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MARTI Y LAS RAZAS

por FERNANDO ORTIZ

Conferencia pronunciada el dí.a 9 de julio de 1941 en el al6n de recepclonea del Palacio Municipal de La Habana.

Bentvalo auditorio:

No es sin cierta tmocl6n que por primera vez hablo p6blicamente en este hist6rico rtcinto. Ahora es sala del Palado Municipal de La Habana, pero antes fué salón de recepciones del Pa4ldo de la Capitanla Gene.r811 de la Siempre Piel Isla de Cuba y luego Jo fué de los Jefes Interventores y de los Presidentes de la Rep6blica hasta el tercero de éstos. Para quienes hemos vivido en La Habana y visto en ella dagranarse el sartal de loa años durante este último medio siglo, estas paredes nos recuerdan tiempos prettritos muy agitados y personajes que en elJos hicieron figura. La 1maginad6n ahora tlos evoca y hace presmtes, como fantasmas salidos de las sombras, para darnos las perspectivas del pasado y los esplritus de sus épocas sucesivas.

Recuerdo que aqul, en esta misma sala, redbl dos lecciones, que en mi lnlmo dejaron imborrable impresión, acerca de la reaUdad de los prejuicioa raciales: la una fué con el Excmo. Capitin General don Arsenfo Martinez Campos, la otra con el Hon. Presidente de la República don Tomia Estrada Palma.

Cuando yo nad, acababa de aboUrse por Espala Ja esclavitud en su colonia, pero aún existla el llamado patronato, que fué a manera de una prolongación de la esclavitud por Kia años más, con lo cual se quiso disfrazar el hecho derto de que el Estado espaiiol confiscó a los amos ila propiedad privada de sus esclavos, por sólo imperio del derecho p6blico y sin la mis mlnima indtmnJzacl6n, Debido a barme expatriado en mi tierna infancia, no advuU durante ella las comphcaciona sociales de las razas hasta que regresé a mi patria al acabarse mi niñez. f!n loa dos de mi puericia, vividos en una dudad insular del MedUerrineo, sólo a un negro conod. Pul compdero mio en la escuela y los jKgos. Era un nüio de la Nubia que, habiendo nacido esclavo de un co- merciante enriquecido en Egipto, al ser llevado por éste a España, pasó a liberto. El era el único niño que en el colegio sabia francés y yo era, en aquella escuela de la isla lemosina. el 11ruco que sabia habJar corrientemente el español. 'Esto nos daba a los dos cierta relativa superioridad y el maestro nos juntaba en las menciones y en los premios. Fuimos buenos camaradas infantiles y a ninguno de la escuela se le ocurrió jamás que el negrito, a quien por su color llamábamos Cabeza de Moro, fuese sin embargo de distinta humanidad. A veces, cuando nos molestaba una travesura suya, le declamas "demonio," pues nos habían enseñado que el diablo es de color negro; pero la connotación del pigmento de su piel no pasaba de aW.

Regresé yo a Cuba al cumplir los 14 años, y a 1los pocos días mi abuelo aprovechó la visita de una comisión numerosa que debía venir a este palacio con cierta demanda, y uniéndose a 'ella me trajo a que viera este edificio por dentro, su patio, sus escaleras. sus estatuas. sus cuadros, sus guardias, y, desde luego, al Excelentísimo Señor Capitán General. Entonces lo era Martinez Campos. aquel famoso soldado que desde las fiJas fué empinándose en la miJicia y, ya general. restableció en el trono de España a la dinastla borbónica, por uno de esos pronunciamientos tan típicos de la cívica española y luego hizo en Cuba la paz del Zanjón. Al entrar en esta misma sala me dijo al oído mi abuelo, señalando a Su Excelencia: "Fíjate bien en su cara; es un mulato de Guanabacoa." Miré y me pareció de facciones algo achinadas y mulato claro- Después, varias veces oí decir que efectivamente lo el'a; pero no lo sé en realidad. Mi abuelo, miJitar retirado y peninsular inregrista, lo odíaba por blando y amigo de componendas con los insurrectos. El ser mulato ya le bastaba para que el general español fuese contado entre los mambises, así como ser mambí era prueba de ser de color. Pa.ra mi abuelo todos los para él odiosos cubanos separatistas, héroes de da manigua revolucionaria, no eran sino negros o mulatos. Les decia "los cimarrones de Guillermón, Maceo y Quintín." Yo, que me ufanaba de mi reciente título de bachiller, trataba de convencer a mi racista a6uelo de su error. Le citaba nombres de generales de Ja pasada guerra de los diez años y de la nueva guerra de entonces, que eran de tez blanca. De nada me valía '' ¡ Toditos, toditos tienen su pestecita!". decia mi abuelo. Le recordé al ya caído José Marti, d lucero de los mamhises, hijo de progenitores españoles y sin asomo de negra oriundez, y me respondió: "Martí no era de color, pero como si 1l0 fuera; ese fué mulato por dentro." Y entonces comprendí que en oti tierra el color oscuro en la piel llevaba implícitamente consigo una prejuiciosa consecuencia de lnferio.ridad y vilipendio social transida de injusticias y dolores. Hasta a las almas se las suponla negras cuando se las quería envilecer.

Por aquí fueron pasando años, banderas y generales: Weyler, Blanco. CastelJanos, Brooke y Wood. Un día los cubanos tuvimos patria Hbertada, bandera nuestra y un presidente, un anciano venerable: Don Tom:ás. A poco tuve �ue venir a verlo para impetrar de él una resolución justa. Era yo un novel abogado y en )a memoria traía preparado mi alegato para el presidente, a qujen yo no conocía. Ah.i mismo me recibió don Tomás: "¡Siéntate, hijito!", me dijo dulcemente con su típico patemalismo de viejo maestro. Tanta familiaridad me impresionó de tal modo por lo inesperada que apenas pude hablar; pero otra Erase de él me levantó el espíritu. "¿Qué tú quieres?" me preguntó, tuteándome, y en pocas palabras improvisadas ue expresé mí deseo. Tal fué la confianza que me inspiró de repente don Tomás, como si mi maestro hubiese sido, que le conté la anécdota mía, aqui ocurrida con mi abuelo en relación con su antecesor "el mulato de Guanabacoa." Sonrióse el primer presidente de la República y me dijo, ya despidiéndome con inolvidable amabilidad: " ¡ Ya eso se acabó; ahora en Cuba1libre somos todos del mismo color!" Y ésta fué la segunda lección.

Por la primera aprendí que el absolutismo colonial, con falta de libertades y sobra de opresiones, necesitaba del racismo como elemento ideológico de su estructuración social. No bastaba con calificar a un ser humano adversario, sometido o supeditable, con el adjetivo circunstancialmente adecuado. Había que calimbarlo con un estigma biológico, para que la justificación de su demérito social no dependie.ra de un juicio controvertib.le sino del prejuicio de una fatalidad congénita, ostensible por la anatomía. Po.r la segunda lección, el maestro don Tomás me enseñó lo que era ya realidad por la ley, y constituía el ideal cívico de toda democracia verdadera: la descoloración racial de los ciudadanos. fundidos todos en un mismo iris de paz.

José Martí sintió también, él a todo lo largo de su intensísima vida de revolucionario, la inmensa parábola del racismo en Cuba, del uno al otro de sus dos dichos extremos, desde la realidad tenebrosa hasta la lummosidad del ideal. Martí, cuya misión histórica consistió en eJaborar y da.rle al pueblo cubano la ideología que debla capacitarlo para ganar sus libertades, constituirse y sostenerse como repúbUca democrática y progresista, hubo forzosamente de considerar el problema de las razas como uno de los más fundamentales e ineludibles de la formación de Cuba. que era entonces "país de yerros seculares y hábitos de perezoso señorío." Tuvo Marti que librarse del peso de los vetustos prejuicios e intereses, que hacían gravitar unas razas sobre otras, incapacitándolas a todas para la integración nacional; buscar en el ideario de su época las armas con que destruir los viejos y prejuiciosos mitos; y anticiparse al porvenír, trazando las perspectivas hacia una positiva solución social de los conflictos racistas, donde las disonancias se trocaran en sinfonía. Y no hay duda de que Martí recorrió ,toda la parábola del pensamiento revolucionario de su época en el campo social, desde el anáUsis de la subyugación de unas razas por otras hasta el ocaso social de los racismos.

¿Cuáles eran las ideas que imperaban acerca de las razas en los sucesivos ambientes donde fué nutrida la mente de José Marti?

Habríamos de segui:rfo desde Cuba. donde aún existía la esclavitud de los negros con todos sus horrores; por España y luego por las naciones de América. donde ya no había esclavos, pero donde padecían razas supeditadas y escarnecidas. No hay tiempo para ese recorrido; quizá sea bastante dat: una síntesis de los conceptos entonces corrientes en :los núcleos más significativos de opinión: en el vulgo, en da reUgión, en ia Iilosoffa, en la ciencia.

