Primera competencia internacional de la Selecciテウn Mexicana de Futbol. テ[sterdam 1928
Antonio M. Ortega Masot
En el año 1928 se celebrarían los Juegos Olímpicos en Ámsterdam Holanda y el futbol mexicano recibió la invitación para participar en el certamen. Como de costumbre, el deporte nacional se encontraba en una más de sus célebres peleas internas con amenazas de retiro de equipos y un sinfín de problemas. La invitación cayó como un bálsamo debido a que, a pesar de unos cuantos opositores, se tomó la histórica decisión de participar en la justa deportiva. Se comenzó a generar un ambiente de gran entusiasmo, debido principalmente a que todo el medio futbolístico deseaba conocer cuál era el real nivel del futbol mexicano en comparación a las grandes potencias. Un par de años atrás se había armado una selección para enfrentar en una serie de tres encuentros a Guatemala. Si bien el equipo nacional había logrado tres victorias claras, no podía considerarse que el futbol mexicano contara con un roce internacional suficiente. Un importante diario de la capital promovió una colecta popular con el fin de allegar fondos para el largo viaje de la delegación mexicana, pero aún con la colecta y la contribución generosa de las autoridades de un país con serias dificultades económicas los fondos no eran suficientes.
Con un gesto realmente caballeroso, tanto Asturias como España ofrecieron sus respectivos parques para que la Federación Central organizara un par de encuentros de despedida para la selección y de paso se utilizara el dinero de las taquillas para incrementar el fondo. Efectivamente era una cortesía de estos dos clubes ya que la selección se hallaba conformado por jugadores de los clubes “mexicanos”, (el lector entenderá que al España y al Asturias no se les consideraba como tales), a pesar de que había excelentes jugadores nacidos en México y algunos naturalizados entre los clubes “españoles”. El día 22 de abril de ese año, se jugaba el primer encuentro entre el combinado nacional y el Asturias con un contundente marcador de 4 – 1 a favor de los seleccionados. Posteriormente, el domingo 29, el España sembraba serias dudas sobre la capacidad de la selección al derrotarla por dos tantos a uno. La semana posterior a ese encuentro fue en verdad difícil para todos. Mucho se hablaba que si en verdad nuestro equipo debía participar, que si realmente se tenía el nivel para aspirar a algo diferente al ridículo y mil cosas más.
Por otra parte, las cuentas no salían bien. Tomando en cuenta el largo viaje, los viáticos para los jugadores y una prudente reserva para imprevistos, el dinero recaudado no resultaba suficiente. De alguna manera, los directivos de la Federación arreglaron un nuevo encuentro contra el Club España para el día 6 de mayo.
Oscar Bonfiglio guardameta nacional
Previo a este, se celebró un banquete en las instalaciones del Club Asturias donde, entre otras cosas, se agasajaba a los seleccionados. De esta reunión y los días previos al viaje Oscar Bonfiglio, portero nacional recuerda:
“En este banquete se pronunciaron varios discursos entre ellos uno muy hermoso de Pablo Buendía Aguirre que nos despedía y nos deseaba buena suerte. Yo estaba sentado junto a Humberto Garza Ramos, entonces Presidente de la Federación y me dijo cuando acabaron los discursos “oyes todo esto, pues no hay viaje”. Yo sentí un nudo en la garganta y preferí seguir viviendo aquellos momentos de despedida tal como si efectivamente hubiera seguridad de nuestra salida. En toda la tarde ya no quise meterme en ningún centro donde se hablara de futbol por temor a que se confirmara la noticia que me había dado el “chato” Garza Ramos, preferí irme al teatro y esperar el día siguiente domingo que tenía que jugar y así saber la verdad. Amaneció el día seis de mayo, con un sol esplendoroso como todos los días de ese hermoso mes, a las diez de la mañana me dirigí al campo España, situado en la calzada de la Verónica, donde tenía que jugar con la selección contra el España.
