El bien comun

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Tema de la quincena Fundamento y sentido de la comunidad política

El bien común Comisión Permanente de la HOAC

Después de haber analizado la manera de entender la política que propone la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), en sucesivos Temas de la Quincena estamos desarrollando los principios fundamentales de la vida social y política que según la DSI son aquellos que pueden orientar la vida y la acción política en un sentido humanizador.

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asta ahora hemos visto que la política, entendida como expresión básica del ser humano como ser social y como cuidado de la vida, no puede ser otra cosa que un instrumento al servicio del reconocimiento y realización de la dignidad de la persona. La persona sólo puede ser fin y sujeto de la vida política. Este reconocimiento y promoción de la dignidad de la persona pasa necesariamente por el impulso de la sociabilidad natural del ser humano y de su vocación a la comunión social, que se convierte así en el norte irrenunciable de la vida y actividad política. Y todo ello se concreta y se hace verdad en la solidaridad con los empobrecidos, en la lucha contra el empobrecimiento y sus causas, como centro de la acción política. Porque la existencia misma de los empobrecidos es la negación más radical de la dignidad de la persona y de su vocación a la comunión. Estas son las bases fundamentales sobre las que debe construirse la vida y la acción política para responder a lo que necesita el ser humano para construir su propia humanidad en la vida social. A partir de este Tema de la Quincena vamos a considerar otros cuatro principios o criterios de la actividad política que son las concreciones o consecuencias fundamentales de lo que representa en la vida social la dignidad del ser humano, su vocación a la comunión social y la solidaridad consecuente con los empobrecidos. En primer lugar, vamos a ocuparnos del bien común: la dignidad de la persona, su vocación a la comunión y la

solidaridad con los empobrecidos, se van convirtiendo en la base de la vida y la acción política cuando la búsqueda del bien común se convierte en guía y prioridad fundamental. El bien común consiste en la búsqueda constante de la creación de las mejores condiciones sociales posibles en cada momento para que cada persona y todas las personas puedan realizarse como tales. Así, la búsqueda del bien común es lo que fundamenta y da sentido y legitimidad a la organización social y a la misma comunidad política.

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Tema de la quincena Propiedad que siempre debe regirse por el destino universal de los bienes. Tarea esencial de la comunidad política es hacer posible la justicia en el uso de los bienes. Junto al destino universal de los bienes, la otra exigencia básica y fundamental del bien común es el cuidado de la naturaleza, pues el bien básico, sobre el que se construye la vida de la presente generación y de las futuras generaciones, es el don de la naturaleza, que el ser humano está llamado a cuidar y humanizar para cuidar la vida.

Después veremos cómo el bien común sólo puede buscarse desde la solidaridad y la subsidiariedad. Solidaridad que es expresión de la radical igualdad de todos los seres humanos y de nuestro destino común, y que se puede convertir en virtud social fundamental que nos hace descubrirnos y vivir como responsables los unos de los otros. Solidaridad que necesita cauces sociales que la posibiliten y promuevan, además de personas que quieran vivirla. Subsidiariedad que nos alerta sobre el hecho de que la búsqueda del bien común a través de la solidaridad siempre debe producirse desde el respeto y la promoción de la libertad y responsabilidad del ser humano en la vida social, nunca sustituyéndolas o sofocándolas. Sin libertad y responsabilidad de las personas, grupos y asociaciones no es posible la solidaridad. La expresión primera y fundamental del bien común es el reconocimiento y respeto del principio del destino universal de los bienes. Las personas, para nuestra realización y felicidad, necesitamos disponer de bienes que la posibiliten. Los bienes de la creación y fruto del trabajo humano son para su uso común por todos los seres humanos. Todas las personas tienen derecho a lo necesario para vivir con dignidad, esa es la finalidad de los bienes. De ese destino universal de los bienes se desprende el derecho a la propiedad, a disponer de lo necesario para vivir con dignidad, que es la propiedad a la medida del ser humano.

«Conforme a la naturaleza social del hombre, el bien de cada cual está necesariamente relacionado con el bien común. Este sólo puede ser definido con referencia a la persona humana» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1905).

