Una carrera bonita A mi amigo Pablo Francisco Javier Arranz Alés
A veces uno se pone metas sin saber porqué. En cualquier caso una meta es un objetivo que nos obliga a poner todos los medios para conseguirlo. Después de la primera media temporada de este año 2014 y tras las vacaciones veraniegas que disfruté con la familia en los Pirineos aragoneses, me propuse afrontar el reto de competir en las cuatro pruebas de duatlón-cross de la Copa de Andalucía y la única prueba del Campeonato de Andalucía de esta misma modalidad. Un duatlón-cross, por definición, es una prueba que consiste en recorrer 29 kilómetros distribuidos de la siguiente manera: en primer lugar 6 kms a pie, luego 20 kms en bicicleta todo terreno (BTT, a veces se utilizan las siglas en inglés MTB -mountain bike- para referirse a la misma disciplina) y finalmente otros 3 kms, de nuevo, a pie. Entre los tres sectores (carrera, bici, carrera) tiene lugar la fase denominada “transición”, que es el tiempo que transcurre desde que uno entra en boxes para cambiarse de zapatillas, ponerse el caso (“o quitárselo, en la segunda ocasión) y coger o dejar la bici. Un duatlón-cross es una competición exigente en el esfuerzo, en la que se pone en juego la capacidad agonística del deportista, con unos ritmos de carrera que se mueven alrededor de la capacidad aeróbica máxima o consumo de oxígeno máximo. Dicho de una manera más llana, es competir al máximo de tus posibilidades agónicas, para lo cual hay que estar muy bien preparado y adaptado a ese tipo de esfuerzo. En los duatlones-cross suelen competir alrededor de 200 personas (el número máximo de participantes lo establece el organizador). Se trata de personas de diferentes edades con diferentes estados de forma física, pero si tuviese que dar alguna característica del tipo de deportista que se presenta a esta prueba, destacaría que en ellos apenas hay un gramo de peso corporal de más ni de menos en relación con el que correspondería a su morfotipo; es decir, “suelen ser” personas que físicamente están en su peso y porcentaje de grasa ideal, fuertes, veloces y potentes. Resulta paradógico ya que no son deportistas de élite, pero es cierto que el concepto “competición” les va en la sangre hasta el punto de entregar gran parte de su tiempo a esta apasionante afición para dar lo mejor de uno mismo. Es un motivo de autorrealización como cualquier otra faceta del ser humano. Desde mediados de agosto de este año toda la preparación física diseñada por mi entrenador personal, Agustín, ha ido destinada a remodelar la musculatura y los diferentes sistemas orgánicos de mi cuerpo para adaptarla a este tipo de competición, lo que ha supuesto transformarlo debido a que se encontraba adaptado a las maratones de BTT, pruebas en las que he competido durante los seis primeros meses de este año. Y en lo que llevo de otoño, he participado en dos duatlones para coger experiencia (con un 3º y 4º puesto) y en otro más, de cuatro, que forma parte de la Copa de Andalucía de Duatlón-Cross, donde, de momento, he conseguido un 3er puesto. Pero mi relato de hoy no tiene que ver con los duatlones-cross sino con las maratones de BTT.
