Revista digital de la agrupación Honor Riverplatense

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Vivimos tiempos donde se deja en el olvido a hĂŠroes que forjaron nuestra grandeza. Es hora de honrar a los Ă­dolos que nos generan orgullo.


REDACTORES Mariano Barragán Leandro Urquiza Romero Máximo Jurcinovic Ramón Benitez Néstor Scorpaniti Fernanda Escurra

EDITOR DIGITAL Javier Prat

NOTA DE TAPA 6

FUTBOL SENIOR 9 ELECCIONES 2013 10

CORRECCIÓN Natalia Fernández Fatala

DISEÑO GRÁFICO Eugenia Gazagne, para Meg Disenios

ARTE DE TAPA Florencia Barsellini

CONTACTO

revistahonor@hotmail.com En recuerdo de Pablo González, miembro fundador de Honor Riverplatense e hincha fanático de River.

honorriverplatense

@honorriverplate

www.honorriverplatense.com.ar | honorriverplatense@gmail.com

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Como viene sucediendo en los últimos años, bajo la conducción de la actual dirigencia, existe una mala forma de tratar a nuestras glorias futbolísticas o a quiénes se ofrecieron a ayudar en los malos momentos que pasamos. Para ejemplificarlo podemos recordar que al asumir en diciembre de 2009, Daniel Passarella comenzó una “caza de brujas” contra los ex-jugadores que apoyaron a otros candidatos, como el Beto Alonso y Enzo Francescoli, inclusive prohibiéndoles la entrada al club en una oportunidad al primero de ellos. A 5 meses de estar en su cargo, el presidente de River despidió de la dirección técnica a Leonardo Astrada y a Hernán Díaz… por teléfono!! luego de empatar un partido de visitante ante Atlético de Tucumán. Meses más tarde, Fernando Cavenaghi y el Chori Domínguez presionaron a esta Comisión Directiva desde los medios para venir (sí, PRESIONARON) y así ayudar a volver nuevamente, lo más rápido posible a la categoría que nunca deberíamos haber abandonado. River logró ascender y una vez conseguido el objetivo, los despidieron de muy mala manera. Sin darles ninguna explicación evitaron renovarles sus contratos y se tuvieron que ir por la puerta de atrás.

> CARLOS TRILLO. Presidente

Incluso Matías Almeyda, el técnico que nos dirigió en la otra categoría, se enteró prácticamente por los medios (dicho por él, eh) que le iban a rescindir el contrato faltando dos fechas para que termine el torneo. Y ahora, le comunicaron a un grande (considero que aún no entra en la categoría de ídolo) como David Trezeguet que no lo iban a tener en cuenta, sabiendo que se había operado hace 2 meses de la rodilla para volver en las mejores condiciones físicas y seguir convirtiendo goles. David soñaba obtener un campeonato, que por cierto, es el último que queda bajo esta conducción. A los ídolos, a las glorias y a los grandes jugadores que vinieron a ayudar SE LOS TIENE QUE RESPETAR, porque todas las cosas que uno hace en la vida, VUELVEN… Sres. directivos, fueron elegidos para conducir los destinos del Más Grande por 4 años. Fueron apoyados por 5296 socios y sólo les quedan 5 meses. Ya es hora, por todas esas personas que confiaron en ustedes, que comiencen a conducirlo bien, porque hasta ahora dan vergüenza…

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Seguir a River por todo el país es una experiencia única. La previa, la ruta, las paradas estratégicas para ir “al baño”, todo se convierte en una sensación irrepetible. La desesperación por llegar, por entrar a la cancha, arranca desde el kilómetro cero. Esa desesperación muchas veces nos lleva a cometer locuras con tal de ir a ver a nuestros colores. Viajar solos desde Retiro, hacer escalas en pueblos casi fantasmas, camuflarse en las terminales para evitar problemas, ir en micros escolares con las ventanillas rotas, muertos de frío y sin ninguna seguridad o, en el mejor de los casos, ir con 6 amigos en un Fitito modelo ‘70. Todas locuras, todo por amor a River. Desde hace dos años, Honor Riverplatense creó su propia Comisión de Viajes con el objetivo de brindarles a todos los socios y adherentes de la agrupación la posibilidad de ir a todas las canchas de manera segura y confortable. Encabezada por los vocales Alejo Cufré y Emiliano Trípoli, la Comisión está encargada de la contratación, organización y logística de cada uno de los viajes al interior del país. Dependiendo del destino y la cantidad de pasajeros, la Comisión se encarga de seleccionar el presupuesto más económico y el vehículo más adecuado, ya sea una combi, minibus o ómnibus. Lo que no cambia nunca es el punto de salida: la puerta del Museo River.

