolo por el brazo, para enfrentarlo. Un deseo abrumador de desgarrar al monje, rasgarlo en partes con dientes y manos desnudas, lo sujetó. Apretó los dientes fuerte, en agonía por detenerse de tal brutalidad. —¡Déjela ser! —ordenó—. Quemaremos a los muertos. Con la ayuda de los monjes, el fuego se levantó rápidamente. Un pesar profundo lo sujetó mientras arrastrara el cuerpo del gran berserker Gunther en las llamas. Los torsos, las extremidades y cabezas fueron reunidos. No podía pensar en ninguna palabra mientras los cuerpos entraban en las llamas. Los monjes cantaron oraciones en latín. Esperaba que sus súplicas llevaran a los escandinavos a su propia Valhalla. Aún mientras olían la carne ardiendo y observaban las llamas chasquear y crepitar y elevarse a la altura del cielo, Ragnor repentinamente agarro el brazo de Peter. —Mi hermano. No traje su cuerpo a las llamas. ¿Lo vio usted? Debe recibir este rito funerario como los demás... —Los hermanos recolectaron todos los cuerpos —dijo Peter—. Excepto esa mujer, Nari. Ragnor asintió con la cabeza, y cuando estuvo hecho, regresó a la caverna por Nari. Ella se movió, y se despertó, y lo miró gravemente, temblando mientras le arrojaba los brazos. —Tuve tanto miedo. —Estás bien ahora. —Tengo tanto miedo... Él la acunó en sus brazos. —Pensé que estabas muerta. Casi fuiste arrojada en las llamas —dijo. —Pero tú me salvaste —dijo, y sonrió—. Ah, Ragnor, en la defensa de mi padre, has perdido todo. Pero construiremos un mundo entre nosotros. Él la colocó en su caballo mientras regresaban a la iglesia junto al mar. Nari quiso quedarse en el sol, aunque estaba oscureciendo para cuando regresaron. No podía recordar nada de la noche anterior. No les podía contar nada sobre sus enemigos. Peter se sentó con Ragnor, haciéndolo volver a vivir la batalla repetidas veces. Los monjes trajeron comida, aves que habían matado en el bosque. Ragnor estuvo voraz; La comida no terminaba el hambre que parecía desgarrar en él. Supo que Peter estaba observándolo, y mientras él miraba al monje a cambio, otra vez se encontró apresado por el deseo de consumir al monje. Habían estado en la iglesia; Se paró abruptamente y fue afuera. Y para su horror, encontró a Nari junto al agua, sentada en una roca, el cuerpo de uno de los hermanos arrastrado sobre su regazo, su garganta desgarrada. Nari lo contempló. Sus labios estaban cubiertos de sangre. Él quiso darle latigazos, horrorizado, matarla él mismo en ese momento. Pero más que eso... Quería una parte de la sangre. El olor de ella era un poder diferente a cualquier cosa que alguna vez hubiera conocido. Se arrojó hacia adelante y la apartó; Comenzó a destrozar el cuerpo él mismo.
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Cubierto con la sangre del buen hombre, se tambaleó sobre sus pies. Nari le sonrió. —Hay otro mundo allí afuera. Un mundo de poder puro. El mayor poder que alguna vez hayas conocido. Él la sacudió con fuerza. —No. No viviremos de esa manera. Ella se apartó de él. —Piensas que eres tan fuerte. ¡Eres débil! No comienzas a entender el don que has recibido. —¿El don? —dijo incrédulamente—. ¡Estamos malditos! Ella se acercó, apoyándose contra él. —Ayúdame, entonces. Ayúdame. —Tiene que haber una forma... —murmuró, entonces negó con la cabeza—. Ven. —Sacó la espada de su funda y la llevo de regreso a la iglesia. Nari se acobardó en la entrada. —No puedo... no puedo entrar. —Entonces espera aquí. —Tú tienes la intención de destruirnos. —Tengo la intención de entregarnos al Valhalla. Él entró en la iglesia, tomando su espada y arrojándola a los pies de Peter. —¡Hágalo! —demandó, temblando, su voz un rugido—. Tome mi cabeza, y vea que yo sea reducido a cenizas, y lanzado al mar. ¡Maldito sea, hágalo ya! Y Nari... Debe ver por Nari también. Entonces ponga una llama en un bote dragón, y envíe nuestros restos, juntos, mar adentro. Peter ignoró la espada a sus pies. —No puedo —dijo. —Peter, no entiende, usted tonto. ¡Acabo de comer a uno de sus hombres de Dios! Peter negó con la cabeza. —Mira dónde estás parado. En el lugar sagrado de Dios. Te he visto con el deseo de desgarrar mi cuello durante todo el día; Cuando te encontramos, supe que ya no eras uno de nosotros. Pero tú eres quién eres, y aun cambiado, todavía tienes el poder de combatir la maldad. —¡Usted idiota, soy malvado! —No podrías estar aquí, no en mi iglesia, si lo fueras. Ragnor dejó escapar un grito de furia y caminó a grandes pasos fuera de la iglesia, determinado a mostrarle a Peter la verdad. Tenía la intención de tomar a Nari, pero ella no estaba allí. ¡Monje estúpido! Él no creería, no podía comprender la agonía, el hambre, que desgarraba en él. Caminó directamente en medio de los monjes que trabajaban serenamente en sus tareas, cebando un fuego, cortando más madera. Él dejó escapar un rugido, un grito, un aullido, listo para desgarrar uno de ellos solamente para demostrar su propia amenaza. Pero los monjes volvieron la mirada de nuevo hacia él, imperturbables. Se dio la vuelta y caminó dentro del bosque, entonces corrió...
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Y mientras corría algo ocurrió. Él estaba encorvado, estaba abajo, era una bestia, corriendo velozmente a través de los arbustos, el bosque y los árboles. Entonces desaceleró. Había un macho cabrío delante de él en un prado. Se agachó más y empezó un lento, acechante movimiento a través del pasto. Atacó a la criatura. Sus manos no tenían dedos, solamente garras. Celebró la furia de su ataque, el sabor de la sangre. Y más tarde... La luna estaba llena otra vez. Se levantó, era él mismo, agarró firmemente su cabeza en sus manos, y lloró. Las lágrimas no llegaron. Su cuerpo tembló por la violencia de su agonía, y al fin, se sentó, y observó como el sol caía, y sintió una oleada de poder viniendo dentro de él. Peter lo encontró allí, llegó a él, sin temor de la noche, o de Ragnor. —Me debes destruir —dijo a Peter—. Mire lo que he hecho. —Te has comido un ciervo —dijo con una pizca de humor—. Me gusta la carne a mí también. Ragnor negó con la cabeza. —Soy uno de ellos, uno de los monstruos. —Debes venir conmigo. —¿A dónde? —De regreso a la iglesia. Ragnor lo miró con asombro y agraviado. —¿Para que pueda consumir otro monje? Peter solamente comenzó a andar. Ragnor juró y lo siguió, quedándose a los talones del monje, como en advertencia de que de un momento a otro, podía abalanzarse sobre él. Pero ni una vez Peter volvió la mirada atrás. El área del pueblo y la iglesia olía a carne quemada. Los hermanos habían quemado a los suyos. En la iglesia, Peter tomó las manos de Ragnor. —Jurarás un voto esta noche para responder a un poder más alto. —No creo en su Dios. —Creo que lo haces. Pero sin importar si le juras al Único Dios Verdadero, o el Alá de los árabes, o Thor, o aun la diosa terrenal de los paganos que vinieron a este lugar antes de nosotros. Es la naturaleza de los hombres, y del mundo. Hay fuerzas. Lo que nadie niega. Ahí está el trueno, y la calma. Los temblores de tierra. Los hombres pelean, y encuentran la paz. Están la inocencia, y la maldad. Jurarás como te lo digo, porque te necesito, y porque debes existir, porque para cada fuerza, hay una contra-fuerza. Mi Dios tendría poco uso para ti de no ser por la voluntad de los hombres, y la compasión dentro de ellos. —Usted está loco. —Entonces trátame como uno. Haz como te pedí. Ragnor repitió las palabras que el monje exigió. Cuando había hecho eso, se dio cuenta de que los monjes habían entrado en la iglesia y estaban de rodillas.
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Esa noche, yacía en la iglesia en miseria. Los sonidos de la noche no llegaron. Aún mucho después de la medianoche, en la oscuridad de la medianoche profunda, sintió el deseo de escapar. Se paró junto a las puertas de la iglesia, y Peter vino a su lado. —¿Qué es eso que quiere de mí? —gritó Ragnor. —Aprenderás. Aprenderás a controlar el dolor. Ragnor no le creyó.
Al atardecer del día siguiente, Nari regresó. Llegó a él con la cabeza agachada, lágrimas trémulas en sus ojos. —Ayúdame, quieren cazarme, destruirme. —Deberíamos ser destruidos. —No... No te dañarán. Por favor, déjame quedarme contigo Si hay una forma... debo estar contigo, te lo suplico. Él nunca se había tan sentido solo, o tan enfurecido, y por encima de todo eso, tan desvalido. Ella sabía lo que sentía. Y había descubierto la agonía interior, y la única manera de apaciguarla. Había una forma. Se quedaría con él, aprendería. Los monjes les construyeron un lugar para vivir mientras se quedaban en la iglesia. Al tiempo, Ragnor se dio cuenta de que la angustia podía ser apaciguada. El bosque estaba casi agotado de ciervos. El jabalí más salvaje podía ser rápidamente vencido. Era un sustento extraño; Los monjes observando, y montando por su cuenta durante el día. Ragnor al fin le preguntó a Peter por qué se quedó, y lo que esperaba encontrar cuándo cabalgaba. Los ataques que habían llegado tan fuertemente habían cesado; Las criaturas habían seguido adelante. —Me quedaré tanto como me necesites —le dijo, y Ragnor estuvo sorprendido, porque tenía la certeza de que los monjes estarían mucho más seguros en algún otro sitio. Pero Peter no se explicaría. En aquellos días, no importó. Hubo descubrimientos que hizo por su cuenta. La habilidad de pensar, y de ser. El poder extraño e increíble de la mente, y los sentidos. Y entonces estaban las noches, con Nari. Habían formado un vínculo. Más grande que el horror que compartieron ante lo que se habían convertido, más grande que el conocimiento, la aceptación de lo que eran. Ella pareció comprenderlo. Por la noche corrían, sentían el viento, la oscuridad, el poder. Se deleitaron en la sangre; Hacían el amor tan salvajemente y ferozmente como cazaban y estaban hambrientos. En las primeras luces, dormían, y descansaban. Los monjes observaban, y esperaban. En el tiempo de un año, Ragnor se puso inquieto. Habló con Peter y le dijo que quería ir a casa, o a la isla que él había llamado hogar por tantos años. Peter lo estudió cuidadosamente. —Estás listo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Sé que lo estoy. —¿Y Nari? —preguntó Peter. —Ella me escucha. Peter guardó silencio. —Entonces ve a casa. Pero recuerda, estamos aquí. —¿Por qué? ¿Por qué no va a casa también? —Porque no ha terminado. Ragnor no le creyó. No había habido más disturbios. Los pocos aldeanos que habían sobrevivido estaban reconstruyendo. Al tiempo, la tierra se restablecería, y la población crecería. Los otros vendrían, y el ciclo de la vida seguiría. —Regresa cuando sientas que deberías hacerlo —dijo Peter a Ragnor. Él navegó al día siguiente con Nari. Regresaron a la isla donde se había establecido con tantos de sus seguidores. Creó una historia extraordinaria alabando la muerte de su hermano en combate, cada guerrero merecía semejante saga. Estaba viviendo con Nari, y otra vez, surcó los mares con sus hombres. Hubo guerras para luchar por lo que era correcto, y él los combatió en represalia. Se deleitaba en la violencia que regía a tal pelea salvaje. Nari era como una reina vikinga, esperando su regreso, y compartiendo con él, el secreto de su fuerza, mayor que nunca. Entonces, otra vez, después de que los meses habían pasado, sintió el deseo de regresar a la iglesia donde Peter hacía guardia contra la maldad que estaba tan seguro que llegaría otra vez. Nari eligió quedarse atrás, diciéndole que había una razón por la que debía quedarse. Un adivino de runas lanzó las piedras, y le dijo que era el destino el que ella hiciera eso. Ragnor regresó al pueblo con una molesta preocupación de que algo estaba mal. Pero cuando llegó, el pueblo estaba prosperando, aunque la gente todavía pasaba la noche en la iglesia. Los campos eran ricos, las piezas de caza abundantes, y otros habían encontrado el pueblo junto al mar. Ragnor pasó a solas la noche en el pequeño refugio de madera que había sido hecho para él. Pasó días con Peter, hablando, discutiendo, aprendiendo. Entonces, al atardecer, una noche, Ragnor encontró a Peter parado en los escalones de la iglesia, mirando fijamente a lo lejos la noche llegando. —¿Qué pasa? —preguntó. Peter lo miró extrañamente. —¿No lo sabes? ¿No lo sientes? —No. —Hay algo... —¿Qué? —Han regresado. —¿Ellos? —Están allí afuera. Queriendo algo. Vigilando. Esperando. —Entonces quédense adentro. No hay nada más que puedan hacer. Pero al día siguiente, la iglesia comenzó a arder. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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La flama comenzó al atardecer, y todas las medidas desesperadas para mantenerla de pie fueron inútiles. Para el anochecer, ardía todavía, y la gente se quedó para acurrucarse alrededor del fuego atemorizada. Ragnor hizo guardia, consciente ahora, de la proximidad de algo... alguien... Un susurro de maldad en el aire. Entonces llegaron. Llegaron en gran cantidad, como alas de negrura. Chillaron en el aire de la noche con sus gritos y los sonidos de algo golpeando contra el aire. No eran sino sombras, y entonces fueron reales. Oscuridad y sensación, y luego una visión enceguecedora de luz en las llamas. Los monjes los combatieron con espadas, guerreros extraños en túnicas café y cabezas tonsuradas, luchando contra los demonios desde arriba y alrededor. Supieron ir por las cabezas, y el enemigo cayó por todo alrededor de ellos. Algunos cayeron como carne y hueso, y otros se desvanecieron delante de sus ojos, y eran como mucha ceniza del fuego. Pero cuando terminó, aunque el enemigo yacía alrededor de ellos, así también los suyos. Y en la oscuridad de la noche, el fuego se propagó con furia otra vez mientras incineraban todos los restos. En la luz, Ragnor tuvo que dormir. Los monjes y los aldeanos se pusieron desesperadamente a trabajar; Construyeron una iglesia otra vez, una triste estructura, y los monjes rezaron e imploraron que su iglesia fuera santificada. Ragnor descubrió que no estaba solo. Nari había llegado a él.
—Oí la llamada —le dijo, y lo tocó en la mejilla. Ella se curvó junto a él, alisando su frente, moviéndose contra él con la necesidad más grande que nunca, hasta que él se despertó completamente en una tormenta de hambre para ser aliviada sólo por la pasión volátil que ella ofrecía. Aún entonces, no se quedó al lado de él. Se movió repentinamente, y él vio lo que ella había hecho. Su espada yacía a través del piso de tierra. Rodearon el pie del catre que era su cama. Su líder dio un paso adentro del cuarto, su espada sacada, un gruñido de sonrisa burlona curvando sus labios. Ragnor se levantó sobre sus codos con asombro. —¡Por todos los dioses... tú! —Hora de morir, séptimo hijo del séptimo hijo. Nari se deslizó alrededor del otro hombre. —Lo siento tanto, Ragnor. Pero no se supone que consumamos la sangre vil de ratas y jabalís. Tú podrías haber sido el máximo poder entre nosotros, pero... Su voz se desvaneció. Ella lo había hecho caer en una trampa para la destrucción; lo había planeado bien. —Lo siento, Ragnor. En el Valhalla, piensa en perdonarme.
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El hombre con la espada dio un paso hacia adelante y Ragnor brincó, desnudo, desarmado, pero desesperado por luchar sin importar cuánto tiempo pudiera. —¿Quién quiere vivir para siempre? La espada hizo una extraña cuchillada plateada contra las sombras del amanecer rondando el cuarto.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1188 Cuándo dejó el avión y pasó la aduana, Jordan sólo estaba atenta a alcanzar el escritorio de la oficina de alquiler de automóviles. Mientras caminaba, intentó sacudirse la sensación de que había estado rodeada de bestias en el avión... y que cualquiera que mirara en su dirección era un monstruo, intentando su destrucción. Acababa de firmar su contrato de alquiler, cuando una mujer llegó hasta ella. Era alta, delgada, atractiva, con ojos verdes, pelo castaño rojizo y una sonrisa rápida. Extendió una mano. —Señorita Riley, mi nombre es Jade DeVeau. Estoy aquí para buscarla. Jordan tomó la mano de la mujer, pero mientras lo hacía, sintió que alguien estaba detrás de ella otra vez. Tras ella. ¡Paranoia! Pero había llegado tan lejos. Le sonrió a la mujer, pero tenía miedo. ¿Cómo podía esa mujer reconocerla para encontrarla? ¿Quién era ella? El policía que había escrito el libro se llamaba Canady. Ella probablemente era una amiga, una compañera de trabajo, alguien enviado para encontrarla... No tenía la intención de tomar semejante riesgo. —Cómo está usted —murmuró Jordan. Miró alrededor. El aeropuerto no estaba muy abarrotado. Sintió una terrible ansiedad. No iría a ningún lugar con esa mujer. —Mi coche está en el lote, al otro lado del estacionamiento... —comenzó la mujer. —Grandioso —interrumpió Jordan—. ¿Si me disculpa sólo un momento? —Jordan mostró el baño de damas. —¡Por supuesto! —dijo la mujer. Jordan fingió dirigirse hacia la puerta del cuarto de baño. La mujer había tomado una silla en el área de espera. Jordan sólo continúo caminando. Corrió velozmente fuera del aeropuerto, respirando pesadamente con el peso de su laptop y su morral. ¿Por una vez en su vida, sus oraciones serían contestadas?... había un taxi esperando. No se atrevió a buscar el autobús que la llevaría a la agencia de alquiler de automóviles. Una vez en el taxi, se recargó, aliviada. Entonces se puso rígida, intentando ver la mirada del conductor en el espejo retrovisor. Era un hombre negro de aspecto digno, de edad madura. Todavía sintió la sensación de miedo reptando sobre ella. Entonces vio los rosarios colgando de su espejo. Eso significaba que él era... ¿seguro? Tenía que esperar que así fuera; Necesitaba alcanzar su coche. ¡Confía sólo en ti misma! El conductor la llevó a la agencia de alquiler. Estaba hecha una ruina mientras entraba en el Honda y revisaba el mapa que le habían dado. Había estado en Nueva Orleans antes, y amaba la ciudad. Pero no tenía familiaridad con las calles. ¡Y no estoy pensando claramente! Estoy exhausta, y tengo miedo, y después de todo, puedo estar en realidad, verdaderamente, loca.
