ORAR EN EL MUNDO OBRERO
26º Domingo del Tiempo Ordinario (1 octubre 2017) Comisión Permanente HOAC
La oración, por tanto, no debe pretender que Dios venga a nosotros, sino que nosotros vayamos a Él. Y siempre consistirá en variaciones sobre el mismo tema: «Pero que no se haga mi voluntad, sino la Tuya». Porque no se salva (con nuestro Salvador) quien dice: «¡Señor, Señor!», sino quien hace la voluntad del Padre (Rovirosa, OC.T, V. 423).
Es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular un tercer principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría (EG 231). Mi vivir diario en Dios
Del dicho al hecho… Y del proyecto de vida a la vida… va un trecho. A veces un trecho largo, demasiado largo. Orar nos ayuda a acortar ese trecho, a ir acercando el dicho y el hecho, nuestro proyecto y nuestra vida; es decir a dejar que Dios vaya transformando nuestra vida. Mira, una vez más, la tuya. Descubre lo que te falta para acomodar tu vida a lo que Jesús te ofrece y te propone vivir. Dedica unos minutos a releer con sinceridad tu proyecto personal de vida, y pregúntate… ¿qué siguen siendo solo bonitas palabras? Desde ahí, ponte en presencia de Dios. Decimos que queremos cambiar, y no es cierto, lo sabemos. Mediocres como somos cambiarnos nunca estuvo a nuestro alcance. Pero Él llama y entonces todo cambia, mediocres como somos su fuerza nos agranda.
Y aquí estamos andando tras sus huellas, de su vida viviendo por su causa sufriendo hasta heredar la tierra. Àlvar Miralles
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C.P.
Escuchamos la Palabra del Señor Mt 21,28-32: Recapacitó y fue
¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
Palabra del Señor
Interiorizamos esta Palabra
Muchos cristianos terminan por instalarse cómodamente en su fe sin que su vida se vea afectada lo más mínimo por su relación con Dios. Cristianos que se desdoblan, que viven una especie de doble vida, que cambian de personalidad, según se arrodillen para orar o se entreguen a sus ocupaciones diarias. También los militantes cristianos nos vemos afectados por esta ambigüedad vital muchas veces. Dios no penetra en nuestra vida familiar, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales, en mis proyectos o intereses. La fe queda convertida en una costumbre, un reflejo, una prudente medida de seguridad, o una relajación personal. Por eso es necesario preguntarnos, con sinceridad, qué significa realmente Dios en nuestro diario vivir. Lo opuesto a la fe cristiana, lo que más daño puede hacerle, muchas veces, no es la increencia, sino la falta de vida. ¿Qué importa confesar con nuestros labios la fe, si después falta en nuestra vida un mínimo esfuerzo de seguimiento sincero a Jesucristo? ¿Qué importa tener un proyecto de vida escrito con hermosas y comprometidas palabras, si luego mi vida cotidiana transcurre por otros caminos que nada tienen que ver? Las palabras no dejan de ser palabras, por hermosas que sean. Los proyectos no dejan de ser deseos, si no se concretan en la vida cotidiana. ¿No olvidamos con demasiada frecuencia cuál es la voluntad del Padre y lo que supone hacer de nuestra vida una experiencia de vivir esa voluntad? Del dicho al hecho sigue habiendo un gran trecho. Porque la palabra que se queda solo en ser pronunciada, acaba por perder fiabilidad cuando se tiene contrastar con la vida. 2
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Ser creyente es algo más que recitar fórmulas de fe, en la Iglesia o fuera de ella. Fórmulas de fe rituales, o las que nos van proponiendo las redes sociales y el ambiente. La fe no es algo que se dice o se escribe, no es algo que se publica, sino algo que se vive. Esta parábola nos pide revisar nuestra vivencia de la fe, nuestra práctica de la fe, nuestra coherencia. Decía Karl Rahner que “ser cristiano quiere decir, siempre, estar haciéndose cristiano”, y decía como oración: “Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy cristiano, sino haz que llegue a serlo de verdad”. Quedarnos en la mera palabra que acaba por volverse falsa por incoherente es, como dice el papa Francisco, una manera de ocultar la realidad, una manera de no querer verla, de preferir no sentirse complicado en ella, en su transformación. En el fondo es un separarnos de los demás, de los que necesitan nuestra vida complicada con la suya. Porque la coherencia de la fe nos empuja a compartir la vida con quienes van por delante de nosotros en el Reino, porque acogen la propuesta de vida de Dios. Acompañar la vida de las personas de nuestros ambientes, especialmente los que esta sociedad descarta, es reconocerlos como prójimos a los que no se puede abandonar. Situarnos a su lado es cumplir la voluntad del Padre, es enfilar el camino del Reino, es hacer coherente nuestra fe, es reconocer al Dios de Jesús, en medio de la vida cotidiana, y sentirnos confrontados en nuestras prácticas cotidianas y vitales. Creer es vivir, y el vivir según Dios requiere convertirnos, a su voluntad, que no es otra que la del Reino y la del Amor. Pero en lo concreto de nuestra existencia, siempre, y en toda circunstancia. Vuelve a releer el pasaje del evangelio, y pregúntate: ¿qué significa realmente Dios en mi diario vivir? ¿De qué necesitas convertirte para poder vivir de verdad esa voluntad de Dios en tu vida personal, familiar, social?, ¿qué pasos has de ir dando? Concreta un compromiso que te ayude a ello.
Vuelve a poner tu vida en manos del Dios de la misericordia:
¡Señor, Padre omnipotente, que por un exceso de tu generosidad me has llamado a la HOAC para que colabore con tu Unigénito –bajo el amparo maternal de la Santa Virgen y la vigilancia amorosa de todos los ángeles y santos– en la divina obra de la Redención. Concédeme, por los méritos del mismo Jesucristo, Señor Nuestro, y la intercesión de Santa María, San José, y todos los ángeles y santos, que se aleje de mi entendimiento toda idea de prisa y pausa, que mi memoria actualice en todo momento la regla de servirte sin prisa y sin pausa, para que mi voluntad sea concorde con tu Voluntad, y te sirva en este mundo en la HOAC de la misma manera que deseo gozarte en la eternidad. Sin prisa y sin pausa. ¡Amén! Rovirosa 3
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Y, como siempre, ofrece, con sincero deseo de conversión, tu vida al Señor
Señor Jesús, te ofrecemos todo el día, nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas.
Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, pensar como tú, trabajar contigo y vivir en ti. Danos la gracia de amarte con todo nuestro corazón y de servirte con todas nuestras fuerzas.
Que tu Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los campos, en el mar, en las escuelas, en los despachos y en nuestras casas. Que los militantes que sufren desaliento, permanezcan en tu amor.
Y que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, descansen en paz. María, madre los pobres, ruega por nosotros.
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