Domingo 4º to b (1 de febrero 2015)

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO IV DOMINGO T O B (1 de febrero de 2015) La lucha anti-ideológica no es cuestión solo de “doctrinas”, sino de la actuación “increpadora” del evangelio hecho vida. Nuestra lucha no es contra las personas, sino contra el “demonio” del capitalismo. VER Las sociedades capitalistas (reguladas en lucha de clases) necesitan de la ideología: los ciudadanos han de percibir distorsionadamente la realidad social. La ideología es la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones de existencia. Si percibiéramos las cosas como son, y no como nos dicen que son, nos rebelaríamos contra el (des)orden social. La ideología controla la integración de los individuos en el orden social, mediante “cuentos” (educación) y/o mediante “cuentas” (economía). El discurso del poder se ha legitimado en la modernidad mediante “cuentos” (el cuento está en que es el poder establecido el que dicta lo que es verdadero y lo que es falso; y prescribe lo que es justo y lo que es injusto). Ahora, en el reino neoliberal y positivista, el poder se legitima mediante cuentas, mediante números: el criterio de la verdad es la eficiencia, mayor rendimiento a menor precio. En cuanto al criterio de justicia, los científicos filósofos positivistas (los escribas del sistema) regalaron a la clase dominante la siguiente arma ideológica: los juicios morales son anticientíficos. Para los explotados el significado escueto de esta maniobra capitalista es éste: primero te despojan, y después para que no reclames, te dicen que la palabra despojo y la palabra injusticia son anticientíficas, panfletarias, decimonónicas, medievales, religiosas… El único peligro que puede amenazar a un sistema es la indignación moral de las masas contra su evidente injusticia. Por eso, los “poderes dominantes” trabajan para que la evidente injusticia no sea nada evidente. Por eso los “poderes dominantes” no quieren que las masas populares adquieran una educación crítica, ni que la cultura de masas sea una cultura crítica. Lo que quieren es que las masas acepten lo que el sistema les quiera ofrecer. Lo que quieren es que la escuela consolide todos los poderes actuales en sus poseedores actuales y esté al servicio de la economía actual. ¿Cómo vamos a introducir la “verdadera realidad” de lo que pasa (y nos pasa) en nuestra “imaginación distorsionada”? ¿Qué clase de espiritualidad y formación necesitamos para ello? ¿Cómo vamos a implicarnos en una formación crítica que nos dé elementos liberadores a los trabajadores? ¿Cómo hacer del evangelio “un arma liberadora cargada de futuro” para los empobrecidos, explotados, marginados, olvidados…? Nuestra formación, ¿nos está

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convirtiendo en críticos y evangélicos? ¿Qué cambios he de introducir en mi formación, o en mi dedicación a ella?

Jesús, enséñame a VER la realidad en su verdad desnuda; pon tu LUZ divina en la ceguera de mis ojos, que vean la VERDAD de mis hermanas en harapos… en la amarga MISERIA de su infancia. “Dirígeme los ojos hacia abajo, a la gente humillada y despreciada por reyes, condeduques e inocencios” (Blas de Otero). Reyes y condeduques son ellos, empresarios imbéciles del “textil”… el Inocencio soy yo, nosotros que nos creemos sus cuentas y sus cuentos.

¡Qué bien mienten traza a traza, hebra a hebra los más serios diarios, esas costureras de los ricos! Aunque no siempre, es cierto, pues también alguna verdad dicen las viejas alcahuetas de corrillos (Anónimo). ¡Que nuestra palabra golpee, Señor, con el martillo de la realidad todas las cuentas de sus cuentos chinos! Amén. EVANGELIO (Mc 1,21-28) 21Y

entran en Cafarnaún y, al sábado siguiente, entra en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. 23 Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: 24 «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». 25 Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». 26 El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. 27 Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». 28 Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. 22

