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Perdón
vs. Amargura
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“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”.
—Mateo 18:21–22
“Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale”.
—Lucas 17:4
Definición
Perdonar es borrar la cuenta de un ofensor y decidir aceptar cualquier consecuencia que la ofensa haya originado.
La principal palabra usada en la Escritura traducida perdón es áfesis . Denota “despedir, liberación”. Se deriva de la raíz afíemi, que significa: “despedir, remitir”.
Afíemi es la palabra que usó Jesús cuando dijo: “Y perdónanos nuestras deudas, cómo también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
La palabra griega para perdón es jarízomai. Significa “Conceder como favor, gratuitamente, en bondad, perdón o rescate”. Esta es la palabra usada por Pablo cuando escribió: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32)
Por qué es tan importante el perdón
Hay serias consecuencias cuando una persona rehúsa perdonar a su ofensor. En la siguiente lista hay una descripción de las consecuencias físicas, mentales, emocionales y espirituales que sufren quienes rehúsan perdonar a sus ofensores.
• No son perdonados.
Jesús dijo: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14–15)
• Son atormentados.
Cuando un siervo a quien se le perdonó una deuda muy grande rehusó perdonarle a un consiervo suyo una deuda pequeña, el Señor dijo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:32–35).
• Son contaminados.
Cuando somos ofendidos, Dios nos da la gracia para poder perdonar a nuestros ofensores. Por tanto, debemos seguir “la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:14–15)
• Dañan su salud.
Si rehusamos perdonar a nuestros ofensores no seremos aptos para participar de la mesa del Señor “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen [mueren prematuramente]”
(I Corintios 11:30; véase también Mateo 6:14–15)
Cómo se relaciona el perdón con la absolución
Si alguien asesina a un miembro de nuestra familia, debemos perdonarlo. Sin embargo, no tendremos la autoridad para absolverlo completamente, porque no tenemos la autoridad de castigarlo. Así que, aunque nosotros otorguemos el perdón, esa persona seguirá experimentando las consecuencias de su ofensa. Perdonar es borrar la cuenta del ofensor y restaurar la comunión con él. Sin embargo, la semilla de destrucción seguirá causando serias consecuencias.
Después de que David cometió adulterio con Betsabé y planeó la muerte su esposo, se arrepintió. Luego “. . . Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás” (IISamuel 12:13). Aunque David fue perdonado, pagó las consecuencias de sus hechos. “Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo ...” (II Samuel 12:11).
Cómo aprendemos a perdonar
Cuando a la gente se le pregunta si recuerda a alguien que la haya lastimado u ofendido, por lo regular la respuesta es “¡Sí!”Entonces la pregunta es: ¿han perdonado realmente a estos ofensores?
La falta de perdón produce amargura y la amargura es como la lepra. Aquellos que tienen lepra pierden toda sensación del dolor en sus miembros; por tanto, t ales personas no están conscientes de dolor cuando se dañan a sí mismas. Asimismo, aquellos que guardan amargura no están conscientes de cómo lastiman a otros con sus palabras, actitudes y acciones. Para motivarnos a ser perdonadores, Dios usa mandamientos, conceptos y contrastes.
Mandamientos de perdonar
• “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32).
• “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13).
• “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis , y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lucas 6:37)
• “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale” (Lucas 17:3).
Conceptos para entender el perdón
• Suplicar misericordia vs. suplicar extensión de tiempo El siervo que rehusó perdonar aquella pequeña deuda de su consiervo, después de haber sido perdonado por aquella enorme deuda, no pudo impartir misericordia, porque él mismo no pidió misericordia Más bien pidió una extensión de tiempo: “Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo” (Mateo 18:26). El señor sabio lo puso en la cárcel con los verdugos para hacerle entender que era imposible
La misericordia que acompaña al perdón sólo se puede apreciar cuando el ofensor está dispuesto a aceptar un castigo justo por su ofensa. (Véase Génesis 44.)
“Si estás sufriendo por la injusticia de un hombre malo, perdónalo, no sea que al poco tiempo sean dos los hombres malos”.
San Augustín
La oveja se recupera rápidamente después de ser tratada con dureza.Aguanta el sufrimiento y la aflicción sin vengarse y sin ninguna queja.
¡Pasa por alto la ofensa!
“La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa”. Proverbios 19:11 pagar tal deuda. Sólo así rogaría misericordia de su señor y entonces podría también impartirla a los demás. (Véase Lucas 7:41–48.) amor, gozo y paz. Este proceso se ilustra en la vida del Señor Jesús. Fue lleno del Espíritu Santo en su bautismo, luego fue guiado por el Espíritu Santo al desierto para ser probado, y después regresó en el poder del Espíritu Santo. (Véase Lucas 4:1–14.)
• Limpiar la conciencia vs. responder con rencor Cuando David oyó el caso del hombre que robó la única oveja de su vecino, se encendió en ira y demandó un castigo exagerado. La ley demandaba cuatro ovejas como restitución por una robada. Sin embargo, David fue incapaz de impartir justicia o misericordia, porque él era culpable de la misma ofensa. Cuando nosotros juzgamos con dureza a otros, nos condenamos a nosotros mismos porque también somos culpables de las mismas cosas que juzgamos. (Véase Romanos 2:1–3.)
