LA CRISIS DE LA EDUCACION COLOMBIANA EN LOS AÑOS 70´S

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LA CRISIS DE LA EDUCACION COLOMBIANA EN LOS AÑOS 70´S

En Junio de 1973, siendo estudiante de IV semestre de Ingeniería Industrial en la Universidad del Quindío en Armenia, Colombia (esta Universidad tenía un Convenio con la Universidad Tecnológica de Pereira para que los estudiantes hiciéramos cuatro semestres de Estudios básicos de ingenierías: Eléctrica, Mecánica e Industria allí y luego continuáramos en Pereira) escribí el Documento “La Crisis educativa en el sector oficial”, el cual fue publicado y promovido por la Universidad del Quindío. Hoy, 37 años después, quiero compartir con mis lectores el pensamiento personal sobre la situación educativa de esa época en mi patria, vista por un universitario, preocupado por las condiciones sociales, económicas y políticas de los estudiantes y educadores, a nivel de educación Primaria y Secundaria en el sector oficial. Además en mi propia historia, en mi evolución personal, este escrito cumple un papel fundamental por ser la primera piedra, el cimiento sobre el cual he construido mi obra literaria. Cómo pensaba, y cómo lo expresaba en esos años, se refleja en cada frase y me incita a seguir trabajando por el mejoramiento humano, personal y comunitario. Como un homenaje a la historia de la educación colombiana y a sus grandes logros en el mejoramiento de las condiciones del educador, de las instituciones educativas, en Primaria y Secundaria y de la educación en general, transcribo textualmente mi primera aproximación al mundo de las letras, con la esperanza de ver cada día mejorado el panorama educativo, pilar primordial de la vida de un nación. Jesús Helí Giraldo Giraldo Bogotá, Colombia, Junio de 2010


INTRODUCCIÓN “Es un lugar común decir que la Universidad no hace investigación. Y para sustentar esta popular y hueca aseveración se invocan argumentos como: la excesiva carga horaria, el compromiso de los estudiantes con otras entidades distintas a la Universidad, la escasez bibliográfica o la carencia de equipos ultrasónicos y súper especializados; pero, toda justificación se debe escucharse aunque no satisfaga. El problema resulta cuando detrás de estos argumentos se ocultan estados de indolencia, incompetencia e innecesaridad. Cuando salen a flote estos pecados capitales, se acentúa una falla humana que es, a la postre, el desmedro y, por qué no, la agonía de la Universidad. Una Universidad agónica es estúpidamente pasiva y la estupidez se debe combatir, así la ostenten, como es lo usual, los manejadores; otros dicen dirigentes, de los círculos pensantes de este maltrecho pueblo. Profesores y estudiantes nos hemos escudado en cualquier tipo de argumentación para justificar nuestras posiciones de recitadores y aprendedores como si decir cosas, lanzar hipótesis, crear hechos, descubrir verdades, fuera potestativo de los sabios que se pavonean orondos por este país del Corazón de Jesús o privativo de las Universidades cuyo desarrollo técnico ha permitido hipotecar las conciencias de los " investigadores". Con voluntad, con disciplina y con tesón podemos, por lo menos, fabricar ideas nuevas y lo más importante, hacer pencar a quienes la obtusidad o la falta de oportunidades, les impide hacerlo. Con estas líneas se me ha dado el lujo de introducir un buen trabajo, así no sea un descubrimiento; pero se han hilvanado, muy acertadamente, una serie de verdades sobre este protuberante y desequilibrado problema del maestro y de la educación. Esta actividad, obra de un universitario no incluido en ninguna de las áreas humanísticas, pero si con prospecciones de ingeniero, es justo relievarla. Vaya, pues, un aplauso para el destacado estudiante, HELI GIRALDO, corno ejemplo de lo que, a pesar de todo, podemos descubrir, decir, investigar o crear”.

