Muestra marabunta

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MARABUNTA

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Manifiesto que no es manifiesto Hace veinte años pululaban los manifiestos. Esos autoritarios documentos renovaban el arte, abolían la puntuación, evitaban la ortografía y a menudo lograban el solecismo. Jorge Luis Borges.

La columna roja de Marabunta, o Manifiesto que no es Manifiesto (para que Borges no se enoje con nosotros), o, si fuéramos una revista aburrida de literatura: Comentario editorial Número 0 ¡La Marabunta se pone en marcha! Aquí es donde nos presentamos y decimos lo que la Marabunta es. Aquí es, por lo tanto, donde no sabemos cómo empezar. Entonces, como cualquier hormiga que no conoce el significado de una palabra -o el camino para llegar a ella-, recurrimos al diccionario: Marabunta* -s. f. Todo aquello que es junto y revuelto. -f. Aquello que se hace con muchas manos. -Muchas cabezas piensan mejor que una. Creemos. -adj. Roja y montonera. -Referente a las comunidades y cada uno de sus integrantes, ej.: "Yo soy yo y mi Marabunta". -Lo que da placer y gusto. -Andar de ~ -Hacer revistas según independientes. -Con la ~ -De las buenas compañías y sus beneficios. -Vales para pura ~ -Sobre las cualidades excepcionales de algo. *Del Diccionario general ilustrado de maravillas naturales.

Una vez comprendido el concepto de "Marabunta", ejercemos uno de nuestros derechos predilectos: el derecho a divagar. Nos gusta el arte, principalmente la literatura. Por eso decidimos hacer una revista de letras (por eso y porque fracasamos al intentar convertirnos en estrellas porno). Por otro lado, no nos gustan las jerarquías. Somos una columna de individuos transformándose en una marea que se desborda. La Marabunta existe sólo como forma colectiva: cada sujeto es la prefiguración del otro, aunque libre e independiente. Buscamos un trabajo común y compartido. Somos la Marabunta sin reina. La Marabunta es una congregación, un coloquio de voces: comunicación combativa. ¿Y qué combatimos? Combatimos la aparente deriva en la que camina el hombre, la modernidad que fracasó, y la posmodernidad que resultó todavía peor. El sistema político-económico que fomenta la guerra, el hambre, la explotación humana, el consumismo y el daño ambiental; los zombies que inundan las banquetas, las vallas-publicitarias que han reemplazado el horizonte; las oligarquías, las dictaduras, y los pleonasmos; las plazas comerciales -templos contemporáneos- que han secado los parques y plazas públicas; el racismo, la homofobia, y el miedo a lo distinto; la educación productivista no-pensante; que los tacos de barbacoa engorden tanto; la falta de centros culturales; el exceso de conductores que no usan las intermitentes y la falta de alternativas urbanas sustentables; que Christian Alejandro Garcia Vazquez no tenga novia, los libros de autoayuda; al arte tiránico y mercenario… Combatimos, en fin, a los secuestradores del mundo. No nos malinterpreten, no pretendemos cambiar todo esto para mañana (quizá para dentro de unos cuantos cientos de años). Pero confiamos en la inevitabilidad del cambio, y confiamos en el arma que tenemos: el arte. Sin necesidad de dogmas o de sangre, el arte tiene siempre implícita una propuesta de mundo.


No sabemos lo que el arte es o debe ser. Pero en definitiva, tenemos idea de lo que no queremos que sea:

¡El arte no es una mercancía! El artista debe comer, desde luego, mas no por ello bajarse los pantalones y esperar a que la industria le aplique la ley de herodes. Dedicarse al arte hoy es casi una sentencia de muerte: es cagarse de frío, vivir debajo de un puente; morir hambriado. Y todo para el beneficio de los saquitos y las corbatas, para atestar las vitrinas de las librerías de porquerías de venta fácil, o de libros hechos de carne de vaca sagrada. Y no, Patricio, gastar papel para hacer libros que generen montañas de dinero no es arte; eso es negocio. ¡El arte no tiene por qué ser elitista! El alimento preferido de la Marabunta son los pavo reales. Cada vez tenemos más herramientas para combatir las dictaduras literarias y la idea de que hacer arte es privilegio de unos pocos "iluminados". A la mierda la solemnidad pendeja de los intelectuales que hacen del arte un bien intercambiable por una beca del estado, o un medio para presumir su snobismo en las fiestas de alcurnia. El arte no es una idea predeterminada de hombre perfecto o mujer ideal, ni una fórmula para vivir, ni el manual de instrucciones para lograr que el universo conspire. Tampoco es un vehículo de promoción de marcas y políticos. El arte crea, destruye, y transforma. El arte cambia. Es vida y muerte. Es también una construcción perpetua y un resquicio para la supervivencia, además del germen de la duda y el pensamiento crítico. Está dado a la búsqueda y a impulsar la búsqueda, por eso inquieta y moviliza: el arte es un ensayo para la revolución. Debe nacer para la catástrofe de quien lo siente y experimenta. Nunca es inmovilizante. Es semilla y también cuchillo. Por todo esto, la Marabunta se honra con invitarlos a formar parte de este camino, de esta colonia, de esta construcción colectiva de antenas multitudinarias. La Marabunta se interesa por pensar en su mundo y tiene la firme idea de que entre más lo hagamos, lo haremos mejor. El arte será nuestro medio, y el cambio, nuestro fin. ¡Hagamos arte! ¡Vivan las guajolotas y las quesadillas de chicharrón!

