San John Herry Newman

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San John Henry Newman Un incansable buscador de la verdad “Que al mirarme, olviden que yo existo, y no piensen en mí, sino en Ti, Jesús”.


Niñez y familia John y Jemima estaban felices. El momento que habían estado esperando se hizo realidad cuando su primer hijo nació el 21 de febrero de 1801. Era un invierno lluvioso y helado en Londres, que de repente se iluminó con la llegada de John Henry Newman. La familia siguió creciendo y llegaron muchos hermanos para compartir la vida con John Henry: dos varones, Charles, Frank, y tres mujeres, Harriet, Jemima y Mary.

El pequeño John Henry fue educado en la fe anglicana (recordemos que la Iglesia de Inglaterra se había separado de la Iglesia Católica), y sentía mucho placer al leer la Biblia. Su abuela fue muy importante para él, ya que le transmitió el amor hacia las Sagradas Escrituras. Todos disfrutaban de una infancia feliz, no pasaban necesidades, tenían tiempo para jugar y también para educarse. Cuando cumplió los 7 años, John Henry fue enviado a una escuela privada de niños internos dirigida por el Dr. Nicholas, en una ciudad llamada Ealing, cerca de Londres, en donde permaneció unos 8 años. Le gustaba estudiar y aprendía con facilidad. A los 11 años empezó a escribir textos y versos con una gran sensibilidad. También redactó notas en revistas escolares, y una obra de teatro. Le gustaba remontar barriletes, caminar, andar a caballo o en barco, y aprendió a tocar muy bien el violín. La lectura también ocupaba gran parte de su tiempo libre. 1


La adolescencia y su estudio Ya casi con dieciséis años, el joven se matriculó en Trinity College, en la ciudad de Oxford, y ganó una beca que le permitiría pagar por nueve años sus estudios. Su vida universitaria al principio no fue fácil. Él era muy estudioso y trabajador; en cambio sus compañeros… no tanto. Muchas veces se burlaban de él y lo dejaban solo. Se reían cuando hacía sonar su violín o cuando lo veían leer tranquilo debajo de un árbol. John Henry se esforzaba por vivir una vida

verdaderamente cristiana, por eso no respondía a las burlas y a las críticas de los otros muchachos. En sus oraciones diarias pedía por ser mejor persona y agradecía los dones recibidos. Durante esa época, la familia Newman se encontró en apuros financieros. Su padre fue declarado en bancarrota y su casa, con muebles y todo, fue subastada. Estos problemas económicos terminaron perjudicando la salud del Sr. John Newman, que falleció siendo aún muy joven. La temprana desaparición de su padre dejó a John Henry, el mayor de los seis hermanos, al frente de la familia. Con su beca del Trinity College y dando clases como profesor particular, Newman logró permanecer en la Universidad y además ayudó a su hermano Frank, que también logró acceder a la educación universitaria.

En esos tiempos difíciles John Henry se entregó más aún a la lectura de las Sagradas Escrituras. Buscaba la verdad reflexionando sobre todo lo que aprendía y experimentaba. Se esforzaba siempre por corregir sus faltas, intentando seguir con paciencia el camino que Dios le señalaba. 2

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Su vida como profesor Después de graduarse en el Trinity College, Newman fue nombrado Tutor en Oriel College, también en Oxford. Fue uno de los días más memorables y felices de su existencia, ya que

ese cargo solo se le otorgaba a los más destacados en el mundo académico. Newman no podía creer semejante honor. Siempre

había soñado y trabajado para llegar a ser un profesor de ese importante centro universitario, para enseñar lo que tanto deseaba: la verdad que acercaba a Dios. Es entonces que empieza a ser reconocido en Oxford como docente de gran personalidad y talento, pero sobre todo, por su don de persona. Dedicaba tiempo a todos los estudiantes, cuidando su vida moral y espiritual, no sólo sus necesidades académicas.

Unos años más tarde fue ordenado clérigo anglicano y, en el cercano pueblo de Littlemore, estableció una escuela dominical donde cuidadosamente enseñaba el catecismo a los niños y a cantar himnos para la liturgia. Durante los siguientes años recibió las sucesivas órdenes de diácono y presbítero en la Iglesia Anglicana. También fue nombrado Párroco de la Iglesia universitaria de St. Mary, donde proclamó enérgicamente la Palabra de Dios. Los domingos en el servicio religioso de la tarde, sus sermones constituían uno de los acontecimientos más importantes de la vida religiosa de Oxford. En estos años, Newman se hizo muy amigo de otro tutor del Oriel College, Richard Hurrell Froude, y fue gracias a su influencia que Newman poco a poco sintió con más fuerza la presencia

real de Jesús en la Eucaristía, el amor a la Virgen María y la enseñanza de los apóstoles. Fueron años de muchos cambios, emociones fuertes y trabajo duro. Es por eso que un poco cansado, Newman aceptó la invitación de su amigo Hurrell Froude y de su padre para hacer un 4

viaje por el sur de Europa.

