LEÓN ES JOVEN

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H. AYUNTAMIENTO DE LEÓN, GUANAJUATO 2021 – 2024

Hildeberto Moreno Faba/ Regidor

Ofelia Calleja Villalobos/ Regidora

Ramón Hernández Hernández/ Regidor

Gabriela del Carmen Echeverría González/Regidora

Oscar Antonio Cabrera Morón / Regidor

Erica del Rocío Rocha Rivera/Regidora

Blanca Araceli Escobar Chávez /Regidora

Regidora

CONSEJO DIRECTIVO DEL INSTITUTO MUNICIPAL DE LA JUVENTUD DE LEÓN

Michelle Voss Díaz/ Presidenta

Laura Isabel Ramírez Ramírez/ Tesorera

Hildeberto Moreno Faba/ Regidor

Óscar Antonio Cabrera Morón/ Regidor

Araceli Cabrera Alcaraz/ Consejera Vocal

Jorge Eduardo Plasencia Bribiesca

Jesús Jonathan González Muñoz/ Consejero Vocal

Lisette Ahedo Espinosa/ Consejera Vocal

Isaac Noé Piña Valdivia/ Consejero Vocal

Mónica Maciel Méndez Morales/

DIRECTORIO INSTITUTO MUNICIPAL DE LA JUVENTUD DE LEÓN

Misraim de Jesús Macías Cervantes/ Director General

Luis Manuel Lara Barbosa/ Contralor interno

Lizzette Irazú Zambrano Cruz/Subdirectora administrativa

Mariana Enríquez Barrera /Directora Programa Lobo

Encargado de Despacho Subdirección de Investigación y Contenidos

INVESTIGACIÓN, REDACCIÓN, CORRECCIÓN

DE ESTILO Y COORDINACIÓN EDITORIAL CRÉDITOS

Aram Saúl Gutiérrez Martínez/ Subdirección de Investigación y Contenidos

Job Emmanuel Alba Ángel/ Subdirección de Investigación y Contenidos

José Alfredo Barriga Juárez/ Subdirección de Investigación y Contenidos

APOYO EDITORIAL Y REVISIÓN AUDIOVISUAL

Carina Castañeda Bedolla/ Subdirección de Investigación y Contenidos

César Iván Medrano Horta/ Subdirección de Investigación y Contenidos

Nancy Anayelli Rocha Salas/Subdirección de Investigación y Contenidos

FOTOGRAFÍA Y AUDIOVISUALES / DISEÑO EDITORIAL

CASA DEL ADOLESCENT

CASA DE LA JUVENTU

@Leon Jove

APOYO

EN TRABAJO DE CAMPO

Nayeli Elizabeth González Barrón

Silvia Fabiola Mares Becerra

Sihomara Jashibe Esteva Zambrano

Clara Ignacia Tapia

Martha Patricia Fernández Guerrero

Ana Elizabeth Ugalde Valderrama

Sandra Montserrat Ramírez Márquez

Felipe Pérez González

Víctor Miguel Flores Nachez

José de Jesús Nava Hurtado

José Alberto Portillo Escalante

Virginia Martínez Mendoza

León es joven, retratos de trayectorias & diversidad juveníl.

Primera edición 2023

ISBN: _____________________

D.R. Instituto Municipal de la Juventud de León, Guanajuato

El Instituto Municipal de la Juventud de León, Guanajuato, no se hace responsable de problemas o situaciones legales que puedan suscitarse específicamente en los testimonios emitidos por los 50 jóvenes reconocidos en este proyecto editorial. Por lo que cada uno acepta sus responsabilidades. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio -ya sea electrónico, químico, óptico o de grabación- con fines de lucro y sin permiso escrito por parte del Instituto Municipal de la Juventud de León, Guanajuato. La omisión de esta advertencia se sancionará con las leyes establecidas en el territorio mexicano.

Este programa de carácter público, no es promovido por ningún partido político y su creación proviene de los impuestos que pagan las y los contribuyentes. Por ello, queda prohibido el uso de este material con fines electorales, de lucro, o cualquier otra actividad distinta a la divulgación científica y/o promoción del desarrollo social desde lo público. Quién haga uso indebido del contenido de esta obra, será denunciado y sancionado a la Ley aplicable y las autoridades correspondientes.

BIENESTAR

Historia 1: Mario Antonio Aguiñaga Chávez.......................8

Historia 2: María De La Luz López Peñaflor.......................11

Historia 3: Juan Iván Dominguez Hernández....................14

Historia 4: Karla Verónica Vargas Santibáñez ..................17

DEPORTE

Historia 5: Ángel De Jesús Camacho Ramírez...................21

Historia 6: Celia Del Rocío Pulido Ortiz............................24

Historia 7: Diego Fernando Castro Merlos........................27

Historia 8: Kenia Romina Díaz Méndez.............................30

Historia 9: Yesica Yadira Hernández Vieyra......................33

Historia 10: Yollotl Humberto Aranda..............................36

ARTE & CULTURA

Historia 11: Claudia Valentina Campos Martínez...................40

Historia 12: Jimena De Los Ángeles Martínez........................43

Historia 13: Luis Camarillo...................................................46

Historia 14: Manuel Alejandro Torres Valdivia.......................49

Historia 15: María Kassandra Prado Alvarado........................52 Historia 16: Miguel Ángel Méndez Hinojosa..........................55 Historia 17: Sebastián Laureno Miranda................................58

LABOR SOCIAL

Historia 18: Fernanda Jimena Ledezma Ramírez....................62

Historia 19: Barbara Guadalupe García De Anda....................65

Historia 20: Sandra Abigail Valenciano Guerra......................68

Historia 21: Luis Antonio González Flores.............................71

Historia 22: Orlando Josafhat Pérez Negrete.........................74 Historia 23: Renata Estefanía Pérez Negrete..........................77

Historia 24: Roberto Eduardo Vargas Ruiz ............................80

Historia 25: Brenda Altagracia Reynoso Guerrero .................83

Prólogo.............................................................................1 Introducción.....................................................................2 Marco teórico...................................................................4 TRAYECTORIAS
DE JÓVENES LEONESES: HISTORIAS DE VIDA QUE TRASCIENDEN.

EMPRENDIMIENTO

Historia 26: Dulce Guadalupe Silva Flores........ ................................87

Historia 27: Eduardo Adrián Valdivia Alatorre...................................90

Historia 28: Jessica Belén Veloz Díaz................................................93

Historia 29: Juan Andrés González Sandoval.....................................96

Historia 30: Juan Pablo Neri Ojeda...................................................99

Historia 31: Luis Armando Rivera Montiel........................................102

Historia 32: María Guadalupe González Pérez..................................105

Historia 33: Nancy Villalobos..........................................................108

Historia 34:Óscar De Jesús Torres Galván........................................111

Historia 35: Valeria Hernández Guerra.............................................114

EDUCATIVO

Historia 36: Beatriz Trujillo Guevara................................................118

Historia 37: Erika Del Rocío Hernández Olmos.................................121

Historia 38: Hillary Guadalupe García Ibarra....................................124

Historia 39: José Ángel Camarillo Fonseca.......................................127

Historia 40: Josué Flores Rodríguez................................................130

Historia 41: Katya Joceline Moreno Rojas........................133

Historia 42: Luis Alejandro Becerra Rocha.......................136

Historia 43: Luz Viridiana Moreno Díaz ...........................139

Historia 44: Ramón Ayala Álvareza.................................142

Historia 45: Ruth Hernández Granados...........................145

Historia 46:Samuel Alfredo Guerrero..............................147

Historia 47: María Teresa Rodríguez Rivera......................150

Historia 48:Sandra Guadalupe Sánchez Ramirez..............153

Historia 49:Tania Yunuen Zetina Fuentes........................156

Historia 50:Cynthia Denise Bermúdez Ruíz......................159

Epílogo...........................................................................162

Referencias bibliográficas..............................................164

Glosario.........................................................................165

Las Juventudes de nuestra ciudad son diversas, tienen diferentes sueños, aspiraciones, contextos y realidades. Cada persona joven en nuestro municipio es importante por que tiene una realidad única, la cual aporta una comprensión más profunda de nosotros como individuos al interior de una sociedad. León es joven: retratos de trayectorias y diversidad juvenil documenta a través de un proceso metodológico las historias de las personas menores de treinta años que, gracias a su experiencia de vida, han logrado convertirse en referentes para las generaciones actuales y futuras.

Aquí encontraremos jóvenes que con su creatividad han conseguido redefinir lo que pensábamos sobre el arte o el emprendimiento; personas con discapacidad que destacan a nivel internacional por su desempeño deportivo, mujeres y hombres que se pensaría “están condenados” a una realidad adversa, pero nos prueban lo contrario destacándose desde sus contextos para ser líderes propositivos. Personas que en su adolescencia y niñez vivieron realidades muy diferentes a las que están construyendo hoy con sus acciones en el pleno desarrollo de su vida.

Además, este es un reflejo del trabajo que se realiza día a día en el Instituto Municipal de la Juventud, una institución dedicada a crear la política pública y programas de atención para el 33% de la población de nuestro municipio. Esto es posible a través de un gran equipo de profesionistas con los que hemos logrado llegar a los diferentes espacios de nuestro municipio donde las personas jóvenes se están desarrollando.

Como mencioné antes, este libro lleva un proceso metodológico, el cual muestra en primera persona las historias de 50 jóvenes donde nos comparten sus trayectorias juveniles y lo que han logrado desde contextos vulnerables. Esta versión impresa también está acompañada por una serie de fotos y videos que nos ayudan a conocer de manera más profunda sus historias y comprender el por que son parte de esta edición de León es joven: retratos de trayectorias y diversidad juvenil. Gracias a todas las personas involucradas en lograr que este proyecto sea una realidad, el cual nos brinda una perspectiva sobre las realidades de las juventudes en León Guanajuato

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De manera general, la juventud se ha definido como el periodo de vida que se encuentra entre la niñez y la adultez, y que de acuerdo tanto en tratados internacionales así como las normativas jurídicas a nivel nacional y estatal, dicho lapso temporal comprende de los doce a los treinta años de edad.

Por otra parte, aunque la juventud es considerada como una etapa biológica por la que pasamos los seres humanos y se le ha romantizado como la bella época de la vida, la realidad es muy distinta. Este periodo de vida es crucial porque está caracterizado por diversos factores sociales como el género, la clase social, el grado de estudio, las ideologías, la moda, el lugar de residencia, el trabajo, los tipos de consumos y otros elementos que juegan un papel importante y definitivo en el desarrollo individual de cada una de las personas jóvenes y que, sin duda, cobrarán mucha más trascendencia en la etapa adulta. Con ello, podemos afirmar que no existe una única forma de ser joven o bien, vivir la juventud de la misma manera.

Ante esta diversidad de circunstancias que marcan la trayectoria e historia de vida en las y los jóvenes, somos conscientes de que históricamente esta población ha sido afectada por varios tipos de exclusión a causa de la edad y la falta de experiencias, pero también por su apariencia estética, sus pasatiempos, los tipos de discapacidad o limitación física, su productividad económica e incluso, por sus preferencias culturales.

Esta visión sólo ha contribuido a ver a la juventud como un grupo desafiante para las figuras de autoridad, que está continuamente expuesto a riesgos y/o que ponen en peligro el orden social, dejando de lado el reconocimiento de sus habilidades y talentos que aportan al desarrollo y bienestar de la sociedad, así como las razones de sus aspiraciones y anhelos personales.

En el municipio de León, Guanajuato, según el Censo de Población y Vivienda del INEGI (2020), existen aproximadamente 581,131 personas jóvenes que representan el 33.7% de una población total de 1,721,215 habitantes. Es por ello, que podemos decir que “León es joven” precisamente porque su población está compuesta por un alto número de personas que actualmente están viviendo su juventud. Por lo que impulsar y acompañarlos a fortalecer sus trayectorias de manera positiva es un esfuerzo que gobierno, industria privada y sociedad civil le han apostado en los últimos años para disminuir las desigualdades, promover la movilidad social, asegurar el goce derechos humanos y la concientización de responsabilidades ciudadanas en las generaciones futuras.

Ante esto, la actual Administración Municipal de León 2021-2024, a través del Instituto Municipal de la Juventud de León (IMJU) tiene la convicción de colocar a las personas en el centro de la acción política y social del municipio, en especial, todas y todos aquellos que viven en condiciones de vulnerabilidad para que haya un verdadero desarrollo humano y social.

1 Según la Ley para la Juventud del Estado de Guanajuato

La creación de una publicación de esta índole tiene su justificación en dos documentos rectores: en el Programa de Gobierno Municipal de León, Guanajuato, 2021-2024 (PGML) y el Programa Municipal de Juventud 2021-

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2024 (PMJ), siendo el primero donde se plantea, bajo la bandera Vivir Sano y Proyecto integral para el Desarrollo Humano y la Inclusión Social, la realización de un libro encaminado a reconocer y visibilizar a los jóvenes leoneses, sobre todo aquellos en condiciones de vulnerabilidad social.

Por otro lado, en el Programa Municipal de Juventud, mismo que tiene su sustento en el PGML, se manifiestan un conjunto de ejes rectores, siendo los ejes 3, 4 y 5 (Participación ciudadana, Promoción de arte e identidades juveniles e Investigación en materia de juventud respectivamente) los que dan sustento a este trabajo.

Por lo tanto, con el objetivo de hacer visible cuáles son las principales problemáticas y experiencias que las y los jóvenes afrontan durante el desarrollo de su trayectoria en un contexto social y cultural como el de León, Guanajuato, presentamos 50 historias de jóvenes leoneses que a pesar de vivir en un contexto o situación de vulnerabilidad, han logrado salir adelante construyendo un proyecto de vida ad hoc a sus necesidades, percepciones, objetivos y, a su vez, ejemplar para la sociedad leonesa.

¿Qué veremos a lo largo del libro? El libro se caracteriza por dos apartados sustanciales: el análisis teórico metodológico y las cincuenta historias juveniles divididas por rubros. En lo que respecta al apartado teórico metodológico encontraremos un análisis sobre la condición juvenil y los principales problemas que afrontan las y los jóvenes actualmente. Este apartado estratégicamente antecede la lectura de las historias con la intención de poner las trayectorias juveniles en perspectiva, es decir, para poder comprender de manera profunda, contextual y estructural la diversidad de situaciones, acciones y vicisitudes en la vida de las y los entrevistados. Esto permitirá al lector una comprensión holística y no aislada de las realidades juveniles.

Posteriormente veremos el desarrollo de 50 historias, mismas que fueron seleccionadas por su trayectoria de vida en estrecho vínculo con la condición de vulnerabilidad social en todas sus manifestaciones y que podrán ser leídas en primera persona, ya que son los propios jóvenes quienes nos cuentan su proceso de vida. Este apartado está dividido en 6 subapartados que marcan la ruta de las 50 historias por rubros: Emprendimiento, Educación, Bienestar, Arte y cultura, Deporte y Labor social.

En este sentido, veremos la forma en la que las y los jóvenes entrevistados han construido sus metas, objetivos y anhelos, y de esta forma han logrado trascender en alguno de estos rubros. Las historias presentadas nos ayudarán a entender cómo se expresa la condición-diversidad juvenil socioculturalmente.

Por último, tendremos la reflexión sobre estas 50 historias y la importancia del trabajo de campo a través de un epílogo. En este apartado se ofrece una síntesis encaminada a valorar y entender la capacidad de agencia (capacidad de decidir, hacer y gestionar sobre la propia vida) de las personas jóvenes, misma que poseen para enfrentar y solucionar sus problemáticas con el apoyo de otros actores sociales.

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LAS PERSONAS JÓVENES Y SUS PROBLEMÁTICAS.

Para poder comprender las múltiples realidades que viven las personas jóvenes, es importante, en un primer paso, visibilizar sus problemáticas. Esto nos permite poner en justa dimensión las situaciones de los jóvenes en el ámbito económico, social, cultural y político para situarnos en la reflexión e intervención de los factores que dificultan su desarrollo.

Los problemas sociales juveniles implican, comúnmente, una serie de supuestos sobre qué o quién, constituye el verdadero problema, y, por tanto, cuál puede ser su solución. Cuando se realizan este tipo de prácticas se desconoce por completo el contexto de vida del sector juvenil a tal grado, que se imponen y replican programas de otras geografías que tienen como resultado una falsa y tergiversada solución del espacio de estudio.

Reflexionando sobre las circunstancias por las que transcurre la condición juvenil y su exposición a determinados problemas, Gerardo Machado Alfonso (2006) menciona que los jóvenes son afectados por un decálogo de contradicciones en su vida, a saber:

1. Disfrutan de un mayor acceso a la educación y menos oportunidades de empleo.

2. Gozan de más acceso a información y menos acceso a la comprensión de ésta.

3. Poseen más destrezas para la sociedad de la comunicación y menos opciones de autonomía.

4. Están mejor provistos de salud, pero menos reconocidos en su morbimortalidad.

5. Son más dúctiles y móviles, pero están más afectados por trayectorias migratorias inciertas.

6. Son más cohesionados hacia adentro, pero más segmentados en grupos heterogéneos hacia fuera. (Se refiere a la generación de identidades colectivas y la participación en universos simbólicos, pero estas identidades son consolidadas, fragmentarias y cerradas)

7. Más aptos para el cambio productivo, pero más excluidos del mismo.

8. Son receptores de políticas en las que aparecen como protagonistas de cambios, pero éstas no se acercan a su realidad y contexto.

Desde otra perspectiva podemos afirmar que existen varias fuerzas que contribuyen a afectar la condición juvenil entre las que destacan:

•La creciente incapacidad del mercado de trabajo para incorporar personas con escasas calificaciones y garantizar la cobertura de prestaciones sociales tradicionalmente ligadas al desempeño de empleos estables; esta situación afecta principalmente a los jóvenes pobres.

•Las dificultades de diversa índole que enfrenta el Estado para reformar la educación y los sistemas de capacitación a un ritmo ajustado a la velocidad de cambio de los requerimientos de nuevas aptitudes y destrezas.

•Las transformaciones de la familia, especialmente en el caso de los jóvenes pobres urbanos, pues en los estratos de bajos ingresos son más frecuentes

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los problemas surgidos de familias incompletas e inestables, que repercuten intensa y negativamente en la socialización de los hijos; además, la falta de recursos impide compensar los efectos negativos de esos problemas y se traduce en una escasa capacidad familiar para invertir en la educación de sus hijos y sostener su motivación en el tiempo; no hay estímulos ni confianza en que los esfuerzos por adquirir conocimientos serán recompensados con el logro de sus metas.

•También actúa un efecto “demográfico”, que está asociado a la emancipación temprana de jóvenes con niveles educativos relativamente bajos, lo que redunda en tasas de fecundidad más altas que las de sus pares con niveles educativos superiores (Machado, 2006).

Con base en el listado anterior, afirmamos que las trayectorias juveniles se construyen y se ven influenciadas por un conjunto de situaciones que afectan su desarrollo. Por otro lado, el argumento sobre la condición juvenil se construye en torno a una interrogante central: en qué medida la situación y las particularidades actuales de los jóvenes permiten el despliegue de su aporte a la producción y reproducción de una sociedad orientada hacia un desarrollo balanceado en sus aspectos económicos, sociales y políticos, es decir, un desarrollo que promueva el crecimiento económico con integración social sobre bases de equidad y democracia.

Lo que observamos en párrafos anteriores es la situación de vulnerabilidad que viven muchos jóvenes, mismos que refieren a los problemas de inserción educativa y laboral cuya consecuencia, son una preocupación constante. Bajo esta idea vemos que quienes no trabajan, no estudian y no buscan empleo son fuertes candidatos a la exclusión sin antes, analizar, encontrar y combatir el verdadero problema.

Una de las soluciones que se plantean para resolver dichas problemáticas es que se les otorgue el reconocimiento a los jóvenes como personas participativas y como personas resilientes que poseen la capacidad de incidir en la sociedad y que han desarrollado estrategias para poder afrontar la vulnerabilidad social atendiendo a su capacidad de agencia de acuerdo a la realidad en la que se desenvuelven.

EL CONCEPTO DE VULNERABILIDAD SOCIAL.

De manera general podemos afirmar que el concepto de vulnerabilidad hace referencia a la potencialidad de sufrir daños a raíz de fenómenos o acontecimientos de orden social, político y económico. Estos acontecimientos no son sólo una barrera, sino también, una condicionante de vida que determinará el desarrollo de la persona vulnerada.

La idea de vulnerabilidad social remite a la situación de riesgo a la que se ven expuestas comunidades, familias y personas ante cambios en las condiciones del entorno. Dicho concepto de vulnerabilidad social, por lo regular, ha sido usado para comprender los efectos de las transformaciones económicas, políticas y sociales sobre determinados sectores de la población (Moser, 1998). En el caso particular de América Latina el enfoque de la vulnerabilidad ha cobrado importancia como forma de entender el análisis de los impactos sociales que han traído consigo los sucesivos ajustes macroeconómicos y la consolidación del nuevo patrón de acumulación basado en la desregulación de los mercados, la flexibilización laboral y la reducción de las funciones del Estado. El carácter, intrínsecamente complejo, del fenómeno

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permite una aproximación al mismo a partir de las distintas dimensiones; en este sentido, puede hablarse de vulnerabilidad social poniendo especial énfasis en el aspecto sociodemográfico, en las problemáticas vinculadas a la inserción laboral, o en las restricciones que se presentan a partir de los recursos de los que disponen las personas.

Abordaje metodológico a las múltiples realidades de las personas jóvenes. Para poder visibilizar de forma puntual las realidades de las personas jóvenes y entender cómo se han desarrollado en sus contextos es necesario recurrir a técnicas de investigación que nos permitan recoger las experiencias juveniles desde sus propias voces.La técnica de investigación que nos permite cumplir con los objetivos de este libro son las historias de vida. Dicha técnica posee la virtud de mostrar momentos concretos de las personas de forma cualitativa a través del relato de sus experiencias de vida.

Gregorio Rodríguez Gómez (1996), menciona que esta técnica tiene por objeto principal es el análisis y transcripción que el investigador realiza a raíz de los relatos de una persona sobre su vida o momentos concretos de la misma y también sobre los relatos y documentos extraídos de terceras personas, es decir, relatos y aportaciones realizadas por otras personas sobre el sujeto de la historia de vida.

Las historias de vida están caracterizadas por la realización de entrevistas y los largos diálogos entre el investigador y el autor del relato donde éste último expone lo más íntimo de él como sentimientos, pensamientos, valores y acontecimientos de gran impacto. Este diálogo es importante para que el investigador pueda contextualizar el relato lo más veraz posible y así, no tenga posibilidad de interferir en la subjetividad a la hora de transcribir la historia.

Una vez obtenidas las historias de vida el investigador es sólo el inductor de la narración, su transcriptor y también el encargado de “retocar” el texto para ordenar la información del relato obtenido en las diferentes sesiones de entrevistas (Perelló 2009).

Para los objetivos de este libro y conformación de las historias de vida, resulta necesario utilizar como instrumento principal la entrevista a profundidad. Nos parece pertinente este instrumento debido a que la entrevista es un instrumento que permite obtener información detallada de los informantes, pues la entrevista a profundidad se convierte en una estrategia para hacer que la gente hable sobre lo que sabe, piensa y cree. (Guber, 2011).

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Mario Antonio Aguiñaga Chávez

Soy Mario Antonio Aguiñaga Chávez, nací en la colonia

Balcones de Tulipanes, tengo veinticuatro años, soy albañil y boxeador. Desde morro he vivido aquí, de hecho, esa casa tiene lo que yo de vida porque cuando nací, mis papás recién se mudaron.

Mi padre también se dedica a la albañilería. Él me enseñó desde que yo era pequeño. Mi madre ha trabajado toda la vida haciendo el aseo en otras casas. Tengo dos hermanas que actualmente trabajan en la fábrica y una que por ahora no puede porque acaba de nacer su bebé.

Cuando era niño la colonia era muy tranquila. Sin embargo, el cambio fue radical cuando crecí porque se volvió una colonia peligrosa. Durante la secundaria yo no me juntaba con nadie. Cuando mi mamá puso un negocio de maquinitas y botanas, muchos vecinos se reunían ahí afuera de mi casa. Entonces me comencé a juntar con algunos de ellos y formamos una banda. Me descarrilé y por no quedarles mal pues hacía lo que ellos me pedían.

En ese tiempo comenzaron los problemas con mis papás por lo mismo, por reunirme con esa banda que se llamaba Líderes 56. Diario eran peleas y pleitos, de hecho, la casa de mi jefa era la que terminaba dañada porque nos iban a buscar y por consecuencia la apedreaban hasta romperle las ventanas.

Mario eligió el deporte y retomó su educación para alejarse del ambiente hostil en el que vivía. Esto fue posible gracias al acercamiento e intervenciones de Programa Lobo.

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Cuando sucedió esto me llegó un momento de recapacitación que me hizo sentir que no debía estar pasando nada de eso. Fue cuando cambié gracias a las intervenciones del Programa Lobo.

A este programa lo conocí una vez que estábamos en esa esquina de mi casa. Llegaron un par de promotores a invitarnos a un partido de fútbol. Luego fueron más constantes y nosotros los juzgamos de locos. A mí sí me interesó escuchar todas esas charlas que nos dieron, de la nada uno estaba en la calle y llegaba Jesús Nava, uno de los promotores de Lobo, y empezaba a hablar de cosas para reflexionar. Se me hizo chido y decidí ir a los talleres que nos invitaron.

Cuando conocí a Nava, yo tenía diecisiete años y bebía mucho. Poco a poco fui saliendo de los problemas porque él me hizo ver que podía terminar mal por tanto conflicto callejero. Recuerdo que también para una ocasión me fui con Nava a pintar murales referentes a la virgen y nos tomaron fotos. Comencé a reflexionar muchas cosas y encontré la salida en el deporte y fue como el box me atrapó.

También descubrí que Programa Lobo daba la oportunidad de terminar los estudios y ahora ya estoy por terminar la preparatoria. Esos cambios fueron muy positivos en mi vida, incluso con mi papá. Ahora ya podemos hablarnos bien, nos llamamos diario y hasta cotorreamos. Nunca había tenido una relación así con él. La verdad si extraño vivir con ellos porque no supe aprovecharlos. Ahora me doy cuenta de lo importante que es la familia.

El boxeo me atrapó porque yo quería entrar a la marina. Esa fue mi motivación. Yo quería ser como ellos, estar entrenado y capacitado para

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resolver cualquier conflicto. Son una muestra de respeto y disciplina, entonces encontré en el box un deporte que me ayudara a tener condición. Por otro lado, pues era muy peleonero, pero no me metí para salir y partirle su madre a quien sea, lo tomé como un deporte de manera seria. Con el tiempo pude visitar muchos gimnasios y calarme con otros boxeadores. Disfrutaba mucho esa sensación de llegar, subirte al ring y tener a muchas personas alrededor de ti alentandote. Y sí, creo que destaqué porque me hablaban seguido para varias peleas.

También me gustó mucho el box porque ahí en el entrenamiento sacaba todo el estrés y la ansiedad. Si tenía problemas en la casa o en el trabajo, llegaba al gimnasio y ahí dejaba todo. La mente se queda en blanco y uno ya no se acuerda de nada. Es la mejor sensación que puede haber.

La primera vez que me acerqué a perseguir mi sueño fui a la corporación de policía. Nava me estaba ayudando con documentos y recomendaciones; me hicieron pruebas de sangre y otras cosas. Pero luego me di cuenta que para ser parte de la marina, no podía ser expolicía. Dejé todo y me fui a México para integrarme directamente. Me inspeccionaron todo y pasé muchas pruebas, pero con un solo defecto físico ya no sigues y te quedas fuera. En mi caso, me afectó la vista de uno de mis ojos y ya no pude continuar. Fue mucho gasto de dinero y tiempo, pero lo hice para no quedarme con la espinita. Aún no sé si lo vuelva a intentar ahí, o en el ejército.

Ahora me considero una persona pacifista, paso por la calle saludando a todos los vecinos. El cambio de colonia para mí fue muy normal, pero si extraño mi barrio. Además, allá me quedaban más cerca los gimnasios para ir a entrenar. Por ahora sigo trabajando de albañil y tengo aún las ganas de continuar superándome tanto laboralmente como en el deporte, especialmente en el box.

Me gustaría decirles a otros jóvenes que sean como yo que le echen muchas ganas, que luchen por el sueño que tengan. No se pierdan en la drogadicción ni en la calle. No se dejen llevar por nadie. Esos morros que andan en la calle creen que la vida es fácil, la neta no lo es, a veces está de subida y otras de bajada. No se quieran comer la vida en un segundo.

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Mi nombre es María de la Luz López Peñaflor, tengo veinte años, vivo en la colonia La India y soy ama de casa. Antes vivía en Los Castillos, pero me junté con mi pareja y me vine para acá. Mi familia está compuesta por mi hija, mis papás, mi hermana, mi hermano, y mi pareja con quien vivo actualmente.

En mi antigua colonia siempre era lo mismo, salir con mis amigas y andar cotorreando. Después conocimos a unos muchachos y comenzamos a venir para acá, porque además nos gustaron mucho los bailes de sonidero que aquí se hacían. Es un barrio bastante bailador.

El Programa Lobo lo conocí hace seis años a través de Jesús Nava, uno de sus promotores. La verdad yo no hablaba nada, era muy callada porque mi pareja era muy celosa. Ellos, los de Lobo, empezaron a hablar con mi pareja y conmigo. A partir de eso yo comienzo a soltarme más, a tener más confianza en mí. Sobre todo, porque no era nada amigable, no me dejaban socializar. Afortunadamente gracias a las actividades deportivas y culturales que Lobo realizó, yo me fui acercando cada vez más a ellos.

También conocí a Fabiola Abigail, otra promotora de Lobo con la que estuve trabajando en un programa de maternidades. Ahí me apoyaron con un incentivo económico por ser parte de un proceso formativo para mi bienestar. Fabi también me explicó muchas veces cómo actuar ante una situación difícil. Cambió completamente para bien mi manera de ser. Me enseñaron tantas cosas que hasta la fecha les agradezco mucho.

El Programa Lobo me enseñó que sin importar quien fuera mi pareja yo no debía ser callada o diferente con las personas.

María logró superar situaciones de violencia de género gracias al acompañamiento de Programa Lobo en talleres sobre maternidades y prevención de la violencia contra las mujeres.

de la Luz

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López Peñaflor María

Me hablaron temas de violencia y abuso sexual, me educaron en algo que yo creí que debía ser normal. Anteriormente mi pareja no trabajaba, estaba metido en el cristal. Cuando estaba embarazada él me violentaba. Sufrí mucho, pero gracias a Nava todos esos maltratos dejaron de suceder. Sinceramente estoy muy agradecida con Fabi, con Chuy y Nayelli. Gracias a ellos mi vida cambió.

Además de museos y otras actividades, han venido con nosotros por parte de INAEBA para terminar nuestros estudios. Y aunque durante la pandemia no pudieron venir, ahora ya han retomado los proyectos con nosotros. A Fabi le agradezco mucho cada una de las charlas que me dio y la ayuda que me brindó al llevarme con un psicólogo, eso me ayudó mucho.