Atte. La Marabunta que crece y avanza.



HeterotipĂ­as


Marabunta Santiago Ramírez Somos como hormigas que, como el tiempo, lo devoramos todo. Trabajando como máquinas, hacemos de la vida un destino. Sirviendo a los líderes de este capitalismo consumista, nos trazamos un camino que seguimos con total falta de vehemencia. Sin pasión: es esa falta la que ahora nos caracteriza. Nuestra especie ha pasado a ser un artilugio: trabajamos y trabajamos para suplir las necesidades que realmente no necesitamos, pues son una creación ilusoria de la sociedad. ¿Necesidades? Las biológicas. Al pasar el tiempo, esa fuente fluvial, los humanos han ido evolucionando, a la vez que fueron acabando con el planeta, hasta terminar en lo que los científicos llamaron Homo Sapiens Sapiens. ¡Qué barbaridad, qué definición tan embustera! Dizque Sapiens, que proviene del latín y significa, en nuestro raído y tergiversado idioma, sabio. Y para colmo se repite. Sabio un humano (!), eso es imposible, es como si en una oración cupiera la verdad y la mentira. La sabiduría en la ficción y que de ahí no salga. Ni las hormigas, ni cualquier otro animal basta, en cualquier uso de la metáfora, para definir completamente la capacidad aniquiladora que tenemos. Hemos acabo, incluso, con nosotros mismos. Así no es la vida, lo que se le llama vida, no en medio de hambrunas, guerras y asesinatos. Todas las infamias en una misma era: en la nuestra. Ya no podemos vivir; si lo hacemos nos matan y si no lo hacen, no nos percatamos de ello. Es el tiempo, ese río que fluye y fluye sin parar, el que nos arrolla, nos derriba, nos mata. De eso no nos damos cuenta. Estamos muertos y es el tiempo quien llevará nuestros cadáveres a su desembocadura: al mar de la desmemoria, al completo olvido.


Urbanismo y subjetividad: de la cuidad fragmentada al espacio colectivo Iván Resendiz. Me parece indispensable realizar un apunte crítico a la concepción de la "ciudad moderna", de la cual sobre lo macro se pueden substraer detalles profundos que nos sirven para insertar, no un determinado concepto o ideología, sino asimilar las repercusiones y toma de conciencia del impacto de nuestros actos en el desarrollo activo de los procesos de generación urbana; ser conscientes de que somos precursores de la realidad social y no solo individual. Como actores coadyuvantes de esta realidad podemos comenzar la descodificación del concepto urbanístico moderno de sus instructivos "vanguardistas", de los parches sistémicos, intuir una actitud analítica, analizar el devenir histórico que la precede y así tener los datos suficientes para tomar un apunte crítico y dialogal entre los complejos elementos que involucran la creación de espacios y en su relación con el pensamiento moderno y las repercusiones sociales de éste. Recordemos que toda manifestación y expresión cultural es producto de una compleja red de interacciones económicas, sociales, naturales enmarcadas y acotadas por una etapa histórica determinada que le otorga un significado determinado abstracto, simbólico e ideológico. Pues bien, el urbanismo, visto como resultado-reflejo de este dialogo histórico, nos arroja datos muy peculiares que tienen que ser reinterpretados; pensemos y retrocedamos en el tiempo. ¿Cómo era esta estructura vinculante en las épocas anteriores al siglo XIX? Vemos aquí las ideas de totalidad que conforman el modelo ideológico de la época antigua y podemos asimilarla como interpretación de la existencia en su propia historicidad, más tarde expresada en el materialismo histórico, en las ideas dialécticas, y en muchas de sus predecesoras; está inmersa la idea de la vida como una constante reinterpretación humana, como una sucesión de eventos cíclicos en donde es parte o a veces consecuencia de su entorno figurativo o real, explican cómo el modelo histórico de las civilizaciones la auto determina, guiado por la interacción de éste con su entorno, las expresiones culturales que lo componen, como afirmación o negación de la misma pero siempre partiendo de este origen integrador, vinculador y totalitario. Para tener un ejemplo más claro y conciso ya en términos propiamente urbanos, vemos que este pensamiento formula y da forma a los ideales, tendencias, y conceptos urbano-arquitectónicos que resultan de esta visión del mundo, del entorno y de las ideologías políticoeconómicas dominantes. Observamos así el romanticismo, neoclasicismo, barroquismo como ejemplos de materialización de las ideologías que aquí se ejercen, en este lugar se hacen praxis, esto sucede en todos los aspectos culturales, vemos claro el mensaje; vemos clara la intención arquitectónica de vincular los espacios con las ideologías dominantes de cada época, con ritmos, con acepciones espaciales bastante connotadas y referenciadas en el aspecto económico y político que cada época le intuye. Las ciudades se van creando integradas en un ritmo, en estilos muy particulares, en una idea de cohesión social, o mínimo en su sentido estilístico, es una ciudad comprometida con su intención creadora, cumple su propósito y refleja claramente este propósito. Si revisamos todas las civilizaciones antiguas vemos este concepto. Las ciudades mesopotámicas, las ciudades egipcias, aztecas todas tenían basadas en su cosmovisión un impacto reflejo en su constitución urbanística, que los integraba como ciudad, como parte de una totalidad cósmica. Dando un salto cronológico gigantesco para abreviar la reflexión, analicemos esta etapa moderna que nos atañe. Como bien sabemos, la industrialización y sus sistemas de producción provocaron los cambios más relevantes en esta generación urbana, en los medios, en los proceso y en los aspectos estilísticos, ya que la función apareció de manera expectorante en este apartado.