El vulgo creía en la existencia de razas inferiores y superiores, como sigilos atrás creyó en la sangre azul de la nobleza y en la sangre sucia de la plebeyez, y aceptaba la predestinación de unas razas selectas, llamadas a dominar siempre sobre otras, fatalmente condenadas a servidumbre. La raza blanca nació para mandar y para servir habían nacido la negra del Africa, la india de América, y. en general. todas las gentes de colór.

Hacía ya miles de años que las filosofías y las religiones habían abierto la vía de la redención; pero 1!0s conceptos de la razón y los éiogmas de la fe no fueron llevados a sus úlUmas consecuen� cías sociales. De la milenaxia filosofía religiosa de la China y de la India salió para la humanidad el mensaje del amor universal: todos los hombres son iguales y hermanos. Cuando el filosofismo oriental irrumpió en Occidente, fueron los estoicos de Roma los que hicieron suya esa teoría de- la igualdad humana. Asi el emperador Marco Aurello como el esclavo Epicteto proclamaron que todos los hombres nadan iguales, y que solamente la virtud hacia que uno fuese superior al otro.

Para el estoicismo. ha dicho Ltcky, la deidad era un esplrltu que todo lo penetraba animando el universo, revelándose con singular claridad en el espíritu del hombre, por lo cual todos los hombres son Iguales mlembro.s de un solo cuerpo mlstico. unidos por participación en el mismo Esplrltu Divino. De Séneca es la idea de que "todos los humanos somos miembros de un mismo cuerpo".

La naturaleza, decla, nos hizo parientes al engendrarnos a todos con los mismos materiales y para los mismos de_stinos.

Cicerón invocó la igualdad fraterna y el amor recíproco de todos los seres humanos, con frases tan expresivas que nadie superó después.

Estas milenarias ideas pasaron, a través de los estoicos, al cristianismo- Blancos y negros eran iguales en este mundo y. sobretodo. en el otro; pero esto no significaba acabar con la esclavitud. Blancos y negros eran iguales; unos y otros podían ser libres o ser esclavos, sin distinción. Juristas y teólogos a porfía se unieron para justificar la esclavitud con cazones humanas y divinas, hasta con las Sagradas Escrituras. La Iglesia jamás fué contraria a la esclavitud, tratando de hacerla más llevadera e inspirando obediencia y resignación en quienes la sufrían. La lnqu1sición, que mataba en la hoguera al hereje, al contrabandista y al sodomita, jamás quemó a un tratante negro, ni al amo que en sádico sup.lido hacia morir impíamente al esclavo infeliz. En América hubo negreros que fueron obispos, frailes y jesuitas, y éstos tuvieron en Cuba haciendas e ingenios. con dotaciones de bozales arreados a la faena por el látigo de un mayoral. El esclavo, ya muerto, podía ir al goce del cielo, pero mientras vivía no podía librarse de su terrenal y horrible infierno. Y, lo que fué más impío, cuando en e} siglo XV se reanudó en gran escala el comercio de e.sdavos negros de Africa con las naciones cristianas de Europa, los teólogos exegetas de la Bíblía, apremiados por el imperativo económico de la época, inventaron el más infame de los mitos, el de que los negros estaban condenados a ser siempre esclavos de los blancos porque así lo dis� puso Dios. como consecuencia de la maldición fulminada por Noé contra todos los descendientes de su hijo Cam.

Según esa leyenda, el patriarca Noé después del diluvio sembró viñedos y del jugo de las primeras uvas sin saberlo hizo vino, cuya bebida le: produjo la primera borrachera de la historia universal. -9-

El venerable patriarca cayó en tan mise.ro e indecente estado que su hijo Cam se rió y le hizo befa, y por esto aquél fué maldito por su padre. y todos sus descendientes, a través de las generaciones, fue.ron condenados a fatal servidumbre. Esta fábula, tramada sobre un episodio del Génesis, que fué luego ampliada por Ja exégesis teológica, no podía ser más terrible. ni más absurdamente injusta. Resultaba como sl, en afiadidura al llamado "pecado original" que a todos los humanos nos acarrearon nuestros mitológicos primeros padres, por causa aún hoy no bien averiguada, la raza negra tuviera que sufrir durante milenios el castigo divino de "un segundo pecado original", cometido por su abuelo Cam- No consistente en una desobediencia contra Jehová, como la de Adán y Eva (a las seis horas de haber entrado en el Edén, según nos informa el P. Bartolomé de las Casas); ni, menos aún, fué asesinato fratricida, como el que realizó Caín, sino simplemente la imprudencia irrespetuosa de no haber contenido su predisposición efusiva al ver al patxiarca en un estado de extravagancia e impudicia, hasta entonces desconocido en el mundo, y llegar al exceso, como en Cuba dlriamos, de ''hacer de!l viejo el gran choteo".

Sin embargo, ese mito foé luego aplicado por eclesiásticos españoles a los negros y hasta a los in<Íios del Nuevo Mundo. El Padre Olavígero lo dedicó singularmente a los indios de Cuba; el Padre Gumllla y otros clérigos a los de Sur América. Ese racismo teológico llegó a tales absurdos que Fray Tomás Ortiz y Fray Domingo de Betanzos sostuvieron que los indios eran como bestias y carecían de alma racional. y que por tanto ei:an incapaces de) bautismo y demás sacramentos. Fray Gregorio García dice que los indios son aiin de m.ás baja y despreciada condlción que los negros. Tan extendida fué esta teoría, que el papa PauJo 111. en 1537, tuvo que dictar la bula Sublim.is Deus para anatematizarla, si bi.en el año siguiente el mismo pontífice impidió su vigencia y difusión en ilas Indias. Pero quizás e:l fanático más atrevido de esos te6ldgos racistas fué Fray Juan de Torquemada, quien sostuvo que por causa de la maldic.ión de Noé le venia a todos los negros, no tan sólo1a condena a ser siempre esclavos de las otras razas. sino hasta el mismo color de su piel. Según aquel fraile decía textualmente: por Justo Juldo de Dios, por el descomedlmlento que tuvo Cam con su padre. se trocó el color rojo que tenia en negro como carbón y. por divino castigo, comprende a cuantos de él procedan.

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Otras fábulas se aducían para justificar por designios sobrenaturales la míse-ra situación de los negros, echándole a Dios la culpa de Jos humanos crímenes de la esclavitud; pero esa leyenda bíblica de la maldición de Cam era la corriente entre los esclavista� de Cuba aún durante la vida de Martl. Aun después de muerto éste, Ja sostenía pública y cínicamente. el presbítero Juan Bautista Casas. en un libro suyo del año 1896. que fué inspirador de Wey, ler y es la más elocuente prueba de la fanática intolerancia y de la barbarie cívica que contra las libertades se manifestó a veces por el clero español en la colonia de Cuba. Decía el piadoso cura:

Ea cuanto a los motivos que aleguen los negros para sublevarse contra Espafta, opinamos gue no tlCllen ninguno fundado. La raza negra sufre las consecuencias de un castigo y de una maldidón que el Pentateuco nos refiere al hablar de Noé y de sus hijos: su Inferioridad viene perpetuandose a través de los siglos. La redención de Jesucristo comprende a todos los hombres según aos enseña el dogma católico; pero las naciones y los Individuos de di.cha raza negra han abusado de su libertad, negándose a participar de los hendidos que el Salvador nos mereció, derramando su divina sangre por todos los hombres.

Por otro lado, la opinión cientifica de las postreras décadas de] siglo XIX, si bien había ya sobrepasado la época de la cosmogonía mitológica, no estaba aún exenta del virus racista. El darwinlsmo y el evolucionismo habían reverdecido el concepto de la seriación de las razas, de inferiores a superior�. en una hipotética escala progresiva de la humanidad. Y el desarrollo de los imperialismos colonlales de británicos, franceses, alemanes, belgas, italianos y otros, en varios continentes, partícularmente en Airica. dieron nuevo interés político al racismo para justificar, ahora con la antropo,logía, las subyugaciones que antes ,se bendecían con la Biblia abierta. Hasta los imperios de Europa se combatían entre si con fantásticas teorías raciales. Aún no han cesado y la política totalitaria, furiosamente racista, ha puesto uniforme a la antropología, regimeotándola con sus tropas de agresión. Esto no obstar.te, en la ciencia eJ concepto de la raza ya era muy inseguro en los días de Martí. Ya Kant preguntaba lo que era una raza; hoy se sigue inquiriendo lo mismo. Ni se podian poner de acuerdo los antropólogos acerca de cuántas eran las razas. En 1870 Huxley dice que son 5 principales y 14 secundarias. Haeclcel en 1875 dice que son 12; él mismo en 1879 cuenta 34. Topinard en 1878 afirma que son 16; en 1885 IJega hasta 19. En 1889 Deniker clasifica 13 razas en 39 subdivisiones: poco después, en 1900, ya son 17 con -11-