Antiguo Parque España
Por otra parte, las cuentas no salían bien. Tomando en cuenta el largo viaje, los viáticos para los jugadores y una prudente reserva para imprevistos, el dinero recaudado no resultaba suficiente. De alguna manera, los directivos de la Federación arreglaron un nuevo encuentro contra el Club España para el día 6 de mayo.
Club América base de la selección 1928
Al llegar al campo me encontré con varios amigos y me decían que me habían buscado por doquier el día anterior a efecto de comunicarme la nueve de que siempre se iría ese día por la noche a Europa, que el señor Alfredo Pérez Medina había solucionado todo. Creí volverme loco de alegría y al entrar en la caseta para vestirme llegó Nacho de la Garza con un montón de pasaportes a efecto de que los firmáramos. Aquello ya no daba lugar a dudas, la salida, se nos comunicó, sería por la estación de Colonia a las nueve de la noche.
Se jugó aquel partido contra el España en medio de un gran entusiasmo y a la postre quedó empatado a dos goles. Al medio tiempo entraron al campo el Presidente de la Federación Humberto Garza Ramos y todos los delegados de todos los equipos portando nuestra bandera nacional, la cual en medio de un gran silencio y todo mundo descubierto y de pié presenció la entrega del lábaro a Emanuel Guevara que fue nombrado capitán del equipo olímpico mexicano. Momentos después pasábamos todos los jugadores y besamos la enseña nacional y juramos defenderla con todo nuestro entusiasmo y cariño, momentos solemnes que al recordarlos hacen que mis ojos se empañen. En seguido dimos la vuelta al campo en compañía del España en medio de grandes ovaciones. Nunca hasta ahora había visto tan buen entendimiento entre el público mexicano y el público español como en aquella fecha. Los mexicanos gritaban vivas a España y los españoles contestaban con vivas a México.
Nos abrazamos los jugadores, se abrazaban los del público y en fin, aquello era el delirio, una emoción que llegaba hasta las lágrimas. Por la tarde fuimos a comer al Molino de las Flores a un banquete que el Asturias daba a su guardameta Iñesta, a mí se me sentó en el sitio de honor al lado de él y también a mí se me concedió una medalla de oro que el Asturias me regalaba por el tiempo que jugué con ellos.
Estación de ferrocarril México D.F.
A las siete de la noche me encontraba en mi casa arreglando mi equipaje, cada rato viendo el reloj. Se me figuraba que me dejaba el tren y por fin, a las ocho y media, llegué a la estación. Aquello parecía un mar de gente
Todos los equipos llevaban sus estandartes y los aficionados nos llevaban cosas para el camino y nos jalaban de un lado para otro y nos daban consejos. En fin fue un triunfo subir al carro especial que para nosotros estaba destinado. Las nueve de la noche y se dejó oír la voz del conductor que decía “vámonos”, a un tiempo todo el público que estaba en la estación gritó con todo el entusiasmo el famoso “siquitibum a la bim bom ba” que después se ha hecho el grito mexicano en los partidos internacionales. Nosotros contestamos ese grito con movimientos de mano y haciéndosenos un nudo en la garganta. Al frente de nuestra delegación iban como jefes el licenciado Jesús Salgado, representante de la Federación de Futbol, José Martínez Ceballos como representante del Comité Olímpico Mexicano y Alfonso Rojo de la Vega como preparador físico.
Este libro digital es para ti de forma gratuita. Solamente suscríbete a nuestra página y recibirás tu membrecía que te da derecho a conocer antes que nadie nuestras publicaciones y regalos de colección
www.historiadelfutbol.net
Como jugadores íbamos Ignacio de la Garza y yo como porteros, Récord, Agustín Ojeda, “chico” Cerilla y Emanuel Guevara como defensas, Nieves Hernández, Pedro Suriaga, Luis Cerilla y Fernando Rojas (Pata dura= como medios y como delanteros llevábamos a Carlos Garcés, Adeodato López, Ernesto Sota, Juan Carreño, Dionisio Mejía, Benito Contreras y Juan Terrazas.” El viaje en tren hasta Nueva York se cumplió sin contratiempos y de ahí se embarcaron hasta Holanda, con escalas suficientes para volver loco a cualquiera.
