Mediatrix 2019

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MEDIATRIX

A N U A R I O

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Pontificia, Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Madre y Señora del Patrocinio en su Dolor y Gloria


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De nuestro Arzobispo.

Para vivir el Vía Crucis. Excmo. y Rvdmo. Sr. Don Juan José Asenjo Pelegrina.

“Mirad el árbol de la cruz, en que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo”. Con esta vieja aclamación de la liturgia romana adoraremos en el próximo Viernes Santo la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Entre las grandes religiones de la humanidad no hay otro símbolo más universal, más frecuentemente repetido, pintado, esculpido, venerado y adorado. Pocos artistas, incluso no creyentes, han resistido la tentación de llevarlo a sus lienzos y esculturas, fascinados por la fuerza sobrehumana del rostro de Cristo muerto o agonizante y por el dolor inaudito de su cuerpo destrozado. En la acción litúrgica del Viernes Santo de este año veneraremos una vez más la santa Cruz de nuestro Señor Jesucristo, que será el centro de nuestras miradas, el objeto de nuestros afectos y la destinataria de nuestro amor agradecido. Os invito en el comienzo de la Cuaresma a mirar ya el cuerpo de Cristo muerto lleno de heridas. Cuelga pesadamente de la Cruz, con la cabeza coronada de espinas hundida sobre el pecho. Sus labios están abiertos, exangües y sin vida. Su costado y su corazón han sido destrozados por la lanza del soldado. Sus dedos aparecen convulsivamente estirados y deformados y los pies traspasados por un enorme clavo. El Cristo real del Gólgota, que adoraremos en la tarde de Viernes Santo, debió parecerse mucho a los Cristos barrocos, dolientes, lacerados y ensangrentados, tan bellos y numerosos en Andalucía y en nuestra Archidiócesis. Un ejemplo señero es la bellísima imagen del Santísimo Cristo de la Expiración que tallara hace cuatro siglos el escultor Francisco Antonio Ruiz Gijón, titular de la Pontificia, Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Madre y

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Señora del Patrocinio en su Dolor y Gloria. Setecientos cincuenta años antes de Jesucristo, el profeta Isaías nos ofrece la mejor descripción de la pasión y muerte del Señor: “desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano... Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores..., ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado...” (Is 52,13; 53,2-10). El mismo Isaías nos da la clave del drama del Calvario: el Señor muere por nosotros y por nuestros pecados. Él es el verdadero cordero inmolado en la Pascua que quita el pecado del mundo. Igual que en la fiesta de la expiación el Sumo Sacerdote judío sacrificaba un macho cabrío sobre el que se cargaban los pecados del pueblo y, de esta forma, una víctima sustitutoria ponía al pueblo en paz con Dios, otro tanto sucede en la cima del Calvario: “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores..., fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron...” (Is 52,4-11). A lo largo de la Cuaresma seguramente muchos de nosotros, en nuestras parroquias y Hermandades, participaremos en el rito del Vía Crucis. Que participemos en estos ritos devocionales contemplando la Cruz de nuestro Señor Jesucristo con sentimientos de devoción, de unción religiosa y de detestación de nuestros pecados pues ellos son la causa última de la Pasión y muerte del Señor y de su Cruz redentora. Sólo así el ejercicio del Vía Crucis será fructuoso y fecundo. En el ejercicio piadoso del Viacrucis la Iglesia busca implicarnos en el drama de la Pasión. No huyamos de él como hicieron cobardemente los Apóstoles. No nos excluyamos de él como quienes ven pasar a Jesús con indiferencia por la Vía Dolorosa o se contentan con contemplar con curiosidad el espectáculo de la Cruz. Muchos contemporáneos de Jesús fingieron no enterarse para no comprometerse en el acontecimiento


cumbre de la historia de la humanidad. Que no sea éste nuestro caso. En aquel momento supremo, hay dos personajes que viven con hondura suma la Pasión del Señor: su madre, la Santísima Virgen, y el apóstol San Juan. Ellos nos marcan las únicas actitudes posibles en la vivencia de este Viacrucis singularísimo. Ellos no huyen ni se esconden, ni se limitan a contemplar pasivamente el drama

del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo agonizante. Que ellos, María y Juan, nos alienten y acompañen en nuestro recorrido cálido y comprometido por la Vía Dolorosa. Para todos los miembros de la Hermandad del bendito Cachorro y para quienes lean estas líneas, mi afecto fraterno, mi oración y bendición.

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De nuestro Alcalde. Triana tiene en su más preciado acervo a sus hermandades y cofradías, corporaciones gremiales y de marcada devoción que han evolucionado junto a su barrio e incluso, por distintos avatares, algunas marcharon a otros templos cruzando el río. A mediados del S. XVI en la que fuera antigua calle Portugalete, hoy nombrada como Procurador, nacía esta cofradía propiciando el amparo de la asistencia hospitalaria pese a sus rentas exiguas. El carácter devocional de nuestras hermandades ha estado siempre ligado a una condición de asistencia social, de reunir recursos para atender carencias, algo que permanece a lo largo de los años presente en la labor de nuestras hermandades y cofradías, aspecto que cuenta con el reconocimiento de los sevillanos y, por supuesto, de su alcalde. De una pequeña ermita a un gran templo regionalista que alberga una devoción universal. Sin duda, la imagen portentosa del Crucificado de la Expiración es un icono que no deja a nadie indiferente, un símbolo de la evolución del barroco hispalense. Las leyendas nacen en torno a las realidades, pero prevalece como elemento único, la finalidad, lo que es real. “Mas Jesús dando una voz fuerte, expiró”. (Marcos 15, 37). Cristo muere en la Cruz, con mirada de vida eterna y concita los viernes santos a tantos vecinos y vecinas que se marcharon por distintas circunstancias del viejo arrabal trianero reencontrándose en las calles con su admirado “Señor de la Cava”, vecinos que no olvidan sus raíces. Quisiera agradecer al hermano mayor, Marco Antonio Talavera, y a toda su Junta de Gobierno la oportunidad que me han brindado para dirigirme a los hermanos del Cachorro, un honor que he recibido con mucho cariño y orgullo. Juan Espadas Cejas. 8


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De nuestro Hermano Mayor. Querido hermano: Aprovecho la ocasión que me brinda esta publicación del Anuario “MEDIATRIX” de nuestra Hermandad del Patrocinio, para agradecerte en primer lugar, el tiempo que vas a dedicar a su lectura, sin duda deseo que lo disfrutes y te haga sentir más cerca de tu Hermandad. Quiero agradecer a cuantos hermanos y cofrades colaboran con este número del Anuario “Mediatrix”, y muy especialmente a Javier Sanchez-Dalp, el autor de la portada. Desde que nos pusimos en contacto con él, todo han sido facilidades regalándonos esta magnífica portada. El año 2019 hemos estado centrados especialmente en los tres pilares que tienen que sostener nuestra Hermandad: culto, formación y caridad. Sin duda, en estas parcelas nunca es suficiente lo que se hace, pero si os puedo asegurar, que todo lo que proponemos realizar lleva un único objetivo que es, la participación de los hermanos de nuestra corporación, por lo que te agradezco tu participación en los actos organizados de cultos y formación especialmente. En esta última parcela, en el último año, se han reforzado las sesiones participativas. A las ya consolidadas, como el Ciclo de Formación conjunto de las Hermandades de Triana-los Remedios, las sesiones o charlas formativas que habitualmente realizamos o catequesis de confirmación, hemos ampliado nuestra propuesta con catequesis para adultos confirmados, así como un curso de Biblia interesantísimo que está dirigiendo nuestro Director Espiritual. En cuanto a los cultos, este año han estado marcados por la imposibilidad de poder hacer Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Todos conocéis que las circunstancias meteorológicas del Viernes Santo no fueron favorables, si bien, fueron numerosos los devotos que se acercaron a rezar ante nuestros Amantísimos

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Titulares, permaneciendo la Basílica abierta hasta alta horas de la noche. En este curso, en cuanto al mantenimiento de las instalaciones hemos podido acometer la reparación de los desagües del patio principal, así como la rehabilitación de la casa del “capiller”, que desde su construcción no se le había realizado ninguna obra de mantenimiento, y aprovechando la jubilación de nuestro hermano Antonio Hidalgo, hemos aprovechado para sanear la casa en todo lo necesario. Desde aquí, quiero agradecer los años que Antonio ha estado dedicado a la no fácil tarea de ser el “capiller” de nuestra Hermandad. Ha llegado la hora de una merecida jubilación. En cuanto a la ejecución sobre el patrimonio, el año 2019, ha estado centrado en la ejecución de la remodelación del paso de Cristo, que sin duda a la fecha de esta publicación se encuentra muy avanzado, siendo los resultados que se están consiguiendo muy satisfactorios y serán presentados una vez finalice la ejecución en el presente año. También se ha iniciado en el 2019, la restauración del Estandarte, dado que era ya necesaria una actuación sobre el mismo, consistente en el pasado a nuevo terciopelo y restauración de las piezas deterioradas. Igualmente, durante todo el año se ha estado restaurando la candelería de plata del palio, dado que, con el uso era necesario su mantenimiento. Por último, en el año 2020 sabes que finalizo mis mandatos, por tanto, quiero aprovechar estas líneas para despedirme de vosotros como Hermano Mayor, sin duda ha sido el mayor honor que puede experimentar un hermano. Os agradezco el apoyo que me habéis dispensado durante estos ocho años, así como las muestras de cariño. También agradezco a todos los que habéis colaborado directamente con las juntas de gobierno que he presidido, habéis sido muchos lo que a lo largo de estos años habéis dedicado vuestro tiempo a nuestra hermandad. Por supuesto, no puedo dejar de pasar la ocasión para agradecer públicamente a todos y cada uno de los oficiales que me han acompañado durante estos años, sin ellos nada hubiera sido posible, y su dedicación permanente


es a costa de quitar tiempo a sus familias, a las que desde aquí quiero agradecerle su comprensión y dedicación también con nuestra Hermandad. Estos agradecimientos los hago extensivos, como no puede ser de otra forma, a nuestros directores espirituales, camareras, diputados, costaleros, capataces, miembros de la junta consultiva, grupos de trabajo de nuestra hermandad, y cómo no, también a nuestros trabajadores que han demostrado que trabajar en nuestra Hermandad conlleva incluso su implicación como hermanos para hacer más allá de sus obligaciones laborales. Para finalizar, quiero agradecer a mi mujer Inma que siempre me haya apoyado, y que haya soportado las innumerables ausencias,

muy especialmente en la crianza de nuestros hijos que han crecido durante estos años, y lo único que les pido a nuestros Amantísimos Titulares, que les hagan comprender esos días y noches en los que no he estado en casa y no me lo tengan en cuenta. Por último, querido hermano, te pido disculpas por aquello en que me haya podido equivocar, y en aquello que no haya podido realizar para cubrir tus expectativas. Que el Santísimo Cristo de la Expiración y nuestra Madre, la Santísima Virgen del Patrocinio te bendiga. Vuestro servidor. Marco Antonio Talavera Blanco.

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De nuestro Director Espiritual. Nuestro tiempo de cuaresma es tiempo de conversión. Los cristianos lo sabemos, al igual que conocemos que aquel que quiera seguir fielmente a Cristo debe aspirar a una conversión permanente. Así pues, fijos nuestros ojos en la imagen del hombre en plenitud, nuestro Señor Jesucristo, consideramos continuamente aquellos aspectos de nuestra vida, pensamientos, palabras, obras y omisiones, que se apartan de nuestro modelo de santidad, aquel que encontramos en la persona de Jesús, en ese Santísimo Cristo de la Expiración que tú, querido hermano, llevas grabado en el corazón. Sólo quiero Señor, lo que tú quieras. En definitiva, por amor, queremos apartar de nuestra vida todo aquello que nos aparte de Dios y de nuestros hermanos. Queremos vivir entregando nuestras vidas a imitación de aquel que en la cruz entregó la suya por nosotros, y pedimos a Dios que en medio de este mundo seamos imagen de Cristo. Pero, para vivir en esta conversión permanente, que es el camino de la santidad, hemos de rogar insistentemente al Espíritu Santo un don que la hace posible: el don de la Presencia de Dios en nuestras vidas. Dicho de otro modo, el don de vivir y actuar siempre ante los ojos de Dios, teniendo consciencia plena de que Él está siempre a nuestro lado y creer que su mano poderosa nos guía y acompaña. Este don de la presencia de Dios es la luz que llena de esperanza nuestra vida. El don de la Presencia de Dios es vivir bajo su mirada y caminar llevados por su Palabra. Hemos de pedir este don para no caer en el pecado de olvidarnos de quien tanto nos ama, o lo que es peor, llamándonos cristianos, el pecado de vivir como si Dios no existiera. Lo pedimos para no caer en la tentación de apartar a Dios de nuestra vida, de acallar su voz; quizás porque su

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Palabra contraríe nuestros deseos; quizás porque denuncie nuestro pecado. Es la tentación de seguir nuestros deseos y hacer de ellos la norma de nuestra vida, sin permitir que la voz de Dios ilumine y guie nuestro existir. Faltos de fe, sin creer que es Dios quien nos lleva a la Vida, vivimos al margen de Él. Y aún hay algo más triste: a veces apartamos a Dios de nuestras vidas y ni siquiera somos conscientes de ello. Pidamos tener fe en el Señor, fe en que su Palabra, sus Mandamientos, nuestra vida cristiana, realmente nos llevan a la felicidad. Pidamos el don de la Presencia de Dios en nuestras vidas, caminemos bajo su mirada. Tú y yo, querido hermano, sabemos cuantos males, cuanto sufrimiento propio y ajeno, evitaríamos caminando a la luz del Señor y no bajo la oscuridad de nuestro pecado; cuán distinta sería nuestra vida si habláramos con Él habitualmente, si le preguntáramos en nuestra oración acerca de la conveniencia de pronunciar tal palabra o realizar tal acción, si consideráramos los acontecimientos de nuestra vida bajo la luz de su presencia, si nos dejáramos llevar por la mano de nuestro Padre. Sin abrir nuestra alma a la Presencia de Dios no podemos esperar caminar como cristianos. No puede haber verdadero seguimiento de Cristo, ni conversión o santidad, cuando apartamos a Dios de nuestra vida. Sin embargo, esta Presencia es un don de Dios y, como tal, siempre podremos pedirlo y esperarlo. Pidamos al Espíritu Santo ese don para nuestras almas, y, bajo la luz de la fe, dejemos que la vida de Cristo, nuestro santísimo Cristo de la Expiración, guíe nuestros pasos por el Camino de la Verdad y la Vida. No vivamos como si Dios no existiera. Pedro Ojeda Ríos.


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Sumario 6 8 10 12

Para vivier el Vía Crucis. Excmo. y Rvdmo. Sr. Don Juan José Asenjo Pelegrina. De nuestro Alcalde. Juan Espadas Cejas. De nuestro Hermano Mayor. Marco A. Talavera Blanco. De nuestro Director Espiritual. Don Pedro Manuel Ojeda Ríos.

Cachorro 18 Cachorro de Dios, el hijo del hombre. Benedicto XVI. 20 22 24 26 34

Dios de Triana. Francisco Vázquez Perea. Cada Viernes. Un hermano. El Cachorro en el pregón de Triana. Manuel Alés del Pueyo. El Cachorro y Murillo. Julio Mayo Rodríguez. Pasa el gran perdonador.

Patrocinio 38 Stabat Mater. Francisco Robles. 42 46 48 50

Cincuenta años. Antonio J. Triguero Soria. Patrocinio del mío existir. J. Félix Machuca. La Virgen del Patrocinio. A. R. Buzón. El alto honor de la intimidad: camareras de la Virgen.

Miguel Ángel Rodríguez.

Hermandad 56 Nuestro Quinario. Ignacio J. MIguel Hidalgo. 60 64 68 72 74 76

Besamanos del Nuestra Madre del Patrocinio. Domingo de Resurrección en El Cachorro. Una comunidad viva y vibrante. José Miguel Núñez, sdb. Nuestros mayores, un tesoro heredado. Diputación de Caridad. La formación en la Hermandad. Rafael Francisco Ruiz Vázquez. Actividades 2019.

Hermanos 84 Las estadísticas del Cachorro en 2019.

86 Hermanos que cumplen sus bodas de platino, oro y plata. 88 Falleció nuestro hermano Luis Álvarez Duarte, autor de la Virgen del Patrocinio. 89 In memoriam.

José Alonso.

Viernes Santo 92 Diputación Mayor de Gobierno. Miguel Ángel Martínez López.

104 Y Sevilla no le abandonó. Cristóbal Cervantes Hernández. 106 Detrás del Cachorro. Tres hermanos nos cuentan cómo es el Viernes Santo tras el Cristo. 110 Familia, devoción y hermandad. Manuel Romero Luque.

Historia y patrimonio 116 El Cachorro y el hombre de Vitruvio. Javier Jiménez Sánchez-Dalp. 117 118 122 126

El Cachorro resucita. Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp. El sentido de lo barroco en la imagen del Cristo de la Expiración. Música y liturgia. José Luis Aldea Carbajo. Hemeroteca; el Viernes Santo de 1930. Rafael Francisco Ruiz Vázquez.

F. Javier Rodríguez Barberán.

Pontificia, Real e Ilustre Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Madre y Señora del Patrocinio en Su Dolor y Gloria. Anuario 2019. Hermano Mayor: Marco Antonio Talavera Blanco. Dirección y coordinación: José Luis Aldea Carbajo, Francisco Vázquez Perea, Víctor González Felices, Ricardo Carneado de la Fuente y R. Francisco Ruiz Vázquez. Pintura de portada: Javier Jiménez Sánchez-Dalp. Colaboraciones escritas: Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan José Asenjo Peregrina, Excmo. Sr. D. Juan Espadas Cejas, Marco Antonio Talavera Blanco, Rvdo. Pedro Manuel Ojeda Ríos, S.S. Benedicto XVI, Francisco Manuel Vázquez Perea, Manuel Alés del Pueyo, Julio Mayo Rodríguez, José Andrés Vázquez, Francisco Robles, Antonio J. Triguero Soria, José Félix Machuca, Antonio Rodríguez Buzón, Miguel Ángel Rodríguez, Ignacio Miquel Hidalgo, Rvdo. José Miguel Núñez, Sandra Rodríguez Galindo, Miguel Ángel Martínez López, Cristóbal Cervantes Hernández, Manuel Romero Luque, Fco. Javier Rodríguez Barberán, Javier Jiménez Sánchez-Dalp e Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp. Colaboraciones fotográficas: César López Haldón, Víctor González Felices, Antonio Jaén Sánchez, Luis Romero Ruiz, José Manuel Campaña, Carlos Ossorio Martínez, Carlos Rojas Palomino, Archivo fotográfico de la Hermandad, Archivo fotográfico I.C.A.S. y Archivo General de Andalucía. Agradecimientos: Excmo y Rvdmo. Sr. Arzobispo, Excmo. Sr. Alcalde de Sevilla, Javier Jiménez Sánchez Dalp, José Félix Machuca, Julio Mayo Rodríguez, Francisco Robles, Fco. Javier Rodríguez Barberán, Hemeroteca de ABC de Sevilla, Repositorio documental del Ayuntamiento de Sevilla. Diseño gráfico y maquetación: Ignacio Ysasi Fdez. de Bobadilla. Imprenta: Coria Gráfica, S.L. Depósito legal: SE 450-1986



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Cachorro de Dios, el hijo del hombre. “Jesús de Nazaret”. Benedicto XVI. La esfera de los libros, 2007.

En tiempos de Jesús, “Hijo del hombre” no existía como título. No obstante, hay una primera alusión a él en la visión sobre la historia universal contenida en el Libro de Daniel basada en las cuatro fieras y el “Hijo del hombre”. El vidente contempla cómo se suceden los poderes dominantes del mundo en figura de cuatro grandes fieras que salen del mar, que vienen de “abajo” y representan así un poder que viene sobre todo de la violencia, un poder “animal”. De este modo Daniel traza una imagen sombría y muy inquietante de la historia del mundo. Aunque la visión no se queda sólo en los aspectos negativos: a la primera fiera, un león con alas de águila; le arrancaron las alas, ”la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron una mente humana”(7,4). La humanización del poder es posible, incluso en nuestro tiempo: el poder puede adquirir un semblante humano. Pero esta salvación es relativa; la historia continúa y en su desarrollo se va haciendo todavía mas oscura. Sin embargo luego, tras la máxima exaltación del poder del malvado, ocurre algo totalmente diverso. El vidente ve como en la lejanía al verdadero Señor del mundo en la figura de un anciano que pone fin a toda la visión: ”Vi venir a un especie de hombre entre las nubes del cielo…A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es eterno… Su reino no acabará”(7, 13). El hombre venido de lo alto se contrapone a las fieras que salen del abismo. Así como aquellas fieras personifican los reinos del mundo habidos hasta ahora, la imagen del “hijo del hombre” que “, viene entre las nubes”, preanuncia un reino totalmente nuevo, un reino de “humanidad”, un reino de ese poder verdadero que proviene de Dios mismo. Con este reino aparece la auténtica universalidad, la positiva, la definitiva y siempre calladamente deseada forma de la historia. 18

El “Hijo del hombre” que llega desde arriba es, pues, lo opuesto a las fieras que salen del fondo del mar; como tal, no es propiamente una figura individual, sino la representación del “reino” en el que el mundo alcanzará su meta final… ..Así pues, la imagen del Hijo del hombre sigue representando aquí el futuro reino de la salvación, una visión en la que Jesús pudo haberse inspirado, pero a la que dio nueva forma,


poniendo esta expectativa en relación consigo mismo y con su actividad… Ésta no es una ficción posterior del juez universal. Al hacerse hombre, Él ha efectuado esta identificación de manera extremadamente concreta. Él es quien no tiene posesiones ni patria, quien no tiene dónde reclinar la cabeza (cf Mt 8,19, Lc 9,58). Él es el prisionero, el acusado y el que muere desnudo en la cruz. La identificación

del Hijo del hombre, que juzga al mundo, con los que sufren de cualquier modo presupone la identidad del juez con el Jesús terrenal y muestra la unión interna de cruz y gloria, de existencia terrenal en la humildad y de plena potestad futura para juzgar al mundo. El Hijo del hombre es uno sólo: Jesús. Esta identidad nos indica el camino, nos manifiesta el camino por el que se juzgará nuestra vida en su momento. 19


Dios de Triana. Francisco Vázquez Perea.

