La democracia como sistema politico

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Tema de la quincena

La comunidad política (2)

La democracia como sistema político Comisión Permanente de la HOAC

Después de haber tratado en un anterior Tema de la Quincena cómo la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) entiende la comunidad política, en éste vamos a considerar cómo entiende una forma concreta de organizar la comunidad política: la democracia. Como en el anterior Tema de la Quincena, lo que aquí exponemos es una síntesis de los contenidos del Plan Básico de Formación Política de la HOAC.

L

a comunidad política puede organizarse de formas diversas. La Doctrina Social subraya que la Iglesia no se identifica con ninguna forma concreta de organización de la comunidad política, pero indica que, en cualquier caso, ésta debe partir del reconocimiento de la dignidad de la persona. No son, pues, aceptables aquellas formas de organización política que no respeten la dignidad humana.

la búsqueda de las formas democráticas que sirvan más plenamente al ser humano. En esa búsqueda deben implicarse activamente los cristianos, ejerciendo así su responsabilidad en la construcción del bien común.

Es más, la DSI considera que la democracia es una forma de organizar la comunidad política acorde con la naturaleza humana y la forma en que mejor se atiene a las exigencias de la dignidad humana. Ahora bien, históricamente han surgido diversas formas de sistemas democráticos. Para la DSI ninguna de estas formas es plenamente satisfactoria. Por eso hay que empeñarse en

Características de la democracia

Vamos a exponer brevemente cuáles son las características fundamentales que según la DSI debe tener la democracia en consonancia con la dignidad del ser humano.

Hemos dicho que para la DSI la democracia es acorde con la dignidad del ser humano. Por eso, la DSI subraya que la democracia debe caracterizarse sobre todo y ante todo por buscar hacer efectivo, cada vez con mayor plenitud, su fundamento en el reconocimiento y la promoción de la

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Tema de la quincena dignidad de la persona. Debe ser un sistema político al servicio de la realización efectiva de esa dignidad de cada persona y de todas las personas. Particularmente en tres aspectos: la igualdad, la libertad y el carácter de sujeto de la vida social, propios de la naturaleza del ser humano. En este sentido, podemos decir que la DSI defiende un sistema democrático caracterizado por lo que significa la democracia participativa y por buscar construir una comunidad moral. Todo ello en el marco de lo que significa la vocación del ser humano a la comunión social y, por tanto, en una comprensión de la democracia como instrumento para construir la fraternidad entre las personas. 1º.- En razón de la igual dignidad de todas las personas, la democracia debe ser un sistema político que: a) Regule jurídicamente de forma efectiva la igualdad de todos como miembros de la sociedad y de la comunidad política: igualdad efectiva (y no sólo formal) ante la ley que regula la vida social y los derechos políticos y sociales.

social: la participación de los ciudadanos en la vida pública es para la DSI una de las características más importantes y valiosas de la democracia. La participación, entre otras cosas, implica que una sociedad democrática se caracterice por: a) La capacidad de los ciudadanos de elegir y controlar a sus representantes y gobernantes. b) La capacidad de los ciudadanos de intervenir de diversas formas en la toma de decisiones y la promoción de su libertad y responsabilidad para participar en las diversas asociaciones y organizaciones presentes en la vida social. c) La promoción de una sociedad civil activa, vertebrada a través de organizaciones y asociaciones de todo tipo que actúen activamente en la vida pública. d) La existencia de una información plural, veraz y libre en el seno de la sociedad, evitando la concentración

b) Articule medios efectivos para construir esa igualdad a través de la búsqueda de la justicia en la vida social: que cada persona y todas las personas puedan disponer de lo necesario para vivir con dignidad, sin desigualdades que son negación práctica de la igual dignidad de todas las personas. De ahí que la DSI subraye que la prioridad de las necesidades y derechos de los empobrecidos es una característica fundamental de un sistema democrático digno de tal nombre. Por todo ello, el respeto efectivo y la promoción de los derechos humanos es clave en el fundamento del sistema democrático. Pero su verificación fundamental está en el empeño que pone en eliminar el empobrecimiento de las personas y en afirmar prácticamente estos derechos para los empobrecidos. 2º.- En razón de la libertad de las personas, la democracia debe ser un sistema político que: a) Reconozca, respete y promueva la pluralidad de opciones, opiniones y propuestas políticas como un bien para la vida social. b) Articule correctamente este pluralismo, de forma que sea posible y efectiva la aportación de todos en la construcción del bien común. c) Garantice que los intereses particulares no se impongan sobre la búsqueda del bien común. 3º.- En razón del carácter de sujeto de la vida social propio de la persona, la democracia debe caracterizarse por promover y posibilitar la participación de todos en la vida

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«La doble aspiración hacia la igualdad y la participación trata de promover un tipo de sociedad democrática. Diversos modelos han sido propuestos (…) ninguno satisface completamente (…) El cristiano tiene la obligación de participar en esta búsqueda, al igual que en la organización y en la vida política» Pablo VI, «Octogesima adveniens», 24.