Y así hasta llegar a la aparición de las políticas neoliberales, ideologías y procesos que engendraron directa o indirectamente sus propias filosofías reafirmándose con ellas y que contrarrestaban la idea totalitaria del pensamiento antiguo, apareciendo y despedazando con un pensamiento desfragmentado, individualizador, separando las ideas antiguas comunicativas, socializadoras y sin asignarle un juicio de valor. Veámoslo con la línea en la que venimos dialogando esta reflexión, es decir, pensarlo como resultado de esta época; si lo pensamos así, podemos aventurarnos y decir que su carácter es confrontador y contestatario, que tiene como objetivo subjetivar el individuo, pensarlo, cosificarlo y arrancarle la idea de existencialidad totalitaria que para Sartre implicaba una responsabilidad vital, primaria y que nos sumerge y prepara el terreno de las masas para "la libertad " (libertad neoliberal que implica libertad de mercado) y en esta fragmentación del ser. Esta fórmula post-moderna pierde peso si no se fundamenta y se incrusta en un sentido de sumar todos los componentes de la estructura social. Esta idea de libertad solo sirve para reafirmar la individualización del humano y, en consecuencia, las respuestas culturales de esta idea serán sumamente subjetivas al medio y a la sociedad; la cuidad moderna y en particular la arquitectura de la misma aparece en este siglo como eso, precisamente, resultado de esta percepción y cúmulo de ideas de desfragmentación. Vemos análisis filosóficos que apuntan y estructuran la validación de las mismas, bajo esta condición, la cuidad se ve diferente se nota individualizada, fragmentada, ajena a su entorno, se nota comercializada, alienada más por las ideas consumistas que envuelven un regalo, una tienda departamental, ornamental, opulenta, es una urbanización postmoderna que cosifica al ser para insertarlo en el mercado. Aquí es donde tenemos que ser críticos y enfrentar esta idea y sus repercusiones sociales, ya que el valor heterotópico de Foucault es mayúsculo, ya que así entendemos la subjetivación que el individuo está realizando de la ciudad, pero no podemos dejar la idea ahí, esta heterotopía tiene que abstraer canales comunicativos, intrusivos y dialogales, la psicología utópica puede hundirnos más en la individualización o puede ayudarnos a encontrar el potencial sistémico que como sociedad nos une y nos vincula. Es claro que el sistema político económico mundial está entrando en shock desde los últimos años, conmocionada por su propia falta de visión integradora, por su propio apetito voraz y, aunque no se prevé un colapso inmediato, sí denota estar entrando en territorios que manifiestan su caída, ante esto tenemos que fomentar una actitud crítica en todos los aspectos, en mantener una visión propositiva. Es aquí donde está la medula del asunto: qué seguirá, qué propondremos, ¿modelos económicos antagónicos, subjetivos y esclavizadores? ¿Modelos unilaterales? ¿Democracia social? ¿Comunismo? ¿Anarquismo? Y mejor aún, ¿qué proponemos hoy en nuestro entorno inmediato, qué crítica y qué solución del acontecer de nuestras profesiones estamos promoviendo? ¿Somos conscientes del impacto de nuestras decisiones o aún seguimos alienados por el mundo heterogéneo que nos encamina a aceptar esa atomización del individuo y, por consiguiente, manipulándonos más? Podemos, quizá, proponer arquitectura más integradora, ciudades más sociales, más comprometidas con la realidad y aceptar la heterogeneidad como base coadyuvante potencializadora de recursos basadas en estructuras del desarrollo sostenible y no como una competencia económica constante.