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Vamos, pues, a comenzar por considerar lo que es y representa el bien común. Como hemos dicho, según la Doctrina Social de la Iglesia, el bien común es el fundamento y el sentido de la comunidad política, el principio fundamental que debe guiar su actuación. Más aún, el bien común es como la dimensión social y comunitaria del bien moral, el principio que orienta en sentido humanizador la vida social, porque, conforme a la naturaleza social del ser humano, el bien de


Tema de la quincena «De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido (...). El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro. Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral.» «Una sociedad que, en todos sus niveles, quiera prácticamente estar al servicio del ser humano, es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común, en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre. La persona no puede encontrar realización sólo en sí misma, es decir, prescindiendo de su ser “con” y “para” los demás» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 164 y 165).

cada cual está necesariamente relacionado con el bien común, con el bien de todos y cada uno. El principio del bien común en la vida social nace de la misma dignidad, unidad e igualdad de todas las personas.

de sus derechos fundamentales y de sus consecuentes responsabilidades sociales. En efecto, el bien común avanza cuando se crean las condiciones sociales en que la persona

¿Qué es el bien común? El bien común consiste en la creación de las mejores condiciones sociales posibles en cada momento para que cada persona y todas las personas puedan vivir de acuerdo a su dignidad y realizarse como personas y, por ello, también es la creación de las condiciones sociales para que las familias, las realidades básicas de la vida social, las asociaciones sociales de todo tipo, puedan realizar lo mejor posible su función al servicio de las personas. Desde esta perspectiva, la construcción del bien común supone fundamentalmente cuatro cosas: 1º. - El respeto a la dignidad de la persona y la búsqueda de su reconocimiento práctico: el bien común está vinculado al respeto y la promoción integral de la persona,

sea, de hecho y de verdad, siempre lo primero y pueda realizar su vocación. Lo cual implica también que nunca el bien común puede justificar la utilización de la persona en nombre de supuestos fines sociales, porque estos sólo serán

«El bien común consiste en la creación de las mejores condiciones sociales posibles en cada momento para que cada persona y todas las personas puedan vivir de acuerdo a su dignidad y realizarse como personas» 21 1.454 [16-4-08 / 30-4-08]

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Tema de la quincena «Los hombres, las familias y los diversos grupos que constituyen la comunidad civil son conscientes de su propia insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y perciben la necesidad de una comunidad más amplia, en la cual todos conjuguen a diario sus energías en orden a una mejor procuración del bien común. Por ello forman comunidad política según tipos institucionales varios. La comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido y del que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección (…). A fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la comunidad política, es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común» (Concilio Vaticano II, «Gaudium et spes», 74).

humanizadores en la medida en que respeten la dignidad de fin y sujeto de cada persona y de todas las personas.

bros (1). Y ello en cada sociedad particular y en el conjunto de la familia humana, pues el bien común es universal.

2º. - El desarrollo social justo, de forma que se facilite a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdade-

4º. - La prioridad de las necesidades de los empobrecidos: consecuentemente con todo lo anterior, la búsqueda del bien común supone dar prioridad en la vida social a la respuesta a las necesidades y derechos de los empobrecidos. La construcción del bien común está estrechamente vinculada a la búsqueda de la justicia para los empobrecidos (2). Para la Doctrina Social de la Iglesia el bien común así entendido es superior a cualquier otro interés. Por eso, una sociedad que, en todos sus niveles, quiere estar prácticamente al servicio del ser humano es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común y no permite que éste se vea sometido a intereses particulares, porque la persona no puede encontrar realización sólo en si misma, prescindiendo de su ser «con» y «para» los demás.

ramente humana. Clave fundamental del bien común es la justicia. Por eso, el bien común está estrechamente vinculado al destino universal de los bienes como principio básico y fundamental de todo el ordenamiento ético-social. 3º. - La paz como la estabilidad y la seguridad de un orden social justo: la búsqueda del bien común supone la búsqueda de la seguridad vital de la sociedad y de sus miem-

