Cuentos de Navidad

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Cuentos de Navidad Alumnos de 4º ESO A IES María Rosa Alonso Curso 2011-2012


ÍNDICE

CUENTOS DE NAVIDAD ALUMNOS 4º ESO A Daniel Alfonso Ramos

Loencio Parker

Pág. 3

Rosa A. Alonso Díaz

Cambio de planes

Pág. 4

Yoney Cabrera Plasencia Navidad alone

Pág.5

Beatriz Cruz Ferreira

P.D.: Sed felices

Pág. 6

Marta Delgado Muñiz

La amistad no se compra

Pág. 7-8

Lucía Esquivel Pérez

Si ya no estamos juntos

Pág. 8-9

Melania Estévez Reyes

Una historia con corazón

Pág. 9-12

Javier García Lorenzo

El mejor regalo

Pág. 12-13

Marta Y. Glez.. Peraza

Cuento de Navidad

Pág. 13-14

Daniel Jorge Martín

Se rompió la burbuja

Pág. 14-15

Thierry Melo Siqueira

Con barba blanca y a lo loco

Pág. 15

Óscar J. Moreno Jordán

Un invitado inesperado

Pág. 16-17

José Mª Muñoz Lorenzo

Unas botas de fútbol...

Pág. 17

Sainza Padillo Chico

Una Navidad con Nieves

Pág. 18

Mª Carmen Pérez Yanes

Una sonrisa en Navidad

Pág. 19-20

Ígana F. Sanha Rguez.

Navidades en San Diego

Pág. 21-22

Fotos de los ganadores del concurso

Pág. 23

IES Mª ROSA ALONSO Avda. Principal de Añaza, 104, 38011 iesmariarosaalonso.blogspot.com 2


Loencio Parker Daniel Alfonso Ramos, 4º A

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orría el año 1997 cuando Loencio Parker se dirigía a una tienda de chocolatinas italianas. Era un gran amante del chocolate y en la tienda había todo tipo de chocolatinas: crujientes de chocolate con leche, de chocolate blanco… etc. El chico observaba todos los dulces con gran admiración, llevaba una lista inmensa con los nombres de todos sus familiares. Escogía cuidadosamente cada chocolatina mientras llenaba una bolsa, que estaba a punto de reventar. Cuando llegó al mostrador, soltó de golpe todas las chocolatinas sobre el mismo. El hombre que le atendía era un señor bastante mayor, tenía el pelo largo pero lucía una gran calva en la parte superior de la cabeza, tenía el rostro arrugado y cara de pocos amigos. Loencio ya conocía su carácter y trataba lo justo con él. Son 12’53 € le dijo el anciano. Loencio extendió la mano y le dio el dinero justo, en billetes y monedas. El hombre de repente cambió su expresión, abrió su boca articulando algo que raramente no fue el precio de los dulces: “¿No llevas chocolatinas de más este año, Loencio?” -Para nada, ésta es para usted –dijo el joven, entregándole una chocolatina. He pensado que quizá un poco de dulce le quite esa cara tan amarga que tiene. Loencio automáticamente cambió la expresión de burla según acababa de soltar su broma. El anciano esbozó una carcajada que sonó tan 3


extraña en los oídos del chico que en vez acompañarle con la broma, lo miró con autentica curiosidad. -Bueno, chico, va a empezar a nevar. Deberías ir a casa – dijo el anciano señor. -Sí. Adiós, señor Jack. Feliz Navidad. -Feliz Navidad, chico.

Cambio de planes Rosa Abilene Alonso Díaz, 4º A Era el día de Nochebuena, y Yamilé y Marta habían quedado para después de cenar ir a dar una vuelta a La Laguna. Llevaban mucho tiempo preparándolo para que nada les saliera mal: habían organizado el tiempo y cómo iban a ir días antes para que no les surgiera ningún imprevisto. Justamente esa noche antes de cenar se ven para ver cómo iban a ir vestidas y si al final iban en taxi o las llevaba la madre de Marta. A las 12 en punto Marta va a tocarle a Yamilé y ve que nadie le abre ni contestan. Marta, muy molesta, llama a Yamilé y no le coge el móvil. Marta pensaba que la familia de Yamile había salido a dar una vuelta y que Yamilé salió a ver al novio. Al ver que no le cogía el móvil, llama a la madre, y la madre le dice que estaban en el hospital porque la cuñada de Yamilé iba a dar a luz. Marta, al ver qué era eso, se le pasó el enfado y decidió llamar a su madre para que la llevar al hospital. Cuando llegó, Yamilé se asustó porque pensó que Marta no le iba hablar sino a echarle la bronca. Al ver la reacción de Marta y al ver que no le reprochó nada sino que simplemente la abrazó y le dijo “ya saldremos otro día, boba”. Yamilé se emocionó y le dijo que era una gran amiga. 4


