Julio 2011

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egar a los 40 años de vida institucional en una organización social no es tarea fácil, en especial en los actuales momentos donde no sólo se escucha hablar sino también se sienten las “crisis”. Crisis económica, ambiental, de liderazgo, de valores, en fin. Pero ¿Cómo Hogar de Cristo sobrevive en las dificultades? Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús y cuya fiesta celebramos el pasado 31 de julio, nos esboza la respuesta: “Actúa como si todo dependiera de ti y confía como si todo dependiera de Dios” Así, a lo largo de los años y con el esfuerzo y sacrificio de muchos y muchas, lo hemos ido moldeando en el tiempo, sustentable y confiable, de manera prudente pero audaz, rompiendo paradigmas y poniendo en práctica nuestra capacidad de innovación, atentos a lo que ocurre en el entorno, adecuándonos a nuevos contextos y sumando a diversos actores en torno a un ideal o imaginativo colectivo. Soñamos, pero con los pies puestos sobre la tierra, en forjar una plataforma para una vida plena, o Buen Vivir como proclama la Constitución Política del Ecuador, que garantice la real aplicación de los derechos y la participación en la toma de decisiones de las personas que están en mayor situación de pobreza y vulnerabilidad.

Igualmente, no hemos estado exentos de transitar en medio de las dificultades, errores y aciertos pero en todo momento, y de manera indiscutible, hemos contado con la protección de quien lleva el timonel: Jesús de Nazareth. Celebramos, damos gracias a Dios, nos regocijamos conjuntamente pero recordamos también que sólo hemos hecho “lo que teníamos que hacer” (Lucas 17, 10). Seguimos soñando, seguimos confiando, seguimos esperando. Nos reconforta y fortalece saber que desde hace años contamos también con las oraciones de las Hermanas Clarisas, quienes están de Fiesta por sus 800 años de fundación. Reiteramos nuestro compromiso, ratificamos nuestra opción. Invitamos a celebrar y a seguir caminando con nosotros en el servicio a los más pobres y excluidos, en la búsqueda de condiciones más justas y dignas para todas y todos. Gracias ante todo a Dios, pero gracias también a quienes han hecho posible nuestro caminar.


Elena Amilibia Munárriz*

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a inquietud se forjaba en nuestro interior desde hacía años…Vivir un tiempo en Latinoamérica, darnos al encuentro, ofrecer lo mejor de nosotros, tocar una realidad diferente, aprender de un lugar y unas gentes distintas… Y nos encontramos, al fin, con el momento para llevarlo a cabo: yo acababa de terminar mis estudios y mi pareja, Mario, no estaba trabajando en ese momento… Pero, ¿cómo?, ¿con quién? Ambos hemos estado siempre vinculados a los Jesuitas (por estudio, trabajo y voluntariado) y fueron ellos, a través del consejo y la ayuda de Fernando Gálligo y Daniel Ycaza (¡gracias!), quienes nos pusieron en contacto con Hogar de Cristo

A lo largo de nueve meses he tenido la fortuna de compartir mi vida con las mujeres y los niños y niñas que viven acogidos en la Casa Hogar de Nazareth, con algunas y nos permitieron dar forma a un proyecto vital familias que viven por los sectores próximos a tan importante como este. Y no lo afrontaba la Sede de Hogar de Cristo ubicada en Monte sola, sino junto a mi mejor amigo y compañero Sinaí, con mis compañeras y compañeros de vida, ¿con quién mejor? colaboradores de Hogar de Cristo y con mis compañeros y compañeras de voluntariado. Y ahora… ¿Por dónde comenzar? Me ¿Qué ha supuesto todo lo vivido? Escribo pedían un pequeño testimonio, pero me estas líneas desde mi país, regresé hace temo que no voy a lograr crear un coherente una semana, pero a pesar de haber puesto escrito que cuente ordenadamente mis distancia (siento que tan sólo es una distancia vivencias como voluntaria. Creo que acabará física, pues mi sentir sigue plenamente pareciéndose más a la página de un diario o a conectado con todas las personas de allá) la carta que escribes a un buen amigo. Por otro todavía no soy consciente de todo lo que lado, cuando algo es tan intenso, tan emotivo, significa y va a significar en mi vida este tan vital, tan significativo, resulta complicado tiempo compartido, ni hacia dónde me va a y quizás poco conveniente delimitarlo en un llevar… formato demasiado estructurado.

