IX Congreso acional de Paleopatología “Investigaciones Histórico-Médicas sobre Salud y Enfermedad en el pasado” Morella (Els Ports, Castelló), 26 al 29 septiembre de 2007.
Mujeres y cólera morbo: una epidemia sectaria en el Benidorm del siglo XIX. Muertos en vida: el regreso de ultratumba. Lola Carbonell Beviá
I.
La incidencia del cólera en el siglo XIX.
España fue asolada por cinco epidemias de cólera morbo, de las cuales tres de ellas fueron las que afectaron directamente a Benidorm, diezmando la población. Fueron las correspondientes a los años 1834, 1865 y 1885. “(…) De origen asiático penetró en Europa a partir de 1830, (…) la epidemia de 1854-55 fue la más mortífera de todas (extendida por las tropas), la zona más afectada fue el centro norte, la última de 1885 coincidió con la “crisis agrícola y pecuaria” y la extensión de la filoxera en los viñedos, atacó al Sistema Ibérico y Granada (…)” (1). En el CIDAPA o Centro de Información de Documentos de Archivos de la Provincia de Alicante se hallan recopiladas varias estadísticas y expedientes de las epidemias de cólera morbo, que afectaron a las poblaciones de la provincia de Alicante, correspondientes a los años 1855-56 y 1885, fundamentalmente; y que justifican como el cólera morbo llegó a todos los rincones de la provincia de Alicante, como Balones (2), Busot (3), Quatretondeta (4), Vall de Laguar (5), Relleu (6), Beneixama (7), o Penáguila (8). Benidorm, al igual como el resto de poblaciones de la Marina Baja recibió la entrada de la enfermedad por primera vez en 1834 (9): “(…) El cólera es una infección intestinal aguda causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados por la bacteria “Vibrio Cholerae” (…) Una persona puede adquirir el cólera bebiendo agua o comiendo alimentos contaminados con la bacteria del cólera. la enfermedad puede diseminarse rápidamente en áreas con tratamientos inadecuados de agua potable y agua de alcantarillado. La bacteria del cólera también puede vivir en ríos salobres y aguas costeras (…)”. El medio físico de Benidorm cumplía en el siglo XIX todos los condicionantes para que la enfermedad del cólera se asentase y expandiese. Tal y como describió el jurista e historiador Pedro María Orts Berdín existían 300 norias de extracción de agua salitrosa; pero además la población consumía agua procedente de aljibes (10): “(…) de las fuentes del barranco de Polop, cuya acequia abierta a la intemperie
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sirve de lavadero público, a varios pueblos y de sumidero de objetos putrefactos muchas veces (…)”. II.
La epidemia de 1834 en Benidorm.
La primera epidemia de cólera morbo que arrasó la población benidormera fue la de 1834. Dicha investigación se ha realizado partiendo de los libros de actas de los Plenos del ayuntamiento, del siglo XIX, existentes en la actualidad en el Archivo Municipal. Y de los libros de defunciones del Archivo Parroquial, de la iglesia de San Jaime y Santa Ana, de Benidorm. De la compilación de las dos fuentes archivísticas, se sabe que la epidemia de 1834 por cólera morbo en Benidorm, causó la totalidad de 189 fallecidos, de los cuales 73 fueron varones, y 116 mujeres. Tres meses antes del fallecimiento del primero de los finados en Benidorm, concretamente el 30 de junio de 1834-, el cólera morbo ya había aparecido en España, y a nivel provincial Gobernación Civil, se había hecho eco enviando una circular con fecha de 28 de junio, en la que se pide a las poblaciones costeras de la Marina Baja, concretamente Finestrat y Benidorm, que se auxiliasen para evitar la propagación del cólera morbo (11): “(…) Se ha servido disponer que este justicia se ponga de acuerdo con los de los Pueblos situados en la misma costa o sus inmediaciones para que auxiliándose recíprocamente se cubra la costa de modo que se destine el [ilegible] de que puede propagarse el azote del cólera=morbo asiático avisando el desembarco clandestino de personas a efectos de lo cual pone a esta en el caso de reclamar otro auxilio, no tan sólo para dar cumplimiento a las órdenes de la superioridad que nos amenaza (…)”. Casi dos meses después, el 26 de julio de 1834 continuaron extendiéndose las medidas preventivas y paliativas, a pesar de que el cólera todavía no había llegado a Benidorm. En esta ocasión, el Ayuntamiento de la villa recibió una circular donde quedaba comunicada la Real Orden de 11 de julio de 1834, por la que se mandaba la recogida de aportaciones económicas para luchar contra el cólera (12): “(…) Enterado este Ayuntamiento de la Real orden de once del actual por la que s.Vtra. Se ha servido mandar; que para atender al socorro de los pueblos afligidos por el cólera morbo se habrá una suscripción voluntaria y se hiciere mención de cuantos fondos existen en los pueblos a excepción de las Contribuciones Reales (…)”. Durante el mes de agosto de 1834 comenzaron a surgir los primeros casos de cólera en la comarca, hecho que se le comunicó desde Benidorm al Alcalde Mayor de Polop, mediante carta, en la que se cita que ya existían dos casos de cólera en Alfaz del Pí (13): “(…) Que como encargado de la observancia de las leyes sanitarias en la comprensión de su distrito y Callosa por la salud de todos sus habitantes, asegurado por los facultativos D. José Pons otro de sus vocales que había observado en el caserío del Alfaz de Polop un caso de cólera y haver (…) ocurrido en el día anterior, otro igual caso en Miguel Such, que fue víctima de el, con otro y también murió días antes con todos los síntomas del cólera según de público y notorio; no podía ni devía estar Fuster dejar de incomunicarse con el caserío del Alfaz de Polop, participándose a Ud y al Alcalde de La Bucía esta novedad (…)”. La descripción que hicieron los facultativos en 1834 de un enfermo colérico fue la siguiente (14): “(…) a una enferma con vómitos y diarreas pertinaces, hipo, calambres, sed devoradora, voz sepulcral, ojos húmedos al interior de sus órbitas,
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frialdad marmórea y zonación al tacto como de [ilegible], síntomas todos y según los profesores de arte de curar caracterizan al verdadero cólera? ¿Será también una invención de esta junta, los dos muertos que ya se citan, que fueron cuasi repentinos (…)”. 2.1. Trasmisión del cólera por mar y cuarentenas. La primera legislación que trataría de paliar la transmisión del cólera morbo surgió en España a partir de las Cortes de Cádiz, en 1813, con la promulgación de la Ley de Cortes de 23 de junio sobre “Salud Pública, Cementerios, Juntas de Sanidad, y Salubridad”. En 1816 vio La luz la Instrucción de 21 y 25 de agosto para preservar del “contagio exótico” (peste y fiebre amarilla). Y en 1817 fue abierto el lazareto de Mahón y publicado su reglamento, que tuvo una relación directa con la sanidad marítima y las cuarentenas en tiempo de cólera (15). Por la Real Orden de las Cortes de Cádiz en 1813 fueron creadas y organizadas las juntas provinciales y municipales de sanidad, que fueron las encargadas de combatir directamente el cólera morbo (16), codirigidas por “(…) jefes políticos y alcaldes que toman medidas según el estado de necesidad de protección de un bien de propiedad individual como es la salud (…)”(17). El tráfico marítimo fue controlado entre las juntas provinciales y municipales, quienes ponían cuarentenas a los navíos sospechosos (18): “(…) Ayer fondeó en nuestra rada la Goleta Española La Cleopatra su capitán D. José Orts, procedente de la Isla de Santa Cruz de Tenerife, de cuyo puesto salió en 24 de julio último (…) con carga de atún y destino a Tarragona, sin haver tenido novedad su tripulación, ni rodeo con buque alguno gozándose de salud cumplida en otra isla según la patente. Y haviendo tenido noticia dicho Capitán de que en Tarragona se padece de cólera morbo, ha suspendido el viaje a dicho puerto y a cualquier otro de los havilitados de este Reyno. En este estado, esta junta reúne a B.S. para manifestarle la cuarentena que deva sufrir (…)”. Unos años después, la Ley General de Sanidad de 1855, dictaminó dentro de la sanidad marítima que la máxima cuarentena para el cólera morbo asiático fuese de diez días, y determinó para los puertos de primera, -entre los que se encontraba el de Alicante, junto a los de Barcelona, Cádiz, Málaga, Santander, y Valencia (19): “(…) que eran puertos para observación de patentes sospechosas, los puertos de primera, por reunir condiciones para observación y en su caso desinfección y expurgo (…) en tanto que serán despachados para los lazaretos de San Simón o Mahón todos los buques con patente sucia o de puertos infectados de peste levantina y fiebre amarilla y serán despachados para los puertos de primera clase los buques con patente sucia de cólera morbo asiático (R.O. de 6 de junio de 1860) (…)”.
2.2. Más de un centenar de muertos en dos meses. El 18 de septiembre de 1834 fue un día fatídico para la historia de Benidorm. El cólera morbo comenzó su asedio con siete entierros. Durante casi dos meses se produjeron 189 fallecimientos por la enfermedad, siendo los días de máxima mortalidad el 28 de septiembre, con 9 enterramientos; los días 5, 7 y 13 de octubre con ocho; el 14 de octubre con dieciséis, seguido del 15 y 16 con once; y del 17 con diez. El 18 de octubre volvieron a producirse siete entierros, y el 19 de octubre,
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nueve. A partir del 20 de octubre, la enfermedad remitió hasta el 16 de noviembre en que fue sepultado el último cadáver (20). Agustín Galiana fue el párroco que se encargó de anotar las bajas por cólera de los católicos benidormeros, en el libro de defunciones. Para ello confeccionó un anexo que denominó “Libro de Difuntos en la Época del Cólera”, donde fue anotando las defunciones de adultos y niños, siguiendo un mismo esquema (21): “(…) En el cementerio de Benidorm a diez y ocho de Septiembre de mil ochocientos treinta y cuatro se dio sepultura eclesiástica al cadáver de Vicenta Llorca, que ha fallecido del cólera, consorte de Pedro Martínez, de que certifico D. Agustín Galiana (…)”. Durante la epidemia los cuerpos difuntos no esperaban a que discurrieran 24 horas para ser enterrados, como ocurría con el resto de los cadáveres en periodos interepidémicos, donde el presbítero dejaba constancia en su certificación “(…) En el cementerio de la villa de Benidorm día treinta de Agosto de mil ochocientos treinta yuno, se dio sepultura eclesiástica, pasadas veinte y cuatro horas, al cadáver de Josef Ivars, que falleció ayer de infantil edad, hijo de Luis y de Ángela Llinares, vecinos de esta de que certifico D. Agustín Galiana (…)” (22). Cuando terminó la epidemia, el párroco volvió a hacer otra anotación especificando el lugar donde se hallaban registrados los cadáveres de la primera epidemia de cólera morbo (23): “(…) Bota: Los comprendidos desde el 18 Setiembre hasta 18 Boviembre que son los finados en la época del cólera se hallan de hojas 182 de este libro, ahora al folio 70 (…)”. En esta primera epidemia murieron tres niños calificados como “albats” por el sacerdote, y que fueron: Maximiliano Llorca (24), Francisco Orts (25), y Francisca Orts (26). A lo largo de casi estos dos meses de fallecimientos, tan solo hubieron dos días en los que no se produjeron enterramientos, que fueron los días 11 y 25 de octubre. De las 189 muertes que se produjeron, 116 correspondieron a mujeres y 73 a hombres. Un hecho que se repetiría posteriormente en las siguientes epidemias de cólera. Pero como se puede comprobar, la mortalidad de la población femenina duplicó a la masculina. Las inscripciones de los difuntos coléricos realizadas por el cura párroco Agustín Galiana sirvieron para dar a conocer el avance de la epidemia (27): “(…) la enfermedad asiática ya hace dos meses que aflige a esta población con las epidemias de calenturas intermitentes de que por desgracia se halla plagada la misma (…) 15 noviembre al Sr. Cura de esta parroquia de Benidorm le adjunto relación de los individuos que han fallecido en esta villa desde el 17 de septiembre último hasta el presente, época en que ha reinado con toda su estancia la enfermedad del cólera morbo (…)”.