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Durante este primer semestre del año, al ritmo del inconfundible wiro de “Bily” y en medio de las heladeritas repletas de hielo, los miembros de Honor llevaron su inigualable pasión por todo el país. La “Combi Fest” viajó a Mar del Plata, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Más de 2.700 kilómetros recorridos, miles de horas de viaje y millones de anécdotas. El fixture del próximo torneo ya se sorteó. River tendrá 4 viajes: La Plata, Mendoza, Rafaela y Rosario. Y la “Combi Fest” de Honor Riverplatense volverá a decir presente.


Tiene una capacidad especial. La innata sensación de ilusionarnos, de vendernos minas de oro cuando en realidad tiene tierra árida, infértil. Quizás sea hermano de David Copperfield o tenga algún gen de Houdini. Sólo él puede arrastrarnos a su insólito optimismo, a una alucinación sin precedentes. Todos sabíamos que con este plantel no podíamos ni siquiera tener la chance de pelear hasta las últimas fechas. Este River estaba plagado de mediocridad, desalmado, sin fútbol, sin caudillos ni amor por la camiseta. Pero él se empecinó. Vino el primer día y nos mentalizó. Nos machacó la cabeza y nos planteó un objetivo: volver a ser protagonistas. Aún sabiendo que este River no es aquel glorioso de la década del ’90, Ramón soñó en grande. Soñó con recuperar nuestra gloria, soñó con un campeonato, con la vuelta olímpica. Era obvio, está en su ADN. Él no puede permitirse otra cosa, su estirpe ganadora jamás aceptaría la frase “con 30 puntos me conformo”. La gente estaba desahuciada, golpeada, con bronca. Ramón lo sabía, porque él es parte de esa gente. Por eso se empecinó y confió una y otra vez en jugadores en los que nadie creía. Con su sonrisa pícara, domingo a domingo, quiso convencernos de que podíamos pelearle mano a mano a Newell’s, a Lanús, a Vélez.

Trajo a un lateral ignoto, asegurando que era un jugador con gol, con una pegada letal. Todos lo miraron de reojo, lo trataron de chiflado. Ese Vangioni del que nos hablaba hacía años que no cruzaba mitad de cancha y había hecho 7 goles en ¡161 partidos! ¿Qué clase de loco desquiciado diría entonces semejante pavada? ¿Qué clase de demente apostaría por un volante central a punto de colgar los botines, por un enganche sin oficio y lleno de dudas, por un marcador central sin ningún partido en primera división? Y como si lo hubiese planeado todo en un maquiavélico plan, ese lateral desconocido empezó a hacer goles. El enganche se puso la 10, se bancó la presión e hizo un gran torneo. Aquel 5 que estaba para el retiro se convirtió en el eje fundamental del equipo. Y él sacó pecho. Su aura triunfal emergió inconfundible y se replicó en cada conferencia de prensa. Nadie lo había imaginado, sólo Ramón. Prometió ser protagonista y lo cumplió. Les enseñó a sus jugadores que la camiseta de River obliga a ir para adelante. Fue irreverente con quienes no confiaron en él, con quienes creyeron que sólo era un técnico de estrellas, con quienes prefirieron a Cappa y a J.J. López antes que llamarlo. Hizo el milagro de los 35 puntos. Ahora todos sabemos que con Ramón podemos ser campeones.

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Vivimos en grises años de paganismo futbolero, donde se adora con estatuas de yeso a semidioses terrenales y se deja en el olvido a héroes que conquistaron el verde césped como deidades supremas. Hoy un delantero de poca monta y amplio talle de remera tiene fanáticos con máscaras suyas en la tribuna, sin siquiera haber hecho un gol. En estos días, algunos soberbios no reconocen ser uno más de los que tenemos esa herida que nunca nos va a cicatrizar. Incluso, grandes capitanes estrellan el barco ajeno contra témpanos visibles por todos, sin siquiera tener las ganas o la capacidad para girar el timón y tomar decisiones correctas para evitar hundir el transatlántico. Pero a pesar de todo eso, hay un hombre. Uno, que más allá de estos efímeros ídolos de barro o caciques sin plumas ni indio que lo respete, trascendió a su tiempo y a sus pares. Un hombre que se tapaba la nariz cuando entraba a territorio rival y que perforó sus redes como nunca nadie lo había hecho antes. Un verdadero apóstol que durante veinte años tuvo una banda roja cruzada en su pecho, rechazando