Por ahora quiero retomar mis estudios de secundaria y salir adelante. Sobre todo, para darle a mi hija una mejor vida que la mía. Y yo quiero estar preparada para cuando ella me pida que la ayude en la escuela. Quiero que me vea como un ejemplo de superación y sé que necesitará de mí como una buena madre.

Quiero agradecer una vez más al Programa Lobo porque todos ellos han estado con nosotros en todo momento. Nos han apoyado en situaciones emocionales, educativas y económicas. No tengo muchas palabras, pero las pocas que puedo decirles es que siempre estaré muy agradecida.

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Me llamo Juan Iván Domínguez Hernández, tengo

veintiséis años, vivo en Villas de San Juan con mi esposa Valeria, mi niño Kevin de seis años y mi niña Ivana recién nacida. Actualmente trabajo de obrero en una empresa de mantenimiento.

Me entristece mucho recordar mi infancia. Fue una etapa muy desagradable porque no tuve padre, él es trailero y nunca estuvo, por eso tuve que cuidarme de mis tíos y abuelos porque no me querían tener con ellos. Mi adolescencia fue más dura aún, porque al sentirme desprotegido y no tener a nadie que me dijera qué estaba bien o qué estaba mal me acerqué a las drogas: mariguana, pastillas, cocaína y ahora estoy luchando contra el cristal.

Yo tuve que darme cuenta por mí de que esta situación me estaba afectando. A mi edad ya he pasado por dos anexos y de cierta forma, siento que no es tan malo lo que viví, al contrario, agradezco a Dios que me puso esas pruebas para que el día de mañana yo pueda guiar a mi hijo como me hubiera gustado que alguien me guiara a mí.

El Programa Lobo primero lo conoció mi madre en la colonia Agua Azul, ahí hubo un evento donde estaba la alcaldesa Alejandra Gutiérrez Campos y mi mamá se acercó para pedir un apoyo de rehabilitación para mí.

Iván posee una trayectoria de vida marcada por consumo de drogas desde muy joven. Y aunque su proceso no ha sido fácil, gracias al Programa Lobo aprendió el oficio de barbero para obtener una segunda fuente de ingresos para él y su familia.

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J uan

Después vino Vicky, una de las promotoras de Lobo e inmediatamente comencé a asistir a talleres muy buenos de barbería y a otros donde nos enseñaron a preparar productos de limpieza. Gracias al Programa Lobo y a Vicky que se convirtió en mi segunda madre, tengo la motivación de salir adelante con un negocio, sin ella, mi madre y mi esposa yo estaría perdido.

Cuando tomé el curso de barbería fue una gran experiencia por toda la ayuda que me brindaron y al mismo tiempo porque conocí a otros morros que me motivaron todavía más. Es un oficio que me gusta mucho y que deseo desarrollar cada vez más: pulir mis cortes, especializarme en buenos

desvanecidos, quitarme el miedo de usar tijeras y todo eso que conlleva ser un buen barbero. Antes de Lobo siento que yo era una persona muy cerrada, no quería saber de nada ni nadie, después del programa me he vuelto más sociable y sé que puedo abrirme más caminos.

Por esa razón agradezco mucho al Programa Lobo. El cambio que he tenido ha sido muy relevante, antes sólo pensaba en drogas, pero gracias a su intervención y su ayuda, siento que la mente me cambió. Ahora tengo ideas positivas, llegaron las motivaciones, pude recuperar la confianza de mi familia y ya nadie puede hacerme daño, incluso si esas personas llegan con la intención de hacerme sentir mal, ya no pueden.

La experiencia con los talleres de Lobo ha sido gratificante. Mis vecinos, mis amigos, mis cuñados y muchas personas se acercan conmigo para que les corte el cabello, incluso una vez, después de tanto tiempo que estuvo ausente, mi padre me pidió que le cortara el cabello, cuando terminé me dio dinero y me dijo –te lo ganaste, sabes hacerlo bien–, por fin reconoció que era capaz de hacer otras cosas después de tantos errores.

Mis planes a mediano plazo es trabajar mi turno normal en la empresa, no puedo dejarlo por el seguro de mis hijos, y después llegar a mi barbería y trabajar el resto de la tarde. Sé que cuento con el apoyo de toda mi familia porque me lo han dicho, que es un buen oficio donde puedo salir adelante. Por ejemplo, si me llegan diez personas cada tres días, sacaría con eso el sueldo de una semana en la empresa. Ahora, si logro tener un local e invertirle, sería mucho mejor.

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Hace tiempo hablaba con mi esposa sobre cómo iniciaría mi barbería: una silla profesional, un espejo grande y con lo básico, comenzar a darle. Mis papás me prestarían un espacio y ahí iniciaría de manera más profesional. A futuro me veo como los mejores, en los concursos y exposiciones. Sin duda esa meta está motivada por mi familia.

Si tuviera que decirles algo a los morros es que sean agradecidos con Dios, porque es en lo que creo y eso me ayudó mucho. Si se sienten desesperados o perdidos no recurran a la droga, después es muy duro dejarla. Dios puso al Programa Lobo en mi camino y en el momento adecuado. Aprovechen las oportunidades que les da la vida, si no lo saben aprovechar ya no hay forma de regresar el tiempo. Nunca se sientan como yo me sentí, solos desde niños. Me sentí abandonado teniendo padres, ellos me dicen que fue por una mejor vida. Sepan salir adelante.

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Mi nombre es Karla Verónica Vargas Santibáñez, tengo veintidós años y soy del Barrio de Guadalupe. Algunos me conocen como La Moru o Morena, y otros, como La China. Desde chiquita he crecido aquí, entre vandalismo y drogadicción. Siempre he sido solitaria, jamás fui de familia unida.

Mi infancia terminó cuando me sacaron de la escuela a los sietes años para cuidar a mis hermanos porque mis papás trabajaban. Así pasaron varios años y cuando cumplí diez conocí a unas amigas que las dejaban ir a fiestas. Comencé a juntarme con ellas y a los once fumé mi primer cigarro. Nunca tomé alcohol porque no me gustó, pero ese mundo se me hacía interesante porque veía chavitas que salían a muchos lugares con chicos que las recogían en autos. Yo quería juntarme con ellas y vivir situaciones similares.

Tiempo después logré juntarme con esas chavas y me llevaban a fiestas en otras colonias donde conocí el cristal, la cocaína y el güare. Debo aclarar que nadie me obligó, solita agarré güare porque me gustó mucho. En un inicio lo consumía una vez al mes, después seguí con el flexo y mezclas de pegamento con agua de celaste. Nunca me regañaron ni nada por el estilo porque mis papás también se drogaban. Bueno, en realidad mi papá era alcohólico y a mi madre le gustaba el güare. Pero no fue por ellos que me drogaba.

Uno de los momentos más difíciles de mi vida fue cuando fumé cristal. Al inicio tenía miedo de quedarme clavada pero mi tío, quien me enseñó, y no se merece llamarle así, me dijo que me iba a sentir mucho mejor. Él robaba y una vez me invitó a que fuera con él, yo no quise, no me gustaba hacer eso. Una vez yo supe a quien había robado lo que me había dado a guardar, entonces se lo devolví al dueño y él en agradecimiento me dio un dinero, yo lo tomé para darle mandado a mis hermanos.

Karla posee una trayectoria de vida marcada por el consumo de drogas a temprana edad lo que ocasionó complicaciones en su crecimiento. Gracias a los talleres de Programa Lobo ella ha podido emprender para salir adelante.

17 K arla Verónica Vargas Santibáñez

A mi tío lo detuvo la policía, pero lo dejaron libre y en una ocasión que yo fui a una fiesta donde me juntaba, él salió con una pistola y me la puso en la cabeza. Yo no tuve miedo por todo lo que había vivido, pero me puse nerviosa por si se le escapaba un disparo. No sé cómo lo hice, pero pude pegarle, me solté y corrí para alcanzar un camión que pasaba por ahí.

Él comenzó a perseguirme y cuando vio que yo me encontraba arriba le dio tres balazos a la parte trasera del camión. Después volví a la Españita, otro sitio donde me reunía con amigos y un día que me encontró me comenzó a corretear y sólo alcanzó a darme un balazo.

Él no sólo quería vengarse por lo del robo, todo el tiempo salíamos a golpes porque quería abusar de mí y como jamás me dejé, sucedió todo esto que te cuento. Afortunadamente quedó preso durante tres años, pero yo seguí en el desmadre.

Mi adicción al cristal empeoró porque ya no me hacía nada cuando lo fumaba, entonces comencé a inyectarme y como consecuencia de tal exceso, quedé inválida por más de un año. Mis padres me preguntaban qué era lo que tenía y a pesar de que ellos seguían igual, a mí me daba vergüenza decirles la verdad. Lo que me debilitó es que me quedaba sentada dibujando hasta por tres días por toda la dosis que llevaba encima y sin comer. Ya no tenía esperanzas de volver a caminar hasta que conocí a un muchacho, él me atendió mucho. Recuerdo que me cargaba para todo, me alimentaba, me comenzó a dar calcio y cuando estaba mejor pude caminar de nuevo, pero él se suicidó. Nunca supe reaccionar ante esta situación, sin embargo, aún no pasaban ni cuatro meses desde mi recuperación cuando muere mi mamá. Ella tenía tiempo sin drogarse porque le dio alegría que yo mejorara,

pero la droga le había hecho tanto daño que su estómago y su garganta se habían hecho chiquitos como si fuera de bebé, le dábamos la comida en puré. Se murió ahogada por intentar comerse un dulce.

Fue devastador y una responsabilidad muy grande porque yo tenía que darles la noticia a mis hermanos. Ellos estaban felices porque regresaron a casa con un trofeo de fútbol. Les dije que mamá ya estaba con Dios. Recuerdo que mi hermano entró a la casa, abrió la caja y en cuanto la vio quebró su trofeo. Se nos vino todo encima. Yo no podía más.

Mis abuelos me culparon por la muerte de mi madre y por ello comencé a cortarme las venas. En una ocasión me salió demasiada sangre y me empezaba a marear, entonces vi a mi madre en mi sangre y me decía que era la segunda mamá para mis hermanos, que no los dejara solos.

Nunca estuve anexada ni recibí charlas de ningún tipo, con voluntad y fuerza dejé las drogas. A los pocos meses que estaba limpia descubrí que estaba embarazada. Creí que no iba a dar a luz por todo lo que mi cuerpo tenía, pero a los siete meses nació mi hija y la dejaron en una incubadora. Me pusieron a los ministeriales, al DIF y a los de San Pedro del Monte, pero yo me propuse salir adelante por ella. Fue en ese momento que escuché el empleo temporal de Programa Lobo y encontré a la promotora Vicky. Ella me dijo que ya no había espacio, pero como iba diario me habló sobre el Proyecto 100 donde entré y me enseñé a hacer productos de limpieza.

Actualmente para sacar a mi niña adelante y apoyar a mis hermanos, vendo esos productos y ropa de segunda.

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He sido guardia de seguridad y también por ahora yo estoy encargada del empleo temporal para que otros chicos hagan cosas redituables. Ahora tengo ganas de tener un local y seguir creciendo. También debo aprender mucho sobre invertir y separar ganancias. Poco a poco estoy aprendiendo para posicionar mi marca.

Yo quisiera decirles a los chavos que no se droguen, aprovechen sus estudios. Aprovechen a su familia y sean unidos. Acérquense al Programa Lobo por todos los talleres que dan. Al rato ellos pueden tener una barbería o un saloncito de belleza. A la fregada el vicio y el desmadre. Antes yo no era nadie, pero después de conocer Lobo, ahora con mucho orgullo soy alguien, soy una madre, soy una emprendedora.

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Mi nombre es Ángel de Jesús Camacho Ramírez, tengo diecisiete años y vivo en la colonia Deportiva II. Nací con un síndrome que se caracteriza por la falta de mis cuatro extremidades, es decir, que no se desarrollaron. Actualmente soy atleta paralímpico de natación.

Mi familia está compuesta por mi padre, Jesús Camacho Barajas y mi madre, Francisca Ramírez Canchola. Y, además, tres hermanas, un hermano y un par de sobrinos, pero la mayoría vive en Mérida. Yo estuve viviendo allá en el 2014, sin embargo, regresé porque me siento más cómodo acá.

Viví mi niñez como todos, algo normal. Realicé todos mis estudios desde el kínder hasta la preparatoria y siempre tuve compañeros que me trataron con mucho respeto. Todo el tiempo me ofrecían ayuda o me invitaban a jugar, y gracias a eso, creo que fue una de las mejores etapas de las que estoy consciente que no se repetirá.

Una de las actividades que más ha marcado mi vida y fue a partir de la adolescencia, es la natación. Si alguien me hubiera preguntado a mis catorce años en qué deporte me gustaría destacar o quizás, ser un profesional, jamás habría respondido. Mi vida era normal: ir a la escuela, jugar, hacer la tarea. Recuerdo muy bien mi cumpleaños del 2017 porque justamente ese día, un amigo le recomendó a mi papá que me metiera a natación. Y mi papá, sabiendo que yo tenía libre la mayoría de las tardes, un día llegó y simplemente me comentó que debía ir a clases de natación, y así comencé.

La natación para mí es uno de los deportes más completos porque te obliga a utilizar todos tus músculos y porque, personalmente, aunque compitas

Ángel posee una trayectoria de vida marcada por la discapacidad física. Sin embargo, eso no fue una limitante para convertirse en un gran atleta de natación paralímpica.

de Jesús

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Ramírez
Ángel
Camacho

con otras personas, todo el tiempo estoy pensando en superar mis propias marcas. Además, es una habilidad que te puede salvar la vida y la sensación que me da el agua es una de las cosas más bonitas. Me gusta el contacto con el agua. En mi familia soy el único deportista, de hecho, el primero que se dedica al deporte cien por ciento.

Uno de los más grandes logros que me ha dado la natación fue cuando gané la medalla de bronce en juegos paralímpicos en Tokio. Y no sólo por el hecho de colgarme la medalla, sino por el esfuerzo que mi familia puso para que yo llegara a ese momento. Fue un sentimiento de inmensa felicidad, y pude ver el resultado de los sacrificios para conseguirlo.

Ser atleta no es sencillo, la disciplina y la constancia no se dan de un día para otro. En ocasiones, he tenido pereza por levantarme e ir a entrenar.

O a veces, el hecho de estar ahí todos los días y no ver resultados, me invita a querer tirar la toalla, pero como siempre he dicho, la motivación principal es mi familia y son quienes me ayudan a superar cada momento de frustración.

Una de las críticas que más escuché es que por ser joven no iba a lograr grandes cosas. En ese entonces, cuando fui a los juegos paralímpicos yo tenía dieciséis años y me decían que no podía llegar a Tokio. Para su sorpresa y la mía, lo logré, me convertí en el atleta paralímpico más joven de México. Resistí y pude superar las cinco pruebas para calificar a Tokio.

Cuando estuve en los Paralímpicos no esperaba que tanta gente me apoyara. Nos mandaban muchas felicitaciones y eso nos dio aliento

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para seguir adelante en cada prueba. Descubrí entonces que no importan las críticas si también existen personas que te están apoyando todo el tiempo. Y no se diga la gente de aquí, de mi colonia, desde antes de irme a Tokio me apoyaron bastante. Me alentaban para que siguiera en el deporte y siempre voy a recordarlo.

A lo que me enfrento día a día, primero que nada, es a mí mismo. Debo creer en mí, de lo contrario no voy a llegar lejos. Y por supuesto, siempre hay miradas por ser distinto, pero con el tiempo te vas acostumbrando. Como te comenté, nunca me trataron mal en la escuela, pero sé que hay otros jóvenes

que han pasado por eso. Creo que debemos ser positivos, enfocarnos más en lo mental que en lo demás, y sólo así puedes desarrollarte para ser mejor y para que nada te afecte. Todos los días hay retos y hay que superarlos.

¿Algo me hace falta?, creo que nada, más bien diría que debo seguir siendo constante y más disciplinado. Hablo de disciplina porque sólo así puedo superarme a mí mismo, avanzar para cumplir con mis marcas y conseguir medallas.

Si pudiera decirle algo a los que me lean, es que crean en sí mismos con lo que tienen, que la mente es lo que te hace fuerte, que busquen mejores caminos para evadir las depresiones. Si a mí me preguntan por qué hago esto todos los días, es porque en primera, me gusta, y en segunda es por mi familia. Sé lo que cuesta sacrificarse y sé cuál es el gozo y la felicidad de ver esos frutos.

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Celia del Rocío

Mi nombre es Celia del Rocío Pulido Ortiz soy originaria de León de la colonia Brisas del Carmen y soy deportista de natación. Mi familia está compuesta por mis padres y tres hermanos más. Mi papá es ingeniero electrónico y mi madre es ama de casa, en general todos nos dedicamos o hacemos deporte: natación, atletismo y gimnasio.

La natación ha estado conmigo desde la infancia, recuerdo que desde que tenía tres años comenzó la aventura. Al inicio todo era nuevo: flotar, nadar de diversas formas y posteriormente comencé con los clavados. Aunque estos últimos no eran lo mío porque les temía a las alturas, por ello me enfoqué en la natación. Y gracias a la educación deportiva de mis padres, fue hasta que cumplí siete años que la natación se convirtió en una forma de vida disciplinada.

A la edad de nueve años descubro que tengo bastante nivel y mucha pasión, entonces mi entrenador decide explotar mis habilidades y me comienza a motivar para competir. Recuerdo que en mis primeras competencias gané medallas y un año después comencé a competir a nivel estatal donde pude clasificar para las nacionales. Sin embargo, como clasifiqué muy pequeña, la edad oficial para competir a nivel nacional es a partir de los once, por lo cual quedé excluida, aunque había sumado puntos.

Celia ha destacado como atleta de natación y ha logrado representar a México en diversas competencias internacionales. Actualmente estudia y entrena en Estados Unidos para clasificar a los juegos olímpicos de París 2024.

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Pulido Ortiz

Mi adolescencia fue difícil porque, aunque siempre he tenido el apoyo de mis padres y las escuelas donde he estudiado, era muy pesado para mí entrenar, ir a la escuela, hacer tareas, etc. Fue una etapa de bastante agotamiento y disciplina porque debía cumplir con el deporte y la academia. Debo decir que con el tiempo te vas acostumbrando a ese ritmo de vida.

La principal influencia para destacarme en la natación fueron mis padres, ellos siempre me motivaron a desarrollarme, pero al mismo tiempo también mis entrenadores, ellos siempre me guiaron a ser mejor. Evidentemente también mis hermanos y mis amigos me alentaron, pero sin mis padres como pilar nunca hubiera logrado nada. Dentro de mi familia soy la primera en convertirse en atleta de natación, de ahí continuó mi hermana pequeña.

A lo largo de mi carrera deportiva he percibido la envidia de varias personas, quizás porque estoy logrando algo que ellas querían. Incluso, en mi círculo de amistad he visto como una amiga manifestaba su frustración por todos mis logros. Afortunadamente mis papás me enseñaron cómo evadir ese tipo de situaciones. Es normal que en ocasiones esto me pueda impactar, pero he aprendido a entender quiénes son las personas que emiten comentarios negativos.

Por otra parte, recibo muchos comentarios y acciones positivas. Mis entrenadores siempre están al pendiente de mí, de mis fortalezas y de mis fallos para poder mejorar; los amigos que he hecho en la natación y fuera me felicitan, me alientan constantemente; de mi familia tengo todo el apoyo del mundo.

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Agradezco todo ello porque a veces no te das cuenta de que tu propio trabajo impacta y motiva a quien te rodea. Disfruto esa sensación de que puedes brindar felicidad a otros gracias a tus logros, eso me gusta bastante.

Uno de los momentos más frustrantes como atleta lo sufrí en un selectivo en Tijuana, ahí competí para clasificar a juegos centroamericanos y panamericanos. Logré mi objetivo, pero no de la manera que yo quería. Había entrenado bastante, pero la presión y los nervios me jugaron en contra. En esa competencia bajé mi tiempo dos segundos, algo nuevo para mí, pero al momento de terminar la prueba observé la placa donde aparecía mi nombre en tercer lugar, todo por una décima segundo. Fue muy frustrante para mí al grado que ese mismo día quedaban dos competencias y ya no quería seguir. Posteriormente a eso, gracias a mis entrenadores, a mis padres y a otras circunstancias, pude clasificar para esos juegos.

Uno de mis mayores logros es el haber clasificado al Mundial Junior, esa era una de mis metas y justo ahí logré obtener mis mejores tiempos, los mejores de mi vida puedo afirmarlo sin duda. Cabe mencionar que no puedo olvidar mis competencias en Europa y tampoco otros eventos donde he tenido la oportunidad de estar lado a lado con representantes olímpicos de este deporte.

Actualmente estoy viviendo en Estados Unidos y este proceso ha sido muy interesante para mí. Para estudiar acá tuve que enviar mi currículum, mis notas y mis tiempos de natación. Pasé por varios filtros para ser becada y aprobada.

Una vez que me aceptaron, inicié la documentación para tramitar mi visa y comencé a mentalizarme sobre el cambio que daría al dejar México. Estando aquí ya se vuelve un poco complicado, llega otra vez la presión de estar estudiando la carrera y a su vez estar entrenando muchas horas a la semana. Me enfoco mucho en mantener cierto equilibrio para que todo salga muy bien. La verdad se vuelve agotador porque existen otros factores que se suman, pero al final también es gratificante cuando se materializan los resultados.

Algo que deseo destacar es que he tenido la suerte de encontrar apoyo. Me refiero que a pesar de que mis padres no tengan la solvencia económica para enviarme a competir fuera del país, el municipio y el estado de Guanajuato me han apoyado para concretar estos viajes. Al final del día creo que nosotros como deportistas, representamos muy bien el lugar donde nacimos, y si las condiciones son favorables para nuestro desempeño, por supuesto que seremos eficaces. Por ejemplo, mi meta más grande es ir a los Juegos Olímpicos 2024. Y he estado entrenando muy duro para lograrlo. También estoy pensando en los Ángeles, ese sería el camino para entrar a los juegos panamericanos que son el siguiente año al igual que los juegos centroamericanos.

Si pudiera enviar un mensaje a otros jóvenes es que nunca es tarde para intentarlo, no se den por vencidos. Busquen la manera de lograr sus objetivos y cumplir los sueños que anhelan porque, aunque algunas puertas se cierran otras se abren. También es cierto que solo no van a lograr lo suficiente, deben rodearse de personas que los empujen y los motiven en los momentos más difíciles. Identifiquen a esas personas y superen todo lo que se propongan.

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Mi nombre es Diego Fernando Castro Merlos, pero todos me conocen como Parce. Nací aquí en León, tengo veintitrés años, estoy casado, tengo un hijo de cinco años y me dedico a la calistenia.

Mi infancia fue normal, –creo–, estudiar, jugar, divertirme como todo niño. Sin embargo, cuando mi padre falleció cambiaron muchas cosas. Tuve que comenzar a trabajar para apoyar económicamente en mi casa. Cuando entré a mi etapa de adolescente cambié mucho. Digamos que sólo quería pasar el tiempo en la calle. Me iba de fiesta, me drogaba y cosas por el estilo, pero cuando conocí la calistenia fue como encontrar el mejor escape de mi vida.

La primera vez que conocí este deporte fue en el parque de Chapalita. Yo sabía que la droga no era suficiente para tranquilizarme o superar la muerte de mi papá, entonces comencé a hacer mucho ejercicio para agotarme y olvidar mis problemas. Recuerdo una tarde que fui a correr, –hace nueve años de esto–, vi a un chico que estaba en unas barras haciendo una rutina de fuerza, me pareció interesante, me acerqué y decidí entrenar con él.

El deporte en mi familia tiene ciertos antecedentes, sobre todo por mi papá porque cuando yo era niño él hacía bastante ejercicio y siempre lo acompañaba. Por otro lado, está mi hermano, él juega fútbol en varios equipos en la ciudad de México. Y para mí, la calistenia fue como mi marca, además siempre ha tenido similitud con el skate, por eso me gustó, siento que los movimientos son similares: equilibrio, fuerza y flexibilidad.

Diego ha destacado como atleta de calistenia y gracias a ello, ha podido emprender en su gimnasio para entrenar y generar una fuente de ingresos al mismo tiempo. Gracias a Programa Lobo ha obtenido permisos para generar clases en espacios públicos.

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D
iego Fernando Castro Morelos

Cuando abrí mi gimnasio, Alien Bars, mucha gente me dijo que mejor me dedicara a otra cosa, que esto no me iba a dejar lo suficiente para mantener a mi familia. Lo que no saben es que esto me apasiona y no dejo que sus críticas me afecten, al contrario, mi inspiración principal son mi hijo, mi esposa, mi madre y el hecho de que día con día intento ser mejor. De igual manera, también existen comentarios positivos que vienen de gente que me ha visto ganar competencias nacionales y que conocen el cambio drástico para bien, que tuve en mi vida.

Lo más difícil de dedicarme a la calistenia es cuando me lesiono, duro tiempo sin entrenar, sin moverme y eso me es complicado para quedarme estático. Ya cuando logro recuperarme, poco a poco voy retomando mis rutinas. Una de las ventajas de este deporte es que se puede realizar en cualquier lugar, prácticamente tu cuerpo es al mismo tiempo tu herramienta de entrenamiento.

Gracias a la calistenia he ido a competir a estados que yo no conocía y jamás pensé tener relación alguna. Por ejemplo, Michoacán, Jalisco, Aguascalientes, Puebla y la Ciudad de México. A la calistenia le debo mucho, también gracias a este deporte pude dejar los vicios y no ha permitido que recaiga porque el fruto de estos esfuerzos se nota en mi propio físico.

Actualmente ya me he certificado como un entrenador a nivel nacional a través de la Federación Nacional de Street Workout. Esto para mí es un logro muy importante ya que poco a poco sigo profesionalizando lo que antes era sólo un pasatiempo y a partir de esto, puedo impartir clases y entrenamientos personales de una mejor manera.

Debo admitir que esto no habría sucedido sin el Programa Lobo y especialmente, sin la promotora Nallely, ella me motivó a dar clases en los parques y cuando entré a Proyecto 100 mi visión cambió radicalmente. Me gustó darme cuenta de que muchos jóvenes estaban interesados en aprender y que yo era un ejemplo para ellos, no podía creerlo.

Si pudiera darles un consejo a los jóvenes es que cambien sus hábitos, que realicen mucho ejercicio porque eso les ayudará física y mentalmente. Todo depende del empeño que pongan. Hagan lo que más les gusta tanto en deporte como en una profesión distinta, pero que les apasione para siempre busquen mejorar.

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K enia Romina

Mi nombre es Kenia Romina Díaz Méndez, tengo catorce años y vivo en la colonia Diez de Mayo. Mi familia está compuesta por mi mamá y mi hermana. Ellas trabajan en una fábrica de botas. Hace poco falleció mi abuela por lo que ahora sólo somos nosotras tres.

Toda mi infancia la pasé jugando, a tal grado que desde los ocho años he estado dentro de una cancha de fútbol, en especial la que está aquí en la Casa del Adolescente. Me acuerdo que desde niña pedía balones, pelotas y uniformes de equipos. Las pocas cosas materiales que pedía tenían que ver con fútbol, realmente no eran tan caras.

Recuerdo que desde que construyeron la Casa del Adolescente yo empecé a meterme sin permiso a la cancha para jugar. En ese momento comencé a jugar con personas más grandes o con los chiquitos, no importa con quién yo sólo quería jugar. Afortunadamente conocí a Lupita Manríquez, ella fue la responsable de invitarme todo el tiempo a practicar.

Comencé a jugar fútbol por gusto, después descubrí que era muy buena, quizás porque entrenaba todo el día. Después me invitaron a jugar a un equipo, a otro y así todo el tiempo, me decían que podían apoyarme porque veían mucho talento en mí. Después de esto ya empecé a entrenar en forma y a jugar en campos fuera de la colonia.

Kenia ha sobresalido como futbolista gracias a su empeño y dedicación desde muy niña. Gracias a las instalaciones y entrenamientos en la Casa del Adolescente ha podido escalar dentro de diversas categorías.

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Díaz Méndez

Actualmente formo parte de la academia Esmeraldas de León, ahí he podido salir a diferentes lugares. Por ejemplo, ahorita estamos jugando un torneo muy importante en el cual hay equipos como Chivas. También fuimos a Querétaro para enfrentarnos a otros planteles. He viajado también a la Ciudad de México, a Michoacán y a Jalisco. Me gusta mucho jugar porque puedo competir sanamente con personas incluso mayores a mí.

Mi gran meta es jugar de manera profesional. Hace poquito tuve unas visorías en Querétaro y aunque pasé varios filtros, no pude continuar porque era imposible sustentar mis gastos. Al no tener un apoyo del cien por ciento decidí esperarme, terminar mi secundaria y después volver a buscar oportunidades en otras ciudades.

Los comentarios negativos que recibo tienen que ver más por mi estilo de juego que por otra cosa, además soy muy buena como contención y volante. Pero sigo entrenando y jugando sin que nada me importe. Personalmente creo que desde que fui seleccionada para participar en un torneo, siendo la jugadora más chica, eso me motivó a continuar en este deporte y a seguir desarrollándome. Me siento orgullosa de saber que tengo talento.

Hace tiempo se hizo una selección categoría sub quince y me seleccionaron. Fui parte de las mejores quince jugadoras y me eligieron porque jugaba bien. Me invitaron a presentarme a los entrenamientos y para mí fue un momento lleno de felicidad. Aunque a veces resulte complicado, me frustra mucho cuando no gano o cuando me siento agotada por los mismos entrenamientos. Sé que debo aprender a que no siempre se gana, hay que experimentar el perder para modificar las cosas y tener mejores resultados.

Me siento afortunada de haber tenido un espacio tan cercano a mi casa para jugar fútbol. Siento que cambió mi vida, aunque debo ir paso a paso. Jugar fútbol también requiere mucha mentalidad. Para llegar a convertirme en profesional debo ir con toda la actitud y no dejar de entrenar.

Hace poco tuve unos de los mejores logros de mi vida y fue en Vallarta. El torneo estuvo muy parejo y los primeros partidos los jugué pésimo, pero ya para la final fue donde me levanté. Comencé a sacar otra vez mi estilo de juego y me gustó mucho porque, además, anoté el gol definitivo que nos hizo quedar campeonas. Ahí descubrí que no importa cuantas veces te caigas, hay que levantarse y darlo todo. Otro logro fue en Toluca, y aunque nos llevamos el bronce disfruté mucho del juego y de competir con personas más hábiles.

Este trayecto no ha sido fácil, me refiero a que a veces trabajo o estoy haciendo un par de cosas para sacar dinero y solventar mis gastos. Trato de no incomodar a nadie cuando requiero calzado deportivo patrocinado. Acepto el apoyo que me den porque todo me ayuda.