El bien común es responsabilidad de todos La búsqueda del bien común responde a lo más noble de la vocación del ser humano a la comunión, pero es una tarea compleja, pues «exige la capacidad y la búsqueda constante del bien de los demás como si fuera el bien

«Todas las formas de organización social, todas las expresiones de la sociabilidad humana, cobran sentido en razón del bien común» 22 254

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Tema de la quincena propio» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia) y necesita que cada uno acomode «sus intereses a las necesidades de los demás» (Juan XXIII). Crecer en esta dirección es responsabilidad de todos y es decisivo para que el bien común sea lo que oriente la vida política. El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad. Cada uno, personalmente, está llamado a hacer su aportación, según sus posibilidades y circunstancias, al bien común. Pero no sólo los individuos somos responsables del bien común, que no es una cuestión individual sino una característica básica de la vida social, de todas las formas de la vida social. Todas las formas de organización social, todas las expresiones de la sociabilidad humana, cobran sentido en razón del bien común: de la creación de las condiciones en las que sea posible la realización de la persona, que las personas podamos vivir de acuerdo a nuestra dignidad y podamos realizar nuestra vocación. Desde las formas más básicas de organización social, como la familia, pasando por realidades sociales como la empresa, la escuela..., las asociaciones de todo tipo (vecinales,

«Las exigencias del bien común derivan de las condiciones sociales de cada época y están estrechamente vinculadas al respeto y la promoción integral de la persona y de sus derechos fundamentales.» «La comunidad política tiende al bien común cuando actúa en favor de la creación de un ambiente humano en el que se ofrezca a los ciudadanos la posibilidad del ejercicio real de los derechos humanos y del cumplimiento pleno de los respectivos deberes (...). La plena realización del bien común requiere que la comunidad política desarrolle, en el ámbito de los derechos humanos, una doble y complementaria acción, de defensa y de promoción» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 166 y 389).

sindicales, políticas, culturales, deportivas, festivas...), hasta las instituciones políticas, sólo tienen legitimidad y sentido en la medida en que son cauces para construir el bien común, para aportar algo de lo que las personas necesitamos para realizarnos como tales. Esto implica dos cosas para todas las formas de la sociabilidad humana: 1º. - Deben guiarse en su actuación por la búsqueda del bien común, de lo que deben aportar en cada caso a las personas que forman parte de esa realidad social (ya sea la familia, la empresa, la escuela, la asociación de vecinos, el sindicato, etc…). Lo cual significa definir con claridad qué aporta esa forma de organización social al bien común, cuál es su razón de ser; también prestar atención prioritaria en su actuación a los empobrecidos o más débiles; y realizar bien su función social. 2º. - Realizar bien su función social implica también no dejarse guiar por el particularismo, sólo por sus intereses particulares, sino actuar teniendo en cuenta el bien común general, el bien de los demás, las necesidades de los demás. También en este caso es fundamental para el bien común considerar siempre cómo repercuten sus actuaciones en los empobrecidos.

El bien común como responsabilidad de la comunidad política El bien común, pues, es responsabilidad de cada persona y de cada forma de organización social. Pero ni las personas individualmente consideradas ni las distintas organi-

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Tema de la quincena «Con demasiada frecuencia los intereses y conveniencias individuales y de grupo se imponen sobre las necesidades del bien común» zaciones sociales pueden lograr por sí mismas el bien común. Para crecer en la creación de las condiciones sociales que permitan la realización de las personas, necesitan una comunidad más amplia que lo haga posible. Por eso y para eso nace la comunidad política, que encuentra su legitimidad y razón de ser en la búsqueda del bien común. Particularmente, dentro de la comunidad política, el Estado, con todas sus instituciones, tiene como

4º. - Centrar sus esfuerzos en lograr socialmente y en orientar la vida social hacia la consecución de la justicia, de forma que todos dispongan de los mínimos necesarios para una vida digna. 5º. - Apoyar el desarrollo del tejido social, del conjunto de organizaciones y asociaciones de la vida social para que puedan desarrollar adecuadamente sus funciones sociales en favor del bien común.

