Vestidos de Cristo
Sábado 19 de marzo LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 1:21-35; Lucas 4:31-42; Mateo 6:14, 15; 25:34-46; Salmo 31:24. PARA MEMORIZAR: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4). MUCHAS PUBLICACIONES CIENTÍFICAS informaron de los efectos positivos que la religiosidad, la fe, la oración, el perdón, la esperanza y la asistencia a la iglesia pueden tener sobre la salud emocional y mental. ¡Sorpresa de sorpresas! Pero esto no es mágico; se aplica solamente a quienes están bien comprometidos con sus principios religiosos. El psiquiatra Montagu Barker, experto en la relación entre religión y salud mental, afirma que la religión es una salvaguardia contra la enfermedad mental, pero solo cuando el creyente está bien comprometido con sus creencias. Si no, la religión llega a ser fuente de culpa, y causa de perturbaciones emocionales, mentales y de conducta. Consideraremos el ejemplo de Jesús para fortalecernos en la fe. Al estudiar su vida y mantener una estrecha relación con él, podemos crecer espiritualmente, lo que conduce a una mejor salud mental. La oración y el estudio de la Biblia, la adoración, la práctica del perdón, el servicio a otros, y la confianza en Dios ayudan al desarrollo espiritual y la salud mental. Con Jesús no nos equivocaremos. Domingo 20 de marzo: EL SEÑOR QUE ORABA
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Lee Marcos 1:21 al 35 y Lucas 4:31 al 42. ¿Qué aprendes de los hábitos de oración de Jesús? ¿Qué nos enseña esto acerca de nuestra necesidad de orar? __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ Jesús fue a la sinagoga un sábado en Capernaum, enseñó las Escrituras, reconocieron su autoridad y sanó a un hombre endemoniado. Después de la reunión, Jesús y sus discípulos fueron a la casa de Pedro y Andrés, y allí sanó a la suegra de Pedro. A la puesta del sol, “la población entera” (Mar. 1:33, NVI) le llevó toda clase de enfermos y endemoniados para que los sanara. “Nunca hasta entonces había presenciado Capernaum un día semejante. Por todo el ambiente repercutían las voces de triunfo y de liberación. No cesó Jesús su obra hasta que hubo aliviado al último enfermo. Muy entrada era la noche cuando la muchedumbre se alejó, y la morada de Simón quedó sumida en el silencio” (EJ 80). Debió haber sido un día agobiador para Jesús. Sin embargo, no durmió hasta tarde, porque necesitaba estar en comunión con su Padre; así que se levantó antes del amanecer, y fue a un lugar solitario a orar. Jesús, aquel que había estado con el Padre antes de que creara el mundo (Juan 17:5), el que había creado el universo entero (Juan 1:3), sintió la necesidad de orar. El concepto es notable. Después de días estresantes, tendemos a posponer la oración y la comunión con Dios. Pero es precisamente en esos momentos de agotamiento psicológico cuando más necesitamos el bálsamo calmante de la oración y de la Palabra de Dios. Si esto era necesario para Jesús, ¿cuánto más debería serlo para nosotros? La oración es un factor positivo en el bienestar y la salud mental. Aunque no entendamos cómo actúa, se nos amonesta a orar (Luc. 18:1; 21:36; Rom. 12:12). ¿Quién no ha sentido el impacto positivo que pueden tener, sobre el espíritu y la mente, la oración y el estudio de la Palabra? No necesitamos comprender todos los misterios de la oración para tener una buena relación con Dios. ¿Qué clase de vida de oración tienes? ¿Cuánto tiempo pasas con la Palabra de Dios? ¿Qué puedes hacer para que tus momentos devocionales sean más significativos? Es importante pasar tiempo en oración y en la lectura de la Palabra, pero el tiempo no es el único elemento. ¿Qué otros factores se necesitan?
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Lunes 21 de marzo: LA ADORACIÓN Y LA COMUNIDAD DE LA IGLESIA Jesús iba regularmente a la sinagoga en sábado (Luc. 4:16). Su ejemplo nos habla de la importancia de la comunidad. El concepto de “un cristiano solitario”, independiente de la iglesia, no es bíblico. Puede haber algún caso bíblico de esto, pero eso no demuestra que sea el plan de Dios. En todas las Escrituras, vemos al pueblo de Dios como una comunidad, un grupo que trabaja junto para el beneficio mutuo y de la iglesia como un todo. Lee 1 Corintios 12:12 al 31, y Efesios 4:15 y 16. Según estos textos, ¿cuál es nuestra función y nuestro lugar en una comunidad eclesiástica? __________________________________________________________________ Es interesante que estudios recientes muestren que quienes asisten y participan en actividades de la iglesia (comparados con los que no lo hacen) en forma regular: son menos propensos a sufrir adicciones. son más propensos a ser sexualmente responsables. están menos involucrados en conductas riesgosas. son más propensos a practicar ética en sus negocios y en el trabajo. son más propensos a gozar de una red social más rica y del apoyo de grupos. son más propensos a demostrar altos niveles de autoestima y eficacia personal. son más propensos a superar mejor las pérdidas (muerte de amados, calamidades, complicaciones de salud, etc.). son más propensos a albergar emociones positivas (amor, perdón, contentamiento, etc.). son menos propensos a albergar emociones negativas (culpa, temor, hostilidad, enojo, etc.). Pertenecer a una iglesia puede ser terapéutico para el alma y el cuerpo. Es cierto, en ocasiones surgen problemas en la comunidad, y algunos la abandonan enojados y amargados; pero, con más frecuencia, los que tienen problemas pueden encontrar en la iglesia apoyo, compañerismo y estímulo, que no podrían conseguir en ninguna otra parte. Piensa en cómo sería la iglesia si cada miembro practicara las palabras de Pablo: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gál. 6:2).