De espacios virtuales y oníricos Víctor Arzate Nuestra sociedad constriñe cada vez más los espacios lúdicos y los sumerge en una honda de colores monótonos, con los que uniforma la ciudad. La heterotopía a la que tiene alcance el hombre que habita las urbes plomizas, se ha reducido a un espacio virtual. La red se ha pronunciado como ese contraespacio indisoluble con su entorno; un lugar ficticio que denuncia nuestra realidad como una ilusión; convirtiéndose, después y de manera paradójica, en la ilusión misma. Este espacio yuxtapuesto hace converger de manera sincrética una serie de sitios que, de otra forma, sería impensable concebir juntos. Por ejemplo, hoy en día, un adolescente puede ver pornografía mientras un sacerdote aburre a los parroquianos con su sermón dentro de una iglesia. Sin embargo, enunciar el internet como la zona predilecta a la que recurrimos para crear espasmos dentro de nuestra existencia, no será suficiente. Es cierto que este ciberespacio cumple con la función primigenia de las heterotopías: mantenernos simultáneamente dentro y fuera de nuestra realidad, pero, aunque este "lugar" se declara como infinito, físicamente está reducido al tamaño de la pantalla que nos permite acceder a él. Triste ¿no lo creen? La tecnología ha seguido su curso y ha creado aditamentos para acercar esta ficción a la realidad: lentes para tener acceso al espacio virtual, ropa interior controlada desde el ordenador para estimular los genitales de otra persona y tener cibersexo, sillones que dan abrazos por cada felicitación recibida en las redes sociales. La invasión es inminente. La temida dominación del hombre por la máquina se está llevando a cabo frente a nuestros ojos. La hegemonía ahora es dictada por las computadoras portátiles, los teléfonos inteligentes y los dispositivos móviles, por medio de los cuales nos mantenemos –¿o nos mantienen?– conectados a la telaraña llamada internet. Y aunque, a manera de fractal, este texto intente abrir un espacio de reflexión dentro de ese espacio llamado web, no lo pronuncio como la solución para revertir el secuestro de nuestra vida real por la vida virtual. Asistir a lugares donde se guardan o manifiestan representaciones artísticas, como museos, bibliotecas, cines, teatros, etc., es una manera de reconquistar ese derecho que tenemos a sustraernos de nuestra realidad. Sin embargo, con la proliferación de los dispositivos móviles y conexiones de Wi-Fi, esos sitios apartados de la cotidianidad, también se ven infestados por la red. Dicho fenómeno irá en aumento, cada vez habrá menos lugares físicos para la desviación, la regeneración o la purificación, y serán más los espacios virtuales que pretendan sustituir a éstos. El sueño "lúcido" probablemente se transforme en el único territorio libre en que podamos recrearnos, sustraernos, reivindicarnos o pervertirnos. Esta acción onírica es una bella paradoja, que nos permite despertar dentro del sueño y manipular cuanto se nos antojé de él. La finalidad de recurrir a la conciencia dentro del sueño, de hacer del sueño un arte, es librarnos de la hegemonía cultural, social y virtual que nos aprisiona. Generar nuestra propia heterotopía onírica, nos va a permitir crear un espacio dentro de nosotros que se potencie, como el espacio virtual, hacia el infinito. Tener una mente capaz de generar estados de lucidez mientras soñamos permitirá yuxtaponer nuestro espacio onírico a la realidad virtual, al dejar este nuevo sitio soñado despejado de invasiones, secuestros, dominio e imposiciones de cualquier tipo.


