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Mensaje del Pastor

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esperanzaLa bendita

Un hermoso día de verano, un hombre y su hijita de nueve años nadaban juntos en el océano. Habían estado chapoteando en las olas por un rato, cuando de pronto, la marea comenzó a retirarse con bastante fuerza, llevándose a la niña fuera del alcance de su padre. Ambos necesitarían ayuda para volver a traerla hacia la orilla. Afortunadamente, en vez de ceder al pánico, el padre le gritó: “Flota y nada tranquila, no te asustes. Volveré enseguida para sacarte”.

Cuando el hombre volvió al lugar de la escena, con un bote y varios socorristas, su corazón se estremeció. Su hija no estaba allí. La marea la había arrastrado mucho más lejos. Los minutos parecían horas, pero cuando finalmente la encontraron, la chiquita estaba flotando tranquila, tal como su padre le había indicado. Cuando le preguntaron luego cómo se las había ingeniado para mantenerse tan tranquila, estando sola y lejos de la orilla, la nena contestó: “Sólo hice lo que papá me dijo que hiciera. Sabía que él iba a volver. No me dio miedo”.

La esperanza de esta niñita valiente la mantuvo viva. La ayudó a sobrevivir, hasta que pudieron rescatarla. La esperanza fortalece nuestro espíritu, alienta nuestros corazones, elevándonos de lo que es a lo que va a ser. Alguien ha dicho: “Uno puede vivir días sin alimento; horas sin agua; minutos sin aire; pero sólo segundos sin esperanza”. Esperanza es lo que nuestros corazones más anhelan. En lo más profundo de nuestro ser nos preguntamos ¿queda aún algo de esperanza? ¿esperanza para nuestro mundo preocupado, gastado y desgarrado por la guerra? ¿esperanza para nuestros hijos confundidos y caóticos? ¿esperanza para nuestra tierra contaminada y superpoblada? ¿esperanza para nuestro mundo dominado por el miedo y afligido por el hambre y la enfermedad?

La esperanza del retorno de nuestro Señor nos mantiene a flote en el mar de la incertidumbre de este mundo. Pablo habla sobre la “esperanza en Dios”, en medio de las vicisitudes de la vida (Hech. 24:15), y señala que “la esperanza no avergüenza” (Rom. 5:5). Afirma que “en esta esperanza fuimos salvos” (Rom. 8:24). En Colosenses 1:5 habla de la “esperanza que nos está guardada en los cielos”. Nuestra esperanza es la segunda venida de nuestro Señor (1 Tes. 4:13-17). En Tito 2:13, Pablo llama a la segunda venida de Jesús “la bendita esperanza". En Hebreos 7:19, se nos dice que el sacrificio de Cristo en la cruz nos da “una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios”. Por eso te animo, no te desesperes. Nuestro rescate está cada día más cerca de lo que hemos imaginado.

Robert Costa

Director/Orador de Escrito Está

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