NAVIDAD ALONE Yoney Cabrera Plasencia, 4ºA Navidad es una época de felicidad, paz y prosperidad con el amor y la amistad de nuestros amigos/as y familiares… o al menos con salud; cosas de las que nuestro protagonista, Eric Lawiet, carecía. Se había mudado de Inglaterra a Estados Unidos, llevaba poco tiempo allí. En ese poco tiempo se había resfriado -¡cómo no!-, decidió no molestar a su madre ni hermanos y pasar la Navidad en casa. Decoró mínimamente su casa: el árbol, algunas luces… Tenía por costumbre hacerlo cuando vivía en Inglaterra y, claro, las viejas costumbres no se olvidan. Después de eso se preparó una sopa y se dispuso a ver la TV. Estaban dando uno de esos especiales de Navidad que la TV no se cansaba de repetir. Al rato se quedó dormido. No hubo milagro de Navidad: no apareció de repente su familia, ni Papa Noel se presentó en su domicilio. ¡Pero a la mañana siguiente se despertó como nuevo y dispuesto a hacer realidad su sueño americano!

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P.D.: Sed felices Beatriz Cruz Ferreira, 4º A Feliz Navidad. Felices... ¡Eso es lo que querría todo el mundo, unas Navidades felices! Desde pequeños, la Navidad era pura magia. Cada uno disfrutaba de unas sensaciones iguales pero diferentes, únicas. La impaciente llegada de Santa Claus y de los Reyes Magos, era uno de los momentos más esperados y bonitos del año. O mejor dicho, de cada año de nuestra vida. Pero ahora, con el paso del tiempo, esa magia se va desvaneciendo. Con el tiempo, uno se va haciendo mayor, va madurando y se va dando cuenta de las cosas poco a poco -¡o tal vez muy pronto!. Por eso es un momento en el que a un niño más se le puede desvanece uno de sus sueños más queridos. También poco a poco se supera esa tristeza, esa desilusión, ya que uno ve que, aunque uno sepa la verdad, se sigue siendo feliz. Pero no todo el mundo tiene esa suerte, esa misma visión de la Navidad. Puedes ser rico o pobre, pero seguro que habrá alguien en el mundo que no es feliz en estas fechas tan señaladas. En estas fechas que se supone que todo el mundo debería ser feliz por estar con la gente a quien quiere: familia, amigos, pareja… A mí mismo me decía: “John, no te rindas, no te rindas...” Y a su vez me preguntaba que si sería feliz algún día, si sería feliz en Navidad... Y así fue. Todo es posible en esta vida, por eso en el día de mañana sé que me espera algo mejor, una vida llena de felicidad, sobre todo en Navidad. P.D.: Soy feliz. Con esto, por muy breve que sea esta carta escrita y dedicada a sí mismo, John quería demostrar que por muchos sueños que se rompan en la infancia, por saber la verdad, con el tiempo se van curando las heridas. Uno no debe creerse más desgraciado que otro por no tener esa felicidad que tanto desea, y mucho menos 6


por Navidad; sino que debería sentirse a gusto consigo mismo, ser feliz. En Navidad todo el mundo desea sentirse cómodo, apreciado, querido; aunque uno no sepa verlo. La Navidad es una de las fechas más preciadas, por la unión que crea entre las familias. Por esa unión, vale la pena dejar las tristezas atrás, en el pasado, y poder vivir el presente. P.D.: Sed felices.