Si pudiera darte un mensaje a quien me lea, es que tengan los pies en la tierra. No traten de subestimar a nadie o sentirse más que otra persona. Salgan adelante con lo que tengan alrededor y nunca se rindan a pesar de las circunstancias.

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Mi nombre es Yesica Yadira Hernández Vieyra, tengo veinte años, vivo en la colonia San Juan de Abajo y soy atleta de levantamiento de pesas. Nací en Campestre de Jerez y ahí viví con mis abuelos paternos hasta que cumplí los dieciséis.

Antes de esto yo jugaba fútbol, practiqué taekwondo y capoeira. El levantamiento de pesas lo conocí gracias a un amigo, y desde que llegué a entrenar me quedé. Ya han pasado ocho años desde entonces. Soy muy hiperactiva y por eso creo que el deporte fue mi gran salida para dedicarme por completo.

La primera vez que entrené ya había mujeres, a mí me impactó que levantaran tanto peso. Siento que esa fue la gran motivación que yo tuve. Después de unos meses me fui a una competencia muy importante que se llama Torneo del Pavo de Halterofilia, y para mi sorpresa quedé en primer lugar. Entonces decidí que quería seguir ganando más medallas.

En un inicio los comentarios eran muy negativos, le decían a mi mamá que yo iba a tener el cuerpo como un hombre y cosas por el estilo. A mí nunca me ofendieron, pero pues yo sigo adelante. Por otro lado, como ya llevo mucho tiempo ya he salido en la televisión y los periódicos, entonces la gente siempre señala mi casa diciendo que ahí vive la campeona.

Han sido dos momentos los más emotivos para mi trayectoria deportiva: los juegos olímpicos de la juventud y un panamericano el año pasado en Guadalajara. Fue muy importante para mí porque nadie de Guanajuato había ganado oro. Me sentí muy orgullosa y ha sido una gran experiencia para mí.

Yesica encontró en el levantamiento de pesas una forma de vida. Gracias a su empeño y esfuerzo ha logrado competir a nivel nacional e internacional.

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Yesica Yadira Hernández Vieyra

Los momentos más frustrantes los paso cuando me lesiono. Una ocasión me lastimé el codo y no pude entrenar por bastante tiempo, eso me desanima, pero gracias a mi entrenador pude salir adelante. Día a día intento mejorar a pesar de todo. La verdad es que no me visualizo haciendo otra cosa, para mí este deporte me cambió la vida, desde lo mental hasta lo físico.

Por ahora, siento que deportivamente nos hacen falta mejores instalaciones, ya hay equipo que tiene más de diez años. También hacen falta muchas mujeres que quieran entrenar este tipo de deporte u otros que no sean tan comunes.

En lo personal, siento que para seguir entrenando me hace falta saber lidiar con la cuestión mentalmente. Es muy duro entrenar y estar pensando en otras cosas. He estado yendo a competencias internacionales, pero debo enfocarme más en ese sentido para tener mejores resultados.

Si pudiera darles un mensaje a otras mujeres es que luchen por sus sueños. No se enfoquen en los comentarios de la gente, que se enfoquen en lo que quieren y que la disciplina y el esfuerzo son los mejores factores para lograrlo todo. Luchen y sigan adelante.

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ollotl Humberto

Mi nombre es Yollotl Juan Humberto Aranda Álvarez, soy de la colonia San Juan Bosco, actualmente vivo en Querétaro por cuestiones educativas y soy atleta de natación. Todos me conocen como Yol. Mi familia está compuesta por mis papás y un hermano mayor.

Mi infancia estuvo marcada por una parálisis cerebral de nacimiento. Esto ocasionó que mis padres me trataran con cuidado, aunque yo no era consciente de mi discapacidad. Yo quería hacer todas las cosas que hacían los otros niños y creo, que eso fue determinante para poder rehabilitarme al punto en el que estoy hoy. Desde ese momento yo iba a clases de lenguaje para mejorar mi manera de hablar, iba a rehabilitación y al mismo tiempo a la escuela. Mi rutina durante la infancia fue muy pesada, pero ahora lo agradezco.

Mi acercamiento a la natación ocurrió cuando un doctor me canalizó a la alberca del seguro social para rehabilitarme. Al inicio fue una actividad por salud, pero con el tiempo se convirtió en un deporte, una pasión y un estilo de vida. Es curioso que la natación haya llegado a mi vida sin esperarlo. Me involucré cuando tenía siete años porque había una competencia. A mí me encanta competir entonces decidí entrar. Mi salto como atleta de alto rendimiento sucedió cuando el profesor Rogelio me invitó a formar parte del equipo paralímpico.

Yollotl posee una trayectoria de vida marcada por una discapacidad de nacimiento, pero gracias a ello conoció la natación y entrenó hasta destacar a nivel nacional e internacional.

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Después de eso mi vida dio muchos giros porque concreté un sueño muy grande que tenía, darle una medalla de oro a Guanajuato, y así lo hice. Por consecuencia, vino un compromiso más grande que era formar parte de la selección nacional. Y no fue fácil, debía estar concentrado, dispuesto a viajar y a estar muy poco tiempo en León con mi familia. Fue una etapa caótica pero muy satisfactoria. Y digo caótica porque tenía que estar estudiando la preparatoria y entrenar al mismo tiempo, aunque dejé la escuela por un momento para estar enfocado en la selección nacional, pero afortunadamente pude retomar mis estudios.

Uno de los momentos más frustrantes que viví fue en la selección nacional. Recuerdo que el entrenador nos decía que sólo irían a competir los más fuertes y yo me partía el alma entrenando, muchos reconocieron que yo era uno de los mejores, sin embargo, sucede que se llevan a otro compañero. Eso me dio mucha tristeza. Y sé que el camino será complicado, pero cuando le apuestas a todo para sobresalir y aún así no te brindan la oportunidad, sientes que todo se derrumba. Y, por otro lado, la cuestión económica también es compleja, a veces hacen falta muchos apoyos para ir a una competencia y uno pierde energía mental pensando en ello.

Uno de los momentos más positivos fue cuando conocí a una señora que había tenido un accidente muy fuerte y había quedado en silla de ruedas. Ella conoció mi proceso de rehabilitación y le impactó tanto que me tomó como ejemplo. Actualmente ella puede caminar y me agradeció bastante porque me convertí en su inspiración. En ese sentido, creo que el deporte puede darnos tantas cosas más allá de ganar o perder una competencia.

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Aunque debo confesarlo, también gracias a la natación ahora puedo estudiar en una gran universidad donde me estoy preparando para conquistar otros sueños de aspecto educativo y laboral.

En lo personal, uno de los logros que más me ha motivado fue representar a México cuando tenía catorce años, fue una vivencia que aún tengo muy presente y que me dio fuerza para seguir representando el país en otras competencias. También el hecho de irme a estudiar a otro estado, ha sido un gran logro. Pude tener esa oportunidad lejos de casa, ya que aquí en el campus León no había apertura para becas en el deporte de natación. Fue muy significativo, porque, además, soy el primer deportista paralímpico de natación en ser becado.

Si pudiera darles un mensaje a otros jóvenes es que deben trabajar duro para cumplir con sus sueños. También deben tener confianza en sí mismos y creérsela. En el proceso habrá cosas que no nos gusten o muy difíciles, pero deben afrontarlas. No sólo se trata de las metas grandes individuales, si es posible ayuden a otros y hagan mejores acciones para cambiar su entorno. También les diría que busquen mentores para que les apoyen o los guíen, eso les dará mucho valor y sentido a su vida.

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Campos

Mi nombre es Claudia Valentina Campos Martínez, tengo veintidós años, vivo en la colonia Jardines de Jerez, soy tatuadora y fundadora de Luz Negra Tattoo Studio.

Mi familia es un tanto particular, soy hija única, mi padre nunca ha estado presente en mi vida, prácticamente mi madre me ha enseñado todo: los valores que tengo, la manera de desenvolverme profesionalmente y la forma de afrontar la realidad. Mi madre no tiene una profesión, pero todo lo ha aprendido con las experiencias que le presenta la vida.

Mi infancia fue feliz y difícil. En primera porque afortunadamente no me hicieron falta cosas, a excepción del cariño de mi padre. Sin embargo, mi madre ha cubierto esas necesidades afectivas. Por otro lado, no había dinero de sobra, toda la vida hemos sido una familia modesta y trabajadora. Yo, por ejemplo, empecé a trabajar desde los quince años en el mismo lugar donde estaba mi mamá.

La adolescencia se complicó por el divorcio de mis padres. En esa etapa estudiaba la preparatoria y tuve que afrontar procesos muy difíciles. Incluso ahora sigo superando algunos duelos. No pude enfrentarme de la mejor manera a esta etapa, por lo cual entré en depresión y todo lo enfoqué erróneamente. Recuerdo que en ese momento comencé a beber mucho.

Claudia encontró en el dibujo y el tatuaje una forma de trascender y superar las dificultades tanto personales como familiares. Actualmente emprendió su propio estudio de tatuaje.

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laudia Valentina

Yo no quería llegar a casa por los problemas que mis papás tenían, lamentablemente nos toca ser referís de esas peleas.

El mundo del tatuaje lo descubrí, curiosamente, al final de la preparatoria. Cursaba el área de artes y al mismo tiempo era subgerente en una joyería, en ese momento mis compañeritos del trabajo me dijeron: -nosotros vemos que dibujas muy bien, se ve muy chido, queremos tatuarnos, pero pues no tenemos dinero, ¿qué te parece si te compramos el material y tú nos tatúas? -, inmediatamente respondí que sí.

Recuerdo que llegaron con todos los materiales, tenía mucho miedo al inicio porque no sabía nada de perforación, tatuaje, ni de primeros auxilios. ¿Te imaginas que puedes perforar la piel al grado de matarlos o alguna de esas cosas? Afortunadamente no fue así y eso me llevó a perseguir dicha meta.

Mi primer acercamiento al tatuaje fue un golpe de realidad, yo no sabía nada al respecto, pero eso provocó que yo me enfocara y estudiara mucho todo ese mundo. Gracias a eso enfoqué mi tiempo de manera distinta, en lugar de irme al parque Hidalgo y beber o no querer llegar a mi casa, canalicé toda mi energía a tatuar. En otras palabras, el tatuaje me sacó del hoyo.

Hubo un momento en el que decidí dejar de tatuar para terminar mi preparatoria. Al terminar dejé un año pausado para trabajar, la verdad en ese tiempo fue muy complicado porque debía resolver situaciones que no me correspondían, incluso en una ocasión no me ofrecieron un mejor puesto porque era menor en comparación con la persona que sí se lo quedó. Esto me ayudó a reflexionar sobre ser mi propio jefe así que comencé en la búsqueda de estudios de tatuaje para comenzar como aprendiz.

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Recuerdo que llevaba mis dibujos y pinturas realistas en un portafolio y la negativa de esos estudios me hizo ser más terca y aferrarme a mi meta.

Otra presión que surgió en esa etapa era que mi mamá quería que yo continuara la universidad, pero yo debía pagarla ya que vivíamos solas. Entonces eso me estresó mucho porque, además, sentía que si no estudiaba la universidad ya no iba a triunfar en la vida, eso que siempre te dicen. Aún así tomé fuerza y decisión para dedicar un año sabático a perfeccionar mis técnicas y pudieran aceptarme en un estudio.

Mientras practicaba y desarrollaba mis técnicas conocí a un chico con las mismas inquietudes artísticas que yo, y para su buena suerte, a él lo aceptaron muy rápido en un estudio de tatuaje, pero en el momento que ya estaba por cambiarse a otro, le comentó a la dueña que yo estaba interesada en entrar ahí como aprendiz. Recuerdo que al día siguiente Ramonela Vargas me agendó una cita y me aceptó. Fue la única persona que confió en mí y ahora es una gran amiga.

El camino del tatuaje tampoco ha sido fácil, sobre todo por los mismos tatuadores que son muy celosos de su trabajo, tienen cierto miedo de ver personas jóvenes incursionando en técnicas que llegan a superarlos. Por otra parte, está el lado familiar, mi madre me regañó cuando me hice mi primer tatuaje, y eso que aún no pensaba en dedicarme a eso. En cambio, mi padre me juzgó casi como un delincuente hasta que vio que comencé a ganar dinero. Con el tiempo mi madre conoció a mis colegas y se dio cuenta que eso no tenía nada que ver con drogas, aprendió que un tatuaje no te hace buena o mala persona.

Uno de mis grandes logros es mi estudio Luz Negra. La mayoría de mi equipo son aprendices y tengo sólo un tatuador experimentado. Tengo la casa perfecta para todas las personas, que al igual que yo, fueron excluidas. Luz Negra es un espacio inclusivo para la comunidad LGBT y para todas las personas que quieran acercarse al tatuaje.

Si pudiera enviar un mensaje a otros jóvenes es sólo que aprovechen su tiempo al máximo en cosas positivas, que el ser productivo también puede estar ligado a tu pasión. Enfocarte en lo que quieres te alejará de la depresión, del suicidio y de otros factores negativos. Realicen actividades que los hagan sentir feliz, eso les dará mucha experiencia y no se claven con los comentarios malos, si tu arte es bueno y está bien enfocado, te dejará bastante.

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Mi nombre es Jimena de los Ángeles Martínez Hernández, tengo dieciocho años, vivo en la Soledad de las Joyas y soy violista. Actualmente estudio la preparatoria y también trabajo en la plaza de la tecnología en un negocio de teléfonos celulares.

Sobre mi familia puedo afirmar que tengo dos. La biológica está compuesta por mi padre quien es albañil, mi madre quien se dedica al hogar y dos hermanas, pero por ahora una de ellas y mi padre se encuentran anexados. Mi otra familia es de corazón porque siempre me han ayudado, mi madrina, una maestra de INAEBA que es como una segunda madre.

Mi niñez fue muy difícil porque desde los ocho años tuve que trabajar pidiendo dinero en los bulevares. Y aunque tuve la motivación de estudiar desde muy pequeña me era imposible por la situación económica. Afortunadamente mi papá me enseñó a leer y ya en INAEBA cursé en un año el kínder y en otro la primaria. Ya a los doce años por fin entré a la secundaria pública como cualquier persona.

La adolescencia ya fue muy distinta porque al entrar a una escuela conocí a muchas personas y supe lo que significaba estar en un salón de clases. Me fue complicado estar con otros niños porque yo nunca había estudiado a ese ritmo y con esa forma, pero pude acoplarme. Para mí fue muy grandioso estudiar ya que mis hermanas no estudiaron.

Un año después, al mismo tiempo que estudiaba, trabajaba como mesera para pagar mis gastos de la escuela y en esa misma etapa, conocí y entré a una orquesta sinfónica llamada Sonar las Joyas durante cuatro años. Fue una experiencia magnífica porque estuve en teatro como el María Grever,

Jimena posee una trayectoria de vida marcada por dificultades educativas y económicas desde la infancia. Sin embargo, encontró en los escenarios junto a la Orquesta Sinfónica Sonar las Joyas su lugar de vida.

J imena de los Ángeles

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Campos
Martínez

el teatro Manuel Doblado, en otros teatros de la Ciudad de México y toqué en universidades como La Salle y la Ibero. Sin duda una de las experiencias más bonitas fue en un viaje a Oaxaca, allá duré una semana y fue maravilloso convivir con muchas personas. Terminar ese proceso de la secundaria fue un acto muy bonito porque gané un concurso de talentos y fui seleccionada para tocar en teatro frente a mis compañeros y sus papás.

Cuando inició la prepa estaba un poco presionada porque iba a la escuela por las mañanas y en las tardes me iba con mi viola a la orquesta toda la semana. Por si fuera poco, los domingos que debía descansar los aprovechaba para trabajar todo el día de mesera, así pude pagar muchos gastos gracias a las propinas.

Lo más difícil hasta ahora ha sido la pandemia. Cuando todo inició yo no tenía teléfono, tampoco internet, me despidieron del trabajo y no tuve más remedio que dejar la orquesta y a su vez la escuela. Después me puse a trabajar muchas horas para pagarme lo básico. A esto se agregaron problemas familiares y me salí de casa para vivir con mi madrina, que es donde vivo actualmente. Gracias a ella pude regresar a la preparatoria.

Mi trayectoria como violista se la debo a AUGE. Uno de los directivos que también está en la orquesta fue a dar un curso y nos invitó a que formáramos parte de dicha orquesta. Fue así como inicié y me enamoré de la viola, puedo decir que la música ha sido algo magnífico en mi vida porque pude viajar, conocer grandes personas y, sobre todo, ha sido mi espacio para desahogarme. Cuando toco la viola toda mi tristeza desaparece y más si estoy en concierto, porque disfruto ver cómo la gente nos escucha, nos aplaude y nos recibe con el corazón.

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He llorado de alegría por formar parte de esta orquesta, jamás imaginé que podía estar frente a todas estas personas.

Disfruté mucho cuando mis amigos me felicitaban, estaban orgullosos de mí porque decían que no cualquiera se para en un teatro. Mis familiares quedaron sorprendidos las pocas veces que fueron a verme. Mi papá sólo fue a un concierto, pero cuando terminó me dijo que estaba orgulloso de tener una hija con sueños por cumplir, yo quería llorar porque me dijo que no se imaginaba que yo hiciera todo eso y la gente me aplaudiera.

Desafortunadamente llevo dos años sin estar en la orquesta, creo que si los veo voy a llorar porque recuerdo cada experiencia. Por ahora sólo estoy trabajando y estudiando. Además, no tengo un instrumento para seguir practicando, la viola que toqué por muchos años me la prestaban y aunque he querido comprar una ha sido difícil porque debo priorizar gastos.

Si pudiera decirle algo a otros jóvenes es que no se rindan, que habrá dificultades, pero se puede salir adelante siendo perseverantes. Sigamos nuestros sueños. En lo personal, estoy agradecida con todo, ha sido muy complicado, pero me siento orgullosa porque aquí estoy, no me estoy drogando, no tengo un hijo, tengo metas por cumplir y he tenido mucho conocimiento en estos dieciocho años de vida.

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Luis Fernando

Mi nombre es Luis Fernando Camarillo Rocha, tengo veinticuatro años, nací en Arboledas de los Castillos, soy fotógrafo y bailarín de break dance. Mi familia está compuesta por mis papás originarios de Ocampo y Cabras, dos rancherías que están a las afueras de la ciudad, un hermano y dos hermanas. Mi padre es herrero y mi madre trabajó un tiempo en servicio de limpieza.

Normalmente me gano la vida con un trabajo estable: mantenimiento, velador, varias cosas que ahí me aplico. Hago fotografía cuando me salen trabajos de ahí. Siempre estoy ingeniandomelas para ganarme una moneda: vender ropa, dulces o cualquier cosa.

Gracias a la influencia de mi hermano mayor me dieron muchas ganas de seguir indagando más sobre la cultura hip-hop. Y aunque el breaking ha sido mi fuerte, también me he interesado por el graffiti, el skate y el cine. Pronto cumpliré una década bailando.

Crecí en un contexto muy violento, básicamente las leyes del barrio: te golpean, tú golpeas. De hecho, tuve que entrenar boxeo para defenderme. Las bandas peleaban constantemente y no entraba la policía. Siento que crecí descuidado porque mis padres tenían que estar trabajando.

Luis encontró en el breaking y en la fotografía una forma de trascender en la vida. Gracias a su talento y disciplina ha competido a nivel nacional e internacional.

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Camarillo

Siento que hasta ahora es que tenemos una relación sólida. A pesar de que fui un chico muy solitario he aprendido de ello.

Mi adolescencia estuvo plagada de curiosidad y descubrimientos musicales: Los Bunkers, The Beatles, Ska europeo y muchos otros grupos. Sin embargo, fueron Violadores del Verso, un grupo de rap oriundo de España, quienes me impactaron bastante. Ese rap español hizo que me cuestionara muchas cosas porque me identifiqué con ese discurso violento dirigido al gobierno. Y aunque en la secundaria conocí a muchas personas con los mismos gustos, no tenían una visión similar a la mía. Mi curiosidad me llevó a unos talleres de breaking que se hicieron en una colonia cercana a la mía y eso sembró más ganas de conocer la cultura del hip-hop.

Uno de los primeros impactos que tuve fue al comprar una revista donde venía un disco de un evento que organizaba Neza City Breakers, y ahí, en ese disco aparecieron los mismos chicos que habían llevado talleres de breaking tiempo atrás. Eso provocó sentirme identificado al fin con alguien que tuviera la misma visión que yo. Ellos se transformaron en mi crew, en mis amigos y en mi familia: Maw, Pakiyo, Jenko, Yeik, Neo y Junior. Nunca había sentido un acercamiento tan genuino.

Dentro de mi colonia y en la escuela yo era juzgado por bailar. Yo tenía esa euforia y siempre terminaba bailando, no importa si estuviera solo o en el trabajo, las personas que me veían me decían que estaba loco. Mi madre siempre me ha apoyado, al inicio creyó que sólo era una actividad pasajera como cualquiera otra, pero cuando comencé a viajar y a salir del país me tomó en serio. En este punto de mi vida encuentro inspiración para bailar en todo mi entorno. La música es igual de importante que todo lo que está alrededor.

Desde los sentimientos que se encuentran en mí, hasta el amor que nos ha unido genuinamente a todo mi crew.

Uno de los momentos más fuera de serie fue salir del país. Viví un sueño. De donde yo vengo romper esa barrera de viajar era una meta. Hace tres años viajé a los Ángeles para competir en Freestyle Session, un evento de breaking de trascendencia mundial. Fue algo verdaderamente mágico.

La frustración es algo normal al no ganar un reconocimiento de manera inmediata, además de no tener el tiempo y las condiciones más recomendables para practicar. Nunca he dejado de trabajar y estudiar, por lo que el tiempo dedicado a bailar no ha sido del cien por ciento. Me desesperaba demasiado al no ver resultados después de tantos años. En ese sentido, me hace falta mucho para profesionalizarme, sobre todo por las condiciones económicas. Sólo entreno con lo que tengo a mi alcance. Me gustaría tener un espacio adecuado, pagar quiropráctico, nutriólogo y cosas de ese tipo para desarrollar un gran nivel.

Mis logros personales tienen que ver más como una forma de vida que algo material. El breaking me ha dado una guía, una visión, un sentido. Todo lo que sé gracias al hip-hop lo aplico en mi día a día. La disciplina que me ha dado el baile es algo invaluable, me siento orgulloso de eso.

Actualmente pertenezco a Kadetes del Toke, una crew muy importante para la historia nacional del breaking. También pertenezco a la crew BVDs, esta de índole mundial. Y por supuesto que no puedo olvidar a los Jijos del Breibit, la crew con la que me inicié en este mundo.

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Más allá de profesionalizarme, no he dejado de educarme, adaptarme al entorno y continuar respetando mi disciplina. Creo que con la llegada del breaking a las olimpiadas, favorecerá bastante este mundo. Y claro, no hay que olvidar las redes sociales que son una buena conexión y una gran herramienta si las canalizamos de buena manera.

Si pudiera darles un mensaje a otros chicos es que valoren sus entornos. Es muy importante respetar y aprovechar a nuestros amigos, nuestra familia y nuestra cultura. Descubran lo que les apasione y denle sentido al arte que elijan.

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Mi nombre es Manuel Alejandro Torres Valdivia, nací en la colonia

Killian II, tengo veintisiete años y soy tatuador. Soy el mayor de cinco hermanos y desde muy chico comencé a dar el rol. Disfruté mucho andar de pata de perro. Y fue justamente en Tijuana donde aprendí a tatuar y también un poco de arte mural. Gracias a ese trabajo me he movido a varios estados del país.

Desde pequeño fui muy desmadroso. Cursé mi escuela aquí en León y aunque había estudiado construcción para terminar en arquitectura, a mitad de la carrera ya no me gustó y me cambié a artes. Siento que esto del tatuaje lo empecé por presión, porque mis amigos al ver que dibujaba muy bien, me pedían diseños para ellos pasarlos a sus tatuadores. Sin embargo, esa misma bandita me orilló a que yo tomara las máquinas para comenzar a tatuar y a plasmar mis diseños yo solo.

Recuerdo que mis primeras máquinas me las patrocinó un cholo del barrio. Me las dio a cambio de que yo le hiciera su tatuaje. Ya en Tijuana fue cuando entré formalmente a un estudio como aprendiz.

En mi familia podría decirse que el único antecedente artístico en mi familia era un tío que se mudó con nosotros para estudiar la prepa. En sus tiempos se discutía dibujando. Creo que de ahí me nació eso de pintar. Actualmente a mi hermano también le gusta pintar muros y de ahí en fuera, somos los únicos en la familia que le damos a esto del arte.

A las mayores críticas que me he enfrentado es aquí mismo en León con mi familia. Son muy tradicionalistas en ese sentido y aún piensan que el cuerpo

Manuel ha logrado romper con estereotipos familiares a través de su dedicación al arte. Gracias al dibujo, al muralismo y al tatuaje encontró una profesión y una manera de trascender.

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no se debe pintar. Hasta la fecha mi papá no aprueba esto, aunque sepa que de ahí sale para la papa. Creo que como sociedad ya se está quitando poco a poco ese tabú, y lo sé porque me ha tocado tatuar profesionistas, doctores, jueces y policías.

Mi camino por el arte inicia formalmente con los murales y la pintura. Ya cuando incursioné en el tatuaje sentí que lo único que cambió fue el lienzo. Y me gusta esa experimentación con el cuerpo, saber qué límites hay mental y físicamente. Una de mis mayores motivaciones a la hora de tatuar es la reacción final de mis clientes. Sobre todo, cuando tiene que ver con tatuajes para tapar cicatrices. Eso es algo que un muro o un cuadro no te dará nunca.

Al mismo tiempo, algunos clientes me hacen pasar momentos frustrantes porque se vuelven prepotentes. A veces quieren una cosa, pero no entienden que el tatuaje tiene sus limitaciones. Un ejemplo es cuando quieren hacerse algo pequeño con muchos detalles, pero no saben que en unos años sólo se verá como una mancha porque las tintas se expanden o engrosan.

Uno como profesional intenta hacerles saber eso, pero se aferran y eso me frustra. En cambio, cuando el cliente me dice que quiere un diseño determinado, pero con mi estilo, ahí es cuando me dejo llevar y disfruto al máximo mi trabajo.

Muchas veces la gente no ve el tatuaje como un arte. Y aunque se puso de moda, muchos sólo quieren tatuarse porque sus ídolos están tatuados. Siento que eso hace que se pierda la esencia. Yo veo en el tatuaje un intercambio entre dolor e imagen. Me parece interesante ver en el tatuaje una manera de superar o volver eterna una experiencia.

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El mayor de mis logros es que puedo vivir de lo que me gusta. Siempre lidié con cuestiones de tener algún jefe laboral, eso ocasionó que buscara otra salida. De ahí empecé pintando para vender mis propios retratos. Y como logro profesional, me ayuda mucho estar desarrollándome continuamente. Tan solo un año atrás, la evolución de mi dibujo y mis tatuajes ha crecido exponencialmente. La práctica básica hace que perfeccione cada vez más mi arte.

Creo que necesito mucha paciencia para seguir creciendo. Tomar algún par de cursos extras y seguir mejorando. Aunque no sólo en el tatuaje, sino en otros campos que tengan que ver con arte. Me gustaría hacer escultura y al igual que veo como mis tatuajes salen del país, es un decir, me gustaría que piezas de otros formatos también lo hicieran. Una exposición por Europa estaría muy chingón.

Si pudiera decirles algo a todos los chicos es que tengan disciplina. Esa es la clave. He visto gente que tatúa muy bien, pero en un año, se ven superados por otros que tatúan diario. Así que no se desanimen, esta carrera de tatuador es una carrera de resistencia.

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M aría Kassandra Prado

Mi nombre es María Kassandra Prado Alvarado, tengo veintiún años, vivo en la colonia San Pedro Plus y soy estudiante de diseño digital en la universidad Iberoamericana. También soy creadora de contenido digital ilustrativo.

Mi familia está compuesta por mis padres y una hermana más. Ellos se divorciaron por lo cual viven en diferentes casas. Mi papá es ingeniero electromecánico y mi madre trabaja en un lugar donde entregan despensas a domicilio. Mi hermana es ingeniera en sistemas.

Alvarado

Durante mi infancia fui una niña muy tremenda. Siempre salía regañada de la escuela por ser hiperactiva.

De hecho, mis padres cuentan que desde que aprendí a caminar fue toda una aventura porque todo el tiempo iba y venía para todos lados. Además de eso, siento que no tenía filtros, decía las cosas tal cual las pensaba.

Mi adolescencia fue muy pesada porque viví rodeada de una familia con problemas constantes de salud. Tanto mi madre como mi abuela tuvieron cáncer, entonces la mayoría de gastos tenían que ver con salud. Siempre me tocaba cuidar a quien se enfermara, incluso a mi hermana.

Kassandra ha destacado artísticamente desde muy niña. Gracias a su pasión por el dibujo, encontró en el arte urbano su inspiración a tal grado que ha formado parte de Mictlarte, un festival muralista organizado por el Instituto Municipal de la Juventud.

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Por si fuera poco, yo también estuve enferma de meningitis e inflamación cerebral causada por una bacteria, por causa de ello perdí temporalmente la vista de un ojo y luego entré en una etapa de depresión. No disfruté la secundaria ni la preparatoria.

Mi primer acercamiento al arte comenzó de niña cuando dibujaba. Mi familia lo notó y me dieron la oportunidad de aprender formalmente. Me metieron a clases desde pequeña y por mi cuenta, desarrollé la pintura a carboncillo. Sin embargo, la primera vez que vi pintado el panteón de San Nicolás fue un impacto muy grande porque nunca había visto pinturas en murales así de grandes. Esas catrinas llamaron mi atención en lo referente a los murales. Gracias a ese primer acercamiento y ya que cumplí los dieciocho, fue que participé en la convocatoria Las mujeres nos pintamos juntas, ese fue mi primer mural y hasta la fecha no he dejado de pintar.

Las críticas a las que me he enfrentado son comentarios básicos como que del arte no voy a vivir, que será muy difícil conseguir trabajo y cosas por el estilo. En resumen, siento un constante acoso al escuchar que en México no se prospera haciendo esto. Por otro lado, cuando comencé a ver grandes resultados de mi trabajo, mi familia se sintió orgullosa de mí y continúan alenta

Uno de mis mayores logros fue cuando me invitaron el año pasado a Mictlarte. Me sentí muy emocionada de ir a pintar el panteón que de niña me había impactado y sobre todo, porque el tema del Día de Muertos es algo que siempre me ha interesado. Mi pieza fue el Cementerio de mascotas y hasta ahora, ha sido uno de los más grandes que he hecho o que he colaborado con muchas personas. Otro gran logro es que he vendido mis diseños. Recuerdo

que mi primer cliente fue un gringo quien me pidió también una pieza específica sobre el espacio. Me sentí bastante satisfecha y realizada con esas ventas.