Cada quien su heterotopía Maga B. Parra Ramón Cuando era época de exámenes, salía corriendo de mi prepa y luego, luego la iba a buscar a su escuela. Tenía frenos en sus dientes y unos ojos de abeja, no te sé decir bien cómo pero así se los veía entonces. Nos sentábamos en aquel minúsculo jardín y ella se ponía a contarme del personaje de Papillón como si fuera un vecino y de un tal Hesse como si fuera su tío. Ahora pienso que estaba medio tocada. Yo le quería agarrar la mano pero nos sudaban, pasaba la Directora y yo me ponía más nervioso y ya no intentaba nada. Nunca le metí la lengua aunque ahora que lo pienso, yo creo que ella sí me la metió a mí. Después encontré a una chava de mi edad, con la que pudiera fajar en el cine cada viernes. Dejé a Luchi y no le dije nada. ¿Qué le iba a decir? ¿Te dejo por calenturiento? Ella me seguía escribiendo. Ya no le entendía. Pero eso sí, empecé a leer más. ¿Mi libro favorito? Pues, Corazón: Diario de un niño. Lo leímos juntos. No sé qué sea de ella pero si la veo, de menos le meto la lengua. Pinche Lucía, ¿se habrá puesto buena? Pero ese patio no se me olvida, ese jardín pequeño. Ricardo Nos conocimos por internet en unos de esos sitios para hacer amigos, Latinchat, creo que se llamaba. Fue un azar. Luego seguimos en contacto por Messenger. Ahí nos dábamos cita cada que se podía. Era una época loca. El internet era de cable, primo, y luego no jalaba. Me daba estrés pensar que se iba a desconectar. Me daba estrés no ver su monito azul parpadear. O que luego, a la mitad de la plática, ¡pum!, se desconectaba. En su foto de perfil a veces salía un cuadro de la Varo, la pintura más desconocida y triste que te puedas imaginar. Ella me mandaba sus poemas pero no me gustaban y la criticaba duro y tupido. Aunque yo le llevaba como diez años, nunca lo noté, la Luchi me llenaba, virtualmente, pero me llenaba. Cuando no hablábamos del calendario maya, hablábamos del rock argentino o nos poníamos a jugar ajedrez online. Yo vivía en Acapulco y ella en el D.F. Decíamos que nos extrañábamos pero en realidad éramos felices así, lejos y juntos. ¿Mi libro? Mmm, Cien años de soledad. Recuerdo que le escribía a Luchi las mejores citas de ese libro. La impresioné un poquito, pero luego me cachaba. Nunca toqué su cabello pero lo imaginaba largo y ondulado, como el de la Varo, aunque una vez me mandó una de sus fotos y lo tenía tan cortito que parecía hombre. Me espanté. Luego le dejé de hablar. Pero esos días de Messenger no los olvido. Ahora, ya hasta desapareció; yo ya no soy el mismo. Lola Conocí a Luci hace unos diez años, poquito más, poquito menos. Patinábamos juntas en San Jerónimo. Ella tenía unas piernas bien bonitas y con las medias se le veían más gruesas. Un día le dije: oye, ¿tú qué comes para tener unas piernas así? Y ella me dijo muy seria: pues mi mamá me da Ensure. Y yo me quedé pensando si eso no era una droga, pero no le dije nada. Entonces llegué con mi mamá y le dije: mamá, cómprame Ensure y no le dije por qué. Pero mi mamá me dijo que eso era para gente que no comía bien, como niños africanos o desnutridos. Me sentí verdaderamente triste que mi madre no entendiera el valor de un Ensure. Le conté a Luci y me dijo: tú no te preocupes, en mi casa hay muchos y yo te traigo. Desde entonces nos hicimos amigas y a mí se me hicieron buenas piernas. Los días de San Jerónimo fueron hermosos, participábamos en muchas competencias y representábamos con mucho orgullo a nuestro equipo. Juntas éramos las "damas de hielo" y soñábamos con ser Sonja Henie. Luci ganó el Festival Olímpico y con eso se retiró, yo creo que ya íbamos como a finales de secundaria. Me dijo que quería leer más y conocer otras cosas, yo digo que quería más tiempo para ella y su novio. Pero eso no me lo dijo, yo lo he pensado. Después ya no supe nada de Luci. Pienso que si la veo, lo primero que le veré son sus piernas, yo las sigo teniendo bonitas e imagino que ella también. ¿Libro? No, no me gusta leer. Pero en esa Pista de San Jerónimo viví lo mejor de mi vida.