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ofertas para emigrar al Viejo Mundo o a esos millonarios paraísos cafeteros que sedujeron a más de uno. Ese hombre se llama Angel Amadeo Labruna, y es el máximo ídolo de River Plate. Sus números son indiscutibles: máximo goleador de la historia del fútbol argentino con 293 goles (junto con Erico); máximo goleador de la historia de los superclásicos con 16 goles; campeón 9 veces como jugador (1941, 1942, 1945, 1947, 1952, 1953, 1955, 1956 y 1957); integrante de la mejor expresión futbolística que se vio por estos lugares: La Máquina, junto a Muñoz, Moreno, Pedernera y Loustau. Como entrenador, un día volvió al club de sus amores y dijo: “Vengo a River para ser campeón”. A ese River que paradójicamente había tenido su última conquista 17 años antes con él como delantero. Angelito volvió a darle una alegría a su pueblo y a poner la historia en su lugar. Después, siguió cosechando títulos durante los campeonatos Metropolitano y Nacional del ‘75, Metropolitano del ‘77, Metropolitano y Nacional de ‘79 y Nacional del ‘80. Luego, los directivos de aquella época lo enviaron al destierro, obligándolo a llevar a otras latitudes toda su mística para formar equipos memorables. A los pocos años, un 19 de septiembre de 1983, falleció víctima de un paro cardíaco. Pero su figura, como la del Cid, siguió ganando batallas pese a abandonar este mundo. Su legado de hincha, socio, deportista amateur y futbolista profesional le marcó el camino a las nuevas generaciones de fanáticos


Fotos: Revista El Gráfico

que reconocen en él al máximo emblema riverplatense. Sin dudas, Labruna es el máximo ídolo. Pero entonces, ¿por qué durante décadas los dirigentes lo han dejado en el olvido? ¿Hay algún motivo para que en el Museo River no tenga el lugar destacado que debería? ¿Por qué no se lo ha homenajeado con los honores que merece? ¿Cuál es el miedo a desempolvar los libros de historia y elevar a aquellos ídolos que realmente nos enorgullecen? Hay que devolverle a Angelito un poco de todo lo que nos dio. Tenemos que reivindicar su figura con los máximos honores que existan. No alcanza con poner una plaqueta en algún pasillo interno, debemos levantar su imagen en bronce y erigir verdaderos modelos que nos generen orgullo como hinchas de River y sean referentes para las generaciones futuras. En ese camino estamos, por eso hoy arrancamos un sueño… “Una estatua para Angelito”.

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Desde hace casi dos años, el socio de River se ve obligado a realizar el canje electrónico para conseguir su entrada y poder ir a la cancha. En principio el sistema fue establecido por pedido del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en respuesta a los graves incidentes registrados tras el fatídico 26 de junio de 2011. La medida era de carácter excepcional, y además incluía la suspensión del estadio Monumental y la obligatoriedad de jugar 5 partidos sin público. Una vez cumplida la sanción, el Comité de Seguridad sugirió continuar con el canje de localidades para el público local y River acató mansamente. Los dirigentes miraron para otro lado y decidieron no gestionar ninguna medida para apelar la solicitud. Defender al socio era algo que no estaba en sus planes. De acuerdo a las estadísticas, la gente de River canjea entre 30.000 y 32.000 localidades por encuentro. Sumando las entradas de protocolo, los abonos y los socios vitalicios, el promedio indica que entre 36.000 y 40.000 hinchas asisten cada domingo al Monumental. Es fundamental tener presente que el estadio tiene actualmente una capacidad máxima autorizada de 61.321 espectadores, por lo tanto, descontando las entradas para el público visitante, quedan al menos 12.000 localidades sin usar. La pregunta es recurrente: ¿Por qué el socio debe hacer el canje? ¿Por qué el socio no puede ejercer su derecho

