Una semana fundamental
10 - 18
OCTUBRE
2003
Hugo José Suárez
Una semana fundamental 10 - 18 de octubre 2003 Hugo José Suárez © Muela del Diablo Editores / Hugo José Suárez Primera Edición, 2003 Diseño y edición:
Fotografías: Hugo José Suárez D.L. 4-1-1517-03 ISBN 99905-40-38-1 Impreso en Bolivia
A los mรกs de 80 muertos en los acontecimientos de octubre.
Ojalá vivas tiempos interesantes, dicta la antigua (o al menos proverbial) sentencia china. Actualizada para nuestra época hiper-interesante podría decir: ojalá vivas en un lugar interesante. Susan Sontag Los hechos nos preocupan sólo en el grado en que los necesitamos para disipar o consolidar nuestras ideas. Hechos y cifras son únicamente el comienzo del auténtico estudio. Lo que más nos interesa, es dar sentido a los hechos que conocemos o que podemos fácilmente encontrar. No deseamos solamente hacer un inventario, queremos hallar significados, pues la mayoría de las preguntas importantes que formulamos son preguntas referentes a los significados C. W. Mills “[Bolivia]...es la patria de la injusticia social y si no fuera por sus masas, sería mejor que no existiera...” René Zavaleta
Índice PRÓLOGO INTRODUCCIÓN
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PRIMERA PARTE PREMONICIONES Más de lo mismo Grito de guerra: “Recuperemos nuestro gas” Juegos de guerra
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SEGUNDA PARTE CRÓNICA ARBITRARIA DE UNA SEMANA INTENSA Viernes 10: Paro cívico Sábado 11: Gas a la Paz Domingo 12: La Masacre de El Alto Lunes 13: Las cartas están echadas Martes 14: El día de duelo Miércoles 15: El despertar de las clases medias Jueves 16: Marchas serpenteadas Viernes 17: Huye en helicóptero Sábado 18: El Alto festeja
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TERCERA PARTE DIGNIDAD ¡Fuera Goni! Dignidad
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Prólogo ¿En qué momento se constituye políticamente el pueblo como sujeto de derechos o, si se prefiere, cuáles son los requisitos de la democracia, entendida esta como el “gobierno del pueblo”?. El liberalismo ha pretendido responder a la interrogante mediante dos procesos de disciplinamiento de la realidad: el primero, por medio de la invención del sujeto “pueblo” como mera aglomeración de personas, indiferentes unas a las otras, cada una de las cuales ancladas en sus expectativas e intereses particulares. El segundo paso, a través del reconocimiento de la existencia política del “pueblo” únicamente mediante la delegación individual de su soberanía en un grupo de representantes, de cuya suma aritmética se dará lugar al soberano político que tendrá la tarea de tomar decisiones a nombre y efecto de los representados. En este caso, el “pueblo” como sujeto político es entonces una suma aritmética de individuos aislados con capacidad de delegar facultades políticas en un grupo de personas que, habiendo sido elegidos por los individuos, son a la vez distintos a ellos. Esto significa que el “pueblo” al que apela el liberalismo es una masa pasiva y numerable, en tanto que su existencia política es aquella que viene de la acción de los representantes que, habiendo sido elegidos por el “pueblo”, no pueden confundirse con el mismo pueblo. La individuación abstracta y la despolitización social son pues el núcleo de este “pueblo” inventado por el liberalismo, a la vez que la clave de lo que esa corriente teórica va a entender por democracia. Si alguna virtud tiene esta lectura es que, a diferencia de las posturas monárquicas o dictatoriales, supo ligar la formación del gobierno y la democracia con la presencia de la plebe como sujeto de derecho político. La limitación vendrá en cambio por el hecho de que esta suplantación de la presencia de la plebe por el número contabilizado por el voto, requieren de una masa social despolitizada y predispuesta a abandonar su soberanía en el altar de la delegación de su ejercicio por una poliarquía.
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Pero esta no es la única forma de invención moderna del “pueblo”. El nacionalismo revolucionario y las izquierdas decimonónicas a su turno, postularon otra manera de construcción de la categoría “pueblo”. El nacionalismo propugnó la construcción del pueblo a partir del Estado, de la acción soberana que éste pudiera emprender para retener el excedente internamente y satisfacer demandas sociales. Así, el “pueblo” existía en tanto voluntad política hecha Estado-nacional que da cumplimiento a tareas de modernización e industrialización. El que el “pueblo” sólo pueda validarse materialmente como Estado-nacional voluntarioso, centra el devenir del sujeto “pueblo” en la acción de todas aquellas fuerzas que, en una especie de teleología histórica, preparan la asunción del Estado nacional. De esta manera, según las circunstancias de la cercanía a esta modalidad de Estado, el pueblo puede ser la masa, el Ejército o los intelectuales portadores del proyecto del Estado benefactor. Aquí, la sustitución de la plebe como sujeto de soberanía no se sustenta en la cuantificación del número sino en el cumplimiento de un destino: el Estadonacional. La izquierda tradicional en poco se diferenciará de esta pedagogía estatal como lugar de constitución de la identidad política “pueblo”. El Estado revelador de la potencia del “pueblo” si bien no será el Estado-nacional, si lo será el Estado socialista; en tanto que la elite mediante habrá de manifestarse la voluntad y el destino del “pueblo”, no será tanto la burocracia estatal del nacionalismo revolucionario como el “partido” que se supone sintetiza la lógica de la historia y la “conciencia” que separa a la masa del colectivo adoctrinado llamado “pueblo”. Pero ¿qué sucede si dejamos de ver al pueblo como simple agregación numérica de soledades y hallamos la trama de relaciones vivas vinculantes, de solidaridades, de flujos comunicacionales y de intersubjetivaciones políticas que la masa es capaz de crear? ¿Qué pasa si en vez de buscar en el Estado la validación de la existencia del pueblo, vemos cómo es que el Estado es cercado por la sociedad y cómo es que ella es capaz de crear espacios públicos, proyectos y poderes
que van más allá y más acá del mismo Estado? En este caso tenemos al pueblo como autodeterminación de la masa, esto es, el pueblo como espacio de politización, de autorreflexión de la sociedad sobre sí misma. Y eso es precisamente lo que ha acontecido en los sucesos de sublevación civil de septiembre-octubre y a lo que apelará Hugo José en su texto. Por lo general el pueblo no existe como comunidad soberana; lo que existe es el “pueblo” estatalmente producido en estadísticas y cifras, pedagógicamente o militarmente encuadrado en comportamientos e historias oficiales; sólo en momentos excepcionales el pueblo aparece como autoorganización de la sociedad. Y a esto es precisamente lo que los griegos clásicos denominaban “demos” con capacidad de producir la democracia, esto es, de subjetivar la política como un hábito de masa. Esta cualidad política autoproducente del demos y esta sustancia de la democracia es la que creo que Hugo José logra rastrear en sus descripciones, sus análisis y sus retratos sobre El Alto sublevado, sobre los barrios insurgentes, las comunidades bloqueantes y los piquetes en huelga de hambre de septiembre-octubre. Ya sea por la vía de la identidad étnica, la solidaridad en el luto o el sacrificio del paro, lo que Hugo José nos ayuda a comprender es la singularidad histórica de la constitución de un tipo de comunidad política autónoma que habrá de denominarse así misma pueblo. Si bien se trata de una comunidad nueva que toma cuerpo a raíz de acontecimientos nuevos, como son los bloqueos de caminos, el rechazo a la venta del gas y las masacres, hay una memoria activa de otros momentos de existencia del pueblo como sujeto autónomo (la disciplina minera, la identidad cultural indígena, etc.), hay una emisión de construcciones discursivas articuladoras (“el gas para los bolivianos”) y de prácticas de la fuerza de masa (los vagones en la autopista, las paredes en las carreteras) que darán lugar a unos esquemas cognitivos y a materia organizativa de un tipo particular de pueblo constituido en la rebelión, para la rebelión y como producto de la rebelión.