Uno de los momentos más difíciles lo pasé cuando no sabía a qué quería dedicarme. Sabía que tenía que ver con el arte, pero en un momento me bajó el ánimo y estuve a punto de rendirme y buscar otra carrera. Afortunadamente mi familia no me ha dejado de apoyar, y menos durante la pandemia que fue cuando sufrí ansiedad y depresión a tal grado que tuve un ataque suicida. Estuve a punto de entrar a tratamiento en un hospital, pero afortunadamente superé cada uno de esos episodios.

Desde entonces veo en el arte una forma de terapia, me concentro a un nivel que puedo perderme tranquilamente mientras pinto. Me relaja y hace que piense en otras cosas que tienen que ver con el presente. Sin ninguna duda, ahora puedo definirme como una pintora, ilustradora digital y muralista.

Si pudiera darles un mensaje a los jóvenes que están en el ámbito del arte es que tienen que darse a conocer como artistas. Fomenten su arte y encuentren su voz. Si realmente quieren dedicarse a ello, tienen que practicar todo el tiempo y estar en constante aprendizaje. No se queden atrás, mejoren sus técnicas y aunque el camino parezca largo, resistan y superen los obstáculos que se presenten.

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Mi nombre es Miguel Ángel Méndez Hinojosa, me conocen como el Cucu, tengo diecisiete años, soy de la colonia Granada y actualmente estoy por terminar la preparatoria. Además de eso, practico fútbol americano y rapeo. Siempre he vivido en esa colonia, aunque me he mudado por temporadas a otros sitios.

Mi infancia fue difícil por la separación de mis padres, tuve que salir a buscar una oportunidad para salir adelante y ayudar a mi mamá. Me iba desde muy niño a los tianguis a vender cosillas y sacaba para comprar leche o pan. No tuve la infancia que todos tienen o quieren. La viví distinto. Crecí sin regalos ni nada por el estilo, si quería un juguete yo debía comprarlo. Vivía con mucha inocencia y nada de malicia.

Cuando comenzaron los problemas de mis padres fue muy duro. La viví bien con mis hermanos y otros familiares porque vivía en la misma casa con mi abuela, mis tíos y otros primos. Después me fui a Piletas con una tía. Me alejé por completo de mi familia materna. Cuando salí de la primaria me fui a la colonia Del Roble, ahí vivía con mi papá, pero crecí con mucha violencia, era difícil expresarme como yo quería entonces mi papá me corrió de casa y me fui con mi mamá de nuevo. Esos tiempos fueron difíciles porque casi no comía, estaba atorado en drogas y cosas por el estilo. Sin embargo, mi propia madre fue mi motor para salir adelante. Digamos que de los diez años hasta los catorce vivía de un lado para otro e influenciado por muchas personas.

En ese tiempo trabajaba de cerillo en una tienda, los fines de semana era mesero en un puesto de tacos y de repente hacía otras cosas para ganarme algo de dinero. Algo que también marcó mi infancia fue la música, desde muy niño encontré un gusto especial por el rap y la cumbia. Recuerdo mucho los

Miguel posee una trayectoria de vida marcada por problemas económicos y familiares desde la infancia. Sin embargo, encontró en el rap una forma de direccionar su vida. Gracias al acompañamiento de Programa Lobo ha podido grabar y presentar su obra.

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bailes de Chapalita y desde entonces me gustaba ir. Ya después a los trece años fue cuando me interesé mucho por el rap, gracias a discos y vídeos que me pasaban amigos y primos. Aunque en un principio sólo escuchaba Cartel de Santa o C-Kan, yo me empecé a interesar por otros artistas.

En la secundaria conocí a mi mejor amigo y nos comenzamos a juntar ahí en la colonia Mandarinas. Nos empezamos a juntar con un grupo que se llamaba Insanes Clica. Un día me preguntaron si quería entrarle a una canción y me puse a escribir en mi libreta. El día que grabé, recuerdo que todavía me ayudaron un poco, pero me sentí raro porque creía que yo no era capaz de escribir.

Ahora ya me adentré un poco y me gustaría generar consciencia en mis letras. Porque es cierto, todo el rap habla de violencia y drogas, yo estoy enfadado ya de eso. Quiero apostar por una mejor escritura. Incluso el simple hecho de cambiar un sinónimo por otro, le da un mejor sentido a la canción. Al principio mi familia no me creía, pero cuando lo hice de manera más seria comenzaron a tomarme en serio. Incluso en la secundaria comencé a tener más amigos porque me hice conocido por improvisar y escribir rap.

Las críticas que he recibido es que me digan que no voy a ser nadie, que todo lo que hago es pérdida de tiempo. Aún así, salgo con buena cara porque sé que no tendré contentos a todos. También he tenido que lidiar con otro tipo de situaciones, problemas familiares, mentales y de autoestima. Hay veces que quisiera dejar esto, pero no me rindo porque me apasiona.

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Uno de los momentos que más disfruto es cuando suena un beat, me pongo a darle ya sea improvisando o escribiendo. Empiezo a tararear, a seguir el ritmo y cuando tengo la estructura ya pienso en el contenido. Eso me gusta mucho. Me da tanta tranquilidad. Debo admitir que a veces me falta tiempo porque entreno tres días a la semana, y los jueves voy a un club de lowriders. Los fines de semana ya me dedico a lavar mi ropa y básicamente a prepararme para otra semana. También sé que debo estudiar más en desarrollar mis técnicas para vocalizar más y tener una buena estructura rítmica.

Al Programa Lobo lo descubrí en un evento de lowrider. Yo me acerqué con ellos porque unos amigos me dijeron que ahí podían grabarme unas canciones. Entonces me acerqué, les di mi teléfono y al poco tiempo me marcaron para tener la oportunidad de ir a la cabina que ellos tienen en La Casa de la Juventud. También ahí conocí a Silvia, una de las promotoras de Lobo, ella me metió a un taller de rap y eso me ayudó a comprender tantas cosas que yo no comprendía aún. A futuro me veo aún haciendo música, pero yo solo no. Me veo con los que siempre han estado conmigo, amigos, primos y personas que me he encontrado en el camino. Ellos me han apoyado y nunca lo olvidaré. Siempre he dicho que somos todos o no nadie.

Si pudiera darles un mensaje a otros jóvenes sería algo que yo siempre quise escuchar. No por ningún familiar u otra persona dejen de hacer lo que les gusta. Habrá familiares que quieren que seas esto o lo otro, ustedes encuentren lo que les guste y hagan lo posible para salir adelante a partir de ahí. Nunca tendrán contentos a todos, por eso hay que ser perseverantes para alcanzar las metas que se propongan. Nada de rendirse.

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SSoy Sebastián Laureno Miranda, tengo veinticuatro

años, vivo en la colonia Deportiva I y soy fotógrafo. Mi infancia fue muy buena, me la pasé jugando fútbol y puedo decir que nunca me faltó nada gracias al esfuerzo de mis papás.

En la etapa de mi adolescencia hubo un cambio porque me alejé de mis primos y de los amigos de entonces, esto porque debía estudiar y encima entrenaba fútbol. Esos eran mis días: jugar y entrenar. También en aquella etapa me volví más cercano a mi hermano porque pasábamos tiempo solos en casa.

El primer acercamiento que tuve con la fotografía fue gracias a mi papá y a un tío. A nosotros nos gustaba ver el béisbol, el fútbol y el rally, entonces siempre llevábamos una cámara chiquita. En una ocasión me tomaron una foto donde captaron justo un coche yendo por detrás mío y eso me impactó. Después de eso me gustaba ver mucho el programa del rally donde estaban las fotos, tenía la curiosidad de saber quién aparecía ahí, dónde y cómo tomaban la fotografía.

Esa curiosidad llegó a tal extremo que cuando tenía quince años les insistí tanto a mis padres que me compraran una cámara y me regalaron una Sony Alpha, que por cierto aún la tengo.

Sebastián encontró en la fotografía una forma de acercarse al fútbol. Gracias a su empeño ha logrado posicionarse como fotógrafo profesional deportivo nacional e internacionalmente.

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ebastián Laureno Miranda

Desde entonces llevaba mi cámara a todos lados y aunque no sabía, la ponía en modo automático y a lo que fuera le tomaba fotos.

La primera crítica a la que me enfrenté fue por parte de mi familia, porque decidí dejar la escuela y meterme de lleno en la fotografía. Y la segunda, fue aquí en el estadio de León, porque la primera vez que bajé a la cancha a tomar fotografías todos me decían que no sabía ni agarrar la cámara, que no sabía pararme y que nadie daría un peso por mí.

Recuerdo que desde que venía a ver los partidos me sentaba en la puerta siete o cinco. Ahí se armaba muy bueno el desmadre en el sentido positivo de la palabra y estando arriba, pensaba –¿por qué nadie tomaba fotos?–. Entonces comencé a llevar mi cámara y comencé a tomarles fotos a todas las personas que les tocaba estar hasta arriba, ya cuando terminaba el partido les daba un papelito con una página de Facebook para que se buscaran, pero antes de eso yo había hablado con una página de fútbol que tenía poquitos seguidores y fue así como tuve un espacio para ir subiendo mis fotos.

Después de diez partidos me di cuenta que yo quería estar a nivel de cancha, experimentar esa sensación, entonces busqué al jefe de prensa para ver si podíamos tener acceso. En ese entonces jugaba la Sub-20, entonces pedí que me dejaran entrar a los partidos, me dijeron que no había problema sólo que respetara el espacio y no entrara a la cancha. Así empezó mi acercamiento al Club León. En una ocasión que la sub tenía mala racha, yo era la única persona que estaba tomando fotos, entonces me escriben del club pidiéndome que necesitaban unas fotos, inmediatamente dije que sí y fue así como continué hasta llegar al siguiente torneo desde el primer partido.

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Los momentos que más he disfrutado fue que en el momento que entré al club, también me contactó el director general del estudio IMAGO 7. Es una persona que estimo mucho y desde hace cinco años que trabajo con él. Ahí obtuve un gran logro, como la agencia es proveedora de la federación y de la Liga Mx, me avisaron que iría al mundial Sub-17 de Brasil.

Este camino ha sido difícil pero siempre saco fuerzas para seguir trabajando. De pronto si es cansado de ir de un lado a otro o que las cosas no salen como uno espera. Sin embargo, me apasiona esta profesión y me siento orgulloso de venir de un barrio como el mío, aunque sé que muchas veces es frustrante no saber cómo ayudarles para que salgan adelante.

Uno de los logros más importantes que estoy a punto de vivir es que estaré en el mundial de Qatar, me hace sentir orgulloso que estaré allá tomando fotografías. Al fin sé que ha valido la pena todos los sacrificios, por eso mismo quiero que otros jóvenes me vean como un reflejo para que se superen. Inicié sin saber usar una cámara y ahora iré a un mundial a trabajar.

Una de las cosas que debo hacer es continuar aprendiendo de otras generaciones de fotógrafos porque vienen con otras inquietudes, técnicas y objetivos. También estoy en constante actualización de las nuevas tendencias. No puedo parar, debo mantenerme vigente. La verdad es que me siento muy feliz porque León era una plaza muy complicada para la fotografía deportiva, ahora me siento orgulloso de toda la experiencia que he adquirido. Si pudiera darles un mensaje a otros jóvenes, primero que nada, que le chinguen, esto de manera positiva. Que tengan claro lo que quieren lograr y por más difícil que parezca si no encuentran oportunidades que las construyan. Persigan sus pasiones hasta alcanzarlas.

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Fernanda Jimena

Mi nombre es Fernanda Jimena Ledezma Ramírez, tengo veintisiete años y vivo en la colonia Morelos, mejor conocida como el Guaje. Mi familia está compuesta por mi hija, mi esposo Gerardo, mis papás y dos hermanos más grandes. Yo soy ama de casa y mi esposo trabaja en una fábrica de grenetina.

Mi infancia fue muy bonita porque tuve una familia muy unida. La adolescencia también fue buena porque conocí muchos amigos, me iba a las fiestas y conocí muchos barrios que antes no sabía que existían. En el momento que me junto con Gerardo es cuando conozco el mundo de las bandas. Yo no sabía nada de eso, mi vida era muy distinta a la de mi esposo.

A Gerardo lo conocí hace nueve años en Las Hilamas, gracias a unas amigas que trabajaban conmigo en el área de pespunte en una fábrica de calzado. Los fines de semana nos íbamos de fiesta a la colonia donde mi esposo se juntaba con su banda, Pokitos 18. A las semanas de conocerlo me gustó, empezamos a salir juntos y después nos juntamos. Comenzamos a vivir juntos una vez que nos atacaron ahí en el Guaje. Me quedé en su casa esa noche para que nada me pasara y ahí me sentí a salvo. Fue un cambio muy radical en mi vida, yo no sabía nada de bandas o drogas, incluso comencé a ir a los sonideros.

Hubo una época en la que Gerardo se fue a Estados Unidos con un hermano porque lo habían amenazado de muerte. Entonces decidí quedarme en casa de mi suegra porque era más cómodo saber que ahí seguía yo, esperándolo. Y durante ese tiempo, que fueron dos años, conocí el Programa Lobo, en especial al promotor Felipe. A la par de eso y por la ausencia de Gerardo yo comencé a liderar a la banda y a involucrarme con el Programa Lobo. Recuerdo que Felipe, uno de los promotores de ese programa, llegaba a la colonia para darnos talleres de serigrafía y de cómo hacer productos de limpieza, sin pensarlo me puse a invitar a toda la banda para que aprendieran algo nuevo. Muchos preferían el vicio y por eso mismo los invitaba a las charlas que nos daba Felipe. Además, recibimos el reconocimiento como Líderes de la Manada. Eso no hubiera sido posible sin toda la ayuda que nos dio Felipe.

Fernanda asumió el liderazgo de una banda cuando su pareja emigró. Gracias a las intervenciones de Programa Lobo dicha responsabilidad fue menos compleja.

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Ledezma Ramírez

Gracias al Programa Lobo Gerardo dejó de drogarse de un día para otro y comenzó a ser ejemplo para todos sus amigos. Desde entonces buscamos estar en paz, tener nuestras cosas y ayudar a otros cuando lo necesitan. A veces, muchos de los que se juntaban no tenían qué comer, o cuando los encerraban en la cárcel o los anexos, nosotros los procurábamos a ellos y sobre todo a sus familias, porque al estar encerrados quien lleva la chinga son sus morritos y su mujer. Yo me sentía en los zapatos de esas mujeres, si un día matan a Gerardo nadie me va a ayudar. Entonces yo no quería verlas batallar. Él siempre se salvó de un balazo, de un fierrazo y de la cárcel y sé que fue por algo grande, por eso le hice entender que no quiero pasarla mal y menos si ya tenemos una hija.

Actualmente ya todos tienen familia y otros, desgraciadamente los mataron. Es una de las razones por las que ya no nos juntamos o cotorreamos para nada.

El haber conocido a Gerardo es uno de los momentos más felices de mi vida, y más ahora que tuvimos a nuestra hija. Siempre estamos juntos para todos lados y no dejo de fomentar la unión. Mi hija se merece lo mejor de nosotros.

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Mi nombre es Bárbara Guadalupe García de Anda y vivo con mi madre y mis dos hermanas. Desde que nací hemos vivido aquí en la colonia Diez de Mayo de León, Guanajuato.

No tengo muchos recuerdos de mi infancia más allá de lo que puede hacer una niña en esos años: ir a la escuela, salir con mis amigos y jugar. La adolescencia fue muy similar en cuanto a estudiar, lo diferente fue el cambio de amistades porque cuando tenía trece años me comencé a juntar con una banda sólo para cotorrear y pasar el rato.

Durante esa época no recuerdo algún momento malo, pero dejé de estudiar. Simplemente me comencé a quedar en mi casa. Mi mamá trabajaba todo el día y no la veía hasta en la noche. Ya cuando cumplí los quince años terminé la secundaria abierta.

En la actualidad me dedico a cuestiones de belleza porque desde chica me gustaba hacer eso. Recuerdo que peinaba a mis amigas y a algunas vecinas. Hasta hace dos años empecé como cultora de belleza de manera seria gracias a Víctor, uno de los promotores del programa Lobo porque él consiguió que la dueña de una estética, aquí cerca en la calle Río Mayo, me diera clases de maquillaje a cambio de que yo le hiciera el aseo. Después de unos meses, el mismo Víctor me comentó que estaban dando un curso de belleza en la plaza de la ciudadanía Efraín Huerta en la colonia Soledad de las Joyas, le dije que me interesaba ir, entonces me consiguió una beca y hasta la fecha no he dejado de asistir a cada clase.

Guadalupe retomó sus estudios gracias al acompañamiento de Programa Lobo y, además, concluyó un curso de belleza para lograr emprender a futuro en algo propio.

Guadalupe

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García
de Anda

Mi día a día comienza muy temprano porque tardo una hora con cuarenta minutos para llegar a mi curso de cultora de belleza, una vez que tomo la clase, que dura tres horas, me voy a mi trabajo de niñera y ahí me quedo el resto de la tarde hasta que llego a mi casa en la nochecita.

En estos momentos estoy aprendiendo mucho sobre bases del cabello, tintes, peinados y cortes que nunca había experimentado. Lo que más me motiva de esta labor es ver el rostro feliz de mis clientas al ver que quedaron bonitas. Además, todo el tiempo estoy practicando con mi familia y las vecinas. Les cobro algo simbólico y me gusta saber que gano dinero con algo que me gusta hacer.

Gracias al programa Lobo, y en especial a Víctor, he tenido un cambio personal en mi forma de ser porque yo era muy tímida. A Víctor lo conocí por mi hermana, porque a ella la invitó a estudiar la preparatoria y ya me inscribí con ella para terminarla. También gracias al apoyo de mi familia me he motivado más para realizar mis cosas y saber que soy capaz de llevarlas a cabo.

Una de las actividades que más me gustó participar en el Programa Lobo, fue Huellas, ahí ayudé a otros jóvenes con cuestiones de educación y proyectos. Por ejemplo, yo los inscribía en la secundaria o los acompañaba para que ellos lo hicieran. Intenté replicar lo que Víctor hizo conmigo, tener un papel importante en sus vidas para que tuvieran un impacto positivo. Realizar ese tipo de acciones me hacía sentir muy bien.

A la par de Huellas, también coordiné una cuadrilla de empleo temporal. Yo era la encargada de vigilar que hicieran bien su trabajo. Las

quince personas que estaban en mi cuadrilla hicieron limpieza comunitaria en parques y baldíos. Al principio se me hizo complicado, pero cuando les tomé la confianza suficiente todo se volvió más relajado.

Me gustaría decirles a todos los jóvenes que nunca es tarde para hacer las cosas que nos llamen la atención y además, poder sacarle provecho. Agradezco también al programa Lobo porque siento que ahora soy una Barbara muy distinta a la que yo era.

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Sandra Abigail

Mi nombre es Sandra Abigail Valenciano, tengo diecinueve años, vivo en la colonia San Miguel y soy estudiante de ingeniería biomédica. Mi familia está compuesta por mis papás y tres hermanos más. Mi madre se dedica al hogar y mi papá trabaja en el templo.

Mi infancia fue muy alegre porque siempre tuve el apoyo de mis padres. Recuerdo que mi mamá siempre me inculcó que fuera diferente para lograr lo que yo me propusiera. Siempre me gustó jugar y muchas cosas más, como bailar ballet. Gracias a eso, la etapa de la adolescencia fue fácil, de alguna manera ya iba encaminada a salir adelante.

Mi principal motivación ha sido mi hermana mayor, ella estudió y trabajó para mantener su carrera. Ella sola se cuidaba, se hacía su propia comida y, además, me cuidaba. Entonces yo veía que hacía muchas cosas y aún así logró terminar la universidad, si ella pudo creo que yo también.

Además de mi hermana, nadie estudió más allá de la secundaria, por eso mi mamá insistía en que yo también terminara. El estudio te da una perspectiva distinta e incluso, terminé convirtiéndome en ejemplo para las personas que están a mi alrededor.Como se puede observar, siempre he tenido el apoyo de mi madre, y ha sido muy honesta conmigo al decirme que monetariamente no puede ayudarme, pero sí, desde un lado emocional. Eso es fantástico.

Abigail ha desempeñado un papel importante para las niñas, niños y adolescentes de su comunidad en San Miguel. Debido a las problemáticas que vivían impulsó un proyecto llamado Casa San Vicente.

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El hecho de venir de un barrio como San Miguel, me percaté de todas las problemáticas que se viven. Eso me hizo pensar en que puedo ser un cambio y un ejemplo para todas las niñas, niños y adolescentes de aquí, que vean a alguien que nació en su misma colonia y pudo superarse.

Uno de los proyectos en los que busco ser ese cambio y estoy muy comprometida es Casa San Vicente. Aquí llegan chicos de secundaria o preparatoria que no tienen medios suficientes para continuar sus estudios. Hubo un caso de una chica que dejó la preparatoria porque ya no tenía dinero para seguir, ella quiere ser doctora y yo intento orientarla para que busque becas o se dirija a otras instituciones.

El proyecto Casa San Vicente nació al ver un niño de la colonia de aquí de San Miguel que intentó quitarse la vida, ese acto fue detonante. Siempre he pensado que cuando no eres parte de la solución, eres parte del problema. Casa San Vicente es un proyecto donde trabajamos con niñas, niños y adolescentes a través de talleres, ya sea sobre ciencia, arte, tecnología y alguna que otra actividad recreativa. Además, todo el tiempo hacemos la invitación a instituciones juveniles y universitarias para que vengan a apoyarnos. Esto con el fin de hacerles saber a los chicos que no están solos y que hay algo más allá del contexto donde viven.

Esta iniciativa la fundé con el apoyo de mi familia. Comencé dando talleres todos los viernes y ahora, estoy gestionando el espacio para que tenga una remodelación. Desde niña practico ballet entonces por ahora también me encuentro dándoles clases a las niñas que gusten. Disfruto mucho de la enseñanza, ya que parece una actividad muy urgente al ver tantos niños con rezago educativo.

Las materias que más buscan son español y matemáticas, así que tratamos de fomentar actividades que tengan que ver con dichas materias.

Si pudiera hablar de mis logros, el que más me enorgullece es haber sido becada para estudiar mi carrera en biomédica. Esa beca surgió de un convenio entre el Instituto Municipal de la Juventud y la Universidad de La Salle. Fue un paso muy importante para lograr mis objetivos a futuro.

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Dentro de esa carrera busco desarrollar un proyecto de prótesis médicas que sean accesibles para todo público, creo que a partir de ahí podemos crear una sociedad más incluyente.

Casa San Vicente se encuentra en una etapa de restauración para que todas las niñas, niños y adolescentes se sientan más atraídos. Queremos ampliar la biblioteca y continuar recaudando libros. Actualmente sólo hemos trabajado con el Instituto Municipal de la Juventud a partir de sus programas. Sin embargo, me gustaría que más instituciones o jóvenes se sumaran a esta iniciativa.

Me gustaría decirles a los demás jóvenes que siempre busquen superarse, más allá de las condiciones de su contexto habrá alguna alternativa que los haga continuar. También quiero invitarlos a desarrollar labor social, es algo hermoso ver a las personas que cambiaron su visión de vida gracias a algo que tú hiciste.

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Mi nombre es Luis Antonio González Flores, soy originario de la comunidad San Juan de Otates, siempre he estado aquí y actualmente estudio la licenciatura en psicología de la Universidad de Guanajuato. Soy hijo de Imelda Flores Flores y de Hilario González Rocha, ellos nacieron aquí y en un pasado se dedicaban a la agricultura. Mis padres son quienes me otorgaron los principios y valores que han marcado mi vida.

Nací en el peor momento porque mi familia atravesaba una situación muy difícil. Soy el quinto hijo y en esa etapa mi hermana mayor tenía un tumor cancerígeno, entonces mi mamá debía pasar todo ese tiempo con ella en el hospital. Quizás por ello, mi infancia fue un tanto solitaria. De pequeño no, pero ahora entiendo que teníamos una situación prioritaria, apoyar en el bienestar de mi hermana.

Otro factor que marcó mi infancia fueron las dificultades económicas, pero tuve la misión de salir adelante. Aferrarme a mis estudios. Fue un contexto adverso donde crecí sin agua ni luz. Recientemente es que tengo acceso a internet, por ejemplo.

Mi adolescencia fue compleja emocionalmente. No me identificaba con mis compañeros. Tenía visiones muy lejanas en comparación con mi alrededor. Todos tenían la idea de terminar la secundaria y casarse. Para mí fue distinto. Yo quería salir de aquí, buscar otras oportunidades. En ocasiones era extraño comentarlo con los demás porque era una idea muy rara en la que yo quería vivir.

Cuando estudié la preparatoria, hice visitas a la escuela de mi comunidad y me percaté que la educación no llevaba el ritmo que las personas requerían. Ahí nació la idea de realizar mi servicio social. Para ello, tuve que dedicar un

Antonio ha destacado como estudiante de psicología y a la par, ha generado una labor social muy importante para su comunidad. Gracias a Programa Lobo ha podido continuar su desarrollo vocacional.

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espacio de mi tiempo para apoyar a los niños en sus carencias educativas. Fue así como en una biblioteca que está en la entrada de la comunidad comencé a dar asesorías. Creo fervientemente que la educación es la respuesta para salir de todos los problemas. Recuerdo mucho que los sábados que daba ese servicio, trabajaba al mismo tiempo en una maquila de pespunte. Cuando salía ya había niños esperándome para irnos a la asesoría, me abrazaban felices y me decían que querían ser como yo. Eso me llenaba de orgullo, inspirar a los más pequeños a salir adelante.

Me considero un agente de cambio porque me gusta innovar. Quizás lo que ha pasado en nuestra sociedad históricamente, es lo que me ha dado motivos para ser inspiración. Sé que tengo muchos roles como persona, pero en ocasiones, me encargo de orientar a otros a formar su proyecto de vida. Les ayudo a superarse, a observarse de manera interna y a cambiar la forma en que se perciben.Lo que más disfruto es el antes y el después en la intervención de una persona. Con una sola palabra se pueden realizar grandes cambios. Es una de las experiencias más lindas de mi vida porque soy testigo y partícipe de la transformación de muchas personas.

Cuando tuve contacto con el Programa Lobo, hubo beneficiarios que dudaron de mí, ya que yo los asesoraba. Si estaba dando asesorías a niños ¿por qué no darlas a personas más grandes? Comencé así con un proyecto que detonó todo. En una ocasión uno de los jóvenes a los que asesoraba me dijo que yo no podía enseñarle nada por ser más chico que él, al comentarlo con las personas de Lobo, me dieron mucha confianza para motivarme y aferrarme a lo que hacía. Desde entonces fui más determinante y enfrenté situaciones de la mejor manera.

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Una de las historias que más me impactó ocurrió el año pasado. Un chico de doce años fue abandonado por su mamá. Recuerdo que él estaba emocionalmente muy frágil. Fue una situación bastante compleja porque tenía tendencias suicidas. Yo hacía de todo para intervenir de distintas maneras y lograr modificar su percepción personal.

No sabía cómo actuar, pero poco a poco pude ayudarlo a que tuviera motivación de salir adelante. Fue un reto nuevo para mí. Este fue uno de los momentos más emotivos de mi vida, aunado al reconocimiento de mi labor que Lobo me otorgó. Nunca me imaginé que una dependencia como el Instituto Municipal de la Juventud de tal prestigio valorara mi trabajo.

He pasado por varias críticas y dificultades. Encontrarte a ti mismo requiere valor, porque me centro en la vida de otros y me olvido de mí. Descuido a mi familia y a mis amistades, pero sigo adelante para reencontrarme. Por otro lado, la dificultad de luchar contra los ideales de mi comunidad también requirió de mucha energía.

Es muy importante para mí materializar mis propias metas para demostrar que no todo es matrimonio y trabajar en las maquilas para toda la vida.

Más allá de que algo me haga falta, creo que la constante preparación es muy importante. Los nuevos acontecimientos de la sociedad necesitan nuevas formas de atención. Hay que estar listos ante múltiples situaciones para intervenir con mucha eficacia.

Si pudiera decirle algo a otros jóvenes, es que a pesar de las problemáticas que se presenten, es necesario enfrentarlas para poder continuar. Lo importante es realizar las cosas sin temor al qué dirán. Hay que darles peso y valor a nuestras palabras. En lo personal, pienso que la disciplina, el deseo y la determinación son factores vitales para cumplir el objetivo que nos propongamos.

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MOe llamo Orlando Josafhat Pérez Negrete, tengo diecisiete años, vivo en la colonia Maravillas y soy estudiante de preparatoria. Siempre he vivido aquí y cuando era niño recuerdo que no teníamos luz, mucho menos internet. La separación de las casas era por mallas. En realidad, era una colonia precaria y desconocida para muchas personas.

Durante mi infancia, recuerdo que mis padres organizaban eventos para otros vecinos. Hacían fiestas en navidad, el día de muertos o también se reunían para realizar eventos católicos como rezar un rosario. Siento que esos son mis antecedentes comunitarios. De alguna forma creo que mis padres y mis maestros, me hicieron ver que podía ayudar a los demás.

Desde pequeño yo tenía ganas de estudiar para conocer otros lugares. En la adolescencia pude comprender distintas cosas a las que me educaron mis papás. Entendí que puedo defenderme sin llegar a la violencia, que los estudios me ayudarán siempre a ser una mejor persona y que puedo ser el cambio para otros más pequeños. Yo veía también que muchos niños perdieron valores y cuestiones culturales referentes a nuestra Historia.

Al Programa Lobo los conocí en las calles de mi colonia. Tanto Clarita como Edgar y Víctor, promotores de dicho programa, venían a darnos talleres.

Orlando ha desempeñado una labor social de gran importancia para su comunidad. Gracias al apoyo de su familia ha podido brindar asesorías educativas para niñas y niños.

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Pérez
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Negrete

Particularmente yo comencé en esto hace un año porque en mi escuela me habían pedido dar un servicio social, entonces empecé a dar clases a muchos niños que no sabían leer y escribir, esto con el fin de ayudarles a mejorar en sus estudios. Una vez que terminé mi servicio, me había gustado impartir las clases, por lo que muchos niños continuaron asistiendo a mis asesorías.

Lo primero que me impactó fue el hecho de que no sabía cómo lidiar con niños de entre cinco y trece años en un mismo salón. Sin embargo, pude encontrar el modo de acercarme a sus distintas capacidades de aprendizaje. Por ejemplo, comenzaba con matemáticas y cuando notaba que se querían distraer, me pasaba a ejercicios de escritura y para volver a tenerlos concentrados, daba breves espacios para dibujar.

A pesar de que era muy difícil impartirles esas clases, no me di por vencido. Los resultados eran que los niños se emocionaban por reconocer y saber escribir su nombre, o simplemente porque llegaban puntual a todas las clases y siempre salían contentos. Me gustaba saber que ellos querían aprender de cualquier manera. Al inicio daba las clases en un centro comunitario, pero cuando no terminaba con mis propias tareas, los citaba aquí en mi casa ya que la mayoría eran mis vecinos.

