Crisis econ贸mica 隆Justicia para el mundo obrero empobrecido!
Cuadernos de la HOAC © Hermandad Obrera de Acción Católica Portada: ISBN: 978-84-92787-09-8 Depósito legal: Preimpresión e impresión: Lettergraf
Crisis económica ¡Justicia para el mundo obrero empobrecido!
I. Algo sombrío está ocurriendo a nuestro alrededor Desde hace tiempo, por todos lados nos inundan las noticias que nos presentan un panorama bastante desolador y preocupante a nuestro alrededor. En efecto, la crisis económica en la que nos encontramos ha hecho emerger toda una serie de problemas que, desgraciadamente, no son nuevos para nosotros pero sí están alcanzando una intensidad y amplitud que hace que casi nadie se escape o sea ajeno a sus efectos y consecuencias. Hechos que están siendo frecuentes en nuestra sociedad en los últimos años: reforma laboral; reforma de las pensiones; reforma del sistema financiero; cierre y quiebra de empresas; expedientes de regulación de empleo (ERE); aumento del paro; familias sin ingresos; desahucios por impago de hipoteca; aumento de personas que acuden a Caritas; resignación y escasa movilización ciudadana…
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Toda esta situación cobra un tinte aún más lamentable y hasta escandaloso si encuadramos estos acontecimientos en el contexto social y económico de los años precedentes. En nuestro país, el Informe FOESSA1 muestra cómo en catorce años de crecimiento económico, los índices de pobreza se han mantenido estables —en torno al 20% de la población, y más del 3% en situación de pobreza extrema—. Lo que significa que transcurrida algo más de una década, hemos pasado de 13 millones de personas empleadas a más de 20 millones y la población ha pasado de 36 a 45,5 millones de habitantes; sin embargo, la tasa de pobreza seguía siendo del 20%. Esto significa que2: a) Antes de esa década de crecimiento económico teníamos 7,2 millones de pobres, y en 2008, al comienzo de la crisis, 9,1 millones (2 millones más de pobres). b) Si antes teníamos 13 millones de empleados y en 2008 más de 20 millones, con un mayor porcentaje de pobreza, se deduce que el empleo creado ha sido tan precario que no ha servido para reducirla. Muchos trabajadores permanecían en la pobreza a pesar de estar trabajando: los trabajadores y trabajadoras pobres. La actual situación de precariedad laboral y empobrecimiento no es, por tanto, producto solamente de la crisis económica, sino efecto de un mal endémico al sistema económico y productivo vigente, agravado aún más por la crisis, especialmente, en nuestro país, en lo referente al desempleo. El empleo escaso y precario ha ido creciendo desmesuradamente y se va diluyendo la seguridad y protección laboral: derechos laborales, seguros de desempleo, pensiones, sanidad, educación pública…
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IV Informe sobre exclusión y desarrollo social en España. 2008. Fundación FOESSA -Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada- creada por Cáritas española. Datos recogidos del documento: “Destapar la pobreza en el trabajo”. Día de la HOAC 2008
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Resulta aún más grave y escandaloso que quienes pagan las consecuencias de la crisis y a costa de quienes se pretende superar la misma son, no sus autores (entidades financieras, grandes empresas y políticas neoliberales), sino las víctimas de la misma: los trabajadores y trabajadoras.
Los rostros sangrantes de la crisis. Pero ante la relación de hechos arriba mencionados, no a todos les va igual. Hay algunos que apenas han percibido los efectos, pues en sus trabajos y en sus sueldos aún no han notado mucho empeoramiento. Otros pocos, incluso, están aprovechando la crisis para ganar más o ponerse en una situación más ventajosa de cara al futuro. Sin embargo, para la inmensa mayoría de la población y concretamente de los trabajadores y trabajadoras, esta situación está suponiendo un progresivo proceso de precarización y pérdida de derechos y, por consiguiente, de empobrecimiento y endurecimiento de las condiciones de vida. Tras esta realidad hay personas, familias, rostros sangrantes para los cuales esta situación es mucho más que un tema de debate o de análisis. Es algo que marca dolorosamente sus vidas y la de sus familias; su presente y su futuro. Es la situación de miles y miles de personas y familias cuya situación apenas forma parte de los contenidos y temas de actualidad de las grandes cadenas y periódicos, que los ignoran o, peor aún, los deforman. Se habla de la crisis, pero ¿se habla de las personas y de la persona? A veces, incluso, estas situaciones se viven en soledad y con sentimiento de culpabilidad y fracaso por quienes las padecen. Dejémonos interpelar por algunos testimonios y algunos datos:
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1. El testimonio de Maricarmen (Empleada de hogar) Cuando comencé a trabajar, mis hijas contaban con la edad de cuatro años, mi marido estaba en paro y encontré una casa. Al principio, estaba muy bien. Me levantaba a las siete de la mañana para realizar las tareas de la casa y llevar a las niñas a casa de mi suegra o de mi madre para que las llevasen al colegio. Años más tarde, la señora necesitaba más horas y, si yo no quería, buscaba a otra mujer. No podía permitirme el lujo de perderlo, ya que mi marido trabajaba de vez en cuando, no le salía un trabajo estable. No tuve más remedio que quedarme y trabajar 9 horas al día, saliendo a las cuatro y las cinco de la tarde, por 400 euros al mes, sin derecho a pagas dobles, ni estar dada de alta. Así aguanté 14 años porque con tanto paro había mucha gente como yo, que por necesidad estaría dispuesta a hacerlo, y a mi me hacía mucha falta. Durante estos años viví para trabajar, sin apenas tiempo libre para poder dedicarlo a mí y a mi familia. Cuando pedí mis derechos, me tuve que ir sin nada después de tantos años de darlo todo por esa familia. De la noche al día me encontré en la calle con casi cuarenta años y sin saber por dónde empezar. ALGUNOS DATOS: • En nuestro país el promedio de afiliadas/os a la Seguridad Social en el Régimen Especial de Empleadas de Hogar (REEH) está en torno a 300.000 personas. • Sin embargo, según la EPA (Encuesta de Población Activa) hay más de 700.000 hogares con trabajadoras de hogar. El 91% de trabajadores de hogar son mujeres. • Otros informes nos hablan de casi un millón de personas y de que la presencia de la economía sumergida en este sector alcanza más del 70%. • Estos datos son un reflejo de la situación de desigualdad y empobrecimiento que viven las mujeres trabajadoras, máxime cuando este empleo es poco cualificado y precario
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2. La experiencia de Claudio (Trabajador inmigrante) Claudio es inmigrante rumano. Tiene 27 años y convive con su pareja Nicoleta de 18 años y su hija de 6 meses Adellyna. Al llegar a España, se encuentra con los problemas del idioma, y de no conocer a nadie. Trabaja en Castellón, en la economía sumergida, durmiendo en una caseta de herramientas en una obra. Posteriormente, se traslada a Alcalá de Henares, donde consigue trabajo para hacer chapuzas por el área de Madrid, cobrando unos 40 euros al día. Se van alternando períodos de trabajo con períodos de paro, encontrándose tan pronto en la calle como acogido en diversos lugares y pueblos. En su último lugar de residencia se encuentran los tres viviendo en una habitación de unos 20 m2, donde duermen, cocinan y se asean. El dueño de la habitación es el “empresario” que los ha tenido trabajando en Madrid durante un mes y medio sin dar de alta y pagándoles nada más que pequeñas cantidades de 50 o 100 euros para “ir tirando”. Por supuesto el importe de la habitación se lo descuenta del salario. El miedo le impide contarlo todo pues, ya sabe lo que son las represalias y, antes que verse en la calle, prefiere trabajar sin darse de alta, dónde sea y cómo sea. (Los nuevos esclavos del siglo XXI). ALGUNOS DATOS: • En torno al 12% de las personas censadas en España (5.650.000 habitantes) son inmigrantes. • En España el 29% de los trabajadores inmigrantes está en paro. Del millón largo de trabajadores inmigrantes sin trabajo, menos de la mitad (441.000) cobran algún tipo de prestación. • Más de un millón de trabajadores inmigrantes “sin papeles” se estima que hay en nuestro país, sus condiciones de vida, son malas. Mientras, crece el amedrentamiento (los acosos, detenciones y seguimientos policiales) a personas inmigrantes con y sin papeles.
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3. El testimonio de Alfredo (Trabajador joven) Alfredo tiene 25 años, trabaja en una empresa de reparación de automóviles, ha cursado estudios de grado medio en electromecánica y el grado superior de automoción. Cuando terminó el grado medio de electromecánica en la fase teórica, realizó tres meses de prácticas en una empresa del ramo de la automoción, empresa donde trabaja actualmente. En este empleo, con un contrato en prácticas, en el grupo profesional de oficial de 3ª, el salario es desalentador: 720 € euros al mes, 40 horas semanales, en jornada partida. Su actividad laboral consiste en realizar las tareas de un oficial de tercera, sumadas a otros trabajos más cualificados para oficiales de rango superior. También trabaja los sábados por la mañana y realiza algunas horas extras no remuneradas para acabar el trabajo atrasado o urgente. “Todo mi salario se va en el crédito del coche, pagar la cochera, los gastos del móvil y el tabaco, y 150€ que comparto con otros amigos en el alquiler de un piso, aunque vivo con mis padres”. ¿Y el futuro? Cuando cumpla la finalización del contrato en prácticas, lo que le espera (como ha ocurrido con otros compañeros de trabajo y si todo va bien) será un contrato por circunstancias de la producción o por obra o servicio determinado… pero, ¿qué circunstancias? ALGUNOS DATOS: • La tasa de paro entre las personas menores de 25 años superó en el cuarto trimestre de 2010 el 42%. Una de las más altas de Europa. • El 42% de los trabajadores y trabajadoras entre 20 y 30 años tienen un contrato temporal. • El 31% de entre 18 y 24 años no completó en 2.008 el nivel de secundaria (E.S.O.) mientras que la media europea está en el 15%.
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• El colectivo de menores de 30 años es el más golpeado por los accidentes laborales. Entre 1.996 y 2.004 la tasa de accidentes por cada 1000 trabajadores pasó de 115 a 139, en su mayoría con contrato temporal.