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La autoconstrucción política del pueblo a través de los gestos de las colectividades barriales, de sus consignas inventadas en las largas marchas al centro de la ciudad de La Paz, de sus angustias intersubjetivadas radiofónicamente ante la amenaza de muerte que se desplaza de la mano de las tanquetas o de la fuerza física de masa levantando vagones para bloquear la autopista, son los recorridos narrativos que nos brinda Hugo José para entender esta vigorosa formación insurgente de un tipo de pueblo que podríamos denominar post-neoliberal. La “forma vecino” propuesta por el autor para condensar conceptualmente esta cualidad territorializada de la acción colectiva en El Alto y La Paz, a la vez indígena como mestiza, obrera como gremial, ayuda a precisar la consistencia de las “células” locales que permitieron construir con los días esa gigantesca y tupida red social con capacidad de paralizar al poder y de recuperar para sí la deliberación de lo que se va a entender por “lo común” que une a la sociedad. 12
Por último quiero saludar la sugerente combinación de imágenes con relato e interpretación que nos presenta Hugo José en su texto y que, a su modo, ayudan a comprender la elocuencia histórica de puntuales pasajes de esta sublevación social que, por su intensidad y alcance desborda cualquier tratamiento unilateral.
Alvaro García Linera
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San Francisco, viernes 19 de septiembre
Introducción
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ctubre 2003 yace en la historia de Bolivia
como uno de los momentos en que se cambió el rumbo de la nación. Es la transformación de un largo período y la apertura a horizontes desconocidos. Lo vivido aquellos intensos días dará que hablar a las ciencias sociales en los próximos años. Sin duda, los acontecimientos de la semana del 10 al 18 de octubre que dieron como resultado la caída del Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, son el resultado de un largo proceso de movilizaciones sociales y transformaciones socio-políticas; probablemente la génesis está en los movimientos del año 2000 con las respectivas repercusiones en los cambios políticos del 2002. En todo caso, queda claro que hemos asistido al agotamiento de una forma de la política y la economía, que se expresa, en su manera más contundente, en la movilización de octubre. La primera pregunta que surge al mirar atrás, gira alrededor del triunfo de ese movimiento social. ¿Qué pasó? ¿Por qué la gente se movilizó con esa contundencia hasta lograr tumbar al Presidente? ¿Qué de nuevo tuvo la movilización para que lograra tamaño objetivo? ¿Por qué no se quedó como una de las protestas a las cuales estamos tan acostumbrados? ¿Qué hace de esa coyuntura algo excepcional?
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San Francisco, viernes 19 de septiembre
En este documento vamos a desarrollar algunas hipótesis que intentan contribuir a la explicación, conscientes de que la realidad es siempre más compleja y que para dar cuenta del proceso se necesitarán muchos estudios. Aquí, en forma ensayística y acudiendo a diferentes expresiones para ello, sólo vertimos algunas reflexiones que puedan aportar al debate. Partimos de la idea de que la capacidad de expansión de las demandas sociales se asentó, entre otras, en disposiciones simbólicas de la población, ancladas con distintos grados de profundidad, que fueron activadas por determinados catalizadores en circunstancias específicas. En este caso, lo que permitió el despertar de las furias de la gente que desembocaron en el apoyo contundente al pedido de renuncia del Presidente fueron: • El lugar del gas en la historia de la nación (argumento tratado adelante en el artículo “Grito de guerra: Recuperemos nuestro gas”). • La figura extra-ordinaria de Gonzalo Sánchez de Lozada como un personaje capaz de evocar imaginarios negativos distintos a la vez (el empresario minero millonario, el político poderoso, el “vende patria” responsable de la capitalización, y finalmente el asesino). • La muerte que evoca un sentimiento de unidad, de solidaridad, de identificación con el abusado por el poder.
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Inmediaciones de la Plaza Murillo, 12 de febrero
Estos elementos al lado de otros más, contribuyeron a remover los sentimientos de la gente para que se movilizara afectivamente hacia la protesta, constituyéndose en un momento dado una identidad colectiva “pueblo”. Se conformó así, de manera “espontánea”, un nuevo sentido identitario, que se definía en oposición al poderoso (Goni) y en relación con la víctima (“nosotros”). En esta nueva identidad, aunque claramente transitoria e inestable (ya desapareció pasado el conflicto), es que confluyeron juntas de vecinos, obreros, estudiantes, organizaciones de la sociedad civil, clases medias, y ciudadanos varios. Sólo cuando esta identidad ciudadana de protesta estuvo lo suficientemente conformada atravesando los distintos sectores sociales, es que “el pueblo” tuvo la potencialidad de funcionar como cuerpo. En un momento dado, extrañamente y sin ninguna instrucción previa o coordinación general (al viejo estilo de los comités centrales de partidos comunistas), la acción social fluía como si todo hubiera estado fríamente calculado y bajo la dirección de un jefe de orquesta. En este conflicto hubo una diferencia con respecto a lo sucedido el 12 y 13 de febrero. En aquel momento, el núcleo del problema era la lucha del Estado contra el Estado. El pueblo observaba menos activo y no contundentemente afectado (especialmente el primer día), el hecho de que “hermanos bolivianos” se quiten la vida. En febrero la frase que sintetizaba el sentimiento era “nos estamos matando entre bolivianos”, evocando a una fractura al interior de la bolivianidad (particularmente la lucha de dos instituciones bandera de la nación). En octubre el sentimiento que aglutina es “nos están matando como a corderos”, evocando una identidad colectiva en su forma “pueblo” vs. el poderoso y sus aliados militares. Los muertos en esta ocasión, no eran funcionarios de Estado, sino que les pertenecía a la gente.
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El Prado, martes 14 de octubre
La “identidad pueblo” empieza a constituirse a partir del final del sábado, pero llega a su máxima expresión el lunes o martes. Desde el martes hasta el viernes, vemos cómo ésta actúa, y es ella la que logra tumbar al Presidente. Horas más tarde, desaparece y se transforma. Por ascenso de los consensos entenderemos el proceso precisamente de conformación de esta identidad, cuyos contenidos son los que permiten el sentirse parte de un colectivo vinculante. Si seguimos la emergencia de las demandas, podemos ver que el primer llamado fue sectorial (la coca y lo aymara), luego sobrevino el tema del gas. La segunda hipótesis que sostenemos es que luego de que la muerte apareciera como una manera de interpelación fundamental al conjunto de la sociedad, se comienza a construir el “consenso pueblo” que se sintetiza en el slogan “fuera Goni”. Cronológicamente, el viernes 10 y sábado 11 la demanda “fuera Goni” era vista como excesiva y respondía solamente a algunos sectores. Es a partir del domingo 12 en la noche que empieza a instalarse como una demanda mayor, y el lunes o martes se convierte en un consenso en boca de un pueblo. En ese momento, la demanda es muy potente, y sólo una represión contundente podría haberla detenido. La sencilla guía analítica que conduce esta reflexión consiste en poner atención al comportamiento de los principales actores del conflicto (gobierno y movimientos sociales), analizar la escalada de las demandas sociales y la capacidad de expansión de los consensos a distintos grupos, y finalmente, analizar el proceso de incorporación e involucramiento de nuevos sectores sociales (medios de comunicación, Iglesia, clases medias, regiones, etc.). En suma, indagar sobre la forma de constitución de la “identidad pueblo”. Aunque el documento que sigue no tiene una estructura argumentativa dirigida a comprobar estas hipótesis, tanto imágenes como textos intentan contribuir a esta explicación.