Después hubo un momento en el que me di cuenta que muchos niños ya habían dejado de ir formalmente a la escuela, entonces supe que ellos habían pasado por lo mismo que yo. La forma de aprender en las escuelas no siempre es flexible. Entonces hice cosas distintas: en vez de regañar al que no me pusiera atención, lo ponía a trotar o a limpiar un pedacito de terreno. O si un grupito estaba hablando, los ponía a competir en deporte o matemáticas.

Les emocionaba la idea de ganar a alguien más.

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He recibido todo tipo de comentarios. Mi familia siempre me apoya y hay muchos padres de familia que vienen a casa para felicitarme. Me agradecen que sus hijos quieran seguir aprendiendo. Aunque hubo una vez, que una señora se molestó porque no le ayudé a su hijo en una tarea en específico. De ahí en fuera, todo bien. La experiencia más grata es que los niños aprenden y hemos formado un vínculo muy fuerte. Somos como grandes amigos y a veces también tienen la confianza de contarme ciertas cosas, yo guardo su secreto y les cuento uno mío. Me emociona saber que puedo cambiarles la vida. Al terminar la preparatoria me gustaría entrar al Colegio Naval. Creo que alguien del ejército es alguien que tiene la capacidad para defender al pueblo. Quiero demostrarles a los niños que son el futuro y que deben ser apreciados, no me gusta la forma en que los tratan. Sé que algunos de sus familiares están en malos pasos y yo no quiero que vayan por ese mismo camino. Me gustaría ser una figura de respeto y ser capaz de evitar la violencia que todo el tiempo se vive.

Ahora sólo soy un joven y no puedo meterme en la vida personal de los demás. Quisiera estar con los niños sin decirles que sí es bueno o malo, más bien mostrándoles otro camino. Porque pueden hacer cosas más grandes que sus propios padres sin estar en ningún conflicto. Me gustaría pedirles a todos que reflexionaran sobre los niños, ellos están creciendo y pueden elegir muchos caminos, sin embargo, hay caminos que aún no son visibilizados. Me gustaría que fomenten en ellos el respeto, la cultura y los valores para que sean buenos adultos. Si pudiera darles un mensaje es que no se rindan, porque realizar algo que nos apasione quizás se vuelva complejo, pero manteniendo el ritmo todo resultará como quisiéramos. Descansar es importante y casi nadie habla de ello. Así que descansen y vayan a su ritmo sin dejar de perseguir sus metas.

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Me llamo Renata Estefanía Pérez Negrete, tengo veintiún años, soy de la colonia Lagos de Medina y actualmente estudio trabajo social en la Universidad de Guanajuato. Mi familia está compuesta por mis papás, dos hermanos menores y yo. Mi madre se dedica al hogar, mi papá es empleado y, además, tenemos una papelería.

Mi infancia fue muy solitaria porque fui la mayor, ya hasta que cumplí cuatro años nació mi primer hermano y fue muy divertido. Mi mamá siempre me ayudó mucho en la escuela y todo el tiempo me dejara participar en las actividades que se realizaran. En mi etapa de adolescente también la pasé muy bien, recuerdo que sería parte de la escolta, pero por una condición física de mis pies no pude ser apta.

Mi mamá siempre ha sido un ejemplo para mí, ella había participado aquí en el comité de colonos por lo que siempre estaba realizando actividades o en convivencia con muchos vecinos. Recuerdo que cuando cumplí trece años, aquí en mi colonia se organizaban cursos de verano, pero por mi edad ya no podía entrar. Entonces le dije a la señorita que se encargaba de esos cursos que si podía ayudarle.

Siento que fue ese momento donde detonó todo, ya cuando cumplí catorce años yo quise organizar mis propios cursos de verano. Sólo reuní un par de vecinos, pero me gustó mucho trabajar con esos niños. Con el tiempo comencé a integrar a mis hermanos, entonces fueron llegando más vecinos. Fue como si una chispita creciera.

Renata encontró en el Trabajo Social su vocación y profesión. Gracias al apoyo de su familia ha desarrollado una serie de intervenciones educativas y culturales en su comunidad.

77 R enata Estefanía Pérez Negrete

Cuando entré a la preparatoria realicé mi servicio social en el centro comunitario de Lomas de Medina y se volvió casi tradición ir durante cuatro años hasta que llegó la pandemia.

Recuerdo que una de las actividades que organicé para toda la colonia fue una verbena, y a partir de ahí, los vecinos fueron más colaborativos para seguir haciendo esas actividades en fechas importantes como el Día de Muertos. Recuerdo que con los niños hicimos un altar, los invitamos a poner sus fotografías, traer flores y hacer arreglos con semillas. Fue una actividad tan bonita que hasta la fecha la seguimos haciendo.

Los niños con los que hago trabajo social tienen diferentes características: unos son estudiantes, otros no lo son, unos sufren violencia en el hogar, a otros no los cuidan en su casa, creo que en general son niños en condiciones de vulnerabilidad. Creo que por eso hago todo lo que puedo para que tengan una calidad de vida un poquito mejor.

Mi vocación para estudiar trabajo social sin duda se formó aquí en mi colonia y fue gracias a los niños que acudían a mis cursos. Lo que estudio busca la transformación y resolución de algunos problemas sociales. Me ayuda a comprender las situaciones que viven distintas personas y así, tener la capacidad de actuar, aunque sea por un cambio pequeño.

Me siento muy orgullosa de saber que son los propios niños quienes me llenan de comentarios positivos, me dicen que soy una inspiración y su ejemplo. Cada que me ven afuera de mi casa me preguntan si habrá actividades o me cuentan cosas en confianza que sé que no les cuentan a sus mismos familiares. Hemos desarrollado un gran vínculo.

Por otro lado, las únicas negativas que recibo es que porque dedico tiempo a una labor donde no me pagan. Yo no busco una remuneración económica, lo que busco es que los niños se sientan felices sin importar de donde vengan. Creo que ahí radica mi mayor motivación. Me gusta ver cómo desarrollan sus habilidades a través de la imaginación. La vez que traje al personal de tránsito, hubo un niño que se quedó impactado. Cuando se fueron, él comenzó a jugar a que era policía y cuidaba a todos los conductores con un silbato. Me gusta saber que estoy haciendo algo para ellos.

Uno de mis mayores logros es el haber llegado a la universidad para seguir desarrollándome educativamente. Por otro lado, me siento orgullosa de saber que la misma gente de mi colonia se organiza para crear actividades o festividades. Siento que yo sembré esa semilla y ahora ellos se encargan de cuidarla.

Mi futuro próximo es concluir mi carrera, ya sólo me hace falta un semestre. Tengo muchas propuestas que quisiera desarrollar aquí en mi colonia, así que me gustaría irlas planeando para llevarlas a cabo. Me gustaría realizar más actividades y que más niños y jóvenes se sumen a nuestro mundo.

Me gustaría darles un consejo a otros jóvenes, y tiene que ver con el hecho de que no se detengan. Que se alejen de los comentarios negativos y que se enfoquen en el camino que quieran transitar. Siempre habrá personas que nos van a tender una mano. Naba debe impedir cumplir sus objetivos, y siempre que puedan, ayuden y motiven a las personas que están a su alrededor.

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RVargas Ruiz

Me llamo Roberto Eduardo Vargas Ruiz, tengo treinta

años, vivo en la colonia Arboledas de Ibarrilla y soy promotor de deporte. Actualmente me dedico a entrenar a grupos de niños, en fútbol especialmente. He trabajado como zapatero por más de ocho años, pero ahora estoy desempleado por problemas de salud.

Mi familia está compuesta por mi madre, tres hermanos y tres sobrinos. Dos de mis sobrinos los abandonó mi hermana y mi madre se hizo cargo. Yo la estoy apoyando en lo que pueda para mantenerlos. Desgraciadamente a mi padre asesinaron hace ocho años, él era taxista y en un viaje que tomó lo asaltaron y lo mataron.

Mi infancia estuvo llena de altibajos. Siempre un niño hiperactivo, jugaba todo el tiempo, ya sea con el balón, una botella o una piedra, el punto era estar pateando algo porque desde entonces me volví fanático del fútbol. Tuve accidentes por mis travesuras al extremo de casi perder la lengua por querer imitar al gran Jorge Campos. Hasta la fecha él es un ídolo para mí.

Si pudiera describir mi adolescencia creo que fue gris. No pude debutar en un equipo de fútbol. Yo formaba parte de las fuerzas básicas de Kikin Fonseca y en ese momento, cuando yo tenía dieciséis años, me ofrecieron jugar en un equipo en Guadalajara. La persona que me quería llevar

Roberto encontró en el deporte una forma de vida y aunque no logró concretar su sueño como futbolista, se ha transformado en un gran promotor del deporte para niñas, niños y adolescentes en condiciones de vulnerabilidad social.

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oberto Eduardo

me pedía bastante dinero para solventar mis gastos, pero la verdad yo no tenía esa cantidad. Entré en depresión y duré tres años sin volver a jugar o entrenar y por consecuencia también engordé, dejé la escuela y comencé a trabajar.

Mi pasión por la promotoría al deporte nació hace más de un año. En la preparatoria me pidieron realizar un servicio comunitario y fue en la colonia Valle de Señora donde realizamos talleres de verano. Entonces cuando terminan esos talleres yo continuaba yendo a apoyar a los niños con entrenamiento de fútbol. Yo había tomado un curso para formarme como promotor del deporte por parte de la COMUDE, de cierta forma ya tenía una experiencia que me avalara. Actualmente sigo haciéndolo de forma gratuita, lo hago porque quiero que los niños se alejen de las drogas, de las malas juntas y que trabajen su cuerpo a través del deporte.

Al inicio fue difícil porque inicié con cinco niños y tenía miedo que no me tomaran en serio. Poco a poco se fue corriendo la voz y ahora he formado un equipo. La motivación es constante, sobre todo cuando las señoras vienen a agradecerme que sus hijos que jamás hacían deporte o no les llamara la atención, ahora tengan una meta. Los entrenamientos son tres días a la semana, me gustaría ir más, pero por la cuestión económica que estoy pasando no puedo.

Uno de los logros que ya he tenido es que un equipo de cuarta división se interesó por un chico. También destacamos en el torneo relámpago que organizó el Instituto Municipal de la Juventud, ahí pudimos traernos el segundo y cuarto lugar.

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Quiero que los chicos destaquen y ser, para ellos, el apoyo que yo nunca tuve. Les estoy buscando patrocinios para llevarlos a que los vean en equipos de segunda división.

Mis chicos van desde los ocho años hasta los dieciséis y aunque vengan de familias de bajos recursos, son muy comprometidos y dedicados. Nunca me han fallado y quisiera recompensarlos por todo el esfuerzo que han demostrado. Además, sé que he generado un cambio en ellos, algunos de esos chicos estuvieron en las drogas y gracias al deporte he podido alejarlos. Siempre intento decirles que vayan por un mejor camino y se comporten mejor. Uno de los valores que más fomento es el respeto, tanto dentro como fuera de la cancha.

Mi principal motivación es ver a los chicos jugar y eso hace que se contagien otros. Así fueron llegando varios, al vernos ahí reunidos se me acercaban pidiéndome permiso para jugar. Yo les decía que si tenían ganas y voluntad de aprender son bienvenidos, es gratuito. Tengo la ilusión de estudiar la carrera como director técnico en la escuela del Club Pachuca, me gustaría ejercerla y buscar talentos en la ciudad para proyectarlos a equipos profesionales.

Mis principales logros hasta ahora es saber que me eligieron en un club, aunque no haya debutado, haber jugado muchos torneos y la fortuna de haber conocido a jugadores como Moisés Muñoz y Oswaldo Sánchez, grandes ídolos para mí. Por otro lado, culminar mi preparatoria y ejercer como promotor municipal del deporte fue un gran logro también y por supuesto, ser becado por el Instituto Municipal de la Juventud para realizar un voluntariado en el extranjero el próximo año.

Me gustaría aprovechar para agradecer al instituto todas las oportunidades que me ha brindado. En los entrenamientos siempre voy motivado, mis problemas se quedan en casa porque yo quiero transmitirles a los chicos una energía positiva. Sé que me hace mucha falta el apoyo de instituciones, me gustaría tener un espacio digno para entrenar a los chicos. Creo que sí tienen unas buenas instalaciones para jugar se verán más motivados a seguir desarrollándose.

Si pudiera darles un mensaje a otros chicos es que traten de superar los problemas, y se acerquen a Dios porque para mí, personalmente, todo está en sus manos. Trabajen mucho y aprendan de los errores, y aunque haya situaciones para darse por vencido, busquen un motivo para salir adelante y cumplan sus objetivos. .

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Mi nombre es Brenda Altagracia Reynoso Guerrero, tengo veintinueve años, vivo en la colonia Los Ángeles II y soy entrenadora de deporte para niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Mi infancia fue muy bonita, soy la más chica de la familia. Anteriormente vivía en el Coecillo con mis abuelos y casi siempre llegaban mis primas y podíamos jugar, era algo maravilloso.

En la adolescencia me volví un poco rebelde porque comencé a juntarme con una banda llamada Los Víctimas, ahora no existe, muchos fallecieron y otros quedaron locos. Ahí fue donde probé muchas drogas, pero no me quedé enganchada con ninguna porque no me gustó. Por otra parte, me la pasaba jugando mucho ahí porque desde entonces el programa Lobo organizaba torneos.

Mi labor como entrenadora inicia por la necesidad de que los niños del barrio no fueran por el mismo camino que sus familiares: drogas, peleas, prisión, lo de siempre. Además, como soy madre de cuatro niñas pues no hay nada mejor en un contexto así que el deporte. En un principio era un equipo muy pequeño, sin embargo, poco a poco se empezaron a unir otros. Además de eso, mi pareja jugó en primera división con el León, entonces él tiene un poco más de experiencia. Se podría decir que él está entrenando en la parte física y técnica.

Me llena de orgullo ser una buena entrenadora desde hace dos años porque con el equipo de categoría más chica, hemos sido ocho veces campeones y dos veces campeón de campeones. Me da mucha alegría porque también entiendo que muchos niños no tienen para pagar una escuela de fútbol, entonces nuestra labor es gratuita sin fines de lucro. Disfruto mucho

Brenda encontró en el deporte una labor social para que las niñas, niños y adolescentes se alejen de las problemáticas de su entorno. Ha logrado promover y certificarse como entrenadora de fútbol gracias al acompañamiento de Programa Lobo

83 B renda Altagracia Reynoso Guerrero

de ver que los niños están jugando en vez de andar en bandas o vicios. Además de eso, puedo ver que los niños se vuelven más disciplinados, ya tienen un enfoque. Por ejemplo, antes se enojaban porque perdían, ahora veo que controlan bien su temperamento y eso me motiva a seguir.

Más que críticas siempre recibo comentarios de gente que cuestiona el hecho de que yo los entrene sino soy una profesional, o no tengo un estudio. También me critican por cobrar una cuota que utilizamos para los mismos materiales que los chicos utilizan. Una vez una señora nos dijo que nos estábamos haciendo ricos con los muchachos. Hasta que se dieron cuenta cuánto cobrábamos y por qué lo hacíamos, dejaron de molestar.

Por otro lado, también existen buenos comentarios que vienen de los padres de familia. Nos dan muchos ánimos y nos han confesado, que prefieren que sus hijos estén aquí que en otros equipos. Nos dan la confianza y el cariño que nosotros les damos a los alumnos.

He pasado grandes momentos emotivos. Hay un chico que tiene a su papá en la cárcel y una vez me dijo que él celebraría todos sus goles en honor a su papá, aunque no lo vea. Hay otro niño que tiene a su papá desaparecido y siempre festeja mirando al cielo. Es algo que me hace reflexionar mucho y que me hace sentir humana. Además, las veces que hemos ganado los campeonatos los chicos se vuelven locos de felicidad. Es una retribución muy bonita verlos llenos de alegría.

En lo personal uno de los logros que he obtenido gracias a esta labor es entrar a PROMUDE, ahí tomé un curso de capacitación para ser entrenadora y fue gracias a Pepe del programa Lobo. Él me motivó mucho

para profesionalizarme. Y en colaboración, ha habido gente que le gusta nuestro esfuerzo y quiere patrocinarnos con uniformes.

A veces siento que hace falta un poquito más de apoyo por parte de los padres, porque yo puedo entrenar a los chicos cinco horas diarias, pero si los padres no los apoyan emocionalmente, no sirve de nada. También nos hace falta material, antes trabajábamos con piedras, poco a poco hemos puesto otras cosas como aros, por eso comencé a poner una cuota chiquita.

Si pudiera darles un mensaje a otros, es que no se rindan. Todo se puede buscando las alternativas posibles para continuar adelante. A mí me ha ayudado Pepe y en ese aspecto le estoy agradecida. Sé que habrá momentos donde se quieran rendir, pero hay que demostrarles a todos los que no confiaron que sí es posible cumplir nuestros objetivos.

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Me llamo Dulce Guadalupe Silva Flores y soy de León, Guanajuato. Mi familia está compuesta por mis hermanas, mis papás, mis cuñados y mis sobrinos.

Mi niñez fue muy buena, salía a jugar a la calle, veía la lluvia con los niños de aquí de la cuadra y nos divertíamos mucho. Me gustaba que vinieran a buscarme para salirnos a hacer cualquier cosa como toda niña de esa edad. En la adolescencia me empezaron a gustar los niños y mi manera de hacérselos saber era correr detrás de ellos. Todo era muy lindo.

Actualmente tengo un emprendimiento que trata de hacer pulseras personalizadas de hilo de cáñamo y piedritas de diversas formas y colores. Esto lo hago para superarme un poco. Lo que gano es para poder comprarme mis gustitos y una que otra cosita. Conocí a la promotora Vicky porque es mi vecina y luego me enteré de que ella trabajaba en Programa Lobo, yo sólo la saludaba, hasta que una vez vino directamente a ofrecerme talleres para jóvenes y hablarme de ese programa. Había varias opciones, pero cuando escuché el taller sobre hacer pulseras pensé que esa era la oportunidad para mí, entonces decidí hacerlas. Ya tenía la ilusión de realizar artículos de bisutería porque me relaja mucho, es mi tranquilidad y de cierta forma me distrae.

Ya voy a cumplir un año desde que inicié con ese pasatiempo que se volvió mi negocio. El problema que ha surgido es que muchas veces las personas no valoran la mano de obra, todo el tiempo me están regateando. Creo que deberían estar conscientes de que también es un trabajo y no es fácil. Aun así, me gusta emprender, no quiero quedarme estancada porque deseo mucho salir adelante por muy difícil que resulte no voy a rendirme.

Dulce posee una trayectoria de vida marcada por una discapacidad física desde la infancia, sin embargo, gracias al acompañamiento de Programa Lobo, concluyó un curso de bisutería lo que le permite trabajar y tener una fuente de ingresos.

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Realizar este proyecto significa mucha emoción y el doble de esfuerzo para mí, porque sufro de una discapacidad llamada fibrodisplasia osificante progresiva. Esta enfermedad la padezco desde que tenía tres años, ahora ya tengo veinticuatro. Sin embargo, no he dejado de realizar el trabajo que esté a mi alcance. Por ejemplo, mi hermana tiene un local y el año pasado trabajé con ella un par de meses. También por un tiempo vendía cosméticos. No puedo trabajar en algo más pesado, pero aun así le echo ganas para salir adelante.

Gracias a este padecimiento me gustaría que entendieran que todos estamos expuestos a sufrir accidentes o desarrollar otra enfermedad que al igual que la mía puede limitarnos poco a poco. Antes yo podía caminar sola, ahora necesito ayuda incluso para vestirme.

Antes era libre, me salía solita, ahora necesito forzosamente que alguien esté cerca de mí por si necesito algo. También batallé muchísimo con el acoso escolar, creo que durante esa etapa me la pasaba en el hospital porque siempre me descalabraban o me tumbaban. Y era imposible defenderme físicamente porque casi no podía mover los brazos.

Eso me trajo mucha frustración y depresión, pero gracias a la ayuda psicológica pude ver que no soy distinta, tengo las mismas capacidades mentales. Ahora, soy una mujer muy positiva y siempre me pongo primero, después y al final. Siempre yo, porque soy la única que debe ser fuerte para sobrellevar mi día a día.

Por ello, este proyecto significa principalmente amor, cuando me encargan un pedido de pulseras me da mucha felicidad. Un día de trabajo es dedicarme cien por ciento a realizar el producto, acompañada siempre de mi familia y mientras lo hago pongo música para estar más relajada. A veces, cuando tengo el tiempo encima me estreso, pero vuelvo a enfocarme y todo sale muy bien. Y sé que ha valido la pena cuando veo a las personas satisfechas con el producto que les entrego.

Sé que me faltan muchas cosas para invertir en mi negocio y así ofrecer un catálogo diverso de mi bisutería, pero poco a poco y con esfuerzo sé que lo lograré. Mantenerme enfocada, trabajando y haciendo algo que a los demás les gusta y encima que me lo paguen, es muy gratificante. Me quedo satisfecha con el resultado de mi trabajo.

Si pudiera darles un consejo a las personas que me lean es que luchen por sus sueños, por sus metas. No se queden estancados por que si se puede. Quizás no inmediatamente pero sí se cumplen los objetivos. No se rindan.

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duardo Adrián

Yo soy Eduardo Adrián Valdivia Alatorre, tengo

veintiún años, soy de León, Guanajuato y vivo en la colonia La Noria.

Actualmente tengo un negocio donde corto cabello y también doy clases de corte para futuros barberos. Tal vez mi antecedente se encuentre en mi mamá porque ella cortaba el cabello y yo veía siempre las máquinas y las herramientas que usaba. Un día que mi mamá no estaba, mi carnalito necesitaba un corte entonces le dije –yo te lo corto–, y de ahí en adelante se fue dando.

La escuela nunca me gustó, era un poco problemático. Después me anexaron y cuando salí me metí a una fábrica y me corrieron, luego a un taller y me corrieron, la neta no me gustaba estar encerrado. Cuando mis compas se enteraron que yo le había cortado el cabello a mi hermano, me pidieron que ahora se los cortara a ellos, yo siempre les decía que no sabía, pero ellos insistían.

Ya después de muchas broncas dije –no quiero andar batallando–, entonces comencé a cortar el cabello en mi casa. Cuando me empecé a dar a conocer renté un local. Para qué digo que no, al principio me daba miedo por si no pegaba o no saliera para la renta. Le batallé machín, pero poco a poco se le fue metiendo dinero a este rollo. Y ahora ya voy a cumplir cuatro años con mi local.

Eduardo emprendió su propio negocio como barbero y a pesar de las circunstancias, ha destacado en su rubro de manera independiente. Gracias a Programa Lobo ha impartido cursos de barbería para jóvenes en condiciones de vulnerabilidad.

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He recibido muchas críticas. Cuando estaba iniciando sólo había estéticas aquí cerca del barrio, entonces me decían que me iba a volver gay. También me decían que no iba a poder sustentar esto, no confiaban en mí. Yo sabía que no sería fácil, pero decidí ignorar todos esos comentarios de personas envidiosas.

Del mismo modo también he recibido comentarios buenos, por ejemplo, que nunca se imaginaron que sería capaz de hacer algo así, montar un negocio propio. Y la verdad, esto no es lo único que quiero, yo voy por más. Me han dicho que aquel que prospera alcanza. Incluso ahorita, todos los que me criticaron me piden que les enseñe a cortar cabello.

Ahora estoy llevando a cabo una academia de corte, donde enseñamos a morros que se ven que traen ganas. Siempre he dicho que los que han estado en mi camino seguirán conmigo. Este equipo surgió una vez que andábamos tomando, neta no lo planee. Yo traía el cabello largo y le dije a mi compa –eh wey, córtame el cabello– y en corto, se puso a cortarme la greña, le dije bromeando que después fuera al negocio y desde el primer sábado que llegó ya no se ha ido.

Esta barbería es parte de mi vida porque me sacó de las adicciones, me dio para aportar en mi casa. Realmente esta barbería está pagando muchas cosas. Me he alejado de los problemas y toda esa gente con la que tenía pedos ahora se convirtieron en mis clientes. Ese pasado ya quedó atrás gracias a mi negocio.

Uno de los momentos más difíciles fue cuando tenía problemas de alcoholismo, ya tenía mi barbería. Después de dejar las drogas empecé a

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beber mucho. Un día de la nada me pidieron el local y dije –ni madres–, entonces dejé de tomar y le metí cabrón a la barbería porque tenía que sacar mucho dinero en dos meses.

Ahorita ya estamos bien. Por ejemplo, yo sacaba de dinero lo que mi ayudante gana ahora. También le he invertido al negocio para que luzca bien. Cualquiera puede abrir una barbería, pero pocos saben llenarla de clientes. Si no tienes responsabilidad, sea el trabajo o donde sea, no vas a llegar a ningún lado. Por supuesto que a veces nos damos un descanso, pero sin dejar la responsabilidad.

La única desventaja que veo al ser dueño de esta barbería es que muchas veces no tengo tiempo libre para mi familia, porque debo estar aquí atendiendo. Ha habido días en los que mi mamá me dice –casi ni te veo porque estás trabajando–. Y sí, debo salir a trabajar todo el día y cuando vuelvo ya está dormida. Me quedo horas extra para sacar algo más, no sólo para mi familia, sino también porque tengo otros proyectos y sé que soy capaz de hacerlos, pero detrás de eso, hay sacrificio.

Sin embargo, una de las ventajas es que disfruto estar trabajando porque al mismo tiempo estoy cotorreando con los clientes, no sé por qué, pero hay confianza todo el tiempo para hablar y eso está chingón. Además, tampoco es un trabajo muy esclavizado, cuando quiero puedo salir a tomarme una coca, eso me gusta.

La verdad yo les diría a todos los morros que dejen de andarse rascando el ombligo, porque cuando tienes un problema en frente o que debas ayudar a tu familia, ahí ya cambia la cosa.

Hay que darle sin miedo para llegar a algo, si nadie confió en ti, uno tiene que darse la confianza a sí mismo. Críticas hay muchas, pero no todos tienen los huevos para enfrentar una responsabilidad a este nivel. Si vienen de nada qué miedo tienen de volver a empezar.

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Me llamo Jessica Belén Veloz Díaz, tengo veintinueve años y soy de León, Guanajuato. Por ahora, me encuentro estudiando la preparatoria en un programa que se llama Jóvenes con Rumbo.

Hace diez años yo dejé de estudiar porque entré en un ciclo de depresión por cosas que da la vida y la inmadurez, decidí así sin más, encerrarme en mi casa unos cuantos años. Después conocí a Jani, una persona que me invitó a un programa llamado Contigo Vamos Guanajuato, y comencé a dar cursos de uñas de acrílico. Jani me motivó para que yo saliera de ese estado en el que me encontraba, así que poco a poco pude convivir más, y me sentí bien dándoles cursos a mujeres y niñas.

Después de dos meses de dar mis cursos, yo estaba yendo a otros sitios y casualmente llegué a la Casa de la Juventud, y aunque perdí el contacto con Jani, pude volver a encontrarla y continuar dando cursos y a la par estudiando para mejorar mis técnicas. Un día, después de meses encontré el Programa Lobo, ahí conocí a Ana Ugalde, una de las promotoras de Lobo y fue muy divertido, porque entre charla y charla, me di cuenta de que ya había trabajado con ella tiempo atrás.

Gracias a la promotora Ana, ya que es psicóloga, pude recibir un tratamiento durante diez sesiones, la terapia me ayudó muchísimo. Durante esa etapa, conocí al promotor Víctor Flores, y él me invitó a un programa llamado AUGE. Víctor, me invitó a darle una segunda oportunidad al estudio, pero yo no quería porque tenía desde entonces un negocio de venta de comida y al mismo tiempo daba servicios de belleza. Claramente me gustaba más el dinero que estudiar porque creía que era más fácil, pues pensaba que si tenía

Jessica posee una trayectoria de vida marcada por el trabajo infantil y la deserción escolar. No obstante, gracias a las intervenciones psicológicas y educativas de Programa Lobo ha podido salir adelante.

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J essica Belén Veloz Díaz

dinero ya no necesitaba nada más. Sin embargo, pues estaba equivocada, y ahora, gracias a Víctor terminaré mi preparatoria para continuar con la universidad ahora en enero, estudiaré negocios internacionales.Mi infancia la pasé al lado de mi mamá y mi hermana, mi padre emigró a Estados Unidos por diez años y sólo venía por un mes a vernos. Desde niñas trabajábamos en los juegos mecánicos de la feria y fue algo triste, teníamos que atender a la gente todo el tiempo, a veces bajo la lluvia y sin nada con qué cubrirnos, y teníamos que estar ahí sí o sí, esperando a que la gente se subiera, de lo contrario no teníamos para comer. Con Angélica, mi hermana, sólo tenemos un par de recuerdos lindos de esa época, como el hecho de irnos a pintar la cara o correr por la feria cuando teníamos tiempo. Fue hasta que cumplí ocho años que mi papá decidió quedarse definitivamente y poner su carnicería, el negocio que tiene hasta ahora.

Cuando estudiaba en la secundaria ya había dejado el trabajo de los juegos mecánicos, pero mi papá tuvo una racha sin mucho trabajo en el otro país, entonces mi madre comenzó a trabajar limpiando casas y eso niveló bastante nuestra situación. Afortunadamente pude terminar la secundaria, con un buen promedio, pero ya en cuarto semestre de la preparatoria me salí porque no pude aprobar varias materias y tampoco tenía ánimo de seguir. Fue ahí cuando decidí hacer cursos de belleza y pude especializarme: colorimetría, aplicación de uñas y masajes que es toda el área de spa.

Mi negocio comenzó gracias a un proveedor que les quedó mal a mis papás. Ellos tienen una carnicería y vendían frijol, entonces un día este señor ya no fue más, y mi papá me preguntó que, si yo podía hacerlo, le dije que sí. Al principio sólo sería por un mes, pero me empezó a ir bien y decidí

ir a otras carnicerías a ofrecer mi producto. Después de varias carnicerías fui a otras tiendas, y así pude tener más clientes. Actualmente, me divido entre la escuela y mi negocio.

Respecto a las críticas, creo que siempre van a existir. Recuerdo mucho a unas amigas que me cuestionaban el hecho de volver a estudiar si, según ellas, ya tenía todo. La verdad yo quería intentarlo, no iba a perder nada, sabía que si no funcionaba lo dejaba y ya. Afortunadamente con AUGE he tenido mucho acompañamiento emocional, eso creo que me ha forjado para tomar mejores decisiones. Y ahora que he estado estudiando me he dado cuenta de que mis estudios eran un sueño frustrado que debía resolver, ahora me siento muy feliz.

Más allá de que algo me haga falta, he descubierto que el conocimiento académico nunca termina, así que es necesario que se vuelva una constante en mi vida. Quiero estudiar en la Universidad de Guanajuato, después de todo sé que vale la pena continuar. Si pudiera decirle algo a otros jóvenes, es que no dejen de intentarlo, que todo el tiempo habrá piedras en el camino o como quieras llamarlo, pero hay que superarlas. Háganlo todo con amor y bien, y eso no significa que se desvivan por ello, sino que lo intenten hasta lograrlo. Un profesor me dice que las segundas oportunidades siempre son válidas, si te equivocas no pasa nada porque a eso venimos a la vida, a equivocarnos.

