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BARROCO Y ROCOCÓ: S.XVII Y X.VIII.
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A finales del S.XVII , el clasicismo del Renacimiento llega a su ocaso, la sensación viene ahora a suplir a la razón. El canon ideal griego ha quedado ya obsoleto, la belleza serena, el equilibrio y la proporción, darán paso en el S.XVII, al desequilibrio, a la representación del movimiento, la frescura, lo opulento, lo complejo y la belleza desmedida.
En arquitectura aparece un repertorio de infinitas curvas. Elipses, parábolas, hipérbolas, cicloides, sinusoides hélices, sustituyen al perfecto equilibrio del medio punto romano. En escultura el movimiento exaltado se apodera de ella, el profundo naturalismo, hace vibrar al espectador. Bernini representa con su Éxtasis de Santa Teresa o su Apolo y Dafne, la verdadera esencia del Barroco, todo una puesta en escena. La pintura sigue los mismos ideales de realismo, los pinceles parecen vibrar en manos como las de Rembrandt y Rubens, ocultan a personajes, rescatando a otros, en un profundo claro-oscuro, de profundo tenebrismo, como muestra Caravaggio o le mismo Velásquez. Las doncellas y sus criadas son representadas casi por sorpresa en sus quehaceres hogareños, como la lectura plácida de un carta, o el simple verter de la leche en un rústico cuenco, representadas ambas por Vermeer. La representación del paisaje trasciende de la belleza ideal, para representar lo real, en sus más dramáticas y vibrantes formas, Hobbema o Ruysdale, son un claro ejemplo. 125
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Se trata de una época en que todas las artes: arquitectura, escultura y pintura se aunarán para formar un todo magnífico, una verdadera simbiosis. Lo mismo ocurrirá con el ARTE DEL PEINADO: los cabellos se transforman en mil formas imposibles, dando rienda suelta a la imaginación del peluquero o más bien al artista creador, pues fueron sus obras auténticas arquitecturas efímeras. Las curvas se transforman en hermosos bucles, piezas de un gran engranaje; los círculos se vuelven, pequeños rizos que enmarcan graciosamente los contornos del rostro, como si del marco del cuadro se tratase; los volúmenes se disparan ascendente sin medida ni decoro, creando mil peinados diferentes a cual más opulento, vibrante y desproporcionado. Apreciamos aquí también, una simbiosis entre, peinado, complemento, adorno y vestimenta, todo conforma una hermosa, pero recargada imagen escultórica.
Es la época de las grandes personalidades artísticas en el mundo del peinado, aparecen singularidades de la talla de Champagne, Leonard; Legros; Tissot; Lefevre; La Martin o el propio Enrique III de Francia, creador de una moda sin precedentes en el peinado masculino, siendo también creador de numerosos diseños en el cabello de su esposa Isabel de Lorena.
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Estos característicos peinados suntuosos, fueron apareciendo tímidamente en los principios del siglo XVII:
x Grandes volúmenes frontales, con los cabellos bien distribuidos, bien en una solo bucle frontal o en dos, sobresaliendo el más trasero, la parte trasera solía recogerse en moños trenzados o simples, decorados lujosamente, dejando toda la nuca caer graciosos y espesos tirabuzones.
x Éstos grandiosos peinados, no siempre podían realizarse en el cabello natural de la dama, surge por tanto la necesidad y demanda de las pelucas, esto no es un hecho innovador pues el pueblo romano las confeccionaba con el hermoso en envidiado cabello rubio de las esclavas del Norte, y antes que éstos los egipcios crearon pelucas de formas muy diversas en cabellos negros o caobas para sus faraones y nobleza.
Aparece también en este siglo la moda “ fantange” en la que se impuso la utilización de cofias, armazones y rodetes. Estos peinados consistían en 127
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ordenar el cabello alrededor de una cofia o soporte de altura considerable, que se situaba en la coronilla, todos los cabellos, excepto los de la nuca que seguían dejando caer tirabuzones por los hombros, se situaban en forma de hermosos bucles sobre la moldura, tapándola y dejando ver sólo la hermosa composición de bucles ascendentes. Todo ello era adornado por un velo o encaje situado cuidadosamente en la parte trasera del peinado, fijándola en el molde, dejando ver por delante el hermoso y laborioso peinado y por detrás el bello encaje y los tirabuzones que caen hacia los hombros. La Martin fue una pionera en este diseño atrevido de peinado y fue la Duquesa de Montespan quien impulso esta moda, siendo pronto imitada por otras damas de la época.
x La moda masculina, también se benefició de estas hermosas creaciones, pasando de una cabellera natural larga y ondulada con barba y bigote en punta a llevar laboriosas pelucas doradas o plateadas, largas y a base de bellos tirabuzones, quedando todo su rostro enmarcado en pequeños bucles. 128
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SIGLO XVIII ( ROCOCÓ ):
x Es en este siglo cuando tanto el arte como la peluquería, alcanzas las cotas más elevadas. El esplendor y el lujo de Luis XIV, XV Y XVI , desatados en el hermoso y lujos palacio de Versalles, en París, pone de manifiesto un arte y una moda de lujo desbordado y majestuoso, así serán los peinados de este siglo, y la corte francesa será el escenario perfecto para desatar la imaginación de los grandes peluqueros, como Legrós, Dagé, Bligny, Frisón, Leonard, Depaín, etc…, peluqueros que desataron su arte en cabellos como los de la Marquesa de Pompadour o los de María Antonieta.
x El peinado femenino consistía en recoger todo el cabello, bien liso o con suaves ondas, en lo alto de la coronilla, alcanzando un volumen tal, que podía llegar a medir lo mismo la altura del peinado desde la nariz hasta su final, que desde la nariz al zapato, este será el 129
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colmo de la elegancia y la exagerción. La nuca la decoraban con varios tirabuzones que caían hacía un hombro.
x Los adornos eran a base de todo lo que la imaginación pudiera crear: joyas de todas clases, lazos; encajes; plumas; elementos naturales como centros de frutas y aves; fragatas; maquetas de castillos; sombreros; flores; etc…
x El peinado masculino más famoso, fueron las famosas coletas, que recogían todo el cabello en una cola atada en la nuca con un exquisito lazo, el cual podía ser de raso o terciopelo, de la cola salían dos o tres tirabuzones. Los laterales de la zona frontal, aparecían recogidos con dos grandes bucles horizontales.
El hombre dulcifica sus rasgos, gracias a la vestimenta, adorno, complementos y peinado. FOTOGRAFÍAS ESCULTURAS de la 15 a la 45.
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FOTOGRAFÍAS PEINADOS S.XVII:
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FOTOGRAFÍAS PEINADOS S.XVIII:
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