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Av. Villaz贸n, jueves 16 de octubre
No cabe duda que un trabajo de mayor sistematicidad y profundidad debería intentar sostener y argumentar mejor esta idea, que por lo pronto no es más que una intuición. Para dar un poco de cuerpo a estas reflexiones, el texto está dividido en tres partes. En las “Premoniciones” (primera parte) reproducimos artículos que indican algunos elementos clave para comprender lo que vendría luego. El primero, “Más de lo mismo”, es una crítica a la recomposición del gabinete y la alianza política promovida por el Presidente luego de su primer año de mandato. El segundo texto, “Grito de guerra: Recuperemos nuestro gas” analiza la potencia de la demanda popular que se concentra en la idea de recuperar el gas para los bolivianos. Por último, en “Juegos de Guerra”, se critica el torpe operativo gubernamental en Sorata y Warisata que costó la vida a varios campesinos. Acompañan una serie de fotografías del 12 y 13 de febrero y de la marcha del 19 de septiembre por la recuperación del gas. La segunda parte es una cronología arbitraria de los hechos de octubre. Se comienza el viernes 10 para concluir el sábado 18 luego de la salida del Presidente. En ella, se utilizan las hipótesis planteadas en esta introducción, pero ahora aplicadas al desarrollo concreto de los hechos. Las fotos fueron tomadas en esa semana intensa, por lo que intentan transmitir el ambiente de lo vivido. Finalmente, reproducimos un texto escrito al calor de los hechos sociales (el jueves 16) donde se pide la renuncia de Goni, y el artículo “Dignidad” (publicado en La Razón el lunes 20) que concluye la reflexión. ¿De qué naturaleza es este documento? Es difícil responder. No es un ensayo sociológico propiamente dicho, no es una recopilación de artículos de opinión, no es un reportaje fotográfico, ni notas periodísticas. Difícil clasificarlo en un género particular. Quizás lo único que intenta es plasmar cómo un observador miró los acontecimientos vividos en esos días. Y para ello,
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acudimos particularmente a la sociología y la fotografía, matrimonio que, como dice Howard Becker, tiene mucho en común a la hora de observar la realidad. Como fuera, quizás lo más importante de este trabajo es poner un ladrillo más en la tarea de mostrar lo sucedido. En esta dirección, definitivamente este texto es un homenaje a todos aquellos que salieron a las calles, a los que murieron y a los que vivieron, a todos los que nos demostraron que lo “imposible” no es más que una cárcel construida por nosotros mismos. Este es un homenaje a los que nos recuerdan que nuestra tarea en la sociedad no es buscar lo posible, si no, como ya dijeron tantos, hacer posible lo imposible.
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Primera Parte PREMONICIONES
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Plaza Murillo, 12 de febrero
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Plaza Murillo
Más de lo mismo Artículo publicado en La Razón el 11 de agosto del 2003, luego del cambio de gabinete y cumplido el primer año de gestión del gobierno de Sánchez de Lozada.
l 6 de agosto ha traído nuevos rostros pero pocas novedades. El gobierno parece buscar la reconstrucción de un escenario político que le sea más favorable. Luego de las múltiples metidas de pata en esta temporada, asume que no puede seguir así, y redefine su política.
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Entre otros, cuatro parecen ser los ejes de la nueva propuesta gubernamental. Primero, la búsqueda de respaldo internacional tanto en apoyo político como financiero. Segundo, el reforzamiento de las “fuerzas del orden”. Febrero dejó claro que no se puede gobernar si los dueños de las escopetas se apuntan entre sí. Más aun considerando que las medidas económicas que se requieren serán duras y provocarán fuertes reacciones sociales. Un tercer aspecto es la criminalización de los movimientos sociales. Resulta que ahora el que hace un bloqueo es un delincuente que merece prisión. El bloqueo es más sancionado que la corrupción o que la violación de derechos humanos. Finalmente, se ha desempolvado la moribunda dinámica de los “pactos” entre partidos políticos. Lo que parecía ser una práctica del pasado
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Palliri de Llallagua, 2001
político neoliberal, hoy se está reeditando: buscar acuerdos entre las cúpulas partidarias con base en la repartija del Estado. El esquema parecería ser coherente. Pero también posee fracturas fundamentales. Aquí van algunas de ellas. El pleito militares – policías no se lo resuelve con buenas palabras el día de las Fuerzas Armadas. Mientras no se solucione el histórico conflicto, estará latente la posibilidad de un encontronazo, pistola en mano, que dé como resultado muchos muertos más. La lógica de los pactos políticos se agotó en su eficiencia para sostener la llamada “gobernabilidad”. Ya no es una herramienta suficiente para gobernar tranquilo. La inestabilidad del propio acuerdo es evidente, ninguno de los firmantes tiene la menor confianza en el otro. Finalmente, y a mi entender lo más importante, lo que demostraron los movimientos sociales de los últimos años, así como los resultados electorales, es que el problema fundamental de la política hoy es que se ha abierto una brecha muy grande entre el mundo político y el social. La gente considera que los políticos son los responsables de la crisis y la corrupción, vivimos un malestar con la política. Mientras no se solucione esa tensión construyendo vínculos más estables entre gente y administradores de lo público, ningún proyecto tendrá futuro. Sólo cabe recordar lo que decía una palliri de Llallagua hace un par de años: “Ningún político cumple la promesa, estamos totalmente abandonados. Siempre dicen les vamos a dar trabajo pero no es cierto. No sé qué vamos a hacer, no sé dónde vamos a ir...”. ¿Será que el entusiasmo presidencial dará respuesta a este tipo de inquietudes? Francamente, lo dudo.
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San Francisco, 19 de septiembre
Grito de guerra: “Recuperemos nuestro gas” Artículo escrito luego de la marcha por la defensa del gas en San Francisco el 19 de septiembre del 2003.
as palabras canalizan emociones. Las pancartas son gritos de guerra que resumen una serie de sentimientos, nos ofrecen algunas orientaciones de quién las ha escrito. A la hora de la acción otros elementos más entrarán en juego, y lo escrito en el afiche podrá ser matizado, discutido o anulado, pero no cabe duda que el potencial de una frase, llevada en alto en una marcha, tiene la capacidad de mostrarnos el espíritu de un momento, de una demanda colectiva.