Malos tiempos para el bien común El ambiente que hoy predomina en nuestra sociedad es más bien el del individualismo hedonista, que socava las bases de la vida social y política, y que dificulta enormemente crecer en lo que representa el bien común. Por eso hoy corren malos tiempos para el bien común. Con demasiada frecuencia los intereses y conveniencias individuales y de grupo se imponen sobre las necesidades del bien común.

responsabilidad fundamental velar por el bien común en el conjunto de la vida social. Por eso, para que en la práctica la búsqueda del bien común sea el fundamento y sentido de la comunidad política, el Estado tiene la responsabilidad de: 1º. - Velar por el respeto y la promoción de los derechos humanos, concreción de la dignidad de las personas, en todos los ámbitos de la vida social. 2º. - Armonizar los distintos intereses que existen en la vida social desde la perspectiva del bien común, con especial atención a las necesidades de los empobrecidos. 3º. - Consecuentemente con lo anterior, impedir que los intereses particulares se impongan sobre el bien común o lo perjudiquen.

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Pero esa misma realidad urge más que nunca a dar a este principio la importancia decisiva que tiene para la vida y la acción política. Porque la pérdida o el debilitamiento de la perspectiva del bien común golpea especialmente a los empobrecidos y debilita la misma entraña de la democracia. Juan Pablo II, en «Centesimus annus» (n. 47), refiriéndose a los derechos humanos, lo expresa de la siguiente manera: «También en los países donde están vigentes formas de gobierno democrático no siempre son respetados total-

«Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su colaboración personal al bien común. De donde se sigue la conclusión fundamental de que todos ellos han de acomodar sus intereses a las necesidades de los demás» (Juan XXIII, «Pacem in terris», 53).


Tema de la quincena mente estos derechos. Y nos referimos (...) a diversos aspectos de una crisis de los sistemas democráticos, que a veces parece que han perdido la capacidad de decidir según el bien común. Los interrogantes que se plantean en la sociedad a menudo no son examinados según criterios de justicia y moralidad, sino más bien de acuerdo con la fuerza electoral o financiera de los grupos que los sostienen. Semejantes desviaciones de la actividad política con el tiempo producen desconfianza y apatía, con lo cual disminuye la participación y el espíritu cívico entre la población (…) De ahí viene la creciente incapacidad para encuadrar los intereses particulares en una visión coherente del bien común. Este, en efecto, no es la simple suma de los intereses particulares, sino que implica su valoración y armonización, según una exacta comprensión de la dignidad y de los derechos de la persona.»

El bien común tiene un fundamento trascendente En esta cuestión del bien común, como en general en todos los principios que fundamentan la acción política

en un sentido humano y humanizador, y muy especialmente en el contexto en el que hoy vivimos, es muy importante no perder de vista lo que el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia llama «la dimensión trascendente del bien común»: el bien común adquiere su pleno valor «en relación al logro de los fines últimos de la persona y el bien común de toda la creación». Esto nos remite a la cuestión del fundamento del bien común, que se suele ignorar en nuestra sociedad. Nos referimos al problema que se plantea muy acertadamente en los siguientes términos:

«La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión, de modo que se pueda lograr el bien común con la contribución de todos los ciudadanos. La persona concreta, la familia, los cuerpos intermedios, no están en condiciones de alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo, de ahí deriva la necesidad de las instituciones políticas, cuya finalidad es hacer accesibles a las personas los bienes necesarios (materiales, culturales, morales, espirituales) para gozar de una vida auténticamente humana» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 168).

