Volando, libro de viajes gratis

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Volando El libro de viajes de un viajero llamado hombrelobo

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Volando El libro de viajes de un viajero llamado hombrelobo Versión: 1.1 www.hombrelobo.com/libro/volando/ Copyright © 2009 by Eduardo Pérez Orue - All rights reserved Este libro se distribuye en dos ediciones: como libro en papel (“Edición Impresa”) y como un fichero electrónico en formatos EPUB, PDF y otros (“Edición Digital”). Ninguna parte de la Edición Impresa puede ser reproducida o transmitida en ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidos fotocopias, grabaciones, o por ningún sistema de almacenamiento, sin el consentimiento previo por escrito del propietario del copyright. La Edición Digital se distribuye bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/ . Por lo tanto, se puede copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra, bajo las siguientes condiciones: - Reconocimiento. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra); - No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales; - Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra. Así, se permite la distribución de la Edición Digital completa y no modificada en forma electrónica de la obra. Este permiso no disminuye ni restringe los derechos morales ni garantiza ningún otro permiso. Sin el permiso expreso del autor por escrito, no está permitido: 1) alterar, editar o modificar en ninguna forma el fichero que constituye la Edición Digital de la obra; 2) imprimir o publicar este trabajo de ninguna forma (incluido pero no exclusivamente mediante sistemas de impresión bajo pedido); 3) vender, distribuir u ofrecer a cambio de cualquier compensación el fichero que constituye la Edición Digital de esta obra ni todo o parte de su contenido; 4) redistribuir todo o parte o extractos de esta obra; 5) redistribuir todo o parte o extractos de esta obra en formatos distintos (por ejemplo, pero sin limitación, en formatos HTML, TIFF o texto plano). Para información sobre traducciones y licencias, sugerencias correcciones, por favor escriban a hombrelobo@hombrelobo.com

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CONTENIDO: 

Introducción

Capítulo primero: Viajar

Viajando y cómo disfrutar de los viajes

Ahorrando: factores que influyen en el costo del viaje

Cuando y dónde viajar

Capítulo segundo: Trucos de viaje de un viajero 

Qué llevar y cómo llevarlo

Consejos para sobrevivir a un vuelo en avión (versión normal y versión paranoia)

Consejos de seguridad.

Capítulo tercero: Relatos viajeros

Capítulo cuarto: Viajes y tecnología 

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Las mejoras páginas web de viajes

Capítulo quinto: Abre los ojos

Agradecimientos


Introducción Exacto, un libro de viajes. Ni más ni menos. Para intentar contar las cosas que he visto, las que he disfrutado y las que he sufrido a lo largo de muchos años viajando. Pero bueno, empecemos por el principio. ¿ Quién soy yo ? ¿ Por qué me considero cualificado para escribir un libro de viajes ? ¿ Cómo tengo la desfachatez de llamarme “viajero” a mi mismo ? ¿ Qué es eso de “hombrelobo” ? Responderé primero la última pregunta: hombrelobo es un blog de viajes y de muchas otras cosas, una página en internet que he ido escribiendo poco a poco durante los últimos años en la que he contado mis viajes, he escrito sobre las cosas que he visto, y donde he publicado más de 700 vídeos de viajes de un montón de países. La dirección de la página es www.hombrelobo.com y os animo a que la visitéis si os gusta viajar, o si tan solo os gusta leer y ver vídeos sobre viajes. ¿ Y el porqué escribir de viajes, grabar vídeos y hablar de sitios exóticos ? Pues como suele pasar en estos casos, en primer lugar porque me apasiona viajar. Me fascina que tan solo con montar en un avión y pasar unas pocas horas dentro podamos llegar a otro lugar del mundo, donde vamos a ver cosas totalmente distintas a las que conocemos, donde se nos va a abrir la mente de forma que no podemos ni imaginarnos .... Y en mi caso, esa pasión por viajar la he aprovechado según me llegaba, dejando pasar muy pocas ocasiones.

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De hecho, empecé a viajar fuerte a los 25 años, cuando acepté una oferta para trabajar (para empezar a trabajar sería más adecuado) en Tarragona, a 600 km de Bilbao, mi ciudad natal. Desde ese momento, la distancia, la curiosidad, y la falta de comodidades me empujaron a moverme, a ver las cosas que había a mi alrededor. Empecé a viajar por Cataluña. La soledad me llevaban a recorrer todos los lugares que podía, a aprender para también salir de la monotonía. Tras varios años en Tarragona, y viajando cada vez más, me ofrecieron irme a trabajar a Holanda. Y ahí es cuando de verdad empezó todo. Desde Holanda (en realidad estuve viviendo en Bélgica, y cada mañana cruzaba la frontera hasta la oficina en Holanda) me dediqué a conocer todo lo que pude los Países Bajos, parte de Alemania, un poco del norte de Francia .... pero sobre todo, cosas de los aviones, a usarlo de lanzadera hacia otros países. En Bélgica existían en esos momentos agencias de viajes bastante fuertes, con ofertas de vuelos de última hora importantes y el aeropuerto de Bruselas, Zaventem, era uno de los hubs europeos más importantes. Tras pasar tres años en Holanda, me ofrecieron un trabajo en Argentina .... maravillosa oportunidad. Viví tres años también en Argentina, en Buenos

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Aires. En La Recoleta, para el que conozca Buenos Aires. Una maravilla de ciudad, una maravilla de gentes .... y desde Buenos Aires, por motivos de trabajo, me tocó viajar mucho por Sudamérica, especialmente Brasil. Siempre bromeaba con mis amigos en España, gracioso que la empresa te pague para ir a pasar unos días a Río de Janeiro. Bueno, en realidad era más duro de lo que parecía, viajes pesados, grandes madrugones, colas interminables, pero, al final, eran viajes a Río de Janeiro, y para el que no conozca Río, es una de esas ciudades imperdibles, que hay que ver al menos una vez en la vida. Y los cariocas, no creo que haya mucha gente que sepa disfrutar más de la vida que ellos. Pero bueno, me he ido por las ramas ... eso es algo que hago a menudo ... cosas de la edad supongo ... bueno, como digo ... después de vivir en Buenos Aires, me ofrecieron un trabajo en Estados Unidos, en Houston, Texas. En esos momentos confieso que me quería quedar en Buenos Aires, pero no tuve esa opción. Era o irme a Estados Unidos o de vuelta a España sin trabajo, así que a Estados Unidos otros tres años. Con muchos cambios a nivel personal, muchos malos tragos, pero también con buenos momentos y buenos viajes. El vivir en Houston me permitió conocer un poco Estados Unidos. Aunque es difícil conocer mucho los USA esos, son tan grandes. Pero pude al menos viajar a Texas, Lousiana y Nueva York por trabajo en multitud de ocasiones y a California, Nevada, Illinois y otros lugares por placer. Y a México y muchos de los países caribeños también. Seguimos .... después de Estados Unidos, me fui a trabajar a Singapur, un año en la ciudad-estado del Sudeste Asiático. Un lugar del que me enamoré totalmente y que me permitió a su vez conocer Asia un poco: Indonesia, Tailandia, Malasia, Japón, Corea, China, y aprender de sus culturas y de su cocina. Así que esta es mi carta de presentación. Este soy yo y mis circunstancias, por esto creo que tengo el derecho (¿derecho?) a escribir unos párrafos sobre viajes y viajeros. Porque he viajado y porque he vivido en cinco países, que me ha permitido meterme de lleno en otras culturas. Y ahora, las respuestas a algunas preguntas que muchos de vosotros os estaréis haciendo:

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¿ Cual es o era mi trabajo que me llevaba a moverme tanto y a viajar todo el rato ?: Comercial de una empresa marítima. Así de simple. No penséis cosas rebuscadas. El negocio marítimo, sobre todo en el sector en el que trabajo yo, es muy global, con clientes repartidos por todo el mundo; y hay que visitarlos y venderles nuestros productos. ¿ Por qué grabar vídeos de viajes ? : Como comentaba antes, en la página de www.hombrelobo.com publico vídeos y comentarios de viajes. Cientos de vídeos. La razón, al menos al principio, era que durante todos esos viajes, muchas veces veía cosas que quería poder contar a la gente. A los amigos, a la familia. Cosas buenas y cosas horrorosas. Mostrar el mundo. Eso y el hecho de que cuando uno viaja solo, tienen muchos momentos de aburrimiento absoluto, con nada que hacer, con madrugones para llegar a un aeropuerto donde toca esperar varias horas. Por esas dos razones, me dije porqué no, porqué no grabar unos vídeos, mostrar esos lugares fabulosos, esas comidas terribles, esas aburridas esperas. Acercar lugares a veces difíciles de ver para mucha gente. ¿ Por qué el alias de “hombrelobo” ? El alias de hombrelobo era mi alias durante mis comienzos en internet, un alias para chatear. En 1997 se me ocurrió reservar varios dominios de internet, y hombrelobo.com fue uno de ellos. Y como hombrelobo tiene connotaciones románticas, de alguien que vaga por el mundo, solitario, callado, de lobo de mar, de criatura romántica, de películas de los años 50 en blanco y negro, pues me gustó y espero que a vosotros también. ¿ Cual es el país más exótico que conoces ? Esta pregunta me la hacen a menudo. Suelo decir que eso es relativo, cada uno de nosotros vive en un lugar exótico para otros. A veces no nos damos cuenta de ello, del hecho de que alguien que viva en Salamanca tiene acceso a un lugar que es tremendamente exótico para un Japonés o un Vietnamita. Por eso creo que es importante que abramos los ojos y veamos las cosas que tenemos al lado nuestro. Vale, dejo la filosofía barata y paso al siguiente tema ... :) Y ya por fin: ¿ cual es el propósito de este libro ? Primero, el poner en un lugar muchas de las anécdotas e historias que he relatado en mi blog de hombrelobo.com. Y segundo, el agrupar algunos consejos y trucos simples de viaje que pueden ayudar a alguno. Nada más. ¿ Empezamos ?

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CAPITULO PRIMERO

Viajar Viajando y cómo disfrutar de los viajes Acabo de repasar mi agenda, y en el 2008 dormí fuera de casa 101 noches. Ni más ni menos que el 28%. Menos mal que me gusta mi trabajo y me gusta viajar. Algunas fueron en hoteles, otras en apartamentos alquilados, algunas en aviones (18 noches las pasé volando, que horror, con lo duras que son). Y a pesar de ello, disfruto de los viajes, de cada uno de ellos, de los que son a sitios agradables y de los que me toca hacer a sitios más “duros”. Creo que en todos se aprenden cosas y en todos puedes disfrutar. Por eso, os sugiero unas “actitudes”, una forma de tratar el viaje como un fin en sí mismo, no como un medio para llegar a un destino. Porque ese creo que debe ser el espíritu, el de disfrutar el viaje en cada momento por mero el hecho de estar viajando. Así: - Disfruta del viaje: Es un tópico, lo sé, pero el destino no es el objetivo, el placer de viajar muchas veces está en el viaje en sí mismo. Así que trata de disfrutarlo a cada momento, en cada tren, en cada avión que montes. No es cuestión de llegar corriendo a ver la torre Eiffel. Es cuestión de disfrutar del recorrido hasta la torre, y luego, al llegar, puede que ni tan siquiera sea importante subir arriba … - Abre los ojos: Es increíble la cantidad de cosas que no vemos. Sobre todo al viajar, en que hay tantas cosas para ver y tanto nuevo a nuestro alrededor. Por eso hay que tomarse tiempo, pasear, perderse. Sobre todo perderse. Con cuidado claro, siendo consciente de dónde está uno y de los riesgos que toma, pero dentro de un límite, vagar sin rumbo a ver lo que se encuentra. - Aprende: De otras culturas, de otras cocinas. No busques la mejor tortilla de patatas allá donde vayas, porque la mejor tortilla de patatas es la de tu madre, y siempre lo será. Por eso no compares, intenta comprender y

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aprender. Y al mismo tiempo, no te dé vergüenza el que no te guste algo o el no entenderlo. Yo hay mucha comida asiática que no me gusta. Y cuando como con chinos, se lo digo; con mucha educación, eso sí, pero no como cosas que no me apetecen por no ofenderles, porque no se ofenden tan fácilmente. - Cuando en Roma, haz como los Romanos: Adáptate a las costumbres locales, compórtate como ellos. Por ejemplo, en Japón extrema sus modales, se respetuoso hasta la exageración, se paciente. Los japoneses pueden ser encantadores si les respetas, pero implacables si eres rudo con ellos. Y por lo mismo, no intentes esa cortesía exagerada en Alemania, simplemente te tratarán como un débil. Por eso, adáptate a cada lugar. - Viajar es una cuestión de actitud, no de dinero. Me cansa ver gente que dice que algún día irá a tal o cual sitio, pero que no puede, gente que esperan a tener tres semanas de vacaciones y una pequeña fortuna para visitar un país determinado. Suelo decirles que no hacen falta tres semanas, ni viajar por todo lo alto, ni ver el país completo de una sola vez. Que lo mejor es salir sin pensárselo mucho, buscar una oferta y montar en un avión.