Tema de la quincena «Para hacer frente a una tecnocracia creciente, hay que construir formas de democracia moderna, no solamente dando a cada hombre la posibilidad de informarse y de expresar su opinión, sino de comprometerse en una responsabilidad común. Así los grupos humanos se transforman poco a poco en comunidades de participación y de vida. Así la libertad, que se afirma con demasiada frecuencia como reivindicación de la más plena autonomía, en oposición a la libertad de los demás, se desarrolla en su realidad humana más profunda: comprometerse y afirmarse en la realización de solidaridades activas y vividas». Pablo VI, «Octogesima adveniens», 47.

en pocas manos de los medios informativos así como su control y manipulación desde las distintas esferas de poder. e) La educación y formación de los ciudadanos para la participación en la vida pública. Por todo lo anterior, la DSI subraya que una característica fundamental de la democracia es el establecimiento de mecanismos efectivos de control del poder y la autoridad, a través de: a) La división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial). b) La elección de los gobernantes por los ciudadanos. c) La existencia de mecanismos institucionales de control de los gobernantes. d) La responsabilidad de los gobernantes y representantes ante los ciudadanos, a los que deben dar cuenta de sus actuaciones. e) La participación de los ciudadanos en la vida pública, contando con una información suficiente para conocer los asuntos públicos. f) El freno de los corporativismos y de las concentraciones de poder en todas las esferas de la vida social, prestando particular atención a la esfera económica que condiciona profundamente muchas de las decisiones sociales y políticas. Pero, sobre todo, la Doctrina Social de la Iglesia subraya que, para el buen funcionamiento de la democracia, es

esencial la educación y formación de las personas para la vida social, la formación de una auténtica ciudadanía. Tan importante es el reconocimiento real y efectivo de los derechos de las personas como la responsabilidad de todos hacia el bien común, para lo cual es necesaria la formación de todos en las virtudes cívicas y en la responsabilidad hacia los demás y hacia la vida social. Porque la democracia carece de fundamento sólido si no se construye, desde la diversidad, un proyecto de vida en común y ello sólo es posible con personas que deseen hacerlo. En ese sentido, la DSI considera que la democracia, para no reducirse a un mero procedimiento administrativo y burocrático vacío de contenido real, en algo puramente formal, necesita asentarse permanentemente sobre unos contenidos éticos compartidos, como mínimo los que se expresan en los derechos humanos. De ahí que la DSI insista en que el fundamento ético de la democracia es, quizá, la cuestión central para el sistema político democrático y en que el relativismo ético constituye su mayor enemigo, en tanto que niega la posibilidad de esos contenidos éticos compartidos, es más, ni siquiera los considera necesarios.

Las insuficiencias y perversiones de nuestro sistema democrático Hemos dicho que históricamente han surgido diversas formas de sistemas democráticos y que para la DSI ninguna de esas formas es plenamente satisfactoria. Desde esta perspectiva la DSI hace una crítica del modelo de democracia dominante en nuestra sociedad.

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Tema de la quincena «Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política. Si no existe un consenso general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia y se compromete su estabilidad». Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 407.

Para la Doctrina Social de la Iglesia la democracia necesita asentarse sobre una recta comprensión de lo que es el ser humano y su dignidad. Muchas de las insuficiencias y perversiones del modelo de democracia que predomina en nuestra sociedad están vinculadas a una incorrecta comprensión de lo que es el ser humano y de su vocación a la comunión. La concepción individualista del ser humano y el economicismo de la vida social, vinculados ambos a la antropología que genera el capitalismo, constituyen la raíz de muchos de los problemas que tiene el modelo de la democracia dominante en nuestra sociedad. En nuestra sociedad domina una concepción y realización práctica de la democracia que está fundamentada en la comprensión del ser humano como individuo y, sobre todo, como individuo centrado en la vida económica y que se mueve por sus intereses particulares. Esta manera de entender la democracia está marcada por la orientación política que históricamente fue decantando el liberalismo en la dirección de garantizar un ámbito intocable de autonomía y libertad, una especie de «santuario de privacidad» que debía ser garantizado por el Estado, dejando la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos en un segundo lugar. Si bien es cierto que también históricamente se ha producido, por efecto de una larga lucha por construir un orden político más acorde con la dignidad humana, una mayor presencia en el ordenamiento político de la dimensión social del ser humano (1). Pero el modelo de democracia que predomina es el de la democracia liberal de partidos (2), que podríamos ca-