¿Será el río un agua que se aleja llevándose tu sombra cauce abajo, o por retorno de todo lo creado es el mar que obediente se te acerca? Doblegarse no es tu vocabulario. Tú eres Cristo expirando con grandeza, Tú le pones a la muerte la belleza y al amor la medida de tu abrazo. Esta Triana que Tú nunca has mirado, que no pisaste sus calles con tus huellas ni sus piedras tus manos acariciaron su aire infunde a tu pecho y a tus venas porque te sabe su Dios crucificado, cirujano de sus súplicas y penas.

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Cada viernes. Crónica íntima de las visitas al Ábside. Un hermano.

Hay en nuestra Basílica, desde que era Capilla, incluso desde que era esa ermita minúscula a las afueras donde empezaba el camino hacia las tierras de Castilla, una cierta sensación de templo abierto al cielo que convierten las ansias de inmensidad de la mismísima Catedral —comparándolas— en un juego de niños, en esto de las alturas en la búsqueda de Dios. No es que la Basílica se haya quedado sin techo como una Iglesia derrumbada sino que la elevación ascendente en cuerpo, en grito y en mirada de nuestro Cristo, atraviesa cúpulas y bóvedas con su fuerza expresiva y trascendente. Si es capaz de cruzar fronteras tan rotundas como la hora de las tres de la tarde del Viernes Santo o las aguas fluviales que cosen los dos lados de las cavidades del corazón de esta ciudad ¿no va a copiar en nuestro ánimo esa ingravidez que se escapa con El hacia las alturas cumpliendo como en ninguna otra Imagen su función y su destino? En nuestro caso el incienso no sube sino que se trenza a la invisible enredadera donde su Expiración es un hálito en el que viajan nuestras oraciones y nuestros anhelos. Da igual que su Cruz esté clavada en el presbiterio, y que en ella los clavos pretendan retenerlo al dorado calvario en que le rendimos culto. Decimos “se nos va” cuando alguien agoniza. También Él pero siempre se está yendo a lo Alto, siempre nos enseña esa meta y ese destino. Cada Viernes del año, y los escribo en mayúscula porque son peldaños que van hacia el que es Santo del Triduo Pascual (con los paréntesis de descanso del verano u otras causas) ese Cristo que nos invita a verlo por última vez porque la siguiente ya se habrá escapado de la Cruz, nos cita como si nos dijera “¿no te gusta que te paren mi paso justo donde me esperas en mi recorrido?”. O a los hermanos “¿no os alegra mi creciente cercanía de tramo en tramo cuando consultáis el lugar asignado en la cofradía?”. Pues a unos y a otros, a unas y a otras, cada Viernes del año invita en una suerte de complicidad sagrada a compartir los secretos de ese vuelo espiritual con que fue tallado para representar el ansia de eternidad desde la que alimentar nuestra vida cotidiana. Nos invita a pisar

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las rocas imaginarias que recogieron su sangre, que se rasgaron por el terremoto y sobre todo nos ofrece la experiencia de sentirlo desde donde vivió todo aquello su Madre en el Calvario, verle como Ella le vería. Cada Viernes del año la Hermandad permite el acceso a su ábside, esa dimensión vaticana que lo envuelve, para gozar la inmensidad cercana e inédita de otra perspectiva, rodeándolo para que no nos acostumbremos a un Crucificado colgado del muro de su altar. Porque nuestro Titular tiene una fortísima personalidad en su visión frontal, inconfundible, silueta inequívoca. La que en su tarde de Semana Santa eres capaz de divisar desde la Magdalena y aunque aun venga por el puente ya lo estás reconociendo entre picos de capirotes y ramas de palmeras que casi te lo impiden. Pero cuando estás en su perfil, cuando giras a su alrededor esa mole maciza de su tórax, de su monumental fisonomía, empieza a adelgazarse, su paño de pureza a recogerse, sus piernas a convertirse en flechas disparadas, su costado a convertirse en cintura y sus hombros a abrir aun mas las alas de sus brazos, águila ya más que león, que —¿lo veis?— se impulsa hacia el aire, hacia las nubes, hacia un más allá que está por encima de todo. Puedo estarlo expresando en palabras exageradas pero lo que es una simple visita a su ábside marcada en la agenda cotidiana de la Hermandad, allí es un silencio, un latido y finalmente una espectacular epifanía. Está el talón del Gran Poder, está la serenidad de tarde entre naranjos tras la figura de Pasión, están los espejos de la Macarena, está el pie vencido del Señor de las Tres Caídas, está el Jesús en medio de la Salud de los Gitanos, está la ventana del Cristo del Buen Viaje... y está esto que ganamos cuando le dimos a nuestro Cristo el retablo que merecía, sueño de nuestros abuelos y trastatarabuelos. Porque la luz artificial de las ciudades ha alejado a los hombres de contemplar, como aún sucede en el mar y en el campo, el cielo inmensamente hermoso que le cubre. Pues acudir, como siempre dijeron nuestros mayores tomándolo a El hasta para designar su sitio, “voy al Cristo”, ir a verlo en sus horas de apertura del ábside,


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es una metáfora tangible de esa oportunidad de volver a mirar arriba, de verdad, con el cuello plegado hacia atrás, para contemplar en su plenitud el cielo. Y para llegar con Él al cielo, como un Cabo Cañaveral del alma, agarrándose a su Cruz. O solo tocándola: “quién me ha tocado que de mí ha salido gracia” cual le dijo a la hemorroísa y alguien hermosamente nos recordó. Un grupo de hermanos se encarga de que la Basílica esté abierta todo el día para que Él no desista en esperarnos. Y El se ofrece tan completo como al mediodía del Viernes Santo cuando confluyen hacia el imán de su Cruz los nazarenos que van llegando, blancas capas por la ronda de Triana, por los descampados de Chapina, por las casas antiguas de la Cava. Solo que esta vez, como un milagro semanal de San Genaro, no son sus costaleros quienes lo levantan a golpe de llamador, sino El mismo quien a golpe de ruegos y gratitudes nuestras es quien vuelve a elevarse, y al cielo nos lleva para confortarnos, explicarnos y hasta regalarnos todo eso que ponemos en sus manos para alcanzar la felicidad que siempre está diciéndonos que nos merecemos.

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El Cachorro en el pregón de Triana. Extracto del pregón de la Semana Santa de Triana 2019, pronunciado por N.H.D. Manuel Alés del Pueyo. La Virgen del Patrocinio viene por calle Castilla Vienes con aires de niña, con aires de Señorita como gustaba llamarles a las que eran sus vecinas Pero nunca vienes sola, que sola nunca estarías Porque vienes con tío Curro con Pacita, con Carmina, las hermanas Elliot, Tita Ángeles, Conchita… Y todos los que pisaron el suelo donde tú habitas La Virgen del Patrocinio trae el rosa de sus fanales, que se mezclan con azahar que nacen de sus varales y va perfumando el aire del Patrocinio al Zurraque La Virgen del Patrocinio va rozando los balcones y se acercan los vencejos para que vuelen sin miedo al compas de los acordes de su banda de la Oliva, al compás de los redobles de la caja que ya marca el ritmo en los corazones que creó Gámez Laserna imitando ruiseñores. La Virgen del Patrocinio es filigrana exquisita que brilla cuando el sol besa y asoma en sus bambalinas, las que le bordara Olmo y le dibujara Herminia.

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La Virgen del Patrocinio, con su belleza serena, con sus andares sencillos, elegante…a su manera, parece esquivar miradas, para que centres con fuerza tu mirada en su Cachorro que ya expira sin que Ella, pueda impedir su destino, para evitar que se muera. La Virgen del Patrocinio lleva Triana en su mirada, la llevó por muchos años en su carita inclinada cuando era la corona de su madre, de Santa Ana, la que portó Patrocinio las tardes bajo sus andas. Que Ella fue la primera que Triana coronara y le pusiera corona de oro bien repujada Por eso Tú Patrocinio, aunque tu palio se arriara aunque ya Paco Reguera tu martillo no llamara y se quedaran los zancos en el mármol de la Cava, yo me quedaré esperando para acompañarte a casa, como Tú has hecho conmigo impidiendo que alejara mi mirada de Tu Hijo, mi vida de la Esperanza cogiéndome de la mano y logrando que alumbrara la vida de los que están en las buenas y en las malas

Por eso aquí Patrocinio, en la Iglesia de Santa Ana quiero decirle a mi barrio, quiero decirle a Triana que la que es Mediadora, Mediadora de las Gracias habita allí en el Zurraque, y acoge bajo sus plantas a todo aquel que se acerca y está falto de esperanza y alumbra con su mirada a todo el que le hace falta Cuídanos bajo tu manto Señorita de Triana. Un golpe seco del llamador, una luz intensa que viene de la calle Castilla y crea una suave penumbra en el interior de la basílica, capas blancas y capirotes negros que brillan en la calle entre la multitud que espera, hermanos que se abrazan dentro de la basílica. Otro golpe de llamador. Murmullo de expectación en la calle. Emoción. Miradas al rostro del Cristo que en unos minutos estará ofrecido a Triana y removiendo los corazones en Sevilla. Mirada al cielo, pómulos hundidos, boca entreabierta, barba afilada, mechones que caen sobre el pecho, brazos que se tensan, viento esculpido en su sudario, piernas que le alzan. El paso se levanta suave, para que nada sufra en el cuerpo castigado del Cachorro. Se agiganta. Suena Gámez Laserna en la calle Castilla. Los primeros compases de Saeta Sevillana y la voz reconocible, nítida solemne de Ismael. Silencio en el Patrocinio. Se mastica la emoción, que ya no es con-


tenida. Vámonos de frente. La tarde es de una luz intensa que hace que los candelabros que ya están fuera brillen como el fuego con el suave cimbreo al compás que marca la marcha. Crece Saeta Sevillana a los sones de la Oliva. Rostros de emoción en la calle que aún ven al Cristo en el interior de la penumbra del templo. Dentro de la basílica miradas que se buscan, lágrimas incontenidas, abrazos... Buena estación hermano. Mirada al cielo dedicando la estación al que no está este año para acompañarle. Enmudece la banda, golpe seco del bombo. Vámonos de frente. Solo se escucha el racheo, la respiración agitada de la emoción contenida y ya la luz baña el cuerpo del Cachorro que está en la calle y que abre sus brazos a Triana, que abre sus brazos a Sevilla y ya es un imán de las miradas de los que le esperan a su paso. El Cachorro va convirtiendo la indiferencia en presencia de Dios, la frialdad de nuestros corazones en emoción, y hace que apretemos aun más la mano que tenemos agarrada y que no somos conscientes de cuánto nos quiere. El Cachorro hace presente a aquellos que tanto hemos querido y que ya no están. Por eso es el día que recordarles. Todos ellos están tras los antifaces de los que les acompañamos. Nosotros, sus nazarenos formamos una nómina eterna de los que la han vestido y los que tienen que venir.

El Cachorro, cada Viernes Santo me trae a mi abuelo vestido con mi túnica y me trae al niño que fui vestido con la túnica de mis hijos. Esa sevillana comunión de los santos que yo vivo desde el Jueves Santo por la tarde, cuando me cruzo con mis mejores amigos, siempre tras un antifaz, y en el que todos tenemos la suerte de reencontrarnos en esa mágica pascua nazarena en la que hacemos presentes a todos ellos. Por eso, cada año, al no poder sentir su fuerza en la calle, al estar en la cruz de guía con mis niños, me pongo delante de su paso junto a mis tres pequeños nazarenos y abro mi corazón delante de Él: Quiero Cachorro mirarte de nuevo este Viernes Santo y en tu rostro agonizante sentir como cada año esa emoción que me arde que me lleva hasta tu lado para vivir como padre el rito que me han legado y con mis tres nazarenos y con todos mis hermanos entregarme a ti Cachorro y ponerme entre tus manos. HE DICHO.

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El Cachorro y Murillo1. Julio Mayo Rodríguez.

Semana Santa, finales del siglo XIX.

Este Crucificado por excelencia del Barroco es fruto de un delicado trabajo de estudio aprendido por el escultor que lo efigió, en las clases de formación técnica y artística que recibió en la Academia fundada por el propio Bartolomé Esteban Murillo, unos veinte años antes de que lo tallase en 1682, cuando tenía 29 años de edad. El Santísimo Cristo de la Expiración establece conexiones con algunos modelos iconográficos de la crucifixión creados por el pintor que mejor ha sabido plasmar la mirada alzada al cielo de los santos, vírgenes y el propio Jesucristo. Quien mejor definió las súplicas implorantes, para que aquellas fueran tomadas como espejo por el propio pueblo creyente. El pintor que tornó la mirada cabizbaja de la Inmacula-

da hacia el purísimo cielo azul de Sevilla. El autor que consiguió la autorización pertinente para poder hacer los estudios del cuerpo y representar fidedignamente los desnudos masculinos en representaciones del santoral y retratos de Cristo, desde su infancia hasta la Pasión. En el contexto sociológico de aquella época, las autoridades eclesiásticas, así como la Inquisición, mantenían prohibido a los artistas la contemplación directa de modelos desnudos para tomar anotaciones del natural. Murillo fue, precisamente, uno de los grandes responsables del cambio del rumbo estético del momento, porque contribuyó a resolver aquel conflicto, y legalizar las trabas al estudio de hombres que se contrataban a fin de que posasen desnudos, como auténticos modelos artísticos, aunque adoptándose múltiples precauciones. Este artículo trata de indagar sobre la presencia de la obra del pintor sevillano en la imagen titular cristífera de nuestra cofradía. El vínculo nace a través del mismísimo escultor que concibió El Cachorro, Francisco Antonio Ruiz Gijón, que conoció de primera mano unos bocetos extraordinariamente útiles, por la variedad de soluciones técnicas y estilísticas que brindaban para la definición plástica de un crucificado agonizante. Es muy probable que aquellos dibujos les hubiesen servido para inspirar la original expiración —dulce y serena— que encarnó en este Cristo de la ermita del Patrocinio, ubicada en el extrarradio de la calle Castilla del barrio de Triana. Parece que asimiló con una gran pericia esa capacidad sobrenatural, innata de Murillo, tan proclive a captar la atención del pueblo, moverlo a la oración y orientarlo hacia la fe y la devoción2. Por esta razón, sostenemos que al utrerano tuvieron que servirles como modelos diversas pinturas de Cristo en la Cruz compuestas por Murillo. Hoy se le atribuyen dos en las que Jesús levanta la mirada hacia el cielo, en el momento de aceptar su muerte. Una de la catedral de Valencia, que se perdió en 1936, y el crucificado del Museo de Arte Timken de San Diego, como ahora veremos. En ambas, reproduce, con detalle, la anatomía del cuerpo humano en ese empeño

1.- Este trabajo es la ampliación de un artículo ya publicado el pasado año. Vid. MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «El Cachorro y Murillo», en revista Pasión en Sevilla, núm. 105, marzo de 2018, págs. 28-32. 2.- NAVARRETE PRIETO, Benito. Murillo y las metáforas de la imagen. Madrid, Cátedra, 2017. 26


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de transmitir el carácter sagrado de lo representado a través de la verosimilitud de la escena.

Murillo cofradiero

Participó directamente en muchas de las prácticas y ejercicios de la religiosidad popular sevillana de aquellos momentos tan adversos del comedio del siglo XVII (epidemias, calamidades y hambrunas), como cristiano de profundas convicciones que fue. Una de las primeras noticias sobre la incursión del pintor en el mundo de las hermandades sevillanas, data de 1644, cuando contaba con unos veintisiete años de edad, aunque no hay que descartar que hubiese pertenecido ya a alguna de ellas con anterioridad. Se inscribió como hermano de la de Nuestra Señora del Rosario, del convento dominico de San Pablo. Desde niño mantuvo una gran proximidad con aquel templo emplazado en la Magdalena donde, precisamente, fue bautizado el 1 de enero 1618. Y de los dominicos pasó a entablar un estrechísimo vínculo con los franciscanos y el movimiento concepcionista. Después de que Murillo trabajase para los frailes seráficos, y había pintado ya para ellos la Inmaculada Colosal que hoy se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, ingresó en la de Vera Cruz. Esta antiquísima cofradía de sangre radicaba entonces en el convento Casa Grande de San Francisco. No entró como disciplinante, sino para acompañar con cera. Lo aclara el apunte que consta en el Libro de hermanos de la Cofradía: «Bartolomé Murillo, maestro pintor, se asentó por hermano de luz de esta santa cofradía en 3 de mayo de 1653 años. Pagó la entrada los años 1654, 1655 1656 y 1657»3. Significativamente, se apuntó los días de la fiesta de la Cruz de Mayo de un año en el que volvieron a proclamarse nuevos votos de juramento a favor del misterio de la concepción de María sin pecado original (aquella anualidad se renovó el voto de patronazgo de muchas imágenes de la Virgen María, como por ejemplo la del Rocío, que fue proclamada Patrona de Almonte)4. El fragor inmaculista contribuyó a elevar el culto mariano en la ciudad, y a aumentar las prácticas devotas de religiosidad popular. El último de los años que pagó para acompañar las imágenes titulares de Vera Cruz

Bartolomé Esteban Murillo (siglo XVII).

en la estación de penitencia, concretamente en 1657, también intervino en el alquiler de una serie de túnicas para los cofrades del Rosario de Montesión. Facilitó hábitos para la procesión de Semana Santa, según un expediente del Archivo del Arzobispado. El documento detalla que se le abonaron 562 reales de vellón «por el alquiler de las túnicas de sangre y de luz que dio para la estación de el Jueves Santo»5.

Incidencia de su obra pictórica sobre la escultura

Hace ya varias décadas, los profesores de la Hispalense, Jorge Bernales Ballesteros y Jesús Miguel Palomero Páramo, concluyeron que un buen número de artistas tomaron como fuente los cuadros de Murillo, tan ricamente impregnados de espiritualidad sevillana, en los que empleó un lenguaje estético nuevo,

3.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «Murillo cofrade de Vera+Cruz», en revista Pasión en Sevilla, núm. 103, enero de 2018, págs. 20-23. 4.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «Francisco Antonio Hernández y María del Carmen Tamayo. Los fundadores del Rocío de Triana, un matrimonio cofrade y benefactor del Patrocinio», en Mediatrix, Anuario 2015, Hermandad de El Cachorro, págs. 101-103. 5.- NAVARRETE PRIETO, Benito. Murillo y las metáforas de la imagen. Cátedra, 2017. Vid. También HEREZA LEBRÓN, Pablo. Corpus Murillo. Biografía y documentos, Ayuntamiento de Sevilla (ICAS), Sevilla, 2017. 27


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Dibujo de Cristo en la Cruz, expirante. Murillo (Ca 1665-1670).

Stmo. Cristo de la Expiración.

con el fin de acercarlos siempre al sentir popular. Su pintura llegó a condicionar el devenir de la imaginería barroca de la escuela sevillana, desde el último tercio del siglo XVII hasta casi finales del XVIII6. Aquellas imágenes trazadas por Murillo quedaron dotadas de una fuerza sobrecogedora, capaz de levantar pálpitos, como si toda ella estuviera tocada por el Espíritu Santo. Conmovían al pueblo e invitaban al rezo piadoso. Siguieron su ideario compositivo muchos discípulos suyos, pero también maestros de otras disciplinas artísticas. Grandes escultores como Pedro Roldán o Francisco Antonio Ruiz Gijón, supieron dotar a muchas de las efigies que versionaron de rasgos propios de su quehacer pictórico7. En el caso que nos ocupa, Ruiz Gijón, impregnó a esta excepcional obra de arte que es El Cachorro, de ese mágico sentimentalismo expresivo, y trascendente, de la pintura aurática de Murillo. La colmó de un atrayente halo de divinidad. De ahí, que nuestro sagrado

titular participe tan directamente de los postulados y principios estéticos innovados por Murillo8.

Dibujo de Cristo en la Cruz

Este dibujo conmovedor de Murillo atrae la atención de expertos de todo el mundo. La figura de Jesucristo clavado en la cruz, agonizando, combina la piedad con un realismo figurativo poco frecuente en Murillo. Recordemos que los trabajos del maestro quizá son, por lo general, demasiado preciosos y muy dulces, frente a otros pintores de aquel gran siglo XVII del arte de la pintura (la terrenidad de Ribera, el misticismo de Zurbarán y, sobre todo, la brillantez de Velázquez). Pero este magistral dibujo de Murillo, sin embargo, ha llevado a algunos especialistas a reconsiderar la valía del sevillano. El dibujo se mostró en la exposición «The Frick Collection, The Spanish Manner: Drawings from Ribera to Goya». Está realizado con pluma y tinta, con lavado sobre tiza,

6.- GARCÍA LUQUE, Manuel: «La impronta de Murillo en la escultura sevillana del XVIII», en Murillo y su estela en Sevilla, (catálogo exposición), Ayuntamiento de Sevilla (ICAS), 2017, págs. 75-89. 7.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «Murillo y la Macarena», en diario ABC de Sevilla, miércoles 3 de enero de 2018, pág. 24. 8.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «El Cachorro y Murillo», en revista Pasión en Sevilla, núm. 105, marzo de 2018, págs. 28-32. . 28


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Disposiciรณn de los dedos y manos clavadas en la cruz en el Dibujo de Murillo.

Pintura de Cristo en la Cruz. Murillo (Ca 1660-1670).

Dedos de las manos clavadas y brazos pendiendo del madero siguen la propuesta de Murillo.

