ORAR EN EL MUNDO OBRERO 4º domingo de Pascua (17 de abril de 2016) Comisión Permanente HOAC
Ser borregos de Cristo no es fácil. Ser borrego de Cristo es, conservando nuestra libertad, hacer realidad, precisamente por Él, la incorporación –que no aniquilamiento– de nuestra voluntad a la suya. Ser borregos de Cristo es saberse amados por Él, el buen pastor, que dio su vida por nosotros; es saberse cuidados y mimados con amor sin medida; es saberse en manos del Buen Pastor, que al mismo tiempo que nos alimentará para dar frutos, nos conducirá por el camino que lleva al Bien eterno (Rovirosa, OC. T. V. pág. 528).
Disponte a orar desde la vida, como respuesta a una llamada de amor. Oramos para ser capaces de escuchar la voz de Dios en nuestra vida. Así pues, haz silencio, busca un lugar adecuado y tranquilo, serénate, pide la gracia del encuentro con Dios Padre-Madre en tu vida. ORAMOS DESDE LA VIDA
En nuestro mundo no abunda el discernimiento. A veces, es poco el que nosotros mismos ejercitamos y nos dejamos llevar de la moda que toca, del parecer de la mayoría por comodidad o inconsciencia. Si lo hacemos así, nuestros hermanos sufrirán inevitablemente, porque el parecer de la mayoría es que no todas las vidas valen lo mismo: – No vale igual que otras la vida de los dos fallecidos diarios en accidentes de trabajo, ni la de sus familias. – Ni la de quienes han perdido hace años el trabajo o lo tienen carente de derechos. – Ni la de los miles de refugiados sin tierra, sin techo, sin trabajo, atrapados en las fronteras de nuestros intereses egoístas, abandonados a su suerte. – Ni la de quienes ganaron esta semana 2,5 euros la hora, trabajando de noche, mientras otros se divertían. – Ni las de las víctimas que causa toda injusticia, toda violencia, cualquier violencia. – Ni la de quienes cada noche buscan resguardarse del frío y la lluvia en los soportales de mi calle. – Ni la de quienes han tenido que dejar casa y familia, y emigrar, en busca de un trabajo digno que haga posible la vida. Esas vidas que en nuestro mundo no valen… esas son las vidas que estamos llamados a acompañar, porque esas son las vidas que valen para Dios. Traigo a mi oración su sufrimiento, el que me rodea, ese al que pongo rostro y nombre, llanto y circunstancia… el que me encuentro en casa, en la familia, entre los compañeros de trabajo y los vecinos del barrio, el que me cruzo cada día… Se lo presento al Señor. 1
4º domingo de Pascua
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Desde esas vidas oro:
Atiende, Señor, nuestras voces. Escucha nuestra oración. Desde lo más profundo del dolor te imploramos.
A veces nos pesa la vida y vemos el futuro lleno de fracaso y desesperanza entre las piedras del camino.