LUIS EDUARDO ALVAREZ HENAO Decano de Humanidades, Universidad del Quindío Armenia, junio de 1973


LA CRISIS EDUCATIVA EN EL SECTOR OFICIAL POR: HELI GIRALDO G. Estudiante de IV Semestre de Ingeniería Industrial de la Universidad del Quindío Armenia, junio de 1973

La crisis educativa por la que atraviesa el país, en el sector oficial, en los niveles primario y secundario, no tiene parangón en la historia nacional si nos atenemos a las fuentes históricas tradicionales. La situación es crítica por la confluencia de circunstancias que la caracterizan. Estas circunstancias se pueden clasificar en tres grupos, teniendo en cuenta que uno y otro se complementan: ECONOMICOS, SOCIALES Y POLITICOS.

1.0)

ECONOMICOS

El problema económico de la educación pública colombiana es el de mayor trascendencia por cuanto los demás se pueden considerar como derivaciones de él. De nadie es desconocida la miseria en la cual se ha mantenido la educación oficial. Miseria ésta provocada por los recortados presupuestos que año tras año se han dedicado al sector educativo; nunca los presupuestos han sido suficientes para satisfacer las demandas educacionales, máxime si se tiene en cuenta que ni siquiera se ha cumplido el mandato constitucional que dispone el 10% del presupuesto nacional para la educación pública. Las incidencias de estos déficits presupuestales en la educación y sus consiguientes repercusiones es necesario ubicarlas en dos grupos: 1) Un Grupo Dinámico, conformado por maestros y estudiantes. 2) Un Grupo Estático, constituido por los locales educativos con su respectiva dotación: materiales de enseñanza, laboratorios, bibliotecas, teatro, cafetería, etc.

GRUPO DINÁMICO a) MAESTROS


El maestro oficial en los niveles primario y secundario ha sido muy mal remunerado en nuestro país. Las asignaciones fijadas al educador no han correspondido en ninguna época a las necesidades más elementales: La proporción geométrica: salarios-costo de vida, en el maestro, no representa para nadie duda alguna. Épocas inmemoriales hubo en las cuales se le pagaba el salario en cantidades equivalentes en aguardiente, obligándolo, por consiguiente, a realizar su comercio, en el cual había mucha competencia, para poder subsanar algunas de sus más primordiales necesidades y las de su familia, o en la mayoría de las veces a realizar grandes “bebetas” con los considerables resultados económicos personales y familiares. En los sellos de renta de licor de cierto departamento, se leía hasta hace poco: “Contribuya al fomento de la educación”. Esas épocas han ido superándose gracias a las mismas circunstancias de vida que trae el desarrollo, el afán de superación que reside en cada ser inteligente y por consiguiente en cada gremio. Las luchas del gremio de educadores, realizadas bajo las lógicas dificultades de todo orden, la mayor de ellas la represión ejercida por todos los regímenes, pero debido al hecho de estar clasificados como servidores públicos todo movimiento huelguístico- el medio más eficaz en las luchas reivindicativas- los coloca por fuera de la Ley, agudizando la rigidez de la represión; este tratamiento es el más oprobioso, el más injusto porque prácticamente está impidiendo a los institutores llevar a cabo el sagrado derecho huelguístico, máxima conquista de la clase trabajadora colombiana. Los sueldos asignados a los educadores son relativos a la situación fiscal de cada departamento y son generales, es decir, con raras excepciones no existen estímulos especiales para situaciones especiales como aquellas provocadas por ciertos factores tales como: clima, transporte, servicio rural, carestía, etc. La jornada laboral del educador no se puede calificar como un beneficio especial del gobierno para con la clase docente sino que obedece a disposiciones de carácter eminentemente pedagógico que rigen la educación, por lo cual las vacaciones on propiamente vacaciones forzosas y no una prebenda oficial. b) LOS ESTUDIANTES

La inmensa cantidad de estudiantes que acuden a los centros de educación oficial son hijos de familias muy pobres: Campesinos, Jornaleros, Empleados y Comerciantes de bajos ingresos. En sus hogares cunde por doquier la desnutrición, la desnudez. Los padres de familia no tienen siquiera para dar a sus hijos los cuadernos que necesitan en las escuelas o colegios. El estudiante se ve maniatado totalmente en su plantel. No tiene para “unas onces”. No tiene implementos para su realización como tal, a excepción de la abnegación del educador, la esperanza de sus padres y sus propios anhelos de superación.