29 isubramas. Averiguar cuál es el número de las razas, ha dicho Von Lusche.n, es tan ridículo como el empeño de los teólogos cuan.do discutían el número de ángeles que podían bailar juntos en la punta de una aguja, Por mucho que se esforzaban los antropólogos en las clasificaciones somáticas de los se.res humanos, tampoco acertaban en relacionar de manera inequívoca una dad:1 agrupación de tipismos taxonómicos con una indispensable y ca• racterística tipi.&cación psicológica, histó.rica y cultural. La raza se desvanecía como fenómeno biológico de trascendencia social, En los oías de Ma.rti, la cíe.ocia antropológica tampoco podía, en realidad. ser más afirmativa que hoy del significado natural de las razas; pero las ideas evolucionist:as privaban y las hipótesis de la gradación de las razas atraían a los teorizantes con el favor de los políticos imperialistas, así contra los pueblos de color, todos ellos carne de colonia, como en los pueblos blancos entre sí, todos ellos carne de cañón de sus propias contradicciones internacionales. Ya entonces el agresivo orgullo de cualquier política solía buscar en la joven ciencia antropológica, que lba sustituyendo a los dogmas. una anticipada Justificación de sus ambiciones depredadoras. Gobineau, Lapouge y otros decían cuáles eran ilas razas escogidas y las malditas, y saJian de sus cavernas el racismo nórdico, el latino, el germánico, el hispánico, el paneslavismo, el semitismo y demás monstruos mitológicos, en busca de una predestinación científica, de un "destino manifiesto," tan fatal y falso como el de la estirpe de Cam, que, según el folklore del Pentateuco, fué maldita antes de nacer.

En ese huracán de encontradas ideas e intereses. movido por los vulgos, las clerecías, los filósofos, los científicos y los políticos, tuvo José Marti que enfrentarse con los problemas de las razas, y los racismos; en el pensamiento, en la palabra y en la acción. Y en ese torbellino él mantuvo siempre la serena altivez de su mente. como buen separatista que siempre fué de todas las opresiones y de todos los fanatismos. Por algo el Apóstol decia con énfasis:

Yo naci de mi mismo, y de mi mismo brotó a m1s ojos, que lo calentaban como soles, el árbol del mundo. Ahora, cuando los hombres nacen, están ea pie Junto a su cuna, con grandes y fuertes ve.odas preparadas en las manos. la fllosofla, las religiones, los sistemas pollticos. Y lo atan, y lo enfajan, y eJ hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Yo soy caballo sio silla. De nadie recibo ley, ni a nadie Intento Imponerla. Me salvo de los hombres y los salvo a ellos de mi. Vero.o a la preocupación, que viene de afuera, y a la ambición, que viene de adentro.

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La obra escrita de José Marü no es un tratado didáctico, ni siquiera una faena sistemática, sino una producción fragmentaria. casi siempre dispersa en versos, artículos, discursos y manifiestos; pero en toda la obra de su genial espíritu, inspirado por una misma idealidad directriz, brillan los conceptos luminosos y las frases centelleantes, como chispas desprendidas de la antorcha que llevó eu sus manos toda la vida. Seria, sin duda. de interes recoger cada una de sus expresiones acerca de las ratas y explicarlas con relación a la idea rectora de Marti. y a las circunstancias del momento en que aquella fué formulada; pero ni el tiempo ni la ocasión lo permiten y es. además, innecesario. En toda la obra de Marti hay una vertebración interna que la articula, una idéntica y medular vitalidad que la impulsa.

José Martí, digámoslo en seguida, afirmó rotundamente, en una síntesis, que no existían las raza.s. Así dijo:

No hay odio de razas. porque no hay ra:r.a.s. Los pensadores can1Jos. los pensadores de lámpara enhebran y recalientan las razs de librería, que el viajero Justo y el observador cordfal buscan en vano en la (Wlticla de la NatUTaleza, donde resalta. en el amor victorioso y el apetito turbulento. la identidad univers.il del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos dlversos en forma y en color.

Tuvo Martí una expresión genial para esas razas inventadas por los antropólogos. midiendo cráneos, narices, pelos y pigmentos v acopiando datos y juicios en las crónicas apologéticas de las conquistas y en los relatos de los exploradores y los mjsioneros, siempre anhelosos de resaltar lo trascendente de su blanca empresa ci� vilizadora. tanto más elevada cuanto más baja fuese la condición de los pueblos de color. Tale-s razas, dijo, son razas de libreria.

Si el glorioso habanero no creyó en esas razas artificiales, menos aún pudo creer en las razas imaginarias, creadas y sostenidas por los vulgos. las teocracias y las politícas. Marti, que tanto amó al pueblo, ha,sta sentir pasión y muerte por él, jamás gustó del vulgo, n1 de halagarlo ni de seguirlo. La opinión arcaica. vulgar y gregaria, que creía en las razas predestinadas fatalmente, jamás logró arrastra1 a Martl: ni siquiera cuando llegó a él consagrada por fas prédicas sacerdotales, contrahecha por las conveniencias politicas o sugerida por las precipitaciones antropológicas. El pensador Marti, que combatió siempre a los fariseos, ni sjquiera fué católico y sí masón y muy anticlerical. no creyó en el· mito de Cam y ni siquiera excusó la tolerancia de la esclavitud por la

Iglesia, máxime cuandoya había sido abolida en numerosos pafae5 por iniciativas no católicas. En uno de sus dramas, Marti hace que el personaje patriota, increpando al otro. el "falso cristiano" Padre Antonio, al oírle pronunciar el nombre de Jesús, exclame así:

-¡El nombre del Subllme blasfemia me parece en vuestras bocaslEl que esclavos mantiene, e.J sacl.'rdote que fingiendo doctrinas rellgiosas desfigura a Jesús, el que menguado un dueño busca en apartada zona: el que a los pobres toda ley deniega, el que a los ricos toda ley abona; el que, ea vez de morir en su defensa, el sacrificio de una raza explota, miente a Jesús, y al maoso pueblo enseda manchada y criminal su faz radiosa .

Tampoco el gran humanista cubano -se deja convencer por las razas políticas, y es indudable que sabe de su invención y de sus peligros.

Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas. Pero, aflade Martl, en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanla de otros pueblos diversos, caracteres pecullares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de a,•arlcla, que del estado lacente de p:reocupaciooes nacionales pudleran, en un periodo de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del pals, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el pals fuerte declara perecederas e Inferiores.

El pensador Marti se ampara en su filosofía para desasirse de esos conceptos limitativos y atadores. Como es bien sabido, aquél gusta de proclamarse a sí mismo estoico y místico, y como buen estoico y espiritualista que es, cree en la igualdad de todos lo!l hombres como miembros de un mismo cuerpo, de e-sa corporeidad mística que es concepto precristiano, restringido casi siempre por las teologías a los fieles de su respectiva grey, y revivido en su prístina pureza estoica por los espiritualistas modernos, entre los cuales pensaba José Martí.

Ni siquiera se deja convencer el dialéctico Marti por las razas de /ibreria. Y no cabe duda de que conocía las bibliotecas donde aparecian esa,s razas fantasmales de la alquimia antropológica, como antaño ocurría con los demonios. El dice, siente "la garra de? Darwin." Leyendo a Martí se le ve tratar de las sociedades de an- tropología, de los congresos americanistas, de las civüizaciones precolombinas, y de los textos de sociología más en boga en su tiempo, basta Spencer y Ribot. Y sobre todo, Marti comprende la importancia decisiva de esos problemas, lo inexcusable de su trato y se le ve interesadísimo en estudiar objetivamente los tipos humanos tenidos por raciales y sus repercusiones en la sociedad. Así se observa en los títulos de las obras que él proyectaba, según acaba de sacarnos del inédito, esa benemérita colección que debemos al fecundo martismo de Gonzalito de Quesada. Los indios hoy: había de ser un libro con el subtitu,lo de Estado actual de las razas indias en América. Otro libro, éste en verso, en redondi.lJlas, tenía que ser Buffalo Bill, o La vida india. Otro de los libros que proyectaba era Mis negros. Este sería una colección de cuadros locales a lo Landaluce y veristas a lo Velázquez, pero a la vez paJ,. pitantes de vida a lo Goya. Las simples notas que dejó Martí, co� mo una brevísima pauta para armar la obra, ya son un esquema Ueno de sentido. Véase Mis negros:

Tomás era para mi el Sefior Tomés, el Sor. Tomas, el Excmo. Sr. Don Tomás, su Majestad Tomas; lo era todo para mi. era mi amigo. Era bueno y tenia esplritu nuevo y artlstlco. Me deleitaba; cantand.o y silbando. Travieso con todos los demás, quieto a mi lado. ¿Por qué te juntas con Tomas?

Sigue Martí imaginando los otros capitulos de Mis negros:

El del bocabajo en la Hanébana; El negrito de Claudio Pozo; lsidoro, el de Batabanó (Esperando mis versos, sentado a mis ples. El regalo de compadre a Dorotea). Yo, escribiendo sobre mis rodillas, yo en mis rodillas, y él tendido por tierra, sobre los codos, me cubña con sus mimos senclllos; José (fidelidad); Dorotea: (Todos a ella: Pederlco, Alfredo, Pepe); El viejo del presidio (algo de robles rotos, majestad desoladora); Simón (Elocuencia); Isabel Oiago (Homosexual); el negro hermoso de casa de Manuel (la mano cortada); El negrito con traba,: (yendo al potrero). hablando con su suegra; a ella, la camisa rota le dejaba descubierto un seno; el c.ochero de Dlago (Era de verle el papel); Cadenas.