*Elena es española, nacida en Pamplona. Tiene 25 años y es graduada en psicología, con especializaciones en las ramas clínica y social. En su hoja de vida destaca su entrega por el servicio a las personas en condiciones de vulnerabilidad, ha colaborado como voluntaria en muchas organizaciones europeas y sudamericanas.

Lo que sí sé, con certeza, es que los niños y niñas de la Casa de Acogida me han regalado un amor desbordante, su ternura y su cariño son rotundos y, a pesar de las dificultades, han llenado mis días de alegría y de vida. He sentido que las mujeres que viven en la Casa de Acogida han depositado en mí


pero también muy dolorosos. A pesar de que es incómodo y duro, creo que es fundamental sentir ese dolor, pues nos permite acompañar mejor a nuestros hermanas y hermanos, da todavía mayor fuerza y sentido a nuestra indignación y hace de nuestra lucha por un mundo más humano un eje fundamental de nuestra existencia. Al despedirme muchas familias, compañeras y compañeros de trabajo y las mujeres de la Casa de Acogida me daban una confianza muy grande, me han dado han sido mi refugio, mi espacio de risas y las gracias… ¿Gracias? Soy yo la que está profundamente agradecida con vosotras, innumerables muestras de cariño y me han desconexión. con vosotros y con vuestros niños y niñas, enseñado el coraje y la fortaleza de las No todo han sido encuentros y bondades, pues me habéis ayudado a crecer, habéis personas que no se rinden. pues vivir como voluntaria en Guayaquil ampliado mis horizontes, habéis ensanchado Las familias a las que he podido acompañar implica también tocar muy de cerca la mi corazón y me habéis convertido en una (y las que a su vez me han acompañado a injusticia, sentir la vulnerabilidad y el mejor persona. Gracias infinitas a todas y a mí) a través del espacio de Formación y sufrimiento, sensaciones que se abren paso todos por formar parte de mi vida, de mi sentir Capacitación han creído en mí más de lo a través de todos los sentidos con gran y de mi sentido, ahora y para siempre”. que yo misma creo y han depositado en mi intensidad, sin dar tiempo muchas veces a la interior el mayor de los tesoros: su intimidad, asimilación. Han sido unos meses muy felices compartiendo conmigo sus luces y sus sombras. La gran mayoría de mis compañeras y compañeros de trabajo me ha acogido con una gran calidez, me ha ofrecido su amistad y me ha permitido aprender de su profesionalidad y sobre todo de su humanidad. Mis compis voluntarios y voluntarias y mi pareja me han sostenido y reconfortado,



Anita Mariño y Luis Távara Gerente de Desarrollo Institucional y Director Social, respectivamente.

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atrick aterrizó un buen día en Guayaquil y venía contento. Con su facha de extranjero desgarbado y un castellano masticado, nos dijo como en secreto: ¡karramba, parrece que en el Hogarr de Kristo nadie se duerrme sobre sus laurreles!

Su frase nos quedó dando vueltas y luego él mismo se encargó de explicarla: el proyecto que venía a revisar no sólo marchaba estupendamente, sino que era el mejor de la región. Al ver nuestras caras de sorpresa, añadió: “se nota que aquí están los jesuitas; y a propósito ¿qué tal el nuevo director?”. Pues, rompiendo paradigmas, respondimos con una sonrisa. Jamás darse por satisfechos, preguntarse siempre por la mejor manera de servir, dirigirse a los más pobres, permanecer atentos al entorno e innovar, innovar e innovar, son algunas de las claves de la espiritualidad ignaciana que animan a este Hogar de Cristo, dirigido por la Compañía de Jesús. Y créannos que no es tarea fácil. El conformismo y las soluciones fáciles acechan por todas partes. Por eso los procesos de cambio profundos, como el que hemos iniciado, corren siempre el riesgo de ahogarse en el intento.

