Peonzas en el agua Relatos del grupo del acueducto Joan Anton Mas
Peonzas en el agua Relatos del grupo del acueducto
Entre la particularidad de Cabriolet, que parece a veces como un resto inmóvil y estático, sólo podemos intuir una gran bravura en sí. Prestar atención al álgebra es, en este caso, una doble piel en desuso, peor aún, si antes se acierta en definirlo con unos resultados por conclusiones tómbola y no integrales, que como se sabe, las primeras siempre se alimentan del que dirán a escondidas, y así no hay balanza que valga. Estamos perdidos. Cuando Captain decidió regresar al grupo del acueducto, los demás insistían en laminar la bruma. Muy pocos lanzaron panegíricos para apaciguar. Ahora soy el reflejo de un reno tranquilo y sin rencor, acuífero y vagabundo antes de derramarme.
Hermenegilda Macalti
Hermenegilda Macalti siempre quiso pertenecer al grupo de los desamparados. Siendo nieta de Klaus Stringeith, aristócrata ciego, nunca recibió trato de favor ni compensación por el linaje. Al final quiso vengarse del reloj que marcó las horas de sus últimos 83 años. Nadie tuvo ningún inconveniente en que restregara su hedor sobre el lacado piano. En Bilbao, la Macalti era íntima de Blanca de Villanueva, la que acabó con los relojeros Cu Cut, Isidro e Isidret.
Cu Cut, ochenta litros de gasolina La aparición del péndulo en la Alta Edad Media fue gracias al trabajo de varios genios y el cabecilla fue Galileo Galilei. De los romances que tuvo con la bruja que le aseguró que la Tierra no era plana nacieron Isidro Arbós y su hijo Isidret. La madre los alimentó a base de huevos de codorniz y sémola de altramuz y dijo: «Comiendo sólo esto con la precisión de un reloj viviréis más de trescientos años». Y así fue. En los años setenta del siglo XX llevaban tanto tiempo juntos que no sabían quién era el padre y quién el hijo. Miles de relojes averiados se acumulaban en el taller de los Arbós, también conocidos por los Cu Cut. Padre e hijo trabajaron más de tres siglos en tomar medidas y controlar el tiempo, algunos historiadores dicen que también eran parientes de Igor Stravinski. Ambos tenían aspecto de gusano y frente, nariz y globo ocular idénticos. Nunca se contrastó el ADN. Poleas y engranajes fueron durante años ganando en precisión y peso, llegando a un control absoluto de la subdivisión de la milésima. Decidieron continuar el negocio vendiendo anillos para boda sencilla, brújulas para boy scouts o monederos pequeños de ante. El arte del control del tiempo se quedaría
para siempre de puertas para adentro. Cada noche cruzaban miradas, hacía casi un siglo que no se hablaban, en silencio escuchaban con placer musical la polirrítmia del centenar de relojes que había por toda la casa. Una tarde detectaron en medio de la maraña una arritmia, tardaron dos semanas en resolverlo. Y así siempre, hasta que llegó como asistenta Blanca de Villanueva. Una señora que venía de los cabarets de Bilbao recomendada para cuidar a los ancianos. Ya de madrugada los acostaba, les cantaba una especie de nana haciendo con la boca clic clac, y se dormían babeando. Con la llegada de Blanca llegó el final del sufrimiento. Ochenta litros de gasolina. Isidro no habló, escribió en un papel: «Blanca, Isidret y yo te estamos muy agradecidos por los días de placer y bienestar que nos has sabido dar. Nuestra última voluntad es que esta noche nos cantes la nana del clic clac más rápido y más larga y al dormirnos incendies la vivienda». Sólo se salvaron un par de relojes y el amuleto de Isidret, quemado en su pecho.
Hilario, vigilante del pantano
Momento inesperado también fue cuando Hilario Had Bru, vigilante del pantano, tras noches de insomnio y agonía decidió contaminar dos depósitos a base de esparadrapo infectado con hisperocauto o líncro para no dejar rastro. Fue descubierto por Becerra el nocturno, cuando se disponía a vigilar durante dos noches al búho Clip, de cien años de antigüedad. Siendo su íntimo amigo, al final confesó por amargura y desprecio a sus familiares, jefes y autoridades. Hilario fue condenado a 18 meses de servicios sociales. Becerra ha desaparecido.
El esparadrapo de la droguería
Esparadrapo viejo es lo que vendía el dependiente de la droguería Franco sin poder abrir la boca por órdenes del dueño, falsificando la caducidad y la lista de riesgos y precauciones para su uso. La nota del prospecto: «Nunca utilizar para mocos», fue determinante para muchos clientes, los lectores, que fueron los más perjudicados en dudas, empezaron: «El estornudo siempre genera frecuencias múltiples, cambiantes según cuerpo. Los que tienen cara de águila suenan a tiro. Los que parecen elefantes suenan a trombón bajo» ¿La orquesta suena más en invierno? Mal asunto. Y compraron todos esparadrapo nuevo por miedo, inseguridad y prudencia. El empleado, con astucia, decía a sus amigos: «Los meteorólogos y algún zoólogo generan más simpatía y comprensión que yo, lo asumo con resignación y algunas gotas de tristeza. No puedo ni pienso competir. Mi padre me decía: “Hay que ser humilde y astuto”, y yo sonreía sin entender ni la mitad. Poco a poco esta frase fue resonando en mi cabeza como una campana, como si alguien le da una palmada a un cogote con fuerza y cariño y le queda la marca de la mano para siempre. La nariz se ensancha y se encoge el corazón. Con este amor brillan los ojos y te queda una sombra y estigma que te dice: caminaprovecha, que no es poco».
El diapasón «Los códigos, señales topográficas y el estudio de lombrices tiernas sobre el diapasón, en general son asuntos masculinos. La gran carta de ejemplos se ajusta a esta tesis. También constata que las mujeres siempre nos doblan la edad y nos ganan en resistencia y arpegios verbales», decía John Shore cuando bebía. En 1711 el músico británico John Shore, sargento trompetista y laudero en la corte, inventó el diapasón. El dispositivo metálico en un principio estaba destinado a proporcionar placer a su esposa en las largas noches de pasión de aquellos inviernos. Sus amigos Friedrich Haendel y Henry Purcell, después de practicar y gozar alrededor del sacrum frenillae y el oído externo, decidieron promocionar el utensilio para darle otra utilidad por el bien de la humanidad.
Tactos hechos trizas Assump Talvada era y es una gran aficionada al calor del tacto, caricia, alientos vaporosos y despliegue de efluvios en secreto. Yo vi que su boca siempre se negó al deleite del lácteo; pero entre sus dedos cataratas. Es amiga de Conchita, la que estaba casada con el hijo de la mujer de Manolo, su padrastro. Manuel Ferratín Lacio, ser villano conocido también por Manolo, nunca reconoció su animada soltura i despreocupación al asistir desnudo a la comunión de su hijo Francisco. Fueron, según se ha ido viendo, noches de náusea i tortura durante años. Ahora, lo mejor es no recordar. Tantos esfuerzos lapidados ante el desencuentro. Tanto amor hecho trizas y cuantas trizas recogidas para construir y volver a empezar.
Biosca nunca quiso olvidar al preso.
Charina y el Liceu Charina Calatayud era una joven de curiosas costumbres. Coincidí con ella en los alrededores de la estación de Hostafrancs sin apenas recordarla. Una amiga común me dijo que años atrás habíamos compartido habitación con un amigo muy conocido de los dos. Hizo lo imposible para que nos viésemos. Al final, quedamos. En aquella época ella estaba plenamente inmersa en la astronomía, motos antiguas de gran cilindrada y cosmética naturista. Me animó y convenció para hacerme la carta astral. Las intimidades, secretos inconfesables y aturdimientos sin conexión hicieron que en aquel parque de cemento, rodeado de niños felices en sus viejos columpios echáramos a llorar los dos sin querer. Más tarde, casi a oscuras , levitamos lentamente, desabroché su escote, la besé, y me fui.
A mediados de enero de 1994, tuve el sueño de compartir con mi amiga Charina una experiencia íntima y excitante y darle una gran sorpresa. Asistimos a la última representación de Mathis der Maler de Hindemith días antes de que ardiese el templo de las Ramblas. Al final se supo que el origen de la catástrofe fue por el segundo movimiento «Grablegung», que al producirse la mayor desafinación jamás oída por parte de los segundos violines, dicen que por una fuerte intoxicación etílica, los grandes diletantes aplaudieron sin parar. El resto mantuvo la compostura y nadie dijo nada. El electricista de servicio lo vivió detrás del escenario como la peor tormenta de su vida. Al día siguiente no pudo remediar la angustia y el odio hacia la irresponsabilidad de aquellos músicos y quemó el gran teatro. Nunca más he vuelto a soñar con Charina. Alguien me dijo al cabo de los años que se casó con Ibizenco Alderich, un industrial olímpico que acabó en la cárcel.
La enfermedad del sueño En la Barcelona pre-olímpica, Alterio Crous, Ibizenco Alderich, Capi Barroso y Ron Trill decidieron formar un grupo de trabajo destinado a la construcción de viviendas para personas sin recursos. Al conseguir la primera subvención arrancaron de cuajo todos los buzones de correos de Verdúm, la Barceloneta y Pedralbes al mismo tiempo en una sola noche desenfrenada de celebración. El sargento que investigó el caso, Laureano Driguez, siempre dijo: «Aquí nunca se sabrá la verdad , es un fenómeno paranormal y punto. Tomaron sustancias que les permitieron estar actuando en distintos barrios al mismo tiempo y a la misma hora. Parece imposible pero es verdad. Yo las usé en la legión en fase experimental en la Marcha Verde y conozco los efectos. No puedo, por honor, desvelar el secreto ni dar más explicaciones». Sugirió dar el caso por resuelto. No hubo ninguna acusación a los responsables del desastre. Al poco tiempo, ya olvidados los acontecimientos, los bárbaros continuaron creciendo y emprendieron la mayor hazaña empresarial en el sector inmobiliario jamás montada en el continente.
Peregrino Vidal, tío abuelo de Barroso, y gran falsificador de dentaduras de oro, les enseñó el oficio del camuflaje con disimulo. Alterio, Ibicenco, Capi, Ron y sus amantes llegaron a hinchar el bolsillo hasta reventar. Todos han desaparecido en la tristísima desgracia de la enfermedad del sueño en presidios europeos. Ose Arbujilla Brau y Jorge Estrany son dos amigas transexuales llamadas ahora Vero y Amapola. Dicen que son sus únicos familiares en libertad.
El final del ginecólogo Andrade Balín ha estado en instrucción y disciplina desde los dos años hasta hoy. Su padre, subteniente y empresario, se entregó en cuerpo y alma en adiestrar a su hijo como un soldado. Fracasó. Andrade se casó sin ganas con Antonia Brau, madre de Ose, que desapareció. Antonia era conocida en su barrio por Caracolilla, la que fue al ginecólogo a los 48 años por primera vez. Entre las personas de confianza para compartir sensibilidades y rencores estaba Marujilla Tragaluz Postal, íntima amiga. Era chata de nariz y áspera de piel como un erizo, pero su corazón y bondad no tenían competencia. Ella la aconsejó visitar al doctor Biurrum, su ginecólogo. El médico vio por primera vez aquella lengua de viáginis musgosa y su longitud de caída con aquella suspensión que impactó en él como una bomba atómica. Al día siguiente salió a pasear y nunca más volvió a la consulta. A las tres semanas murió en la Boquería de madrugada, desnudo y sin su prótesis dental. Andrade consiguió antes del crematorio un anillo, algunos dientes y un dibujo íntimo de Caracolilla y otro de Ose con el peluquín del doctor. La familia del médico se hundió cuando el notario abrió el testamento donde decía que todos sus bienes eran para Marujilla Tragaluz Postal, Andrade Balín y Brígido Estampida.
