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ORAR EN EL MUNDO OBRERO
12º Domingo del tiempo ordinario (19 junio 2016) Comisión Permanente HOAC
El cristiano, mientras vive, es incomprendido por los hombres en la misma medida en que es comprendido por Dios N.S. Lo mismo que Cristo no fue comprendido hasta después de Pentecostés, así los “alter Christus” (otro Cristo). Y nuestro Señor solamente nos comprende cuando hacemos Su Voluntad y no la nuestra… (Rovirosa. Cartas. OC, T. VI, pág. 113)
Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama… Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación… Este es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás… Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama (EG 267). ¿Qué dice la gente?
¿Quién dice la gente que soy yo? Eso vuelve a preguntarnos hoy Jesús. ¿Podemos contestarle sin que sea de oídas? Porque a lo mejor por imaginarnos las respuestas –igual que nos imaginamos la vida- nos equivocamos, ya que nunca hablamos con las personas de nuestro entorno de estas cosas. Pudiera ser… a lo mejor, no. O, a lo mejor sí, y tenemos las respuestas que da la gente. Pero, si no, nuestra oración debe comenzar por salir, por encontrarles, por preguntarles: ¿Quién es Jesús para ti? Claro que, también, conviene que me lo pregunte yo antes. ¿Qué me respondo? Vuelve después de haberlo hecho. Y entonces cuéntaselo al Señor. Pero antes de salir, ora: Enséñame como tú sabes llévame a tu ritmo por los caminos del Padre y por esas sendas marginales que tanto te atraen.
Cualquier día, en cualquier momento, a tiempo o a destiempo, sin previo aviso lanzas tu pregunta: y tú, ¿quién dices que soy yo?
Cuando en tu vida toda encuentre el sentido para los trozos de mi vida rota; cuando en tu sufrimiento y en tu cruz descubra el valor de todas las cruces; cuando haga de tu causa mi causa; cuando ya no busque salvarme sin perderme en tus quereres…, entonces, Jesús, vuelve a preguntarme: Y tú, ¿quién dices que soy yo?
Y yo me quedo a medio camino entre lo correcto y lo que siento, porque no me atrevo a correr riesgos cuando tú me preguntas así. Nuevamente me equivoco y me impones silencio para que escuche tu latir y siga tu camino. Y, al poco, vuelves a la carga: Y tú, ¿quién dices que soy yo?
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12º Domingo del Tiempo Ordinario
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Escucha LA PALABRA Lc 9,18-24: Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: –¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: –Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Él les preguntó: –Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: –El Mesías de Dios. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: –El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día. Y, dirigiéndose a todos, dijo: –El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. Palabra del Señor Confronta tu vida con la Palabra. Escucha su latir, para seguir tu camino
–Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Hay preguntas realmente difíciles de responder. No valen las respuestas de catecismo, aprendidas para salir del paso y superar la prueba. Aquí no. Aquí solo vale la respuesta de la propia vida. La que surge de confrontar mi vida con la Cruz. Y esa respuesta es siempre Jesucristo. Encarnado de nuevo, cada día, siempre y en toda circunstancia, en mi vida. No hay otra. Sin duda el primer impulso es contestar como Pedro: “el Mesías de Dios”. ¿Pero qué significa esa respuesta en mi vida? ¿Qué deja traslucir de quién soy? Porque contestando la pregunta de Jesús, no solo digo quién es Él, sino quién soy yo. Jesús nos revela quien es Dios, y nos revela quienes somos los seres humanos. Nos revela que nuestra esencia es ser imagen de Dios. Nos revela que el motor que da sentido y mueve su vida es el cumplimiento de la voluntad de Dios y nos revela, así, la verdadera imagen de Dios que ama incondicionalmente. Nos revela que el sentido de la existencia no es otro que corresponder al amor de Dios. El sentido de la historia, de la creación, de la vida humana está en el amor de Dios. El modo fraterno de Jesús de hacerse humano es el lugar de la revelación de Dios para nosotros. En la praxis fraterna de su Hijo se manifiesta lo que Dios Padre quisiera para todos nosotros en este mundo. 2
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C.P.