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racterizar de manera muy sintética de la siguiente manera: pretende compaginar el poder administrativo del Estado y los intereses privados de los ciudadanos. El sistema político se compone de la administración pública (Estado) y la sociedad, el conjunto de personas privadas, con su actividad social. La política se entiende como una lucha competitiva para lograr posiciones que aseguren la capacidad de disponer de poder administrativo. Para ello se utiliza la institucionalización de una multitud de fuerzas en competencia y de unos intereses colectivos. El éxito se mide por el asentimiento de los ciudadanos a personas y programas, que se computa por el número de votos obtenidos en las elecciones. Así, una de las reglas fundamentales es la de las mayorías que reflejan ese asentimiento de los ciudadanos. En esta concepción, la ciudadanía viene definida fundamentalmente por los derechos subjetivos que los ciudadanos tienen frente al Estado y frente a los otros individuos. Son «derechos negativos», porque garantizan la protección del Estado en la búsqueda de los intereses privados, dentro de los límites que marcan las leyes, que suelen tener como punto de referencia los derechos de los demás. Los derechos políticos «positivos» de participación, elección…, son entendidos también como posibilidad de hacer valer los propios intereses de ciudadanos en cuanto personas privadas, para controlar el poder del Estado y orientarlo hacia dichos intereses. Así, se valora sobre todo el rendimiento de la actividad estatal en términos de su contribución al logro de los intereses privados. Es, en definitiva, una política fundamentalmente estructurada en términos de economía de mercado y que se traduce en democracias representativas en las que los ciudadanos eligen mediante el voto políticos que se encarguen de la gestión y administración de lo público desde la perspectiva que hemos indicado.


Tema de la quincena Pero, sobre todo, es muy discutible que se pueda vertebrar la sociedad y la comunidad política a partir del exclusivo interés privado (o de su dominio). Desde este individualismo sólo se logra pasar del interés privado al interés corporativo de grupo, muy insuficiente para construir una sociedad justa y humana. Desde esta comprensión de la democracia lo que resulta es una persona que se sirve de la política para garantizar sus derechos subjetivos y sus propios intereses. Esta es una de las mayores perversiones de este modelo de la democracia liberal de partidos (5).

Con este planteamiento, la democracia se ha transformado muchas veces en una «tecnocracia» y «partitocracia», donde en la práctica se sustituye la voluntad popular por la de los políticos elegidos y los «técnicos» y «asesores» de todo tipo de los que se rodean. Y los ciudadanos son frecuentemente sujetos pasivos de derechos, faltos de poder real y de protagonismo participativo (3). Pero, sobre todo, la democracia está profundamente condicionada por los poderes económicos no democráticos y por el economicismo predominante en la sociedad. La democracia queda así frecuentemente restringida a libertades individuales y a la elección de representantes políticos, y no entra en ámbitos fundamentales de la vida social, como es la economía, en la que no se aplican los principios políticos democráticos. Esto tiene consecuencias muy negativas para todo el sistema democrático, porque «mal se puede considerar señor en lo político quien es siervo en lo económico» (4).

Además de todo lo anterior, el modelo de democracia que predomina en nuestra sociedad se caracteriza también por ser lo que podríamos denominar una «democracia de la imagen», en la que muchas veces pesa más que la propia realidad la imagen que de ella se fabrica y transmite a través de poderosos medios de comunicación social y de los mecanismos de la publicidad. La vida política participa en gran medida de ese problema. Fácilmente llegamos a una situación en la que se proyecta una imagen que realmente no responde a la realidad (y que oculta muchos aspectos fundamentales de la realidad), pero que acabamos identificando con la realidad. Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, la democracia se entiende más que como una situación dada y acabada, como una realidad siempre en construcción como despliegue de lo que es y está llamada a ser la persona. La democracia es una forma de entender la vida y la organización social que posibilita al ser humano llegar a ser verdaderamente persona y que, por ello, encuentra sus raíces en la propia naturaleza humana, que necesita de la vida social. Así, el fundamento de la democracia es la persona humana en su dimensión social y comunitaria. El

«La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes (…). Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad». Juan Pablo II, «Centesimus annus», 46.