Brígido, los monaguillos y el milagro Brígido Estampida, llamado también Chupito, fue el sacristán durante cuarenta años en la parroquia de los Pajaritos Nobles Cantores del Sagrado Busto de la Virgen Macarena. Los monaguillos que ahora se han atrevido a contar algún suceso son Luis Gengibre y Luciano Pericot. Decían: «Siempre actuaba igual, fuese verano o invierno; ordenaba tendido supino, visionar Con faldas y a lo loco y nos cantaba susurrantes melodías filipinas». Entre los más afectados, Julián Cabestro, mudo de nacimiento, en una tarde que a Chupito se le fue todo de la mano arrancó a gritar y hablar sin parar hasta hoy. Sus padres, con lágrimas en los ojos siempre repetían la gran frase: « No hay mal que por bien no venga ».
Magia blanca Estebanillo Forjada Cuc es el que fue volviéndose poco a poco de color rojo carruaje. Su piel empezó a oscurecer a los ocho años, al día siguiente de su primera comunión. Dicen que la impresión y el efecto que le produjo la sagrada hostia mezclado con quifero ronut, una especie que utilizaba su abuela para endulzar el moscatel casero, desencadenó esta desgracia. A los quince años, su madre visitó con él médicos, curanderos y especialistas en asuntos tropicales y enfermedades venéreas. Tan sólo supo darle la solución la bruja cubana Yahima Bacardí Malacayún.«No se preocupe señora, a Estebanillo lo vuelvo blanco como la harina en tres meses.» La terapia y remedio consistía en el tarareo del Bolero de Ravel a tempo muy lento rociando por todo su cuerpo litros de leche de mula blanca, mientras interrumpía el riego introducía toda la cara del muchacho entre sus anchas nalgas, «Diez respiros –decía- acción rápida y rítmica, ¡sopla! » Fumaba y lanzaba el humo en círculos. A los quince días estaba de color butano; a los dos meses, como un sueco. Más adelante se supo que Conrad Murray, médico de Michael Jackson mantuvo relaciones pasionales con la bruja cubana. Entre los dos redactaron el manifiesto: «Nadie puede oscurecer silbando a Ravel o bailando sardanas modernas. En cuanto al blanqueamiento, es cosa del arroz, la leche, el country y la nieve. Sinatra también puede contribuir».
El falsificador astronauta Roberto Tamaulipas Veracruz era un falsificador mexicano que fue ampliando con dedicación e ingenio a la perfección casi artística la estafa, el escapismo y el camuflaje. Acabó viviendo en Florida y pasaba siempre desapercibido como el aliento de un fantasma. Su espíritu, sensibilidad y coraje hicieron de Roberto un valiente guerrero y superviviente en la era de las impresoras 3D, que él odiaba y maldecía cada día: «¡A este paso y con esos inventos se acaba el oficio en tres días!», decía. En Cabo Cañaveral, en el servicio auxiliar de fiestas oficiales para presidentes y reyes hacía falta personal. Allí estaba él, lavando platos y limpiando cristales con los ojos bien abiertos. No tardó en diseñar la estrategia de ascenso y preparó toda la documentación para camuflarse y escalar a lo más alto. Falsificó papeles para ingresar como oficial en la residencia de futuros astronautas. Al segundo día, por una extraña confusión en un alboroto, acabó
dentro de la nave Apolo Polus 88 el día del despegue hacia el espacio en misión de prácticas anuales. Al tercer día, ya en el espacio, descubrieron al polizón. Se lo entregaron al capitán al mando de la nave Tom Cabrite Trump, radical simpatizante del Ku Kux Klan. Cuando le entregaron al pobre Roberto dijo: «¡Un espía ruso!» «No señor, es mexicano», contestó el oficial. «¡¡Aún peor!! Abran compuertas y sáquenlo inmediatamente de aquí.» Roberto salió disparado hacia la oscuridad, se orinó, se le nubló la mente y desapareció. Cuando llegó la noticia a sus amigos de Acapulco, entre litros de tequila lloraban y reían a la vez. Los pocos comentarios fueron: «¡Robertito se ha ganado el cielo a pulso! Aunque vestido así y en la oscuridad no lo va a conocer ni Dios». Y entre corridos y mariachis desapareció de sus vidas.
El marinero y la maestra en el seminario «El cuello retorcido y las tripas ardiendo» es lo que decía Andreu el marinero cuando se refería a todo en general. En una fiesta de amigos alguien le dijo: «¡que camisa más bonita llevas!», y casi lo mata. La desconfianza, el nudo amargo en el estómago y la ira en mayúsculas eran su desayuno. Lo único que funcionaba a veces eran las caricias de Valle, su única amiga. Cuando Valle lo cogía por su cuenta, le secaba la frente y cambiaba de color. Cuando ella lo abandonó por una amiga, el trueno resonó como para ponerse de espaldas al universo y decidió darle la vuelta a todo. Se fue a un seminario de padres dominicos para rezar y quedarse allí toda la vida. La profesora de dibujo de los futuros curas, que iba dos días por semana, le abrió los ojos, le enseñó a gemir en silencio y así murió, sereno como un pajarito, feliz y en paz.
Yo soy aquel@.com Alvaro Bellacua Brit fue un músico discreto y con una gran dedicación al estudio del equilibrio del ritmo en la música. En épocas de gran despliegue de medios y solturas circenses siempre indicó a los eufóricos: «Lo importante es realzar con el ritmo preciso la personalidad de quien cuenta una historia. Respetar el clima dinámico y utilizar el instrumento adecuado en cada momento para canalizar toda la estética de las ansias del compositor, sin complejos pero claro, con mucha prudencia». Tan sólo Terenci Rius, un estudiante que era marmolista de profesión supo entender la dimensión y la idea. Los demás fracasaron. Terenci formó un grupo de bossa nova con Juan de la Cruz Eloy. Juan de la Cruz Eloy fue un gran guitarrista aficionado al solo por sí solo. En la mitad de su carrera triunfal decidió engañar a todos diciendo que él era otro. Viéndolo cada día, nadie sospechó de sus problemas. Tocaba melodías y trémolos con cierta gracia. Poco a poco se fueron escapando sus atrevidos delirios por los rincones. La gran tragedia fue cuando, en una grabación, llegó muy tarde, sudando y descompuesto. Se disculpó diciendo que
bajando del Tibidabo se encontró una pelea entre gitanos portugueses y lo secuestraron durante horas con el celofán de un paquete de tabaco en la boca. « ¡No recuerdo nada más!», decía muy nervioso, y acabó voceando para compensar: «Nadie como yo toca el laúd así», y ponía cara y se creía un Montgomery reencarnado. Al mes siguiente, los amigos le dieron la espalda, y él colgó un mensaje en Google de inmediato: YO SOY AQUEL@. Todos mostraron el máximo respeto. La sinceridad es el elixir y antídoto del mal y nadie puede estar en contra. Las plumas que puede levantar y abrir en abanico la abubilla son como el recuerdo de una noche calurosa en Madrid con el alcalde Tierno animando el rebaño. El mudo recitará sus versos cuando el manco toque el acordeón. El calvo con sombrero es la gran verbena sin luz. Al ciego nunca le interesó la forma ni graduación de sus gafas. Sólo el peso y la movida. Al final, el mensaje de la cigüeña siempre fue el mismo: «Os voy a traer regalos».
Escanyacabres El leñador Badó Estruch Polls, apodado Escanyacabres, era ágil como una ardilla, terco, sucio y de astucia silvestre; hablaba siempre a gritos. Llevaba de mascota una garrafa de piel de lechón llena de vino. Durante años, mientras talaba las ramas más altas de los árboles, fue captando y aprendiendo el canto de todos los pájaros del entorno. En los días más grises y fríos de invierno, entre la niebla y la espesura aparecía Hammet Abdul Soldevila, que era un pastor de cabras y ovejas con gran experiencia en lanzar piedras y acertar el blanco con exactitud milimétrica. Hammet tenía una disfunción auditiva que consistía en que sólo oía los sonidos más graves, golpes y ronroneos bajos. Sabía que cuando Badó estaba en las ramas altas de los árboles trabajando cantaba como un ruiseñor. No poder oírlo le fue minando la salud física y mental. Apareció un día silencioso fuera del camino, y con disimulo y destreza le lanzó una pedrada en los huevos. Siempre disparaba desde el punto exacto para acertar de lleno. Así estuvieron
día sí día también. No tuvimos más remedio, por el bien de los dos, que mediar para que se fuesen lejos cada uno por su lado. Al cabo de los años todos lo agradecemos. Hammet se instaló de jardinero y cocinero en casa de unos señores rusos. Badó, con el tiempo, cultivó el arte del canto de los pájaros. El compositor Olivier Messiaen, experto también en ornitología, lo conoció un domingo después de la misa en Notre Dame. Badó le enseñó su arte y tomaron vermut. El maestro escribió tres obras para flautín basadas en sus cantos y silbidos. Cuando las aguas vuelven a su cauce y el salmón salta hacia arriba con naturalidad es el momento de la celebración.
Japoneses en la subasta A los obreros del departamento de subastas de atún de la Ametlla de Mar les cuesta entender y se confunden cuando el pescador Eustaqui Claramunt dice: «Estoy esperando el estallido de la horca». Los pesimistas entienden la soga en su cuello y entristecen, los románticos y optimistas ven una orca saliendo del mar como un torpedo y piensan: «cabrón que suerte tienes». Los japoneses, en calma tensa, analizan la frase y guardan la misma compostura y sonrisa para las dos posibilidades y se llevan el atún.
Balconing en Benidorm Antes de la desgracia del balconing que improvisaba el director del hotel Eulart Cambrile, sin plantearse quién quería jugar a morir, ni el guarda Lombriz ni Alterio Brutau, conserje, quisieron informar a nadie que las barandas estaban a punto de caer. Los albañiles Bellavista y Mesas las montaron con arena y agua, los materiales de agarre se vendían y se fundían los beneficios en juergas. Cándido y Eustaquio Labrada eran dos hermanos gemelos idénticos, incluso a veces hablaban a la vez. Fueron a pasar una semana de vacaciones al mar y sus padres los recibieron en cajas. La primera noche conocieron a Rina Linchpie y Aura Cots. Los desvirgaron, bebieron y les vaciaron la cartera y el alma. «¡¡Saltad con dos cojones!!», gritaban eufóricas para aumentar el tono de la fiesta, y ellos, aullando como lobos, saltaron con las barandas en las manos en otra dirección. Al día siguiente, junto a la piscina, los primeros en ver los cadáveres fueron dos niños que iban a clases de natación.
La estrella de Jan Stromberg Jan Stromberg fue el segundo de los cinco hijos que tuvo Jan Stromberg Casanova. En sus comienzos, Jan padre era camionero, muy conocido en su barrio y alrededores, dejó claro a toda su familia que trabajar era una gran desgracia y estupidez. Eso es todo lo que les enseñó a sus hijos. Toda la descendencia tomó al pie de la letra los consejos del padre, y su hijo Jan el que más. Decían del patriarca que su boca parecía un depósito de estiércol. Entre puros, cafés y tinto no había quien se acercase, sólo algunas moscas, sobre todo en verano. Era asiduo a los burdeles más oscuros del barrio chino cuando el barrio no era chino; no obstante se le tenía simpatía y un cierto respeto. En los pueblos, ser de aquí es tener la gran estrella terrenal. Su hijo Jan, listo y vago como nadie, organizó un negocio de estética y maquillaje moderno para su mujer e hija y a vivir.
Siempre decía lo mismo: «Con vigilar y ver quien entra y sale ya cumplo más que de sobra con mi obligación». Nadie fue capaz de cuestionárselo. Todo el mundo lo entiende y lo asume sin darle ninguna importancia. Ser de aquí de toda la vida, como dicen, es fundamental para ser admirado y respetado. De adolescente fue amigote de Celestino Natio.
Celestino y el cónsul Ripi o Kuantión eran los apodos de Celestino Natio, según en qué lugar uno u otro. Cuando lo llamaban Ripi contestaba rígido; con Kuantión, relajado. Celestino era nieto de Dominic Domenech, cónsul en Mazarrón. La búsqueda de Celestino siempre fue la misma: quién soy y de dónde vengo. Acabó con la bola de cristal, tarot, naipes, rezos, bostezos y de bar en bar. Se delató con las trampas que aprendió con el sastre Ursino y el camarero Teri Alterio Camagrós, un bizco muy peligroso implicado en el asunto de los lanzallamas. Los lanzallamas que robaron en el cuartel de La Seu d’Urgell con Arum Ifdi, Spyro, Hajah is Drid Alí i Joan Vila. Alegaron que eran para negociar y vender en el mercado aragonés y recaudar fondos para la educación de niños transexuales del mundo. El cónsul pagó una fortuna y se archivó el caso.
