Lecci贸n 5, para el 30 de julio de 2011
“Por última vez, Moisés se presentó en la asamblea de su pueblo. Nuevamente el Espíritu de Dios se posó sobre él, y en el lenguaje más sublime y conmovedor pronunció una bienaventuranza sobre cada una de las tribus, concluyendo con una bendición general: "Ninguno hay como el Dios de Jesurún, el que viene cabalgando sobre los cielos en tu auxilio, y en su majestad sobre las nubes. Tu refugio es el Dios de los siglos, y por debajo tienes los brazos sempiternos: y él mismo echa delante de ti al enemigo, y dice: ¡Destruye! Mas Israel habita confiado; la fuente de Jacob habitaré sola, en una tierra de trigo y de vino; tus cielos también destilarán el rocío. ¡Dichoso eres, oh Israel! quién como tú, oh pueblo salvado en Jehová, el escudo de tu auxilio!" (Deuteronomio 33: 26-29, V. M.)” Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p 504
Jesurún es un nombre poético para referirse a Israel. Significa “el recto”, “el justo” Dios es Dios de Jesurún, es decir, “Dios del recto”. Él llama así a Israel porque quiere que su pueblo sea recto como Él es recto. Pero Su pueblo no fue siempre recto.
“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones”
(Eclesiastés 7:29)
Durante esta semana veremos qué ocurre cuando se adora a Dios con rectitud o con una adoración “pervertida”, incorrecta. Esta rectitud o justicia en la adoración debe estar conforme a la voluntad divina, tanto en su forma (exteriormente) como en su fondo (motivación interior).
Después de los ritos de consagración de Aarón y sus hijos, ellos debían pasar siete días de preparación. Este tiempo era para estudio, para oración, para meditación, para repetir vez tras vez el ritual, para que no se equivocaran cuando les llegara el momento de oficiar.
De esta forma, todo se haría de acuerdo a lo que Dios había ordenado. Pasados los siete días, Aarón y sus hijos comenzaron a ofrecer los sacrificios estipulados de acuerdo al ritual “como Jehová lo había mandado a Moisés” (Levítico 9:10, 21)
“Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeron al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros” (Levítico 9:23-24)
La gloria de Dios se manifestó al pueblo. Salió fuego de delante de Dios y consumió el holocausto. El pueblo alabó y se postró para adorar delante de Dios.
La adoración hecha en la forma que Dios ordena recibe la aprobación divina y genera mayor alabanza y adoración.
Las órdenes de Dios con respecto a la ofrenda del incienso que se realizaba en el Lugar Santo eran claras.
1. El incienso debía ser el que se preparaba expresamente para el santuario (Éxodo 30:9, 30-34). Tanto sus ingredientes como las proporciones estaban claramente definidos. 2. El fuego usado debía ser tomado de las brasas del altar de los holocaustos, usando un incensario portátil (Levítico 16:12) Según el texto bíblico, Nadab y Abiú ofrecieron un “fuego extraño”. Aunque obedecieron en el primer punto, desobedecieron en el segundo. Ante Dios la obediencia a medias no es obediencia en absoluto. A esto, añadieron el hecho de estar intoxicados con vino, lo que no les permitió discernir entre lo santo y lo profano (Levítico 10:9-10)
“Dios quiso enseñar al pueblo que debía acercarse a él con toda reverencia y veneración y exactamente como él indicaba. El Señor no puede aceptar una obediencia parcial. No bastaba que en el solemne tiempo del culto casi todo se hiciera como él había ordenado. Dios ha pronunciado una maldición sobre los que se alejan de sus mandamientos y no establecen diferencia entre las cosas comunes y las santas. Declara por medio del profeta: „¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz! ... ¡Ay de los sabios en sus ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! ... ¡Los que dan por justo al impío por cohechos, y al justo quitan su justicia! ... porque desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo de Israel‟ (Isaías 5: 20-24.)” “Nadie se engañe a sí mismo con la creencia de que una parte de los mandamientos de Dios no es esencial, o que él aceptará un substituto en reemplazo de lo que él ha ordenado” Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 374-375
“Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová” (Levítico 10:2) Dios no tolera el pecado. El fuego de Dios consume el pecado.
Quienes rechazan los caminos de Dios y siguen los propios, como estos sacerdotes, tendrán que afrontar el fuego ellos mismos (Apocalipsis 20:9)
Quienes aceptan el sacrificio de Jesús nunca tendrán que afrontar el fuego consumidor, pues Jesús fue consumido en su lugar.
La adoración es algo más que una conducta externa. El pueblo de Dios, Jesurún, “el recto”, debe adorar a Dios con un corazón recto.
En la historia de Ana vemos un ejemplo de la motivación correcta al acercarse a Dios. Ella reconoció a Dios como un Dios personal, que se preocupa por nuestras necesidades, nos comprende y está dispuesto a ayudarnos.
Ana adoró a Dios desde los lugares más recónditos de su alma. Fue ante Dios con una actitud de completa entrega propia.
El resultado fue el cumplimiento del pedido que Ana había realizado con un corazón recto. La verdadera adoración debe fluir de un corazón totalmente quebrantado, consciente de su propia impotencia y dependencia de Dios.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10)
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 Samuel 15:22) Las órdenes dadas a Saúl en cuanto a los amalecitas eran claras: total destrucción. Sin embargo, Saúl prefirió perdonar la vida al rey. Aparentando piedad, perdonó también a lo mejor del ganado para hacer una ofrenda a Dios. A pesar de que su idea le parecía correcta en su propia opinión, lo que estaba haciendo era una completa desobediencia. La obstinación, el insistir en nuestros caminos, es idolatría, porque hemos hecho un dios de nosotros mismos, de nuestros deseos y de nuestras opiniones. Aunque Saúl guardó las formas de la adoración, el fondo de esa adoración no era aceptable para Dios porque su corazón estaba lejos de Él.
“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” Salmo 51:16-17