ORAR EN EL MUNDO OBRERO
23ª Semana de Tiempo Ordinario B (6 de septiembre de 2015) Comisión Permanente HOAC
Decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, Viene en persona, resarcirá y os salvará” Se despegarán los ojos del ciego, Los oídos del sordo se abrirán, Saltará como un ciervo el cojo, La lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, Torrentes en la estepa; El páramo será un estanque, Lo reseco un manantial. (Isaías 35, 4-7a)
Este es el primer domingo del “curso”. Quienes hemos vuelto de unos días de descanso porque hemos tenido oportunidad de tener vacaciones, hemos de acoplarnos a la realidad nuevamente; o sea, de una forma nueva. Quienes no han podido descansar, y siguen cansados, han de hacer el esfuerzo, igualmente, de retomar esta etapa superando el cansancio. A unos y a otros nos vendrá bien ver y oír. Y, sobre todo, ponernos a tiro del Señor, para que sea Él quien nos despegue los ojos, y nos abra los oídos. Él nos dispone, de nuevo, a la esperanza, a recomenzar de nuevo. No otra vez más, sino de nuevo. Es lo que nos hemos dicho en la XIII Asamblea General hace escasas semanas. Aunque vivamos experiencias de desolación, la invitación de Dios es a creer –y a crear- en el futuro y en la vida nueva. Es la actuación salvadora de Dios la que mueve nuestra esperanza: miremos, veamos, escuchemos, oigamos.
Las últimas noticias que nos van llegando, quizá no son alentadoras: la muerte sigue rondando, atrapa la vida de tantos muertos en accidentes de trabajo en las últimas semanas, al menos dos cada día, sin tregua. Atrapa la vida de tantos inmigrantes, exiliados, en cualquier frontera, en tierra o mar… incluso niños de tres años. Atrapa la vida de las gentes de nuestros barrios en un puño de desesperanza… Sigue atrapando gobernantes y mercaderes en la lógica deshumanizadora de este sistema. ¿Y a nosotros? ¿Nos atrapa a nosotros? ¿Nos hace sordos? Necesitamos escuchar para no sucumbir. Necesitamos escuchar para poder avivar la esperanza. 1
C.P.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
19º Domingo del T. O.
DISPONTE
-Personalmente, o en equipo, comienza por hacer silencio. Silencio interior. Este encuentro es con Dios. Acógelo como gracia. Deja que te abra los oídos. Disponte, incluso con tu postura y tu actitud, dispón el lugar. Escucha a Dios que se acerca a ti.
-Escucha: tus propios gemidos, los de tus cercanos, los de la familia, el equipo, los compañeros y compañeras de trabajo, las familias vecinas, las personas del barrio… Es Dios quien te los trae para que los escuches. -Es una gracia poder escuchar, y ver. Quizá te haces consciente de lo que te impide vivir esa gracia. A veces se nos acostumbra –se nos endurece- el corazón. Es buen momento para pedir la misericordia del Señor.
Effetá
Quizá puede ayudarnos esta oración:
Ruidos. Nos rodean. Nos envuelven. Nos aturden.
Habla de justicia, de amor verdadero, de camino, verdad y vida. Toca, Señor, nuestros oídos, que se abran de nuevo al rumor de tu presencia.
Tertulias, canciones, opiniones, discursos, eslóganes. Anuncios, promesas, noticias, debates, conversaciones.
Sé la Voz que grita, en el desierto de los indiferentes, de los que están de vuelta, de los ensordecidos. Voz que despierta los anhelos más nobles que llevamos escritos en la sangre y la entraña.
Ruido, ruido incesante, que termina atronando a base de exceso hasta que las palabras ya no significan nada. Mientras, como un rumor de fondo, la Palabra trata de hacerse oír.
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José Mª Rodríguez Olaizola, sj
C.P.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
19º Domingo del T. O.