Queremos un Hogar de Cristo capaz de pensar y obrar el Desarrollo desde la enseñanza social de la Iglesia. Sintonizamos a fondo con las ideas del Papa Benedicto XVI: ante todo, ser capaces de lograr cambios profundos en el modo de entendernos como organización; adaptarnos siempre con flexibilidad a las situaciones concretas; tener en el centro de nuestra preocupación las condiciones de vida de los pobres, buscando siempre su implicación directa en la planificación y realización de los proyectos; promover la economía solidaria para llegar a una democracia económica, dando forma y organización a iniciativas económicas que generen nuevas dinámicas territoriales (Cfr. Caritas in Veritate). Y con todo dinamismo, incidir políticamente en los centros de decisión, tal como nos lo pide la Compañía de Jesús, tendiendo puentes entre los más excluidos y quienes tienen capacidad para cambiar la suerte de estos. Una incidencia que se concrete en leyes, reglamentos y ordenanzas diseñadas para, con y desde los pobres. Como diría aquel “grafiti” del famoso Mayo francés, “seamos realistas, exijamos lo imposible”.


Invitamos a 10 compañeros de la Corporación para que compartan sus experiencias y vivencias en el diario impulso laboral de una organización social como HdC, recibimos la respuesta de ocho talentos. La mayoría de sus contestaciones denotan la vocación por el servicio y la entrega para trabajar denodadamente en la transformación de la sociedad ecuatoriana por caminos de mayor justicia y solidaridad. Pero, lo más valioso que HdC tiene de ellos y de todas las personas que desde aquí entregan diariamente sus energías físicas es el corazón de cada uno, un corazón sensible, con mística y compromiso con el prójimo, es parte de la clave del éxito para celebrar los primeros 40 años de vida institucional


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umplí 30 años. Estoy casado y tengo tres hijas, la edad de mi primogénita es de tres, la segunda está en el cielo y la tercera nació la semana pasada. Me gusta disfrutar la vida pero en familia, también le doy espacio a la lectura, en especial los temas de medicina interna. Soy doctor en medicina, presto mis servicios profesionales en HdC desde hace tres años. Ingresé a trabajar en el Subcentro de Salud Nº 5 “Casa del Tigre”, luego pasé al Subcentro “Las iguanas” y actualmente me desempeño en el Dispensario que atiende en medicina preventiva y curativa al personal que labora en la institución. Cuando me gradúe como profesional trabajé en las zonas rurales, tuve ofertas de trabajo que no me convencían, hasta que llegó la propuesta de HdC. No lo pensé dos veces y acepté el ofrecimiento porque me gusta trabajar con las personas que más necesitan, que, a lo mejor, no tienen para pagar una consulta de calidad. Aquí fui conociendo e identificándome con la misión y visión de esta obra social. Me enamoré de ese sueño del padre Alberto Hurtado de buscar a Cristo en la gente que más necesita y aportar con mi grano de arena a esta gran familia, como alguna vez también me lo dijo el Hermano Roberto Costa. Trabajar junto a las personas a las que se vulneran sus derechos tiene sus recompensas, en el momento que te dicen “Gracias Doctor” o con la sonrisa de una niña que se ha curado del mal que la aquejaba, son detalles que llenan el alma. Es grandioso ver cómo con el conocimiento que uno tiene puede contribuir a mejorar la calidad de vida tanto de niños, niñas y adultos de escasos recursos. Mi visión desde que entré a estudiar medicina fue ayudar a las personas que más necesitan, trabajar en una obra social como está es relacionar mi sentir, mi pensar y mi actuar. Quiero a través de mi profesión continuar ayudando a mejorar la calidad de vida de las personas que más necesitan, aplicar mis conocimientos para esta gran obra en la que Dios me invitó a trabajar y quizás, en algún momento a futuro, ir más allá”.