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De todos los maratones en BTT en los que he participado hay uno de singular atractivo por las circunstancias que lo han rodeado. Se trata del IV Maratón de BTT Villa de Montemayor, Córdoba, único e irrepetible para mí y que se celebró el pasado domingo 19 de octubre, organizado por la Peña Ciclista de esta localidad. En la planificación del “calendario de competiciones” de los meses octubre, noviembre y diciembre de 2014, incluí este maratón de BTT por capricho, por quitarme una espina que tenía clavada de los maratones realizados en el primer semestre y en los que siempre he estado de los primeros en mi categoría pero sin llegar a alcanzar los tres primeros puestos de la clasificación. Esta temporada he participado en los maratones de Guadalcanal (V Maratón La Capitana); Valverde del Camino (XI Maratón de Valverde del Camino); Huelva (II Maratón de La Huelva Extrema); El Burgo (IV Maratón de El Burgo, Copa de Andalucía de BTT); Almonaster la Real (Maratón Subida a San Cristobal); Castelar de la Frontera (III Maratón La Almoraima); Santa Ana la Real (VII Maratón Hornos de Cal). Pero de todos estos maratones me quedo con el recuerdo de este último, el de Montemayor, un día de singular atractivo y belleza sorprendente. Lo que más me animaba y me empujaba a participar en este maratón de BTT no era competir sino, más bien, rodar con mi amigo Pablo, un deportista de la categoría máster 30 al que me une una especialísima amistad desde hace más de veinte años, quien, además, ha sido cómplice directo de este proyecto deportivo en el que me embarqué en diciembre del año pasado, asunto que relataré en otra ocasión. Sin duda, él ha sido el gran culpable de haberme enganchado a la competición amateur en mi categoría máster 50 en la que llegué el año pasado. Y es que Pablo tiene un no sé qué que engancha al más “pintao” que tenga un mínimo amor hacia la bici. Porque la bici es su pasión, su deleite, su gozo vital que le catapulta a las más altas esferas de su vida personal. Pablo es una persona que motiva, remueve sin darte cuenta, porque esto de la bici lo siente y lo padece, igual que todo lo que la acompaña: la nutrición del deportista, el sufrimiento, el esfuerzo, la capacidad de superación, etc. Pablo, sin duda, se atravesó en mi vida deportiva para empujarme y ayudarme a desarrollar, en su máxima expresión, mi capacidad física y para “explotar” en esta nueva categoría que he estrenado y que tan ilusionado me tiene, y espero que continue. Sin duda, un amigo del que he aprendido mucho y del que espero seguir aprendiendo, porque lo mejor está por llegar. Fue en la primavera de 2013, tras largos años de rodar y competir como aficionados y de colegeo, como el que no quiere la cosa, cuando Pablo y yo vimos la posibilidad de poner nuestro rendimiento físico en manos de un “entrenador personal”, con el apoyo de otras personas de las ramas de la medicina y de la fisioterapia.
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En el mes de marzo empezamos a barajar la posibilidad de solicitar los servicios como entrenador de Agustín Márquez Antúnez, especialista en Educación física y Máster en Alto Rendimiento Deportivo, además de gran amigo desde hace años, y así hicimos a final de año. Agustín es una persona meticulosa en su trabajo, muy estudioso y gran analista del potencial que puede extraer de cada persona que decida poner en marcha un plan de actividad física saludable o de carácter competitivo. Con Agustín acordé una cuotas mensuales por los servicios que me daba, la preparación física y puesta a punto para la alta competición “amateur”. Y me comprometí a seguir el plan de entrenamiento y de alimentación que él ha ido, y sigue, diseñando para mí. Recuerdo que empecé mi preparación un 10 de diciembre y, desde entonces, he visto una evolución vertiginosa en todos los frentes del rendimiento físico y resultados deportivos. De enero a junio de 2014 Pablo y yo hemos participando en diferentes maratones de BTT, como ya he comentado, con diferentes resultados: ha habido, adversidades, contratiempos, anécdotas y excelentes experiencias. Está claro que en escasos 10 meses mi progresión física ha sido extraordinaria, según los fisiólogos que controlan y han registrado mi evolución fisiológica (Doctores Santaella y Naranjo, profesores en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla). Y esa mejora se iba plasmando en los resultados, en las clasificaciones, en las que he alcanzado puestos entre el octavo y el decimotercero de mi categoría. La verdad es que me hubiera