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Diseño geotécnico de túneles

otear y, sin vacilación, discernir con toda certeza. De sonrisa fácil y a la vez enigmática. No afecto a los aspavientos ni a los cambios de humor: el suyo es, por lo común, afable y ecuánime, a veces irónico. Estatura media, complexión delgada a fuerte. Sus manos, de huesos no excesivamente largos y recios, acompasan casi siempre su expresión oral. A la manera de un emotivo director de orquesta, elige con esmero sus partituras y les imprime vibrante coloratura a medida que incorpora a los solistas y a todo el ensamble, con quienes ha ensayado incontables veces en aras de la perfección. Posee un espíritu renacentista y una imaginación a lo Julio Verne, y además abarca cualquier tema con su conversación informada, amena y simpática.

Los hilos conductores de la trama y la urdimbre de su variada, vasta y rica vida profesional proporcionan un testimonio inmejorable de su carácter y resaltan su congruencia: aprendió a aprender, con rigor y disciplina, para hacerse ingeniero agrónomo; después, animado por un maestro inolvidable para él, descubrió en las estructuras de represas las primicias de la mecánica de suelos.

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Qué mejor que conseguir en Estados Unidos la maestría en Ingeniería civil, y luego nutrirse con las invaluables enseñanzas de quienes en esa época perfeccionaban los cimientos de la nueva ciencia. De Karl Terzaghi obtuvo el interés por la geología aplicada –que más adelante acrecentaría con su amigo Federico Mooser– como descripción racional del origen y comportamiento de suelos y rocas. También aprendió el “método observacional”, que Terzaghi utilizaba para abordar y resolver los problemas prácticos.

Con Arthur Casagrande, Tamez se interiorizó en el Sistema Unificado de Clasificación de Suelos (SUCS) y en el análisis, diseño y construcción de presas de materiales graduados (más concretamente en su compactación), así como en su propio modo de enfrentar y resolver los problemas, estimando, con las herramientas disponi-

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