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Se obligó a concentrarse en el camino. Ya había dado un giro equivocado en alguna parte. Estaba en las afueras del barrio Francés, pero necesitaba encontrar el camino hacia las viejas plantaciones. No podía conducir y leer el mapa; Tuvo que detener el carro a la orilla. Trató de encontrar el interruptor interior, pero no pudo. Se quedó mirando alrededor, entonces se dio cuenta de que estaba afuera de la entrada de uno de los famosos y viejos cementerios de la ciudad. Mirando a través del hierro forjado, podía ver ángeles alados, cruces, y las formas iluminadas de media docena de mausoleos. La niebla se instalaba alrededor del suelo. Remolinante, creando formas extrañas, escalofriantes. Tenía que salir de ahí. Abrió la puerta del conductor sólo un pelo, y las luces se encendieron de pronto. Mientras miraba el mapa, estaba sobresaltada y entonces entró en pánico por un golpe en su ventana. —Oiga, señora, ¿tiene un dólar? ¿Tal vez tiene unos veinte? ¿Unos cinco? El hombre agarrado de su puerta estaba asqueroso. Era un hombre blanco con una barba cerrada, un olor horrendo, y tanta suciedad en él que era del color de un isleño. —Oiga, señora, sé que apesto. Oiga, sólo porque que hay whisky en mi aliento, no significa que vaya a ir a compra más licor. Está bien, ¿tiene algo de cambio? Ella le vio los dientes. O lo que quedaba de ellos. Eran verdes y lamosos. Tuvo una visión de él transformándose en algo diferente, con colmillos salivando, justo delante de ella. Ella gritó. Su grito lo sobresaltó. Él gritó y dio un paso atrás. Ella empuñó el volante. El automóvil salió disparado sobre el camino con un chirrido de llantas. No sabía en cuál dirección iba. Sólo condujo.
Rudy Trenton permaneció en la calle, observando al pequeño Honda rojo marcharse en la noche. Negó con la cabeza, entonces se quitó su gorra de béisbol, y se rascó la cabeza. —¡Está bien, señora, así que quiero comprar más whisky! —masculló. Él negó con la cabeza—. Loca. ¿A dónde diablos está llegando este mundo? Tal vez no debí haber pedido los veinte. Algunas personas no saben de inflación. Se estiró, pensando que era hora de brincar la cerca y encontrar un pequeño y bonito rincón en uno de los mausoleos. Montones de ellos estaban cerrados, pero algunos eran realmente viejos, y los cadáveres decadentes del interior no tenían parientes vivos que quedaran en el vecindario, así que era lo suficientemente fácil arrastrase adentro y conseguir refugio de la noche. Sonrió abiertamente. Las personas se asustaban por los cementerios. Estúpidos. No había gente menos peligrosa que la gente muerta. Diablos, no, la gente muerta no podía lastimar a nadie. Rudy se dio la vuelta. Para asombro de él, había un hombre saliendo del cementerio. ¿Era un hombre? ¿Cómo podía salir del cementerio? Los portones estaban todavía cerrados; No había saltado sobre la cerca, como Rudy tenía la intención de hacer. —Oiga, amigo, tiene unos veinte, unos cinco, uno, ¿un cuarto de dólar? Necesito algo de comida, hombre. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Está bien, así como yo necesito una bebida. El hombre sonrió, como si estuviera divertido por la petición de Rudy. Rudy sonrió. Iba a tener suerte. Este tipo se veía como si comprendiera la necesidad de un tipo por un trago de vez en cuando. —Sí, realmente necesito una bebida —dijo Rudy. El tipo soltó una carcajada. —Así yo también —dijo a Rudy. Rudy comenzó a sonreír abiertamente. Todavía sonreía cuando el hombre agarró sus hombros. No dejó de sonreír hasta que sintió algo... dolor. Agonía. Los huesos en sus hombros rompiéndose... Comenzó a gritar, pero el sonido fue roto completamente casi inmediatamente mientras su yugular era cortada y el sonido fue ahogado por completo por el flujo de su propia sangre.
Jordan llegó al fin a la casa. Al menos pensaba que era la casa. Era una mansión, una hermosa vieja plantación, conservada en muy buena forma. El porche era de gran extensión con columnas tradicionales, y un columpio hospitalario, pintado de blanco. Recorrió con la mirada la dirección que había escrito abajo, y el número sobre la casa otra vez. Sí, esa era. Salió del coche, manoseando la cruz en su cuello, tanteando su bolso para asegurarse de que tenía al alcance su frasco de agua bendita. ¡Si este policía es legítimo, va a pensar que estoy loca! Aun así, había llegado lejos. Resueltamente, cerró de un golpe la puerta del Honda, caminó a grandes pasos a través del césped, subió las escaleras, y llamó a la puerta. Fue abierta inmediatamente por la mujer que había estado en el aeropuerto. —¡Gracias a Dios! —dijo seriamente. Jordan se sintió sonrojarse mientras estaba ahí torpemente. —Lo siento; Es sólo que últimamente he tenido tantas cosas extrañas ocurriendo? —Sí, por supuesto, entiendo. Estábamos preocupados. Adelante, entre. Aun así, Jordan vaciló. Pero oyó el grito reconfortante de un niño pequeño en el trasfondo y caminó a través del umbral de la casa. Un hombre alto, de pelo oscuro sacudió su mano mientras ella entraba. —¿Sr. Canady? —murmuró. —No, soy Lucian DeVeau —dijo—. El marido de Jade. —Se dio la vuelta, señalando a una mujer detrás de él, quién sujetaba al infante—. Ésta es Maggie Canady, y Sean está justo allí en la oficina. Estaba a punto de salir y tratar de encontrarla. Jade ha estado muy perturbada desde que la perdió en el aeropuerto. —Otra vez, lo siento mucho. —Usted está aquí... todo es completamente comprensible. Entre, todos podemos hablar.
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Mientras daba un paso a través del vestíbulo, notó la belleza histórica de la casa. Una grandiosa escalera se elevaba desde la entrada, y en el descanso, había una pintura exquisita de una hermosa mujer dentro de un vestido de mediados del siglo diecinueve. —Preciosa casa —murmuró. —Gracias —dijo Maggie—. Sólo voy a poner a éste en la cama; Estaré enseguida con todos ustedes. Usted debe estar exhausta... cansada, hambrienta, sedienta. Pero Jade le puede traer cualquier cosa que necesite. —Gracias. Esto era muy extraño. Todas esas personas parecían haberla esperado, y todos ellos parecían pensar era de lo más normal que estuviera ahí; De hecho, parecían más que aliviados de que hubiera venido. —Por aquí —dijo Lucian. —Esto es muy maleducado, por supuesto —murmuró Jordan—. Pero... —Soy la editora publicista del libro de Sean —dijo Jade—. Y Lucian... —Déjala reunirse con Sean —sugirió Lucian—. Y luego podremos empezar las explicaciones que ella no va a creer. Ella había estado esperando contar una historia que nadie iba a creer. Lucian la dirigió a través del cuarto, a una biblioteca con contrapuertas. Mientras entraba, vio a un hombre recargado contra la repisa de la chimenea, una bebida en su mano, mientras le hablaba a alguien al otro lado del cuarto. —Sean, ella ha llegado. No tuve que buscarla —dijo Lucian. —Así que usted es Jordan Riley —dijo Sean Canady. Él tenía alrededor de cuarenta, en forma y bien parecido, con agradables ojos, serios. Empezó a caminar a través del cuarto, lista para estrechar su mano. Entonces vio al hombre con cual él había estado hablando. Se congeló donde estaba; Ragnor Wulfsson estaba justo al otro lado del cuarto donde Canady se recargaba contra la repisa de la chimenea. —Jordan —comenzó Ragnor, caminando en dirección a ella. ¡Dios mío! ¡Eso era! Ella había viajado a través de la noche, a través del espacio del Atlántico, para encontrarse enfrente del mismo terror. No habría escapatoria aquí, pensó. Se había escapado de un lugar con amigos y familia, y estaba sola y él estaba aquí. Ningún escape... Ella imaginó el cuerpo ceniciento de Tiff, vio sus hombros liberados de su cabeza. Se dio la vuelta y corrió. Ignorando los gritos sorprendidos de Jade DeVeau, empujó a la mujer de su camino y huyó de la casa, disparándose a través de la puerta principal, corriendo velozmente a las escaleras. Brincó en el Honda y encendió el motor, comprendiendo que podía enlodar el coche en el camino de acceso sin empedrado si no se calmaba y usaba algún sentido. Ni siquiera supo a dónde era que estaba conduciendo. Salió a toda velocidad, y pasó como un rayo por la cinta solitaria del camino.
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Repentinamente, presionó de golpe sus frenos. Había algo en el camino adelante de ella. Una sombra. Una forma... Un hombre. Sus luces enfocaron un hombre parado en su ruta. Ragnor. Ella golpeó el botón de su ventana. —Quítate del camino. Lo juro, te atropellaré. —Jordan, para esto, ¿estás en peligro? —¡De ti! —No, maldita seas, no de mí. ¿Regresarás a la casa y hablarás? Haremos lo mejor que podamos para explicarte. —¿Explicar que ustedes son monstruos, y que tú matas personas, y que Sean Canady escribe sobre los vampiros con conocimiento porque él es uno? —Sean no es un vampiro. —Pero... ¿tú lo eres? —Jordan, tengo que explicar... Ella no le dejó terminar. Aceleró el coche, se enfermó por que iba a pegarle, pero tanto se asusto que no podía hacer nada más. Mientras el coche aceleraba a través de la carretera principal, Ragnor pareció desaparecer en la oscuridad. Desaceleró cuando llego a un cruce de carreteras, mirando con atención a través de la ventana, intentando desesperadamente decidir por dónde regresar a las personas... montones de gente. Personas normales. Entonces dejó escapar un grito de terror. Ragnor estaba en su ventana. —Jordan, tienes que escucharme... Otra vez, golpeó el acelerador, salió disparada en la intersección. Un coche venía de la izquierda. Él tocó con gran estruendo su claxon. Jordan dio un viraje y perdió el control. El coche giro. La siguiente cosa que supo, es que estaba volando en el follaje al borde del camino. El coche se paró violentamente mientras golpeaba un tronco. Se había olvidado de ponerse el cinturón de seguridad en su prisa por escapar. Sólo se mantuvo en el coche y en una pieza por el agarre de muerte que tenía en el volante. —¡Jordan! —Oyó su voz profunda mientras la llamaba. Aterrorizada abrió la puerta y echó a correr en la noche—. ¡Jordan! La siguiente cosa que supo, fue que estaba detrás de ella, sus manos en sus hombros. Se dio vuelta, gritando, pateando, peleando. En su esfuerzo por liberarse de su agarre, tropezó hacia atrás en una pila de hierba y cayó de plano, derribándolo con ella. Él apoyó sus manos contra sus hombros, medio tumbado desgarbadamente por encima de ella. —¡Jordan, detente, por el amor de Dios, basta! Tienes que escuchar... Se interrumpió tan repentinamente que ella dejó de luchar. Clavó los ojos en él y se dio cuenta de que estaba escuchando algo que ella no oía. Había quitado su atención de ella. Si escogiera justo el momento correcto... Pero entonces lo oyó, también. Alas... Alas en la noche. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Un susurro, un siseo, una advertencia... No necesitó escapar de él; Él ya no la tocaba. Mientras miraba perdidamente hacia la oscuridad, vio una sombra formarse a sólo metros de distancia. Ragnor se puso de pie, empezando a enfrentar la sombra. La oscuridad tomó forma. Un hombre, un hombre en un gran abrigo negro. De debajo, sacó una larga y refulgente espada. Ragnor caminó hacia el hombre en la autopista. Jordan yacía aturdida, observándole. Entonces, mientras veía a Ragnor sacar una especie de arma de su chaqueta, se puso de pie. Observó el acercamiento de los hombres uno al otro. La espada fue balanceada por el desconocido, un hombre con una cara que nunca había visto antes. Ragnor evadió el balanceo de la hoja, y la espada silbó a través del aire de la noche. Jordan encontró la fuerza para moverse. Su coche era inútil. Se movió con precaución, silenciosamente al otro lado de la carretera, parada al lado opuesto de los dos hombres, bordeando el camino por el que había llegado. Entonces vio a Ragnor atacar. Tenía sólo un cuchillo largo y afilado, mientras el otro esgrimía una espada, pero el desconocido había perdido el equilibrio. Ragnor dio un salto hacia adelante con un objetivo seguro, verdadero, capturando el centro exacto en su garganta mortalmente. Jordan gritó. El hombre dejó caer su espada, agarrando firmemente su garganta. La sangre se derramaba de su herida. Ragnor fue despiadadamente a la matanza. Ella gritó otra vez, mientras la cabeza del hombre se tambaleó a su lado, y aún, Ragnor no cesó. Lanzó un golpe fuerte otra vez, y otra vez, hasta que la cabeza del hombre se cayó de su cuerpo, en el follaje. Un segundo más tarde, el cuerpo... el cuál se había tambaleado después de que hubiera perdido su cabeza... fue chocando violentamente contra los arbustos detrás. Nunca había sentido histeria tan pura. Simplemente estaba parada, gritando y gritando, y entonces vio a Ragnor clavar los ojos en ella, y retrocedió, y quiso correr, pero no podía, sólo podía clavar los ojos en él, como si pudiera conservar su vida manteniéndole trabado enfrente de ella con sus ojos. —¡Jordan! Otra vez, comenzó a retroceder, negando con la cabeza por la incredulidad y el horror. —Jordan, él fue enviado para... matarte. O detenerte, abatirte. Todavía no lo entiendo completamente... —¡Alto! —Alzó una mano delante de ella, todavía retrocediendo. Golpeó el polvo suave. Su talón se hundió, y otra vez, tropezó hacia atrás. Un segundo más tarde, él se elevaba sobre ella. —¡Hazlo! —gritó—. Mátame, córtame la cabeza, haz... haz... Él estiró una mano hasta ella. —¡Levántate, grita otra vez si lo necesitas, y entonces te pones lógica y me escuchas! —¡Lógica! —dijo, su voz elevándose otra vez. Tuvo el agarre sobre su brazo; Él la jaló sobre sus pies. Los focos delanteros de un coche repentinamente los inmovilizó a ambos en la luz brillante. Jordan miró hacia la carretera por ayuda. Sean Canady estaba conduciendo el coche. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Su corazón se hundió. —Jordan, vamos —dijo Ragnor lacónicamente. La llevó al coche. Canady abrió la puerta; Ragnor entró, entonces tomó asiento en la parte de atrás. El coche hizo un rápido viraje en U. —¿Qué van a hacer conmigo? —preguntó. —Darle algo de ropa limpia, por lo que parece —dijo Canady ligeramente—. Entonces un buen trago fuerte. Ella captó los ojos de Ragnor en el espejo retrovisor. Eran azul, duros, fríos como el hielo. —Imagínese ser un policía y tener que enfrentarse con todo esto —dijo Canady ligeramente. —¿Un policía? ¿Pero no un vampiro? —dijo Jordan. —Sí. Casi... Pero nunca realmente —explicó Canady. Se quedó callada, pensando que debía estar soñando, como había estado soñando en el avión. Excepto que no estaba soñando. Podía sentir un dolor pulsando en su tobillo y su rodilla dolía. Y la espalda. Y atrapando una mirada de sí misma en un oscuro reflejo sobre el parabrisas del coche, vio que ramitas y helechos estaban en su pelo. El coche se detuvo en el camino a la casa. Antes de que tuviera la posibilidad de moverse, Ragnor dejó el asiento trasero y abrió su puerta. La sacó, no demasiado suavemente. —¿Podríamos tener una discusión ahora, en la casa, por favor? Ella se sacudió de su toque y subió por los escalones frontales. Ambas mujeres la estaban esperando allí. —¿Lucian? —preguntó Ragnor. —Él fue a buscarte, también —dijo Jade—, temía que pudieras haber tenido problemas. —Los tuve. —¿Lo encontraste? —preguntó. Negó con la cabeza —Han estado creando su propio pequeño ejército. Son novatos, y no pueden pelear con un demonio. —¡Vengan a la oficina, por favor! —dijo Maggie. Evidentemente, había enviado a la cama a su hijo en medio de todo eso. Sin volver a mirar a Ragnor, Jordan tomó asiento en el borde del antiguo sofá que estaba frente a la repisa de la chimenea. Había un fuego encendido en el hogar. Al menos traía un calor que encontró desesperadamente necesario. Viajaron en tropel alrededor de ella, Maggie a un lado, Jade al otro, Sean ante la repisa de la chimenea a un lado, y Ragnor... a quien acababa de ver arrancar la cabeza de alguien en el otro lado. Él llevaba una chaqueta de cuero, respiraba fácilmente para un hombre que acababa de involucrarse en semejante ejercicio extenuante; Su largo cabello rubio estaba algo despeinado, pero su ropa estaba todavía, asombrosamente, en el lugar. Quería ir corriendo hacia él; Quería escapar de él. Ahora supo por qué. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Jordan, ante todo, lo juro, ninguno de nosotros quiere lastimarla de ningún modo —dijo Sean Canady. —Estamos tratando de protegerla —aclaró Maggie. Jordan clavó los ojos en ella. —¿Es usted un vampiro? ——No... Pero lo fui. Esa es una historia larguísima, y no estoy exactamente segura de qué fuerzas me dieron una cura. —Yo soy un vampiro —dijo Jade suavemente—. Por elección. Jordan dio media vuelta para clavar los ojos en ella. —Como lo es Lucian —explicó Jade. —Entonces, ves, sabemos de lo que hablamos —dijo Sean. Ella sólo clavaba los ojos en ellos, todos, uno por uno. Entonces miró a Ragnor. —Grandioso. Simplemente grandioso. —Hay más de lo que usted podría comprender —dijo Maggie. —Creo que necesita ese trago fuerte —dijo Sean. —Quizá es mejor que tú lo traigas —dijo Ragnor—. Estoy seguro que pensará que estoy tratando de envenenarla. Sean le trajo algo en un vaso. Sus dedos se envolvieron alrededor de él, temblando tanto que apenas podía sujetarlo. Decidió beber la bebida de un solo trago. ¿Cómo podría hacer las cosas peor? —Trataré de explicarle las cosas en resumidas cuentas —dijo Sean—. Los vampiros existen. Lo hacen por siglos. Han sobrevivido, usualmente, tratando de no llamar la atención. —Pocos datos —repitió inexpresivamente, extendiendo el vaso—, creo que me tomaré otro. Ragnor se agachó delante de ella. —En la antigüedad, era fácil. Había guerras, contiendas, muertes... en todas partes. —Y ningún medio de comunicación —dijo Jade. —Y ningún trabajo de detective forense —continuó Sean. —Pero hay leyendas —dijo Ragnor—. Algunas de ellas verdaderas, algunas exageradas, algunas enteramente ciertas. —Existí durante años, sin lastimar nunca a nadie —dijo Maggie—. Pero hay... un instinto. Un hambre. Y esa hambre crea desinterés por la vida humana. —La cuál ha sido compartida por muchos hombres “normales” a lo largo de la historia. Siempre ha habido un déspota en alguna parte, un tirano, un rey, un dictador, dispuesto a deshacerse de centenares y miles de personas —continuó Ragnor, sus ojos duros en los de ella—. Los romanos vencieron y mataron a todo lo largo de Europa y más allá. Los bárbaros arrasaron en la Roma Imperial. Inglaterra envió ejércitos continuamente a Escocia e Irlanda; Estuvieron en guerra con Francia durante años. Pedro el Grande hizo bastante por Rusia, pero fue un gobernante cruel. Los europeos llegaron a América y prácticamente hicieron desaparecer a las poblaciones nativas. Miles murieron en el comercio de esclavos. Entonces entramos en el mundo moderno. Hitler intentó diezmar a poblaciones enteras. Japón trato brutalmente a China. Nunca ha habido un Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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tiempo cuándo la injustificable y sin sentido matanza no haya tenido lugar. Siempre ha habido una forma para que la muerte tenga lugar sin ser advertida. —Y entonces ha habido casos de asesinatos “extraños” a lo largo de la historia —dijo Jade—, y por supuesto, algunas han ocurrido por medio de las enfermedades de los hombres. —Y otras a través de la maldición del hambre —dijo Lucian. —Pero es una enfermedad. Una enfermedad muy extraña —aclaró Maggie rápidamente—. Y no todos los que son vampiros son necesariamente un... un asesino. —Pero esos que lo son, por supuesto, son excepcionalmente peligrosos y letales, por su poder —dijo Jade. —La mayoría de nosotros hemos hecho un trato del cual no estamos orgullosos —una voz dijo desde la entrada. Jordan se volteó para ver que Lucian DeVeau había regresado. —Ese fue el pasado —dijo Jade suavemente. Y miró a Ragnor con un encogimiento de hombros y una cariñosa sonrisa abierta. —Realmente necesito esa segunda bebida —dijo Jordan. Esta vez, Maggie se puso rápidamente de pie. —En resumidas cuentas —continuó Sean mientras su mujer iba a rellenar el vaso de Jordan—. Hubo un tiempo cuándo había simplemente un orden... y reglas. Lucian se elevó a un punto donde él fue... —Rey —proporcionó Maggie. Jordan se alegró de la bebida deslizada en sus manos. —El rey de los vampiros —Ella se hizo eco. —Hubo un orden —explicó Lucian—. Cosas que podíamos hacer, y cosas que no, pasaron a todo lo largo de las épocas. Fui guiado por otro, quien murió. Usualmente, cuándo alguien es convertido, hay una cierta fuerza que puede sentirse. Desde tiempos inmemoriales, hubo leyes. Para la supervivencia. Los vampiros no podían crear a más que dos de su propia especie en un siglo. Una forma de control poblacional, podría decir. No debíamos destruir a nuestra propia especie. Debíamos disponer de nuestras víctimas, no llamar la atención, y no destruir en masa, hasta a nosotros mismos. Esas eran las reglas, durante años y años. —Hubo siempre esos que se rebelaban —dijo Maggie—. Esos que matarían indiscriminadamente, injustificablemente, cruelmente. —¡Y esos que no aceptan el hecho de que estamos en el siglo veintiuno, y hay alternativas, tantas alternativas! —dijo Sean. —Sean escribió el libro, Jordan, y Jade, quien tiene una pequeña editorial, lo publicará en el mercado. Porque hay peligro, y siempre ha habido peligro. Sólo en los años recientes, por la ciencia y los medios, hay una línea más clara trazada entre aquéllos de los nuestros que nos ven solamente como depredadores, y aquéllos de nosotros que anhelamos la simple supervivencia — dijo Lucian. Tras dos bebidas, grandes porciones de whisky sólo, Jordan no sabía si reír o llorar. Ésta tenía que ser una mascarada, una charada, un entretenimiento. Aquí estaba en Nueva Orleans con un policía y su editora y Dios sabe exactamente quién más y qué más. Aún después de todo lo que había visto, todo lo que sabía...