gustado conseguir algún que otro podio y si no ha sido así no ha sido por falta de ganas sino porque hay otros deportistas mejores, que tienen mayor experiencia, a los que, además, les ha acompañado la suerte. No por ello he dejado de tener la esperanza, desde entonces, de conseguir algún podio, porque creo que tengo capacidad, ganas e ilusión. Y ésto es lo que quiero relatar a continuación para mi recuerdo y satisfacción personal y la de mi amigo Pablo y mi entrenador personal, Agustín. Una carrera “bonita”. En el argot de los corredores de BTT llamamos así a las carreras que reúnen una serie de condiciones que la hacen muy atrayente. Alguien que no sea corredor de BTT podrá pensar: -"¿Pero cómo va a ser "bonito" pedalear hasta agotarse durante 70-80 kms –en algunos más de 140- por montañas, senderos, pistas forestales...?". Pues sí, hay muchos "locos" a los que este tipo de pruebas se lo parece; de hecho son bastantes los que repiten la experiencia para intentar mejorar sus resultados, o por disfrute. Algunos creemos que tras ellas podemos descubrir que hay nuevas metas, aprendemos que podemos superarnos o demostrar que uno puede llegar más lejos. Pero ¿qué hace que una carrera de BTT se convierta en un referente? Yo diría que tres aspectos principalmente: el recorrido, la organización y el ambiente. Y la del pasado 20 de octubre, en Montemayor, fue una auténtica maravilla, para enmarcarla. La IV Maratón de BTT de la localidad de Montemayor, Córdoba, no está inscrita en ningún circuito provincial ni de de la comunidad Andaluza. Un
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maratón que nació tras tres ediciones bajo la denominación de “ruta cicloturista”, organizadas por la Peña Ciclista de Montemayor en colaboración con el Ayuntamiento. En la edición de este año pasó a denominarse IV Maratón de BTT Villa de Montemayor, prueba incluida en el calendario de competiciones de BTT de la Federación Andaluza de Ciclismo. Tras el anuncio de la apertura del plazo para inscribirse, lo que más me agradaba era poder participar y rodar con mi amigo Pablo. - “Nada de competir”, me dije. - “Nada de ir al máximo dándolo todo. Simplemente iré a disfrutar y a reirme con mi amigo Pablo”, cuando además mi preparador me advirtió que mi cuerpo ya no estaba acondicionado para este tipo de esfuerzos por haber orientado mis entrenamientos en esta segunda parte de la temporada hacia los duatlones-cross. En el maratón iban a participar 200 corredores, número cerrado, finalmente sólo se inscribieron 181 (acabaron la prueba 174), muy lejos de las clásicas maratones de BTT en la que suelen participar más de 700 corredores, en algunos casos más de 1500. Así las cosas me dispuse a preparar con relativo interés esta prueba para ese día a sabiendas que mi cuerpo no estaba entrenado para este tipo de pruebas de larga duración. Y es que sólo pude rodar largas distancias el fin de semana previo pues, como digo, mis entrenos de este período van focalizados a la preparación y adaptación para los duatlones-cross. En cualquier caso no tenía miedo a fracasar, como de hecho me sucedió en algunas maratones allá por los meses de marzo y abril, porque el objetivo marcado era rodar y disfrutar de un maratón junto a mi amigo Pablo. Días previos a esta competición, si mal no recuerdo una semana antes, se me ocurrió descargar de la página web que la organización dispuso el listado de inscritos en mi categoría. Mi sorpresa y alegría fue ver sólo unos 8 ó 9 participantes (aunque a la postre la cifra llegó a ser 11), un número muy reducido comparándolo con las maratones tradicionales. Y tras conocer esta cifra fue cuando empezó a embargarme la idea de poder hacer podio, un objetivo no conseguido en las maratones de BTT realizadas en los meses previos a la estación estival, en las que sólo conseguía hacer octavos, décimos o decimoterceros puestos. Creo que, hasta esta prueba, mi mejor clasificación había sido un 7º puesto en mi categoría. Sin embargo cuando revisé los nombres de los inscritos en mi categoría leí los nombres de dos magníficos maratonianos de BTT que, por así decirlo, arrasan allá donde participan. Dado que en mi categoría participaba el campeón de Andalucía de BTT (también campeón de la Vuelta a Andalucía en BTT, y muchas otras pruebas), así como otro corredor que no se quedaba en paños menores, me dije -“puff, si acaso, Javi, puedes conseguir un tercer o cuarto puesto, que no está mal”. Porque esto de competir para hacer podio es muy complicado. Puedes intentar poner en juego otras cualidades o estrategias para llegar a superarlos.