La amistad no se compra Marta Delgado Muñiz, 4º A

Nunca se había preocupado demasiado por nada, porque siempre había tenido lo que quería. En el instituto era una chica muy popular: alegre, vestida siempre a la moda… Estaba segura que más de alguna la envidiaba en secreto aunque lo disimulaban porque querían que Marta fuera su amiga. Sin embargo, nadie podía imaginarse el secreto que escondía tras su sonrisa, la tristeza que a veces se apoderaba de ella… Celia quería hacerse amiga de Marta y lo consiguió, fueron amigas, Marta era muy buena, le prestaba ropa y la ayudaba a vestirse muy bien. Celia estaba contenta aunque ella solo quería ser su amiga por interés. Pero poco a poco le fue cogiendo cariño porque Marta era muy buena persona. Se acercaba la Navidad, Celia no estaba muy contenta porque su familia era muy pobre y Marta estaba todo el día presumiendo de sus lujos. Un día Marta y Celia se confesaron, ya que eran muy amigas y Marta le contó lo que para ella era su secreto. Casi llorando le contó a Celia que estaba muy feliz por haberla conocido ya que se sentía muy querida por ella. Celia le 7


preguntaba que por qué lloraba y Marta le dijo que tras su sonrisa y lujos se escondía una gran tristeza. Ella desde pequeña siempre había estado sola. Sus padres estaban siempre trabajando, nunca había tenido una amiga. Marta siempre había vivido con una empleada llamada Laura, pero un día de Navidad se murió y sus padres contrataron a otras sirvientas pero Marta no quería, se sentía muy sola y por eso sus padres le hacían tantos regalos: todo lo nuevo que salía, ella lo tenía. Pero los lujos no hacen la felicidad y a día de hoy seguía estando sola y cada vez que llegaba la Navidad echaba de menos mucho más a Laura. A Celia se le rayaron los ojos, le dio un fuerte abrazo y le dijo que siempre le había tenido envidia pero que ahora la entendía perfectamente y que siempre estarían juntas. Desde ese día la amistad de Marta y Celia fue más sincera, pasaron unas Navidades increíbles y supieron que nunca estarían solas.

Si ya no estamos juntos Lucía del Valle Esquivel Pérez, 4º A Era una noche de Navidad como otra cualquiera cuando él me pidió estar a mi lado. Pero de la noche a la mañana todo cambió. Lo que para mí era imposible, se volvió improbable. Ya no era lo mismo, su mirada se volvía hacia otro lado, supongo que para no darse cuenta del daño que me hacía. Pero junto a mí estuviste tú, mamá, dándome todo tu apoyo y tu cariño. Incondicionalmente. He llegado a esta conclusión: considera una prueba de lo mucho que te quiero el haber pasado tanto tiempo desgastándome en el intento de ver si funcionaba. Por ello creo que merezco un regalo mejor, algo más que miedo a 8


engañarme, pensando que todo podría mejorar. Con el año nuevo empezará una vida nueva para mí.

Una historia con corazón Melania Estévez Reyes, 4ºA Esta historia que les voy a contar fue lo que me pasó a mí cuando tenía exactamente quince años. Era una joven que por alguna razón me sentía diferente a las demás, o así me lo hacían creer todos. Vivía en un barrio de Barcelona, que era tan pequeño y humilde que cada una de las familias que habitaban allí solo teníamos las cosas necesarias para salir adelante. Estábamos en Navidad, una época que a los padres no les gustaba simplemente por la razón de que no tenían nada especial para regalar a sus hijos, o eso pensaba yo. Se acercaba Nochebuena y veía a mis padres preocupados como si estuvieran esperando algo que jamás llegaría; tenían una tristeza en sus rostros que intentaban disimular cuando estaba con ellos, pero que por mucho que lo intentaran no lo conseguían. A veces suponía que era porque una semana antes me había hecho unas pruebas porque me solía doler mucho el pecho. Estábamos una tarde fría al lado de la pequeña chimenea con la mirada perdida en el fuego, sin decir ni una palabra, cuando estaba a punto de preguntarles si me tenían que decir algo, pero una llamada en la puerta me interrumpió. Mi padre la fue abrir y era el médico que venía a traernos esas famosas pruebas. Mi padre lo invitó a pasar y a ponerse cómodo. Éste no parecía muy contento y acto seguido mi padre me dijo que me fuera a mi cuarto. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue que no traía muy buenas noticias; saludé al médico y me fui a mi habitación 9