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¿Cuál es tu relación con el cuerpo de tu iglesia local? ¿Das más de lo que recibes? ¿Por qué, a veces, podrías necesitar recibir más? Al mismo tiempo, si todos fuéramos a la iglesia con la actitud de darnos cuando y donde podamos, ¿qué clase de comunidad tendríamos? Martes 22 de marzo: EL PERDÓN “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34). Lee Mateo 6:14 y 15. ¿Qué mensaje nos da Jesús aquí? ¿Qué enseña que tiene consecuencias eternas para todos nosotros? __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ Jesús enseñó a orar: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (vers. 12). Luego insistió (vers. 14, 15) en que, si no deseamos perdonar, Dios no nos perdonará. El pensamiento es aterrador. En última instancia, todos somos pecadores, y necesitamos el perdón divino. Por eso, todos debemos aprender a perdonar si queremos ser perdonados. El perdón es importante por ser el fundamento para reparar y mantener buenas relaciones. La carga de pecado es dolorosa, y debe ser liberada por medio del perdón que obtenemos de Dios y por el perdón que otorgamos a otros. La experiencia del perdón es útil, no solo para quien lo recibe, sino también para quien lo otorga. El sentimiento de gracia y generosidad experimentado por quien concede el perdón acerca a Dios y contribuye a la edificación del carácter. Un estudio realizado entre personas divorciadas mostró la diferencia entre los que estaban dispuestos a perdonar y los que no lo estaban. Mark Rye, de la Universidad de Iowa, EE.UU., reclutó a 199 personas divorciadas de distintas organizaciones. Los investigadores encontraron que los que extendían el perdón a sus anteriores cónyuges gozaban de niveles más altos de salud mental. Cuando fueron comparados con los que no estaban dispuestos a perdonar, las personas perdonadoras experimentaron niveles más altos de bienestar y satisfacción religiosa, y niveles más bajos de enojo y depresión.
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Esto no es una experiencia aislada. El perdón reduce la depresión y la ansiedad, aumenta la estima propia y el bienestar emocional general. En cambio, mantener rencor es peligroso para el cuerpo y el alma. ¿Es esto tan sorpresivo? ¿Quién no ha experimentado el alivio y la sanidad que vienen de ofrecer el perdón a los que los han herido? ¿Cómo puedes practicar el consejo de Pablo: “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col. 3:13). ¿Qué elecciones debes hacer a fin de perdonar a los que te han herido? Miércoles 23 de marzo: EL SERVICIO La extensión de los adventistas del séptimo día al mundo, históricamente, ha tenido dos ramas básicas de ministerio: enseñar/predicar y sanar/ayudar, que representan las dos mayores tareas del ministerio de Jesús (ver Mat. 9:35; Hech. 10:38). La Iglesia Adventista del Séptimo Día es conocida, en el mundo, por su obra de sanidad y acción humanitaria. Estas tareas han sido bastante institucionalizadas en muchos lugares. Como resultado, el miembro corriente no suele ocuparse directamente en estos ministerios. Algunos proveen apoyo financiero; otros dejan estos ministerios a los profesionales; y algunos aun los consideran con indiferencia. Al fin, muchos no se involucran directamente en la tarea de ir “haciendo bienes” y pierden una gran bendición. ¿Por qué? Porque hay una gran bendición personal al ministrar a otros. La sencilla práctica de compartir con los necesitados y de ayudar a algún enfermo, o sencillamente escuchar los problemas de otros, resulta en gran bendición para quien realiza este ministerio. Hay algo dentro de nosotros, algo que seis mil años de pecado no han borrado totalmente, que nos hace sentir bien cuando servimos a los demás. Lee Mateo 25:34 al 46. ¿Qué enseña Jesús aquí? ¿Qué significa esto a la luz de Efesios 2:8 y 9? __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ La salvación no puede ser obtenida por causa de las obras. Si lo fuera, nadie sería
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salvo. La gracia de Dios, manifestada por el sacrificio de Jesús en nuestro favor, es el único medio de salvación. El aceptar la gracia de Dios produce buenas obras, y estas obras revelan la realidad de nuestro caminar con Dios. Las obras que hacemos deberían ser una consecuencia de saber que ya tenemos salvación en Jesús, como resultado de sus obras por nosotros. Las obras son el efecto natural de ser salvos, no un medio para salvarnos. Recordemos siempre esta distinción tan importante. Hay una gran bendición emocional y espiritual para quienes, en gratitud por la salvación que tienen en Jesús, se dan a sí mismos por otros. Muchas personas con problemas emocionales se sentirían mejor si cambian sus pensamientos de sí mismos hacia otros. ¿Infeliz, insatisfecho? Es probable que sea porque estás demasiado absorto en ti mismo. Ayuda a otros, y ve lo que ocurre. Jueves 24 de marzo: ESPERANZA Y CONFIANZA EN DIOS “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón” (Sal. 31:24). ¿Qué razones tenemos para poner nuestra esperanza en Dios? __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ La esperanza es un factor crítico en la salud mental. Una actitud de esperanza para quienes se encuentra como rehenes marca una diferencia en la supervivencia. La esperanza es un motivador mayor, y una fuente de perseverancia mental y física. La mayoría de los tratamientos contra la depresión actúan bien en pacientes convencidos de que el humor puede mejorar y que se los puede ayudar. De hecho, la depresión y la ansiedad a menudo afligen a aquellos cuya perspectiva de la vida es pesimista y desesperanzada. Una actitud de esperanza puede marcar una gran diferencia en nuestra perspectiva mental. Pero, hay más que la esperanza general de que “no importa cuál sea tu aflicción actual, terminará bien”. La esperanza religiosa trasciende lo finito y se concentra en lo eterno, y nos dirige hacia realidades, verdades y promesas que el mundo nunca puede ofrecer. Es una esperanza que se encuentra en el Dios creador, quien puede darnos lo que el mundo no puede dar.