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estatutario de asistir libremente a presenciar los partidos presentando su carnet con cuota al día? A principios de junio, Daniel Passarella hizo una de sus tantas promesas infundadas. Aseguró que el canje que se terminaría en breve. Con la verborragia típica de un político en estado de desesperación, el presidente de River lanzó la frase al voleo sin ningún sustento lógico. Passarella jamás explicó cómo terminaría el canje y, mucho menos, por qué no lo hizo antes. Por esas cosas del destino, la última fecha del Torneo Final le venía como anillo al dedo para cumplir su promesa. Gracias a la disposición de la AFA y el Ministerio de Seguridad, el partido frente a San Martín de San Juan se debía que jugar sin público visitante. Por consiguiente, River contaría con los 61.321 lugares para sus hinchas. Sin embargo, nada cambió. Con sólo 24 horas de anticipación, los dirigentes de River anunciaron la obligatoriedad de efectuar nuevamente el canje previo. El establecimiento del sistema de canje de entradas es innecesario, arbitrario, perjudica claramente al socio y favorece la reventa de forma exponencial. Fin de semana tras fin de semana, las quejas se repiten. Primero fue LivePass, ahora TopShow. Las historias de socios indignados son recurrentes, la falta de respuestas de los dirigentes también.


Aeroparque, 8 y pico de la mañana. Por los amplios ventanales que dan al río se ve a esos tercos pescadores queriendo encontrar el botín del día para salvarse. O quizás están ahí por algún motivo que todos desconocen. Incluso ellos. Dentro del edificio, una cola de glorias millonarias se dispone a hacer los trámites de rigor para viajar al partido de despedida del Burrito Ortega en Jujuy. Un hombre que aborda el mismo avión se intercala entre ellos, y los observa con asombro. Están Hernán Díaz, el Vasco Irigoytía, el Luigi Villalba, el Enzo, Martillo Lavallén, el Tiburón Rivarola y varios más de los que supieron ganar campeonatos sin despeinarse. En eso, el Mencho Medina Bello ingresa por la derecha. No lleva una pelota atada a su botín, arrastra una valija negra con la misma velocidad con la que se devoraba marcadores de punta. Se acerca a la fila y en un segundo “primerea” al hombre que miraba con asombro. Ante la sorpresa, Hernán lo mira a los ojos y con una pícara sonrisa, y esa forma particular de hablar que tiene, le dice: “El Mencho es así, le das un metro y te vacuna”. Esta es sólo una de las miles de anécdotas que todos los lunes se recuerdan en los partidos de Fútbol Senior que se juegan en las canchas auxiliares de River, con esos mismos tipos que supieron mirar a todos desde arriba en la tabla de posiciones. “¿Y si jugamos estos encuentros después de los partidos en el Monumental? Así la gente puede volver a ver a sus ídolos mientras espera que se vayan los visitantes”, pensó Mario Argenta, mentor de este proyecto. Entonces, de puño y letra le escribió una carta al presidente del club diciéndole: “La idea sería acompañar a los hinchas de River que deben aguardar muchas veces hasta cincuenta minutos mientras se retira el público visitante. De esta forma evitaríamos un fastidio que se extiende por todas nuestras plateas y nos transformaríamos en pioneros en cuanto a presentar una actividad sana que prime en contra de todo tipo de violencia que se puede generar ante esta espera”. Y para rematar, para que nadie con un poquito de sentido

común se pueda oponer, le dijo: “La AFA ya nos ha dado permiso, para el club no habría costo y le daríamos la oportunidad a ex jugadores que ganaron muchos títulos con River de que puedan mostrarse ante sus hinchas y puedan sentir el reconocimiento de volver a jugar en el club que los vio crecer”. Pero no. La respuesta fue un “no” rotundo de parte de Daniel Passarella. Sin darse por vencido, Argenta salió disparado al primer piso de las oficinas del Monumental a preguntar los motivos de la negativa. Después de largas horas de espera pudo dar con el vicepresidente, a quien le encantó la idea; luego habló con un calvo asesor presidencial, el cual también estuvo de acuerdo; más tarde con un vocal titular, que le prometió su ayuda. Pero no. Finalmente se encontró con el actual presidente. Passarella lo miró por arriba del hombro y a la pasada le comentó: “Fijate, quizás lo vas a poder hacer en febrero”. Indignado, Argenta le respondió: “Seguro que sí, y te vamos a invitar a que juegues, si te animás”. Esto pasó hace meses y todavía nadie sabe por qué el proyecto nunca salió del cajón del escritorio presidencial. Como tampoco nadie sabe si él está ahí como esos tercos pescadores o por algún motivo que todos desconocen. Incluso él.