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Pregúntate: ¿Quién es Dios para mí? ¿Quién es Jesucristo? ¿Cómo vivo desde esa confesión de fe? ¿Cómo es mi vida? ¿Qué me mueve y me motiva? ¿Qué busco y ansío? ¿No quedan aún en mi vida pretensiones de grandeza, de comodidad y falsa tranquilidad, de prestigio, de espectáculo o eficacia? ¿Qué “mesianismos” cultivo, o me embaucan? ¿No sigo guardándome para mí lo que me da seguridad, en lugar de estar dispuesto a “perderlo” en la comunión? ¿Hasta dónde estoy dispuesta en el seguimiento de Jesús, de un Jesús encarnado, pobre, humanado, entregado? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a renunciar a mis proyectos personales para hacer su voluntad, y hacer de su Causa (la del Reino) mi causa? ¿Mi “sí” a su llamada “sígueme”, sigue siendo hoy también un sí, o solo un “de vez en cuando”… y con condiciones? ¿Estoy dispuesta a seguir su mismo camino, hasta la Cruz, hasta dar mi vida como Él? ¿La doy en mi vida cotidiana? Seguir a Jesús en los momentos gloriosos es fácil, incluso agradecido. Eso lo puede hacer cualquiera, hasta los que buscan otro mesianismo que no es el suyo. Lo hizo aquella muchedumbre que le seguía. Pero ¿le sigo también en los momentos dolorosos de mi vida, cuando todo parece que me lleva a buscar otros caminos? Es entonces, cuando me duele de verdad la vida, la vida de los pobres, cuando debo tener el valor de confesar como Pedro: “Tú eres el Mesías”. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Amor de Dios encarnado en mi vida que me lleva a vivir la comunión y a construirla? ¿Amor entregado por mí que me lleva a poner mi vida, ofreciéndola todo el día para humanizar la existencia, y que otros y otras puedan vivir con dignidad? Quizá me puede el egoísmo, el desánimo, el no ver fruto… Quizá sigo pensando que hay otros modos de hacer las cosas “más eficaces”, “más revolucionarios”, aunque sea a costa de las personas, sobre todo de los últimos. Jesucristo es el ser humano que existe para los demás. Su esencia es entrega y amor. Su solidaridad humana es manifestación de su filiación divina. Y la nuestra, nuestra solidaridad, ¿qué manifiesta? Para ti, para mí, para esta comunidad que quiere transparentar el amor y la misericordia de Dios al mundo obrero, no hay otro camino que seguir el mismo destino de Jesús, con la disponibilidad a entregar la propia vida, de manera callada, en compromisos sencillos, manifestando siempre la cercanía del Señor, a quien seguimos. Para ti, para mí, y para esta comunidad, para esta Iglesia en el mundo obrero, no hay otra tarea que la de compartir el Evangelio con los demás, siendo coherentes con el mismo. Queremos proponer una buena Noticia que es central en nuestra vida; la buena Noticia de la experiencia de encontrarnos con Jesucristo Resucitado y experimentar el Amor de Dios. La dignidad de ser sus hijos e hijas y, por tanto, hermanos y hermanas. ¿Quién es Jesús para mí? El que es capaz de hacerme romper la rutina mediocre en la que me instalo, para dejar que la razón de la Cruz, y la alegría del Evangelio llene nuestra vida militante cristiana, la vida de la HOAC, y la vida de la Iglesia, para poder llevarla a nuestras compañeras y compañeros. 3
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12º Domingo del Tiempo Ordinario
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Hoy el compromiso que nazca de tu oración se puede orientar por lo personal (la orientación y el fundamento de tu propia vida y la decisión de seguir a Jesús) o por lo ambiental (cómo colaborar a construir una nueva manera de pensar en mis compañeros y compañeras, que vaya abriendo sus vidas al encuentro con Cristo).
Jesús
TERMINA ORANDO, CONFESANDO TU FE, COMO PEDRO
¡Señor Jesús! Mi Fuerza y mi Fracaso eres Tú. Mi Herencia y mi Pobreza. Tú, mi Justicia, Jesús. Mi Guerra y mi Paz. ¡Mi libre Libertad! Mi Muerte y Vida, Tú, Palabra de mis gritos, Silencio de mi espera,
Testigo de mis sueños. ¡Cruz de mi cruz! Causa de mi Amargura, Perdón de mi egoísmo, Crimen de mi proceso, Juez de mi pobre llanto, Razón de mi esperanza, ¡Tú! Mi Tierra Prometida eres Tú... La Pascua de mi Pascua. ¡Nuestra Gloria por siempre Señor Jesús!
Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día… María, Madre de los pobres, ruega por nosotros
Pedro Casaldáliga
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