Cuando me enteré que mi historia saldría en este libro me emocioné tanto, siento que voy dejando una pequeña huella que quizás le funcione a alguien. La verdad creo que he aprendido que nunca es tarde, ahora tengo veintinueve años y creí que ya no podía estudiar más, pero ya estoy aquí en un camino bastante bonito, me siento muy feliz por todo.

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Mi nombre es Juan Andrés González Sandoval, tengo veinticinco años y vivo en la colonia Huertas de Medina. Actualmente soy comerciante y peluquero. Llegué a los seis años cuando mis papás compraron aquí, antes vivíamos en Medina. Al principio fue muy difícil este cambio. Mi papá era albañil y mi mamá trabajaba con un tío haciendo cinturones y como se había invertido en la casa pues se batalló mucho en ese momento, a veces no había para comer.

Recuerdo que de niño nos la pasábamos jugando fútbol, a las escondidas y cualquier cosa con mis vecinos. Mi adolescencia ya fue diferente, me metí en broncas por juntarme con la banda de aquí, Callejeros 13. Muy seguido teníamos campales y por eso no me podían ver en ninguna colonia porque me correteaban para fregarme. Eso ya quedó atrás, a unos los mataron, otros cayeron a la cárcel y siento, que los más afortunados se fueron a Estados Unidos.

Cuando entré a la banda yo todavía estudiaba en la secundaria, después intenté terminar el CECyTEG, pero ya no me gustó el estudio y me salí. Me fui de albañil unos años con unos vecinos, sólo que sí eran unas chingas. Durante ese tiempo conocí al Monky, en paz descanse. Yo iba con él a cortarme el cabello y como no quería tener toda la vida como albañil, me nació esto de la Barber. Sobre todo porque tuve el apoyo de Monkey que poco a poco se convirtió en un gran amigo y mi maestro de barbería.

Andrés encontró en el oficio de barbero una forma de expresarse y afrontar un entorno hostil. Gracias al acompañamiento de Programa Lobo ha impartido cursos desde su experiencia.

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Andrés González Sandoval

De cierta forma creo que ya iba encaminado para allá porque mi hermana ya había estudiado algo de belleza por unos meses en el Instituto del Sol, pero no siguió, dejó ahí sus cosas y yo las tomé para enseñarme. Recuerdo que llegué con todas las cosas de mi hermana para pedirle al Monky que me enseñara. Además, ya sabía usar navajas porque practicaba cuando le cortaba el cabello a un compa, las máquinas es lo que no sabía usar porque me ponía nervioso.

Ha sido un camino difícil, pero sigo adelante. Cuando empecé mi peluquería yo no tenía nada, sin embargo, le eché muchas ganas para mejorar mi local: ponerle piso, pintarlo, amueblarlo para que mis clientes se sientan cómodos. En verdad disfruto de estar aquí y ver cómo les cambia el rostro cuando les meto tijera. Lo que hacía antes ya quedó atrás, las broncas y andar peleándome, aunque sí lo disfruté sólo que ya todo es muy distinto. Siento que gran parte se la debo a Monky y a mi gusto por cortar cabello. Durante un año regalé todos mis cortes, después comencé cobrando treinta pesos, pero desde hace tres años para acá pues ya tengo mis clientes y ya cobro más.

El Programa Lobo lo conocí un día que fui con Monky al Instituto Municipal de la Juventud, él me pidió que lo acompañara porque en ese entonces él daba clases de Barber ahí. Él ya iba a cumplir treinta años y no podía continuar porque ya no era joven, entonces él me dio ese empujoncito para que yo tomara su lugar y comenzara a darles clases. Cuando terminé de darles el curso ya no me acerqué a Lobo hasta un día que me encontré a Vicky, una de las promotoras de Lobo acá en mi colonia, esa vez recuerdo que me invitó al Proyecto 100. Ahí conocí a Mariana, la directora del Programa Lobo, es una gran persona, la primera vez que me vio me invitó así de la nada a una sesión de fotos porque le gustaba mi estilo.

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Me saqué de onda pero fue una forma muy chida de conocerla.Mi mayor motivación es que mis clientes estén satisfechos, la misma banda me dice que soy la verga para cortar cabello. En cambio, por parte de mi familia, sólo mi mamá me apoya. Hasta hace poco me enteré de que a mi papá le gusta lo que hago, porque antes cuando empecé siempre me decía que cortar cabello es para viejas. Y fue hace poquito que supe que me presume con su otra familia y que se siente orgulloso de mí. Ojalá me lo hubiera dicho en persona, porque jamás me lo dijo y siempre quise unas palabras suyas.

Ahora puedo decir que ser barbero y tener mi local es un gran logro porque hacer esto me ha dado muchas satisfacciones. Siempre tengo mucho trabajo y eso me da un chingo de gusto para callarles la boca a los que hablaron mal de mí un día y que pensaron que yo valía madres. Yo siempre me comparaba con Monky porque él era muy bueno, hasta que un día hice un desvanecido mejor que él y me dijo -pinche Cholo si te avientas-, porque así me conocen en todos partes, como el Cholo.

De lunes a viernes le ayudo a mi mamá en la tienda que tiene aquí al lado de mi local, ya los sábados me dedico a mis clientes desde temprano hasta en la noche.

Si tuviera que decirles algo a otros, será lo mismo que cuando cotorreo con mis amigos. Qué le echen un chingo de huevos que es lo que se necesita más que nada. Y no por el primer fallo se vayan a dejar caer. Hay un chingo de obstáculos, pero hay que darle con todo porque de se puede se puede.

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Mi nombre es Juan Pablo Neri Ojeda y soy barbero. Es curioso que antes nadie lo tomaba como un oficio y ahora se ha vuelto tan popular que inclusive, se han abierto escuelas para desarrollarte en diversas técnicas. La razón por la que me dedico a esto es, quizás, porque mi mamá fue mi antecedente. Recuerdo que cuando era niño, ella nos cortaba el cabello y a mí siempre me llamó la atención todas las herramientas que usaba.

Nací en la colonia San Miguel aquí en León. Desde que tengo memoria sé que siempre fue una colonia marginada porque no había muchas oportunidades para salir adelante o crecer profesionalmente dentro de ese barrio. La barbería me dio eso y aunque perdí muchas amistades por enfocarme en este emprendimiento, sé que ha valido la pena.

Siempre tuve la noción de independizarme o tener un negocio propio, pero fue hace cinco años, cuando nació mi hijo, que decidí ser barbero de manera profesional e invertir todo para tener un buen local. Actualmente tengo dos sucursales y eso me llena de mucho orgullo. A la par de estar trabajando en esto, la misma barbería me dio la oportunidad de viajar a otro país y conocer gente de otro gremio. Esta experiencia ha sido increíble.

Sigo sin entender por qué cuando a alguien le va muy bien, todo el tiempo hay comentarios de personas envidiosas. A mí me decían que eso no me iba a dar para comer, que deje de perder el tiempo y me ponga a trabajar de manera seria. Sin embargo, desconocen que este trabajo al mismo tiempo es mi pasión, así que combino dos visiones que no cualquiera es capaz de llevar a cabo.

Pablo emprendió en su propio negocio de barbería desde muy joven para sobresalir del entorno en el que nació. Gracias a Programa Lobo y a su experiencia, impartió un curso para jóvenes en condiciones de vulnerabilidad.

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J uan Pablo Neri Ojeda

Uno de los comentarios que más marcaron mi vida fue de una persona también emprendedora, me dijo que me rodeara de personas que quieran emprender y no mentes fracasadas, que cambiara el entorno social, incluso las amistades, que necesitaba juntarme con otros amigos para realizar negocios. Y siento que ha dado mucho resultado.

Ser barbero significa mucho más que sostener una máquina o unas tijeras. A veces llegan clientes tristones o estresados y el simple hecho de que les corte el cabello les cambia la actitud. Y me gusta saber que soy parte de ese cambio positivo. Muchos no notan eso, pero uno que está aquí todo el tiempo pues logra darse cuenta. Me apasiona mi trabajo y me gusta apoyar a las personas que quieran aprender, porque yo quería que me apoyaran en un principio y nadie lo hizo, en ese sentido no me gusta ser envidioso.

Mi día comienza desde temprano revisando mis negocios, cuidar que ningún material falte y saber que el equipo está completo. Siempre pregunto cómo se sienten y que les hace falta en el negocio para que se sientan cómodos y puedan dar un buen servicio. Además, siempre hacemos un plan de lo que vamos a gastar y si hace falta, como siempre sucede, pues hay que invertir más. Me siento orgulloso del equipo que está a mi lado.

Uno de los momentos más difíciles que he tenido, fue cuando abrí mi segunda barbería. Noté que había muchas barberías y ya tenían su clientela, sin embargo, me puse a estudiar y averiguar cómo podía hacer para competir junto a ellas, entonces preferí enfocarme en la parte del servicio, y una vez que tuve el primer cliente en mi silla, ellos solo fueron recomendando mi negocio a través de publicaciones en internet.

Agradezco mucho también a mis clientes porque sin ellos, muchos de nosotros no podríamos comer.Una de las situaciones que más me motivó siendo barbero fue mi primera competencia. Eran más de setenta participantes en mi categoría, todos ya se conocían de otras exposiciones, y para mi sorpresa, yo gané el primer lugar. Ahí entendí que no importa cuántos seguidores tengan otros en redes sociales, lo que importa es el trabajo real en el momento adecuado.

Las desventajas que hay al venir de San Miguel es que hay gente envidiosa, la mayoría prefiere ser cliente de otros negocios. No valoran tu trabajo. Una ventaja que veo es que el que quiere puede aunque sea de barrio. Siempre tiene ganas de hacer realidad su sueño.Una cosa que me dejó muy marcado fue lo que una chica de Guadalajara me dijo –sueña en grande–, no sólo sobre barbería, sino que luches por todo lo que quieres. Aunque haya personas que no te apoyen, tú debes seguir luchando por lo que es mejor para ti y para tu familia.

El Programa Lobo fue una oportunidad que aproveché bien machin. Yo quería viajar y me apoyaron con eso, con una entrevista en TV4. Cuando conoces el programa puedes hacer muchas cosas.

Una de las cosas que hago siempre es capacitarme, se me quedó marcado que debo ayudar a los demás, por ejemplo di unos talleres en el Programa Lobo. Tienes que ser amable y ser honesto. Porque en escuelas que se supone que son profesionales en sus cursos aún vienen personas de ahí a preguntar por mi trabajo. Y a esos que he apoyado ya también tienen sus propios negocios. Así que lo único que puedo decirles es que hagan de manera disciplina aquello que les apasiona, el tiempo les dará su recompensa.

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Armando

Mi nombre es Luis Armando Rivera Montiel, crecí en San Martín de Porres y actualmente me dedico a la barbería. Mi familia está compuesta por mi papá, Francisco Javier Rivera, mi madre, María Luisa Montiel y dos hermanos más.

Mi infancia fue algo complicada. Crecí con el apoyo de mi mamá porque mi papá sufre de adicción a las drogas. Mi mundo siempre estuvo rodeado de eso y aunque yo nunca lo hice, crecí en un mundo afectado por esas sustancias. No sólo por cuestión familiar, también en la banda donde me juntaba tuve amigos adictos.

El tiempo que duré en bandas y campales fueron alrededor de tres años. Éramos pocos, pero muy unidos, también ahí estaba mi hermano mayor y un par de primos. Todo se trataba de campales, de irnos a pelear a otras colonias como Vista Hermosa o la Flores Magón.

La persona que me enseñó a cortar cabello también me motivó para que aprendiera todo tipo de técnicas y así superarme. Me dijo que debía tomar muchas capacitaciones para realizar cortes de cabello a los más adultos y a los más pequeños. Eso me sirvió para motivarme a emprender mi propio negocio. Recuerdo que en redes sociales veía cortes muy buenos y de cierta forma tuve el valor para llegar a esos niveles.

Armando encontró en el oficio de barbero una fuente de ingresos y una forma de vida distinta en la que había crecido. Gracias al acompañamiento de Programa Lobo ha ganado competencias y ha compartido su experiencia a través de cursos.

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Desde hace ocho años que inicié en esto, ya he ido a distintos seminarios y capacitaciones para profesionalizarme de la mejor manera.

Creo que cuando me casé sentí que debía tener mi propio espacio, además ya había generado muchos clientes. De hecho, muchos de esos clientes fueron quiénes también me impulsaron. Además de eso, yo ganaba por comisión, de cada corte tenía que darle la mitad a mi antiguo jefe.

A partir de mi matrimonio y de saber que seríamos padres, sentí que no la libraría. Siento que todo se juntó para que yo pudiera decidir un mejor futuro. Las críticas que he enfrentado han sido varias. Desde los mismos barberos que envidian el trabajo de uno y de la propia familia. Recuerdo que cuando comencé me decían que esto de cortar cabello sólo era para mujeres. Yo trabajé muchos años en el rastro desde que era niño, ese trabajo era muy pesado y mal pagado. Yo no quería eso para toda la vida.

Por otro lado, he recibido buenos comentarios en mis redes sociales. Cada vez que subo un nuevo corte varia gente me felicita. Eso me motiva a seguir aprendiendo y que cada día en mi barbería sea un nuevo reto. Otra gran motivación es cuando veo que los barberos que yo respeto tanto, comentan o comparten mi trabajo. Siento que al mismo tiempo yo me he ganado su respeto.

Debo confesar que hay veces en las que me canso porque también se vuelve pesado estar mucho tiempo de pie y concentrado. Pero luego pienso que sería peor irme a otro trabajo porque no sería el dueño y trabajaría para alguien más. Sin estudios creo que no puedo encontrar otro trabajo mejor que este.

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Una de las situaciones más difíciles que he vivido fue cuando asaltaron a un señor en mi negocio. Yo pensé que los chicos eran clientes, pero después actuaron muy sospechosos hasta que sacaron su navaja y le quitaron una cadena a mi cliente.

Al mismo tiempo la barbería me ha traído momentos increíbles. Con este negocio pude tener otro emprendimiento de botanas y una tienda de abarrotes. De alguna manera me ha dado todo y eso me llena de felicidad y orgullo. Además, el hecho de tener mis propios horarios siento que es un factor invaluable, en ese sentido, creo que también mi negocio me ha dado libertad.

Me gustaría invertir más en mis capacitaciones para continuar profesionalizando mi negocio. Si gano bien, pero también hay cosas dentro del negocio que se tienen que hacer. Hay ocasiones en las que no puedo ir a eventos porque debo pagar otras cosas, eso ya me resta puntos para competir.

He participado en distintas competencias de barberos. En un evento que organizó el Programa Lobo gané el primer y segundo lugar en diferentes categorías. Eso me ha ayudado a generar más confianza en mí y continuar desarrollando mi oficio.

Siento que antes de conocer Lobo tenía mucho miedo de competir, temía no tener el nivel que los otros competidores, una vez que conozco el programa, generé autoestima y ahora puedo demostrar de lo que soy capaz.

Si pudiera darles un mensaje a otros jóvenes es que luchen lo suficiente, al inicio se batalla mucho para tener un negocio, pero si lo sabes sacar adelante comenzarán a ver los frutos. También quiero decirles que inviertan un poco y que traten de actualizarse, no se queden en el mismo lugar que ya están. No se vuelvan conformistas.

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Mi nombre es María Guadalupe González Pérez, tengo diecisiete años y vivo en la colonia Piedra Azul. Mi infancia era muy feliz. Cuando era chiquita recuerdo mucho salir a jugar cuando llovía, me gustaba mucho porque imaginaba que los charcos eran nuestra alberca.

Ya cuando crecí conocí malas amistades y eso me hizo cambiar. Ya no llegaba a mi casa y preocupaba mucho a mi mamá. A veces quisiera regresar el tiempo atrás para ser diferente. En ese tiempo conocí al que era mi pareja. Se me hizo fácil irme con él porque tenía muchos problemas en mi casa. Después me embaracé y al tener a mi bebé, descubrí que es una responsabilidad muy grande ser madre. Ahora ya no vivo con él, afortunadamente me separé y solo estoy con mi niña. La verdad mi juventud se me hizo muy triste.

Actualmente me dedico a vender paletas de hielo y a realizar adornos para fiestas como mesas de dulces y chocolates. Me gusta adornar pequeños eventos y que la gente esté contenta con mi trabajo. De esos dos trabajos yo me sostengo para mis gastos y los de mi bebé. Disfruto de salir a vender y de ir a adornar, porque al mismo tiempo que estoy trabajando, puedo despejarme y no pensar en cosas tristes.

Lamentablemente sufrí un accidente en la fábrica de calzado donde estaba trabajando desde muy pequeña. Perdí mi mano y por consecuencia ya no me quieren contratar en ningún lado. Esa fue una de las grandes razones que me llevó a vender paletas. Cuando sucedió todo eso me sentí muy mal, creí que ya no iba a poder con todo. Pero mis papás me comenzar a animar para que hiciera muchas cosas.

Guadalupe posee una trayectoria de vida marcada por el trabajo infantil mismo que le ocasionó una discapacidad física. Gracias al acompañamiento de Programa Lobo ha adquirido herramientas para llevar de la mejor manera cada uno de sus emprendimientos.

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Pérez
M
González

Además de eso, he aprendido a lidia con los comentarios respecto a mi físico. Algunas veces las personas me miran raro por no tener mi mano, siempre que salía a vender se me quedaban viendo. Y muchas ocasiones ya no quería salir, pero debía hacerlo por mí y por mi bebé.

Por otro lado, he tenido la fortuna de que mi familia, algunos vecinos y los de grupo Lobo me han apoyado en todo momento. Recuerdo que cuando recién perdí mi mano me daban muchos ánimos. Y cuando comencé con la venta de paletas y mesas de regalos, me ayudaron poco a poco para salir adelante.

La verdad me gustaría comprarme un refrigerador nuevo, porque donde pongo las paletas está muy reducido el espacio. Me gustaría hacer crecer mi negocio, y ayudar en mi casa. Que mis papás ya no trabajen mucho. Ese es un gran sueño que siempre me ha acompañado.

Las partes difíciles y buenas del comercio tienen que ver sobre todo con las ventas. Si un día vendo poco, eso me entristece y, al contrario, si vendo todo, regreso a casa muy feliz con ganas de que ya sea otro día para vender igual. Mi principal motivación es llevarles de comer a mis papás y a mi niña, saber que puedo con eso y más, es algo que me ayuda a continuar.

También quisiera aprender algo sobre administrar dinero, porque me confundo muchas veces con lo que es ganancia y lo que es inversión. Creo que teniendo bien claras esas dos partes, podría irme mucho mejor.

Si pudiera darles un mensaje a otros es que pase lo que pase hay que seguir con la vida. Nadie es mejor que nosotros, por ejemplo, yo, el hecho de no tener mi mano no significa que sea menos. Sé que es difícil muchas veces, pero sé también que podemos encontrar la forma de salir adelante. No se rindan, y si se caen encuentren la manera de levantarse mucho mejor. Debo agradecer y recomendar al Programa Lobo, sin ellos, yo me habría quedado en mi casa, pero no, pude salir por la confianza y ayuda que me brindaron.

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Soy Nancy Villalobos Ortiz, tengo treinta años, soy de la colonia Vista Hermosa y actualmente me dedico al modelaje. En este mundo ya llevo once años de trayectoria y cuatro dando cursos para otras agencias tanto en el estado de Guanajuato como fuera de él.

Muchas personas piensan que el modelaje es una actividad superficial, cuando en realidad puede ser un acto muy fuerte para llevar a cabo un mensaje de inclusión y motivación. El modelaje no sólo es glamour, se trata de transmitir y apoyar a otros. Tengo la primera agencia inclusiva en el estado de Guanajuato donde trabajo con modelos que padecen síndrome de Down, modelos con albinismo o alguna otra característica distinta. Además, promuevo las marcas locales y no dejo de realizar cambios positivos que aporten al modelaje.

Mi familia está compuesta por mis padres y seis hermanos más. Mi padre es curtidor de piel, mi madre es ama de casa, y aunque mis hermanos tienen una carrera profesional muy distinta a la mía, he aprendido de todos. Mi infancia fue muy linda gracias al núcleo familiar porque al ser muchos, éramos muy unidos y amorosos.

La adolescencia fue muy linda, siempre fui muy aplicada y participativa en la escuela. Disfrutaba tanto de la academia como de las cuestiones culturales. En ese entonces la colonia estaba llena de bandas y muchas

Nancy ha logrado romper paradigmas dentro del mundo del modelaje al integrar el tema de inclusión en dicho ámbito. Por ello, creó la primera agencia inclusiva del Estado de Guanajuato.

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personas se sorprendían de que mi mamá nos tuviera muy bien educados para no portarnos mal fuera de casa. Mi madre siempre nos alentó a ser diferentes, a sobresalir y destacarnos. A mí, por ejemplo, no me dejaban salir a jugar para nada, y aunque se me partía el corazón ahora entiendo porque lo hizo.

Mi interés por el modelaje comenzó hace once años por una convocatoria de marcas locales, fui seleccionada y desde entonces me he sumergido cada vez más. Me di cuenta que era buena y que, además, el mundo estaba cambiando. Ya podía ver modelos muy adultas y con otros cuerpos muy distintos al estereotipo. Eso me dio confianza para seguir adelante. Poco a poco fui abriéndome paso, porque a diferencia de muchas, yo no estoy apadrinada por alguien del medio.

Siento que comencé a destacarme por mi trabajo y fue así como me recomendaron, a tal punto que me pidieron que me impartiera cursos de modelaje. Aprendí sobre la marcha y pude generar un gran equipo de trabajo. El tema de la inclusión nace al percatarme que muchas de nosotras no nos identificamos con lo que se mostraba en los aparadores. Yo deseaba encontrar mujeres con las cuales pudieran identificarse de una manera más real, más cercana. Creo que de eso se trata para mí el modelaje, erradicar los estándares de belleza porque luego hay consecuencias de trastornos mentales o alimenticios. Yo quiero que las mujeres se acepten como son, porque valen más por lo que puedan aportar y no, simplemente, por lucir una cara bonita.

Sé que esta labor es ardua y por eso mismo predico con el ejemplo. He hecho todo lo que he querido dentro de este medio, desde trabajar con grandes diseñadores hasta con marcas de corte nacional. En mí nunca existió el prejuicio de no ser una modelo alta, creo que mi seguridad y confianza me

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ayudaron en esa parte, pero el hecho de ser mujer te pone una gran barrera, porque también hay que decirlo, que este medio está plagado por hombres y son a quienes les dan más prioridad.

Una de las mayores satisfacciones que tengo es ver grandes cambios en las pasarelas, ver modelos que poseen características distintas a las de siempre. Personalmente, también me importa mucho el cambio que puedo generar en esas modelos, les ayudo a que tengan confianza en sí mismas.

La gran frustración a la que siempre me enfrento es que quieran manchar mi reputación, que personas ajenas a esto se expresen mal de mí.

Todo lo que hago lo hago con el corazón y la voluntad de generar cambios. Me cuesta trabajo saber qué personas dentro del medio no tengan la misma pasión que yo y sean a esas personas a quienes más reconocen. Juro que he llorado de impotencia cuando en eventos importantes me intentan sabotear. Comprendo que el camino es complejo, pero no logro explicarme muchos comportamientos.

Uno de los grandes logros es el reconocimiento que me dieron en revistas internacionales. Quizás en México aún no puedo abrirme paso a ese nivel, pero es bueno saber que para otros países si soy valiosa. O el hecho de trabajar con piezas de Benito Santos, es algo que pocas personas pueden presumir. También el cambio que he logrado con las mujeres que trabajaron conmigo es sencillamente invaluable. Me emociona ver a esas mujeres rompiéndola de manera nacional.

Los logros de índole personal se los atribuyo a quienes han escuchado y visto mi mensaje. He roto con ese mito de que para ser modelo se debe

venir de una familia específica o ciertas escuelas, y no es del todo cierto. Me hace feliz ver que ese mensaje poco a poco se expande por el país. Gracias a ello, ahora hay muchos espacios, nichos de moda, pasarelas donde la inclusión es un valor fundamental. Hace falta más visibilidad, pero poco a poco sé que lograré más cambios.

Si pudiera darles un mensaje a otros jóvenes es que no se rindan por muy pesado que sea el camino. Todos los días hay que levantarse y luchar, buscar las formas necesarias para obtener oportunidades. Sean perseverantes y constantes. No importa de donde vengan, lo importante es que trabajen con honestidad y voluntad.

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Me llamo Óscar de Jesús Torres Galván, tengo veintiséis años, soy comerciante, trabajador en la secretaría de salud y también tengo mi sonido. Mi familia está compuesta por mi pareja, mi bebé, mis padres y mi hermana. También un hermano, que en paz descanse.

Mi infancia fue muy linda a pensar de las limitaciones. Me la pasaba jugando fútbol y convivía mucho con mis abuelos maternos. Ya la adolescencia fue una etapa complicada porque comencé a raparme, a hacerme perforaciones y cosas por el estilo. Trataba de imitar a otros compañeros y no entraba a la escuela. También fue en esa etapa que me llamó la atención el sonido, los bailes y en especial, conocí sonido La Changa y sonido La Cumbita.

Mi interés por el sonidero fue tanto que desde mis doce años quería tener uno, pero como venimos de una familia con ciertas limitaciones, y atravesábamos momentos difíciles porque mi hermano se drogaba, pues mi papá me dijo que estudiara y trabajara para que me comprara uno. Afortunadamente yo le ayudaba a un tío a vender algodones en el zoológico y al poco tiempo, ese mismo tío empezó a comprar bocinas, entonces un día nos dijo a mí y a mi primo –ahí está el sonido por si lo quieren trabajar–. Siento que así fue como comenzó todo.

Habían pasado tres años de estar trabajando ese sonido, básicamente durante toda mi preparatoria, pero ya en la universidad sería más complicado. Seguía yendo a bailes, pero ya no trabajaba mucho el sonido, y justo en esa etapa, Ramón Rojo de sonido La Changa, me ofreció trabajo, sin pensarlo acepté. Recuerdo que salí un día de madrugada directo hacia la ciudad de México. Esa etapa fue de mucho aprendizaje, noches largas y estar lejos de casa. Ramón supo de mí desde que yo tenía ocho años, mi hermano me había

Óscar ha destacado en el mundo de los sonideros fuera y dentro de la ciudad gracias a su perseverancia y dedicación. Gracias a Programa Lobo ha podido llevar a cabo muchas de sus presentaciones.

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Torres Galván
scar de Jesús

llevado a un baile y toda la fiesta me la había pasado junto a Ramón. Cada año que venía yo iba a verlo. De alguna manera él me vio crecer.

He recibido muy buenos comentarios, porque la gente que me conoce sabe que me he aferrado a esto. Mi familia no deja de apoyarme y se sienten orgullosos de mí. He estado en muchos lados de León y fuera tocando y eso me motiva a continuar. En su momento mis papás creían que esto era pasajero hasta que me lo tomé muy en serio. Con el tiempo me he estado equipando más para tener un gran espectáculo para ofrecer: bocinas, luces, flete, de todo. Sigo desarrollándome para no quedarme atrás.

Algo de lo que más disfruto del sonido es llegar a poner el ambiente con la música colombiana que a mí me gusta y que es muy rara de este lado. He sentido las vibras de los envidiosos, pero pues hay de todo. Hago esto porque me apasiona, nunca lo hice por dinero. Para mí es un gusto que se pongan a bailar cuando yo toco. En lo personal a mí me pegaba mucho la situación de mi hermano, me bajaba el ánimo y me enfocaba mucho en él, porque también a él le encantaba el sonido. Una vez él me dijo que yo sí podía, que había nacido para esto. Pero verlo así, no me daba confianza a mí mismo. Sin embargo, seguí y ahora he tenido muy buenas experiencias gracias a no dejar de lado mi pasión.

Mi relación con La Changa ha sido tanta que puedo decir que él fue mi escuela. Me dio la confianza que a nadie de sus trabajadores le dio, recuerdo que una vez en una estación de radio de Pachuca a mí me dejó poner mis discos y eso que el invitado estelar había sido él. Cuando me permitió hacer eso sentí que ya lo había logrado. Que ya estaba del otro lado. He ido a muchos eventos con él y de todo tipo, de hecho, estuve en el Vive Latino junto a él, sin saber qué significaba ese evento. Ahora que sé la relevancia que ha tenido el Vive

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Latino me arrepiento de no haber tenido un telefonito con cámara y haber tomado unas fotos. Recorrí desde Veracruz a Tijuana con Ramón y todo gracias al sonido.

Actualmente mi relación con Ramón es muy chida. Cada que viene le gusta ir con mi abuelito a comer guacamayas. Siento que fui como un hijo para él, porque no a cualquiera le abrió su casa para quedarse a vivir.

Me siento muy afortunado de tales experiencias. Por ahora intento tocar cada ocho días, pero al mismo tiempo intento no desvelarme tanto porque tengo otros dos trabajos. El sonido es para divertirme y sacar algo extra.

Agradezco también mucho el apoyo del Programa Lobo, en especial el acompañamiento de la promotora Silvia, porque siempre han visto por mí, por darme un espacio donde presentarme.

Hace poquito fui con el Programa Lobo a un anexo de mujeres para tocar ahí, siento que es una pequeña muestra de regresarles la ayuda.

Si pudiera darles un mensaje a otros chicos es que no se cierren al mundo que están viviendo. Así lo siento, me cerré en mi momento sin pensar en el futuro. Yo me prometía que si mi hermano se ponía bien empezaba al día siguiente. No fue así. Busquen su sueño y persiganlo. Cuando estuve en México tenía veintiún años y me sentía viejo, ahora sé que sólo son viejos los cerros. Nunca es tarde para hacer lo que uno quiere. Persigan sus objetivos y sin importar las circunstancias, trabajen hasta lograrlo.

No fue así. Busquen su sueño y persíganlo. Cuando estuve en México tenía veintiún años y me sentía viejo, ahora sé que sólo viejos los cerros. Nunca es tarde para hacer lo que uno quiere. Persigan sus objetivos y sin importar las circunstancias, trabajen hasta lograrlo.

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Mi nombre es Valeria Hernández Guerra, tengo veintiocho años, vivo en Villas de San Juan, trabajo en un negocio de tacos y soy comerciante de productos de limpieza. Actualmente vivo aquí con mi hijo y mi pareja desde hace seis años.

Mi familia también está compuesta por mis papás y cuatro hermanos más. Mi madre es de San Juan Bosco y mi papá de Linares. Vengo de una familia muy unida. Vivimos siempre en casas pequeñas, pero nos divertimos mucho y nuestros padres nos daban todo el amor. Si salíamos siempre éramos los cinco, recuerdo que mi papá era conductor de tráiler y los sábados que llegaba a casa, mi mamá ya nos tenía bien arreglados y con la comida para ver a papá. Salíamos al centro, visitábamos a nuestros abuelos y todo era muy bonito. Nos encantaba irnos de viaje con mi papá, recuerdo que no sacaba de la secundaria por sorpresa y nos íbamos todos en el tráiler hasta las playas. Así recorrimos todo el país.