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para no votar a Dirigentes que Azotaron el Pasado glorioso Desde la antigüedad hasta nuestros días, convocados a protagonizar acalorados debates o exposiciones de alto impacto, los filósofos han tenido y tienen por premisa extremar o exagerar los ejemplos con el único propósito de evitar que situaciones desafortunadas, tristes, dolorosas o caóticas pudieran repetirse. Y como el hombre es el único animal (demostrado en muchas oportunidades, por cierto) que es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, no está para nada mal tener en cuenta esos principios y así evitar caer en idénticos errores. Tal vez hablar de filosofía y de filósofos en referencia a una circunstancia deportiva precisamente puede parecer una exageración, sin embargo, las palabras “drama, desesperación, infierno, muerte” son muy utilizadas en la jerga futbolera. Un lenguaje al que los hinchas de River también recurrimos particularmente cuando ya no pudimos evitar vernos cara a cara con el descenso del 26 de junio de 2011. ¿Qué debemos hacer entonces para no tener que volver a pasar por la misma situación? ¿qué debemos hacer para no caer en una exageración filosófica de emparentar esa situación con algo terminal, que inclusive llevó en aquella fatídica tarde a un minúsculo grupo de vándalos a romper gran parte de las instalaciones del club y destruir todo lo que encontraban a su paso puertas afuera del Monumental?.

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La respuesta pasa por nuestra memoria. TENER MEMORIA nos permitirá a los socios no caer en viejos errores. TENER MEMORIA en el acto eleccionario que se avecina nos dará las herramientas necesarias para saber a quienes nunca más le debemos dar la conducción de una entidad con 112 años de gloriosa historia. TENER MEMORIA nos otorgará la sabiduría suficiente para evaluar y para castigar a quienes le hicieron un gran daño a River. TENER MEMORIA nos dejará ver el bosque más allá de cualquier consagración pasajera. TENER MEMORIA nos hará decirle basta a la soberbia, al autoritarismo, a la ignorancia. TENER MEMORIA nos permitirá dejar el claro mensaje de que el club es de todos y no el botín de unos pocos. En definitiva, TENER MEMORIA nos puede evitar la necesidad de recurrir a los exagerados ejemplos como hacían los filósofos para no repetir errores. Y en este contexto el destino ha querido darnos una mano, al ser testigos ocasionales de la pesadilla que está transitando la gente de Independiente. No podemos ni debemos volver a padecer una situación similar, y no se trata justamente de una exageración filosófica.


La última fecha del torneo fue protagonizada por el descenso. Tres equipos bien diferentes peleaban para zafar. Atlético Rafaela, San Martín de San Juan y Argentinos Juniors se jugaban la permanencia en la categoría. Antes de esa 19na fecha, hubo más de 140 partidos donde se tejió la trama de suspenso dominical póstumo del descenso; 140 partidos donde se pusieron en cuestión jugadores y técnicos, pero jamás dirigentes, y menos aún, socios e hinchas. No hay registro de que algún jugador haya cambiado sus habilidades, sus características técnicas, tácticas y mentales cuando ingresa a un nuevo equipo. Sin embargo, los insultos de los hinchas están dirigidos exclusivamente hacia ellos cuando no satisfacen, cuando erran un pase o un gol. También los técnicos son blanco constante de insultos y críticas. En este caso podrían tener una responsabilidad mayor, dado que ellos conocen las características del equipo que aceptan dirigir y eligen a los jugadores que ingresan al campo de juego. Rarísima vez ponemos en cuestionamiento a los dirigentes. Muy probablemente cuando eso ocurre la situación suele ser irreversible. Pero, ¿quiénes eligen y contratan a los técnicos y los jugadores? Los dirigentes. Estos dirigentes surgen entre los socios que se comprometen a llevar esos colores que aman a su máximo potencial. Unos pocos tienen capacidad, honestidad, sentido común y un proyecto sustentable, los casos de Vélez o Newell’s son el ejemplo que confirma la regla. Otros tantos están llenos de buena voluntad y una gran dosis de ingenuidad que les hace perder el sentido común y la categoría. Y una gran mayoría son movidos por intereses personales oscuros, carecen de formación, ética, ideas, proyectos y, por encima de todo, no tienen ninguna exigencia por parte de sus pares, los otros socios, de hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones. Este círculo comienza y termina en el hincha. Es cada hincha el que decide hacerse parte del club que lo hace vibrar cada semana. Es cada hincha quien decide hacerse