4. El testimonio de una familia —Mari, su marido y su hijo— (Trabajo y familia) Mari tiene 47 años, lleva 31 años casada. Tienen tres hijos, dos de los cuales ya no viven en casa, se han independizado, y el pequeño, de 19 años, todavía vive con sus padres. Ella se casó con tan solo dieciséis años y, al principio, no trabajaba; su marido lo hacía en la construcción, aunque de forma intermitente. Mari se da cuenta de que con solo el sueldo de su marido tienen bastantes dificultades para llegar a fin de mes, para ahorrar para el futuro… Decide ponerse a trabajar limpiando casas, por supuesto sin contrato, sin darse de alta, etc. Hace aproximadamente 18 años Mari comenzó a trabajar con un contrato a tiempo parcial (un tercio de jornada) de limpiadora en una empresa. Su marido llevaba casi tres años en el paro hasta que lo llamaron para trabajar en los planes de empleo del Ayuntamiento. Ahora vuelve a estar en el paro. Lo que realmente le preocupa son las perspectivas del futuro, de las pensiones, pues “toda la vida trabajando y no voy a tener una jubilación digna”. El hijo mayor no pudo terminar el bachillerato y le hubiera gustado ir a la universidad, pero se tuvo que casar bastante joven. Ahora ha intentado continuar los estudios pero su trabajo se lo impide (muchas horas al día y a la semana, cambios continuos de lugar de trabajo…). A su hija teme que le pase lo mismo que a ella, pues trabaja de empleada de hogar sin darse de alta. El pequeño no quiso estudiar, ni siquiera terminó la ESO, él quería empezar a trabajar cuanto antes. A pesar de todas las dificultades que ha tenido y que está teniendo que solventar su familia, ella se siente “afortunada” si se compara con tantas otras familias cercanas del barrio cuyas condiciones son todavía más preca[
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rias. Al menos su familia tiene una casa en propiedad que consiguieron pagar ahorrando como hormiguitas (es una vivienda de protección pública). Al menos no se ve abocada a no poder pagar una hipoteca y verse en la calle. ALGUNOS DATOS: • El número de hogares que tienen a todos sus activos en paro se sitúa en 1.328.000, en el 4º trimestre de 2.010. • La crisis económica y la precariedad afectan al tamaño de las familias. En el primer trimestre de 2.010 hubo 235.373 nacimientos (Un 3,20% menos que el año anterior). • Los bancos se quedan en España con una media de 25.000 casas cada trimestre por la imposibilidad de hacer frente a los pagos de la hipoteca (entre enero de 2.008 y junio de 2.010: 203.280 viviendas).
5. El testimonio de Rufino (Barrio de Exclusión Social) Rufino vive en un barrio ignorado, un barrio obrero que desde los años 70 ha ido sufriendo un importante grado de deterioro y de exclusión. Él como su mujer Merche son parados sin ningún tipo de ingresos. Tienen cuatro hijos: Pedro de 15 años, Paco de 10, Merche de 8 y Naiara de 15 días. Rufino salió de la cárcel hace 6 meses, tuvo problemas con las drogas y lo condenaron a varios años, ahora está en libertad provisional. “No hay nada para trabajar y encima cuando dices donde vives se te cierran todas las puertas. Ahora busco chatarra y saco unos 10 euros al día. Mi mujer hace algunas rifas. Pero cuando estamos muy apurados vamos a Cáritas parroquial para que nos paguen los recibos de la luz y el agua. Lo estamos pasando bastante mal y, claro, para vivir uno se agarra a un clavo ardiendo”.
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ALGUNOS DATOS: • Según un estudio publicado3 en el año 2000 -con datos del censo de 1991- el número de barrios desfavorecidos en España en poblaciones de más de 50.000 habitantes era de 374 y estaban habitados por cerca de 3 millones de personas. En la actualidad, con el crecimiento de la población y de la pobreza en estos últimos veinte años, estimamos que la población en estos barrios se ha multiplicado. • El nivel de fracaso escolar en estas barriadas es en torno al 70% • El desempleo en España al finalizar el cuarto trimestre del año 2010 era, según la Encuesta de Población Activa, de 4.696.600 personas, lo que representa el 20,33%. Este porcentaje, en los barrios marginales, se dispara por encima del 50%
6. El testimonio de Teresa (Pensionista) Teresa tiene 76 años, es soltera y arrastra una grave enfermedad de corazón. Ha trabajado toda su vida como auxiliar en la consulta de un médico, pero la mayor parte del tiempo no cotizó por ella como empleada de hogar. Después de una lucha constante y callada se plantó. Y en los últimos años de su vida laboral, por fin, le hicieron un contrato como auxiliar pero a media jornada, aunque trabajaba todo el día. “Ahora cobro 601,40 euros. Vivo con mi hermana viuda. Por eso tiramos para adelante con todos los gastos. Gracias a Dios mis sobrinos, los hijos de mi hermana, están todos trabajando, pero ha habido ocasiones en que les hemos tenido que ayudar y entonces nuestra economía ha temblado. Para mí, con mi enfermedad es clave la sanidad pública. Pero mi vida, como la de la mayor parte de los pensionistas, es muy ajustada y austera. Sobrevivimos sin lujos”.
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Félix Arias Goitre, José Luís Nicolás Rodrigo y Pablo Fidalgo: “La desigualdad urbana en España”. Ministerio de Fomento. 2000. Primer y último estudio publicado de estas características.
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ALGUNOS DATOS: • El 40% de las personas pensionistas se encuentran amenazadas por el riesgo de pobreza. • El 36% de los hogares españoles tiene como principal fuente de ingresos una pensión. • La pensión media de jubilación se sitúa en 882,27 euros y la pensión media del sistema (contando otras como las de viudedad y orfandad) de 778,14 euros.
II. Algunas causas de esta situación4 Las víctimas no son, por tanto, sólo resultado de la crisis económica y de los sacrificios que se piden para afrontarla. La crisis y las políticas para hacerle frente están suponiendo una vuelta de tuerca más en el proceso de cambio de modelo de organización social que estamos viviendo. El rostro de Maricarmen, Claudio, Alfredo, Mari y su familia, Rufino, Teresa y tantos hombres y mujeres trabajadoras, tantas familias obreras…, nos hablan dramáticamente de un nuevo tiempo y una nueva realidad social que se está silenciosamente gestando y en la que ni ellos ni nosotros estamos siendo protagonistas, sino sólo sus víctimas. ¿Qué está sucediendo?
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Reflexión hecha a partir del artículo de Alfonso Alcaide: “Nuevo modelo económico y proyecto de humanización”, en la revista Noticias Obreras nº 1.519 Págs. 19 – 26, enero 2011.