Sin tantómetro «Cuando llegue a la esquina unos me criticarán y otros me matarán. Sólo ellas me salvarán y volveremos a ser libres». Siempre grababa esta frase de prueba de sonido cuando quería descubrir cualquier fallo o avería en la cinta. Nunca tuve un tantómetro, y claro, al temblar la cinta desconfiaba de mis palabras.
Escotes, trombones y cabezudos También, como Machado, digo que mi infancia son recuerdos del patio de mi casa, que era el más particular. ¡¡Bandido!! Cómo he deseado aquel patio tantas veces, que entre la luna y la nada surgía la luz y la alegría. Mis primeros recuerdos de asombro fueron los gigantes y cabezudos, los trombones de las orquestas de baile, el manto de flores en el suelo de las calles en Corpus con olor a incienso y los primeros escotes de las maestras. Ahora, los gigantes y cabezudos, los trombones, las flores y los escotes aún me gustan más. Se dice que el ser humano al nacer, en media hora pierde el treinta por cien de sus cualidades. Uno de los más listos dijo: « Sólo sé que no se nada». A veces el ciclo nos pilla con la ola cruzada y nos despelleja el conocimiento. Volvemos a la limpieza y borrar y borrar para que nadie se ofenda, boca con labios cosidos. Cuando Tom Waits dice: « Me asusta caer en una alcantarilla y encontrarme abajo con 500 músicos en paro que van a tocarme La chica de Ipanema hasta matarme», me preocupa que alguien se enfade y no se parta de risa. No me explico el milagro de hasta dónde hemos llegado. El futuro de la humanidad es imprevisible.
Gaudí y las herraduras Baldomero Castro Ferrer y Amadeo Masoliver Rec tenían la mejor fragua que había en Tortosa. El abuelo de Amadeo empezó el oficio del arte del martillo en Reus, en su taller doblaron hierro a toneladas para su amigo Antoni Gaudí. Amadeo Rec y Gaudí eran amigos de la infancia y mantuvieron secretos de oficio, amistad y mutua admiración hasta la muerte del arquitecto. Luego, las familias casi se matan por las declaraciones de Amadeo, ya viejo y senil, diciendo que toda la obra de Gaudí la había diseñado él. El fragüero y el arquitecto tenían temperamentos distintos, casi opuestos, uno era extrovertido, bebedor y mujeriego, y el otro serio y triste como un monje asustado. Magia y explosión producía aquel taller los días que aparecía Pepita Aiguada. Se les iba la mano con el vermut a los dos y empezaba el gran ritual. Pepita había trabajado siempre en los arrozales de la zona y se dice que tanta humedad y la picadura de un cangrejo americano la dejó con un furor uterino hasta su muerte. Siempre empezaban igual. Primero, Amadeo, blasfemando, decía: «lo renec es l’art de la paraula», Gaudi rezaba el rosario con los ojos en
blanco , ella, chorreando de gusto, gritaba «a veure qui pica més fort» y les echaba cubos de vermut por la cabeza y empezaban los dos a martillazos sobre el hierro al rojo vivo. El resultado fueron las barandas de la casa Milà (la Pedrera). Amadeo nieto y su amigo Baldomero no tuvieron tanta fortuna en los encargos de su taller y durante años se dedicaron a fabricar herraduras para vender a turistas extranjeros en Torredembarra. Actualmente están empezando a construir herraduras para mascotas en general, las de chihuahua son muy graciosas y las venden como rosquillas. La herradura siempre trae suerte y se las quitan de las manos.
Sidi Ifni En Sidi Ifni aún recuerdan la que se lió con los miembros de la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios durante las fiestas de Viva la Muerte, viaje de celebración de los cuarenta años de servicio de los soldados Blasco Buitrago, Herminio Pozo, Pedro Flores, Miguel Runa, Taro Blancafort y Espelio Rosso, últimos supervivientes de la expedición del 68. Recordaban cuando rastreando la zona se perdieron tres años en un espejismo. Esto es lo que se dijo. Fueron liberados por las fuerzas marroquíes. La fiesta del primer día se fue dilatando como un chicle, empezaron con la caja de cartón llena de humo de quif i terminaron a tiros. Si cuando llega la Navidad las familias no se esmeran en las bolas de cristal y el amor, es imposible remediar los actos y costumbres de los desamparados. Sólo la buena voluntad, sin riqueza, nos salvará.
El campanario de Joaquim Navarrete El miedo es el peor consejero y compañero de viaje del ser humano. El miedo es el padre de la angustia y ella la madre del delirio. Joaquim Navarrete Rovirosa siempre iba cogido de una mano del miedo y de la otra la angustia, sin perder de vista los pasos del delirio. Antes de dejarlo todo, su única actividad era fumar y leer la prensa. Su padre le habló de la concupiscencia y su madre de nada. Poco a poco fue dejando la vida pasar como si una marioneta con las manos abiertas escupiese confeti i serrín suave. No se puede rezar y lavarle los calzones al ministro de la Iglesia y no confesar antes o después. La traición a uno mismo rompe el silencio del campanario y se oye bom. Cuando notó su miembro latir en otro cuerpo lo vivió como el temblor del diablo. La última temporada vive fuera de tentación y sólo duerme. A veces habla con su tío franquista. Poco a poco piensa como desaparecer con calma y sin temor ni angustia ni delirio.
Perico Dragón y el gato al ajillo
«Si unos no te dejan aullar y los otros rezar, vayamos al mar...» y tonterías así decía Perico Dragón el Cienpiés, como lo llamaba todo el mundo. Decía que había visto lobos y serpientes, y diciéndoles « ¡¡Quieto!! ¡¡Austbruf!!... ¡Naumng! ¡Ring! ¡¡Liechdictims duim!!...» los animalitos quedaban disecados en el acto. La taxidermia siempre fue su gran pasión y sabía cocinar los gatos como nadie. Decía: «Coges al animal, piel y tripas fuera, lo cuelgas una noche al raso y a la cazuela». Cuando a los doce años entró a engrasar máquinas en la Textil, el contramaestre le dijo: «tú, que ets espabilat, en quatre díes parles com nosaltres». No supo entender la buena fe de aquel hombre y pensó: «Por mis huevos, no voy a hablar una palabra en catalán en mi vida». Y lo va contando por ahí, con orgullo: «¡Nunca he hablado una palabra! Y he nacido en la Cerdaña, que conste». Actualmente vive como un rey cocinando gato al ajillo para familiares y amigos. Los va convenciendo poco a poco de las propiedades afrodisíacas del felino. Les dice: «En el mar la ostra y aquí el gato». Y no para.
Torreblascopedro El alcalde Justo Verón Itaque… Itaque era dudoso pues su madre no era de fiar, era asiduo a las fiestas bukake que organizaba Tin Martinic, el guardaespaldas del gobernador civil. En el hotel Ría Gallega ponían música de Barry White y Rumba Tres al final; en pocos días Justo se fue forjando la reputación del más virtuoso bailando desnudo hasta las tantas. Empezó a tener problemas con la justicia en las Fiestas y Jolgorios del Aceite en Torreblascopedro. Cuando en la feria vio los nuevos métodos tecnológicos del vareo en la recogida de la oliva, con todo el pueblo en ebullición, bailando y cantando extasiados «Andaluces de Jaén…» él, que venía de una celebración nocturna hilarante, reventó en insultos y pedradas en todas direcciones. Al día siguiente del bochorno reconoció y dijo en público: «¡¡¡Más vale prevenir que curar!!!» Detalló improvisando que al decir esta frase ocho veces seguidas y nada más, dejaba bien claro que cuando decía curar ya sabía él a lo que se refería… con sorna y malvada cara de ingenuidad.
También dijo: «¡¡Tanta sotana por la mañana!!.. ¡¡Que curen en Roma y que nos dejen freír los huevos como siempre!!» Y cosas así. La gente estaba confusa, la mayoría se santiguó, escupió en el suelo y votaron con resignación, y claro, Justo salió escogido para gobernar cuatro años más. En el hotel Ría Gallega lo celebran ilusionados a diario.
Santiago Piedra Filippo Cáuspedi Reinosa era primo segundo de los hermanos Madariaga, amigos de la infancia. Estos vivían enfrente de los Piedra. El padre Piedra siempre fue fiel al significado de su apellido, duro e insensible, un caso más constatado en los análisis de que a menudo la personalidad obedece a los nombres propios, motes, apellidos o seudónimos. Los tres hermanos Piedra eran buena gente. El mediano era Santiago, que fue amigo mío de los nueve a los doce, era una de las personas con las inclinaciones más extravagantes que he conocido en la vida. Un verano que Filippo fue de vacaciones a casa de sus primos, hizo amistad con él. En una semana le enseñó a comer gorriones vivos recién nacidos, coleccionar colillas y beber el orín de cualquiera con el mismo placer que un bebé toma su biberón. Santiago casi a diario recibía una paliza de su padre, por costumbre o para romper el aburrimiento. Llegó un momento que cuando el padre se olvidaba, él le llevaba el cinturón y le decía: «Atiza fuerte y dime algo bonito...» Y el padre, con emoción le decía: «¡Tienes una cabeza
que si tuviesen que hacerte un gorrito de goma los coches irían con muletas!» Y la percusión empezaba el concierto. Clas, clas, clas…Media hora y como nuevos los dos. Al día siguiente, a experimentar con su amigo Filippo nuevas experiencias y hasta hoy. La cosa fue en aumento con el paso de los años. Más no puedo ni me atrevo a contar. De los Piedra, la hermana era invisible, el hermano mayor artista. Su padre siempre lo respetó. Lo miraba con una mezcla entre cariño, celos y resentimiento. Tuvo una vida normal, cantaba, aficionado al country y pintaba paisajes y flores al óleo con mucho arte. De mayor también pintó escenarios para teatros y cabarets. De vez en cuando toca la guitarra en el metro.
Amarín Amaro Cerezo Teruel, llamado por todos Amarín, fue entrenador durante siete temporadas del equipo infantil del Martinenc F.C. Su afición viene de joven, su abuelo lo cogía por la oreja y al campo cada domingo. En casa, su padre amasaba el pan como nadie y él lo aprendió con alegría y destreza. Su madre estaba dotada con las visiones del más allá, los espíritus, las vírgenes camufladas y oía las voces y lamentos de los muertos como nadie. Cuando tocaba freír torrijas de Santa Teresa era una verdadera maestra. Cuando salió a la luz el escándalo de los niños, portero, defensa central y extremo izquierdo, todos los miembros de la junta directiva se querían morir. Los padres de los muchachos fueron con la idea de matarlos a todos. Al final, entre una gran tensión, pactaron para que les entregaran al entrenador y vengarse a sus anchas. El pobre Amarín no pudo dar ninguna explicación con las prisas y el alboroto. Lo amordazaron y se lo llevaron a las cuadras de los caballos del gitano Chacho. «El hombre más peligroso del Mare Nostrum», decían de él con orgullo y temor sus colegas. Lo que pasó aquella noche en la cuadra con el semental Furia, el gitano y los padres de los muchachos gritando y bebiendo coñac con el pobre entrenador no lo sabrá nadie. Al amanecer lo dejaron medio muerto en la puerta del Hospital del Mar. El informe médico que se redactó decía: «Paciente con graves heridas de monstruosa sodomía producidas, según él, al final de la gran fiesta celebrada en la sala de fiestas Marabú. Explicó que bailando la conga en grupo, la gran cola se fue animando y el bailarín que iba cogido a sus hombros tropezó por detrás y se originó el caos y el accidente». En las analíticas no entendían los médicos como se había contagiado con la gota serena de jaca, típica enfermedad hispano-ecuestre que nunca se había detectado en ningún humano. Al año y medio ya empezaba a andar por sí solo. Era asiduo a todas horas de los servicios públicos de la estación Clot-Aragón. Actualmente vive en la residencia de ancianos Últimos Suspiros del Arcángel Llucmajor, donde ofrece masajes de recuperación a los internos. Todos hablan maravillas de él y sus cualidades curativas. Los días de Navidad fríe torrijas de Santa Teresa y pestiños y sale a bailar la conga con los que aún pueden mantenerse en pie. Amarín es feliz, respetado y querido por toda la residencia.