• Tener la meta del amor vs. venganza personal Hay tres pasos para recibir el poder del Espíritu de Dios. El primero es ser llenos del Espíritu Santo. Esto ocurre cuando recibimos el Espíritu Santo al ser salvos por la fe en Jesucristo (véase Romanos 8:15) y cuando pedimos al Padre Celestial la llenura del Espíritu Santo. (Véanse Lucas 11:13 y Efesios 5:18).
Esta secuencia también se ilustra en nuestro llamamiento. Primero se nos llama a ser santos y a dedicar todo nuestro ser al Señor (véase Romanos 12:1–2) ; luego se nos llama a sufrir (véase Filipenses 3:10). Finalmente se nos llama a manifestar la gloria del poder de Dios en nosotros (véase I Pedro 5:10). La gloria sigue al sufrimiento. Por ejemplo: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado”
(I Pedro 4:14)
Si no reconocemos el sufrimiento que Dios trae a nuestras vidas como una prueba de su mano para producir en nosotros el poder de su amor y su gloria, Satanás la transformará en amargura, la cual producirá falta de perdón y causará destrucción.
Una ofensa indica una violación de los principios de Dios. Podemos estar seguros de que nuestro ofensor sufrirá las consecuencias de parte de Dios.
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios: porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. —Romanos 12:19
El segundo paso es la prueba del Espíritu Santo. Pablo menciona algunas de estas pruebas en II Corintios 12:10: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Pasamos la prueba del Espíritu cuando le damos gracias a Dios en cada prueba (véase I Tesalonicenses 5:18), regocijándonos en cada prueba (véase Filipenses 4:4) y cuando sea necesario, clamando al Señor en medio de una prueba pidiendo socorro (véase Salmos 50:15).
En la medida en que aprobemos las pruebas o tribulaciones, experimentaremos el poder del Espíritu Santo, que comienza con
• Edificar el cuerpo de Cristo vs. apartar a los creyentes Pablo explica que cada creyente es un miembro del cuerpo de Cristo y que estamos conectados unos con otros. Por tanto, cuando rehusamos perdonar a otro creyente en realidad estamos rehusando perdonarnos a nosotros mismos.
Este reconocimiento de los creyentes como miembros del cuerpo de Jesucristo aparece en el pasaje sobre la mesa del Señor Aquellos que violan este concepto no disciernen el cuerpo del Señor. “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (I Corintios 11:27–30)
• Tener comunión mediante sufrimiento vs. debilidad.
Pablo habló del poder de la resurrección que estaba disponible a cada creyente que estuviera dispuesto a experimentar sufrimientos. “Afin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10). Todo creyente ha sido llamado a morir a la autocomplacencia para poder experimentar más del poder de Jesucristo en su vida.
Este es el mismo poder que se imparte a aquellos que victoriosamente pasan la prueba del sufrimiento (Véase II Corintios 12:9.) Pedro también explicó estesufrimiento a aquellos que deseaban bendecir a otros al devolver el bien por el mal “No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (I Pedro 3:9)
Desarrollando un espíritu perdonador
1. Ve al ofensor como un “instrumento” en las manos del Señor.
2. Da gracias a Dios por los beneficios que él ha planeado como resultado de la ofensa.
3. Discierne qué cualidades de carácter quiere Dios desarrollar en ti a través de esa ofensa.
4. Entiende que el sufrimiento es una parte normal de la vida cristiana.
Dos recompensas del perdón.
La primera recompensa por ser ofendidos será una porción adicional de la gracia de Dios. (Véase Hebreos 12:15).
La segunda recompensa por una ofensa es descubrir cómo Dios la usa para nuestro bien. “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20).
Evaluación personal
¿Qué tan perdonador eres con tus ofensores?
• ¿Es tu meta en la vida desarrollar el poder del amor genuino?
• ¿Hay personas a las que aún no has perdonado?
• ¿Ves las ofensas como pruebas en las que puedes gozarte?
• ¿Temes que si perdonas a tu ofensor, no aprenderá de sus errores?
• ¿Crees que es tu responsabilidad castigar a tus ofensores?
• ¿Temes que si perdonas a un ofensor volverá a hacer lo mismo?
• Cuando recuerdas a ciertos ofensores pasados ¿sientes dolor?
• ¿Comparas las ofensas que experimentas con las ofensas que has cometido contra Cristo?
• ¿Has buscado la manera de devolver el bien a aquellos que te han dañado?
• ¿Visualizas a ofensores que son creyentes como parte del mismo cuerpo
Entre más comprendamos lo mucho que se nos ha perdonado,más fácil nos será perdonar a otros.
“. . . Perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. —Efesios 4:32
“El que no perdona a otros destruye el puente sobre el cual debe pasar él mismo; porque todo hombre necesita ser perdonado”.
Al enfocarnos en un ofensor,él se convierte en nuestra norma.Al condenar sus acciones,nosotros inconscientemente adoptamos sus actitudes.
Las mismas actitudes contra las cuales reaccionamos en otros pronto serán vistas en nosotros.