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De alguna manera, grandes slogan, colados siempre en carteles, tuvieron un potencial movilizador en la historia de los movimientos sociales. “El hambre no espera, todos a San Francisco” fue la voz que convocó a cientos de personas a la Plaza San Francisco a principios de los 80, recién recuperada la democracia. En Brasil, el “Fuera Color” tuvo la capacidad de reproducirse de boca en boca y convertirse en una demanda popular que dio como resultado la salida del Presidente. Así, el viernes 19 de septiembre de este año fue la ocasión para volver a probar que una frase pertinente, que apele a los sentimientos correctos, es capaz de unificar luchas, olvidar diferencias, y levantar conjuntamente una sola bandera.
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Inmediaciones de San Francisco, 19 de septiembre
Recorramos algunas de las palabras puestas al aire y pronunciadas conjuntamente por cientos de manifestantes en esa ocasión: • “El gas nos pertenece por derecho, recuperarlo e industrializarlo es un deber”. • “No a la venta del gas, industrializar hasta vencer” • “El gas no se vende carajo! La UPEA no se rinde, autonomía plena” • “Comunicación social presente en la lucha, viva la autonomía” • “Tambores de guerra en defensa de nuestro gas” • “Basta al robo, alto a la corrupción” El principal imaginario que se evocó en la mayoría de los gritos de aquella tarde de viernes tuvo que ver con el gas, aunque las demás reivindicaciones no dejaron de estar presentes, desde los macro lugares comunes (corrupción, politiqueros, vendepatrias, etc.) hasta los más puntuales y sectoriales (autonomía en la Universidad, jubilados, coca). Quizás el slogan más audaz es aquel de “El gas nos pertenece por derecho, recuperarlo e industrializarlo es un deber”. Su potencialidad está en evocar en una sola frase distintos imaginarios. Primero la sustitución de la palabra “mar” por “gas” en ese clásico estribillo, hace que se despierte el sentimiento profundamente anclado en el imaginario boliviano del tema del mar. Este es casi un punto de encuentro para todos, derecha, izquierda, k’aras, indios, ricos y pobres. Poca gente podría oponerse, por lo menos públicamente, a esa frase que está inscrita en los cuadernos de los colegiales y en la cabeza de los bolivianos. Las consecuencias de la Guerra del Pacífico son revividas cada que se habla del tema. En segundo lugar, la palabra “gas” en sí misma trae el recuerdo de la Guerra del Chaco, el petróleo, los relatos de los abuelos de aquella Guerra que está muy presente.
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San Francisco, 19 de septiembre
En tercer lugar, la palabra “recuperarlo” (al gas y al mar) evoca al menos dos ideas; por un lado toda la carga que tiene Goni de ser “vende patria” y el responsable de capitalizar las empresas que deben ser “recuperadas” para el beneficio de la nación; y por otro lado “recuperar el litoral y el ancho mar” como cantábamos en las horas cívicas de los colegios. De telón de fondo, en otras pancartas, la palabra “Guerra”. La identidad nacional se construye a partir de la traumática relación con las guerras, los bolivianos somos las guerras perdidas, como una relación tensa de algo quitado, robado, y como un tema nunca resuelto. La Guerra para el boliviano significa una deuda pendiente, significa una herida no cerrada, una etapa no superada por la historia, pero que lo constituye en lo más profundo de su ser. Así, el matrimonio entre el discurso del mar, con el del gas es de una potencialidad desmesurada. Hace años, quizás desde la recuperación de la democracia, que no se lograba consolidar un solo slogan que sea capaz de unificar y movilizar a ancianos, jóvenes, hippies, trabajadores, campesinos, estudiantes, mujeres, intelectuales y tantos otros. Hace años que la izquierda no había tenido un grito de guerra tan potente como el que ahora se está construyendo. Esta, creo, es una oportunidad. Ojalá que la mezquindad y pequeñez de los dirigentes no borre de un plumazo ese fantasma de rebeldía que está recorriendo al país. Ojalá que sepamos sacar provecho a esta oportunidad.
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San Francisco, 19 de septiembre
Juegos de Guerra Artículo publicado en La Razón el 6 de octubre del 2003, luego de la violenta intervención del gobierno en Warisata el 20 de septiembre para rescatar turistas en Sorata. En el operativo murieron varios campesinos.
prefirieron jugar a los cowboys. En el operativo de Sorata – Warisata, el gobierno pudo haber tomado otros caminos. Se pudo buscar el diálogo (ese que sí sirve y no el que viene después de la muerte) con personas más idóneas para solucionar el problema. Por ejemplo, se pudo haber acudido a Ana María Romero de Campero, a quien se pudo haber ratificado meses antes como Defensora del Pueblo, para buscar una salida menos violenta al conflicto. Se pudo acudir a la Asamblea de Derechos Humanos, o por último, a la venida a menos Iglesia conciliadora.
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Pero no. Prefirieron sacar los soldados, y darles un lugar a los militares que no tienen dónde realizar sus entrenamientos de guerra. Prefirieron entrar a “salvar” a unos y matar a otros. Fue mejor optar por la lógica del western: una caravana con muchos comisarios armados alrededor que protege a las víctimas de los indios salvajes que en cualquier momento pueden atacar. Y en su caballo – helicóptero, el sheriff – ministro que, pistola en mano, da órdenes precisas y se eleva por los cielos. De una mano el diálogo, de la otra el palo (perdón, la ley). Eso informa el eterno informador gubernamental. Aunque en realidad primero vino el palo y después el diálogo. Palo para los indios, diálogo entre los políticos (los de siempre).
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¿Y la prensa? Sin novedad. Salvo honrosas excepciones, vomitiva. ¿Hasta cuándo la prensa va a ser la extensión del discurso oficial? ¿Cuándo van a romper con la dinámica del poder? La prensa más ocupada en el viaje de Evo (con esa ridícula y simplista fórmula Evo – Chávez – Gadafi), en los nuevos rehenes “a salvo”, en las dos Bolivias de Torres, etc., que en los problemas estructurales que llevan a confron– taciones históricamente conocidas.
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¿Y los diplomáticos? Mientras la prensa se ocupa de lo que dice Chávez sobre el gas, le ponen poca atención a las declaraciones del embajador alemán. Cualquier país que se respete hubiera protestado enérgicamente, tanto a nivel gubernamental como por parte de sectores civiles, por el atrevimiento de que un representante de otro gobierno pueda calificar como “grave error” que se deje sin resguardo policial y militar a Sorata. El primer principio de las relaciones internacionales es la no intervención en asuntos internos, y menos opinar sobre lo que debe o no hacer la policía local. Imagino la reacción del gobierno alemán si el embajador boliviano calificaría, por ejemplo, la política contra los inmigrantes en Alemania. Y bueno, el panorama está así. Se pudo haber evitado volver a la lógica del Estado – policía, pero se prefirió jugar a la guerra. Las consecuencias pueden ser serias. Es horrible, pero era previsible, diría Calamaro.
Segunda Parte CRÓNICA ARBITRARIA DE UNA SEMANA INTENSA 10 al 18 de octubre 2003
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Av. Villazón, 17 de octubre
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El Alto, 18 de octubre
Lo que sigue es una crónica arbitraria. El cronograma de los hechos que aquí se narran tiene que ver básicamente con una forma de mirar los acontecimientos de la semana del 10 al 18 de octubre. Estos períodos históricos son de una densidad social magnífica, la cantidad de aspectos a los cuales hay que ponerles atención sobrepasan la posibilidad de cualquier observador atento. Por ello, sin duda habrá cientos de episodios que no se rescatan. Aunque todo el proceso empieza meses o años antes, para este corto recorrido, es suficiente trasladarse al viernes 10 de octubre, cuando los sucesos comienzan a subir la temperatura social.