La torre y el alba Los hermanos Torralba son dos, Jaime y Ramón. Uno es la torre y el otro el alba. Cuando se hablaba entre amigos de la curiosidad de este apellido, que definía con exactitud el nombre con la personalidad de los hijos de Alfonsí Torralba y Ángeles Figueroa, se creaba un gran clima de incertidumbre. De los hijos se dice que uno es terrenal, práctico y sereno como un Land Rover y el otro está en las nubes, sólo vive de la poesía japonesa, Bach y algo de Turner. El más listo de la mesa dijo: «¡¡Esto es como las mascotas, que cada vez se parecen más a sus dueños!!» «Los apellidos crean confusión e inestabilidad en estos análisis», dijo el padre mirando de reojo a Ramón. La madre empezó con el pedigrí y las teorías de las constelaciones familiares, todos se fundieron en un abrazo y se fueron a dormir muy confusos, intranquilos y desorientados.
El alma y las tiendas de lámparas Cuando el curso natural de la vida tropieza con la gran piedra de la desgracia y la injusticia, desvía su cauce y se desborda arrasando sin ningún miramiento ni consideración. La bailaora Sandunga, el cantaor Siroco y el guitarrista Sánchez Fuensanta decidieron de la noche a la mañana aplastar la brújula del destino y salirse del camino, para pisar campo a través la espesura de un itinerario excitante y peligroso. En seis meses se apoderaron de los sueños de sus amigos, entraron en todas las tiendas de lámparas que fueron encontrando a su paso y a bastonazos organizaron la gran batida. Ahora tan sólo cabe esperar con resignación que el juez vea en los hechos el gran espíritu artístico y dicte sentencia con alma, sensibilidad y benevolencia. Alma y sólo el alma nos engrandecerá a todos.
Cuando la apreciación, análisis y conclusión balancean hacia un lado, la duda se diluye entre sirenas de papel y suspiros bajo el agua. Las angustias y los lamentos son para los que siempre han llevado la venda en sus ojos y nunca han abierto los brazos de par en par para sopesar nada. El alma no tiene dimensión y se expande como la onda que produce la piedra más pequeña del universo cuando cae en un lago y su vibración va hasta la otra orilla en perfecta armonía, no hay nada que sea capaz de pararla.
Lambert & Vilamauro Dan Lambert Botino, aficionado al cine contemporáneo experimental, videocreación coreana y música folk de mandolina y ukelele, estuvo veinticinco años dando conferencias en su pueblo y bibliotecas de la comarca sobre el guión de su primera película. Film que nunca se empezó a rodar. Su amigo Enric Vilamauro, el artista conceptual más incomprensible de su aldea al principio, después de Catalunya y hoy día del planeta, lo acompañó en las charlas de los últimos diez años. Juntos finalizaron los dos folios del guión y habían acordado que Enric sería el único actor. Los expertos decían que el gran problema no estaba en la suma sino en la resta, que se producía al encontrarse los dos genios cara a cara. Cada uno estaba dotado con la técnica del no hacer nada, pensar lo mínimo y respirar lo justo para no agotarse. Nunca se había conocido antes a ningún ser humano con tanto virtuosismo en vaguedad. Los pobres, en la última conferencia, miraron fijos al frente, dijeron «hola», se relajaron con una larguísima pausa, bebieron un sorbo de agua. El esfuerzo del trago los mareó y murieron abrazados. Se los recuerda en la zona como los artistas más extraños y minimalistas del siglo.
Doña Merceditas y Jerónimo La residencia de doña María de las Mercedes Benivinci Figueroa de Rabassada, situada en el centro de la villa de Carotítulo, tiene unos jardines coloristas y pintorescos muy agradables para la contemplación y la calma. En este vergel trabaja Jerónimo Mula Becerra. Se dice que desciende de apaches y onubenses. Un antepasado andaluz fue a las Américas en busca de fortuna y regresó pobre, enfermo y con hijos de piel roja. Jerónimo llegó a tierras catalanas siendo un niño y con los años ha aprendido el nuevo idioma sin problemas, aunque su acento es una graciosa mezcla sonora muy confusa. Es decir, habla mitad catalán, cuarta parte sureña y el resto inventado. Improvisa frases que nadie entiende pero con gestos y muecas facilita la comprensión. La relación entre doña María de las Mercedes y Jerónimo es de un gran respeto mutuo, simpatía y a menudo intercambio de obsequios y regalos. La señora es aficionada a la pintura al óleo. Pinta paisajes con gran dedicación y constancia. Todos los rincones de su jardín y los estanques con nenúfares son su gran pasión. En fechas señaladas, sábado de Gloria, domingo de Resurrección o vísperas de Navidad, tiene por costumbre regalar a Jerónimo una de sus últimas obras. La primera vez, el jardinero quedó tan sorprendido y desorientado que cantó una saeta como agradecimiento. El hombre, para corresponder, trae cada semana ocho docenas de huevos de su gallinero. La señora ya no tiene espacio donde ponerlos y se van quedando por toda la casa. Siempre le dice con simpatía: «Si entrase ahora mi admirado Salvador Dalí y viese tanto huevo junto, seguro que de la emoción escribiría un poema».
JazzCava Después de un concierto de jazz, Valentí Grou, el promotor, al acabar la fiesta se durmió. En temporada baja el tarrasense intenta tocar la trompeta y asiste a unas clases. Tocó el cornetín en el cuartel del Bruch, pero esto es otra cosa. Con una semana de práctica con su amigo Joan María Ferrás tiene cuerda para el resto del año. Los dos viajan en verano a la sierra de Cazorla, donde su amigo, el pastor Remigio Salteiro, tiene una barraca para protegerse de la lluvia y descansar. Ahí han pasado largas noches bebiendo y hablando de jazz. Ferrás tiene una gran colección de boquillas de trompeta, algunos dicen que más de doscientas, las más viejas, ya en desuso, son las que siempre van con él a todas partes. Con el tiempo y disciplina el trompetista ya es un virtuoso con las boquillas. Las utiliza de reclamo para algunos pájaros y puede tocar lo que sea. La noche más mágica fue la que vieron entrar por el portón a Ornette Coleman y Pat Metheny desencajados, temblando y chorreando por el temporal que había. Se arreglaron y cenaron. Remigio, Valentí, Joan Maria, Ornette y Pat pasaron rápido a la discusión del swing, las morcillas de Burgos y las mujeres ucranianas. Pat no entendía ni una palabra, sólo sonreía, Ornette que chapurreaba el italiano y el rumano tampoco se aclaraba. Pero la
sintonía que se creó allí aquella noche no lo sabrá ni creerá nadie. Cuando se fue la luz, encendieron ocho velas, Pat cogió la balalaika del sobrino de Remigio y tocó con maestría el pasodoble Paquito el chocolatero a ritmo de samba. De repente, la señora Blanquet, alcahueta de toda la vida, despertó a Valentí. Él, sudoroso, dijo:«¡¡ Que sueño que he tenido!!» «Valentí -dijo ella- tienes fiebre, hazte una analítica completa, por favor.»
Escaparates Cuando pienso en los escaparates no sé qué decir. Escaparate es una palabra casi maliciosa y con cierta trampa. Los venezolanos y cubanos llaman escaparate a una especie de armario que hay para guardar el paraguas o el abrigo. Tampoco se entiende que en estos países, que ni usan paraguas y no llevan abrigos, tengan estos muebles. Cipriano Murcia, un artesano delicado y sensible en interiorismo, que lo aprendió casi todo en Milán en la New Italian Space Hans and Kiss, consiguió el primer empleo para hacer prácticas en las paradas de venta ambulante de Isaac el Turco. Colgar y presentar ropa interior de señoras tallas XXX. Fueron años de prosperidad y no tardó el turco en inaugurar la primera tienda con el nombre Go Man. Cipriano se hizo cargo del escaparate, fue un éxito y en poco tiempo montaron un imperio. En los momentos de « el azahar me persigue y el mundo está a mis pies » pasaron de la furgoneta al yate en un suspiro, de los garbanzos con tocino al caviar iraní y a comer las mejores ostras con duchas de Dom Pérignon a todas horas.
Todo iba sobre ruedas hasta el primer desacuerdo. El turco, su mujer y Cipriano no veían la manera de cómo colocar un par de zapatos en una estantería de la última tienda inaugurada en Helsinki. El calzado juvenil trajo la desgracia y el declive de aquella relación. Cipriano lo vivió como la peor clase de natación sin agua de su vida. Dejó de inmediato el imperio, vendió sus bienes y hoy vive con tranquilidad en la huerta murciana rodeado de limoneros. Siempre va descalzo.
Nuevos Artistas Abstractos Europeos Arnauldo Migueli, Miguelín, es un conocido pintor abstracto. «¡Sólo funcionan los extremos, no existe el centro, este concepto es una trampa!» dice, y cosas así, cada día por las tardes en las tertulias del club de los Marqueses Jubilados de Argentón. En música se nutre de Savall y marchas militares, en verano es asiduo a todos sus conciertos, en invierno dice que mejor Messiaen, Penderecki y toda la música contemporánea que sea. A Miguelín le gusta berrear que Franco y la Santa Iglesia Católica han sido la bendición de nuestra tierra. Dice que las mujeres tienen que como mínimo saber cocinar bien y ser groseras cuando se requiere a puerta cerrada. Si puede ser, que no opinen de nada y menos de lo que no saben, y tonterías así todo el día. Dice que Freud es un fraude. La ginebra es nuestra única salvación, los gin tonics son más baratos que el psicoanalista y mucho más efectivos. Le gusta boxear en sus ratos libres y tiene siempre a su disposición al gran eunuco y perverso diletante crítico de arte mataronés Paulino el Cap Gros, que siempre dice maravillas de él. Paulino es un pobre infeliz que habla, habla y habla de arte o de lo que sea. Está sordo como una sorda y habla siempre en voz alta escupiendo saliva. Paulino el Cap Gros perdió casi toda la audición al conocer a Bob Sinclair, compositor, productor y Dj francés. Fue invitado para dar una conferencia de arte sonoro en Nantes en la celebración liberal de AAE. Artistas Abstractos Europeos. Por la noche se organizó una rave y experimentó con efectos de sonido Boum Boung Buum que Bob inauguró, se saltaron todas las reglas francesas, algunos de los que estaban ya no distinguen si llegan los bomberos o el panadero. Había mucha juventud desenfrenada, y claro, Paulino se descontroló y acabó en la cárcel por escándalo público. Bob, en el juicio siempre repetía la misma frase: «La impresión que tuve a media mañana de inseguridad e incertidumbre cuando preparé la música que iba a pinchar por la noche fue muy ingrata y dolorosa, con una angustia inhumana». Con esta sensible declaración fue exculpado de todo cargo y el juez le ofreció una oportunidad para pinchar y dar lo mejor de sí en la fiesta de cumpleaños de su hija. Paulino el Cap Gros, Bob y Arbusto Sagliocco ya están preparando los eventos en la residencia ibicenca del juez para la próxima temporada.
Jordín Brut La fetidez y pestilencia que desprendía Jordín Brut Zorrillo estaba en boca de todos, provocaba en lugares cerrados con poca ventilación náuseas, vómitos y mareos. Vivía siempre en el monte y dos veces al año aparecía por casa de su hermana para quitarse la roña, comer en la mesa, beber del porrón y tomar licor hasta que lo echaba a gritos. Con los años fue perdiendo la dentadura hasta quedar como una gallina, pero él alardeaba de triturar con las encías avellanas, turrón de alicante y raíces de toda clase como un molino. De niño, su madre le enseñó caligrafía y muy pronto despuntó en la escuela como el mejor rotulando títulos en la pizarra. Su padre, al ver el don que tenía, dijo: «¡Este será bueno con los pinceles!», y a los doce años ya estaba dándole a la brocha gorda. Aprendió el oficio con soltura y mezclaba los colores con mucha gracia. Todo cambió cuando una tarde que estaba pintando dentro de un armario un disolvente en mal estado le nubló el conocimiento. Salió tambaleándose y dijo: «He recibido un encargo
de la abadía de Montserrat para restaurar todas las obras de arte». De ahí al bosque en tres días. Dice que una noche de tormenta se le apareció el diablo e hicieron amistad. También cuenta que al pasar los romanos por la vía Trajana, el emperador al mando lo nombró vigilante de aquellos montes. Con el paso del tiempo se ha convertido en un gran buscador de setas, conoce todos los rincones, todas las variedades, y en temporada buena, a partir de octubre, trae cestos para los conocidos. Siempre cobra lo mismo, tanto le da que haya tres champiñones como que esté lleno a rebosar de excelentes variedades. Dice: «Dame 20€». Y nadie protesta. Lo invitan a cenar, les habla de los espíritus y todos contentos.