ASPECTO ESTÁTICO La mayoría de los locales donde funcionan los establecimientos educativos son lógicamente el reflejo de la situación de miseria que vive la educación oficial colombiana. Las escuelas rurales son unas casitas que carecen de los más elementales servicios, exceptuando algunas construidas por otras entidades. Las escuelas urbanas se debaten en igualdad de condiciones agravando su situación el hecho antihigiénico de los alarmantes sobrecupos que se ven abocadas a soportar. Los colegios tampoco disponen de buenos locales ni tienen laboratorios donde el estudiante pueda practicar sus conocimientos, principalmente en lo relacionado con la Física, la Química, la Biología, etc. No existen campos deportivos donde el estudiante pueda desarrollar sus actividades de educación física; sus deportes favoritos debe cumplirlos en lugares diferentes a su plantel con las consecuencias de todo orden que esta autodirección implica. Las bibliotecas no son conocidas en las escuelas, y los colegios donde existen pequeñas muestras de ellas, no se hallan bien dirigidas y carecen de los textos más elementales. Cafeterías, teatro y otras instituciones y actividades de bienestar estudiantil, no son comunes en los planteles oficiales. (Los INEM y ciertos colegios nacionales hacen alguna excepción).

2.0)

SOCIALES

El aspecto económico no puede desligarse del aspecto social. Este constituye una consecuencia obligada de aquel. La situación de miseria que tiene que soportar el educador lo ha llevado a ubicarse y relacionarse con sectores de la clase social baja. Este mismo hecho lo compenetra de sus problemas, los vive, lo convierten un integrante más de esa clase social. Los mismos medios de que dispone el educador para el desarrollo económico personal y familiar comparados con los de sus vecinos y hermanos de clase, ratifican su posición teniendo que soportarla sin quejas o al menos sin auditorio para ellas. Es falso que el educador, como educador, pertenezca a la clase media. Se le ha querido ubicar allí: esa no es su posición social y quien en ella se auto-ubique es tiempo que se sitúe en el lugar que le corresponde. Con salarios tan misérrimos no alcanza a pagar una vivienda confortable, viéndose obligado a radicarse en sectores donde la vivienda sea barata, principalmente en las grandes ciudades y ciudades intermedias, donde el arriendo alcanza cada año magnitudes alarmantes.


