Camino a la pascua pdf

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I N T R O D U C C I Ó N

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cuál es el evento religioso más importante del año, la mayoría diríamos que es la Navidad, cuando en realidad la respuesta debería ser la Semana Santa. Sin duda, la Navidad conmemora en efecto la asombrosa verdad de que el Creador se hizo carne y vivió entre los hombres. Sin embargo, la encarnación fue apenas el comienzo de la historia. El Hijo de Dios vino a la tierra para morir como nuestro Salvador para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre celestial y disfrutar de su presencia por toda la eternidad. Luego, después de derramar su sangre por nosotros, Jesús resucitó, cumpliendo cada promesa que había hecho. Para enriquecer su comprensión y su experiencia de la Pascua, los escritores de En Contacto han creado este devocional especial que incluye estudios adicionales para resaltar las diferentes facetas de la vida de Jesús. Ilustraciones especiales y reflexiones ampliadas en cuanto a la Semana Santa que tienen que ver con acontecimientos de los evangelios, desde el recorrido hecho por Cristo el Domingo de Ramos, hasta la Resurrección. Este año, no se conforme con solamente hacer el papel de espectador. Cuanto más activamente se involucre con el relato, más impactará y bendecirá éste su vida.

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i se nos preguntara


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SEMANA 1: LUNES

SEMANA 1: MARTES

EL PODER DE LA GRACIA

EL PRIVILEGIO DE CONOCER A DIOS

1 Timoteo 2.1-6

Filipenses 3.7-11

no de los aspectos del amor de Dios que más nos enseña humildad es su deseo de que todos le conozcamos personalmente. Es lamentable que tantas personas lo ignoren y prefieran dedicar más atención a los amigos, familiares, entretenimientos, deportes, trabajos, etc. Pero la buena noticia es que, no importa cuán distanciados de Él hayamos estado hasta ahora, la puerta sigue abierta para tener una relación con el Padre celestial. Primera a Timoteo 2.4 dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Notemos que el autor no dice que Dios quiere que “algunos” o cierto número de ellos le conozcan. El Señor quiere que todos los habitantes de la Tierra sean salvos. Su deseo es que ninguno perezca; antes bien, Él anhela que toda la humanidad le conozca (2 P 3.9). Y eso lo incluye a usted. Los incrédulos miran algunas veces sus pecados, y dan por sentado que no hay manera alguna de que Dios les perdone. Pero en el momento que una persona está dispuesta a reconocer su pecado, el Señor está allí para aceptar al pecador como su hijo. No importa lo que usted haya hecho, a quien haya causado daño, o la clase de vida que haya tenido, Dios está listo y dispuesto a perdonarle. Incluso para quienes hemos sido cristianos desde hace largo tiempo, es una lección de humildad reflexionar en la bondad de Dios. La misma gracia que nos salvó está disponible en cada paso de nuestra peregrinación de fe. Por eso, cada día, podemos seguir adelante con la certeza de que ningún pecado podrá apartarnos del amor de Dios.

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s una tragedia que tantas personas pasen la vida sin llegar a relacionarse con su Creador. Pasar por alto esa relación es perder el mayor privilegio que existe: conocer a Dios. Pero incluso los creyentes pueden desestimar el honor de conocer a Cristo más íntimamente. La pasión de Pablo por conocer a Dios lo llevó a considerar todo lo demás como basura. Aunque existen creyentes que han aceptado a Cristo como Salvador, le sirven y confían en que estarán con Él en el cielo, éstos no necesariamente tienen el anhelo de conocerlo íntimamente. ¿Cómo podemos conformarnos con ser salvos y tener tan poco interés en una relación tan especial? Buscar a Cristo con pasión requiere sacrificio ­—pasar tiempo con el Señor, rendirle nuestra voluntad y conocerle por medio del sufrimiento. Aunque la salvación es un regalo, la intimidad con Dios es una práctica costosa, pero las recompensas son invalorables y eternas. El mundo nos inunda con cosas que nos distraen y que pueden ocupar nuestra mente y corazón, haciéndonos indiferentes al cultivo de una relación más profunda con Cristo. Algunas personas, incluso, en vez de buscar conocer a Cristo por medio de una relación, prefieren conocer hechos en cuanto a Él. Descubra lo que le está impidiendo tener pasión por Dios. Piense en maneras de sacar tiempo cada día para estar a solas con Él. En su rutina diaria, busque su dirección y escuche su voz. Usted, también, con el tiempo considerará todo como basura en comparación con el conocimiento de Cristo. 3


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SEMANA 1: MIÉRCOLES

SEMANA 1: JUEVES

EL ESPÍRITU SANTO: LO ABSOLUTO

LA ORACIÓN: UNA BENDICIÓN PARA EL CREYENTE

Lucas 24.36-49

Mateo 7.7-11

a salvación se produce cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo como nuestro Salvador. Él nos perdona, nos transforma y nos ve como justos. En ese momento, somos redimidos, y a medida que pase el tiempo, nuestro servicio, nuestros dones y nuestro amor a Dios aumentarán de manera natural. Lamentablemente, muchos cristianos van a la iglesia semana tras semana sin fe ni pasión por Cristo. ¿Cómo es posible eso? La razón es que muchos creyentes no están conscientes de la obra del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad y coigual con Dios el Padre y Dios el Hijo. El primer capítulo de la Biblia nos dice que Él existía antes de la formación de la Tierra, y que participó en la creación (Gn 1.2, 26). Hoy, Él tiene el importantísimo papel de ayudar y orientar a todos los creyentes. El Espíritu Santo es un regalo a cada hijo de Dios. Su presencia en nosotros no es algo que tengamos que ganar. Por el contrario, es un privilegio maravilloso; por morar en nuestro corazón, Él puede fortalecer al creyente, mantenerlo alejado del peligro y dirigirlo a la verdad (Jn 16.7, 8). La Biblia nos dice que Jesucristo vino a este mundo para que tengamos vida abundante (10.10). Esto es posible solo cuando escuchamos su Espíritu, y le obedecemos. Esto no se refiere a disfrutar de una vida feliz sin problemas, sino de disfrutar del gozo que reina en el corazón cuando se tiene una relación personal con Dios. Si usted no conoce este gozo, piense en la compresión que tiene del Espíritu Santo, y ore para estar en sintonía con su dirección. 4

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l Señor Jesús conocía la importancia de la oración y la practicaba habitualmente. Normalmente se escabullía de las multitudes para estar en comunión con el Padre celestial, y así recibir dirección y poder para seguir haciendo la obra de su Padre. Al enseñar sobre el poder de la oración, Jesús nos prometió que el Padre responderá siempre. Utilizó tres palabras para ayudarnos a orar correctamente: Pedir—Debemos venir a Dios con nuestras peticiones. Al hacerlo, estamos reconociendo tanto nuestra necesidad como la capacidad de Dios de satisfacerlas. Jesús nos asegura que toda petición será concedida conforme a lo mejor que tiene nuestro Padre celestial para nosotros y otras personas. Buscar—Algunas veces, el Señor nos pide que nos involucremos en la situación por la que estamos orando. Por ejemplo, podemos estar pidiéndole un nuevo empleo, a lo que Él nos responda que demos los pasos prácticos para descubrir el trabajo que esté disponible. Cuando obedecemos su dirección, Dios promete darnos la respuesta. Llamar—Al realizar el plan del Padre, encontramos obstáculos en el camino. Para poder superarlos, será necesaria la oración sostenida y perseverante. Llamar a la puerta significa aplicar cierto grado de fuerza para que la puerta se abra. Una vez que Dios presente la solución, ya no necesitaremos seguir pidiendo. Cuando Él abre un camino, debemos andar por él. La oración puede mucho (Stg 5.16). Involucra al Señor en las vidas de las personas, y en los gobiernos. Es la manera de experimentar unidad con nuestro Padre, y de recibir lo fundamental para llevar a cabo su obra.