Viernes 10 de octubre 2003 El paro cívico El paro cívico indefinido en El Alto, convocado dos días antes por FEJUVE y apoyado por la COR y la Federación de Trabajadores tuvo una importante respuesta en la población alteña. Se vive conflicto y enfrentamientos. Se cierran negocios, hay poco transporte, balines, gases, heridos y dos muertos. El centro de las demandas gira alrededor de la defensa del gas y el rechazo al ALCA. El gobierno insiste en que es una minoría que pretende dividir a Bolivia, y propone que la solución se la dará en el marco del documento de Reencuentro, firmado hace unas semanas por partidos políticos oficialistas. No existen muchas miras de solución al conflicto, pero la situación no es nueva. Hace años que el comportamiento gubernamental y las demandas sociales están desencontradas. Los gases y los bloqueos, son cosa de todos los días.
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El Alto, 18 de octubre
En La Paz, a media mañana corre la información, de boca en boca, que se acabó la gasolina. Las filas de autos crecen por cuadras, y un cierto sentimiento de temor empieza a generarse, pero todavía es un problema individual de combustible. El Ministro Sánchez Berzaín asegura que mañana sábado el tema estará resuelto. Hasta aquí nadie se imagina que una semana después el país será otro.
Sábado 11 de octubre 2003 Gas a La Paz Los ánimos alteños se caldean cada vez más. Las marchas empiezan a identificar un responsable, lo que se expresa en carteles que dicen: “¡Goni cabrón te espera el paredón!”, su renuncia tibiamente empieza a entrar en el debate, pero no es más que una voz aislada. El éxito del paro es cada vez mayor. Las movilizaciones son importantes. El principal espacio de batalla se concentra en la intención del gobierno de llevar convoys de cisterna a La Paz, y en la gente que intenta impedirlo. La planta de Senkata, recuerdo de la gloria de YPFB, es el epicentro de la política nacional. Sánchez Berzaín diseña un plan para cumplir su palabra de abastecer gasolina. Para ello, acude a tanquetas y caimanes. La gasolina más custodiada de la historia intenta salir rumbo a la hoyada, pero en el camino se encuentra con cientos de personas que construyen barricadas. Los enfrentamientos son constantes, las balas recorren la ciudad, los muertos y heridos también. En la noche, la radio informa de la bronca popular. En la zona Alto Ballivián, el Regimiento 5 de policía es rodeado por los vecinos, el ejército y policías empiezan a disparar sin reparos a los domicilios.
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San Francisco, 17 de octubre
La Paz se paraliza, sólo se pueden movilizar quienes pudieron cargar algo de gasolina el día anterior. El transporte público prácticamente no existe. Los comercios y mercados funcionan irregularmente. En la noche ya se sabe que El Alto se convirtió en tierra de nadie, con fuertes enfrentamientos. Rodeando la media noche, el vocero de la presidencia Mauricio Antezana habla en televisión, dice que hay un plan de desestabilización planificado y financiado desde el exterior. Los “ataques” a la planta de Senkata habrían sido con armas de fuego, por lo que acusa a Evo Morales de instigar a un golpe de Estado que desestabilice la democracia. Se vuelve a evocar el Reencuentro, y se concluye afirmando que el tema de la exportación de gas y el ALCA no están determinados. Con rabia creciente y algunos muertos, termina el día.
Domingo 12 de octubre de 2003 La Masacre de El Alto El Alto se convierte en zona militar. Las tropas ocupan prácticamente toda la ciudad con tanques, tanquetas y soldados. La resistencia y enfrentamiento se expande hasta Río Seco y algunas otras zonas alejadas. Los soldados deben disparar, pero eso no impide que tengan conflictos de conciencia. Algún capitán que viene de la amazonía, cuenta que en sus entrenamientos cuando tienen que disparar una bala, al cargarla repiten “para matar un peruano”, “para matar un chileno”. Angustiado el capitán dice “¿Cómo disparar a un boliviano con la bala destinada a un extranjero?”. Pero el conflicto de conciencia de algunos militares no impide que la masacre continúe. En la tarde, Erbol registra 26 muertos. El operativo gasolina a La Paz cumple parte de su objetivo. El costo es muy alto. Una mujer en la radio convoca a no comprar gasolina con sangre alteña.
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Av. 6 de Agosto, 14 de octubre
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San Francisco, 17 de octubre
El poder ha demostrado que está dispuesto a todo, y que no le tiembla la mano para apretar el gatillo. El número de muertos crece. Todos los miedos de días anteriores se transforman en rabia, impotencia frente a tanto asesinato, tanto abuso de autoridad.
Lunes 13 de octubre. Las cartas están echadas. En la mañana Evo Morales declara que no aceptan las ofertas que hace el gobierno. Luego de las muertes de El Alto, lo único que queda es que renuncie el Presidente, afirma. El llamado de Evo rápidamente se convierte en un consenso general. Y no es para menos, Gonzalo Sánchez de Lozada concentra una carga simbólica muy grande: es empresario minero, es político, es emenerrista, es gringo, es capitalizador, y luego de los últimos acontecimientos, es asesino. Pocos personajes del ámbito político local tienen la capacidad de evocar tantos imaginarios a la vez. Pedir su renuncia entonces, se convierte rápidamente en un punto de encuentro de distintos sectores que en otras circunstancias no se hubieran podido poner de acuerdo. Se viene gestando una nueva identidad colectiva con base en el grito “fuera Goni”. Este es un día de gran movilización social. Bajan a la ciudad cientos de cientos de cientos de personas, todas demandando que se vaya Goni. Hay nuevos difuntos, ya no sólo en El Alto, sino también en La Paz. El sur de la ciudad, Ovejuyo y Chasquipampa entran en acción, y ponen varios muertos más. Todo es comandado por juntas vecinales, que, estandarte por delante, invaden la Plaza San Francisco, en una de las marchas más concurridas de las últimas décadas. La gente está en las calles, las radios transmiten cada uno de los pasos de este encuentro masivo. Un helicóptero vigila constantemente cada una de los movimientos. Recuento final 28 muertes en el día.
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San Francisco, 19 de octubre
Un anuncio callejero pregunta “¿Cuál es el camino? Tú decides por Bolivia, sectarismo y egoísmo o derrotar la oligarquía. Fuera Goni, sucesión constitucional”. El poder sufre su primera fractura. A las 11 de la mañana Carlos Mesa dice que su conciencia no le permite apoyar al gobierno, y rompe con él, sin dejar de ser vicepresidente. Algunas voces al interior de la coalición se pronuncian: Jorge Torres renuncia al Ministerio de Desarrollo Económico, NFR dice que retirará a sus ministros en la tarde. Un dirigente cochabambino del MNR denuncia que el gonismo ha tomado al partido y lo ha alejado del pueblo. La exDefensora de Pueblo Ana María Romero critica duramente la violencia del gobierno y pide que renuncie el Presidente. La marcha, la gente, la política, los muertos, todo indica que el Presidente emitirá un mensaje renunciando a su cargo. A medio día parece una certeza que el gobierno no va más. La pregunta es absolutamente pertinente. Empezando la tarde Gonzalo Sánchez de Lozada aparece en televisión y afirma que no renunciará. Con una fuerza y contundencia contrastante con la debilidad mostrada en el 12 y 13 de febrero, el Presidente sostiene que los que desean su renuncia son sediciosos que quieren luto y violencia y son enemigos de la democracia. Bolivia va a perdurar y vamos a proteger la democracia, concluye. A estas alturas las cartas están echadas, y la situación en los próximos días será de forcejeo entre las fuerzas en conflicto. El gobierno ya tiene una posición clara, no se renunciará y buscará todos los medios para ello: represión y apoyo internacional. A la vez, está claro que el propio poder político ya tiene disidentes en su interior, su homogeneidad se ha roto. Por su parte, el movimiento social ha llegado al consenso más importante: “fuera Goni”. No hay nada que pueda suplir esta demanda. “Diálogo” o “encuentro” debe proseguir luego de la renuncia del Presidente. Las dos partes han
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Av. Mariscal Santa Cruz, 17 de octubre
sacado todas sus cartas, ahora falta probar quién tiene más fuerza, quién se mueve mejor para tener ventaja, quien se quiebra primero.