La canasta familiar, cuando no está rota, es la menos abundante de la vecindad. Esto lo confirman adagios populares como: “tiene más hambre que un maestro”. El vestido y la medicina para su familia son motivos de continuo dolor de cabeza ya que salarios como el suyo no le permiten ajustarse a estos requerimientos tan fundamentales pero tan inalcanzables para la clase pobre. La familia del maestro carece de todo servicio médico. La recreación de la cual disfruta con su familia es ninguna, pues los centros de recreación en Colombia son el mejor negocio de la empresa privada, no permitiendo este lujo sino a los más beneficiados por la fortuna. De esta manera el educador, si es casado, no tiene otra diversión que el placer sexual que su esposa le brinda con la natural proliferación de nuevos desadaptados sociales que no tienen ninguna culpa de llegar a este mundo lleno de injusticias, donde el hambre, la desnudez, las enfermedades… son el medio de identificación de sus hermanitos. Si el educador es soltero los problemas son aún peores, pues si es educador es porque pertenece a familia pobre con la cual tiene más obligaciones que el mismo padre. Todo lo anterior coloca al educador en la más difícil de todas las situaciones que pueda una persona soportar; es juna especie de ser que vive dos vidas: la que quiere aparentar ante sus relacionados, vecinos, alumnos y padres de familia, y la vida íntima familiar y personal que tiene que afrontar. Además el profesor no goza de estímulos especiales que le hagan agradable su situación. Los incentivos para el maestro rural no se conocen. Los planes de vivienda para el institutor urbano tampoco. Planes de producción bien orientados, menos. Oportunidades de perfeccionamiento y continuación de sus estudios no existen, y las que existen son inalcanzables para el educador. Ya lo ha dicho el mismo Presidente de la República, que quienes alcanzan Educación Superior son unos privilegiados, y los educadores no lo son. Es bueno recordar aquí que los maestros deberían tener matrícula gratis en las Universidades. “Quien puede aprende, quien no puede enseña”. Qué adagio tan significativo de la situación del maestro. Mucho menos van a existir planes de bienestar social para el educador. Todo lo que contradiga las anteriores afirmaciones son excepciones especiales, cuando no puro engaño. Todo esto motiva al educador a ubicarse, a adquirir conciencia de clase, a no continuar de hipócrita social, engañando a la sociedad y engañándose a sí mismo. Y hoy el educador sabe perfectamente que pertenece a la clase explotada, sabe muy bien, muy a conciencia cual es su puesto en la escala social y no quiere seguir viviendo de las apariencias; ha comprendido que en realidad no está viviendo sino… muriendo. El estudiante es el vivo reflejo del educador, donde hay un educador, hay un espejo en el cual la imagen que se refleja es la de un estudiante y viceversa. La relación maestro-alumno conduce sus vidas haciendo de las dos una sola.


Por ello y por las razones económicas en las cuales se desenvuelve la familia del estudiante es innecesario ampliar mucho en este aspecto de su ubicación social. 3.0)

POLÍTICOS

La independencia nacional de nuestro territorio del dominio español sólo constituyó un cambio de dirigentes gubernamentales, pero independencia propiamente dicho no fue su resultado. Para el pueblo esta nueva política prácticamente no trajo ventaja alguna, simplemente cambió de amo, teniendo presente que si ese amo no era español puro al menos por su sangre corría mucha sal gitana. Al indio auténtico no se le dio ninguna cuota de poder. No se le restituyó la propiedad usurpada en la conquista y “legalizada” en la colonia. Tampoco el indio tuvo oportunidad de revivir su folclor ya que a fuerza de los años de dominio de los españoles éstos se habían implantado con poder y todo, y al marcharse para su patria tuvieron gran cuidado de no dejar el oro y las riquezas sustraídas, pero más cuidado tuvieron en dejar implantado en esta tierra un régimen, una religión, una economía que continuara gobernando por ellos. El aparato gubernamental, entonces, ha sido siempre el mismo: el imperio de las Élites, el gobierno de, por y para la burguesía. Esa burguesía se ha ido sucediendo en el poder a través de todas las generaciones como se sucede cualquier monarquía hereditaria. Y se ha sostenido mediante formas diversas: la demagoga, la represión y el asesinato. Ha subsistido una idea fija: sostener en el poder una clase social, un sistema macro élite, no importando los daños que al pueblo causen. De acuerdo con esta política de gobierno para una parte se han producido leyes totalmente predispuestas únicamente a su beneficio y se ha olvidado legislar para el pueblo. Todo esto lo ha entendido perfectamente el educador. Teniendo en cuenta el aspecto educativo, que es el que nos interesa en el presente estudio vemos como se infiltran programas preconcebidos en el exterior con un solo propósito: formar mentalidades imperialistas, no consultando para nada las necesidades nacionales pues ellas no importan. Lo que importa son intereses muy diferentes. Se da una “educación bancaria”, en el sentido de acumular conocimientos como se llena un depósito bancario, no permitiendo la educación liberadora, “problematizadora”, la que consulte las necesidades colombianas, la que consulte las necesidades colombianas, sus problemas sociales, económicos, políticos, religiosos. Esta clase de educación es considerada peligrosa, subversiva, atentatoria contra el orden, contra el régimen constitucional. Por ello es que cuando los educadores y los estudiantes que ya conocen el problema reclaman la segunda, la liberadora, es cuando les cae todo el sistema encima, viene la acción represiva, se oye el grito de los políticos tradicionales que sienten que su imperio se