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entre 1665 y 1670. Tiene unas dimensiones de 33,5 x 23,6 centímetros y pertenece al Fondo «Memorial Laura P. Halla», correspondiente al Museum Purchase (Princeton University Art Museum). El dibujo guarda alguna similitud con la pintura «La Crucifixión» del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Se trata de un cuadro pequeñito que contiene una pintura maravillosa, porque retrata una poderosa figura de Cristo. Con ello, los más especializados no quieren decir que el dibujo sea un estudio preparatorio de la obra plasmada en el lienzo ni que mantenga unos canales directos. Sin embargo, las semejanzas existen. Ambos representan a un hombre crucificado. Pero una imagen en una cruz puede representarse de muchas maneras. Por ejemplo, el torso puede girar hacia la derecha o hacia la izquierda; las piernas pueden aparecer más cerca o más separadas. En ambas piezas, dibujo y pintura, las posiciones de las piernas son similares. Las rodillas derechas de ambas están ligeramente por encima de las izquierdas. Cada una de las figuras de Cristo tiene un torso robusto que gira un poco hacia la izquierda. En ambos, como toque de realismo, se golpea una cuña de madera en el suelo para sostener el pie de la cruz. Además, el dibujo y la pintura tienen una cualidad mediadora con otro mundo que resulta bastante atractiva. La ficha explicativa que figura junto a esta obra del Museo neoyorquino aclara que puede estar relacionada con una, de tamaño mayor, que se conserva en el Museo del Prado de Madrid, denominada Cristo en la Cruz. Su ejecución está fechada entre los años 1675 y 1680. Las piernas del Cristo del Museo del Prado parecen estar en la misma posición que las de la pintura de Nueva York y el dibujo del Museum Purchase. Si bien, la imagen representada en el Prado es algo más delgada. El torso se curva un poco a la derecha. No hay un bloque de madera de soporte para la cruz. La cabeza del crucificado del Prado no se manifiesta expirante, aunque el paño de pureza del Rey de los Judíos sí exhibe el anudado de la moña en el mismo lugar que El Cachorro la lleva, y esboza ya en la pintura las hechuras de los pliegues fantásticos recreados luego por Gijón. En el suelo hay una calavera como la del dibujo. Se pueden hacer otras comparaciones para registrar algunas otras probables conexiones. Pero, en nuestra opinión, la pintura que más concomitancias guarda con el dibujo es el Cristo en

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Musculatura y superposición del pie derecho sobre el izquierdo en el Dibujo esbozado por Murillo.

la Cruz, creado por Murillo entre 1660 y 1670, que se custodia en la Fundación Putnam del Museo de Arte Timken, de la ciudad de San Diego en California. En esta pintura de un periodo tardío de Bartolomé Esteban Murillo, la figura luminosa de Cristo aparece contra un cielo siniestro. Según la doctrina cristiana, el sacrificio de Cristo en la Cruz trajo la posibilidad de la redención del hombre del pecado original de Adán. El cráneo en la base de la cruz sugiere el Gólgota, que significa «el lugar de la cruz», el área de Jerusalén donde sufrió la crucifixión. La inscripción en la parte superior de la cruz, expresa, en hebreo, griego y latín, «Jesús de Nazaret, rey de los judíos». Es sorprendente la minucia con la que Ruiz Gijón siguió el modelo concebido por Murillo, en detalles como la posición de los dedos de cada mano clavadas en el madero, o la de los dos pies del reo. El derecho se superpone sobre el izquierdo, tal como sugiere el boceto dibujado por el pintor. Una de las claves asumidas en el Crucificado de la Expiración, sostiene el profesor Luque Teruel, es el interés extremo por el movimiento. Está concebido con un bello sentido ascensional. Ruiz Gijón incluyó dos costillas más en cada lado, que denotan esa


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La Crucifixión. Murillo (Ca. 1675-1680). Museo de Arte de Nueva York.

Interpretación concebida por Ruiz Gijón.

sensación de asfixia previa a la muerte. Impresiona mucho ver el impulso del cuerpo del crucificado hacia arriba para coger el aire que le falta, aunque no lo hace de manera trágica ni dramática. Lo expresa con gestos murillescos, pues esa suspensión al aire parece consumarla de modo sobrenatural9. Las disposiciones anatómicas de las imágenes de Murillo guardan consonancia con la perfección que Gijón supo encarnar la caja torácica de El Cachorro, de prominente pecho sacado hacia delante.

mes de Murillo, en los que figuran dibujos elaborados en la Academia fundada por el pintor sevillano en 1660, en la Casa de la Lonja (hoy Archivo de Indias), junto a otros artistas como Herrera el Mozo, y a la que se unieron otros pintores y escultores10. De entre los escasos dibujos de la Academia que han sobrevivido al tiempo, hay algunos de Cristo en la Cruz en los que el Salvador levanta su mirada al cielo (representaciones que están muy en consonancia con el espíritu místico de los cuadros de Murillo). Todos estos dibujos están adjudicados, con sumo rigor, a Murillo por Sánchez Cantón, en su trabajo sobre «Dibujos Españoles del siglo XVII» (1930), y la especialista del Museo del Prado, Manuela Mena, en su «Catálogo razonado de Dibujos»11. Cierto es que la estética de Gijón recibió grandes influencias de Pedro Roldán, quien trabajó con los bocetos y anotaciones de los «Álbumes de Murillo» que hemos descrito, en los años que dirigió la sección

Ruiz Gijón en la Academia de Murillo

Francisco Antonio Gijón supo representar la agonía de Jesucristo en el instante final, de modo prodigioso, mediante un depurado lenguaje de belleza plástica, sin deformaciones ni tortura, hábilmente encarnada con algo de sangre, aunque sin huellas de desgarros. En ello tuvieron una gran importancia, como herramienta de trabajo, los conocidos Álbu-

9.- LUQUE TERUEL, Andrés. «El Crucificado de la Expiración (Cachorro de Triana), cumbre del realismo barroco sevillano avanzado», en Mediatrix, Anuario 2015, Hermandad de El Cachorro, págs. 34-37. 10.- GARCÍA BAEZA, Antonio. Entre el obrador y la academia. La enseñanza de las artes en Sevilla durante la segunda mitad del Seiscientos. Ayuntamiento de Sevilla, 2014. 11.- MENA MARQUÉS, Manuela B. Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). Dibujos. Catálogo Razonado. Fundación Botín, Santander, 2015; Vid. también de la misma autora «Los dibujos de Murillo», en Murillo (1617-1682), catálogo de exposición. Madrid, Museo Nacional del Prado, 1982. 31


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de escultura de la Academia, cuando impartió clases de dibujo. Con el objeto de perfeccionar su formación técnica y artística, Francisco Antonio Gijón consiguió acceder a la Academia en el curso de 1671-1672, a sus 18 años de edad, gracias a la intermediación de su hermano mayor, Juan Carlos Ruiz Gijón, que era maestro de pintura y ostentaba un cargo directivo dentro del seno académico12. Francisco Antonio Ruiz Gijón entró el mismo curso que Murillo volvió a impartir clases, después de haberse mantenido retirado del centro desde 1663. Entre los alumnos más aventajados que tuvo el escultor Pedro Roldán, como profesor, sobresalió Ruiz Gijón, quien encontró acceso directo a los dibujos de Murillo, que tanto sirvieron luego a los maestros de todo tipo de artes13.

Formación artística

Francisco Antonio Gijón había nacido en Utrera en 1653. Siendo aún un niño, se vino a Sevilla junto a su familia. Todo un clan repleto de artistas pertenecientes a varias disciplinas. Por mediación de su hermano Juan Carlos, dedicado a la pintura, concertó con el escultor Andrés Cansino su carta de aprendizaje en 1669, tal como reveló el investigador sevillano Cuéllar Contreras. Al fallecer la esposa del maestro, su viuda contrajo matrimonio, en segundas nupcias, con nuestro imaginero cuando apenas contaba con 17 años de edad, en 1670. Maduró relativamente pronto, pues estando en la Academia de Murillo abrió ya su propio taller en 1674, con 21 años de edad. Allí recibió como aprendiz a José Naranjo, según ha dado a conocer el profesor Roda Peña. Gozó de una radiante creatividad y un extraordinario manejo de los conceptos escenográficos, como lo pone de manifiesto el importante número de andas procesionales que concibió, o la caracterización de personajes gigantes del Corpus que elaboró por encargo del Ayuntamiento a finales del siglo XVII. Los distintos trabajos que realizó para la catedral hispalense le mantuvieron cerca del círculo humano y la obra de Murillo14.

La Triana de Ruiz Gijón

La ermita del Patrocinio se hallaba cerca de Portugalete, un núcleo marginal poblado de negros y gitanos que puso de moda el año pasado la serie de «La Peste», en su primera temporada, al recrear ciertas escenas importantes en el expresado enclave. El portentoso Crucificado era venerado por integrantes del pueblo gitano en Sevilla15. Mucho antes de que naciera la actual Hermandad de los Gitanos, fundada también curiosamente en Triana, el año 1753, un sector de este grupo comenzó a rendirle culto al crucificado de El Cachorro, sin que la hermandad del Cristo de la Expiración llegase a ser una cofradía de naturaleza étnica, como fueron las del Calvario (Mulatos), Cristo de la Fundación (Negritos), o la del Rosario, que existió en el Patrocinio a finales del siglo XVI y que también estuvo integrada por negros. Pues no es que aquellos gitanos trianeros se empleasen en organizar una cofradía expresamente para ellos, sino que debido a la conexión que este grupo social, no privilegiado, tan castigado por las desigualdades, tuvo que sentir con la tragedia que tan magistralmente representa su Expiración, similar al sufrimiento de los perseguidos, fueron convirtiéndose, algunos de sus componentes, en los mejores difusores que tuvo la imagen a nivel popular. Ese «quejío» agónico de El Cachorro, además de haber contribuido a integrar una población tan diversa como la que albergó el barrio de Triana, ayudó a expandir el credo católico entre los gitanos y también, por qué no decirlo, entre otros muchos vecinos del arrabal, que fueron acrecentando un sentimiento de arraigo, gracias a la cohesión entretejida por un icono que, ya no sólo es contemplado como una imagen devocional, sino como un auténtico símbolo que hoy, en pleno siglo XXI, resulta ser ya, santo y seña de Sevilla16. Hace escasas fechas hemos documentado la curiosa estancia, y actividad comercial, de un tal Fernando Gijón en el barrio de Triana, en 170917. Se abre, de este modo, una sugerente línea de investigación orientada a dilucidar el grado de parentesco del personaje ahora descubierto con el célebre Ruiz

12.- GESTOSO PÉREZ, José. Ensayo de un diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive. Sevilla, 1899, tomo I; VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique. Pintura Barroca Sevillana. Sevilla, ediciones Guadalquivir, 2003, págs. 390-391; Vid. también MARTÍNEZ DEL VALLE, Gonzalo: «Dos nuevas pinturas de Juan Carlos Ruiz Gijón», en Archivo Hispalense, núms. 297-299, año 2015, págs. 483-487. 13.- GARCÍA BAEZA, Antonio. Entre el obrador y la academia. La enseñanza de las artes en Sevilla durante la segunda mitad del Seiscientos. Ayuntamiento de Sevilla, 2014. 14.- BERNALES BALLESTEROS, Jorge. Francisco Antonio Gijón. Sevilla, Diputación, Colección Arte Hispalense, núm. 30, 1982; Vid. también RODA PEÑA, José. Francisco Antonio Ruiz Gijón, escultor utrerano. Siarum Editores, Utrera, 2003. 15.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «Cachorro, Padre del pueblo gitano», en diario ABC de Sevilla, sábado 21 de marzo de 2015, pág. 29. 32


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Gijón, de quien no debemos olvidar que había venido al mundo en Utrera (1653), lugar en el que históricamente gozó de muy buen asiento la colonia gitana. No olvidemos tampoco, que Ruiz Gijón había trabajado ya para Triana, y su parroquial de Santa Ana, con anterioridad a la hechura de El Cachorro.

Autoría del Cristo

Se han cumplido 200 años de la fecha (1818-2018) en la que don Justino Matute se atrevió ya a señalar la autoría de El Cachorro en su libro titulado Aparato para escribir la Historia de Triana18. Refiere ser una obra «que puede atribuirse a Francisco Ruiz Gijón, escultor acreditado, que florecía en aquel tiempo». Llama la atención que su sospecha estuviese tan bien fundamentada. Sin embargo, la ciencia no consiguió resolver el enigma hasta casi un siglo más tarde. En febrero del año 1930 fue cuando se descubrió el contrato que confirmaba, con rigor, la paternidad del Cristo a cargo del imaginero utrerano. El hallazgo lo realizó el prestigioso profesor de la Universidad de Sevilla, don José Hernández Díaz. El protocolo notarial, que está registrado el 1 de abril de 1682, deja establecido el acuerdo alcanzado entre el mayordomo de la cofradía, Andrés Núñez, y el imaginero Ruiz Gijón, quien se comprometió a tener acabada la talla en tan solo dos meses. Pero curiosamente, tres días después de suscribir el contrato falleció Murillo (3 de abril de 1682), tras varios meses de dolencias tras un accidente que había padecido pintando. Se nos antoja que el ofrendado por Ruiz Gijón al inmortal maestro de la pintura fue el mejor homenaje que se le pudo brindar. Tallar en escultura, con gran fidelidad, el modelo iconográfico tan poderoso concebido por los años que Gijón estuvo aprendiendo en la Academia con Roldán y el propio Murillo. Luego, añade el escritor Matute y Gaviria en el mismo libro, dedicado a Triana, que al crucificado «empezaron a sacarlo —aquellos mismos años—, en procesión de penitencia, el Viernes Santo por la tarde». Ruiz Gijón, que pudo tomar el dibujo y algunas de las pinturas de Cristo expirante atribuidas a Murillo, como base para el esbozo de buena parte de las soluciones for-

Cristo en la Cruz. Museo Timken. San Diego (California).

males de la disposición morfológica e iconográfica de El Cachorro, también introdujo unas variantes muy genuinas en esta obra. El paño de pureza, el arqueo de la pierna izquierda superpuesta sobre la derecha, y el virtuosismo anatómico de la caja torácica posen matices diferenciadores del patrón creado por Murillo. Si bien, Ruiz Gijón dotó a El Cachorro de una propia personalidad artística mediante la creación de un rostro excepcional, que encarna la agonía de Cristo con una belleza que supera muchos semblantes plasmados por la propia pintura de aquellos últimos decenios del siglo XVII. Gijón partió de unos presupuestos técnicos y estilísticos, que incluso también adoptaron para otros trabajos escultores tan sobresalientes como Pedro Roldán, y supo enriquecerlo con un talento, destreza y maestría insuperables.

16.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «Cachorro, Padre del pueblo gitano», en diario ABC de Sevilla, sábado 21 de marzo de 2015, pág. 29. 17.- ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SEVILLA (abreviado: AHPSe). Sección de Protocolos Notariales de Sevilla. Oficio núm. 23 (barrio de Triana). Libro del año 1709. Fol. 716. Poder otorgado por Fernando Gijón a Juan de Moreda. 18.- MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «Justino Matute. Se cumple el 200º aniversario de la publicación de su libro», en revista Pasión en Sevilla, núm. 112, diciembre de 2018, págs. 34-41. 19.- MATUTE Y GAVIRIA, Justino. Aparato para escribir la historia de Triana y de su iglesia parroquial. Sevilla, 1818. 33


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Pasa el gran Perdonador. (José Andrés Vázquez, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista español, nació en Aracena en 1880 y falleció en Sevilla en 1960. En sus años de juventud formó parte del grupo de escritores andaluces que, congregados alrededor de la revista Grecia, crearon en España una corriente literaria vanguardista: el movimiento ultraísta. El artículo que transcribimos fue publicado en el diario ABC de Sevilla el 6 de abril de 1944).

Como ya nos recordó Sánchez del Arco, en su magistral Cruz de Guía, los sevillanos, sabedores a conciencia de lo cercano de la Muerte —por la concienzuda lección de Mañara, mediante el Discurso de la Verdad y sus ilustraciones pintadas por Valdés Leal en Las Postrimerías—, no abandonan su individualismo inveterado ni se juntan hasta que llega, con la Semana Santa, la obligación antigua de conmemorar la Pasión del Señor. Y para que la conmemoración sea digna de semejante prodigio de coincidencia, Sevilla cuida de

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que no le falte belleza. Esta conjunción de deseo y de arte fue encauzada en pasados siglos, para una eficacia perenne, en Hermandades o Cofradías, que nos revelan un abolengo gremial…El principio de confraternidad gremial—o sindical— hace razonable la afirmación de que las fastuosas penitencias procesionales de la gran ciudad del Sur-la gran imaginera que todo lo imagina por vocación nativa y todo lo resuelve con originalidad peculiar-sean algo insuperable, e inexplicable a veces, y como el acorde de una vibración de la ciudad, contenta de haber podido situar en la Pasión de Cristo Redentor la suprema expresión de su alma apasionada de lo bello…Unión en hermandad para ejercitar el arte de creer en Dios y todas las demás bellas artes. Transido de saetas amanece el Jueves Santo… Sevilla acude a visitar los Sagrarios, pie a tierra y engalanada, entre fragancias femeninas y elegancias de cortesanía. Y luego de la gran reverencia ante las Custodias, el revuelo de blondas y sedas adquiere una maravillosa calidad de lujoso conjunto humano en los lugares de la carrera que ha de seguir la interminable teoría de almas, cirios encendidos y obras de arte entre ascuas, que, como continuación de los anteriores disantos, comenzará al atardecer de estas vísperas del Viernes inumerable, y no se interrumpirá, salvo la tregua del medio día silencioso de esa fecha, hasta que allá, al filo de la media noche, que se parte en Sábado de Gloria, se recoja la última Cofradía en su más lejano templo. El más bello lirio de la Semana se deshoja en la madrugada única del jueves al viernes. Madrugada de velar el gran duelo humano de la Culpa… El cielo se hace todo luna, licuados estrellas, luna y lucero en el misterio de Parasceve. Al través de esa claridad extraña e inquietante —como de reflejo universal de lágrimas y remordimientos— pasan las Cofradías de penitentes con sus riquezas y fervores: la del Silencio, imponente, majestuosa, preclara; la del Gran Poder, que logró estremecer de piedad a todo el mundo cristiano; la del Calvario, misteriosa, huidiza…Y detrás, el bullicio de la fe en alaridos populares de los macarenos con su adorada Virgen


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de la Esperanza, entre redobles de tambores y desgarrados sones de trompetas romanas. Por último, el pintoresquismo en estampas religiosas de la célebre Cofradía de los gitanos, cuyo paso nómada supo Sevilla detener y acomodar a un ritmo de trabajo y belleza: llega a la Catedral cuando la luz del nuevo día descubre la desnudez amoratada de la Giralda, que estuvo toda la noche en vela, y se disciplinó en penitencia, tocada del vehemente afán de toda la ciudad que aspira, unánime, a ser perdonada antes que llegue la Pascua florida. En el cénit está el sol del Viernes —el sol que se oscureció aquel día del deicidio para que luciese mejor el resplandor redentor— y aun flotan en el aire azulado clamores de macarenos y trianeros, roncos de gritarle piropos a sus respectivas Esperanzas; que son una y la misma, pero para cada barrio la mejor y más bien puesta, pues para lograrlo fueron rumbosos, sin medida, los dos populosos barrios rivales. ¡También es esta gran conmemoración sevillana de la Pasión, emulación y estímulo para lograr lo perenne! Pero, ya en los confines de la gran urbe, por la banda de Triana, en el Patrocinio que se asoma a la vega del Río Grande —el Guadalquivir, o media historia de España—, por el extremo campesino de la calle Castilla —acceso insigne a tierra adentro, al mar y a la romería— comenzó el rebullicio precursor de la salida del prodigioso Cristo de la Expiración —El Cachorro: y ¡esto sí que no lo tiene la Macarena!— que una vez más pasará por el puente con sus inquietantes ojos estrábicos clavados en el cielo, mientras el cielo, caído en el río, trata de ser espejo de tanto realismo… Muriendo y perdonando irá este Cristo trianero a Sevilla, dejará en el aire de las calles la señal de amor y sacrifico de sus brazos sangrantes, hará que por la proximidad de sus manos transidas florezcan claveles y geranios en los balcones, y tornará, a la noche, a su capilla, próxima al campo, sin que de su divina boca se haya desprendido la palabra “¡perdónalos!”, que está en sus labios lívidos desde el Gólgota… Detrás de este infatigable Perdonador va toda Sevilla y todo lo que se reunió en Sevilla para presenciar el prodigio

secular sevillano. Podrán los cuerpos sentir la fatiga física que le es inherente, pero las almas advertirán que son más ligeras, descargadas ya de una pesadumbre angustiosa. Entonces, el espíritu acongojado por esa melancolía de lo que amamos, y se nos va, acaso para no volverlo a ver, se acerca a la orilla del río —el Guadalquivir se hace Jordán de culpas— para ver el paso del crucificado de la Expiración, bajo la noche por el puente de Triana…Se le ve ir con los brazos extendidos sobre el cielo estrellado; se le ve, en prodigio inefable, reflejado en las mansas aguas insaciables de milagro; y, del fondo del alma cargada de emociones, surgirá el relámpago de un convencimiento: “¡Señor, ya sabemos que nos has perdonado y que vamos a resucitar Contigo!”.

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Stabat Mater

Meditación ante Nuestra Madre y Señora del Patrocinio Fragmento del Stabat Mater 2019. Pronunciado por Francisco Robles.