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SEMANA 1: VIERNES

SEMANA 1: SÁBADO

CUANDO SUFRIMOS

MÁS ALLÁ DE LA DECEPCIÓN

Juan 16.33

Juan 11.3-6

a Biblia nos enseña varias lecciones prácticas sobre el sufrimiento: Primero, está bien pedir una alternativa al sufrimiento, como lo hizo Jesús, pero debemos elegir la voluntad de Dios por encima de todo. Nuestra mejor respuesta a la adversidad es “Señor, ¿qué quieres que aprenda por medio de esto?” Segundo, en la noche que fue traicionado, el Señor Jesús pidió a sus amigos más cercanos que se mantuvieran despiertos para orar. Necesitamos contar con el apoyo de amistades cristianas, especialmente durante las pruebas. Los amigos verdaderos nos dirán la verdad con afabilidad, animarán y orarán por nosotros. Tercero, es natural que tengamos dificultades para orar cuando el dolor es intenso. En esos momentos, un simple “Ayúdame” es suficiente. Dios quiere que reconozcamos su señorío, pero no espera que tengamos las palabras perfectas. Él sabe lo que necesitamos antes de pedir, y tiene el poder de dárnoslo. Cuarto, debemos resistir la tentación de culpar a otros. Jesús fue traicionado y rechazado, pero le pidió a Dios que perdonara a quienes lo crucificaron. Del mismo modo, no debemos culpar a los demás por nuestro dolor. Al acudir a Dios en tiempos difíciles, elegimos confiar en su autoridad final. Es posible que nuestro Padre celestial no haya causado la dificultad, pero sí la permitió, y la usará para su gloria y para nuestro bien. Por amor, Dios permite el dolor, pero también le pone un límite a su duración e intensidad. Usted no sufre sin que esté presente Aquel que le sostendrá, ayudará y, al final, le sacará adelante en su angustia.

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uando uno se siente decepcionado, es fácil culparse a uno mismo y a los demás. Con frecuencia, es difícil saber qué decir o qué hacer debido a lo doloroso que es identificar la causa o el propósito de la frustración. La decepción es una respuesta emocional a nuestro propio fracaso —o al de otra persona— por alcanzar un sueño o una meta. Esto puede resultar en la pérdida de fe en una persona en quien confiábamos. El Evangelio de Juan nos dice que Jesús amaba a Marta, María y Lázaro. Por esto, las dos mujeres no sintieron la necesidad de decirle al Señor nada más que “el que amas está enfermo” (Jn 11.3). Su expectativa era que tan pronto como el Señor Jesús oyera estas palabras vendría a sanar a Lázaro. Pero el Señor no se presentó sino dos días más tarde. Cuando Marta se encontró con el Señor Jesús, estaba decepcionada porque Él no había venido de inmediato, y su demora permitió que Lázaro muriera. No entendía por qué no había respondido a tiempo. Pero, en verdad, Dios tiene una razón para las decepciones que permite en nuestra vida. Podría evitarlas, pero quiere que descubramos su propósito. Su deseo es que vivamos por fe, y que permitamos que nuestras circunstancias lo glorifiquen (Jn 11.4, 25). Cuando vengan las decepciones, ¿se apartará de la voluntad del Señor para su vida? ¿O descubrirá que está comenzando a entender el propósito de Dios, para que pueda aprender de esas situaciones? La respuesta correcta es simplemente confiar en Él. 5


E S T U D I O

B Í B L I C O

LA HISTORIA DE

NICODEMO Juan 3.1-21

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l era muy religioso, un maestro de la ley que estaba convencido de que Jesús había sido enviado por Dios. Pero le estaba siendo difícil separar lo que había creído durante toda su vida, de lo que Jesús estaba enseñando. Este es el mismo problema que todos tenemos: separar lo que siempre hemos creído, de lo que Él dice. Jesús no se anduvo con rodeos. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). Esto era alarmante. Nicodemo siempre había creído que la entrada al reino se conseguía siendo judío y guardando la ley. Jesús le dice: “No, la única manera cómo puedes entrar en mi reino, es ‘naciendo’ otra vez”. Nadie entra en el reino de Dios por haber nacido en un cierto grupo, ser religioso, o hacer buenas obras para el Señor. Entramos físicamente a la vida por medio

del nacimiento humano, y al reino de Dios mediante el nacimiento espiritual. La gracia es contraria a la lógica, y por eso nos desconcierta. La única solución a la muerte espiritual es la vida espiritual —no se trata de hacer lo bueno. Los muertos no pueden mejorar ni hacer nada bueno. Ese era el punto de Jesús. La gracia de Dios es inmerecida, sorprendente e ilógica. Nadie la ha ganado jamás. Ni una sola vez. Es dada generosamente por Dios. Por eso es que es tan asombrosa.

>PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR 1. S i su tradición, la historia o la religión le dicen una cosa, pero Jesús le dice otra, usted está en un problema como Nicodemo. ¿Qué elegirá creer, y por qué? 2. Jesús le dijo a Nicodemo que el simple hecho de ser religioso no era suficiente para alcanzar la vida eterna. ¿Qué diferencia hay entre nacer espiritualmente y ser religioso? ¿Por qué cree usted que Jesús dijo que nacer a una vida totalmen6

te nueva era un requisito para entrar en su nuevo reino? 3. L a lógica y la religión parecen insistir en que tenemos que hacer algo para ganar la vida eterna con Dios. ¿Por qué cree usted que resistimos con tanta fuerza la idea de la gracia? ¿Y por qué cree que Dios insiste en la gracia, en vez de hacerlo en nuestro desempeño como el camino para ganar el cielo?


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SEMANA 2: DOMINGO

SEMANA 2: LUNES

LA MARCHA DEL CREYENTE A LA CRUZ

LA CLAVE PARA EL CONTENTAMIENTO

Juan 12.23-27

Filipenses 4.6-7

odos sabemos que Jesús marchó al Calvario, pero ¿sabía usted que los creyentes también marchamos a la cruz? Todos hemos sido crucificados con Cristo, pero los que tienen hambre de Él participan de una experiencia más profunda de esta realidad. Jesús toma amorosamente sus manos y les guía a la cruz. Aunque este es el último lugar adonde cualquier persona quisiera ir, es la única manera de ser partícipes de lo mejor que tiene Dios para nuestras vidas. El camino a la cruz no es uno que usted hace con su familia o sus amigos. Es un viaje solitario con el Señor Jesús. Él le quita todas las personas y todo de lo cual ha dependido para que aprenda a confiar solamente en Él. Mientras estamos en la cruz, Él quita las capas de las mentiras que hemos creído hasta que comenzamos a vernos como Él nos ve. Pronto nuestro egocentrismo, insuficiencia y fracasos son puestos al desnudo. La cruz nos quebranta para que demos fruto. Si nos aferramos a nuestras vidas, y nos negamos a hacer este recorrido, seremos como un grano de trigo que nunca es sembrado y jamás germina. Pero quienes estén dispuestos a morir a sí mismos producirán abundante fruto espiritual. La única manera en que Cristo puede vivir por medio de nosotros es permitiéndole que nos crucifique. Dios no quiere que usted esté satisfecho con solamente su salvación. Hay mucho más que desea darle y llevar a cabo por medio de usted. ¿Está dispuesto a marchar a la cruz con Él? Sí, es doloroso, pero las recompensas en esta vida y en la eternidad superan con creces cualquier sufrimiento que usted experimentará.

M

ientras se encontraba preso, Pablo escribió preciosas palabras acerca de la suficiencia de Cristo. Tenemos la tendencia de acompañar la idea del goce (o contentamiento) con vacaciones en la playa o en la montaña, pero el apóstol escribió que no debemos estar ansiosos en ninguna circunstancia, porque tenemos la paz del Señor. El contentamiento es el patrimonio del creyente. La paz es parte del fruto espiritual que nos pertenece cuando ponemos nuestra fe en el Salvador (Gá 5.22). El pasaje de hoy lo describe como una paz interior que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4.7). Jesús experimentó el conflicto con una sensación de paz interior; y gracias a su Espíritu que mora en nosotros, esa paz asombrosa pertenece también a los hijos de Dios, incluso en los momentos en que nos encontramos con problemas que no tienen solución terrenal. He aquí la otra cara de la moneda: “No hay paz para el malvado, dice el Señor” (Is 48.22 NVI). La cultura moderna llama malvado a quien comete las acciones más viles, pero la definición de Dios es mucho más amplia. Malvado es quien deliberadamente rechaza el derecho que tiene Dios de perdonar sus pecados y de tener el señorío sobre su vida. Si usted no le ha entregado su vida a Cristo, no es capaz de experimentar el contentamiento real y duradero. Cuando nacemos de nuevo (Jn 3.3-8), nos convertimos en hijos del Dios vivo, y herederos legítimos de todo lo bueno que ofrece. Esto incluye la paz interna y el gozo que pueden soportar cualquier prueba. ¿Qué daño puede sufrir aquel que le pertenece al Señor (He 13.6)? 7