Otro líbro proyectado, en la Sede de Estudios sobre Cub.s que se titularía La batalla de las almas, era el siguiente: La raza negra. Su constitución, corriente g tendencias. Modo de hacerla contribuir al bien común, por el suyo propio.

He aquí estos parrafos íntimos que acaban de publicarse. refe� rentes aJ propósito de tal libro, y considérese cuán penetrante es el sentido de ellos, cuán extensa su visión, cuán sociol6gicame.nte científico su programa, y lo profundo que era eii Martí ese que -l5-

M.Isidro Ménde.z ha llamado su "realismo idealista." 'Escribió asi José Marti en unas notas de hace 50 años:

Me desperté hoy, 20 de Agto. formulando en palabras. como resumen de Ideas maduradas y dilucidadas durante el sueño, los elementos sociales que pondrá después de su liberación en la Isla de Cuba la raza negra. No las apariencias, sino las fuerzas vivas. No la raza negra como unidad, porque no lo es, sino estudiada en sus varios espíritus o fuerias, coa el ánimo de ver si no es cierto como parece, que en ella hay, en una sección de eJla, material para elaborar eJ remedio contra los caracteres primitivos que desarrollarán por herencia, coa grande peligro de un pals que de aniba viene acrisolado y culto, los sucesores directos o cercanos de los negros de Afrlca salvajes. que ao han pasado aun por la serie de trances necesarios para dejar de revelar en el ejercicio de los derechos publicos la naturalidad brutal correspondiente a su corta vida histórica.

Desentrañar los elementos de la población cubana: desfibra.rlos hito a hito; ver lo que resultará de ponerlos ea juego comun; prever los resultados: sena.lar los medios probables de lrlos dirigiendo para bien, y de atenua. los males que surjan de los varios choques, ver lo que es posible y lo que es na• tura1 de esa mezcla.

Valerse en eJ estudio de los resultados prácticos que ha dado .. . sacado a luz la Revolución. La Revolución ha venido a ensei'iar a Cuba cómo está constltulda, y qué puede esperar o temer del porvenir. Ahora que aquella mar se asienta, se empie�an a ver las aguas claras. Entre otras cosas, fue causa necesaria de la muerte de la Revolución el modo teórico y la tendencia nacional con que se vino a ella sin conocimiento de elementos que no se podían conocer, puesto que, vivos y reales como eran. no se hablan revelado aún. por oo tener antes ocasión de revelarse, hasta que una conmoción na• cional los sacó de la calma en que se oscureclan, a la superficie.

Como se advierte fácilmente, este libro de Martl iba a ser de gran hondura. Habría sido de incalculable trascendencia, tanto mayor cuanto el estudio sistemático del factor negro en la evolución histórica de Cuba, pese al medio siglo ya transcllCfido, jamás ha sido hecho hasta ahora, ni considerados sus elementos en las enseñanzas oficiales, ni favorecida su investigación, y, antes al contrario. visto todo ello con desdén y hasta impedido, como tema insustancial y baladi, a pe:sar de vaciarse en él la mitad de toda uuestra historia.

No olvida Martí las otras nucleaciones humanas que a menudo se caJifican de razas y también a ellas les niega el fatalismo congénito. que les es atribuido falsamente, asi por los prejuicios encomiásticos como por los despreciativos. Así dice por ejemplo:

No ha de suponerse, por antlpatla de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro Idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras politicas. que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres blllosos y trigueños, nl mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la Historia, suben a tramos heroicos la vla de las republicas: ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tAclta y urgente del alma continental.

Al referirse Martí al esplendor de la civilización norteamericana sabe que no es consecuencia de la supremacla de una raza nórdica sino de algo más socialmente efectivo para el progreso humano.

No hay pueblo en la tierra que tenga el monopolio de una virtud humana, dice Martl; pero hay un estado politico que tiene el monopolio de todas las virtudes: la libertad ilustrada; no aquella libertad que es entendida por el pre-dominio violento de la clase pobre vencida sobre la da.se rica un tiempo vencedora -que ya se sabe que esa es nueva y temible llranfa-: oo la libertad nominal, y proclamarla que en ciertos labios parece ..-y son por de8dlcha los que m� la vociferan..- lo que la O'U% de Jesús bueoo en los estandartes lnqulsltoriales; 5-lno aquella libertad en las costumbres y las leyes. que de In competencia y equlllbrio de derechos vive, que trae de suyo el respeto general como garantla mutua, que libra su mantenlmiemo a ese supremo e Infalible director de la naturale:a humana: el Instinto de conservación. Tal estado polltlco, si hay que envidiar: y por ti, y no por ninguna especial virtud de rara, brillan como pueblo magno los Estados Unidos.

Pero M.artJ combate en los latinoamericanos el prejuicio o "la creencia impropia y enervante en la Irremediable superioridad a)ena." Y desde las frias nieblas del Norte les escribe diciendo, "es de saber que entre estos palacios que pasman y ruldos que aturden, no es el hombre me)or, ni diverso ni de mtis divina estampa e intellgenda que aqutllos que tuesta el sol."

Ni siguiera olvida Marti las razas que se trenzaron en su propia estirpe. probablemente de predominantes oriundeces semíticas. y advierte la insignificancia de la raclalidad como signo inequívoco del carácter humano, porque sobre la sangre heredada vuelan los espíritus de la historia y de los pueblos, que en cualquier ambiente soclal hacen de la humanidad un hervor de carnes y mentes, con los sabores de mestizajes infinitos. A ello alude MarU en este párrafo suyo, de 1884:

¿Qué Importa que vengamos de padres de sangre mora y cutis blanco7 El esplrltu de los hombres flota sobre la tlerra en que vivieron, y se le respira. Se viene de padre.s de Valencia y madres de Canarias, y se siente correr por las venas lo sangre enardecida de Tamanaco y Paracamonl, y se ve como propia la que vertieron por las brdlas del cerro del Calvario, pecho a pecho con los gonzalos e!: ierrea armadura, los desnudos y heroicos caracas. -17-

Pero Mai:tí no tá dedicado a la eñanza cie.ntuica, ni a las disquisiciones filosóficas, ni iqu.iera a Ja hibridez de la literatUia füosofante, pues ólo lleva en su tarea el amor de una fecundidad social. Por eso, si afirma con rígida doctrina que en lo humano no hay razas, para rechazar de raíz toda la peligrosa grav dad de inferiorización social de que suele cargarse: ese concepto, no tiene reparos en usar a veces del vocablo raza, en el e.ntido impropio y vago pe.ro muy corriente, para lograr asi una m jor inteligencia de sus oyentes o lectores; pero reduciéndolo entonces al significado social de ser un grupo humano histórico, más cultura qu naturaleza, señalado típicamente por lo que él ca.lúica. con genialidad, de "carácter acumulado.'" Así, usa una vez. en 1884 y escribiendo para Ja prensa argentina, el término raza, aplicándolo a la gente de "nu tras t.ierrais americana ," e decir al conjunto de pueblo de análoga cultura troncal. los de "nuestra América," como luego se ha ve.nido repitiendo. Pero Martl no se equivoca. El abe que "nuestra m 1ca no "nu tra raza'" en un sentido biológico. pues se compone de múltiple gentes, de diversos colore , cráneos y cabellos; de. un maraña de todas las razas del mundo, fueren é tas las que fuer n tal como quiera definirlas la an,.. tropometria más capricho a. En el caso citado. raza quiere expresar cultura, como hoy se diria: pero esta acepción del vocablo no estaba todavia en o hac 60 años. cuando escribía Marti- Este no sol mente reconoce: en. "nue tra América" razas diversas, tomando este té.rmino en u ignificado antropológico má amplio. como lo autoriza el uso corriente: fuera del rigorl mo cientlfico, ino que les dedica a ellas y a u problemas numerosos pensamientos, disqui iciones y alegatos.

En odo caso, trata aití de privar al concepto de raza de una igniflcación genética de caI cter p icológic.o y de una trascendencia social. que exce:dian deJ sentido de una mera convencionalidad de da ifkación anatómka. Según dice Martl:

'"Por sobre las ruas... está el esplrllu es ncla! humano, que la tonfundl.' y un!fica."

El hombre no tiene n!ngun derecho esp clal porque pertenezca o um1 raza u otra. Diga.se "hombr " y ya se dicen todo.s lo derecho .

Peca por redundancia el blanco que elle.e "mi rata": peca por rcduo• d nda el negro que dice "mi raza.'

Pide Martí para cada raza llbertad y campo para su propia expresión.