Stabat Mater Dolorosa al pie de la cruz donde han colgado al delincuente de su hijo, al niño que parió en una gruta porque no la dejaron entrar en ninguna posada, el hombre que recogerá en su seno cuando esos santos varones lo bajen del patíbulo, lleno de la misma sangre que sintió en sus ingles cuando lo trajo al mundo que él había creado, envuelto en los escupitajos de la infamia, olvidado por todos sus discípulos menos por uno, apóstol de su propio fracaso, uno más entre los ladrones que murieron por la Pascua, bajo una luna de yodo que no sirvió para curarle las heridas, con la esponja agria en sus labios, con el aliento podrido por la noche a cuestas, con el cuerpo cortado y maltrecho como la ruina que lo esperaba en la vejez a la que no llegará, porque ha muerto tan joven como esos enfermos de cáncer o de leucemia, como el soldado que volverá a casa envuelto en una bandera, como el recién nacido a la muerte que no verá la luz eléctrica que lo recibe con desgana fluorescente, como el negrito de la barriga hinchada que siente la cornada definitiva del hambre en un ruedo infinito de sol y moscas, como el motorista que despreció el casco y se despeñó en una curva abonada a las flores que le pondrán a partir de mañana, como el drogadicto abandonado al que solo iba a verlo su madre, la misma Madre que espera la escalera, la sábana y el sepulcro para darle sepultura al niño que convirtió el agua en el vino de Caná, el que enseñaba en el templo y practicaba la tabla de multiplicar con los panes y los peces, el que andaba sobre las aguas del mar de Galilea y predicaba un mensaje la mar de sencillo y la mar de peligroso, que por eso nos lo han matado, Madre, por eso y no por otra cosa, porque ese niño jamás le hizo daño a nadie, como

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le dice María la de Magdala mientras se come los mocos y se bebe las lágrimas, el único alimento que tomará hasta que llegue el Domingo de la luz y se lo encuentre cuando vaya a perfumarlo, y escuche una frase que nunca entenderá, noli me tangere, no me toques, pero eso no lo sabe María de Magdala cuando están bajando de la cruz al Maestro, al hombre que la quiso como nadie podrá quererla nunca, al niño que le brotó de las entrañas a María, la muchacha que puso a Dios en un tris cuando llegó el arcángel Gabriel y le preguntó si quería ser la madre de su Hijo, y ella le dijo que sí, como podría haberle dicho que no, y en ese momento se habría ido todo al garete, el no que habría pronunciado si llega a saber que todo aquello serviría para que llegara todo esto, para ver a ese niño martirizado como un enfermo, como un hambriento, como un criminal, como un drogadicto, porque de eso tiene pinta, arrastrado por la calle que va de la casa del gobernador a la piedra que tiene forma de calavera, con los tenderos voceando la mercancía mientras pasa a trompicones, que hasta tuvo que ayudarlo uno que venía de Cirene o que era de allí, y una mujer se apiadó y le limpió la cara de los salivazos y de la sangre que le caía por mor de las corona de espinas que le pusieron para cachondearse del pobre, hay que ver la gente lo mala que es la gente cuando se le da la oportunidad, hay que ver lo malísima que está esa pobre mujer al pie de la cruz, tan dolorosa y tan lacrimosa… Todo se ha consumado. ¿Y ahora qué nos queda? La frase de un músico que suscribió un Papa. Eso es lo que nos queda. Los dos son alemanes, cartesianos, rígidos como silogismos que no tienen vuelta atrás. Nos queda tu hermosura, madre. Nos queda la Belleza para recorrer ese camino que nos has trazado con los siete dolores que se repiten incesantemente desde entonces. Como dijo Borges de las tardes, déjame que te lo diga en un susurro: las madres a las madres sois iguales. Todas las madres son la Madre. Todas las madres eres tú. Por eso voy a iniciar este lento recorrido


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que me llevará hasta la Belleza que llevas impresa en el rostro. Me ayudará la luna, que me marcará el claro donde me sentaré a escribirte. Iré contigo de la mano, madre. Iré hasta la Belleza que nos salva. A la Belleza por el camino de tu nombre, madre. A la Belleza por el camino del dolor… Se queda el Avemaría en suspenso, como el palio de encaje que te protege de la tarde del Viernes. Jerusalén te hirió con el velo desgarrado del cielo, con el templo abierto en canal como tu pecho cuando el Hijo te expiró por dentro. Porque el Cachorro que pariste en Belén se te murió pecho arriba, remontando la corriente del tiempo, arañándote el útero al revés, perforando la gasa del estómago, apuñalándote la fábrica del hígado, robándote el aire de la pleura y quemándote la llama de amor viva del esófago. Te apretó la garganta con sus manos de niño y el vino de Caná volvió ser el agua insípida de una vida que desemboca en la muerte. Dios se te murió por dentro, María del Patrocinio. Y eso me borra las letras de la pantalla del ordenador en el que me atrevo a escribirte. Sí, el mismo Dios que te mandó un arcángel para que le hiciera el mandaíto de la Encarnación, te está matando a cada momento por los centros que te duelen como el yunque del corazón que nunca se te rompe. Hoy voy a darme un lujo, Madre. Hoy te voy a rezar por Silvio, el de la voz blanca y negra de la túnica que llevaba en la garganta cuando te cantaba. El que metió el rock en la Semana Santa por la puerta grande de lo auténtico, del sentimiento que se desborda en esta letra hecha a tu medida. Voy a rezarte con Silvio. Mano a mano. Te rezaré como hacen los punkies cuando te buscan en los callejones sin salida, como te rezan los que no tienen a nadie, como te rezan los que dudan y los que no saben a qué ni a quién agarrarse. Porque tú eres como el sol, que sale para todos. O como la luna que te acompaña en tu regreso a Triana, que nos permite comulgar con el cielo en plena calle, cuando tu Hijo va

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contando las estrellas y repasando las constelaciones que salieron de su palabra. Por eso voy a rezarte. En el nombre del Padre, de Tu Hijo y del Espíritu Santo que te lo engendró... Lloraba de pena y de dolor hasta que la ultima lágrima salió a la luz tenebrosa del Viernes en que todo se oscureció. El sol se vistió de luto y hasta la tierra tembló… Esa última lágrima se quedó a vivir aquí, en Triana. Esa última lágrima cuajó en el camino que no recorrió hasta tu mejilla, madre del Patrocinio. Quieres disimular esa rotura del alma, ese descosido del espíritu, para quedarte con lo peor para ti. Para librarnos de ese sufrimiento. No hay pena mayor que esa. La pena de la madre que quiere ahorrársela a sus hijos. Por eso te quedaste con el fuego aquel día en que tu hijo estuvo a punto de ser cisco, que no cisquero. Fue tal tu egoísmo del dolor, que te llevaste todas las llamas a tu cuerpo. Imán del fuego fuiste. Hasta convertirte en la ceniza que nos espera antes del tránsito definitivo a la Casa del Padre. Eso sucederá cuando el Cachorro se extienda como el mar. Cuando su cuerpo fluya en horizontal junto al suelo de la ciudad. Cuando sea el río que nunca termina de pasar. Cristo telúrico que resucita expirando. Hasta que eso suceda, tú vivirás dentro de Él, y Él estará dentro de ti. Por eso no estás sola al pie de la Cruz donde eres la Soledad. Porque vives en mi vientre Y tu cuerpo es mi locura, Porque amor todo lo cura Y Dios fue nuestra simiente. Porque fuiste de repente La Luz del patio oscura, Del agua y la ternura Que manaron de la fuente. Porque vives en mi frente Y sin ti no sé vivir, Porque estar sola en tu muerte, Es estar pensando en ti. Por eso mismo necesito la fe. Porque no me resigno. Porque no entra en mi razón, y menos


en mi corazón, que nunca veré a la mujer que me dio el ser. En eso todos somos iguales. Exactamente iguales. Y en mi osadía sin límite me atrevo a decirlo en unos que cantaría, si supiera, con el molde rajado de la ton, con el fuego de la fragua y el martinete. A palo seco. Con esto acabo. Cuatro versos como los cuatro puntales que sostienen a Triana.

Tu Madre ya no es tu madre, Cachorro de lo infinito. Mi madre ahora es la tuya Porque ella está allí contigo. Y la tuya ya es la mía Porque la tengo conmigo. Tu madre se llama Lola… Y la mía, Patrocinio.

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Cincuenta años. Antonio J. Triguero Soria.

Cincuenta años, unas cinco décadas escasas son la que estuvo de Titular de penitencia una Imagen de la Stma.Virgen que a pesar del tiempo transcurrido desde su desaparición en aquel fatídico incendio que asoló nuestra Basílica el 26 de Febrero de 1973, sigue siendo recordada, creemos que cada vez más, gracias a las nueva tecnologías y al aumento del estudio de la Historia de la Semana Santa. Al investigar el siglo XX,a nivel artístico sobre imágenes de la Virgen y sus pasos de palios, ocupa un papel estelar la Imagen que nos ocupa, a la que se encuentra unida, la creación de nuestro portentoso paso de palio, obra genial de los talleres de Olmo complementado por exquisitas orfebrerías de Jorge Ferrer, Francisco Bautista y

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Emilio Garcia Armenta. Una unión que en este caso se produjo al revés, primero se crea el paso de palio y luego se busca una imagen de la Virgen que encajara en él. Son los felices años 20, toda la ciudad esperanzada en la Exposición del 29, llega el Regionalismo, hay que reinventarse Sevilla, se mira al pasado, se recrea y sale algo nuevo que caracteriza a esta época y que perdurará a lo largo del siglo XX, hasta la llegada de la Exposición del 92, pero esa es otra historia… En la Hermandad del Patrocinio, como la ciudad, se reforma, quiere dar una nueva imagen de esplendor que acompañe, que arrope a la sublime Imagen del Cristo de la Expiración, ya convertido junto con el Señor del Gran Poder, la Virgen de la Esperanza de la Macarena, y la Virgen de los Reyes, en referente devocional de la ciudad de Sevilla. En el barrio de Triana dicha primacía devocional era compartida por nuestro Cristo y la Virgen del Rocío, la Patrona de Almonte, cuya Hermandad Filial fundada en 1813 por hermanos nuestros era protagonista indiscutible de una Romería que con el paso de los años adquirirá fama universal. Nacen los cariñosos apodos de trianeros de Popá y Momá ( El Cachorro y la Virgen del Rocío), Juan Belmonte, Daniel y Armando Herrera, Ignacio Gómez Millán, y Jorge Ferrer, mandan en nuestra Hermandad. Y toman decisiones que la cambiarán artísticamente para siempre. Creemos sin temor a equivocarnos que en pocas ocasiones en la Historia de las Hermandades de Sevilla se ha dado una sinergia con tan excelentes frutos artísticos. Belmonte ya con treinta años, después de una década de triunfos,se retira en 1922, y está en relaciones con toda la intelectualidad española, y empieza a convertirse en ese mito del carácter español a nivel nacional e internacional (portada revista TIME en 1925). Belmonte asesorado por sus apoderados los Herrera, que serán tanto uno como otro los Hermanos Mayores del Patrocinio a lo largo de la primera mitad del siglo XX, apoyarán y animarán a todas las reformas, siendo un respaldo incuestionable a las


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decisiones de un joven Ignacio Gómez Millán y del orfebre Jorge Ferrer. Así llegamos a la adquisición de la nueva Dolorosa que ocuparía el nuevo paso de palio. La llegada a la Hermandad de la nueva Titular de penitencia, no puede ser más original e indicativa del ambiente refinado donde se movían los directivos de la misma. Un anticuario, pero el más prestigioso y famoso por sus excelentes colecciones de arte, Alberto Ramírez Fito ofreció por 850 pesetas el busto de una Virgen, el cual fue inmediatamente adquirido y llevado para su transformación en imagen de candelero a los más prestigiosos escultores del momento Adolfo López Rodríguez y Joaquín Bilbao Martínez., ambos en esos momentos se encontraban ejecutando, la portada de la Concepción de la Catedral de Sevilla (1917-1924). Adolfo López ejecutó el juego de manos y Joaquín Bilbao las policromaría y realizaría el candelero. Siendo la nueva imagen bendecida en Enero de 1922. La Virgen del Patrocinio fue estrenada en la Semana Santa de 1923 junto con el paso de palio. Esta nueva Virgen del Patrocinio era como su palio, distinta a todo lo visto antes en Sevilla en cuanto a Dolorosa procesional. Un rostro joven, de contorno redondeado de gran belleza atemporal, sin muestras de dolor aparente, salvo ese ensimismamiento de unos labios cerrados, y la torsión apenada de su cabeza y mirada ausente hacia el lado izquierdo que dejaban ver al fiel un dolor contenido y profundo que se acentuaba en el paso con el brillo de los cirios de la candelería que producían el efecto de un llanto a punto de brotar. El tratamiento de la mascarilla era magistral, de frente amplia, finas cejas levemente incurvadas, pómulos salientes, fina y rotunda nariz con aletas nasales bien marcadas y barbilla resaltada con hoyuelo central. La crítica actual la adjudica a la escuela gaditano-genovesa del siglo XVIII, la cual cuenta con gran número de imágenes de similares características en la provincia de Cádiz. Hasta su trágica desaparición contó con el afecto y devoción de los cofrades sevillanos que pronto como a sus imágenes más queridas apodó con el cariñoso apelativo de “La Señorita” por su porte delicado y elegante, lo mismo puede decirse de su palio; del exquisito gusto con el que fue

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vestida y enjoyada; y de su exorno floral a base de pálidos claveles rosa con azahar. Todo un conjunto de acusada personalidad donde resaltaba la primera Dolorosa adolescente de la Semana Santa, quizás esta aportación de esta imagen del Patrocinio sea la menos reconocida y quizás se la más influyente. Es aquí y a principios de los años 20 donde se aporta este carácter a la Virgen penitencial sevillana, que luego será tan repetido, hasta de forma excesiva en décadas posteriores. Con la Señorita del Patrocinio nace la Dolorosa adolescente en la Semana Santa de Sevilla. En 1966, para el primer besamanos, se produjo una intervención en la imagen, el cambio de su juego de manos, les fueron cambiadas por las de la Virgen de los Dolores, al ser de mejor factura que las originales de Adolfo López, e incluso le caían mejor al ser éstas originales del siglo XVIII y atribuidas a Cristóbal Ramos. Cincuenta años después de su bendición llegaba su final a primeras horas de la tarde del 26 de Febrero de 1973, su cabeza calcinada será introducida en el pecho de la actual imagen titular como símbolo de su propia existencia. Esta desaparición provocó un fuerte impacto en Sevilla a todos los niveles y fue el motivo que generó la aparición de una obra genial de la literatura sevillana del siglo XX “ FUNERALES PARA UNA VIRGEN” de Alfonso Canales, José Luis Ortiz de Lanzagorta y Rafael Pérez de Estrada, obra nada cofrade, era la expresión artística de tres escritores, uno de ellos agnóstico sobre la conmoción que les produjo las condiciones tandramáticas en la que se perdió nuestra Dolorosa, era una maravillosa elegía profana dedicada a la Virgen de Juan Belmonte, y sin saberlo a una Semana Santa que se marchaba para siempre. Dicha obra tan adelantada asu época fue por entonces duramente contestada y criticada. Nada nos queda de aquella Imagen, nada salvo su recuerdo que se agiganta con el paso del tiempo, como las personas seguirá existiendo mientras se La recuerde, por eso cada Viernes Santo, cerraremos los ojos, y junto a todos aquellos que quisimos y que ya viven junto a Ella, conseguiremos ver su cara rosa y delicada de auténtica Señorita de Triana. “Érase una Virgen mirándose en un río…”.


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Patrocinio del mío existir. J. Félix Machuca.

Daría lo que tuviera para saber si rezaba cantando o cantaba para rezar. Daría lo que no tengo por verlo allí, frente a Patrocinio, sentado o hincado de rodillas, pidiéndole al cielo lo que la tierra le había negado. Dicen, me lo dijo alguna vez Pive Amador, su escudero fiel y su colaboSilvio de niño pidiendo cera. rador intelectual necesario para enredarse ambos en debates metafísicos, que antes del fatal desenlace vital de su hermana, el roquero de Los Remedios bebía para festejar; desde el vuelo desesperado de Evita, comenzó a beber para olvidar. Amaba a su hermana con esa incondicionalidad que se le tienen a los hermanos menores. Pero a Evita se le torció algo en su corazón, se le nubló en tormentoso dolor alguna esquina inaccesible de su alma, y voló como aquel protagonista de la canción más triste de Hilario Camacho. Para estrellar su triste primavera contra el suelo. En el almario de Silvio debían de convivir los elfos y los demonios; los ángeles y los espíritus negros. En permanente pelea. En una agotadora lucha de contradicciones. Para resolver esa insoportable tensión tuvo tres recursos: Patrocinio, la música y su sueño imposible, una botella que no se acabara nunca… Escuchen bien esa maravillosa versión del “Stand by me” que Pive Amador sublimó a música embriagadoramente sentimental de Semana Santa. Rezaré. Escúchenla bien cuando, en una de esas maravillosas letanías, donde estalla la luz del marianismo roquero sevillano, se dirige a Patrocinio y la

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Silvio de joven.

define como la razón de su existencia, en un castellano que camela a la lengua de Petrarca, pero que refleja su devoción sevillana por la niña bonita de la esquina del Zurraque. Allí subió al cielo de su felicidad casándose con una chica inglesa, montada en el taco máximo de un padre que tenía dinero para comprar el mundo. Aquella chica aristócrata y heredera, Carolyn Williams, que descubrió en Silvio su sueño más romántico para transformarse después en su pesadilla más realista. Su matrimonio duró lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks, como cantaría Joaquín Sabina, otro fiera que lo admiraba con devoción. Y allí se despellejó el alma rezándole a su Virgen para que lo sacara de las honduras abisales a donde lo llevaba el destino. Más de una vez pensé que para Silvio, que aseguraba que era tan católico que no necesitaba ni practicar, Zeus, el todopoderoso dios mitológico con el que mantenía un idilio religioso, lo castigó con una existencia tan dura porque le robó el rayo de su poder para convertirlo en primavera y cielo al fin… Me cuenta Jose María Rosco, ex hermano mayor de la hermandad, que no era mucho de acabar


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Silvio de nazareno delante del Cachorro.

Silvio Fernández Melgarejo.

las estaciones penitenciales, que solía ir entre el cuarto y quinto tramo de la Virgen y que es una leyenda urbana, animada por la fantasía occidental del propio Silvio, que alguna vez saliera como diputado máximo en la procesión. Un día de primavera, prosigue Rosco, coincidieron en la hermandad para sacar la papeleta de sitio él, su hermano Rafael y Pepe Ruiz. Aquello se animó y le pidieron a Rosco que hiciera la fila mientras ellos arreglaban el mundo en la taberna de Manolo, el de las gambas al ajillo en tartaletas de barro con pozo carbonizado por siglos de cocina. Allí debieron de beberse media Valdepeñas y el banco sahariano de gambas que servía Manolo. Porque ninguno de ellos se acor-

dó de llevarle a Rosco el dinero cuando le tocó el turno de sacar las papeletas de sitio. Bajó Rosco a ajustar cuentas. Y ni eso pudo porque no había ni tres pesetas para el autobús. Todo se lo bebieron y se lo comieron a la salud de la vida. Esa que Silvio encontraba en el Patrocinio. Esa vida suya que, según sus propias palabras, solo conocían el KGB, la Cia y tres o cuatro tíos más… No le pongo punto y final a este artículo. Le remito a los redobles macarenos que con tambor viejo del barrio de la muralla se puede escuchar en el “Margarita Margueró” y en “Vengo buscando pelea”. Ahí, tras una obligada apariencia roquera, está la Semana Santa que tanto dolor le sanaba a Silvio Fernández Melgarejo...

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La Virgen del Patrocinio. A. R. Buzón.

La Virgen del Patrocinio trae de Triana a Sevilla una lluvia de azahares que se diluye en la brisa.

Emperatriz de los cielos que el espíritu ilumina, desbordándolo de goce cuando en sus ojos se mira.

Una lluvia de claveles y de magnolias levísimas; una lluvia de heliotropos y radiantes margaritas; una lluvia de jazmines, de rosas y de celindas; una lluvia de consuelo en dolorosa sonrisa y una lluvia de luceros rodando por sus mejillas.

Dolorosa del candor, Esencia de la dulzura, Humildad de lo sublime, Amor y Luz infinita y la Imagen Virginal más delicada y bendita en que pudo reflejarse la pureza Concebida; ¡que así lo dice su rostro y así sus ojos lo gritan!

La Virgen del Patrocinio, Reina Madre y Madre Niña, bendita Flor de las flores, Gracia por la pena herida, Patrocinio Soberano, del corazón Norte y Guía y sustentador aliento de todo aquel que confía, en tu maternal amparo para cruzar por la vida.

La Virgen del Patrocinio cual Gardenia, desprendida desde el Jardín de la Gloria regresa ya de Sevilla; cruza el Puente entre saetas que en requiebros le suplican; todo el barrio de Triana de reflejos se ilumina y el alma llora en silencio al dejarla en su Capilla, mientras le cantan los ángeles y el Guadalquivir suspira.

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El alto honor de la intimidad: camareras de la Virgen. Miguel Ángel Rodríguez.

Tan sólo unos centímetros separan su alma de la de Ella. Unos centímetros en los que existe todo un universo, un mundo paralelo al real. Tan sólo unos centímetros separan su alma de la de Ella. Unos centímetros de respeto, de soledad entre dos madres, de confesiones, de intimidad. Unos pocos centímetros que muchas veces se convierten en la más grande de las distancias. La historia de Mari Carmen es una historia que muy pocos tienen la fortuna de contar, de compartirla, de vivirla. Es una historia íntima, tan íntima como ese camarín que tantos rezos, súplicas y emociones alberga. Su fe siempre ha tenido al Cachorro como protagonista. El cuadro del Cristo de la Expiración que coronaba su casa del Patio de Banderas ya dejaba intuir que ese lugar al final de Castilla podría convertirse en uno de esos recovecos en donde alojar sus rezos, su vida. Esos viajes en Tranvía hasta la Capilla del Patrocinio merecerían la pena. Y es que su marido, Fernando Guimerá Rodríguez, no se equivocaba cuando quiso que formara parte de la Hermandad de su vida: “Mi marido me dijo que si quería hacerme hermana. Dije que sí. De eso hace ya 50 años”. Mari Carmen es, por tanto, una Hermana de las de casi toda la vida. Formó parte de las “Damas del Patrocinio”, ese grupo con el que ella y numerosas hermanas ayudaron con lo que tenían y podían en el resurgir de la Hermandad tras el trágico incendio del 73. Pero lo que nunca podría imaginar Mari Carmen es que años más tarde alguien confiaría en ella para que formara parte del círculo más íntimo alrededor de la Virgen del Patrocinio. “Paco Osorno me dijo que si él era Hermano Mayor quería que fuera camarera de la Virgen. Tenía muchas dudas. Estaba muy desamparada sin mi marido Fernando. Raimundo Coral me animaba mucho. Me decía que él me estaría mirando desde el cielo y que estaría muy contento si aceptaba el encargo. También hubo gente que me decía que no sabía dónde me metía, que me lo pensara bien. Finalmente dije que sí”.