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SEMANA 2: MARTES

SEMANA 2: MIÉRCOLES

CÓMO TENER PAZ INTERIOR

LA GUÍA DIVINA PARA VIVIR EN VICTORIA

Lucas 8.22-25

Proverbios 3.5-6

esús prometió darnos su paz (Jn 14.27), la misma que le permitió mantenerse dormido durante una feroz tormenta. Sin esa paz, seríamos como los discípulos que se sintieron perdidos y asustados. Pero con ella es posible tener serenidad en medio de la tormenta. Para tener la paz del Señor, debemos cumplir ciertos requisitos. El primero es recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador personal. Antes de ser salvos éramos, por naturaleza, contrarios a Dios. Pero nuestra redención nos cambió. La Biblia dice que ahora tenemos paz con Él (Ro 5.10) y somos miembros de su familia. El temor a la muerte —una de las razones por las que carecemos de paz— desaparece cuando conocemos la gloriosa verdad de que pasaremos la eternidad con Dios. Creer en la soberanía del Señor es la segunda condición para tener un corazón tranquilo. En este mundo aquejado de problemas, la seguridad personal es una gran preocupación. Para combatir el temor, debemos confiar en que Dios está en control de todas las cosas. La tercera cosa que debemos hacer es entender que Dios conoce nuestras necesidades, y que ha prometido ocuparse de ellas (Fil 4.19). Él es un Padre que se deleita en dar cosas buenas a sus hijos. Es posible que no recibamos todo lo que queremos, pero nos dará lo que sea necesario para llevar a cabo su plan para nosotros. Una vez que hayamos recibido a Cristo como nuestro Salvador, el Espíritu Santo nos recordará que nuestro futuro está asegurado, y que nuestro amoroso y soberano Dios se encargará de que tengamos todo lo que necesitamos. 8

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i usted se extraviara en un bosque, y encontrara una brújula en su bolsillo, es muy posible que no ignorara su orientación por seguir su propia intuición. Al igual que una brújula, la Biblia ofrece una guía segura para la vida. Un pasaje particularmente útil es Proverbios 3.5, 6 (NVI), porque resume cuatro verdades fundamentales: Confía en el Señor. Dios merece nuestra plena confianza pues Él nunca cambia (He 13.8; Stg 1.17). No confíes en tu propia inteligencia. Puesto que la mente humana es finita, su entendimiento es limitado. Sólo Dios es omnisciente. Él lo ve todo, incluso los pensamientos y los motivos (He 4.13). Reconócelo en todos tus caminos. Como el Creador de todo y el Planificador de la salvación, Dios tiene el derecho de hacer planes para cada vida. Él entreteje la vida de cada persona en el vientre materno, ofrece la salvación por medio de Jesucristo, y da los dones espirituales para que sean utilizados en su nombre. Así como el niño acude a su padre en busca de ayuda, los creyentes debemos depender de nuestro Padre celestial. Dios promete enderezar tus sendas. Espiritualmente, el camino directo es más rápido y más fácil para viajar, pero no está libre de obstáculos. Si obedecemos los tres primeros puntos, el Padre celestial actuará para derribar los obstáculos que haya a lo largo de nuestro camino. ¿Se dejará usted guiar por la brújula de Dios, y confiará en Él? Al rechazar la autosuficiencia, y al reconocer su dependencia de Él, se mantendrá en la senda recta de la vida de santidad.


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SEMANA 2: JUEVES

SEMANA 2: VIERNES

EL COMPROMISO DE OBEDECER

NUESTRO HOGAR CELESTIAL

Daniel 1.1-21

Filipenses 3.20-21

a historia de Daniel ilustra algunos elementos clave de la obediencia. Vemos al sabio joven haciendo lo que ordenó el Señor, tanto de la manera correcta como en el momento correcto. Daniel sabía que la ley de Dios prohibía comer cosas que habían sido ofrecidas a los ídolos. Pero él estaba viviendo en cautiverio en Babilonia, una nación que adoraba a dioses falsos, y pronto enfrentó una situación difícil. El rey Nabucodonosor había ordenado que la comida más exquisita que había sido presentada primero a los ídolos, le fuera enviada después a Daniel. ¿Era mejor obedecer al Señor y arriesgarse a la ira del rey, o desobedecer a Dios y satisfacer al gobernante? A primera vista, el conflicto de Daniel se debía a si la comida era o no aceptable. Pero, en realidad, era un asunto de fidelidad a Dios. Él podía haber dado razones convincentes para violar el mandamiento divino, diciéndose a sí mismo que era un siervo y que no tenía otra opción. Pero Daniel resolvió no comer la comida del rey, y buscó la manera de honrar al Señor y acatar su ley. Hoy, muchas cosas que nuestro mundo considera aceptables se encuentran fuera de lo que Dios quiere para sus hijos. Algunas no son buenas para nosotros, mientras que otras no le honran. Nuestro deseo debe ser obedecer al Señor, pues la obediencia a Dios es siempre la mejor opción. Para llegar a ser como Daniel, debemos comprometernos a obedecer al Señor y a valernos siempre de la Palabra de Dios para tomar decisiones. Después, cuando vengan los desafíos, tendremos valentía para obedecer los preceptos del Señor.

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omo creyentes, tenemos garantizado un lugar en el cielo, y anhelamos tener una idea de cómo será. Aunque todas nuestras preguntas no serán contestadas antes de que lleguemos allá, la Biblia sí ofrece información en cuanto a la vida futura del cristiano. ¿Quiénes estarán allí? La verdad más maravillosa que sabemos es que estaremos en la presencia de nuestro Dios trino: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Además de miles y miles de ángeles (Ap 5.11), allí estarán los santos del Antiguo Testamento y todos los creyentes. ¿Cómo seremos diferentes físicamente? Tendremos cuerpos glorificados, y la Biblia ofrece pistas en cuanto a lo que esto significará. Después de la resurrección, Jesús tuvo una forma material visible, por lo que sabemos que nosotros, también, tendremos un cuerpo físico. Nuestra forma será incorruptible, y tendrá una imagen celestial (1 Co 15.42, 49). Aunque la Biblia no describe el proceso de glorificación, sabemos que nuestros cuerpos transformados estarán adaptados perfectamente a nuestro nuevo ambiente. ¿Nos reconoceremos unos a otros? Aunque diferentes, nuestros cuerpos serán identificables. María, aunque estuvo confundida al comienzo, reconoció al Jesús resucitado (Jn 20.14−16). Porque seremos como Él, seremos reconocidos en nuestra forma resucitada, y reconoceremos a los demás. Trate de imaginar cómo será estar en su cuerpo glorificado, con creyentes de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas (Ap 7.9). La vida en el cielo superará sus más grandes sueños y expectativas. 9


E S T U D I O

B Í B L I C O

L A H I S TO R I A D E LO S

DIEZ LEPROSOS Lucas 17.11-19

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iez leprosos estaban parados lejos (así se los exigía la ley), suplicando a Jesús que tuviera misericordia de ellos. El Señor les dijo que se presentaran a los sacerdotes —quienes podían declarar que la enfermedad había sido curada o no (Lv 14.7). Lo irónico —e incluso sorprendente— fue que Jesús no los sanó de inmediato. Estos hombres fueron invitados a ejercer su fe, ya que ninguno de ellos estaba todavía “limpio”. Imagínelos renqueando, algunos con las piernas gangrenadas, yendo a los sacerdotes para mostrarles que sus cuerpos leprosos ya habían sido sanados, cuando esto no había sucedido todavía. Es por eso que hablamos de fe. Pero mientras obedecían, su condición se volvía menos perceptible, y su piel comenzó a renovarse mientras el poder del Dios vivo regeneraba maravillosamente

sus cuerpos. Jesús quería que ellos experimentaran verdadera fe. Sin embargo, solamente un leproso, cuando se dio cuenta de que había sido sanado por completo, se llenó tanto de alegría que se apresuró a regresar para expresar gratitud a Jesús. Solamente uno. Y era samaritano. Jesús le dice al hombre: “Tu fe te ha sanado”. Una invitación. Una aceptación. La salvación de un cuerpo y un alma.

> PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR algo bueno? ¿De qué manera volvió a Él en 1. La mayoría de las sanidades de Jesús fueron agradecimiento? instantáneas, pero ese no fue el caso de los diez leprosos. ¿De qué manera este milagro 3. Jesús envió a unos hombres todavía leprofortaleció la fe de estos hombres? ¿Cómo pudiera afectar su fe si usted no recibe sos a informar a los sacerdotes que habían sanidad de inmediato? sido sanados. La Biblia dice que “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción 2. A pesar de que los sanados fueron diez, de lo que no se ve” (He 11.1). ¿Puede recorsolo uno regresó para dar gracias. ¿Cuántas dar algún momento en el que tuvo que dar veces en los últimos doce meses Dios ha un paso al frente por fe, y Dios atendió su respondido una oración suya o le ha dado necesidad? 10


Y

SEMANA 2: SÁBADO

SEMANA 3: DOMINGO

EL SEÑORÍO DE JESÚS

PARA ENTENDER LA SANTIDAD DE DIOS

Filipenses 2.5-11

Levítico 22.29-33

a sea que usted haya sido creyente por muchos años, o puesto su fe en Cristo como su Salvador hace poco tiempo, hay una cosa importante que debe determinar en su corazón. Muchos cristianos entienden que Jesús murió en la cruz por sus pecados. Pero ¿quién es Él hoy? La Biblia nos dice que Jesús es el Hijo de Dios, que se hizo carne y que entró en nuestro mundo en la forma de un siervo. Vino a vivir entre nosotros y a hacer posible que conociéramos a Dios. Luego, después de su muerte, su sepultura y su resurrección, fue exaltado de nuevo a su legítimo lugar como Señor y Soberano. Es esencial que todo creyente entienda la persona y la posición de Jesucristo. A menudo lo llamamos “Señor”, pero ¿qué significa eso? La respuesta es que, como Señor y Creador, Él hizo y sostiene todas las cosas (Col 1.16, 17). Al poner nuestra fe en el Salvador, aceptamos su legítimo lugar en nuestra vida. Como Señor, Él tiene autoridad sobre cada aspecto de nuestra vida. Somos ovejas que debemos seguir al Pastor (Jn 10.2-15). ¿Se niega usted a reconocer que Él tiene el derecho de determinar lo que hace y dónde va? Puede tener la seguridad de que el plan de Dios resulta siempre en plenitud de vida. Jesús no es un gobernante distante y arbitrario; es su maravilloso y comprensivo Señor que le ama y ha preparado el terreno para que usted sea salvo, después de haber vivido una vida humana y sufrido inimaginablemente. Por eso, cuando Él dice: “Sígueme; yo haré que tu vida tenga significado”, puede tener la seguridad de que el Señor es digno de su confianza en todo momento.

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i alguna vez ha leído el libro de Levítico completo, es posible que se haya preguntado por qué Dios dio a los israelitas tantas reglas y tantos detalles en cuanto a los sacrificios y la adoración. Cuando era niño, recuerdo haber pensado que todas esas vacas podrían haber alimentado a mucha gente. Para mí, los sacrificios parecían un gran desperdicio, pues no entendía lo que el Señor estaba enseñando a su pueblo. Hoy tenemos las Sagradas Escrituras completas para ayudarnos a entender quién es Dios y lo que desea de nosotros. Pero en los días del Antiguo Testamento, Él enseñaba a su pueblo con ejemplos. Quería que entendieran tres cosas: su santidad; el pecado y las consecuencias de la desobediencia; y el cuidado que tenía de ellos —que Él era la fuente de todo bien. Las normas y los reglamentos que Él instituyó eran ejemplos visibles. En cada detalle, Dios revelaba su santidad y en cada sacrificio, el costo del pecado. Las reglas del tabernáculo enseñaban al pueblo que no tomaran la adoración ligeramente. Era un privilegio serio y maravilloso acercarse a un Dios santo y justo. Hoy día, es muy fácil perder de vista la santidad del Señor. Por tanto, es bueno reexaminar el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento para mantener presente la seriedad de la adoración. Dios es nuestro Padre celestial, y tenemos acceso inmediato a la sala del trono, pero debemos preguntarnos si lo estamos tratando con la reverencia que se merece. En la iglesia, en lugar de estar desatentos y distraídos, debemos recordar el gran privilegio que es venir a su presencia. 11


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SEMANA 3: LUNES

SEMANA 3: MARTES

LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES

BAUTIZADOS A UNA NUEVA VIDA

Juan 8.25-32

Romanos 6.1-7

ios desea lo mejor para cada uno de sus hijos, pero a veces quedamos atrapados por hábitos, conceptos y sentimientos negativos que interfieren con sus planes para nosotros. Pero el Señor Jesús nos ofrece una salida. Si continuamos en su Palabra, conoceremos la verdad que nos hace libre de todo lo que nos esté manteniendo cautivos. “Continuar” en la Palabra significa leerla regularmente y aplicarla a nuestra vida. Entonces sabremos lo que Dios dice, y seremos capaces de reconocer las artimañas que amenazan con atraparnos. Además de esto, entenderemos los beneficios que acompañan a nuestra salvación y que nos permiten mantenernos firmes en la verdad para no ser extraviados. Estos beneficios incluyen . . . Nuestra posición: Por la fe en Cristo, hemos comenzado una relación personal con Dios. Ahora, como sus hijos, tenemos libre acceso a su trono, junto con la seguridad de que Él escucha nuestras oraciones. Nuestra provisión: Dios nos dio la Biblia para guiarnos y alentarnos. Nuestras promesas: Al confiar en las promesas que Él nos ha dado, seremos participantes de la naturaleza de Dios, y escaparemos de la influencia corruptora del mundo (2 P 1.4). Nuestra protección: Al caminar con Cristo, Él nos fortalece y nos protege para que no caigamos en las trampas del maligno (2 Ts 3.3). El primer paso para vivir en libertad es reconocer cualquier pecado que esté dominando su vida. Luego, apóyese en la verdad de la Biblia y reclame las promesas y la provisión de Dios por fe. 12

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a sección de libros de autoayuda de las librerías no se vería tan concurrida si más personas aceptaran la solución de Dios para su bienestar. La redención del hombre no es la superación personal, sino el reemplazo total de la vieja naturaleza “carnal”. Quienes reciben a Jesús como Salvador y aceptan su sacrificio son crucificados juntamente con Él. Su viejo yo, lleno de pecado muere, y un nuevo Espíritu sin mancha hace su residencia en el interior de la persona. El bautismo es un acto simbólico que representa la transición de muerte a vida. No solo simboliza la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús, sino también manifiesta nuestra experiencia de ser sepultados con el Cristo crucificado, y resucitados para vivir con Él. En nuestra nueva vida, somos libres de la esclavitud del pecado, y aunque nos parezca que no podemos alcanzar una vida de santidad, nos esforzamos más para hacer lo correcto. A veces, volvemos a la sección de autoayuda, cuando lo que deberíamos hacer es volver al Libertador. Al redimirnos, Cristo se convirtió en nuestra vida. Él vive en nosotros por su Espíritu que mora en nuestro interior, y seguirá viviendo si le permitimos que lo haga. Las personas no pueden cambiarse a sí mismas. Jesús llama a los creyentes a una relación en la que son transformados. Cuando Él es el centro de nuestra vida — cuando leemos con entusiasmo la Sagrada Escritura, oramos pidiendo que se haga su voluntad, y procuramos andar en su senda— cambiamos positiva y permanentemente.


H

SEMANA 3: MIÉRCOLES

SEMANA 3: JUEVES

EQUIPADOS PARA HACER SU VOLUNTAD

PORQUE ÉL VINO, DEBEMOS IR

Éxodo 3.1-14

Juan 20.19-23

e conocido a personas que saben que Dios las ha llamado a hacer algo, pero están tan enfocadas en lo que piensan en cuanto a sus capacidades, que siguen diciéndole: “Es que no puedo”. ¿Sabía usted que esa es una forma de rebelión? Es decirle al Señor que no es lo suficientemente poderoso como para equiparlas, y que el cumplimiento de su voluntad depende de las capacidades naturales de cada persona. Al ser llamado a sacar a los israelitas de la esclavitud, Moisés se quejó de que él no era la persona adecuada para la tarea con la excusa de que no sabía hablar bien (Éx 4.10). La respuesta de Dios enfatiza que Él no solo era más que capaz de equipar a su líder escogido, sino que también lograría sus propósitos con o sin Moisés. Es el Señor quien nos da la capacidad de vivir dentro de su voluntad. Dios ha prometido que si le creemos y seguimos adelante en obediencia, nos mostrará lo que quiere que hagamos, y después nos capacitará para hacerlo. Filipenses 2.13 dice: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. No hay nada que temer; usted nunca tendrá que hacer algo para Dios para lo cual Él no le haya equipado. Nuestro Padre celestial se ha comprometido a equipar a sus hijos para que hagan lo que les pida. Como seguidor de Cristo, usted tiene la responsabilidad personal de decir “sí” cuando Dios le llame, y permitir que Él logre sus propósitos por medio de usted. Dios no le defraudará. Ver cómo trabaja en su vida fortalecerá su fe e impulsará el proceso de conformarle a la imagen de Cristo.

