1er Domingo Adviento

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¡Consolad a mi pueblo, dice el Señor!


C.P.

ORAR EN EL MUNDO OBRERO

Adviento 2017

¡Vuélvete, llega, envíanos, habítanos!

Son las peticiones desgarradas, los gritos, las oraciones, que empujan las palabras de los profetas en este tiempo de Adviento. Es la oración que surge tantas veces de nuestras entrañas al ver con desconsuelo la tremenda dureza de la realidad y la precariedad en que se instala la vida del mundo obrero. Queremos que el Señor nos mire, que se vuelva hacia nosotros; que venga, que llegue a nuestra vida, para sentirnos enviados, para sentirnos habitados por Él, para sentir su salvación. Es un grito hecho oración porque sentimos que lo necesitamos desesperadamente.

Solo quien siente esta necesidad de gritar esas peticiones en su oración puede comenzar el camino de Adviento. Solo quien necesita que la vida de la humanidad se llene de la misericordia y la justicia de Dios, quien necesita radicalmente ser enviado y sentirse habitado por Dios, puede hacer del Adviento un encuentro con Dios que llega, que oye el clamor de su pueblo, que ofrece su justicia, su misericordia.

Solo quien se siente arcilla en manos del alfarero y está dispuesto a dejarse moldear por Dios debería empezar a recorrer esta senda. Porque el Adviento es tiempo y camino que se recorre desde la entraña y el corazón. No es un tiempo ñoño. Es un tiempo de desierto, de gemido y, a la vez, un tiempo de urgencia y esperanza, de conversión, de alegría naciente; un tiempo de alborada… para quienes se atreven a acogerlo, recorrerlo, y vivirlo.

Vigila, conviértete, da testimonio, déjate habitar

Después del primer paso con que iniciamos esa senda, la voz de Dios nos va marcando el camino: ¡Vigila! ¡Conviértete! ¡Da testimonio! ¡Déjate habitar! Es la respuesta de Dios a nuestra oración. Dios escucha siempre nuestra oración, y siempre responde a ella. A veces con el silencio que nos invita a entrar en nuestro interior y reconocer nuestra propia existencia habitada. Otras veces con la llamada apremiante que se nos hace compromiso –acción de gracias- y tarea vital. A veces no responde cuando esperamos, o no es la respuesta que quisiéramos, pero siempre responde, siempre a su tiempo. Siempre con amor y misericordia por cada uno de nosotros, atento a nuestra vida, deseoso de que descubramos y vivamos la experiencia amorosa de la Gracia que nos habita y transforma, poniendo en nuestras manos tarea, ofreciendo caminos, posibilidades, esperanza…

La vida militante es vida orante, porque es vida en camino que se va haciendo en la escucha de la Palabra hecha carne, vida hacia el encuentro con Dios, vida en salida hacia las periferias, hacia el encuentro con el prójimo. Nuestro Adviento nos dirige hacia el lugar de la historia en que más fácilmente podemos escuchar la voz de Dios y sentir su presencia salvadora: las periferias del mundo obrero. Allí donde nadie espera encontrar la vida, y donde la vida se hace sorpresa. Es tiempo de ir al encuentro de Dios. El Adviento nos encamina a un lugar «escondido», donde nadie podía pensar, sin bombo ni platillos, ante la indiferencia universal… No se trata tanto de buscar a Dios, sino de presentir y reconocer su cercanía. Dios viene –se desvela– porque ya está. Se trata de desvelar, de acercar, de allanar, de descubrir. 3


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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

C.P.

El Adviento nos encamina a dejar a Dios hacer en nosotros y moldearnos como arcilla en manos del alfarero. Es tiempo de reconocer que somos obra de sus manos, y dejarnos moldear por Él, por la acción llena de vida de su Espíritu.

