Lecci贸n 1 para el 2 de julio de 2011
¿CÓMO SURGEN LAS DOS CLASES DE ADORACIÓN? En un principio, la adoración a Dios surgía de forma espontánea en el hombre. La adoración se realizaba con un encuentro personal con Dios cara a cara cada día, y en especial el sábado, que Dios apartó para sí. Cuando Adán y Eva pecaron, la adoración se vio inmediatamente afectada. Ahora, en lugar de ir hacia Dios, huían de Él. El pecado creó una brecha entre Dios y el hombre, y así aparecieron dos grupos de adoradores: 1. Aquellos que adoran a Dios siguiendo las pautas que Él ha marcado. 2. Los que no quieren someterse a estas directrices e inventan su propio modo de adoración, siguiendo un método de adoración falso.
SIGUIENDO LA ORDEN DE DIOS Dios había ordenado que se le adorase sacrificando un animal, como representación de la sangre que Jesús derramaría en la cruz por nuestros pecados. Abel presentó ante Dios exactamente este tipo de ofrenda.
SIGUIENDO SU PROPIO CRITERIO
Desobedeciendo lo que Dios había ordenado, Caín ofreció el fruto de su propio esfuerzo. Mientras que Abel ofreció un sacrificio por fe, Caín ofreció como sacrificio sus propias obras.
Toda verdadera adoración debe centrarse en la percepción de que somos impotentes para salvarnos, y de que todos nuestros intentos de salvación por obras son manifestaciones como la de Caín. La verdadera adoración debe estar basada en que solo en virtud de la gracia de Dios podemos tener esperanza de vida eterna.
DOS TIPOS DE ADORADORES A partir de la muerte de Abel, comenzó a evidenciarse la existencia de dos tipos de adoradores: los hijos de Caín y los hijos de Set. Unos seguían al Dios vivo y otros sus propios impulsos.
Esto se hace evidente en el canto de la séptima generación de hombres: Lamec y Enoc. “Y dijo Lamec a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; Mujeres de Lamec, escuchad mi dicho: Que un varón mataré por mi herida, Y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será” (Génesis, 4: 23-24)
Lamec elige a Caín como su ejemplo de adoración. Reconoce a Dios solo para que le libre (vengue) de sus enemigos.
“De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Judas, 14-15)
Por el contrario, Enoc adora a Dios en el contexto de su Segunda Venida y su juicio justo.
“Durante algún tiempo las dos clases permanecieron separadas. Esparciéndose del lugar en que se establecieron primeramente, los descendientes de Caín se dispersaron por todos los llanos y valles donde habían habitado los hijos Set éstos, para escapar a la influencia contaminadora de aquéllos, se retiraron a las montañas, y allí establecieron sus hogares. Mientras duró esta separación, los hijos de Set mantuvieron el culto a Dios en toda su pureza. Pero con el transcurso del tiempo, se aventuraron poco a poco a mezclarse con los habitantes de los valles. Esta asociación produjo los peores resultados. Vieron "los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas." (Gen. 6: 2.) Atraídos por la hermosura de las hijas de los descendientes de Caín, los hijos de Set desagradaron al Señor aliándose con ellas en matrimonio. Muchos de los que adoraban a Dios fueron inducidos a pecar mediante los halagos que ahora estaban constantemente ante ellos, y perdieron su carácter peculiar y santo. Al mezclarse con los depravados, llegaron a ser semejantes a ellos en espíritu y en obras; menospreciaron las restricciones del séptimo mandamiento, y "tomáronse mujeres escogiendo entre todas." Los hijos de Set siguieron "el camino de Caín" (Judas 11), fijaron su atención en la prosperidad y el gozo terrenales y descuidaron los mandamientos del Señor. A los hombres "no les pareció tener a Dios en su noticia;" "se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de ellos fue entenebrecido." Por tanto, "Dios los entregó a una mente depravada." (Rom. 1: 21, 28.) El pecado se extendió por toda la tierra como una lepra mortal” E.G.W. (Patriarcas y Profetas, cp. 6, pg. 67-68)
LA ADORACIÓN DE NOÉ Cuando la maldad llegó a su colmo, Dios destruyó la tierra con un diluvio, pero salvó a Noé y a su familia. Al terminar el diluvio y descender las aguas, Noé salió del arca y adoró a Dios. Lo hizo edificando un altar y ofreciendo sobre él un sacrificio.
