Pres Leff (Ther)

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18/08/09 Conferencia E. Leff, presentación de F. Ther Presentar a Enrique Leff no es tarea fácil. Quizas la mayor dificultad radica en lo amplio de su trayectoria y, por sobretodo, en la gran apuesta que hace Enrique Leff sobre un campo en formación de carácter interdisciplinar, como es la Ecologia Política, donde se movilizan y articulan distintas fuerzas para el encuentro entre conocimientos cientificos (como la economia, la ecologia misma, y las ciencias sociales), pero también entre estos conocimientos disciplinares y los conocimientos locales de campesinos, pescadores y comunidades indígenas; y con toda seguridad son estos últimos conocimientos los que promueven también la integración de las experiencias y estrategias de movimientos ambientalistas. La ecologia política, de la cual nuestro invitado es uno de los mayores representantes en América Latina, se ubica pues más alla de la Ciencia normal. En Saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder, publicado en 2002 por Siglo XXI / PNUMA / UNAM, nuestro invitado plantea una aseveración potente que, en gran medida podría sino, resumir al menos, ser un buen reflejo de la arquitectura epistemológica del pensamiento de Leff: “la crisis ambiental ha generado un cuestionamiento de la racionalidad económica dominante, así como de las ciencias, los conocimientos y saberes que han servido de soporte técnico y de medios instrumentales al proceso civilizatorio fundado en la dominación del hombre sobre la naturaleza. Esta problematización ambiental del conocimiento implica transformaciones del saber que van más allá de la construcción de un paradigma reintegrador”. La ecología política supone entonces una construcción social alternativa de sustentabilidad; la gestión de los recursos ambientales aparece así como un proyecto social fundado en las autonomías culturales, la democracia y la productividad de la naturaleza, contextualizados todos en una racionalidad social y productiva que refunde la producción desde los potenciales de la naturaleza y la cultura, y ya no desde el mercado.

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Dicho esto, habrá que subrayar que el quehacer en las Ciencias Sociales (entre otras disciplinas menciono a la Sociología, Economía, Antropología y Psicología Social) ha estado orientado al control y servicio de estructuras fuertes y cerradas que crean y mantienen una imagen de certidumbre. Sin embargo, esta misma imagen guarda como resultado la desintegración del cosmos, de la naturaleza, de la vida, de lo singular y de los sujetos. Lo anterior, nos ha llevado al desencanto del mundo social a través de lo cuantitativo, mecanicista, linear, reduccionista y mecanicista. Para Enrique Leff, los principios y objetivos del ambientalismo revelan entonces una falta constitutiva de las ciencias. Esta falta de conocimiento es, por sobretodo una falta en el conocimiento. De aquí Leff propondrá al saber ambiental como el punto de no conocimiento que impulsa la producción de saber. Así la racionalidad ambiental plantea un verdadero programa de sociología ambiental del conocimiento. En el cual, y en primer lugar, se señala un cambio de ángulo de visibilidad de las relaciones sociedad-naturaleza, dominada por las ciencias duras: “la transformación del conocimiento es un cuestionamiento a las ciencias a partir de su negación y externalización del ambiente”, señalará Leff. Lo segundo, el programa (en un sentido amplio) visualizado por Leff, señala que la teorización o abstracción de lo ambiental tiene implicaciones importantes para la epistemología y teoría del conocimiento, surgiendo la potencialidad como mecanismo virtual de evaluación. Al mismo tiempo, con esto se hará evidente que la transformación del conocimiento implica un proceso donde se enfrentan las barreras teóricas de cada disciplina. Leff con esta decisión se saldrá definitivamente de la rigidez disciplinaria, incorporando en su corpus discursivo a autores como Heidegger, Levinas, Prigogine, Morin, Maturana y Varela, entre otros muchos más. De esta manera, la sociología ambiental propuesta por Leff se preocupará de estudiar las transformaciones de las ciencias al ser problematizadas por el saber ambiental, incluyendo además una gama de saberes prácticos. Pero cuidado: estas transformaciones del conocimiento trascenderán a la constitución de un paradigma transdiciplinario. Las transformaciones del conocimiento afectarán 2