Caminar en Adviento es recorrer los caminos de la vida del mundo obrero, para encarnarnos en ella, para acompañar, para caminar con nuestras hermanas y hermanos creciendo en comunión. Para vivir nuestra misión: ¡Consolad a mi pueblo, dice el Señor! El oficio de consolar se ejercita acompañando la vida, abriendo caminos de esperanza. Adviento nos adentra en caminos nuevos, y nos impulsa a la novedad de la Esperanza. Consolar es ofrecer el testimonio de lo que Dios hace en nosotros; es ofrecer la propuesta de Jesucristo como buena noticia para quienes sufren. Consolar es nuestra misión; una misión que nos llena de esperanza, que nos hace desbordar de gozo, que nos ilusiona porque, a medida que recorremos el camino del Adviento de la mano del mundo obrero, podemos descubrir que el Señor hace brotar su justicia. Consolar tiene mucho que ver con mostrar la posibilidad real y concreta de otra vida posible, que estamos llamados a construir. El Adviento nos encamina al encuentro, al reconocimiento, a la adoración de Dios. A sentir su gloria –la vida del hombre y la mujer- cuando entramos en la escucha y la obediencia a su Palabra. Es, como para María, nuestro tiempo del ¡Hágase! Que se haga tu voluntad y no la mía. Por eso es tiempo de amor y de humildad.

Adéntrate en este tiempo que Dios te ofrece. Acoge su invitación. Disponte a allanar senderos, a enderezar lo torcido, a posibilitar caminos de humanidad que Dios quiere transitar para hacerse el encontradizo. Aviva tus sentidos y tu corazón para sentir la creciente cercanía de este Dios que pone su morada en nuestra historia. Así harás posible la alegría de sentirte habitada por Dios. De eso va la Navidad.

LA COMISIÓN PERMANENTE

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1er Domingo de Adviento (3 de diciembre de 2017) Para disponerme a la oración Comienzo el tiempo de Adviento en actitud de búsqueda sincera. Quiero que sea un tiempo de apertura personal y comunitaria de la vida para desvelar la presencia de Dios en ella. Busco el lugar adecuado, la postura más propicia, me presento a Jesús, suscito dentro de mí deseos de orar, de estar. Pido la gracia de orar. Hago silencio. Verbalizo todo esto.

Leo y medito:

Cuando trato de descubrir al hombre más diferente para acercarme a él, como al más interesante de todos, me encuentro con el Hombre-dios. Que está ahí, en mí mismo, esperándome desde hace cerca de dos mil años. ¡Esto es formidable! (Rovirosa, OC.T, I. 192). La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa (EG 71). Contemplo a Dios en la realidad

Repaso los de R p l signos i d solidaridad, lid rid d de d fraternidad, f t r id de deseo de bien, de verdad de justicia fr que –aunque, muchas veces, pequeños, insignificantes- existen en mi pequeño mundo. Los recuerdo y los relato. Los agradezco. Le pido a Dios comenzar en este adviento con la capacidad de seguir apreciándolos, reconociéndolos y agradeciéndolos, orando: Tú estás cerca. Tú estás cerca. Tú estás cerca.

Imposible decírtelo aprisa. Es mucho alimento. Despacio. Masticando las sílabas. ¡Hay que masticarte! Tú estás cerca.

Estás cerca siempre. Seamos conscientes o no, te aceptemos o te rechacemos, te lo digamos o no. Tú estás cerca.

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Cerca en las grandes zonas de la vida: en la familia, en el trabajo… Tú estás cerca. Cerca en los momentos fuertes, cuando la vida galopa con frenesí: en el encuentro con el amor, en la soledad del que lo dio todo, en la alegría de tener un hijo, en el dolor de perderlo, en los apuros económicos, en la felicidad conyugal, en la muerte… Tú estás cerca. Cerca en las horas cruciales de la liberación: en el sindicato, en el barrio, en el convenio, en la conciencia del pueblo, en las organizaciones sociales, en la lucha contra el paro, y contra la precariedad no querida, en el esfuerzo de solidaridad, en los nuevos militantes y creyentes… Tú estás cerca. Cerca en las horas negras, cuando la muerte vence y la vida muere: en el odio, en la revancha, en la ausencia, en el cansancio, en el juego sucio, en el consumo fácil, en el individualismo, en la retirada de la lucha, en la vida vacía, en el ansia de dominar… ¡Las horas negras en que cerramos las puertas al hermano, y a Ti!

Tú estás cerca. Cerca. ¡Cerca! Siempre. Gratis. A ti no te desanima nadie… Tú estás cerca. Tú estás. Tú.

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C.P.


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Escucho la Palabra del Señor. Contemplo a Dios en la Palabra Mc 13, 33-37: Vigilad. No sabéis cuando es el momento.

Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!». Palabra del Señor

Medito esta Palabra. Me dejo tocar y empapar por ella

El Dios Di que nos ama y esperamos es un Di Dios sorprendente. d t SSorprendente d t porque es el Dioscon-nosotros, que quiere estar en medio de nosotros, en el centro de nuestra existencia; no en los márgenes. Sorprendente porque puede llegar en cualquier momento de nuestra existencia. Su llegada no está ligada a momentos o espacios privilegiados, especiales. Sorprendente porque para acogerlo hay que vivir el hoy en plenitud. Sorprendente porque nos pide discernir los signos de los tiempos, andar caminos de justicia, familiarizarnos con el conflicto. Sorprendente porque no viene a exigir cuentas, sino a dar y enriquecernos en todo. No se puede ser fiel a un Dios sorprendente, si no es asumiendo que nuestro tiempo es “tiempo de vigilar”, de discernir los signos de los tiempos, de toma de conciencia, de hacernos cargo con responsabilidad del presente y de la realidad. Sólo estando despiertos, en vela, vigilantes podemos descubrir lo que hay de humano en nuestra realidad, y lo que no es ni puede ser normal, humano, ni puede serlo, por mucho que se repita. Solo estando despiertos podremos descubrir y vivir cotidianamente su presencia en medio de la vida. Corremos el riesgo de pasarnos la vida enredados, distraídos, entretenidos en mil intereses extraños a la tarea del Reino y al sentido más profundo de la existencia. Corremos el riesgo de vivir sin meta ni objetivo, de no despertarnos nunca de la indiferencia, la pasividad, la comodidad, la superficialidad… la mundanidad espiritual. Quien escucha la llamada de Jesús con fidelidad, lo percibirá como una llamada a despertar y vivir con lucidez, con una fuerza capaz de humanizar, de dar sentido, y llenar de gozo la vida. La llamada –que por tres veces se repite en el evangelio- a vigilar, a velar, no puede quedarse en una espera que nos haga desentendernos del mundo; al contrario: la espera es compromiso, la llamada es urgencia, para poder reconocer y desvelar la cercanía del Dios que viene a nuestro encuentro en cada hombre y mujer, en cada acontecimiento, en el encuentro con los últimos. En medio de un clima social conflictivo, y un horizonte de inseguridad y precariedad, la tentación fácil es evadirse a un mundo feliz, que nos consuele de la dureza de la vida y nos anestesie frente a los sinsabores cotidianos. El Adviento es tiempo para pertrecharnos frente a esta tentación. 7


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C.P.

A Dios solo se le puede esperar con manos trabajadoras, con ojos abiertos para hacernos cargo de la realidad, con un corazón compasivo. El Adviento nos empuja a ser cristianos comprometidos en el presente con lucidez, abriendo caminos de humanización, ayudando a nacer una sociedad más justa y fraterna, suscitando Esperanza contra toda esperanza, viviendo y visibilizando esa otra manera de ser y vivir a la que nos encamina la utopía del Reino. Contemplo a Dios en la vida. Me pregunto: ¿Cuáles son las tentaciones que me adormecen? ¿Qué pasos concretos he de dar para despertar, vigilar, estar atento a descubrir la presencia del Señor en medio de la vida?

Concluyo con esta oración Llega de día, llega de noche. Se le espera por la puerta, llega por la ventana. Le buscamos con alegría, llega con su cruz. Estamos de guardia, nos llama de dentro. Rastreamos huellas, llega por senderos nuevos. Llega en abundancia y más todavía en la pobreza. Llega cuando triunfamos y nos acompaña en los fracasos. Llega cuando es deseado y se presenta cuando no se le espera.

Llega en el silencio y en el áspero y abrasador viento. Llega también en la multitud y el ruido. Llega para dormirnos y para despertarnos. Llega a través de todas las caras que encontramos a lo largo del día en nuestro camino. Llega en el desierto de manantiales inciertos, en las estepas de desconocidos pozos, en los bosques frondosos en que nos perdemos, en las altas cumbres que hollamos, y en los valles que nos dan vértigo. Llega a cada instante. Llega en cada lugar. Allí donde estamos, está. Fiel a tu palabra ya estás esperándonos.

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Y, como siempre, ofrezco mi vida al Señor

Señor, S ñ J Jesús, ú te ofrecemos todo el día… María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros


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