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1. Un nuevo papel de la economía La crisis económica se originó por el proceso de financiarización de la economía. Y las salidas a esta crisis están sirviendo de tapadera para desarrollar aún más dicho proceso. La actividad productiva, para desarrollarse, siempre ha necesitado de financiación. La economía financiera pone a disposición de la economía productiva la financiación necesaria para que ésta pueda funcionar. De la actividad productiva se obtiene: trabajo, salarios, beneficios para las empresas y beneficios para la economía financiera. El cambio actual consiste en que la economía financiera ha creado un conjunto de productos especulativos que le permiten obtener beneficios al margen de la economía productiva. Mientras que ésta mueve el 15% de los recursos económicos, la economía financiera supone el 85%. Es decir, se ha convertido en autónoma y hegemónica y ha roto su razón de ser al servicio de la producción y el consumo de empresarios y trabajadores. Este proceso se ha visto ayudado por la globalización y la desregulación, al mismo tiempo que por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Además, también ha tenido un aliado que ha empobrecido a muchas familias: el endeudamiento. La economía productiva no está organizada para producir los bienes y servicios necesarios para vivir toda la población. Está diseñada, en nuestra sociedad, para producir de manera creciente productos y servicios que sean consumidos también ilimitadamente, sean o no necesarios y puedan o no satisfacer las necesidades de todos. Esta carrera sin límites busca la obtención de las máximas ganancias. Beneficios que, en gran medida, no van destinados a la inversión productiva sino a la productos financieros especulativos, que generan rápidamente nuevos beneficios. Pero es más, las familias trabajadoras son atrapadas por una espiral consumista que requiere
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endeudarse para responder a ella y/o para cubrir necesidades básicas, como la vivienda, que el empleo precario y/o barato no posibilita. Este endeudamiento ha generado una gran dependencia y fortaleza del capital financiero. Esta economía financiera y especulativa tiene terribles consecuencias para la población mundial. Según el último informe de Banco Mundial los precios de los alimentos han subido un 15% entre octubre de 2010 y enero de 2011, lo que ha arrastrado a unos 44 millones de personas a la pobreza en los países en desarrollo. Y una de las razones que apunta es “la volatilidad de los mercados”. Dicho con otras palabras, las decisiones especulativas invierten en la compra de alimentos para posteriormente venderlos a precios más elevados, con el único fin de obtener un mayor beneficio, que condena a la hambruna y a la muerte a millones de personas.5 Pero hay una gran apuesta por las instituciones que desarrollan este modelo económico. En septiembre de 2009, el dinero dado a los bancos era de ¡17 TRILLONES DE DÓLARES! ¡Con el dinero dado a los bancos habría para erradicar el hambre en el mundo durante 600 años!6
2. Una nueva comprensión del empleo La hegemonía absoluta de este modelo económico especulativo sitúa al sistema productivo ante el reto de incrementar su capacidad de beneficios y hacerse atractivo para la economía financiera. Esto sólo puede hacerse abaratando costes de producción, especialmente los que tienen relación con los costes del trabajo humano. Es más, caminar en ese abaratamiento de los costes de producción y poder
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Una de las razones silenciadas que explican las revueltas sociales que estamos viviendo en el norte de África. Manfred Max-Neef, “El mundo en rumbo de colisión”. http://www.unia.es/content/view/1000/684/
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ser competitivos en el mercado global supone repensar y reorganizar la producción haciéndola cada vez más productiva, eficiente y flexible. Lo que está suponiendo un cambio en la concepción y el papel del empleo en nuestra sociedad. La incorporación de la flexibilidad a los procesos productivos acarrea importantes consecuencias sobre el trabajo humano. Y, por tanto, sobre la vida de las personas, porque trabajo y persona que trabaja no se pueden separar. El trabajo es un camino clave de desarrollo humano y de construcción social. Según sea el trabajo —con derechos o sin ellos, flexible o generador de seguridad, decente o indecente e injusto—, así se irá configurando la vida de las personas y así se irá desarrollando la sociedad. El empleo escaso y flexible que se está imponiendo socialmente rompe la función social que ha venido representando como generador de: a. Los recursos necesarios para vivir las familias. Hoy el trabajo no asegura los ingresos necesarios a amplios sectores del mundo obrero más empobrecido. Es más, los anuncios de ligar salario a productividad —especialmente en tiempo de crisis— agravan esta situación. Pueden trabajar los miembros de una familia y vivir bajo los umbrales de pobreza. b. Condiciones que posibiliten la construcción de dichas familias. La movilidad geográfica, horaria… que se va imponiendo, dificulta la vida familiar, que requiere seguridad, estabilidad y tiempo. c. Derechos para las personas. El derecho a la seguridad social, a la jubilación, a protección frente a la injusta ley del mercado en las relaciones laborales, a negociar colectivamente las condiciones de trabajo… se va perdiendo. Las sucesivas reformas laborales, así como la precariedad del empleo y su escasez, dejan a importantes franjas de trabajadores y trabajadoras como personas sin derechos fundamentales y los van excluyendo socialmente. [
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d. Desarrollo personal. El trabajo precario y flexible no posibilita el desarrollo de la vocación de las personas. No es fuente de vida, sino, en muchos casos, de miedo y de frustración. e. Vínculos sociales. Su ausencia y la manera de concebir el trabajo, es camino de individualismo. Ni el empleo posibilita la relación con otros en el ámbito de la empresa (trabajo por horas, teletrabajo, temporalidad, relaciones individualizadas, desprestigio de las organizaciones de los trabajadores…) ni deja tiempo para la vida social y en comunidad. El tiempo de vida queda supeditado al tiempo productivo. La vida socio-política de las personas, el cuidado de los otros, queda anulado… Vivimos un cambio donde se están transformando las reglas por las que se rige el funcionamiento de la sociedad. Una de esas reglas es que las oportunidades de vida y la adquisición de un conjunto de derechos están garantizadas por un trabajo remunerado. ¿Qué ocurrirá con todas aquellas personas trabajadoras que estén de manera permanente desempleadas o en su itinerario laboral sólo accedan a empleos precarios y que no le garanticen recursos suficientes para vivir? ¿Serán personas integradas o excluidas socialmente? ¿Serán personas frustradas o desarrolladas personalmente?