¿P

uede usted imaginar la impresión de los discípulos cuando Jesús se les apareció? Después de días de estar escondidos, temiendo por sus vidas y lamentando la pérdida de su Maestro, los seguidores de Cristo quedaron atónitos al verlo de pie ante ellos en una habitación que estaba cerrada con llave. Como si el impacto que les causó su aparición no hubiese sido suficiente, les hizo la siguiente declaración: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). El peso de esas palabras debió haberles parecido abrumador. Después de años de escuchar a Jesús hablar de su propósito divino, ahora los discípulos recibían un encargo semejante. Así como el Padre había enviado a Jesús, Él los estaba enviando ahora al mundo para extender el evangelio, sanar a los enfermos, servir a los necesitados y glorificar al Padre celestial. Muchos cristianos leen este pasaje, y piensan: “Me alegro de no haber estado allí para recibir esa “orden de movilización”. Pero ¿sabe una cosa? Sí estaba. Esa habitación no albergaba solo a los once apóstoles restantes. Lucas 24.33 dice que otros seguidores “estaban con ellos”. De modo que, cuando Jesús dijo en Juan 20.21: “Así también yo os envío”, estaba hablando a todo el cuerpo de creyentes. El mandato de Jesús de hacer discípulos “de todas las naciones” (Mt 28.19) es una tarea demasiado grande para un puñado de personas. Es un llamado para que cada creyente, de cada país y en cada generación, acepte la misión nuevamente. Cristo le está enviando a algún lugar con un propósito. ¿Está listo para ir? 13


¿Q

SEMANA 3: VIERNES

SEMANA 3: SÁBADO

LA SANGRE PRECIOSA DE JESÚS

NUESTRO SALVADOR RESUCITADO

1 Pedro 1.17-19

1 Corintios 15.12-19

ué valora usted? Tal vez sea una reliquia familiar que no solamente es costosa sino que también tiene un valor sentimental. O tal vez los seres que más ama. O pueden ser su salvación, la Biblia, o su familia de la iglesia; pero si usted es realmente sincero, la sangre de Jesús probablemente no estuvo en la lista. La cultura cristiana de hoy necesita una versión objetiva de la salvación. Hablamos de la gracia y el perdón de Dios, y cantamos de su amor por nosotros, pero rara vez mencionamos la sangre de Jesús. Sin embargo, esa es la única base para nuestra salvación. Porque el Señor es recto y justo, Él no puede amar a los pecadores de modo que alcancen el cielo, o perdonarlos, simplemente porque se lo pidan. Cada pecado cometido tiene que recibir su justo castigo, y la paga del pecado es la muerte (Ro 6.23). El Señor tuvo solo dos disyuntivas para ocuparse de la humanidad caída. Podía dejar que la justicia llevara a la condenación a toda la humanidad, o podía proveer un sustituto para que pagara el castigo por cada persona. Pero este sustituto tenía que ser sin defecto (Dt 17.1). La única manera de salvarnos de la separación eterna en el infierno, fue enviar a su Hijo amado a la Tierra como el Dios-hombre, quien viviría sin cometer pecado y moriría en nuestro lugar. La sangre que manó de las heridas de Cristo compró nuestra salvación. Si quiere valorar realmente lo que Él hizo, piense en Él colgando en esa cruz solo por usted. Con ese pensamiento en mente, considere cómo debería vivir. Él se entregó sin reservas por usted, ¿qué le está dando usted a Él? 14

L

a vida, muerte y resurrección de Jesús constituyen la base de nuestra fe. La Biblia nos dice que Jesús vivió sin cometer pecado. Como el Cordero de Dios inmaculado, Él fue voluntariamente a la cruz y se sacrificó por nosotros (1 P 1.18, 19). Cristo llevó nuestros pecados y sufrió nuestro castigo para que pudiéramos ser reconciliados con Dios. La muerte del Salvador fue aceptada por el Padre celestial como el pago total por nuestros pecados, y despejó el camino para que podamos estar en paz con Él (Ro 5.1). Tres días después de la crucifixión, Jesús fue levantado de la muerte a la vida. El Cristo resucitado había vencido la tumba. Ascendió victoriosamente al cielo y ahora está sentado a la diestra del Padre. La muerte y la resurrección de Cristo son una ilustración de lo que sucedió en el momento que fuimos salvos. Al reconocernos como pecadores que no podían pagar sus transgresiones, expresamos fe en nuestro Salvador. Entonces, “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él” (Ro 6.6), y renacimos espiritualmente. Por su sacrificio, fuimos perdonados, reconciliados con Dios y adoptados en su familia. El apóstol Pablo enfatizó la importancia de la resurrección, pues, de no haber sido cierta, nuestra fe sería vana. El Cristo resucitado apareció a muchas personas. Dejó que Tomás lo tocara para que supiera que estaba vivo. Después que el Señor ascendió al cielo, el Padre envió a su Espíritu Santo a morar en los creyentes y a dar testimonio de la verdad de la resurrección. Nuestra fe está basada en el fundamento seguro de un Salvador resucitado.


E S T U D I O

B Í B L I C O

J E S Ú S L AVA LO S P I E S

DE SUS DISCÍPULOS Juan 13.1-17

C

omo había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (v. 1). El amor es algo fácil de fingir. Las personas nos dicen a menudo que nos aman, y pueden ser muy convincentes. Pero, lamentablemente, lo que nos ofrecen nos dejan anhelando un amor más profundo y más auténtico. En su última celebración de la Pascua, la misma noche que Él sabía que iba a ser arrestado, Jesús hizo lo impensable: Tomó una toalla y se inclinó para lavar los pies de sus discípulos. En esa cultura, donde usar sandalias era lo normal, solo el esclavo más humilde realizaba esa desagradable tarea en la casa. Pero ahora su Maestro

y Mesías les estaba lavando el polvo, la suciedad, y peor aún, los pies. Pronto su sangre perfecta e inocente les lavaría también la suciedad de sus pecados. Un amor de esa profundidad es difícil de entender. ¿Quién es capaz de entender realmente la humildad divina? ¿El sacrificio divino? Fue la misericordia de Dios dando evidencias de sí misma.

> PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR 1. El amor de padres es tierno; el amor de pareja es romántico; el amor de amigos es recíproco. Pero Jesús modela aquí un amor sacrificial y humilde. ¿De qué manera este amor es diferente a los otros tipos de amor? 2. Una cosa es ser humillado por alguien de una posición más alta que la de uno, pero otra es humillarse uno mismo delante de una persona de rango inferior. ¿Alguna vez amó usted a alguien que

no lo mereciera? ¿Estuvo tentado a no seguir haciéndolo? ¿Qué le dice eso acerca del acto de Jesús de lavar los pies de los discípulos? ¿De qué manera le anima su ejemplo? 3. D ios se humilló a sí mismo, primeramente al convertirse en hombre, y después, al someterse a burlas, golpes y a la crucifixión. ¿Cómo ha respondido usted a tal sacrificio? ¿Cuál es la respuesta adecuada? 15



