Jesucristo, rey del universo

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Orar en el mundo obrero

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO Jesucristo, Rey del universo (23 de noviembre de 2014) Este texto de la venida del Hijo del hombre realza la majestad de Jesús: El obrero venido a menos, el bautizador precario (Jn 3,22; 4,1-2), el taumaturgo itinerante, el cuentista popular, un tal Jesús de Nazaret, el hijo de la María, al que crucificaron… resultó ser el Hijo de Dios.

1 VER La sociedad pensada alrededor del empleo se desvanece en el aire. Nos enfrentamos con la perspectiva de una sociedad de muchedumbres de trabajadores sin trabajo, que van a malvivir como ciudadanos de tercera… si no cambiamos el guión de esta mala película neoliberal. ¿Por qué alguien se ve obligado a aceptar „trabajos de duras condiciones‟ por un mísero salario? Porque no le queda otra y tiene que aceptar el chantaje de hacer o eso o nada, de lo contrario, ya vendrá otro. Existe bajo el embudo del empleo, un excedente de fuerza de trabajo sobre una limitada oferta, lo cual genera competencia para acceder a unos medios de vida cada vez más escasos y decadentes. Repartir miseria es lo único que le queda a un neoliberalismo que no puede ofrecer un volumen de empleo medianamente digno a la población, cuando al mismo tiempo, el empleo sigue siendo la única opción para poder vivir. Este momento histórico exige de nosotros una novena obra de misericordia: ayudar a que se vaya aceptando esta verdad: «hay que separar una vida segura del hecho de tener o no tener empleo, separar trabajo de empleo, separar producción de riqueza de horas empleadas». Habrá que pensar instrumentos (puede ser la Renta básica, u otros…) que ayuden a erradicar la pobreza; mecanismos de reparto de la riqueza y distribución de la renta, que den seguridad económica a la población frente a la incertidumbre y la arbitrariedad; que permitan iniciar otros modos de vida, nuevas actividades y contribuya a eliminar los estigmas sociales. Se dice, por ejemplo, que la Renta Básica ¡desincentiva el trabajo precario y mal pagado!, es decir, que con ella nadie querrá coger olivas ni tomates. No veo nada mal en ello, pues lo que hay que cambiar es la precariedad. ¡Páguese como Dios manda el dignísimo trabajo de la agricultura! La gente no tiene problemas en trabajar –actividad humana creadora-, pero si tiene una Renta Básica a lo mejor no tiene que aceptar cualquier condición laboral. Claro, se trata de embarcarnos en una nueva cultura que se base en un trabajo digno para una sociedad decente. Hay que trabajar esa ambivalencia de lo emprendedor, entre la ideología de la servidumbre que lo usa para dividir entre “ganadores y perdedores” y la potencia de una nueva composición del trabajo fundada sobre la cooperación social. Hoy hay sobre todo, empren-deudores y no proyectos individuales y colectivos emprendedores. La seguridad de no caer en el precipicio de la exclusión social fomenta la innovación y la creatividad, incluso la iniciativa por sacar


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adelante ideas ilusionantes. Una sociedad hundida en el miedo y la precariedad no emprende otra cosa más que el camino al subdesarrollo. Como nos recuerda el ya fallecido sociólogo André Gorz, de las miserias del presente saquemos la riqueza de lo posible (a partir de un texto de Jorge Moruno Danzi).

LOA DE LA DIALÉCTICA (Bertolt Brecht) Con paso firme se pasea hoy la injusticia. Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más. La violencia garantiza: «Todo seguirá igual». No se oye otra voz que la de los dominadores, y en el mercado grita la explotación: «Ahora es cuando empiezo» Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora: «Jamás se logrará lo que queremos».

