SABER ESCUCHAR ES EDUCAR CON TERNURA: UNA ALTERNATIVA PARA ENFRENTAR LOS ABUSOS Y EL MALTRATO Mstro. Hugo rocha Padres cariñosos Ponencia presentada al congreso sobre abuso y violencia intrafamiliar Cholula, Puebla, junio 22, 2008 Opresión a la Gente Joven. Hablar de que las niñas, niños y adolescentes son sujetos sociales de derechos es un eufemismo, una manera elegante de referirnos a una realidad presente y actuante para todos: la opresión a la gente joven. La opresión a la gente joven, es el maltrato sistemático a la gente joven por parte de la sociedad. Hablar de opresión implica reconocer que hay un grupo social afectado, oprimido por diferentes expresiones del maltrato y la violencia en este caso hacia la gente joven y de un grupo opresor que bien puede ser un grupo bien definido, el de los adultos o la sociedad en su conjunto. Es un caso similar al que sucede con las mujeres como grupo social con el sexismo, o la opresión por la diferencia de piel con el racismo. La opresión a la gente joven es parte de la estructura social y económica, está institucionalizada en las escuelas, en las instituciones religiosas, en las leyes y en los gobiernos. Hablar de opresión, permite ver la realidad tal cual, reconocer que hay un grupo en desventaja que requiere los mayores apoyos para que sus demandas sean elaboradas, presentadas y reconocidas y contar con aliados que los acompañen en esa búsqueda de liberación. ¿Qué es el Adultismo?. El grupo social de los adultos es forzado por la sociedad opresiva para ser los agentes de esta opresión. No se trata de que los adultos de manera intencionada se dediquen a oprimir a las y los jóvenes y que veamos una maldad en ello, se trata de reconocer que la sociedad esta diseñada para que esto ocurra. Por lo general padres, madres y adultos relacionados con niñas y niños, están tratando y dando su mejor esfuerzo por lograr cambios en esa realidad y ello habla de un futuro mejor para la humanidad. A la gente joven se le oprime solo por la condición de ser jóvenes. No importa cuan cariñosos, cuidadosos y cercanos de la gente joven seamos, la condición de adultos, hace que socialmente los jóvenes nos vean como opresores en algún grado. La opresión está basada en la falta de respeto, ya sea en el maltrato físico o emocional, o el desconocimiento a sus opiniones y decisiones. La excusa para tratar a la gente joven con falta de respeto es el asumir la carencia de experiencia o de conocimientos y su debilidad física como impedimentos. La opresión a la gente joven en nuestra sociedad es implacable y por lo general brutal. La violencia, amenaza de violencia, humillaciones y amenazas de humillación, buscan y lo logran, mantener la opresión a la gente joven en su lugar, que el sistema se mantenga. La opresión a la gente joven es un proceso de entrenamiento para todas las demás formas de opresión. Con ella vamos aprendiendo los roles de ser oprimidos y prepararnos para jugar ese papel en la sociedad y también el de aprender a oprimir a aquellos que son más jóvenes o en
una condición de desventaja hacia nosotros. Es un proceso mediante el cual nos acostumbramos a sentir y actuar la impotencia. En la sociedad opresiva toda la gente joven es oprimida. No importan las condiciones de clase, credo, nivel económico, raza, lo que cambia es la frecuencia, intensidad y maneras en que se da esa opresión. Podemos decir que la opresión a la gente joven es algo que todos los seres humanos hemos experimentado en algún grado. Esta opresión viene de afuera de los jóvenes. Proviene de los patrones de angustia de