Martes 14 de octubre El día del duelo El país está en duelo. Pocas movilizaciones en las calles. En la radio se escuchan muchas quejas, todas confluyen en el pedido de renuncia. Algunas personalidades como el alcalde paceño Juan del Granado se suman a la petición. El consenso ya es total, no se aceptará nada menos que la cabeza de Goni. La muerte duele, todos entierran a sus muertos. Parecería que una sola pregunta recorre los corazones adoloridos: ¿qué más podemos hacer para que se vaya Goni? Surgen nuevas iniciativas, silenciosas, que darán fruto al día siguiente.
Miércoles 15 de octubre El despertar de las clases medias. La clase media entra en acción. Un manifiesto firmado por varios vecinos e intelectuales de la ciudad afirma: “No podemos ser indiferentes ante las muertes, más de sesenta hasta hoy miércoles 15 de octubre. Expresamos nuestra solidaridad con la ciudad de El Alto y con las familias de los que han sido asesinados, tanto en esa ciudad como en La Paz. Expresamos nuestro repudio ante el gobierno de Sánchez de Lozada, el MNR, sus ministros y todos los partidos de la coalición. Denunciamos la culpabilidad de la clase política, dirigentes de partidos y miembros del Parlamento oficialista que hasta sólo unas horas se cuoteaban el poder.
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Av. 6 de Agosto, 16 de octubre
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Sopocachi, 15 de octubre
Se equivocan el presidente y su entorno al identificar el malestar social únicamente con la clase trabajadora y con los sindicatos. La indignación está presente en un gran porcentaje de la población, en todas las clases sociales, en diversos rubros profesionales. Exigimos que Sánchez de Lozada y su gobierno den paso a un gobierno de transición en el que se resguarde sin concesiones la verdadera democracia y los derechos humanos. No hacerlo significa promover aún más violencia y una división mucho más profunda en la sociedad boliviana. Convocamos también a un proceso de paz con justicia y de unión con plena diversidad.” Quizás uno de los eventos más importantes es la huelga de hambre convocada por Ana María Romero. El piquete de la Iglesia Las Carmelitas no podía ser más simbólico. Están presentes Ricardo Calla, Ricardo Zevallos, Jenny Cárdenas, José Antonio Quiroga, Javier Hurtado, Sacha Llorenti. Cada uno representa a un sector: intelectuales, artistas, religiosos, empresarios, activistas de derechos humanos. El llamado de Ana María es acatado por cientos de personas, rápidamente surgen decenas de piquetes de huelguistas en distintos lugares de la ciudad, y luego del país. Cayendo la tarde, se hacen vigilias tanto en la Plaza Abaroa como en la Iglesia de San Miguel. Todos deben llevar una vela. La velada de Sopocachi se dirige hacia el piquete de la Iglesia Las Carmelitas. Los huelguistas salen a la puerta, y cada uno de ellos emite un discurso desde un megáfono improvisado. Surgen muchos nombres: Marcelo Quiroga, Luis Espinal, Domitila Chungara. Se llama a la paz, y se concluye con un acto especial, otorgando las velas a los policías que custodian la casa de al lado, nada más y nada menos que el Comando General de Policía.
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San Francisco, 17 de octubre
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Sopocachi, 15 de octubre
La marcha, entrada ya la noche, sigue su curso, hacia el piquete del Montículo, donde está entre otros, la socióloga Silvia Rivera. En el camino se pasa por la sede de la OEA, se pinta un graffiti en ella: “Cómplices de la muerte”. Los gritos que acompañan este recorrido son: • • • • • •
Goni hazte gas, gobierno incapaz Goni cabrón, andate a Washington Aquí están los sediciosos El gas no se vende Goni y Zorro, los dos a Chonchocoro. Somos los sediciosos de Sopocachi
En la calle unos jóvenes activistas reparten una boleta que pide “¡Fuera Goni asesino de los bolivianos, la salida es constitucional! Tareas urgentes: Abrogación de las leyes inconstitucionales; Nueva Ley de Hidrocarburos acorde a la Constitución; Industrialización del gas para los bolivianos; Exportación con valor agregado y generación de empleos; Asamblea Constituyente. Unidad del pueblo contra la masacre”. El gobierno se pronuncia. Sus ofrecimientos son referéndum consultivo departamental sobre el gas, revisar la Ley de Hidrocarburos y e incorporar la Asamblea Constituyente a la Constitución. Las respuestas llegan tarde.
Jueves 16 de octubre Marchas serpenteadas. Desde Patacamaya se transmite por radio un enfrentamiento entre mineros y militares. El saqueo, en esta ocasión, es por parte de los uniformados que decomisan víveres, frazadas y hasta celulares. Además, se llevan dos vidas de mineros, que alargan la lista de los muertos. Las noticias retumban en la ciudad.
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El Alto, 18 de octubre
En La Paz el pueblo toma las calles de manera autónoma. Cada calle tiene su marcha que va sin un rumbo fijo gritando la misma consigna. Algunos son vecinos, otros mineros, otros estudiantes. La forma de movilización ahora asume un rostro social heterogéneo. Cada uno marcha desde donde más se siente convocado. La forma “vecino” ya tiene una personalidad. Los de San Pedro bajan en tanto que habitantes de este barrio, lo propio hacen los sureños en una marcha que sube desde Calacoto con poleras y rostros blancos. El vecino ahora es una nueva identidad social y política, pero se aglutina sobre todo con base en la territorialidad politizada. Ha nacido un nuevo concepto que dará que hablar a la sociología: la forma vecino de la protesta. La anarquía de la ocupación del espacio en La Paz también es evidente. Si bien los clásicos puntos de concentración siguen siendo donde todos se encuentran (Plaza de San Francisco, Av. Mariscal Santa Cruz, etc.), cada marcha toma su propio rumbo, rompe la rutina tradicional de la protesta. Por una calle suben, por la otra bajan. Son serpentinas de colores regadas por la ciudad, no los une la clase social, la posición económica o incluso ideológica. Lo que los moviliza es el macro consenso: “fuera Goni” y la solidaridad por los muertos. Un minero reparte un pequeño papel blanco en la marcha que da 5 argumentos al slogan “Renuncia del asesino Sánchez de Lozada”: 1. La renuncia es la única garantía de recuperar para los bolivianos el gas y el petróleo de manos de las transnacionales. 2. La defensa de la democracia es la renuncia del asesino Sánchez de Lozada, porque democracia no es masacre. Ni un muerto más! 3. La renuncia de Sánchez de Lozada es la única forma de que haya una paz definitiva en Bolivia. 4. El mejor homenaje a nuestros mártires asesinados es la renuncia de Sáchez de Lozada.