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Como todo en la vida, los comienzos casi nunca son fáciles. Que se lo digan a Mari Carmen. “Mi primer día como camarera no sabía qué hacer. Lloré muchísimo porque no sabía por dónde empezar. Vestí a la Virgen como pude pero lo pasé muy mal”. No estaría sola. A Mari Carmen le acompañaría Mari Carmen Elliot, que tristemente ya nos dejó para irse al lado de la Virgen del Patrocinio. “Éramos las dos juntas las que nos encargábamos de todo. La echo mucho de menos y su marcha me dejó muy sola”. Pero no estaría mucho tiempo así. “Cuando Mari Carmen se marchó me pusieron dos ayudantes, las mejores que podría tener: María Fernández Elliot y mi hija Carmen”. Ellas, afirma, “me ayudan con todo” aunque reconoce con una sonrisa en sus labios que “no dejo que me toquen la ropa porque me la estropean”. A la imagen normalmente se le reza y se le habla desde una distancia prudencial. Pero Mari Carmen goza de una cercanía envidiable cuando la viste. Sólo unos centímetros entre la Virgen y ella. Unos centímetros en los que cabe todo un universo de confesiones y plegarias. “Yo hablo con Ella. Le cuento mi día a día, cuando estoy alegre, cuando estoy triste, y sé que me escucha”. Mari Carmen tiene esa conexión espiritual y sabe apreciar las diferentes caras de la Virgen. Sabe cuándo está contenta, sabe cuándo está triste, esa virtud inexplicable que ella afirma sentir y transmitirle: “Si estás contenta, Ella está contenta. Ese espíritu tú se lo transmites”. En la cercanía con la Virgen ocurren muchas cosas. Muchas charlas y momentos que se quedan entre ellas, una complicidad entre madres que va más allá de lo artístico. “A veces me entran ganas de quitarle esa lágrima que a punto de caer”, confiesa. Vestir a la Madre del Cachorro no es tarea fácil. “Es mucha responsabilidad y requiere siempre una planificación. Tenemos un calendario en el que apuntamos las fechas en la que tenemos que cambiarla, así el vestidor, los priostes y yo nos organizamos mejor. Cuando llego a la Basílica pregunto lo que se le va a poner y normalmente suelen tenerlo ya todo preparado”. Da igual cómo esté vestida. Para Mari Carmen


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la Virgen del Patrocinio siempre está guapa, aunque tiene sus preferencias: “A mi me gusta más de hebrea. Tiene una cara muy dulce, de niña, y está preciosa con la diadema”. Por lo contrario, en el mes de noviembre, tras el Triduo, la camarera afirma que “no me gusta vestirla de negro. Es una Virgen muy joven para vestirla de luto, pero comprendo que el calendario litúrgico es así”, aunque sin embargo admite que “la veo muy bonita con esa cara blanquita y los ropajes oscuros”. Para Semana Santa es cuando “se le ponen las mejores galas” aunque eso de las levantás le preocupa mucho, no porque se le vaya a caer cualquier alfiler, sino “por si le pasa algo a Ella. Costó mucho trabajo sacarla adelante y me da miedo que le pase algo”. De Antonio Bejarano, el vestidor, sólo tiene buenas palabras. “Le damos carta blanca y hace maravillas. Es fantástico y tenemos muy buena relación”. Los dos son fundamentales para que la imagen luzca así de bella siempre. Vestir a la Virgen del Patrocinio, como a cualquier otra dolorosa, es una tarea repleta de momentos especiales. Una especie de “protocolo” a seguir ante la imagen sagrada que tenemos delante, de sumo cuidado, cariño y, por supuesto, responsabilidad. Entre todas esas labores nuestra camarera destaca una de forma 52

significativa: “Me gusta mucho peinarla. Se le suelta el pelo y se le va haciendo una trenza con mucho cuidado y cariño. Cuando vivía Carmen Elliot, ella se encargaba de hacerle la trenza y yo el lacito. Yo siempre con ella”. Otro de los momentos especiales es ser testigo de la devoción y el cariño de las personas, sean o no hermanas, con esos papeles con peticiones y fotografías que se encuentran alrededor de la Virgen cuando van a cambiarla, esos mensajes lanzados al mar de sus pies en la botella de la esperanza. Unas peticiones que en más de una ocasión emocionan. “Hubo una temporada en la que siempre nos encontrábamos con fotografías de Marta del Castillo bajo la Virgen”. El abuelo de la joven visitaba la Basílica cada cierto tiempo y dejaba plasmada su plegaría en forma de documento gráfico. Sobraban las palabras, a veces carentes de sentido y difíciles de pronunciar, con una imagen que pudiera hablar por sí sola. “Nunca pregunté cómo llegaban las fotos a sus pies. Hace ya tiempo que no nos encontramos con ninguna”. Y es que todo es cuestión de fe y de Esperanza. A pesar de las veces que la Virgen no nos escucha. “Cuando mi nieta murió con 17 años me enfadé con ella. Venía a vestirla y no hablaba con ella”, aunque luego el tiempo intenta siempre curar esas pequeñas


heridas porque “la devoción se antepone a todo lo que digan los demás. Vengo aquí y se me va la tristeza. Cuando tengo algún día malo vengo, rezo al Cristo, a la Virgen, y cuando regreso a casa tengo otro ánimo”. Mari Carmen es una mujer con experiencias y conocedora del mundo. Ha realizado multitud de viajes a lo largo de su vida pero hay uno que le marcó de forma especial por lo que vio allí. Ocurrió en México. Ella estaba en un bar y se encontró con una estampa de la Esperanza Macarena, otra del Gran Poder, y otra del Cachorro. “¿Cómo llegó eso allí?” se preguntó. “No sabemos lo que tenemos aquí”, devociones universales que traspasan nuestras fronteras y que al verlas en un rincón al otro lado del planeta nos acerca a casa de una forma u otra. Los años corren y el paso del tiempo es algo contra lo que no podemos luchar. Mari Carmen es consciente de que “cada vez me cuesta más vestirla” pero tiene clara una cosa, y es que ella nunca va a abandonar por iniciativa propia tan preciada labor, sino que estará hasta que su cuerpo la obligue a dejarlo o, como ella dice, “hasta que la Virgen del Patrocinio quiera”. Y es que ser su labor es más un regalo, que un trabajo. Una labor cargada de fe y en la que los sentimientos cobran un protagonismo irremediable.

Un momento de recogimiento, intimidad y oración que muy pocos tienen la fortuna de disfrutar y vivir. Cuántas oraciones en boca de los demás, cuántos momentos que se quedarán en su corazón, esos momentos de escalofríos en los que en más de una ocasión parece que la Virgen le regalara esas lágrimas que no tiene cuando frente a ella habrá recordado a su marido Fernando y a su nieta, esas personas “que más adoro y que ya no están aquí”, a esa infancia en esa su casa del Patio de Banderas, a Mari Carmen Elliot que tan sola la dejó, y a muchísimos más recuerdos que aflorarán en su mente y que siempre quedarán en la intimidad de ese camarín. “Detrás de un gran hombre hay una buena mujer” dice en referencia al Cristo de la Expiración y a su Madre Patrocinio, una mujer tan buena que “es la madre de todos”. Mari Carmen termina de hablarnos con los ojos húmedos y una emoción contenida, tan contenida como esos sentimientos que afloran cada vez que ella se encuentra ante la madre del Cachorro en ese camarín por el que pasa toda una vida, un río de plegarías canalizadas a través de sus manos. Tan sólo unos centímetros separan su alma de la de Ella. Unos centímetros en los que existe todo un universo, un mundo paralelo al real. 53


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Nuestro Quinario. Ignacio J. Miquel Hidalgo. Diputado de Cultos. .La predicación del Quinario, culto que nos con-

duce al Dios encarnado, celebrado en febrero de 2019, estuvo a cargo de nuestro querido D. Eduardo Martín Clemens, lo que a todos nos trajo recuerdos de muchas personas que han prestado su servicio a la Hermandad, dada su vinculación a nuestra corporación. Este hecho hizo que todo se nos hiciese más familiar, más recogido. Muchas caras conocidas, rostros con nombre y con historia, regresaron al calor del hogar que resonaba en sus gestos y en su prédica, como si quisiéramos utilizar estos momentos de oración y recogimiento ante nuestros Sagrados Titulares para reunirnos y evocar a todos aquellos Hermanos con los que compartimos espacio y devoción, aunque probablemente no así tiempo, sabiéndonos depositarios en préstamo, de la herencia de la Fé de nuestros padres, y como guardianes y maestros de Ella para nuestros hijos. Manifestando que El Cachorro, no es el espejo donde mirarnos, sino el cristal a través del cual mirar hacia la vida. A través de la reflexión de estos días, tuvimos ocasión de recordar las palabras del Cardenal Robert Sarah: “El hombre que encuentra a su Creador, ya nunca volverá a ser el mismo; podrá caer cien veces, pecar cien veces, negar cien veces a Dios, pero una parte de su alma ha alcanzado definitivamente el cielo”.

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Besamanos de Ntra. Madre del Patrocinio

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Domingo de Resurrecciรณn en el Cachorro.

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Una comunidad viva y vibrante. José Miguel Núñez, sdb.

Durante los días 7 al 10 de noviembre del pasado año he tenido el honor y la gracia de vivir en primera persona el Triduo y la posterior Función Principal de Instituto en honor de Nuestra Señora del Patrocinio en nuestra querida Hermandad. Ha sido un regalo de Dios para mí. Volvía a nuestra Hermandad, después de muchos años, para predicar los cultos dedicados a la Santísima Virgen. Debo decir que me he encontrado en casa, en familia, acogido y entre amigos. Hace algunos años, en mi anterior etapa en Sevilla, tuve la oportunidad de contactar con la Hermandad en varias ocasiones. Prediqué los cultos del Señor y colaboré en la formación en los hermanos. Compartimos experiencias entrañables en la acogida de los niños bielorrusos que en aquel momento se impulsaba desde la Junta de Gobierno con gran ahínco y entusiasmo. Siempre palpé un ambiente fraterno, disfruté de una acogida inmejorable y constaté en todo momento un camino serio de formación y compromiso cristiano. He tenido las mismas sensaciones el pasado mes de noviembre. He encontrado un ambiente de piedad y de cariño hacia Nuestro Señor y su Santísima Madre. He podido celebrar la Eucaristía cada día con calma y profundidad. Ha contribuido a ello, no me cabe duda, el fervor que he palpado en la asamblea litúrgica todas las noches. La acogida de la Palabra, la participación en el rito, el calor de las respuestas, la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor… son signos de una comunidad viva y vibrante que goza con la vida espiritual y sabe lo que se trae entre manos. Pero por encima de todo, destaco el amor a la Virgen expresado en el deseo de hacer nuestra su respuesta a Dios y de acoger su invitación de seguir más de cerca al Hijo. Hemos podido compartir los días del Triduo el compromiso de todos los hermanos por vivir más intensamente el Evangelio y hacer de nuestro modo de vivir un signo de la bondad y de la

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misericordia de Dios. Como María nos enseña, queremos perseverar en nuestro seguimiento del Maestro, entregando la vida por los demás como nuestro Señor. Fraterna y subversiva Eucaristía. La memoria de la muerte y resurrección de Jesucristo, actualizada en la Pascua de la Iglesia, nos impulsa también a salir de nuestra comodidad para abra-


zar a los más necesitados. Como nos recuerda tantas veces el Papa Francisco, los pobres y enfermos son la carne de Cristo para nosotros. Celebrar la Eucaristía es también acoger, proteger, alentar el camino de nuestros hermanos más débiles. De la mano de María Santísima, nuestra Señora del Patrocinio, queremos ser expresión de ternura y bondad para los más pequeños y

vulnerables. Nuestra hermandad siempre se ha distinguido por un compromiso social y evangélico hacia los más necesitados. Sigamos adelante, creciendo juntos en el esfuerzo por transformar la realidad —en nombre de Jesús— para que la vida sea abundante para todos. Gracias por haberme hecho sentir en casa. Gracias a todos por vuestro testimonio.

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Nuestros mayores, un tesoro heredado. Diputación de Caridad.

Dicen que hemos superado la recesión económica que ha sufrido nuestro país desde hace unos años y que nos hemos recuperado de ello. Sin embargo, sigue existiendo necesidad. Desde la diputación de Caridad de nuestra hermandad seguimos trabajando en ello día a día. La Caridad son 365 días al año. Seguimos ayudando a numerosas familias a hacer frente a unos gastos que por sí mismos no pueden superar. Continuamos teniendo activa la Bolsa de trabajo desde la cual ayudamos a encontrar empleo a personas en paro. Trabajamos junto al resto de hermandades del Viernes Santo en la Fundación conjunta gracias a la que personas dependientes ven sus necesidades cubiertas. Ayudamos a familias con hijos en edad escolar a que el inicio de curso sea más llevadero. Colaboramos en el saneamiento de niños bielorrusos en los meses de verano dentro del Programa de Acogida. Organizamos Campañas de Navidad y

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entrega de cestas para familias necesitadas. Recogemos y repartimos ropa a las personas que la precisan. Todo esto y mucho más… Sin embargo, las necesidades no son exclusivamente económicas y materiales. Las exigencias de la sociedad, el trabajo, la falta de tiempo,… en ocasiones hacen que no podamos atender a nuestros mayores como se merecen. Y no solo en sus cuidados, sino en aspectos como la escucha o el acompañamiento. Para la hermandad, la atención a nuestros mayores se ha convertido en algo fundamental. Desde esta diputación, surgió la necesidad de interesarnos por nuestros mayores. Ellos son nuestro origen, nuestras creencias, en definitiva nuestra fe. Ellos han estado siempre cuando los hemos necesitado, y ahora que ha pasado el tiempo son ellos los que nos necesitan. Necesitan ser escuchados, sentirse queridos y no olvidados. Una sola llamada tele-


fónica les da vida. Una visita les da fuerza. Y este ha sido uno de los proyectos principales en los que desde esta diputación hemos querido dar respuesta. Existe un grupo de hermanos colaboradores en la diputación, que desde el primer momento se han volcado con nuestros hermanos de mayor edad. Después de haber sido formados en la escucha activa y el trato a personas mayores, se encargan cada lunes de hacer un seguimiento a estas personas, poniéndose en contacto con ellas y visitándolas cuando es necesario. Este año hemos podido reunir a un gran número de estos hermanos y pasar un buen rato de convivencia en nuestra casa hermandad visitando nuestro museo y compartiendo una eucaristía especial para ellos oficiada por nuestro director espiritual. Fueron momentos muy emotivos y aprendimos mucho de

ellos mientras nos contaban esos momentos y anécdotas de la hermandad en las que todos ellos participaban. Y como no podía ser de otra manera, se merecían que les acercáramos un poquito más el Viernes Santo. La mayoría de ellos, por sus circunstancias de salud, movilidad, etc. hace tiempo que no podían acompañar a nuestros titulares en la calle realizando su estación de penitencia. Para ello se organizó una zona reservada para ellos desde donde poder ver la salida de nuestra cofradía a las puertas de nuestra basílica. Lástima que el tiempo impidiera la salida procesional. “Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere”. (Papa Francisco, 2013).

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La formación en la Hermandad. Rafael Francisco Ruiz Vázquez.

Durante el año 2019 nuestra Hermandad ha intentado, y creemos que conseguido, incrementar las actividades formativas puestas a disposición de nuestros hermanos, si bien es verdad que cualquier esfuerzo que se haga en este tema nunca puede dejarnos satisfechos del todo. Así, se ha desarrollado con periodicidad quincenal la catequesis de confirmación, así como la de formación permanente para personas ya confirmadas. La primera de las catequesis tuvo su punto culminante el día 29 de noviembre en que recibieron el sacramento de la confirmación en nuestra Basílica los hermanos a los que le fue impartida la catequesis durante el curso 2018-2019, en Eucaristía presidida por el Excmo. Y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Sevilla D. Juan José Asenjo Peregrina. Igualmente, y un año más, ha tenido lugar el ciclo de formación conjunto de las Hermandades del Arciprestazgo de Triana-Los Remedios, que este año, y con participación creciente, ha versado sobre “Doctrina Social de la Iglesia”, celebrándose charlas el 1 de octubre en la Hermandad de la Esperanza de Triana, sobre el tema “Iglesia y desarrollo” a cargo de Dª Isabel Cuenca; el martes 8 de octubre, D. José Francisco Duran Falcón desarrolló el tema “La juventud del papa: jóvenes y compromiso cristiano” en la Hermandad de La Estrella; el 15 de octubre en la Hermandad de la O D. Ángel Acosta Romero nos habló de la encíclica Laudato si, con la charla “Hacia una conversión ecológica”; el 22 de octubre en la Hermandad de Pasión y Muerte Dª Beatriz Melguizo Hernando y Dª Ana González Mauri disertaron sobre “Nicaragua siempre con los necesitados”, para culminar el ciclo en nuestra Basílica con el tema “Los cristianos y la política” a cargo de D. Carlos Colón Perales.

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Por cuarto año consecutivo se ha celebrado en nuestra Hermandad el pasado 23 de noviembre un acto especial para los niños de la Hermandad que han realizado su primera comunión en 2019, con la celebración de una Eucaristía dirigida a ellos y la entrega de un pequeño recuerdo, y posterior convivencia con merienda. Igualmente se han celebrado retiros en Adviento el 13 de diciembre y en Cuaresma el miércoles de ceniza. En otro orden de cosas hemos continuado con visitas de contenido formativo religioso y cultural, como la realizada el 21 de enero al archivo de Indias a cargo de nuestro hermano D. Joaquín Rodríguez Mateos, o la visita del 22 de febrero a las Iglesias de Santa María la Blanca y San Nicolás de Bari para que el profesor D. Albert Oliver Carlos sobre la base de las numerosas obras de arte de dichas Iglesias nos ofreciera una magistral disertación sobre la Iconografía de la Mater Dolorosa”. Igualmente el 15 de marzo en nuestra casa de Hermandad tuvo lugar la charla sobre “Degradación estética en la Semana Santa actual” a cargo del Profesor Doctor en Historia del Arte D. Francisco Javier Rodríguez Barberán. Por último queremos destacar una nueva actividad comenzada en el último trimestre del año y del máximo interés; un curso de Formación Bíblica, para profundizar en el conocimiento e interpretación de las Sagradas Escrituras, curso al cual invitamos a sumarse a los hermanos y devotos que lo deseen, siendo de periodicidad quincenal y estando a cargo del Rector de la Basílica D. Pedro Ojeda Ríos. Sería sumamente injusto terminar sin mencionar la absoluta entrega y disponibilidad de nuestro Director espiritual en ésta y en todas las labores formativas, que serían de todo punto imposibles sin su entusiasmo y colaboración que desde aquí le agradecemos sinceramente.


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Actividades 2019. A continuación se ilustran algunas de las actividades que realizó la hermandad durante el año 2019.

Convivencia con la hermandad de Pasión - febrero.

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Igualá del paso de palio - enero.

Igualá del paso del Señor febrero.

Charla de Francisco Javier Barberán - marzo.

Concierto de la agrupación musical María Inmaculada de Castilleja de la Cuesta - marzo.


Concierto de la banda de CC.y TT. de la Centuria Romana Macarena - marzo.

Concierto de la banda de mĂşsica de la Oliva de Salteras.

Concierto de la banda de CC. y TT. PresentaciĂłn al Pueblo de Dos Hermanas - marzo.

Jubileo circular - marzo.

Convivencia con la Hermanda de la O - marzo.

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Miércoles de Ceniza en el Cachorro - marzo.

Presentación del anuario - marzo.

Presentación del cartel de las juventudes de Triana obra de Ricardo Gil - marzo.

Acto de fundición del cirio de los donantes de órganos - abril.

Entrega del fajín militar del Teniente General Don Juan Gómez de Salazar Mínguez - abril.

Montaje del paso de palio - abril.

Reparto de papeletas de sitio - abril.

Primeras Comuniones - Mayo.


tMesa en el día mundial contra el cáncer - mayo.

Caseta de la Hermandad de El Cachorro en la Feria de abril - mayo.

Procesión Eucarística de la Parroquia de la O - mayo.

La hermandad del Rocio de Triana en el Cachorro - junio.

Pentecostés en el Cachorro - junio.

Cabildo general de hermanos - junio.

Saludo de la hermandad del Rocío de la Macarena - junio.

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Representación en el Corpus de Sevilla - junio.

Representación en el Corpus de Triana - junio.

Niños Bielorrusos - julio.

Caseta de la hermandad en la Velá de Santa Ana - julio.

Verbena y tómbola - septiembre.

Convivencia de antiguos costaleros de la Hermandad - septiembre.

Ciclo formativo de Hermandades de Triana por Carlos Colón - octubre.

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Renovación jura de hermanos mayores de 14 años - octubre.

Convivencia con hermanos de la Hdad. de la Macarena.

Confirmaciones en el Cachorro - noviembre.

Merienda de convivencia con los hermanos más antiguos - noviembre.

Concierto en la festividad de la Inmaculada por la Coral Ángel de Urcelay.

Presentación de la Felicitación de Navidad obra de Ventura Gómez Rodríguez - diciembre.