DOMINGO DE RAMOS

APASIONADO Y PROTECTOR Marcos 11.15-17

E

sta no fue la primera vez que Jesús estuvo en el templo. Sus padres lo dejaron allí accidentalmente una vez cuando era un niño, y también había enseñado en ese mismo lugar algunas veces durante su ministerio. Pero esta visita fue diferente. Esta vez sorprendió a los asistentes al templo con más que sus palabras. En esta ocasión se airó ardientemente por las actividades que tenían lugar en el patio del templo. Una ira ardiente no es lo que esperamos de Jesús. Pero Dios siente pasión por su pueblo, y su pueblo estaba a merced de mercaderes en el templo. Eso tenía que cesar. Por eso, Jesús volcó las mesas, expulsó a los explotadores, y citó frases de los profetas para demostrar que estaba en lo cierto. El templo de Dios es un lugar de oración para las naciones, no un negocio. Este suceso nos enseña claramente que Dios está en contra del engaño y la codicia, pero hay un mensaje mucho más profundo en el hecho. La intensidad de la reacción de Jesús refleja el amor del Padre por su pueblo. La pasión que Él demostró en el templo no era por el edificio; era por los fieles que se habían reunido y, a mayor escala, por las naciones que ellos representaban. Evidentemente, Dios no toma a la ligera nuestros corazones. Él nos protege apasionadamente, pues es celoso de nuestra adoración y celoso

de nuestro amor. Cuando Salomón dedicó el primer templo de Jerusalén, los sacerdotes se postraron sobre sus rostros mientras Dios llenaba poderosamente el edificio con su presencia. Esta edificación era tierra santa, un lugar de pureza y oración. Siglos más tarde, cuando Jesús volcó las mesas de los cambistas, demostró la intensa pasión de Dios por esta misma tierra santa. Pero ¿qué sucede hoy día? Los fieles ya no se reúnen en un templo en Jerusalén. ¿A dónde dirige Dios su pasión? A nosotros.

Si Jesús pudo ser provocado tan profundamente por un templo de piedra, ¿cuánto más por el cuerpo de creyentes? En el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios se convierte en el templo de su presencia. El edificio da paso al cuerpo. Si Jesús pudo ser provocado tan profundamente por un templo de piedra, ¿cuánto más por el cuerpo de creyentes? La pureza y la devoción del lugar donde el Señor mora le importan profundamente. El Señor Jesús entra a nuestros corazones con celo para expulsar toda influencia pecaminosa y para hacernos suyos. —Chris Tiegreen

17


LUNES

LA LECCIÓN DE LA HIGUERA Lucas 13.6-9

C

uando Jesús entró en Jerusalén, los hosannas y las manifestaciones de adoración fueron evidentes y entusiastas. Eso debió haber parecido un triunfo impresionante. Pero Jesús sabía que las apariencias externas no indican necesariamente un consenso general o incluso auténtico. De hecho, se estaba dirigiendo al templo, donde los cambistas eran muestra de esa verdad. Nuestro Salvador había llorado mientras se acercaba a la ciudad, porque el pueblo no conoció el tiempo en que Dios vino a salvarle (cp. Lc 19.44 NVI), o la manera de evitar lo que ahora era el juicio ineludible. Los escritores de los evangelios insertaron una curiosa anécdota en cuanto a la aproximación de Jesús a una higuera distante que tenía hojas, ya que tenía hambre. Marcos 11.13, 14 nos dice que “solo encontró hojas, porque no era tiempo de higos”. Entonces le dijo: “¡Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti!” ¿Por qué Jesús, el Creador de las higueras, maldijo a una de ellas por no tener fruto fuera de temporada? La pregunta parece desconcertante, salvo para quienes estaban familiarizados con las cosechas de frutas del Oriente Medio, quienes se darían cuenta de que unas pequeñas protuberancias comestibles, o taqsh en árabe, aparecen con las hojas y se caen antes de que se desarrolle 18

la fruta real. El erudito F. F. Bruce (Are The New Testament Documents Reliable? — ¿Son confiables los documentos del Nuevo Testamento?) dice: “Si las hojas aparecen sin la compañía de las taqsh, no habrá higos ese año. Por lo tanto, era evidente para nuestro Señor . . . [que] a pesar de su bello follaje, era un árbol estéril e inútil”. Marcos añade luego un detalle importante: “Y lo oyeron sus discípulos” (v. 14). La maldición de la higuera por parte de Jesús no fue un arrebato caprichoso o de disgusto, como algunos suponen. Fue una demostración perfecta en cuanto al fruto que nace de la fe genuina, en contraste con religiosidad vacía que acababan de presenciar en el templo. Esta fue una enseñanza crucial para los discípulos del primer siglo, así como lo es para los discípulos del siglo 21. Nuestra utilidad importa mucho a Dios, pero solo cuando es fruto del Espíritu que se produce si permanecemos en la vid, Jesucristo (Gá 5.22, 23; Jn 15.5). No importa cuán impresionante puedan ser, las obras que se hacen solo mediante el esfuerzo humano carecen de valor a los ojos de nuestro Padre celestial. ¿Qué pasaría si el Señor nos examinara? ¿Hallaría algo nutritivo? ¿O encontraría un impresionante exhibición de hojas que resulta ser apenas una hermosa apariencia? —Sandy Feit


MARTES

DIOS Y EL HOMBRE Mateo 22.41-46

L

os fariseos detestaban que tantas personas creyeran que el hombre que estaba frente a ellos era el Mesías. Este vulgar galileo no tenía ningún abolengo. Es verdad que podía dejar asombradas a las personas con su inexplicable sabiduría, pero sin duda no era, según ellos, el Rey que había venido. No solo respondieron de manera equivocada, sino que también hicieron la pregunta equivocada. Pensaban que la prominencia cada vez mayor de Cristo simplemente aumentaba la posibilidad de que Él fuera el Mesías que había llegado. Pero Cristo les señaló una verdad más profunda, de la que dependía la salvación del hombre. “¿Qué piensan ustedes acerca del Cristo”, les preguntó: “De quién es hijo?” (Mt 22.42 NVI).

Cristo estaba señalándoles a ellos la sorprendente verdad de que Él es Rey, Salvador y Dios. Ellos sabían la respuesta, así como también tenían conocimiento de los rumores en cuanto a este lejano descendiente de David. Pero David tenía muchos descendientes. El Cristo sería —respondieron: “hijo de David”. “¿Cómo es que David, hablando por el Espíritu, lo llama ‘Señor’ —preguntó Cristo—

diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies?’” (vv. 43, 44 NVI). Se refería al Salmo 110, en el que el Espíritu Santo habla por medio de David para explicar la divinidad de Cristo. Los fariseos pensaban que este debate era sobre si Cristo era el Mesías. En un instante, Cristo llevó la conversación a un nivel más alto. Sus interlocutores eran testarudos, pero inteligentes. Reconocieron la implicación de la pregunta que les fue hecha. Por supuesto, David no habría llamado “Señor” a un descendiente suyo después de muchas generaciones. Un rey daría ese honor solamente al Dios vivo. Cristo estaba señalándoles a ellos —y también a nosotros— la sorprendente verdad de que Él es Rey, Salvador y Dios. Tal afirmación era exorbitante, pero también el único camino a la salvación. Dios se hizo carne, vivió sin pecar hasta la muerte, y resucitó para vida eterna, destruyendo así al pecado y a la muerte sobre la humanidad. Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera volver a Dios. Esto aterrorizó a los fariseos, así que se quedaron en silencio, “y desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más preguntas” (Mt 22.46). Dios nos perdona cuando estamos de igual modo en silencio. Cristo es el Dios resucitado. Cuéntele eso al mundo. —Tony Woodlief 19