El bolero de David Josep María Diumaró, no aseguro que sea su verdadero nombre, es un colega con el que llevamos años hablando de todo y nunca he sabido a qué se dedica ni qué hace, aunque siempre hace lo mismo. De adolescente la gente lo confundía con David Cassidy y le cambiaron el nombre para siempre. En un cumpleaños que quedaron cuatro y el gato le dijeron en un estado de lluvia púrpura: «Nosotros te llamaremos David y seguiremos tus pasos». En aquellos tiempos que se salió en estampida de los cuarteles de Franco, las comunas, LSD y todo lo que había para llevarte al infierno era para ellos la luz que iluminaba el espíritu y besaba entre la piel y la ropa, por decir algo de lo que decían. David se salió de la carretera y perdió una oreja. En aquel tiempo el cartílago no afectó a sus múltiples actividades, tenía un movimiento en los bolsillos que sonaba clinc quiticlinc por herencias y el asunto era de paz.
Siempre quiso el escenario y cuando vio la entrada se enredó y nunca más supo cómo salir. Su habitual y desorientada dedicación al diseño, agricultura, botánica, cerrajería, construcción, gastronomía, escultura, meditación y gritos de desahogo al amanecer cambió a la llegada de Tarkuin, el gran holandés, su vida dio un giro inesperado. Era un guitarrista que venía de Amsterdam, hablaba inglés, tomaba de todo y aquí esto pesaba mucho. Los punks y los hippies de la zona se abrazaron para siempre formando grupos de música indefinible. En una tarde de ensayo se coló de repente Satanás con unos delincuentes de Torelló que entraron a robarles los instrumentos, atarlos, amordazarlos y dejarlos tirados y desnudos en el suelo. Tardaron dos días en recuperar el aliento y la normalidad para poder salir a la calle a pedir ayuda y denunciar la desgracia. Ahora David compone boleros de estas historias para triunfar en La Habana en la Bodeguita del Medio. Me invita cada año. Cualquier día voy.
Miguelón Vírgula Alfredo Garabato y Rosario Fuentes se veían en secreto para que sus padres no se avergonzaran. El padre de él era el dueño de una empresa y ella no tenía ni padres y era secretaria. Aquella relación era como ocho palomas blancas en reposo hasta que Rosario confesó que llevaba años viviendo la peor de las torturas al ser «capturada» por Miguelón Vírgula, el gerente de su empresa. La perversidad fue aumentando el nivel hasta un apestoso lodillo por encima del labio de arriba que casi la mata. Miguelón era único hijo del maestro fascista que enseñó en la zona a tres generaciones o más y era intocable, también era sobrino de un alcalde que ejerció durante media vida. Miguelón venía de una familia seria y de honor. Alfredo quería matar a Miguelón y descuartizarlo. Su padre le paró los pies y le dijo: «Por el bien de todos, vete muy lejos, nuestra dignidad y los negocios están en juego». Alfredo continúa desaparecido, nadie sabe dónde está. La pobre Rosario tuvo que aprender alemán e irse del país. Miguelón Vírgula fue el gran distribuidor del agua de la zona y ahora es respetado por todos, va a misa los domingos y siempre comulga sin confesión.
Antolín Espinosa Delacroix Los cuatro cabrones del apocalipsis es lo que decía que veía cada día por la mañana al salir de casa Antolín Espinosa Delacroix. Dice: «Los primeros son los más peligrosos», a media mañana se tranquiliza y así lleva toda la vida. Antolín viene de una estirpe curiosa, alrededor de 1088 fueron saliendo a garrotazos las siete primeras familias con destino a Europa. El primer antisemitismo fue cruel e inhumano. Sus antepasados llegaron a Francia por casualidad. Los primeros descendientes acertaron a la primera en la construcción y venta de retretes personales para todas las mujeres de la corte. Incluso se dice que un pariente cercano inventó un perfume para disimular la porquería de las aguas mayores, que en fiestas era corriente, y triunfó para siempre. En la familia se iba cultivando cada vez más un ambiente de intranquilidad con el «vámonos rápido que nos cortan el cuello». La desconfianza y el resentimiento fueron cuajando en generaciones y aumentando hasta el gran caos del colectivo. A través de los años se acentuó el fenómeno. Si una generación era conservadora, seria y gris, de confesión diaria y flagelación semanal, los siguientes eran libertarios, pintores, filósofos y artistas de carraca, hoy día casi hippies trasnochados. Con los años, todos ellos han seguido el ritmo y el péndulo de la naturaleza, y quien los conoce saben que están locos, pero es bueno mantener una relación cordial; con los nietos, la esperanza está a la puerta de la esquina.
Cuca La gente que vive un poco más allá conoce a Cuca. Las bajas son bajas, pero si alguien decide a la brava su baja, el todopoderoso dice: «Os tendréis que alzar para convencerme». Esto es lo que dijo Cuca que le dijeron en el primer tribunal médico y que ella, optimista y aún en paz con su vida, decidió llevar los papeles a la Mutua de Previsión para Indigentes, es decir al centro que le mandó su amigo íntimo Paco, el hijastro del juez de paz para que mostrara su problema. «Dígame que le pasa», dijo la enfermera. «Pues mire usted, no me acuerdo de nada». «Vaya, otra», dijo anotando nada de nada. Para sacársela de encima le soltó: «¡Dicen que es cuestión de paciencia y que las nuevas políticas serán hipersensibles a la realidad y comprenderán desde balsas, brotes, jalapeños y pañuelos rojos hasta alambres de cualquier tipo. En cuatro días hecho! No se preocupe de nada. Váyase tranquila». Y así desde hace años.
El rally de Montecarlo Todo empezó en Montecarlo el día anterior al Grand Prix 88. Francisco Palmerón era un gran aficionado a los motores y tenía adicción al olor de gasolina quemada. Su preferencia eran los rallies comarcales donde los coches más viejos soltaban el aliento del diablo por los tubos de escape. Francisco siempre quiso ser piloto de cualquier cosa, pero ser piloto. Fumaba mucho, bebía cerveza y tenía una cabeza muy grande, mucho más de lo normal. «Nunca podré ser piloto porque no hay cascos para mi cabeza, y las normas son así». Lo tomó con normalidad y resignación. En Mónaco, la noche anterior a la competición, Francisco y su amigo Juan, bizco, sordo y adicto al humo de los motores, que llevaba una barba blanca hasta los pies, decidieron apostar algo en el Gran Casino. Les salió bien. La suerte del principiante desplegó sus alas. Entraron despistados, jugaron a la ruleta y salieron para comprar un Ferrari. Tanto capital en tsunami los llevó a la dimensión desconocida e imposible de gestionar en una noche tan nebulosa.
Fueron a celebrarlo por todo lo alto, los engañaron en todas partes como pardillos, y el resto del dinero lo invirtieron en un Triumph que estaba en un garaje para oír el ronquido del motor y asfixiarse con sus gases. La madre de Francisco decía: «No me extraña, tanta cabeza, cabezón».
Los Chichos en Marabú Cuando era aprendiz de músico fui a tocar la batería con una orquesta a una sala de fiestas en pleno auge: ¡Marabú!, que en los años ochenta era un bombazo. Tenían una programación de lujo y cada mes actuaban estrellas de la actualidad. Emilio González Gabarre, Julio González Gabarre y Juan Antonio Jiménez Muñoz (Jero) del grupo Los Chichos, estaban en mi camerino. Le pregunté a Emilio: «¿Cómo os va?» Y me dice: «22 millones de copias vendidas, 12 casetes de platino, 16 discos de oro i quince discos de platino». Julio se descalzó y noté sus pies en mi nariz, tres dedos asomando cabeza fuera del calcetín. Sonriendo suave y orientalizado dijo: «¿Un cubatiya?» Al salir del baño, Jero me dijo con los
ojos brillantes y nublosos, con voz ronca: «Tú te llamas como yo y tienes que andarte con cuidado si quieres mi buenaventura o la maldición». Yo no supe que decir, me abracé a él y suspiré. Los gitanos pueden crearte una ilusión o desengaño en cualquier momento. Miré sus ojos tristes y cansados y desapareció. Cantaron y triunfaron. El de en medio de Los Chichos se despidió de mí y se fue para siempre.
Ironhead A Angelito Mezquita lo llamaban Ironhead. De muy joven él ya sabía que tenía esta cualidad. Cabezahierro en inglés sonaba bien y todos decidieron llamarlo así porque se estaban modernizando en las discotecas en vestuario e idiomas. A todos demostró sus cualidades, decía: «Con la frente reviento lo que haga falta». Todos lo vieron cuando, en plena feria, salió de entre la gente, se acercó al asno de exhibición y le dio un cabezazo en la frente que el pobre animal no entendió, y entre el aturdimiento y el asombro de la incertidumbre bramó con un sonido abierto, sin sordina, de grave a agudo con ronquido camuflado con estrategia para la emoción y su protección. Cualquier ser en momentos de apuro sólo desea la madre o un escudo y gritar, gritar para expresar el dolor y el miedo que produce cualquier cabezón como Angelito.
Las cuatro erres y las quince letras En el mismo centro de la plaza de Catalunya las palomas revolotean nerviosas a la salida del sol esperando ansiosas el desayuno. Rómulo Esclusa Barbot, Remigio Encina Maroto, Ramón Bru Captirranosa y Raúl Tomillo de la Vega eran viejos amigos militares en la reserva que llevaban ya mucho tiempo compartiendo vicios y devociones. Se reunían en los salones Recreativos Estanislao Prat, hoy día Bar Núria, en las Ramblas. Al fondo en el rincón había una puerta y encima unas letras doradas que
daban solemnidad al entrar: Salón de lectura Las Quince Letras. En Navidad colgaban quince bolas brillantes, una en cada letra. A Rómulo, Remigio, Ramón y Raúl los llamaban con ironía y mala intención «las cuatro erres». Excepto Raúl, los tres restantes pasaron toda su vida castrense festejando la victoria en regimientos y campamentos de un mundo gris y caqui. Raúl se desmarcó pronto en ocios rentables como cabarets y estancos. Al cabestro y furcio coronel Raúl Tomillo no se lo podía contradecir.
«¡Los viernes café y lujo!», decía, y todos firmes. Hubo una etapa en que algunos destinos pasaban revista previa para asegurar el personal. Decía el coronel que examinar para la patria hijos, parientes, conocidos y algún extraño era un honor. Pasaron por el molino unos cuantos. Nadie nunca lo agredió. Decía: «Os voy a destinar cerca, ¿qué más queréis?». Que hay que esperar de la espera es lo que me pregunto en los momentos que pienso en la palabra desesperado.
A los nerviosos los intentaba calmar con el miedo, pobres. ¿Hay que volver a la tierra antes de que oscurezca? Cuando la decisión para escoger entre pito pito colorito, manos mágicas o lavajes sal se diluía entre clamores y signos confusos y de desaprobación sin más, hacían el gran sorteo acordado. Cuando los infantes aceptaron el destino a cambio de todo y no ver ni ser nada se les perdió una parte del alma y toda la dignidad. Y ellos siempre lo han sabido.