adultos bien intencionados, padres, madres, maestros, cuidadores de infantes y de instituciones sociales, que asumen incluso que sus patrones de angustia son por el bien de los pequeños, pero también la opresión es internalizada por los mismos jóvenes. Los jóvenes terminan creyéndose las mentiras que se dicen sobre ellos mismos. Es tal la insistencia sobre que los jóvenes no son seres humanos completos, que el maltrato y la falta de respeto se considera como un merecido. Comúnmente evitamos ver la opresión a la gente joven como algo presente en nuestra vida diaria, es difícil estarse fijando continuamente en nuestros actos. Cuando crecemos y pasamos a la etapa adulta automáticamente nos convertimos en agentes de la opresión y tendemos a olvidar que ella está presente y ya no la vemos. Actuamos de manera adultista y muchas veces los más jóvenes nos lo recuerdan pero tenemos justificaciones a mano para negarlo. Adultismo es entonces, todo aquello que le hacemos a los jóvenes y no le haríamos a otro adulto en igualdad de condiciones. Impedir el Desahogo Emocional, una Forma de la Opresión. La gente joven no quiere la opresión y para ello como cualquier ser humano buscan liberarse de los efectos que ella deja en sus vidas, mediante un mecanismo muy sencillo pero poderoso cual es el desahogo emocional. Quiero atrapar su atención en el contenido de esta ponencia sobre un aspecto de la crianza de niñas, niños y jóvenes que no ha sido suficientemente atendido y en ocasiones entendido y es el relacionado con el desahogo emocional y particularmente la reacción y actitud de padres, madres, adultos ante el mismo. El desahogo emocional - entendido como todas aquellas manifestaciones físicas asociadas a una emoción, mediante las cuales liberamos o drenamos la carga emocional que lastimaduras sociales y familiares ejercen sobre nosotros opresivamente y nos llenan de angustia- es uno de los procesos de recuperación menos aceptado por muchas culturas. Tradicionalmente, la actitud y reacción de padres, madres, maestr@s y adultos dedicados al cuidado de los más jóvenes, ante el desahogo emocional, ha sido el de no permitirlo, desalentarlo, distraer y en muchos casos reprimirlo, con formas que van desde las más violentas y agresivas, hasta las sutiles y convencionalmente aceptables maneras de detenerlo. Por mucho tiempo y para la mayoría de la gente, el llanto – desahogo emocional -, ha sido considerado como una expresión de las emociones, con la cual no nos sentimos cómodos y que deseamos interrumpir y detener lo más pronto posible. Particularmente, si se trata de niños y niñas, cuando el llanto está presente, estas son algunas de las reacciones más comunes que presentamos como adultos: • Asumimos que lloran porque algo les duele e intentamos calmarlos: En el caso de los/las bebes, aunque estén controlados y satisfechos aspectos como la alimentación, el ambiente, dolores físicos, enfermedades, si lloran entendemos que lo que procede es callarlos.
• • • • • •
Hacemos nuestro mejor esfuerzo porque se distraigan, que su atención deje de estar en el llanto, utilizamos el recurso del juego, con la única finalidad de interrumpir el llanto. Prometemos cumplirles sus deseos si ellos y ellas se comprometen a dejar de llorar. Usamos el chantaje con tal de lograr nuestro propósito. Amenazamos verbal o gestualmente, cuando el llanto ya nos incomoda. Agredimos con violencia física, que pueden llegar a lesiones severas, cuando el llanto se nos hace insoportable. O arrullamos mecánicamente e incontroladamente, con la impaciencia de querer que se callen.
