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Los conflictos no reueltos del pasado
Los conflictos no resueltos del pasado: propuesta de intervención a las consecuencias sociales de la epidemia
Por Gwendolyne Itze Carmona Hernández*
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Quien olvida su historia está condenado a repetirla.
En la conclusión de una investigación puede leerse que la crisis de la ciudad no se produjo por las epidemias sino por muchas razones, entre las cuales cita la crisis demográfica debido a problemas crecientes de subsistencia, alza de precios, cambios de mentalidad, e inestabilidad en la población. Así termina el artículo de La primera peste de los antoninos, hablando de la ciudad de Roma cerca del año 170. A casi dos mil años de ese hecho podríamos redactar en nuestra ciudad casi el mismo final, aunque estamos a penas en el principio.
Haciendo un comparativo con epidemias de épocas pasadas podemos encontrar coincidencias y aspectos a considerar en nuestro futuro no tan lejano. Pensemos en dos momentos bastante documentados de la historia con una diferencia significativa de tiempo: la Peste Galénica en el siglo II, y la Peste Negra en el siglo XIV.
La coincidencia que hace llamar a este momento ‘el principio’ es cómo las pestes mencionadas duraron cinco y dos años, respectivamente, en el tiempo documentado de forma consecutiva, pero en ambos casos existieron rebrotes, distando en tiempo de meses o años, o siendo más fuertes en cierta estación debido a las condiciones climáticas y la supervivencia de las pulgas en el caso de la Peste Negra. Así que como es de esperarse, aunque no sabemos el tiempo, se puede garantizar el rebrote del virus que ahora nos aqueja.
El inicio puede simplificarse en una similitud: a pesar de que cada epidemia ha sido de distinta etiología la movilidad de las personas es el factor común en la dispersión de la enfermedad. Los soldados romanos quisieron tomar ventaja en la guerra atacando los lugares donde la población ya estaba devastada por la peste y los mongoles catapultaban cadáveres infectados a sus enemigos con el mismo objetivo que los anteriores, provocando así la expansión de las enfermedades.
Guillermo Navarro en su tesis sobre la Peste Negra en la Península Ibérica, se pregunta cómo reaccionaría el planeta a una epidemia en la actualidad. Siendo el año 2016 el momento de su publicación, hace una conjetura idéntica a la realidad actual. Predecía la posibilidad de menor caos por los avances en la medicina pero mayor extensión por la movilidad poblacional. Hay que considerar que en la Peste Galénica y el inicio de la Peste Negra esas enfermedades no llegarían a América, porque al menos a los ojos europeos y asiáticos, no existía; América no había sido descubierto aún.
Ahora en 2020 toma menos de un día llegar a otro continente y sobran motivos para hacerlo. Al final de diciembre de 2019 se tenía la noticia de un virus en China; a mediados de marzo se solicitaba la cuarentena en México a causa del mismo virus.
La medida de la cuarentena fue tomada también durante los siglos XIV y XV. Se recurrió al aislamiento y al incremento de las medidas sanitarias, se aplicaron multas a quienes incrementaban el riesgo de contagio en las ciudades, ¿suena familiar? Pero lo que coincide en las dos epidemias que se relatan en este texto es la movilidad. Las personas solían alejarse de los lugares que ya estaban infectados provocando el abandono de pueblos enteros, y en el peor de los casos el abandono de la vida rural y con ello la insuficiencia de trabajadores de campo y de la agricultura en general. Ahora bien, basta con ver el mapa epidemiológico de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para saber que no hay a dónde huir, y basta conocer la historia para saber que una crisis demográfica llevaría a una crisis económica por la falta de personal capacitado para los trabajos.
En ambos momentos se recurrieron a explicaciones por medio de pensamiento mágico y en consecuencia a prácticas supersticiosas. Durante la Peste Galénica se adjudicaba la desgracia a un castigo divino, donde los cristianos culpaban a los paganos y los paganos a los cristianos; y en la Peste Negra además de permanecer la idea del castigo divino, para variar culpaban a los judíos, al aire, o a la alineación de los planetas. Hoy se esparcen los rumores del robo del líquido de las rodillas, el control por medio de la red 5G, la recuperación del lugar que el hombre robó a la naturaleza, y otras ideas asociadas a delirios de persecución y lo que también se creía hace siglos: el apocalipsis.
Pareciera el fin del mundo, pero las otras epidemias también coincidieron con desastres naturales, había guerras, crisis económicas y hambre. Las enfermedades sólo llegaron para acelerar la crisis demográfica, pero no fue la causante de todas las muertes, tal vez ni siquiera de la mayoría y hoy en día menos, con nuestra creciente salud del sistema inmune y esperanza de vida.