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Lee Mateo 26:36 al 44. ¿Qué podemos aprender de Jesús acerca de confiar en Dios, aun en tiempos malos? __________________________________________________________________ __________________________________________________________________ El pasaje nos cuenta del estado de desánimo del Salvador. Se usan palabras cuidadosamente elegidas para describir las dolorosas emociones de Jesús: entristecerse, angustiarse en gran manera, profundamente angustiado. Con corazón quebrantado y no tomado en cuenta por sus amigos, cayó no solo sobre sus rodillas, sino también sobre su rostro y le pidió alivio a Dios. Como el alivio no vino, lo pidió de nuevo. Y otra vez. Nota que cada vez que expresaba ese pedido, rogaba para que se hiciera la voluntad de Dios. Al fin, Jesús puso toda su confianza en el Padre. Sin importar lo que sucediera, él se rindió a su Padre. Ese era su camino, y también debe ser el nuestro. Una cosa es confiar en Dios en los tiempos buenos. Pero ¿cómo podemos aprender a confiar en él en los tiempos malos, o cuando no contesta las oraciones como deseamos? Viernes 25 de marzo PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Debemos oírlo individualmente hablarnos al corazón. Cuando todas las demás voces quedan acalladas, y en la quietud esperamos delante de él, el silencio del alma hace más distinta la voz de Dios. Nos invita: ‘Estad quietos, y conoced que yo soy Dios’ (Sal. 46:10). Solamente allí puede encontrarse verdadero descanso. Y esta es la preparación eficaz para todo trabajo que se haya de realizar para Dios. Entre la muchedumbre apresurada y el recargo de las intensas actividades de la vida, el alma que es así refrigerada quedará rodeada de una atmósfera de luz y de paz. La vida respirará fragancia, y revelará un poder divino que alcanzará a los corazones humanos” (DTG 331). “Cada rayo de luz arrojado sobre otros será reflejado sobre nuestros propios corazones. Cada palabra bondadosa y compasiva hablada a los tristes, cada don para atender las necesidades de los demás seres humanos, dados o hechos para gloria de Dios, resultarán en bendiciones para el dador. Aquellos que de este modo actúan están obedeciendo una ley del cielo y recibirán la aprobación de Dios. El placer de hacer el bien a otros imparte un brillo a los sentimientos, que fulgura a través de los nervios, aviva la circulación de la sangre e induce la salud mental y física” (T 4:56).
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PREGUNTAS PARA DIALOGAR: 1. ¿Qué ha hecho la oración y el estudio de la Biblia en tu caminar con Dios? ¿Dónde estarías espiritualmente si dejaras de hacer eso? Escribe un testimonio en cuanto a lo que estas prácticas significan para ti y por qué son tan importantes en tu andar con Dios. 2. ¿Cuál ha sido tu experiencia con la comunidad de tu iglesia local? ¿Cómo puedes mejorar esa experiencia? ¿Cómo puedes trabajar con tu iglesia para hacerla un lugar en el que todas las personas se sientan cómodas, donde todos sean bienvenidos, donde todas las personas puedan aprender acerca de la salvación y del mensaje de la verdad presente que tenemos para el mundo? ¿En qué áreas tu iglesia es fuerte, y en cuáles debe mejorar? 3. ¿Cuál ha sido tu experiencia con respecto a dar y recibir el perdón? ¿Qué has aprendido que puede ayudar a aquellos que tienen necesidad de aprender a perdonar? 4. Supongamos que alguien se acercara a ti y te dijera: “Sí, yo creo en Dios, en Jesús, en la salvación, pero no sé cómo caminar en fe. No sé cómo confiar en Dios”. ¿Qué consejo práctico le darías? Gracias a:
http://escuela-sabatica.blogspot.com/ Las notas de Elena de White, junto al Comentario del Libro Complementario son gracias a: http://www.escuelasabatica.cl/2011/tri2/lecc13/leccion.htm Notas de E. G. White Lección 13 - Vestidos de Cristo
Sábado 18 de junio Que nuestro espíritu esté limpio de toda mundanalidad, de todo pensamiento impuro y de toda brusquedad, y que nuestras palabras sean puras, santificadas, vivificadoras y refrescantes hacia todos los demás. No permitamos ser provocados fácilmente. Si la alabanza a Dios se manifiesta en el corazón y en los labios, nadie podrá honestamente decir alguna cosa mala de nosotros. Dios desea que nos controlemos a nosotros mismos, y ha provisto la ayuda del Espíritu Santo a fin de que, mediante Cristo, podamos construir un carácter puro y hermoso en el que
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Dios pueda agradarse. Debemos juzgar con seriedad y fervor nuestros defectos, para que Jesús, que dio su vida como sacrificio por nuestros pecados, pueda presentarnos puros y sin mancha delante del universo celestial: "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (S. Juan 1:12, 13) (Signs of the Times, abril 25, 1900).
Notas de E. G. White Lección 13 - Herederos conforme a la promesa
Domingo 19 de junio "Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber" (S. Juan 16:14). Con estas palabras Cristo declara la obra culminante del Espíritu Santo. El Espíritu glorifica a Cristo convirtiéndolo en el supremo objeto de estima, y el Salvador llega a ser la delicia y el regocijo del elemento humano en cuyo corazón se obra esa transformación... El arrepentimiento frente a Dios y la fe en Jesucristo son los frutos del poder renovador de la gracia del Espíritu. El arrepentimiento representa el proceso por medio del cual el alma trata de reflejar la imagen de Cristo ante el mundo. Cristo les da el aliento de su propio espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo despliega sus más altas energías para obrar en el corazón y la mente. La gracia de Dios amplía y multiplica sus facultades, y toda perfección de la naturaleza divina los auxilia en la obra de salvar almas. Por la cooperación con Cristo, son completos en él, y en su debilidad humana son habilitados para hacer las obras de la Omnipotencia. La obra de la vida de un cristiano debería ser vestirse de Cristo y asemejarse más perfectamente a él. Los hijos de Dios deben progresar en su obra de asemejarse a Cristo, nuestro modelo. Deben contemplar diariamente su gloria e incomparable excelencia. ¡Ah, si el bautismo del Espíritu Santo descendiera sobre vosotros, para que fuerais impregnados del Espíritu de Dios! Entonces, día tras día os irías asemejando cada vez más a la imagen de Cristo, y cada acción de vuestra vida encerraría la pregunta: "¿Glorificará esto al Maestro?" Haciendo el bien paciente y constantemente, buscaréis la gloria y el honor, y recibiréis el don de la inmortalidad (Dios nos cuida, p. 43).