tal como me dijo mi padre. Me tumbé en la cama mirando al techo esperando poder salir de esas paredes que me rodeaban. Los escuchaba hablando, pero no los entendía muy bien. Entonces me asomé a la puerta y los vi allí, más preocupados que nunca. Fue cuando escuché al médico decir que necesitaba un trasplante de corazón antes de que acabara el año o moriría tan rápido que no se podría hacer nada. Sentí que el mundo se me venía encima, se me rayaron los ojos y no por el hecho de que lo más probable era que me iba a morir, sino más bien porque no quería dejar a los que son toda mi vida: mis padres. Mi madre levantó la cabeza y la vi muy mal, sentí el dolor que mostraba dentro de mí; mi padre la abrazaba y le decía que iban a encontrar un corazón para hacerme el trasplante aunque fuera lo último que hiciera en su vida. Pasaron los días y llegó la Nochebuena y yo estaba tumbada en mi cama cuando escuché a mis padres llamarme para preparar la mesa. Acudí. Los miré y les mostré una sonrisa como si no ocurriera nada y me la devolvieron como si estuvieran mirando a alguien sin vida. Empezamos a preparar la mesa cuando de repente me entró un dolor mortal en el pecho que me hizo caer al suelo. Mi padre me cogió y me tumbó en el sillón, y mientras mi madre llorando llamaba al médico mi padre me dio las pastillas que me habían recetado. Mis ojos se cerraron con tal facilidad como si nunca los fuera a volver abrir. Pasó un tiempo; no sé exactamente cuánto y me vi en una habitación blanca, llena de aparatos a mi alrededor: era la consulta del médico. Alguien me estrechaba la mano, 10


era mi madre, pude ver que no podía parar de llorar, la miré y le sonreí como lo había hecho la última vez, pero esta vez sin una respuesta a cambio. Mi padre entró con el médico y éste me preguntó: -¿Estás mejor, grandullona? -Sí, estoy muy bien. El médico me miró como si no se creyera ni una palabra de lo que había dicho. -Cuando menos lo esperes, te haremos un trasplante y volverás a estar como antes. -Dijo. Ignoré lo que me dijo y le pregunté: -¿Ya consiguieron algún donante? -En eso estamos. Los días pasaban y yo cada vez me sentía peor, menos viva que nunca, y mis padres… ¡Bueno, mis padres seguían esperando ese trasplante que no llegaba jamás! Se acercaba Fin de Año y yo presentía que me iba antes de que pudiera terminar el año. Mis padres no se separaban de mí, y el médico estaba pendiente de todo cada minuto como si yo fuera la única paciente que tuviera. Y por fin llegó Fin de Año, ese día me tenían que hacer otra revisión, otra más de las innumerables que me habían hecho. Entró el médico y me dio los buenas días, en ese preciso momento se me paró el corazón y vi pasar toda mi vida por delante de mis ojos, mis párpados se cerraron lentamente con la intención de no volverse abrir. Cuando los volví abrir parecía que llevaban cerrados miles de años, pero cuando lo hicieron la pesadilla había terminado. Empezaba un nuevo año y una nueva oportunidad para mí. Estuve varios días allí recuperándome, en el mismo lugar en el que estuve a punto de morir. Y un recuerdo se instaló en mi mente: no sé si fue un sueño, si todo fue producto de la debilidad, pero lo cierto es que pude sentir como alguien venía hacia mí, me abrazaba y me llenaba con el calor de la vida, con tanta fuerza que imaginé que 11


era la persona que me salvó la vida. Le di las gracias, me miró, sonrió y se fue sin más. Se lo agradeceré toda mi vida. Han pasado muchos años y hoy me siento con valor para contar lo que me pasó con tan solo quince años de edad. Desde entonces la Navidad es mi mejor época del año, porque me regaló una segunda oportunidad, la oportunidad de continuar viva y con los mío. Llevo el corazón de alguien generoso. Será por eso que me siento diferente a los demás.