Ahorrando: factores que influyen en el costo del viaje El costo de nuestro viaje viene dado por los siguientes factores, en orden de importancia: - En la mayoría de los casos, el costo va a estar terriblemente influenciado por el tipo de cambio. Así que antes que nada, intentad, dentro de lo posible, visitar países en los que el tipo de cambio sea favorable respecto a vuestra moneda. Como detalle, yo he viajado a Japón en un momento en el que el yen cotizaba a 166 frente al euro, y ahora está, tan solo nueve meses después, a unos 120 yenes por euro. Sólo con eso, no importa cuánto ahorre en los demás apartados, viajar ahora me va a salir más caro, porque por cada euro me van a dar tan solo 120 yenes, con lo que todo me va a resultar mucho más caro. - El segundo factor que más afecta al costo de un viaje es el hotel o alojamiento que escojamos. Mi consejo es sencillo: buscad, buscad y buscad. Leed comentarios de otros viajeros en internet, hablad con amigos, investigad. Y utilizad la cabeza: en países del tercer mundo, ir a hoteles de menos de 4 estrellas puede ser poco confortable e incluso peligroso. O por el contrario, viajando a países como Estados Unidos, podemos recurrir a

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moteles modestos con una cierta tranquilidad de no meternos en sitios poco recomendables. - El tercer factor, por orden de importancia, que afecta al coste de un viaje es el transporte, si lo hacemos en avión, en barco, en tren o en coche. Yo personalmente soy partidario de los aviones. Hoy en día son muy baratos, sobre todo si se es flexible en fechas, y muy seguros. - Y por último, los gastos de manutención que realicemos una vez en nuestro destino: comidas, bebidas y otros. Aquí es donde también hay que tener en cuenta el dónde estamos, hay países en los que no merece la pena ahorrar un euro en una comida a riesgo de tener un problema de salud. Y otros en los que la comida es tan cara, que con un poco de cuidado podemos ahorrar un montón. Personalmente, si quiero ahorrar dinero en comida, recurro a restaurantes asiáticos. Chinos, Vietnamitas, Woks, Noodles, y similares. Suelen tener precios muy asequibles y la comida es sencilla pero fácil de elaborar y que nos alimentará bien. Evito los lugares de comida rápida occidentales, que son carísimos para lo que ofrecen. - Y otro consejo: no compres tonterías. Esto, que parece una obviedad, se nos olvida cuando vamos de viaje. Entonces, a todo el mundo le entra una urgencia terrible por llevar algo de recuerdo a su prima o a su suegra, y nos dedicamos a gastar nuestros ahorros en imanes horrorosos para el frigorífico que cuestan 5 euros cada uno. Este es uno de los apartados donde se puede ahorrar mucho. Lo mejor, si queréis llevar algo de vuelta a casa, es que os saquéis fotografías dedicadas a la persona que tenéis en mente, o que grabéis un pequeño vídeo de recuerdo. O que les enviéis una postal de las de toda la vida. Porque ¿ alguien se acuerda de dónde está ese llavero de la torre de Pisa por el que pagamos tanto ? Seguro que no.

Cuando y dónde viajar A la hora de viajar, mucha gente pregunta cuál es el mejor sitio y la mejor época para hacerlo. Respecto a el cuándo, yo diría que en cualquier momento. Menos en lugares extremos (ir al sur de la Patagonia Argentina durante el invierno austral es tener ganas de complicarse la vida), en el resto de los lugares encontraremos situaciones distintas, mejores en unas cosas y peores en otras, según la estación. A no ser que busquemos exclusivamente playa, y en ese caso no creo que estés leyendo este párrafo, en todos lados se

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puede disfrutar de un otoño o de un invierno. Lo mejor es elegir el momento que a nosotros nos convenga. Y respecto al dónde ir, depende. Para viajeros no experimentados, yo sugeriría comenzar con Europa y Estados Unidos, que son fáciles, relativamente seguros y donde con inglés se llega a todos lados. Inmediatamente después, recomendaría Asia, que es una gran desconocida, pero relativamente segura (o muy segura en el caso de Japón o Singapur), ofrece un contraste extraordinario con nuestras costumbres, y nos abre la mente. Y después el mundo, que hay tanto para ver. Como en todas las cosas, a los que nos gusta viajar, cuanto más viajamos, más nos damos cuenta de que nos falta mucho por ver. Por eso cuando la gente me dice que no tiene tiempo, que está esperando al año que viene para tener dos semanas para ese viaje a Estados Unidos, siempre les digo que no lo piensen, que se vaya la semana que viene, aunque sea seis días, que no esperen a hacer el viaje perfecto, que lo importante es salir y vencer la pereza y la inercia de los primeros viajes. Y esto me lleva a otro tema, el de los destinos de una vez y los de repetir. Es muy personal, pero todos conocemos lugares que hemos visitado a los que, a pesar de haberlo disfrutado, no nos merece la pena volver. Y otros que es justo lo contrario, lugares a los que hemos ido en varias ocasiones y podríamos volver de nuevo muchas veces y disfrutar cada vez como la primera. Mis sitios de volver una y otra vez son los sitios de un urbanita, sin duda, y los enumeraría, sin orden de preferencia, así: - Japón en general, y Tokio en particular. Es increíble cómo te puede llegar a maravillar una ciudad. Incluso escribiendo esto me entra un escalofrío al recordar el día que me gravé en un vídeo en el famosos cruce de Shibuya, o cuando paseaba por Ginza mirando a la gente. Fabulosa ciudad. Tan fabulosa que me gustaría tener una casa en ella. - París. Ahhhh, París. Tan maravillosa, tan distinta cada vez. Y tan amables los parisinos, a pesar de la fama que tienen. - Londres. Otra ciudad de las clásicas, y que he visitado en docenas de ocasiones. Ahora mismo me dirijo hacia ella en un viaje relámpago, y estoy

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encantado de ello, de caminar por sus frías calles y de montar en su abarrotado metro. - Barcelona. Las Ramblas, una y otra vez. Y Paseo de Gracia. Y las Ramblas. Y buscar a Carvallo por sus calles. - Buenos Aires. Una ciudad en la que he vivido momentos tan fabuloso y momentos tan terribles, y de la que estoy totalmente enamorado. De sus calles, de sus mujeres, de sus esquinas. Y de los amigos que dejé allá. - Chicago. Una de las ciudades que no suele contemplar la gente a la hora de decidirse a visitar los Estados Unidos, pero que me parece imperdible. Os la recomiendo como uno de esos secretos de viajeros. - Singapur. Tan calurosa y tan deliciosa. Comida a precios de saldo, mezcla de culturas y el uso de la tecnología para mejorar al país en todas las esquinas. ¿ Y campo ? ¿ Y pueblos ? Personalmente, me quedo siempre con las ciudades, reconozco que no disfruto de la playa y de la montaña. Bueno, claro que disfruto, pero a los pocos días me aburro, necesito barullo, gente, lugares que ver. Por eso, cuando voy a un pueblo, a una playa, me cuesta sentir las ganas de repetir. Aunque la Costa Brava es un lugar al que tengo que volver pronto.

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CAPITULO SEGUNDO

Trucos de viaje de un viajero Trucos de viaje de un viajero: Me gusta viajar como digo. Mucho. Por suerte, mi trabajo me ayuda a ello, pero en mi tiempo libre también intento viajar todo lo que puedo. Y a lo largo de los años, he desarrollado algunos trucos que me gustaría compartir, por si os sirven: Antes de salir de viaje: Documentación: Siempre tenemos que comprobar la documentación que llevamos. Yo agrupo en una billetera todas las tarjetas y documentos de viaje, para no perderlos ni tenerlos sueltos. Imprescindible incluir: - Pasaporte. Es importante asegurarse de que el pasaporte no caduca al menos en los próximos 6 meses. Muchos países lo exigen para evitar problemas de que expiren durante la estancia. Ante la duda, consultadlo. - Tarjetas de crédito. Mejor llevar al menos una VISA, que es la más aceptada, pero si podemos llevar también una MasterCard o American Express, nunca sobran. - Tarjeta Sanitaria Europea. Si nos acercamos a una oficina de la Seguridad Social Española, podemos conseguir de forma gratuita una tarjeta médica que nos cubrirá gastos médicos en bastantes países de la Unión Europea. Es un trámite sencillo que puede resultar muy útil. - Seguro de viajes. Recomiendo tener seguros de viajes siempre. Apenas cuestan nada, sobre todo si ya tenéis un seguro de viajes privado en España, y os pueden sacar de muchos apuros. Hay que tener en cuenta que en países como Estados Unidos los gastos médicos son absolutamente

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astronómicos. A mi me ha pasado incluso entrar a Urgencias en Houston, y no aceptarme hasta haberles mostrado una tarjeta Visa donde me pudieran cargar los gastos. Por suerte no fue nada importante, tenía piedras en el riñón, pero la factura por unas radiografías y que me vieran dos doctores ascendió a 4.000 dólares. En serio. Cuatro mil. Menos mal que el seguro después se hizo cargo. Y menos mal que no tuve que pasar la noche en el hospital, porque son al menos cinco mil dólares extra por noche. - Divisas del país al que nos dirigimos. O si no hemos podido conseguirlas, al menos llevar Euros o Dólares Estadounidenses, que son siempre fáciles de cambiar en cualquier país. - Tarjetas de pasajero frecuente de distintas aerolíneas. No importa si viajáis mucho o poco, siempre es bueno tener varias, algunas dan pequeñas ventajas aunque las uses esporádicamente. Y ni hablar cuando viajas mucho. Una tarjeta oro de pasajero frecuente te puede ayudar muchísimo. Por ejemplo, la tarjeta oro de Lufthansa que tengo ahora mismo me permite 20 Kgs extra de equipaje en todos los vuelos; poder facturar en la ventanilla de clase preferente aunque vuele en económica; y acceso a sus salas de espera con bebidas gratis en los aeropuertos. ¿ Cómo se consiguen estas tarjetas ? Volando mucho, y acumulando millas de viaje poco a poco, así que empezad cuanto antes.

Guarda copia de tu pasaporte en tu cuenta de email Muchas veces te recomiendan llevar copias de los pasaportes encima, por si acaso. Yo os recomiendo sacar una foto de vuestro pasaporte, y guardarla en vuestro móvil. Y además enviaros una copia por email a vuestra cuenta de correo, a una que podáis acceder desde la web en cualquier momento. Así, si las cosas se complican (que suele pasar), al menos tenéis una copia a color accesible en vuestro Gmail o hotmail para presentar en el consulado o embajada de turno. Y ya puestos a ser frikis, también podéis enviaros fotos de carnet a vosotros mismos, para los famosos visados y carnets que hay que sacar en todos lados y para los que nunca tenemos una foto de carnet a mano ……

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Qué llevar y cómo llevarlo La maleta: Las maletas me gustan rígidas y verticales, de esas con cuatro ruedas en la parte inferior, porque son muy cómodas de arrastrar por los aeropuertos. Tienen muchas ventajas frente a las flexibles, y sirven de “caja fuerte” para cosas no importantes en los hoteles (para cerrarla y que no nos desaparezcan camisas o corbatas, aunque eso sí, que no se os ocurra dejar nada de valor en la maleta). Uso botellas de agua vacías para rellenar los espacios vacíos en las maletas. Si le maleta está medio vacía, las cosas bailan dentro y se estropean o rompen. Poner un par de botellas de agua de plástico vacías ayuda a llenar espacios vacíos, no pesa, y se pueden comprimir para ajustarlas a distintos espacios. Y si a la vuelta tenemos más cosas, se pueden tirar sin que nos duela. Los trajes los llevo siempre en una funda, incluso dentro de la maleta, para que no se estropeen. Maleta rígida imprescindible, claro.