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Av. Mariscal Santa Cruz, 17 de octubre
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Av. 6 de Agosto
5. Si Goni no renuncia el paro no se acaba, el bloqueo de caminos no se acaba, las manifestaciones no se acaban. Por su parte, la huelga de hambre crece y crece. En unas horas ya son más de 700 huelguistas. Los piquetes se abren en distintos lugares, se expanden al interior. Prácticamente no hay departamento que no cuente con huelguistas. El movimiento es, definitivamente, nacional. Las radios no paran de transmitir lo que dice la gente. Y la gente dice muchas cosas, pero todo gira alrededor de la renuncia del Presidente. Carlos Mesa vuelve a tomar la palabra, lo principal de su mensaje es “no tengo el valor de matar”. Reafirma así su distancia con Sánchez de Lozada. El poder se muestra todavía muy estable. A las 16:50 aparece, por primera vez, el Ministro Sánchez Berzaín. Afirma que no tiene sentido estar contra el gobierno, pues esa es una batalla perdida, “no tienen ninguna posibilidad de ganar”. En la noche, Goni ofrece una entrevista a CNN. Reafirma que no renunciará, está convencido de que tiene el apoyo de 2/3 de la población, informa que un sondeo de la Radio Fides le daría ese resultado. Algunas paredes ahora tienen un nuevo slogan: “Carlos Mesa golpista”. La pintura negra es la misma que antes decía “Evo asesino, no más conflictos”. No hay duda, el gobierno también quiere dar batalla en los muros de la ciudad. En la noche, nuevas incursiones militares en El Alto, ahora en Río Seco. Vecinos llaman quejándose de que los soldados entran a los domicilios sin importarles nada, llevándose cosas y atemorizando. El miedo y la rabia siguen creciendo.
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El Alto, 18 de octubre
A estas alturas todavía hay un empate, no se sabe hacia dónde girará la balanza.
Viernes 17 de octubre Huye en helicóptero En la mañana todavía se vive un equilibrio de fuerzas. Poco a poco la balanza se irá inclinando hacia el lado de la renuncia. La primera voz es la del Cura Pérez. Muy temprano, anuncia que los datos que Goni había dicho la noche anterior en su entrevista a CNN son falsos. No oculta que la página web de Radio Fides fue crackeada, y que hasta minutos antes de que aquello sucediera, los datos decían que más del 75% de los votantes querían que el Presidente se fuera, exactamente lo contrario a lo sostenido horas atrás. Las marchas en las calles no cesan. Se reparte un pequeño panfleto que recoge algunas frases espontáneas de la gente: • • • • •
“Nos matan como a corderos” “Vienen los policías y el helicóptero está disparando” “Peor que a perros nos tratan” “Nos están matando, por qué no hacen nada” “Por exigir nuestros derechos, nos están matando”
Ante la pregunta ¿qué hacer? El panfleto sugiere: 1. Cierra tu negocio o trabajo 2. Coloca un crespón negro en tu puerta 3. No dejes que lo que te informen te desvíe de: a. Renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada b. Recursos Naturales para nosotros c. Lucha por una sociedad más justa para todos Si quiere paz, piensa y trabaja por la justicia social. La fractura en el poder político empieza a hacerse cada vez más evidente. La Prensa anuncia que Mauricio Antezana, el informador incondicional, habría renunciado, pero la
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Av. Mariscal Santa Cruz, 17 de octubre
noticia todavía no es muy clara. Faltarán algunas horas para confirmar que por “razones personales” Antezana deja los micrófonos oficiales. Casi a media mañana Manfred Reyes da una de las estocadas finales, públicamente anuncia que el Presidente debe escuchar al pueblo. Su alejamiento es inminente. Las Fuerzas Armadas afirman que se someterán al orden legal y a los mandatos constitucionales. A las 13:45, Erbol informa que el Presidente está preparando su renuncia. Lo dice así, casi como chisme, lo que se convertirá en un secreto a voces horas más tarde. Empieza la especulación, las llamadas, los informes. ¿A qué hora se va? ¿Cómo? ¿Dónde? En la radio se da un paso al frente en el discurso de lo posible. Ahora el tema que ocupa son las condiciones para la sucesión; la pregunta, ya muy realista, es qué viene después de Goni. Toda la tarde es un ir y venir de rumores: dicen que se va a Lima, que se va a Miami, dicen que dará un discurso, dicen que grabó su mensaje, dicen que sólo dejó una carta. En las calles el movimiento social comienza su festejo. Los mineros en San Francisco no dejan de hacer explotar dinamita, mostrando su presencia. Algunos gases todavía son utilizados por la policía, pero su eficacidad es muy limitada. La victoria está en las puertas. Todo sigue su curso. El todavía Presidente parte a Santa Cruz para luego dirigirse a Miami. No deja más que una carta, dirigida no al pueblo sino a los congresales, poniendo su cargo a disposición. El parlamento, entre gritos y discusiones, da paso al ingreso de Carlos Mesa a la presidencia de la República.
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El Alto, 18 de octubre
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El Alto, 18 de octubre
Al anochecer, un grupo de jóvenes que estaban en huelga de hambre marcha por la ciudad con banderas blancas de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos. Gritan “Olé, olé, olé, se fue, se fue”. Quien diría que esta fecha, ni más ni menos, fuera la renuncia de Goni. Cuando se recuerdan 34 años de la nacionalización de la Gulf, el principal privatizador neoliberal deja el país huyendo en un helicóptero. Coincidencias de la historia.
Sábado 18 de octubre El Alto festeja Que duda cabe, la suerte está echada. El Presidente Carlos Mesa es bien recibido en El Alto, pero eso no es lo más importante. Los vestigios de la gran batalla persisten sobre la gran carretera. En la ceja, la entrada a la autopista todavía tiene la muestra más importante de la victoria, vagones de ferrocarril anárquicamente tirados desde la altura. ¿Que fuerza pudo haber movido toneladas de acero hacia la autopista? ¿Cuánta bronca tuvo que tener todo el pueblo alteño para unir sus brazos y mover semejantes artefactos de acero? Sólo 80 muertos lo explican. En el ferrocarril hay algunos mensajes que dicen “Chilenos cabrones acostumbrados a robar y cerrarnos el paso”. En lo alto, lo más alto, una bandera boliviana con un crespón negro. Encima del vagón, varios alteños que miran con orgullo su obra, ese es el símbolo de la victoria. Tras la anarquía del tránsito, un conglomerado de gente se organiza para el tráfico que ahora sólo ocupa un carril. Algún varita espontáneo indica cuándo unos u otros deben tomar el estrecho pedazo de avenida que no ha sido cubierta por los vagones de ferrocarril. Muchos miran alrededor, una señora sostiene un cartel que dice “Toque bocina”, en señal de festejo, y el que no lo hace es candidato a recibir una pequeña piedra además de silbidos.