Trae cada raza al mundo su mandato, -dlce- y hay que dejar la vis libre a cada raza. si no se ha de estorbar la armonía del universo, para que emplee su fuer=-a y cwnpla su obra. ea todo el decoro y fruto de su natural independencia: ni ¿quiéncree quesin atraerse un castigo lógico pueda interrumpirse la armonía espiritual del mundo, cerrando el camino. so pretexto de una supe• riorldad que no es más que grado en tiempo, a una de sus razas?

Porque e.n esa "superioridad" que señala Marti como adntislble, nada hay de congénito ni de heredítarío, ni por tanto de verdaderamente racial; sino un desnivel contingente y cambiadizo al correr de la historia. Bien sabe Martí que pueblos y gentes o razas, (permítasenos ahora el vocablo) que un tiempo fueron salvajes hasta el punto de ser tenidos por incapaces de civili�ación (como decía. por ejemplo. Fray Bartolomé de las Casas de los alemanes). luego han demostrado innegables aptitudes de superación; y. viceversa, gentes que antaño fueron depositarias de la más avanzada cultura, por ejemplo los árabes, cayeron, después, en decadencia evidente.

Van y vienen, d1.ce Martl, las corrleat� humanas por el mundo. que hoy arrolla los pueblos del color que temió ayer, y funde el oro de sus coronas en cadenas con que atarlos al carro del triunfo. Desdci!6 un ella el sajón, y tuvo a menos el trato y la amistad con el italiano o andaluz, porque por lo moreno de la cara se creia mejor que él; y luego el andaluz y el itaUano desdeJ'ian a los de tez más moren.a que la suya, No. No hay razas, dice Marti; pero, al emplear el vocablo raza en su concepto más amplio, piensa que las razas sólo por ser tales cazas. aun siendo distintas somáticamente, no son mejo, res ni pe.ores unas que otras. Con precisión inequívoca dice:

El uegro, por negro. no es inferior nJ superior a n!ngun hombre. Y en fin, ya prolongando el concepto de raza hasta dar,le una resonancia social. por su equivalencia con el término "cultura", acepta la posibilidad de una valoradón relativa, no como carácter de congenitura sino como un simple ·'grado de tiempo," es decir. como una mera contingencia histórica.

Esta idea de la verdadera sjgnHicación social de los problemas Uamados malamente raciales, para encubrirlos con el velo de la fatalidad, ilumina toda la obra de Martí. Ved lo que escribe en sendas ocasiones referente a los indios americanos que estudia en México. en Guatemala, en Venezuela y hasta en los mismos Estados Unidos.

-19-

La educacióo de la raza indíg1rna. El Inmediato cultivo de los campos. Todavía está expuesto a ser esclavo el que mantiene esclavos a su lado. Alzanse remordimientos cuando pasa a nuestro lado un ser en forma igual a nuestro ser, por nuestro descuido casi imbécil, duedo, si.n embargo, de dormidas fuerzas que, despertadas por una mano afectuosa, dieran honra e hijo útil a la hermosa oatrla e.n que nadó.

¿Por qué, pobre raza hermana, cruzas la tierra con los ples desnudos, duermes descuidada sobre el suelo, oprimes tu cerebro con la constante carga Imbécil? ¡Oh, cómo, cómo duelen estas desgracias de los otros!

La raza lndlgena, escrlbla Martl en 1879, muy dificil problema. que demasiado lentamente se resuelve, sobre el que se echan con descuido los ojos. cuando el bienestar de todos los que en esta tierra viven de él dependen...

Y después de analizar su abatimiento y sus causas y de propugnar una política de escuelas, cooper-ación y conJianza, es decir de capacitación social asegura Marti que entonces los indios serán el mé.s potente apoyo de Ja dvill:ación de que son hoy la més pesada rémora.

Mh.lco hace bien en deshelar, como deshiela ahora, la rau india, donde residen su Ubertad y su fuerza.

¡Hasta ahora no habla América, hasta que los marqueses lloran por el Indio!, dice el gran hijo de América, recordando el dolor de todos los mexicanos a la muerte de su libertador Juárez.

La lnteUge.ncia americana es un penacho ind!gena, escribe Martl e.o 1884. ¿No se ve c:ómo del mismo golpe que paralizó al Indio, se paralizó a América? Y huta que no se haga andar al indio, no comenzar.\ a andar bien la América.

El Indio que en la América del Norte desaparece. amenazado bajo la formidable pres1ón blanca o diluido de la raza invasora, co la Améric:a del Centro y del Sur es un factor consta.ate, en cuyo beneficio se hace poco, con el cual no se ha querido calcular aún, y sin el cual no podrá, en algunos paises al me.nos, hacerse nada. O se hace andar al índlo. o su peso impedirá ,� marcha.

Bien sabe Martí que la postración de la raza india es social y no antropológica; por eso habla de esta olvidada y trLste raza India ... con el triste rostro oscuro, más que por natural triste de su te.z, porque en él llevan la vergüema de 400 años ... , los cuales, sin embargo, le alientan. al pensar en su glorioso pasado, con firme fe en su seguro porvenir cuando levanten las espaldas dobladas y despierten sus espíritus dormidos. Y hablando del estado abyecto de los indios norteamericanos, cor.rompidos en las reducciones, dice:

¡No hay vlclo suyo de que n.o seamos culpables! ¡No hay bestialidad de Indio que no sea culpa nuestra!

Donde más sabio y e.ic,presivo se encuentra Marti, en su Lraco de las razas, es tocante a las gentes de piel negra. Son algo de Cuba, algo suyo. Siempre los Uama negros y mulatos, sin 'los eufemismos coloniales de "morenos" y "pardos," 1!0s cuales por ser aplicados a los llbertos, daban relieve de Infamia a los otros citados apelativos que para los esclavos se usaban. Martí no hacía eJ juego de los esclavistas ni de los racistas, que en los nombre<; de raza ponian afrenta.

No hay Injuria en decir negro, como no la hay en decir bltmco, escribió aquel gran pensador cubano.

Marti aseguraba, ya en l880, que en su patria habla una suma considerable de hombres de color cubanos, tan sentldores de lo noble y tan capaces de lo intelectual como nosotros.

La raza negra es de alma noble, escribe años después. Referentes a la psicología del negro son estos conceptos martianos:

Tiene el negro una bondad nativa. que ni el martirio de la esclavitud prrvlerte, ni se obscurece con su varonil bravura. Pero tiene más que otra raza alguna tan intima comunión con la naturaleza, que parece más apto que los demás hombres a estremecerse y rcgocljarse con sus cambios. Hay en su espanto y alegria algo de sobrenatural y maravllloso que no existe en las demás ratas primitivas, y recuerda en sus movimientos y miradas la majestad del león; y hay en su afecto una lealtad tan dulce que no hace pensar en los perros, sino en las palomas: y hay eo sus pasiones tal claridad, tenacidad, Intensidad, que se parecen a la de los rayos del sol ...

A medida que se acerca la hora de Ja revolución Jibertadora. cuando más se le oponen a sus entusiasmos los recelos contra los negros, más se exalta Martí en defenderlos. Con ese motivo escribe:

Yo sé de manos de negros que están más dentro de la virtud que las de blanco alguno que conozco: yo sé del amor negro a la libertad sensata. que sólo eo la lotensldad mayor y natural y útil se diferencia del amor a la llbertad del cubano blanco: yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble, y está poniéndose de columna firme de: las libertades patrias. -21- simbólico monumento cubano de admiración y de amor a la madre negra. a esa gran madre que aman todas las Amérkas, que ya Brasil ha honrado, con una bella estatua a la Mae Freta, y también el pueblo de Cuba, con un bronce de la Madre Negra, aquí personificada en Mariana de los Maceo.

No desconoció Marti las deserciones de la raza ni los abatimientos lamentables. frecuentes entonces entre los hombres de color. como en todas aquellas gentes oprimidas, que en la congoja de su i.nfelJcidad caen en el suicidio moral con la misma desesperanza de los esclavos, cuando se ahorcaban en racimos por el agobio insoportable de su condición, No era blando Mart.i con los que. acobardados, renegaban de su sangre. Oid estas frases restallantes:

Tiene la vida, entre sus viles, los que le niegan a la madre el vientre. o c.argan con rabia sorda la condición que no saben realzar con su virtud, o venden, por el apoyo que los empine en el mundo. el honor que puede sólo asegurarlos en él. No es de esos Rafael Serra. ni de los que andan la Jornada a la grupa de otro, ni de los que empefian 8U albedrio por una migaja de lisonja.

Con tales antecedentes, fácil es comprender cómo para el estadista Martl el problema de la raza de color en Cuba no era sino una "cuest�ón social," como le escribió ail general MaceoPensaba Martí de esta manera. con su penetrante visión:

...a mis ojos no está el problema cubano en la solución politica, si.no en la social.y cómo ésta no puede lograrse sino con aquel amor y perdón mutuo de una y otra raza, y aquella prudencia siempre digna y siempre generosa de que sé que su altivo y noble corazón está animado. Para ml es un crimltlal el que promueva en Cuba odios, o se aproveche de los que existen. Y otro criminal el que pretenda sofocar las aspiraciones legitimas a la vida de una raza buena y prudente que ha sido ya bastante desgraciada.No puede usted imaginar la especlalislma ternura c.on que pienso en estos male.s y en la manera, no vociferadora ni ostensible, sino callada, activa, amorosa. evangélica de remediarlos.