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En algunos casos se puede viajar sin maletas pero no es muy prรกctico en general.

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Preparando las maletas: En viajes largos de turismo, suelo comprar camisetas baratas (he encontrado camisetas negras en Decathlon por 1,5 euros cada una). Según va pasando el viaje, las uso y las tiro. Es más barato que lavarlas, y siempre viene bien liberar espacio en la maleta para las cosas que vas comprando. Aparte de camisetas baratas, también suelo llevar ropa vieja que está ya para tirar. En viajes de turista, claro. Así, te deshaces de esa ropa que solo molesta. La usas, y fuera, a la basura. Toda la electrónica la llevo en el equipaje de mano, lo mismo que todas las cosas de valor. Esto lo digo porque alguno me lo ha preguntado. Nunca facturéis cosas que no estéis preparados a perder. He visto muchas maletas abiertas o rasgadas de las que han desaparecido todo tipo de objetos de valor. Nunca, en serio, NUNCA, facturéis nada de valor, llevadlo siempre en el equipaje de mano. Si os pierden las maletas es importante hacer la reclamación nada más aterrizar, en la oficina de maletas que esté junto a la cinta transportadora donde no ha aparecido la maleta. Nunca salgáis fuera del recinto de recogida de equipajes sin haber reclamado. La reclamación hacedla sin enfadaros, que no les vais a dar pena ni vais a sacar nada por gritar ni poner caritas de corderos desvalidos. Dad vuestros datos y pedid un kit de aseo con jabones y pasta de dientes para el primer día, suelen tener siempre pero sólo te lo dan si lo pides. Al llegar a casa de vuelta del viaje, haced una reclamación por escrito a la aerolínea. Antes de llegar a un lugar es importante leer o ver vídeos del lugar (los vídeos de viajes de hombrelobo por ejemplo), para saber lo que nos espera. Yo siempre leo las guías de Lonely Planet antes de ir a sitios un poco exóticos.

Equipaje de mano: - Toda la electrónica y artículos de valor debe ir en el equipaje de mano.

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- Yo uso una sola bolsa con ruedas, de las medidas máximas permitidas. En mi caso uso una Braun Buffel de piloto bastante ligera con dos ruedas. Evitad las que son sólo cuero, pesan demasiado. - Meto dentro ordenador, cámara de fotos, teléfonos, la PSP, uno o dos libros (de tapa blenda, que pesan menos), un reproductor de MP3, una o más revistas, el jersey de viaje, unos auriculares y todos los cargadores. Si por alguna razón no nos llega la maleta o se retrasa, al menos podremos usar el PC o cargar los teléfonos. - Siempre llevo un jersey para el avión en viajes largos. Normalmente bajan la temperatura de la cabina cuando quieren que la gente se duerma, y en algunas aerolíneas el frío es infernal (Varig y Air France, entre otras). - Importante no llevar líquidos en el equipaje de mano, porque como están hoy en día con el tema de volar con líquidos, mejor no sufrirlo. - Siempre es importante llevar todo en una sola bolsa, para que tengamos las cosas controladas en todo momento. Si dejamos de usar una cámara, la ponemos en la bolsa inmediatamente, así no se perderá.

Haciendo el check-in en el aeropuerto: - Lo mejor es llegar con tiempo, para evitar colas y conseguir asientos decentes. - Si es posible, haced el check-in por internet de antemano, que nos permite elegir asientos en muchos casos. - Yo prefiero los asientos de pasillo (C y D en la mayoría de los aviones). Si os dan B o E estáis mal, son los asientos del medio …… en cualquier caso, pedid el que más os apetezca, en general no tienen problemas en concederos el asiento que os guste. - Mucha gente prefiere elegir un asiento de emergencia. A mi no me convencen Es verdad que tienes un poco más espacio, pero no te dejan colocar bolsas delante de ti, y suelen estar muy solicitados. Pasando el control de equipajes: - Meted todo en el bolso de mano, para evitar que se pierda: teléfono, cartera, reloj, MP3, monedas, etc. - Sacad el ordenador del equipaje de mano y ponerlo aparte en una bandeja.

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- Colocad todo en dos bandejas: una para el ordenador y otra para chaqueta, cinturón (y zapatos en los USA) y colocar todo junto en la cinta. - Yo no suelo pasar el arco de seguridad hasta que veo a mis bandejas entrar en la máquina de rayos x, aunque esto suele enfadar a los agentes de seguridad. Pero dejar tus cosas detrás, esperando a que un listo te robe un reloj no me apetece nada. En la puerta de embarque: - Empezad a hacer la cola tan pronto como podáis. Nunca entenderé porqué se crean como círculos de personas alrededor de la puerta, nadie parece atreverse a comenzar la cola. - Cuanto antes entréis al avión, más posibilidades tenéis de dejar el equipaje de mano en un buen sitio sobre vuestras cabezas. A la hora de elegir uno, yo prefiero no el que está sobre mi, sino el que está en mi misma fila, pero al otro lado del pasillo, así siempre veo si alguien pone algo encima o si abre mi bolsa cuando estoy sentado.

Consejos para sobrevivir a un vuelo en avión (versión normal):

- Consigue un asiento en el pasillo. Te permite estirar las piernas (al menos cuando no pasan con el carrito de las bebidas ….. ) - Los asientos que dan al pasillo tienen las letras C,D,G o H. Los asientos que dan a ventana son los A y J en aviones grandes y los A y F en asientos menores. Los peores asientos de todos son los que te colocan en medio de dos personas, y son los que tienen las letras B o E en aviones pequeños. En aviones grandes, los peores asientos de todos son los E y F, que son los del medio en una fila de cuatro. Un sitio curioso es Seat Guru, que permite ver cada asiento en el avión en el que vayáis a volar. Por desgracia, Iberia no está todavía, pero sí varias compañías que vuelan a España, como Lufthansa. - Consigue un asiento en la fila de la salida de emergencia. Personalmente no me gusta demasiado, porque no te dejan colocar cosas delante tuyo, pero normalmente ganas unos centímetros para las piernas. - Antes de sentarte, saca todas las revistas que te ponen en el asiento (menos las instrucciones de seguridad) y ponlas en el compartimento

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superior para maletas. Ganarás unos 3 centímetros para las piernas, que no parece mucho, pero es un mundo hoy en día. - Bebe agua. Una vez me tocó aparecer en una reunión con los pantalones manchados de zumo de naranja …. no recomendable …. el agua se evapora …. - No dejes que pasen bebidas por encima de tu portátil abierto. Cuando menos, ciérralo. - Ni se te ocurra quejarte en los controles de seguridad de los aeropuertos. Sí, son humillantes. Sí, son ridículos. Pero en ciertos países te pueden arrestar sólo por hacer comentarios cuestionando su utilidad (EE.UU., por ejemplo). - Al pasar por el control de seguridad, coloca tu teléfono, llaves, cartera y reloj dentro del maletín de mano. Al menos, no te los olvidarás luego en las bandejas una vez que hayas pasado. Mete tu orgullo en el maletín también. Estos son tiempos en los que las humillaciones las tenemos que aceptar sin rechistar, por desgracia. - Elige bien la aerolínea. Personalmente, siempre que puedo uso Singapore Airlines.

Consejos para sobrevivir a un vuelo en avión (versión paranoia):

- No te sientes en el pasillo. Si alguien secuestra un avión, los primeros en ser ejecutados son los pasajeros del pasillo. Nadie sacaría a alguien de la ventanilla, haciéndole pasar por encima de los demás pasajeros ….. - No te sientes en la salida de emergencia. En teoría sería el primero en salir, pero lo más probable es que te aplasten el resto de los pasajeros al intentar salir mientras tú no puedes abrir la puerta de emergencia. - En vuelos desde Colombia, come y bebe algo. Los traficantes de drogas (las mulas) suelen llevar paquetes de drogas en el estómago, y las azafatas miran con mucho recelo a la gente que no bebe ni come nada. Con tanto recelo, que casi tienes asegurada una charla con la policía al llegar ….. - No hables en inglés en caso de secuestro: lo más probable es que los terroristas sientan algún tipo de animadversión contra los estadounidenses o los ingleses (así está el mundo hoy en día). Deja claro que no eres de una de esas nacionalidades. Si ves que no les gustan los hispano hablantes, practica tu francés o portugués rápido.

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- No te quites los zapatos al despegar antes de que se apague la luz roja, y póntelos al aterrizar cuando se encienda. El 80 % de los accidentes suceden durante el despegue y el aterrizaje. Y mejor que te pillen con los zapatos puestos. Saltar en calcetines sobre hierros rotos no puede ser muy agradable . Y por cierto, si alguien conoce al que ha diseñado los asientos del Airbus A320, que me avise, que estoy tecleando esto con el monitor a 5 centímetros de mi cara ….. enhorabuena al artista ….

Consejos de seguridad. Qué hoteles elegir Hay muchos países en los que un hotel de tres estrellas o menos es casi garantía de problemas. Por regla general, recomiendo elegir hoteles de cuatro o más estrellas en países pobres. Por ejemplo, en Africa, menos de cuatro estrellas es casi seguro garantía de que vamos a pasar un mal trago. A no ser que seáis viajeros con ganas de sufrir, intentad alojaros en sitios con un mínimo de garantías de higiene y seguridad. También es importante destacar que el número de estrellas no es garantía de nada, solamente sirve de guía. Si conocéis algún hotel con garantías, porque lo habéis visitado antes o porque lo ha hecho un amigo en el que confiáis, adelante. Mejor un tres estrellas conocido y limpio que un cinco estrellas desconocido. Llegando al destino: Taxis de aeropuerto: Hay sitios en los que no se puede montar en un taxi sin saber porque te pueden robar (Argentina) o el precio puede ser astronómico (Japón y Noruega). En otros tienes que saber la ruta a tomar para que no te engañen dando vueltas por la ciudad (Madrid y Barcelona) o tienes que tener cuidado con el cambio (Sevilla). En cualquier caso, hay que leer guías de viaje o preguntar (en los foros de hombrelobo, por ejemplo) antes de iniciar un viaje para saber lo que vamos a encontrar al llegar.

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Consejos de seguridad en hoteles La verdad es que pocas veces las tenemos en cuenta, pero hay una serie de pequeñas medidas de seguridad a la hora de pasar unos días en un hotel que pueden marcar la diferencia entre tener una estancia tranquila o vivir un infierno. Personalmente, suelo tener cuidado con: - Elegid habitaciones por debajo del séptimo piso. La mayoría de las escaleras de bomberos no llegan más arriba del séptimo piso…. - Nunca coloquéis el cartel de “Limpiar habitación”, es una señal perfecta para que posibles ladrones sepan que no hay nadie dentro. El servicio de habitaciones ya sabe cuando estáis fuera sin necesidad de ese cartel. - Si la habitación ya está arreglada y salís fuera, colocad el cartel de no molestar y dejad la TV encendida, para que parezca que hay alguien en la habitación. También cerrad ventanas y cortinas. - Usad la caja de seguridad de la habitación. Si no hay, usad las cajas de seguridad de la recepción para colocar cosas de valor (prácticamente todos los hoteles tienen cajas de seguridad en la recepción). - Usad maletas rígidas con combinación, y mantenedlas cerradas cuando salís de la habitación. Personalmente, yo guardo todo dentro cuando estoy fuera de la habitación, con la combinación puesta (menos los objetos de valor, que van a la caja de seguridad). Cuantas menos cosas tengáis fuera, menos probabilidades de que se os pierdan o se os olviden. - Por supuestísimo, no dejar cosas de valor a la vista, y menos ordenadores, joyas, cámaras y similares. También es bueno tener en cuenta (aunque confieso que no lo suelo hacer): - Nada más llegar mirar el plano del hotel para situar las salidas de emergencia en caso de incendio.