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—Entonces, usted es el rey —dijo, mirando a Lucian. Clavó los ojos en Ragnor—. ¿Entonces cual es exactamente tu papel en todo esto? —Ragnor es el ejecutor —dijo Lucian suavemente—. Él fue nacido el séptimo hijo del séptimo hijo, y su padre tenía una tremenda fuerza y poder, heredado. —¿Y tu padre, entonces, era el lobo, lo cual te hizo el hijo del lobo? —Ejecuto las decisiones que tomamos —dijo. —El ejecutor —repitió, entonces se volvió enojada consigo misma. Estaba comenzando a sonar como un loro—. Fuiste tú —dijo fríamente—, en el baile de la contessa. El lobo. —Tú no deberías haber estado ahí. —Tú has sido el maldito lobo que he visto, en las calles por la noche. —Es cuestión del pensamiento, y lo que está en la mente —dijo él—. Es lo que es visto por los ojos, un truco de luz, o materia. Sí, he estado ahí. Protegiendo tu cuarto junto a la ventana, antes de que me invitaras a entrar. —¿Así que tienes que invitar a entrar a un vampiro? —Pensé que había leído el libro —dijo Sean. —La contessa iba tras de ti... en una vendetta personal —explicó Ragnor—. La había estado vigilando, a través de la ciudad. Supe que ella y sus seguidores tenían en mente atacar la noche del baile... Sólo que no comprendía bien qué tan grande se había vuelto su culto, lo que ella había hecho. Lo que habían hecho. —¿Ellos? —Nari no está nunca sola —dijo Lucian—. A través del tiempo, ha buscado los más depravados compañeros. —Tú no deberías haber estado allí, no en la sección del baile dónde estabas —dijo Ragnor—. Aun con la creencia que ella es una depredadora, y como una leona, facilita la cacería y el asesinato por la simple razón de ser, usualmente no es estúpida. Le gusta un agradable y elegante estilo de vida, y eso sólo puede ser logrado cuando eres aceptado en su selecta comunidad. Así que para cazar, para sus banquetes de ese tipo, busca a extranjeros sin parientes en el país. Pobres, perdidos, prostitutas, bandidos conocidos, vendedores de drogas, asesinos, y más. La desaparición de una mala semilla rara vez es investigada diligentemente; Una prostituta muerta solamente provoca la creencia de que pidió lo que recibió. —Así que decidiste salvarme de la carnicería —murmuró—. Qué afortunado para mí. —Regresé —dijo fríamente. —Tú sabías lo que iba a ocurrir; Dejaste morir a todas esas personas. Él negó con la cabeza. —No sabía exactamente que iba a ocurrir. Sólo descubrí que había escapado, y temí que estuviera con alguien en Venecia, alguien con un poder mayor que el de ella. —¿Escapado? ¿De dónde? Ragnor recorrió con la mirada a Lucian, quien contestó: —Ella había sido sepultada en un ataúd de plomo en el fondo del mar Adriático durante doscientos años. De alguna manera, escapó. —Si es una criatura horrible —dijo Jordan—. ¿Por qué no la detienes? ¿Y luego detienes a los demás? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Ragnor negó con la cabeza. —¿Nari misma está siendo usada... —Sí, es una horrible criatura. Pero sin ella, perderemos el poder detrás de ella. —¿Por qué no me lo dijiste? —¿Habrías creído todo esto? —¡Vi todo esto! Él negó con la cabeza. —No podía entrar en una oficina de la policía veneciana y convencerlos de que Nari era un vampiro. Tengo la habilidad para matar a Nari, ¿sí? —Pero eso está en contra de las reglas antiguas —interrumpió Jordan—. Pero acabo de verte atacar a un hombre, cortar su cabeza... —Él me atacó —dijo Ragnor, mirando a Lucian y encogiéndose de hombros—. Nuestra antigua orden ha caído en un cierto caos. Así que hemos cambiado las reglas. Pero al principio, pensé que habías entrado en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Temía que te metieras en peligro si continuabas insistiendo que se hiciera algo. Pero ese no fue el caso en absoluto. Se suponía que estuvieras allí; Estaba planeado que deberías estar ahí. De una u otra manera, tuve que intentar seguir a Nari hasta que descubrí quien estaba realmente detrás de lo que estaba ocurriendo. —¿Que quieres decir, que fue planeado que yo estuviera allí? —Tu primo Jared te hizo caer en una trampa. Por qué, no sé. Pero él está bajo la influencia de Nari. Ella sintió un escalofrío. —Jared es mi pariente vivo más cercano. Él no me lastimaría. —Normalmente, no. Pero ese no es el caso ahora —dijo Ragnor. Ella miró perdidamente hacia sus ojos. —¿Por qué debería creerte? Por qué debería confiar en ti ahora, cuándo me mentiste. Cuando dejaste... que Tiff muriera. Yo vi su cuerpo. Entonces te vi. Él negó con la cabeza con agravio. —Sí, me viste. He pasado días siguiendo tu ruta, intentando seguirte sin que otros supieran que estaba allí. Deberías entender... Nari nunca trabaja sola. Hay alguien más poderoso detrás de ella, y lo suficientemente fuerte, que no he podido averiguar quién. Entre ellos, han creado una red poderosa. —Entonces, me estabas utilizando como cebo —dijo. —Al principio, sí —admitió. Ella se recargó, habiendo esperado que negara las palabras. —¿Cómo puedes estar aquí? ¿Puedes viajar por el Atlántico con el pensamiento? —Estaba en tu avión. —¿Cómo lo arreglaste? —Estaba en tu cuarto cuando hiciste las reservaciones en Internet. —¿Y piensas que Jared es malo, pero hasta ahora, no lo has destruido?
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El silencio que siguió la sobresaltó, y la asustó profundamente. Maggie se aclaró la voz e intentó explicarle. —Hay diferentes cosas que pueden ocurrir —murmuró—. Si una persona es drenada de su sangre y muere, se convierte... a menos que el cuerpo sea decapitado o destruido de inmediato. Entonces está tomar... la sangre. Poco a poco. A veces la infección, o como sea que lo llames, puede ser curada a continuación. Las transfusiones de sangre pueden curarlos; Otros factores pueden entrar. Cuando un vampiro elige tener la obediencia de una víctima, la sangre es tomada muy lentamente. Entonces la víctima le pertenece al vampiro, quizá haciendo cosas que podría no hacer normalmente. Como Jared. —Jared ha estado desangrando a Cindy —dijo Ragnor de forma realista—. Y seguramente, sabes que te digo la verdad. —No vas a destruir a mi primo —dijo Jordan a Ragnor—. Leí gran parte del libro de Sean. Te destruiré antes de permitirte llegar cerca de Jared. —Mientras Jared viva, hay una posibilidad que él pueda ser arrebatado de Nari —dijo Maggie, provocando que ambos hombres clavaran los ojos en ella. —No dañarán a mi primo. Yo... tengo agua bendita —advirtió. Por supuesto, no la tenía realmente. No ahora. Su bolso estaba en el auto rentado. No se le había ocurrido regresar después de ver a Ragnor tomar la cabeza de la criatura en las sombras. Su amenaza no pareció desconcertar a nadie. Se volvió hacia Ragnor otra vez. —¡Dejaste a Tiff morir! —acusó. Él negó con la cabeza. —No tenía ni idea de que Nari iría tras de Tiff —dijo suavemente—. Estaba ocupado vigilándote. —¿Qué hay de Roberto Capo? —Roberto Capo está bien. O estaba bien, cuando salí. No sabía que dejaría Venecia tan abruptamente. —¿Por qué me seguiste desde que supiste que iba a venir aquí? —Sabía que te seguirían también. —¿Cómo? —Es la era de la computadora —dijo, exasperado—. Y están esos a todo lo largo del mundo quiénes están con nosotros... y esos que no lo están. ¿Entiendes? Todo lo que se necesitaría sería un correo electrónico, y un asesino te podría estar esperando en el aeropuerto. Un asesino te estaba esperando en el aeropuerto. Todo ha cambiado en los últimos años. Los lados se han trazado. Nari y su grupo han desafiado todas las antiguas reglas; Han estado creando a sus propios seguidores. Son débiles, y tontos, y no se han tomado el tiempo de aprender nada. Mueren fácilmente. Pero Nari no se preocupa por eso... sus creaciones son absolutamente prescindibles. Lo que no significa que no sean peligrosos. —Te vi... te vi esa noche debajo de los arcos. —Sí, y él supo que algo estaba mal, así que te advirtió lo mejor que pudo. Nari, y su compañero más reciente, han creado unos seguidores en Venecia. Como el tipo que maté en el camino. Me
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quedé atrás lo suficiente para ver que Capo estuviera a salvo, entonces fui detrás de ti tan rápidamente como pude. Capo está realmente enfermo... tiene una terrible gripe. Ella se mantuvo clavando los ojos en él. —Si todo esto está ocurriendo, y el resto de ustedes realmente son tan buenas personas, ¿Por qué no estaban ustedes en Venecia? —Nari no es el único peligro allí afuera —dijo Lucian. —Si hubiera sido sólo Nari, pude haber lidiado con ella la noche de su baile —dijo Ragnor—. Lo que es importante aquí es que tú has sido el objetivo. Por qué y de quién, nos falta comprender. Necesitamos tu ayuda. —No conozco a ningún vampiro —dijo coléricamente—. Nunca antes he tenido personas desgarradas frente de mí. —Sabe de vampiros, al menos —dijo Sean. Ella clavó los ojos en él—. Cuando usted me envió el correo electrónico, investigué el caso en Charlestón. La actividad de la secta que estaba teniendo lugar. Ella inhaló un aliento bastante harapiento. —Y usted piensa que... Que no eran simplemente fanáticos religiosos, que lo eran... realmente. —Su prometido fue asesinado, ¿verdad? Ella asintió con la cabeza. —¿Ella? ¿Está Nari…? ¿Podría relacionarse con su muerte? —preguntó. —Antes que nada mañana por la mañana, iré y miraré todo los expedientes policíacos otra vez —dijo Sean. —Jordan, es importante que nos diga cualquier cosa que pueda —dijo Lucian—. Necesitamos saber contra qué nos estamos enfrentando. —Sé que un hombre fue horrendamente muerto por un grupo de fanáticos religiosos. No trabajé con Steven; Le escuché después de una jornada diaria. No tengo nombres, o caras. Soy una crítica de libros... él era el policía —Por favor, intente pensar acerca de cualquier cosa. Usted ha conseguido entender. Todos podemos ser destruidos por nosotros mismos —dijo Lucian—. En el pasado, cuando nuestra especie ha dado un paso más allá de los límites que pudieran causar la destrucción masiva, hemos encontrado la manera de encarcelarlos, ser una clase de contención, o a través de herir físicamente. Ahora, como le hemos dicho, las cosas han cambiado. Hay dos lados allí afuera. Y estamos en el suyo. Comenzó a levantarse, entonces pestañeó. El whisky, el cambio de tiempo, y el puro agotamiento habían llegado a ella. Antes de que lo supiera, se estaba deslizando de regreso al sofá. Intentó pararse otra vez y hablar, pero el esfuerzo necesario pareció demasiado grande. No perdió el conocimiento. Simplemente se desvaneció...