3. Una transformación de la política y del Estado Este nuevo modelo económico y esta concepción del trabajo humano generan un nuevo escenario político y una transformación en el papel del Estado. Los cambios que se vienen gestando desde los años 70, con la crisis económica y las propuestas para salir de la misma, se están impulsando y poniendo más claramente de manifiesto. Algunos de estos cambios son:
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a. Una crisis de la democracia Se van imponiendo todo un conjunto de teorías y de iniciativas que menoscaban la capacidad política de los gobiernos. Muchas de estas teorías se han convertido en leyes que sustraen importantes decisiones a la acción de los gobiernos, decisiones que afectan al bien común y al interés general. Algunas de esas teorías convertidas en normas de funcionamiento político son: todo gasto público es ineficaz e ineficiente; para evitar el despilfarro es necesario traspasar el poder político de los Gobiernos a los Bancos Centrales y prohibir que estos presten dinero a los Gobiernos; convertir la deuda privada de las entidades financieras en deuda pública que pagamos todos los ciudadanos; para activar la economía, el papel de los Gobiernos es facilitar la actividad a aquellos que tienen el poder económico: reducir impuestos, atracción de la inversión… Además se produce en la práctica una cesión del poder soberano de los Estados a través de la presión de grandes complejos multinacionales y financieros, llamados los mercados, que dictan a los gobiernos qué es lo que tienen que hacer —reformas, leyes, normas…,— bajo la amenaza de colapsar sus economías. La reciente estrategia que han mantenido en la compra de deuda soberana del Estado español ha sido un claro y escandaloso ejemplo. Las instituciones políticas supranacionales que se van creando, como la Unión Europea, lejos de contrarrestar a estos poderes económicos, están también a su servicio. b. Quiebra del Estado de Bienestar Esta crisis de la democracia, con la implantación de normas que desarrollan las distintas teorías descritas, y el papel del Estado transfiriendo dinero público a manos privadas —como son
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los procesos de privatización de empresas públicas o los incentivos a las empresas, por distintas vías, para captar su inversión o por la financiación de la deuda pública…,— está minando el Estado de Bienestar. Los sectores más empobrecidos del mundo obrero y del trabajo son las primeras víctimas del deterioro de los distintos aspectos de dicho Estado de Bienestar: La vivienda —con un proceso paulatino de endeudamiento—; la educación —con la subordinación a la financiación privada y privatización de costes, por ejemplo con el Plan Bolonia—; las pensiones —con una reforma que es un paso más en el proceso de privatización de las mismas—; las políticas de empleo y las sucesivas reformas que van minando la protección de los trabajadores y las trabajadoras; la sanidad —con el reiterado anuncio y amenaza del copago—; etc. c. Unas organizaciones políticas, sindicales, sociales paliativas de los “efectos colaterales” de la transformación del modelo social Uno de los grandes problemas de esta situación social es que la mayoría de las organizaciones que cuestionan esta realidad y estos procesos de transformación tienen un respaldo minoritario socialmente y sufren un ataque constante de desprestigio y rechazo. La expresión anti-sistema se ha asociado a grupos violentos. Es más, métodos de presión y reivindicación como la huelga o la negociación colectiva, están siendo atacados y presentados como un freno para el desarrollo económico y social. Por otro lado, se está generando la revalorización de una acción social y solidaria, de un modelo de sindicalismo, de una actividad política, de una acción caritativa… que no cuestione
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el “actual orden que tapa el desorden de las cosas”, sino que actúe sobre las consecuencias que las decisiones económicas y políticas acarrean; actúe sobre los “efectos colaterales” pero no afronte las causas. Organizaciones sociales, políticas, sindicales, eclesiales, que sean funcionales a la transformación socioeconómica y sociopolítica que estamos viviendo.
4. Una cultura al servicio de estas transformaciones Este proceso de transformación social necesita ser asumido, interiorizado y aceptado personal y socialmente. ¿Cómo, si no, se pueden dar estas transformaciones sin una gran respuesta social? ¿Cómo podemos aceptar el rostro sufriente de las víctimas como algo normal y natural? Es más, todos estos cambios están engendrando nuevos valores, que configuran una nueva manera de ser persona. “El mismo sistema económico que ha construido un tipo de vida y de relaciones sociales, que ha organizado la casa que es el mundo desde las clave de la producción y el consumo, genera una cultura que construye un tipo de persona capaz de habitar esa casa”7 Una cultura en la que se filtran aspiraciones a grandes ideales — solidaridad, ayuda humanitaria…— pero al mismo tiempo orienta los estilos de vida y las prácticas de las personas a ser construidas de espaldas al sufrimiento humano. Un sufrimiento que no nos interpela y que nos hace ser indiferentes a las víctimas. Así, con nuestra vida decimos: “… ¿Soy yo el guardián de mi hermano?”(Génesis, 4, 9) Es cierto que la crisis económica ha hecho que muchas personas estén siendo capaces de ayudar a otras. Pero no conseguimos dar un paso más; generar una dinámica de lucha por la justicia. Nuestra cultura nos impone un pragmatismo, una llamada a ser razonables, a
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José María Mardones: Recuperar la justicia. Sal Terrae. 2005
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pensar que las cosas son así y no se pueden modificar, nos hace interiorizar que esta realidad que vivimos es la manera natural y normal del ser de las cosas. Esta normalidad rompe el desarrollo de toda la persona y de todas las personas y frena su compromiso por el bien común. Rompe la vocación más profunda del ser humano: la comunión. Esta realidad, por tanto, no sólo genera empobrecimiento e injusticia sino que está deshumanizando a amplios sectores de nuestra sociedad y del mundo obrero. Y además siembra de valores, como la lucha por la existencia, la nueva realidad cultural. Es como si los valores del terreno económico —la búsqueda del interés particular, la competitividad, los máximos beneficios, etc.— hubieran colonizado también nuestra cultura y, por tanto, nuestro corazón.