Consejos de seguridad en el lugar de destino Antes de viajar a un lugar, hay que informarse del mismo. Hay sitios donde no se me ocurriría salir solo a la calle a dar un paseo. Otros sitios donde saldría pero tomaría precauciones. Y otros donde no tendría ningún

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inconveniente en perderme por sus calles. Como norma muy general, y que nadie se me ofenda por decirlo tan claro: - En Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda, la mayoría de Asia y Oriente Medio es fácil salir a la calle y pasear sin miedo. Hay que tener cuidado con los barrios de prostitutas o los lugares donde se concentran drogadictos, pero por lo general suele ser bastante seguro pasear, sobre todo de día. - En Latino América es conveniente salir a la calle consciente de los peligros. En general, sugiero no salir con joyas o con relojes caros, y llevar las cámaras de fotos camufladas en bolsas de plástico de supermercado. De todas formas, hay países y países. Chile es mucho más seguro, y en general bastante tranquilo, en Argentina durante el día en las zonas céntricas se puede ir medianamente seguro, y en otros lugares como Venezuela, partes de Brasil o Colombia, no recomendaría a ningún viajero salir a la calle solo sin saber exactamente dónde va y cómo es la zona. - En Estados Unidos debemos siempre recordar que la gente va armada. En general el país es muy tranquilo, pero los barrios marginales de las grandes ciudades son extremadamente peligrosos. Cuidado con perderse en ellos. Pero insisto, sobre todo, antes de ir a un lugar, sed conscientes de dónde vais, e informaos. Y no bajéis la guardia, que un extranjero siempre es un objetivo fácil. Sin paranoias, pero sin olvidarlo. ¡ Y a disfrutar del viaje !

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CAPITULO TERCERO

Relatos viajeros Esta parte del libro la voy a dedicar a contar algunas anécdotas que me han sucedido a lo largo de los años, viviendo fuera, viajando. Son relatos viajeros, cuentos cortos si queréis. Espero que os gusten.

Relatos viajeros: Asalto en Buenos Aires Por recomendación de un amigo, he decidido empezar a escribir en hombrelobo historias o anécdotas que me han sucedido a lo largo de mis viajes o mientras vivía en otros países. Para empezar, he optado por relatar quizás uno de los episodios más traumáticos para mí. Me refiero a cuando me asaltaron y robaron en un taxi en Buenos Aires. Estoy hablando del año 1997. Yo acababa de llegar a Buenos Aires. Bueno, no exactamente. Había llegado un par de meses antes, pero todavía estaba viviendo en un hotel, mientras esperaba la llegada de un contenedor con todas mis cosas y mudarme a mi nueva casa en el barrio de la Recoleta en Buenos Aires, donde pasaría los siguientes tres años. Esos dos primeros meses fueron de enamoramiento con la ciudad y con sus gentes. Me encantaba el ritmo que había, la forma de vivir, sus mujeres de piernas largas y tacones altos y los paseos por la calle Florida. Eso quizás me llevó a ignorar algunos de los consejos que me daban mis compañeros. Como extranjero en la ciudad, usaba el colectivo (autobús) y muy a menudo los taxis, que eran baratos y estaban disponibles en cada esquina. Me habían advertido de que había asaltos en taxis por la ciudad, pero yo iba por todas partes y no tenía sensación de peligro en general (esto era antes de la debacle del 2000).

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Así que un día, al salir de la oficina, a eso de las siete de la tarde, me encontré con una de las típicas tormentas que hay en Buenos Aires: brutales (como sus minas iba a decir, pero mejor me lo callo). En medio de la tormenta, salí a la calle, cerca de Puerto Madero, sin paraguas e intentando llegar a la parada del autobús (colectivo) o encontrar un taxi. Nada. Me cubro en unos soportales. Era ya de noche, estaba totalmente empapado y de pronto, como salido de la nada, aparece un taxi. Corro como un descosido hacia él, no vaya a ser que me lo quiten. Entro y bromeo con el conductor sobre lo afortunado que he sido. Me pregunta si quiero ir por Libertador, pero haciéndome el entendido le digo que no, que mejor por la Avenida Córdoba. Perfecto. Fuera diluvia. Medio en broma, le comento lo de las noticias de los asaltos y le digo que espero que él no sea uno de ellos. Seguimos tranquilamente, apenas se ve nada, cruzamos la avenida 9 de Julio, paramos en una semáforo …… y de pronto la puerta de mi izquierda y la de delante (la del copiloto) se abren de golpe y entran dos personas gritando: - ¡¡ Policía, no te muevas y no te pasará nada, estamos armados !! Me quedo paralizado. El de delante mío echa el asiento para atrás, para aprisionarme, y el de la izquierda me agarra las manos con una de las suyas, mientras mantiene la otra escondida debajo de una gabardina que lleva en las manos (dando la impresión de tener una pistola escondida, aunque yo no la veía). Le dicen algo al taxista para que siga hacia delante, él se hace el remolón y le gritan. Pero se hace mal el remolón, se nota a todas luces que está compinchado, que sabe lo que esté pasando. Seguro que participa en las ganancias.

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Empezamos a dar vueltas. Me quitan las gafas lo primero, y yo hago como que no veo nada (sólo tengo una dioptría, veo bastante bien sin ellas, pero era de noche y estaba limitada la visión de todas formas). Después el de la izquierda,que por cierto tenía pinta de policía bonaerense de verdad, con un traje y un pequeño bigotillo, me empieza a cachear…. me saca el teléfono móvil (el celular), la cartera y un bolígrafo Mont Blanc. Entonces me pregunta, por primera vez, sobre las tarjetas. - Che, contame, cual es el código de esta tarjeta - (mi porteño es defectuoso, lo siento, es lo que recuerdo) Se refiere a la única tarjeta que tenía emitida en Argentina, las otras eran españolas y pasó rápido sobre ellas. - No me acuerdo ….. es nueva …. - contesto yo. - ¡ Dejate de joder ! - me dice, y al mirar su cara de pronto me viene al número rápido a la memoria ….. - Hombre, tenemos un gallego (galllllllllego) dice el segundo de ellos, el que se sienta junto al chófer, con la cabeza rapada y cara de duro de película). - Yo conozco bien España (yyyyyyyyyyo conossssssco), pasé unas vacaciones en Carabanchel, donde tus compatriotas me dieron un trato muy lindo. En este momento me entra el miedo de verdad. Nadie conoce Carabanchel en Argentina, no aparece en las guías de viajes desde luego, para conocerlo hay que ser de mala calaña. El de aspecto de policía bonaerense sale del taxi con mi tarjeta de crédito en la mano a la altura de un cajero automático, mientras yo me quedo en el taxi con el de la cabeza rapada, que me mira con media sonrisa, y el chófer, que hace como que está preocupado. Empezamos a dar vueltas. Llueve a mares, y seguimos dando vueltas por la Avenida 5 de Mayo. Yo miro por la ventana frunciendo los ojos como que no veo nada, intentando situarme.

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Al de una media hora volvemos al banco, y el del bigotillo vuelve a entrar al taxi. Mirándome con cara de pocos amigos dice: - Solo tenés 500 pesos, gallego. - Puede ser, no estoy seguro - dije yo. - Maldito gallego - dice el calvo. Después me di cuenta de que en realidad sacó mil pesos, pero la escenita (que casi me cuesta un golpe del calvo) fue para no tener que repartir mas que 500 con sus compinches. El resto se lo quedaría para él solo. Seguimos un rato más en el taxi, muy oscuro, bromean sobre los españoles y su falta de pelotas. Media hora después, paran cerca del Sheraton (se suponía que yo no veía nada y llovía a mares), me devuelven todo menos el dinero, el calvo me da un billete de 10 pesos y me dice: - Tomá gallego, para el taxi. Y si te volvés a mira al salir, te pego un tiro. Se sonríe y me abre la puerta para que salga en medio de la lluvia. Atabalado, yo salgo fuera, y digo “hasta luego” (culpa de mi madre, que siempre me enseño que hay que ser educado). Tras unos minutos bajo la lluvia, intento usar el celular (móvil), pero no funcionaba. No había apenas gente, era ya tarde y la lluvia seguía muy fuerte. Empiezo a caminar, tenía unos 40 minutos por delante, estaba totalmente empapado y con el miedo todavía dentro. De pronto, para un taxi a mi lado, y baja la ventanilla. Yo le miro y digo: - Mira, me acaban de asaltar en un taxi, me han quitado todo menos un billete de 10 pesos. Si no me asaltas y te vale con los 10 pesos, llévame a la calle Parera.

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El taxista me mira con cara sorprendido, asiente, estira la mano para abrirme la puerta y dice: - Subí. Al llegar al hotel, el traje, la corbata y los zapatos estaban totalmente destrozados, y los tuve que tirar. Durante 3 meses fui incapaz de montar en ningún taxi, ni siquiera con otra gente, tenía auténtica paranoia. Al cabo de esos tres meses, empecé a usar, de vez en cuando, radio taxis y remises (taxis sin colores de taxi que usan en Argentina). Ahora ya puedo montar en un taxi sin problemas, aunque en Argentina nunca cojo un taxi en la calle. Nunca. En otros países todavía miro la matrícula primero y a veces cierro las puertas ….. El seguro del banco me cubrió los pesos que me robaron, y a pesar de todo, mi enamoramiento de Buenos Aires siguió (y sigue).

Relatos viajeros: de cuando me partí la espalda en Argentina Voy a seguir relatando historias que me han acontecido y que creo que merecen la pena. Ahora os voy a contar, también de la época en que viví en Buenos Aires, cómo me rompí la espalda. Sí, la espalda. Resulta que a mi me gustan las motos. Mucho. Y desde los 16 años había estado jugando con ellas. Primero una vespa 75, trucada a 125 cc con un kit Polini que era un tiro; después con una Morini 250 cc, una preciosidad. Pues bien, tanta moto me dio algún que otro susto, un par de caídas, y el darme cuenta de que ya no tenía edad. El que mi hermano tuviera dos

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accidentes graves con ellas tampoco ayudó (ahora tiene varias placas metálicas en su brazo). Y viviendo en la Argentina, con el tráfico tan criminal que tiene (están locos estos porteños …. :), pues lo de la moto era una muy mala idea. Así que me decidí a aprender a montar a caballo, que era casi lo mismo, pero más seguro. Y qué mejor lugar que Buenos Aires, con su tradición hípica. Me apunté al Club Hípico de BsAs y empecé las lecciones. Poco a poco, empecé paseando, otro día trotando, y así. Hasta que un día, me dejaron un caballo nuevo, y me puse a cabalgar un poquito con él. Pero no estaba cómodo, le azuzaba, empezaba a cabalgar, y como no me encontraba bien en la silla, le paraba. Y vuelta a empezar, paseo, trote, cabalgada y parar. Y a la cuarta o quinta vez, en pleno galope y posiblemente harto de mis cambios de ritmo, el caballo paró de golpe haciendo un quiebro para desmontarme. Y eso es todo lo que recuerdo. La siguiente imagen es en el suelo, estirado completamente, y con gente a mi alrededor. Avergonzado, empiezo a mover las piernas, notando el cuerpo dolorido. Pero una de las monitoras (bendita sea) me dijo: - Mejor no te movés nada, che, te vi caer y no me gustó la forma en que lo hiciste (hisissste). En cuanto oí eso me pareció una muy buena recomendación y desde ese momento no moví ni un músculo. Nada. Cada vez que lo pienso, creo que ese consejo me salvó de acabar con una parálisis. Y si no lo creéis, seguid leyendo. Llegó la ambulancia. El camillero pregunta por mi seguro. Le digo que está en el coche, que ya arreglaríamos después. Me dice que no, que necesita el seguro. No me lo puedo creer. Así que si no tengo un seguro en regla no me llevan al hospital.