El mejor regalo Javier García Lorenzo, 4º A Carlos era un niño de solo ocho años, procedía de una familia muy humilde en la que el padre tenía que trabajar fuera de casa para ganar dinero para su familia. Carlos siempre había tenido una Navidad decente, con regalos decentes, pero nunca había tenido a su padre a su lado por esas fechas, solo lo veía pocos días al año y su mayor deseo siempre había sido tener a su padre al lado por Navidad. Su madre habitualmente le leía cartas que su padre le escribía. Carlos era deportista y jugaba en un equipo de fútbol. Su madre siempre iba a verlo a sus partidos, pero él, al ver que sus compañeros tenían a sus padres en la grada, se ponía triste y lo extrañaba. Un año más, llegó de nuevo la Navidad y Carlos, ilusionado con los regalos, escribió una carta a Papa Noel y pidió sus juguetes y como cada año, pidió que su padre estuviese en casa en Navidad. La madre, al leer la carta cuando Carlos dormía, no pudo contenerse y rompió a llorar, de nuevo y una vez más. La madre habló con su marido por teléfono y le pidió que hiciera todo lo posible este año por 12


venir a casa, porque a su hijo cada vez le costaba más entender la situación. Pasaron dos semanas y llegó la noche del 24 y Carlos se fue a dormir ilusionado, pero lo que él no se podía imaginar es que le iban a dejar el mejor regalo que le podían dar. Se hizo las siete de la mañana, la claridad aún estaba por llegar del todo y un leve balanceo despertó a Carlos, abrió los ojos y… ¡sí, era él! ¡Se había cumplido su sueño: por fin podía celebrar la Navidad con su padre! Sin mediar palabra le dio un abrazo y su padre le dio los buenos días. Le dijo que estuviese tranquilo que ya estaba con él, ahí, a su lado. Aquellas Navidades, sin duda, fueron las mejores Navidades para Carlos. Ahora, que habían pasado muchas Navidades y que estaba a punto de tomar un avión para solucionar un problema de la empresa, lo recordó todo de repente. -No –se dijo. Estaba seguro de que el trabajo podía esperar; su hijo, no.

Cuento de Navidad Marta Yamilé González Peraza, 4º A Este año Yessén llegó a casa casi por Navidad. La ternura de ver su carita mirando al mundo y alegrando a toda la familia ha sido un regalo anticipado de Navidad. Pero no todos tienen una Navidad tan hermosa. Precisamente, este año Marta se había apuntado como voluntaria de la Cruz Roja, porque este año había perdido el tiempo y malgastado demasiado dinero y se sentía culpable. Un día a la Cruz Roja fue una mujer que tenía tres hijos, y su marido y ella estaban en el paro y no tenía casi para comer y más en estas fechas de Navidades, que necesitaban además dinero para los regalos de sus tres hijos que tenían menos de cinco años. Entonces Marta, al ver que la 13


mujer se iba triste porque no podían hacer mucho por ella se sintió culpable y al llegar a su casa no podía dejar de pensar en ella, en su marido y en sus tres hijos. Buscó por su casa y entre los juguetes que tenía de cuando ella y su hermana eran pequeñas encontró algunos para aquellos niños, y en vez de gastarse el dinero en aquella ropa que tanto quería le hizo una compra a la familia necesitada. Al día siguiente, al ir a la Cruz Roja, vio a la mujer otra vez allí, casi llorando porque no tenía suficiente con lo poco que le habían dado. Entonces Marta la llamó y le dio los juguetes y la compra. La mujer, contenta, se lo agradeció a Marta y la invitó a cenar a su casa. Marta le dio las gracias y se dio cuenta de lo generosa que pueden ser algunas personas, capaces de compartir lo poco que tienen con las personas que quieren. Y aprendió que la vida de cualquier persona puede cambiar, que unas veces se puede tener mucho y otras nada, pero que quien tiene un buen corazón nunca está solo y siempre tiene algo que compartir. Se rompió la burbuja Daniel Jorge Martín, 4º A Era otra fría, absurda y monótona noche de Navidad. Ya podías apreciar que se exhalaba felicidad y nada más que felicidad por las calles, avenidas, edificios y demás que constituían la gran metrópolis de New York. Daba vergüenza lo tonta que se puede volver la gente por estas épocas, metidos en su propia burbuja de alegría y dicha comprando regalos, árboles, adornos, caramelos, calcetines, gorros y todas las bobadas correspondientes a las fechas, mientras ponen cara de besugo. En los días más importantes la gente se reúne en 14