Escuchamos la Palabra:
EVANGELIO Mc 7,31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: -«Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: -«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» Para meditar el texto del Evangelio nos puede ayudar Guillermo Rovirosa
sanidades, qué historia... traen consigo - Tengo que detectar, sobre todo, en qué aspectos Cristo está presente en el «otro», y atender a su mensaje Desde hace algunos años (pocos) y como reacción a un sentido excesivamente individualista de la religión, existe en numerosos sectores del catolicismo una tendencia a formar «equipos» y «grupos», y no hay duda de que esto representa un gran avance hacia un cristianismo trinitario. Pero tampoco cabe duda de que tales equipos y grupos están muy lejos de haber encontrado la cohesión y el dinamismo que han de constituir su característica fundamental. ¿No será que aquí también se quiere conseguir que el conjunto tenga un solo corazón y una sola alma sin que se escuchen verdaderamente entre sí los que los componen? ¿No será la virtud de escuchar el gran elemento vivificador de grupos y de equipos?
“La virtud de Escuchar” (Extractos)
Comprendo que para vivir el Mandamiento Nuevo (para ser cristiano) me es indispensable conocer al «otro», que me es imposible conocerlo si no le escucho a él. No se trata de un problemita, ni de algo bonito e interesante, sino de la base sobre la que he de construir mi cristianismo.
Algo sé de lo que tengo que hacer, y puedo enunciarlo así - Tengo que desplazar el centro de interés de mi YO al YO del «otro»- Tengo sobre todo que auscultarle mientras escucho sus palabras, como auscultan los médicos los ruidos del pecho. Más que las palabras en sí mismas, he de atender qué ecos, qué repercusiones, qué heridas viejas y nuevas, qué
Y yo, ¿escucho, de verdad, al otro? ¿Escucho, de verdad, al Otro? ¿Escucho al Cristo que habita en las alegrías y tristezas de las mujeres y hombres del mundo obrero? ¿De mi mundo obrero, cercano, cotidiano? ¿Cómo le escucho? ¿Qué me dice? ¿A dónde me lleva? ¿Dejo a Cristo abrirme los oídos? 3
19º Domingo del T. O.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Puedo continuar con esta oración, sintiendo que es Dios quien me habla:
ABRE LOS SENTIDOS
Gusta sin pensar en precios, pues es gratis, todo lo que tienes y se te ofrece: la vida a raudales, tan patente; el hambre que no puede masticarse. ¡No me digas que tus papilas no están hechas para tales sabores!
Escucha atentamente, afincado en la realidad siempre, esos silencios que hablan, esas voces de angustia y esperanza, esa sinfonía humana no acabada. ¡No me digas que tus tímpanos carecen de tal gracia!
Y si un sexto sentido tienes, como a veces se dice, haz que por él penetre lo que es espíritu de tu vida y alimento de tu carne y sangre: las estructuras y detalles de ese Reino que llora y crece. ¡Todo lo que yo pensé y recreo, y todo de lo que sois artífices! ¡No me digas que renuncias a lo que te ofrezco con amor de Padre y Madre, o que me he equivocado contigo en esta aventura amante…!
Olfatea hasta embriagarte, esos olores y perfumes de flores y basureros a tu alcance, de personas con sudor en su frente, de pueblos, vidas, ideales, haciéndose, muriéndose. ¡No me digas que eres insensible a náuseas y fragancias!
Palpa así, suavemente, como sabes, esas costras y blandas realidades, esos hermanos con heridas para besarse, esas soledades aisladas para no tocarse, esas estructuras tan frías para abrazarse. ¡No me digas que tus yemas táctiles ni sienten ni se estremecen! Mira con tus ojos penetrantes, y ve el inmenso horizonte que existe, eso que nadie enseña serena y dignamente, lo que el mundo esconde de forma vergonzante. ¡No me digas que tus pupilas son reacias a las tres cuartas partes de la realidad existente!
¡No me digas que te escandaliza la pequeñez del Reino, mi vida con aire nuevo, o las consecuencias de tu actuar profético! Oh Señor, aquí estoy; ábreme los sentidos para escuchar, olfatear, palpar, mirar, gustar y vivir como Tú
F. Ulibarri
Termina agradeciendo al Señor este encuentro, expresando a lo que te compromete, y ofreciendo, una vez más, tu vida, junto con la de las mujeres y hombres del mundo obrero…
Señor Jesús, te ofrecemos todo el día… María, Madre de los Pobres, Ruega por nosotros
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