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Dejo las llaves del coche a uno de los presentes, a una persona que no conocía de nada y que va al coche a por los papeles y la tarjeta del seguro. Lo comprueban y deciden llevarme al hospital. El camillero, al verme pesadito (pesaba unos 76 kilos), pone la camilla al lado, y me pide que me desplace unos centímetros sobre ella. Le digo que ni por el forro, que no muevo ni un músculo, que para eso he pedido una camilla. Es muy extraño enfadarse mientras estás tirado en el suelo sin moverte, pero menos mal que lo hice. A regañadientes, me suben entre los dos a la camilla y me llevan a un hospital. Al hospital Alemán de Buenos Aires. Al llegar, siempre en la camilla y tenso como un palo sin moverme, me llevan a rayos X. Me hacen una radiografía y el encargado de los rayos me dice que me puedo mover, que él no ve nada. Yo le pongo cara de que espero un poco al médico, y me mira de vuelta con cara de “vaya miedica”. Llega el médico, ve la radiografía, pone cara rara, y me dice que me van a hacer un escaneo de esos de cuerpo entero en un túnel de esos “modelnos”, que no se quedaba tranquilo solo con la radiografía, que algo no le acababa de gustar. Me escanean (sigo sin moverme), y al de unos minutos, el médico se me acerca, me toca los dedos de los pies, me dice si los siento (yo los siento, gracias a dios) y me dice que tengo una vértebra lumbar rota de lado a lado. Pero con un corte tan limpio, que van a esperar un par de días a ver si hay que operar o no hace falta. En este punto, yo estoy como un flan Dhul, como os imaginaréis. Pensar que solamente por haberme movido al ponerme en la camilla, o cuando el encargado de los rayos X dijo que no tenía nada, podría haberme quedado en una silla de ruedas de por vida me ponía todavía más nervioso. A partir de entonces, cinco días de observación, sin moverme, para ver cómo se comporta la fractura de la vértebra, si realmente se mantiene tan bien como parece. En cama sin moverme ni un milímetro, no puedo dormir apenas porque me da paranoia la idea de moverme mientras duermo. Por suerte, todo fue bien, y no hubo necesidad de operación. Durante esos días de observación recuerdo lo humillante que fue el tener un par de enfermeras que me vinieron a limpiar. Me daba pena por ellas. Y

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vergüenza por tener que recurrir a ellas. Además, eran una chicas jóvenes (y una de ellas la recuerdo especialmente atractiva), con lo que mi situación era violentísima. Pero estando en juego lo que estaba, me tragué mi orgullo y mi vergüenza y les dejé hacer su trabajo. Después, tres meses con una escayola de medio cuerpo, con poca movilidad, sin salir de casa, y teniendo que recostarme después de cada comida (no podía respirar, al comer el estómago se hinchaba un poco y no había espacio en la escayola) o después de andar más de 15 metros. La sensación de claustrofobia dentro de la escayola era horrorosa al principio, el no ser capaz de respirar profundamente era horroroso. Pero a todo se acostumbra uno, y en unas semanas ya me había adaptado a andar despacio – dentro de casa solamente - , a comer de poco en poco y a no respirar demasiado profundo. Tras esos tres meses, la celebración: una ducha de cuerpo entero que me sentó como la gloria (con la escayola usaba toallitas y cosas del estilo), un par de meses de ejercicios de rehabilitación y nuevo como antes. Incluso mejor, porque perdí peso. Así que todo acabó en nada y todavía sigo agradecimiento eterno para la monitora de la escuela de hípica que me recomendó no moverme y para el médico que, a pesar de parecer evidente que no tenía nada, hizo un esfuerzo extra para estar cien por cien seguro. Y gracias a ello me salvó de acabar en una silla de ruedas. Ahh, tras esto dejé los caballos y me compré una moto, por supuesto, pero esa historia es para otro día.

Relatos viajeros: Yakitori en Nagasaki

Soy un enamorado de Japón, lo confieso. He estado de visita en varias ocasiones por razones de trabajo, y siempre me había quedado con las

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ganas de pasar tiempo, de disfrutar el país, o parte del país, poco a poco, con calma, empapándome de él. Así que en el verano del 2008 nos animamos a recorrer el país del sol naciente con calma, tres semanas de trenes y caminatas, de perdernos entre sus calles. Un país encantador y fascinante. Ahora, imaginad nuestra llegada a Nagasaki en el tren bala, el Shinkasen, desde Kyoto. Cansados y con ganas de ver qué nos encontraremos en Nagasaki. Llegamos al hotel (en taxi desde la estación de trenes), el Holiday Inn Nagasaki, en el centro de la ciudad, justo al lado del barrio rojo, dejamos las maletas en la habitación, y salimos a la calle buscando las primeras esquinas de la ciudad y un lugar para cenar algo caliente. Y así, dando vueltas, nos encontramos con un restaurante de Yakitori cuyo nombre nunca sabré. Se trataba de un restaurante relativamente amplio, con un menú fuera escrito en Japonés. Ya estábamos cansados y el Yakitori nos gusta (son como pinchos morunos exóticos), así que decidimos entrar. No había menú en inglés. Sólo en Japonés. Nadie hablaba inglés (ni castellano, por supuesto), ni nosotros hablábamos japonés. Así que nos decantamos por uno de los menús, el de precio medio a ver qué nos sacaban. La verdad es que la cena fue muy curiosa. Había gente gritando en una mesa al fondo. Era una especie de mesa corrida, llena de gente que parecían no haber venido juntos, sino que se iban sentando en esa mesa grande según llegaban. Los camareros también gritaban, aparentemente daban la bienvenida a los recién llegados al restaurante a gritos. Y nosotros, en una esquina, mientras los camareros se acercaban a curiosear. No estoy seguro de haber reconocido todo lo que comimos, eran todo tipo de carnes, la mayoría deliciosas, una especie de foie, unos pinchos de piel de pollo frita, cosas curiosas, pero deliciosas. Y el no saber lo que comes a veces hace que te concentres más en los sabores tratando de averiguar qué es.

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Y entonce, al final, al pedir la cuenta, nos vino la camarera, una de ellas, no la que nos había atendido, sino otra que chapurreaba un poco de inglés. Llegó con dos hojas y dos bolígrafos, y nos pidió que les escribiéramos algo. Todavía hoy no sé qué es lo que esperaban de nosotros, si es algo que se nos escapó o si pensaban que éramos Brad Pitt y Angelina Jolie de incógnito. El caso es que escribimos, en inglés, que habíamos disfrutado de la comida y que el sitio nos había encantado. Les dimos las notas, pagamos y salimos entre inclinaciones de cabeza. Todavía hoy me pregunto el porqué de las hojas de papel, si era eso lo que esperaban de nosotros o algo totalmente distinto. Maravilloso Japón, en serio.

La simpatía de los franceses y la importancia de mimar a los turistas Una de las cosas que más me ha sorprendido del último viaje a París ha sido lo agradables que han sido los franceses en todo momento con nosotros. Y lo digo en serio. Siempre había tenido esa idea de que los parisinos eran muy rudos y maleducados, así que iba preparado para lo peor. Pero no, no solo nos han tratado correctamente en todo momento, sino que nos han hablado en inglés (o en castellano) en todos lados. Incluso más, nos han ayudado en el metro cuando no sabíamos cómo funcionaba, acercándose a nosotros y explicándonos cómo funcionaba, y sonriéndonos. Y nos han atendido espléndidamente en sitios caros y en hamburgueserías. Y ese ha sido uno de los puntos destacados del viaje, y posiblemente el que nos haya llevado a plantearnos el volver (pronto). La verdad es que la actitud de la gente ha sido deliciosa en todo momento y lugar. Y esto me lleva a pensar en el trato que se debe dar a los turistas. La diferencia es importantísima. Un turista que es tratado bien, habla bien del

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país o la ciudad que visita a la vuelta a casa, y eso lleva a compatriotas suyos a visitar la ciudad en el futuro, y a que gasten, y a generar trabajo y riqueza. Tan fácil como eso. Así que hace unos días nos encontramos con dos turistas franceses que estaban buscando un hotel, preguntando en mal castellano dónde estaba. Y en parte por cómo de bien nos trataron en París, en parte por ser hospitalarios con ellos, les hemos acompañado diez minutos hasta la puerta del hotel, les hemos explicado un poco cómo es nuestra ciudad y les hemos sonreído. Acababan de llegar. Y estoy seguro de que ese trato hará que vean la ciudad con buenos ojos, y de que a la vuelta a Francia hablen de lo bien que les han tratado en España. Y con un poco de suerte, que la próxima vez, sus compatriotas nos vuelvan a tratar tan bien como la última vez. Menos mal que siempre nos quedará París …….

Relatos viajeros: Boxeo en Houston Una noche de boxeo. En Houston. Cuando me lo propuso un amigo me pareció una idea estupenda. Supongo que después de haber visto tantas películas en las que el boxeo se trataba como un deporte de héroes, tenía en la cabeza una idea romántica del mismo. Y nada más lejos de la realidad. No recuerdo quienes peleaban, y de hecho es irrelevante. Sólo recuerdo que uno de ellos era Mexicano y por ello había multitud de hispanos entre el público. Y niños. Docenas de niños. Y cuando digo niños, me refiero a criaturas de menos de ocho años. Eso es lo que más me sorprendió de la velada, la cantidad de críos de entre cinco y ocho años que había en las gradas. La mayoría con sus familias, si le sirve a alguien de consuelo. Comienza la pelea. Apenas consigo mantener la atención en ella, era lenta y el espectáculo era el conjunto de los dos luchadores y el público, toda esa

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gente bebiendo coca-colas y comiendo dulces y perritos calientes. Impresionante. La pelea seguía su curso, Después de los primeros minutos de duda y de tanteo, uno de los boxeadores comienza a tomar claramente el control de la pelea. Acorraló a su oponente y empezó a golpearle sin cesar. Tras unos cuantos golpes, al ver que iba a ganar, que el otro estaba ya totalmente derrotado, empecé a inquietarme, a mirar alrededor, esperando a ver cómo su entrenador tiraba la toalla o la gente pedía el fin de la pelea. Empezaba a ponerme nervioso al ver cómo una persona estaba destrozando a otra allí mismo, en vivo delante de todos nosotros. Y entonces empezó. Una especie de temblor, una vibración producida por el público que comenzaba a gritar, a arengar al boxeador que iba ganando. Gritos de “Venga”, “Dale”, Pega” y similares. No me lo podía creer. Miraba alrededor y veía a esas familias con los niños, los padres gritando como locos puestos en pie, los niños mirando, algunos incluso gritando también, y un boxeador sangrando y golpeado sin piedad en el cuadrilátero. Una estampa que no me puedo quitar de la cabeza, sobre todo la de los niños gritando “Dale” con una coca-cola en la mano, mientras sus padres observaban con orgullo. Unos minutos después, el boxeador derrotado cayó, se terminó la velada y la multitud volvió a sus casas, contentos y felices. Una tarde en familia más.

Relatos viajeros: La propina Mientras escribo esto me encuentro en un avión de Lufthansa camino de Teherán. Es un vuelo de estos pesados, en los que llegas a destino bien entrada la noche. Casi todos los pasajeros que me rodean están dormidos, y yo sé que debería dormir para reponer fuerzas, que vienen un par de días agotadores, pero así es el sueño, que se nos niega a veces cuando lo necesitamos. Y mientras el avión sigue volando, recuerdo un viaje anterior a Teherán, llegando en este mismo vuelo de Lufthansa, tarde por la noche. O temprano en la mañana, según se vea. Aterrizamos a eso de las 2:30 de la mañana.

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Después de pasar aduanas y hacer el recorrido en taxi desde el aeropuerto al hotel (el Taj Mahal), me dan las 4:00 haciendo el check-in. Como os podéis imaginar, me encuentro cansado, con ganas de meterme en la cama a descansar. Por fin parece que el recepcionista ha terminado de hacerme la entrada en sus libros, le da la llave al mozo y este me indica el camino hacia la habitación y me acompaña. Mientras subimos en el ascensor, de pronto me doy cuenta de que no tengo a mano nada para darle de propina. No soy partidario de dar grandes propinas; de hecho, me encantan Singapur y Japón porque las propinas prácticamente no existen. Pero claro, a las 4:00 de la mañana en Teherán, y acompañándome hasta la habitación, creo que es mejor dejarle algo al hombre. Mientras pienso en esto, me asalta la duda de cuál es el tipo de cambio. No recuerdo si es 1.000 riales por euro o 10.000 riales por euro. La diferencia es darle una propina miserable o una excesivamente generosa. Estoy en estas, mientras como digo nos dirigimos a la habitación, y saco apresuradamente mi billetera con todas las monedas extranjeras que normalmente llevo encima. Es una billetera en la que suelo colocar todos los restos de monedas de otros viajes. No mucho, 10 dólares aquí, 15 euros allá, unos yenes del último viaje, cantidades pequeñas que no merece la pena cambiar para afrontar situaciones como esta, pequeños gastos al llegar antes de tener tiempo de cambiar. Algunas de los billetes los tengo hace años, por si vuelvo a ese país, y como os podéis imaginar, la billetera ya tiene un cierto grosor. Así que abro la billetera, pensando en cual es el tipo de cambio adecuado, corro por los billetes de distintos países, veo un billete de 1.000 …. no recuerdo si es poco o mucho …. pero bueno, ya estamos en la habitación, está esperando, tengo ganas de irme a la cama y se lo doy. Toma, 1.000, que aproveche. El mozo me mira, mira el billete, me mira otra vez. Inclina la cabeza, me desea buenas noches y sale de la habitación. Yo ordeno las maletas, y por eso de las dudas, miro el tipo de cambio en una nota que llevaba. En ese momento era de 13.400 riales por cada euro.