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Eso tiene mucho mérito. Y uno siempre tiene la pequeña ilusión y motivación de querer crecer y de poder estar cerca del Barcelona o del Madrid, algún día, haciendo un símil con el fútbol. La proeza para esta ocasión se me antojaba casi imposible, aunque no tanto la posibilidad de obtener un tercer puesto. Si antes el objetivo era rodar y disfrutar con Pablo, ahora cambió y pasó a ser competir para conseguir podio. Tres días antes de esta prueba, “waseando” con Pablo, le pedí que me ayudara a conseguir podio y él, que siempre está ahí cuando un amigo lo necesita, se ofreció desinteresadamente a colaborar para tal propósito. Me asustaba ver el perfíl de la etapa, una ruta llena de toboganes, con pendientes de más del 20%, sobre todo los dos últimos kilómetros, que eran los más duros y con una llegada a meta de unos 300 metros de aúpa.
Así las cosas le solicité a Pablo varios temas. En primer lugar, que rodáramos sin paradas para avituallarnos y evitar así perder tiempo (aproximadamente suelo perder un minuto por repostaje). Una carrera “non stop” en la que Pablo me tendría que ayudar llevando mi sustento energético, líquidos y sólidos (y el suyo, desde luego), así como todo el material necesario para cualquier eventualidad (kit de reparación de pinchazos, cámara de repuesto, bomba de aire, teléfono móvil…). Por si esto no fuera suficiente, también le pedí a Pablo que marcara el ritmo que yo necesitara, demandándole en cada momento más o menos ritmo o velocidad media de carrera, y a todo esto yo siempre a “rebufo” para no desgastarme. Y, una vez más, la generosidad de Pablo colmó todas mis expectativas de lo que es ser un buen amigo. La guinda a toda esta estrategia de equipo para conseguir el tan ansiado podio pasó por su manera de cuidarme y estar pendiente de mí, se ofreció a dejarme su bicicleta, intercambiando los dorsales, en caso de que en los últimos kilómetros yo pinchara o tuviera algún percance con mi “burra”, como llamamos a nuestras bicis (la “gorda” para la BTT y la “flaca” para la bici de carretera). Con todo preparado y pensado por este magnífico gregario de lujo, yo llevaría sólo un bote y un litro en el camelback, con mi mezcla explosiva de isostar y glutamina. Suelo beber un bidón cada hora, con lo que calculamos la cantidad necesaria para el tiempo de tres horas que habíamos estimado que tardaríamos en realizar la prueba.
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A las 6,30 a.m. recogí a Pablo en su casa de Gines y nos encaminamos hacia Montemayor en la furgoneta. Durante el trayecto desayuné para dejar la digestión hecha tres horas antes del comienzo de la prueba. Llegamos sobre las 8 y nos acercamos a un restaurante para tomar un café y evacuar en el baño. Suele suceder que haya síntomas de descomposición gástrica cuando acontece un tipo de pruebas en los que uno quiere apostar fuerte por un objetivo. Tras preparar nuestras bicis y recoger los dorsales, así como realizar un calentamiento adecuado, nos colocamos en el cajón de salida muy detrás del pelotón. En la salida neutralizada, a las 10 a.m. durante los primeros 6 kms aprovechamos para adelantar posiciones. Al pistoletazo de salida lanzada los 180 corredores se apresuraron con diligente dinamismo y animosidad a marcar un ritmo de carrera. Pablo y yo pusimos el nuestro, él siempre delante, custodiándome, hablándome, dándonos indicaciones ambos. Y yo siempre a rebufo…
Durante los primeros 50 kms recuerdo que nuestro ritmo era elevado. Desde luego ya contaba con que los dos “mákinas” de mi categoría estarían delante de nosotros. Suele suceder que con tanta gente, tantos colores y tantos corredores de diferentes categorías, uno no se fije dónde están los adversarios
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directos; eso sólo lo suelen hacer los “numbers one” de la categoría élite, que están muy pendientes los unos de los otros.