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Tema de la quincena Esto sólo es posible construirlo desde la libertad, que implica responsabilidad hacia los otros y el bien común. Sólo es posible desde el apasionamiento por lo común (y no es posible desde el individualismo). Por eso, la democracia es ante todo una opción ética: es el valor de la persona y su dignidad de sujeto y protagonista lo que exige que una sociedad se organice democráticamente, de forma que todos, con libertad, puedan participar en la toma de decisiones y en la construcción de un proyecto común de vida social. Por eso la democracia pide ciudadanía. Si los valores éticos que comporta la democracia no son cultivados por los ciudadanos la democracia está en peligro. Es preciso que las personas se sientan responsables de lo común, trascendiendo su interés particular y actuando en consecuencia. En esto consiste la ciudadanía. Y de esto adolece profundamente el actual modelo dominante de la democracia.

La democracia republicana destino del ser humano está ligado al de los demás, al bien común; no puede haber bien individual sin bien comunitario. El ser humano es capaz de dialogar y decidir según intereses comunitarios y generalizables, no sólo desde sus intereses particulares. La democracia ha de ser un orden social que cree las condiciones que hagan efectiva y posible la libertad, la igualdad y la solidaridad, haciendo justicia a la dignidad de toda persona, para posibilitar que las personas puedan desarrollar su autonomía personal y realizarse como seres comunitarios. La democracia es, pues, un instrumento al servicio de finalidades colectivas: que toda persona pueda construirse desde su irrenunciable protagonismo en un orden social justo, que permita a todas las personas desarrollar sus capacidades y vivir dignamente.

Hemos dicho al principio que la DSI no se identifica con ninguno de los modelos concretos de democracia que se proponen. Sin embargo, las características que la DSI considera que debe tener la democracia para ser a la medida de la dignidad del ser humano, así como las insuficiencias que critica en el modelo de la democracia liberal de partidos, hacen que los planteamientos de la DSI estén próximos en muchos aspectos a una tradición democrática que se ha denominado «democracia republicana» que «sitúa en el corazón de la vida personal y colectiva la res publica, los asuntos públicos de la sociedad como algo que importa a cada uno de los ciudadanos» (6). La «democracia republicana» es una tradición de pensamiento político muy antigua (hunde sus raíces en la anti-

«En la actualidad, muchos pretenden pensar que no deben nada a nadie, si no es a sí mismos. Piensan que sólo son titulares de derechos y con frecuencia les cuesta madurar en su responsabilidad respecto al desarrollo integral propio y ajeno (…). Los derechos individuales, desvinculados de un conjunto de deberes que les den un sentido profundo, se desquician y dan lugar a una espiral de exigencias prácticamente ilimitada y carente de criterio (…). Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien». Benedicto XVI, «Caritas in veritate», 43-.

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Tema de la quincena gua Grecia), que se ha concretado de diversas formas y en diferentes programas políticos a lo largo de la historia. Actualmente representa una propuesta para salir de la crisis política y superar los límites de la democracia liberal dominante en Occidente. El modelo de la democracia que defiende esta tradición política no hay que confundirlo con la forma de organización del Estado. Habitualmente la lógica de ese tipo de pensamiento político, dentro del cual hay también pluralidad de planteamientos, implica la opción, en lo que se refiere a la forma del Estado, por la república. Sin embargo, esto no es central en su planteamiento. La democracia republicana es posible en una monarquía democrática y constitucional, si el pueblo o sus representantes en el Parlamento así lo deciden libremente. Lo verdaderamente importante es que el sistema democrático responda a algunas características esenciales. Algunos de estos rasgos fundamentales son: b) La defensa de la fraternidad con tanto énfasis como la igualdad y la libertad, para que éstas dos últimas no se vacíen de contenido. c) La defensa del universalismo frente a identidades tribales, étnicas o nacionalistas. d) La defensa de la soberanía popular frente a los poderes fácticos, del imperio de la ley, de la división de poderes, del control del ejecutivo y la participación de los ciudadanos en la vida pública más allá de la emisión del voto y de la delegación permanente del poder en los representantes elegidos. e) El control del poder, su sometimiento a controles y filtros externos, la lucha contra el corporativismo y contra la hegemonía de los grupos de poder elitistas.