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O sea que al pobre le había dado unos céntimos …. vaya, lo siento, es lo que pasa por no ir preparado. Pero ….. ¡ espera ! Miro la billetera, vuelvo a repasar los billetes …. estos de mil … estos de 10.000 …. y me doy cuenta de que le he dado un billete de 1.000 yenes japoneses, no de 1.000 riales Iraníes. Me estuve riendo un buen rato solo. Así que la propina que en un principio creía que era de unos pocos céntimos se había convertido en una generosa propina de unos 8 euros. En Irán esa no es una cantidad despreciable en absoluto. Eso sí, nunca sabré cómo de fácil le sería al hombre cambiar los yenes. Lo mejor de todo, sin duda, es cada vez que recuerdo la cara de sorpresa que puso el hombre, cómo miró al billete y cómo no dijo nada. Así de nobles son los Iraníes.

Relatos viajeros: Sonidos extraños

Hace años recuerdo una situación extraña y molesta. Acababa de llegar a casa de viaje, y nada más entrar, dejé la maleta en el suelo, sin abrirla, y me fui a dar una ducha. Normalmente abro las maletas al llegar de un viaje, al menos para sacar los trajes y que se ventilen un poco, pero esta vez no me apetecía, así que simplemente la coloqué plana en el suelo, que al menos la ropa no sufra la verticalidad. Al salir de la ducha, un poco más reconfortado y refrescado, noté como un ruido de fondo. Algo constante, como un taladro a lo lejos. Un zumbido ligeramente molesto pero nada más.

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Una hora más tarde, el zumbido se hacía ya insoportable, era como un ruido acompañado de una vibración de madera, algo difícil de describir, pero molesto. Además, se notaba mucho cerca de la entrada de la casa, aunque no acertaba a decir si venía de arriba, de abajo, de la derecha o de la izquierda. Arriba difícil, porque vivía en el último piso, así que al de un rato llamo al vecino para preguntar. No soy persona de molestar, pero estaba agotado del viaje y tenía ya ganas de echarme a la cama. Nada, no era el vecino. Incluso se mostró extrañado, porque el no oía nada. Le invité a entrar a mi casa y entonces se dio cuenta del zumbido. Estuvimos charlando, intentando ver de dónde vendría, llamamos al vecino de abajo, de todo, hasta que de pronto mi vecino dijo mirando a la maleta que estaba en el suelo en la entrada: - ¿ Y esa maleta ? Yo diría que el ruido viene de la maleta …. A lo que yo respondí que imposible, que cómo iba a venir el ruido de la maleta. Pero me acerqué, escuché con cuidado, y efectivamente, el ruido parecía venir de la maleta, una Samsonite rígida. Puse la mano sobre la maleta, y se percibía una vibración muy fuerte. Y esa vibración sobre el suelo de madera era la que provocaba parte de ese sonido apagado y profundo. Totalmente avergonzado, abrí la maleta y saqué delante de mi vecino la máquina de afeitar eléctrica zumbando desesperadamente. Por alguna razón se había encendido, y cosas de las baterías de Braun, llevaba casi dos horas sin parar de zumbar. Desde entonces no me atreví a molestar más a mi vecino, metiera el ruido que metiera. Aunque solamente fuera por evitar verle la sonrisilla esa en los labios otra vez.

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Relatos viajeros: En quad en Nueva Zelanda Uno de los viajes que hice con más ganas en mi vida fue a Auckland, Nueva Zelanda. El hecho de ser las antípodas de España, el que no sea posible ir más lejos sin salir de la tierra, le daba un cierto aura de misterio y de aventura. Así que allá nos fuimos. Combiné un viaje de negocios a Singapur para irnos una semana de vacaciones a Auckland. Desde Singapur contratamos un vuelo en Singapore Airlines, para mi gusto la mejor aerolínea del mundo, y nos preparamos a descubrir Nueva Zelanda. El vuelo desde Singapur fue cómodo y sin incidencias, como suelen ser los vuelos de Singapore Airlines. En sólo seis horas llegas a Auckland, una ciudad que en un primer momento nos dejó perplejos. Pero no perplejos por ser muy distinta a lo que conocemos, sino precisamente por todo lo contrario, nos dejó perplejos porque podría haber sido una ciudad europea, sobre todo escandinava. Es verdad que conducen por la izquierda, que hablan inglés con un acento extraño y cerrado, que hay carteles en la carretera con algunos signos curiosos, pero por lo demás lo que nos sorprendió es la falta de exotismo del país. Eso sí, todo está organizado y es muy seguro. Pero esa falta de sorpresa nos sorprendió. Así que tras pasar un par de días en la ciudad de Auckland, de salir a ver los principales atractivos turísticos de la zona, de montar en un globo aerostático por los valles de los alrededores, nos animamos a hacer lo que hacen los kiwis: aprovechar la naturaleza. Y eso para nosotros significaba apuntarse a un grupo que organizaba excursiones en quad, esos vehículos que son como motos pero con cuatro ruedas. Después de un pequeño entrenamiento, de que nos explicaran cómo funcionaban las máquinas, y de que nos quitaran de sopetón toda la impresión de aventura loca y salvaje colocando a nuestro lado a madres con niños de 8 años en otros quads, nos adentramos en los bosques de la zona en fila india.

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Al principio fue un poco aburrido, para qué negarlo, el ir todos uno tras otro a no demasiada velocidad, una docena de quads por senderos forestales marcados claramente para ellos. Pero al de unos 45 minutos de camino, las cosas se empezaron a poner interesantes. Cada vez el camino aparecía menos transitado, cada vez íbamos más rápidos, y cada vez entrábamos por zonas con más altibajos. Y de pronto, el bosque se abrió y lo vimos. Creo que es la una de las visiones más fantásticas que he tenido en mi vida. Después de casi una hora de bosque, los árboles se acabaron bruscamente y nos encontramos de cara a una playa enorme de arena negra volcánica y un mar bravo delante. Y nadie más que nosotros. Puede ser que me impresionara más por inesperado. O simplemente por la belleza de la escena. Porque no había chiringuitos playeros, ni gente en bañadores prietos, ni carreteras y coches. No había nada, sólo esa inmensidad de playa frente a una inmensidad de mar mucho mayor. Bajamos a la playa en los quads, y recorrimos unos kilómetros por la orilla. Posiblemente sin los quads la escena habría sido más completa, eso os lo voy a conceder, pero aun así fue fantástica. No creo que vuelva a Nueva Zelanda. La experiencia fue buena, pero el país me decepcionó por su proximidad a lo que conozco. Además no es un destino barato. Pero esa escena siempre la llevaré conmigo.

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Relatos viajeros: De cuando toca ir al médico en otro país Muchas veces, cuando viajamos, damos por sentado algunas cosas que no deberíamos dar por sentado en absoluto. Por ejemplo, el tema sanitario. El cómo en casa estamos cubiertos en nuestros gastos médicos en gran medida y el cómo sabemos a quién recurrir en caso de problemas. Así que os voy a contar algunas de las situaciones en las que me he encontrado a lo largo de los años en las que he necesitado los servicios de un médico. Anteriormente os he hablado de cuando me caí de un caballo en Buenos Aires, donde por cierto, me atendieron estupendamente en el hospital, y de cuya avería me he recuperado al cien por cien. Pero hay otras: La venganza de Moztezuma: En México, recomiendan a los visitantes no beber agua que no esté purificada o que bebamos de una botella. Pero no sólo eso, el riesgo es tan alto de que podamos enfermar, que también recomiendan no comer verduras o vegetales (porque han sido limpiados con agua corriente), que pelemos toda la fruta y que incluso nos lavemos los dientes con agua de botella y que cerremos la boca durante la ducha. Todo esto puede parecer una exageración sin sentido, pero no lo es. De hecho, es tan común que los mexicanos lo llaman “la venganza de Moztezuma”, por la cantidad de extranjeros que caen víctimas de una diarrea espantosa al consumir agua contaminada. Y eso es lo que me pasó hace varios años. A pesar de que he estado en México DF en bastantes ocasiones, que conozco relativamente bien el lugar y que soy extremadamente precavido con el agua, uno de esos viajes caí en las garras de Moztezuma. Recuerdo que me encontraba alojado en un hotel enfrente del Zócalo, en lo que para mí es uno de los lugares más pintorescos del mundo. Empezó como un ataque de diarrea normal, pero al de unas horas de no cesar, y de tomar un par de tés con limón, que son excelentes contra la diarrea, me di cuenta de que cada vez estaba peor. Por suerte, el hotel pudo llamar a un médico que llegó en unas pocas horas, y que tuve que pagar en efectivo al instante. Me recetó reposo, unas pastillas y paciencia. Yo pensé que ya estaba, que cuando hablaba de paciencia se refería a unas horas. Pero no. Pasé tres días enteros encerrados en la habitación, sin salir para nada, con las cortinas cerradas

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porque no aguantaba la luz, y solamente bebiendo un par de tés con limón al día. Desde entonces, extremo aun más las precauciones en países con problemas de agua, y llevo encima unas pastillas de Imodium, por si las moscas. Así que en serio … tened cuidado con el agua …

Piedras en Houston: Estados Unidos es famoso por la calidad de sus servicios médicos. La fama puede que sea justa, al menos en cuanto a la calidad de los mismos. Pero el sistema está lejos de ser perfecto.

Recuerdo por ejemplo el día que empecé a tener unos dolores bastante fuertes en los riñones. No me asusté porque suelo tener piedras en los riñones, y cada cuatro o cinco años me viene un ataque de dolor terrible en los riñones, que me indica que la siguiente piedra ha llegado. Así que estaba tranquilo, sabía lo que pasaba, pero eso no me impedía sentir el dolor insoportable. Después del primer ataque, con un dolor espantoso, y tras beber un poco de agua y coger fuerzas, llamé al seguro que tenía (seguro local americano, pues como digo residía en el país) y les pido que me envíen a casa un médico de cabecera para que me vea y me recete algún calmante, que ya sabía la causa del dolor y no era urgente pero necesitaba reducir el dolor. Pero en Estados Unidos, los médicos no visitan a sus pacientes en las casas. Ese es un concepto muy europeo, que no existe ni en Estados Unidos ni en Asia, por ejemplo. Lo que me ofreció como solución el operador al otro lado de la línea telefónica es que fuera al hospital. Pero era tarde, bien entrada la noche, y le expliqué que no me encontraba en condiciones de conducir, que precisamente recordaba del suceso anterior en España que ponerse al volante era lo primero que me prohibió el médico, porque si me entraba un ataque de dolor no podría controlar mis reacciones. Pero nada, el operador me decía que sólo me podrían atender en el hospital, y me sugirió llamar a una ambulancia e ir a urgencias.