Martí nos dió esta ge.nial definición de la política: la politlca es el modo de conducir en La coacordJa de la Justicia para el bienes• tar total. los elementos diversos.

Y esa "cuestión social," según el Apóstol. estaba íntimamen­ te enlazada con la condición del proletariado. Lo indican claramente estos párrafos de su carta a Serafin Bello. fechada el 16 de noviembre de 1889. Dicen asi:

El hombre. de color tiene. derecho a ser tratado por sus cualJdade.s de hombre, sin referencia alguna a su color; y si algún criterio ha de haber. ha de ser el de excusarle las faltas a que le hemos preparado, y a que lo convidamos por nuestro desMn Injusto. El obrero no es un ser inferior, nJ se ha de t1rnder a tenerlo en corrales, y gobernarlo con la pica, sino en abrJrle. de hermano a hermano, las cons-ideraclones y derechos que aseguran en los pueblos la paz y la fellddad. El hombre se limitará por si mismo y no son necesarios más limites. El aseado es la nobleza y el desaseo la plebe. El que cultiva su inteligencia va de un lado. y el que no la cultiva va de otro. Los honrados son mi circulo. y otro los picaros. 1Qulero yo saber quien no desea estar entre los nobles! Pero eso ha de dejars� a lo natural, y las condiciones de la felicidad deben estar sinceramente abiertas, y con igualdad rigurosa, a todo el mundo. Ni me ocurre que se pueda pensar do! otra ma�ra. Pero se pien.�a. Y se retarda el bien de los hombres, y por torpeza e injusticia, el de nuestra patria.

Para Marti la "cuestión social'' del negro era un capitulo de la genérica "cuestión social." Aquélla arrancaba de una histórica y compleja condición económka de los negros, la cual los supeditó al trabajo de la esclavitud y, ya libertos aquéllos, aún continuaban humillándolos en todos los ambientes a donde la esclavitud y su recuerdo exte.ndlan sus sombras. Sin duda, la "cuestión social" de los negros es un problema de dineros más que de colores; no es una incompatibilidad de sangres. sino un conflicto de economias. Decía con precisión José Marti:

Los esclavos, blancos o negros, fueron depuestos en largas generaciones, por el recuel'do de la esclavitud más que por la culpa del color, del derecho ea la aptitud y en la virtud coo sus antiguos amos.

No podrá tacharse. al gran libertador José Marti de demagogo oportunista por su actitud tan reflexivamente ponderada como patrióticamente renovadora. Estas frases elocuentes que siguen, aunque escritas para encabezar una crónica volandera de Patria el año 1892, son tan expresivas y de una penetración tal, y tan realistas y tan ídeaJístas de consuno, que su vigencia es evidente y merecen ser recordados en estas horas graves de la patria.

Sobre lo verdadero hay que golpear. En lo calJente del hierro hay que dar. Con ir de espaldas a la verdad, de sombrero de pelo y bastón de oro. no se suprime la verdad. En un pueblo, hay que tener las manos sobre el corazón del pueblo. Es más necesario y justo acercarse a los que han nacido en él. y lo aman, que a los que no han nacido en él, y no lo aman. Y el corazón ere.ce, y la paz pública, cuando los elementos nacionales de cóJera y desorden se convierten por su propia virtud en elementos de amor y orden. Es demagogo el que levanta una porción del pueblo contra otra. Si levanta a los aspiradores contra los satisfechos es demagogo; si levanta a los satisfechos -24- contra los aspiradores es demagogo. Patriota es el que evita, por la satisfacción de las aspiraciones justas. el peligro del exceso de aspiración. decía Martí. Este advertía muy bien que el racismo es siempre un fenómeno social binario, de efecto doble, no sólo por ser de ida y retorno entre dos razas, sino por ser a la vez ofensivo y defensivo, como toda actitud polémica. Todo racismo tiene su rebote. Si una raza tanto se ex;alta a sí misma que ofende a otra, de ésta le vendrá la revancha; si una raza se exaspera en la defensa de si. es contra otra que le hace la enemiga.

En definitiva. Marti. luz de los mambises, tuvo que abordar concretamente la cuestión racista y sus entenebcecedoras repercusiones sociales y políticas, al emprender la organización deil movimiento revolucionario de Cuba. En su patriótica faena, Martí trató siempre de dar claridad a esos conceptos del racismo. Esa de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro.

El racista blanco que le cree a su raza derechos superiores, dice Martl, ¿qui! derechos Uene para quejarse del racista negro, que también le vea especialidad a su raza? El racista negro, que ve en la raza un caracter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco? El hombre blanco que. por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza. y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que. acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autortia y provoca al racista blanco. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza: los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enl?1lllgos de la paz. El blanco que se aisla, aisla al nl'gro. El negro que se aisla, provoca a aislarse al blanco.

También observaba Martí que con frecuencia la defensa de la raza supeditada es tomada por la dominadora como procacidad insultante, como un "racismo" agresivo. dando a este vocablo racismo. su acepción más despectiva y a la vez más común. Por eso Martí no condenaba de raíz todos los racismos, sino que. atendiendo a sus orígenes y propósitos. los -distinguía en buenos y malos, o justos e injustos. Así escribía:

SI se dice que en el negro no hay culpa aborigen nl virus que lo inhabiliten para desenvolver toda su alma de. hombre, se dice la verdad. y ha de decirse y demostrarse porque la injusticia de este mundo es mucha ... y ailo hay quien crea de buena fe al negro Incapaz de la Inteligencia y corazón del blanco: y si a esa defansa de la naturaleza se llama raci.smo, no Importa que se llame asi, porque no es más que decoro natural. y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país.SI se aleja de la condición de esclavitud, no acusa lnfcrloridad en la raza blanca. puesto que los galos blancos, de ojos azules

-25- y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma. Eso es racismo bueno, porque es para justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco Ignorante. Pero ahi acaba el racismo jwto. que es elderecho del negro amantener y a probar que sucolor no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.

Fuera de esos fines justamente defensivos contra la agresión ilegitima del racismo contrario, ya el racismo degenera en injusticia. Para esos racismos injustificados y ofensivos, Marti tiene una condenación rotunda, inequívoca:

La palabra raclsta caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena fe. cuando entiendan que ella es el único a.rgumento de apariencia válida. y de valldez en hombres sinceros y asustadizos. para negar al negto la plenitud de sus derechos de hombre. Dos racistas serian igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro.

Todo lo que dlvide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o aco• rrala, es un pecado contra la hwnan.Jdad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco. y qué piensan los negros del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por .serlo? ¿Qué han de pe.nsar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir e11 las divisiones de raza. en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dlvidldo, es dificultar la ventura pública y la indJVidual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en comün.

Apenas terminada la guerra de los diez años, ya fué acosado Marti por los .racismos, los del blanco contra el negro y los que de éste repercutían en aquel Fué singularmente muy controvertido el problema del "miedo aJ negro,'' en el cual se sintetizaba el conflicto de todos los racismos de Cuba. Para muchos blancos era un temor reaJ a la rebeldía de los subyugados, para otros era un pretexto más para la subyugación; para unos negros era un �gno de su propia potencia, que era temida por ser amenaza verdadera; para otros era un nuevo vejamen que mas los aherrojaba e.n la servidumbre; para todos, para blancos y negros, era una dolorosa preocupación, una muralla contra libertades y progresos. un complejo inhibitorio que durante siglos influyó, y no hay por qué negar que influye todavía, en las sinuosidades de nuestra historia patria,

Describía Marti en esa ocasión, con su penetrante juicio, cómo el gobierno colonial trataba de dividir en Cuba a su población de color, dándoles a ciertos negros y mulatos favores y distincion� políticas para que constituyeran dentro de la misma masa morena del pueblo cubano un elemento de articulación con el núcleo gobernante, por me:dio del cuaJ toda aquella masa quedase, si no plenamente resignada. al menos diStraída y desviada de las reivindicaciones fundamentales. Para esto se la alucinaba con el ejemplo

-26- de algunos de sus iguales en color subidos a preeminen es posiciones, y se la adormeció con esa socorrida ilusión de "la Igualdad de las posibilidades." Pero ésta . aün siendo legal y oca ionalmente ciertas, y por esto ya en relativo adelanto, nunca pasan de ser sino la azarosa y rara eventualidad de un premio e.n la inmensa lotería social, donde Jos premios son muy contados y los números que entran en juego son infinitos, y donde, en definitiva, aunque todos jueguen, siempre bay quienes logran hacerse de más billetes posibilizadores de la suerte y hasta quienes por fraude o por fuerza intervíenen a su ve::ntaja en eJ bombo sorteador de la fortuna. • vulgar y tenebrosa que c.oo I te ea concitar contra los blancos cub nos a lo hombres de color. Los benévolos teorimntu de La Habana, ni acudieron a este mal. ni lo sospecharon .tal ve_z; y al amparo de esta btatlllca dlspa.sldón, comcnw el gobernante novel la traldora carnpalla. Pero babia vigllante.s en las

Esta politica de dividir para imper.ar ha ido viejo truco en la historia humana, y en e tas islas coloniales y de poblaciones poliétnicas muchas veces fu· practicado con é.xlto por las metrópolis dominadoras, así entre sus súbditos blancos y negros, como entre los blancos entre sí, o entre los neg os mismos o. en fin, entre los negros y los mulatos. Marti conoda esa politlca y le saHó al paso cuando en 1880, al abolirse la esclavitud y establecerse la paz. el gobierno colonial de Cuba, que a no podia contar con la tradlcionaJ dlvlsión de la gente de color en libres y esclavos, trato de abrir otra nueva entre la masa desvalida y un pequeño número deescogidos entre sus elementos raciales más capacitados, astutos, ambiciosos y acomodaticios.