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Quien esté vivo no diga «jamás». Lo firme no es firme. Todo no seguirá igual. Cuando hayan hablado los que dominan, hablarán los dominados. ¿Quién puede atreverse a decir «jamás»? ¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros. ¿De quién que se acabe? De nosotros también. ¡Qué se levante aquél que está abatido! ¡Aquél que está perdido, que combata! ¿Quién podrá contener al que conoce su condición? Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana y el jamás se convierte en hoy mismo. EVANGELIO (Mt 25, 31-46) «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria 32 y serán reunidas ante él todas las naciones. El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. 34 Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, 36 estuve desnudo y me vestísteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme". 37 Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; 38 ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; 39 ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". 40 Y el rey les dirá: "En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis". 41 Entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, 43 fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". 44 Entonces también estos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?". 45 Él les replicará: "En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo". 46 Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna». ** 31


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Este texto de la venida del Hijo del hombre realza la majestad de Jesús: El obrero venido a menos, el bautizador precario (Jn 3,22; 4,1-2), el taumaturgo itinerante, el cuentista popular, un tal Jesús de Nazaret, el hijo de la María, al que crucificaron… resultó ser el Hijo de Dios. Querido lector, has de saber que para comprender el texto te has de implicar en él, porque el texto habla de ti. ¿Con qué grupo te vas a identificar? El juicio comienza con una “separación”: “justos” e injustos son colocados en sendos lados. El rey enumera una la lista de buenas obras “tradicionales” para justificar la invitación a los justos: ¡Venid, benditos de mi Padre…! Los rabinos distinguieron entre estas buenas obras, a las que llamaron obras de amor, y las limosnas (justicia). Eran “obras de amor” aquellas que, además de la prestación en dinero, exigían una entrega de toda la persona (como nuestro compromiso personal militante cuando se realiza a fondo perdido). Ambas cosas juntas formaban “las buenas obras”. Resulta enigmático oír decir al Juez Universal: «Me disteis de comer», etc. De ahí la necesidad de la pregunta aclarativa de los que están siendo juzgados: ¿Cuándo te dimos de comer, etc.? Los examinados, en efecto, no saben que las obras de amor se las hicieron a Cristo. Este tema literario del desconocimiento es un de una gran relevancia evangélica: los justos actuaron por verdadero amor a los necesitados... Pero lo importante e inaudito de este texto adviene al final, cuando el Juez afirma solemnemente: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, A MÍ me lo hicisteis. ¡En su elevación Jesús nunca dejó a los de abajo! ¡Se hizo una sola carne con ellos! ¿Y no es este nuestro desafío, unirnos con unión indestructible con los empobrecidos del mundo obrero? Esta revelación separa en dos la historia de nuestra vida, y con ella todo se ilumina. ¡Hermanos: Podemos corresponder al amor que Cristo nos mostró –pues amor con amor se paga− amándole en nuestros hermanos! Y la medida del amor con que vamos a amarles no podrá ser otra que la que tuvo Jesús con nosotros y que se llama El Mandamiento Nuevo: “Amaos como yo os he amado”. Amando a todos nuestros hermanos más pequeños con todo nuestro ser y nuestro corazón y nuestra mente. Hasta hacer posible la Nueva Sociedad donde el pan y el vino corran alegres, y todos disfrutemos de nuestro trabajo, y donde los más débiles de entre nosotros sean los mejor atendidos… En la interpretación universalista de la parábola, los más pequeños entre los hermanos y hermanas de Jesús no son sólo los cristianos necesitados, sino los marginados, los pobres y los que sufren en el mundo, es decir, todas las personas necesitadas de la tierra. Y aquellos que les ayudan −o, por el contrario, se inhiben−, son cualquier ser humano que mostró o no misericordia con sus semejantes necesitados. De eso versará el juicio. “En el atardecer de la vida te examinarán del amor”. De acuerdo con esta interpretación, lo que este texto nos dice es que sólo importa el amor al prójimo, no la confesión religiosa ni la fe (el que ayuda desconoce que está ayudando a Dios). Hay un relato de L. Tolstoi (Donde está el amor, está Dios) que lo expresa bellamente: El zapatero Martín lamenta la muerte de su único hijo. Entonces oye la voz de Cristo que le promete ir a visitarle al día siguiente. Martín se pasa el día siguiente asomado a la ventana y aguardando. Pasan distintas personas: primero llega un anciano que está agotado de quitar la nieve en la calle; luego llega la esposa de un soldado con un niño pequeño, los dos ateridos de