Altar de la Inmaculada en el Cachorro - diciembre.

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Mediatrix

Las estadísticas del Cachorro en 2019. Secretaría.

Altas año 2019 por sexo

Total nuevas altas año 2019 186 Hombres 111 Mujeres 75

Hombres

Mujeres

Altas año 2019 por edad

Mayores de edad 82 Menores de edad 104

Mayores

Menores

Altas año 2019 por lugar de residencia

Triana - Los Remedios 27 Provincia de Sevilla 77 Resto 25

Triana - Los Remedios

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Provincia de Sevilla

Resto


Mediatrix

Número de hermanos totales por sexo

Total hermanos Edad media en años Antigüedad media en años Hombres Mujeres Hombres

5451 35,09 20,49 3855 1595

Mujeres

Número de hermanos en alta por año de ingreso 300 250 200 150

2020

2010

2000

1990

1980

1970

1960

1950

1940

50 Número de altas 0

Año 1930

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Número de hermanos por década de nacimiento 2000

1500

1000

2010-2019

2000-2009

1990-1999

1980-1989

1970-1979

1960-1969

1950-1959

1940-1949

1930-1939

0

1920-1929

Número de hermanos

1910-1919

500

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Hermanos que cumplen sus bodas de platino, oro y plata 2019

Bodas de Platino Pedro Alcalde Valdecanto Eduardo Aparcero Rodríguez María Dolores Elliott Carriedo Julia María Miro Cerrato Magdalena Ramírez Rivero Mercedes Ramírez Rivero

Bodas de Oro Juan José Abad Esquitino Luis Abad Esquitino Ricardo Aranda Romero Luis Bolaños Figueredo Manuel Bolaños Figueredo María Carmen Fernández Díaz de Ruiz Manuela Tamara Fernández de Tejerina María Carmen Hernández Calvento Soledad Maria Hernández Calvento Mercedes Hidalgo Gallego Santiago López Soriano Antonio Maldonado Peña Luis Mejías Bandera Antonio Jesús Muñiz López Francisco Nieto Garrido Francisco J. Pariente López Juan Manuel Prieto Ruiz del Portal José Luis Ramos Asián María Dolores Ruiz Torrent y Calderón Fernando Salvatierra Fernández Miguel Sánchez Vilella Paulino Ignacio Vadillo González Juan Felipe Vázquez Franco Fernando Vivas Esquitino 86


Bodas de Plata Francisco Pablo Alcocer Carbajo Ana Alfonso Pérez Fco. Javier Álvarez López Leonardo Antúnez Oliva Gonzalo Arce Torres Alejandro Barragán Andana José Carlos Bendala Vicente María del Pilar Blanco Blanco José Luis Bonillo Machuca Juan Antonio Borrero Ávila José Manuel Bueno López Enrique Caballero Aguilar Ignacio Caballero Fulgueira Alberto Cabrerizo Cuevas María Reyes del Campo Murillo Alejandro Carmona Jiménez Mª Del Rosario Chacón Canela Ana Ciudad González Miguel Ángel Contreras Mantero Juan Manuel Cordero Suero Rocío Alicia Delgado Rodríguez María del Monte Delgado Rodríguez Pedro José Domínguez Huerta Fco. Javier Domínguez Muñoz Iván Dueñas Benito Antonio Espinosa Almagro Miguel Ángel Espinosa de los Monteros y Girón Miguel Ángel Espinosa de los Monteros y Rguez. Alberto Borja Ferragud Vidal José Joaquín Ferrández Flores María Isabel Fuentes Quirós José Manuel Gallego Díaz Fernando García Álvarez Fco. Javier García Lara Álvaro García Lara Jesús García Leal Antonio García Leal Juan Antonio García Sarmiento Estíbaliz Gómez Martín Cristina Gómez Martín José Angel González Cernadas Fco. Javier González Fernández Carmen María González Hernández Luisa María González Peralias Javier González Rodríguez Sergio Gordillo Muro María Rocío Halcón Sánchez-Pastor José Patricio Herrera Caraballo José Enrique Herrera de la Rasilla Fco. Javier Ibáñez Corrales Mª Socorro C. Jiménez García

Eusebio Lahoz Longueira Fermín Lazpiur Robles Miguel Limón Cernadas Moisés López Rojas Thomas Malice Lampriere Jean Philippe Malice Leblanc Pedro Márquez Jiménez Alejandro Márquez Jiménez Mª del Carmen Martín Alba Carlos Martín Romero Antonio Martínez Marín Juan Manuel Martínez Sobrino Marcial Montes Serrano Pedro Antonio Morales Cuevas Elena Morales Méndez Ana Moreno Borrero José Manuel Moreno Borrero Jesús Moreno García Margarita Muñoz Corrales Fco. Javier Orcajo Ramos Rafael Orta Alonso Esperanza Pérez Bernáldez Josefa Pérez Cabrera Jacinto Pérez-Elliott Fernández Luis Pérez-Prat Gómez de Terreros José Enrique Rambla Leyva Carlos Ramos Soria Antonio Razo Martín José Félix Ríos Villegas María del Monte Rodríguez Montaño Gema Rodríguez Pérez César Romero Arévalo Sergio Romero Zayas José Javier Román Díaz Juan Antonio Romero Adame Antonio Ruiz Monteagudo Álvaro Ruiz Vargas José Luis Salguero Piñero Ignacio Sánchez-Cid Artillo Sergio Sánchez Marín Manuel Sánchez y Sánchez Javier Sanz Gómez Jesús Sarasola Fernández Félix Selfa Marín Jorge Serrano Giráldez José Sivianes Sánchez Juan José Tristán Domingo José Luis Vázquez Iglesias María Venegas Montañés José Félix de Vicente y Rodríguez Antonio Villar Adame 87


Falleció nuestro hermano Luis Álvarez Duarte, autor de la Virgen del Patrocinio. José Alfonso.

El pasado día 13 de Septiembre, nos dejo victima de un ictus, nuestro hermano de Honor, Reconocido Escultor y amigo, Luis Alvarez Duarte. Conocí a Luis aquel fatídico año en que perdimos a Nuestra Santisima Virgen del Patrocinio en tan conocido incendio, cuando desempeñaba el cargo de Prioste I de nuestra hermandad. Aquel mismo día un hermano de la corporación, llegó diciendo que habia un escultor que ante la noticia de nuestra perdida, había comenzado una copia de la Virgen. Recuerdo, que la Junta acordó como prioritaria la restauración del Cristo, pero no obstante en los últimos días de aquel Quinario se nos comunicó que dicho escultor había terminado su modelo, por si queríamos verlo, y así fue como al terminar el culto, en su taller de la calle Aguiar toda la Junta de Gobierno conocimos el modelo en barro que Luis había efectuado de nuestra querida Señorita, imposible describir con palabras el momento que vivimos los alli presentes cuando por obra de las manos de aquel joven escultor pudimos volver a ver la cara de nuestra madre perdida, todos queda-

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mos absortos, pues las facciones eran perfectas y reconocimos en ella a la que tanto habíamos llorado por su perdida. Aun hoy al recordarlo la emoción me embarga. A partir de este momento visité su taller casi a diario mientras ejecutó la obra ya que acordamos a través de sus vestidos sacar las medidas de la Señora, altura y anchura, una vez que Luis termina la imagen y se bendice en la hermandad, por el Sr Cardenal Bueno Monreal el 15 de Abril de 1973 Domingo de Ramos, vestida con la saya blanca y Manto de salida, quedó expuesta en besamanos todo el día, y fue así como El Cachorro recupero a su madre, para orgullo de Luis como él decía. Así, comence a ayudar a vestir a Nuestra Señora con Luis, compartiendo buenisimos momentos y forjando la amistad que nos ha unido,bodas, bautizos y comuniones incluidas, tambien fueron muchos los momentos compartidos en su taller a través de los años y muchas las imagenes que vi salir de sus manos de Maestro. Él siempre manifestó la gran devoción que tenía por nuestro Cristo y admiración como escultor por tan magnifica e inigualable obra y su gran predilección por Nuestra Virgen, en mi recuerdo la ultima vez que él la vistió en el año 2009, año en que se cumplieron 25 años de la ultima vez que la Virgen salió con tul para la salida vestida por él y se le pidió que volviera ha hacerlo, hecho que supuso para él una satisfacción enorme, y asi nos lo trasladó. Querido Luis, nuestra Señorita queda huérfana con tu partida,ten por seguro que Triana sabra seguir queriéndola como tu lo has hecho. Desde aquí sirvan estas palabras como muestra de respeto y añoranza, al padre de la Señorita de Triana, a nuestro Hermano de Honor,reconocido escultor y amigo Luis Alvarez Duarte. D.E.P.


Requiem aeternam dona eis, domine, et luz perpetua luceat eis. In memoriam Manuela Álamo López María Luisa Alés Pérez Luis Álvarez Duarte César de la Cerda Puch Pedro Colas Romero Manuel Gómez Suárez Beatriz Ibáñez Castillero Gloria Martín Miranda José Antonio Molinero Rodríguez Ricardo Monsalve Sánchez-Mellado Guillermo Moltó Paus Pepe Pizarro Galeote Juan Prados García Joaquín Rodríguez Rojas Manuel Rodríguez Salazar Antonio Ruiz Vázquez Jose Luis Saldaña Sicilia Paulino Vadillo Marín Ángel Luis Vázquez Santana Fernando Francisco Venegas García Francisco Vilachao Barrera Olga Villanueva de la Cruz Mª Reyes Yebra Dorado

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Diputación Mayor de Gobierno. Miguel Ángel Martínez López. Diputado Mayor de Gobierno.

Nuevamente en mi condición de Diputado Mayor de Gobierno, tengo la gran suerte que me permite cada edición de los anuarios de nuestra Hermandad, para poder dirigirme a todos los hermanos y así poder recordar con ellos, la experiencia vivida en el pasado Viernes Santo. En esta ocasión, desgraciadamente no podemos recordar el pasado Viernes Santo como nos hubiera gustado, pues como consecuencia de las adversas condiciones metereológicas, no pudimos realizar la Estación de Penitencia a la Santa Metropolitana Iglesia Catedral. No obstante lo cual, ello no me impide aprovechar estas líneas, para transmitir, en mi nombre y en el de la Junta de Gobierno, nuestro total agradecimiento a cada hermano nazareno y a todos los que integran el cortejo, por su comprensión y muestras de apoyo ante una decisión que en dichos momentos, resultó bastante difícil de adoptar, aunque de forma responsable y atendiendo a los informes que se manejaban, era y así se demostró con el transcurso de las horas, la más adecuada y acertada. Visto lo anterior, y como análisis del pasado Viernes Santo, quiero destacar la gran aceptación que tuvo la colocación en los distintos cereros, de indicaciones con el tramo y la visualización de la insignia que le correspondía, lo que mejoró la identificación del lugar al que cada nazareno debía acudir antes de la salida.

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Tal y como he comentado anteriormente, desgraciadamente no pudimos realizar la Estación de Penitencia, si bien quiero recordar con todos los hermanos, la emotiva saeta que cantó el Sacri en el interior de la Basílica, así como el emotivo rezo a nuestros Titulares que sustituyó al Via Crucis, decisión que venía amparada en facilitar la vuelta de los hermanos nazarenos a su domicilio, ante las previsiones de lluvia que se manejaban. También me gustaría recordar el momento de la primera levantá de los pasos cuyo honor le correspondió al que fuera Teniente General de la Región Sur, atendiendo a su jubilación en el cargo. Sin otro particular, no me queda más que agradecer a todos los Auxiliares, Diputados y Miembros de la Hermandad implicados en la organización de la cofradía, así como su labor comprometida para tal fin.

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Y Sevilla no le abandonó. Cristóbal Cervantes Hernández. Noviembre, 2019. .Un Viernes Santo sin el Cachorro en la calle es un

Viernes Santo huérfano. Incompleto. El de 2019 fue, además, doloroso porque la jornada de los sagrarios vacíos dejó vacías las calles de Sevilla. Con paraguas y sin pasos. Con lluvia y con lágrimas. Por Triana, aún con un halo de esperanza y con sol en el cielo, la Hermandad decidió no salir. No fue fácil. Miramos al cielo como el Cachorro en las sevillanas de Pascual González, “porque mira el cielo azul de esta tierra mariana que busca en su cara la luz…” y vislumbramos esa luz que nos hacía creer en la posibilidad de lo imposible. El Cachorro a punto de salir. El Cachorro a punto de morir. Y Su Madre, nuestra Madre del Patrocinio, a punto de llorar. No salió y en ese momento, cuando nuestro Hermano Mayor, Marco Antonio Talavera, comunicó la decisión de la Junta de Gobierno, fue entonces cuando el Viernes Santo en Sevilla expiró. El Cachorro se quedó en la Basílica de Triana y las lágrimas contenidas de Su Madre fueron lágrimas derramadas por hermanos y nazarenos, por costaleros y, qué tristeza, por aquellos que se disponían a acompañar a nuestros Titulares por primera vez. Lágrimas de Sevilla por su Cachorro y su Madre del Patrocinio. No les veremos cruzar el Puente, ni entrar en la Campana, ni llegar a la Avenida abrazados por los palcos de la Plaza de San Francisco, ni en el estallido gótico de la Catedral, el Cachorro no verá con su mirada al cielo de Sevilla los ojos de la Inmaculada en la Plaza del Triunfo, no pasará el palio bajo el pétreo palio del postigo para buscar Triana. No va a cumplirse lo que escribió Rosa Díaz: “Ya todo es muerte y respira. Ya todo es muerte en su boca. Ya se lo lleva Sevilla y Triana se desboca por traérselo con vida”. Y Sevilla, desde la Campana, desde la Avenida, desde los palcos, desde la mismísima Catedral o la humildad de calles desdibujadas en el mapa de la ciudad quiso

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cruzar puentes para curar la herida de Su ausencia. Y así se abrieron de par en par las puertas de la Basílica. Cuenta Lucas, evangelista de acusado estilo periodístico en sus escritos, “que era ya como la hora sexta, cuando la tierra entera quedó en tinieblas hasta la hora nona, porque se eclipsó el sol”. La hora nona comienza a las 3 de la tarde, cuando la Cofradía se pone en la calle. Es cuando el Cachorro expira con palabras que estremecen: “¡Eloi, Eloi lema sabaktani!”, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Llueve en Sevilla. Es día de luto. De negras corbatas. Viernes Santo doloroso por la muerte de Jesús de Nazareth y de tristeza en unas calles sin bulla, vacías de la emoción de pasos y Cofradías. Todo está consumado. Pero Sevilla, sabia en sentimientos, va a responder como nadie a la última pregunta de Jesús en la Cruz. “¿Por qué me has abandonado?”. No. De ninguna manera. Quien esto escribe, como tantos otros, cruzó el puente que lleva Su nombre cuando la lluvia arreciaba y el viento jugaba a su antojo con los paraguas. Confusión de sentimientos. La evidencia se aliaba con la mente desaconsejando semejante empeño. La pasión se ponía de parte del corazón. Y avanzamos. Por la calle Virgen del Patrocinio ya se percibía que Sevilla “no le abandonaba” en aquella tarde de Viernes Santo en el que todos sentimos el frío de la soledad, la lanzada del desamparo. Y fuimos a Su Casa. Y la cola era esperanza. Y la esperanza, ganas de acompañarle. Un lazo blanco y negro se convertía en salvoconducto a la gloria. Entras y allí están cara a cara. Hijo y Madre. El Hijo a punto de expirar. La Madre a punto de llorar. Es verdad. Es así, pero cuánta vida encuentro en el interior de la Basílica. Aquí la pena es gozo. Otra confusión más en los sentimientos de un viernes que es Viernes. Es, como escribió Isidoro Moreno Navarro en uno de sus versos, “conjunción de pena, gozo y llanto”. El Cachorro, “que nunca ha visto ni Sevilla ni Triana”, nos mira desde la rotundidad de su paso y sus brazos en la cruz son abrazos. Así lo siento yo. Abrazos de vida de quien va a morir por


amor. Para eso vino al mundo, para amarnos hasta el final. Pero antes nos entrega a su Madre que ya, desde el Calvario, es Madre nuestra. Jesús sabe que las viudas sin hijos eran rechazadas por la sociedad de su tiempo. Para los judíos, una mujer que quedaba sola era signo de maldición. Por eso, en la Cruz, mirándonos, nos confía a María, su Madre. Y allí está Nuestra Madre y Señora del Patrocinio frente a Él. Con Él, desde la cuna de Belén hasta la Cruz del Gólgota. Stabat Mater Dolorosa. Allí está acompañada y querida por Juan y por Sevilla. Tampoco la hemos abandonado y por eso la arropamos, la abrazamos abrazando su palio y buscando “esos sus ojos misericordiosos” para que mirándola nos mire como solo saben las madres. Con ternura infinita. También así lo siento en esa tarde de lluvia en las calles y calorcillo en el corazón de la Basílica de Triana.

Tarde fría de Viernes Santo.

Tarde del desgarrador “Padre, por qué me has abandonado”. Los teólogos llevan toda la vida intentando explicar este misterio: Dios hecho hombre. Y, como hombre, siente, sufre, llora. Y es este dolor de la soledad el que mejor nos ayuda a entender que sí, que es

efectivamente cierto: ¡que Dios está de nuestra parte para siempre!. Tarde de Viernes en la que alguien dijo mirándole, “como no has podío pasar por mi puerta, yo he venío a verte, Cachorro”. Estas palabras dichas en un susurro de fe y emoción son un hermosísimo tratado de teología. La teología de la gente sencilla. La expresión más sincera de la bondad. Y la gente buena es la que dice esas cosas. “He venío a verte” es decir que no podía ser Viernes Santo sin ver a su Cachorro. Es manifestar que él tampoco le iba a abandonar. Salgo de la Basílica con la paz de quien ha visto, y así lo cuento, que desde toda la ciudad hasta el final de la calle Castilla sí ha habido una procesión. Estación de penitencia en tarde desapacible la que han formado aquellos que tienen hambre de Dios. Hambre de Cachorro. “El Dios gitano de Sevilla, que tiene un nombre castizo”, en palabras de Carlos Muñiz Romero. Caen las horas de un Viernes en el que un Centurión llegó a decir “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios”. “Fallece el sol. Se entierra la alegría” “La luz se oculta en el ocaso. Pero llegará un nuevo día...”

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Detrás del Cachorro. Tres hermanos nos cuentan cómo es el Viernes Santo tras el Cristo. Al Cachorro puede uno acercarse de frente, mirarlo cara a cara, y empezar a caminar delante suya el Viernes Santo, anunciándolo con un cirio y volviendo la cabeza de cuando en cuando, queriendo grabar para siempre en nuestra cabeza su portentosa imagen recortada en el cielo de Sevilla. Pero también se puede ir tras él. La visión cambia por completo, pues si frente a nuestro Cristo parece que presenciamos su Ascensión, tras él, seguramente por la desgarradora evidencia de los largos clavos que atraviesan el leño y lo sobresalen, el Cachorro parece más amarrado a la tierra, mas clavado a nosotros. Decía el recordado Carlos Muñiz: “… “el Cachorro” se resistía. El Dios de madera reapretaba para abajo, se hacía mas pesado, se lastraba con repentinas gravedades, se clavaba como una garra, como un árbol de raíces duras, a la plebe que quería ensalzarle despegándoselo. Era una dialéctica elemental, absurda. Los hombres, inventando un Dios más alto, y

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aquel concreto Dios abajándose; haciéndose pueblo, cortijo, pies descalzos, sudores, sangres”. De ese Cachorro tan cercano, tan pegado a la tierra, nos hablan quienes caminan tras Él en la tarde del Viernes Santo. Motivos diversos los han llevado a ocupar ese sitio. Francisco Javier Aldea González, antiguo miembro de nuestra Hermandad, viene saliendo regularmente desde los 7 años, y ya con 55 años de antiguedad ya ha pasado por muchos sitios de la cofradía. Recuerda cuando, deseoso como cada año de ir cerca del Cristo, decidió, “con dieciocho años aproximadamente, acortar ese proceso; en primer lugar por ir viendo constantemente el paso de Cristo o de la Virgen, ya que indistintamente he acompañado tanto a una como a otra imagen” aunque reconoce que también influyó algo el “librarme del acoso de niños pidiendo caramelos, manchones de cera en la túnica, etc.” y en general de esos “pequeños incordios”, si bien


recuerda que antiguamente era mayor el respeto del público por los penitentes. Luis Enrique Sánchez lleva varios años realizando su estación de penitencia como diputado de banda. Por eso no le importa que El Cachorro “le dé la espalda casi de forma continuada aproximadamente unas diez horas”. Puede por tanto hablar con certeza de experto de la visión de la cofradía tras nuestro Cristo: “La vista desde atrás del “Dios Verdadero” durante varias horas tendría varias perspectivas: una sería la imagen luminosa y radiante del Cristo de día, y otra es la imagen tenue y oscura, nocturna, sólo irradiada por la luz de la luna y por la candelería; entre medias de esas visiones traseras se insertan momentos cumbres de tal acontecimiento celestial, que es cuando en una revirá, poco a poco y de forma acompasada, el corazón se encoge aún más al observar ese rostro expirante y su pecho hundido dando la última bocanada de aire”, nos cuenta Luis Enrique, “pero el Cachorro nunca muere, siempre en cada esquina sigue nuestra visión ob-

servando esa última eterna expiración y una mirada perdida al cielo hispalense”. Manuel Moreno, contraguía del paso del Señor desde hace años, también vive el Viernes Santo de modo intenso desde horas antes de ponerse a la espalda de nuestro Cristo y echar a caminar tras Él ayudando al capataz. Amanece ese día con “los nervios a flor de piel, hago como la mayoría de los Cachorristas (mirada al tiempo)… hoy parece que salimos,…”, –nos dice– “eso es lo que hago año tras año aunque luego me lleve alguna que otra desilusión; vamos allá, me preparo (traje negro camisa blanca corbata), cojo mi Medalla, le doy un beso y al bolsillo; me encamino hacia la Basílica, los nervios cada vez más activos; llego a la Basílica y comienzan los saludos, se me acercan miembros de la cuadrilla, …¿como lo ves? ( es siempre la misma pregunta)…”, “…bien, estad preparados que este año sí salimos”, poco después “me dirijo a almorzar con la cuadrilla de Hermanos costaleros, un buen rato distendido con ellos, se acercan algunos costaleros veteranos que