Lucy-Luci-Luchi Conocí al pelón en una clase de lingüística. Fue un encuentro rudo y frontal. El maestro ni siquiera se dignó a explicar. Dijo que a él no le gustaba pero que había que leerlo. Lo peor fue que lo corrieron a la mitad del semestre por acosador de estudiantes. A mí nunca me acosó, y qué bueno, porque era feo como la chingada, a parte nada listo. Mis compañeros me dijeron que el texto era más claro que el agua y nos fuimos a fumar un cigarrito a su memoria. En la Facultad de Polacas encontré gente que lo seguía como si fuera la encarnación de Krisna. No me podían explicar bien a bien qué les atraía de él. Veían la microfísica del poder en todos los pinches lados, hasta en el vagón del metro. Yo los oía y oía, pero preferí enamorarme de Barthes, que era más guapo y menos quejoso, además con bonita cabellera. Entonces dejé a los sociolocos y me fui al bando de los semiólocos. Se fumaba menos pero se cogía más, se cogía más el entendimiento, quiero decir. Aunque no siempre, porque dentro de los semiólocos, había unos muy oscuros, los Blanchotianos, que yo les decía, a ver qué es el signo. Y señalaban el horizonte. Y yo: dime. Pues ya te he dicho: lo invisible. Chingada madre, les decía, para eso tanto pinche estudio, para llegar a la conclusión que el signo es un horizonte. Cinco años de carrera estudiando el vacío. Pero bueno, el destino quiso que el pelón volviera a aparecer en mi vida. Tenía dos amigos en la maestría trabajando en sus conceptos. Una trataba de desenmarañar el discurso patriarcal en el amor y el otro buscaba las semillas del poder en los documentalistas andinos. Un día hice un concurso en Facebook, puse la foto del pelón y de Barthes juntas y dije, voten por su favorito. Mis amigos compartieron la foto como locos ¿Adivina quién ganó? Pa qué te digo si ya sabes, ese cabrón tiene fans hasta en la arquitectura. Con decirte que una vez hasta lo vi en una tesis de derecho. Es un Krishna en todo el sentido de la palabra, es un poliactor-dios-teórico. Y bueno, qué te digo, mi nueva tesis de docto la estoy haciendo con un concepto suyo. Sí, ya sé, dejé que me ganara su fama, pero de pronto lo pongo a dialogar con Barthes y como hablan francés, solitos se entienden. La que luego no los entiende soy yo, pero ese es otro cuento. ¿Qué concepto trabajo? La Heterotopía. ¿Qué es eso? A veces ni yo sé, pero yo lo veo como lugares que exceden, lugares que transforman. Por decirte, ahí donde fue tu primer acostón. Cuando saliste, aparte de caminar con tres patas, pues ya no eras la misma persona, olías a dos, tarareabas lunfardo y sentiste un desprendimiento, un desgarre. ¿Hay muchas heterotopías en la vida? Yo creo que sí, el tatuaje del momento y la trascendencia del mismo. Pero la mejor manera de encontrarlas es leyendo. ¿Libro? Hijos, muchos. ¿Has escuchado de Mandala? Ahí en ese puente parisino se encuentra la heterotopía por excelencia, el lugar donde Lucía y Oliveira se unieron y se separaron y trascendieron, trascendieron, sobre todo eso. Naya Hace poco que la conozco pero es una buena amiga, la mejor que tengo fuera de casa, eso le dije ayer y ella yo creo no me entendió. Lucy no entiende la mitad de lo que le hablo, por un lado por mi acento y por otro, porque su inglés es tan malo que a veces no nos queda más que reírnos. El otro día hablábamos con nuestras compañeras taiwanesas y les explicábamos quién era Foucault. Lucy les dijo: es un pelón. Y yo les dije: murió de algo relacionado con el sida. Las taiwanesas seguían viéndonos con cara de desconcierto. Y nosotros riéndonos de las cosas estúpidas que decíamos. Luego Lucy agregó: era un multitask. Díganme un área y yo les digo para qué sirve Foucault. Entonces ellas dijeron: karaoke. Y Lucy me miró como si en mis ojos fuera a sacar una respuesta. Y me observó y me observó, hasta que le dije, deja de verme que me das miedo. Y luego dijo: ¡lo tengo! A ver, dinos, dije yo. Y luego empezó su historia moviendo sus manos. En muchas ciudades chinas existen lugares con muchos cuartos privados para cantar karaoke. Entonces asentimos. Y ella siguió: ahí se reúnen los jóvenes para tener un espacio de convivencia que rompa las jerarquías familiares, es un espacio sin tiempo que les pertenece. Quizá una heterotopía en potencia. Siguió hablando con la boca y las manos, a veces se cree profesora, aunque a veces creo que extrae las palabras de mis ojos. Pienso que Lucy tiene poderes extraños y además está enamorada de Foucault, ella dice que prefiere al otro semiólogo, pero yo he visto que en su cuaderno está escrito: "No me pregunten quién soy, ni me pidan que siga siendo el mismo." Ya busqué la fuente y se la atribuyen al pelón, aunque quién sabe, con la Lucy nunca se sabe.


Poema del niño

y la selva.

