Jugo de Naranja y el Saco Azul Mamá está preparando jugo de naranja y la cocina se llena del olor fresco. Sábado por la mañana y el reloj en forma de vaca nos sonríe mientras papá canta en la regadera su música setentera. Lo primero que nos despierta es un beso de “Benito” nuestro cachorro de labrador dorado. Mamá prepara platos con fruta y cereal de muchos colores mientras mi hermano me hace cosquillas… papá remata la guerra matutina con un ataque repentino de abrazos. Un día como levantarme de la cama en un vistazo voy al cuarto de mamá y mamá sigue sola… tengo el sabor de sangre en la boca por los golpes que me propinó mi hermano ayer después de enojarnos. Sólo puedo asomarme a la habitación de mamá que amanece cansada hasta la muerte por sus tres trabajos incluyendo el de mesera, por el cual gana lo mínimo. Se que ayer estuvo más tensa de lo normal porque está a punto de perder un empleo… sus fuerzas ya no dan para más. Papá no se llevó su traje azul. Lo dejó colgado como la ilusión que guardamos durante años de que volviera. De que algún día se diera cuenta de que sus hijos lo seguíamos esperando en la ventana como los viernes en que mirábamos películas hasta quedarnos dormidos. En el refrigerador sólo hay un cuarto de litro de leche. No me aceptaron en el trabajo al que me fui a entrevistar ayer… se bien la razón. La ilusión está colgada junto con el traje azul… esa esperanza que olvidara a esa señora que no lo ama ni lo amaría jamás como lo ama nuestra mamá. Que aún lo extraña. A pesar de los 3 años que han pasado. La escucho llorar por las noches… pero ya no se que decirle. Si a mi mismo me quiebra la ausencia. Mi hermano ya no es la misma persona. No se porque se ha convertido en alguien tan violento, el expresa el dolor cubriéndose de palabras agresivas. Mi debilidad es tan susceptible… quisiera que las guerras ya no fueran por dominio… quisiera que volvieran a ser de cosquillas. Hace mucho que no hablamos… hace mucho que la casa huele a soledad. Esperanza. Necesito una sola palabra que me recuerde lo mucho que alguien más me ama. Lastimaron mi corazón cuando lo entregué hace
unos meses. Y nada volvió a ser igual. Quiero amor de verdad. Un abrazo, uno solo… de un Padre que me ame. Que no me abandone. De alguna forma que no puedo entender Dios está cerca. Cuando me aparto para olvidarme de todo y los amigos ya no están… me quedo solo. Paso el dolor de una forma pasajera en esta adicción que me ha atrapado… y al pasar efectos necesito algo más. Pero este lugar no lo llena mi exnovia que se fue tras los brazos de mi amigo… no lo llena esta rabia de vengarme de ambos… no lo llena este humo asesino que sólo me deja mas vacío… no lo puede llenar mi ilusión de convertirme en un buen fotógrafo que algún día plasme sus sentimientos en las paredes de la ciudad… no puede llenar este vacío nada. Y de alguna forma se aunque no lo pueda entender… hay alguien conmigo en mi habitación. Alguien que me abrazó cuando mi padre azotó la puerta para no volver mientras mamá quedaba tendida en el piso. Esa persona estaba ahí para darle fuerza a mi mamá. Porque nunca pude entender como había sobrevivido a tanto dolor sin morir en el intento. Estaba ahí cuando mi hermano me golpeó hasta moler la sangre de mi brazo por una tontería… tuvo que haber estado alguien ahí que de alguna forma sobrenatural detuvo mi navaja de cortar mis venas el día de ayer… tuvo que estar ahí. Porque escuché su Voz. Y no era una Voz que me diera temor… dijo mi nombre… dijo “Te amo”… esa Voz tuvo que ser la Voz de Dios. Tuvo que estar ahí para evitarme la muerte inminente que me provocó mi dolor. Esta mano que siento en mi hombro debe ser la mano de mi Padre que jamás me abandonó. Sin importar mis errores… tuvo que ser alguien demasiado perfecto como para no permitir que mi vida terminara ayer. Tuvo que ser alguien fuera de lo normal como para darme esta esperanza de salir adelante. De alguna forma aunque no lo entiendo, volveré a vivir. Huele a jugo fresco y siento las cosquillas de un pequeño… pero esta vez es mi hogar. El que yo voy a construir. Voy a invitar a Dios a mi casa… lo voy a invitar para que sea el Padre que jamás me deje. Que sea la fuerza que jamás abandone a mis hijos. Cuelgo mi traje azul atrás de la puerta y lo cuelgo con la seguridad de que mi Padre Eterno… jamás me va a abandonar. No es un sentimiento. Es una certeza.
No puedo entenderla… simplemente quiero vivirla. Ayer mi hermano me abrazó y me presentó a su prometida. Ayer cenamos en un restaurante que plasma catorce fotografías mías de una exposición a la que llamé “Esperanza”. Hoy más que nunca entiendo lo que es resucitar. Hoy entiendo que soy el reflejo del amor de Padre que siempre tuve y la fortaleza de un abandono que sobreviví. Soy un inicio repleto de razones para no dejarme morir. Me harté de vivir extrañando, muriendo, esperando... siento que hoy inicia mi vida otra vez. Me lo dijo ayer Dios. Me lo dijo en secreto mientras mis hijos reían viendo caricaturas. Besé a mi esposa en la mejilla antes de ducharme. Hoy Dios me dijo que todo era nuevo mientras tomábamos jugo de naranja en la cocina.