socio y vota a sus dirigentes. Estos dirigentes son quienes terminan eligiendo a los técnicos y jugadores según la formación, los valores y los intereses. Y los equipos que así se forman llenan el corazón de la hinchada. Los socios tenemos el derecho soberano de exigir respuestas sobre lo que se hace con nuestro voto, con nuestra cuota, con nuestro tiempo y con nuestro amor por esos colores que llevamos a todas partes. Y en pocos meses tendremos en nuestro poder el más valioso de los recursos para llenar nuestro pecho de orgullo por nuestra bandera: ELEGIR a quienes nos representarán en los próximos 4 años. VOTAR es NUESTRA RESPONSABILIDAD, no hacerlo nos priva del derecho a decidir nuestro futuro. Votar es la mejor manera de exigirles a nuestros pares, los socios futuros dirigentes, responsabilidad por las decisiones que toman y que nos afectan profundamente. No perdamos la oportunidad de cambiar la historia, porque finalmente somos los hinchas quienes decidimos a través de nuestra elección justa y responsable.

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Hay recuerdos que son imborrables. Por más insólita que sea la anécdota, pasan los años y siempre recordamos todos los detalles. Con muchos jugadores pasa lo mismo. No importa si fueron ídolos o si vistieron durante 15 años la camiseta de River. Siempre por alguna circunstancia particular, hay nombres que quedan eternamente en la memoria del hincha. Muchos de esos futbolistas tienen una curiosidad única: son jugadores de paso efímero por la primera división, nombres que quizá quedaron en la retina más por la casualidad que por su nivel dentro de la cancha. Simplemente con revolver la historia y empezar a rememorar los partidos, renacen una catarata de nombres que todos recordamos inmediatamente. Como cuando estás en una mesa con amigos riverplatenses y todos exclaman: “¿Te acordás, de ese, de tal, de aquel?”. Esos recuerdos son parte de la nómina curiosa de jugadores que vistieron el manto sagrado. El primer recuerdo es para los memoriosos, los hinchas de algunos años. Un nombre que formó parte de la historia grande. River hacía 18 años que no salía campeón. El peso de la sequía era un calvario para los hinchas. El equipo estaba dirigido por el genial Angel Labruna. River llegó puntero al momento de la definición, a 4 puntos de Huracán. La gloria estaba más cerca que nunca. Pero en el partido que se podía dar la vuelta olímpica se decretó la famosa huelga de jugadores. Los futbolistas de la cuarta, la quinta y la sexta división tuvieron que reemplazar a los profesionales. Y en ese equipo apareció Rubén Norberto Bruno. Su apellido quedó para siempre en la historia de River. A los 24 minutos del segundo tiempo, Bruno convirtió el gol del triunfo frente a Argentinos Juniors. Dice la historia que River festejó un nuevo campeonato después de 18 años, y el desconocido jugador se fue en colectivo sin que nadie lo conociera. ¿Se acuerdan de Rodrigo Luis Tomás Burela? Fue arquero, atajó sólo un partido en River. Debutó en un encuentro que jamás se podrá olvidar, el 10 de mayo de 1992, River 0 – Newels 5 en el Monumental. Fue el famoso partido donde el árbitro Javier Castrilli expulsó a cuatro jugadores de River, tres de ellos en el primer tiempo (¡y en la misma jugada!). Burela era el tercer arquero de aquel plantel

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pero ese día ocupó el banco de los suplentes porque José Miguel había sufrido una tendinitis en el aductor. Uno de los expulsados fue Ángel David Comizzo, y a los 44 minutos del primer tiempo Burela ingresó por… ¿saben por quién?, por Ramón Ángel Díaz. Cómo olvidar a Daniel Fonseca. El delantero uruguayo llegó a River de la mano del perfil empresario de Enzo Francescoli. Duró muy poco tiempo, apenas días. El técnico de ese momento, corría el año 2002, era Ramón Díaz. El debut fue soñado. En un clásico de verano frente a Boca en Mendoza. River perdía 1-0 por un gol de Riquelme. En el minuto 46 del segundo tiempo, Fonseca clavó un increíble tiro libre al ángulo de Roberto Abbondanzieri y empató el partido. Para completar una noche mágica, en la definición por penales el uruguayo convirtió el tanto decisivo y le dio el triunfo a River. Tuvo un paso efímero, fue un amor de verano, pero jamás se olvidarán esos minutos con la banda roja. La lista es interminable. Podría seguir con Marcelo Sosa, Alberto García Aspe (¡¡llegó a tener un mejor contrato que el Enzo!!) y otros. Siempre serán jugadores fugaces, de esos que cuando estás con amigos gritás: “¡Uuuu!, ¿te acordás de ese?”.


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