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también almuerzan con nosotros y comentamos vivencias de años atrás”, nos cuenta Manuel. Con la cofradía en la calle, los tres nos hablan de sus experiencias y emociones. También la cofradía es distinta vista desde ahí: “Con el paso de los años he podido ver como ha mejorado la imagen que yo mismo tenía de la cofradía en la calle, desde los parones interminables de esa calle Adriano, cuando los costaleros eran profesionales”, o, en particular “El mismo tránsito por la catedral es mucho mas digno que el que antes se producía”, nos cuenta Francisco Javier. Con nuestro Cachorro en la calle, a todos se les desborda la emoción, pese a no verle la cara. Luis Sánchez nos dice: “Cuando nuestro Santísimo Cristo descansa en su altar durante el año o cuando se abre su ábside para poderlo visitar, podemos admirarlo de una forma sosegada y detallista, pero cuando anochece cada Viernes Santo, y más concretamente el Cristo se adentra en la larga estrechez de su calle Castilla, la oscuridad de la calle en sintonía con la iluminación de la candelería, nos muestra una imagen única y detallista”, recordando “me estremecí la primera vez que tuve esa visión ya que con la combinación anteriormente descrita se ve un cadáver real, y por lo tanto uno es aún más consciente de la verdadera dimensión que posee la perfecta talla de Ruíz Gijón, un cuerpo unido a un rostro trágico y humanizado al detalle que hacen que hasta los sentimientos del ateo se pongan a flor de piel y vea y crea, aunque sea por un instante, a Jesucristo a punto de morir en la cruz. Su perfección corporal se hace extensible a los complementos que tiene la imagen, ya que desde atrás se puede observar como de forma perenne el paño de pureza se hace real, de tela y permanece constantemente en movimiento al compás del aire en el discurrir del paso que porta a nuestro Santísimo Cristo de la Expiración”. Manuel Moreno también se emociona al recordar la salida a la calle: “Y ahora sí, con una mirada el Capataz nos indica que hay que estar ya dispuesto, y sin más pausa nos dirigimos hacia la Basílica, nos situamos junto a Él, y ése ese es uno de los momentos más impresionante para mí, cuando todos lo miran , se desprenden lágrimas y oraciones, y todo está dispuesto, suena el martillo, ahora sí que es de verdad, se levanta el paso con la suavidad que caracteriza y nos dirigimos hacia la puerta, Triana está esperando, los rayos del sol acarician su cara, ya está en la calle y cuando miro a mi alrededor veo lo que más me impresiona año tras año, la gente mirándolo

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fijamente con lágrimas en los ojos y balbuceando un ruego o una oración, nadie mira a otro lado solo a Él, con ese momento me quedo en mi retina y lo recuerdo siempre a lo largo del año”, aunque “luego durante el recorrido hay momentos muy especiales, la cantidad de señoras que van de promesa detrás del paso, la saeta que se escapa desde un balcón, una levanta dedicada a alguien y sobre todo el regreso con la calle Castilla a oscuras”. Francisco Javier por su parte, recuerda que “Diez horas de procesión dan para mucho, desde rezar y pedir por uno mismo y por aquellos que piensas que pueden necesitarlo, a fijarte en los rostros y actitudes de las personas que ves en el recorrido, desde los niños que antes pedían caramelos y ahora coleccionan estampitas, a la cara de esa señora mayor, todavía sonriente tras el paso del Señor o la Virgen y que cuando pasas por su lado y le dejas uno de esos solicitados recuerdos, te da infinitamente las gracias…”. “También son distintas esas caras según te acercas o te alejas del templo y del barrio de Triana” –continúa–.” En el barrio se nota el calor de la familiaridad y el cariño de toda la vida y conforme te alejas es la admiración de que es El Cachorro, pero no es lo mismo”. Los tres, en suma, “no se cambian por nadie”, por eso Luis nos dice que “En el plano más íntimo y personal, ir tantas horas detrás de nuestro Cristo supone un sueño cumplido, ya que tengo el privilegio de ir muy cerca de él, cosa que no sucedería si portase cirio y no ocupase el puesto que ocupo dado que llevo 35 años de hermano; pero además, dada mi vinculación durante casi una década con la música cofrade hace que ese lugar tras sea muy valorado por mí ya que también tengo el privilegio de acompañar a nuestra Banda de la Presentación al Pueblo, a la cual tuve la fortuna de pertenecer, pero por circunstancias personales me vi obligado retirarme del mundo de las bandas poco antes de Semana Santa, y de alguna forma me he sacado esa espinita clavada que tenía de no haber podido tocar con la banda detrás de nuestro Cristo”, y Francisco Javier asume su cita anual mientras el cuerpo aguante: “Muchos años hemos podido realizar la estación de penitencia completa, otros hasta la Iglesia de la Magdalena, en otros nos hemos quedado bastante más cerca, y otros simplemente ni hemos iniciado el recorrido, pero siempre con la intención y la creencia de que al año siguiente la completaremos, y si tampoco es así, estaremos igualmente en la Basílica del Santísimo Cristo de la Expiración, para estar con nuestras sagradas imágenes en la tarde del Viernes Santo”.

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Familia, devoción y hermandad. Manuel Romero Luque.

Se ha repetido por las voces más autorizadas que la familia es una iglesia doméstica. Y esta definición, tan clara y acertada, se hace absolutamente necesaria de asimilar por parte de todos. Si una iglesia no son sus muros, sus altares o sus bancos, sino un lugar de encuentro donde rezar a Dios, agradecer sus dones o pedir su ayuda; ¿dónde puede aprenderse eso antes y mejor que en la propia familia? Las personas iniciamos nuestro aprendizaje imitando lo que vemos, aun sin saber con plena certeza el motivo de aquello que comenzamos a realizar. Sencillamente –en sentido literal– los pequeños de una casa aprenden a obrar a semejanza de sus mayores y de quienes les rodean en el ámbito más cercano. Así, mimetizamos gestos y actitudes para pertenecer a una comunidad determinada, y la familia es ya una comunidad pequeña; pero la más inmediata de todas. De ahí, cada individuo salta al mundo y desarrolla sus capacidades, buscando una sociabilización de la que el hombre no puede desprenderse sin cercenar su propia naturaleza. Después, la reflexión personal del sujeto, el abundamiento en unos principios y el rechazo de otros, la indudable importancia de la experiencia personal y las circunstancias vitales, cambiantes a lo largo de la vida, harán el resto. Pero el principio, no conviene olvidarlo, está entre las paredes de una casa. Desgraciadamente, muchos creen hoy que la educación es solo cosa del colegio y que está en manos de maestros y profesores. Pero, si lo pensamos bien, la primera vez que fuimos a un centro de enseñanza sabíamos cosas; elementales, sí, pero ya eran conocimientos que, por básicos que fueran, se habían adquirido en el ámbito familiar. ¿Recordáis cuando ante un mal comportamiento se nos decía aquello de “qué habrá visto este niño en su casa”? O, de otra forma, se nos amonestaba con un “¿a que esto no lo haces si están tus padres?”, e, inmediatamente, corregíamos el hecho por el que se nos había reconvenido. Nadie daba por supuesto que el hogar de cada uno no fuera la base del principio formativo. Con respecto a la educación religiosa ocurría del mismo modo. Si la familia era religiosa, nadie esperaba que fuera el profesor de religión el que enseñara

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en clase a persignarse al pequeño o a rezar el padrenuestro. Los padres, los abuelos, los hermanos mayores cumplían esta misión sin esperar ningún tipo de programación docente. Eran ellos quienes, ante un paso de Semana Santa, nos explicaban qué escena se desarrollaba sobre las andas y, sin grandes conocimientos teológicos por parte del que hablaba –ni falta que hacía, ni hace– recibíamos nuestras primeras catequesis. No era, pues, necesaria ninguna clase de licencia eclesiástica para iniciar al niño en el proceso


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de la fe. Todo se hacía con naturalidad y sin aspavientos. Tu padre te levantaba en brazos y te ponía a la altura exacta de las manos de la Virgen del Patrocinio para que las besaras, y mirabas al Cristo y te decía: “Nosotros somos del Cachorro”. Y ahí quedaba eso grabado a fuego en la cabeza del niño, aunque para él la estación de penitencia no fuera sino un júbilo de besos y saludos en el que podía repartir caramelos. Hoy escuchamos, dentro del relativismo y tibieza reinantes, a padres que dicen que ellos no se

oponen a que sus hijos se bauticen, pero que difieren el sacramento con la excusa de que sea el pequeño quien lo decida con conocimientos suficientes; criterio este mismo que no aplican a otras cuestiones (por ejemplo, acudir al médico si está enfermo o abrigarlo si hace frío). Por otra parte, si tuviéramos que considerarnos tan versados en teología para comprender a qué nos compromete en su integridad el hecho de bautizarnos, probablemente sería muy difícil encontrar un momento en el que nos sintiéramos plena-

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mente capacitados para dar ese paso. Somos conscientes de nuestras limitaciones y sabemos que, en no pocas ocasiones, nos falta coherencia. Pero los padres estamos obligados a tomar decisiones y, por supuesto, a ser consecuentes con ellas. Nadie ama lo que no conoce y diferir el contacto con la religiosidad no redunda, precisamente, en hacer mejores cristianos. Ya la iglesia adelantó el bautizo y la primera comunión que, en la antigüedad, eran sacramentos que solían administrarse conjuntamente a los catecúmenos con mayoría de edad y los separó del otro sacramento de iniciación: la confirmación. De este modo, el recién nacido accedía al camino de la fe por boca y compromiso de sus padres y padrinos en el Bautismo, después en su niñez recibía la Eucaristía tras un adecuado periodo de formación y, más tarde, en su juventud, podía recibir con mayor conciencia de compromiso cristiano la Confirmación. Dicho castizamente, el arbolito desde chiquitito. Alguno dirá, con ese escepticismo tan a la moda, que así se coarta la libertad del niño. Sin embargo, la libertad también exige un aprendizaje, un asumir responsabilidades en la medida de cada cual, y el fenómeno religioso no es una excepción. En el mundo de las hermandades, gracias a Dios, este problema se ha solventado hasta ahora con naturalidad. La tradición ha servido aquí de cauce también para que el fermento religioso no se haya desligado del vivir cotidiano de muchas personas. En esa herencia vital que los padres dejan a sus hijos y en la que procuran cederles los mismos principios con los que ellos se han sentido formados y felices. Así, la incardinación en una devoción determinada ha ido generando vínculos a través de generaciones. Se habla de hermandades gremiales, que están en el origen de nuestra Semana Santa; así como, con el desarrollo geográfico y social de la ciudad, se ha podido hablar de hermandades de barrio. Pero hay también un grupo de corporaciones que, sin merma de otras características, se las podría denominar como devocionales. No es, por supuesto, que en las primeras la devoción pueda ser obviada, sería un contrasentido flagrante en cualquier asociación religiosa, ni que en estas otras no haya vinculaciones claras con su marco espacial; sino que, en algunas, la nota más característica es, precisamente, la llamada constante, fiel y fortalecida que sus sagrados titulares han ejercido en

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el pueblo a través del tiempo por encima de otros factores, atravesando clases sociales, dedicaciones profesionales y ámbitos estrictamente delimitados. Por ello, la Hermandad conocida, primero, como la del Patrocinio y, solo más tarde, como la del Cachorro tiene ya en esta doble denominación en el tiempo la seña indeleble de que ambos Titulares han ejercido esa fuerza aglutinante a lo largo de los siglos. El Patrocinio de María y la Expiración de Cristo como faros luminosos en la fe que nunca se apagaron. Es esa devoción continuada, de padres a hijos, la que se acrecentó en un terreno geográfico y social muy difícil durante gran parte de la existencia de la Hermandad, con riadas frecuentes, con hermanos de escasos recursos, con un recorrido que siempre fue complicado desde un extremo del barrio y de la ciudad... Y, aun así, la corporación nunca perdió su capilla propia ni dejó de celebrar sus cultos. No importó el que nuestras salidas el Viernes Santo tampoco fueran continuadas y hasta superamos la más cruel de las pruebas en aquel año de 1973. En cualquier caso, y frente a toda adversidad, sus hermanos nunca dejaron de crecer y mantener viva su fidelidad. ¿Cómo se explica eso? En mi opinión, las claves son dos: la familia y la devoción. Si es que estos dos factores pueden separarse. Son las familias, muchas familias de ayer y de hoy, las que con el bautizo y las primeras oraciones aprendidas apuntaban con sus rezos a nuestros dos Titulares. Vestir la túnica del Cachorro fue siempre un hábito de lealtad, una iniciación a la fe imposible de olvidar, cuyo mandamiento era recitado por tu madre al pie del Crucificado cuando lo mirabas con los ojos abiertos, como solo sabe abrirlos un niño asombrado: “Nosotros somos del Cachorro”. Y, con solo girarte en sus brazos, mientras tú veías la dulce inclinación de un rostro de niña sonrosada, ella repetía: “Nosotros somos de la Virgen del Patrocinio”. Poco importaba que, a veces, quien te hablaba no figurara en la nómina oficial. Las palabras, como una jaculatoria, siempre eran las mismas: “Nosotros somos del Cachorro”, “Nosotros somos de la Virgen del Patrocinio”. Frases sencillas, claras, directas que pasaban a ser la primera fórmula que oías de una protestación de fe. Quien aprendió aquello de niño, y fueron muchos, guarda como el más preciado tesoro una foto infantil con el capirote levantado y una varita niquelada


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en la mano. Ese niño detenido en el tiempo mira a la cámara y, al mismo tiempo, lo miran a él, desde el papel impreso, otros pequeños que lo veían pasar con un tanto de envidia, porque él era nazareno del Viernes Santo y cerraba la Semana Santa de Triana. Lo que no sabía entonces aquel nazarenito es que en esa túnica diminuta cabían todos los nazarenos que se fueron. El orgullo de los padres sí sabía la importancia del hecho. Ese renacuajo que arrastraba el filo de la capa hasta ponerla del mismo color que la túnica, era también su tío y su abuelo que ya no estaban aquí, y era también todos los que habría de venir después, los que estamos ahora y los que llegarán cuando nada quede ya de cuantos ahora leemos estas palabras. El río de la vida con su fondo y sus ondas de espuma. Porque aquel

niño de la fotografía en blanco y negro también dirá a los suyos, y a quienes haya extendido su fe, aunque no sean de su sangre: “Nosotros somos del Cachorro”, “Nosotros somos de la Virgen del Patrocinio”. Esa es, a mi juicio, la razón de ser de nuestra hermandad, la que nos ha hecho grandes en la fe. Formamos una gran familia, más grande de lo que pudiéramos pensar. No importa el tiempo, que borra hasta el mármol, no importan los apellidos del carnet de identidad, ni los años cumplidos desde que nos apuntaron en la nómina. En esa familia, todos tenemos la protección de un mismo padre y de una misma madre. Los llamamos Cristo de la Expiración y Nuestra Madre y Señora del Patrocinio. Esos son nuestros poderes, esa es la razón de nuestra existencia.

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El Cachorro y el hombre de Vitruvio. Javier Jiménez Sánchez-Dalp.

Durante mi etapa universitaria en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, recuerdo a Don Rafael Manzano, ilustrándonos con pasión en su clases de Historia acerca del primer tratado de arquitectura conocido, el de Marco Vitruvio Polión. Arquitecto de Julio Cesar en el siglo I a.c fue uno de los mayores sabios que nos dio la historia, sentando las bases de la arquitectura clásica y de otras muchas disciplinas. En uno de sus tratados analizaba de manera matemática las medidas del hombre perfecto. Toda una relación de datos numérico y proporciones que Leonardo da Vinci en 1490 ilustró con el famoso “Hombre de Vitruvio”. Un precioso dibujo hecho a tinta donde el hombre perfecto quedaba inscrito en un círculo y un cuadrado en el que se referenciaban todos los cánones y medidas de cada una de sus partes. Todo en relación a su altura y a las medidas de su palma como suma de sus 4 dedos. Un hombre es la suma de la medida de 8 cabezas, 4 dedos hacen una palma, un codo una cuarta parte del hombre, una mano la décima parte etc. Un sinfín de medidas y proporciones matemáticas que se cumplen a la perfección y todo ello inscrito en un círculo cuyo centro es el ombligo al extender los brazos. Es evidente que en la escultura y la imaginería todo esto se fue transmitiendo de generación en generación y sin duda estas claves han sido base para muchos inicios y encajes de la gran mayoría de las obras escultóricas humanas que hoy conocemos. Hace tiempo hice un análisis de algunas de estas claves en el Cristo del Cachorro, para mí una de las mejores imágenes de nuestra Semana Santa y una representación perfecta del Cristo hombre en su agonía. Quise profundizar en ello y sin ser una imagen con la postura exacta al hombre de Vitruvio si comprobé que en Él casi todas esas claves heredadas de Vitruvio se cumplen. No está en postura exacta claro, con los pies asentados pero la flexión de sus piernas hace que esto compense en parte esa posición. No está el ombligo en un eje vertical por la ligera curvatura de su cuerpo en crucifixión. Pues incluso con todas estas variantes respecto al dibujo de Leonardo, se siguen cumpliendo la mayoría de las claves que el dibujó.

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Si Dios es la perfección sobrenatural y Cristo su hijo hecho hombre, el Cachorro es Dios hecho hombre de manera perfecta.


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El Cachorro resucita. Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp.

Cada domingo de Resurrección, hay largas colas en la Iglesia del Cristo de la Expiración para contemplar la imagen del Cachorro, descendido del paso y colocado a la altura de los fieles. Conmueve a todos la imagen del crucificado en la inmediata cercanía con la que se presentaba. Un solo día al año está expuesto el Cachorro en besapiés y parece que le sobra la Cruz para congelar el mundo cuando es bajado de las andas sobre las que murió. En el besapiés, el Cachorro ha vuelto a abrir los ojos porque resucitó. Resucita de la muerte, del sacrificio bebido hasta la última gota, de la cruz en la que aún clavado, parece barruntar que la ha vencido. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. Ven, Señor Jesús”. Porque el Cachorro no es la muerte, es Cristo Resucitado, Cristo vivo que nos felicita la Pascua porque ese día la muerte ya no existe. Ya es Pascua de Resurrección. Desde los primeros siglos del cristianismo, el Cirio Pascual es considerado uno de los elementos más expresivos de la Vigilia del Sábado Santo. Significa, pues, que Cristo resucitado está presente con nosotros aquí y ahora; simboliza la victoria de la vida sobre la muerte, abriendo e iluminando nuestro caminar en el seguimiento de Cristo. La resurrección de Cristo es simbolizada por la luz, por el fuego nuevo, que ahuyenta las tinieblas de la muerte y resucita victorioso. La luz, elemento natural, se convierte en símbolo de vida, felicidad, alegría y esperanza. Entonces, iluminar la noche con el cirio pascual es representar la victoria de Cristo sobre la muerte, y estar envueltos en la luz de Cristo que nos llena de gozo y esperanza. Jesús ya no está en la cruz ni yace en el sepulcro. Él es la luz del mundo, el vencedor de la muerte que nos ha obtenido la salvación. Y así como Cristo es luz del mundo, todos los cristianos estamos llamados también a serlo, con la luz de Cristo, a disipar la oscuridad de nuestro corazón y llenarnos de ella, pues sólo esta luz puede iluminarnos y guiarnos por el camino verdadero que nos lleva a la vida, sólo la luz de Cristo puede

Javier e Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp.

eliminar nuestra oscuridad interior y hacernos llevar una vida de acuerdo a nuestro ser como cristianos. El Cirio Pascual tiene una inscripción en forma de cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto griego. Si bien el cirio tiene esos símbolos, el ministro celebrante graba con un puntero los símbolos a medida que dice las palabras: «Cristo Ayer y Hoy, el principio y el fin, Alfa y Omega. Suyos son los tiempos y las edades, a Dios sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén». Este gesto indica que la Pascua del Señor Jesús, principio y fin del tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza nueva en el año concreto que vivimos. Son símbolos que nos hacen tener presente que Cristo está entre nosotros ahora y por toda la eternidad. Así mismo, nos recuerdan que Él es el principio y fin de todas las cosas. Al Cirio Pascual se le incrusta en la cera cinco granos de incienso, simbolizando las cinco llagas santas y gloriosas del Señor en la Cruz, mientras se dice lo siguiente: «Por las llagas de Cristo, santo y glorioso, podamos ser protegidos y cuidados». La cruz es siempre el símbolo central, es el camino que se debe tomar, al igual que Cristo, para llegar al Padre. Es el Hombre perfecto, de dimensiones perfectas, el que resucitado nos espera para abrirnos con sus brazos extendidos, las puertas de la Vida Eterna.

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El sentido de lo barroco en la imagen del Cristo de la Expiración. F. Javier Rodríguez Barberán. Universidad de Sevilla.