Sin duda, existió en Cuba e electo grupo de color cuyo intereses persona.les fueron egolstame.nte engranados con los altos rodajes de la gobernación colonial. En aquel grupo de hombre de color su mayoria fueron mulatos de progenie. encubierta o manifi tamente, favorecida por lo privilegio : m\:llatos de sangre azuleada por los e.n,laces amaro o . que pusieron cuarteles cie ébano en los nobiliarios blasones castellanos, y mulatos de sangre amarillecida por el abrazo de la hembra de color moreno con 1 hombre deJ color de oro de sus dineros. Evocación de aquella época son algunos vástagos supervivientes de la pasada aristocracia colonJal a los cuales todavía se le ensorti an lo cabelloc; para rememorarles lo encrespado de su linajes, y no pocas beldades ubanas de Ja sociedad más enriquecida, que lucen en su te.z la belleza de los matices crepusculare , sombras de la noche huida con arreboladas a.Iburas de la llegada aurora.

Pero Martí y otros en seguida procuraron atajar esa política. A los emigrados cubanos de Nueva York, les mostró cómo era tActka del gobernante de la Isla.

-27- sombras. Y camiaaron por sobre sus pasos y delante de ellos. Concedía el Jefe español grados y doraba uniformes, y traia a sus seJdes negros a palacio, y pagaba oradores, y mantenía un pedódico, y como veneno por las venas, 10.!I del'Talllaba por los clubes y por las casas a cantal" las glorias del gobi.erno de España, y a ofrecerles en su nombre una libertad que han te.nido, aunque no era menester, ocasión clara y reciente de Juzgar. Escudos lnvlslb!s pararon estos golpes alevosos. y dirigieron por fecunda vía a aquellas masas móviles y atentas. Por hombres de su raza conducidos, desoyeron por fortuna a los asalariados declamadores, y volviendo la espalda al grupo exiguo harto bien pagado para que perdiese ocasión de empeñar lldia, aprendieron pronto que de los campos de batalla les habla venido el mezquino bien de que gozaban, que al campo de batalla debiao volver a ayudar a sus llbertadores1 y que aún cuando éstos fues.en vencidos, y el gobierno e.spa ilol vlnlera a ser, por mágicas artes, prudente y generoso, a la lerrlble y legendaria década y a sus lecciones lm• ponentes deberían todos los beneficios que gozasen.

Continúa Martí su explJcación con su "realismo idealista":

¡Se necesita meditar tan poco para comprender que dos seres ve.nidos a per• petua vecindad vivirán mejor en paz necesaria, aunque entre algunos no cordial, que en perpetua y deslructora rüial No serla cuerdo suponer que en pecho! tan lacerados ha desaparecido ya toda amargura, e Inspiramos a los que hemos oprimido una confianza no merecida aún en absoluto. Pero serla causar ofensa grave a la suma considerable de hombres de color cubanos, tan sentidores de lo noble y tan capaces de lo intelectual como nosotros. suponer en ellos intentos cavernosos, que con ánimo sereno serian y han sido ya. los primeros e.o encauzar y contener. Clerto que huyen, y con sobrada causa de los que los desdeñan o afectan temerlos para seguir aun, en una u otr'3 forma, e.o el goce de fácil riqueza; posible es -y bien harían- que dcsdi-f!asen a su vez a los que buscan con no dignas llsonjas sus aplausos. Pe.o a los que han estudiado en sus hogares su capad.dad para el sacrificio y la virtud; a los que han adivinado en sus corazones el perdón de todas las afeo• sas y el olvido de todas las injurias: a los que en horas de común angustia han sabido estn?charlos a su pecho: a los que han abierto sus herid;is para poner, donde habla veneno, bélsamo: a los que han te.nJdo amor bastante par,. afrontar a su lado sus problemas, y virilidad sobrada para unir al blando con• seJo el severo radoclnlo en la represión de sus exaltaclooes naturales; a estos. los aman.

EUos saben que hemos sufrido tanto como ellos y más que ellos: que el hombre ilustrado padece en la servidumbre politica més que el hombre Ignorante en la servldu.mbre de la hacienda: que el dolor es vivo a medida de las facultades del que ha de soportarlo; que ellos no hicieron una revoluclón por nuestra libertad. y que nosotros la hemos hecho, y la continuaremos bravamente ahora, por nuesua libertad y por la suya. Y se cuenta la historia. Y se dice en las fincas, y se repite en las ciudades. Y no han de ser los hombre, de color libertados infames que volvieren la mano loca contra sus esforzados libertadores, Al alborear nuestra redención. y antes de organizar los medios de conquistarla, -organizamos ¡subllme hecho! la suya. Grandes males hubo que lamentar en la pasada guerra. Apasionada3 lecturas, e Inevitables i.nex•

-28- perlencias, trastornaron la mente y extraviaron la mano dt los héroes. Pero como ante un sol vivo reverdece en los campos toda grieta. truecanse en paisajes pintorescos los más hondos abismos, -ante esta vindicación de los hombres ofendidos, siéntense amorosos deseos de perdonar todos aquellos e.xtravlos.

Si esos párrafos de 1880 se dirigían principalmente a los blancos, estos otros, de 1888, se escribieron sobre todo para los negros:

Al negro le diremos que no estA en el ánimo de los que mantenemos el esplritu de la revolución, permitir que con odios nuevos y desdenes inconvenientes e Indignos de nobles corazones, se pierdan los beneficios de aquella convulsión gloriosa y necesaria. porque oada menos que el ejercido préctlco de las grandezas de la guerra fué preciso para reparar y hac.er olvidar la injusticia qu;e las produjo. No nos levantaremos. no, de la mesa del banquete porque se va a sentar un negro a ella: sino que aplicando a la ley politica la ley de amor, de que da nuestra suma y constante la naturaleza, le diremos lo que me decla Tomás Estrada Palma. hablándome de su negro Femando: "¡Era m1 hijo!" lo que en la majestad de su tienda de campaña decía Ignacio Agramonte de su mulato Ramón Agilero: "Este es mi hermano."

Y léanse estos párrafos que siguen, pronunciados el año 1891 en el Liceo Cubano de Tampa, así para blancos e.orno para negros, para los cubanos todos:

¿A qué es, pues, a lo que habremos de te.mer7 . . . ¿Al que más ha sufrido en Cuba por la privación de la libertad le tendremos miedo, en el país donde la sangre que derramó por ella se la ha hec.ho amar demasiado para amenazar la7 ¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro. que en los cubanos que murieron por él ha perdonado para siempre a los cubanos que todavla lo maltratan?

Para todos los cubanos, blen procedan del continente donde se calcina la piel. bien vengaJJ de pueblos de una luz más mansa, seré la revolución e,, que han caldo sin mirarse los colores, todos los cubanos.

Así anuncia Martí el mismo año, y respondiendo a quienes dicen que la independencia de Cuba será el predominio de los negros, el despotismo de éstos y la más feroz anarquía, donde las hordas fieras se distribulrán las ovejas blancas, imponiéndoles tratos vejaminosos o intimidades forzadas so pretexto de "Igualdad social." el gran cubano les dice:

SI por "Igualdad social" hubiera de entenderse en el sistema democrático de Igualdades, la desigualdad. lnJusta a todas luces. de forzár una parte de la población, por ser de un color dl(ere.nte de la otra. a presciJldlr en el trato de la población de otro color de los derechos de simpatía y convenleocla que ella misma ejercita, con aspereza a veces entre sus propios mlembros, la "Igualdad social" seria Injusta para qule-0 la hubiere de sufrir e Indecorosa para los que quislera.n Lmponerla. Y mal conoce el alma fuerte del cubano de color quien crea que un hombre cuJto y bueno, por ser negro, ha de entrometerse en la amis- tad de quienes, por negArsela, demostrarlan serles Inferiores. Pero si "Igualdad social" quiere decir el trato respetuoso y equitativo, sln limitaciones oo Justificadas por limitaciones correspondientes de capacidad o de virtud de los hombres de un color o de otro, que pueden honrar el linaje humano la Igualdad social no es más que reconocimleoto de la equidad visible de la naturaleza.