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Un viaje transformador John Henry le escribió a su madre para contarle que se iría de viaje. Necesitaba un tiempo para prepararse y tomar fuerzas para el trabajo futuro. Y así, en diciembre de 1832, Newman y los Froude zarparon desde Inglaterra a bordo de un barco llamado Hermes. En el viaje John Henry conoció muchas ciudades y vivió muchas experiencias nuevas, hasta llegar finalmente a Roma. Nunca había visto una ciudad tan imponente y diferente a la suya. Allí asistió a

la Misa que celebró el Papa el día de la Asunción de la Virgen y quedó muy impresionado. Los Froude decidieron marchar a Marsella, Francia, mientras él se dirigió, por tierra, hacia Nápoles. Era la primera vez que Newman se encontraba solo en un país extranjero. Recorrió varios pueblos de Italia, viajando algunas veces en barco y otras a lomo de mula, acompañado por su fiel criado, un hombre napolitano de nombre Gennaro. En el transcurso del viaje, John Henry comenzó a sentirse mal, tenía síntomas de fiebre. Parecía que había contraído una enfermedad muy mala que en esa época mataba a muchas personas. Entonces decidió volver a su país. En el viaje de regreso a Inglaterra, todavía en alta mar y luchando por curarse, sintió la necesidad de revisar su vida. Triste y a solas con Dios, escribió un poema religioso “Lead,

Kindly Light” (“Guíame, luz bondadosa”), donde expresó, con mucha ternura, sus sentimientos de confianza y agradecimiento absoluto al Señor, que lo guiaba con su Luz y le mostraba el camino a seguir.

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Cuando Newman llegó a Inglaterra, después de seis meses de viaje, se encontró con que la Iglesia anglicana estaba revolucionada. Newman y su amigo Hurrel Froude se pusieron

en acción creando el Movimiento de Oxford, que proponía que la iglesia de Inglaterra volviera a sus raíces católicas. Newman y sus amigos del movimiento decidieron contar sus

La crisis y la conversión de Newman La primera crisis fuerte que tuvo John Henry fue a causa de su último texto, el folleto número 90. En él, quiso mostrar que

ideas en varios textos cortos e interesantes que se conocieron

las leyes de la religión anglicana podían vivir en armonía con las

como “Folletos de actualidad”, que hablaban sobre la fe, la

leyes de la Iglesia católica. Esto enojó mucho a los directores de los

teología, y la historia de la Iglesia y sus costumbres. Los folletos

colegios de Oxford y a los obispos, que condenaron a Newman por

tuvieron un enorme impacto en el pueblo y circularon por toda

deslealtad. Sus adversarios le exigieron que pidiera disculpas por

Inglaterra, causando apasionadas discusiones entre los ciudadanos.

lo dicho, pero él siguió firme en sus convicciones y decidió irse del

Además, en ese mismo tiempo, publicó el primer libro de

Movimiento. Triste y decepcionado se retiró a un pueblo pequeño,

sus “Sermones parroquiales”, que comenzaron a sonar por toda

cerca de Oxford, llamado Littlemore, donde volvió a entregarse al

Inglaterra. Así comenzó a hacerse también conocido como un muy

trabajo. Fue una época muy dolorosa para él y durante cuatro años

buen escritor.

llevó una vida muy sencilla, para estar a solas con Dios y con su conciencia buscando acercarse a la verdad. Comenzó a traducir y a leer muchos libros antiguos que hablaban sobre el origen de la Iglesia y sintió en lo más profundo de sí, que la Iglesia Católica

de Roma era la verdadera Iglesia de Jesús. Sorprendido por este cambio que surgía en su mente y en su corazón, decidió escribirle al obispo de Oxford renunciando a la Iglesia anglicana.

Dejar la religión anglicana fue extremadamente doloroso para él, pues implicaba dejar las cosas que amaba, romper con la mayoría de sus íntimos amigos y colegas docentes, e incluso con su propia familia. No era fácil en esa época cambiar de religión. Pero era un riesgo que él estaba decidido a tomar.

