2011-03-12PowerpointSEF

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Para el 17 de septiembre de 2011


Jesús es la Roca sobre la cual se funda la iglesia. (1 Corintios 3:11). En el primer capítulo de los hechos vemos las bases sobre las cuales Jesús quería dejar constituida su iglesia.

Desde el tiempo de los apóstoles la iglesia se ha constituido sobre estas bases; y sigue siendo así mientras esperamos la aparición de Jesús en los cielos.


Desde el tiempo de Esdras (Nehemías 8:4-8), la predicación de la Palabra de Dios ha sido una parte importante en la adoración del pueblo de Dios. Jesús continuó con esta costumbre, leyendo las Escrituras y explicándolas el sábado en la sinagoga. (Lucas 4:16-21)

Los discípulos siguieron con este ejemplo (Hechos 18:4). Al igual que Jesús, la iglesia primitiva no se limitó a la predicación de la Palabra en las reuniones de la iglesia o en la sinagoga, sino que predicaban la Palabra en cada momento que Dios les daba la oportunidad.


En el sermón de Pedro el día de Pentecostés, vemos uno de los pilares fundamentales de la predicación. Nuestra predicación debe estar basada en las Escrituras.

Pedro, en su breve predicación, uso tres referencias a las Escrituras: Joel 2:28-32; Salmo 16:8-11; 110:1. El resultado de esta predicación fue el siguiente: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41)

Hoy, además del Antiguo Testamento que usaron los apóstoles en su predicación, disponemos del Nuevo Testamento. Debemos basar nuestras predicaciones en ellos.


Durante su predicación en el Areópago, Pablo empleó un tipo de predicación distinto al que usualmente utilizaba. Ante el público Ateniense, que desconocía completamente las Escrituras, Pablo usó la razón para llevarles al conocimiento de Dios, citando para ello a dos poetas griegos: Epiménides de Creta (siglo VI a. C.) y Arato (c. 270 a. C).

Usando la razón, Pablo les llevó desde la creación hasta la inutilidad de los ídolos y la necesidad del arrepentimiento ante el juicio divino. Cuando les comenzó a hablar de Jesús resucitado de los muertos (algo que no podían razonar) dejaron de escucharle. Aunque este método de predicación fue mucho menos efectivo que el discurso de Pedro, también obtuvo frutos. “Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos” (Hechos 17:34)


Después de su experiencia en Atenas, Pablo se propuso utilizar un método específico.

“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”

(1 Corintios 2:2)

El centro de cualquier predicación ha de ser JESUCRISTO.

En el centro de la adoración debe estar la idea de que el Señor es nuestro Creador y Redentor. Toda la adoración debe fluir de esta verdad fundamental y sagrada.


“Ensalzad a Jesús, los que enseñáis a las gentes, ensalzadlo en la predicación, en el canto y en la oración. Dedicad todas vuestras facultades a conducir las almas confusas, extraviadas y perdidas, al "Cordero de Dios". Ensalzad al Salvador resucitado, y decid a cuantos escuchen: Venid a Aquel que "nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros" (Efe. 5: 2). Sea la ciencia de la salvación el centro de cada sermón, el tema de todo canto. Derrámese en toda súplica. No pongáis nada en vuestra predicación como suplemento de Cristo, la sabiduría y el poder de Dios. Enalteced la palabra de vida, presentando a Jesús como la esperanza del penitente y la fortaleza de cada creyente. Revelad el camino de paz al afligido y abatido, y manifestad la gracia y perfección del Salvador” Elena G. de White, El evangelismo, p. 139


“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:1-3)

Durante su estancia en Corinto, Pablo enfrentó muchos problemas en esa iglesia: Inmoralidad, idolatría, disensiones, uso indebido de los dones espirituales, …

Pablo sugirió que ninguna profesión que hagamos, ningún milagro poderoso, ningún don carismático, ninguna piedad o celo, nos beneficiarán a menos que el corazón esté lleno de amor a Dios, confirmado por el amor de los unos a los otros.


Hemos visto cuatro puntos fundamentales relacionados con la predicación como parte principal de la adoración. 1. La Biblia tiene que ser utilizada profusamente en nuestras predicaciones y en nuestra adoración. 2. El uso de anécdotas, ejemplos, razonamientos y citas no bíblicas deben ser usadas en su justa medida, sin que de ninguna manera se conviertan en el cuerpo de la predicación. 3. Cristo y el mensaje de salvación han de ser siempre el centro de la predicación y adoración. 4. La motivación de nuestra adoración (incluida la predicación) debe ser el amor a Dios y a nuestros hermanos.


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