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1199 El tiempo de sanar tenía lugar en una isla diminuta en el Mar Irlandés, llamada la Isla de los muertos. Los escoceses y los escandinavos, todavía se debatían la propiedad de muchas de las islas esparcidas al sur de las Hébridas... y a menudo decidían la cuestión por las armas, mantenían alejada la pequeña isla. A menos que, por supuesto, tuvieran allí asuntos con los habitantes. En aquellos tiempos no era tan difícil que la gente común aceptara lo “diferente”. Muchos adoraban la iglesia durante el día, y le dejaban ofrendas a la Madre Tierra de noche, horneaban pan para la "gente pequeña," y aceptaban que había seguramente un Dios, único, pero también criaturas no conocidas por el hombre completamente. Había bastante de esos "diferentes" quienes eran conocidos en la vida; El enano, el gigante, el ciego que podría crear un trabajo increíble en oro, el ermitaño en las Tierras Altas que había vivido bastante más de un siglo. Había berserkers que podían derribar a veinte hombres que eran el doble de su propio tamaño, y hombres de Dios que podían tocar a un hombre y curar sus males y aflicciones. La gente en la Isla de los muertos era diferente, eran evitados... A menos que fueran necesarios. A veces, eran los rechazados los que llegaban allí... enanos que habían perdido el favor de los nobles que habían entretenido, wiccanos, maldecidos en sus tierra natal por supuestamente haber causando hambruna, enfermedad, o muerte. Había otros allí también... esos que se consideraba que estaban tocados por la luna llena, quienes corrían en la oscuridad, quienes aullaban en la noche. Cada país aducía que alguna criatura de su leyenda y saber popular, existía en la Isla de los muertos, desde los selkies irlandeses, las banshees4, las personas pequeñitas, los duendecillos de los escoceses, los dioses caídos y revoltosos de los escandinavos, y aun los lamia del Oriente Medio. Los cambia forma, los fantasmas, y los demonios, todos, se decía, vivían en la Isla de los muertos. Entre ellos también estaban los comerciantes y simples agricultores, esos que no llegaban con las luchas feroces entre daneses y escandinavos y las tribus que regían sus diversos sectores de las Islas Británicas. La vida y la muerte, eran fáciles en aquellos tiempos, pues las guerras y contiendas eran constantes, y el derramamiento de sangre era una forma de existencia. Los hombres de toda índole escogían sus bandos, y la barbarie era la regla de la guerra. Cuando no había batallas, había manadas de ovejas y vacas lanudas que atender, sus poblaciones siempre se mantenían al máximo por los habitantes naturales de la isla. Había años en los cuales Ragnor se curaba, y años en los cuales aprendía, pues una de las máximas rarezas de ese condenado hábitat, era el número de hombres de Dios que venían buscando ayuda, en búsqueda tanto de la venganza como de la paz. Ragnor descubrió enseguida que Lucian tenía sus propios demonios que destruir, y que tenía la intención de mantener un afilado control en el mundo en que existían. En sus primeros años entre los condenados, él era a menudo atendido por una joven extraña y bella que continuamente aparecía y desaparecía, una 4
Espíritus en forma de mujer que gimen y lloran. (N. de la T)
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criatura maldita, pero a diferencia de ellos mismos, condenada a una vida en la cual continuamente debía regresar al mar. Era la esposa de Lucian, en lo que se había convertido en un distante tiempo y mundo para ellos. Ella nunca se explicó, o pidió explicaciones a cambio. Con el tiempo, incluso las cicatrices de las múltiples cuchilladas que habían cubierto su cuerpo desaparecieron, y fue poco después de esa curación completa que Ragnor despertó en el crepúsculo con una extraña sensación de desasosiego. Levantándose, se dio cuenta de que había soñado con Nari, llegando a él, susurrando que tenía miedo, que lo necesitaba. Había llorado, lágrimas de vergüenza, horror y miedo. Había implorado su perdón. Él se levantó y llegó a la estructura de madera parecida a una casa comunal donde Lucian dormía y entretenía a sus invitados. Allí, descubrió que un guerrero exhausto, con los restos de una cadena de acero alrededor del cuello, había llegado a la isla, contando la historia acerca de una terrible batalla que se había llevado a cabo en el sur de Inglaterra. —Los normandos llegaron a la costa de Inglaterra. Nuestro rey sajón estaba listo para encontrarlos, e Inglaterra no debería haber caído, pero en el terrible choque que tuvo lugar, el rey Harold fue muerto. El señor normando logró llegar al norte. Los cometas remontaban el cielo, y la gente pensó que el mundo se acababa —dijo el hombre. Estaba sucio y desgreñado, su pelo largo a la manera sajona, una barba desaseada cubriendo su cara. —Si el rey sajón ha sido muerto, y un Normando tomará el trono de Inglaterra, trayendo con él su propia nobleza, el mundo como lo conocen se acabará —dijo Ragnor. El hombre se volteó hacia él, alarmado. Entonces agachó la cabeza. —Sí, el mundo como lo hemos conocido está terminando ciertamente, y las libertades que hemos conocido se irán con eso. Pero no es por eso qué he venido. —Él volvió la mirada de nuevos hacia Lucian—. Mientras el ejército normando se mueve al norte, hay muerte y destrucción. —Esa es la forma, cuando unas personas conquistan a otras —dijo Lucian. Él alzó una mano—. No fuimos parte de esa guerra, y no recibimos instrucciones de serlo. —No es la guerra lo que me trae aquí, aunque la muerte y la devastación sean lastimosas y trágicas. Las guerras son combatidas y ganadas y perdidas. Y en esta batalla, había esos que creían como Harold mismo, que Dios estaba en contra de él, y así un reinado nuevo llegaría a Inglaterra. Pero mucho de la horda Normanda fue hecha de tropas mercenarias. Y es dudoso que el gran señor normando supiera de dónde venían todos ellos. Él llego a tener el trono; Los hombres como él rara vez calculan el costo. —¿Por qué está usted aquí, si ve que esa batalla ha sido combatida? ¿Y perdida? —demandó Lucian. —No temo a la muerte —dijo el hombre—. Mi nombre es Edgar, y fui un barón de las tierras bajas, atrapado, como lo ves —Hizo una pausa, señalando el collar de acero alrededor de su garganta—, en combate, para convertirme en siervo, un esclavo para el sistema feudal. Me libré de mis captores cuando dejaron de guardarnos tan vigilantemente. La muerte misma no es nada. No cuando el alma de un hombre cae a las manos de Dios. Pero a raíz del ejército normando... llego una terrible enfermedad. Muchos de los invasores se quedaron atrás para mantener a la fuerza en el campo, doblegando a la gente en los pueblos y villas alrededor de la batalla. Y bueno... Campesinos, agricultores, artistas, guerreros, heridos, y niños, todos comenzaron a caer víctimas de esta enfermedad... es como una plaga. ¡Una plaga de demonios! —continuó, los salvajes ojos Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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bordeados de rojo. Estaba cansado, exhausto, y probablemente hambriento, pero habló con convicción y una dignidad que desmentía su apariencia deshonrosa. Tenía una postura erguida, ojos y pelo oscuro, y el coraje para hablar con franqueza—. Dios sabe si cualquiera de esas pobres almas quedará vivas en el sur cuando regrese. Se lo dije, logré mi escape porque los mismos invasores normandos estaban asustados; Se quedan detrás de las paredes recluidos, temiendo por ellos mismos. Es una extraña maldad, sujetando víctimas vorazmente. Maldad, en un barrido de sombras. Llegan al final del día; Las víctimas ni siquiera se enferman, se desploman sin vida por la mañana. Y hay encantamientos donde regresan a sus seres queridos, y por la mañana, la hermana, el hermano, la madre se ha desplomado sin vida también, y la enfermedad sigue sin parar. —Quizá es peste negra —dijo Lucian, observando al hombre—. Un hombre toca a su mujer, y su enfermedad es suya. Una madre atiende a su hijo moribundo, y pierde la vida también. Edgar negó con la cabeza. —No es esa clase de plaga... a menos que la plaga pueda tomar forma humana, y reír mientras los sacerdotes rezan sobre los muerto y moribundos. —No hay plaga, Lucian; Ambos sabemos eso —dijo Ragnor, caminando a grandes pasos hasta el hombre—. La maldad de la que habla toma forma humana, dice. Y usted ha visto eso. Sombras, formándose en formas sólidas. ¿Hombres? ¿O mujeres? —Una mujer se topó conmigo mientras ayudaba a un sacerdote a acostar un hombre moribundo en St. Mary, cerca del campo de batalla en Hastings. Ella estaba junto a mí, cubierta de negro, como si fuera una doliente. Pero entonces se rió, y me dijo que los normandos le habían abierto la puerta a los condenados. Y... El hombre repentinamente se interrumpió. —¿Y? —dijo Ragnor. —El hombre a quien le recé, murió mientras yo decía las palabras, caminó al día siguiente. Camino con ella cuando el crepúsculo caía, y dio un paso entre los demás en el campo delante de la iglesia... muriendo también. —¿Por qué viene usted a nosotros? —preguntó Lucian. —Porque se dice que ustedes son cambiadores de forma también —contestó Edgar luego de un momento. —¿Y nosotros no le damos miedo a usted? —inquirió Ragnor. —Sí, lo tengo. —¿Pero viene de cualquier manera? —inquirió Lucian—. ¿Cuándo su país muere devastado? —Las guerras son ganadas, y las guerras son perdidas, pero las almas de los hombres son eternas. Sí, tengo miedo. Temía en el campo de batalla. Pero no lo hago ahora. Dicen que otros han llegado aquí. Que ustedes pueden ser tan brutales como cualquier ejército vencedor... pero cuando estás muy cansado, está el orden de la vida y la muerte, y aún los caídos pueden rezar por la salvación. —Esa es realmente una reputación —murmuró Lucian. —Iremos con usted, iremos al sur a Inglaterra —dijo Ragnor. —Estoy a salvo entre ustedes —dijo Edgar, las palabras sonaron fuertemente, y aún así, Ragnor pensó que era una pregunta. —Oh, sí —dijo Lucian gravemente.
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Wulfgar, quien había guardado silencio, se había reído suavemente. —Bebemos la sangre de los conquistados y los santos en los días de fiesta sagrada sólo para nuestra especie. El hombre palideció, pero no vaciló. —¿Podría haber una iglesia en esta isla? —Sí, que la hay —dijo Wulfgar. El hombre comenzó a salir. Entonces, delante de Ragnor, hizo una pausa. Él extendió la mano y tocó el colgante de plata alrededor del cuello de Ragnor. Jaló su mano de regreso rápidamente, pero estudió a Ragnor. —Se suponía que usted fuera un gran gobernante; Un campeón de Dios. —Si así es —dijo Ragnor suavemente—, quizá Dios cambió de idea. —Tal como la maldad llega en la sombra, así la justicia puede ser encontrada en la maldad — dijo Edgar, y siguió. —¡Sajones! —masculló Wulfgar—, disfrutan de hablar en clave, en buscar respuestas donde no hay ninguna. —La respuesta es el equilibrio —dijo Ragnor, y cuando clavaron los ojos en él, se encogió de hombros—. Somos todos salvajes en combate; Fue antes, lo es ahora. Y hay poca culpabilidad, porque todos nacimos en un mundo donde era correcto pelear y ser salvaje contra enemigos igualmente bárbaros. Así que queda entre los hombres. Los normandos llegaron para tener la corona, y continuarán matando hasta ganarla... y el señor normando proclamará que Dios está a su favor, del lado de la justicia. Los sajones pelearán, matarán, y serán muertos. Todos nosotros creemos que estamos en lo correcto cuando son nuestros enemigos a los que matamos. Todas las tribus diferentes, pelearon en tiempos pasados dentro de Inglaterra, y ahora deben luchar por ella. Los normandos no matarán indiscriminadamente a la gente común, o no habrá nadie para labrar los campos, pastorear el ganado, preparar sus comidas, hacer su ropa. Es siempre lo mismo. El máximo destructor sabe que no habrá ganado nada si no ha ganado a esos que le sirvan. Como el sajón ha dicho... él comprende la batalla, dominio y muerte. Pero cree en una muerte en la cual las almas de los hombres irán a su Dios. Quizá somos condenados nosotros mismos, pero sabemos que hay un equilibrio en la tierra, y sin él, todos nosotros pereceremos. —Realmente un discurso —dijo Lucian escépticamente—. Así es que saldremos... como campeones de los muertos. —Saldremos porque sé que Nari y mi hermano son culpables con toda seguridad. Y la venganza es la más grande de mis preocupaciones. Me he curado, y estoy listo para encontrarlos otra vez. —Así sea, entonces. Navegaremos al sur con el sajón. —¡Y recen para que nuestros barcos no se hundan! —masculló Wulfgar.
Navegaron al sur, alrededor de la costa de Cornualles, entonces cabalgaron tierra adentro. A lo largo del camino, se encontraron con casas marcadas con la señal de la cruz. Los cuerpos habían sido quemados en los campos en grandes montones. En cada morada y cada granja, se detuvieron, y destruyeron los restos de cualquiera que encontraran dentro de los hogares, pues había áreas donde no quedó nadie para ver por los
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muertos. Cabalgaron en su mayoría de noche, y cuando se detenían, merodeaban a través de los cementerios de las iglesias, dónde Edgar parecía volverse una sombra verde mientras desgarraban a través de los sudarios, a los recientemente sepultados, desmembrando los cuerpos, o colocándolos en grandes piras. Edgar, sin embargo, nunca protesto. Al fin llegaron al pueblo conocido como Twickham, donde el poderío de Edgar una vez había prevalecido. Allí, el conde sajón había dominado desde una fortaleza alta de madera y tierra, construida en un montículo. Mientras se acercaban, a la luz de la luna, Edgar les rogó que se detuvieran. —Cuando me fui los portones eran mantenidos cerrados firmemente por la noche. Ahora, están abiertos. —Espere aquí —dijo Lucian a Edgar. —Prefería tomar mi riesgo con usted —dijo Edgar. —Es mejor dejarlo entrar, mientras tomamos las sombras —dijo Ragnor. —¿Seré el cebo? —preguntó Edgar. —Estaremos con usted —aseguró Ragnor. Y así dejaron atrás los caballos, y se ocultaron en la sombra, siguiéndolo mientras Edgar cabalgaba lentamente. Las antorchas ardían desde los candelabros colocados en las paredes, una vez que dejaron atrás el portón de entrada. Dentro, hombres con armadura yacían aquí y allá en la tierra, entre animales muertos, estiércol, y desechos. El caballo de Edgar retrocedió, y no iría más allá, así que el hombre se apeó. Caminó, dirigiéndose hacia la casa principal, y ellos lo siguieron. En una oportunidad, el guerrero sajón dejo salir un grito gutural de miedo mientras un cuerpo se movía, un brazo cubierto con armadura trato de alcanzar su tobillo. Ragnor tomó forma, y trató de alcanzar al hombre caído. El brazo estaba frío como el hielo; piedra muerta. Edgar se alejó mientras Ragnor se deshacía de los restos frescos del una vez poderoso caballero normando, quitando la cabeza con una torsión poderosa. —Manténgase en movimiento —murmuró Ragnor, desde la oscuridad. Edgar siguió. La puerta de la casa estaba abierta también. Dentro, Hagan estaba ante el fuego en la mesa principal, los pies calzados con botas de piel, sobre la tosca mesa, las manos detrás de su cabeza, mientras se acomodaba en una silla de roble tallada. Ante él, el fuego ardía en la hoguera de la chimenea. A todo lo largo del vestíbulo, la muerte y la agonía yacían en ángulos extraños, mientras sus compañeros se inclinaban sobre aquí y allá, buscando a los vivos entre los muertos, buscando sangre caliente, que aún no se había tornado fría. Nari estaba sentada en el extremo de la mesa, las manos descansando en su regazo, sus labios haciendo pucheros mientras clavaba los ojos en Hagan. Ragnor vio la causa de su enojo; Hagan había tomado uno de los collares de esclavo normandos y lo había colocado alrededor de la garganta de una joven mujer de cabello claro, vestida con una fina túnica de lino teñida. Ella tenía puesta la correa y estaba de rodillas junto a su silla, sus ojos abatidos.
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—Acaba de una vez con eso, Hagan —dijo Nari coléricamente—. Hemos terminado aquí. ¡Los demás están buscando sobras! Afirmaste que seguirías a los conquistadores, que podríamos ganar posición y riqueza, así como también un festín de los caídos. Hagan al principio pareció ignorarla, jalando de la cadena que sujetaba a su cautiva, agarrando un mechón del cabello de la joven, haciéndolo girar en sus dedos. Entonces contempló a Nari. —Me divierte este coraje. Creo que debería unirse a nosotros. —Creo que no debería. —¡Estás celosa, y es tan tonto de ti, querida Nari! Nari suspiró. —¡Estoy cansada de ti! —Eres cobarde. Estás asustada de que esos tipos robustos, tan rápidos en acuchillar las gargantas de los campesinos, puedan cortar tu bonita cabeza. Quieres escapar y esconderte. No, no es eso, ¿verdad? Eres tan mentirosa, Nari. Y tan tramposa. Quieres volver a Escocia y desenterrar a mi querido hermano. ¡Poner la correa a tu hambre, como yo le puse la correa a esta esclava, y entrar en el mundo de los tontos de remate! Por qué me temes. —Eres un idiota. A ti se te olvida quién soy. —¿Lo hago? Nunca. No eras la hija del cacique, Nari, sino una hija adoptada en un asalto en el este. Habías engañado a tu pueblo completamente... ¡Los pobres idiotas ingenuos nunca supieron que eras tú, la niña adorada, secuestrada por un hombre poderoso, quien llevó el infierno a la tierra sobre ellos! ¡Pero nunca te imaginaste que tomarías a un guerrero con una mayor sed que la tuya, así que has encontrado un compañero como nunca imaginaste! Pero todavía ardes de deseo por mi hermano, así que me permitirás jugar con mis cautivas. Escuchando, Ragnor casi perdió su concentración y su agarre sobre el mundo de las sombras. Nunca hubiera sabido... nunca lo habría imaginado. El hermano Peter no había sabido que habían abrigado al engendro que había iniciado todo eso. Ella había llegado en los sueños, como asustada, repelida por la existencia que había escogido. Y quizá él había esperado que lo que había visto en su sueño hubiera sido cierto. Nunca hubiera sospechado que ella había sido la maldad inicial en valerse de todos ellos. Y todavía... Los seguidores de Hagan, oscuridad y luz, el escocés, el escandinavo, y el del este, se habían quedado quietos. Hagan mismo se quedó callado. Habían visto a Edgar, parado en la puerta. —Bien, bien —masculló Hagan, se puso de pie, sonrió lentamente—. ¿Qué tenemos aquí? ¡Un extraviado y golpeado barón sajón, buscando regresar a su casa! Bueno, señor sajón, debería estar encantado de ver todo esto... antes de su muerte, por supuesto. ¡Allí, ve, por el piso, a tu enemigo! ¿No estás encantado de ver que esos que te apalearon tan severamente han caído también? —Sólo veo que usted es más destructor que nadie en la tierra —dijo Edgar—. Y he venido a detenerlo. —Sacó su espada. Nari se paró también, retrocediendo de la mesa, sus ojos se estrecharon. Otra vez, no quiso ser parte del peligro.
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Hagan comenzó a reír. Alzó su barbilla. Dos de sus seguidores no muertos caminaron a grandes pasos adelante. Edgar no era cobarde; Fue a golpear a uno, pero el otro se levantó, intentando abalanzarse con furia contra él. Ragnor arrasó hacia adelante, impactando su peso contra la criatura que se agarraba a la garganta de Edgar, y lo lanzó a través de la habitación. Mientras Hagan era consciente de que Edgar no había llegado solo, se estiró para alcanzar su propia arma, caminando hacia adelante furiosamente, rugiendo un desafío. —¡Éstos son mis dominios! ¿No honro la ley de los antiguos y destruyo a quien sea? ¿Vivo o muerto? ¡Quien desafía mi conquista aquí! Edgar, desesperado por su vida, lucho sin pensar en remilgos... balanceando la espada con experta esgrima, con la intención de cortar cabezas, mientras más demonios se arrojaban. Pero para entonces, Ragnor y los demás habían dejado los mantos de sombra que llevaban puestos, y el cuarto fue lanzado en un instantáneo campo de batalla. Y mientras los demás lidiaban con el ejército oscuro hecho por Hagan, Ragnor dio un paso adelante para enfrentar a su hermano. —¡Tú! ¡Debería haberlo sabido! —gritó Hagan, y pareció contento por el reto—. Hermano menor, ¿cuántas veces me veré forzado a meterte en el infierno? —Esta vez, Hagan, no tienes el borde de la traición o la sorpresa para servirte, y tú eres el que se quedará en el infierno. Sus espadas chocaron. El acero se trabo con el acero, y sus ojos se encontraron mientras cada uno se empeñaba en tomar ventaja. Hagan se abalanzó sobre Ragnor; Él lo evadió, embistiendo duro en el diafragma a su hermano, y lanzándose encima de él con tal ferocidad que lo hizo volar a través del cuarto y chocar contra la repisa de la chimenea, enviando tenacillas y atizadores a las llamas, y las chispas volaron a través del cuarto. Hagan inmediatamente se levantó, aullando mientras partículas de llamas chamuscaban su carne. Enfurecido, se quedó mirando de su quemado y ardiente brazo a su hermano, y otra vez atravesó la habitación, un grito como el trueno en sus labios. Ragnor estaba listo... moviéndose a un lado de la carga, y bajando su espada sobre los hombros de su hermano mientras éste pasaba enfurecido. Mientras Hagan caía, Nari repentinamente se puso en movimiento, abalanzándose con furia contra Ragnor, y agarrando su brazo. —Ragnor, él es tu hermano, y uno de... de los nuestros. Debes detenerte, no puedes... —¿No puedo qué, Nari? ustedes dos se colgaron de mi cuello, si tu recuerdas. —Pero no puedes hacer esto, te conozco, y necesito tu perdón, y... Nari fue repentinamente jalada de él. Wulfgar estaba allí, encogiéndose de hombros. —No, no, mi amor. Los dos deben adaptarse a esto solos. —Wulfgar tenía uno de los collares de hierro que los normandos habían usado en los esclavos. Lo encadenó alrededor de su cuello, arrastrándola para unirla a la pesada reja junto al fuego, mientras otro hombre gruñía, mostrando colmillos, y brincado hacia él. Wulfgar era experimentado, quitándose de encima al tipo hasta que había amarrado a Nari, agarró un leño del fuego, y dio vueltas con él antes de que el hombre pudiera volver a atacar.