2.3. Muerte por cólera de un cirujano benidormero: Francisco Vives Soler. El 19 de octubre de 1834 fue un día en el que fueron enterradas nueve personas por la epidemia del cólera. Entre ellas se encontraba el cirujano don Francisco Vives, -como lo citó el párroco para diferenciarlo hasta en la muerte con el calificativo de ”don”, del resto de los fallecidos-, quién dejó viuda a Rosa Orts (28). En 1832 fue promulgada una Real Orden por la que las plazas de médicos y cirujanos pagados con fondos públicos se preveían por la Real Junta Gubernativa de Medicina y Cirugía, conforme a lo dispuesto en el reglamento de academias, en
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lugar de que los facultativos titulares fuesen elegidos y escriturados por los ayuntamientos (29). Pero la tutela del nombramiento y cumplimiento del contrato fue encomendado a la Diputación Provincial, que era la entidad que resolvía las quejas oída la Junta provincial (30). Por ello, en caso de fallecimiento por cólera del médico o cirujano, la Diputación Provincial tenía que compensar con una pensión de entre 2.000 y 5.000 reales a la viuda (31). 2.4. La labor del profesor de Medicina Vicente Orts. Parece ser que fue generalizado que las medidas sanitarias fueron adoptadas en el siglo XIX cuando la mortalidad epidémica asolaba las poblaciones (32): “(…) en tanto que en los periodos interepidémicos, el gobierno, los delegados gubernativos y los alcaldes se olvidan de la salubridad (…”). Un caso similar ocurrió en Benidorm con el gobierno municipal hasta que se vieron desbordados por el número de muertos, y fue entonces cuando la Junta de Sanidad Municipal envió una embarcación propia de la misma, hasta Málaga para trasladar rápidamente a Vicente Orts, un brillante médico del que se decía que hacía curaciones prodigiosas (33): “(…) Sigue en esta villa la enfermedad del cólera su curso ordinario sin haber llegado todavía al periodo descendente: En los ocho días anteriores ha entrado esta terrible enfermedad arrebatando más de cien víctimas. En medio de esta [ilegible] la Junta de Sanidad de esta villa, ha hecho el último sacrificio que podía, mandando expresamente al veloz falucho El Rayo para la ciudad de Málaga a fin de conducir a esta al acertado profesor de medicina D. Vicente Orts que según la voz pública ha tratado con el mayor acierto la enfermedad del cólera en Vélez Málaga y sus contornos, haciendo curaciones prodigiosas (…)”. El 19 de noviembre de 1834, fecha en que fue sepultado el último colérico, la Junta de Sanidad Municipal atribuyó la erradicación de la epidemia, en primer lugar a la “Divina Providencia”; y en segundo lugar, a la labor del profesor de medicina Vicente Orts, y pidió al Gobierno Civil de Alicante que le hicieran entrega de una mención honorífica por el trabajo realizado de extinción de la epidemia (34): “(…) Esta junta de Sanidad tiene la satisfacción de participar a V.S., que habiendo desaparecido de esta villa por la Divina Providencia, la enfermedad del cólera morbo que tantos estragos ha causado en ella se halla dicha villa en perfecto estado de salud (…) Al participar de V.S., tan plausible noticia no puede menos de recomendar a V.S., el mérito conseguido por el [ilegible] al profesor de Medicina don Vicente Orts, que esta Junta de Sanidad en medio de los apuros hizo venir de ciudad de Málaga para consuelo de esta villa y ojalá que lo hubiera determinado más pronto y no llorarían tantas familias la pérdida de los marcados objeto. Este profesor intrépido y filantrópico ha llevado las esperanzas de esta Junta que ha desmentido la buena reputación que su acertado método curativo contra el cólera y singular caridad para todos los enfermos que ha gran [ilegible] en la ciudad de Vélez-Málaga y sus contornos. La Junta de Sanidad de esta villa ha visto con admiración el beneficio para tan acreditado médico, el ningún temor que le causa la epidemia Reinante, la abil destreza con que sabe combatirla y lo participo a V.S., para que la [ilegible] y de cuanto todo el Gobierno Superior y se haga mención honorífica del profesor de Medicina Dn. Vicente Orts que tanto se ha distinguido en el cumplimiento de sus deberes, prodigando a los enfermos los socorros del arte con esmerado celo e imperturbable constancia dándose a los pobres medicinas gratis (…)”.
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Llegada la Navidad de 1834, todavía se hallaba en Benidorm el profesor de Medicina Vicente Orts, por lo que el Ayuntamiento remitió una misiva dirigida a la Junta de Sanidad de Málaga para comunicarlo (35): “(…) Habiendo remitido de esta población la terrible enfermedad del cólera=morbo que por espacio de dos meses la ha afligido, se cantó el Tedeum el 16 de Boviembre, sin haberse [ilegible] ningún caso más desde dicha época, y aunque permanezca en esta el indicado profesor de medicina Don Vicente Orts, que desde esa ciudad vino a esta villa invitado por esta Junta de Sanidad para la curación de dicha plaga (…)”.
Un médico perseguido por deserción: Vicente Llorca. Los médicos decimonónicos juraban “(…) asistir de limosna a los pobres de solemnidad y con el mismo cuidado que los ricos; despreciar todos los riesgos y contagios cuando lo exija la salud pública (…)” (36). Por lo tanto, cuando un facultativo se ausentaba durante una epidemia y no designaba ni proveía sustituto podía ser sancionado con la suspensión del ejercicio de la medicina (37). Pues esto fue lo que le sucedió al médico José Llorca, que desertó de Benidorm durante la epidemia, refugiándose en la Torre de Las Caletas, perteneciente al término de Benidorm-, donde fue apresado. El documento admite un doble motivo para su arresto. En primer lugar, económico, porque presuntamente tenía que haber entregado cien libras para los medicamentos de los coléricos, y solo entregó cincuenta; y en segundo lugar, por razones políticas: su relación con los Moderados benidormeros (38): “(…) Satisfaciendo a lo que V.S., previene en el decreto de 31 de octubre último, en el oficio que dirigió a V.E (…) José Llorca de [ilegible] de la Torre de Las Caletas en este dicho término, Debo Informar a V.E., que el arresto del apresado (…) en este caso Capitular de esta villa, que traslado de una casa y de esta de la del campo con permiso a poder ir hasta la torre para que pudiera huir del peligro que causaba entonces en toda esta villa la enfermedad del cólera morbo, no se verificó en debida forma por [ilegible] al fuero militar de que goza y puede dar a V.E., con verdad que no fue motivado por las ocurrencias que [ilegible] apresó a don Josef Lloret, Capitán Regimiento del Distrito de Villajoyosa (…) El arresto fue motivado por ser notoria desafección al legítimo gobierno de la Reyna V.S. Dª Isabel 2ª por reunirse con los ¿moderados? En esta villa (…)”.
III.
Benidorm y el fantasma del cólera morbo en 1859. Según la información registrada en el Libro de Actas Plenarias de 20 de junio de 1860, se produjo un brote de cólera morbo en Benidorm en octubre de 1859 que no fue declarado en el juzgado por la fuga de uno de los tres médicos que atendían a la población, según aduce la fuente: (39): “(…) Por el Sr. Presidente se mandó dar lectura al escrito del juzgado de 1ª instancia del partido de 29 de Mayo último del que enterados los Sres del Ayuntamiento acordaron informar: Que el cólera morbo apareció a mediados del mes de octubre del año pasado 1859, no declarándose
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oficialmente por la fuga del Médico Titular. Esta enfermedad invadió a un número de individuos bastante considerable, pero las defunciones fueron muy pocas en razón a que no era fulminante en lo general. Los facultativos D. Tomás Llenares, D. Juan Bautista Rusaza y D. José Pérez Vives tenían un contrato particular de asistir al vecindario que tenían igualadas para cuyo efecto dividieron la población en tres cuarteles que tenían a su cuidado cada uno de ellos, supliéndose en ausencias y enfermedades legítimas, pero de ningún modo cuando la falta era de mal género como lo que se trata. Al fugarse el médico Pérez claro es que quedaron abandonados todos los del cuartel confiados a su cuidado y por consecuencia sin la asistencia facultativa necesaria, si bien procuramos los otros compañeros llenar su falta lo mejor que les fue posible empleando las horas que les dejaba libres sus visitas en hacer lo que tenían obligación el Pérez, de modo que sin este acto de filantropía hubieran puesto al pueblo en el mayor conflicto. En cuanto en honor de la verdad pueden informar al juzgado (…)”. Muy distinta es la realidad que aparece reflejada en el libro de defunciones del año 1859, donde del total de 123 fallecidos a lo largo de todo el año –de ellos 66 adultos y 57 párvulos-, no hay ninguna incidencia de cólera morbo. Entre los adultos los casos de fallecimiento se produjeron por: calenturas intermitentes (40), “consumición” (41), parto (42), “erisipela” (43), pulmonía (44), vejez (45), apoplejía (46), tisis pulmonar (47), asma de pecho (48), hidropesía (49), decrepitud (50), derrame cerebral (51), ataque apoplético (52), cáncer de matriz (53), cólico (54), naufragio (55), cólico nervioso (56), disentería (57), terciana (58), sobreparto (59) y ahogado (60). Junto a esas causas de defunciones de fallecimiento el registro de defunciones del Archivo Parroquial no especifica la causa de muerte en la inscripción de Luis Soler de 60 años que falleció el 11 de marzo. De Ángel Liberato Rusafa, tan sólo dice que naufragó y murió en 1854. Y de Rosa Pérez de 70 años –enterrada el 24 de abril- apunta el nombre de una enfermedad ilegible. Por lo tanto las únicas causas de fallecimiento que se registraron en octubre de 1859 señalan intermitentes, cólico nervioso, cólico y disentería. Y para nada aparece la denominación de cólera morbo, a no ser que fuese disfrazado bajo cualquiera de estas acepciones. Lo mismo ocurre con las causas de muerte de párvulos, a excepción de dos de ellos en los que no aparece especificado el motivo de la muerte (61). El resto de los niños murieron a causa de: parto (62), “dintinción” (63), “pasmo” (64), sarampión (65), intermitentes (66), diarrea (67), pulmonía (68), tercianas (69), angina (70), disentería (71), cólico (72), calentura (73), y gangrena (74). IV.
La epidemia del cólera morbo de 1865. 77 fueron las personas fallecidas de cólera morbo en 1865 en Benidorm. De ellos 17 eran hombres adultos, 40 mujeres adultas, y de los 20 párvulos restantes, 11 eran niños y 9 niñas (75). Así como en la primera epidemia de cólera de 1834, los datos de defunciones del Archivo Parroquial no facilitaban la edad de los finados, en esta epidemia si que aparecen registrados, dado que en 1838 cambió el
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formulario del acta de enterramiento incorporando la edad y acreditando la causa del fallecimiento según certificación facultativa; así como la hora del fallecimiento; y en algunos casos el lugar exacto del enterramiento en el cementerio. Un dato interesante reside en que ninguno especifica que se dejaran pasar las 24 horas reglamentarias para el entierro (76). La epidemia comenzó a producir fallecimientos el 20 de octubre con dos entierros. Y su incidencia en la población –en cuanto a muertos- fue menor que en la del año 1834, puesto que la cifra de inhumaciones diarias osciló entre uno y dos cadáveres, excepto los días seis y siete de noviembre, con 6 y 8 entierros respectivamente; descendiendo a 5 el ocho de noviembre; para estabilizarse entre cuatro y cinco los días 9 y 11 de noviembre, y descender nuevamente a 1 y 2 entierros entre el 12 de noviembre y el 2 de diciembre, último día de inhumaciones por cólera. En esta epidemia hubieron más días sin que se presentaran bajas, que en la primera. De hecho, los días sin enterramientos fueron en octubre, el 21, 22, 23, 24, 25, 28 y 30. Y en noviembre: el 2, 16, 18, 20, 22, 23, 25, 26, 27, 28, 29, 30 y 31. En cuanto a la edad de la población, la epidemia de 1865 afectó prioritariamente a la población infantil, registrándose la mayor parte de las muertes entre la población de menor edad: en el grupo de 5 años hubieron 4 fallecimientos; seguido de los párvulos de 2 y 3 años con tres casos en cada uno de los grupos de edad. Los de 7 años con 3 casos; los recién nacidos hasta 14 meses con un caso por cada uno de los grupos de edad, así como párvulos de 4 años con un caso; igualmente un caso en los de 6, 8, y 10 años. De 10 a 19 años descendió la incidencia de mortalidad produciéndose dos muertes en adolescentes de 12 años; una de 14 años; uno de 15 años uno de 18 años; dos de 19 años y de nuevo 4 fallecimientos en el grupo de 20 años. La población de entre 21 y 50 años no se vio casi afectada, tan sólo se registraron decesos en los grupos de 23 años con uno; dos en el de 24 años; uno en el de 25 años; dos en el de 30; uno en el de 31; uno en el de 32; no en el de 34; uno en el de 40; uno en el de 43; uno en el de 44; uno en el de 49; y dos en el de 50. Mientras que la población adulta y senil se vio un poco más afectada, pero no en exceso. Hubo un fallecimiento en el grupo de 5 años; 3 muertes en el de 60 años; dos en 64 años; otros dos en 65 años; uno en 70; y uno en 75 años.