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Todos los que estudian la vida de Cristo y practican sus enseñanzas, vendrán a ser como Cristo. Su influencia será como la de él. Revelarán sanidad de carácter. Mientras andan en la humilde senda de la obediencia, haciendo la voluntad de Dios, ejercen una influencia que se hace sentir en favor del progreso de la causa de Dios y la sana pureza de su obra. En estas almas cabalmente convertidas, el mundo debe ver un testimonio del poder santificador de la verdad sobre el carácter humano. El conocimiento de Dios y de Jesucristo, expresado en el carácter, los exalta sobre todo lo que se estima en la tierra o en el cielo. Es la educación más elevada que haya. Es la llave que abre los portales de la ciudad celestial. Es propósito de Dios que todos los que se visten de Cristo por el bautismo posean este conocimiento. Y los siervos de Dios tienen el deber de presentar a estas almas el privilegio de su alta vocación en Cristo Jesús (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 394).
Notas de E. G. White Lección 13 - Ninguna provisión para la carne
Lunes 20 de junio Los cristianos sinceros no practican una piedad dudosa. Se han revestido del Señor Jesucristo, y no dan lugar a la carne para ceder ante sus concupiscencias. Acuden a Jesús constantemente en busca de sus órdenes, como un siervo acude a su amo o una sierva a su ama. Dondequiera que los conduzca la providencia de Dios, están listos para ir. No se atribuyen la gloria a sí mismos. No consideran como suyo nada que posean -conocimiento, talentos, propiedades- sino que consideran solo como mayordomos de la multiforme gracia de Cristo y siervos de la iglesia por causa de Cristo. Son mensajeros del Señor, luz en medio de las tinieblas. Sus corazones laten al unísono con el gran corazón de Cristo (Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1081). Cada uno de nosotros debiera tratar de ser como Cristo. El mundo necesita ver a los representantes de Cristo; necesita ver vidas que se asemejen a la vida divina, a fin de tener una prueba tangible del poder del cristianismo para elevar a la humanidad en este mundo de pecado y corrupción. Como obreros juntamente con Dios debiéramos hacer nuestros planes cotidianos pensando en glorificarlo, y agradecerle a Jesús por su amor y condescendencia en darnos a nosotros, seres finitos, el privilegio de llevar su yugo. Debemos vestirnos del Señor Jesucristo y manifestar su espíritu, su gracia, su amor y bondad, cuidándonos de no acariciar un espíritu de autosuficiencia o el deseo de ser el mayor. El Señor conoce cada
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corazón; mira debajo de la superficie; ve el verdadero interior de nuestra lama y se manifestará a cada uno que utilice su gracia para bendecir a otros en lugar de buscar la exaltación propia. Cada habilidad, cada poder, es recibido de Dios; el ser humano no puede originar nada por sí mismo. Si somos mansos y humildes de corazón podemos conectarnos con los poderes celestiales, y ser fuertes porque Cristo es fuerte, y ser grandes porque Cristo es grande. Podemos asirnos, débiles como somos, de Jesús y ser completos en él. Cuando el corazón es movido profundamente por el amor de Cristo, nuestras decisiones serán santas y elevadas y los planes de acción serán sabios. "Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Romanos 13:11-14). Una piedad superficial lleva a la autosuficiencia (Review and Herald, junio 4, 1895). Mientras el tiempo de gracia nos es concedido, debemos salir del mundo, de sus costumbres, influencias y creencias, y vestirnos del Señor Jesucristo para no proveer a la carne en sus deseos. A cualquier costo debemos humillar nuestro yo si queremos heredar la vida eterna... El corazón entero debe ser examinado y purificado por el Espíritu de Dios, porque Jesús no habitará en aquel en quien exista el orgullo. Si deseamos su presencia, el templo del alma debe ser limpiado de todos sus malos ocupantes. Si le abrimos la puerta del corazón a Jesús, su presencia expulsará todo pensamiento impuro, y por la fe tendremos dulce comunión con él. Si Jesús mora en el corazón, lo glorificaremos con nuestras vidas y nuestra luz brillará en el mundo mediante buenas obras (Folleto: Testimonies to the Managers an Workers in Our Institutions, p. 54).
Notas de E. G. White Lección 13 - Despojarse, vestirse
Martes 21 de junio "A que dejéis, cuanto a la pasada manera de vivir, el viejo hombre que está viciado conforme a los deseos de error; y a renovaros en el espíritu de vuestra mente, y vestir el nuevo hombre que es creado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad" (Efesios 4:22-24). La conversión es una obra que la mayoría no aprecia. No es cosa de poca monta transformar una mente terrenal que ama el pecado, e inducirla a comprender el indescriptible amor de Cristo, los encantos de su gracia y la excelencia de Dios, de
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tal manera que el alma se impregne del amor divino y sea cautivada por los atrios celestiales. Cuando una persona comprende estas cosas, su vida anterior le parece desagradable y odiosa. Aborrece el pecado, y, quebrantando su corazón delante de Dios, abraza a Cristo, vida y gozo del alma. Renuncia a sus placeres anteriores. Tiene una mente nueva, nuevos afectos, nuevo interés, nueva voluntad; sus tristezas, deseos y amor, son todos nuevos... Considera ahora todas las riquezas y gloria del cielo que antes no le atraía, y lo contempla como su patria futura, donde verá, amará y alabará a Aquel que la ha redimido con su sangre preciosa. Las obras de la santidad, que parecían cansadoras, son ahora su delicia. Escoge como tema de estudio y consejera a la Palabra de Dios que antes le parecía árida y sin interés. Es como una carta que le escribiera Dios, con la inscripción del Eterno. Somete a esta regla sus pensamientos, palabras y acciones y por ella los prueba (La fe por la cual vivo, p. 141). Cristo demanda el más grande de todos los dones: el don del corazón, de la mente, del alma, de las fuerzas... Dios requiere el servicio de un corazón indiviso. Los que se coloquen en una relación correcta con Dios soportarán la prueba del juicio. Si se considera que el corazón, la mente, el alma y las fuerzas son herencia comprada con la sangre del Señor, él los usará en su servicio. Los que obtienen la vida eterna deben dar evidencia al mundo de que aman al Señor con toda la capacidad que él les ha dado. Deben obedecer los dos mandamientos supremos que abarca la totalidad de la ley, demostrando por su vida que son hacedores de ella. (Alza tus ojos, p. 165). "Y vestir el nuevo hombre que es creado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad" (Efesios 4:24). Ningún hombre recibe la santidad como derecho de nacimiento, o como un don de cualquier otro ser humano. La santidad es el don de Dios mediante Cristo. Aquel que reciben al Salvador se hacen hijos de Dios. Son sus hijos espirituales, nacidos otra vez, renovados en justicia y en verdadera santidad. Sus mentes son transformadas. Contemplan las realidades eternas con una clara visión. Son adoptados en la familia de Dios, y se transforman a su semejanza, cambiados de gloria en gloria por su Espíritu. Primero se complacían en el amor supremo de sí mismos y luego llegan a complacerse en el amor supremo a Dios y a Cristo. El secreto de la santidad consiste en aceptar a Cristo como un Salvador personal, y en seguir su ejemplo de abnegación (Nuestra elevada vocación, p. 216).