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aboro en HdC como jefe de cartera, actividad que desempeño desde hace 10 años. Trabajar en HdC para mí es una bendición, porque Dios así lo quiere. Aquí puedo transmitir lo que significa la responsabilidad y el compromiso que uno le debe primero a la familia, así como a la comunidad. Lo que más me ha golpeado en la década de permanencia en esta obra social es ver diariamente a niños y niñas sin futuro por causa de la desintegración familiar, esta situación hace que valore y mantenga la unión con mi esposa y nuestros hijos, un joven de 22 años y una niña de 18. Si pudiera ir más allá en mi trabajo, si tuviera la posibilidad de tener el poder para cambiar algo a favor de los pobres me gustaría contar con las influencias para que las políticas del Buen Vivir lleguen a donde tienen que llegar, a todos los sectores pobres y vulnerados pero de manera eficiente, eficaz y oportuna”.


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oy Patty de la Cruz, estoy casada con Kléber Bravo y tenemos tres hijos, dos de ellos están en plena adolescencia y me río de sus ocurrencias, en fin, disfruto mucho con ellos. En HdC tengo doce años trabajando. Bastante, ¿verdad? Y la considero una oportunidad para servir a las personas que más necesitan y ver la realidad más de cerca. Esto, sin duda, me ayuda a mejorar como ser humano, pensar diferente y ver un entorno que a veces preferimos ignorar . Pienso que desde el puesto que desempeñas, si lo realizas con agrado y con responsabilidad ayudas muchísimo a transformar el mundo. Actualmente trabajo como Asistente Administrativa de Proyectos, pero cuando estaba en ventas visitaba a las socias, veía las necesidades que tenían las familias, aparte de la falta de vivienda, la mayoría carecía de los servicios básicos; me ponía a pensar y a la vez las admiraba, cómo ellas podían vivir esa situación, sin embargo, muy aparte de esas privaciones materiales lo que más necesitan algunas personas en condición de pobreza era ser escuchadas. Quiero compartirles una anécdota de cuando trabajaba en Ventas de Vivienda. En una de las visitas que realicé en el sector de la Vía a Daule había una socia que tenía una pequeña casa de bloque con piso de tierra, quería una “casita cura” para aumentarla arriba de su casa de cemento y así tener más espacio porque tenía tres hijos adultos, solteros, entre 25 y 35 años. Todos trabajaban en albañilería, conversé con ella y le dije que por qué no le sugería a sus hijos, aprovechando que tenía la mano de obra, para realizar un préstamo

y hacer el aumento también de cemento. Terminé la visita, le di una cita para que regresara y no la volví a ver, hasta que luego de dos años, en un colectivo, me saludó y me dijo “hola niña Patty, cómo le va ¿se acuerda de mí?”. Creo que me dijo así porque yo la saludé por educación pero no porque me acordara de ella. Y prosiguió: “Yo soy la señora que usted visitó y mis hijos son albañiles, mire ya tengo mi casa y no de caña sino que ellos mismo la construyeron de cemento”. Ahí recién me acordé y no saben lo bien que me sentí porque de alguna manera lo que le dije en aquella visita mejoró su calidad de vida y por qué no, integrar más a esa familia. Definitivamente cada ser humano va cambiando y mejorando su vida con los años, su forma de ser, para mí es un cambio y una invitación a aportar con mis talentos a las personas que tienen necesidades de toda índole. Además, puedo decir que es un regalo de Dios, a más de ser mi primer trabajo, realicé mi primer ejercicio espiritual, no saben cómo lo recuerdo, es como cuando tú haces tú Primera Comunión o te casas por la iglesia o das a luz, los evocas por siempre. Pienso de una manera diferente, realmente es un cambio positivo, a pesar de la adversidad, de las cosas que te suceden o sientes que ya no das más y que no hay solución a los problemas, encuentras una luz. Una sugerencia para la familia de HdC es que desde la actividad que realicemos, ya sea construir un panel, preparando informes, visitando socias, las relaciones entre nosotros, etc., nuestro trabajo lo hagamos con responsabilidad, muy bien y queriendo mejorar siempre”.