El afilador El afilador arregla cuchillos, saca brillo a las navajas y aprieta tijeras para cortar mejor. Pasa por casa a las doce y avisa siempre al vecindario con una orquesta de flautas pegada a la boca. El afilador arriesga sus dedos y utiliza los labios y los pies a la vez. No se distrae nunca y me mira de reojo por el retrovisor. El afilador descansa entre tangos y fandangos y calma su sed bebiendo licor café. Sueña que va por caminos enterrando las navajas, tijeras y cuchillos sin nada que reparar, sueña con ser poeta, bailarín, malabarista o mago en un cabaret. El afilador arregla cuchillos, aprieta las tijeras y saca brillo a su navaja para afeitarse mejor.
Las familias de Olistrie Caputxa y Lendrino Boji Juan de Valdés Leal y Gutiérrez Solana eran el tipo de pintores que gustaban a Olistrie Caputxa y a Lendrino Boji. A veces decidían a cara o cruz tenderse entre los raíles y que el tren de cercanías pasase por encima. Eran unos magníficos pintores sin ningún reconocimiento, cosa que para continuar trabajando con ilusión hacen falta no bemoles, sino sostenidos. Olistrie optó por ser Gutiérrez Solana y Lendrino Juan de Valdés. Este pacto fue fundamental para las buenas relaciones artísticas y familiares. Olistrie y Lendrino cada seis meses desaparecían del mapa una semana. Uno decía que sus auspicios lo llevaban a la meditación y la introspección y el otro se iba de fiesta flamenca. Cuando mandaban los guardias toparon con varios deslices en los días de regreso. La higiene fue fundamental para Lendrino, que casi le alcanza el declive cuando saliendo del tablao le vino la prisa y se cagó al pie de una palmera limpiando su canal con las colillas que encontró a su alrededor. Cuando le dio el alto la autoridad, el olor a fino y manzanilla lo delataron, pero no fue el hedor de sus calzoncillos, pues los tiró después de la evacuación a una papelera, la prudencia y la higiene son el paraguas para el granizo y la incomprensión del desconocido. De vuelta al ruedo decidieron ir cada
uno por su lado, eso sí, en Navidad y alguna fiesta de verano se veían. Cuando en la última verbena Olistrie le dijo a Lendrino: «Creo que el barroco de Juan de Valdés me emociona cada vez más» y Lendrino le contestó que estaba prendado con la modernidad de Gutiérrez Solana, continuaron el gran titubeo diletante y enternecedor hasta el fin de sus días. Sus hijos son una maravilla humana, como manzanas limpias y sanas y van en buen carril. La esperanza del ser o no ser, la voluntad curativa, es decir, si en la caja de fruta hay una sana y cuatro podridas ser capaz de sanar a las otras cuatro por amor y sobre todo ver la vida con la emoción de los primeros pasos. La confluencia del amor y la buena voluntad pueden soplar un aroma con caricia de pluma de avestruz y dar serenidad y aplomo a los momentos conciencia para ver un gran arcoíris.
Arcoíris Arcoíris es alguien al que yo apodo por ser discreto y no comprometer. Lleva troceando la vida y aplastando la yema de sus dedos en todos los instrumentos inventados que vibren sus bordones desde hace años feliz y resignado. Sólo puedo arrodillarme ante tanta disciplina, voluntad, amor y orden. Quien nace sereno como la plomada del albañil y la tramontana se la pasa por el forro merece un monumento. Cada
uno tiene su arcoíris, hay quien no lo ve en la vida, pero lo tiene. El mío es tierno y áspero a la vez, pero lo quiero así, cuando voy a besarle la nuca casi no llego, pero de puntillas la beso. Cuando pienso que mi arcoíris me ve como lluvia para brillar me emociono. Cada uno tiene el suyo y cuando lo sabes hay que mimarlo y quererlo como a un niño. Quien no es agradecido es un mal nacido.
Solet y la farmacia La farmacia que tenía Dolors Tramp fue un gran negocio durante más de veinte años. Su marido, pelirrojo como una panocha, se dedicaba al ocio. Aficionado al jazz tocaba la guitarra intentando aprender swing como los maestros que él admiraba, tenía buen talante intelectual y era un gran conversador y melómano. Tuvieron un hijo, Solet le pusieron de nombre. Nació calvo, con barba dorada y nervioso como una lagartija. A los ocho años ya era un experto en preparar mezclas de tranquilizantes con calmantes y alucinógenos, a los trece preparó un combinado que dejó volando más de una semana a dos amigos que utilizó como cobayas. Su madre le intuía un don para químicas, veía que tenía grandes cualidades. Solet decía que quería ser como su padre pero sin estudiar guitarra, ir a su aire y como su madre, pero autodidacta en la investigación. «Quiero decidir cómo y cuándo emplear el tiempo de la vida sin tener rumbo fijo ni trazado con perspectiva de profundidad simétrica e inamovible…» Esto resonó en los oídos de los padres que lo encajaron con entendimiento y gran sensibilidad. Dijeron: «Solet, que lo que hagas en la vida te llene de satisfacción. Siempre estaremos contigo». El joven llegó a los veinte con una visión de la vida como una mosca, vuela rápido y abre los ojos 360 grados.
Enseguida triunfó en los mejores laboratorios que abastecían las parroquias de la zona, decidieron aplicar creatividad química a las sagradas hostias que comían cada semana los practicantes y algún hambriento. De momento todo va sobre ruedas. Solet continúa experimentando con toda libertad e ilusión y los padres siguen con un gran sentimiento de logro y satisfacción. Dice que experimenta con material para cegatos y sordos. Los cegatos, como acostumbramos a llamar sin respeto a los que ven poco, son casi siempre curiosos y se preocupan por tener instrumentos de ayuda como gafas, lupas y otros inventos. Los sordos son más despreocupados y esto pasa factura. El sordo se aleja del mundo con gran facilidad para entrar a primera hora en el globus magnus matinale y salir para cenar y a dormir. ¿Estamos en un país donde hay más sordos que cegatos? La mentira que no se oye nos da el fruto que hoy tenemos y la envidia alimenta todos los males y corroe las pocas virtudes. Qué amigos, qué personas, qué país, qué mundo. No hay peor sordo que el que no quiere oír.
La charca La charca salpica barro, qué guarro, agua limpia y sucia a la vez. Si se mira de frente el reflejo da miedo, pero el temor se va al toque con la mano abierta y ¡chaf! Como en arenas movedizas se desvanece la imagen de quien creíamos ver, y hoy la pantufla y el gallo que aún es capaz de cantar son el péndulo de una compensación «graciodida», es decir, graciosa y jodida a la vez. Ahí se ve cada uno bebiendo la arenisca de vete a saber quién, las babas y los restos, pero antes que se evapore la charca me salvará de la sed y el desamparo. Al gracioso diletante lo pierde el orgullo y esparce el lodo de una patada. Los murciélagos ya no saben dónde beber.
El escondite de las vírgenes Lubino Virgili Expósito ha sido rescatado bajo los escombros en muy mal estado al derrumbarse el escondite de las vírgenes. Alrededor de la abadía se habían mal construido ocho zulos como nidos de golondrina de gran tamaño para esconder a aquellas pobres criaturas, vírgenes en desuso. El prior Amansalva Travelón Revillita se hizo cargo de la investigación al ver el escándalo que le venía como un huracán. Escogió a Maribien Cournier y Betistia Douça, monjas asistentas para el rastreo y esconder porquería. Eran religiosas de clausura de sangre guerrera. Venían de los conventos Bofushca do roümo Bardeixa, de Madeira, y Talesmipoukos Doric, de Creta. Fueron expulsadas y desterradas de sus conventos por confundir al creador todopoderoso con una zanahoria y por tráfico de escobas
chinas. El padre Amansalva las acogió y adiestró para sus intereses y negocios. Les regaló unas gaitas para quietar, como les decía con una perturbada mirada de asno leonés. Cuando el prior Amansalva decidió confesar que Lubino era su hijo y quién y para qué eran las vírgenes, los cimborrios temblaban con Gregorio el gregoriano en primer plano dirigiendo el coro: ¡¡¡Las bestias amansan la música!!!, cantaban. Los chivos expiatorios y las falsas constelaciones son para que los fondos siempre estén inmaculados. El Cavall Bernat fue el escenario de los hechos. El prior tenía por costumbre subir a la cima la noche de San Lorenzo y sentarse a orar. Aquella noche la lluvia de estrellas lo cegó y las vírgenes que acudieron a calmarlo acabaron también medio locas. Todo fue místico y milagroso, sin contacto carnal. A los nueve meses nació Lubino. Se castigó la gran piedra pecadora y se archivó el caso. Lubino supo de la misa la mitad y con los años acabó siendo un gran compositor de habaneras.
Facundo Salomón, el afinador del Palau Facundo Salomón fue el mejor afinador de piano del Palau y un gran aficionado al contrafagot. Esto le amplió la percepción auditiva tonal de las bajas frecuencias. Siempre fue de los más hábiles fijando la nota exacta de los subgraves. Una verbena de Sant Joan fue invitado a casa de los Millet , el anfitrión salió al jardín en un estado de euforia y alabanzas a las sartenes grandes y los campos de golf pequeños. Nadie entendió nada. Iba arrastrando un saco lleno de explosivos, otro de avellanas y partituras del padre y el abuelo. Cuando se calentó, con los petardos se le fue la mano y se escaparon tres bombazos que fueron a estallar a un palmo de la cabeza de Facundo. El pobre se quedó sordo como una sorda para siempre. El patrón trató con gran sensibilidad el accidente y mantuvo a Facundo de afinador ocho años más hasta su jubilación. Le dijo: «Hijo mío, tú ya has visto tanto aquí que tan sólo mirando ya sabes si apretar o aflojar la cuerda». Y durante ocho años se tocaron 388 obras con el piano afinado a vista en perfecta armonía. La llegada del escocés Ron O’neal Mactremol con su tecnología digital generó grandes problemas de convivencia entre el conserje, las trompas y un oboe muy joven, las cuerdas bajas también se quejaron, los percusionistas no estaban en el momento de las consultas. Al final todos se iban haciendo la idea de que si los Reyes Magos traen calcetines i pañuelos no hay que preocuparse. Y se estrenó una obra de Mozart desconocida con gran éxito. Millet se quedó encerrado en su despacho probándose unos slips litrenón y varias corbatas de seda natural. Durante la semana siguiente no paró de recibir obsequios e invitaciones.
Rita y Mica en la albufera A Mikaela Malaventura la llamaban Mika. La contrataron a los quince años en un cabaret ambulante para vender entradas, tabaco, caramelos y animar el cotarro subida en un columpio floreado. Su afición al circo la llevó a practicar contorsiones y volteretas enseñando el ombligo que le dieron fama provincial. También aprendió a cantar los éxitos de temporada. Su voz siempre fue más bien de urraca griposa, pero lista como nadie para encandilar al más entendido. La urraca común tiene las estrías del encéfalo del mismo tamaño relativo que el de los chimpancés, orangutanes y humanos. Así la pájara pudo ascender con astucia a primera vedette en cuatro días. Cuando se inauguró el night club Malvarrosa en la playa valenciana, Mika ya era una gran estrella levantina y famosa empresaria. Su amiga de la infancia Rita Barberuso , dueña de alquerías y propietaria de toda el agua de Valencia, puso a su disposición ochenta policías para la seguridad y se encargó de la pirotecnia el día del estreno. Las noches de éxito y delirio en aquella sala fueron el inicio de una catástrofe social sin precedentes. Se levantó la alfombra y todos corrían para lidiar gusanos y culebras. Mika y Rita se arruinaron a la misma velocidad que engordaban sus nalgas y arrugaban el pellejo. Ahora Mika anda sola por casa en bata de boatiné, bebe chinchón por la mañana y practica el squirting con su amiga Rita. Ha olvidado la letra de todas las canciones. La vida y los recuerdos le han infectado el alma con el pus amargo de la ira, la envidia y los malos pensamientos. Algunas tardes sale a pasear sin rumbo por la albufera y anda despacio con el agua hasta la cintura. Por desconfianza espiritual lleva siempre en el cuello una carlanca de bisutería hindú.