MIÉRCOLES

UN AMOR EXTRAVAGANTE Mateo 26.6-13; Juan 11.1-46

E

lla fue la única que creyó en Él. Siempre que Jesús hablaba de su propia muerte, los demás se encogían de hombros o dudaban, pero María creyó porque Él hablaba con la misma firmeza con que le habló la vez que ella dudo de Él. Ella había cuestionado el amor de Jesús por su familia cuando no llegó a tiempo. “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Pero ella vio que Jesús lloró con ella. Y Él pronunció después las palabras. “¡Lázaro, ven fuera!” Y después de estar cuatro días en una tumba sellada por una piedra, Lázaro salió. Mientras María besaba las manos, ahora cálidas de su hermano que había muerto hacía poco, se volvió y vio a Jesús. Él estaba sonriendo. Ella nunca volvería a dudar de sus palabras. Así que, cuando Él hablaba de su muerte, ella lo creyó. María llevó el voluminoso frasco de perfume de su casa a la de Simón. No fue un gesto improvisado, pero sí extravagante. El perfume costaba el salario de un año. Tal vez era la única cosa de valor que ella tenía. No era lógico lo que hacía, pero ¿desde cuándo ha sido guiado el amor por la lógica? El sentido común no habría llorado ante la tumba de Lázaro, pero el amor sí. Era un 20

amor extravagante y arriesgado que aprovechó la oportunidad. Alguien tenía que mostrar lo mismo al Dador de tal amor. Por eso fue que María lo hizo. Se acercó a Jesús y derramó el frasco. Sobre su cabeza, sus hombros y su espalda. Ella se habría derramado a sí misma por Él, de haber podido. La fragancia del dulce ungüento se esparció rápidamente por toda la habitación. “Respira el aroma y recuerda a quien te ama”, decía ese gesto. “Cuando te sientas abandonado, recuerda que eres amado”. Los discípulos se burlaron de su extravagante gesto, pero recordemos la manera en que Jesús defendió a María. “¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra”. Esta no era tampoco la primera vez que la había defendido. Cuando su hermana, Marta, exigió que María la ayudara con las tareas de la casa en vez de estar sentada a sus pies, Jesús dijo: “Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María la ha descubierto” (Lc 10.42 NTV). El mensaje de Jesús es tan poderoso hoy como lo fue entonces: Hay un tiempo para el amor arriesgado. Hay un tiempo para sentarse a los pies de Aquel que usted ama, de derramar su amor sobre Él, y que debe aprovechar cuando llega. —Max Lucado


E S T U D I O

B Í B L I C O

E L I N C R É D U LO

TOMÁS Juan 20.25-29

T

omás es la representación de la persona típica. Él todavía no había visto al Señor resucitado, y a pesar de que había escuchado la noticia, se resistió a creer los relatos de la Resurrección —relatos que procedían de amigos confiables con quienes había vivido durante tres años. A Tomás no debería haberle parecido insólita la noticia. Había visto con sus propios ojos a Jesús resucitar a Lázaro de entre los muertos —y había creído. Pero también había visto personalmente a Jesús crucificado, y fue allí cuando se extinguió su ilusión del reino. La crucifixión parecía más poderosa que la resurrección. Su fe se derrumbó; su esperanza se hizo pedazos. Entonces Jesús se apareció vivo, y les dijo compasivamente: “Paz a vosotros”,

dando toda la evidencia que Tomás necesitaba. La Resurrección resultó ser más poderosa que la muerte. Seamos sinceros, creer en la Resurrección no es fácil, no importa cuántas personas le digan que sucedió. Jesús tiene todavía que llevarnos a creer para darle paz y fe, a nuestro corazón, a nuestra mente y a nuestra alma. Sin habérsenos aparecido físicamente, Él nos da lo que necesitamos para creer.

> PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR 1. Piense en la primera vez que le dijeron que Jesús había resucitado de los muertos. ¿Cuál fue su reacción? ¿Encontró que esa información era fácil de creer o terriblemente difícil? ¿Por qué? 2. Tomás había visto milagros; había sido testigo de muchas demostraciones del poder sobrenatural de Jesús. Sin embargo, la crucifixión sacudió seriamente su fe. ¿Hay algo que a usted le haya sacudido su fe, a pesar de haber visto antes las obras

hechas por Dios? ¿Qué puede aprender de la experiencia de Tomás? 3. Para poder creer, Tomás necesitaba algo tangible, algo especial para él. La gran mayoría de los cristianos nunca han visto al Jesús resucitado, pero Dios nos da lo que necesitamos para creer. ¿Qué necesitó usted (o qué necesita) para tener una fe real? ¿Cómo se le ha revelado el Señor Jesús? ¿De qué forma necesita todavía que lo haga? 21


JUEVES SANTO

ORACIÓN EN LA HORA DE LA DESESPERACIÓN Mateo 26.36-46

E

l sufrimiento de Jesús no comenzó con los latigazos que recibió o con su lenta y agonizante marcha al Calvario. La Biblia nos dice que el Señor sufrió durante sus oscuras horas en Getsemaní, el lugar en donde “comenzó a entristecerse y a angustiarse” (Mt 26.37). Sabiendo que pronto se entregaría a sí mismo al inmenso horror de la cruz, Jesús aceptó el asfixiante peso de todo lo que vendría. Las palabras que dijo a Pedro, Jacobo y Juan revelan su agudo dolor: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (v. 38). Este hecho todavía nos deja estupefactos: Jesús, el Hijo de Dios, experimentó la desesperación profunda —conoció cada temor humano, cada ansiedad. No hay ninguna tentación o temor humanos que Jesús no experimentara. El evangelio de Juan resalta que Getsemaní era un huerto (18.1), y su narración está llena de imágenes de la creación desde las primeras frases hasta las escenas de la resurrección. El escritor, al parecer, quiere que conectemos al Getsemaní con otro huerto, donde una serpiente abordó a Adán y Eva. Juan quiere estar seguro de que entendamos que, aunque ellos sucumbieron a la tentación, Jesús no lo haría. Donde fallaron el primer hombre y la primera mujer, el Hijo del Hombre triunfaría. Aunque nosotros sucumbimos bajo el peso del temor o de la seducción del pecado, Jesús triunfa.

22

Pero antes de la victoria hubo muerte, separación y fracaso aparente. Antes de la resurrección, hubo un largo período donde parecía que la esperanza se había disipado, donde uno se preguntaba si el amor había fracasado.

Nuestro Señor, en su sufrimiento, hizo lo que su alma sabía hacer: orar. En el huerto, mientras se acercaban las horas del mal, el corazón de Jesús se derramaba. Nuestro Señor, en su sufrimiento, hizo lo que su alma sabía hacer: Jesús oró, diciendo: “Padre mío, si es posible, pasa de mí esta copa . . .” (Mt 26.39). Jesús no se limitó a practicar su disciplina espiritual o a darnos un ejemplo a imitar. En vez de eso, su alma había quedado al desnudo, y fue al Único que puede estar con nosotros en tales profundidades. Jesús fue al Padre celestial. A veces tendemos a pensar que la oración es solo un tiempo de calma e introspección. Pero la oración nace a menudo de una simple necesidad. Cuando oramos, buscamos dirección, y simplemente gritamos: “¡Socorro!” —Winn Collier


VIERNES SANTO

LA SOLEDAD SOPORTADA POR NOSOTROS Mateo 27.26-50

H

ace 20 años tuve el privilegio de hacer el papel de Jesús en la película El Evangelio de Mateo. La experiencia cambió mi vida cuando llegué a entender al Señor de maneras que nunca había imaginado. Descubrí su gozo, su sufrimiento y su pasión. También descubrí cuán extraordinariamente “solo” estuvo Jesús cuando anduvo en la Tierra. Después de todo, ¿quién podría entender a un hombre cuya manera de ser e ideas eran tan asombrosamente diferentes a las de cualquier otra persona? Incluso sus amigos más cercanos nunca “lo entendieron” sino hasta después de que ascendió a su Padre. ¿Qué tan solo deja eso a un hombre? Especialmente en ese día del Gólgota.

¿Quién podría entender a un hombre cuya manera de ser e ideas eran tan asombrosamente diferentes a las de cualquier otra persona? Cuando filmamos las escenas de la crucifixión, llegué al set después de un trabajo de maquillaje de tres horas; era tan auténtico, que ninguno de los miembros del equipo de filmación podía soportar mirarme. Recuerdo

que pensé en el pasaje: “… escondimos de él el rostro” (Is 53.3), y me di cuenta de que eso había sido muy real. Después comenzó el rodaje, y la crueldad era impresionante. Estábamos simulando, pero la atrocidad era indescriptible. Recuerdo cuando estaba allí colgado, y viendo los rostros a mi alrededor, simplemente mirando. Una niña de la aldea local donde estábamos filmando lloraba y lloraba. Todos habrían querido ayudarme de alguna manera. Pero era algo que yo tenía que soportar solo. Pensé cuando Jesús veía a su madre, a Juan y a otros. Por mucho que lo amaran, no había manera de que ellos pudieran entender sus motivaciones ese día. Por mucho que habrían querido ayudarlo de alguna manera, era algo que Él tenía que hacer —solo. Después llegó el momento de estar solo más allá de toda soledad. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt 27.46). Para que pudiéramos nacer de nuevo. Hoy es un día para despojarnos de todo lo que queremos, y vivir como el Señor desea: agradecidos. Tenemos el privilegio de entenderle como nunca pudieron hacerlo quienes anduvieron a su lado, y nuestra respuesta no puede ser otra que postrarnos sobre nuestros rostros en profunda gratitud. ¡Gloria a Jesús! —Bruce Marchiano 23