III. Otra manera de enjuiciar la realidad: el proyecto de Dios Jesucristo y el Reino de Dios que predica y vive nos ayudan a construir nuestra vida y la realidad social desde otra normalidad, radicalmente opuesta a la que hemos descrito. El Dios de Jesucristo es un Dios encarnado. Un Dios “entrañado” en el corazón del mundo y de las personas. Un Dios que habita en lo más profundo de la realidad y de nuestras vidas. Un Dios que nos acompaña y que va haciendo de la historia humana camino de salvación y liberación. La gloria de Dios es que la persona humana viva. Por este motivo, para los seguidores y seguidoras de Jesucristo, la propia vida personal y la realidad social es experiencia de Dios vivo. El rostro sufriente de los empobrecidos, de las víctimas, es clamor de Dios. Nuestro encuentro con Él no nos puede dejar indiferentes a estas transformaciones sociales y a las víctimas que va produ[
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ciendo. “…el grito de los pobres atraviesa las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia”. (Eclesiástico 35, 21) El Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia nos aportan un proyecto de humanización, de ser y vivir desde Jesucristo, y otra manera de comprender y construir las relaciones sociales —la economía, el trabajo, la política, la cultura…,— que ponen a la persona en el centro de la realidad y, especialmente, a los empobrecidos. Las personas creyentes estamos llamadas a vivir desde ahí y a poner en diálogo con otras personas, creyentes o no, esta nueva normalidad, para que fecunden proyectos que transformen la realidad desde los empobrecidos, desde las víctimas. Nuestra vida personal debe traslucir esa normalidad; nuestras familias deben vivir desde ella; nuestras parroquias y comunidades eclesiales, asociaciones y organizaciones de todo tipo… deben ser capaces de vivir desde otros valores que rompan la normalidad impuesta en nuestra cultura. Este es el cambio necesario y urgente para construir otra realidad social, para generar otra cultura y proyectos de vida personal desde la comunión y la solidaridad. Algunos ejemplos de esta nueva normalidad:
1. Superar la actual manera de entender la economía y el desarrollo: avanzar hacia una economía de comunión El amor, la fraternidad, la gratuidad, no son sólo propuestas para la vida personal. También deben fecundar las relaciones sociales y, en concreto, las relaciones económicas. No parece que las transformaciones que hemos descrito anteriormente estén atravesadas por estos principios. Pero la vida económica, desde la normalidad del Evangelio, no puede estar al margen de la comunión, del don, de la gratuidad. La Doctrina Social de la Iglesia así nos lo muestra. [
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“El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo” (Caritas in Veritate, 36). “Responder a las exigencias morales más profundas de la persona tiene también importantes efectos beneficiosos en el plano económico. En efecto, la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (Cáritas in Veritate, 45)
Esta visión de la economía rompe la manera habitual de entender que la finalidad de ésta es buscar fundamental y primeramente el máximo beneficio, la máxima rentabilidad aunque genere un coste social. Y, por tanto, rompe también la normalidad de entender, de este modo, la empresa o la inversión financiera. “Las actuales dinámicas económicas internacionales, caracterizadas por graves distorsiones y disfunciones, requieren también cambios profundos en el modo de entender la empresa… Uno de los mayores riesgos es sin duda que la empresa responda casi exclusivamente a las expectativas de los inversores en detrimento de su dimensión social” (Caritas in Veritate, 40). “Además, se requiere que las finanzas mismas, que han de renovar necesariamente sus estructuras y modos de funcionamiento tras su mala utilización, que ha dañado la economía real, vuelvan a ser un instrumento encaminado a producir mejor riqueza y desarrollo. Toda la economía y todas las finanzas, y no sólo algunos de sus sectores, en cuanto instrumentos,
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deben ser utilizados de manera ética para crear las condiciones adecuadas para el desarrollo del hombre y de los pueblos” (Caritas in Veritate, 65). El desarrollo de esta concepción de la economía, de las finanzas, de la empresa, supone no sólo una corrección del modelo económico vigente y una denuncia de los cambios que en él están operando, sino que reclaman un nuevo paradigma: una economía de comunión al servicio de la dignidad de la persona humana.