Notas de E. G. White
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Lección 13 - En un abrir de ojos
Miércoles 22 de junio "No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de condenación" (S. Juan 5:28, 29). Los que hicieron lo bueno son los que saldrán a resurrección de vida. La pregunta importante es: ¿Cómo podemos hacer lo bueno? El mayor bien que podemos hacer es ayudarnos los unos a los otros para llegar a ser seguidores fervientes de Cristo. En el día de Dios no podremos presentar excusas por no haberles hecho el bien a los que nos rodean. Debemos amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Y nuestro Señor Jesucristo ha provisto los medios para que podamos obtener la vida eterna. No podemos hacer el mal y obrar impíamente y sin embargo esperar ser justificados por Dios en el día final. Ahora es el tiempo de gracia, y es ahora que podemos perfeccionar nuestros caracteres para enfrentar el juicio. Cuando Cristo venga ya no habrá tiempo de cambiar el carácter. Lo corruptible será vestido de incorrupción y lo mortal será vestido de inmortalidad, y los que estén vivos y hayan adquirido un carácter puro y sin mancha, serán elevados para recibir al Señor en el aire. La transformación del carácter debe ocurrir durante las preciosas horas del tiempo de gracia (Signs of the Times, agosto 29, 1892). "Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (1 Corintios 15:54). Para los que están perdiendo a sus amados en este mundo, cuán preciosas son su fe y esperanza en las promesas de Dios que les abren la vida inmortal futura. Sus esperanzas pueden fijarse en realidades invisibles del mundo futuro. Cristo ha resucitado de la muerte: las primicias de los muertos. La esperanza y la fe fortalecen al alma para que pase por las negras sombras de la tumba, con plena fe de surgir a la vida inmortal en la mañana de la resurrección. ¡El paraíso de Dios, el hogar de los salvados! Allí toda lágrima será quitada de todos los rostros. Cuando cristo venga por segunda vez, para "ser admirado en todos los que creyeron" (2 Tesalonicenses 1:10), la muerte será sorbida con victoria, y no habrá más enfermedad, más aflicción, más muerte. Se nos ha dado una preciosa promesa: "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad" (Apocalipsis 22:14). ¿No es ésta una promesa preciosa y consoladora para los que aman a Dios? (A fin de conocerle, p. 364). Dios sabe que aquí en esta tierra solo tenemos un conocimiento superficial de su Palabra; solo comenzamos a estudiarla. Cuando estemos con la familia redimida en el cielo lo seguiremos donde él vaya, y él abrirá los misterios de su Palabra.
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Cuando esto corruptible sea vestido de incorrupción y esto mortal sea vestido de inmortalidad, él nos dirá: "Hijo, ven más arriba", y nos elevará para recibirlo en el aire. El Salvador nos dará la bienvenida diciéndonos: "Bien, buen siervo fiel... entra en el gozo de tu Señor". El gozo del Señor es el gozo que tendrá por ver a las almas redimidas. Entonces nos llevará junto a las aguas de vida y recorrerá con nosotros el paraíso de Dios. Nos mostrará las bellezas y encantos de su Palabra, que aquí hemos entendido solo en parte. Entonces pondremos nuestras brillantes coronas a sus pies, tomaremos las arpas doradas, y llenaremos el cielo de hermosa música, cantando: "¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!" (Review and Herald, mayo 7, 1901).
Notas de E. G. White Lección 13 - Nuestra morada celestial
Jueves 23 de junio Tenemos la promesa de que cuando Cristo se manifieste en su segunda venida, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y nos llevará consigo al hogar, para que donde él esté, nosotros también estemos. Entonces gozaremos con él todas las glorias del mundo por venir durante los años sin fin de la eternidad. Si tenemos esta esperanza, ¿por qué se nos habría de considerar dementes o necios? ¿Acaso no hay sabiduría y sensatez en aceptar esta esperanza, la más extraordinaria que nos presenta la Palabra de Dios. Ni la enfermedad, ni la tristeza, ni el dolor ni la muerte alcanzarán las orillas eternas. Nada en el reino de Dios producirá molestia o ansiedad. Esa es la vida que se promete al que venciere, una vida de felicidad y paz, de amor y belleza. Esta gran recompensa está a nuestro alcance si somos obedientes. Pero tenemos el privilegio de elegir: podemos elegir esta vida presente, tan pobre, tan estropeada por el pecado, tan llena de cuidados y perplejidades, o podemos elegir la vida eterna, donde no existe el pecado, ni los problemas, ni algo que pueda echar a perder la paz de sus habitantes. Es extraño que la mayoría busque los placeres de este mundo, se quede con esta vida pasajera y deposite sus esperanzas aquí en la tierra. Aquí podemos ver las dos clases: la que busca los placeres de esta vida mortal, y la que busca el gozo de la vida inmortal; la que se aleja de Cristo y está satisfecha con su condición, y la que busca el perdón de sus pecados y la ayuda del Espíritu de Dios. Una de ellas lucha contra Dios y su verdad; la otra lucha contra Satanás, contra los placeres de la carne y el espíritu del mundo. Una de ellas teme la aparición del Hijo del hombre, porque será una gran calamidad; la otra mira hacia
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la venida de Cristo como el momento que traerá salvación a todos los que le esperan. Una de ellas será rechazada por Dios y finalmente sufrirá la muerte segunda; la otra gozará por siempre los placeres de la vida eterna a la diestra de Dios. Dios le conceda, querido lector, estar listo y esperando cuando Jesús aparezca por segunda vez. Que pueda ser parte de aquellos que cantarán la canción de los redimidos frente al gran trono blanco, y que echarán sus coronas a los pies del Redentor. Dios le conceda el glorioso privilegio de estar con todos los redimidos sobre el mar de vidrio y caminar por las calles de oro; de recibir un arpa dorada en sus manos, y al tocarla, producir una música que resonará en todo el cielo con notas de gozo y alabanza (Signs of the Times, noviembre 10, 1887).