sobretodo a las ciencias sociales, a raíz de reconocer que las prácticas de saber están atravesadas por campos de poder. En consecuencia, el Saber Ambiental se plantea como una postura antiimperialista, desplazando el campo de la sociología del conocimiento hacia una epistemología política. En esta perspectiva, el conocimiento se concibe dentro de un campo de relaciones de poder en el saber. Saber, tendríamos que decir, que se bosqueja como una búsqueda constante, implusada por la dialéctica entre la construcción del conocimiento y la construcción de lo real, que incluye y lucha al mismo tiempo, con los simbolismos y cronologías. Resulta más que interesante la apuesta de Enrique Leff por situarnos temporalmente en esos simbolismos y cronologías, y desde ahí entender la insustentabilidad como síntoma de una crisis de civilización. Para Leff, el signo más elocuente de la falla histórica del último milenio será pues la crisis ambiental. La encrucijada que abre esto último, llama a la reflexión filosófica, a la producción teórica y al juicio crítico sobre los fundamentos de la modernidad. Esta crisis ambiental cuestiona las premisas ontológicas, epistemológicas y éticas con los que se ha fundado la modernidad, negando las leyes límite y los potenciales de la naturaleza y de la cultura; la degradación ambiental es producto de un paradigma societario globalizador y homogeneizante que ha negado la potencia de lo heterogéneo y el valor de la diversidad. La puesta de Leff, es por una racionalidad ambiental, -que en tanto utopía forjadora de nuevos sentidos existenciales- conlleva, desde los límites y las potencialidades de la condición humana, una resignificación de la historia, de la naturaleza y de la cultura. En este sentido: la sustentabilidad pasa necesariamente por una construcción social de una racionalidad ambiental. En un actuar relacional, señalará Leff, la autoorganización de la materia, se une a la productividad de la naturaleza y a la creatividad de los pueblos para lograr un futuro alejado del mercado y de la predominante noción capitalista de lo ambiental como recurso. Aquello exigirá instalarnos en la encrucijada de nuestro tiempo -tiempo de cambio, encuentro de diversos tiempos-, y dejar que la historia avance con sus secretos, emergencias y novedades. 3


Los ciclos de la naturaleza –de la vida y la evolución–, los cambios tecnológicos y las transformaciones históricas, entrelazan una especie de caleidoscopio de mundos de vida, reconfigurando sentidos existenciales a través de nuevos códigos éticos, valores culturales e identidades subjetivas, se trata desde mi punto de vista de la convivencia o encuentro de mundos cotidianos diversos, coexistentes. Se trata del espacio común temporalizado que redunda en un saber ambiental que alude a la reanudación de procesos en el sentido de la sustentabilidad. Esta última, nos replanterá la pregunta por el ser y el tiempo desde el cuestionamiento sobre la racionalidad económica, sobre la ontología y la epistemología que fundan una comprensión del mundo que ha derivado en formas de dominación de la naturaleza. Más allá de la posibilidad de acceder a un estado de equilibrio a través de una “gestión racional del ambiente”, la pregunta por la sustentabilidad se presentaría así en la apuesta lefferiana como un problema sobre el sentido de la existencia; como un problema por el convivir, y por el futuro de este mismo convivir. En este sentido, la sustentabilidad es la sobrevivencia en el tiempo de otros tiempos que enfrenta la aceleración del tiempo, se trata de una degradación entrópica. En consonancia con esto último, otro autor, Edgar Morin pide “vivir la complementariedad de los distintos tiempos”, pide “contener la invasión del tiempo cronometrado”, esperando poder “desacelerar el tiempo occidental” planteado hegemónicamente como único. En la sustentabilidad lefferiana, se trata la emergencia de nuevos tiempos, de la actualización de tiempos vividos en nuevos mundos de vida. De manera categórica, Leff señala que la sustentabilidad no está garantizada por la valorización económica que pueda asignarse a la naturaleza. La sustentabilidad no es tampoco resultado de ningún proceso de internalización de alguna racionalidad ecológica engranada en los ciclos económicos. Antes bien, la sustentabilidad, dice Leff, surge del límite de un mundo llevado por la búsqueda de una 4


unidad de la diversidad sometida bajo el yugo de la idea absoluta, de la racionalidad tecnológica y de la globalización del mercado. Hoy, señala nuestro invitado, la crisis ambiental anuncia una mutación de los sentidos de la vida. Muerte y transfiguración; creación de nuevos sentidos para reconstruir la historia a partir de los límites de la modernidad y de la crisis de civilización, abriéndose la vida hacia una verdadera transformación de la existencia histórica de la humanidad. Para concluir, diría que en la reflexión y acción hacia la sustentabilidad, planteda por Leff, no existe el tiempo único, antes bien cada territorio –espacio- está cargado de muchos tiempos, surgiendo el movimiento y lo nuevo. La vida, el mundo, deviene en movimiento. Cambiamos. Nos movilizamos. Vivimos como sujetos en una relación de espacio y tiempo, que nos conectan con otras diversidades. Reconocer esto significa apuntar hacia los sentidos existenciales para otorgándole valor de sentido al tiempo. Nos aventuramos al devenir. El devenir, como lo señalaba el viejo Heráclito, es el mismo ser de lo real. La invitación que nos lanza Leff, desde los límites de una razón insustentable, se abre finalmente hacia una resignificación del ser a una diversidad de modos de vida y racionalidades productivas fundada en las potencialidades de la naturaleza, los significados de la cultura y los sentidos del tiempo. Ahí esta la aventura y la invitación que nos plantea Leff. Responderla no es fácil, pero tampoco será fácil quedarnos incólumes a esta invitación una vez que la hemos conocido.

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