hunde en el abismo, no aceptan que sus ideologías ya no corresponden a las circunstancias de la época y ven la necesidad de sostenerse por la fuerza. Se dice que los estudiantes y los maestros son un grupo político peligroso, que sus consignas obedecen a planes de subversión y caos, que están atentando contra el orden y la paz social, pero el pueblo ya no se engaña fácilmente, ya sabe cuál es el orden y cuál la paz social que los dirigentes defienden. Se dice que los maestros son subversivos y políticos. Pero al menos lo primero lo puede desconocer el pueblo que es un engaño. En cuanto a lo segundo se puede manifestar que el gobierno y los dirigentes políticos no se han engañado: el gremio educativo sí es político. Por lo siguiente: porque es una lucha de explotados contra explotadores, es político porque busca ante todo la reforma en las estructuras que manejan el país y que no permiten la elaboración y ejecución de programas educativos que beneficien a las grandes masas nacionales. Es político porque los políticos tradicionales ven claramente que la clase educacional del país no está dispuesta a seguir haciendo el juego a ningún grupo politiquero y oportunista de los que actualmente detentan la cosa pública. Pero los maestros y los estudiantes no tienen colores, tienen posición,, posición honesta y limpia que no busca sino el bienestar del pueblo colombiano y una educación popular y nacionalista. Su lucha no obedece a intereses burocráticos sino a ideologías concebidas bajo el más sano afán de servicio al pueblo, por lo cual no cesarán e su lucha, así tengan que aumentar la cuota de sangre y sacrificios que hasta ahora no ha sido poca. El tratamiento que la oligarquía y la macro élite están dando al problema educativo es el más equivocado de todos y tendrán que admitir algún día que el fin de la lucha del sector educacional colombiano no es la subversión sino la consecución de reivindicaciones para todo el pueblo colombiano. Por eso el tratamiento no es el de la bayoneta, ni el tergiversar las verdaderas pretensiones de los “revoltosos”. Los sectores progresistas de la población han comprendido el problema como suyo y se han situado al lado de sus educadores y de sus estudiantes. Es evidente que la nueva ideología en la cual está enmarcada la programática educativa que aspiran los sectores educativos es muy diferente a la ideología en la cual se mueven los anquilosados partidos políticos tradicionales: obedece a la vida actual, al mundo moderno, a las necesidades de la época; pero ello no lo quieren saber los dogmáticos dirigentes con sabor de antaño. Si la ideología política de los educadores y de los estudiantes no concuerda con la ideología de los sectores coaligados que están en el poder, al menos debe aceptarse que ella es el fruto de los nuevos tiempos, de las mismas circunstancias de vida, y lo mejor aún, demuestra una clase educativa inteligente, inquieta y que investiga, que piensa, que vive el momento presente. Una clase educativa que quiere trabajar en bien del pueblo colombiano, que quiere colaborar. No se puede desconocer todo lo malo que hay y analizar y aceptarla situación política que vive nuestra patria provocada por los factores económicos y sociales que nadie puede


ignorar, situación de la que no es ajeno el sector educativo, por lo cual si éste se ha politizado es debido a las mismas circunstancias en las que se ha visto obligado a vivir; al que le han desconocido sus anhelos,, sus esperanzas, sus necesidades. Entonces la solución no es expulsar al “subversivo”, destituir al maestro “agitador” que obedece a políticas “anárquicas”, ni cerrar centros educativos, ni cancelar personerías jurídicas, ni declarar huelgas ilegales, ni atropellar manifestantes pacíficos, ni encarcelar estudiantes, ni profesores. Así no. Todas estas medidas lo que hacen es aumentar el desconcierto de las gentes que siguen esperando un tratamiento más justo y al menos un panorama educativo más claro.

Armenia, Quindío, junio de 1973


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