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Entrevista Xaro Castelló, del Movimiento de Trabajadores de Europa:

«La voz de la Iglesia ha de ser más significativa ante el sufrimiento que la economía causa en Europa» Guillermo Juan Porcar

Xaro Castelló, de 45 años de edad, casada y con dos hijas, representa a la HOAC en la sección europea del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC). Cada cuatro años el MMTC celebra una Asamblea Internacional a la que acuden delegados de todos los movimientos que lo componen. La próxima tendrá lugar en Nantes (Francia), en otoño de 2009. Es en ese espacio donde se marcan las líneas comunes de trabajo para los siguientes cuatro años.

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l Movimiento de Trabajadores Cristianos de Europa (MTCE), con sede en Bruselas, cuenta con un equipo coordinador compuesto por un coordinador, una presidenta y un tesorero, además de un representante por cada uno de los movimientos integrados. Xaro Castelló es la voz de los trabajadores españoles dentro del MTCE. –¿Cuáles han sido las prioridades del MTC-E en los últimos años? –Durante estos últimos cuatro años hemos tratado de concretar en Europa los objetivos marcados a nivel internacional en la última asamblea. El lema «Por un trabajo decente» ha dado cuerpo a toda nuestra labor de documentación, debate, pronunciamiento, sensibilización…, sobre la problemática de los trabajadores en la UE. Esta dedicación se ha traducido en la campaña «Seguridad social para todos», para la que se ha elaborado el

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«Libro blanco sobre la seguridad social en Europa», en el que se analizaba la situación y las coberturas sociales de los trabajadores europeos. Tuvimos oportunidad de presentarlo a la Comisión de Acción Social del Parlamento Europeo, a algunos parlamentarios, también al Grupo Europeo de Pastoral Obrera, a la Confede-

ración Europea de Sindicatos, a la Conferencia Episcopal Europea y a algunas agencias de desarrollo. El tema de los trabajadores inmigrantes en Europa también ha formado parte del trabajo de estos años, en concreto en dos seminarios celebrados en nuestro país (Sevilla y Barcelo-


Entrevista na) se ha abordado esta problemática. Entendemos que hablar de unas condiciones laborales justas, seguridad social para todos los trabajadores, un buen trato a los trabajadores inmigrantes, es hablar de trabajo decente en Europa. Otro objetivo en el que llevamos trabajando es consolidar el movimiento (MTCE) en Europa para afianzar un trabajo sólido, ser interlocutores ante instancias europeas… Para ello estamos trabajando en la redacción de los estatutos, además tenemos pendiente la obtención de recursos económicos para sustentar la estructura que nos permita realizar las tareas y objetivos que nos hemos propuesto. –¿Qué retos de futuro se ha planteado el MTCE? –Primero, conseguir financiación. En Europa este es un problema aunque todavía podemos seguir trabajando y realizando los encuentros. En cambio a nivel internacional el problema es más crudo. Se está dando la situación de que las grandes agencias de solidaridad en Europa priorizan la promoción de acciones donde los resultados son visibles (escuelas, casas, bibliotecas, hospitales…) frente a la financiación de estructuras organizativas. El nivel internacional requiere de una cantidad económica muy importante, pensemos simplemente en la posibilidad de desplazamiento en la región del Caribe, América latina, las Islas Sheichelles o en la región de Asia.

ten muchas situaciones que están viviendo los trabajadores de las que la Iglesia debería hacerse más eco. Ante problemas tan comunes debería ser una aspiración y un reto intentar responder desde propuestas de evangelización teniendo voz como Iglesia Europea.

Segundo, ser interlocutores válidos para los trabajadores en instancias europeas sin suplantar el trabajo o labor de estructuras sindicales o políticas. Queremos ser una voz de crítica, de reflexión, de propuestas de otras formas de vivir y de ser trabajador, distinta a los parámetros que la economía actual nos marca. Tercero, la integración y confluencia con los movimientos de los países del Este. Siendo una riqueza las características diferenciadoras de su forma de vivir el cristianismo, su historia del mundo obrero…, con respecto a la Europa occidental, tratamos de buscar los puntos de confluencia y los aspectos comunes en los problemas que se abordan. Por ejemplo, en el tema de la inmigración los posicionamientos y problemáticas depende de si se es país de emigración o de inmigración. También hay un reto en la Iglesia Europea y en el mismo MTCE. Exis-

«Ante la experiencia del miedo a perder relevancia social, ¿la Iglesia ha de entrar en estrategias de pura doctrina o tiene que mirar a la cara de toda la gente que está sufriendo?»