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oy casada, tengo dos hijos Emilia y Mathias. Cuando no estoy en HdC me dedico cien por cien a mi familia.

Cumplí cinco años trabajando en la Corporación. Para hablar con honestidad, cuando llegue aquí no sabía cuál era su actividad, conforme pasaban las entrevistas que me realizaron, que dicho sea de paso fueron seis, fui entendiendo y conociendo la maravillosa obra que realizamos. Venía de laborar en grandes empresas comerciales cuyo único interés era generar ganancias, sin importar lo que se tuviera que hacer, por eso también en su momento me deslumbro ver en HdC cómo había personas que desinteresadamente aportaban su granito de arena para ayudar a mejorar la calidad de vida de aquellas personas menos favorecidas. Desde mi lugar de trabajo, en oficina, poco en campo, se gestiona la consecución de donaciones y captaciones que ayudan a sostener algunos de los proyectos que se ejecutan en HdC. Procuramos mejorar la calidad de vida de muchas familias a través de la subvención para una vivienda digna, un desayuno escolar, el mejoramiento de la infraestructura de alguna escuela, en fin, es gratificante saber que con nuestro trabajo estamos devolviéndole la dignidad a los más pobres. Estar en HdC, sin duda alguna, me ayuda a ser mejor persona, a reconocer que hay prioridades en la vida, que hay otros u otras que tienen menos posibilidades de las que uno tiene y sin embargo no reniegan como muchas veces, inconscientemente, lo hacemos y, obviamente me ha conllevado a ser más agradecida con Dios por las posibilidades que me ha dado de crecer profesionalmente y por permitirme inculcarles a mis hijos ser personas de bien, dadas a servir y con una sencillez que los caracterice. Yo considero que debemos trabajar más en equipo, participar más en los procesos que tienen mayor cercanía con las socias, para conocer de cerca la realidad que viven y de esta manera buscar sino la solución, una luz que los guie para alcanzar una oportunidad”.


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engo dos bellos hijos, Geanella de ocho años y Santiago de ocho meses con quienes comparto todo el tiempo que no estoy en la oficina. Desde hace 11 años Dios me abrió las puertas para que colabore en esta gran obra, y aquí estoy. HdC es una experiencia única y cada día tengo presente las palabras del Hno Roberto quien nos motivaba con estas palabras, que en cada persona que llegue hasta aquí debemos ver el rostro del mismo Cristo que viene a pedirnos ayuda. Trabajar en HdC ha sido de mucho provecho, he tenido la oportunidad de conocer y compartir con familias que viven en situaciones de verdadera pobreza y con grandes dificultades más que para cualquiera de nosotros, pero sin embargo, la mayoría de ellos han sabido salir adelante con sus problemas y son realmente felices. Esto es muy admirable. Me gustaría ayudar a solucionar realmente los problemas de las personas en situación de pobreza. Una casa es una parte de la solución pero no todo está remediado, hay muchas dificultades de salud, especialmente en los niños y requieren de atención urgente. Eso me preocupa mucho”.