4.1. La aplicación de medidas higienistas. La aplicación de la Ley de Sanidad en 1855 tuvo mucho que ver en la reducción de los fallecimientos de esta segunda epidemia que afectó a Benidorm. Fue regulada la sanidad marítima con cuarentenas y expurgos, así como la clasificación de las patentes de embarcaciones en limpias y sucias. Igualmente ocurrió con la sanidad terrestre regulándose por medio de una norma sanitaria extensiva a médicos, cirujanos y farmacéuticos titulares quienes debieron encargarse de la asistencia a familias pobres, mediante contratos con ayuntamientos, que debieron ser aprobados por las Diputaciones Provinciales (7). Fue creada en 1847 dentro del Real Consejo una comisión especial que se dedicó exclusivamente a la incidencia del
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cólera morbo (78). Fueron prohibidos los cordones sanitarios por el Consejo de Sanidad por no tener funcionalidad frente al contagio (79). El Consejo de Sanidad emitió un informe en 1854 donde propuso que fuese organizada la hospitalidad domiciliaria higiénica, declarando de obligatoriedad la permanencia de los médicos, cirujanos, eclesiásticos y escribanos en los pueblos de su habitual residencia durante la epidemia (80). En 1854 John Snow descubrió que la transmisión del cólera se producía por el agua de bebida, y en 1865 el Consejo de Sanidad del reino se ocupó “(…) en materia de sanidad interior del control del cólera (…)” (81), y más cuando la epidemia fue difundida desde Valencia, por lo que fueron publicadas: “(…) repetidas instrucciones de higiene pública para cumplimiento de jefes políticos, alcaldes, ayuntamientos y autoridades en general (…)” (82). A pesar de que el cólera morbo de 1865 se cobró en Benidorm las primeras víctimas en octubre, las medidas preventivas ya se estuvieron tomando desde agosto de ese año, mediante la limpieza de solares (83): “(…) En la sala capitular de la villa de Benidorm a las veinte y siete días del mes de Agosto de mil ochocientos sesenta y uno, reunidos los S.S., del Ayuntamiento anotados al margen y bajo la presidencia del Sr. D. Pedro Fuster Alcalde se manifiesta por dicho Sr. Que como a todos los S.S., presentes le constaba de una manera evidente, en este pueblo existían varios solares o casas derruidas, que no tenían dueño, puesto que por que pertenecían a varios que habrían sido vecinos de esta villa y habían emigrado al extranjero, según presumía, ignorándose su paradero, y que estos solares, se habían convertido en cloacas o letrinas, donde arrojaban las inmundicias todos los vecinos, produciendo con ellos focos de insalubridad pública, y como quiera que según las noticias oficiales reina en puntos y ciudades cercanas a esta villa, la enfermedad conocida con el nombre de cólera-morbo, era de imperiosa necesidad estirpar estos lugares peligrosos a la salud pública. En su vista, los S.S., presentes después de una larga y distendida discusión acordaron por unanimidad tapar todos los solares de la población que no tengan dueño conocido. Y al efecto y para los gastos que estas obras puedan ocasionar, autorizan al Sr. Alcalde para que gaste lo consignado en el presupuesto para imprevistos (…)”. De nuevo, el 3 de septiembre de 1865, la preocupación de la corporación ante el cólera quedó patente (84): “(…) Se manifestó que en atención a las noticias que diariamente llegaban a esta villa sobre el desarrollo que en pueblos limítrofes había adquirido la enfermedad del cólera morbo, y en atención, tan bien, a que podría ser fácil se presentara en esta villa (…) completa autorización al Sr. Alcalde para que adopte todas cuantas medidas le surgiera su celo por la causa común, y heche mano de todos los fondos existentes en Depositaría para socorrer a los pobres y prestar a la masa común de vecinos (…)”. El 24 de septiembre se produjo el cambio de la corporación (85), jurando el cargo Francisco de Paula Orts como alcalde (86) y apoyándole como uno de sus concejales José María Orts Berdín (87). En uno de los primeros Plenos al que acudió como asociado José Orts y Jorro (88), pare del edil José María Orts Berdín, se planteó la carencia de medios para atender a los pobres, ante la inminente llegada de la epidemia (89): “(…) Bo habiendo en
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esta villa facultativos titulados para la visita de los pobres y teniéndose con fundamento que puedan ser invadidos del Cólera Morbo, para que no falte la asistencia (…) para poder contratar facultativos en caso de necesidad representan Dos mil reales de vellón (…)”. El 15 de noviembre de 1865 tuvo lugar un Pleno para dar cuenta de la presencia de la epidemia en la población, una reunión en la que estuvieron presentes los miembros de la Junta Municipal de Sanidad formada por Juan Thous, José Marió, Bautista Pérez Gil, Ricardo Fuster, Joaquín Llorca y José Pérez (90): “(…) se manifestó: que habiéndose hecho presente los facultativos y de la Junta de Sanidad D. José Pérez, D. Gaspar Llinares que se habían observado de algunos días a esta parte varias diarreas coléricas, y que en el día de ayer se habían presentado algunos casos de cólera confirmados, era deber hacerlo saber a los S.S., del Ayuntamiento y de la Junta de Sanidad para que tomasen las disposiciones que creyeran del caso (…). Por unanimidad se autoriza al Sr. Presidente para que pase una comunicación al Sr. Gobernador de la Provincia declarando el cólera en esa población y que no se den patentes limpias a los buques que salgan de este puerto (…)”. Según acta de 9 de junio de 1864 la estadística del vecindario que fue enviada al Gobernador Civil se componía de 989 vecinos (91), mientras que a fecha de 21 de mayo de 1865 el censo reflejaba 962 vecinos (92), por tanto la epidemia del cólera morbo de 1865 redujo la población en 77 vecinos quedando a fines de año un total de 885.
V. La epidemia del terror: el cólera de 1885. El cólera morbo de 185 impregnó el terror por la muerte en la mente colectiva. Un hecho que se perpetuó a lo largo de los años y que dio lugar a que se mantuvieran por tradición oral historias de resucitados en toda España. En Benidorm, la epidemia de 1885 no fue la más virulenta, puesto que en total fallecieron 108 personas, de las cuales 79 fueron adultos y 29 párvulos; frente a la de 1834 en que murieron 189 (93). Pero como en las dos epidemias anteriores, el número de mujeres adultas fallecidas superó al de varones. Fueron 47 las féminas fenecidas frente a 32 hombres. Y lo mismo ocurrió con los párvulos: 16 niñas frente a 13 niños. La epidemia comenzó a provocar mortandad el 29 de junio de 1885 con un entierro, siendo los días 1, 2 y 3 de agosto los que más enterramientos aglutinaron con 6, 8 y 7 consecutivamente, descendiendo de nuevo hasta el 20 de agosto en que fue realizada la última inhumación. En total fueron casi dos meses de asedio colérico. Durante este periodo casi todos los días se producía algún fallecimiento, quedando libres de entierros los días 1, 3, 7, 11, 12, 13, 14, 15 y 21 de julio; el 5, 7, 10, 11, 13, 14 y 16 de agosto. Por edades, el cólera morbo de 1885 afectó en primer lugar a la población “simplemente joven”, predominando los fallecimientos en párvulos de un año y medio, 2, 5, y 7 años con cinco muertes en cada grupo de edad; seguido de los grupos de 3 y 4 años, con tres fallecimientos respectivamente por grupo; en tercer lugar afectó a los grupos de 6, 9, 13 y
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18 años con dos muertes por cada uno de ellos. Y por último a los recién nacidos de un año con una muerte. El resto de grupos de 8, 10, 11, 12, 14, 15, y 16 años también se vieron afectados con una muerte por grupo. Los jóvenes de 19 a 29 años no salieron muy perjudicados pues se produjeron escasas bajas en los grupos de en de 20, con dos muertes, 23, 25, 26 y 27 con uno por grupo. Sin embargo la incidencia de muerte volvió a aumentar en el grupo de adultos jóvenes” de entre 35 y 45 años, es decir los que componían los grupos familiares como padres. En el grupo de 30 años se produjeron tres muertos; dos en el de 31 años; uno en el de 33; uno en el de 34; tres en el de 35; cuatro en el de 36; uno en el de 37; uno en el de 39; seis en el de 40; uno en el de 42; uno en el de 43; y tres en el de 45 años. En los adultos seniles, la incidencia de mortalidad fue menor. Del grupo de 46 a 59 años se produjeron fallecimientos en el grupo de 46 con uno, de 50 años con uno; de 55 con tres muertes; y de 57 con dos. Y por último en la población senil englobada entre los 60 y 85 años la incidencia fue puntual en determinados grupos de edad: cuatro muertos en el grupo de 60 años; uno en 62; uno en 63; uno en 65; uno en 68; cuatro en 70; uno en 75; uno en 77; tres en 80; uno en 84; y dos en 85. Como ejemplo curioso aunque tétrico que evidencia la mortalidad entre el grupo de adultos jóvenes e infantil, destaca el fallecimiento de los cuatro componentes de una misma familia, formada por los padres y dos niños de 2 y 5 años. El padre, Vicente Garrigós Fenollar de 33 años, natural de Torremanzanas y afincado en Benidorm murió el 20 de julio de 1885, a las dos de la terde. Su esposa, Silveria Bernabeu Pérez, de 42 años, natural de Onil, y afincada en Benidorm falleció ocho días después, el 28 de julio, a las ocho de la tarde, tras ver morir horas antes a su hijo Vicente Garrigós Bernabeu de 5 años, que había nacido en Toremanzanas. Pero a la misma hora que la madre, -las ocho de la tarde- fallecía igualmente el último miembro de la familia, la niña de 2 años Magdalena Garrigós Bernabeu, ya bautizada en Benidorm (94). Durante la epidemia del cólera de 1885 no se guardaron las 24 horas para enterrar los cadáveres, sino que fueron sepultados rápidamente. Una vez que había fenecido la persona se le inhumaba sin funerales, para que fuese más rápido y evitar con ello el peligro de contagio De hecho, el cura párroco existente en 1885 no dejó constancia en ninguna de las inscripciones de los difuntos del cólera que se le hiciesen funerales (95): “(…) Como Cura párroco de la iglesia de la villa de Benidorm, provincia de Alicante diócesis de Valencia, día veinticinco de Julio de mil ochocientos ochenta y cinco, mandé dar sepultura eclesiástica en el cementerio de la misma al cadáver de Filomena Devesa Ballester, natural y vecina de esta, de veinte años de edad, consorte de Manuel Doménech Pérez, e hija de José y de María. Falleció a la una de la tarde del mismo día de cólera morbo. De que certifico Juan B. Catalá (…)”. Durante los meses de junio a agosto en que se desarrolló el cólera morbo en Benidorm, los entierros se realizaban incluso por la noche (96): “(…) Rosa Aracil Cortés de 35 años falleció a las ocho de la noche del mismo día de cólera morbo (…)”. (97): “(…) Mª Josefa Devesa Agulló. 31 años. Falleció a las seis de la tarde del mismo día (…)”.
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(98): “(…) Antonia López Lloret. 57 años. Falleció a las ocho de la noche del mismo día (…)”. (99): “(…) Bautista Berenguer Pérez. 30 años. Carabinero residente de esta. Falleció a las cinco de la tarde del mismo día de cólera morbo (…)”. (100): “(…) Jerónima Bayona Valero. 27 años. Falleció a las once del mismo día del cólera morbo (…)”. (101): “(…) Francisca Llinares Vives. 22 años. Falleció nueve de la noche del mismo día de cólera morbo (…)”. Y así con todos los finados se seguía la misma pauta: la de enterrarlos el mismo día a la hora que fuese.
5.1. Muertos en vida: el regreso de ultratumba. El temor al contagio, sumado a las medidas higienistas provocó que las inhumaciones fuesen muy rápidas, y con ello los casos en que algunos cadáveres no estuvieran realmente muertos. Cuando moría un individuo, el párroco hacía rápidamente el entierro, y se llevaba el cuerpo al cementerio donde se depositaba hasta que pasaran las horas reglamentarias, para ser enterrados posteriormente. Algunos sobrevivieron porque sus cuerpos reaccionaron antes de ser enterrados, como la historia que se refiere a continuación, pero otros recuperaron la conciencia y la vida en las sepulturas y murieron dentro del ataúd, rasgando la misma y plasmando expresiones de terror. En Benidorm, tal como refiere Antonio Yañez, en su obra (102), se produjo un caso de catalepsia por cólera morbo: “(…) mediados del siglo XIX, con motivos de las epidemias de peste, se enteraba a los enfermos incluso sin comprobar si realmente habían expirado. Se dice que por aquella época un antepasado de José Bayona, que habitaba en una casa en la Facció, fue despertado a medianoche por José Rigores “El Muerto”, a quién habían enterrado aquella tarde. Al llamar a la puerta Bayona preguntó quién era y en la respuesta creyó ver una broma macabra se levantó de la cama y se asomó a la ventana, pudiendo así reconocer que se trataba de quien habían tomado por muerto y abandonado en la fosa común. Se vistió y acompañó al “resucitado” a su casa a fin de preparar antes a sus familiares para no ocasionar más muertes por infarto ante la fuere sorpresa que se les aproximaba (…)”.
5.2. Mujeres y cólera morbo: una epidemia sectaria en el Benidorm del siglo XIX. De 189 víctimas coléricas en 1834, 116 fueron mujeres. De 60 en su totalidad, en 1865, 32 pertenecían al sexo femenino. Y de 108 individuos en 1885, 63 fueron féminas. ¿Por qué el cólera morbo causó más bajas entre la población femenina? La explicación se centra en que todos los trabajos relacionados con el contagio estaban realizados mayoritariamente por mujeres, como se va a exponer.