Pocas obras nos hablan tanto del auténtico significado del Barroco como el conjunto de la iglesia del Hospital de la Caridad en Sevilla. Los cuadros de Valdés Leal y Murillo o el retablo mayor del templo trasladan al territorio de la imagen los conceptos que el Concilio de Trento había convertido en las piezas indispensables para construir un modelo de relación entre la Iglesia católica y los fieles. El mensaje, además, se hace más explícito cuando se advierte que sus destinatarios iniciales no forman parte de una comunidad indeterminada, sino que se trata de los propios miembros de la Hermandad de la Santa Caridad. Las diferentes obras de misericordia se convierten en la expresión manifiesta de la tarea a la cual estos individuos han de consagrarse: dar de comer al hambriento y de beber al sediento, o el cuidado de los pobres, son acciones que tienen una traducción visual donde la clave no reside en el ornamento, sino en la capacidad de las imágenes para servir de ejemplo y, en expresión de la época, mover los afectos. Cuando le toca al turno al grupo escultórico que ocupa el centro de este tratado de la religiosidad del siglo XVII, el tema elegido es la consecuencia natural del contexto: el entierro de Cristo. ¿Cuál es la razón de que sea ésta y no otra la escena que domina este espacio sagrado, la que se nos ofrece como representación permanente de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor? La Hermandad, desde sus orígenes, había hecho suya una tarea que la ponía en contacto con un mundo en el que la muerte y la marginalidad eran protagonistas. Dar sepultura digna a los ajusticiados se convirtió en seña de identidad de la corporación, y así se mantuvo a lo largo de siglos: era, en palabras de la propia hermandad, “la principal (obra) de nuestro Instituto”. Cuando Pedro Roldán recibe el encargo no hay vacilaciones: el protagonismo le corresponderá al ajusticiado por excelencia; nadie más que Cristo merece ese título, y cada uno de los personajes que figuran junto a él afrontan una empresa que no tiene parangón posible.

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La imagen del Santísimo Cristo de la Expiración, realizada por Francisco Antonio Gijón apenas una década más tarde, comparte este mismo universo. La obra traduce a la perfección un instante, aquél que recoge de modo muy preciso el Evangelio de S. Mateo al hablar de que Jesús “exhaló el espíritu”. La frontera entre la vida y la muerte parece delineada al pie de la figura; antes han existido pasión, dolor y agonía; después, muerte, oscuridad y silencio, que solo cederán ante la fuerza imparable de la Resurrección. Precisamente por ello, siempre que contemplo esta talla singular pienso en una expresión que se ha empleado muchas veces al hablar de un elemento clave en nuestra cultura contemporánea como es la fotografía: el instante decisivo. Utilizada casi siempre para hablar de uno de los grandes fotógrafos del siglo XX, Henri CartierBresson, es en realidad una interpretación, algo imprecisa, de una frase de alguien que no estaba tan lejos en el tiempo ni en su pensamiento de quienes hicieron posible la imagen del Cachorro: me refiero a Paul de Gondi, Cardenal de Retz, quien vivió en la Francia del siglo XVII y falleció en 1679, apenas tres años antes de que la escultura sevillana comenzara a tomar forma. En sus Memorias se encuentran las siguientes palabras: “No hay nada en el mundo que no tenga su momento decisivo, y la obra maestra de la buena conducta es conocer y aprovechar este momento”. Me interesa especialmente la primera parte de la cita, y sobre todo la idea del “momento decisivo”. La enorme dificultad del reto asumido en su día por el escultor fue compartir con sus contemporáneos y –como el paso del tiempo así lo avala– con las generaciones sucesivas lo que acontece en un brevísimo e irrepetible lapso de tiempo, el que va del Cristo vivo y sufriente al Cristo muerto. Si observamos su contexto –el de la escultura religiosa del siglo XVII–, abundan las imágenes de crucificados que claman desde el dolor, e incluso son más todavía las representaciones de la figura inerte. Sin embargo, y parafraseando al Cardenal de Retz, nos encontramos ante la obra maestra del momento decisivo, del tránsito entre dos estados.


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Precisamente aquí quiere descansar mi reflexión en torno a un término cuya acepción me parece cada vez más desvirtuada y que se encuentra en el núcleo de la imagen del Cristo de la Expiración y su devoción prolongada en el tiempo: me refiero a la palabra barroco. Pocas expresiones son tan utilizadas en las celebraciones públicas de la ciudad, y desde luego en todo lo que compone y rodea a la Semana Santa. Ello conlleva demasiado a menudo un desgaste de dicho término, su banalización y, de modo lógico, la pérdida de su auténtico significado. Probablemente para quienes entienden los procesos culturales y artísticos en una clave meramente estilística, como una categoría que se convierte en un rótulo adherido a una obra artística, esto carece de sentido; sin embargo, si en vez de esto optamos por una perspectiva más amplia, la idea cobra pleno significado. El Barroco no es una forma de hacer en las artes plásticas o en la arquitectura independiente de su contexto; el Barroco es un tiempo –de modo especial el siglo XVII y, en el caso de Andalucía, también buena parte del XVIII–, una cultura y un complejo de mentalidades –moldeadas por el impacto del Concilio de Trento y la Contrarreforma y por el poder de las monarquías absolutas-, que impulsan un conjunto de creaciones marcadas por los procesos formativos de los artistas, por los vínculos de éstos con su clientela y por una serie de valores estéticos y recursos técnicos que en su época representaron importantísimas innovaciones. Las mejores creaciones del Barroco, si se me permite la expresión, fueron radicalmente modernas para su tiempo, y la forma en que se recibieron, ya que se conservan testimonios de ello, no siempre resultó acorde con la valoración crítica que hoy hacemos de las mismas. Sería una lectura muy superficial pretender que una obra del presente es barroca si lo único que ofrece es la repetición de ciertos modelos ornamentales cuyo sentido solo se encuentra al relacionarlos con su contexto original. Pensemos, por ejemplo, en la gran cantidad de imágenes, pasos y enseres que se siguen realizando para la Semana Santa andaluza cuya descripción incluye de modo gratuito las expresiones barroco, neobarroco o estilo barroco. Cualquier análisis de estas obras nos conduce a unos mismos patrones: conjuntos diseñados y ejecutados a menudo por una misma persona, formada

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en el ámbito de los oficios tradicionales pero sin un soporte teórico tras su trabajo; abundancia de elementos decorativos carentes de un programa iconográfico coherente… La única defensa a la que estas realizaciones pueden apelar es la costumbre, que se enmascara casi siempre con el término tradición, sin que exista más que una invocación lejana de los grandes y verdaderos precedentes. Ahora que nos separan tres siglos desde la muerte de Francisco Antonio Gijón y que son algunas décadas más las que la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración ha podido rendir culto a la figura creada por el imaginero, conviene recordar cuáles son las razones por las cuales nos encontramos ante una obra maestra de la plástica barroca. Y éstas son evidentes: responde a la perfección a lo que la Iglesia demandaba desde el Concilio de Trento, a esa necesidad de una cultura visual que abriera las ventanas de los sentidos para penetrar en el alma; su factura refleja el desarrollo de las técnicas de talla y policromía desde finales del siglo XVI, las cuales alcanzan aquí una de sus cimas; las fronteras entre lo verdadero y lo fingido saben transmitir con precisión los valores de retórica y artificio que impregnan toda la cultura de ese periodo. ¿Hay algo pues de lo que erróneamente se suele creer como sustancial al barroco? La respuesta está en la contemplación del Santísimo Cristo de la Expiración. Es fácil ver que no necesita de un aparato ornamental que lo acompañe; lo más semejante a ese ornamento podrían ser las potencias y la corona que se encuentran sobre su cabeza. Las primeras no dejan de ser un elemento simbólico y la segunda representa por contraste las notas naturalistas propias de la concepción del Barroco como territorio de contacto entre lo sagrado y lo real. Además, cuando la imagen aparece despojada de ambas su fuerza no se resiente en absoluto. Por otro lado, no cabe considerar un exceso ornamental el magnífico sudario, ya que su naturaleza tiene que ver sobre todo con la idea de hacer lo efímero permanente, de ahondar en esa suspensión del tiempo que observamos en el rostro de la imagen, que se transmite a su anatomía y que encuentra en el paño su plasmación a través de un objeto inanimado. La lección –si se me permite el atrevimiento de parafrasear el poema de Aquilino Duque- que el Cachorro sigue ofreciéndonos hoy podría resumirse de modo sencillo: esto es el Barroco.


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Música y liturgia. José Luis Aldea Carbajo.

Desde el mismo momento de la creación del ser humano, la música ha formado parte inseparable de su vida. No hay civilización o cultura de la que no haya muestras de haber empleado algún tipo de manifestación musical, y en una diversidad de formas tan variada como los mismos pueblos. Es por ello que desde los mismos orígenes del cristianismo, la música, y en particular el canto, está también intrínsecamente ligada a la liturgia y la oración. En los primeros siglos de la iglesia, la música sacra estaba totalmente en función de las enseñanzas cristianas y debía servir principalmente para ayudar al pueblo a abrir sus corazones a la vivencia de lo sagrado. En esta primera época, la música instrumental no era considerada idónea. Posteriormente, cuando la iglesia se establece en Roma, se declaró oficialmente como sagrada la música que se utilizaba en la liturgia, y como música profana la música popular. En este momento es el papa Gregorio I el que durante el siglo VI, en un intento de unificar y clarificar la variedad musical existente, organiza la liturgia asignando cantos propios a los textos de la liturgia durante todo el año litúrgico, que es lo que hoy conocemos como el Canto Gregoriano, no siendo dicho papa por así decirlo un creador o compositor, como a veces se piensa, sino más bien un recopilador. Durante todos los siglos posteriores el canto gregoriano fue y es el referente de lo que debiera de ser el canto litúrgico. Paulatinamente, se van añadiendo también instrumentos a la liturgia, siendo siempre su papel de acompañamiento al canto, con una importancia fundamental del tradicional órgano de tubos, importancia que llega en los documentos oficiales incluso hasta nuestros días. Ya en el renacimiento y siglos posteriores, en el que la música occidental adquiere su etapa más brillante, es cuando surgen compositores como Palestrina, Tomás Luis de Victoria, Juan Sebastián Bach, Mozart, etc. que llevan el arte musical inspirado por lo sagrado a su más alta forma, siendo muchas de sus obras hoy día in-

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terpretadas continuamente en los más importantes auditorios de todo el mundo, pero quedando en general y salvo excepciones fuera de las celebraciones litúrgicas. Saltando en el tiempo llegamos hasta el siglo XX, y es el papa Pío X el que trata de dar forma y decidir una serie de normas básicas para que los compositores pudieran escribir música considerada apropiada para la liturgia. En este momento, los compositores debían ser aprobados por Roma y solo formaban parte de esta lista músicos europeos, y con esta forma de control también se garantizaba una unidad de criterios y estándares que les permitía juzgar objetivamente el carácter sacro o profano de una música determinada. Posteriormente, en el Concilio Vaticano II se promueven innumerables cambios en la liturgia que tratan de acercarla y participarla del pueblo, que hasta ese momento era prácticamente un espectador de lo que sucedía. En dicho concilio se menciona que “para promover la participación activa, la gente debe ser motivada a tomar parte en la celebración por medio de exclamaciones, respuestas, salmodia, antífonas y cantos, así como por medio de acciones, gestos y presencia” (CLS30). Este nuevo cambio promovido por la Iglesia, amplía de nuevo la consideración de lo que es música litúrgica, estando convencidos los líderes de la iglesia de que esta manera se puede activar una conversión más profunda en el corazón de los creyentes al promover su participación activamente en la liturgia, estando permitido además hacerlo en la lengua vernácula, saltando la tradicional dificultad que había hasta el momento ya que todo se desarrollaba en latín; y además se abre la posibilidad de que la consideración de música litúrgica quede sujeta a la enorme variedad de culturas y peculiaridades que en el mundo hay, ya no es Roma la que decide absolutamente todo, siendo el ordinario del lugar el que en muchas ocasiones tiene la decisión de considerar lo que es idóneo o no. Recientemente, desde la vicaría general de la archidiócesis de Sevilla, se advertía de los excesos


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y faltas de idoneidad en muchas celebraciones litúrgicas que se celebraban, entre estas la falta de adecuación de la música y del repertorio elegido, especialmente en celebraciones como bodas, bautizos o similares. En éstas, la música pasa ser considerada como algo puramente estético o ambiental, y pierde absolutamente su significado y función original, pudiéndose oír a veces piezas absolutamente inapropiadas para el lugar donde se desarrolla la ceremonia. Es algo que nunca se debiera olvidar: la música, a pesar de que sea algo que emociona, y que en determinadas circunstancias puede ser usada también de una forma ambiental, o con un fin puramente estético, no debiera ser usada en este sentido en la liturgia nunca, ya que si no pierde su finalidad y sentido. Es verdad que a veces, la complejidad y variedad de normas que emanan de la iglesia y de las consecuentes interpretaciones que se hacen de ellas, hacen que sea complejo determinar que está bien y que no; pero tampoco debería de ser tan complicado atendiendo a unos pocos aspectos claros. Además de los innumerables documentos que acerca de la música se han publicado y siguen teniendo vigencia, es imprescindible acudir siempre a la Ordenación General del Misal Romano, en adelante OGMR, en el que se encontrarán todas las instrucciones relativas a la liturgia en general, y a la música y al canto en particular. Por tanto parece oportuno reproducir algunos números en los que se cita y se habla del canto. OGMR Importancia del canto 39. Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando unidos la venida de su Señor, que canten todos juntos salmos, himnos y cánticos inspirados (cfr. Col 3,16). Pues el canto es signo de la exultación del corazón (cfr. Hch 2, 46). De ahí que San Agustín dice con razón: “Cantar es propio del que ama”, mientras que ya de tiempos muy antiguos viene el proverbio: “Quien canta bien, ora dos veces”. 40. Téngase, por consiguiente, en gran estima el uso del canto en la celebración de la Misa, atendiendo a la índole de cada pueblo y a las posibilidades de cada asamblea litúrgica. Aunque no sea siempre necesario, como por ejemplo en las Misas fériales, cantar todos los textos que de por sí se destinan a ser cantados, hay que cuidar abso-

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lutamente que no falte el canto de los ministros y del pueblo en las celebraciones que se llevan a cabo los domingos y fiestas de precepto. Sin embargo, al determinar las partes que en efecto se van a cantar, prefiéranse aquellas que son más importantes, y en especial, aquellas en las cuales el pueblo responde al canto del sacerdote, del diácono o del lector, y aquellas en las que el sacerdote y el pueblo cantan al unísono. 41. En igualdad de circunstancias, dése el primer lugar al canto gregoriano, ya que es propio de la Liturgia romana. De ninguna manera se excluyan otros géneros de música sacra, especialmente la polifonía, con tal que sean conformes con el espíritu de la acción litúrgica y favorezcan la participación de todos los fieles. Como cada día es más frecuente que se reúnan fieles de diversas naciones, conviene que esos mismos fieles sepan cantar juntos en lengua latina, por lo menos algunas partes del Ordinario de la Misa, especialmente el símbolo de la fe y la Oración del Señor, usando las melodías más fáciles. Parece una quimera siquiera imaginar hoy día que el pueblo tenga la preparación suficiente como para poder cantar melodías gregorianas, que distan tantísimo de la música y del mundo actual. Pero ahondando más en el significado de lo que se dice, si parece oportuno que algunas de las características del canto gregoriano sean las que deberían seguir teniendo plena vigencia en la música litúrgica actual, como así sucede en muchos de los estrenos y de obras compuestas actualmente para las ceremonias vaticanas. Tres pudieran ser las características principales para tomar como referencia: una y quizás la más importante sería la sencillez y simplicidad, estando la música al servicio del texto, y no al revés; la segunda sería la inspiración bíblica de los textos, garantizándoles así un valor intrínseco a los mismos; y la tercera sería que es música expresamente pensada para la liturgia, no otros tipos de música adaptadas a tal fin. Muchos de los cantos que hoy día se siguen cantando con mucha frecuencia, como por ejemplo el popular Cantemos al Amor de los Amores, himno compuesto para un congreso eucarístico, cumplen fielmente estos preceptos y son fáciles de aprender por el pueblo, con melodías sencillas y emotivas, y que combinan y alternan la intervención del coro, al que se destinan las partes más complejas, con


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los estribillos mas sencillos que son los que canta el pueblo. Compositores como Lucien Deiss, Aragüés o Palazón compusieron en los años posteriores a la reforma multitud de obras de calidad con estas premisas, y sin que muchos de nosotros lo sepamos se oyen continuamente en las iglesias y son cantados habitualmente. Con frecuencia también se oyen otras piezas en las cuales el contenido del texto cambia o se adapta, o literalmente se hacen reinterpretaciones completas de un texto. Esto que fue bastante común en ciertos excesos posteriores a la reforma conciliar, debería de ser absolutamente evitado. Grosso modo, la misa está compuesta por dos partes: El Ordinario, constituido por el Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Padrenuestro, Agnus Dei, cuyos textos no deben ser en ningún caso alterados, y que permanecen invariables en todas las celebraciones. Y el Propio, que son aquellas partes variables de la misa en función del calendario litúrgico y otras consideraciones. De todas las que lo constituyen, quizás las más importantes al efecto que tratamos serían el Introito, el Aleluya, el Ofertorio y la Comunión. De igual forma que no todas las celebraciones tienen la misma importancia o solemnidad, la adecuación de la música al grado de las mismas debería ser la correcta. En las misas feriales o de diario, parece difícil pensar que se pudiesen cantar algunas de las partes más recomendables, ya que circunstancias de todo tipo lo hacen complicado en la práctica muy difícil de llevar a cabo. La asamblea no debería en ninguno de los casos ser un mero observador, como una especie de asistente a un concierto en el que uno no participa, sino que debería ser partícipe de la práctica totalidad de los cantos, ya que estos no son sino una forma más elevada de oración. Obviamente apreciamos que esto en la realidad rara vez se lleva a cabo, y en algunos casos se antoja muy difícil pensar que alguna vez se pueda llegar a cumplir en su plenitud. Pero al menos un punto medio como punto de partida, sí pudiera ser deseable, y cantos como los del ordinario, el canto de entrada y el aleluya que precede al Evangelio si seria deseable que habitualmente fuesen cantados por pueblo. El objetivo final a conseguir es que el pueblo no cante en la misa, sino que cante la misa.

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Hemeroteca; el Viernes Santo de 1930. Rafael Francisco Ruiz Vázquez.

Hoy elegimos buscar en la hemeroteca información sobre un año significativo y que puede ilustrar sobre toda una época en la historia de nuestras cofradías y de la Semana Santa; 1930. En el año 1930 tiene lugar una Semana Santa que las crónicas califican unánimemente como “esplendorosa”. Estamos a finales de los felices veinte, acaba de celebrarse la Exposición Universal en una Sevilla que vive unos años de apogeo cultural y económico. Baste recordar que la Sevilla de esos años, alrededor de los cuales se gestó el movimiento poético del 27 y por la que podías encontrarte a los muy jóvenes Villalón, Cernuda, Collantes de Terán, Romero Murube, Sierra y otros, conoce el final o culmen de la que se reconoce hoy como más importante de las épocas “fundacionales” de la Semana Santa tal como ahora la concebimos. Ya han consolidado los aportes musicales de Font de Anta, Gómez Zarzuela, etc; la revolución estética de Rodríguez Ojeda se ha apropiado de un gran número de cofradías; surgen hasta cinco nuevas hermandades en los años veinte, en que se siguen aportando a Sevilla joyas como nuestro palio del Patrocinio… El diario ABC resume la Semana Santa del entonces popular personaje “Oselito”, de Martínez de León, que termina su peculiar Semana Santa apoyado en el barandal del puente viendo al Cachorro, antes de sufrir pesadillas de acreedores amontonados a su puerta. Pero si algo destacan los periódicos de ese año es la visita de SS. MM. los Reyes de España. “El Noticiario Sevillano” del sábado de Gloria, 19 de abril de 1930, titula en su portada “Las Cofradías y la jornada regia”, con foto del Rey, la Reina y la fa-

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milia real en los palcos de la plaza. En la página 2 al hablar de nuestra hermandad recoge “…El Cachorro va hermosísimo luciendo magníficos ramos de claveles donados por el facultativo del Hospital Central señor Gómez Delgado… Preside el paso del Cristo el ex matador de toros Juan Belmonte, y detrás del Cachorro van numerosas hermanas penitentes, entre ellas la Infanta Luisa de Orleáns. El paso de la Virgen del Patrocinio va pletórico de claveles rosas y el peto de la Soberana de los Cielos lleva joyas valiosísimas de los Infantes y de la Marquesa de Arguellos”. En el diario “ABC” se comenta nuestra Hermandad como “La del Patrocinio”, señalando que “la salida se realizó enmedio del mayor entusiasmo de su devotos” y que “numeroso público acudió a Triana a presenciar


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la salida”, aludiendo también a la Presidencia del paso del Cristo por D. Juan Belmonte. Señala igualmente que “la peana del Cristo llevaba una vara con lazos negros por el fallecimiento del hermano de la cofradía Don José Rivas” y que “tras el paso, de penitente, una Infanta de España, Doña Luisa, acompañada de su dama y grupo más de mujeres penitentes” y luego la Banda de Música de Ingenieros, “y el paso de María Santísima del Patrocinio, presidido por D. Ricardo Monsalves y los Sres Herrera y Astolfi. Lucía riquísimo palio, magnífico manto bordado y gran profusión de flores, distribuidas con singular acierto… En las primeras horas de la madrugada se recogió esta cofradía que puso, como siempre, su nota fuerte y vibrante, al paso del puente, sobre las aguas del río”. Curiosamente la reseña del Correo de Andalucía dirá que la Infanta María Luisa iba tras de

la Virgen del Patrocinio, lo que nos lleva a pensar que pudo hacer una parte del recorrido tras cada uno de nuestros titulares. La Infanta que de esta forma hizo penitencia de Viernes Santo tras nuestras imágenes fue Luisa Francisca Maria Laura de Orleáns, nacida en Cannes el 24 de febrero de 1882 y fallecida en Sevilla el 18 de abril de 1958, princesa de Orleans por nacimiento, fue infanta de España por concesión de Alfonso XIII y princesa de Borbón por matrimonio. Residía con su madre en el Palacio de Villamanrique de la Condesa. Casada con el infante Carlois Tancredo de Borbón, tuvo cuatro hijos, la tercera de las cuales fue María de las Mercedes de Borbón y Orleáns, casada con D. Juan de Borbón y madre del Rey emérito Don Juan Carlos, y abuela del actual Rey D. Felipe.

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