2. El trabajo decente como único trabajo a la medida del ser humano La crisis económica actual y el cambio de organización social que está operando en nuestra sociedad, con el aumento del desempleo y la flexibilidad y precariedad del mismo, van generando como normal pensar que es mejor tener cualquier empleo que no tenerlo, aunque sea mal pagado, precario. En la historia reciente cada crisis ha supuesto, como estrategia para salir de ella, una pérdida de derechos laborales y una precarización del empleo. Pero la fe de la Iglesia, consciente de la importancia del trabajo en la vida personal, familiar y social, nos aporta otra normalidad. Por este motivo ha hecho suyo el concepto de trabajo decente. “Pero ¿qué significa la palabra «decente» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación” (Caritas in Veritate, 63). [
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3. Una visión del Estado y de la democracia como servicio a los ciudadanos, especialmente a los más débiles y a los empobrecidos Los cambios que hemos descrito al abordar las transformaciones de la política y del Estado propagan entre los ciudadanos una concepción de la política, del Estado, de la democracia… donde las personas, y en concreto, los empobrecidos, no ocupan el lugar central. La política se concibe como el arte de lo posible, pero no como la capacidad de hacer posible lo necesario para los empobrecidos y para las personas. Esto supone una manera distinta de entender la finalidad de la acción política. Esta no ha de ser la búsqueda del crecimiento económico y el simple bienestar de la ciudadanía, que generalmente supone abrir más la brecha entre los más privilegiados y los más empobrecidos. La actividad política debe buscar la justicia y el desarrollo integral de toda la persona y de todas las personas. Y, en este sentido, ha de marcar prioridades, anteponiendo siempre a los más débiles. Pero esta concepción de la vida política requiere una manera concreta de entender la democracia. “Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del “bien común” como fin y criterio regulador de la vida política” (Compendio de la D.S.I., 407). Y también necesita de una comprensión del Estado que garantice el protagonismo de los ciudadanos —subsidiariedad— y al mismo tiempo, la solidaridad con los más débiles. Éste es uno de los retos que se nos presenta con la actual crisis y los cambios que se están operando en el modelo social: ¿cómo hacer protagonistas a las víctimas en esta situación y, al mismo tiempo, cómo articular políticas que nos hagan avanzar en solidaridad?
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4. Una cultura, reflejo de una manera de sentir, de pensar y de actuar que, desde Jesucristo, es radicalmente distinta a la que estamos viviendo La fuerza salvadora y liberadora que es el Evangelio, nos presenta en Jesucristo esa ruptura de concepciones que oprimen especialmente a las víctimas. Esto es lo que hizo Jesús: poner del revés la forma de sentir, de pensar y de actuar dominante en la sociedad judía de su época, porque esa “normalidad” oprimía y asfixiaba a las personas, sobre todo a los pobres; y así mostró lo que es poner del derecho la realidad para que podamos vivir como hijos e hijas de Dios. Esa es la función de la cultura que hemos, desde la fe, de asumir: generar en las personas y en los ambientes formas de sentir, de pensar y de actuar que unan nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestra actividad económica y política, nuestra acción evangelizadora a la suerte de los empobrecidos. Una cultura que saque de la invisibilidad a las víctimas para que cuando las veamos nos conmovamos y rompamos la manera natural de verlas sin verlas y justificar su existencia. Hemos de generar una cultura que, desde el Evangelio, rompa la amnesia ante las víctimas. Ciertamente una cultura que recupere la memoria del sufrimiento que las deja al borde del camino de la historia.
IV. Algunas ideas para la acción: la caridad política Como hemos manifestado en la reflexión, la realidad sufriente que venimos describiendo no nos puede dejar insensibles. Esta realidad es el altar donde nos encontramos con Jesucristo muerto y resuci-
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tado, que es el Dios que acompaña a la historia y que está presente en las entrañas de la realidad y de cada persona, que es víctima con las víctimas, rostro sangrante con los empobrecidos del mundo del trabajo. ¿Cómo ser indiferentes? Los cristianos hemos de actuar. Y hemos de hacerlo junto a nuestros compañeros y compañeras, cristianas o no, uniendo nuestras vidas a la suyas. Y siendo fieles a la realidad que vamos descubriendo, sintiendo, entendiendo y que nos conmueve. En este sentido, es importante que personal y comunitariamente vayamos dando pasos. Algunas ideas para la acción pueden ser:
1. Nuestros hábitos de vida deben ser construidos desde la normalidad del Evangelio Vivir desde Jesucristo supone configurar nuestra vida desde Él, y esto nos lleva a desarrollar nuestra vocación a la comunión. Nuestra vida personal y familiar ha de estar construida desde: a) La pobreza, no por no tener recursos, sino porque compartimos lo que tenemos y lo que ganamos con nuestro trabajo; b) La humildad, porque somos capaces de recibir lo que otros aportan y c) El sacrificio, porque somos conscientes de que trabajar por un mundo nuevo necesita esfuerzo. Esta tarea requiere fidelidad y coherencia entre lo que somos y creemos y lo que hacemos. Y esto requiere que nos preguntemos: cómo vivimos, cómo consumimos, qué hacemos con nuestros ahorros, cómo compartimos nuestros bienes que tienen un destino universal, cómo empleamos nuestro tiempo, cómo desarrollamos nuestro trabajo, cómo convivimos, cómo participamos en la comunidad. El Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia no son sólo para que lo vivan otros; es principalmente para vivirlo cada uno de nosotros.
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2. Nuestra vida ha de ser camino de encarnación con las víctimas Sólo podemos ser, con Jesucristo, fuerza de liberación y salvación para las víctimas siendo carne de la misma carne. Y esto supone conocer su realidad, sufrirla junto a ellas, compartiendo lo que tenemos, generando espacios de comunión. Las víctimas necesitan respuestas ahora. Nuestras parroquias, comunidades, movimientos, asociaciones, tienen que salir de sí mismas para sentir y entender a los parados y paradas, con trabajos precarios, a las familias obreras, a los trabajadores y trabajadoras de los barrios ignorados, a las mujeres trabajadoras pobres, a los jóvenes, a las personas inmigrantes y sus familias… Supone que nuestras organizaciones de todo tipo —sociales, sindicales, políticas, eclesiales— muestren formas de vida donde los empobrecidos son acogidos y pueden vivir desde la comunión.