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5.1.1. Instrucciones para la prevención del cólera morbo. El 11 de julio de 1866 se publicó una Real Orden denominada “Recopilación de las instrucciones que deben observar los gobernadores de la provincia y las autoridades locales para prevenir el desarrollo de una epidemia o enfermedad contagiosa o aminorar sus efectos en el caso desgraciado de su aparición” (103), que recogió 35 puntos sobre precauciones higiénicas tales como reparación y limpieza de los conductos de aguas sucias, pozos, arroyos, corrales, patios y albañolas, fuentes, calles, plazas y mercados, entre otras. “(…) Si bien aparece la desinfección con fumigaciones con gas cloro y aún mejor con aguas cloradas, además de la ventilación y limpieza. Esta Recopilación” insiste en la hospitalidad domiciliaria y de acuerdo a las necesidades de los indigentes se extiende a la creación de la “Casa de Socorro” en casos de epidemia como “locales precisos para todas las clases y con especialidad los menesterosos, para que se hallen los recursos que en tan tristes circunstancias suelen reclamar con vigencia”, y también contiene rigurosas medidas de policía mortuoria y cementerios. Una importante novedad en las medidas de 1866 es la transformación de los lazaretos en enfermerías de cólera”, no debiendo establecerse la curación en los hospitales comunes” “se formarán enfermerías para la curación de los coléricos. Ya no se trata de aislar con lazaretos en cuarentena sino de curar (…)”. La Real Orden e Instrucción de 12 de junio de 1865 determinaba que eran contaminantes (104): “(…) la ropa de uso y efectos de los pasajeros, trapos, pieles, plumas, pieles de animales, lana, sedas, algodón, lino, cáñamo y papel que no procedan directamente de fábrica (…)” e incidieron en “(…) el agua procedente de río, pozo o aljibe debe hervirse, enfriarse y airearse antes de su uso y en general toda clase de alimentos deben sufrir la acción de una temperatura elevada, no habiendo la práctica de desinfección del aire, fumigaciones, y en paredes con desinfectantes concretos gas cloro, ácido sulfurosos, ácido nítrico (…) recomendar la enérgica desinfección de letrinas, heces, urinarios, y desinfección de ropas con soluciones de cloruro de cal o fenicada y lo mismo vómitos y heces de los enfermos. Ya se reconocía de manera imperiosa una transmisión o contagio por vómitos, heces, si bien el contacto con el enfermo y no la transmisión hídrica parece que se reconocía expresamente y por supuesto ya se habían prohibido desde 1879 las fumigaciones a las personas sospechosas, lo que se sustituye por baños (…)”. Las Diputaciones Provinciales mantuvieron dichas normas higienistas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX, ante la llegada del cólera. De hecho, todavía en 1910, la Junta Local de Sanidad de Benidorm acató las disposiciones emitidas por Gobernación Civil de Alicante, y publicadas en el Boletín Oficial nº 187, de 23 de octubre, que se centraban en (105): “(...) evitar focos de infección en la localidad mejorando sus condiciones de higiene y salubridad por el peligro que supone la proximidad del cólera en el Reino de Italia (…)” Las medidas de asepsia se basaban en doce puntos, comenzando por la “(…) limpieza escrupulosa de todas las letrinas mares y canales (…) Se
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prohíbe en adelante el arrojar a la era pública comprendida en Castillo y Torreón, ni alrededor de la población materia alguna ni aguas sucias, vertiéndose dentro de la milla del mar; y al objeto de conservar la higiene todas las vecinas barrerán las fronteras de sus casas todos los días por la mañana y a la caída de la tarde (...) Se ordena a todos los vecinos que tengan en sus casas cerdos (…) los transporte a más de un kilómetro de distancia de la población teniéndoles allí en buenas condiciones (…) lo mismo se ordena en los ganados en el plazo de tres días que los trasladen a más de un kilómetro de la población (…) Los dueños de norias, balsas, acequias de este término municipal cuidarán de tenerlas siempre completamente limpias a fin de que no supongan ningún mal olor, no permitiendo el lavado de ropas en la balsa y ni en las acequias a la vecindad (…) Los dueños de lavadero particulares para servicio del vecindario los tendrán en condiciones de escrupulosa higiene, renovando las aguas diariamente cuantas veces sea necesario para que no existan emanaciones insalubres, y guardarán la clasificación de los lavaderos para las diferentes clases de ropas (…) Se prohíbe verter el estiércol en caminos públicos trasladándose en ocho días [de la publicación de la orden] a terrenos privados y serán cubiertos con tierra y arena (…) limpieza de solares en el plazo de ocho días de la orden cercándolos con alambre o pared (…) En el caso de que el cólera llegue a la población se tomarán medidas preventivas (…) si fuese la población invadida por la enfermedad colérica, se procederá por todos los medios que el agua que consumirán los vecinos sea previamente filtrada o hervida (…) Se reconocerán escrupulosamente todos los domicilios y en especialidad las casas pobres y de renta pública, plazas y mercados, así como posadas y demás establecimientos (…) siendo examinados con el mayor cuidado todos los alimentos y bebidas (…) se alquilará un carro a propósito que dos veces durante el día a horas convenientes, pase por las calles avisando a los vecinos depositando en el mismo las basuras y aguas sucias, cuyo conductor del carro tendrá señalado de antemano lugar a propósito para el depósito de todas aquellas materias (…) se adquirirá por medio de arrendamiento una casa o dos que estará destinada en los puntos más convincentes a las entradas de la población para que preparada con todos los elementos necesarios de desinfección puedan servir de lazareto y aislamiento de casos sospechosos o colonias (…) Informar a la población de la epidemia y pedir socorros voluntarios para sufragar los gastos indispensables de salubridad (…) Se constituirán dos brigadas sanitarias de personas idóneas (…) al cuidado de los enfermos y conduzca las otras con toda garantía de humanidad los cadáveres al depósito del Cementerio y después de pasadas las horas previstas por la Ley (…) ayudar al conserje del mismo cementerio a dar cristiana sepultura (…) Los guardianes del campo se situarán a la entrada de la población para que desvíen a los transeúntes de clase pobre a 3 Km., de la población (…) Los viajeros deben documentarse y declarar el lugar y la habitación donde se van a hospedar (…) Como medidas preventivas se adquirirá a tal inmediato la cantidad suficiente de cal viva para poderla proporcionar como desinfectante a los vecinos pobres para rociar las cloacas, madera, etc., (…) cuatro kilos de ácido férrico cristalizado, veinte de flor de azufre, seis de sosa, sulfato de cobre y la cantidad de zotal que crea prudencial para desinfección de aguas
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embalsadas y otro cualquier foco de infección que pueda existir (…) Los vecinos enfermos de cólera deben comunicar al inspector de Sanidad (…)”. Durante el siglo XIX y primera mitad del XX, las mujeres eran las encargadas de la gran mayoría de labores que aquí se especifican. Se ocupaban de de cuidar de la casa y de los hijos, lo que conllevaba elaborar la comida, limpiar la casa y por lo tanto las letrinas, lavar y planchar la ropa, limpiar el establo y sacar el estiércol, pastorear el ganado, entre otras (106). Ellas, las mujeres, permanecían expuestas las veinticuatro horas del día al contagio. Si el virus del cólera se encontraba en las aguas, y el contagio se producía a través de las heces y de los vómitos –como se creía en el siglo XIX-, ellas eran las que sacaban el agua de los pozos, lavaban las ropas en las acequias, en el río, y en los lavaderos. Ellas limpiaban los establos y se ocupaban de transportar el estiércol. Ellas preparaban la comida. Ellas limpiaban las heces y los vómitos de los familiares enfermos. Por lo tanto, no es insólito pensar que ellas estuviesen más expuestas al contagio, y muriesen en mayor medida que los hombres, durante las tres epidemias de cólera que asolaron a la villa de Benidorm.
5.1.2. Los hospitales de coléricos en 1885. Juan Thous y Carrera fue un benidormero destacado en la lucha contra el cólera en 1885, hasta el punto de ofrecer varias de sus propiedades inmobiliarias para uso de hospital de coléricos. Formó parte de la Junta Municipal de Sanidad, y en su familia se produjeron varias muertes por cólera morbo a lo largo de las tres epidemias que afectaron a Benidorm en el siglo XIX. Ramón Llorens Barber recogió en su obra la aportación filantrópica que realizó Juan Thous y Carrera a la sociedad benidormera (107): “(...) Bo cesaron de agradecer los hijos de Benidorm el comportamiento de don Juan Thous y Carrera, “el solitario del Lliriet”. Retirado allí, viudo, fallecida su hija, a la cual se le habían muerto cuantos hijos tuvo, aquel “gigante de La Marina” hizo más de lo que pudo remediar la necesidad material de quienes quedaban en mala situación Ya no tenía el poder que en tiempos ostentó, ni la edad (60 años) ni los achaques le acompañaban para dar más remedios. La prensa de Jávea, Denia y Alicante daba cada día noticias de la munificiencia y caridad que repartió don Juan Thous por todos aquellos pueblos, en los que antaño compraba los votos. Hasta sus enemigos políticos, que los tuvo, y encarnizados, reconocieron el bien que derramó en esta epidemia de 1885. Poseía una gran finca y casa en Sella, sin duda de herencia de su esposa, natural de allí, de la rica familia Cerdá. También su hija había casado con un Cerdá de Sella. Desde su casa del Lliriret, en Benidorm, Thous mandó encender hogueras en los picos más altos de las montañas cercanas, para anunciar el fin de la epidemia, y celebró comidas y fiestas con todos los vecinos. Desde Sella, una carta que firmaba “J. García y Sellés”, quién declaraba no conocer al Sr. Thous, a El Constitucional Dinástico Alicante 25 agosto 1885, decía así: “El nunca y jamás bastante bendecido don Juan Thous no solo viene a suscribirse en 14.000 reales para socorros sino que
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pone a disposición de la autoridad todo el trigo de su huerta que asciende a 22 cahíces (…). Dispone que sus casas del pueblo y del campo se destinen para hospital de coléricos y convalecientes y ofrece sus montes a los pobres para agenciarse leña y jornal seguro en sus tierras (…)”.
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La higienización del agua potable.
La escasez de agua en Benidorm fue un problema sin resolver a lo largo del siglo XIX. Varios son los autores que han descrito la gran cantidad de pozos, aljibes, y norias para la extracción del agua destinada al uso doméstico y agrario. Citan las fuentes archivísticas municipales ya en el año 1841, que estaba en proceso de construcción un acueducto y cañería para la conducción del agua, y con ello evitar la propagación de las enfermedades que afectaban constantemente a la población, como fueron las tercianas. El desarrollo de este proyecto fue gestionado por numerosas corporaciones a lo largo del siglo XIX, centrándose todas ellas en la mejora de la calidad del agua potable de Benidorm (108): “(…) todos recuerdan que por ser de época reciente, en el año 1841 se subastó la apertura de la acequia por la cantidad de ocho mil reales (…) en el año 1842, se impuso un gravamen sobre la harina que produjo veinte y un mil trescientos reales. En el año 1843 se adquirió la propiedad de dichas aguas por precio de quince mil reales de vellón (…). En el año 1844 se subastó la construcción del acueducto con arreglo a las condiciones facultativas (…)”. (109): “(…) En 1844 “(…) se abrió una suscripción voluntaria con este objeto y también se gravó el consumo de agua de dichas fuentes en dos reales de vellón por cántaro (...). Por efecto de estas vicisitudes las obras de la encañada han sufrido considerablemente deterioro y amenaza grave peligro el que se inutiliza completamente todo lo invertido (…). La corporación cree de su deber encarecer la grandísima necesidad de proporcionar al vecindario aguas potables, no solo por comodidad y limpieza, sino para de este modo evitar las enfermedades que por esta causa afligen a la población (…)”. Tras una investigación para conocer el estado en que se encontraba la situación del proyecto de la cañería, en 1852, la Corporación comunicó al Gobernador Civil que había desaparecido el expediente de subasta de la misma (110): “(…) han desaparecido el expediente de subasta de las obras a favor de Vicente Barceló y Pérez por la cantidad de ciento diez y nueve mil reales instruido en el año 1844, el presupuesto de las obras por el Arquitecto de Alcoy, D. Francisco Carbonell los expedientes de imposición de arbitrios en los años 1844 y 45, el expediente de inscripción voluntaria con este objeto, el expediente de subasta de dos meses por cantero de agua (…) quedando sólo la escritura de propiedad de las aguas denominado de Lliriet que nada se adelantará en ocultando por estar protocolizada en la Escribanía de D. Tadeo Ruzafa (…)”. Ocho años más tarde, concretamente en 1860, la construcción de la cañería continuaba paralizada, y bajo el mandato del alcalde Francisco de Paula Orts fue acordado el obligar al contratista a finalizar las obras (111): “(…) tuvo efecto en el año 1843 en que su Ayuntamiento compró a D. Vicente Thous y Pérez el caudal del
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agua necesario para la construcción de tres fuentes según consta en la escritura pública (…) faltaba para su conclusión la encañada o acueducto (…) Empezada la obra de lo que hay concluida un gran trecho (…) acordaron por unanimidad obligar a D. Vicente Barceló y Pérez a que continúe la obra de la cañería (…)”. Los miembros de la familia Orts estuvieron influenciados, en gran medida, por las teorías higienistas y las llevaron a la práctica en la municipalidad de Benidorm (112). De modo que el 23 de abril de 1860 reunidos en Pleno, Francisco de Paula Orts con los mayores contribuyentes asociados, entre los que se encontraban José Orts y Jorro, José Berdín, Pedro Berdín, Tadeo Rusafa Falcó, Gaspar Orts, entre otros, -hasta conformar catorce individuos-, hicieron constar que las óptimas condiciones del agua potable estaban relacionadas directamente con la salud de la población (113): “(…) Siendo una de las principales causas que tanto influyen en la salud de los pueblos las aguas del Consumo y teniendo en construcción en esta para conducir las aguas potables una encañada que el Ayuntamiento contrató con D. Vicente Barceló y Pérez con obligación de facilitar las peonadas y caballerías necesarias para el acarrelo de los materiales las manos de los operarios, con el fin de que siga la obra y no se interrumpa por falta de medios se presupuestan cuatro mil reales vellón para atender al gasto de aquella (…)”. Un mes más tarde, en la sesión plenaria de 2 de mayo se informó de que la cañería estaba construyéndose con materiales como cal y argamasa de piedra (114). En septiembre de 1860, en vista de que la construcción de la cañería no avanzaba, la Corporación presidida todavía por Francisco de Paula Orts, decidió reconstruir de nuevo la cañería, puesto que el paso de los años la había destruido (115): “(…) se estaba en el caso de dar principio a las obras suspendidas y recomposición del trozo que hay hecho y que la mano del tiempo ha destruido: En su vista los S.S., del Ayuntamiento y asociados acordaron por unanimidad, se forme el correspondiente expediente sacándose a pública licitación las obras de la recomposición de la cañería hecha y apertura del cauce que falta hasta el nacimiento de las aguas previo el justiprecio del coste de las obras por dos inteligentes [ilegible] para la subasta, administrando en ello pujar a la llana disminuyendo la cantidad señalada y cuyo remate tendrá lugar el día siete del mes de octubre (…)”. El siguiente paso que dio la Corporación fue el de aprobar la aportación económica que debieron de hacer los vecinos (116): “(…) acordaron la prestación personal con que el pueblo ha de contribuir para la conclusión de la cañería que para conducir aguas potables tiene constituido con D. Vicente Barceló y Pérez (…) El número de peonadas que ha de prestar cada persona será de dos a tres, y el de caballerías de tres a cuatro. Cuarta. Los constituyentes que opten por la realización de las peonadas que les corresponden por sus personas y caballerías pagarán lo siguiente. Por cada jornal o peonada de hombre cuatro reales de vellón. Por cada jornal de caballos y mulas siete reales de vellón (…)”. A Francisco de Paula Orts le sucedió como alcalde en 1861, José Berdín, también emparentado con los Orts, quién continuó la labor de avance de la cañería (117): “(…) después de haber conferenciado detenidamente sobre el particular acordaron por unanimidad hacer presente al M. Ilustre Sr. Gobernador de la Provincia que en este estado de miseria que se halla esta población a causa de la falta de lluvias que tiene agostados los campos (…) También tiene empezada una obra de absoluta necesidad para el vecindario, cual es la construcción de la cañería de la fuente y para cuya obra se necesita consignar todos los años algunas cantidades en la imposibilidad de hacerlo de una vez (…)”.