El llanto por mucho tiempo se ha asociado con dolor y se les identifica de tal modo, que se considera que si se suprime el llanto el dolor desaparece. Y esto no es cierto: es posible que racionalmente podamos hacer la distinción y comprender que cuando alguien deja de llorar por ejemplo la perdida de un ser querido, ya sea por que se le ha suministrado un calmante, o por necesidad de hacerse el fuerte ante la situación, no por ello el dolor emocional desaparece, que la persona sigue necesitando sacar aquello en que se quedo atorado; pero nuestra creencia sigue siendo que si alguien ya no llora, ya no hay problema. Es por ello que fácilmente caemos en la compulsión de coartar el llanto, no nos gusta el dolor y el llanto nos lo recuerda. Vivimos en una sociedad que ha logrado fuertes avances frente a las dolencias físicas, evitándonos mucho de lo desagradable que es el sentir un dolor, pero a la vez se ha abusado de ello impidiendo conocer cual es nuestra propia capacidad para enfrentar situaciones manejables. ¿Cómo aceptar entonces que cuando una persona, un niño, una niña llora, lo está haciendo porque lo necesita?, que eso que esta haciendo es de beneficio de él o ella. Difícilmente aceptamos el llanto como un mecanismo natural de recuperación de nuestras lastimaduras emocionales, si bien es esto lo que realmente sucede; cuando nos permitimos sacar nuestras lagrimas, un proceso de recuperación comienza a gestarse en nosotros, gran parte de la tensión y angustia acumulada se desahoga y la atención antes dispuesta y agarrada por la angustia queda libre para ayudar a entender y acomodar información previamente recibida que no ha podido ser procesada y asimilada satisfactoriamente. Una vez llorado lo suficiente, experimentamos estados de claridad, liviandad y entendimiento que la tristeza, la pena, el dolor, en fin la angustia no nos lo permitían. Interrumpir y no permitir entonces el desahogo emocional es causal de violencia por varias razones: • Por una parte esa incapacidad de entenderlo como mecanismo de recuperación, violenta las atribuciones del sujeto para sanar sus lastimaduras, es como negarle a un paciente a tomar sus medicinas. • El evitar el desahogo ocasiona que los comportamientos inadecuados de los y las jóvenes – que irritan, impacientan y descontrolan a los adultos -, se multipliquen, básicamente tratando de obtener atención que de otra manera no han logrado. • Al querer suprimir el desahogo en los jóvenes mediante el maltrato, internalizan la opresión y asumen que este es el modelo de actuar adecuado. La Educación con Ternura y las Dificultades de madres y padres en la crianza.
Si bien podemos decir que como padres y madres estamos haciendo lo mejor por cuidar y tratar bien a nuestros hijos e hijas o que estamos dispuestos a mejorar la relación con ellos y que por lo general los tratamos con más cariño del que recibimos en nuestra niñez – a menos que las circunstancias y nuestras propias angustias nos rebasen- tenemos algunas dificultades comunes en la crianza que no nos permiten una educación con ternura: • Es un trabajo no reconocido: ocupa el lugar de un pasatiempo. • Contamos con pocos apoyos de otros adultos y sin preparación en la crianza, haciendo este trabajo en aislamiento, sin atrevernos a compartir nuestras dificultades por temor a ser criticados. • Hay mucha carga de culpabilidad: no se aceptan los errores como parte del aprendizaje, ni se valoran los aciertos. • Recibimos constantemente información y consejos de cómo criar a nuestros hijos y muchas veces esta es contradictoria, llenándonos de confusión y desconfiando de nuestro propio criterio. • Hay mucha fatiga y responsabilidad no compartida. Estas dificultades comunes nos ilustran de cuan difícil puede tornarse esta relación de crianza y como la paciencia y la tolerancia ante el desahogo pueden verse colmadas, por ser este una actividad en la que preferiblemente necesitamos encontrarnos en las mejores condiciones para entenderlo y lidiar con el. Mamás y papás cansados difícilmente, pueden ser buenos escuchas de sus hij@s, mucho más tratándose de ser escuchas más allá de las palabras, ser escuchas de sus emociones. Saber escuchar es educar con ternura Padres y madres hemos tratado de acercarnos a nuestros hijas e hijos, pidiéndoles que por favor nos digan que les pasa, que nos expliquen cual es la razón de sus dificultades, cual es el porqué de su comportamiento inadecuado, buscamos razonar con ellas, dirigiendo nuestra atención y nuestros esfuerzos a lograr que verbalicen que expliquen con palabras sus problemas y dificultades, como hacemos los adultos; asumimos que así debe ser, que los más jóvenes deben comportarse como nosotros explicando y describiendo sus conductas. Sin embargo los niñ@s antes que explicar intentan utilizar el mecanismo de recuperación natural con el cual vienen equipados cual es el desahogo emocional, pues prefieran sanar antes que dedicarse a entender, lo cual es por cierto bien difícil. Queremos que los niños nos digan estoy triste y nos expliquen el porque, pero no que nos muestren su dolor y sus lagrimas, pues ello nos llevaría a tocar nuestro propio dolor. Entendemos que pueden estar enojados, furiosos por algún maltrato o una injusticia y esperamos que lo digan, pero nunca que lo actúen pues como se va a permitir esa falta de respeto hacia los adultos si un niño, nos muestra su coraje y su enojo. Sabemos que los niños tienen miedos, temores y terrores, que tiemblan, sudan y castañean los dientes ante ello, pero preferimos que nos lo cuenten de una manera calmada y relajada después de tranquilizarlos con el “no pasa nada”, pues nos hay nada más aterrador que ver la cara de miedo de un niño, no la soportamos. La forma de acercamiento a través de las palabras ha significado un avance en cuanto al trato de niñas y niños, que ha posibilitado tener en cuenta su voz y sus razones, pero que muy a menudo cae en la contrargumentación y en el poder de la palabra por parte del adulto.