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Pero entonces, Hagan se tambaleó de nuevo sobre sus pies, sangrando como un colador, porque se había hartado pesadamente de tantas víctimas en las semanas anteriores. Todavía, sonrió, mirando a su hermano. —¿Quién quiere vivir para siempre, hermano? Yo lo hago. —Y se abalanzó sobre Ragnor otra vez, encontrando una fuerza increíble y alzando su pesada espada de berserker en represalia. Ragnor dejó caer su propia arma, agachándose bajo el imparable aplastamiento de la espada de su hermano así que clavó a Hagan en el suelo mientras caía. Mientras su hermano luchaba por recuperar el arma, lo agarró desde la parte de atrás y lo tiró otra vez. Esta vez, Hagan voló directamente al fuego. Los leños crepitaron y entonces rugieron, y el fuego se desparramó en todas partes, como si un cometa ardiente se hubiera caído de los cielos. Ragnor contempló la corriente de llamas. Una mano cayó sobre su espalda. Lucian. —¡Fuera! ¡Tenemos que salir! Wulfgar estaba allí también, tomando su otro brazo, conduciéndolo hacia la puerta. Edgar el sajón estaba parado junto a la puerta. —¡Un momento! —gritó—. ¿La chica? ¡La prisionera! Él volvió de prisa dentro. La hacienda estaba ardiendo en todas direcciones. Ragnor juró, liberándose de Lucian y Wulfgar para salir corriendo detrás de Edgar. Donde el cuarto no estaba encendido por el fuego, estaba empañado con el humo. Golpeó contra la mesa, encontró la mujer a tientas, la arrastró sobre sus pies, la arrojó sobre su hombro, y se apresuró a salir de las llamas. Salieron precipitadamente en la noche. Mientras hacían eso, el techo colapsó con el sonido de un trueno. Miraron de nuevo hacia el infierno. —¡Ragnor! Era la voz de Nari. Él miró hacia abajo. Él no había encontrado a la chica sajona. Había salvado a Nari.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 2200 Jordan soñaba. Esta vez, estaba Jared parado sobre ella en su disfraz de dottore. —Lo siento Jordan, lo siento, lo siento tanto... Se quitó la máscara. La vista de él, los ojos resplandeciendo de un rojo extraño, los dientes relucientes, brillando con la tenue luz, goteando, como si él fuera una criatura de una secuela de Alien. Observó los dientes, acercándose más y más cerca... —¡No, Jared, no! ¡Te matarán, tú no entiendes, te matarán! Los dientes estaban casi sobre ella. Debió haber gritado, porque estaba siendo despertada con una sacudida. Abrió los ojos. Ragnor estaba allí. Ragnor. Una criatura de la noche. Había estado teniendo una relación apasionada con el no muerto. Casi gritó otra vez. —Jordan, no hay peligro. Estabas soñando otra vez. Se sentó derecha, parpadeando. Él estaba junto a ella, sentado sobre el borde de la cama. Debía estar en el segundo piso en la vieja mansión. Había ventanas que se abrían a un balcón envolvente. Estaban cerradas, aseguradas. La cama estaba colocada en un marco de madera de cerezo. Había un tocador haciendo juego, una mecedora junto a las ventanas, una chimenea en la cual un fuego ardía, las brasas bajas. Alguien le había dado un camisón de franela. No recordaba haberse cambiado, y no recordaba haber llegado al dormitorio. Y ahora, mientras Ragnor la tocaba, ella se alejó, clavando los ojos en él. Él la soltó inmediatamente. —Crecí con mi abuela —murmuró—. Ella me advirtió sobre los tipos salvajes en motocicletas, las drogas y los hombres casados. A ella nunca se le ocurrió advertirme sobre los vampiros. Él ignoró eso. —Es importante que nos ayudes. —Por supuesto. Soy el cebo. —No es así. —Dijiste que me seguiste, para averiguar lo que la contessa estaba planeando. —Al principio. —Hum. Entonces te caíste de cabeza. —Me gustaste —dijo—. Me gustó lo combativo en ti. Y... —Una pequeña sonrisa curvó sus labios—. Te advertí sobre el vinil. Estabas increíblemente sexy. —Y tú necesitabas estar cerca de mí. —Estaba próximo a ti. Me desesperé por salvar tu vida. —¿Por qué es tan difícil creerte? —demandó. ¿Y por qué dolía tanto eso? Había sabido todo el tiempo que algo no estaba bien. Y aunque lo hubiera sabido, todavía lo había deseado. Y todavía lo deseaba —Ya veo, porque entonces tenías inclinación por mí, caíste de cabeza.
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—Algo parecido. —Pero eres un ejecutor. Y el séptimo hijo del séptimo hijo. Un buen chupa sangre. Tú sabes. Te pregunte más una vez sobre quién eras exactamente... Qué eres. Y me dijiste que eras un hombre. Él alzó las manos. —Soy un hombre. ¿Exactamente qué más? No sé. Cuando era joven, había un temor y una mística acerca del hecho de que era el séptimo hijo del séptimo hijo. Eso supuestamente significaba que tenía un poder. Tal vez era simplemente poder para la supervivencia. Un monje que conocí parecía pensar que eso significaba que debía ser misericordioso congénitamente... un modo extraño de ser para un vikingo. —¿Así que eras un vikingo? ¿Que nunca arrasó, devastó, o combatió? —Peleé. —Él estudió sus manos por un momento—. He derramado sangre, sí. Pero había... ese otro poder que el monje declaró que tenía. Cuando intentamos defender lo último de un pueblo contra los vampiros, se necesitó a muchos de ellos para derribarme. Cuando pensé que el monje terminaría todo eso, él me obligó a curarme. Y a tomar un voto. —¿Un voto? Él alzó una mano en el aire. —Para defender al perseguido y acosado; Para nunca más derramar sangre inocente... ese tipo de cosas. Le juré a Odin y al Dios cristiano, así que tengo... mil años de existencia, realmente no he sacado la cuenta. Y ahora, te he dicho la verdad. He admitido que te vigilé al principio porque tenía que saber quién estaba detrás de Nari. La conozco, sí, la conozco bien. Ella es una seguidora. El dottore es el hombre detrás de ella. Pero no he podido llegar lo suficientemente cerca de él, ni siquiera para saber quién es. Hubo un tiempo cuando la ley era tan fuerte que nosotros podíamos sentir lo que estaba pasando... —¿Lucian sigue siendo la ley? Ragnor se encogió de hombros. —Lucian es todavía increíblemente poderoso. Pero... en el pasado, más violencia, más crímenes contra la humanidad eran aceptables. Lucian fue llamado el rey, por falta de una mejor descripción, pero él tuvo sus días de violencia extrema también. Maggie... Maggie fue siempre diferente. Ella negó su destino desde el principio... y ella es mucho más joven. —Cuantos ¿seiscientos años de edad? —Alrededor de trescientos. Maggie siempre ha sido excepcional. Y si aceptas todo esto, nunca te engañes de que Lucian o yo fuéramos alguna vez tan puros en espíritu como Maggie. Ambos tenemos sangre en nuestras manos. Pero aún en los días pasados, Lucian mantuvo el orden, para la preservación, para el balance. Ningún hombre entre nosotros puede detener toda violencia o el hambre natural de los depredadores, nadie más de lo que un Papa podría hacer a todos los católicos buenas personas que regularmente van a la iglesia. Antes... Las líneas no eran ni de cerca tan claras. Así que había un orden mayor. Hubo siempre rebeliones, esas que desafiaban las reglas. Pero las cosas tuvieron que cambiar. Y en los últimos años, esos que exponen al peligro a la sociedad entera, que se han movido hacia el siglo veintiuno, quienes han aprendido nuevos métodos de existencia aparte de aterrorizar a una población y matar indiscriminadamente, se han vuelto más atrevidos. Quieren trastocar el orden entero. Pero nos destruirán a todos nosotros si tienen éxito.
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—Pero si tantos de su especie son capaces de existir sin matar, ¿por qué no sales al descubierto? Él clavó los ojos en ella como si estuviera loca. —Muchos de nosotros recordamos los días ardientes... cuándo personas completamente inocentes morían en la hoguera. Si se les dijera que los vampiros... Los de verdad... vivían en su barrio, ustedes sólo dirían: Oh, qué bien!! Eso sería como vivir junto a un canal con un lagarto en él. Tal vez nosotros no seamos reptiles antropófagos, pero cuántas personas aceptarían serenamente a semejantes bestias en su barrio? —¿Así que tú podrías convertirte en una bestia antropófaga? —inquirió. —Te lo dije... he hecho mi parte de daño. —Deberías habérmelo dicho —dijo. —Oh, sí. —Antes... —Hum. Esa es siempre la grandiosa, íntima apertura. ¿Quieres estar conmigo? No tengo ninguna enfermedad sexual, pero soy un vampiro. Honestamente, prometo que no chuparé nada de sangre mientras estamos en esto. —Se puso de pie de repente—. Deberías dormir algo más. — Salió caminando del cuarto, y cerró la puerta detrás de él. Ella estaba tentada en volverlo a llamar. Quería olvidar todas las confesiones que había oído ahí. Quería al hombre extraño que había revisado su cuarto en el Danieli; Y luego la abrazó a lo largo de la noche. Ninguna extraña enfermedad sexual. Él tenía exactamente mil años de edad o algo así, y era un vampiro. Y ella no tenía la seguridad de que importara en absoluto. Ella sólo lo quería. Se acostó. Por una vez, necesitaba ser inteligente y lógica. Y mantenerse a distancia segura. Se dio la vuelta en la cama. Al tiempo, se durmió. Cuando se despertó a la mañana siguiente, se encontró con que su cartera y su maleta habían sido metidas en el cuarto. Se dio una ducha rápidamente, se vistió, y empezó a salir por la puerta. Desde el descanso de la escalera, podía oírlos hablando en la cocina, e hizo una pausa, segura de que sería de su mejor interés oír qué decían antes de que se dieran cuenta de su presencia. Por la larga conversación de la noche anterior, podía reconocer las voces. —Creo que Jared Riley se ha vuelto peligroso. —Ese era Ragnor. —Quizá no. —Llegó una respuesta. Maggie. —Vamos a tener que hacer arreglos para llegar a Venecia —dijo Lucian. —Dejemos que Sean regrese y veamos qué ha descubierto sobre Charlestón. —Estoy dispuesto a apostar a que sé lo que sucedió en Charlestón —dijo Ragnor—. Tendremos que hacer una comprobación. Las palabras de Ragnor acerca de Venecia la perturbaron. Eran amenazadoras. Él no confiaba en Jared. Él pensaba que debía ser... destruido. Mordiéndose los labios, subió de regreso la escalera. En su cuarto, encontró su bolso y sacó su agenda.
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Bajo circunstancias comunes, nunca haría una llamada de ultramar desde una casa donde era una invitada, pero éstas no eran circunstancias comunes. Marcó al Danieli, y luego de un momento, fue comunicada con el cuarto de Jared. El teléfono timbró y timbró. Sintió una creciente sensación de temor. Entonces Cindy contestó el teléfono. —¿Cindy? Soy Jordan. Fue saludada por el silencio. Entonces repentinamente Cindy estalló de ira. —¡Tú perra! ¡Pequeña perra malvada! Pasamos la mitad de la noche buscándote. Finalmente te rastreamos en las aerolíneas y a Nueva Orleans. Y para entonces, Jared estaba enfermo, tan enfermo que tuvieron que llevarlo al hospital. Voy hacia allá ahora. ¿Qué diablos pasa contigo, yéndote así, sin una palabra, mandando a los policías a decirnos que nos encontrarías en Harry's? —Cindy, tuve que irme de allí. Tiff Henley fue asesinada. Vi su cuerpo. —Tiff Henley está en París. Los policías lo dijeron. Y Jared también dijo eso. —Jared te mintió, Cindy. —¿No me comprendes? Él está en el hospital... enfermo. ¡Se puede estar muriendo! —Cindy, amo a Jared, ¿lo sabes? —¡Como el demonio! Tu mente es retorcida. Te volviste desequilibrada cuando Steven murió, y ahora estás loca. Simplemente estás loca, y lo has lastimado... —La voz de Cindy se deshizo en un caudal de lágrimas—Tengo que irme. Sólo vine a buscar algunas cosas para quedarme con él en el hospital. ¡Si te importa un ápice, traerás tu culo ingrato de regreso aquí! El teléfono murió en las manos de Jordan. Sintió a alguien en la puerta. Grandioso. Buena cosa que nunca hubiera decidido ser criminal o policía. Había dejado abierta la puerta para hacer su llamada secreta. Ragnor estaba allí. —Tengo que volver a Venecia. Inmediatamente. Puede que no tengas que destruir a Jared. Cindy dice que puede estarse muriendo. —Volveremos a Venecia —dijo, mirándola fríamente—. Pero no deberías haber llamado por teléfono. Las llamadas telefónicas pueden ser rastreadas. —Ya sabían que estaba en Nueva Orleans. —Y ahora sabrán que estamos advertidos sobre Jared. —Hizo una pausa—. Hay otra parada que tenemos que hacer primero. —¿Dónde? —Charlestón. —¿Por qué? —Sean se ha pasado el día rastreando a tu Steven Moore. Él hizo una aparición realmente repentina en Charlestón. También había desaparecido de su último trabajo en Nueva York. Supuestamente, se había lastimado y había sufrido amnesia en su camino a la recuperación. Por raro que parezca, su familia murió al mismo tiempo. Un amigo íntimo en la fuerza de Nueva York tuvo un accidente grave. Nadie lo recordaba muy bien. —¿Qué estás diciendo? —Estoy diciendo que tu prometido podría haber sido un vampiro más bien astuto.
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Ella negó con la cabeza. —No... Eso es imposible. Tú no lo conocías. Él era el hombre más amable, más compasivo... —Y tal vez un condenado buen actor. Hacerse policía. Es asombroso cómo eso podría mantener una buena cantidad de pruebas lejos de ser encontradas. Y asombroso lo fácil que sería deshacerse de las personas que se ponían demasiado curiosas. Y lo fácil que sería restringir a las personas cuándo estaban tratando de escapar. —¡Estás equivocado! —Me alegraré de que me demuestres que estoy equivocado. —¿Cómo? Él se dio vuelta y comenzó a salir del cuarto. Ella corrió tras él, agarrando su brazo. Lo soltó rápidamente, había olvidado en las últimas horas exactamente cuánto poder tenía en sus bíceps. —¿Qué estás planeando? —preguntó. —Tenemos que exhumar a Steven Moore. Ella jadeó, retrocediendo. —¡Él fue quemado! Y tú no puedes sólo desenterrarlo... una orden de exhumación podría llevar días... semanas. Más. Y tengo que llegar a Venecia... —Estaremos en un avión para la medianoche —dijo. —¿Mientras? —Estaremos en Charlestón en cuestión de horas. Y tan pronto como sea el crepúsculo... —¿Vas a desenterrarlo tú mismo? —preguntó incrédulamente—. No, no, no podemos. Te digo, él fue quemado. Ha estado sepultado un año. Está profundamente en el suelo, en un ataúd sellado. —Estoy dispuesto a apostar a que su ataúd está vacío. —¡Steven no fue nunca malvado! Estamos perdiendo el tiempo. Ya lo verás... él va a estar en su ataúd. —Si estás en lo correcto; lo veremos. —No serás capaz de desenterrarlo. —Tendré ayuda. Lucian y Sean estarán con nosotros. —¿Y los tres van a entrar a hurtadillas en un cementerio por la noche y desenterrar su ataúd? —Nosotros cuatro —dijo—. Tú vienes también. No tengo la intención de dejarte salir de mi vista.
Habían entrado a una nueva era. Maggie Canady hizo preparativos para sus boletos de avión en el camino al aeropuerto desde su teléfono y cuando llegaron al aeropuerto, hicieron los preparativos para su transporte de Charlestón a Roma y luego a Venecia. Sean nunca dejó sola a Maggie con su niñito y su bebé. Mientras esperaba a que los arreglos de último momento fueran hechos, Jordan tuvo algunos minutos a solas con las dos mujeres.