Sin embargo en el km 50, aproximadamente, nos pasó un ciclista que, por su fisonomía, intuí que pertenecía a mi misma categoría. Y a mi gregario, Pablo, le tocó una vez más (de las tantas que ya llevaba durante estos cincuenta kilómetros) tirar y tirar de mí para darle alcance sin que se percatara de que a su lado me encontraba yo, uno más de su categoría dispuesto a arrebatarle el tercer o cuarto puesto. La situación era cuando menos, pintoresca y anecdótica. Del kilómetro 50 al 60, por curioso que parezca, nos mantuvimos los tres emparejados subiendo y bajando senderos, pistas… adelantando a otros corredores. La pista en la que se desarrolló la competición era una senda muy ancha y espaciosa, de tierra amarillenta, incluso blanquecina en algunos tramos del trayecto. Se caracterizaba por la numerosas piedrecillas sueltas que entorpecían el avance. A los lados del camino había numerosos campos de olivos abarrotados de aceitunas. Cuando creías que el paisaje iba a cambiar, aparecían más de estos típicos árboles andaluces, al pasar una curva o tras una colina. Pablo en una ocasión, cuando el esfuerzo se ralentizó, entabló conversación con quien a la postre sería cuarto en la clasificación máster 50, mientras yo me mantenía en un segundo plano, detrás de Pablo, escuchando y reservando fuerzas. Había alguna que otra subida en la que me adelantaba a ambos, como el que no quiere la cosa, y ello me descolocaba porque en mi pensamiento ya sólo circulaba la idea de desembarazarnos de este adversario. O moríamos ambos en el intento y lo dejábamos atrás o finalmente se nos escapaba. Era complicado saber si Manuel tendría más o menos energías que nosotros, que yo. Tras el último control de dorsales, creo que fue el km 65, le pedí a Pablo que tirase para dejar atrás a Manuel, de lo contrario veía difícil arrebatarle la posición en los últimos kilómetros. Pablo, siempre dispuesto, me dijo que ya estaba con escasas energías, a lo que se sumó, repentinamente, un pinchazo de mi rueda trasera. Pablo me insistió en no parar para comprobar el estado de la rueda, me animó a seguir unos kilómetros a ritmo moderado mientras que el líquido antipinchazos hacía de tapón por el punto por donde se escapaba el aire. Mi desconsuelo era enorme aunque no quería transmitirselo a Pablo. Recé y recé
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a Dios para que se sellara el escape de aire y que no tuviéramos que parar ni siquiera para inflar la rueda. Fueron cinco kilómetros un tanto desesperantes, especialmente porque, además, ya habíamos dejado a Manuel detrás. No se le veía seguirnos ni por asomo. Pablo seguía insistiéndome en que no paráramos, -“¡adelante, adelante, Javi, sigue, sigue que ya casi no sale aire! A los pocos minutos el sellante dejó de escaparse por el orificio de la rueda. Ya sólo quedaba tirar y tirar. En el kilómetro 68, durante la penúltima gran subida de sólo un kilómetro me percaté que Pablo flaqueaba, lógico tras más de dos horas y media de desgaste físico para cumplir con el objetivo planteado, tirando de mí. Le faltaban ya fuerzas para seguir el ritmo agónico en la subida de alrededor del 12% de pendiente. Él me gritó -¡Javí, sigue tú, ya estoy al límite! Y así sucedió. Con escasa bebida energética en el último bote que me quedaba, pues la que llevaba en el camelback ya la había agotado, apuré las energías y fuerzas que me quedaban. Bajé rápidamente, adelantando a no menos de tres o cuatro corredores, para emprender la última ascensión y, quizá, la más dura. Unos dos kilómetros de ascensión y sin la compañía de mi gregario y amigo. Una vez que culminé la tremenda ascensión, la ruta llaneaba y bajaba durante dos kilómetros más para afrontar el último repecho de 300 metros hasta la meta. Aquí ya procuré mantener un ritmo que me permitiera no agonizar, mirando de reojo atrás por si aparecía mi directo rival. Una vez que rebasé la línea de meta, cansado, ya sin líquido en el último bote, con la musculatura de las piernas al límite de cansancio, me acerqué a los jueces cronometradores para preguntar en qué posición había llegado en mi categoría. El responsable de megafonía anunció a bombo y platillo mi llegada en tercera posición. El podio de máster 50 se había completado con mi aterrizaje. Se acercó y me felicitó mientras que desde el público me llegaron algunas palmadas de felicitación. Mi alegría era desbordante. Le di gracias a Dios, me acordé de mi familia que tanto me quiere y cuida para realizar esta afición que me apasiona. La espina me la había quitado. Dejé la bici apoyada en una pared, bebí agua y más agua para reponerme mientras miraba a través de la empinada cuesta si mi amigo Pablo hacía acto de presencia. Pasaron los minutos muy despacios, estaba preocupado, a los cuatro minutos llegó el que sería cuarto clasificado en mi categoría, pero Pablo no aparecía.