“Los remedios no eran suficientes, provocando miedo, desesperación, y desconcierto ante tal situación. Además se alteraron las relaciones interpersonales, llegando en ciertos casos hasta el extremo de evitar a toda costa el contacto impuro, motivando una gran hostilidad hacia lo desconocido”, refiere Navarro en su tesis, abriendo posible explicación a la marginación que sufrieron los sepultureros y enterradores por ser los que estaban en contacto directo con la muerte y la enfermedad. Algo similar a lo que viven hoy nuestros trabajadores del área de salud; los primeros descritos como osados, ambiciosos y temerarios; los segundos conocidos ahora de forma popular como héroes sin capa.
Con todos estos puntos en común podemos esperar consecuencias sociales similares, nuestra ventaja es que tenemos la información para adelantarnos y estar preparados, incluso podemos prevenir el malestar social de cualquier futura crisis con un trabajo constante. Deberíamos educarnos en la calma en vez de esperar a la tempestad, es en la calma cuando es más fácil preparar a nuestro sistema para el aprendizaje de respuestas más adaptables y sanas.
¿En qué debemos educar? No es casualidad que desde el año 170 hasta el año de su muerte, Marco Aurelio, el emperador de Roma durante la Peste Galénica escribiera su libro Meditaciones, en el cual pregona su filosofía estoica donde menciona la importancia de vivir el presente, la auto-observación, la racionalidad, el pensar bien, el agradecimiento a los dioses, y la aceptación de la muerte como parte de la aceptación de todo lo que es natural en el hombre.
Con respecto a la Peste Negra, surgieron también nuevas perspectivas de la muerte al punto en que se crea el género artístico de la ‘Danza macabra’ o ‘Danza de la muerte’, y una filosofía de vida basada en el disfrute y el placer debido a la nueva percepción de la vida como corta, demostrado en el texto famoso el Decamerón de Boccaccio, ejemplificando los nuevos deseos sociales por la conciencia de muerte que dejó el primer brote de la enfermedad.
La filosofía estoica fue retomada por Albert Ellis como fundamento teórico de su terapia racional emotiva. Ellis citaba a Epicteto, quien como Marco Aurelio fue filósofo estoico, con la frase: “los hombres no se perturban por las cosas, sino por cómo se las toman”. Así, vemos como uno de los enfoques terapéuticos más famosos de la actualidad tiene como base de su teoría una propuesta de casi dos mil años, la propuesta de hacer un cambio en la filosofía de vida, en nuestra forma de estar y entenderla, procurando en ella la racionalidad, la aceptación de lo natural, y la valoración del presente.
La conciencia de la muerte, este punto en que convergen las epidemias. Aunque el COVID-19 ha dejado menor porcentaje de muertes desde la perspectiva estadística, sigue siendo el tema inevitable y un tema que genera incertidumbre y malestar psicológico, el cual se incrementa por lo incierto de la situación mundial.
Las propuestas realizadas en los tiempos pasados van encaminadas hacia la aceptación de la muerte, el disfrute de nuestro tiempo con vida, e incluso se menciona la posibilidad de encontrar paz bajo las creencias religiosas que a cada quien convengan.
Resulta interesante que teniendo las respuestas, seguimos con los conflictos no resueltos; no hemos trabajado como ejercicio cotidiano la capacidad racional para evitar engañarnos por noticias falsas, comparables al pensamiento mágico; no hemos trabajado las respuestas empáticas a las situaciones de crisis, ante lo incierto y ante lo desconocido; no hemos trabajado la aceptación de la muerte, no hemos aprendido a disfrutar la vida.
Estamos en un nuevo período de sensibilidad al cambio motivado por la crisis, podemos trabajar para que sea un cambio permanente o seguir repitiendo la historia.
*Colaboradora de Universidad Xochicalco.
Bibliografía: Ellis, A. (2013). Feeling better, getting better, staying better: profound self-help therapy for your emotions. (primera edición). Estados Unidos de América: Impact. Gozalbes, E. y García, I. (2007). La primera peste de los antoninos (165-170). Una epidemia en la Roma imperial. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia. No. 1, Volumen 59, p 7-22. Marco Aurelio, (trad en 2016). Meditaciones. (primera edición). Editores Mexicanos Unidos. Navarro, G. (2016). La Peste Negra en la Península Ibérica durante la baja edad media. Tesis para la obtención de grado en Historia por parte de la Universidad Zaragoza. WHO (2020). Datos estadísticos. (En línea). Disponible: https:// covid19.who.int/
Ilustración: L.D. Rodolfo Cota Martínez.