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Adelante, en la carretera que se acerca a la planta de Senkata, quedan las hondas zanjas cavadas por la población del lugar, algunos autos quemados, y muchas piedras alrededor. La riel oxidada de tren, aquel tren que ya no llega a El Alto por la capitalización de ENFE, es utilizada como instrumento para bloquear. Se la arranca con fuerza de la tierra y se la antepone en la carretera. Parada y desafiante, la riel cumple su función social, sostiene pesadas demandas y transporta movilizaciones. Por los pocos espacios de carretera que quedan, al finalizar la tarde se dejan ver algunos buses llenos de mineros que se van de la ciudad. Los micros están decorados con banderas bolivianas y crespón negro, carteles de victoria y emoción en los rostros. Los mineros parecerían decir que cumplieron aquel grito de 1984 cuando tomaron la ciudad y al dejarla decían: “los mineros volveremos”. Vaya que sí volvieron. 66
Dicen que los lugares guardan las emociones vividas. Ahí, entre piedras, bloques de cemento y restos de llantas quemadas, todavía parece que se escuchan los gritos contra los militares que custodian los convoys de gasolina rumbo a la hoyada, los tiros todavía zumban en los oídos, y los llantos de las familias que recogen los cuerpos de los caídos. Al fondo, un cartel recuerda “Gracias Pepe Lucho por tus construcciones”. Terminó la epopeya de tumbar a un presidente. Las páginas de la historia ya están escritas.
Tercera Parte DIGNIDAD
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San Francisco, domingo 19 de octubre
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El Alto, 18 de octubre
¡Fuera Goni! Artículo escrito el jueves 16 de octubre del 2003 (un día antes de la renuncia del Presidente) y enviado por correo electrónico a distintas fuentes.
l país ha llegado a un punto de polarización como nunca antes en su historia. Demás decir que la situación hoy ya no es sostenible. Prácticamente todas las voces han confluido en un solo grito: ¡Fuera Goni! Desde la recuperación de la democracia en 1982, no había existido un consenso tan contundente. Hacía 20 años que la Plaza de San Francisco no se había llenado de esa manera. Esta es la movilización social más importante de estos últimos tiempos.
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Y el Presidente no ve nada de eso, vive en el país de las maravillas, donde encuestas e instituciones lo respaldan. El Presidente, que tiene una semana de atraso en su agenda política, ha buscado distintos mecanismos para salir de la crisis aunque ninguno de ellos da en el clavo: represión, apoyo de algunas organizaciones internacionales y algunos sectores de la élite cruceña, propuesta de algunas reformas. Pero todo llega tarde, con muertos de por medio hay poco que discutir. El discurso oficial pretende mostrar, como lo hizo Bánzer, que la democracia es el Presidente. Fuera suyo no hay democracia. Cuesta creer que el que pidiera a Bánzer su renuncia un par de años atrás, ahora considere que exigir su propia renuncia sea inconstitucional y sedicioso. ¿Fue Goni un golpista por plantear, internacionalmente, que Bánzer ya no era el hombre más apropiado para gobernar la nación?
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San Francisco, 17 de octubre
La democracia no es una persona, es la gente. Y sobre todo, la democracia no es asesinar 80 personas en 5 días; no es censura a los medios de comunicación; no es hacer caso omiso de la voluntad popular. En este momento histórico del país, la actitud más democrática del Presidente sería renunciar. En América Latina esta experiencia ya se ha presentado. En Bolivia, Hernán Siles Zuazo comprendió en 1985 que su alejamiento del mandato (incluso sin contar con muertos en las espaldas), traería algo de paz a la población. Y es que hemos llegado a un punto donde la ética y la dignidad deben anteponerse a la política. El responsable de 80 muertos no puede ser presidente del país. El que utiliza al Estado para mantenerse irresponsablemente en su posición a cualquier costo no puede gobernar la nación. El que saca tanques y ametralladoras y dispara sin discriminación a mujeres y niños, debe dejar el mandato. Estas muertes no deben quedar impunes. Si Gonzalo Sánchez de Lozada quiere mirar a la historia con un poco de decencia (si le queda) no tiene otra opción que dimitir. Este sería su mejor aporte democrático. Respetemos la institucionalidad, respetemos la Constitución Política del Estado, respetemos la democracia y los derechos humanos. Que renuncie el Presidente.
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Concierto en San Francisco, 19 de octubre
Dignidad Artículo publicado en La Razón, el 20 de octubre 2003, luego de la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada.
ignidad de todos y cada uno de los muertos, que dieron su vida generosamente para defender la democracia, nuestros recursos naturales y en definitiva nuestro futuro. Los “mártires de la democracia” ahora son decenas de personas que yacen en la historia de la nación.
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Dignidad de los alteños, la ciudad más pobre y multicultural del país, que no escatimaron en salir a sus esquinas a sacar piedras, a construir muros en las carreteras, a golpear con palos a las tanquetas y ser respondidos con balas. Los alteños pusieron el pecho y dieron una lección al poder: ¡a la gente se la escucha! Dignidad de los vecinos y ciudadanos de todo el país, que al ver que la muerte transitaba por las familias alteñas supieron que sus luchas eran nuestras luchas, su muerte nuestra muerte. Dignidad de todos los que marcharon, bloquearon, se pronunciaron gritando que el pueblo sí existe, y que efectivamente si está unido, no será vencido. Dignidad de los dirigentes sociales, Evo, Jaime, Felipe, Oscar, Roberto y tantos otros que mostraron el horizonte al movimiento popular, impidiendo que se desbande y orientando la acción por el camino más apropiado. Dignidad de algunos medios de comunicación, especialmente Pulso, la Época, Radio Pachamama, Erbol, Canal A, y otros, que se pronunciaron concientes de que la comunicación nunca es neutra. Los medios devolvieron el micrófono a la gente, de donde nunca debió separarse, y dejaron que sea la población quien tome la palabra.
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Concierto en San Francisco, 19 de octubre
Dignidad de Ana María Romero y los 750 huelguistas de hambre, que al primer llamado, en cuestión de horas, respondieron dando el cuerpo, reviviendo esa hermosa tradición de lucha social desde la paz que tiene tanta trayectoria en nuestro país. Dignidad de Carlos Mesa que, arriesgándolo todo, no dudó en romper con la fuente de la muerte. La valentía de decir “no tengo valor de matar” en un momento tan delicado para el país, hace de Mesa uno de los hombres que le dieron un baño de ética a la política. A todos ellos, y tantos otros, “gracias por tanta dignidad”. Falta de dignidad de Torres Goitia, Mauricio Antezana, Sánchez Berzaín, Jaime Paz, Hugo Carvajal, Manfred Reyes, etc., que bajo el discurso de “democracia” e institucionalidad, se mancharon las manos con sangre, justificando lo injustificable. Ninguna democracia es tal si se construye sobre las tumbas. Finalmente, falta de dignidad de Gonzalo Sánchez de Lozada, el hombre capaz de salir en televisión con la arrogancia de siempre diciendo que no va a renunciar luego de haber matado a 80 bolivianos; persona que tiene el coraje de decir “no me voy a ir” frente a la nación pero que oculta el rostro cuando tiene que dejar una palabra de despedida. Poca dignidad del que no es capaz de mirar de frente al pueblo y explicar su partida. En fin, intensos días hemos vivido. Sólo queda reproducir un graffiti inscrito en la Av. Mariscal Santa Cruz: “Goni: ¿Crees que sólo los que mataste querían tu renuncia?”. Ciertamente no, fuimos muchos más.
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