–¿Por qué es importante la dimensión internacional en la defensa de la dignidad de los trabajadores? –Hoy día no podemos pasar por alto la dimensión internacional de cualquiera de las actuaciones que hagamos por muy locales que sean, ninguno de los movimientos regionales puede ser ajeno a su homólogo en el Caribe o Asia. Sería un mal modelo que en el seno del movimiento mundial (MMTC) no existan cauces verdaderos de solidaridad con otros países…, eso es fundamental para ser coherentes con lo que decimos. Este anhelo nos hace caer en la cuenta de que cuando hablamos de los trabajadores y de las causas que provocan su explotación y su pobreza estas no son tan ajenas de unos países a otros; en cambio sí que son muy distintas las consecuencias desde el punto de vista laboral, la salud, la formación, las condiciones laborales o las repercusiones a nivel familiar. –¿Cuáles son las próximas campañas a nivel europeo y cómo puede un movimiento europeo de cristianos dedicado al mundo de los trabajadores no interferir en la labor sindical? –El movimiento alemán nos ha propuesto a nivel europeo una nueva campaña al estilo del trabajo realizado con el libro blanco. Se denomina «Por un domingo libre» y trata de poner el dedo en la llaga de cómo las condiciones laborales afectan a la vida familiar. Y se fija en el domingo, no sólo porque sea el día del Señor

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para los cristianos, sino también porque la precariedad, la flexibilidad y la falta de unos horarios razonables de trabajo, han llegado al punto de estar impidiendo la vida familiar. Somos unos más en el engranaje internacional que ve y entiende que el desarrollo de su acción no sólo debe quedarse a niveles locales, y más cuando estamos en una sociedad mundializada; el problema es que muchas veces no tenemos las herramientas para que nuestra actuación sea suficientemente significativa. Desde nuestra experiencia y la experiencia de sufrimiento de tantas personas a causa de una determinada manera de organizar la economía, desde el convencimiento como cristianos de la dignidad de toda persona humana, evidentemente queremos influir allá donde se toman las decisiones, sean el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo o la Confederación de Sindicatos. Ser interlocutores sí, pero no se trata de suplantar, nunca lo hemos pretendido, sino de «trabajar con» y llevar la voz de los trabajadores allá donde se van a tomar las decisiones. –¿Cómo valora desde su experiencia y contacto con otros cristianos de Europa el problema de la pérdida de relevancia de la Iglesia en Europa?

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–No conozco mucho las iglesias europeas. Me da la sensación que hay Iglesias europeas que tienen mucho más en cuenta la Doctrina Social de la Iglesia a la hora de ir marcando las líneas pastorales, por ejemplo, en Alemania. La Iglesia de Europa creo que tiene el mismo reto que la Iglesia a nivel mundial: los pobres. A la vez la Conferencia Episcopal Europea tiene el reto de ver a qué Jesús propone y cómo lo propone en una Europa que, si bien tiene unas raíces cristianas, tiene unas formas de ser muy plurales y diversas en la vivencia de este cristianismo. No es que no debamos estar preocupados por la ola de secularización en Europa, que es bárbara, mayor que en España. El tema es si la Iglesia, y en ella todos y cada uno desde nuestra propia identidad, planteamos una serie de estrategias que nada tienen que ver con la realidad de lo que la gente está viviendo y sufriendo. Ante la experiencia del miedo a perder relevancia social, ¿la Iglesia ha de entrar en estrategias de pura doctrina o tiene que mirar a la cara de toda la gente que está sufriendo? En Europa hay muchos pobres y muchos de ellos derivados de la falta de trabajo, de la precariedad en el empleo y de las condiciones y los sistemas de Seguridad Social que hay en esos países. No están sufriendo por el problema de la increencia o porque las manifestaciones religiosas sean de una determinada forma u otra, sino que sufren por la manera que tenemos de organizar la economía y los recursos humanos. Creo que ahí la Iglesia habrá de ver cómo hace para que su voz sea realmente significativa en Europa.

–¿Cómo valora su experiencia en el MTCE? –En el Movimiento Junior de Acción Católica, siendo responsable de formación, ya formé parte del equipo europeo. Siempre me ha gustado esta dimensión porque te ayuda a ver la realidad con muchos matices y te lleva a entender que existen otras esferas en las que se toman decisiones y que no podemos olvidar a la hora de entender lo que ocurre en la realidad y a la hora de diseñar soluciones. Después de cuatro años, pasado ya el susto inicial, sigue siendo un reto el poder compaginar esa dedicación con otras tareas en la vida. Siento no poder dedicarle todo el tiempo que quisiera. Me gusta ver cómo un movimiento tan sencillo y con tan pocos resortes como son el MMTC o la misma HOAC se creen «lo internacional» y apuestan por un Fondo de Solidaridad Internacional, porque creen que las personas han de ser las protagonistas, porque consideran que la formación crea conciencia, madurez y responsabilidad siendo una herramienta tan válida como el dinero. Participar en ese proyecto me gusta. La experiencia está siendo positiva y a veces se vive con dolor dado que los mecanismos de solidaridad están en ocasiones muy dominados por criterios de individualismo y de querer salvarnos nosotros primero. Me siento privilegiada por participar en estas cosas, por la formación, por la posibilidad de entender, de encontrarse con las personas (su riqueza cultural, su calidad humana), el esfuerzo por superar lo que pueden ser barreras como el idioma, la esperanza de saber que es posible una sociedad más justa y humana…, todo ello te enriquece muchísimo. Los resultados del nivel internacional muchas veces son poco visibles. Se trata de ir proponiendo mecanismos de diálogo, de encuentro, de solidaridad.■


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