Alambrillo Clavo Hubo un tiempo en que los zapateros hacían milagros. A Fausto Capelón lo apodaban Alambrillo Clavo porque tenía una pierna un palmo y medio más corta que la otra y fina como una antena. Era un grandísimo maestro zapatero remendón y casi escultor. Cuando hacía mucho frío, en los sesenta aterrizaban familias que ahora podrán recordar con suerte y esfuerzo que cuando las lentejas eran caviar y el pollo faisán para pocos, a los que no tenían nada se les helaban los pies en invierno al pisar la escarcha casi descalzos. En misa calentaban el alma, que no es poco, pero Alambrillo trabajó duro para quitar sabañones y alegrar el corazón de muchos. Fue capaz de conseguir tanto la sordina perfecta en los botos de bailaores flamencos para taconear tarimas resonantes como calzar a cualquier descalzo al mismo tiempo y con la misma ilusión. En los últimos años de vida se dedicó al diseño y construcción de calzado ortopédico para dar bienestar a los que como él sentían la necesidad de continuar andando. «¡Cuando todo el mundo tenga los pies calientes nosotros tocaremos la fanfarria de bienvenida y echaremos a los políticos para siempre!», decía, y así fue su epitafio y cómo se despidió. Todos recuerdan al zapatero Alambrillo más de una vez al año. Sus hijos también. Tiene una nieta que dibuja zapatillas y babuchas como nadie.
Las brochetas de Mambrú Ambassador Mambrú Ambassador es el vecino que tuve hace un par de años. Ahora vive en otra zona, no sé cómo puedo agradecerle al destino esta suerte. Nadie sabe de dónde salió. Llegó un buen día y ¡zas! Limpia las calles con lejía y un cepillo de alambre y siempre amenaza de muerte. Recicla la basura con dos ideas: comida y escultura, es decir, lo que no es comestible sirve para su arte urbano. Se dice que cuando nació se comió a su madre, no entera, pero de la cintura a la cabeza sólo dejó los huesos. Aquella desgracia lo llevó a un centro psiquiátrico con tan sólo ocho días de vida. Allí se crió fuerte como un roble hasta los veinte, que el gallego chatarrero Rumbín Baxeiro Ñu, que también pasaba temporadas en el centro de salud mental, en una salida se lo llevó de lazarillo y le enseñó las cuatro reglas de su vida, como matar gatos a pedradas, lavarse en el río sin mojarse los pies, aliviarse solo y cantar el himno de infantería. Mambrú y Rubín se despidieron un día de invierno en la playa de Bogatell. Rubín le dijo: «Ahora que ya sabes dónde guardar la ropa, sólo te queda aprender a nadar para salvarte cuando llegue el diluvio final». Sacó un ovillo de lana, se ató una punta al cinturón y le dijo: «Me voy a buscar marisco, agarra la lana, ve soltando hilo y espera». Se sumergió en el mar y
desapareció, se acabó el ovillo y Mambrú se quedó esperando sentado ocho días sin moverse ni comer ni beber y llorando sin consuelo. Cuando encontró a Rosalina le ató una cuerda al cuello, le parió dos hijos que al nacer sentenció: «Por la boca muere el pez y las setas se pudren por la cola», y les cortó la lengua para que no hablaran nunca con nadie y vivieran tranquilos y sin pecar. Los domingos les prepara brochetas de tomates con ratoncitos fritos que adorna con figuras abstractas de papiroflexia, tapones de plástico y roscos de anís. Un buen día, Digno Cambrils, abstracto comisario de las galerías Nou Consell Tapimiro, vio las brochetas y alucinó. Habló con sir Windsurf Smith-Can Langeyser de la Tate Gallery. Se reunió el gran comité Saatchi de preselección y en dos horas decidieron desbancar a Damien Hirst y su Tiburón Disecado en Formol por La Brocheta de Ratoncito y Plástico de Mambrú Ambassador. Si ahora Rubín levantase la cabeza se moría del susto.
Museos Hay museos que algunos miran desde fuera confusos y desorientados sin atreverse a entrar, y salen volando aunque no sepan. Otros más atrevidos respiran hondo y dan el paso hacia adentro. Hay museos que enseñan pipas y cacahuetes o cualquier fruto seco adictivo de los que cuando empiezas no puedes parar, éxito asegurado, otros exponen a jugadores de baloncesto que superan los dos metros, enseñan la longitud de sus extremidades y cómo se planchan sus camisetas sudadas y arrugadas. También funciona mostrar los pañales del nieto del comisario o la ropa interior de un antepasado que ya en desuso acabaron sirviendo primero de servilletas para la fiesta mayor y al final de trapos para el polvo. La prótesis de media pierna de hierro y cuero, aún con restos de barro y estiércol seco de un pariente del exalcalde de la posguerra es la mejor pieza que han iluminado. Es sin duda la gran obra que se ve en el museo desde cualquier ángulo. En el discurso de inauguración la directora dijo: «Esta exposición es de una enorme calidad y fiel al arte de nuestros días, dejando una ventana abierta a nuestra historia. Los niños de las escuelas van a tener todo el curso para poderla visitar y así aprender con sensibilidad de dónde venimos y hacia dónde vamos». Todos los presentes aplaudieron emocionados y brindaron con agua y cava.
Viaje de ida y vuelta al purgatorio «Llegó un nuevo día y levántate de la cama para que nadie diga que eres una holgazana», dice la comparsa. Que rabia, me lo han sacado de la boca. Ahora bien, si un autobusero pierde la ruta y en vez de regresar decide observar, ¿cómo se juzga? sin contemplar la gran ley «Usted no está aquí» que nos lleva ante un juez con apestosa halitosis de ambigüedad y el fogonazo en la retina del gran desconcierto. Un mar de dudas para entender, por ejemplo, la calidad de las vajillas que ofrecen técnicos comerciales de representación rápida, y peor aún lo que intentan decir algunos futbolistas de élite al volver de vacaciones. «Disparate» puede ser en boca de un argentino la acusación cuando te dice que le has pegado un tiro. Pobre de mí, que en mi vida he visto un arma. Hay gente que adora dioses, cada uno el suyo, a veces a varios, por si acaso. En las aglomeraciones con el calentón son capaces de matar en defensa de un delantero centro que nunca les dará nada a cambio, familias escupiéndose en Navidad por el desacuerdo a las alabanzas de un anónimo. Ursino el sastre, el que se hacía llamar camarero por humildad, sale cada día con pan mojado para dárselo a ocho gorriones que lo esperan en la plaza. Conoce todos sus movimientos, les ha puesto nombre y los tiene casi domesticados. Los humanos no entendemos ni las cuatro estaciones y acabamos a bofetadas por ello. El autocar que llevaba jubilados a pasar la Semana Santa a Benidorm, hizo una parada forzosa en la autopista al encontrar un camión volcado lleno de astas de toro que se esparcieron por el asfalto. Esta poderosa imagen impresionó al personal curioso, que bajó a fisgonear. «Parece que hace fresquito», dijo uno, «qué va» dijo una, «bochorno y humedad», «pues yo creo que la presión atmosférica...» y ahí acabaron a gritos y garrotazos. Babilonio Junco, que tomaba una medicación experimental para la presión, sufrió un delirio entre los insultos y los cuernos y empezó a gritar: «¡¡El purgatorio!! ¡¡Estamos en el purgatorio!!», sacando un verdor espumoso por la boca. Cuando llegaron los de tráfico se puso orden con megáfono pues más de la mitad andaban con sordera y el sargento al mando sufría afonía crónica. A los humanos, en la juventud, nos suda que haga sol o que llueva. A partir de los cincuenta hay mujeres que tienen calor en invierno y hay hombres que pierden gas, algunos aceite y otros la bondad y la paciencia. Al final nadie entiende nada. Ursino el sastre, que se hace pasar por camarero por humildad, siempre dice que si las personas fuésemos como los gorriones y Dios de bondad infinita como él, dando cada día pan mojado a todos, viviríamos mejor y sin peleas.
El ladrón de perspectiva El ladrón astrofísico Billington Azimut ha sustraído en diez años más de la mitad de la perspectiva del espacio. Todo el hemisferio norte está casi sin fondo. La gente mira y lo percibe todo plano y descolorido, con mareos e indiferencia absoluta a la salida y puesta del sol. Cuando conducen no dan crédito a la mierda que ven. No saben qué hacer. La esperanza ni conoce ni respeta a los pistoleros desarmados. Ring Claramunt no supo dónde estaba hasta que bajó Murdoc Lancauser a saludarlo y situarlo. Pensad que Ring fue el gran amo de picantes y linchuecas del centro comercial Últimas Especies, y Murdoc el supervisor de sombras y ventiladores, nadie daba un euro por ellos. Ganaron en cuatro horas el concurso de Visiones 3D para vivir diez años. A los dos días, ya repuestos, se dedicaron a las rutinas de siempre y a abonar los huertos. Cuando se juntaron Alambrillo, Ring, Murdoc, Billington, Babilonio, Lubino y Mika el mundo se paró a sus pies. Al convertirse en los primeros en saber andar y bailar sin tambalearse después de los cambios cartográficos y los problemas del terreno. Las manchas de tinta china en el linóleo arrastraron a los profesionales a las primeras dudas con la desaparición de las perspectivas, se convirtieron en falsas cobayas al principio y en reyes titulados al final. «Siempre ganan otros», dijo Les Paul, el cocinero, ya lo decía mi padre. Hoy he visto sin perspectiva a La Diosa de Fuego. Si tuviese que pagar por las horas que pensé en ella mientras la veía como a Carmen Amaya bailando en los Tarantos sería un indigente sin amigos. La Diosa de Fuego fue el primer deseo carnal que la vida me regaló con ocho años y aún no tocaba, pero la pescadilla que se muerde la cola no es ni mejor ni peor que la cabra, que tiró al monte y acabó simpatizando con charlatanes y monjas sin ninguna perspectiva.
Edmundo Carabuey y las peonzas Edmundo Carabuey nació en Matanzas. Sus abuelos eran asturianos, iban en un barco que salió de Vigo hacia La Habana el 6 de enero de 1918. En mitad del trayecto el abuelo cogió un cabreo con su hijo Rótulo, el padre de Edmundo, y lo tiró por la borda. El pobre se tiró tres meses nadando en alta mar pero llegó a Cuba. El barco, que continuó su ruta sin parar, naufragó a los cuatro días en un temporal infernal. No se salvó nadie, que se sepa, quizás algún gallego que se cambió el nombre allí donde llegara y mantuvo el secreto toda su vida para disimular la desgracia. Rótulo Carabuey era joven y fuerte como un cachalote. Conoció a Higinia Lambreta Mafumet, hija de valencianos, y nació el pequeño Edmundo. El joven muy pronto se aficionó a las mulatas y a la peonza de la que acabó siendo un verdadero maestro. Su prima, hija de los Mafumet la llamaban, o Amparito Roca o Vicenteta Salfumán, según dónde y hora. Se ve que ella de joven tenía un camaleón de mascota con el que tuvo sus primeras relaciones y le dejó un flujo corrosivo y asesino de por vida. A esta patología la llamaron «picores Gabriel». El descubridor de la cepa principal fue el hermano Dr. Don Gabriel Braulio de Asís. El misionero aguantó la enfermedad sus últimos veintidós años de vida sin gritos ni lamentos y con la dignidad de un santo. Investigó sin medios y austeridad, pero su intuición lo llevó a un estado de conciencia superior, experimentó y arriesgó su vida fornicando con más de ochocientas nativas para descubrir el mal y arrancarlo de cuajo e in situ, en el mismo ojo del huracán, y así salvar millones de vidas. Edmundo descubrió el amor y la pasión con su prima Amparito o Vicenteta, según se mire. Cuando tuvo los primeros síntomas creía ser un geiser islandés soltando mucho vapor y aguantó como su padre en el mar. Ahora se dedica a diseñar membretes de los mejores puros y ex libris para editoriales y amigos. Siempre pone el mismo nombre : Don Gabriel Braulio de Asís. Edmundo Carabuey es capaz de rodar una peonza sobre un tablero de ajedrez y pisar sólo o blancas o negras según le pidas. Por la noche sale en silencio y se maquilla con betún para que nadie lo vea.