Notemos el interés de Mc por comenzar el ministerio público de Jesús con esta escena de “guerra material-cultural-espiritual”. Jesús vino para “destruir los demonios”. Este mismo poder de exorcizar (des-ideologizar, humanizar) nos será dado a los discípulos por Jesús (Mc 6,7). ¿A nosotros? Sí, a nosotros, si somos verdaderos discípulos. Pero, ¿de qué clase de exorcismos estamos hablando? «El “espíritu inmundo” es una figura tomada de la cultura de la época, a la que Mc cambia el contenido. Para el evangelista, el espíritu que oprime y despersonaliza al hombre no es un agente externo personal, invisible y maligno (concepción tradicional), sino, en lenguaje moderno, un factor alienante que impide al hombre ser él mismo, privándolo del uso de su inteligencia y de su capacidad crítica y convirtiéndolo en juguete de una ideología de violencia». El sábado Jesús va a la sinagoga y comienza inmediatamente a enseñar: va a despertar su espíritu crítico para que puedan aceptar la alternativa del Reino. La “autoridad” de la

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enseñanza de Jesús es signo/sacramento de la presencia realísima del Reino, del poder escatológico divino que posee. Frente a la “autoridad” de la enseñanza de Jesús (profética), la de los escribas (jurídica y repetitiva) queda anulada. Los escribas son los custodios (estáticos) de la interpretación tradicional de la Ley; la novedad escatológica de la enseñanza de Jesús está llamada a chocar siempre con un tipo de enseñanza que toma como punto de partida unas tradiciones anteriores a la nueva realidad alcanzada con la venida del Reino: “Lo antiguo ha pasado”, pero muchos siguen aferrándose a él. ¿Tiene “autoridad” nuestra enseñanza hoacista en el mundo obrero? La enseñanza de los escribas producía en sus fieles “creencia” (aceptación acrítica de la autoridad jerárquica) y “sumisión” (cumplimiento de las obligaciones impuestas). Después de la enseñanza de Jesús, la creencia se convierte en “escepticismo” (negación de la autoridad de los letrados), pero se quedan ahí. Han sido testigos de la enseñanza de Jesús, se les ha despertado el espíritu crítico, se han sentido llamados a la autonomía y la libertad, pero… se quedan ahí. ¡Qué difícil es a veces iniciar! En medio de la aprobación general resuenan gritos de protesta. Provienen de un individuo “poseído”, es decir, “fanático”. En este caso, el espíritu inmundo representa el fanatismo de una ideología de poder o dominio, teñido de odio y de violencia destructora. ¡Tal es el fanatismo del neoliberalismo actual que hemos de exorcizar! Las gentes que van a la sinagoga, [es decir, de “misa dominical” (permítasenos la ironía, pues la referencia abarca también a otras “misas laicas”)], aunque sumisos a la institución, conservan, no obstante, su espíritu crítico (reconocen la novedad de Jesús); el poseído, por el contrario, reacciona impulsado únicamente por el fanatismo de su ideología. Importa que tengamos en cuenta esta distinción. La clave del pasaje está en las palabras del demonio: “¿has venido a destruirnos?” Jesús ha venido (y nosotros hemos sido llamados) a destruir todo lo que deshumaniza y oprime a las personas, sus hermanos. Para Mc, Jesús es el Santo de Dios y, por tanto, él es capaz de vencer a los espíritus impuros, porque él mismo posee el Espíritu Santo, el Amor-poder de la nueva era de la salvación. Jesús, conforme a la visión apocalíptica de Mc, es el “increpador divino contra las fuerzas del mal”. En Mc el término “increpar” ha venido a convertirse en «una expresión técnica para referirse a una palabra de mandato, pronunciada por Dios o su representante, para someter a los poderes perversos, de modo que a través de ella se prepara el establecimiento del reino de Dios en el mundo». ¡En nuestras manos, como apóstoles de Jesús, está el “increpar” a este perverso sistema económico que se llama capitalismo fenerista! “Increpar”, se entiende, a los “poseídos” por este capitalismo. Fiel a su programa, Jesús libera al poseído del dominio ideológico que lo esclavizaba, (dominio disfrazado de fidelidad religiosa). Quiere restituir al hombre su libertad. La sumisión del demonio (la desideologización) no se consigue sin más, de un modo tranquilo. En un último esfuerzo intentará desgarrar al huésped humano. Interpretando el lenguaje figurado de Mc en este episodio, aparece que el poseído queda sin respuesta (silencio) ante la fuerza y la verdad de los argumentos de Jesús y, finalmente, aunque con mucha dificultad, cede de sus posiciones y acepta la nueva enseñanza, liberándose de su dependencia a los maestros de la sinagoga. La expulsión del espíritu es imagen de la fuerza de persuasión de Jesús, capaz de vencer la resistencia fanática a su mensaje. La admiración de la muchedumbre muestra la impresión desconcertante que Jesús les ha producido con su enseñanza y acción exorcista (anti-ideológica). Lo consideran un verdadero profeta, reconocen su superioridad sobre la institución, queda abierta la posibilidad de su adhesión al programa de Jesús… pero no dan el paso adelante del seguimiento. ¡Igualico que ahora! Tengámoslo en cuenta.