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En febrero de 1862 las obras de la cañería continuaban paralizadas (118): “(…) Por el Sr. Presidente se espuso, que los sacrificios tanto pecuniarios como personales que en todos estos tiempos ha hecho la población para procurase aguas potables de que tanto carece, quedaron infructuosas sino se hace entender al contratista de las obras de la encañada D. Vicente Barceló y Pérez, que si por devido o demasiado bueno fue de la municipalidad que entendió en las bases del contrato dejó de fijarse el tiempo en que se habían de dar por concluidas las obras, ello no le autoriza para que protestando cada día un motivo si bien infundado, tenga paralizadas las obras, dividiendo la conducción hasta la consumación de los siglos. Cuando en 27 de mayo de 1860 se le trató de obligar para que se diera principio a las obras, ya que opuso algunas dificultades sobre la inteligencia de las obligaciones del contrato, que consultadas con el Sr. Gobernador de la provincia fueron resueltas por dicha autoridad en comunicación de la de cuatro de julio conformándose en ello el contratista, notificado que le fue en la sección habida en 28 de septiembre del mismo año. La duda consultada versaba más particularmente sobre la obligación que según la condición tercera del Contrato tiene de argamasa y cal, y esta misma duda resuelta ya por la superioridad y consentida ya por el contratista, es la que he buelto a reproducir de nuevo, con otros en cuios además en escrito de quince de abril patentizan las ideas de diferencia el cumplimiento del contrato (…) Oído el parecer de los Maestros de Obras de esta villa, resolvieron por unanimidad fijar el término en tres meses para dejar concluida la cañería, cuyas obras han de principiarse a las veinte y cuatro horas de notificado ese acuerdo(…)”. Parece ser que en esta ocasión las obras se iniciaron, pero no con las condiciones que debiera (179): “(…) Que el encargado de vigilar las obras de la cañería de las fuentes Luis Cabot, se había denunciado varias veces que los materiales que se emplean en las obras eran de mala calidad y que estos no se hacían con la solidez y debido en razón a que el mortero o liga entre ellos en muy cantidad; en su virtud se había constituido en el sitio de las obras y observó que efectivamente eran ciertas las denuncias del sobrestante, y por ello había reconvenido al Contratista D. Vicente Barceló ya principiadamente ya en la Sala Capitular a presencia de varios de los primeros contribuyentes convocados al efecto; más como quiere que el contratista despreciando las prudentes amonestaciones que le habían hecho insistir en su tema de no hacer las obras bien, con la dañada intención de ahorrar materiales y alcanzar mayores beneficios; se ve en la sensible necesidad de puesto en conocimiento de la Corporación para que adopte aquellas medidas que crea convenientes a los intereses de la población. En su consecuencia los S.S., del Ayuntamiento después de haber conferenciado detenidamente sobre el particular, acordaron por unanimidad, que supuesto que el Contratista D. Vicente Barceló desoyendo las juntas reconvenciones del Sr. Presidente insiste un día y otro dice en no invertir en las obras los materiales necesarios y estar de mala calidad (…)”. Como el tema parecía no tener solución, la Corporación decidió ponerlo en conocimiento del Gobernador Civil para que enviase al arquitecto con el fin de averiguar si las obras tenían las condiciones de solidez necesarias. Existe constancia en las fuentes archivísticas de que en 1863 ya había sido finalizado un tramo de la cañería, que partía del nacimiento de la fuente y llegaba hasta la casa de José Berdín, ubicada en la partida denominada “Hoya del Cá” (120): “(…) el contratista de la obra de la cañería de la fuente de esta villa D. Vicente Barceló y Pérez que se halla presente le había manifestado quedar concluido el trozo comprendido en el primitivo contrato que comprende desde el nacimiento de
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la fuente, hasta la casa de D. José Berdín situada en la partida denominada hoya del Cá y que por consiguiente creía haber cumplido con las Condiciones del contrato que tiene con el Ayuntamiento (...) El Ayuntamiento acuerda que se revisase la cañería por el Ingeniero o Arquitecto de la Provincia y que dado por útil lo adelante y abone al Contratista la cantidad que se le adeuda y en caso de dada por inútil se encargue la corporación de hacerlo a costa del contratista D. Vicente Barceló quien en este caso abonará de su peculio los honorarios que devenga el revisor (…)”. José María Orts Berdín conocía perfectamente que el origen de muchas enfermedades que aquejaban a Benidorm se hallaban en el mal estado del agua potable, y por ello durante su mandato luchó por paliar el problema (121): “(…) Considerando que una de las mejoras materiales y tal vez la más esencial que los gobiernos encargan a los pueblos es el proveerse de aguas potables, porque su falta es el origen de innumerables enfermedades que los aquejan (…) y si por el contrario las obras no tienen las condiciones de solidez y demás que se requieren, disponer su demolición señalándole a aquel un plazo prudencial para que las haga de nuevo o autorice al Ayuntamiento para que lo efectúe por cuenta del contratista utilizar sus aguas, se presupuestan doscientos reales de vellón. Punto 8. Habiendo dejado de satisfacer al contratista de las obras de la cañería de las fuentes D. Vicente Barceló y Pérez el último plazo de la contrata por no haberse podido entregar el Ayuntamiento de la obra a causa de no estar revisada por el Arquitecto de la Provincia y saber si son o no útiles para el servicio que se las destina se presupuestan diez mil setecientos diez y seis reales vellón y cincuenta y ocho céntimos (…)”. Tras veinticinco años en los que las obras de la canalización del agua potable no pudieron concluirse, llegó el año del cólera de 1865, que tuvo unas precondiciones altamente positivas para que la epidemia se propagase rápidamente. En primer lugar, un año antes, en abril de 1864 descargó una tormenta sobre Benidorm las noches del 17 y 18 de abril provocando grandes destrozos por las lluvias de fuerte intensidad horaria. La intensidad y fuerza de las precipitaciones provocaron el arrastre de tierras en el cementerio dejando los cadáveres al descubierto; abriendo surcos en las calles y plazas, rompiendo árboles, y asolando cosechas (122): “(…) D. Joaquín Thous, Alcalde estando en suficiente mayoría se dio cuenta por dicho Sr. Presidente que el Sr. Cura párroco de esta villa, se había presentado manifestando que la cerca o paret que circunvala el lugar donde está situado el camposanto de esta villa, se había hundido a causa del aguacero e inundación sucesiva que había sufrido este término dejando a merced de los animales dañinos los restos mortales de los que allí yacen (…) como también que como era público y sabido de todos, las calles y plazas de esta villa habían quedado intransitables y abiertas en ellas profundos surcos que serían causa a producirse algunas desgracias, que los caminos que conducían a esta población estaban cortados en muchas partes e intransitables bajo todos conceptos, y en un estado lamentable todo lo cual requiera un pronto y eficaz remedio (…)”. (123): “(…) Que apenas recibió el parte verbal de los guardias rurales José y Francisco Llorca, para cerciorarse de la vecindad de lo ocurrido y adoptar las medidas que fueran del caso, había recorrido la mayor parte del término, acompañado de los concejales D. Domingo Ivars y D. Luis Pérez que estaban presentes y de los dos citados guardias; y habiendo contemplado con asunto existente los campos inundados unos, devastados otros, las mieses poco antes
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hermosas, destruidas casi por completo, los árboles seculares, tronchados unos y arrancados de raíz otros, y perdida casi por completo la cosecha de algarroba, almendra y aceite en que fundaban sus esperanzas los labradores (…)”. En enero de 1865, todavía no se habían arreglado las infraestructuras por no haber presupuesto para ello (124). En febrero de ese mismo año serían reestructuradas las alcantarillas, terraplenes y desagües (125): “(…) El contratista se obliga a reponer un trozo de camino comprendido desde la salida de la calle del Campo, hasta la cuesta de la cala o de Pedro Miguel en el mismo ser y estado que tenía antes del aluvión acaecido en esta villa en diez y siete y diez y ocho de Abril próximo pasado, con todas sus alcantarillas, terraplenes y desagües, haciéndolos nuevos, donde la experiencia se haya demostrado ser de necesidad y que están indicadas por las corrientes de las aguas (…)”. El mismo proceso se aplicó en la reparación y limpieza del pozo del Hondo (126): “(…) se presentó para contratista Jaime Bondedeu, de Benidorm única propuesta presentada. Jaime Lloret, albañil se encarga de la obra del pozo del Hondo, quedando Francisco Lloret, concejal y teniente de Alcalde de revisar la obra del pozo (…)”. Por lo tanto, el cólera morbo entró en Benidorm causando bajas en octubre de 1865, en un medio físico donde las aguas estaban sucias y contaminadas por el arrastre de tierras y de inmundicias; y donde todavía no estaba construida la red de conducción de agua potable.
VII.
La sanidad en Benidorm a lo largo del siglo XIX.
Benidorm al igual que el resto de España se rigió por la legislación -en materia de sanidad-, que emanó de las Cortes de Cádiz en 1813, y que fue la denominada Instrucción Municipal”, para posteriormente guiarse por la Ley Municipal de 1823, que creó las plazas de médicos municipales y su contratación por los ayuntamientos (127), debiendo los médicos contratados (128): “(…) asistir a los ciudadanos pudientes en régimen de igualas o conducidos se recoge por primera vez en la “Instrucción para el gobierno económico y política de las provincias”, de 3 de febrero de 1823 cuyo artículo 12 prevé que haya facultativo o facultativos en el arte de curar personas y animales, según las circunstancias de cada pueblo, señalando a los médicos o cirujanos la dotación correspondiente, a lo menos a la asistencia de los pobres, sin perjuicio de que los fondos públicos lo puedan sufrir se extienda también la dotación de la asistencia sanitaria a todos los demás vecinos. Los facultativos serán atendidos y contratados por el ayuntamiento, pero si sus sueldos u honorarios se hubieran de satisfacer por igualas o repartimiento vecinal, solo se sujetará este pago a los que quieran servirse de los facultativos elegidos (…)”. A lo largo de todo el siglo XIX funcionaron las juntas provinciales y municipales de sanidad, desde su creación por Orden de 13 de junio de 1813 (129): “(…) Las juntas municipales se prevén como ocasionales cuando hubiera amenaza de epidemia, a pesar de la encomienda a los ayuntamientos de la policía de salubridad por la propia constitución; junta que debería en tales casos estar compuesta del alcalde primero o quién sus veces haga, del cura párroco más antiguo, donde hubiere más de uno, de uno o más regidores y de uno o más vecinos según la extensión de la población y de las ocupaciones que ocurran (…)”. La Real Orden de 28 de agosto de 1834 ordenó (130): “(…) la composición de las juntas provinciales que subsisten y de las municipales, con los que se les da una
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organización homogénea y jerárquica de la autoridad civil, y en su caso militar. En los municipios, la junta sería presidida por el alcalde y por un jefe militar, un eclesiástico, un concejal, un procurador síndico, un vocal de la junta de comercio o un comerciante, un hacendado y uno o más facultativos del arte de curar (…)”. En 1849 fueron creadas las juntas municipales de sanidad (R.O. 18 enero) permanentes en toda España pero no llegaron a desarrollarse (131). Las funciones de las juntas municipales en las poblaciones de más de mil habitantes se centró en procurar mejoras en cuanto a salubridad (132): “(…) sobre estercoleros, aguas estancadas, acequias, granjas de cerdos o conejos en sitios ventilados, limpieza de letrinas, traslado de productos peligrosos, vigilancia de utensilios plomados, calidad del agua, alimentos y aseo de poblaciones, de los cementerios alejando los puntos de infección (…)”. Como se ha visto anteriormente, la Junta Municipal de Sanidad de Benidorm vino desarrollando todas estas funciones a lo largo del siglo XIX. Durante todas las invasiones del cólera morbo en Benidorm, la Junta Provincial de Sanidad se ocupó de reducir el avance de la epidemia tanto en Benidorm como en el resto de pueblos de la comarca, manteniendo constantemente información con el resto de juntas municipales, y trasladando a un reputado médico de Málaga para paliar el avance de la enfermedad. Para actuar con rapidez, la Junta Municipal de Sanidad disponía de una embarcación, que fue empleada para acercar hasta Benidorm al afamado Vicente Orts, desde Málaga en 1834 (133): “(…) La Junta de Sanidad de esta villa, ha hecho el último sacrificio que podía, mandando expresamente al veloz falucho El Rayo para la ciudad de Málaga (…)”. Dicha embarcación continuaba en propiedad de la Junta Municipal de Sanidad en 1870 (134): “(…) Se manifestó que a consecuencia de haber fallecido el día treinta y uno del pasado julio Don Pedro Pérez y Ballester patrón de la falúa de Sanidad, ha nombrado interino desde aquella fecha a D. Manuel Soria y Ortuño, y como quiere que dicho cargo habría de ser en propiedad y nombrado por la corporación lo ponía en conocimiento de las misma a fin de que procediera al nombramiento de dicho empleo en la persona que fuere acreedora para el mismo Los señores concejales después de conferenciar detenidamente sobre el particular y satisfecho de las buenas dotes que concurren en Don Manuel Soria y Ortuño patrón de Sanidad interino fue nombrado en propiedad por unanimidad (…)”. La Junta Municipal de Sanidad de Benidorm se regía por la legislación vigente (135): “(…) se nombre según la ley dos individuos de los mayores contribuyentes para que en unión con el regidor formaran parte de la junta municipal de Sanidad (…) Bombraron por unanimidad a D. Tadeo Rusafa y D. Cosme Fuster y Pérez (…)”.
