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ORAR EN EL MUNDO OBRERO Corpus Christi (29 de mayo de 2016) Comisión Permanente HOAC
Cuando uno reflexiona y piensa que Cristo está, personalmente ahí, al alcance de la mano de cualquiera…La única razón, el motivo exclusivo por el que Cristo se quedó ahí… fue para estar a nuestra disposición. ¡Dios, personalmente, a nuestra disposición. Para ser nuestro amigo, quien nos consuele y aliente cuando todos nos fallen, cuando nos sintamos sin fuerza. Para establecer o para fomentar más nuestra comunión con Él y con los demás… ¡Y diremos todavía que nos es difícil caminar por el camino de Cristo! (T. Malagón. Semana Impacto, pág. 91)
Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (EG 13). La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). ANTE EL MISTERIO, EL SILENCIO
Quizá lo primero y más importante de nuestra oración sea hacer silencio desde el principio. Permitir que se oigan los pasos de Dios al acercarse a nuestra vida. Silencio ante el Misterio de su Amor sin límite, ante el misterio de su entrega constante, ante el misterio de la vida fraterna, silencio ante el Misterio de amor de la Eucaristía.
Hoy te propongo llegarte hasta la parroquia. Podías pasar un rato en silencio ante el Sagrario, dejándote mirar por Dios, mientras vas depositando ante él los nombres de las compañeras y compañeros de trabajo, las dificultades de tu compromiso, los encuentros en el compromiso y en la vida con otras personas, las situaciones familiares que cuesta enfrentar cada día, la dignidad que va brotando en la vida humana, a veces imperceptible; los pequeños logros que vamos consiguiendo en el camino de la dignidad humana, aunque no sepamos bien cómo… Pon tu vida y la del mundo obrero en sus manos. Y ora…
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C.P.
COMULGAR CONTIGO
¿De qué nos sirve este pan si antes no nos sembramos confiados, no nos transformamos a nosotros mismos no nos entregamos a los otros, no revolucionamos el mundo?
¿De qué nos sirve este vino si antes no detenemos la sangre que derraman tantas injusticias, guerras y opciones camufladas, y no curamos las heridas, ni saciamos la sed de los hombres y mujeres que aún caminan?
¿De qué nos sirven este pan y vino si antes no abrimos los ojos al dolor del mundo, no celebramos una fiesta de reconciliación, no recordamos a las víctimas de nuestro bienestar, no aceptamos sentirnos comensales e invitados? ¿De qué nos sirve este pan y vino si vivimos al margen de la humanidad y de la gran aventura, tensa y soñada, en la que todos somos hermanos y caminamos, paso a paso, hacia la casa del Padre? ¿De qué nos sirve comulgar con pan y vino si no comulgamos con el dolor del mundo? Y, ¿de qué nos sirve llenarnos la boca –nunca el almade grandes reclamos solidarios si no es tu Cuerpo y tu Sangre derramada quien empuja nuestra vida hacia ese fraterno y solidario abrazo?
PONTE A LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS, QUE CREA COMUNIÓN
Lc 9,11b-17: Comieron todos y se saciaron
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: –Despide a la gente que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado. Él les contestó: –Dadles vosotros de comer. 2
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Ellos replicaron: –No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío. (Porque eran unos cinco mil hombres.) Jesús dijo a sus discípulos: –Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos. Palabra del Señor ACOGE LA PALABRA, MEDITA Y CONTEMPLA
No hay magia multiplicadora de panes, sino entrega solidaria y fraterna de la propia vida que crea, así, comunión. Lo que se multiplica en este pasaje evangélico es la fraternidad, la comunión, la vida posible. Y se multiplica al actuar en comunión con Dios Padre-Madre y su proyecto del Reino siendo y viviendo como Jesús. La Eucaristía no es un pan inerte y frío, sino siempre partido y compartido por amor. Deberíamos saber, y quizá debamos recordar, que el sacramento de la Eucaristía es central en la vida de la comunidad eclesial. Fuente y culmen de la vida cristiana, dice el Concilio; el “sacramento de nuestra fe”, decimos cada vez que la celebramos. En ella acogemos, celebramos y nos comprometemos en una vida que significa una revolución frente a la cultura y el ambiente de nuestro mundo, que tanto sufrimiento genera para el mundo obrero. “Se puso a hablarles del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban”. Frente a esta cultura consumista, superficial y entretenida, la Eucaristía solo puede ser celebrada abriéndonos al Dios de la Vida y acogiendo su vida que nos sobrepasa y trasciende. Frente a la pérdida del sentido de la gratuidad, la Eucaristía es presencia de un Viviente que es don gratuito del Padre; sacramento de liberación que no puede ser vivido más que en el amor agradecido, con todo lo que ello significa de amor y donación gratuita en la vida de las personas. “Dadles vosotros de comer”. Frente al hecho de que nos vayamos acostumbrando a convivir con la muerte y el sufrimiento de los pobres, como algo normal e inevitable, la Eucaristía es memoria viva del Crucificado y comunión con Él en todos los crucificados de la Tierra. Solo desde el compromiso de comunión activa, en el Crucificado, con ellos, podemos celebrar la Eucaristía como Acción de Gracias. “Comieron todos y se saciaron”. En la Eucaristía celebramos la presencia del Resucitado, que es ese Crucificado, y comulgamos con él en su manera de vivir, agradecemos al Padre el don del Hijo, y nos comprometemos a seguirle. Nos alimentamos del Cuerpo de Cristo para permanecer fieles, en comunión con Él. La Eucaristía es sacramento del banquete fraternal del Reino al que todos y todas, los empobrecidos los primeros, estamos llamados. No hay vida cristiana posible sin Eucaristía, sin ese pan partido y compartido para darnos vida. El Mandamiento del Amor expresa el sentido más profundo de la Eucaristía. Por eso es la fiesta de la gratitud y la acción de gracias; la fiesta de la liberación y la libertad, de la fraternidad y de la vida. 3
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Es la fiesta de la presencia real de Cristo en medio de la comunidad; una presencia dinámica y salvadora, para ofrecer nuestra propia existencia en favor de los empobrecidos; para ofrecer nuestra existencia por amor y para el amor. Nuestra vida: la de cada uno de nosotros y nosotras, la de toda la comunidad eclesial, está llamada a ser una vida eucarística. Concreta algún compromiso, desde tu proyecto de vida, que responda a lo que puedes hacer para que la Eucaristía ocupe cada día más el lugar central de tu vida, y para que tu vida sea más eucarística.
Termina orando Mi Cuerpo es Comida
Mis manos, esas manos y Tus manos hacemos este Gesto, compartida la mesa y el destino, como hermanos. Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.
Unidos en el pan los muchos granos, iremos aprendiendo a ser la unida Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote sabremos ser comida,
EI vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca a ser Contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de Tu memoria, marchamos hacia el Reino haciendo Historia, fraterna y subversiva Eucaristía.
Señor, Jesús,
te ofrecemos todo el día…
María, Madre de los pobres, ruega por nosotros
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