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A mi me pareció una barbaridad ir a urgencias para ello, así que desempolvé una caja de nolotil, un calmante que tenía desde el último viaje a España, me tomé uno y pasé la noche lo mejor que pude. Al día siguiente, ya bastante mejor, pero con miedo de que me diera otro ataque, me acerqué tranquilamente al hospital, a emergencias, como me habían indicado varias veces. Lo primero que me sorprendió al entrar es que no me querían dar la entrada antes de dejarles una tarjeta de crédito y firmar un papel con todo lo que podría tener que pagar. Después me pidieron los papeles del seguro privado que mi empleador pagaba. La sala de espera estaba relativamente tranquila. Una vez que terminé el papeleo, me pasaron a una pequeña habitación, y una enfermera me preguntó qué me pasaba. Le conté con detalle lo de los dolores, y le dije que sabía positivamente que era de piedras en los riñones, que no era la primera vez que me pasaba. Tomo nota de todo, sin mucho convencimiento, y se fue. Al de unos minutos apareció un doctor, al que le conté lo mismo, puso cara de duda, explicó que podría ser alguna otra cosa, me envió a la salita de al lado a hacer unas radiografías y se marchó. Después de sacarme las radiografías, me tuvieron un rato esperando, hasta que al final volvió a aparecer el doctor y me dijo que efectivamente eran una piedras en los riñones y que debía ver a un especialista. Se negó a darme calmantes fuertes, solo unas pastillitas de esas de engañar al paciente ….. Así que me volví a mi casa, en coche, a pasar la noche. Por suerte, los dolores no eran tan fuertes como el primer día, pero todavía tenía molestias agudas. Tercer día. Me dirijo al hospital a ver al especialista. Me atiende, me confirma que tengo una piedra en uno de los riñones (llevo días para que me digan lo que yo les había dicho), y me recomienda romper la piedra con ondas. Lo de las ondas es un procedimiento en el que te colocan en una bañera y te lanzan unos ultrasonidos para intentar destrozar la piedra y que la expulses después como arenilla. Ya había oído hablar del método, y sabía que era caro y al parecer doloroso. En España las últimas veces

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me habían recomendado esperar varias semanas antes de recurrir a ello, pero el doctor especialista este tenía prisa por enviarme a la bañera de las ondas al parecer. A pesar de mis dudas, reservé hora para hacerme el tratamiento de las ondas cuatro días después. Los dos siguientes días fueron terriblemente dolorosos, con ataques de vez en cuando, y molestias constantes. Y al tercero, expulsé la piedra. Fue bastante doloroso, pero la expulsé entera, y la pude recoger (no voy a entrar en detalles por pudor). Y con mi flamante piedra en un botecito volví a la consulta del doctor este especializado en bañeras de ondas. Me atendió pero insistiendo en que no podría ser toda la piedra, que sería parte. Sacamos radiografías, y efectivamente mis riñones estaban otra vez libres de piedras. Suerte que tiene uno. La experiencia médica en Houston había terminado al parecer. Salí de la consulta, cancelamos la sesión de ondas, y ya recuperado me volví a hacer mi vida normal. Hasta que unas semanas después me llegó la factura del hospital. Si recapitulamos, estuve en el hospital en tres ocasiones, una en emergencias, lugar al que llegué por mis propios medios, sin utilizar la ambulancia, y dos consultas médicas normales. Además de dos radiografías. O tres, no recuerdo seguro. La factura por esos servicios fue de 4.000 dólares estadounidenses. Al tener seguro médico privado, sólo tuve que pagar el 10%, o sea 400 dólares (¡sólo!). En cualquier caso, una exageración. Entonces es cuando me di cuenta de verdad de porqué la insistencia por enviarme al tratamiento de ondas de choque, la urgencia en hacerlo. El sistema en Estados Unidos funciona bien, pero engrasado con el dinero de los seguros y de los pacientes. Esto mismo en España me habría costado cero euros, todo habría estado cubierto por la Seguridad Social. No solo eso, sino que el

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primer día habría tenido a un médico de familia en mi casa visitándome. Por eso, cuando la gente me dice que si algún día tienen cáncer o alguna enfermedad similar se irán a Estados Unidos, yo les digo que suerte, que espero que tengan dinero suficiente, porque lo van a necesitar.

Relatos viajeros: El gran bazar en Teherán Hay países a los que normalmente uno no viaja de vacaciones. Por ejemplo Irán, país al que he ido en varias ocasiones de negocios, de forma rápida, un par de reuniones, una noche de hotel y de vuelta a casa. Pero una vez tuve la oportunidad de pasar un poco más de tiempo en el país. Con motivo de una conferencia internacional, me fui cuatro días de trabajo. A escuchar y a establecer contactos con empresas del país. Fue un trabajo agotador, escuchando gente y prestando atención a presentaciones no siempre excesivamente apasionantes. Y en esto que uno de los días, se suspendió una de las charlas y me encuentro con casi 5 horas libres para mi solito. Y eso son los momentos que me gustan, porque te permiten salir a dar una vuelta, a conocer los sitios. Así que ni corto ni perezoso, reservo un taxi por horas en el hotel, y me dirijo al gran bazar de Teherán. El taxista apenas hablaba inglés. Entendía algunas cosas básicas, pero me daba miedo perder la comunicación con él. Le pedí que me llevara al gran bazar, a lo que se mostró un poco sorprendido. Era temprano a la mañana, y el tráfico en Teherán a esas horas (bueno, a todas horas) es criminal.

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A pesar de no estar demasiado lejos, nos costó casi hora y media llegar hasta las cercanías del gran bazar. Digo a las cercanías porque el tráfico era tan espeso, que apenas se avanzaba al final del trayecto. Le intenté explicar al taxista que quería que me dejara en la entrada del bazar, y que en un par de horas estaría de vuelta. Me dijo que imposible, que el tráfico en la zona era demasiado denso para pararse. Así que buscamos un parking para que me esperase. A unos 800 metros de la entrada del bazar, no había forma de acercarse más, el tráfico era realmente infernal. Una vez aparcados, como digo a una distancia considerable del bazar, le digo que me espere un par de horas, y el creo que me quiere preguntar si estoy seguro. Le digo que sí, pero me dice si quiero que me acompañe. No es mala idea, la verdad. No es que le conozca de nada, pero siempre es mejor ir con un local, y el me parece que estaba contento de acompañar al extranjero de turno para practicar su inglés. Esto, que igual a alguno os pondría nerviosos, el que me acompañara, hay que verlo en el contexto de Irán, un país en el que la gente es extremadamente amable, hospitalaria y servicial. No digo que no haya malas personas, claro, como en todos lados, pero la gente te sorprende a menudo por su candor y amabilidad. Sobre todo después de las cosas que nos cuentan en los medios de comunicación, que nos los presentan casi como monstruos. Pero bueno, a lo que vamos, que nos dirigimos al bazar. Y mientras estamos en el parking, y temiéndome que en el bazar fuera difícil encontrar un servicio en condiciones, me dirijo al del parking, para prepararme. Al entrar en los servicios del parking casi vomito, el hedor era insoportable, el suelo estaba mojado de un líquido que no quiero ni pensar lo que era, aunque lo sospecho. Creo que ha sido el servicio más sucio que me visto en mi vida. Así que sin tocar absolutamente nada con las manos, me dirijo al mingitorio, hago lo que tengo que hacer lo más rápido posible y salgo. No sin antes tomar una foto, para la posteridad. Y no, no la voy a publicar. Me dirijo al taxista que me esperaba, y nos dirigimos al bazar. Pero como digo, y perdón por insistir tanto, el tráfico era horroroso. Y no había aceras, era todo una amalgama de coches girando alrededor del bazar y miles de personas caminando por el medio de los coches, toda una maraña humana y de metal que hacía casi suicida el avanzar. Así que tomamos un taxi. Vamos, que monto con el taxista en otro taxi para que nos acerque los últimos metros.

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Y al fin llegamos, la entrada al bazar. Por suerte, todo el bazar es peatonal. Y tiene kilómetros y kilómetros de tiendas y tenderetes. Muy curioso el lugar. Y sobre todo, muy distinto de lo que me esperaba. Porque me imaginaba que encontraría quizás un lugar con souvenirs y recuerdos de Teherán, y me encontré con un bazar no para turistas, que hay pocos, sino para gente local. Cientos de sitios con cacerolas, sartenes, utensilios de cocina, alfombras, muebles, comida, y similares. Todo razonablemente organizado dentro del caos que reinaba, con docenas de carritos tirados por personas que iban de un lado a otro llevando mercancías. Y con gente mirándome curiosa, a ver quién era yo. Con curiosidad pero con respeto, casi nadie me molestaba ni me miraba directamente. Pero era obvio que me miraban con curiosidad. Mientras caminaba por entre los tenderetes, encontré uno de pañuelos de cabeza para mujer. Y como en Irán todas las mujeres llevan pañuelo a la cabeza, se me ocurrió comprar uno a modo de regalo para llevar a casa. Al fin y al cabo, con tanta demanda, seguro que tenían cosas bonitas y baratas. Pero vaya decepción. No había nada que me gustara eran pañuelos baratos, y fabricados en su totalidad en China, no en Teherán. Lo intenté en varias tiendas y en todas lo mismo. Seguimos caminando, entre los laberintos que formaban el bazar. Y de pronto, aparece un hombre mas bien pequeño que me pregunta en inglés, que de donde doy. Le contesto que de España y me empieza a hablar en Castellano. Uno no se sorprende por muchas cosas, pero la verdad es que eso no me lo esperaba, sobre todo porque su Castellano apenas tenía un acento marcado. Me contó que vivió en Barcelona varios años y me invitó a acompañarle a su tienda a tomar un té. Ahí es donde vi que se trataba de un vendedor de alfombras y que me iba a costar mucho librarme de él. La tienda estaba en un segundo piso, justo al fondo de uno de los callejones laterales, esos por lo que sólo cabe un hombre de ancho.

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Subimos las escaleras y entonces me entró el miedo, por haberme dejado convencer con un truco tan burdo para meterme en un lugar donde estaba totalmente a su merced. Por suerte, no pasó nada, fue una charla de lo más amigable. Tomamos un té, charlamos, y me enseñó varias de sus alfombras. Las había preciosas en serio, al estilo Iraní, con colores blancos y seda bordada, impresionantes. Pero caras. Porque los precios de las alfombras buenas son altos en Irán, las hacen a mano y las aprecian mucho. Así que al de una media hora, me despedí y nos fuimos. Nada agradable el despedirse en esas circunstancias, los vendedores lo saben bien; la invitación, la charla, todo se hace para que te sientas obligado a comprar algo, violento de salir con las manos vacías. Seguimos dando vueltas y ya cerca de la salida nos paramos un rato donde un grupo de joyerías llenas de oro en sus escaparates. Me acerqué, a curiosear más que nada, no soy muy de joyas. Pero vi unas monedas enormes con la cara del derrocado Shá de Persia, el derrocado por la Revolución. Las monedas eran enormes y parecían auténticas. Al menos me lo parecían a mí, que no había visto una antes en mi vida. Curioso que las tuvieran a la vista, cuando el nuevo régimen no gusta de recordar la etapa del Shá demasiado. No sé si eran una oportunidad fabulosa de conseguir un recuerdo único o una reproducción barata, pero al preguntar el precio me dijeron que cada una costaba el equivalente a mil euros, así que me quedé sin monedas. La vuelta al hotel fue más sencilla. Mi taxista seguía conmigo, llegamos andando al coche esta vez, y tras pasar otras dos horas emboscados en el tráfico llegamos al hotel. Un país sorprendente Irán, y de gente encantadora.

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Relatos viajeros: El centro del universo

Hay varios lugares en el mundo en los que me he sentido en el centro del universo. Ya sé que la frase suena ridícula al decirlo así, pero espero ser capaz de explicarme. A lo largo de los años, en los viajes te encuentras en lugares que transmiten una sensación especial, bien por la gente que hay, o por lo maravilloso del lugar, o por la historia que rezuman. Creo que la primera vez que me sentí en el centro del universo fue en el Zócalo, en Ciudad de México, en el D.F. como llaman los Mexicanos a su capital. Siempre me ha interesado la historia de México, sobre todo el periodo de la conquista de los Méxicas por parte de Hernán Cortés, me parece una historia fascinante. Por eso, la primera vez que viajé al D.F. , recordaba la historia de cómo los Méxicas o Aztecas se asentaron en el valle donde se encuentra hoy el D.F., el cómo iban buscando el centro del universo, y que este estaría representado por un águila con una serpiente en la boca y situada sobre un cactus. La leyenda cuenta que finalmente, los Méxicas encontraron al águila con la serpiente sobre el cactus en el lugar en el que construyeron el templo Mayor, en uno de los laterales del Zócalo actual. Por eso es una sensación muy especial estar en medio de ese fascinantemente enorme Zócalo, caminar hacia el Templo Mayor, sentir todo lo que ha pasado en ese lugar. Una sensación muy peculiar. Y para rematarla, sugiero visitarlo el día de los muertos, donde el Zócalo entero se llena de calaveras y de personas celebrando la muerte y la vida. Pero no ha sido la única vez. Recuerdo al menor otras dos ocasiones posteriores en las que he sentido que un lugar era el centro del universo, un lugar especial. Una de ellas fue en el Sambódromo de Río de Janeiro, el lugar donde los Cariocas celebran sus fiestas anuales, con un desfiles de escuelas de Samba que duran 10 horas cada uno de los dos días de celebración.