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Newman esperaba la visita de un sacerdote italiano que vivía en Inglaterra llamado Domingo Barbieri. El Padre llegó a su casa una noche muy lluviosa y mientras se estaba secando junto al fuego del hogar, John Henry al verlo, se puso de rodillas, haciendo su confesión y pidiéndole por favor ser recibido en la Iglesia católica. De esta manera, el día 9 de octubre de 1845, Newman recibe

el Bautismo. Al día siguiente participa de una Misa en donde recibe su Primera Comunión.

Newman y su vida como católico Después de su conversión a la Iglesia católica, Newman estuvo cada vez más consciente del valor de la verdad, siguió buscándola y sobre todo, viviéndola. Entonces en 1846 se traslada a Roma junto a su gran amigo Ambrose St John, para fortalecer su fe. Estando allí, Newman fue ordenado sacerdote católico en mayo

de 1847. Quedó fascinado por la vida de San Felipe Neri, conocido como el Apóstol de Roma, por eso visitó el Oratorio fundado por él y decidió unirse a la Congregación del Oratorio. En el año 1848, regresó a Inglaterra con el permiso del Papa Pío IX para abrir dos Oratorios en su país, uno en Littlemore y otro en Londres. La vida de Newman como sacerdote no fue nada fácil, porque siguió estando marcada por conflictos, penas, y gente que seguía sin comprender su búsqueda de verdad. Una de las cosas que lo puso muy triste fue una pelea que hubo entre los dos Oratorios, causando la ruptura entre ambos. Más tarde, se enfrentó a un exsacerdote católico convertido al anglicanismo. Fue tan duro el enfrentamiento que tuvieron un juicio, en donde Newman fue declarado culpable de difamación, y nuevamente experimentó lo que muchas veces había predicado: sufrir por la verdad.

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Ese mismo año, los obispos irlandeses le encomendaron que fundara en Dublín la primera universidad católica. Newman aceptó gustoso la invitación y se propuso dar a Irlanda una gran universidad. Pero los obispos tenían ideas muy antiguas y lo único que querían era un buen seminario, donde se le diera mucha importancia a la inteligencia. Newman derrochó todas sus energías en intentar convencerlos y hacerlos aceptar su planteamiento, pero no lo logró. Él quería que los niños desarrollen su mente, su cuerpo, la relación con otros niños y adultos y también su vida espiritual. Él veía en la educación católica la oportunidad de

que las personas conocieran su fe y estuvieran preparadas para defenderla y contarla al mundo. Con la idea de crear un lugar donde se pudiera formar la inteligencia y el corazón, Newman fundó en 1859 la escuela del Oratorio en Birmingham, “The Oratory School”. Su ejemplo sirvió de modelo para las demás escuelas católicas del país. Newman nunca dejó de escribir lo que su corazón y sus pensamientos le dictaban. En estos años termina un libro sobre su propia vida, donde explicó y defendió cada una de sus decisiones. Con esta obra, se ganó un enorme prestigio en Inglaterra y en todo el mundo católico.

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Newman Cardenal Luego de una vida entera dedicada a buscar y desear la verdad, amarla y predicarla, Newman recibió varios reconocimientos. Una invitación del Trinity College de Oxford, para convertirse en el primer profesor universitario honorario del College. Con enorme placer, volvió al lugar donde se formó luego de 32 años. Más tarde el Papa León XIII en reconocimiento a sus

altísimos méritos como hombre de cultura, por ser fiel a la Iglesia Católica y a su búsqueda incesante de la verdad, lo nombró Cardenal en el año 1879. Newman regresó a Birmingham después de su nombramiento, donde una gran multitud lo esperaba en la estación. En la Iglesia del Oratorio que él había fundado años atrás, estuvo al frente de una breve celebración donde habló de la alegría de volver al hogar.

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Sus últimos años Los últimos años de la vida de Newman transcurrieron en paz, con su comunidad en plenitud, dedicándose a su escuela, sus libros y lecturas, a la revisión de sus obras y a la oración.