Jesús González Mendoza para Gloria Estela Báez

A los 15 años salí de casa con el propósito de encontrar el verdadero amor. Cansado de la leche agria de mi primera adolescencia y del futbol maldito que presagió mi muerte el día en que un gol entró a casa y tiró la casa. Mi madre, orillada por el furioso golpe del destino se despidió de mí y se fue a los united states a buscar una casa nueva donde no hubiera goles ni casas de cartón que se derrumban ni locos jugando al deportista ni pobreza ni nada. Mi padre, presionado ante tal pérdida construyó un nuevo hogar en el mismo barrio, junto al mismo canal de desechos, para habitarla con su otra esposa y sus otros diez hijos que no tenían dónde vivir. Entonces yo decidí irme a buscar el verdadero amor y me subí al primer microbús que pude. Fue así como llegué a la selva y en la selva jugué mi vida a la suerte, en un tiro de dados violento aposté mi corazón y me lo ganó la violencia. Como un colombiano ebrio comencé a traficar con negociantes de caucho y me enamoré de un esclavo que no tenía cabeza. Poco a poco construí una red de tráfico de cabezas de esclavos y armas para las comunidades de narcotraficantes y zapatistas que vivían en mi ruta. Ahí conocí a una muchacha verde que escribía poemas y un día me dijo que si me casaba con ella escribiría una novela sobre mí y le pondría El vómito en honor a otra novela de un tal José Eustasio. Qué coincidencia, le dije, yo también me llamo José Eustasio. Pero como no sé leer, prefiero que no me escriba nada. A medida que el caucho y las armas registraban más ganancias, comencé a alimentarme de la savia de aquellos árboles más bellos con la intención de emular el instinto sexual de aquellos nativos sudamericanos que no hacían otra cosa que experimentar el orgasmo en la selva. Varios años me alimenté de la selva, y al no hallar el verdadero amor que tanto anhelaba me casé con una guacamaya que vivía en el mismo árbol que yo, y tuvimos un hijo que murió a los pocos días. Triste y solo, alimentado de los árboles más bellos de la selva salvaje, consumido por el indescriptible hedor de mi sangre, me refugié en una cueva en espera de la verdadera muerte. Enfermé y a los pocos días me comenzó a salir corteza donde antes tenía pelo y mi piel se torno café como la piel de un elegante coco maduro, donde antes tenía dedos brotaron de mí hojas negras y en la punta de mi nariz nació un capullo que tal vez era una flor. Recordé a mis padres, y a ellos también les comenzó a crecer una selva amarga donde antes tenían dientes.


Nimios sobre los Moasif Jesús González Mendoza Los moasif son bastante pequeños, por lo que tienen que andar con cuidado cuando caminan para que las pulgas no los pisen y queden aplastados. Los moasif tienen sus leyes bastante bien organizadas: la número uno es "no tener leyes", las demás no importan. Los moasif fueron de día de campo en la noche porque les gusta más. Los moasif viven todos en el mismo palacio. Cuentan las malas voces que ahí se la viven en orgía. Lástima que no me inviten. Los moasif son bastante rijosos, por eso no les gusta estar solos. Los moasif no tienen manos, por eso todos se ayudan unos a otros: hay que ayudar a los discapacitados. Los moasif se divierten tanto contando historias. Sus favoritas son unas de unos seres imaginarios que nombraron "humanos". Los moasif son muy trabajadores, por lo que siempre tienen comida en exceso. Para que se les acabe tienen que hacer fiestas muy seguido. Los moasif son de todos los colores: hay blancos, negros, morados, azules, rojos, pistache, rosa mexicano, amarillo fosforescente e incluso hay unos cuantos transparentes. Los moasif, cuando hacen fiesta, no saben a quién festejar, así que festejan a todos. Se dan abrazos los unos a los otros y se dicen "feliz felicidad". Los moasif son bastante grandes, por lo que tienen que andar con cuidado cuando caminan para que no pisen a los humanos y queden aplastados. Los moasif no tienen manos, por eso le piden ayuda a otro moasif para masturbarse. Los moasif no tienen gobernador porque son bastante flojos como para ir a votar.