Valeria Hernández Guerra

Hubo una etapa en la que mis padres tuvieron una mala racha y ya no pude continuar estudiando la preparatoria, entonces me salí y me fui a trabajar con mi hermano y mi papá a una fábrica. En cuanto entré me dijeron que no saliera con ninguno de los hombres de ahí, no faltaba quien me invitara a salir, pero así duré tres años. Hasta que un día una amiga comenzó a decirme que me habían mandado a saludar.

Valeria emprendió su negocio gracias a las intervenciones y talleres de Programa Lobo. Actualmente esta nueva fuente de ingresos le permite estar más cerca de su familia.

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Pasaron unos días y salí con el muchacho, ahora mi esposo, cuando se me declaró yo le dije mi hermano y al día siguiente le leyeron la cartilla.

Duramos tres meses cuando me propuso matrimonio, incluso fue a pedir mi mano con mi papá. Eso fue un jueves y el domingo me enteré que estaba embarazada. Mi papá pensó que fue por eso que queríamos casarnos, incluso me dijo que si no quería casarme no lo hiciera, pero, al contrario, Iván se puso tan feliz y ese mismo día me fui a vivir con él. Sin embargo, a la mitad de mi embarazo comenzaron los problemas. Mi suegra se puso mala y la internaron, entonces descubrí que Iván se drogaba. En seguida regresé con mi mamá y luego fue a pedir disculpas. Le di otra oportunidad.

Los problemas siguieron a tal grado que se me perdió varios días. Mi suegra y yo estábamos muy asustadas, veíamos los periódicos o algo para saber de él, hasta que un día me marca diciéndome que está en una casa de pánico, que debe mucho dinero y no lo dejaban salir. Corrí con mi suegra y después un rato me volvió a marcar porque logró escaparse. Cuando lo encontramos estaba muy mal, sus ojos eran otros, yo no quería anexarlo, pero no tenía nada de fuerzas. Me partió el corazón verlo así, entonces lo anexamos

En ese primer anexo duró tres meses, salió y por medio año estuvo bien hasta que volvió a recaer. Se perdía y yo me quedaba sola con el niño. Así que volvimos a anexarlo, pero le dijimos que ya no íbamos a visitarlo para que valorar a su familia. En ese tiempo mi suegra me ayudó mucho, ella me traía mandado. Yo trabajaba dos turnos en una fábrica para sostener a mi hijo. Todo iba bien, pero una mañana que desperté, vi que habían entrado a la casa y se habían llevado todo mientras yo dormía.

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Entonces fui al anexo y le dije a Iván que necesitaba que estuviera con nosotros, que un hombre debía cuidar la casa. Entonces salió y se fue con nosotros, sin embargo, pasaron otros seis meses y sucedió lo mismo. Parece que ya es un ciclo.

Al Programa Lobo lo conocí por mi suegra, ella vive en Agua Azul y hubo un evento de bicicletas y coches lowrider, mi suegra se acercó y pidió ayuda para Iván. Pasaron unos días y llegó Vicky para entrevistarnos, ella para mí se convirtió en un ángel que Dios nos mandó. Vicky entrevistó a Iván y cuando me vio a mí, me preguntó si yo no quería recibir ayuda de algún tipo. Recuerdo que lo primero que hizo Vicky fue inscribirme en la prepa para terminarla, después me dio unos cursos para hacer productos de limpieza y a Iván lo metió a un curso de barbería. Fue una gran ayuda para nosotros.

Nunca había hecho tales productos, pero gracias al Programa Lobo encontré otra fuente de ingresos que me permite estar más cerca de mi hijo y darle lo mejor. Solamente dejé de hacerlos ahora con mi segundo embarazo, pero recién que me alivié inicié de nuevo con mi negocio. Me salgo a vender aquí cerca y aprendí rápido porque hice buenos clientes. Mi idea a largo plazo es poner un local para no tener la necesidad de dejar a mis solos. Es una meta que tengo para poder terminar de pagar mi casa.

Me gustaría decirles a las mujeres que han pasado por esto que las comprendo, que no tiren la toalla. Si hay problemas hay que buscar la solución para seguir adelante. Yo nunca he probado las drogas, pero vivo con gente que ha estado ahí y dejarlo solos no es la respuesta. Creo que buscar ayuda es la clave.

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Mi nombre es Beatriz Trujillo Guevara, tengo veinticinco años, nací en la colonia Bellavista, soy diseñadora ambiental y docente de la misma área. Mi familia está compuesta por mis padres y cuatro hermanos más, yo fui la quinta hija así que fui la mezcla de todos ellos. He aprendido de cada uno de mis hermanos porque son muy talentosos y profesionales en lo que hacen.

Mi infancia fue muy buena porque siempre tuve el apoyo y amor de toda mi familia. Desde niña era muy estudiosa y me llamaba la atención todos los aspectos culturales que había en la misma primaria. Mi mamá fue docente de matemáticas entonces creo que eso también facilitó y me inculcó el gusto por la educación. Mi mamá se convirtió en mi mayor inspiración por todo lo que ella misma había pasado como mujer.

Mi adolescencia fue muy pesada porque me marcaron dos situaciones: había subido de peso por factores emocionales y en la cuestión académica, me percaté que no importaba cuánto me esforzara, siempre elegían a hombres. Eso fue algo que se me quedó muy grabado y que con el tiempo pude superar, fue difícil, pero al final salí adelante.

En lo personal, creo que el verdadero cambio en mi vida sucedió en la preparatoria. Yo estudié el área de físico matemático y había muy pocas mujeres, las más dedicadas,

Beatriz encontró en su formación académica una gran oportunidad para sobresalir del contexto en el que creció. Gracias a su esfuerzo ha podido generar proyectos de impacto social.

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Beatriz Trujillo Guevara

graves que vivían al punto de querer quitarse la vida. Ahí comienzo a saber que hay grandes polígonos de pobreza y que parecen estar sistematizados unos con otros.

Gracias a toda esta realidad que me impactó mientras estudiaba, decidí crear talleres y cursos para hacer algo por los demás. Digamos que así inicia mi labor social. Lo primero que hice, teniendo dieciséis años, fue dar clases de regularización a chicos de primaria. Después al entrar a la universidad, me involucré en otros colectivos donde nos dedicábamos a realizar acciones para el cuidado de los espacios públicos verdes. Intentábamos sembrar el cambio.

Este tipo de actividades me ayudó bastante porque comprendí mucho de lo que estudiaba en la carrera, comprendía la relación de las personas con el entorno que les rodeaba. Por supuesto que me causó impresión saber que desde la escuela podía adquirir las bases y capacidades necesarias para aplicarlas afuera.

En ese mismo tiempo conocí a un investigador que admiro mucho, entonces comencé a trabajar con él. Me saturaba de muchas actividades tanto académicas como culturales. Quería aprovechar la universidad y ese tiempo al máximo. Y así lo hice con los frutos que recogí. A la edad de veinte años, me fui a Guadalajara a una competencia que ganamos por desarrollar una aplicación. Y en ese mismo año, fui seleccionada como delegada del cambio climático y me fui a Polonia. Fue la primera vez que salí del país. Sin embargo, fue complicado porque mis padres no podían apoyarme económicamente, entonces además de todas las actividades que ya tenía, decidí entrar a trabajar para solventar mis gastos. Así que pagué mi viaje por cierto. Sin embargo, me llamó la atención que seguían impulsando más a los varones. Este tema me hizo mucho ruido y luego pude comprobarlo desde mi casa, las ideas de mamá diferían de las de papá, básicamente crecí lidiando con el machismo tanto fuera de casa como dentro.

Venir de una colonia como Bellavista es toda una odisea. Esa zona se conoce por ser muy peligrosa y nos dedicamos de lleno al estudio porque por lo mismo no podíamos salir a la calle. Era triste ver a vecinos de mi edad en condiciones muy distintas a las mías: drogas, violencia, robos, etc. Siendo niña uno no comprende muchas cosas. Ya en la secundaria fue el punto de quiebre total. Vi las primeras peleas, los robos. Me di cuenta de los problemas tan

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con el dinero que había trabajado y otra parte, la pagué con becas que me gané por estar gestionando muy bien mi currículum académico.

Otro gran logro que obtuve fue llegando de Polonia, me gané una beca para irme de intercambio a Colombia donde desarrollé labores de investigación y ahí voy de nuevo. Para mi sorpresa cuando termino la carrera, me dieron el reconocimiento al mejor promedio de toda la generación. Eso fue muy gratificante después de tantos sacrificios. Posteriormente vino la pandemia y como sabemos fue un proceso muy fuerte. Todas mis dinámicas cambiaron y se quedó a la mitad un proyecto que había sido seleccionado en España. Pero no me rendí, al contrario, me involucré en toda la cuestión tecnológica para los nuevos aprendizajes. Tenía que seguir desarrollando mis capacidades.

Desde mi perspectiva y experiencia, me gustaría seguir escalando con más proyectos. Continuaré enseñando a las personas en todo lo que pueda y creo que todo se vincula a una parte de la docencia. Por otro lado, me gustaría dar conferencias para formar líderes jóvenes.

Sin duda alguna, también me gustaría encaminar la enseñanza de lo cultural con una base tecnológica. Que la sociedad utilice la tecnología como una herramienta y no como un vicio de ociosidad. Actualmente sigo como embajadora de la paz y quisiera desarrollar talleres para el manejo de las emociones.

Después de todo sigo con mucha energía y me gustaría ser ejemplo de vida para muchos jóvenes. A veces es duro, pero les prometo, por experiencia propia, que después vendrá una gran recompensa.

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Mi nombre es Erika del Rocío Hernández Olmos y tengo veintidós años.

Vivo en una zona llamada El Campamento, desconocida para muchos, ya que está al lado de la estación del tren. Hace poco egresé de la licenciatura en Trabajo Social de la Universidad de Guanajuato y actualmente soy voluntaria en Protección Civil. Mi familia está compuesta por mi padre Rogelio, quien es ferrocarrilero, mi madre Yolanda ama de casa y mis dos hermanos aún estudiantes de secundaria y universidad respectivamente.

Mi infancia fue muy buena: jugaba, estudiaba, vivía feliz junto a mi familia. En mi casa jamás hubo una pelea, al contrario, mis padres han sido un gran ejemplo porque todo me lo hicieron entender a palabras. Mi madre me apoyaba mucho para cumplir con mis tareas y si había materias que no entendía, mi padre hacía lo imposible para pagar horas extra fuera de la escuela.

Desde los nueve años me reunía con mis vecinos, quienes al mismo tiempo eran mi familia, pues mis tíos, primas y abuelos también vivían cerca. Incluso, fuimos juntos a secundaria, pero ya cuando entramos a preparatoria, muchos vecinos y primos comenzaron a drogarse. A mi hermano y a mí constantemente nos ofrecían mariguana, cristal o alguna otra cosa, pero gracias a la educación que mis padres nos enseñaron supimos evitar todo. Por consecuencia, amigos y familiares dejaron la escuela, se casaron, comenzaron a trabajar. Tengo un primo que ya está mal por el cristal, cuando lo veo le pregunto –¿no te gustaría salir adelante? ¿dejar todo esto?–, y siempre me contesta –ya para qué, ya eché a perder mi vida–.

Sin embargo, en este aspecto también tiene que ver mucho el Programa Lobo. Una vez vinieron al Campamento y ahí conocí a la promotora Pati.

Erika ha desempeñado gran liderazgo de Trabajo Social dentro de su comunidad conocida como El Campamento. Gracias a Programa Lobo, ella ha podido realizar actividades para la mejora de las condiciones de vida de sus amigos y familiares.

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Hernández Olmos
Erika del Rocío

Ellos nos dieron talleres, charlas y muchas actividades que me ayudaron a reflexionar sobre mi entorno. Una de las razones por las que decidí estudiar Trabajo Social fue porque con Lobo, en una ocasión, llevamos alimentos a las personas que duermen afuera de los hospitales para estar al pendiente de sus familiares. Ahí valoré mucho la gratitud y los actos de ayuda, que por muy pequeños que sean, logran cambiar el ánimo y hasta la vida a muchas personas.

Ser la primera profesionista de mi familia paterna y la tercera, del lado de mi familia materna es un orgullo y el resultado de muchos sacrificios. Siento que todos mis primos tuvieron la misma oportunidad que yo, ya que venimos de una familia de Ferrocarrileros, no obstante, creo que mi padre es parte esencial porque él es distinto a todos sus hermanos. Mi padre es más amoroso, más paciente, más comprensivo. Recuerdo muchas veces que él me decía –mírame como estoy yo, tengo que trabajar muchas horas extra para poder ayudarlos a ustedes, en cambio, cuando veo a los ingenieros que entran en la mañana y a la una de la tarde ya están fuera, me dan ganas de que tú seas como ellos, que salgas adelante sin matarte tanto–.

La licenciatura no fue fácil, eso debe quedar claro. A veces, por cuestiones económicas yo quería salirme, entrar a trabajar a una fábrica y ayudar a mi familia. Entonces pensaba en todo el esfuerzo que mi padre había dado y que faltaba menos de dos años para convertirme en licenciada, eso lo enorgullecía muchísimo, no podía rendirme. Después vino la pandemia y el dinero se iba tan rápido en los tratamientos de mi familia, fue muy complicado, pero en ese momento pedí condonaciones a la universidad y fue un gran alivio para mi papá, quién era el único sostén económico.

Esas acciones, esos sacrificios, esos malos momentos me llevaron a motivarme para terminar mi carrera.

Otra de las motivaciones que aún tengo para continuar desempeñándome profesionalmente, es el sueño de tramitar mi visa para viajar a otro país. Conocer la cultura de otros sitios y demostrar que se puede salir de donde sea. También me motiva mucho el poder comprarle a mi familia una casa, ya que nuestra vivienda pertenece a Ferromex y no tiene los recursos básicos: pavimentación, cableado eléctrico y drenaje eficiente. Además, me siento orgullosa de no haber tocado ninguna droga, aunque todo el tiempo estuve rodeada de ello.

También agradezco a toda la familia que tengo y me acompaña, desde mi abuelo que también fue ferrocarrilero hasta mis tíos que nacieron en Lagos, Juventino Rosas, Silao e Irapuato, al final nos encontramos siempre en el Campamento para apoyarnos.

A pesar de todas las circunstancias por las que he pasado he tenido grandes logros y satisfacciones personales. Me apasiona mucho estar en Protección Civil. Así que, si puedo decirle algo a otros jóvenes, es solamente que estudien, que terminen una carrera, aunque cueste mucho porque cuesta más sobresalir sin ella. Ustedes piensan que dejando la escuela para ganar ochocientos pesos semanalmente en una fábrica les alcanzará para toda la vida, pero no es así. No se rindan, miren a su alrededor y piensen si quieren estar así por siempre.

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Ibarra

Mi nombre es Hillary Guadalupe García Ibarra, tengo diecisiete años, nací aquí en León y actualmente estoy estudiando ingeniería en nanotecnología en el Tecnológico de Monterrey. Mi familia está compuesta por mi papá que se dedica a la albañilería y mi madre, que es ama de casa. También tengo dos hermanos más, el mayor tiene una discapacidad intelectual y la menor está en preparatoria.

Siempre hemos vivido aquí en Valle del Consuelo y recuerdo que durante mi infancia era menos peligroso. Los fines de semana salía con mi papá a pasear o a jugar con chicos de otra colonia. Era muy divertido, pero con el paso del tiempo se volvió inseguro y debido a eso ya casi nadie sale, hay que tener cuidado con ciertas personas para no meterse en problemas. Sin embargo, me quedan recuerdos muy lindos. Antes no había tantas casas como ahora, así que ir a la presa o cerca de la sierra era algo increíble, también solía ir en bicicleta a la placita, fue una linda infancia.

Durante mi adolescencia decidí ser más social porque sólo estaba cerrada a mi círculo de la colonia y yo quería ser más abierta, principalmente, para conocer a otras personas. En esa etapa estudiaba en la Escuela Secundaria General Insurgentes No 8 y desafortunadamente viví experiencias malas, aunque también algunas buenas que me abrieron puertas para mi futuro en la preparatoria.

Hillary ha destacado académicamente a pesar del entorno en el que vive. Gracias a su gran empeño y dedicación obtuvo una beca en una de las universidades más prestigiosas del país.

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García
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En el tercer año de secundaria sufrí acoso y mi primera opción fue irme a otro lado, al principio no querían hacerle nada, pero afortunadamente el director tomó medidas en el asunto. A partir de ese caso, varias mujeres, compañeras mías se hicieron escuchar porque les pasó lo mismo que a mí, y ninguna de ellas se había atrevido a decir algo, hasta que yo hablé pudimos unirnos todas.

En mi familia si hay algunos miembros que terminaron la universidad, pero fue casi una aventura. Mi familia materna emigró ilegalmente a los Estados Unidos y solamente dos tías terminaron sus estudios en ese país. En el caso de mi familia paterna, si tengo primos profesionistas y viven aquí en México, aunque la verdad no tenemos mucho contacto con ellos por conflictos familiares desde que mis padres se casaron.

Mi primera inspiración académica la tuve a partir de una charla que nos dio Citlali Rosas, recuerdo que ella nos decía que participáramos en todo: torneos, olimpiadas, concursos, todo lo referente a la academia o el ámbito intelectual, que esa sería nuestra primera iniciativa y que no nos preocupáramos por no saber algo, ahí lo íbamos a aprender, entonces decidí encaminar mi vida hacia allá. Y fue en quinto semestre que me postulé a la beca Líderes del Mañana. Fue un proceso de casi un año: entrevistas, exámenes, estudios económicos y cosas por el estilo. Después de todo ese transcurso, el 31 de mayo de este mismo año me dieron el resultado donde fui seleccionada y acreedora a esta beca y gracias a ello, ahora estoy estudiando en el Tecnológico de Monterrey.

Obtener esta beca fue una satisfacción muy grande para mí y mi familia, realizar una carrera sin la preocupación de los gastos es algo invaluable. Después de recibir la noticia nos dieron una sorpresa, llevarnos a Monterrey para darnos la bienvenida oficialmente junto a los otros becarios. Ya en la parte diaria de

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la escuela, ha sido un poco agitado porque no estaba acostumbrada a ese modelo de estudio, y la verdad es que yo también tenía ese cliché de que las personas con otros niveles socioeconómicos iban a ser un poco abusivas, pero no fue así, de hecho, me recibieron de una manera amigable y cálida. Me siento muy bien estudiando ahí.

He recibido muy buenos comentarios gracias a lo que he logrado. Una de las anécdotas que más recuerdo sucedió en el trabajo de mi papá, él les dio la noticia a sus jefes de que su hija había ganado una beca para estudiar en el Tec, y alguien hizo un comentario que cómo era posible que la hija de un albañil pudiera estudiar ahí. Mi papá no se molestó, pero el arquitecto Arturo salió en su defensa, entonces le calló la boca a la otra persona. Ese arquitecto, jefe de mi papá, ha sido también un gran apoyo para mí y estoy muy agradecida por ello. Tampoco puedo descartar que mi padre se siente muy orgulloso de mí, hemos platicado al respecto sobre no avergonzarnos de dónde venimos, porque es una forma de inspirar a otras personas, de cierta forma, siento que mi familia y yo, somos un ejemplo para que otros puedan motivarse a salir adelante.

Una de mis metas es irme de intercambio, no importa el tiempo, pero si me veo estudiante en otro país. También tengo la meta de trabajar en una empresa en la cual pueda desarrollar mucha experiencia. Por otra parte, voy a estudiar la mitad de mi carrera aquí para terminarla en Monterrey. Eso me hace mucha ilusión.

Si pudiera decirle algo a quien me lea, es que la vida se trata de avanzar y derribar obstáculos que no nos hacen nada bien. Siempre que he

tenido la oportunidad de compartir mi experiencia, insisto en que sean muy disciplinados, sean resilientes y optimistas porque con eso van a poder lograr muchísimas cosas.

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Mi nombre es José Ángel Camarillo Fonseca, tengo diecisiete años, vivo muy cerca de La Joya, actualmente soy estudiante. Me considero una persona líder, entusiasta y que afronta día a día sus propios retos. Disfruto el hacer cosas que me saquen de mi zona de confort.

Mi familia está compuesta por mis padres y tres hermanos más, además de cinco perros. Mi padre tiene un negocio de vidrios y mi madre es ama de casa, en realidad somos una familia de bajos recursos, pero hemos hecho todo lo posible por salir adelante, prueba de ello, es que mis hermanos no han dejado de estudiar.

Mi infancia fue difícil debido a que crecí en un contexto complejo, marcado sobre todo por la cuestión económica y, por otro lado, lidié con epilepsia hasta los tres años, sin embargo, por las presiones de ser el mejor, tener el promedio más alto y situaciones por el estilo que mis padres me exigieron, la epilepsia volvió al final de la primaria. Hoy por hoy ya no puedo tener emociones tan fuertes, ya sea en cuestión de alegrías o tristezas porque puedo sufrir un desequilibrio que me ocasione convulsiones.

Ya en la etapa de la adolescencia, cuando estudiaba la secundaria, comencé a participar con jóvenes que tenían las mismas inquietudes como generar proyectos para el bienestar social. Una de mis primeras participaciones fue la recolección de despensas para una casa hogar. Y aunque había encontrado ahí una gran manera de formarme, recibí comentarios que cuestionaban mi ayuda hacia los demás. Por ejemplo, me decían que solo me dedicara a estudiar, pero igual no me importó porque sabía que podía hacer algo más allá de lo académico.

Al mismo tiempo que recibía estos cuestionamientos, debo admitir, que también había otras personas que me alentaron: en especial mis compañeros y maestros. Los profesores reiteraban todo el tiempo que yo era capaz de lograr cualquier cosa, incluso me enseñaron a observar la escuela de distinta forma, es decir, yo debía tener buenas notas por el interés de aprender y no por la exigencia numérica.

Ángel ha destacado en el ámbito académico a pesar de las limitaciones económicas. Su empeño ha sido tan grande que consiguió una beca para estudiar su universidad en el Tecnológico de Monterrey.

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Ángel
José
Camarillo Fonseca

La etapa de la pandemia fue muy oportuna para mí, quizás suene mal, pero en lo personal fue un momento donde pude reflexionar, tener tiempo exclusivamente para mí y que enfoqué hacia otras actividades que nunca había disfrutado como pintar y escribir. Durante ese proceso pude desahogarme de lo fastidiado y agotado que estaba de la academia, de cierta forma me alivió bastante ya que cuando terminó me di cuenta de que era una persona distinta, más activa, más feliz.

En los últimos meses de la preparatoria me ocurrió lo que a muchos, la incertidumbre sobre qué estudiar. Eso me causó frustración al no tener en claro a qué universidad acercarme. Afortunadamente descubrí que el Tecnológico de Monterrey ofertaba una beca del cien por ciento para continuar los estudios. Decidí aplicar y aunque he sido muy inseguro, en el fondo sabía que lo podía lograr.

El proceso para competir por la beca Líderes del Mañana duró aproximadamente un año. Y durante dicho trayecto no busqué otras opciones, empeñé toda mi energía en dicha universidad. Todo fue conectándose sin necesidad de que yo me presionara. A finales de mayo llamaron a mis padres y a mí para realizarnos una entrevista. Recuerdo como si hubiese sido ayer, yo estaba en plena práctica de laboratorio y llegaron los directivos del Tecnológico a mi preparatoria, me dieron un sobre donde venían los resultados. Cuando lo abrí, descubrí que me habían otorgado la beca para estudiar en dicha universidad. Ese momento me marcó mucho porque vi la emoción de mis compañeros y de mis profesores. Esa noticia sin duda cambió mi perspectiva de vida, y a pesar de que ha pasado mucho tiempo sigo sin creerlo.

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Después de todo este recorrido académico hasta ahora, observo en retrospectiva y sé que me han pasado cosas buenas, me siento muy feliz de continuar mis estudios en la mejor universidad del país. Me siento capaz de muchas cosas porque mis logros, mis reconocimientos y mi promedio así lo dictan. Una prueba de ello es que me otorgaron el privilegio de proclamar el discurso de cierre para mi generación.

Actualmente estoy viendo lo que me gusta, estoy tratando de adaptarme y seguir con mi vida. Ya he visto que puedo mantener un nivel académico a la par de una estabilidad social y personal, eso me tranquiliza bastante. A futuro, más allá de la escuela, me gustaría seguir puliendo ese equilibrio, más que nada para sentirme bien conmigo y con las personas que me rodean.

Si pudiera enviar un mensaje a otras personas es que para alcanzar grandes cosas en la vida hay que ser perseverantes y disciplinados. Creo con fervor que para sentirse seguro hay que disfrutar las cosas que hagamos, es importante ser consciente de lo que sientes y de lo que quieres. Disfrutemos de las cosas sin importar la crítica, sin importar los obstáculos que se presenten, mientras disfrutemos habrá un momento donde todo eso tendrá frutos al ver realizadas tus metas.

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Me llamo Josué Flores Rodríguez, tengo veinticuatro años y soy del sur de León. Actualmente egresé de la licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública. Mi familia está compuesta por mis padres y dos hermanos mayores.

Mi padre nació en un rancho cerca de San Nicolás de los González y mi madre creció en Lomas de la Piscina. Ambos terminaron sus estudios hasta la secundaria, pero siempre se dedicaron al comercio de ropa y muebles. Además de eso, mi padre desde muy joven fue parte de la fuerte migración a los Estados Unidos en los años ochenta, yo aún no nacía cuando él ya había emigrado con residencia.

Mi infancia fue normal creo yo, era muy hiperactivo y no podía quedarme quieto. Recuerdo que desde el mediodía a la noche sólo quería estar jugando. Cuando estaba en la primaria mi rutina consistía en ir a la escuela, llegar a comer, hacer tareas y jugar; así cada día.

Mis padres hicieron un gran trabajo en cuanto a mi educación. Las veces que mi mamá se ponía a lavar o hacer el aseo, me ponía a un lado de ella a leer, a escribir y si hacía mal la tarea, la debía repetir hasta terminarla bien. En ese momento pensé que era muy estricta, pero también sé que fue la mejor forma de educación.

Josué posee una trayectoria de vida marcada por la migración de él y sus familiares. Sin embargo, ha logrado sobresalir como estudiante de ciencias políticas y administración pública.

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Mi adolescencia fue musical porque yo tenía ganas de tocar un instrumento, y en uno de los viajes de regreso de mi papá me obsequió una trompeta. Tenía doce años cuando la recibí y desde esa edad me metí a una banda, digamos que esa etapa de mi vida era estar tocando y trabajando en la banda.

La primera vez que emigré con mis papás fue hace seis años cuando terminé la preparatoria. Nos fuimos a Memphis Tennessee. Mi madre hacía el aseo en una escuela primaria, mi papá y yo trabajábamos en un basurero de materiales de construcción. Todos los días nos levantábamos a las cinco de la mañana y regresábamos a las siete de la noche. A veces, cuando terminábamos temprano, íbamos a ayudarle a mi mamá para que nos fuéramos a descansar más pronto. Fue complicado estar en aquel país, sobre todo por la parte del idioma. Hubo situaciones donde me sentí incomodo porque percibía bastante racismo y discriminación.

Una de las situaciones más frustrantes fue detener mis estudios por trabajar. Mis amigos en México ya estaban en la universidad y yo no podía ingresar aún, o no sabía cuándo lo retomaría. Afortunadamente después de un año de arduo trabajo, mi padre me dio el dinero que había quedado para la semana y así poder regresar y presentar mis exámenes para la universidad. Viajé más de treinta horas de Memphis a León con una bolsa de sándwiches y una maleta llena de sueños.

Al entrar a la universidad sentí un inicio desde cero, es decir, retomé el estudio con mucha energía y motivación. Además, me encantó haber elegido ciencias sociales porque esa parte humanista me hace reflexionar sobre varias situaciones de la sociedad. Fue así como me involucré más en la universidad y en el Instituto Municipal de la Juventud.

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Uno de los primeros logros que obtuve fue en segundo semestre. Recuerdo que con unos compañeros ganamos el primer lugar a nivel nacional en un rally de datos abierto, fue un concurso que encontramos gracias a la realización del servicio social en la contraloría del municipio. Ese premio nos hizo representar a México en la cumbre mundial de gobierno abierto hace tres años en Canadá.

Aunado a mi trayectoria académica, encontré una convocatoria llamada Letras Migrantes para la publicación de reflexiones acerca de la migración. Y gracias a esta iniciativa pude acercarme para contar y publicar mi historia. La entrega de ese libro coincidió con mi cumpleaños así que fue algo maravilloso.

Otro de mis grandes logros académicos fue recibir, por tres años consecutivos, el premio al mérito universitario que se otorga al mejor promedio. Además de mis participaciones en los veranos de investigación, la publicación de mis artículos y un sinfín de actividades que han marcado mi vida estudiantil.

Si pudiera compartir un mensaje a otros jóvenes tendría que partir de lo siguiente: no romanticen la idea de que para ser alguien en la vida tienes que estudiar, conozco muchas personas que no fueron por ese camino y son extraordinarias. La vida académica es muy bonita e importante para quienes se dedican de lleno a ello, pero para otras quizás no lo sea y aun así también han adquirido grandes conocimientos para la vida. Otra cosa y muy importante, en el momento que encuentren algo que les apasione, enfóquense y que les resulte gratificante para la vida.

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Me llamo Katya Joceline Moreno Rojas, tengo veintiún años y vivo en Villas de San Juan. Soy una mujer que está dando todo para cumplir mis metas y las cosas que he querido. Soy una mamá joven que a lo largo de la vida ha pasado por cosas buenas y malas, pero con todas las ganas del mundo para darle una vida mejor a mi hijo.

Mi infancia fue muy bonita, convivía todo el tiempo con mis hermanos y mis primos. Mi madre nos dedicaba mucho tiempo y cada domingo consistía en visitar a mis abuelos y jugar con quien estuviera ahí. Durante mi adolescencia me uní todavía más a mi familia, especialmente a mi mamá y a mis tías. Nunca me gustó salir a fiestas o con amigos, yo era feliz encerrada. Sin embargo, cuando conocí a un chico a los quince años, el papá de mi bebé, me fui a vivir con él.

Dejé los estudios a la mitad de secundaria, pero gracias a Sihomara, promotora de Programa Lobo, logré retomar la escuela. Ella me hizo ver que no sólo por ser mamá debía truncar mis sueños. Al principio dudé un poco, pensaba que ya estaba grande y con mi hijo sería más difícil. Afortunadamente con las charlas que recibí pude confiar en mí y terminar mi secundaria. Recuerdo que me felicitaron mucho y cuando eso pasó pensé –no voy a truncar mis sueños–.

