3er Domingo de Cuaresma

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

3er Domingo de Cuaresma (4 de marzo de 2018) PARA DISPONERTE

Comisión Permanente HOAC

El régimen de salariado implica la compra-venta de trabajo, o sea: la compra-venta, o alquiler, de valores humanos. Ello atenta contra la dignidad del hombre, al limitar su legítima libertad, al obligarle a renunciar a un don de Dios, del que se apropia in debidamente la otra parte. Siguen vigentes las palabras de Pío XII: «...la contratación y colocación de la mano de obra en lo que llaman mercado de trabajo divide a los hombres en dos bandos, o ejércitos, que en su rivalidad convierten dicho mercado en un palenque en que estos dos ejércitos se atacan duramente». Y añade a continuación: ...Es un mal que está llevando a la ruina a toda la humanidad (Rovirosa, OC, T.II, 284).

Hoy cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta (LS 56). UNA MIRADA A LA VIDA

Todo se compra y se vende en nuestro mundo. También las personas, también el trabajo humano. Hoy oramos desde la precariedad y la pobreza laboral. Y desde la mercantilización de la vida que convierte esta tierra en un erial inhumano. Irina vino de Ucrania hace quince años, trabaja en la naranja, con suerte seis meses al año. Tiene que completar con otro trabajo. Hace dos años entró a trabajar en una empresa de envasado de pollos, la peor experiencia de su vida laboral. “Me explicaron que los trabajadores éramos socios autónomos. Todos los meses descontarían de mi sueldo la parte del autónomo. Sin derecho a paro ni a nada. No teníamos horario. Solo turno de mañana y tarde. Nunca sabías a qué hora ibas a salir. Algunos días llegábamos a trabajar hasta 16 horas, a destajo. Tenías que aprender por tu cuenta. El estrés era constante: ¡más rápido!, ¡más rápido! te gritaban. Para almorzar y merendar solo teníamos diez minutos. Lo pagaba con mi familia. En casa no me soportaba nadie. No podía ni dormir por la noche. Mercancía

Cuando hacemos de la persona un mero número, vulgar mercancía, salta la alarma en la conciencia.

Técnicos en ventas suben al poder y alaban la moral del beneficio, el interés al tanto por ciento, la influencia, la cuenta de resultados.

Quien invierte el tiempo a fondo perdido a favor de los demás

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C.P.

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es motivo de burla y de frívolos comentarios.

Pero el Señor es la suerte, el seguro a todo riesgo que ignora pólizas de una Compañía.

Mantén, Señor, nuestro corazón en vilo. Que sepamos recibir tu herencia como los que son bienaventurados en todos los lugares de la tierra. Y que crezca el amor entre nosotros. Porque el proyecto de vida nueva acaba de empezar.

ESCUCHAMOS LA PALABRA DEL SEÑOR…

Jn 2, 13-25: No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre. Palabra del Señor INTERIORIZAMOS ESTA PALABRA

Teniendo T i d de d base b ell hecho h h histórico hi tó i de d la l expulsión p l ió de d los l mercaderes d del d l templo t pl y la l controversia que ello genera, el evangelista nos transmite un mensaje que va más allá de ese hecho, a la luz de la Resurrección: Jesús es el verdadero templo, el lugar de encuentro con Dios. El culto a Dios no tiene que ver tanto con un recinto, como con la persona misma de Cristo Resucitado. 15