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ací en Libertador Bolívar, en la provincia de Santa Elena. En mi comuna los habitantes se dedican al turismo y a la elaboración de artesanías. Los fines de semana viajo para allá a visitar a mis padres, jugar futbol en la arena y cuando hay feriados largos entrenar a niños en esta disciplina. Ingresé a HdC hace tres años seis meses, es el lugar ideal para ayudar a muchas personas. Para mí el trabajo junto a los pobres tiene mucho significado, a través de la siguiente anécdota voy a tratar de resumirlo. Un día subí a un bus y también lo hizo una señora quien solicitaba a los pasajeros una ayuda económica para comprar medicinas para su hijo enfermo, ella lloraba con mucho sentimiento, cuando pudo reponerse le pregunté cuánto necesitaba y me dijo $6,00. Para ella, en su extrema pobreza, era una cantidad descomunal, para mí podía proporcionárselo porque gracias a Dios tengo un trabajo que me permite tener un presupuesto para pagos y esparcimiento. Situaciones como esta me motivan a trabajar con más empeño, inclusive por venir de una familia muy humilde porque he palpado las vicisitudes que se tienen que sortear en la pobreza, sé lo que implica ayudar a mi gente, es un compromiso y una entrega desinteresada. Desde mi lugar de trabajo, como analista de proyectos, desempeñarme con total honestidad es como puedo contribuir para que los más necesitados alcancen una mejor calidad de vida, porque a través de la elaboración, seguimiento y ejecución de un programa contribuimos a que las personas tengan un ambiente familiar adecuado, inculcando el respeto entre ellos. Así apoyo a que las futuras generaciones sean mejores en la convivencia como comunidad”.


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studio Administración Pública y tengo un hijo de 11 años. Junto a él paso verdaderos ratos de alegría y distracción, mi tiempo libre, sábados de tarde y domingos, salimos al cine, nos vamos a comer helados y también de compras. El 22 de Agosto, un día antes de mi cumpleaños, cumpliré ocho años laborando en la Corporación. Trabajo aquí porque me gusta ayudar a mucha gente y estoy plenamente identificada con la actividad social. Ocuparse de los que menos tienen es encontrar a Jesús en ellos. Me desempeño como Jefa del Proceso Desconcentrado de La Libertad, en la provincia de Santa Elena y desde aquí he palpado situaciones muy críticas. Aprendí a tratar con enfermos de VIH, cáncer, tuberculosis, escucharlos y llorar muchas veces con ellos, a darles fuerzas y ánimo para que salgan adelante, no a menospreciarlos como la sociedad muchas veces lo hace. Me queda la satisfacción de haberle devuelto la sonrisa y las esperanzas a muchas familias. Gracias a HdC conozco mi provincia de Santa Elena, aprendí a valorar lo que tengo, porque muchas personas poseen menos que yo y sin embargo son felices, en cambio nosotros muchas veces queremos tener más y más, vivimos quejándonos de que nos falta esto o aquello, el dinero no lo es todo, es necesario pero no compra la felicidad. Me gustaría implementar la CANASTA DE ROSITA en La Libertad para que nuestras socias adquieran los productos de primera necesidad a precios muy bajos”.


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stoy casada , soy mamá de dos hijas y la mayor parte del tiempo de mis ratos libres lo ocupo en la revisión de los cuadernos y tareas de mi hija de 10 años. En HdC me desempeño desde hace 22 años como supervisora de cobranzas. Me enamoré de esta institución cuando cumplí la edad de 19, gracias a mi querido y siempre recordado hermano Roberto. Siento cariño y alegría cuando puedo ayudar a las personas humildes; ternura frente a los infantes y tristeza al ver a niños y niñas discapacitadas sin atención médica por falta de dinero o desconocimiento para buscar atención en los lugares donde los pueden ayudar. Trabajar junto a ellos y a las familias en condición de pobreza me ha enseñado a ser agradecida con Dios, así como a valorar la vida en todas sus dimensiones. Desde mi lugar de trabajo quiero hacer más de lo que hago, quisiera poder dar un trabajo digno para nuestras socias y que sus hijos e hijas asistan a guarderías en donde estén bien cuidados y atendidos para que ellas puedan trabajar sin preocupación. Además, tenemos en nuestra base de datos tantas socias de edad avanzada quienes no cobran el bono por falta de inscripción”.




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