Los facultativos. José Javier Viñes, en su obra “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX” describe perfectamente la situación generalizada del país, que refleja, de la misma manera, la sanidad de Benidorm (136): “(…) El panorama de la asistencia médica a finales del siglo XIX era deplorable, no solo por su poca eficacia, sino por la escasez de facultativos, si bien la diversificación profesional entre cirujanos, sangradores, ministrantes, comadronas y parteras
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permitía la presencia de algunos de ellos en los pueblos ya que los médicos y farmacéuticos preferían capitales núcleos importantes (…)”. Fue a mediados del siglo XIX, con la Ley Orgánica de Sanidad de 1855 cuando se incorporó la hospitalización domiciliaria o asistencia a domicilio ejercida por los facultativos encargándose de la asistencia de las familias pobres (137). En 1868, Isabel II emitió un Real Decreto en el que se reglamentaba la asistencia a los pobres y organización de los partidos médicos de la península (138): “(…) Los facultativos titulares en los de menos de 4000 y solo para la asistencia de beneficencia en los de mayor población, con el fin de que los pobres no tengan que acudir necesariamente a los hospitales, sino que la hospitalidad” la van a recibir a domicilio (…) los médicos titulares en el reglamento de 1868 asumen la obligación de: asistir gratuitamente a los pobres; prestar servicios sanitarios de interés general que el Gobierno y sus delegados les encomendaban; auxiliar a los ayuntamientos con sus conocimientos científicos respecto a lo relativo a la población sanitaria; prestar en casos de urgencia servicios en las localidades próximas a las de su partido por encargo del Gobernador (…)”. Benidorm en el siglo XIX tenía un censo de población que no alcanzaba los mil habitantes -962 en 1862 (139)-, por lo tanto pertenecía a la primera clase de partidos médicos, debiendo tener un médico titular por Cada 300 familias pobres, y uno más por fracción de 150, oscilando su sueldo entre 400 y 800 escudos (140). (141): “(…) El médico titular y los vecinos no pobres quedaban en libertad de celebrar entre ellos contratos para su asistencia en doble modalidad: en los partidos libres o abiertos con una cantidad convenida que se administra por una junta de vecinos que establece el pago de las “igualas” de los “conducidos” por el médico; en las partidas cerradas es el ayuntamiento quién fija la iguala, lo cobra a los vecinos con recursos y lo gestiona para garantía del médico. El vecino que no quiere iguala deberá pagar honorarios al médico por visita (…)”. Por lo tanto, la situación económica del médico fue precaria y así quedó de manifiesto en la información del Archivo Municipal de Benidorm, a lo largo de todo el siglo XIX.
7.1.1. Médicos, cirujanos y matronas. Desde principios del siglo XIX, las fuentes archivísticas citan los nombres de diversos sanitarios que trabajaron en Benidorm. El dato más antiguo registrado aparece en el Archivo Parroquial, con fecha de 19 de octubre de 1834, correspondiente al entierro del cirujano Francisco Vives Fuster (142). El Registro Civil de Muertos de la Villa de Benidorm certificó la defunción el 24 de diciembre de 1847 de Francisco Vives, de 27 años, casado, médico, e hijo de Andrés Vives, -de oficio sangrador-, y de Laura Bas (143). José Llora fue el médico que desertó en la epidemia del cólera de 1834 y que fue apresado en la torre de Las Caletas (144). En 1850 ya figuraban como facultativos Thomás Llinares y Jaime Linares. Posteriormente en 1852, ejerció como médico titular de Benidorm, Tomás Linares separado de su cargo por no cumplir con la asistencia de los pobres
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(145). Jaime Linares ocupó la plaza de cirujano ese mismo año (146), quién también fue separado de su cargo por el mismo motivo. Y nombrado en su lugar a Pedro Vives y Vila. Paralelamente Juan Bautista Rusafa ejerció como médico secretario del ayuntamiento. En 1859 actuó como matrona Margarita Orquín (147): “(…) María Soler. Albat. Como vicario propio de la Parroquial Iglesia de la villa de Benidorm Provincia de Alicante Arzobispado de Valencia, mandó dar sepultura en el día de la fecha al cadáver de María Soler, la cual nació fue bautizada por la Señora Margarita Orquín, Comadre de la Villa y falleció en el acto a las tres de la mañana (…)”. En 1866 fue nombrado por unanimidad el cirujano Jaime Linares (148): “(…) por no existir en esta localidad de otra clase (…)”. En 1869 prestó juramento a la Constitución española mediante un acto protocolario realizado en el ayuntamiento, el día 6 de junio, estando presente junto a Jaime Linares, el también médico José Pérez Vives. En 1875 continuaba como médico titular José Pérez Vives, mientras que ejercía el cargo de cirujano Pedro Galindo Such (150). En 1897, la plaza de médico titular la ocupó Eduardo Llorca Castells (151) y un mes después, en marzo del mismo año, las fuentes lo citan como médico cirujano (152).
7.1.2. La falta de recursos económicos: médicos mal pagados. Un problema constante a alo largo del siglo XIX en Benidorm. Las múltiples funciones que debieron de ejercer los facultativos de Benidorm supusieron –que desde finales del siglo XIX- surgieran numerosos problemas entre el médico titular y el Ayuntamiento, a la hora de atender a los pobres del vecindario. El problema radicaba en la falta de remuneración de los facultativos, una constante en la segunda mitad del siglo XIX. La primera incidencia recogida en las fuentes archivísticas se produjo en 1852 con la destitución del cirujano Jaime Linares (153): “(...) Teniendo también en consideración el descuido y mala asistencia a los pobres del vecindario por parte del Cirujano titular D. Jaime Linares le destituye igualmente nombrando para desempeñar este cargo a D. Pedro Vives y Vila (…)”. Unos meses después, el problema surgió con el médico titular Tomás Llinares que apelaba a su elevada edad y dolencias para no tener que acudir a asistir a los pobres de la villa (154): “(…) inmediatamente por el Regidor Síndico se expuso: que en vista de muchas reclamaciones por los Pobres de Solemnidad de la villa sobre la falta de asistencia del Médico Titular D. Tomás Llinares y del abuso introducido de que no quiere dicho Facultativo visitar a los mencionados Pobres gratis y como tiene la obligación para lo que se le retribuye con quinientos reales anuales en vista también de su edad septuagenaria, con las dolencias que padece que le impiden visitar fuera del casco de la población y aun con dificultad en el mismo, no podía menos en beneficio de los intereses que representa que pedir al Ayuntamiento la separación del mencionado Facultativo, consignando en el acta que el que le suceda tenga obligación de visitar gratis a los Pobres de la Villa, no a su juicio, sino al del Regidor Síndico y por medio de papeleta de este. El Ayuntamiento enterado de lo espuesto por el Regidor Síndico y constándole la certeza de lo
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por él espuesto, después de haver conferenciado detenidamente, acordó la separación del mencionado Facultativo D. Tomás Llinares, con la remisión de la Copia Certificada de este acuerdo al Sr. Gobernador y [ilegible] esta, al anuncio correspondiente de la vacante en el Boletín Oficial (…)”. La necesidad de buscar un sustituto era acuciante, de forma que al día siguiente el Ayuntamiento decidió nombrar como titular interino al médico Juan Bautista Rusafa, que desde ese año desempeñaba el cargo de secretario en el ayuntamiento (155): “(…) Acto continuo el Sr. Presidente manifestó que creía de vigente necesidad el nombramiento interino de Médico Titular para la asistencia de los Pobres de Solemnidad y cosas que pudieran ocurrir, y el Ayuntamiento después de conferenciar detenidamente acordó por unanimidad nombrar para desempeñar la interinidad de dicha plaza al Médico Juan Bautista Rusafa, a quién se le hizo saber, y aceptó en el cargo (...)”. De modo que Juan Bautista Rusafa ejerció de forma compartida la interinidad de la secretaría del ayuntamiento y de la titularidad de médico hasta junio de 1852, en que pasó a ejercer la plaza en propiedad de secretario, manteniendo la interinidad como médico (156): “(…) que anunciada la vacante de la Secretaría de este Ayuntamiento por disposición del M.Y.S. Gobernador de la Provincia en el Boletín Oficial nº 56, circular nº 260, y concluido el plazo en el día de hayer se estaría en el caso de proceder al nombramiento o provisión de la vacante en la persona que el Ayuntamiento juzgase más digna; que en el plazo del mes fenecido en el día de hayer se habían presentado dos solicitudes suscritas la una por D. Salvador Serrano vecino de Penáguila la que se ha recibido por el correo sola y sin ninguno de los documentos que según la ley deben acompañarse, y la otra por D. Juan Bautista Rusaza, vecino de esta villa y secretario interino de la Corporación, la que viene acompañada de la fe de Bautismo y Certificación de buena conducta moral y política; puestas sobre la mesa las mencionadas solicitudes, enterado el Ayuntamiento y después de haber conferenciado detenidamente acordaron por unanimidad nombrar Secretario en propiedad de esta Corporación al mencionado D. Juan Bautista Rusaza por reunir las circunstancias de abtitud y moralidad con las demás que requieren las leyes (...)”. Los dos últimos meses del año 1852 resultaron problemáticos para los acuerdos sobre el cese del cirujano titular y del médico titular, negándose en ambas sesiones plenarias a firmar el acta, ciertos ediles, por no haber estado presentes. El 7 de noviembre se produjo el desacuerdo por el cirujano Jaime Llinares (157): “(…) Seguidamente se dio cuenta de la exposición Jaime Llinares Cirujano de esta villa y titular que fue de la misma en el pasado año remitida por el Sr. Gobernador de la Provincia para que sobre su conducta informe al Ayuntamiento; el que fue enterado acordó informar a su Señoría que en sesión de 4 de enero del corriente año tuvo por convencimiento este cuerpo municipal en virtud de la facultad privativa que le concede el articulo 79 de la ley vigente, y atendiendo a que no mediava contacto ni obligación alguna entre la corporación y D. Jame Llinares por causa de que se había importado quejas por falta de este en la asistencia a los Pobres del vecindario separarle del cargo de Cirujano Titular que había desempeñado, sin más derecho ni título que la voluntad del Ayuntamiento. Que considerando que por la insignificante gratificación de 300 reales de vellón anuales cantidad consignada en el presupuesto para este servicio hacer imposible pudiera pretender esta plaza un
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facultativo forastero, no creyó del caso anunciar la vacante de dicho cargo, mayormente cuando los Ayuntamientos anteriores habían procedido del mismo modo, como fue el Llinares no obtuvo más nombramiento que un acuerdo de la Corporación. Hecho saber al interesado este acuerdo nada opuso ni acudió en quejas a la autoridad de Sº como hasta ahora; callando estudiadamente la época de su separación y atribuyéndole a su partido con la intención de callar la imparcialidad y recto proceder de las Señorías. Finalmente el Ayuntamiento cree estuvo en el círculo de sus atribuciones acordando la mencionada separación y espera de la justificación del Sr. Governador desa tenderá la instancia de Llinares. El 2º teniente Alcalde D. Francisco Más y los regidores D. Pedro Llorca y Zaragoza y D. Matías Llorca manifestaron que se negava a firmar esta acta por no haber asistido a la sesión de 4 de enero en que se acordó separación del Linares y por más esfuerzo que hizo el Sr. Presidente (…) y que no debían negarse a firmar (…)”. El acta fue firmada por Cosme Fuster, Francisco Llorca, Josef Llorca, Vicente Vives y el secretario Juan Bautista Rusafa. El 5 de diciembre cambió la voluntad política de la Corporación aumentando la dotación anual para la plaza de cirujano a 800 reales de vellón (158): “(…) pagados por semestres vencidos de los fondos de propios de esta villa y que con respecto a las igualadas como hay en esta Médicos y Cirujanos establecidos como cada uno tiene la clientela que se ha podido adquirir no es posible calcular el tanto que aquellos puedan producir (…)”. El 31 de diciembre de 1852 finalizó con un Pleno problemático en el que fue leída la aprobación del Gobierno Civil por el cambio de titular, pero de nuevo varios concejales se opusieron a la separación y nombramiento del nuevo titular por no haber estado ellos presentes (159): “(…) se dispuso la lectura de la esposición del médico D. Tomás Llinares que remite el M.Y.S. Governador de la Provincia para que sobre ella informe el Ayuntamiento el cual después de haber conferenciado detenidamente acordó informar: Que esta corporación en sesión celebrada el día primero de Mayo último, a instancias del Regidor Síndico y en virtud de la facultad que le concede el art.º 79 de la ley vigente, tuvo por conveniente acordar la separación del Médico D. Tomás Llinares del cargo de Titular de esta villa por los motivos que se espresan en dicha acta reducidos a la falta de cumplimiento en la asistencia a los pobres del vecindario y a la imposibilidad de dicha obligación atendida la edad septuagenaria y achaques que padece el Llinares. Que para el mejor acierto se dio cuenta de este acuerdo con remisión de copia certificada del mismo al M.Y.S. Governador de la Provincia cuya autoridad manifestó en 13 del mismo más que necesitaba saber si mediava algún contrato u obligación entre el Ayuntamiento y el mencionado Linares a lo que se contestó que no existía compromiso de clase aluna, que esta plaza siempre había sido de libre promoción nombramiento del cuerpo municipal y que los 50 reales de vellón consignados en el presupuesto heran una gratificación que se concedía en compensación de las obligaciones de visitar a los pobres del vecindario a juicio del Regidor Síndico (…)”. El texto continúa diciendo que se dispuso la inserción del acuerdo en el Boletín Oficial y que hubo un error consistente en que se anunciaba la plaza de cirujano, en lugar de médico “(…) permaneciendo la enunciada plaza de Médico Titular desempeñada por un Médico interino nombrado por la Corporación en sesión de dos de mayo (…)”.