3. Hemos de poner del revés la normalidad de cómo sentimos, entendemos y actuamos ante el cambio de sociedad, la crisis y las víctimas que está generando Hemos de visibilizar a las víctimas y los procesos de compasión y lucha con ellas. Es fundamental dar a conocer su realidad, poner rostros a las cifras. No pueden ser las víctimas olvidadas. Y, al mismo tiempo, hemos de hacer visibles experiencias de comunión y de compromiso. Hemos de hacer visibles otras formas de convivencia, de cooperación, de fraternidad. Es urgente difundir, además, una nueva lógica y comprensión de la realidad que viven y de las causas que la provocan. Es necesario evangelizar la cultura, mostrar la normalidad de vida que nos propone Jesucristo y poner del revés la manera habitual que está extendida en nuestra sociedad. Por este motivo es clave promover espacios de pensamiento, de opinión, de convivencia, de acción, que generen unos nuevos valores y que se compartan y propaguen en nuestros ambientes. [
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4. Hemos de construir, desde las comunidades más pequeñas hasta las más amplias, estructuras, iniciativas, normas, leyes que sean liberadoras Hemos de desarrollar la caridad política. Unir amor y justicia. Unir lucha contra las consecuencias de la crisis y del cambio social, y contra las causas que generan tanto sufrimiento. Es importante que promovamos la participación en organizaciones encaminadas a esta tarea. La actividad sindical es clave en la defensa de los empobrecidos del mundo obrero y del trabajo. Y, también, que potenciemos experiencias organizadas de amor y de comunión. Es importante que vayamos imaginando y haciendo real ese otro mundo, otra política, otras finanzas y economía, otra cultura. Porque lo que no seamos capaces de imaginar y de nombrar, de experimentar, de comenzar a construir… sólo será una quimera imposible de alcanzar. Ciertamente entre la realidad que tenemos y a la que aspiramos — aunque no seamos capaces de dibujarla perfectamente en nuestro imaginario— hemos de ir construyendo iniciativas que nos ayuden a transitar hacia ese otro mundo. En este sentido es fundamental generar ámbitos donde poder también regenerar las dimensiones del proyecto de humanización de las personas, especialmente de las víctimas. Esto requiere que les devolvamos el protagonismo, la esperanza de que junto a otros la realidad puede comenzar a cambiar. Ello supone procesos de acción donde las víctimas participen y donde recuperen la dimensión política de sus vidas, donde reconstruyan y descubren sus aspiraciones e intereses y donde comiencen a experimentar el efecto sanador de la lucha por la Justicia.
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5. La comunidad cristiana tiene que ser parte de todo este trabajo Y debe realizar con su testimonio y compromiso una importante aportación: la búsqueda de otro mundo posible sólo será real si se realiza desde y con las víctimas. Es importante que la comunidad eclesial sea signo de salvación y liberación de las víctimas: Vigilias, Concentraciones, Eucaristías, Marchas… donde la Iglesia de los pobres esté con los pobres. Una comunidad eclesial que anuncie y denuncie proféticamente con su palabra y con su propia vida. Y también celebre esta vida y esta acción. Nuestra liturgia tiene que estar empapada de esta propuesta evangelizadora. Nuestras comunidades sólo podrán ser reflejo de Jesucristo si en su seno están las víctimas. “Entonces seremos benditos, porque habremos visto la necesidad de nuestro mundo, y nos habremos decidido a contribuir para que los pobres y los hambrientos, los cojos, los ciegos, sordos y lisiados de cualquier género tuvieran techo, comida, cobijo, atención, trabajo y dignidad. Benditos seréis aunque esto os cueste trabajo y sinsabores (…) Benditos os llamará mi Padre, dirá Jesús, aunque vuestro empeño haya dado escaso fruto y los avances hayan sido milimétricos, porque habréis luchado por eliminar el pecado estructural del mundo, que tanto daño hace a los hermanos y a la fraternidad, y habréis empujado la esperanza de mi Resurrección por implantar la justicia, la fraternidad y la paz” 8.
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José María Mardones, Recuperar la Justicia, Sal Terrae, 2005, pág. 84
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PARA LA REFLEXIÓN Y EL TRABAJO EN GRUPOS A continuación os ofrecemos algunas cuestiones que nos pueden ayudar en nuestra reflexión y meditación. Una reflexión y meditación que sólo podrá culminar si nuestra sensibilidad, nuestro entendimiento y nuestra voluntad y acción se ven afectadas. 1.- ¿Conoces personas afectadas por la crisis económica y por los cambios que se están operando en la sociedad? Ponles rostro y piensa en ellas, en sus circunstancias, en sus familias. 2.- ¿Cuál crees que es la manera habitual de pensar en nuestros ambientes sobre los desempleados, los trabajadores precarios, las familias endeudadas, los inmigrantes, los barrios de exclusión de nuestras ciudades…? 3.- De las causas que han generado esta situación de crisis y de cambio social, resalta aquellas que te parecen más relevantes. Aporta otras que el documento no recoge. Medita sobre ellas y piensa si estas causas se nos dan a conocer y, cuando lo hacen, cómo nos las presentan. 4.- Lee despacio la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10, 3035) y los textos que aparecen en la reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia. Y pregúntate: - ¿Cómo, desde Jesucristo, deberíamos sentir y entender el sufrimiento de las víctimas, las relaciones económicas, el trabajo, la política, la cultura? - ¿Cómo debe ser nuestra acción ante toda esta realidad y, especialmente, ante las víctimas? 5.- Reflexiona y concreta algún cambio que tú puedes incorporar en tu vida para actuar como el Buen Samaritano ante los caídos al borde del camino en esta crisis. También aporta alguna acción que tu comunidad u organización a la que perteneces podría llevar a cabo para vivir la caridad política.
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La intención de esta reflexión es ayudarnos personal y comunitariamente a, como decía el teólogo jesuita Ignacio Ellacuría, hacernos cargo, cargar y encargarnos de la realidad sufriente de las víctimas de la crisis y del cambio de modelo de organización social que vivimos. Y lo hacemos con el convencimiento de que es la única manera de vivir plenamente nuestra humanidad. Y, para los cristianos, es la única manera de vivir la fe y podernos llamar seguidores del Cristo.
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