VESTIDOS_DE_GRACIA_08

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Lecci贸n 8 para el 21 de mayo de 2011


Isaías recibió su llamado profético en un momento de apostasía nacional. Al observar cómo la orla del manto de Dios llenaba el Templo y los serafines adoraban al Todopoderoso, Isaías percibió la santidad de Dios y su propia pecaminosidad. Debido a esto, temió por su vida.


En la visión, un ángel toca los labios de Isaías con un carbón encendido, simbolizando así el perdón de sus pecados. Con esta seguridad, Isaías estuvo ahora dispuesto a responder al llamamiento divino: “Heme aquí, envíame a mí”.

Una vez que nuestros pecados han sido perdonados y hemos sido convertidos, ¿cuál será nuestra respuesta al llamado de Dios?


En los primeros capítulos del libro de Isaías, podemos leer el duro mensaje que Dios enviaba por medio del profeta Isaías al descarriado pueblo de Israel. “En aquel día, el Señor arrancará todo adorno: hebillas, anillos, diademas, argollas para la broches, nariz, pendientes, ropas de gala, pulseras, mantos, velos, chales, pañuelos, bolsos, cadenillas de los pies, espejos, cinturones, telas finas, frasquitos de perfume, Turbantes amuletos, y mantillas”

Isaías, 3: 18-23 NVI


Estos vestidos de vanidad trataban de ocultar los graves problemas morales de aquellos que los llevaban. Formalismo religioso (Isaías, 1:11-15)

Soberbia y altivez (Isaías, 2:11, 17)

Sobornos (Isaías, 1:23)

Alcoholismo (Isaías, 5:11, 22)

Vanidad en el vestido, pavoneo (Isaías, 3:16-23)

Injusticia social (Isaías, 3:14-15)

Asesinatos (Isaías, 1:21)

Llamar bueno a lo malo (Isaías, 5:20)

Idolatría (Isaías, 2:8)

Banqueteo (Isaías, 5:12)


Aún en medio de este duro mensaje, encontramos en estos capítulos palabras esperanzadoras para aquel que esté dispuesto a cambiar estos vestidos de vanidad.

“Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías, 1: 16-18) “En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel. Y acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes” (Isaías, 4: 2-3)


Isaías nos muestra cual será el resultado para aquellos que decidan seguir vistiendo estos vestidos de vanidad.

“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores… Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano…” (Isaías, 51: 6-8)

Aquel que se obstine en apegarse a este mundo y no aceptar la salvación que Dios nos ofrece, perecerá como un vestido apolillado.


EL VESTIDO DE GALA “¡Despierta, Sión, despierta! ¡Revístete de poder! Jerusalén, ciudad santa, ponte tus vestidos de gala, que los incircuncisos e impuros no volverán a entrar en ti. ¡Sacúdete el polvo, Jerusalén! ¡Levántate, vuelve al trono! ¡Libérate de las cadenas de tu cuello, cautiva hija de Sión! Porque así dice el SEÑOR: «Vosotros fuisteis vendidos por nada, y sin dinero seréis redimidos»” (Isaías, 52: 1-3 NVI)

Las vestiduras de gala son las vestiduras de justicia, la cubierta que tienen todos cuantos se han entregado a Dios, y que viven por fe y en obediencia a sus mandamientos.


EL VESTIDO DE GALA “Mirad, mi siervo triunfará; será exaltado, levantado y muy enaltecido. Muchos se asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto! Del mismo modo, muchas naciones se asombrarán, y en su presencia enmudecerán los reyes, porque verán lo que no se les había anunciado, y entenderán lo que no habían oído” (Isaías, 52: 13-15 NVI) Isaías nos explica cómo podemos vestirnos estas ropas de gala. Solo por medio de la vida y la muerte de Cristo, y de todo lo que esto involucra, puede la humanidad ser salva de la ruina que trajo el pecado. Es solo por la gracia de Dios que somos salvos, una gracia revelada por medio del increíble sacrificio hecho por nosotros en la cruz.


EL VESTIDO DE GALA Aquellos que reciben este vestido de gala tienen una misión: Proclamar el Evangelio eterno y la Segunda Venida de Cristo.

“¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación, del que dice a Sión: «Tu Dios reina»! ¡Escucha! Tus centinelas alzan la voz, y juntos gritan de alegría, porque ven con sus propios ojos que el SEÑOR vuelve a Sión” (Isaías, 52: 7-8 NVI)


Aquel que permanezca con el vestido de vanidad acabará con un vestido apolillado (la muerte eterna);

aquel que se vista el vestido de gala obtendrá un vestido de salvación (la vida eterna) “… pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá. Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes… pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos”

“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores… Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano…” Isaías, 51: 6-8


Aquel que acepte el vestido de gala ofrecido por Dios, obtendrá el vestido de Salvación y se convertirá en el novio y la novia de Jesús. “La provisión hecha es completa y la justicia eterna de Cristo es acreditada a cada alma creyente. El manto costoso e inmaculado, tejido en el telar del cielo, ha sido provisto para el pecador arrepentido y creyente, y él puede decir: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Isaías, 61: 10)” (E.G.W. MS 1, pg. 461)


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