ITV Catalonia Este invierno, ¡¡¡recacha!!! era la contraseña para entrar en las nuevas naves de Chian Beltrón S.L. Tecnology & Service China Catalonia ITV. Blaus Carús de Garay Pujol y su amante Xin Xon Fontcuberta montaron el tinglado. En la reunión de pactos cada uno entendió lo que le dio la gana y se lió el cacao. «Si hablan en chino entre ellos desconfío...», decía furioso al acabar el acto el gerente Priscilio Czelty Omiproso, polaco almeriense que no soportaba a los chinos, gitanos, negros, esquimales, japoneses… Priscilio y Blaus eran amigos boyscouts de la infancia y le ofreció el cargo. «¡Hay que saber de todo y esto es imposible!», le decía sudoroso con una crisis de estreñimiento a su secretaria- enfermera mientras le ponía una lavativa. Cada día entraban en aquellas naves dos toneladas de frenos y bocinas coreanas en mal estado que vendían a muy buen precio a los concesionarios encargados de ofrecer SOLUCION RAPIDA 10 a cualquier desgraciado que no pasara la inspección, que cada vez era más meticulosa por el bien de todos. ¡Ja! El conductor de uno de los camiones que traían metralla era Balberi Confucio Puig, el de los taxis. Su padre aún no sabía que abandonó la empresa familiar hacía ya mucho tiempo y se dedicaba a transportes y trapicheos. En la barbería se organizó una bronca cuando entró Priscilio a afeitarse el primer día. Dijo: «Por favor, córtame las patillas dos centímetros por encima del final de la oreja». El barbero Wong lo miró fijo y le dijo que no sabía nada de patillas: «Los chinos no
tenel...». El gerente se puso a temblar y llamó a Sbrin Mac Hauser para organizar y montar un gran salón de belleza y relax oriental en las naves en ¡¡48 horas!! Sbrin llamó a Murdoc, que fue quien contactó con Xin, la jefa, para recibir semanalmente ocho mil pestañas postizas tamaño ultra. El salón se inauguró y hacen maravillas, técnicas como «ala de mosca ying yang» de pestaña ultra que son el top. Los más hábiles pestañeando son algunos que trabajaron en túneles de secado, y algunas presumidas que abren y cierran los ojos a gran velocidad. El parpadeo, si se sabe administrar bien por todo el cuerpo, es una delicia. Dentro de la nave, llena de chinos, entrando y saliendo camiones de recambios y lo que sea, sobresale la imagen de los tiernos y paternales empresarios y la dirección entregando dos kilos de arroz y beso por cabeza. En la foto, que siempre es bueno verla en frío, salían todos y en el centro Blaus, Chin, Priscilio, Balberi, Sbrin y Murdoc. Al verse con claridad quien no salía en la foto se investigó y salió a la luz toda la verdad. El abuelo del clan mandó a Brillantina escuchar en secreto algunas reuniones y cambiar su password para limpiar huellas. A pesar de la gran pena, su amigo Balberi Confucio Puig, el de los taxis, supo encajar con inteligencia la hipnótica puñalada traicionera por la espalda de su socio Brillantina Sáudedi y lo tomó como la gran señal de su metamorfosis y el regreso a la paz del alma y la brisa de la libertad.
Los bandidos vergonzosos Los bandidos vergonzosos no disparan por temor a que les salga el tiro por la culata. En los atracos menores, estancos y tiendas de golosinas son capaces de no llevarse casi nada, a veces dejan propina sin comprar. Los bandidos vergonzosos disimulan cuando se miran al espejo por la mañana al afeitarse y acaban sucios y con barba. El gran disimulo lo aprenden llevando un saco de piedras en la espalda diciendo que es oro y mirando de reojo hacia otro lado. Cuando un bandido vergonzoso corta la cola de una lagartija no la esconde, se la come al instante para engañar a los gatos que lo huelen y miran en silencio. En los atracos serios como bancos y gasolineras dejan pasar las horas con infinita paciencia sin mirar el reloj, quizás esperando la lluvia para irse sin pedir a nadie ni un triste paraguas. A veces tiran la piedra y no esconden la mano por vergüenza ajena. La mosca tse-tse se cayó en un vaso de ginebra y se salvó de milagro. Ahora cuando pica ya no se le duerme nadie, al contrario, se van bailando. Tse-tse ha perdido su identidad y se muere de vergüenza.
El precio de la música «¡¡El pan es de todos!!», decía el panadero Agustinet Nisus. «Ahora bien, que alguien me diga dónde puedo encontrar harina que no sea de otro costal y que me la regalen por mi cara bonita y así te podré hornear gratis pan caliente cada día». Los más perversos, incluso con chancleta de marca, dicen: «Qué exageración », y van a por el panecillo en la fiesta siempre que sea gratis, claro. Que, al venir esta palabra de grato, es como una caricia dulce en el pelo de la cabeza que deja los ojos en blanco y la mente en negro. Emili el marino, dado que estuvo en la Marina de Guerra, tuvo influencias y le fue fácil acceder a los bulkcarriers, buques de grano y fosfatos y los rolones que llevaban coches y camiones. En la Guayana Holandesa embarrancaron de noche en el puerto de
Paramaribo. Muchos le dicen que pagarían por esa vida de aventura y libertad. ¡¡Claro!! El mar es de todos, ¡qué van a pagar! Se hizo un silencio triste y ciego, mudo y sordo casi a la vez. Agustinet se corta el pelo con Elvi, la diosa de fuego, se ríe cuando le cuenta rabiosa que en su peluquería paga además del arquitecto, albañil, electricistas, pintores y decoradores y todo tipo de máquinas carísimas para el máximo confort de la clientela: «¡Encima tengo que pagar por la maldita música! ¡¡Que es de todos!!» La señora de Emili el marino, que se estaba tiñendo el pelo, se le levantó con media cabeza blanca y la otra negra y se fue indignada.
Explosión imaginada Para ser feliz no es necesario un camión. Turín, ¿la capital del Piamonte? Hay mucho que hablar sobre los límites y las leyes del Mediterráneo porque somos pobres en esencia. Los ricos orientales, los de Samsung 7 están investigando y cortando cabezas. Ahora están diciendo, con aires filosóficos, que llevar más de seis mecheros, lápices de labio, sprays de defensa, etc. en el bolso es de obsesos e inseguros occidentales, sólo hace que entorpecer la búsqueda de las llaves, que es lo importante, y cosas así para desviar la atención. Al oír explosionar móviles me he imaginado mis seis mecheros defectuosos explotando a la vez en cualquier momento, no sé, por ser bueno en medio del bosque, sin nadie alrededor que pueda herir o molestar. Por ser malo pienso que el resultado de la explosión sería provechoso para médicos, algunos fotógrafos, artistas o algún jabalí, porque buitres por aquí no se ven muchos, y zorros menos aún. Nunca se sabe.
El pedigrí de la papaya Al brindar en los triunfos algunos muerden el cristal con prudencia y otros se cortan los labios. Luis Lavernia convenció a su novia Neus Lamarca para casarse y que no se preocupara de los apellidos, que sus hijos podrán llevar esto con normalidad. Pronto se va a legalizar en los registros poder aplicar todas las combinaciones, orden y cambio de algunas letras. Lo peor será cómo explicar la parte de los huevos alquilados a Úrsula Viestikemún y el lío con los amigos del convento de Santa Coloma. Nadie era hijo de nadie y todos nos ayudaron... Ahora decidme como queréis el reparto. Muchos se fueron sin decir nada. «¡Siempre está el que labra en la playa!», decía Neus con lágrimas en los ojos. La papaya es indigesta y peligrosa cuando el sol rompe todas las sombras.
Luz El color ha salido disparado hacia otro lado, la sombra del árbol se me escurre de la mano y el agua y la humedad han fundido las farolas del patio. Hay plantas que en penumbra son pequeños dinosaurios. He abrazado la cintura de un fantasma y casi a ciegas escarbado en la pared, recogiendo los restos con cuidado. He forzado mi mano bateando con furia y me he enfrentado a un agujero que lanza pedradas de oscuridad. He saltado entre andamios vacíos que saturan mi mente, separan mis brazos y mojan mi frente. Casi me mata un saco de humo, hay minas que te parten por la mitad. Me subo al mástil más alto y miro de frente, buscando la suerte en el horizonte. Hay luciérnagas que han salido a mi paso, me han invitado a su casa y me han dado de comer. Hay una que me ha prestado su antorcha y su abrigo.
Alone Again Lancraneo Arbusto parece un nombre inventado, en realidad lo es, pero si existiese me produciría una hemorragia de satisfacción llamarlo continuamente, o mandarle mensajes o cartearme a la antigua, con sellos…etc., o como mínimo poder hablar con él por teléfono de vez en cuando. Siempre imagino su temple nervioso al andar con rodeos e irse por las ramas en la mesa con sus comentarios acerca del pelo y los instrumentos de caña. La vibración en estado puro. Los hilos y los tejidos nobles y también los rústicos delirios tambaleándose como el aliento de cuatro profesores con el estómago muy sucio y la mente espesa presa de turbio gallego y que podrían engañar al primero de la fila sin salir a escena, sólo gritando de lejos y babeando por estar en una foto, aunque a oscuras ni se vea la pared, ni el edificio. Nombres y nombres y números en mi agenda para nada. Vaya gente forzando cerraduras sin contemplación. Vaya tierra, alone again como la una, Lancraneo.
Cascabelera «Casca cascabel» o «Pica picarol» decían algunas grandes masturbadoras tiempo atrás. En varios cines o parques de Valencia se oían con ilusión aquellos ritmos enérgicos, a veces lentos o con síncopas sorprendentes y modulando cambios de compás con maestría y cariño. Al final, ocho suspiros y a por otra. La mejor dicen que fue Rigoleta Picassent. Una mujer con gran sensibilidad, destreza y arte en sus manos, limpia y de gran bondad, también la acompañaba la suerte de tener la piel, olor corporal, anchuras, labios y aliento como grandes atributos. Inventó un no me olvides para dar sonido a los meneos fálicos. Se corrió la voz, como se corría todo lo que acariciaba Rigoleta, que cuando se ponía en la muñeca la pulsera con pequeños cascabeles empezaba un gran concierto
de lujuria. Varios músicos pasaron por su mano y a más de uno lo inspiró para componer alguna que otra obra que hoy día casi todos conocemos. Don Falliel de Manua siempre dijo que lo inspiró la sensibilidad de aquellas manos, como una arpista celestial en el jardín del Edén, con esta experiencia escribió su gran concierto para címbalo Noches de Fallas. En Valencia, desde que han prohibido los manuales cascabeleros, algunos musicólogos creen que el pulso de las nuevas grandes obras declina hacia unos valles de desconcierto y apatía. «¡¡We need Rigoleta!!», decían unos jubilados extranjeros hace unos días en las Ramblas de Barcelona. El mundo es un pañuelo.
Reencarnación
Cuando Bernal le dijo a Cuspinera que ya hacía muchos años que estaban muertos, que estaban viviendo una reencarnación, se rebotó y casi lo mata. A Duki Bernal siempre que sudaba se le cristalizaba el fluido en dos minutos y le brillaban miles de imágenes de vidas pasadas. Al final, ni su íntimo amigo Ot Cuspinera ni nadie de su familia lo tomó en serio. Dejaron todos de respetarlo cuando lo vieron hablar con una mandarina y acabaron a pedradas contra él. Los médicos dijeron que fue un suicidio. Si el cítrico hablara otro gallo cantaría.
Peonzas en el agua Las peonzas que viran al ver a un ventrílocuo hablar con golondrinas no atienden ni discurren pero son sinceras. Ruedan e improvisan hasta dar con un buen abogado. Algunos abogados son leguleyos por naturaleza; casi todos quieren figurar aunque sea en voz baja y disimulo. Los más listos dicen aquello de que han tenido mucha suerte porque no han tenido suerte, así se amplían los conocimientos y se matiza mejor todo, y todo es todo. Las golondrinas son gregarias, las primeras llegan en febrero pero la mayoría en mayo, cuando ya no hiela. Construyen su casa con saliva y reservan su olor; si se pierde el olor nadie las reconoce, ni su madre. Los ventrílocuos son capaces, como algún loro, de imitar cualquier sonido, hablar como algún abogado o piar como la madre golondrina o alguna de sus crías, pero si olvidan su voz se les nubla el horizonte y están perdidos. Las peonzas, al final descansan y te miran tranquilas.