Los adultos fácilmente utilizamos el poder de la palabra para “hacerles caer en cuenta” a los jóvenes de lo incorrecto de su actuar, les explicamos y les damos razones sobre como deben hacerse las cosas. Cuando ellos vienen a nosotros tratando de desahogarse ya sea que se trate de un dolor físico o emocional somos expertos en interrumpirlos para realizar algunas de las siguientes acciones: • Les reprochamos y les hacemos ver que todo es por su culpa; la critica y el juicio no se hacen esperar; “ya ves te lo advertí”, o “te lo mereces por andar haciendo cosas que no debías”. Y el desahogo emocional tan necesario en esos momentos se tiene que posponer. • Somos prontos a ofrecer y dar un consejo, una salida una solución a sus problemas y dificultades, tratamos de arreglarles la vida y con la idea de que no sufran queremos evitarles que se enfrenten al aprendizaje mediante el error. • Procuramos buscar las explicaciones y dar una interpretación a lo sucedido, haciendo el trabajo de entendimiento por ellos y quedándonos con nuestra verdad. Necesitamos ensayar otras formas de acercamiento, de aproximación que se centre menos en las palabras en las argumentaciones y explicaciones y más en dar tiempos de escucha cuando la situación lo requiera. Un niño una niña, merece que cuando su proceso de recuperación lo demande: • Dejemos la actividad que se este realizando en ese momento y realmente prestemos atención a sus demandas y a sus desahogos. • No interrumpir con la finalidad de restarle atención a lo que el niño está haciendo, que es desahogar, o para buscar atención a su propia persona. • No criticar o juzgar. Esperar un tiempo a que el proceso de recuperación termine, para hacer nuestras observaciones. • No aconsejar. Ya tendremos la oportunidad de hacer nuestras sugerencias y dar información útil. • No interpretar. Las explicaciones a lo sucedido podrán hacerse y serán de mayor utilidad cuando el desahogo emocional ha culminado y la reflexión se hace en un ambiente de calma. El permitir el desahogo emocional y el educar con ternura no se contrapone con la necesidad de fijar límites con los niños, pero eso si de una nueva manera. Que Entender Por Una Educación Con Ternura. • • • • • •
Educar con ternura, debe partir del reconocimiento de nuestras propias dificultades como adultos y trabajarlas. Fuimos oprimidos cuando jóvenes y gran parte de nuestra relación con los y las jóvenes está basada en repetir esos modelos. Recordar también que como padres y madres somos esencialmente buenos Para poder dar ternura necesitamos mejorar como adultos y aceptarnos más. Hacer el compromiso personal de interrumpir cualquier forma de opresión, violencia y maltrato ejercida de manera propia o ajena. Decidirnos a ser aliados de la gente joven, entendiendo que obtener la liberación de la opresión a la gente joven, es también en nuestro beneficio. Y sobretodo permitir el desahogo emocional en la gente joven, alentarlo y acompañarlo.
PADRES CARIÑOSOS • Camino al Monasterio 113b, Rancho Cortes, Mor. • 777-3646073 •777-2118867 cel. cariñosos@msn.com • www.angelfire.com/co/hugorocha