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Continúa el documento explicando que fue aprobada por el Gobernador de la Provincia la separación del médico Tomás Llinares, publicando el concurso de la vacante en el BOP. Pero el acuerdo no lo quisieron firmar por parte del segundo teniente Alcalde Francisco Más, y de los regidores Francisco Llorca y Matías Llorca, porque alegaban que no habían asistido a la sesión en que fue separado el médico. El Alcalde les contestó que no podían negarse a firmar el acta, pero ellos no firmaron. De modo que el acta fue firmada por Pedro Ortuño, Francisco Llorca, Cosme Fuster, Josef Llorca, Vicente Vives, y el secretario y médico Juan Bautista Rusafa. Como los problemas económicos seguían siendo el motivo principal entre facultativos y Ayuntamiento, en 1860 volvió a aumentarse la dotación para el médico titular y para el cirujano (160): “(…) por unanimidad resolvieron 1º Aumentar la dotación del Médico Titular quinientos reales de vellón por lo que respeta a este año doscientos al Cirujano sin perjuicio de que para el año que viene se doten estas plazas con arreglo a la Categoría y buenos servicios de tan respetable clase (…)”. En diciembre de ese mismo año, la Corporación le pidió a los mayores contribuyentes asociados su apoyo para aumentar la dotación de los titulares (161): “(…) se manifestó que viendo la absoluta necesidad el nombramiento en esta villa de un médico titular para atender a la asistencia del gran número de pobres que hay en ella y para el desempeño del servicio de los actos de oficio que le permiten, y como quiere que servicio de tanta importancia y trascendencia está desatendido por no haber quien quiera servirle por la misma dotación de quinientos reales de vellón con que se atribuye, cree un deber como presidente de la municipalidad ponerlo en conocimiento de la misma y mayores contribuyentes con el objeto de que si lo estiman justo y conveniente voten el aumento de dotación para poder atender a servicio tan preferente. También debe hacerse presente que la plaza de Cirujano titular si bien está provista no tiene la dotación que le corresponde a Pueblo de tan crecido vecindario y que por lo mismo considera indispensable su aumento. Enterados los S.S., del Ayuntamiento y asociados y reconociendo con el Sr. Presidente la falta de Médico Titular, ya para asistencia de las enfermedades comunes, y casos médico-legales que continuamente se ofrecen ya para las invasiones de las enfermedades epidémico-contagiosas que por desgracia afligen con bastante frecuencia a los Pueblos. Conociendo también que la plaza de Cirujano si bien no presta el servicio que la del Médico no está dotada suficientemente, acordaron por unanimidad aumentar la dotación del Médico Titular cuatro mil quinientos reales vellón y trescientos la del Cirujano (…)”. Pasaron los años y en 1865, todavía seguía desatendida la población en cuestión de facultativos, de modo que esta vez, la Corporación pensó en primar con una dotación económica extra, al médico que asistiera a las familias pobres (162): “(…) El Sr. Presidente manifestó que en virtud de que este pueblo carece de Médico Titular en atención a no haber aceptado ninguno este cargo por la cortisima asignación con que está dotado y constando este pueblo de nuevecientos sesenta y dos vecinos según el último censo de población, reputaba como de primera clase este partido, conforme con la clasificación que se hace en el artículo 2º del reglamento de 9 de octubre último sobre organización de partidos médicos, y era de parecer que debía de señalarse al Médico Titular que debía ser nombrado, con arreglo a lo dispuesto en dicho art.º la dotación de 4000 reales de vellón con cargo al presupuesto municipal, por la asistencia
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gratuita de doscientas familias pobres según el espresado reglamento y o más veinte reales de vellón de plus por cada una de las familias pobres que haya en el pueblo y que excede de aquel número (…) Se crea por unanimidad: 1º Se crea una partida de médico-cirujano de 1ª clase. 2º Obligación de asistir a 200 familias pobres, 3º Contrato para dos años (…)”. A finales de 1866 se mantuvo la misma situación de falta de facultativos (163): “(…) ya no era posible por ningún concepto seguir sin facultativo titular que estuviese siempre pronto al llamamiento de la autoridad siendo de opinión que sin perjuicio de disponer oportunamente lo que previene la ley respecto al arreglo de partidos médicos, se nombrase con el carácter de interinidad a un Facultativo que asistiera a los enfermos y heridos de orden de la autoridad, haciéndose cargo los señores presentes de la necesidad acordaron nombrar a D. Jaime Linares Carense, cirujano por no existir en esta la calidad de otra clase (…). Se mandó comparecer al citado D. Jaime Linares y enterado admitió el cargo con la retribución de cien Escudos nacionales obligándose a desempeñarlo bien (…)”. En 1869 continuaba desempeñando la plaza de cirujano Jaime Linares, y en la de médico José Pérez (164) que se incorporó el 18 de octubre de 1868 (165): “(…) Don José Pérez por dicho Sr. Se manifestó: Que llegado el caso de tener que satisfacer el haber asignado en el presupuesto ordinario al facultativo en Medicina D. José Pérez y Vives, que viene desempeñando el cargo de Médico Titular de esta villa desde el día diez y ocho de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho en que fue nombrado, asistiendo a los enfermos declarados pobres por esta municipalidad, hizo presente dicho facultativo, que no podía inscribir la nómina del haber que se le había señalado, porque era a la vez fiel de Lliriana de esta villa cargo incompatible con el de médico titular. Pero convencido de la puntualidad con que el médico D. José Pérez y Vives único facultativo de esta clase existente en la población había prestado sus servicios a la clase de enfermos pobres, y que a pesar de haber insertado la vacante de esta plaza para el Boletín Oficial de la Provincia sin presentarse facultativo que la desempeñase, ha continuado prestando igual servicio a los enfermos pobres, se estaba en el caso de satisfacer al mencionado José Pérez y Vives, como por vía de gratificación los trescientos escudos que tiene asignado anualmente como en honorarios previa la aprobación del M.I. Gobernador Civil de la Provincia, y sin perjuicio de anunciar nuevamente la vacante, en el boletín oficial de la provincia, por si hay quién quiere desempeñar este cargo. Los Sres., Concejales, constándole ser verdaderamente positivo lo expuesto por su digno Presidente, accedieron gustosa dando su asentimiento por unanimidad (…)”. En 1875 desempeñaban las funciones de médico titular José Pérez y Vives, y de cirujano Pedro Galindo (166): “(…) cada cual con arreglo a su clase (…)”. En 1897 desempeñó el cargo de médico y cirujano titular de Benidorm Eduardo Llorca Castells (167): “(…) Para cumplimentar lo dispuesto en el artículo 59 del reglamento de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo, el Ayuntamiento acordó por unanimidad nombrar a Dn. Eduardo Llorca Castells Médico Titular de esta villa, para reconozca a los mozos, padres y demás interesados en el actual reemplazo (…)”. (168): “(…) con asistencia del señor Médico Cirujano Titular, Don Eduardo Llorca Castells (…)”. En ese año el médico-cirujano titular cobraba mensualmente del Ayuntamiento la cantidad de 41 pesetas con 66 céntimos (169)”.
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VIII. otas bibliográficas. (1). “La población española en el siglo XIX”. Historia de España. Crecimiento demográfico. Mortalidad, Natalidad. Migraciones. Distribución territorial. Fuente: www.html.rincondelvago.com/la-poblacion-española-en-el-siglo-XIX.html. (2). CIDAPA. Cuentas de caudales. “Cuenta justificada que presenta al Ayuntamiento de los gastos realizados en el municipio durante la epidemia del cólera del 31 de julio al 31 de agosto de 1855”. www.dipalicante.es/cidapa/jsp/tools/print-curview (3). CIDAPA. Contribuciones espaciales. “Reparto para atender a los gastos en caso de epidemia de cólera”. Año 1855. www.dip-alicante.es (4). CIDAPA. Contribuciones especiales. “Reparto de socorro para los que sean atacados por el cólera morbo”. Año 1855. www.dip-alicante.es (5). CIDAPA. Contribuciones especiales. “Expediente de reparto de la Contribución para reparar y combatir el cólera, en base a la Riqueza Territorial e Industrial”. www.dip-alicante.es (6). CIDAPA. “Estado demostrativo de los accidentes ocurridos durante el periodo de la invasión colérica en esta provincia durante el año de 1865”. www.ladipu.com (7). CIDAPA. Expediente de epidemias. “Resumen de las invasiones y fallecimientos del cólera habidos en España”. Año 1885. www.ladipu.com (8). CIDAPA. Sanidad. “Estadística de defunciones a causa del cólera morbo asiático”. Año 1885. www.ladipu.com (9). “La población española en el siglo XIX”. Opus citatis. (10). ORTS BERDÍN, Pedro María. “Apuntes históricos de Benidorm”. Alicante. Est. tip de El Liberal. 1892. Página 221, 225, y 227. (11). AMB (Archivo Municipal de Benidorm). Año 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Carta dirigida a la “Justicia y Ayuntamiento de Finestrat”. 30 junio 1834. Página 10 anverso y reverso. (12). Ibidem. Página 12 anverso. (13). Ibidem. Carta dirigida al “Alcalde Mayor de Polop”. 13 agosto 1834. Página 17 anverso. (14). Ibidem. Página 17 reverso. (15). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en el siglo XIX”. Introducción. www.cfnavarra.es (16). Ibidem. Página 32. (17). Ibidem. Página 26. (18). AMB. 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Carta dirigida al “Muy Sr. Presidente de la Junta Superior de la Provincia”. 25 agosto. Página 20 anverso. (19). VIÑES, Jose Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Página 75 y 82. www.cfnavarra.es (20). A.P. (Archivo Parroquial). Libro de Defunciones en la época del cólera. Anexo. En “Quinqué Libri de la parroquia de Benidorm que empieza en agosto de 1831 y comprende solo el título de Difuntos de la misma desde dicho mes y año 1831-1859”. Páginas 70 a 83. (21). Libro de Defunciones 1831-1859. Página 70 anverso. Vicente Llorca. 18 septiembre 1834.
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(22). Libro de defunciones 1831-1859. Año 1831. Página 1 anverso. Josefa Ivars. Cuerpo 224. Albat. (23). Ibidem. Página 89. (24). Ibidem. Página 72 anverso. 29 septiembre 1834. (25). Ibidem. Página 75 anverso. 10 octubre 1834. (26). Ibidem. Página 75 reverso. 13 octubre 1834. (27). AMB. Año 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Carta enviada al “Comandante de Carabineros de este punto”. 15 noviembre. Página 29 reverso. (28). Libro de Defunciones 1831-1859. Francisco Vives Soler. Hijo de Pedro Vives y de María Soler. Consorte de Rosa Orts. Cirujano. 19 octubre 1834. Página 80 anverso. (29). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Opus citatis. Página 139. (30). Ibidem. Página 142. (31). Ibidem. Página 142. (32). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en el siglo XIX”. Opus citatis. Página 26. (33). AMB. Año 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Página 27 reverso y 28 anverso. (34). Ibidem. Carta enviada al “Sr. Gobernador Civil”. 19 noviembre 1834. Página 30 anverso y reverso. (35). Ibidem. Carta dirigida al “Sr. Presidente de la Junta de Sanidad de Málaga”. 23 diciembre 1834. Página 35 reverso. (36). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Opus citatis. Página 139. (37). Ibidem. Página 142. (38). AMB. Año 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Carta enviada “Al Comandante Sr. Capitán General de Valencia”. 20 noviembre 1834. Página 31 reverso y 32 anverso. (39). LAAB (Libro Actas del Ayuntamiento Benidorm). 20 junio 1860. Página 27 anverso y reverso. Alcalde: Francisco de Paula Orts. (40). LDPSJ (Libro de Difuntos Parroquia de San Jaime). Ángela Timoner. 40 años. Se dio sepultura el 13 de enero 1859. José Such. 46 años. 24 febrero. Ángeles Sellés. 40 años. 24 febrero. Josefa Cortés. 12 años. 26 marzo. Ángela Pascual. 16 años. 11 julio. Ángela García. 16 años. 1 agosto. Ana María Llinares. 23 años. 30 septiembre. Josefa Pérez. 30 años. 7 octubre. María Such. 49 años. 12 octubre. Magdalena Llinares. 60 años. 19 octubre. Rosa Blasco. 60 años. 24 noviembre. Ramón Ivars. 45 años. 8 diciembre. Silvestre Cerezo. 60 años. 8 diciembre. (41). LDPSJ. Antonia Aracil. 75 años. 17 enero. Eugenia Llorca. 48 años. 22 diciembre. (42). LDPSJ. Trinitaria Lloret. 40 años. 23 enero. (43). LDPSJ. Vicente Llinares. 54 años. 1 febrero. Concepción Orts. 36 años. 6 marzo. (44). LDPSJ. Magdalena Miret. 70 años. 2 febrero. Vicente García. 50 años. 20 febrero. José Gran. 70 años. 1 marzo. Victorino Sanchís. 45 años. 17 junio. María Llinares. 60 años. 4 julio. María Climent. 28 años. 4 julio. Clara Gran. 32 años. 28 julio. Antonia Pascual. 50 años. 24 noviembre. Francisco Lanuza. 52 años. 8 diciembre. Antonia Llorca. 50 años. 27 diciembre. Y María Orts. 32 años. 28 diciembre.