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Este pasaje nos pone ante los ojos que predicar el mensaje de Jesús es despertar las fuerzas opuestas de las ideologías del poder, que tienen deshumanizados a los hombres y mujeres de la vieja sociedad. La lucha anti-ideológica no es cuestión sólo de “doctrina” (que lleva a la admiración), sino de la acción “increpadora” del evangelio hecho vida (que lleva a la libertad del “poseído” por este sistema). ¿No suscita en nosotros una tremenda alegría estar embarcados en esta lucha humanizadora? La guerra contra el “demonio” del capitalismo, en la que nos hemos empeñado como militantes de la HOAC, requiere, entonces, por nuestra parte, estar pertrechados con un PPVM como el de Jesús. ¿Somos realmente conscientes de la importancia del PPVM?

No parece que los pobres estén en condiciones de nada, y hace tiempo que perdieron la esperanza del voto. Eso es todo. El mandar, ya se sabe, es para la clase instruida, que vive del dinero. Por eso los pobres nunca leen la página primera de un diario „serio‟, pues dicen: “no lo entiendo, es demasiado difícil”. Los pobres leen las páginas deportivas, por desesperación. Pero la página primera es la más importante: quienes la escriben y quienes la leen “comprendiéndola” son hoy y serán mañana los amos del mundo. Los pobres, los lectores de deportes y los que leen tebeos son hoy y serán mañana los siervos de los siervos. Eso es todo. Un día no habrá siervos ni amos. Ese día será. Pero para ello, vosotros, los pobres sempiternos, habéis de tener bien cogidos y sabidos los hechos y buscar, por vosotros mismos, el modo de resolverlos. Aprended desde ahora a leer los periódicos. Preguntad quiénes son, cuánto ganan, a quien votan los que escriben en ellos. Que nada os quede oculto. ¿Quién les paga? Averiguadlo todo… Leedlo todo. Criticadlo todo.

PARA MEDITAR EN ESTOS TIEMPOS SOMBRÍOS “En lo que se ha venido llamando «lucha de clases» son todavía muchos los que, solamente atentos a las apariencias y a la espectacularidad, están convencidos de que los «culpables» y los «agresores» de esta lucha somos únicamente los obreros. Si los obreros estuviéramos quietos y resignados, este mundo sería una maravilla. Todo prosperaría. Los obreros se santificarían a base de resignación, y «los otros», viendo esta resignación, sentirían su corazón conmovido, y les darían de buen grado las migajas que Epulón negaba a Lázaro, con lo que después todos estarían juntos en el cielo. ¡Qué bonito! ¿Verdad? En la lucha de clases, una vez más, los árboles no han dejado ver el bosque. Y el bosque – sobre todo para los cristianos− es que se implante la justicia, el Reino de Dios y su justicia. Y si el mundo padece hoy de una injusta distribución de bienes, ¿quién la ha provocado y a quién beneficia? ¿Acaso a los obreros? ¿Quiénes han implantado y quiénes sostienen esta injusticia? ¿Acaso los obreros? ¿Somos los obreros los «agresores» y los culpables de la lucha de clases? ¿No convienen que piensen un poco en esto los que pretenden juntar un Cristianismo auténtico con una decidida (y «agresiva») defensa del «desorden establecido»?” (G. Rovirosa, Obreros, Boletín, nº 121, OC V, p 240).

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