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Tema de la quincena «En la tradición occidental se da por supuesto lo que es fruto de una secularización de la tradición bíblica: el reconocimiento del otro, del extranjero, como otro tú. Todos somos iguales porque todos somos hijos de Dios» «La democracia conlleva una cierta concepción de hombre y de sociedad donde la capacidad para la comunidad, la solidaridad, el bien común, el sacrificio de los intereses propios en aras del bien general, además del respeto a la dignidad de toda persona, la participación, la responsabilidad, se dan por supuesto. Pero estas ‘‘virtudes’’ o valores no crecen en el vacío. Tampoco son fruto de la actividad política ni de estrategias de ingeniería social. Crecen y se fortalecen al calor de las tradiciones humanistas y de las ‘‘sabidurías’’, donde la idea del ser humano para los demás y con los demás es fundamental. Estamos en pleno corazón religioso. En la tradición occidental se da por supuesto lo que es fruto de una secularización de la tradición bíblica: el reconocimiento del otro, del extranjero, como otro tú. Todos somos iguales porque todos somos hijos de Dios.

Si queremos superar el ‘‘individualismo desvinculado’’ que actualmente recorre la sociedad y la cultura occidental, ¿adónde iremos a buscar recursos comunitarios, solidarios, etc.? Si queremos ciudadanos responsables y participativos, promotores de la igualdad, la libertad y la justicia, ¿cómo los educamos en estos valores y actitudes?» (3). ■

(1) Es necesario advertir que hoy encontramos una seria dificultad para comprender cabalmente lo que es la seguridad, porque se ha producido un gran reduccionismo de lo que es e implica. En palabras de Joaquín García Roca («El mito de la seguridad», PPC, Madrid 2006): «La inseguridad se ha convertido en los últimos años en el estado natural y permanente de los seres humanos (...) las incertidumbres y los miedos se apoderan de todos los espacios y se diluyen por todos los lugares» (p. 5). Pero se ha simplificado y reducido la comprensión de lo que genera la inseguridad, olvidándose aspectos radicales y fundamentales como «la fractura capital-trabajo, el descuido de la tierra como casa común de lo humano, la ideología del dominio, que lo convierte todo en conquista y la globalización del crimen» (pp. 6-7). La construcción de la seguridad, frente a los reduccionismos que hoy predominan, necesita «la recuperación de la política» para superar «la simplificación ideológica a que han sido sometidos» los problemas de la seguridad y colaborar a «descubrir de nuevo los generadores de seguridad para construir un proyecto colectivo de convivencia... la libertad para vivir sin miseria» (p. 8). (2) Como ocurre con la seguridad, también en este aspecto de la justicia tenemos en nuestra sociedad una grave dificultad: hemos dado una orientación radicalmente equivocada a la vida social y al papel del Estado que ha supeditado la justicia a lo que llamamos «bienestar», con lo que hemos creado una seria dificultad para comprender lo que es e implica el bien común. La manera dominante de entender el bienestar frecuentemente acaba convirtiéndose en una forma de vida que, bajo el pretexto de los derechos individuales, olvida lo fundamental: la justicia para los empobrecidos, y se convierte fácilmente en la defensa de un estado de cosas, el de las sociedades satisfechas, radicalmente desigual e injusto, y, por ello, muy alejado del bien común. Por eso, Adela Cortina («Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía», Alianza, Madrid 1997, pp. 75-88) propone distinguir entre el «Estado de Justicia» y el «Estado de Bienestar». La justicia no es lo mismo que el bienestar. Por lo que respecta al derecho de justicia, todas las personas son radicalmente iguales para satisfacer sus necesidades básicas (que debe garantizar la sociedad y el Estado a su servicio, pues es un deber de justicia), pero pueden ser diferentes, según las diversas capacidades y esfuerzos de los individuos, para satisfacer lo que sobrepase dichas necesidades básicas. El bien común exige poner siempre en primer lugar, en el conjunto de la sociedad y en la acción del Estado, responder adecuadamente al deber de justicia. Porque, «para vivir humanamente con los otros, necesitamos de los bienes de justicia más allá de los cuales no hay vida humana, ni tan siquiera resulta viable. Alimentos, vivienda, vestido, trabajo, libertad civil y política…son algunos de los bienes que constituyen las exigencias básicas de la seguridad» (Joaquín García Roca, «El mito de la seguridad», (p. 69). (3) José Mª Mardones, «Recuperar la justicia», Sal Terrae, Santander 2005, pp. 47-48.

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