Planta, Señor, semilla nueva, afina nuestra sensibilidad, para que tu agua de vida traiga luz a nuestros ojos
LEE Y ESCUCHA LA PALABRA: Pregúntate a quien escuchas y sigues
Jn 10,27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas
«En aquel tiempo, dijo Jesús: –Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno». Palabra del Señor CONTEMPLA Y MEDITA Y, nosotros… ¿qué voces escuchamos? ¿A quién seguimos?... Sí, posiblemente sabemos la respuesta que convendría dar de antemano, pero ahora se trata de preguntártelo de verdad; cada día, desde que te levantas, ¿qué te mueve? ¿Qué persigues? ¿A quién sigues? ¿Qué voces son las que escuchas? Contemplando lo que haces cada día te podrás responder en verdad. ¿Y al Señor? ¿Escuchas verdaderamente, cada día, al Señor? Escuchar al Señor requiere tiempo, silencio, afinar el oído, para ser capaces de distinguir su voz en medio de los ruidos de la vida; para distinguirla de otras voces: las de los telediarios, o los reality; la del líder político de turno, o las de mis propios caprichos e intereses, las de mis propias creencias. Hay mucho vocerío alrededor y hay también mucho ruido ensordecedor. Quizá ni siquiera escuchamos su voz, la apagamos con otras voces. 2
C.P.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
4º domingo de Pascua
Necesitamos escuchar la voz del Señor para salir de nuestras apatías y comodidades, para sentir que su voz pronuncia nuestro nombre, como quien nos conoce, y nos quiere; como quien solo busca ofrecernos Vida. Después de veintiún siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos. Necesitamos cultivar la virtud de escuchar. Lo primero es despertar la capacidad de escucha de Jesús. La virtud de escuchar nos permite reconocer a Cristo, y reconocerlo en el otro, sentir que es Cristo para mí, y sentirnos conocidos por él. Necesitamos sentir que nos conoce. Hay voces que no necesitamos “auditar”; enseguida las reconocemos, incluso en medio del gentío. Y esas voces nos acercan, entretejen la existencia, generan comunión y compasión. También la del Señor, pronunciada con el calor de la fraternidad, por mi compañero o compañera de trabajo, por el vecino con el que comparto el deseo de humanizar el barrio, por quien espera que me haga prójimo en su necesidad. Es la misma voz que cada vez que se proclama la Palabra se dirige personalmente a mí. Pero no basta escuchar su voz, es necesario seguir sus pasos. Seguirle es descentrarnos, ponernos en movimiento hacia el encuentro, con Dios, y con los demás, siempre con los demás. Siguiéndole encontramos vida, porque en camino nos encontramos y nuestra vida está hecha de encuentros. Encuentros que nos llevan a servir a nuestros hermanos y hermanas empobrecidos del mundo obrero, a poner el proyecto de nuestra vida en la clave de la voluntad de Dios en nuestra vida. Al final estamos llamados a experimentar que somos del Padre. Construir nuestra humanidad es reconocernos en los encuentros fraternos como hermanos, hijos de un mismo Padre. Y escuchando su voz, siguiéndolo, podemos confiar cada vez más nuestra vida en su Amor. Esa es la Vida que merece la pena vivir, la que tiene verdadera calidad de vida, la que nadie puede arrebatarnos.
Este Evangelio me invita a revisar mi proyecto personal de vida, para afinar mi manera de escuchar a Dios, y mi decisión de seguirle. Un compromiso concreto me ayudará a hacer vida mi oración. 3
4º domingo de Pascua
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Termina orando Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida. Soñando que me lo monto bien, creyendo que sé vivir, consumo febrilmente ligeros placeres, no más que golosinas; precarias sensaciones arañadas aquí y allá Y mi hambre y sed no desaparecen. Esto ya no es vida sino simulacro, una vida sin calidad de vida.
Despiértanos de tanta indolencia. Condúcenos a los pastos de tu tierra Danos vida verdadera
F. Ulibarri, adaptada
Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida. Pero acostumbrado a lo light, lo auténtico solo entra con filtros. Demasiado educado para ser blasfemo. Demasiado tradicional para ir más allá de lo legal. Demasiado cauto para saborear triunfos. Demasiado razonable para correr riesgos. Demasiado acomodado para empezar de nuevo. Y mi hambre y sed no desaparecen. Esto ya no es vida, sino simulacro, una vida sin calidad de vida. Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida. Mas sin pedirte mucho, para no desatar tu osadía; amando solo a sorbos para no crear lazos; rebajando tu Evangelio, para hacerlo digerible… Soñando utopías sin realidades; caminando tras tus huellas, sin romper lazos anteriores. Y mi hambre y sed no desaparecen. Esto ya no es vida, sino simulacro, una vida sin calidad de vida. Silba, Señor, tu canción, como buen pastor; que se oiga por barrios y ciudades, por despachos y fábricas, por talleres y escuelas.
Señor, Jesús,
te ofrecemos
todo el día…
María, Madre
de los pobres,
4
ruega por nosotros