SÁBADO

DIFERENTE DE LO QUE PARECÍA Mateo 16.21

E

n la historia de la Pascua, el Sábado de Gloria normalmente se desperdicia. Sin embargo, los días e incluso los pocos años que le precedieron estuvieron llenos de acontecimientos y de palabras sorprendentes. Si se hubiera tratado de una sinfonía, ésta habría aumentado a un resonante pero horrible crescendo: el arresto y el juicio, los azotes y la crucifixión; la agonía en la cruz; la muerte; el día transformándose en la más absoluta oscuridad; la tierra sacudiéndose como si fuera a partirse; el desgarramiento del velo en dos... Y luego, al igual que la famosa pausa en el Mesías de Handel, todo se detiene completamente. Jesús es sepultado —y todo ha terminado. Al no estar ya Jesús, los discípulos se quedaron únicamente con su recuerdo y sus palabras, ninguno de los cuales parecían estar afectándoles, pues se escondieron temerosos ese sábado, teniendo poca fe en lo que Él había prometido. Los discípulos habían trazado su propia imagen de lo que se suponía que debía ser el Mesías. ¿Cuántos de nosotros; los creyentes, vivimos con una mentalidad de sábado — en algún punto entre la verdad de la vida terrenal de Jesús, y la resurrección gloriosa que validó todo lo que Él dijo e hizo? Es fácil quedarse perplejos ante el temor de 24

los discípulos y su falta de fe, pero ¿somos nosotros, en realidad, muy diferentes a ellos? ¿Tenemos nuestros propios planes para Dios? ¿Creemos convenientemente que lo mejor para nosotros es que Dios y todos los demás hagan lo que esperamos? ¿Se inclina usted a decir palabras que transmiten cada vez más falta de esperanza? ¿Son palabras de desánimo, pesimismo, condenación ­—tal vez incluso de desesperación? Delante de quienes vivimos con una mentalidad así hay dos opciones. O bien intentamos inútilmente hacer las cosas a nuestra manera, o bien volvemos a enfocarnos en la verdad de lo que Dios nos ha dicho: la verdad acerca de sí mismo, y la verdad sobre nosotros; la verdad en cuanto a lo que Él nos ha pedido que hagamos en la desilusión del “sábado”. Los discípulos no habían recibido todavía el Espíritu Santo, pero nosotros lo tenemos ahora por completo. Ellos no tenían la abundancia de la Palabra de Dios, pero nosotros la tenemos toda al alcance inmediato. Ellos estaban viviendo del otro lado de la resurrección, y nosotros la vivimos en su realidad. Porque la verdad es que la música se reanudará. ¡El domingo viene! ¡Qué sábado tan maravilloso se nos ha dado! —Del Tackett


DÍA DE LA RESURRECCIÓN

¡DÍA DE TRIUNFO! 2 Corintios 4.14-18

H

oy es un día muy especial. En todo el mundo, personas de todas las edades están asistiendo a la iglesia. Pero la Pascua Florida es mucho más que ir a la iglesia. Si hemos entendido verdaderamente lo que se logró en el Día de la Resurrección, seremos las personas más agradecidas y victoriosas que existan. ¿Cómo lo sé? Al observar a los discípulos de Cristo, los primeros testigos del milagro más asombroso de Jesús. Cuando ellos creyeron finalmente que Jesús estaba vivo, todo cambió: esos hombres llenos de dudas y descorazonados se transformaron en predicadores apasionados del evangelio. ¿No le gustaría a usted vivir con esa misma confianza y determinación? Puede hacerlo, al considerar lo que logró la resurrección de Cristo y permitir que esa realidad llegue a ser fundamental en todo lo que usted piense, diga y haga. Comience reflexionando en tres verdades extraordinarias: Primero, Jesús está vivo y activo, no solo en el cielo, sino también en nuestra vida. Está sentado a la diestra del Padre —nadie mejor que Él, que experimentó la debilidad humana, que conoce cada detalle de nuestras circunstancias, y que está presente en nuestro interior por medio de su Espíritu— para interceder por nosotros (Ro 8.34). Su poder sobrenatural (v. 11) está siempre al alcance para transformar nuestro carácter, fortalecernos, darnos discernimiento y guiarnos.

Segundo, el Señor es absolutamente digno de confianza. Puesto que Jesús venció la muerte, tal como lo anunció, podemos saber que todo lo demás que dijo también es verdad —y que todas las promesas de Dios son seguras. Estas incluyen el convencimiento de que nuestros pecados han sido perdonados si ponemos la fe en el Señor como Salvador. Al levantar a su Hijo de entre los muertos, Dios proclamó que el sacrificio de Cristo fue suficiente para pagar el castigo por nuestros pecados. Tercero, la muerte no es el final. Por el contrario, es el comienzo de la vida como Dios quiso que fuera — ­ ­libre del pecado y de todas sus consecuencias, de sufrimiento, enfermedad y dolor. La resurrección de Jesús garantiza que los creyentes también resucitaremos, y que recibiremos cuerpos nuevos —fuertes, perfectos y eternos. Además, tendremos el gozo de reencontrarnos con seres queridos en Cristo, y ver a nuestro Salvador cara a cara. Cuando una persona entiende lo que logró la resurrección de Jesús, no tiene ninguna razón para permitir que las penas y las preocupaciones del mundo le lleven a la desesperanza (v. 18). Por eso, invirtamos en nuestro futuro eterno, viviendo con la perspectiva de la resurrección, y sirviendo fielmente al Salvador resucitado. —Charles F. Stanley 25


Reflexiones de la vida interior

En la mañana de la Resurrección

26


E

María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos . . .” (Jn 20.1-4). L PRIMER DÍA DE LA SEMANA,

Quienes ya conocemos la historia del evangelio estamos tan acostumbrados a la trama, que podemos perder contacto con el verdadero drama —y con la emoción— de su evolución. Sin embargo, lo que puede hacer que la historia sea nueva para nosotros, no es necesariamente una reflexión más profunda de los momentos trascendentales, sino de los momentos que hay entre ellos. Encontramos uno de esos momentos ilustrado hermosamente en la famosa pintura de Eugène Burnand: los discípulos Pedro y Juan corriendo al sepulcro en la mañana de la Resurrección. Aquí encontramos un día sereno y aparentemente común y corriente bañado por la luz de la mañana. Arriba, unas pocas nubes dispersas flotan sobre el paisaje. Y luego, en contraste con toda esa paz, están Pedro y Juan — ambos parte del círculo más íntimo de Jesús— controlados por la ansiedad. Es domingo por la mañana, el primer día de la semana después del sabbat o día de reposo más triste que habían conocido. Después de haber ido a la tumba en las primeras horas del día, María Magdalena los buscó, frenética, y de sus labios oyeron la espantosa noticia: ¡El cuerpo del Señor había desaparecido! Y habiendo escuchado eso, Pedro y Juan salieron corriendo. Veamos los ojos angustiados de Juan debajo de un ceño perplejo y resuelto, con sus manos abrazando firmemente

su cuerpo, mientras sigue adelante con una actitud suplicante, tal vez rogando a Dios un buen resultado. Imaginemos la sensación en el pecho del discípulo de más edad latiendo con fuerza mientras corría, con la mano puesta sobre su corazón palpitante. Sin duda, Pedro está lleno de una indescriptible combinación de asombro y desesperación; y tal vez, en algún pequeño rincón de su corazón, de una esperanza que todavía no entiende.

Lo que puede hacer que la historia sea nueva, no es una reflexión más profunda de los momentos trascendentales, sino de los momentos que hay entre ellos. Pero en todo esto, un solo pensamiento debió haber impulsado a estos hombres: ¿A dónde se llevaron al Señor? Es conveniente que nos detengamos en este momento, con esta pregunta —para correr como Pedro y Juan en nuestros corazones, para reflexionar en la pérdida de Jesús, desesperados por llegar a la tumba vacía, ansiosos de encontrarlo. —Cameron Lawrence 27


Ilustrado por Jeff Gregory A menos que se indique lo contrario, el texto Bíblico ha sido tomado de la versión ReinaValera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia. Copyright © 2015 Ministerios En Contacto®. Todos los derechos reservados.

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