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Manuel se me acercó y me dijo -¡eh! ¿Tú eres máster 50, verdad?. - “Claro que sí”, le respondí. A lo que contestó: -”Ya me lo imaginaba yo cuando os ví. Sinceramente hubo un momento que ya no podía daros alcance.” Me felicitó por la gesta conseguida y me animó a seguir superando mis límites y conseguir nuevas metas de autorrealización deportiva. Diez minutos después apareció Pablo, exhausto, estaba como “ido” por el esfuerzo realizado. Durante el abrazo y besazos que le di, le dije que habíamos quedado terceros, que el objetivo lo habíamos conseguido. Un objetivo de equipo, compartido. A los diez o doce minutos Pablo me preguntó –“Javi ¿cómo has quedado? Se tronchó de risas cuando se lo volví a repetir. Era un amigo rebosante de entusiamo, alegría, no paraba de darme abrazos… Los beteteros, como así nos llamamos los que rodamos con las bicis por la montaña, el campo andaluz... el “ahora mismo” sucede sólo una vez, lo llamamos “el momento”. Un instante que pasa sin que te des cuenta, y ese intervalo de tiempo se ve colmado de alegría y satisfacción por los valores humanos que nos unen. Este espacio de tiempo, puro y cultivador, es la razón que nos lleva a descubrirnos a nosotros mismos, a descubrir a nuestros amigos -y mi amigo Pablo es uno de ellos, único e irrepetible-. Estoy con él, y él está comigo, nos sentimos orgullosos de compartir una afición que nos hace crecer como personas. Y en cada maratón de BTT, en cada salida para rular por el campo son momentos de placer y desarrollo personal. Un amigo. Esta historia alrededor de esta competición hasta la victoria encima de un podio, es un tiempo sencillo por el que le doy gracias a Dios por haberlo vivido y haberlo contado.
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categoría categoría categoría categoría categoría categoría categoría
Junior acabaron 4 ciclistas. El ganador hizo 2:48:51 Sub23 acabaron 7 cicllistas. El ganador hizo 2:31:26 Élite-m. acabaron 23 ciclistas. El ganador hizo 2:21:36 Élite-f acabaron 4 ciclistas. La ganadora hizo 3:02:57 Senior acabaron 4 ciclistas. El ganador hizo 2:34:28 Máster 30 acabaron 67 ciclistas. El ganador hizo 2:21:38 Máster 40 acabaron 37 ciclistas. El ganador hizo 2:21:32
El ganador de la general fue el número uno también en su categoría Máster 40, quien hizo el mejor tiempo de 2 horas, 21 minutos y 32 segundos: MIGUEL LÓPEZ SOLANO En categoría Máster 50 acabamos 7 ciclistas, con los siguientes puestos y tiempos: 1º 2º 3º 4º 5º 6º 7º
LOPEZ SOLANO, JUAN JOSE BLANCO ANULA, GREGORIO ARRANZ ALES, FCO. JAVIER VARGAS PLAZA, MANUEL SUAREZ GOMEZ, MANUEL LUNAR TIRADO, ANTONIO LOPEZ GARCIA, FRANCISCO
2:40:31 2:40:35 2:58:19 3:01:01 3:15:30 3:22:40 3:47:02
En la general quedé en la posición 93 de 176 ciclistas que finalizaron la prueba. En categoría Máster 60 acabaron 4 ciclistas. El ganador hizo 3:15:35
Lo mejor está por llegar.
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