Su primer pensamiento se centró en agradecer a Dios por haberles salvado, en reconocer su dependencia total de Dios y en manifestar su creencia en la venida del Mesías para redimir a la raza humana.
LA ADORACIÓN DE ABRAHAM Dios llamó a Abraham para que saliera de su tierra, alejándolo de los ídolos y permitiéndole adorar al verdadero Dios con plena libertad.
La respuesta fue: “oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis, 26: 5); “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis, 15: 6) Una vez que las promesas de Dios se habían cumplido, Abraham fue sometido a una terrible prueba de fe.
Con esta prueba, entendió cómo se sintió Dios al tener que entregar a su Hijo para salvar a este mundo, y comprendió cómo solo a través de Jesús –representado por el cordero provisto por Dios– podía obtener la salvación.
Haciéndose pasar por su hermano Esaú, Jacob engañó a su padre para obtener la primogenitura. Amenazado de muerte por su hermano, huyó hacia Harán.
LA ADORACIÓN DE JACOB
“La noche del segundo día le encontró lejos de las tiendas de su padre. Se sentía desechado, y sabía que toda esta tribulación había venido sobre él por su propio proceder erróneo. Las tinieblas de la desesperación oprimían su alma, y apenas se atrevía a orar. Sin embargo, estaba tan completamente solo que sentía como nunca antes la necesidad de la protección de Dios. Llorando y con profunda humildad, confesó su pecado, y pidió que se le diera alguna evidencia de que no estaba completamente abandonado. Pero su corazón agobiado no encontraba alivio. Había perdido toda confianza en sí mismo, y temía haber sido desechado por el Dios de sus padres. Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía a su errante y desconfiado siervo. Compasivamente el Señor reveló a Jacob precisamente lo que necesitaba: un Salvador. Había pecado; pero su corazón se llenó de gratitud cuando vio revelado un camino por el cual podría ser restituido a la gracia de Dios” E.G.W. (Patriarcas y Profetas, cp. 17, pg. 182-183)
LA ADORACIÓN DE JACOB
Jacob respondió a la revelación divina con un acto de adoración. Reconoció la santidad del lugar donde estaba llamándolo “Casa de Dios”. Hizo un pacto de obediencia y lealtad a Dios. Prometió devolverle a Dios el diezmo de lo que Él le daría. Jacob sintió la grandeza de Dios y su propia pequeñez. La adoración no tiene que ver con acercarse a Dios como nos acercaríamos a un compañero o a un camarada. Nuestra actitud debería ser la de un pecador en extrema necesidad de gracia, que cae ante su Hacedor con un sentido de necesidad, temor y gratitud porque Dios, el Creador del universo, nos ama y hace tanto para redimirnos.
¿Qué nos enseñan las historias de Noé, Abraham y Jacob a la hora de responder las siguientes preguntas?
¿Por qué adoramos a Dios?
¿Qué ha hecho Él que lo hace digno de adoración? ¿Qué propósito tiene nuestra adoración a Dios?
Noé
Para agradecer su salvación
Abraham
Porque Él lo ha ordenado
Jacob
Por reverencia ante Su presencia
Noé
Librarnos del peligro y darnos nuevas oportunidades
Abraham
Ofrecer a su Hijo para darnos salvación
Jacob
Prometernos protección
Noé
Mostrar agradecimiento
Abraham
Mostrar fe
Jacob
Mostrar el deseo de obrar conforme a Su voluntad