Notas de E. G. White Lección 13 - Para estudiar y meditar
Viernes 24 de junio El fin del conflicto, El conflicto de los siglos, p. 723 [...] Al fin se da la orden de marcha, y las huestes innumerables se ponen en movimiento -un ejército cual no fue jamás reunido por conquistadores terrenales ni podría ser igualado por las fuerzas combinadas de todas las edades desde que empezaron las guerras en la tierra. Satanás, el más poderoso guerrero, marcha al frente, y sus ángeles unen sus fuerzas para esta batalla final. Hay reyes y guerreros en su comitiva, y las multitudes siguen en grandes compañías, cada cual bajo su correspondiente jefe. Con precisión militar las columnas cerradas avanzan sobre la superficie desgarrada y escabrosa de la tierra hacia la ciudad de Dios. Por orden de Jesús, se cierran las puertas de la nueva Jerusalén, y los ejércitos de Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto. Entonces Cristo reaparece a la vista de sus enemigos. Muy por encima de la ciudad, sobre un fundamento de oro bruñido, hay un trono alto y encumbrado. En el trono está sentado el Hijo de Dios, y en torno suyo están los súbditos de su reino. Ningún lenguaje, ninguna pluma pueden expresar ni describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre Eterno envuelve a su Hijo. El esplendor de su presencia llena la ciudad de Dios, rebosando más allá de las puertas e inundando toda la tierra con su brillo. Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron
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la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la "grande muchedumbre, que nadie podía contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pueblos, y las lenguas . . . de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus manos." (Apocalipsis 7: 9, V.M.) Su lucha terminó; ganaron la victoria. Disputaron el premio de la carrera y lo alcanzaron. La palma que llevan en la mano es símbolo de su triunfo, la vestidura blanca, emblema de la justicia perfecta de Cristo que es ahora de ellos. Los redimidos entonan un canto de alabanza que se extiende y repercute por las bóvedas del cielo: "¡Atribúyase la salvación a nuestro Dios, que está sentado sobre el trono, y al Cordero!" (Vers. 10.) Ángeles y serafines unen sus voces en adoración. Al ver los redimidos el poder y la malignidad de Satanás, han comprendido, como nunca antes, que ningún poder fuera del de Cristo habría podido hacerlos vencedores. Entre toda esa muchedumbre ni uno se atribuye a si mismo la salvación, como si hubiese prevalecido con su propio poder y su bondad. Nada se dice de lo que han hecho o sufrido, sino que el tema de cada canto, la nota dominante de cada antífona es: Salvación a nuestro Dios y al Cordero. En presencia de los habitantes de la tierra y del cielo 724 reunidos, se efectúa la coronación final del Hijo de Dios. Y entonces, revestido de suprema majestad y poder, el Rey de reyes falla el juicio de aquellos que se rebelaron contra su gobierno, y ejecuta justicia contra los que transgredieron su ley y oprimieron a su pueblo. El profeta de Dios dice: "Vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ellos. Y ví a los muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y abriéronse los libros; abrióse también otro libro, que es el libro de la vida: y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según sus obras." (Apocalipsis 20: 11, 12, V.M. ) [...]