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frío. La tercera visita es de una anciana que discute con un rapaz por haberle robado una manzana. Martín habla con ellos y les da de beber y de comer. Estas tres personas eran Cristo, pero Martín no lo sabe. ¡Solo la lectura, al anochecer, de Mt 25, 35.40 se lo enseña! ¿No nos sucede a nosotros algo parecido? Mt 25, 31-46 desempeña un gran papel en la teología de la liberación: “Al margen del «sacramento del prójimo» no hay camino hacia Dios. Fe es entonces, tomar partido por los pobres: “Ponerse de parte de los pobres significa ver la imagen y semejanza de Cristo en los torturados y marginados, los humillados y ofendidos…” Se trata de un texto fundamental para la eclesiología y la cristología. De él se deriva este principio fundamental de eclesiología: «los más pequeños pueden decirnos dónde está la Iglesia». La dimensión cristológica se expresa de modo impresionante en una pieza teatral del poeta coreano Kim Chi-Ha, que lleva el título de El Cristo coronado de oro. Ante una iglesia de Corea se alza una estatua de cemento de Jesús con corona de oro. Mendigos se sientan a sus pies. Un sacerdote obeso y un hombre de negocios pasan de largo sin prestar atención; un policía intenta despachar a los mendigos. Uno de los mendigos se enfurece contra la estatua de cemento: «¿Qué parentesco puede haber entre este pedazo de cemento y yo?». Quiere robar la corona de oro (auténtico) de la estatua de cemento. La estatua comienza entonces a llorar. Y dice al mendigo: «¡Me has librado de la prisión! Toma la corona de oro. ¡A mí me basta la corona de espinas! ¡Toma el oro y repártelo!». La pieza acaba en que el sacerdote, el hombre de negocios y el policía regresan, arrebatan la corona al mendigo y lo arrestan. Jesús vuelve a ser piedra rígida. Cristo se hace hombre en los pobres; su encarnación continúa. (Para Cantar Con La Melodía De GUANTANAMERA)

EMPOBRECIDOS, OBREROS EMPOBRECIDOS (bis) Con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar (bis) Y así cumplir ya de veras/ su bendita voluntad. EMPOBRECIDOS, OBREROS EMPOBRECIDOS (bis) Mi vida pongo en tus manos/ todita entera la doy (bis). Para servir a mi hermano/ te entrego mi corazón. EMPOBRECIDOS, OBREROS EMPOBRECIDOS (bis) Si quieres vivir conmigo/ ya sabes mi paradero (bis). Es por Jesús por quien vivo/ y es por su Reino que muero. ***

«(…) Pero ¿no son aquéllos, ellos, sus compañeros, los pobres y los oprimidos? ¿No son para ellos los primeros lugares del Reino? ¿Por qué están fuera de él? ¿Nadie los ha llamado? No con voz de evangelio; y ellos, los pobres, ¡no son evangelizados! El evangelio es traicionado. Jesús le clava este mensaje en las profundidades del alma. Le induce a comprometer la vida para hacerlo realidad y Rovirosa hace oblación de ella. Es el segundo paso. Lo llama la segunda conversión. (…) Ésta, la segunda, comenzada y terminada con la revolución y la guerra civil, lo llevaría abrazar a Cristo en cada uno de los hombres, principalmente los pobres y los marginados. Rovirosa, trasformado por la Palabra, iba a ser el profeta del evangelio del amor, incomprendido por el mundo del trabajo. Sería fiel a esa misión hasta la muerte» (extracto traducido del texto «Heus ací un profeta» escrito por el obispo Josep Pont i Gol para el libro de Xavier Garcia, Rovirosa. Comunitarisme integral: la revolució cristiana dintre el poble, Barcelona, 1977, 10-11).


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