familia o con amigos para comer y cantar villancicos (¡los odio!). También creen que cuando un chico y una chica se encuentran debajo de una rama de muérdago tienen que besarse, ¿qué romántico, no? (¡más cursi que los osos amorosos!). Finalmente, el último día del año, al son de las campanas se van comiendo una uva mientras piden un deseo, para que con un poco de suerte se cumpla (¡mentira!). Si se preguntan quién soy, responderé diciendo que soy una persona a la que se le rompió su burbuja de alegría hace mucho tiempo, que no tiene más familia que la manta que me calienta, no tengo amigos ni tampoco los necesito; así la comida que encuentre será para mí. Tampoco canto ni me como doce uvas pidiendo un deseo que no se cumplirá, aunque si tuviera que pedir uno sería dejar de vivir en esta miseria y que las personas abrieran los ojos y vieran lo dura que es la vida para personas como yo: Soy un vagabundo, y esta es mi opinión sobre la Navidad. Con barba blanca y a lo loco Thierry Melo Siqueira, 4º A Sus amigos lo habían comprometido a vestirse de Papa Noel la Nochebuena. ¡Lo odiaba! Le parecía un personaje entrometido, que se había instalado en la isla colgado de todos los balcones, robándoles a los tradicionales Reyes Magos su antigua importancia. Aguardó hasta que se hiciera de noche, se puso la barba blanca y esperó a que los amigos vinieran a buscarlo. Había tomado una determinación. Estaba seguro de que a partir de esa noche todo iba a cambiar y que los Reyes Magos no volverían a ser humillados. 15


Un invitado inesperado Óscar Javier Moreno Jordán, 4º A Todo empezó la noche del 24 de Diciembre en Nochebuena, había salido a hacer una compra de última hora porque ya faltaba poco para que vinieran los invitados, y aun quedaban por preparar cosas: quería poner un par de velas aromáticas, comprar el champán fresquito y demás cosas. De camino al súper, vi que en el aparcamiento, había un chico sentado en el suelo y apoyado en la pared, me acerqué y vi que aunque estaba muerto de frío y hambriento, no dejaba de tener una sonrisa que hacía que te sintieras afortunado por todo lo que tienes. Pensé que nadie tiene que estar solo en Nochebuena así que decidí entrar a comprar rápido y cuando salí del súper, invité al chico a comer a casa. Me dijo que se llamaba Rubén y yo le dije que me llamaba Laura. En el trayecto a casa nos hicimos muy amigos, aunque cuanto más me contaba su historia, más se me encogía el corazón. Me contó que cuando tenía cinco años, su padre murió y tuvo que vivir con su madre hasta que le quitaron la custodia por problemas con el alcohol y vivió de casa en casa y con familias de acogida. Más tarde, con 11 años, padeció una enfermedad no diagnosticada en el riñón y estuvo sufriéndola un año hasta que la medicina experimental dio sus frutos, y por último, el banco le había quitado la casa que tanto le había costado conseguir por impago. Y así había estado hasta hoy, viviendo en la calle y rezándole a Dios por encontrar algo que llevarse a la boca. Una vez llegamos a casa, le preparé una habitación, mientras Rubén se daba un baño y se vestía acorde con la fiesta. Le había prometido a Rubén que se podía quedar en mi casa el tiempo que hiciera falta. Mientras Rubén y yo terminábamos de poner 16


la mesa, sonó el timbre, eran los invitados. Cuando todos estaban sentados en la mesa, incluido Rubén, presenté a Rubén a la familia y cuando me fijaba en él, podía ver en sus ojos que era la primera vez que sentía el espíritu de la Navidad.