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—Todavía te ves horrorizada —le dijo Maggie. —Estoy horrorizada. Leí el libro de tu marido. Sabía que algo estaba ocurriendo, que cosas extrañas estaban pasando, pero estaba buscando explicaciones lógicas. Creí que había asesinos sueltos... —Hay asesinos sueltos —comentó Jade. —Pero en las leyendas y las tradiciones, todos los vampiros son asesinos —insistió. —Y la mayoría de nosotros hemos matado —murmuró Maggie. —Pero tú ya no eres un vampiro. Nunca he escuchado acerca de un vampiro siendo curado, en cualquier leyenda, programa de televisión, película, libro, todo lo demás. —Hay una leyenda muy antigua que dice que si el vínculo entre un mortal y un vampiro es lo suficientemente profundo, un desangramiento puede traer de vuelta la mortalidad. En mi caso... es una historia demasiada larga y confusa para contarla rápidamente. Cuando conocí a Sean... bueno, creo que él vivió antes. Nos volvimos a encontrar aquí, en Nueva Orleans, porque un viejo enemigo mío estaba en actividad y Sean era el policía del caso. No tengo todas las respuestas; Para nosotros funcionó. —Está bien, eras un vampiro, pero ahora eres humana. Y Jade, tú eras humana, pero ahora eres un vampiro. Así que tú no eras la largamente perdida compañera del alma de Lucian. Jade miró a Maggie. —Ella suena tan escéptica. ¿No te suena todo esto perfectamente normal a ti? —Recuerdo cuándo tú pensaste que todos nosotros estábamos dementes —dijo Maggie. Jade se encogió de hombros. —Me encontré a un grupo de terroristas en Escocia, mordiendo a los turistas. Intentaron rematar a los sobrevivientes uno por uno, y allí conocí a Lucian. Creo que él cree que viví antes; Yo no lo creo. —Pero dices que eres ahora un vampiro —le recordó Jordan. —Quedé atrapada en el episodio final con las criaturas aterrorizando las bóvedas y las criptas de Escocia. Con la profundidad de la corrupción que recibí… Bueno, es igual. Lucian tenía pocas ganas de volverse mortal; Él estaba bien consciente de que la insubordinación estaba ocurriendo, y se sentía responsable de ver eso... de que el mundo cambió. Él es el responsable de su propia especie, y de mantener un equilibrio y... —Y de proteger a las personas —dijo Maggie rotundamente—. Jordan, el mundo es blanco y negro y todas las tonalidades de gris. Pero tú tienes que creernos; Tal vez nosotros ahora estamos tratando de deshacer el mal. Tal vez todos los vampiros quieren creer que pueden llegar al cielo un día. No sé. Es sólo que en el último año más o menos, muchos de los afligidos... malditos, o benditos, ¿cómo lo entenderías? Han formado algún tipo de coalición. Conducen vidas medianamente comunes, y cuando tales insubordinaciones ocurren, las combaten juntos. De cualquier manera, aquí están... viniendo por ti. Ten cuidado; ¡Confía en nosotros, por favor, confía en nosotros! Maggie le dio un abrazo mientras Ragnor llegaba por ella. —Apúrate... apenas llegaremos al avión. La condujo al aeropuerto mientras Sean y Lucian se despedían de sus esposas. Él fue todo formal, con prisa para asegurarse de que no perdieran su vuelo.
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Estaba sentada junto a él en el corto trayecto de Nueva Orleans a Charlestón. Ella estaba totalmente agotada, y él no parecía de humor para conversar. Cuando el avión aterrizó, inmediatamente fueron a buscar un lugar de renta de automóviles. —¿Qué hay sobre el coche que choqué ayer? —le preguntó a Ragnor en el mostrador. —Sean se encargó de eso. —Pero... —Él es policía. Se encargó de eso —dijo Ragnor otra vez. Algunos minutos más tarde, tenían su coche. No estaba realmente oscuro. —Podemos ir a mi casa, si lo deseas —sugirió. —No... No estoy seguro de que sea una buena idea. —Oye, conozco un gran restaurante en el área —propuso Sean—. Cocina frita sureña, sin embargo, esos dos no tienen que preocuparse por el colesterol alto. Jordan intentó sonreír ante el chiste. Conocía muy bien el lugar donde se detuvieron. Era una vieja casa transformada en las afueras de pueblo, muy cerca del cementerio. Ambos, Sean y Lucian ordenaron pollo frito, papas, succotash, ensaladas y postres. Ordenaron vino con la cena. Ella decidió que ya que iba a desenterrar la tumba del hombre que había amado, necesitaba una gran copa de vino también. —Es para pensar —murmuró, a mitad de la comida—, dice la leyenda que los vampiros no necesitan sustento normal, sólo sangre. Ragnor la miró seriamente. —A nosotros nos gusta nuestra carne cruda. —¿Cómo han conseguido ustedes...? eh... ¿La clase de sustento que necesitan? —preguntó torpemente. —A menudo hacemos visitas a los bancos locales de sangre —dijo Lucian—. Y la sangre de animal saciará también. —La humana es mejor —dijo Ragnor rotundamente. —¿Estás tratando de ponerme más nerviosa? —preguntó. Él se inclinó cerca de ella. —Si tuviera la intención de tomar tu sangre, Jordan, pude haberlo hecho muchas veces antes de ahora. —Ella no es un alma muy confiada, ¿verdad? —inquirió Lucian. —Oh, ¿y debería serlo? Ragnor se encogió de hombros. —La mesa del rincón a la izquierda —dijo a Lucian y a Sean. Jordan comenzó a echar atrás su silla. —No —le advirtió Ragnor suavemente. —¿Qué estás diciéndoles? —demandó. —Sólo estamos alerta. —¿Por? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—¡Oye! —dijo Sean—. Soy un policía. Mis ojos están siempre abiertos. Ninguno explicó poco más que eso. Lucian pidió la cuenta y la pagó. Era hora de irse. Cuando alcanzaron el cementerio, Sean condujo el auto rentado profundamente dentro de una arboleda al lado del viejo cementerio. —Tendremos la entrada abierta en un minuto —les dijo Ragnor. Él y Lucian comenzaron a caminar hacia la entrada. Desaparecieron en la oscuridad. Un momento más tarde, Sean y Jordan oyeron el chirrido del viejo portón. Sean llevaba un talego mientras empezaban a entrar. —¿Qué pasa si los policías de Charlestón aparecen aquí? —preguntó Jordan. —Lo habremos hecho antes de que alguien aparezca —aseguró Sean—. Vamos. Adentro de los portones, ahora abiertos, Ragnor y Lucian los estaban esperando. Como tantas veces ocurría por la noche, en las afueras de Charlestón, la niebla estaba abajo, asentada sobre el suelo. Por un momento, Jordan cerró los ojos, pensando en la locura de lo que estaba haciendo. En una noche oscura y con niebla, estaba vagabundeando alrededor de un cementerio con un policía muy extraño y dos autoproclamados vampiros. La niebla iba a la deriva alrededor de las enterradas figuras esculpidas. Los querubines se alzaron sobre muchas tumbas; Madonnas, cabezas inclinadas en una reverente oración sobre manos dobladas, agraciando a otras. La niebla parecía formar remolinos con vida propia. Jordan tropezó con una piedra rota mientras se apresuraban a salir de la ruta. Ragnor atrapó su brazo, enderezándola. —Steven está... Justo adelante —les dijo. Él estaba sepultado en un área abierta entre mausoleos de soldados de antes de la guerra civil. Ella señaló la tumba. La piedra era de mármol negro, haciendo difícil leer la inscripción en la oscuridad, pero Lucian y Ragnor parecieron no tener ningún problema con la visión nocturna. Hicieron una pausa sólo por un momento. Jordan recordó el día cuando había estado ahí parada y había escuchado las oraciones, mientras Steven estaba siendo enterrado. Había llovido. El cielo había sido de un gris plomizo. Se había sentido como si enterraran su corazón. Ahora dejaría a esas personas desenterrarlo. No había manera de detenerlos, lo sabía. Sean llevaba tres palas en el saco. Las sacó, y los tres hombres comenzaron a cavar. Jordan observo, parada a sólo algunos metros hacia atrás, asombrada por la velocidad con la cual los hombres podían mover la tierra. Tragó saliva, sintiendo la niebla formar remolinos alrededor de ella. Cerró los ojos, imaginándolos subiendo el ataúd. Estaba sellado con plomo. Ella no sabía que dispositivo había traído Sean para eso, o cómo había logrado colocar ese equipaje en el avión, pero estaba segura de que tenía que ver con los arreglos de último momento que habían hecho en el aeropuerto. Pronto alcanzarían el ataúd. Temió que pudiera ser como en las películas del viejo Hammer que veía en el Movie Channel. Lo abrirían; Habría un horrible sonido de chirrido. Y allí estaría Steven, restaurado en salud y esplendor, durmiendo con sus brazos cruzados sobre su pecho. Y abriría los ojos, pero no vería los ojos de Steven, vería las esferas rojas resplandecientes de un demonio... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Nos hemos bajado a la bóveda —le dijo Ragnor a Sean. Sean salió gateando del hueco y vio el rostro demudado de Jordan. —Casi termina. Él tenía alguna clase de pistola de soldadura, operada por baterías, en la bolsa. La agarró y se dejó caer de regreso en el hueco. Jordan oyó el ulular de un búho y apretó los dientes, mirando alrededor del cementerio. Volvió la mirada de nuevo hacia el hueco, viendo las chispas que creaban adentro un escalofriante resplandor rojo. Entonces, mientras observaba y escuchaba el zumbido de la pistola de soldadura, tuvo la sensación de que alguien estaba detrás de ella. Se dio la vuelta. Había alguien allí. Un joven con pantalones vaqueros andrajosos y una desgastada camiseta Grateful Dead. Su pelo estaba largo y grasoso; Se veía como si hubiera estado en camino hacia una pelea callejera. Ella no gritó; Sólo clavo los ojos en él sorprendida. Entonces él sonrió. Ella vio los colmillos de sus sueños. En vida, la juventud no había conservado sus dientes. Estaban deteriorados y amarillentos, y ahora los colmillos brillantes parecían casi verdes. Ella abrió la boca. Al principio, ningún sonido llego. Entonces gritó mientras metía la mano en su bolso por el agua bendita. Se la lanzó a él, dudando de su habilidad para hacerle mal. Para su asombro, él gritó, más fuerte que ella. Podría haber sido ácido lo que le había arrojado, por la manera en la que él agarró firmemente su cara, retrocediendo. Oyó un sonido de chisporroteo... vio la carne en su cara comenzando a descomponerse... No estaba solo. Una joven de aspecto tonto con cabello con púas llegó corriendo desde atrás de él, como si fuera un animal frenético. Jordan lanzó más agua de su frasco veneciano. No fue suficiente, porque la chica seguía acercándose. Antes de que pudiera alcanzar a Jordan, una sombra negra pareció caer delante de ella. Jordan vio al bulto tomar la forma de Ragnor. Él meció un puño, golpeando a la chica en su intento, enviándola volando atrás contra un árbol. La joven permaneció sobre el terreno, rodando adolorida. Se sentó aturdida, se dejo caer contra el árbol por un momento; Entonces se levantó otra vez, tan locamente como un perro rabioso, y llego corriendo hacia adelante. Para entonces, Ragnor había levantado una pala descartada. La balanceó mientras ella corría. Jordan gritó con un sonido enfermo mientras oía la pala chocar contra la garganta de la chica. Ella se dio la vuelta, con la seguridad de que la cabeza estaba volando libre del cuerpo. Lucian, también había llegado desde la tumba. Él pasó sobre la joven rodante. Jordan se alejó, sin querer ver el final. —Hay uno más llegando —dijo Lucian, caminando de regreso hacia Ragnor. —El hombre de negocios del restaurante —dijo Ragnor. Él inclinó la cabeza hacia Jordan—. Creo que Buffy Caza Vampiros aquí está fuera sin agua bendita. Sean asintió con la cabeza, tomando posición junto a la tumba. Los otros dos volvieron sigilosamente adentro. Un momento más tarde, oyó un gemido, como uñas tirando duramente contra un pizarrón. Habían quitado el sarcófago de plomo. Entonces escuchó el retorcimiento de madera. Entonces...
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Silencio. —¿Qué es eso? —Jordan demandó con sequedad. Sean Canady caminó alrededor de la tumba, guiándola cuidadosamente. Ragnor tenía una linterna en el hueco. Él ilumino el ataúd. Jordan casi tuvo arcadas. Había un cuerpo en el ataúd. Quemado y descompuesto. El pelo ausente; Las facciones apenas reconocibles como humanas. —¡Te lo dije! —respiró—. ¡Te lo dije! —Retrocedió—. Vuelve a poner la cubierta; Arregla el blindaje de plomo. ¡Por el amor de Dios, que él descanse en paz! —Se dio la vuelta, lista para alejarse del ataúd. Se detuvo instantáneamente. Había un hombre delante de ella ahora, en traje de calle. Tenía aspecto agradable. Cabello rubio, ojos agradables, sonrisa fácil. Excepto que él sonreía con largos dientes. —¡Ven! —dijo suavemente. Ragnor se levantó de la tumba; Flotando de ella, como si estuviera en una invisible plataforma de elevador. Jordan comprendió que a ella le dio, repentinamente, más miedo él, que el extraño hombre de negocios. —Ven conmigo —el hombre la llamó a señas otra vez—. Este hombre no sabe para qué es una mujer. Te puedo mostrar. Ragnor dio un paso adelante. Jordan se alejó, se cubrió los oídos con las manos. Sean llegó a ella, sujetándola contra su pecho. —Bastante para asimilar, ¿eh? —Le preguntó. —Por favor... terminemos y vámonos de aquí.
Más tarde, en el coche en el camino al aeropuerto, ella preguntó: —¿Qué pasa con la gente que hemos dejado ahora en el cementerio? ¿Y la tierra recientemente cavada alrededor de los restos de Steven? —La policía pasará un mal rato con eso —meditó Sean. —¿Qué es eso...? —dijo Jordan. —No había nada más que pudiéramos hacer esta noche —dijo Ragnor. Jordan había elegido no sentarse junto a él. Estaba delante con Sean, quien conducía. —¿Qué piensas de nuestros visitantes? —le preguntó Lucian a Ragnor. —Del rango de aficionados —murmuró Ragnor. —Estoy de acuerdo. —Creo que fueron enviados para retrasarnos, nada más. O hacernos creer que no estamos contra mucho poder o fuerza. —Esos jóvenes eran los hijos de alguien —dijo Jordan. —Ya habían perdido a sus hijos —dijo Sean quedamente. Él miró en su dirección—. Tal vez eso te ayudará a entender. Esto tiene que ser detenido.
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Ragnor tocó su hombro. —Eres hábil con un frasco de agua bendita. Y funcionará contra enemigos como esos. Pero deberías saber también, que el agua de mar es mortífera. —¿El agua de mar? —El agua de mar. Es absolutamente mortífera. Para todos nosotros. Y Venecia está llena de canales. Recuerda eso, si... El “si” la asusto. Tan traumatizada como había estado, se dio cuenta de que tenía repentinamente miedo por él en vez de él.
En una gasolinera afuera del aeropuerto, se limpiaron. Llegaron con bastante tiempo para abordar temprano, y Jordan se percató de que quien fuera que hubiera pagado los boletos debía tener algún ingreso real. De último minuto, boletos de primera clase. El avión era un 777. Jordan se sintió casi tan irreal abordando el avión tranquilamente con ellos como se había sentido de pie en el cementerio. Se encontró tomando el asiento al lado de Ragnor. Se permitió champaña. Él leía una revista. El U.S News y World Report. En alguna parte sobre el Atlántico, supo que estaba lo suficientemente cansada para dormir. Pero antes de que extendiera su asiento casi horizontal, se volteó hacia él, estudiando sus facciones otra vez. —¿Tú crees que viví antes? —preguntó. —Nunca le dedique cualquier pensamiento. ¿Por qué? Ella negó con la cabeza. —Solo curiosidad. Maggie piensa que había conocido a Sean antes. Que... que él había sido el gran amor de su vida, o algo así, años y años atrás. Y me dijo que Lucian estaba convencido, cuando se encontró con Jade, que ella había sido alguien más. Él regresó a su revista. —He conocido a muchas personas a través de los años. —Ah. ¿Pero no hubo un gran amor en tu vida? Él clavó los ojos en ella otra vez. —Lo siento; Si alguna vez hubo una... —¿Sí? —Hace largo, largo tiempo, fue Nari. —Oh. Ella le volvió la espalda, aturdida, sintiéndose como una tonta. Más tarde, pensó que sintió sus dedos, alisando su pelo. Ella lo sintió. Oyó su susurro suave. —¿Triste, eh? —¿Qué? —Porque una vez conocí a Nari tan bien. —También la viste en Venecia. Él negó con la cabeza. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Sólo para demandar respuestas. —Pensé con seguridad que tú... no sé. Que eras uno de su... especie. Bueno, eres uno de su especie. Que estabas con ella. Digo, la parte de ella... siguiendo. Él se había inclinado hacia ella, pero no presionó su punto. —La destruiré —dijo suavemente. —¿Puedes, realmente? —Sin pestañear. Algún día pronto, te diré por qué. Ella no iba a conseguir más de él que eso. Se giró en su confortable asiento, tratando de dormir. Él jaló su pequeña almohada contra su hombro. Ella durmió hasta que las luces de la cabina se encendieron, y la aeromoza ofreció el desayuno antes de aterrizar en Roma. Se trasladaron para su último vuelo. Y era media mañana cuando al fin llegaron a Venecia de nuevo. Caminaron por el muelle donde los taxis acuáticos esperaban. Jordan no tuvo que recordarle a Ragnor por qué habían regresado. Él le pidió al conductor que los llevara al hospital tan rápido como fuera posible. ¡Agua de mar! recordó. El agua de mar podía destruir a las bestias.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 2211 Por años, Nari fue la compañera perfecta. Estuvo tan cerca de perecer esa noche; Si él había elegido obedecer las reglas antiguas o no, Edgar había sobrevivido a la carnicería, y gustosamente habría llevado una espada a la garganta de Nari. Pero ella había llorado tan patéticamente, había suplicado perdón, y había implorado de tal manera que hasta Lucian y Wulfgar se habían encogido de hombros, diciendo que por su ley, simplemente no podían cortar su cabeza, o echarla premeditadamente en las llamas, o estacar su corazón. Y así ella había vivido. Y pasó las siguientes semanas, meses, años, decenios, intentando demostrar que había aprendido lealtad, control, y moderación. Ragnor prefirió pasar el tiempo en el muy lejano norte; Ella parecía, durante esos años, no querer nada más que estar con él. Guerras llegaron y guerras terminaron. El mundo fue regido por la cordura y la clemencia, y la crueldad. Cada rebelión de un nuevo señor, traía otro nuevo señor casi igual. Pero cuando el rey Felipe de Francia envió su llamada a las armas en una gran Cruzada, Ragnor decidió dejar la isla del norte que había llamado hogar durante tantos años y cabalgar para luchar. Nari lo alentó y fue con él en la Santa Cruzada. El viaje le fascinó; Amó los lugares diferentes a los que fueron; Francia, España, e Italia, en el camino para encontrar a los incrédulos. Italia especialmente le fascinó; Los romanos habían dejado atrás semejantes obras maestras, magnífica escultura y arquitectura. A menudo lo asombraba que la civilización antigua hubiera llegado tan lejos, sólo para perecer en la riqueza del exceso, con, por supuesto, un poco de ayuda de las tribus bárbaras. A Nari le causó gracia su asombro por todo lo que vieron. Estaba familiarizada con Italia y los días del Imperio Romano. Fue mientras viajaban que le dijo que era un regreso a casa para ella, de alguna manera, porque había llegado del este cuando era niña, y había vivido en Italia por largos años. Los incrédulos eran intrigantes también; Estaban excepcionalmente instruidos, y tan dedicados a su Alá como los cristianos lo estaban a su único Dios verdadero. Pero las arenas desérticas eran calientes, la pelea fue feroz, y en un mundo, los lados eran tomados. Hubo ganancias, y pérdidas, y Ragnor peleó con un ardor tan grande como cualquier hombre, y mató, mientras la muerte era el deber de un caballero en combate. Un hombre como él necesitaba enemigos. Hubo veces cuando los enemigos prefirieron hacer negociaciones, y él estaba a menudo con los líderes de la gran Cruzada cuando se encontraban con los representantes del gran líder árabe Saladino. Las tiendas de campaña del enemigo eran exóticas y ricas, las telas de las colgaduras eran excepcionalmente buenas. Durante una de tales reuniones, él conoció un hombre que rápidamente reconoció como uno de su propia especie. Cuando las pláticas hubieron terminado en una nota discordante, encontró al tipo atezado afuera. —Tus cristianos perecerán aquí —Le dijo a Ragnor, mientras permanecían junto a sus caballos, listos para montar—Estoy ansiando esta batalla; No hay nada como el sabor de un guerrero santo que está en el centro de un esfuerzo para apoderarse de la tierra natal de mi gente. —No hay nada como el sabor de un hombre que cree que su dios le honrará por la muerte y la destrucción de otros —contestó Ragnor. El árabe se encogió de hombros, una sonrisa abierta en su cara fuerte, atezada. —Ciertamente, para nosotros dos, sólo hay el amor por el sabor de la batalla, ¿y qué mejor disculpa que una guerra por los ideales?