«El valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve: fundamentales e imprescindibles son ciertamente la dignidad de cada persona humana, el respeto de sus derechos inviolables e inalienables, así como considerar el bien común como fin y criterio regulador de la vida política. En la base de estos valores no pueden estar provisionales y mudables “mayorías” de opinión (…). Si, por una trágica ofuscación de la conciencia colectiva, el escepticismo llegara a poner en duda hasta los principios fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento democrático se tambalearía en sus fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regulación empírica de intereses diversos y contrapuestos». «Para el futuro de la sociedad y el desarrollo de una sana democracia, urge pues descubrir de nuevo la existencia de valores humanos y morales esenciales, que derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la persona». Juan Pablo II, «Evangelium vitae», 70 y 71.

f) Subraya el carácter deliberativo (de discusión y diálogo público para la toma de decisiones) de la democracia, que

«La información se encuentra entre los principales instrumentos de participación democrática. Es imposible la participación sin el conocimiento de los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias propuestas de solución. Es necesario asegurar el pluralismo real en ese delicado ámbito de la vida social (…). Entre los obstáculos que se interponen a la plena realización del derecho a la objetividad en la información, merece particular atención el fenómeno de las concentraciones editoriales y televisivas, con peligrosos efectos sobre todo el sistema democrático cuando a este fenómeno corresponden vínculos cada vez más estrechos entre la actividad gubernativa, los poderes financieros y la información». Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 41.

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Tema de la quincena «El mercado único de nuestros días no elimina el papel de los Estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado. Con relación a la solución de la crisis actual, su papel parece destinado a crecer, recuperando muchas competencias (…). Además, la articulación de la autoridad política en el ámbito local, nacional o internacional es uno de los cauces privilegiados para poder orientar la globalización económica. Y también el modo de evitar que ésta mine de hecho los fundamentos de la democracia». Benedicto XVI, «Caritas in veritate», 41.

quiere ir más allá de una situación en que sólo los políticos profesionales, los periodistas, las corporaciones poderosas y los expertos conforman la esfera pública. Da mucha importancia a la deliberación moral y política y rechaza que las decisiones de los gobiernos apelen a una especie de tiranía de las mayorías sin adiestramiento en el debate cívico. g) Su preocupación por la lucha contra la dominación económica, política y cultural hace que insista tanto en los derechos de los ciudadanos como en sus deberes, pues defiende una ética de la responsabilidad y que la preocupación por el bien común esté por encima de los intereses individuales. h) Defiende como esencial una comunidad social con base ética compartida y preconiza el cultivo de la amistad cívica entre personas y grupos que sostienen posiciones diferentes. Las virtudes públicas son la base en la que se asienta el republicanismo como proyecto humano y la democracia como organización y estructura de la sociedad. Por eso plantean la necesidad de «escuelas» de virtudes públicas. ■ Notas (1) Puede verse en este sentido lo que plantea Juan Francisco Martín Seco, «La farsa neoliberal. Refutación de los liberales que se creen libertarios», Temas de Hoy, Madrid 1995. Especialmente su reflexión sobre «el miedo a la democracia», pp. 31 y siguientes. (2) Seguimos aquí la explicación de José Mª Mardones en «Fe y política», Sal Terrae, Santander 1993. En las páginas 53 y siguientes describe tres manera distintas de entender la democracia: la propia de la democracia liberal de partidos, la democracia comunitarista o republicana, la democracia deliberativa. (3) J. R. Capella, «Los ciudadanos siervos», Trotta, Madrid 1993, p. 136. (4) Adela Cortina, «Por una ética del consumo», Taurus, Madrid 2002, p. 139.

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(5) A este respecto es interesante el trabajo de Mª Dolors Oller, «Ante una democracia de baja intensidad. La democracia por construir», Cuadernos Cristianisme i Justicia, nº 56, Barcelona 1993. (6) En el resumen de esta manera de entender la democracia seguimos el que presenta Rafael Díaz-Salazar en «Democracia laica y religión pública», Taurus, Madrid 2007, pp. 168-173. La cita que hemos reproducido es de la página 168. Para una perspectiva histórica y actual de esta tradición puede verse el libro de Joaquín Mirras Albarrán, «Recuperar la política, refundar la izquierda. Historia y desarrollo posible de la tradición de la Democracia», El Viejo Topo, Barcelona 2002.


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