Unas botas de fútbol para cumplir un sueño José Mª Muñoz Lorenzo, 4º A Pedro era un niño de tan solo siete años. A él siempre le había gustado el fútbol y desde que tenía cuatro, pedía a los Reyes unas botas de fútbol. Su madre le decía que los Reyes no podían regalarle esas botas porque eran muy caras y él aun muy pequeño. El día cinco de enero, víspera de Reyes, Pedro fue con su madre y sus hermanos mayores al estadio de fútbol, donde tradicionalmente salía la cabalgata de Reyes. Ellos llegaron bastante temprano y coincidieron con la salida de un grupo de futbolistas que habían venido a entrenar. Pedro se soltó de la mano de su madre y corrió a saludar a uno de los jugadores que él conocía y que en ese momento salía del estadio. El jugador le preguntó qué le iba a pedir a los Reyes y él le respondió que nada, porque lo único que deseaba eran unas botas y no se las iban a dejar. El jugador sintió lástima de ver a un niño tan pequeño y con tanta afición entristecido por no poder ver cumplido su deseo. Entonces abrió su bolso de deporte y sacó unas maravillosas botas sin estrenar, las botas más nuevas que había en el mercado. Se las entregó a Pedro y le dijo: -Yo también tuve el mismo sueño. Pasarán algunos años hasta que te sirvan, pero si entrenas y te esfuerzas pronto podrás jugar con ellas y triunfar. Sin duda, ese fue el mejor regalo del mundo. Sus hermanos miraban con envidia las botas de Pedro, pero sabían que él era el elegido y que con el tiempo su hermano sería todo un campeón.

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Una Navidad con Nieves Sainza Padilla Chico, 4º A

Algunas Navidades son tristes y llenas de soledad, otras, todo lo contrario. Eso depende de la situación de cada persona. Esta vez el nuevo año me deparaba muchas aventuras y secretos, puesto que nunca había pasado unas Navidades junto mi hermana Nieves; así se llama. Es la única hermana que tengo y esta vez será ella quien llene mi Navidad de compañía y felicidad. A mi hermana Nieves le gusta mucho que nieve en Navidad porque todo el mundo se divierte jugando y hace bromas con su nombre y la nieve: “Nieves cubierta de nieve”. Ansiaba el segundo exacto de encontrarme con ella. Y cuando llegó el momento y por fin la pude abrazar pensé que nunca volvería a separarme de ella. Era mi único deseo de Navidad y estaba segura de que podría hacerse realidad.

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Una sonrisa en Navidad María del Carmen Pérez Yanes, 4º A

En una pequeña localidad de Londres, donde las calles son frías y solitarias, en lo alto de una montaña, una pequeña casa olvidada. Allí vivía Alex, un chico de 15 años cuyo propósito era sacar a su familia adelante. Su pobre madre, llamada Lucía, trabajaba de sol a sol, entraba a un pequeño bar sucio que olía a alcohol, desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche y a veces incluso tardaba un poco más porque tenía que limpiar lo que los borrachos tiraban. Pero sus cuatro hijos y su madre tenían que comer y ese era el único trabajo que tenía. Su abuela Verónica era viuda, su marido había muerto tras sufrir un grave accidente. El padre de Alex y de sus tres hermanos los había abandonados iba hacer un año el uno de enero. Para Alex este día no tenía importancia desde el año pasado, ya que su padre los había dejado solos por Navidad, en realidad, él odiaba la Navidad. En cambio sus hermanos, al ser tan pequeños (Gisel tenía cinco años y los gemelos, Héctor y Aitor, dos), ignoraban lo sucedido y esperaban este día con impaciencia. Alex ese año decidió buscar trabajo para regalarles a sus hermanos un regalo en Navidad. Decidió renunciar a sus vacaciones de Navidad junto a su único amigo Marcos para trabajar y verles una sonrisa en Navidad a sus hermanos, ya que el sueldo de su madre apenas llegaba para comida y gastos de la casa. El hombre que vivía en la casa de al lado de Marcos necesitaba a un chico por cinco días para pintar y reparar su casa. Le pegaría 80 euros. Alex aceptó encantado, con eso podría comprar los regalos de sus hermanos y un detalle para su madre y su abuela. Cuando Alex terminó el trabajo en casa del vecino de 19