II Trimestre de 2011 Capítulo 13 El brillo en la mirada divina
Tim Crosby Una vez vi en una oficina una imagen de Abraham Lincoln que había sido creada por computadora. La imagen estaba compuesta de miles de fotos pequeñísimas. Quizá usted ha visto esta clase de arte. Cada línea y sombra en la cara de Lincoln
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estaba formada por decenas de fotos tomadas durante la guerra civil norteamericana. Me llamó la atención un detalle en particular. Al observar detenidamente el ojo izquierdo de Lincoln, pude ver en él la cabeza de un hombre. Esta foto de Lincoln me hizo pensar en algo. Supongamos que pudiéramos ver un retrato de Dios. ¿Qué veríamos en sus ojos? Seguramente veríamos un brillo en los ojos del Señor. ¡Pero al mirar más de cerca nos daríamos cuenta de que ese brillo en los ojos de Dios somos nosotros mismos! El rey David así lo entendía. En el Salmo 17: 8 él oró diciendo: «Guárdame como a la niña de tus ojos». Somos tan preciados y delicados a la vista de Dios como la niña de sus ojos. Tal vez usted no lo considere así. ¡No soy la niña de los ojos de Dios! Más bien soy la paja que está en ellos, podría decir. Bien, si eso fuera así, igual usted forma parte del cuadro. Cada uno de nosotros tiene una parte que desempeñar en el plan de Dios. No podemos entender el plan, pero nos satisface desempeñar nuestro papel. Cuando entregamos nuestras vidas a Dios, él nos conecta a su gran designio. Descubrimos nuestro lugar en el mundo. Nos convertimos en parte del cuadro. Somos como un pequeño bonsái en su jardín. Quizá le sea difícil creer que usted se halla representado en ese brillo en los ojos de Dios. A lo mejor se siente como un pedazo de carbón, o tal vez como una semilla o un grano de maní que se convierte en mantequilla cuando la vida le pasa por encima. Nada de brillo, sino solo una pasta pegajosa. Ahora, ¿sabía usted que los científicos pueden hacer un diamante utilizando mantequilla de maní? Hace varios años el Discovery Channelpresentó un programa sobre este tema. Todo lo que se necesita es el equipo apropiado. Los científicos colocan la pasta de maní en un pequeño recipiente. Luego la someten a una gran presión y calor. Al final obtienen una masa oscura, y en el centro habrá un diamante. No tendrá la calidad de una gema real, pero será un diamante. La mantequilla de maní es un ejemplo de cómo una sustancia con una gran cantidad de carbono puede convertirse en un diamante si se la somete al calor y la presión adecuada. De hecho, se pueden fabricar diamantes utilizando tequila, algo que es quizá un uso más adecuado para dicha bebida. Hay incluso una empresa puede convertir las cenizas de un ser amado en un diamante. Es un procedimiento bastante costoso, pero si usted les entrega las cenizas, ellos le devolverán un diamante. Si los seres humanos pueden hacer algo así, ¡qué no podrá hacer Dios! Él probablemente está utilizando cenizas para hacer diamantes. Lo hizo a favor de los once discípulos poco después que experimentaran las mayores tristezas de sus vidas. Pocas personas han sufrido una mayor angustia que los once discípulos aquel sábado que hace diecinueve siglos fue el más oscuro de sus vidas. Sus esperanzas
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yacían en la tumba con Jesús, aquel que creían el divino Mesías. Habían visto horrorizados cómo clavaban sus delicadas manos en la cruz. Ahora él ya no se encontraba entre ellos, y estaban destruidos. Los magníficos sueños que abrigaban se habían convertido en cenizas. Pero Dios iba a convertir esas cenizas en diamantes. Durante su vida fue muy poco apreciado, incluso por su familia. Tampoco poseía una buena educación, así que le tocó trabajar como un obrero común. Un día decidió cambiar de oficio, dejó su trabajo y adquirió cierta fama como predicador itinerante. Sus hermanos no tenían un concepto muy elevado de él. Pensaron que estaba desequilibrado emocionalmente, y en algún momento intentaron confinarlo como a un desquiciado (Marcos 3:21, 31). Sus ideas peculiares incomodaban a las autoridades. En cierto momento dijo algunas cosas que hicieron que la gente se volviera en su contra (Juan 6:66). Lo arrestaron, juzgaron y condenaron bajo cargos de traición (Marcos 15:2, 26). Finalmente, fue ejecutado como un criminal común, utilizando el método más cruel de todos. Su vida y su muerte cambiaron el curso de la historia. Se han escrito más libros y más canciones de Jesús que de ningún otro personaje que jamás haya vivido. Esto lo convierte en el personaje más influyente de todos los tiempos. Hoy él constituye la esperanza de la raza humana, el máximo exponente del amor. Todo porque hizo algo que nadie había hecho antes: se levantó de la tumba. Ese Jesús resucitado ha plantado un huerto, y pasa bastante tiempo en él. Él se precia de los hermosos especímenes que mantiene. Uno de ellos eres tú: su bonsái. Los bonsái no son pinos rojos gigantescos, ni tampoco pinos blancos. No tienen un tronco derecho, sino que sus troncos tienden a crecer torcidos. De hecho, una regla entre los aficionados a los bonsái parece ser: «Si no está doblado, tuércelo». Eso es lo que les confiere belleza y distinción. Si la vida nos ha dejado torcidos y maltrechos, lo más seguro es que no nos sentimos precisamente como una obra de arte. Es difícil creer que estamos entre los escogidos cuando la vida parece habernos dejado de lado. ¿Nos hemos sentido usted alguna vez como si estuviéramos en medio de un lago, desprovistos de remos, viendo que se acerca una tormenta y que nuestra canoa tiene un agujero? ¿Nos sentimos en relación a la fe como Charlie Brown lo hace respecto a los deportes? ¿Pensamos que en el partido de la vida alguien siempre nos escamotea el balón cuando estamos listos para meter un gol? Tengamos paciencia, que Dios aún no ha concluido su obra, Nosotros somos su proyecto especial. Él apenas ha comenzado v un bonsái requiere de tiempo. Permitamos que Dios corte y doble. Oremos, practiquemos, estudiemos y
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permitamos que Dios efectúe la transformación. Pero no nos defraudemos nosotros mismos al descuidar el tiempo que pasamos con Dios. Zig Ziglar cuenta la historia de tres ladrones. El nombre del primero era Emanuel Nenger. El año es 1887. La escena transcurre en una tienda de un pequeño vecindario. Un caballero de edad mediana que está en ella comprando algunas verduras, le entrega a la dependienta un billete de 20 dólares. Cuando ella se dispone a darle el cambio, nota algo extraño. Se da cuenta que la tinta del billete se le ha quedado en los dedos húmedos luego de envolver las verduras. Ella mira al señor Nenger, a quien ha conocido durante años. Luego mira de nuevo al billete de 20 dólares. Está asombrada y se pregunta si aquel caballero le ha entregado un billete falso. Rechaza la idea en su mente, porque ha conocido a Emanuel Nenger durante mucho tiempo. Es un viejo amigo en quien puede confiar, así que le entrega el cambio y el caballero se marcha. Pero 20 dólares era una considerable suma de dinero para aquella fecha, así que ella decide ponerse en contacto con las autoridades. Los agentes de policía obtienen una orden de cateo y proceden a revisar la casa de Emanuel Nenger. En el ático, encuentran el equipo necesario para reproducir los billetes de 20 dólares. Pero se sorprenden al ver que el equipo es rudimentario: un atril, pinceles y pinturas. Emanuel Nenger se dedicaba a pintar laboriosamente, pincelada tras pincelada, cada billete de 20 dólares. De hecho, era un consumado artista. Mientras revisaban la casa, encontraron tres cuadros que Nenger había pintado. Aquellos cuadros fueron vendidos después en una subasta pública por algo más de 16.000 dólares, ¡un promedio de 5.000 dólares por cuadro! La ironía del relato es esta: A Emanuel le tomaba más o menos el mismo tiempo pintar un billete de 20 dólares que un cuadro de 5.000. Emanuel Nenger era un ladrón que se robaba a sí mismo. Siempre que intentamos tomar un atajo, cuando introducimos basura en nuestras mentes, cuando hacemos algo que no nos gustaría ver publicado en la primera página de un periódico, estamos defraudándonos. El segundo ladrón se hizo muy famoso en la década de 1920. Arthur Berry era un ladrón de joyas muy diestro. Era también alguien demasiado presumido. Arthur Berry no le robaba a la gente común. De hecho, las damas de Boston anunciaban con orgullo que Arthur Berry había condescendido a robarles sus diamantes. Pero la policía no tenía a Berry en la misma estima. El era perseguido continuamente con denuedo. Una noche lo encontraron robando en una casa y le dieron tres balazos. Berry cayó por una ventana, pero escapó. Finalmente, una mujer celosa lo denunció y Berry estuvo en la cárcel durante 18 años. Cuando salió de la prisión se fue a vivir a un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra.