En el periódico Patria de 1893 escribió Marti:

En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se puede volver atrás; y la República, desde el dla úolco de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la independencia, el 10 de abril e.o Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español, e Iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ser negados . . . Y en lo demás, cada cual sera Ubre en lo sagrado de la casa. El mérito. la prueba patente y continua de cultura, y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza, en negros y blancos.

Todavía en 1895. ya en camino para la revolución, insiste Martí en aquietar a quienes encubrlan su derrotismo con su temor a los desenfrenos racistas:

El amor engendrado entre unos cubanos y otros en los diez alias de guerra. el )a%o natural que para siempre Uga al cubano C'sclavo con el que lo rescató de la servidumbre, los méritos de trabajo, orden y generosidad por donde el liberto, en condiciones desiguales, se ha mostrado tan capaz y bueno como su sellar antiguo, y el adelanto rápfdo y afanoso de los cubanos redimidos, más que los casos patentes de cultura extraordinaria, son hechos de Influjo social superior, para la paz y asiento del pa1s, a la inquietud que pudiera causar cl deseo vehemente de salvar las vallas que eo todo color se dejan al fuero privado, o la negación sistemática y ofensiva del alma del 1.1.oo_rto, y el respeto público que se ha de tributar a sus derechos, talentos y virtudes.

El caído en Dos Ríos estuvo siempre convencido de que en Cuba no hay temor alguno a la guerra de raus. Hombre es más que blanco, más que mulato, mAs que negro. Cubano es més que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla murieron por Cuba, han subldo Jun• tos por los aires las almas de los blancos y los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco hubo siempre un negro.

Marti sabe, sin embargo, que si blancos y negros se unen, también se separan, pero no por fricciones de sus razas sino por todos los móviles humanos de la vlda.

A los hombres los reúne el vicio o la virtud, dice. Hay blancos y negros tao juntos por la virtud, que no seré posible separarlos sin separarlos antes de sus propias entrañas. No saben lo que dicen los que otra cosa dicen. Uno que. otro airado habrá. por disimulada soberbia, o por lmpadencla de Justlctla; pero en Jos brazos abiertos cae roda esa montana de odio. Lo dominante es el amor.

No obstante, sigue pensando el Apóstol:

los negros, como los blancos, se dividen por sus caracteres, tlmldos o valerosos. abnegados o egolstas. en los partidos diversos en que se agrupan los hombre� Una vez en Cuba libre unos y otros entrarán Juntos en la formación de los partidos políticos que no son agregados de razas sino de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de caracteres.

La afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color. Los negros distribuidos en las especialidades diversas 11 hostiles de espiritu humano, jamás se podrán ligar. ni desearán ligarse, contra el blanco, distribuido en las mlsmas especialidades. Los negros están demasla• do cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavltud del color.

'El previsor Marti con su clara perspicacia percibe que las divisiones políticas de los cubanos no serán por Jas razas, Los . hombres de pompa e intereses irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados se lrán de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealt.id y ternura. por el gusto del mérito, y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos, negro o blanco.

Un año antes de la guerra libertadora, su meñtor ha de dar un mentís a los periodistas mantenedores de la tiranía colonial, quienes hadan correr que los revolucionarios cubanos estaban aliados con los negros de Jamaica y los de Haití. Entonces no había rojos comunistas a quienes culpar.

Entre los objetos infames de las agencias en el extranjero, dijo Mart!, e.strui, naturalmente, c1 de avivar cl miedo que los cubanos pudieran tener a la rcvo• lución, por supoaer que coa ella viene lo que Ullo u otro ti.morato o espia osa llamar "Guerra de razas'', olvidando la suprema lección de los diez afios creadores cuando morimos tantas veces Juntos, unos en brazos de otros, y con los disparos gemelos de nuestros fusiles creamos el alre tenebroso para que sea pa• lado pacifico de la libertad. Juntos, rodilla a rodilla, echamos un mundo entero abajo. Lo que queda son las ruinas y andamos desembara.:ándonos de ella.1; se tarda un poco, de tanta púa y sierpe que nace entre los muros caldos; pe.ro ya vamos a llegar al claro. Habrá duelos de ojos y lenguas atrevidas, y demagogos que se pongan de cabeza de la preocupación negra o la blanca, y grados de aseo y de cultura, que son los mismos que ya hoy tienen los blaucos entre si, y los negros como ellos: pero si una mano crlmlnal, blanca o negra, se alzase, so pretexto de colores. se la sujetaría a la cintura. y se la clavarían en el costado. Lo que queda son las ruinas. A los disparos gemelos de los fusiles anunciamos, con el fuego creador, el alumbramiento de la libertad. El sargento Oliva cargó al teJilente Crespo a sus espaldas. El Marqu& de Santa Lucia enterró al negro Quesada junto a su hija. Lo demás, son chacales. que rodean, con el hocico por el suelo, el cadáver de la esclavitud. Lo demás son las agencias del gobierno español, dentro y fuera de Cuba, para que los cubanosblancoscreanquelarevoluciónacarrearía elpredominioviolentode la razanegra;paraquelos cubanosnegl'Oli,azuzados enla pre ocupaciónde raza. se divorcien de la revolución, que lu quitó la cadena de los ples, que abrió su vida despreciada al mérlto de los combates y a la autoridadde la gloria, que es en Cuba la unlca que ama al negro, porque en la prueba común del valor, y enla larga hermandadde la guerra y el destierro, ha aprendido nll• turalmente un respeto y c:arlfto superiores a la arrogancia y desvíos de la preocupación.

El mismo espíritu del Libertador se revela también en este párrafo suyo:

Noderramamos envanonuestra sangre enla admirable 1,.icha. Por la libertad de todoslos hombres blancos ynegros, combatimos: yno ha de haber cubanc.. honrado que se atreva aInjuriar a losque por la libertad y honor combater:. Libreshicimosaloshombresnegros, yesnecesarioquesean Ubres.Vilesdejamosdeserloshombresblancos, yes necesario queno volvamos aser viles.

En fin, en el mismo texto del famoso Manifiesto de MontecrisU es donde Marti se despide del problema de. las razas a la vez que. de la vida.

Deotrotemorquisieraacasovalerse hoy,so pretextodeprudencia,lacobardla; eltemor Insensato,yJamásenCubaJustificado.alaraza negra. La revolución, consucargadem.\rtiresydeguerrerossubordinadosygenerosos. desmientein• dignada, como desmiente la larga prueba de la emigración y de la tregua eP laIsla,latachadeamenazadelarazanegracon quesequlere inicuamente Je_.. vantar por los beneficiados del régimen de España, el mledo a la revolución. Cubanos hay enCuba de uno y otrocolor, olvidados parasiempre -coo la guerra emancipadora y el trabajo donde. unidos se graduan- del odio Cl' que los pudo div.idir la esclavitud. La novedad y asperez.a de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza subita del hombre ajeno en propio, soo menoresquelasincera estimacióndelcubano blanco por el alma igual,la afa• nosa cultura, el fervor dd hombre llbre y el amable carácter de su compatriota negro. •

Y si a la raza Je naciesen demagogos Inmundos, o almas viles, cuya Impacienciapropiaazuzanladesucolor,oenquienseconvlrtlcraenInjusticia de losdemás la piedadpor lossuyos -consuagradecimiento ysu cordura, y su amora la patria, con su convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba potente de la inteligencia y lavirtud dd cubano negro la opinión que aunreínedesuIncapacidadparaellas, yconla posesión de todoloreal delderecho humano, y el consuelo y fuena de la estlmaclón de cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso- la mlsma raza extirparía en Cuba elpeligro negro, sl.nque tuviera que alzarse aél una sola manoblanca,

Acaso sean la mejor síntesis de la actitud de Marti con el ne.. gro aquellas frases bien conocidas que pronunció el año 1891 en un discurso de Tampa: -32-

Otros le temani yo le amo, A quien dlga mal de ti. o me lo desconozca, le digo a boca llena: lmientcl

Quizás mi abue.lo tenia razón, en un sentido que él no pensaba "Marti era un mulato por dentro." Al fin. es cierto que no hay ra2as puras y que todos los seres humanos sin excepción somos mestizos de incontables cruzamientos. El cubano José Marti, como todo hombre, no era sino una gota de sangre, de las sangres derramadas en todos los cruces donde las parejas en amor clavaron su humanidad ete.ma, y. además, como todo genio. llevaba en su mente la esencia de todos los mestizajes de las ideas, las cuales se engendran en los abrazos de las culturas del mundo.

;Que ante los peligrosos problemas de los racismos, todos los cubanos sean inspirados siempre en las enseñanzas y las emociones de José Marti! Con razón su puebJo 1le llama apóstol. El nos dió la doctrina amorosa y sabia, nos la santificó con su sacrifi• cio y desde su gloria de salvador sigue protegiendo a Cuba; más ahora, en estos tiempos de re.colonizadoras agresividades, cuando tantos extranjeros tenebrosos. los enemigos que Marti tuvo siempre, quieren envilecer los destinos de nuestra patria y hacernos apostatar de nuestra fe.

He terminado.

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