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(45). LDPSJ. Miguel Barceló. 72 años. 9 febrero. Paula Bertoch. 70 años. 26 marzo. Isabel Llorca. 80 años. 13 noviembre. Francisca Morales. 97 años. 19 noviembre. (46). LDPSJ. Miguel Llorca. 60 años. 21 febrero. María Belmonte. 60 años. 27 julio. (47). LDPSJ. María Llinares. 29 años. 26 febrero. Vicenta Llorca. 16 años. 21 septiembre. (48). Jerónima Ballester. 60 años. 19 marzo. (49). LDPSJ. Joaquín Pérez. 30 años. 8 mayo. (50). LDPSJ. Ramón Rodríguez. 75 años. 20 mayo. Ángela Pérez. 70 años. 9 junio. Rosa Fuster. 85 años. 23 agosto. (51). LDPSJ. Francisco Ivars. 12 años. 23 mayo. (52). LDPSJ. Vicenta Pérez. 70 años. 1 junio. Jerónimo Perol. 59 años. 28 agosto. (53). LDPSJ. Josefa Bayona. 50 años. 11 agosto. (54). LDPSJ. Vicenta Pérez. 60 años. 17 octubre. Ángela Pérez. 18 años. 20 octubre. Matías Llorca. 65 años. 22 octubre. Miguel Barceló. 54 años. 19 diciembre. (55). Antonio Llorca. El naufragio se produjo en 1851, aunque la certificación de la defunción se registró en 1859. (56). LDPSJ. José Such. 25 años. 19 octubre. (57). LDPSJ. Vicente Llinares. 83 años. 20 octubre. Leandro Llorca. 36 años. 26 octubre. José Devesa. 50 años. 27 octubre. (58). LDPSJ. Antonio Fuster. 60 años. 4 noviembre. Vicenta Devesa. 70 años. 13 diciembre. (59). LDPSJ. María Crespo. 32 años. 16 noviembre. (60). LDPSJ. José Pérez y Llorca. Ahogado en 1850. En 1859 fue pedida la certificación de su partida de defunción. (61). LDPSJ. Juan Cortés. 3 años. 2 febrero. Y Josefa Belmonte. 3 años. 3 noviembre. (62). LDPSJ. Ana María Fuster (parto peligroso). 7 febrero. José Pérez. 1 día. 11 marzo. María Soler. 1 mayo. Nazario Baldó. (Un rato). 9 octubre. Juan López (Después de nacer). 23 noviembre. Los hermanos Ventura y Jaime Devesa. (Un día por no ser viable). 16 diciembre. (63). LDPSJ. Dentición. José Pérez. 18 meses. 29 marzo. Manuel Barceló. 2 años y medio. 22 junio. María Lledó. 20 meses. 26 julio. José Barceló. 7 años. 27 julio. Domingo Vives. Un año. 17 octubre. Pedro Mengual. Un año y medio. 30 noviembre. (64). LDPSJ. María Ivars. 6 años. 15 mayo. Gregorio Pérez. 7 años. 30 mayo. Francisca Solbes. 7 meses. 12 agosto. Antonio Alemañ. 10 meses. 18 agosto. Dolores Soler. 10 días. 18 agosto. Pedro Juan Lanuza. Un día. 20 agosto. Francisca María López. 3 días. 3 septiembre. María Cortés. 8 días. 7 octubre. María Orozco. Un año. 15 octubre. Mariana Pérez. 6 meses. 19 octubre. José Linares. 1 día. 27 octubre. Francisco Pérez. 2 años. 4 diciembre. (65). LDPSJ. José Fuster. 3 meses. 18 abril. (66). LDPSJ. Jayme Agulló. 2 años. 23 abril. María Ortuño. 2 años. 9 agosto. Luis Cabot. 4 años. 10 agosto. María Pérez. 5 años. 12 septiembre. Vicente Canet. 15 meses. 7 octubre. Jaime Pérez. 2 años. 27 octubre. Luis Cabot. 5 años. 2 noviembre. Antonio Cortés. 3 años. 11 noviembre. (67). LDPSJ. Catarina Soria. 3 años. 10 junio. (68). LDPSJ. María Giner. 3 meses. 10 junio. Jayme Llorca. 8 años. 6 agosto. (69). LDPSJ. Jacinto Zaragoza. 3 años. 2 octubre. Josefa Cortés. 7 años. 17 octubre. Matías Ivorra. 3 años. 21 diciembre.
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(70). LDPSJ. María Josefa Crespo. 1 año. 6 octubre. José Such. 4 años. 1 noviembre. (71). LDPSJ. Vicente Llorca. 2 años. 20 octubre. Miguel Zaragoza. 1 año y medio. 4 diciembre. (72). LDPSJ. José Pérez. 2 años. 21 octubre. Juan Blasco. 2 años. 22 octubre. Ana María Soler. 4 años. 21 octubre. (73). LDPSJ. Ángela Pérez. 7 años. 3 noviembre. (74). LDPSJ. Vicente Baldó. 3 años. 21 diciembre. (75). LDPSJ. Libro Defunciones Cuerpos Mayores de 1859 a 1879. Página 111 a 119. Libro de Defunciones de Párvulos de 1859 a 1866. Página 60 a 63 reverso. (76). Ibidem. (77). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Opus citatis. Página 75. (78). Ibidem. Página 79. (79). Ibidem. Página 90. (80). Ibidem. Página 91. (81). Ibidem. Página 94. (82). Ibidem. Página 94. (83). LAAB. Acta 27 agosto 1865. (84). LAAB. Acta 3 septiembre 1865. (85). LAAB. Acta 29 septiembre 1865. (86). LAAB. Acta 22 octubre 1865. (87). CARBONELL BEVIÁ, Lola. “La influencia de los “Higienistas” en la construcción del primer cementerio (1700-1900). Los enterramientos en el Benidorm decimonónico del jurista e historiador Ots Berdín”. IX Congreso Nacional de Paleopatología. Grupo Paleolab. Morella del 26 al 29 septiembre 2007. José María Orts Berdín y Francisco de Paula Orts fueron familiares, y en su vida política potenciaron en Benidorm las teorías higienistas. (88). Ibidem. José María Orts y Jorro fue el padre de José María Orts Berdín. Orts y Jorro fue alcalde de Benidorm, y él, al igual como sus antepasados, y descendientes, trabajó para mejorar las condiciones de asepsia en Benidorm. (89). LAAB. Acta 22 octubre 1865. (90). LAAB. Acta 15 noviembre 1865. (91). LAAB. Acta 9 junio 1864. (92). LAAB. Acta 21 mayo 1865. (93). AP (Archivo Parroquial). LDPSJ. Libro de Defunciones de Cuerpos Mayores que empieza en septiembre de 1879. Y Libro de Defunciones de Párvulos desde 1859 a 1886. (94). LDPSJ. Libro de Defunciones de cuerpos mayores que empieza en septiembre de 1879. Página 77 reverso y 78 anverso. Vicente Garrigós Fenollar. 20 julio 1885. Silveria Bernabeu Pérez. 28 julio 1885. Magdalena Garrigós Bernabeu. 28 julio 1885. Vicente Garrigós Bernabeu. 28 julio 1885. (95). Ibidem. Página 70. Certificado de defunción de Filomena Devesa Ballester, de 20 años. Primer caso de cólera fallecido por la epidemia en cuerpos mayores. 25 julio 1885. Los primeros fallecimientos que se produjeron desde el día 29 de junio al 25 de julio fueron párvulos. El 29 de junio murió Pascual Ortuño Domingo, a la edad de 5 años, seguido de Pascuala Muñoz Pérez de 1 año y medio, el 2 de julio de 1885. (96). Ibidem. Página 70 reverso. 2 julio 1885. (97). Ibidem. Página 70 reverso. 5 julio 1885.
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(98). Ibidem. Página 70 reverso. 6 julio 1885. (99). Ibidem. Página 71. 16 julio 1885. (100). Ibidem. Página 71 reverso. 22 julio 1885. (101). Ibidem. Página 71 reverso. 23 julio 1885. (102). YAÑEZ, Antonio. “Calles, barrios y monumentos de Benidorm”. San Vicente del Raspeig. Gráficas Díaz. 1988. Página 16 y 17. Protocolo nº 169. (103). VIÑES, Jose Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Opus citatis. Páginas 94, 96 y 98. (104). Ibidem. Páginas 102 y 103. (105). LAAB. Acta 24 agosto 1910. “Reunión de la Junta Local de Sanidad celebrada el 24 de octubre 1910”. Alcalde: Vicente Zaragoza Soria. Vocales: Jaime Fuster Barceló (médico). José Vives Orts (farmacéutico). (106). CARBONELL BEVIÁ, Lola. “El otoño de los carreteros”. San Vicente del Raspeig. Libro de fiestas de Hogueras. 1994 (1ª parte), 195 (2ª parte) y 1996 (3ª parte). (107). LLORENS BARBER, Ramón. “El condestable Zaragoza. Francisco Zaragoza y Such. Benidorm 1875-Santiago de Cuba 1898. Crónica de la vida y del heroísmo de un marino benidormense”. Benidorm. 1998. Página 149. (108). LAAB. Acta 22 agosto 1852. Página 45 reverso. (109). LAAB. Acta 22 agosto 1852. Página 46 reverso. (110). LAAB. Acta 22 agosto 1852. Página 45 reverso. (111). LAAB. Acta 22 abril 1860. Página 18 reverso. (112). CARBONELL BEVIÁ, Lola. “La influencia de los higienistas en la construcción del primer cementerio de Benidorm en el siglo XIX. Los enterramientos en el Benidorm decimonónico del jurista e historiador Orts Berdín”. IX Congreso Nacional de Paleopatología. Grupo Paleolab. Morella del 26 al 29 septiembre 2007. (113). LAAB. Acta 23 abril 1860. Página 20 anverso. (114). LAAB. Acta 27 mayo 1860. Página 24 anverso. (115). LAAB. Acta 28 septiembre 1860. Página 43 reverso y 44 anverso. (116). LAAB. Acta 15 octubre 1860. Página 56 anverso y reverso. Página 57 anverso. (117). LAAB. Acta 12 noviembre 1861. Página 48 reverso. (118). LAAB. Acta 20 febrero 1862. Página 3 anverso y reverso. Alcalde: José Berdín. (119). LAAB. Acta 6 abril 1862. Página 13 reverso. Alcalde: José Berdín. (120). LAAB. Acta 13 abril 1863. Página 23 anverso. Alcalde: José María Orts Berdín. (121). LAAB. Acta 24 julio 1864. (122). LAAB. Acta 19 abril 1864. Sesión extraordinaria. Alcalde: Joaquín Thous. (123). LAAB. Acta 20 abril 1864. Sesión extraordinaria. (124). LAAB. 7 enero 1865. Página 31 anverso. Alcalde: Joaquín Thous. (125). LAAB. Acta 5 febrero 1865. “Pliego de condiciones”. Página 8 anverso. Alcalde: Joaquín Thous. (126). LAAB. Acta 12 febrero 1865. (127). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en el siglo XIX”. Opus citatis. Página 32. (128). Ibidem. Página 35. (129). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Opus citatis. Página 121.
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(130). Ibidem. Página 122 y 123. (131). Ibidem. Pagina 129. (132). Ibidem. Página 131. (133). AMB. Año 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Página 27 y 28. (134). LAAB. Acta capitular 7 agosto 1870. Alcalde: Vicente Soria Ortuño. (135). LAAB. Acta 29 enero 1860. Página 13 reverso. (136). VIÑES, José Javier. Opus citatis. Página 136. (137). Ibidem. Páginas 140 y 141. (138). Ibidem. Páginas 144 y 145. (139). LAAB. Acta 22 junio 1862. Página 19 reverso. Alcalde: José Berdín. Acta 14 junio 1862. Página 14. Punto 3. “(…) la base de la población que cupo en este pueblo en el último censo vecinal que asciende a nuevecientas sesenta y dos vecinos o sean 7618 almas (…)”. Alcalde: Vicente Barceló. Acta 21 mayo 1865. Alcalde. Joaquín Thous. (140). VIÑES, José Javier. “La sanidad española en la segunda mitad del siglo XIX”. Opus citatis. Página 146. (141). Ibidem. Página 147. (142). “Libro de Difuntos de la época del cólera”. Cuerpos mayores. En “Libro de Defunciones 1831-1859”. Casado con Rosa Orts. (143). “Registro Civil de Muertos de la Villa de Benidorm da principio en 1º de enero de 1841”. Año 1847. (144). AMB. Año 1834. “Borrador de oficios de esta villa de Benidorm”. Carta enviada al “Sr. Capitán General de Valencia”. 20 noviembre 1834. Páginas 31 reverso y 32 anverso. (145). LAAB. Acta 16 diciembre 1850. Acta 31 diciembre 1852. Página 58 anverso y reverso. (146). LAAB. Acta 4 enero 1852. Página 2 reverso. Acta 11 enero 1852. Página 4 reverso. Acta 7 noviembre 1852. Página 62 anverso. (147). AP. “Libro Defunciones 1831-1859”. 1 mayo 1859. Página 530 anverso. (148). LAAB. Acta 30 diciembre 1866. Alcalde: Pedro Juan Fuster. (149). LAAB. Acta 20 junio 1869. Página 21 anverso. Acta 14 noviembre 1869 Página 38 reverso. Acta 22 noviembre 1869. Página 42 anverso. (150). LAAB. Acta 3 octubre 1875. 4 octubre 1875. (151). LAAB. Acta 21 febrero 1897. Alcalde: José Martínez Lloret. (152). LAAB. Acta 7 marzo 1897. Página 11 y 12 reverso. (153). LAAB. Acta 4 enero 1852. Página 2 reverso. (154). LAAB. Acta 1 mayo 1852. Alcalde corregidor presidente. Maximialiano Orts. 1º Teniente de Alcalde: Pedro Ortuño. Página 22 reverso y 23 anverso. (155). LAAB. Acta 11 enero 1852. Página 4 reverso. “(…) Francisco Thous, secretario actual de la Corporación deja el cargo y se propone nombrar a Juan Bautista Rusafa, médico y propietario (…)”. LAAB. Acta 2 mayo 1852. Página 23 anverso y reverso. (156). LAAB. Acta 9 junio 1852. Página 29 reverso y 30 anverso. (157). LAAB. Acta 7 noviembre 1852. Páginas 62 anverso y 63 anverso. (158). LAAB. Acta 5 diciembre 1852. Página 68 anverso. (159). LAAB. Acta 31 diciembre 1852. Página 58 anverso y reverso. Página 59 anverso. (160). LAAB. Acta 23 abril 1860. Página 20 anverso. Alcalde: Francisco de Paula Orts.
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(161). LAAB. Acta 4 diciembre 1860. Página 68 reverso y 69 anverso. Alcalde. Francisco de Paula Orts. (162). LAAB. Acta 21 mayo 1865. Alcalde: Joaquín Thous. (163). LAAB. Acta 30 diciembre 1866. Alcalde: Pedro Juan Fuster. (164). LAAB. Acta 20 junio 1869. Página 21 anverso. (165). LAAB. Acta 14 noviembre 1869. Página 38 reverso y 39 anverso. Alcalde: José Pérez. (166). LAAB. Acta de “Llamamiento y declaración de soldados”. 3 octubre 1875. (167). LAAB. Acta 21 febrero 1897. “Reclutamiento y reemplazo”. Alcalde: José Martínez Lloret. (168). LAAB. Acta de “Clasificación y declaración de soldados”. 7 marzo 1897. (169). LAAB. Acta 10 octubre 1897. Alcalde: José Bayona. Acta de “Distribución de fondos del mes de abril”. 7 noviembre 1897
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