Finalmente, maltrechos y cansados, pero con gran alegría la delegación arribó a su destino. Alojados en una casa de huéspedes y muy bien atendidos, era la primera presencia de un futbol desconocido. Mucha gente los veía con curiosidad por aquello de los sorprendentes palmarés uruguayos y argentinos y se pensaba que este futbol podría sorprender tal y como lo habían hecho los uruguayos cuatro años antes.
Los muchachos entrenaban bien y se mostraban de un excelente ánimo. Se sentía la típica ansiedad y nerviosismo por el debut, pero sin duda los seleccionados sentían que podían tener un excelente rendimiento. El rival a enfrentar era la selección de España. El equipo ibérico estaba formado por amateurs que jugaban en clubes profesionales. Es decir, el profesionalismo recién se había instaurado en España pero había excelentes jugadores que se habían negado a convertirse en jugadores de paga. Uno de ellos, que jugó magistralmente contra México fue Luis Regueiro, quien unos años más tarde sería considerado el mejor interior derecho de Europa y uno de los mejores del mundo.
Inauguración de los Juegos Olímpicos 1928
La crucial fecha estaba marcada para el día 30 de mayo de 1928 en el estadio Oude en la ciudad de Ámsterdam, a las 14 horas. Previamente ya se habían disputado algunos encuentros. El 27 de mayo, Portugal derrotaba a Chile por marcador de 4 – 2. Ese mismo día España era declarada triunfadora ante el retiro de Estonia.
La selección de Bélgica masacraba por 5 – 0 a la débil Luxemburgo en el Estadio Olímpico. El lunes 28 Egipto sorprendía con su rapidez y certeza destrozando a Turquía por 7 – 1. Por la tarde, Alemania avanzaba derrotando a Suiza por tanteador de cuatro tantos contra cero. En un encuentro de alta emotividad, Italia vencía a Francia por 4 – 3, cerrando la ronda previa.
El martes 29 comenzaron los encuentros de la segunda ronda, con la victoria de Portugal 2 – 1 sobre Yugoslavia y Argentina, mostrando un juego lleno de pases cortos y gambetas le infringió una dolorosa derrota a Estados Unidos con el abultado marcador de 11 – 2.
Aspectos de los juegos olímpicos de 1928
Finalmente el gran momento llegó. Ante una asistencia de cinco mil espectadores, los jugadores de México y de España saltaban a la cancha. El cuerpo arbitral se hallaba conformado por el señor Gabriel Boronkay de Hungría, asistido en las bandas por los señores Cheref Bey y Fabris, de Turquía y Yugoslavia respectivamente.
Para el encuentro, México ofreció a Oscar Bonfiglio en la portería. Rafael Garza Gutiérrez y Agustín Ojeda en la defensa. En el medio campo estaban Nieves Hernández, Pedro Suriaga y Luis Cerilla, presentando en la delantera a Carlos Garcés, Benito Contreras, Ernesto Sota, Juan Carreño y Juan Terrazas. Básicamente era la alineación del multicampeón América, reforzado en algunos puestos.
España por su parte mandó al campo a Jáuregui Lagunas en la portería, Pedro Vallana y Quincoces en la defensa; Amadeo Labarta, Hernandorena y Arizcorreta en el medio campo y a Mariscal, Regueiro, Salaegui, Marculeta y “Kiriki” en la delantera. Los primeros minutos fueron de forcejeo por la posesión del balón, notándose nerviosismo entre los jugadores mexicanos quienes más tardaban en recuperar la pelota que en perderla.