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Frente al interés por lo sagrado en muchas personas, y al uso de lo religioso en determinados momentos o situaciones, frente a la atracción por determinadas prácticas piadosas, uno no puede menos que preguntarse: ¿qué hay tras esa religiosidad? ¿Qué se busca a través de ese culto? ¿Con qué Dios se encuentran esos hombres y mujeres en el templo? ¿Qué Dios les manifestamos y ofrecemos? ¿Son nuestras iglesias lugar donde nos encontramos con el Padre de todos que nos urge a preocuparnos por los hermanos, o el lugar en que tratamos de poner a Dios al servicio de nuestros intereses egoístas? ¿Son nuestras celebraciones un encuentro con el Dios vivo de Jesucristo que nos impulsa a construir su Reino y buscar su justicia, o meros mecanismos que nos ofrecen efectos tranquilizadores? ¿Qué es nuestra Iglesia: la casa del Padre donde se vive, se celebra y manifiesta a todos la justicia, la verdad y la fraternidad, o un mercado en el que se negocia con lo sagrado, con el culto, con los sentimientos de las personas. Entérate bien: no se trata de que juzgues a los otros, sino de que te examines tú primero. La única manera de hacer que nuestra Iglesia sea la “casa del Padre” es celebrar un culto que nos comprometa a vivir como hermanos, practicando la justicia que Dios quiere y a construir su Reino. Si no lo hacemos –si no lo hago– así, estamos convirtiendo la Iglesia, el culto, al mismo Jesús en un mercado, y a cada persona en mercancía. El mercado, también en nuestros días, genera un ídolo a quien servir y una cultura idolátrica. Toda cultura del ídolo es contraria a la gratuidad. El sistema histórico más cercano a la cultura idolátrica es el capitalismo financiero-consumista que solo conoce el culto a uno mismo. Por eso han de llenarlo todo de objetos y mercancías. Cuántas personas se mueven en su vida por afán de ganar dinero, bienestar, prestigio, capaces de sacrificar lo que sea y a quien sea para ello, y capaces de servirse hasta de lo más sagrado: Dios y la persona humana. Hoy todo se compra y se vende. No puede haber relación filial con Dios cuando nuestras relaciones con él y los hermanos están mediatizadas por intereses egoístas. Imposible entender el amor, la ternura, la liberación o la acogida de Dios cuando vivimos comprando y vendiendo todo, negociando nuestro propio bienestar, nuestra propia seguridad, o nuestra propia salvación. Jesús tiene pasión por la casa de su Padre, porque tiene pasión por las cosas de su Padre, porque tiene pasión por cada hombre y mujer. Solo se puede tener pasión por aquello y aquellos a quienes uno ama. Para Dios lo sagrado son las personas, la vida, la justicia, la paz. Creada a imagen de Dios, toda persona es templo de Dios. Somos templo del Espíritu Santo. Hay una prolongación de la encarnación de Cristo en cada persona: el otro es Cristo para mí. Especialmente si están marcados por la marginación y la pobreza, por la deshumanización, por la mercantilización de su vida, por la precariedad. Especialmente si su dignidad resulta herida. Profanar un templo vivo es el peor sacrilegio. Ante esas profanaciones ¿no tendremos que proclamar, defender, y lograr que la gloria de Dios sea que el pobre viva? Culto a Dios sin defensa de la dignidad de los hombres y mujeres, no es culto a Dios, es convertir la casa de Dios en un mercado. Pide al Señor el don de poder celebrar tu fe en la vida profanada y precarizada de tantas mujeres y hombres, el don de ser templo del Espíritu, y reconocer a Cristo en el otro. ¿Qué puedes incorporar o qué has de intensificar en tu proyecto de vida para que la Iglesia de la que formas parte vaya creciendo en ser casa del Padre para todo hombre y mujer? 16


C.P.

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TERMINA PONIÉNDOTE, DE NUEVO, ANTE EL SEÑOR Creo en esta Iglesia

Creo en la Iglesia de Jesús, encarnada en el pueblo pobre. Creo en la Iglesia que camina con el pueblo oprimido. Creo en la Iglesia solidaria con los desprotegidos. Creo en la Iglesia que defiende una vida digna para todos. Creo en la Iglesia que exige la justicia y dice la verdad.

Creo en la Iglesia sin riquezas ni privilegios. Creo en la Iglesia casa solariega para todos. Creo en la iglesia testimonio vivo de la buena noticia. Creo en la Iglesia que acoge y cura a los heridos. Creo en la Iglesia que ilumina nuestra realidad actual. Creo en la Iglesia en la que todos somos hermanos. Creo en la Iglesia comunidad de comunidades. Creo en la Iglesia con pastores de vida coherente. Con en la Iglesia que no margina ni condena. Creo en la Iglesia liberada y liberadora.

Creo en la Iglesia profética. Creo en la Iglesia que no se doblega ante los poderosos. Creo en la Iglesia que promueve y respeta los derechos y la dignidad de la mujer, de los laicos, de los migrantes. Creo en la Iglesia de puertas y ventanas abiertas. Creo en la Iglesia que sufre persecución por seguir a Jesús y proseguir su causa.

Creo, también, en la Iglesia que veo, que me desvela y, a veces, me turba, pero que me acoge y perdona, y me ofrece la vida.

Y, COMO SIEMPRE, OFRECE TU VIDA AL SEÑOR

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día…

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