El amor I Yo no sé lo que es el amor pero se me parte en la boca sin preguntas. Sé a lo que huele, a lo que sabe, dónde aparece y se construye como una sombra o un pájaro. Vuela, tiene el sudor de todos los nombres que soy incapaz de nombrar. Es una cuerda, una escalera, un precipicio. No necesita ser bautizado. No le escribo una etiqueta para no perderlo y saber que es mío. Se mueve, sé que es algo que sigue siempre ahí, detrás de todo, con todas sus caras, todas sus pieles y sus lenguas. El mismo. Es el castillo de naipes del mundo y sus colores, donde vivo. Es el beso, y es la carne y la piel del alma de lo que deja tocarse. Lo que alcanzamos con la mano y los ojos, el viento, que va y viene. Es lo que permanece y huye. Es el aire vuelto respiración y gesto. Es lengua, es mano, es boca. Es la idea suicida de alcanzar algo del otro en eso que es el cuerpo. Es piel. Es modo, es respuesta incorrecta y es tiempo. Es una manada de animales sueltos en la mente y en el pecho. Es una estaca llena de flores que siguen creciendo en medio de la noche. Brilla. Es lo que adolece para mutar y mudar su manera de mirar a la gente que persigue eso que está adentro. Se regala, se da, vale. Es un trampolín, una aguja, un bisturí, un marcapasos infinito. Todo. Es el sueño del mundo en las manos, un fango de colores dónde crearse una y otra vez. Es agua, es sexo. Son los verbos a la enésima potencia del uso: lamer, tocar, entrar, acariciar. Los infinitivos al borde de la boca y los dedos. El vientre. Son los nacimientos de las ganas: piel, alma y hambre; los circuitos de la carne calmando su electricidad en los espacios y las cosas aparecidas en las manos o en los ojos. Es el asesino del miedo. La libertad. El amor es la mirada de lo inalcanzado y lo inalcanzable. La vista del sueño que sabemos ajeno y nuestro, simultáneamente, nunca y siempre. Es esto y aquello. Lo otro. La música. La curva, la recta, la autopista. Las vías, el centro. El músculo. La fibra. Los días. El tono y el silencio. Es el nudo y el punto, la coma. El mensaje subliminal. Lo nuevo y lo viejo. Esto. La pausa. La canción de otro. El nido dentro de los dedos. El ovillo, los laberintos, una película mudada eternamente. Es ruido, es caos y paz. Es lo que devoramos con los ojos y el tiempo. Es el germen, la palabra sin cercos, sin llanto, y las lágrimas que riegan otra vez. Es el vuelco, el tirabuzón, la arremetida. Es el slow motion del beso venido a la boca, cuadro a cuadro. Fast forward. Eclipse y rama. Árbol de todas las raíces. Es esto guardado en el centro de las manos. El gusto. El poema. El círculo. La temperatura del alma. Su respiración. El pulso. Es el pensamiento hecho carne. La brasa, la ceniza, el desenlace. Las llaves se pierden y ganamos la vida en la pregunta que no busca respuesta. Eso es. Los círculos concéntricos en el agua, en el aire y en la tierra, dibujándonos una y otra vez, recién nacidos.

II La trampa, el ratón y el queso. El sueño, la pesadilla y el insomnio. La tijera cortando el recuerdo. El déjà vu. La verdad. Los fuegos y los ritos. Las señales, los presupuestos. Las promesas. El currículum de los fantasmas. El resultado de lo invisible y lo ausente. La esperanza. La espera y el vacío. Todos juntos y a la deriva. Lo parido y por parir. La foto mental y repetida.

Las mesas tendidas. La sopa humeando en el plato. El múltiplo de dos o más. El número mágico. La cábala. La sangre y el arco iris. El deseo quieto en el abrazo. Vivo, intermitente, caracoleando. Lo que trepa, sube y sigue. El cielo. Los ladrillos. La señal de largada, la meta. La voz escuchada en el sonido más blanco y solo. La luz. El flujo de la marea. Ir y venir. La casita de papel diseñada a un costado del mundo. El grito. El ansia. El querer devorarse en el tiempo y en la distancia. La perspectiva, el ángulo de inclinación. La tangente. La caída. Las venas diciendo hacia dónde debe ir la sangre y dónde el corazón. Los puntos sobre las íes y los puntos suspensivos. Las claves. De sol, de las cajas fuertes. Las contraseñas y los guiños. Los años. Las sumas, las restas. Lo exponencialmente cierto. Lo inhábil y lo imposible. Lo real. El cucharón en el estofado. Las miradas de ríos y de mares. La sal en los ojos y en la boca. Aquello inexplicable y tierno y hermoso. Como las cinturas, los pechos, los dibujos de la piel. Las historias de sus mapas. Lo tibio. La boca, la lengua. La yema de los dedos y las espaldas. La célula llena de memoria. La humedad. Lo fértil y primero. Algo inundando lo que somos. Lo minimal y lo animal. El saldo. La cuenta regresiva. El infinito.

III El giro en contramano. La lluvia. El beso largo de durante y después. El colmo, lo que colma. El vicio de la lengua. La cima. El brillo. La ruta de noche a ninguna parte. La brújula. La circunvalación del sueño en los ojos y el retorno. Las piernas. Las entrepiernas. La mano. Lo claro a pesar de todo. La vista de los rastros y las direcciones. El tanteo. El tanteador. El tantra. Los músculos del deseo. La muerte del tiempo. El zapping. Tocar e irse. Tocar y tocar. Las nubes del alma. Ver llover adentro. La cirugía del tacto. El rincón, la esquina, el camino. Algo callado que se duerme despacio. El segundo y lo primero. La calma. La pieza perdida del rompecabezas debajo de la cama. Un camino de hormigas. Mandala. El tirabuzón, el salto mortal. Los ojos detrás de los ojos. Vaivén. Soledad. Lo delicuescente. Es estrellarse y saltar. Una y otra vez. Correr hacia delante. El equilibro imposible e indeseado. No entender lo que se entiende. Huir. Llegar. Parar. Quedarse. Volver.


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