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—Siempre habrá guerras sobre ideales. —Ciertamente. ¡Dale las gracias por eso a Alá y a tu Dios! —dijo el árabe. Su nombre era Ali Eban, y en las batallas por venir, él sobresalió, y fue notado por los guerreros cristianos con gran respeto. Y como los líderes de los hombres, el rey Ricardo de Inglaterra entre ellos, fueron excesivos en su matanza, cualquier gusto incontrolable que él se permitiera a si mismo fue pasado desapercibido. Una noche, regresando a la escena de una batalla con Nari, Ragnor se encontró con que no era el único hombre en volver sigilosamente al campo de batalla. Ali Eban estaba allí, abalanzándose sobre los heridos con un caprichoso y descuidado abandono. Él y Ragnor se enfrentaron, y cuando Ali comprendió que no estaba contra un adversario fácil, retrocedió, recordándole abruptamente a Ragnor la ley de los antiguos. —Agárrate de tus moribundos entonces, y deja a esos que caminarán otra vez —dijo Ragnor. Ali le hizo señas, indicándole que se sometería a ese término. Nari estaba parada al lado de Ragnor y estaba con él cuando se separaron. Ella hizo un festín de esos que estaban cerca de morir, hablando suavemente, aliviándolos sobre su Cielo. Regresó con Ragnor al campamento cristiano esa noche, y fue más exótica y apasionada que nunca en su hacer el amor. En la mañana, ella se había ido. Él la cazó a lo largo de los meses que siguieron. Y cuando se encontró con ella y Ali otra vez en la secuela de una batalla catastrófica, la robó de regreso. Cuando ella lloró esa vez, él la envolvió en una mortaja con una estaca en su corazón, encontró una de las iglesias más viejas en el pueblo antiguo, y le pagó a un sacerdote, de alguna manera conocedor, para que viera que fuera encajonada en piedra, y enterrada profundamente. Nari siempre fue una niña en su naturaleza. Por su cuenta, no practicaba los excesos caprichosos que los verían destruidos. Pero siempre lo traicionaría cuando viera otro paquete con el cual correr. Ragnor vio a Nari otra vez años más tarde. Él dividía su tiempo entre Inglaterra y Francia en aquellos tiempos, habiendo tomado compañía con una joven condesa francesa que estaba determinada a ayudar a sus ciudadanos a escapar del exceso de la máquina inventada por el Dr. Guillotine. La realeza francesa ciertamente había mostrado desdén por las multitudes, pero la máquina de la revolución rodó en una persecución atroz de tantos inocentes, que fue imposible detener el flujo de crueldad. Ragnor se alegró del reto de robarle inocentes a las cárceles, y ver la consternación de los poderoso cuando sus víctimas desaparecían por la noche. Él se había metido calladamente en la Bastilla una noche para tomar las llaves de los alcaides y tomar bastante sangre de los guardias, dejándolos inconscientes. Entró en una celda para encontrarse con que su vieja amante estaba entre los rotos y caídos en el piso. No la había reconocido al principio, pero una de las otras prisioneras... una chica acurrucada junto a una pared lo más alejada posible de ella, le dijo que la mujer era la Countess Arabella... y que iba a la guillotina por el abuso de sus sirvientes. —¿Abuso? —Ella estaba casada con Lord d'Argentin. Se rumoreaba que era un monstruo de hombre, pero fue muerto cuando el padre de una chica campesina que había tomado perdió la razón y lo cortó a tiras con una hoz. Eso no detuvo a la condesa; Ella era esposa de la realeza y protegida por la Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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corona. La ley pretendió que ella no se estaba entreteniendo con las muertes de sus sirvientes — dijo la chica—. ¡Le suplico! Sálveme. ¡He estado aterrorizada aquí! ¡La guillotina sería una bendición a tenerla despierta en esta celda y encontrarme! Hasta ahora, no me ha dañado, pues fue herida severamente cuando fue apresada. Si debe salvarla, entonces, buen señor, permítame irme, pues moriría felizmente en vez de vivir con ella cerca. Ragnor hizo una pausa allí por un tiempo muy largo. Había oído rumores acerca del Lord d'Argentin y la Countess Arabella, la dama del noble que había causado la desaparición de muchas jóvenes sirvientas y sirvientes. Centenares de años habían pasado. Él todavía sentía algo de un viejo dolor. Aun así, se marchó. Sabía que estaría bien que Nari fuera a la guillotina. —Ven, iremos hacia Inglaterra esta noche —dijo a la chica. Él alcanzó a la jovencita, y dejó la celda. En los días siguientes, esperó, seguro de que sabría, que sentiría algo cuando el tiempo llegara, cuando la hoja cayera, y la existencia de Nari fuera al fin finalizada para siempre. El sentimiento nunca llegó. Entonces, años y años más tarde... Él se despertó. Y lo supo. Ella estaba de regreso.
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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 2222 Ragnor hizo las preguntas en el escritorio cuando llegaron, explicando que Jordan era la pariente viva más cercana de Jared Riley. Él, sin embargo, no llegó con ella. Él dijo que él y Lucian tenían que ponerse en movimiento, pero que ella no debería preocuparse; Sean estaría allí con ella. Él manoseó la cruz que ella llevaba puesta alrededor de su cuello, sonriente. —No funciona contra ti —ella murmuró. Él sonrió. —Soy parcial con las piezas bonitas como esta. ¿Significa algo para ti? —Sí, realmente, así es. Uno de los mejores amigos que alguna vez tuve era un abad, y él me enseñó la seguridad de una iglesia... y su fe. Pero mantenla puesta, a todo costo. Puede ayudar a salvarte. —¿Detendrá a alguien como Nari? —Por lo menos, la retrasaría. —¿Hay cualquier otra cosa que debiera saber? —Sí. Alguien como Nari no puede entrar en un edificio que este consagrado. Si estás alguna vez en problemas en las calles, métete en una iglesia. Afortunadamente, en Venecia, recuerda, hay cerca de doscientas. Ella sonrió. —Lo recordaré. Sean tomó su mano en apoyo mientras llegaban hasta la habitación de Jared. Él le dijo que estaría justo afuera, esperando, si ella lo necesitaba. Ella dio un pequeño grito en la puerta cuando miró a Jared. Él estaba mucho más que ceniciento. Las intravenosas le bombeaban la sangre a través de una aguja en su brazo. Él se veía como si estuviera muerto ya. —Estás de regreso. Ella empezó a caminar, volteándose para ver que Cindy estaba derrumbada en una silla detrás de la habitación. Ella no se veía mucho mejor que Jared. No tenía casi ningún color; Su hermoso pelo había tomado un matiz sin brillo. Su suéter estaba abotonado incorrectamente. —Aquí estoy. —Ella llegó hacia Cindy, preguntándose si su prima política iba a quitarse su toque cuando intentara abrazarla. Pero la malicia de Cindy no se había quedado. Ella interrumpió un río de lágrimas. —¡Lo amo tanto! —Ella miró a Jared con ojos salvajes—.¡Pensé que... oh, Dios, Jordan! Yo estaba... no, estoy... segura de que él tenía un romance con esa mujer. La contessa. Pero... le amo. —Ella agarró el brazo de Jordan, y sus pupilas parecieron grandes y distorsionadas. Ella estaba con un tranquilizante, Jordan comprendió. —Es esa mujer. Por eso es que él se está muriendo. —Él no va a morir —Jordan dijo, esperando que estuviera en lo cierto. —He llamado a la policía. Van a venir y hablar conmigo. He odiado dejarte... Pero estás aquí ahora. ¿Verdad? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Si estoy fuera del cuarto, y él se da una vuelta... vendrás a buscarme. —Por supuesto. Jordan suavemente se desenredó del agarre frenético de Cindy y fue a sentarse junto al costado de su primo. Él estaba totalmente quieto. Movió su cabeza entonces, de un lado al otro. Sus labios empezaron a moverse. Ella inclinó abajo. —Jared, vas a estar bien —ella dijo firmemente. Las lágrimas corrieron de sus ojos. —Jared, te están dando sangre. Van a hacerte vivir. Van a curarte. Se asombró cuándo él agarró repentinamente su muñeca. Sus ojos se abrieron ante ella. — ¡Jordan! —Él le dirigió una sonrisa débil—.Perdóname. Cindy.... Nunca me perdonara. La policía, no, la policía, demasiado tarde, Dios, no... Dios no puede perdonarme. Ella alisó su frente. —Jared, vas a estar bien. —No... Moribundo. —Ya no más. No vas a morir. Cindy le había oído y se había levantado. Jordan se movió a un lado para que ella le pudiera alcanzar. Estaba llorando otra vez. —Jared, no te atrevas a morir, te amo, te perdono, veré que ella muera, esa malvada, malvada mujer... Jordan la observó mientras se recostaba sobre Jared, abrazándolo apretado. Él había dejado de hablar. Por un momento, se sintió para Jordan como si su corazón se detuviera. Entonces miró las máquinas que lo monitoreaban. Su pulso era lento, pero constante. Él todavía respiraba. Hubo un suave toque en la puerta. Miro hacia ella. Roberto Capo estaba allí. Ella jadeó con sorpresa y placer, y salió caminando. Él estaba vivo y bien. Pensándolo bien, no demasiado bien. Se veía delgado y magullado, y antes de que ella le pudiera abrazar, él alzó una mano, advirtiéndole que se alejara, y estornudó. Ella ignoró la mano y le dio un abrazo. —Usted está bien. —¡Non troppo bene! —dijo—.No bien, sino esperemos... que pronto. Deploro tanto que usted se preocupara. Ella vio que Sean estaba allí, tal como había dicho que estaría. —Sean, me gustaría que conociera...—Ella comenzó. Pero Sean la detuvo. —Nos hemos presentado. —El policía americano —dijo Roberto sagazmente, señalando a Sean. —Sí —ella dijo y sonrió. —Averiguaremos la verdad detrás del contessa, ¿eh? —dijo Roberto. —Sí. Él sujetó sus dos manos por un minuto, entonces dijo suspirando. —He venido a hablar con Cindy. Ella llamó... muy trastornada por que ella no sabe cómo, pero piensa que la contessa puso enfermo al Signore Jared. He venido para que ella pueda hablar conmigo. —Gracias a Dios que es usted, y no Alfredo —Jordan murmuró. Roberto se encogió de hombros. —Alfredo está aquí, también. En la sala de espera. Cindy no estaba para manejar a semejante escéptico por el momento, pensó Jordan. Miró a Sean.
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—Quizá usted podría ir a presentarse al otro italiano. Y explicar... Sean le arqueó una ceja hacia ella. —Explicarle acerca de algunos de los asesinatos en América. —Seguro. Exceptúa que... —Alfredo habla inglés perfectamente. Sean asintió con la cabeza con alivio. —Seguro. —¡Gracias! —Jordan susurró. Él fue caminando por el vestíbulo hacia la sala de espera. —Roberto, tal vez usted podría hablar con Cindy aquí, lejos de Alfredo. Ella es... Ella está tomando medicamentos, estoy segura. Y no tiene mucho sentido. —Por supuesto. Jordan regresó a la habitación. —Cindy, Roberto está aquí. Cindy brincó. —Voy a decirle. Tienen que arrestar a esa mujer. Cindy salió del cuarto con Roberto, y Jordan tomó asiento junto a Jared otra vez. Ella observó las máquinas. Miró su cara otra vez, acarició su mejilla. ¡No mueras, no mueras! ¡Sé que tú no eres malo, y podrías haber estado bajo la influencia de un monstruo, pero en verdad, no eres uno tú mismo, no puedes convertirte en uno tú mismo! ¿Estaba su color solo un poco mejor? La puerta repentinamente se volvió a abrir. Era Roberto. —Ella está... Loca —él dijo—. Salió corriendo... La seguiré. Jordan miró a Jared, entonces negó con la cabeza. Sean estaba todavía aquí, justo abajo en el vestíbulo con Alfredo. Ella corrió afuera, tras Roberto, a lo largo del vestíbulo, y hacia los elevadores. Él observó los números, entonces empezó a bajar por las escaleras. Jordan corrió tras él. Alcanzaron el fondo de las escaleras después del elevador, a pesar de la velocidad con la cual habían descendido. —Ella estaba tan... salvaje. Me temo... —¿Que se lastimará? —Jordan inquirió. ¿Por qué diablos había corrido Cindy fuera del hospital? —Allí... ahí está... Cindy. Ella se estaba apresurando hacia los muelles. Llamando a un taxi acuático. —¡Alto! —Roberto gritó. Demasiado tarde; Cindy se había montado. —¡Tenemos que seguirla! —dijo Jordan, agarrando su mano. Fueron corriendo hacia los muelles. Los turistas se paseaban en la línea justo delante de ellos. —¡No! —Jordan susurró. Roberto sacó su distintivo. —¡Polizia! —Él dijo firmemente, y esta vez, tomó la mano de Jordan, llevándola a rastras. Montaron de un salto el siguiente taxi acuático que llego también. Roberto le habló al conductor. Aceleraron sobre el agua abierta, entonces desaceleraron mientras seguían el taxi adelante de diversos canales estrechos. —¿A dónde va ella? —Jordan murmuró. —Conozco este lugar... Está junto a la trattoria. Ella va a la iglesia —dijo Roberto. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Ella lo miró, y repentinamente algo se movió en su mente. ¡Desconfía! El taxi acuático llego al muelle. Mientras Roberto hablaba con el conductor en italiano, Jordan salió a toda prisa. Bordeando una piazza, corrió velozmente a lo largo de un callejón estrecho, estudiando los edificios alrededor de ella. Vio una flecha dirigiendo a una vuelta a la izquierda con la palabra Campo Di Fratelli. Campo... significaba una plaza con una iglesia. Siguió la señal y suspiró aliviada cuando vio un tablero de anuncios enfrente, enlistando los tiempos para Mass. Ella empezó a caminar hacia eso, pasando un café externo donde algunas personas compartían bebidas. Había una garrafa de vino en una mesa justo junto a la calle. Hábilmente la recogió de la mesa, y vació el vino mientras corría velozmente hacia la iglesia, rezando porque nadie la hubiera visto. Entró corriendo a la iglesia. Había un número de gente en ella, sus cabezas inclinadas en oración. Unos pocos levantaron la mirada. Miró alrededor buscando una urna de agua bendita, la encontró, y llenó su garrafa. Mientras ella hacía eso, vio que un sacerdote ceñudo caminaba en dirección a ella. Ella agitó su cruz mientras llenaba la garrafa. —Católica, padre. Honestamente. ¡Se lo juro! Con la mitad de la garrafa llena, ella echó a correr fuera de la iglesia... y se topó directamente con un hombre. Mientras comenzaba a disculparse, dio una risa nerviosa en lugar de eso. Había chocado directamente contra Raphael. —¡Jordan! —dijo con placer—. Había oído que dejaste Italia. Oí que tu primo está enfermo también, lo siento tanto... —Está bien. Pero tienes que ayudarme. Cindy está en peligro. Ella agarró su brazo. —Raphael, allí hay vampiros, y no estoy loca. El de la contessa es un grupo malvado... de... vampiros, y temo que hasta los policías puedan estar en eso. ¡Vamos! —¿Vamos? —Él tiró de regreso un poco mientras ella lo arrastraba—. ¿A dónde? —A la iglesia abandonada. ¡Por favor, ayúdame! Él dejó escapar un suspiro profundo, pero la dejó arrastrarlo. —Esta calle es más corta —él le dijo. —No... Necesito... primero... —¿Qué? ¿Qué? Ella vio un pequeño cubo de basura justo afuera de la puerta de un edificio de oficinas. Serviría. —Necesito agua, agua del canal. —Jordan, por favor. Déjame comprarte una bebida... —Necesito agua del canal. ¡Sujeta esto! Ella le dio el agua bendita, vació la basura, y llenó el bote de agua del canal. No era tan fácil correr con el basurero, pero Jordan se movió tan rápidamente como pudo hacerlo. Raphael la siguió. Cuando llegaron a la iglesia, vaciló en la puerta. Las sombras parecían estar todas alrededor de la iglesia.