En la Navidad de 1889 celebró la Misa por última vez, a pesar de tener casi 90 años conservaba su lucidez y entusiasmo. El 10 de agosto de 1890 se enferma de neumonía y muere a la tarde del día siguiente. Centenares de amigos y allegados lo despidieron con el amor y la consideración que él se merecía. También recibió las condolencias y respetuosos elogios de periodistas y escritores que en otros tiempos no acordaban con sus ideas. Fue enterrado, según su propia voluntad, en la misma sepultura que su amigo de juventud Ambrose St. John. El paño que cubría su ataúd llevaba su lema cardenalicio: “Cor ad cor loquitur” (“el corazón habla al corazón”). Sobre su lápida se había grabado el epitafio por él mismo elegido: “Ex umbris et imaginibus in veritatem” (“Desde las sombras y las imágenes hacia la verdad”). Desde la muerte de Newman, su influencia en la Iglesia Católica y en otros ambientes creció mucho y llegó a ser uno de los inspiradores del Concilio Vaticano II.

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Su legado Cardenal Newman fue un gran seguidor de Jesús, pensador y teólogo, un modelo de santidad, en lo humano y en lo espiritual; fue escritor, poeta, orador y músico; fue un entregado educador, catequista y defensor de la fe; fue sacerdote con gran instinto pastoral; fundador de un colegio y una universidad; un buscador incansable de la verdad; un hombre de coraje y tenacidad.

Para inspirarnos y recordar siempre las virtudes que guiaron su vida, los Christian Brothers nombraron a nuestro querido Colegio con su nombre, fundado en 1948 y abriendo sus puertas por primera vez en Avenida Belgrano, en el centro de Buenos Aires, el 29 de marzo de aquel año. Apenas tres años antes, en 1945, se celebraba en Inglaterra y en Irlanda un acontecimiento muy importante: el centenario de la conversión de John Henry Newman al catolicismo. Este aniversario despertó un resurgimiento de enorme interés en la vida del Cardenal Newman y en sus escritos. Se hablaba mucho de Newman en los círculos católicos, se publicaban folletos y artículos, se difundían oraciones, se daban charlas, conferencias y se predicaban sermones sobre él. Este era el clima en que se gestionó el nuevo Colegio. Cardenal Newman fue un reconocido intelectual inglés, un notorio converso a la fe católica y el fundador de la primera universidad católica de Irlanda. Para los Brothers, estos hechos de su vida, encarnaron los objetivos fundacionales del colegio que consistían en:

•Una sólida formación católica. •La enseñanza de la lengua inglesa. Cardenal, Beato y ahora Santo. Nuestro orgullo está colmado. 18

“No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres; no podemos esconder la luz; hay que dar testimonio de ella, hay que transmitirla, y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan”. 19


Guíame, luz bondadosa Guíame luz bondadosa, las tinieblas me rodean ¡Guíame Tú adelante! La noche está muy oscura, y mi hogar está muy lejos, ¡Guíame Tú adelante! Guarda mis pasos, no te pido ver el paisaje distante, ayúdame a dar un paso: será para mí bastante. No siempre fui yo así; no oraba rogando que Tú fueras quien me guiara a mí; amaba elegir y ver mi camino; pero ahora ¡Guíame Tú adelante! A pesar de mis temores, por orgullo dominado, amé el día deslumbrante; no recuerdes mi pasado. Si me ha bendecido tanto Tu poder, sé que seguirá guiándome adelante, por páramos y pantanos, por abismos y torrentes, hasta que la noche se vaya. Y en la mañana siguiente, veré algo que he perdido: ¡el rostro del ángel sonriente, que desde siempre he querido!

Idea y Producción: Colegio Cardenal Newman – Argentina Equipo Somos Uno Leonardo Más Marcelo Rodriguez Wilkinson Marcelo Tazedjian Carolina Di Nápoli

Texto: Lorena Dubra Ilustraciones: Daniel Pereyra

Buenos Aires. Septiembre de 2019


Irradiar a Cristo Amado Jesús: Ayúdame a derramar tu perfume donde quiera que vaya. Llena mi alma con tu espíritu y vida. Entra en todo mi ser y toma posesión de él, de tal manera que mi vida sólo sea un reflejo de la tuya. Brilla a través mío y quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí, tu presencia. Que al mirarme, olviden que yo existo, y no piensen en mí, sino en Ti, Jesús. Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; así podré convertirme en luz para los otros. Esa luz, Jesús, vendrá toda de Ti; ni un solo rayo será mío: yo te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a los demás a través mío. Déjame alabarte de la manera que más te guste, brillando a quienes me rodean. Haz que predique sin predicar, no con palabras, sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por todo lo que hago, por el evidente sentimiento de amor que te tiene mi corazón.

San John H. Newman


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