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Un día se supo dónde vivía y numerosos reporteros acudieron a entrevistarlo. Le hicieron las preguntas acostumbradas. Sin embargo, un joven periodista le hizo una perspicaz pregunta: «¿A quién le robó usted más?». Arthur Berry contestó diciendo que aquella pregunta era la más fácil de todas. «El hombre a quien más le robé fue a Arthur Berry. Yo pude haber sido un magnate de Wall Street. Pude haber sido un exitoso empresario si hubiera utilizado los talentos que Dios me concedió de una manera legal. Pude haber tenido éxito en los negocios, pero pasé más de la mitad de mi vida en la cárcel». El tercer ladrón es usted mismo. Si no está dedicando tiempo a la comunión con Dios, si no está utilizando los talentos que Dios le ha confiado, si no está transitando la senda del servicio, usted se está robando a sí mismo. ¿Por qué no se entrega a Dios? Permita que él haga de su vida algo especial. Revístase de Cristo cada mañana y pídale que le indique qué puede hacer a favor de él. No desperdicie esas oportunidades. Las oportunidades desperdiciadas representan los mayores remordimientos de la vida. Otto Schindler era un rico empresario que tuvo la oportunidad de salvar las vidas de miles de judíos que trabajaron para él durante la Segunda Guerra Mundial. Esto le costó una fortuna. La historia se relata en la película La lista de Schindler. El punto culminante de la película surge poco antes del final. Schindler tuvo que esconderse porque los norteamericanos estaban apresando a todos los nazis, y técnicamente él aún lo era. Después que se despide de los judíos a quienes ha salvado, justo antes de marcharse, se quita un anillo que sus empleados judíos le habían regalado como símbolo de su gratitud. Ellos habían obtenido el oro de la prótesis dental de uno de los trabajadores y lo habían fundido para hacer un anillo que tenía grabada una frase del Talmud: «Quien salva una vida, salva al mundo». Cuando se lo entregaron a Schindler, él se sintió halagado, pero al mismo tiempo avergonzado. Ahora, al sacarlo de su bolsillo, dice: «Es de oro. ¡Pude haberlo vendido para salvar una vidamás!» Lo único que lamentaba era haberlo guardado para sí. ¡Si él tan solo hubiera sabido, cuando pensaba que era rico, lo que sabía ahora! Tal vez usted piensa que el coro de la iglesia no es realmente lo suyo. Quizá usted es como aquel personaje que se especializó en idiomas pero que se fue a trabajar a una industria metalúrgica y terminó convirtiéndose en un artista renombrado. Él hizo simplemente lo que más le gustaba y decidió dedicarse a eso. No permita que hagan de usted un pino elevado y derecho si ha sido llamado a ser un hermoso y retorcido bonsái. Si usted no se esfuerza, no crecerá. No se conforme con ser arena si puede ser una piedra. Tampoco se conforme con ser una piedra si usted puede ser cuarzo. No sea cuarzo si puede ser un diamante. Sea lo mejor que pueda para Jesús.
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Dicen que un diamante dura para siempre, pero eso no es verdad. Ni siquiera el sol dura para siempre. Nosotros, sin embargo, sí lo haremos. Uno de mis textos favoritos se encuentra en Daniel 12:3. «Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad». Eso significa que Dios ha reservado un maravilloso futuro para sus hijos. Mucho después de que el sol se haya extinguido y solo queden sus cenizas, permaneceremos al lado de nuestro Dios. Un último ejercicio. Imagínese que el gran Capitán del cielo se acerca y le dice: «Te he estado observando y deseo que pertenezcas a mi equipo. Voy a hacer de ti un campeón o una campeona. De aquí a cuatro años iremos a las Olimpiadas, y me propongo que obtengas la medalla de oro en las barras paralelas». Usted le responde: «Señor, estás soñando. A veces ni puedo mantener el equilibrio mientras camino. Soy el Charlie Brown de la gimnasia. No hay forma que yo alcance ese nivel». El entrenador le contesta: «Tienes razón, todavía no eres tan bueno. Al menos no por tus propias fuerzas. Pero yo puedo identificar a un ganador a la distancia. Te repito: tienes la madera necesaria para triunfar. Lo único que debes hacer es confiar en mí y hacer lo que yo te diga. No será fácil. Cuando tus amigos estén de fiesta, tu estarás en el gimnasio sudando. Te caerás cientos de veces y te dolerá todo el cuerpo. Te sobrepondrás al dolor y continuarás luchando. Un día glorioso te elevarás sobre las barras como una ligera pluma y harás que lo imposible parezca algo fácil. Al concluir, serás un campeón para siempre, llegando al podio de honor para recibir la medalla de oro. Te alegrarás y bendecirás el día que me conociste. No naciste para permanecer frente a un televisor. Quiero que estés en mi equipo. Ven y sígueme».
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