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Sintió una brisa extraña, muy fría. Cerró los ojos, y se imaginó los sonidos de susurros... alas en la noche. Cindy estaba allí; Estaba segura. Fue subiendo las escaleras, Raphael detrás de ella. No había velas encendidas dentro de la iglesia. No había luz. Repentinamente, la luz brilló desde atrás suyo, iluminando el pasillo. —Llevas cubos de agua fría. Soy el realmente preparado, con algo útil... como una lámpara de mano —Raphael dijo. —Bien, enciéndela por el camino adelante. Él hizo eso. Jordan empezó a caminar hacia el ataúd que estaba frente al altar. Lo alcanzó, se arrodilló, y miró. Cindy estaba dentro de él. Tuvo miedo. Ella podría tocar a Cindy y ver que su cabeza ya estuviera pegada... Ella está respirando. —Tenemos que conseguir sacarla de aquí. Pero antes de que cualquiera de ellos pudiera moverse, hubo una voz desde la entrada. —¡Allí está usted! Roberto Capo. Y sonaba enojado. Jordan arrebató el agua bendita de Raphael. Mientras Roberto llegaba caminando a grandes pasos en dirección a ella, le lanzó una porción del agua sobre él. Salpicó contra su cara. Él se detuvo, aturdido, y limpio su cara. Juro en italiano, algo que terminaba con, "¡americanos!" —¡Roberto, lo siento! Pensé que... Ella se interrumpió, repentinamente se heló hasta los huesos. Alguien... Algo diferente estaba aquí. Se volteó lentamente para mirar a Raphael. Él estaba clavando los ojos en ella. Arrojó una parte del agua sobre él. —¡Jordan! —Él dijo indignadamente, limpiando su cara también. —Esto es loco, y debe... ¡parar! —dijo Roberto firmemente. Metió la mano en el bolsillo; Por un momento, Jordan pensó que iba por un arma de fuego. Él sacó un teléfono celular. —¿Estoy llamando a la estación de policía? ¿Están todos? —Mire, podría... ¡Cindy está en un ataúd! —dijo Jordan. —Estoy llamando a la estación de policía —Roberto repitió, abriendo el teléfono. Excepto antes de que él pudiera marcar por teléfono, todos fueron sobresaltados por una repentina pequeña agitación de alas, una cacofonía de sonido que se volvió más y más alto. Las sombras parecieron gravitar sobre ellos, aun en la oscuridad. —¡Murciélagos! —Roberto murmuró, mirando el teléfono otra vez. Una sombra descendió. El teléfono pareció volar de su mano. Él giró, frente a la entrada. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Nari, Contessa della Trieste iba caminando por el pasillo en dirección a ellos, llevando puesta una capa negra de Carnevale, su pelo fluyendo libre detrás de ella, una sonrisa de diversión pura en su cara. Se detuvo a varios metros enfrente de ellos. —¡Tonto, tonto, hombre! ¡Como si pudiera llamar a la policía contra mí! —Cuando alcanzó a Roberto, ella le dio un manotazo, como si él fuera una mosca. Ese simple toque fue suficiente para enviarlo volando lejos a través de la iglesia y a estrellarse contra uno de los pilares. —Usted, usted, usted... —Raphael balbuceó. —¿El gato se llevó tu lengua? ¿O sólo su lengua en inglés? —Nari bromeó. Raphael se veía petrificado. Él se estiró hacia Jordan, queriendo el agua bendita. Ella le dejó tenerla. Él estaba tan nervioso que la garrafa cayó. Y se derramó contra el piso. Otra vez, la contessa se rió. —¡Qué amable de tu parte! —Ella dijo, y otro paso la llevo a Raphael. Con el esfuerzo más mínimo, ella lo golpeo a un lado. Él chocó en el piso, duro. Jordan observó como él intentaba levantar la cabeza, gimió, y cayó hacia atrás en el piso otra vez. —¡Y querida, querida, Jordan! ¡Aquí estamos al fin! Un día de ajuste de cuentas después de todo este tiempo. —¡Qué perra es usted! —Jordan dijo. Todavía tenía su arma final... El bote de agua de mar. Nari se encogió de hombros. —¡Soy Diana, diosa de la cacería! —Ella dijo—, y tú, querida chica, eres la caza. Alzó sus brazos, estirándolos hacia las vigas. La agitación de alas comenzó de nuevo. Entonces una docena de sombras descendieron. Llegaron al piso y lentamente tomaron forma, rodeando a Jordan. Las figuras llevaban máscaras y capas. Máscaras Carnevale. Un poco, el inexpresivo teatro de rostros de Venecia. Un poco, creaciones que eran más como máscaras de Halloween... lobos, extraterrestres, monstruos, entre ellos. Mientras Jordan dio vueltas, mirándolos a todos ellos, el círculo apretado. Se acercaron... Ella esperó, entonces recogió el basurero con su agua de mar. Ella la arrojó. Para su asombro, la criatura con cara de monstruo a la que le dio comenzó a gritar. Se detuvo, girando alrededor horrorizado. Comenzó a caer, a derretirse. . . Con un sonido de chisporroteo. Ella se quedó con la mirada fija. Todos ellos se quedaron mirando mientras la criatura se mantuviera derritiendo, y derritiendo, desparramándose sobre el suelo en un fluido negro. Los ojos de los monstruos, y la contessa, se movió del fluido negro a la cara de Jordan. Vio el asombro en ellos, y entonces la cólera. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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—Agárrenla, la contessa dijo suavemente. El grupo vaciló. —¡Agárrenla! —La contessa gritó. Jordan comenzó a lanzar el agua otra vez, pero no había bastante. Las criaturas gritaban y golpeaban contra ellos mismos donde el agua las tocaba, pero seguían adelante. Mientras se movían hacia ella, se quitaron sus máscaras. Eran personas. Viejo, joven, varón, hembra. No. No personas. Le sonreían ahora, sonriendo coléricamente, gruñendo... gruñendo, acercándose. Arrojó lo último del agua. Otra criatura cayó. Pero el resto estaba sobre ella. Ella gritó mientras manos ásperas trataban de alcanzarla. Esperó a sentir el dolor mientras los brillantes colmillos se hundían. Pero ninguno de ellos rompió la piel. Ella fue alzada, luchando frenéticamente, y arrojada en el altar. Continuó gritando, pateando, chillando, retorciéndose, mientras se encontraba amarrada. Entonces, para asombro de ella, las criaturas se alejaron. ¡Ella debía ser la cena de la contessa! pensó. Pero Nari solamente se acercó al altar, parada frente al ataúd donde Cindy yacía en profundo, profundo sueño, ajena a todo eso. Entonces, retorciendo su cabeza, Jordan lo vio. El dottore. El hombre que había aparecido por todo alrededor de Venecia. El hombre al que ella había seguido. El hombre que la había seguido. Él caminó lentamente hacia ella a lo largo del pasillo, y mientras llegaba, sintió una frialdad fétida diferente de cualquier cosa que alguna vez hubiera conocido antes, un miedo que iba debajo de su piel, un terror que era mucho más profundo que cualquier temor de muerte. Él llego, más cerca y más cerca... Y con él, la sensación de oscuridad. Un embrujo desde la tumba. Frío, negro... malvado. Él movió a un lado a Nari y llego a Jordan. Extendió manos enguantadas, y acarició su cara, y ella se encogió interiormente, horrorizada. Habría gritado con la repulsión y el horror más profundo en su alma, pero el sonido no llegaba... —¡Hola, Jordan! —dijo suavemente. Y se quitó la máscara de dottore. Ella jadeó, tan aturdida que por un momento, el miedo la abandonó. —¡Steven! —susurró ella. Sí, Steven, y no Steven. Steven había reído; Había sido amable, sus facciones habían estado tocadas con vida, color y... Sus ojos ahora parecían resplandecer rojos, y su cara estaba tensa; Su boca, tan propensa para una sonrisa, era cáustica y cruel. —En carne y hueso, podríamos decir. —Es imposible. Yo... nosotros... ellos...
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—Tú desenterraste mi tumba, y allí estaba. ¡Jordan! ¡Vamos! Otro cadáver, totalmente calcinado, fácilmente hecho pasar por el mío. —¡Yo... no! —susurró—. ¡Eras... un policía! Eras compasivo... —¿Bueno? —inquirió él—. De ningún modo. Estaba aburrido, y temía que mis andanzas en Europa... desde mi liberación... pudieran ser advertidas. No quería ser advertido. No entonces. Oh, hubo un Steven Moore. Y él era un correcto tipo decente, como podrían decir. Disfruté de él... y de su muy moral y justa familia... mucho. Entonces tomé su nombre y vine a Nueva Orleans. Y te conocí. Tú realmente eras increíble. Tanta pasión y tanto amor a la vida y la humanidad, en un perfecto paquete tan pequeño. Por supuesto, resultaste ser más dolor del que me había imaginado... pero bueno, también eso termina bien, ¿verdad? —¿Cómo termina, Steven? —Ella preguntó fríamente. Se dio cuenta entonces de que él había sido el fin; Había sido conmocionada más allá de lo creíble. Y ahora... Ella no le podría combatirlo. Sólo odiarle. —Bueno pues, de la única manera posible, por supuesto. Te unirás a nosotros. ¡Nosotros! La verdadera fuerza dentro de nuestra especie. Te convertirás en una cazadora. Más fuerte, mejor, de lo que alguna vez estuvieras antes. Te unirás a mí ahora. Ah, Jordan, ¿recuerdas lo qué fuiste? Serás mejor. ¡Tú pequeña tonta! ¡Inclinándote por mis miserables enemigos patéticos! No son nada, nada contra la especie del festín, la saciedad, y la emoción que puedas conocer. Somos los amos. Los depredadores. Y tú te unirás a mí. Me encarcelaron en una bóveda de acero en Yugoslavia para el tiempo más largo. Entonces hubo un terremoto. Las personas más amables vinieron a rescatarme. Me estaba muriendo de hambre. Mis rescatadores proporcionaron el alimento más delicioso. Vagué, me encontré con la querida Nari otra vez... Y te encontré. Parecía tan fácil. Nari llegó a Jared. Jared casi ha matado a Cindy. Y aunque me eludieras en la fiesta... y en tu habitación, y a través de las calles... no me eludirás esta vez. Te he extrañado, mi amor, y ahora... ahora estaremos juntos. Él comenzó a inclinarse por ella, tan tierno como un amante como alguna vez lo había sido. Pero su boca se abrió. Sus colmillos goteaban, rezumando con saliva. Eran inmensos, más largos, ridículamente largos, y afilados. Ella los observó. Cerró los ojos, apretando los dientes, esperando, rezando... Él dio un sonido alarmado, arrancado de nuevo de ella. Los ojos de Jordan se abrieron repentinamente. Otra sombra había descendido, una sombra tan tremenda, alada y amenazante, que pareció cubrir toda la iglesia. Ragnor. Él había alejado a Steven de ella pero ahora los dos se enfrentaban uno al otro. —Apártate de ella —dijo Ragnor. —Es Steven —Jordan divulgó—.Tenías razón. —Steven, sí, y no. Hagan, aleja el infierno de ella. Steven se rió. —¿Realmente no sabías que era yo... me he puesto bien. No podrías penetrar en mi mente. Pensaste que estaba todavía profundamente sepultado desde que peleamos. No, he
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estado bebiendo sangre... ¡Tanta de ella! Tengo un poder que ni siquiera tú puedes imaginar ahora. —Te lo digo una última vez... apártate de ella. —No, hermano, esta es mía. Siempre he sido capaz de tomar a tus mujeres. —¿Hermano? —Jordan susurró, trabajando furiosamente en los nudos que la ataban al altar mientras los dos hombres se miraban a los ojos a uno al otro. —Medio hermano —dijo Ragnor—.Debería haberlo sabido. Él ha pasado los últimos mil años intentando destruirme. —Ella no tiene interés en ti, hermano. Te lo digo... siempre he tenido la capacidad de tomar a tu mujer. —¿Quieres decir a Nari? Bueno, ella no resultó ser como un tesoro. Pero ¿esta mujer, Hagan? No, nunca la tomarás. Ragnor le sonrió. Ella sintió algo fluir dentro de ella ante la señal de seguridad, y de fe. Con un encogimiento de hombros, él extendió su sonrisa sardónica para el hombre que él había llamado Hagan... el hombre que ella había conocido como Steven. —Has pasado tu existencia teniendo celos de mí. Esta vez, va a enviarte adelante. No al Valhalla, sino al infierno, o averno, o como realmente te importe llamarlo, luego de todos estos años. —No lo creo. —Yo sí. Las viejas reglas han sido rotas demasiadas veces. Esta vez, morirás tu segunda muerte, y habrá terminado. Jordan gritó en a la vez de dolor y sorpresa mientras Hagan se estiraba por ella, su agarre tan fuerte que rompió las sogas atadas alrededor de sus muñecas y tobillos, quemando su carne, casi rompiendo hueso. Él la atrajo para pararse delante de él. Alzó su pelo. Ella sintió el calor de su aliento. Sus dientes se movían hacia abajo. —Mira hermano —susurró—. Como la tomo... Para la eternidad. Ella vio, justo debajo de ella, un pequeño charco del agua bendita que había caído antes. Se había estancado entre dos baldosas en el piso antiguo. Golpeó su codo atrás en sus costillas y se agachó por el agua. ¡No la suficientemente! Aun así, mientras él rugía, listo para restringirla otra vez, salpicó las pequeñas gotitas en sus ojos. Él rugió de dolor. Ella era libre. Corrió hacia adelante, directamente en los brazos de Ragnor. Él agarró sus hombros, encontró sus ojos. La movió cuidadosamente a un lado. Ragnor caminó hacia Hagan. Él sintió el movimiento, y fue volando hacia arriba hacia el techo, aterrizando en las vigas. Ragnor lo siguió. Con un chillido repentino, feroz Nari fue volando detrás de Ragnor. Él la arrojó de nuevo hacia abajo. Ella aterrizó duramente en el piso. Una ola masiva pareció moverse a través del cielo raso mientras Hagan le gritaba a los demás. —¡Sujétenlo, mátenlo, agárrenlo, tontos! Estoy medio ciego.
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Antes de que los demás pudieran levantarse, Ragnor había regresado al piso. Mientras los seguidores de Hagan lo perseguían, él los atrapó a uno por uno. Los tomó de sus cabezas y sus hombros... Torcidos. Dejo caer las pedazos. Alguien llego volando desde un altar lateral detrás de él, blandiendo una espada. La criatura nunca alcanzó a Ragnor. Lucian se deslizó abajó desde las vigas, agarró al asaltante del cuello, tomó la espada, y lo destruyó rápidamente. Otros repentinamente comenzaron a aparecer. Jordan se agachó abajo, porque eso parecía como si la antigua iglesia estuviera llena de murciélagos. Murciélagos, alas, ruidos... una charla, suave al principio, entonces aumentando en un crescendo. La puerta para la iglesia fue abierta repentinamente. Sean Canady entró, frascos atados a su pecho, una espada en su cintura, y cubos en ambas manos. Arrojó agua en un balanceado arco, hacia arriba. Gritos de agonía hicieron eco tan fuerte que Jordan se cubrió los oídos, rezando. Miró arriba justo a tiempo para ver una sombra formándose, viniendo por ella... Ella se dio vuelta y escapó hacia Sean, arrancando uno de los frascos de la agarradera en su pecho. Arrojó el agua bendita a su presunto asaltante. Ella observó, todavía asombrada, mientras él gritaba... Y se descomponía. El ruido repentinamente se desvaneció. El piso fue ensuciado. Con recientemente muertos... Y huesos descomponiéndose. Entonces un revoloteo masivo, como de alas, pareció vibrar la estructura entera. Miró hacia arriba. Las sombras robustas de Ragnor y su hermano se interceptaban una y otra vez. Sean se movió hacia adelante. Lucian estaba repentinamente a su lado, sujetando su brazo. —No. Ragnor debe terminar esto por sí mismo. Las sombras regresaron al suelo. Los dos hombres se clavaron los ojos uno al otro furiosos. —¿Quién quiere vivir para siempre? —Ragnor inquirió quedamente. Hagan dejó escapar un rugido y se precipitó. Fue un error. Ragnor estaba listo. Él inclinó su cuerpo y agarró a su hermano por la cabeza mientras él lo estaba empujando a la pared. Hubo un sonido retorcido. Repugnante. Horrible. Entonces todo lo que Ragnor sujetaba era hueso que cayó de sus manos al piso, convirtiéndose en polvo. Él clavó los ojos en sus manos. Hubo un movimiento repentino en un lado de la iglesia. Jordan se volteó a ver a Nari, lista para esfumarse. Se apresuró hacia la puerta, respirando pesadamente, lista para enfrentar a la mujer. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Comprendió que no tenía armas. Ragnor había bajado por el pasillo. Nari se volteó a él. —¡Ragnor! ¿Cómo puedes olvidar lo qué fuimos? —El tiempo, mi amor, ha tenido un efecto maravilloso sobre eso. No obstante, está el hecho que me traicionaste... con mi hermano... me apresaste, e intentaste matarme. —Ragnor... —A lo largo de la historia, Nari, todo el tiempo has escapado... —¡Pero Ragnor, no puedes! —susurró. Caminó hacia él, colocando sus manos en su pecho, mirando hacia arriba en sus ojos—.Ragnor... Él alzó su brazo y lo envolvió alrededor de ella. Como los otros en el cuarto, él se había puesto una capa Carnevale. Esa cubrió a Nari mientras él la acunaba hacia él. Entonces dejó caer su brazo. Un gran montón de polvo cayó al piso. Ragnor se volteó hacia Lucian. —Está hecho —dijo suavemente. Lucian asintió con la cabeza. —Me ocuparé de las fuerzas de la ley locales —dijo Sean, señalando a Roberto donde él yacía sobre el piso, apenas llegando. Ragnor inclinó su cabeza de acuerdo. Él se mantuvo caminando por el pasillo. Extendió una mano hacia Jordan, justo lo suficientemente para que ella tuviera que dar un paso al frente para aceptar. —Eres diferente, lo sabes. —¿Oh? —Unos mil años de valor de diferencia —él dijo suavemente—. Toma mi mano. —¿A dónde iremos? —Tendremos que verlo —él le dijo—. Tú has querido la verdad. Confesiones. Hay montones de ellas que te puedo dar ahora. Ella inclinó su cabeza. —Por lo menos, debe ser interesante escucharlo. —No tengo la intención de hablar toda la noche. Ella sonrió y se estiró por su mano, entonces vaciló. —¡Cindy! —La llevaré al hospital —Lucian le aseguró. —Y Raphael, ¿puede estar muy herido? —Todos nosotros iremos al hospital —dijo Lucian dijo con un encogimiento de hombros. —¿Y bien? —Ragnor extendió su mano otra vez. Ella tomó su mano y sonrió. —Sólo siempre que no hables toda la noche... Se fueron juntos. Él podía hablar... y hablar. Y ella quería explicaciones. Montones de ellas. Pero... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR
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Sólo el tiempo realmente lo diría.
FFIIN N
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