Marcos éste le pago lo convenido y Alex sin esperar un minuto se fue a por los regalos. El 24 de diciembre su abuela preparó la cena, su madre había conseguido salir de trabajar a las seis y les había puesto a sus hermanos la ropa más apropiada que tenían para el día. Alex subió a sus cuarto y se vistió, al acabar la cena pidió ir al baño uno de sus hermanos y por costumbre fueron los tres: Gisel, Héctor y Aitor. Alex aprovechó y colocó los regalos en el árbol. Cuando sus hermanos entraron en la sala se sentaron en la mesa y Alex le señaló el árbol. Gisel, sorprendida, salió corriendo por su regalo, era una preciosa muñeca que lloraba. Héctor y Aitor, corrieron también: tenían una caja de coches y camiones para cada uno. Su madre, agradecida, le dio un abrazo a su hijo y este le dijo que también había un regalo para ella. Su madre cogió el regalo y era una pequeña cadena con un osito de plata. Lloró de emoción al ver que su hijo había hecho tanto solo por ver a sus hermanos sonreír. El regalo de la abuela se lo llevó Alex a la cocina. La abuela terminó de fregar y lo abrió: era una cadena como la de su madre. La abuela le dijo a Alex que había hecho de una Navidad pobre una Navidad feliz. Alex aunque no tenía su regalo por Navidad, se sentía muy orgulloso. Cuando su amigo Marcos vino y le dijo que le habían regalado un móvil, Alex le contestó que su regalo era el mejor del mundo, LA SONRISA DE SU FAMILIA EN NAVIDAD.

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Navidades en San Diego Ígana F. Sanha Rodríguez, 4º A

Janet estaba deseando que le dieran las vacaciones de Navidad. Este año iba a poder pasar las Navidades junto a sus primas Eva y Alexia. No las veía desde el verano, cuando fueron juntas a casa de sus abuelos en Fresno. Hablaba con ella todos los días con la BlackBerry (¡este año estamos todas locas con la dichosa maquinita en clase!) y sabía que estaban emocionadas preparando una canción para el concurso de villancicos que todas las Navidades se celebra en San Diego, un ciudad de California. Desde hace tres años toda la familia iba a San Diego, a casa de su tía Clarice, y participaban del ambiente festivo del barrio donde vivían. Este año Eva y Alexia estaban especialmente ilusionadas porque el dinero de las entradas se iba a destinar a las familias más necesitadas, pero también porque los que organizaban el evento eran Líam y Déric, que eran dos amigos que conocieron en el barrio y no veían desde el año pasado. Cuando sonó el timbre del instituto, anunciando el fin de las clases y las vacaciones de Navidad, Janet salió corriendo a casa, ni siquiera comió: cogió su maleta y se subió al coche con sus padres. Al llegar al aeropuerto, les comunicaron que quizá el avión saliera con retraso, porque había habido problemas con otros vuelos internacionales. Janet no había pensado en esa posibilidad, ni siquiera en una pesadilla podía imaginar perderse el concurso. Janet estaba apuradísima. Sus padres le decían que no se preocupara, que todo iba a salir bien, pero el pensar que no podría participar en el concurso con todo lo que se había esforzado la angustiaba demasiado. Miraba con horror la información de llegada y salida de los vuelos. Solo disponía de unos días para 21


pasarlo con la familia y no quería perder ni una hora por culpa de los retrasos. Le encantaba la Navidad, le gustaban todas las tradiciones navideñas; la única que no soportaba era la de los atrasos y huelgas en los aeropuertos. Cerró los ojos y pidió con fuerzas que su vuelo no se retrasara: era el único regalo que deseaba. Estaba tan concentrada pidiendo su deseo, que no escuchó la llamada por megafonía a los pasajeros de su vuelo. Su madre la tomó por el brazo, y le dijo: “¡Qué suerte hemos tenido, Janet! ¡Si Dios quiere, llegaremos a la hora prevista a San Diego!” -Janet, sonrió, y se apresuró a colocarse en la cola. Estaba segura que este año viviría unas Navidades inolvidables.

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FELICIDADES A TODOS LOS PARTICIPANTES Y A LOS GANADORES, ¡NUESTRA ENHORABUENA!

Tercer Premio: Óscar Moreno Jordán

Algunos de los participantes del concurso, alumnos de 4º ESO A

Primer Premio: Melania Estévez Reyes

Segundo Premio: Daniel Jorge Martín

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LOS ALUMNOS DE 4ยบ DE DIVERSIFICACIร N DESEAN A TODA LA COMUNIDAD EDUCATIVA UNA FELIZ NAVIDAD 2011

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