A los 12 minutos, el extremo Mariscal desborda y manda un centro templado, el cual fue rematado magistralmente por Regueiro de cabeza fuerte y abajo, dejando como estatua a Bonfiglio. México intentó reaccionar y lentamente logró empujar a su rival contra su meta. A los 24 minutos, Yermo remata un centro enviado desde la izquierda por “kiriki”, incrustando el segundo tanto en la meta azteca. Doce minutos después, al 26 Gamborena adelanta el balón hasta Yermo, éste lo toma y lo cede a Marculeta quien dispara raso y colocado, consiguiendo que la pelota se introduzca en la meta. Tras algunas llegadas tímidas de los mexicanos, se dio por concluida la primera parte. Al comenzar el segundo tiempo, parecía que el conjunto mexicano ya presentaba una actitud más
decidida pero los intentos morían siempre en los pies de los defensores españoles. Cuando mejor jugaba México, Mariscal escapa por la banda y envía un centro muy cerrado. Bonfiglio va por el balón en el aire al mismo tiempo que Yermo. Este carga contra el portero (permitido en ese tiempo) e incrusta a Bonfiglio en el arco con todo y balón. Los mexicanos protestan falta, pero el árbitro es firme y da por bueno el gol. A partir de ahí, el desconcierto y enojo de los mexicanos va en aumento. Algunas entradas fuertes sobre los españoles buscan sacar la frustración. Los jugadores aztecas se desconcentran preocupados mas por hacer justicia por su propia mano que por intentar hilvanar alguna buena jugada. Regueiro recibe en los linderos del área, se acomoda y saca un disparo fulminante para la quinta anotación. En el momento de mayor confusión del equipo mexicano, Mariscal toma el balón y se va quitando rivales de encima y lanza un potente disparo cruzado
imposible para Bonfiglio dejando los cartones seis por cero. Se lanza un tiro de esquina que ejecuta Garcés. Jáuregui, arquero español lo rechaza en corto y lo recoge Sota quien dispara sobre el marco, volviendo a rechazar el ágil guardameta, pero Carreño toma el cuero y remata en forma admirable, con gran furia e incrusta el balón para el tanto de del honor.
Juan “el trompo” Carreño
Para finalizar el encuentro, con un equipo mexicano volcado sobre la puerta española, un largo despeje encuentra a Yermo completamente solo. Los mexicanos reclaman fuera de lugar, pero el delantero español avanza y cruza por abajo venciendo a Bonfiglio. Ya no sucedería nada más digno de mención. España aplastaba a los muchachos por siete a uno, dejando claro que había mucho que aprender aún.
Los muchachos salían del campo con distintas expresiones. Unos completamente abatidos, derrotados, otros, reflejando el coraje en el rostro por el dolor de la derrota. Para justificar el largo viaje de muchos participantes, los equipos eliminados jugaban una especie de “ronda de consolación” que ya no incidía para nada en el resultado del torneo.
México enfrentaría a Chile y se llevaría una nueva derrota, jugando ahora si a un nivel mucho mayor. Para concluir esa primera aventura en el extranjero, el equipo mexicano fue invitado a jugar una serie de encuentros tanto en Holanda como en Alemania y Suiza, Sin duda la experiencia que ganaron los jugadores elevó no solo su nivel futbolístico, sino también cultural.
Los viajes ilustran sin duda y estos bravos jugadores mexicanos no volverían a ser los mismos después del 17 de julio, día en que emprendieron el largo viaje de regreso.
El torneo sería ganado nuevamente por Uruguay en una reñida final contra la selección de Argentina.
Se iniciaría una etapa de muchas visitas de equipos extranjeros a México buscando capitalizar la experiencia y aumentar el roce internacional. Grandes encuentros se vivieron previa a la Copa del Mundo de Uruguay, pero esa, es otra historia.
Primera competencia internacional de la Selecci贸n Mexicana de Futbol.