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Recuerdo un año que tuve la suerte de participar del evento desde dentro, bailando en una de las “escolas” de Samba de la ciudad. Ventajas de tener amigos Brasileños, claro. Porque si pude bailar en el centro de la escola seguro que no fue por mi habilidad como bailarín. Pero a lo que vamos. Como parte de la escola, en la que estábamos unas 1.000 “bailarines”, me tocaba llevar un traje enorme, con una especie de tocado gigantesco en la cabeza, y pasar en procesión por el centro del Sambódromo moviéndome todo lo posible. Cosa que no era fácil, con semejante traje. Y que conste que digo moviéndome, no bailando, porque al estar en el medio de un grupo enorme rodeado de gente con trajes fastuosos, lo único que se vería de mi es un poco del tocado. Un grano de arena en una playa, más o menos. Y recuerdo cómo, después de casi 6 horas de espera en las afueras del recinto, entramos en el Sambódromo, y de pronto todo fue samba, una sola canción que representaba la escola, bailada por 1.000 personas, y luces, y una sensación de ser el centro de todo. Impresionante de verdad. Duró apenas 45 minutos, y una vez terminado todos corrimos a cambiarnos, a los coches, a olvidarlo inmediatamente. Pero fue impresionante de veras. Y el último centro del universo que recuerdo fue en Tokio, en el barrio de Shibuya, donde se encuentra el cruce de calles más frecuentado del mundo. Recuerdo esperar a que el semáforo se pusiera verde junto a cientos de Japoneses, salir con la cámara en la mano, ver gente pasando rápido a mi lado y parar en el centro del cruce para grabar un vídeo de hombrelobo, dando vueltas rodeado de cientos de luces de neón con anuncios en japonés y con una sensación de ser parte de todo ello. Por eso suelo decir que cada uno tiene sus viajes especiales, sus lugares inolvidables. Y que estos no siempre son comparables. Hay gente a la que el Zócalo Mexicano puede no decirles nada, que prefieran otra cosa. Pero lo importante es buscar esos lugares especiales. O mejor, esa combinación de lugar y momento especial combinados, que hacen que algo sea memorable.

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CAPITULO CUARTO

Viajes y tecnología Las mejoras páginas web de viajes Este no pretende ser un listado exhaustivo de páginas de viajes en internet. Al contrario, simplemente quiero mencionar aquellas páginas a las que vuelvo una y otra vez para documentarme, aprender o contratar vuelos y hoteles. Todas ellas son extremadamente recomendables.

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Seat Guru: http://www.seatguru.com/ Una página estupenda para ver los asientos de los aviones. Así, antes de montar sabemos cuales son los mejores, los que tienen más espacio, e incluso las diferencias de espacio en aviones similares según la compañía que los opere.

Kayak: http://www.kayak.es/ Para mi gusto, el mejor buscador de vuelos que existe en este momento. Información rápida y sencilla. Os recomiendo registraros, porque entonces podéis elegir entre vuelos de varias fechas y ver si merece la pena salir un par de días antes para ahorrarse dinero. Hay muchas otras, y buenas, pero Kayak es la página a la que acabo recurriendo cada vez.

Visados.org: http://visados.org/ Una página para consultar todo lo relativo a visados en docenas de países en todo el mundo. ¿ Que vas de viaje a Kenia y no sabes qué requerimientos legales te van a pedir ? Pues esta es la página que necesitas. Imprescindible,

Google Maps: http://maps.google.es Absolutamente imprescindible para cualquier viajero que se precie, Google Maps nos permite buscar por una ciudad, y pulsar sobre “Explorar esta área ..” lo que nos permite ver fotos, vídeos, comentarios de otros usuarios y mapas de la zona y de las atracciones, restaurantes y hoteles que hay en ella. Os recomiendo invertir algo de tiempo en acostumbraros a la herramienta, porque es fabulosa.

Recomendaciones de viaje Mº Asuntos Exteriores Español: http://www.maec.es/es/MenuPpal/Consulares/RecomendacionesD eViaje/Paginas/vacia.aspx La dirección no es fácil, pero es un buen lugar para saber dónde nos metemos, sobre todo si vamos a países un poco difíciles.


Rent4days: http://rent4days.com/ es una página para alquilar apartamentos en Madrid, Barcelona y Lisboa. Con la ventaja de que se alquilan apartamentos normales a precios de hoteles.

Guiomatic: http://www.guiomatic.com/es permite crear guías de viajes automáticas y gratuitas con información de las fechas en las que vamos a estar de viaje.

hombrelobo.com http://hombrelobo.com Y por supuesto, la propia página de hombrelobo.com, donde encontraréis, vídeos, consejos, historias y un poco de todo. Para preparar los viajes y para disfrutarlos.

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CAPITULO QUINTO

Abre los ojos Lo que hay que ver Una de las cosas más interesantes de viajar es que te abre un mundo nuevo de posibilidades, de situaciones, de costumbres. Pero como en todo, hay que saber aprovecharlas, hay que saber ver, hay que tener la mente abierta para ver y aprender. Y es importante darse cuenta de que siempre se puede aprender algo, incluso en los lugares más insospechados. En esta sección voy a detallar algunas de esas cosas que me han sorprendido, que me han dado ideas para negocios, o para copiarlas y aplicarlas en el lugar donde vivo. Porque una de las formas más fáciles y rápidas de progresar es simplemente viajar y aplicar lo que otros usan o tienen. Pero hay muchas más. Sólo hay que salir y abrir los ojos, ver lo que tenemos delante nuestro. Empezamos:

Teléfono 902 para traducir a los turistas que entran en nuestro negocio En Corea, y me gustó mucho un servicio que encontré en una tienda en Seul. Cuando entramos a comprar, nos encontramos con varias dependientas que no hablaban absolutamente nada de inglés, pero nos hicieron señas para esperar y marcaron un número de teléfono. Un traductor contestó el teléfono y nos lo íbamos pasando de unos a otros para entendernos. Después me enteré de que al menos una de las compañías que da este servicio es pickupphone.

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Y me preguntaba si algo así no funcionaría en España, creando un número 902 donde los comerciantes puedan llamar cuando les entra un alemán a la tienda, y que alguien al otro de lado de la línea les ayude a entender lo que buscan. Me parece mejor que ver los patéticos resultados que veo a veces en muchas tiendas, donde los turistas salen frustrados y sin gastar su dinero. ¿ Quién se anima ?

Máquina de venta de seguros de viaje en el aeropuerto Esta es una idea que me encanta. En Singapur vi una máquina expendedora de servicios financieros que vendía seguros de viaje, en el propio aeropuerto. Porque cuando necesitas un seguro de viajes es cuando vas a viajar. Y los seguros de viaje en general son sencillos, te preguntan las fechas del viaje, el país de destino quizás, y te cobran una cantidad pequeña por ello. Así que colocar una máquina que te permita comprarlo justo en el último momento tiene muchísimo sentido.

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Pañuelos de papel como propaganda

Una de las cosas que me está sorprendiendo de Japón es la cantidad de lugares donde ponen anuncios …. en todas partes …. Pero uno de los sitios donde me ha gustado que la pongan es en paquetes de pañuelos de papel, que te regalan en cualquier esquina. Así, en vez de darte un folleto que la gente tira ven unos segundos, te dan un paquete de pañuelos de papel, que llevarás contigo al menos durante unas horas, y donde está bien colocado en anuncio correspondiente de una tienda o de un producto. Sencillo y barato.

Servicios públicos activados por SMS Esta es una idea que me parece genial: en Finlandia, han instalado una serie de servicios públicos que se activan con un SMS.

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El WC está cerrado, y sin nadie que lo vigile. Si quieres usarlo, simplemente envías un mensaje diciendo “abrir” (en finlandés) al número que aparece en la entrada. Así, tienen un registro detallado de quién ha usado el servicio y a qué hora. Si hay desperfectos, ya saben quien ha sido. Que idea tan simple y tan buena. Incluso es una forma de cobrar una pequeña cantidad por usarlos (en el caso de Finlandia no cobran extra, es un SMS normal), y se puede extender a otros servicios similares. Me encanta la idea.

Seguridad en los túneles en Kumamoto

Que solución más simple a un problema que vemos en muchas ciudades …. a la hora de cruzar un túnel, siempre nos da reparo porque no sabemos lo que nos vamos a encontrar en él. Los Japoneses en Kumamoto lo resuelven colocando una cámara dentro del túnel y un monitor en la entrada del mismo. Así antes de entrar ya sabes si hay alguien esperando con ganas de pelea.

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Bar de tapas con cinta transportadora y medidor de cervezas en la mesa

Hace mucho que me pregunto porqué no hay bares de tapas que incorporen dos inventos muy usados en otros sitios: •

La cinta transportadora de los bares de sushi japoneses, con la que la comida te pasa por delante de los ojos en platitos de colores. Cada platito tiene un precio, y se te cobra según los platitos vacíos que haya en la mesa al final de la comida. Este vídeo lo grabé en un bar de sushi en Singapur, explicando cómo funcionan.

Un expendedor de cerveza con un medidor en la propia mesa. Esto lo vi en Argentina hace muchos años: cada mesa tenía un barril de cerveza con su propio expendedor y un “contador” de cervezas. Nada de que venga el camarero cada vez. Te dan un vaso, y al final se cobran las cañas consumidas.

Con estas dos ideas combinadas, se puede hacer un sitio de tapas supereficaz. Y reducir los precios, que ya vale de tapas a precio de oro ….

Café y donut a 50 céntimos en Finlandia

Me encantó esta idea que vi en Finlandia, en medio de la carretera que une Levi con Kilpisjärvi. Como os podéis imaginar, no pasa mucha gente por esas carreteras, donde en invierno alcanzan fácilmente los 40 grados bajo cero. Pues bien, uno de los bares de carretera ha tenido la feliz idea de vender un café y un donut por 50 céntimos de euro. Los dos juntitos. ¿ Qué ha conseguido ? Pues que todo el mundo que pasa por allí acabe parando en su bar / tienda. Se ha hecho muy famoso en la zona, y es casi una atracción turística el parar a por el café y donut. Supongo que no hace dinero con ello, a pesar de que el café te lo sirves tú mismo de una cafetera (pero que conste que está rico, y el donut es delicioso). Pero te obliga a parar y a visitar su tienda. Que si no fuera por

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eso, nadie, o casi nadie visitaría. Y en la tienda tienes de todo, desde comida, a llaveros, pasando por abrigos de pieles. Me pregunto cuantos pueblos de carretera de España, de Argentina o de México podrían usar una estrategia similar para hacernos parar, sobre todo ahora que cada vez las paradas son más escasas en los viajes en coche

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Comida a 5, 4, 3 dólares [idea de negocio] Había visto algo parecido en Japón, donde en los supermercados rebajan los precios de la comida a última hora de la tarde, para así deshacerse de los últimos stocks del día y empezar al día siguiente con productos nuevos. Pero lo llevaban al extremo en Australia. En Sidney nos encontramos con varios puestos de comida en los túneles de la ciudad que cerraban a eso de las siete de la tarde. Pues bien, a las seis pasábamos por ahí y vimos carteles indicando que los paquetes de comida preparada que tenían estaban disponibles a 5 dólares australianos. Teniendo en cuanta que a la mañana los habíamos visto a 8 y 9 dólares, y que estábamos hambrientos, nos paramos a comprar un par de ellos. Y mientras estábamos pagando, viendo que todavía les quedaban muchos paquetes, guardaron el cartel de 5 dólares y colocaron uno de 4 dólares. Supongo que habrá días en que las últimas cajas las regalaban. Después vimos bastantes otros quioscos de comidas haciendo lo mismo, deshacerse del inventario al final del día rebajando los precios hasta llegar a casi nada. Una forma excelente de empezar el día siguiente con comida fresca y de que la gente que anda escasa de dinero se pueda beneficiar de comida en perfecto estado. Me parece mucho mejor que lo que se hace en los bares en España (en algunos al menos), donde al final del día regalan las tapas o pinchos sobrantes a los clientes habituales. Así siempre se benefician los mismos, y desde luego no es el dueño del bar.

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Agradecimientos Primero, gracias a mi madre, por hacerme tan cabezota. A mi padre, por hacerme un quejica y siempre querer hacer las cosas un poco mejor. A mi negrita, por animarme a hacer lo que me apetece hacer, aunque eso sea algo tan tonto como coger una cámara de fotos y grabarme a mi mismo dando vueltas por el mundo. Y unas gracias muy agradecidas a todos los lectores de hombrelobo.com, a todos esos soñadores que creen en princesas y en dragones, en que todo es posible con ganas y con imaginación; y que no tienen reparos en visitar una página en la web y ver a un tipo con una cámara de fotos hablándoles de lo bonito que es el mundo, a la vez que comparten sus experiencias, sus penas y sus alegrías viajeras. Gracias, en serio, sin vosotros la vida sería más triste. Este libro es gratuito, pero si te gusta, te agradecería que me dieras 1 euro: www.hombrelobo.com/libro/volando/

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