A Sihomara la conocí a través de mi cuñada. Esa vez yo regresaba de ver un trabajo con el que es mi esposo y ahí la vi en casa de mi suegra hablando con mi cuñada. Ya se estaban despidiendo cuando me comentó que trabajaba en el Instituto Municipal de la Juventud donde ofrecen talleres de todo tipo y yo le comenté que me interesaba aprender a cortar cabello, poner uñas y cosas por el estilo. Ella me dijo que encontraría la manera de apoyarme, y así lo hizo.

Katya ha retomado sus estudios después de truncarlos por convertirse en madre siendo adolescente. Gracias a Programa Lobo ahora busca convertirse en Educadora.

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Katya Joceline Moreno Rojas

Sihomara se ha convertido en alguien importante para mí. Ella me dio confianza para que yo me desprendiera de todo lo que sentía y no podía decirle a nadie. A tal grado que pude desahogarme de todo, contarle mis días, mis inquietudes y lo que tengo ganas de hacer. Ella me motiva y me comprende.

Las únicas críticas a las que me enfrento vienen de mi pareja. Él dice que soy muy grande. En un inicio me apoyó pensando que yo no lograría nada, pero cuando vio que Sihomara realmente me estaba ayudando, él vio que mis estudios y mi empeño iban en serio. Comenzó a decirme que era tarde, que le iba a dedicar más tiempo a la escuela que a mi hijo; me ponía barreras. Al final eso no me importó, la motivación de Sihomara, mi madre y más familia, hizo que yo pudiera vencer ese miedo.

Una de las experiencias que me motivaron bastante a seguir estudiando fue la celebración del Día del Niño en la escuela de mi hijo. Ese día les ayudé bastante a las maestras con todos los niños porque me gusta. Desde niña yo quería ser educadora, era un sueño para mí desde entonces. En mi familia tengo una prima que a eso se dedica y cuando me enseña las actividades que hace con sus alumnos yo pensaba –qué padre, ella pudo tener sus estudios y ser una gran educadora a pesar de que se casó muy chica–. De alguna manera quería ser como ella.

Sé que trunqué mis estudios por juntarme con el papá de mi hijo, pero ahora los he retomado con mucha fuerza. Desde que me entregaron el certificado de secundaria por parte de INAEBA, me dijeron que tenía gran potencial para continuar.

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No me detuve, al contrario, ahora estoy estudiando mi preparatoria abierta para llegar a formarme como una gran educadora.

Mi madre es un gran apoyo para mí, ella me motiva a derribar cada barrera. A la fecha mi pensamiento es saber que yo puedo y que mi principal motivación es mi hijo. También gracias a la ayuda de la psicóloga es que me volví más fuerte, ahora sé que ni mi pareja ni nadie puede quitarme a mi hijo.

Para llegar a ser educadora debo terminar mi preparatoria, después quiero competir por una beca para seguir estudiando porque soy madre y debo cubrir prioridades económicas para mi hijo. Sé que lo lograré porque me veo por las mañanas trabajando en un jardín de niños y por las tardes, quisiera dedicarme a cuestiones de belleza.

Antes de conocer Programa Lobo era una mujer insegura, creía que las humillaciones eran algo normal. Lobo llegó a mi vida para cambiarme, me enseñaron a quererme, me brindaron ayuda psicológica. No estaba bien. Ahora me siento más segura de mí misma. Mi autoestima ya no está por los suelos. Ya sé decir no, puedo elegir. Ahora soy una mujer distinta y muchos que me rodean notaron mi cambio y se enorgullecen de mí.

Sé que si sigo estudiando mi vida cambiaría por completo. Una vida feliz, segura. Es bueno saber que nadie puede romper mis sueños. Eso es lo más fascinante actualmente, recuperé mi seguridad. Por ello, quiero decirles a todas las mujeres que no dejen de perseguir sus metas, el ser madre no truncará tus sueños. Todo lo contrario, les dará fuerza para salir adelante por sus hijos.

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Mi nombre es Luis Alejandro Becerra Rocha, tengo veintitrés años y padezco una discapacidad visual

llamada síndrome de Stickler. Soy egresado de la Universidad de Guanajuato de la licenciatura en derecho y actualmente estoy trabajando de meritorio en la fiscalía del estado en la unidad de homicidios.

Luis Alejandro Becerra

Mi familia está compuesta únicamente por mis padres y por mí. Mi papá es abogado litigante y profesor en la Ibero, mientras que mi madre se dedica a la docencia en escuela primaria. Además de jugar y tocar mi guitarra, mi infancia estuvo marcada por mi síndrome. Desde muy pequeño comencé a usar lentes y con el tiempo, detectaron que tenía el mismo síndrome que mi papá porque había sido hereditario. Mi primer desgarro de retina lo sufrí a los ocho años. Recuerdo perfectamente como una mancha cubrió mi campo visual mientras anotaba la tarea. Me operaron de emergencia y hasta los doce años, cada verano debían realizarme la misma operación.

Gracias a mi padre, quien también es una persona ciega, pude superar mi condición visual porque él me fue guiando en cómo sería mi avance. Recuerdo que me decía que disfrutara al máximo todo lo que podía ver aún. Incluso, resguardo muy bien en mi memoria la vez que me llevaron al mar porque sabían que pronto ya no tendría la posibilidad de admirarlo, digamos que fue un evento que me marcó muchísimo.

Luis posee una trayectoria de vida marcada por la discapacidad visual. A pesar de ello y gracias al apoyo familiar, ha destacado como un excelente estudiante de Derecho.

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En la cuestión educativa todo fue muy rápido. Cambié inmediatamente de escribir con plumón a hacerlo en braille. Sin embargo, los profesores de ese entonces no tenían conocimiento acerca de esta discapacidad visual. Me acuerdo que la vez que me animé a sacar la tabla de braille para mis apuntes, la maestra me dio un manotazo porque pensó que estaba distraído con un juguete.

En secundaria fue la primera vez que sufrí acoso. De hecho, desde un inicio la misma institución secundaria no quería que yo estudiara ahí porque según ellos, no podrían lidiar con mi situación. Pese a todas las excusas logré entrar. Ya en la etapa de preparatoria me encontré con gente muy buena, con amigos protectores, digámoslo así. Eso me dio mucha seguridad para tener más amigos con los que salía a pasear e incluso a cantar en los camiones.

Cuando decidí irme a Guanajuato para estudiar mi carrera, me apoyé bastante de Julio, un gran amigo que iba por mí a la casa y me dejaba en el salón de clases. También le agradezco mucho a una chica que empezó a gustarme y me hizo ser más independiente. Con ella aprendí a ir y pasear por otros lugares de la ciudad. En la cuestión académica siempre intenté ser un gran alumno a tal grado, que pude ganarme el premio Antonio Torres Gómez, un reconocimiento a los mejores promedios. Fue uno de los momentos más memorables porque mi madre lloró de emoción conmigo y dijo que estaba muy orgullosa de mí. Aunque cada vez que me lo daban se ponía igual.

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Otro logro que disfruté mucho fue gracias al equipo de litigación ya que ganamos la Competencia Nacional de Litigación. Fue uno de los mejores momentos porque la dedicación, el esfuerzo y toda la energía que empeñé en ello, fue muy abrumador. Recuerdo que mis compañeros comenzaron a gritar al ver los resultados, yo creí que era broma, pero cuando corroboré que era verdad, fui muy feliz. Ahora lo que yo hago es ser asesor de estas competencias intramuros para tener nuevas generaciones en el equipo.

Una de las cosas que sufrí todavía en la universidad es que el sistema académico es muy deficiente en temas de discapacidad. Varias veces los profesores no estaban avisados de que tendrían un alumno ciego, por lo cual sus clases eran iguales para todos y no es que pidiera un trato especial o me regalaran puntos, sino que dejaran acoplarme a mi ritmo de lectura y aprendizaje. No era más que cuestión de tiempo. En ese sentido me gustaría decirles que ojalá cambien la perspectiva que se tiene hacia las personas con discapacidad. Que sepan que sí podemos hacer muchas cosas, y que si las instituciones educativas tienen una duda mejor pregunten directamente.

Hablando desde lo jurídico sobre la discapacidad quiero decir que actualmente se puede entender desde el modelo social y crítico. El primero me gusta mucho porque afirma que la discapacidad se forma con dos factores: el primero, que exista una persona con una deficiencia sensorial, física, mental o intelectual; en mi caso, es una deficiencia sensorial. El otro factor se conoce como barreras de tipo actitudinal, social y comunicacional que son generadores de una desigualdad de oportunidad frente a las demás personas. Estoy de acuerdo con esta definición de discapacidad porque esta se elimina en el momento en que no hay barreras. Si tú quitas dichas barreras, habrá igualdad de oportunidades. Esto haría que una persona

con deficiencias sensoriales físicas y hasta intelectuales, no tuviera ningún problema para acceder a las mismas oportunidades en igualdad de condiciones. Es justamente la barrera actitudinal la que refiere a la creación de los estigmas que luego se tiene respecto a la discapacidad.

Fuera del mensaje cliché del échale ganas y lucha por tus sueños, yo creo que un consejo más realista que podría darles a los jóvenes es que hagan lo que pueden con lo que tienen. Sean conscientes de su realidad y actúen conforme a ella. Lo único que podría recomendarles es que sepan sus limitantes, que sepan de sus recursos y aun sabiendo lo que tienen, hagan lo suficiente para lograr un objetivo dentro de ese marco. No esperen a tener más para lograr sus metas. Vean sus capacidades y analicen cada una de sus aptitudes, no dejen que sus recursos limitados los detengan.

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Mi nombre es Luz Viridiana Moreno Díaz, tengo veintinueve años, vivo en la colonia Valle Hermoso, soy agente de tránsito y estudiante de ingeniería industrial.

Mi familia está compuesta por mi hija de trece años, tres hermanos más y mi madre. Mi mamá trabaja en la misma corporación que yo, un hermano es comerciante, otra hermana es guardia de seguridad y mi hermana más pequeña es estudiante de primaria. Sobre mi infancia sólo recuerdo estar jugando todo el tiempo con mis primos. Fue algo muy bonito.

Mi etapa de adolescente fue complicada. Me tocó ser el brazo fuerte de mi mamá desde los doce años porque en esa edad mi papá falleció. Recuerdo que en ese tiempo estudiaba la secundaria y al mismo tiempo trabajaba en una ferretería. El dinero que ganaba ahí lo usaba para pagar mis cosas. Siento que era muy buena estudiando, hasta la fecha disfruto de estar aprendiendo cosas.

A mis catorce años me fui a vivir con el papá de mi hija. Según yo, fue para buscar una salida a lo que estaba viviendo, y no era como que mi mamá me tratara mal. Cuando me fui con esta persona, más grande que yo, me obligó a dejar la secundaria. Recuerdo aún que mi maestra fue a buscarme para que regresara y terminara la secundaria, ya me faltaba muy poco, pero no lo hice. Terminé mi secundaria en un sistema abierto. Para el nivel medio superior pasaron como dos años. Sufrí de mucha violencia con esa pareja hasta que decidí dejarlo.

En cuanto pasé la academia tuve un problema y pensé que me iban a correr, entonces inicié lo de las ventas y al mismo tiempo entré a estudiar la preparatoria. Primero intenté hacer en sistema abierto, pero no funcionó. Fue

Viridiana es agente de tránsito y aunque se convirtió en madre siendo adolescente, logró retomar sus estudios y actualmente se encuentra estudiando la carrera de ingeniería industrial.

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Luz Viridiana Moreno
Díaz

hasta que un día mientras trabajaba escuché algo que se llama Miércoles

Ciudadano y escuché de la prepa en línea. Una vez que la hice me inscribí a la ingeniería y ya voy a la mitad. Mi familia se siente muy orgullosa de mí después de todo por lo que he pasado.

La ingeniería la elijo en primer lugar porque sencillamente me apasiona. Pero también mi madre me cuenta que desde pequeña fui muy buena en la escuela y aprendía muy rápido. Ya en el jardín de niños sabía hacer sumas y me gustaban bastante los juguetes didácticos. En primaria y secundaria desarrollé muchas habilidades en matemáticas y siempre me inscribía a concursos de ese tipo. Ya casi al final de la secundaria una maestra, bastante estricta, me dijo que yo tenía mucho potencial para una carrera en ingeniería. De hecho, esa maestra además de dar docencia era una ingeniera. Siento que desde ahí se me quedó bastante grabada la idea.

Me gustaría ejercer la docencia desde mi carrera en ingeniería o desenvolverme en alguna área de la misma. Me llama bastante la atención compartirle a otras personas el conocimiento que he adquirido. Actualmente me siento muy feliz y orgullosa, porque en otros tiempos creí que no saldría jamás del hoyo en el que estaba, y aunque cometí bastantes errores, sé que puedo levantarme y continuar creciendo.

La carrera de piloto aviador es otra gran inquietud que tengo. Recién me inscribí a una escuela de aviación para aprender todo lo que se requiere y posteriormente realizar exámenes para recibir una licencia federal o de piloto privado para aviones pequeños. Quizás más adelante, si me gustaría especializarme por completo para conducir vuelos comerciales.

Creo que debo enfocarme en cómo distribuir muy bien mi tiempo. Porque las ganas las tengo, pero debo dividirme día a día en mil cosas para salir adelante como mujer y como madre.

Si pudiera decirles algo a los más jóvenes es que no corran, para todo hay tiempo. No es necesario adjudicarnos responsabilidades que no nos corresponden. Debemos tener la suficiente madurez para tomar decisiones, a veces es complicado cuando lo dice alguien más grande, pero hay que saber escuchar. Y a las mujeres que han vivido violencia doméstica o de algún otro tipo, quiero decirles que siempre hay una salida y una oportunidad. Debemos apreciarnos más como mujeres y no porque hayas pasado por una situación de este tipo no significa que vales menos. No dejes que tu pasado te defina, siempre habrá un nuevo día.

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Me llamo Ramón Ayala Álvarez como el del acordeón, tengo veintinueve años, crecí en la colonia Ciudad Aurora, soy maestro en una preparatoria y a su vez, soy estudiante de la maestría en estudios para el desarrollo. Mi familia está compuesta por mi madre y cuatro hermanos más. Mi padre falleció hace muchos años.

Mi infancia fue como las de antes, en mi cuadra éramos muchos niños y todo el tiempo jugábamos con trompos, a las escondidas o trepábamos árboles. Fue una buena infancia. Ya en la adolescencia las cosas se complicaron a partir de que mi padre enfermó, yo entré en una etapa conflictiva con mi familia y mis amigos. Todos mis hermanos salieron de la secundaria directo a trabajar, porque mi papá ya no pudo ser ese sostén. Y conmigo sucede lo mismo. Al salir de la secundaria comencé a trabajar en muchas cosas: vendiendo botas, en una constructora, vendiendo trajes y en un supermercado.

Yo no pensaba estudiar alguna carrera, recuerdo que en mi etapa de rebeldía mi papá me dijo que no me veía ganas de estudiar y me mandó con mis hermanos a trabajar. Cuando vi que los empleos eran muy precarios, decidí terminar la prepa. Sin embargo, tenía miedo de decirle a mi familia que quería volver a estudiar, de hecho, cuando se lo dije a mi papá él me contestó que lo que yo no quería era trabajar. Aún así, él me ayudó a pagar la ficha para intentarlo de nuevo. Me preparé todo un año para mis

Ramón tiene una trayectoria de vida marcada por el trabajo desde que era adolescente. Sin embargo, retomó sus estudios con tanto empeño que ahora está por concluir un posgrado.

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exámenes en el CECyTEG y gracias a que abrieron dos planteles, yo me quedé automáticamente en el segundo. Mi padre murió cuando yo tenía dieciocho años, entonces ya no pudo ver mi reingreso a la escuela. Sé que le hubiera encantado verme estudiando como hasta ahora lo he hecho.

Una vez que entro, todo comienza a cambiar. Los profesores eran muy distintos, sobre todo por los ingenieros. Fue algo extraordinario. Recuerdo que una maestra de inglés me comentó que porque no buscaba una beca en el Tecnológico. Sabía que era una escuela muy costosa e inalcanzable, sin embargo, ella me llevó de contrabando hasta la escuela para buscar oportunidades para mí. La señorita que nos atendió esa tarde me dijo que había llegado un comunicado para otorgar becas a personas de bajos recursos, pero que tuvieran que hacer trabajo extracurricular. Por las experiencias que había tenido a lo largo de la escuela, supe que esa beca era para mí, se llamaba Líderes del Mañana; fui la primera generación de becarios.

Durante la universidad me doy cuenta que no sólo puedo mejorar mi situación económica, sino que también hay problemas de otras índoles y que yo podía generar un cambio a través de proyectos. De ingeniería pasé a emprendimiento y luego a negocios, pero en cada materia que estaba siempre estaba generando ideas para transformar mi entorno. Sé que muchos de esos proyectos fracasaron, pero me llevaron por caminos invaluables y logré conocer un sinfín de personas con las que hasta la fecha tengo relación. Después de todas estas experiencias, inicié un estudio de emprendimiento social y buscaba relacionar universidades con estancias de gobierno para que capacitaran a la gente en temas sociales. Con el tiempo, conocí al Instituto Municipal de la Juventud de León y entré a su Programa de Embajadores. Ahí comencé a vincularme un poquito más con gobierno. Recuerdo los primeros talleres de emprendimiento social que daba. Y justo casi para terminar la universidad, tuve una vinculación con un programa de las Naciones Unidas para el desarrollo de un proyecto que buscaba impulsar a jóvenes en condiciones vulnerables para darles alternativas de autoempleo.

Después de mirar en retrospectiva y con todos los proyectos que realicé o participé, fui dejando al Ramón del pasado y me sentía feliz, extrañamente feliz. Sobre todo, cuando recordaba los trabajos que había tenido anteriormente. Pero llegó la pandemia y me contagié. Duré más de un mes en cama y eso ocasionó que bajara mi ritmo de vida y que

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me olvidara de todos los proyectos. Entré en una etapa de depresión, pero afortunadamente descubrí la terapia. Era como si todas las crisis adolescentes me hubieran explotado en ese momento. Confronté muchas cosas que tenía guardadas y sólo así, pude superar todo y comenzar a trabajar desde cero. Hace seis años que me casé con mi novia y tanto a ella como a mi familia, les agradezco las oportunidades y la ayuda que me han brindado siempre.

He recibido muchos comentarios por parte de mi familia, creo que tenían miedo de que estudiara en el Tecnológico de Monterrey porque sabían cómo es ese tipo de escuelas. Pero aún así me apoyaron, agradezco a mis hermanas y hermanos que me daban dinero para mi transporte y una que otra cosita. Creo que de las satisfacciones más grandes que he tenido, es compartir desde la docencia con mis alumnos la experiencia de mi vida. Intento motivarlos y explicarles lo importante que es que se sepan conocer. Además, creo que una de las cosas más importantes que he aprendido, es a vivir tranquilamente, con tiempo para descansar y charlar con alguien. Vivir sin prisas y de la manera más plena posible. No tengo la vida resuelta, por ahora sólo tengo la inquietud de terminar mi maestría y continuar.

Me gustaría darles un mensaje a otros jóvenes y se trata de que se den cuenta que vivimos en un mundo donde hay precariedad, escasez, noticias negativas y cambios climáticos muy fuertes. Por otro lado, sé que no podremos cambiarlo de manera individual, pero sí podemos luchar desde otra trinchera, desde las cosas más simples y valiosas como lo puede ser la familia. Lo más importante es mantener la calma, pensar quiénes somos y qué queremos. Intentar ser felices con las cosas que les gusten y estar en calma. Definitivamente nos hace falta mucha calma.

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Mi nombre es Ruth Hernández Granados, tengo diecisiete años y vivo en el Centro de Asistencia Social Temporal. Recién me gradué de la preparatoria y estoy en la búsqueda de alguna universidad. La única red familiar que tengo es mí tía, su esposo trabaja en Estados Unidos, pero no me llevo bien con ella.

Mi infancia la recuerdo en la calle desde que tenía cinco años. Me echaba la pinta en la primaria. Me acuerdo de que robaba una farmacia Guadalajara y una vez, una maestra nos vio y nos fuimos corriendo, bien rebelde. Cuando me fui a vivir con mi tía fue que me comenzó a gustar la escuela, pero a mis catorce años entré en otra etapa de rebeldía. Ella tiene muchos problemas de salud así que ya no podía cuidarme, por eso me enviaron a donde estoy ahora.

Desde chica me llamó la atención ser policía. Había estudiado la secundaria de manera normal, pero después me metí a una escuela militarizada, ahí me di cuenta que ya no quería ser policía, sino estudiar la carrera en derecho. Esa carrera me interesó porque estando aquí en el CAST vi que muchos niños necesitan apoyo. La mayoría de las veces los abogados se hacen mensos y no avanzan en los casos. Yo no quiero ser como ellos, si tomo un caso quiero terminarlo bien.

Saliendo de aquí me dejarán vivir en unos departamentos de manera independiente, pero debo buscar trabajo y universidades que me permitan hacer ambas cosas. Llevo cuatro años aquí en el CAST. La verdad es que me adapté rápido porque soy muy social. El hecho de que sea una estancia temporal, no permite que se queden mucho tiempo, pero con los que ya tenemos aquí unos años, he formado una gran amistad.

Ruth ha logrado superar las dificultades que vivió desde la niñez gracias a su estancia en el DIF

LEÓN. Actualmente, se prepara para cursar la universidad y vivir en total independencia.

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Granados
Ruth Hernández

En mi red familiar nadie ha estudiado, excepto un primo que entró a la universidad. Sin embargo, yo sería de las primeras en entrar y terminar la universidad. Me hace sentir muy orgullosa, porque de mis nueve tíos nadie estudió y tampoco mis primos terminaron alguna licenciatura. Además de eso, también me gustaría enseñarme a cortar cabello.

Lo que me motiva a seguir estudiando es saber que tenía muy buenas calificaciones a pesar de que de chica no me gustaba la escuela. Desde que me regularicé en la secundaria no he pensado en dejar de estudiar. Antes yo vivía con mi abuela, mi mamá, una tía y un primo, pero no estaba bien porque sufría violencia. Tenía seis años y no me gustaba llegar a la casa sino hasta que fueran las tres de la mañana. Cuando llegó mi tía de Estados Unidos se dio cuenta de eso y me llevó a vivir con ella.

A pesar de todo sé que soy una buena estudiante. En la academia me fue muy bien, ahí en la militarizada se manejan por rangos, el máximo era sargento primero, y de ciento cincuenta sólo quedamos nueve, yo formaba parte de estos últimos. Ahí te hacen exámenes físicos y de conocimientos si quieres ascender. Entras como cadete raso, cadete de primera, cabo, luego sargento segundo y al final sargento primero. Todos egresamos, pero los honores son salir como sargento primero.

Además de estudiar y terminar la carrera, me gustaría viajar. Aprovechar el tiempo al máximo y no estar ociosa en el sillón, aprender nuevas cosas. Sé que será difícil lo de la universidad, pero me voy a mentalizar para trabajar y estudiar. Sé que muchas personas lo han hecho, por qué yo no.

Si pudiera darles un consejo a otros chicos es que sigan echándole ganas. Yo he pasado la noche pensando en sí vale la pena hacer todo esto, sobre todo si estoy aquí en el CAST y creo que sí. Quiero salir y no desperdiciar mis cuarenta o cincuenta años de vida restantes. Eso no estaría chido.

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Alfredo retomó el ámbito académico gracias al acompañamiento de Programa Lobo. Él había truncado sus estudios en nivel básico y ahora está por concluir una carrera en Arquitectura.

Mi nombre es Samuel Alfredo Guerrero Bárcenas, tengo veintiocho años, vivo en la colonia Diez de Mayo y actualmente estudio arquitectura. Mi familia está compuesta por mi papá quien se dedica a la albañilería, mi madre quien se dedica al hogar y seis hermanas más.

Mi infancia la viví en mi colonia y desde muy pequeño me gustó la música a tal grado, que cuando tenía siete años comencé a practicar break dance en un parquecito. Estudié la primaria de manera normal, pero cuando entré a la secundaria me dieron ganas de practicar skate y eso ocasionó que me volviera más callejero. Y creo que también por consecuencia cuando cumplí quince años, comencé a hacer graffiti, me gustó mucho eso del dibujo, pero lo dejé. Y por cosas de la vida, después me encontré con el malabarismo y desde hace diez años que no lo he dejado.

Cuando dejé la secundaria comencé a trabajar en la herrería y la albañilería, gracias a esos oficios sacaba dinero para comprarme patinetas o tenis. Y justo cuando comencé en los malabares me fui a viajar por todo el país. Viví unos meses en Tijuana y por cosas del destino, cuando cumplí veintidós años volví a León, me reencontré con Víctor, quien ya trabajaba en Programa Lobo y fue él quien me invitó a terminar mi secundaria.

Cuando retomé mis estudios comencé a visualizar la vida de otra manera, y aunque ya había hecho cosas muy

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Samuel Alfredo Guerrero Bárcenas

importantes dentro del malabarismo como cursos, becas y presentaciones en teatros, me dieron ganas de continuar en la parte académica. De mi familia seré el primero en terminar una carrera. La motivación que tengo es que puedo ser ejemplo para mis sobrinos y ser orgullo para mis papás.

Al venir de una familia dedicada a la albañilería siento que eso me quedó muy marcado, entonces decidí arquitectura para demostrarme a mí mismo que puedo ser capaz de hacer una cosa distinta al oficio familiar, que, aunque vayan de la mano y me sienta orgulloso, quiero cumplir distintas metas.

Sé que no es fácil, hay veces que quiero rendirme por la cuestión económica, porque desde que entré a la carrera estoy muy entusiasmado, pero no tengo una fuente de ingresos para sustentar pagos y materiales. Mi familia siempre me ha apoyado. Recuerdo que una vez le dije a mi hermana que iba a dejar de estudiar para trabajar, y ella con mis otras hermanas me dieron lo suficiente para que yo no me rindiera. Lo maravilloso es que cuando les muestro mis calificaciones también se sienten orgullosas.

A lo largo de la vida he adquirido ciertos ideales que han rendido frutos dentro de la universidad, por ejemplo, la bioarquitectura. Un día nos pidieron generar un aporte social que ayude a las comunidades carentes de algo. Entonces al hacer mi investigación, propuse un refrigerador ecológico de barro. Ese proyecto logró que me exentaran de la materia.

Lo único que me hace falta para continuar formándome como arquitecto es una buena computadora.

A veces necesito hacer un diseño y la que yo tengo no tiene la capacidad y el soporte para esos programas. De ahí en fuera todo bien.

Siempre he creído que está en uno mismo seguir creciendo y buscar alternativas como rodearse de buenas personas cuando se requiera apoyo, porque sé que uno solo no la arma. Ya sea educativo, laboral, emprendimiento, lo que sea, siempre es necesario tener alguien que pueda darnos una mano.

Es muy vital para mí ser agradecido, en especial con Víctor, desde que vino a acarrearme para terminar la secundaria y ahora saber que estoy a la mitad de la carrera, es algo increíble. A partir de ahí entré a varios cursos, quise formarme y buscar ayuda. Recuerdo que realicé unos cursos en el Tecnológico de Monterrey donde me asignaron una mentora arquitecta, profesión que yo quería estudiar, gracias a ello, aprendí mucho.

La universidad la elegí gracias a que me llevaron a un evento donde ofertaban varias carreras. Entonces investigué la universidad que me interesaba y me brindaron la beca necesaria para poder estudiar. Me he sentido muy bien desde entonces, estoy motivado tanto que también he estado trabajando con laboratorios que se dedican a la construcción.

Honestamente no me imaginaba que podía llegar aquí desde que entré a la secundaria. Yo sólo quería circo toda mi vida, pero cambié radicalmente. Sobre todo, para aportar algo a la sociedad desde mi profesión como crear arquitecturas que no dañen la tierra. Lo único que quisiera decirles es que tengan disciplina, porque gracias a ello, sin importar lo que hagan: dibujo, malabares, deporte o cualquier cosa, no verán los frutos de ninguna manera. Hacer las cosas de la mejor manera posible para que todo resulte increíble.

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M aría Teresa Rodríguez Rivera

Me llamo María Teresa Rodríguez Rivera, tengo dieciocho años, nací aquí en León, pero nos mudamos por un tiempo a la Ciudad de México. Ahora vivo en la colonia San Isidro y soy estudiante de veterinaria y zootecnia en la universidad de La Salle. Además, también estoy como secretaria nacional de la Red de Jóvenes Políticos.

Mi infancia estuvo rodeada de mascotas y paseos familiares en los parques. Desde pequeña mi mamá me metió a natación y posteriormente pasé a practicar clavados. Al mismo tiempo estudiaba, era una niña que quería hacer de todo.

Esta etapa también estuvo marcada por el acoso verbal. Me hacían sentir como un bicho raro porque anteriormente vivía en la Ciudad de México y constantemente cambiaba de escuela, era difícil hacer amigos o llevarme bien con los compañeros. Todo cambió hasta que regresé aquí a León.

Mi adolescencia en León fue muy bonita. Aún no había llegado la pandemia entonces todo seguía normal, de hecho, me postulé como presidenta estudiantil y comencé mi campaña. Creí que no iba a ganar porque nadie me conocía, entonces al dar mis propuestas me llevé la sorpresa de que sí quedé como presidenta.

María encontró en la labor social una forma de ayudar e inspirar a quienes la rodean. Gracias a sus iniciativas y al Instituto Municipal de la Juventud obtuvo una beca de voluntariado internacional.

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Fue un proceso muy bonito porque comenzaron a acercarse distintas personas para apoyarme. Mi inquietud por la labor social viene desde que era niña. Me gustaba ayudar en distintas cosas y disfruto ser parte del cambio de cualquier persona. La primera vez que me hice consciente de ello tenía diez años, mi mamá me llevó a campañas de adopciones y esterilizaciones. Ese acercamiento fue fundamental para estudiar veterinaria. Recuerdo que había sido en una zona de escasos recursos y al ver que las personas realmente estaban interesadas por vacunar a sus mascotas, ser voluntaria sin recibir nada a cambio, fue algo maravilloso.

Más que críticas me he enfrentado a situaciones de ideas tradicionalistas. Mi familia materna piensa que las mujeres deben seguir solamente un camino y no se tienen que desviar y yo, quiero hacer todo lo contrario. Siento que tengo que salir de esa categoría ya bien marcada. Los comentarios negativos también vienen de distintas personas: desconocidos, amigos y demás, pero la verdad lo que me impulsa a seguir es seguir ayudando.

Cuando fui presidenta estudiantil se dio la oportunidad de acercar el Instituto Municipal de la Juventud a la escuela. Ahí entré al Programa de Colectivos Juveniles y comencé con capacitaciones al interior de la misma escuela. Después desarrollé un proyecto llamado Eco ladrillos que consiste en reciclar material plástico para la construcción de bancas. Y posteriormente, realicé campañas de colecta de comida para perros de la calle.

Uno de mis mayores logros es que fui seleccionada para irme de voluntariado fuera de México. Tengo mucha curiosidad e interés de saber cómo es trabajar en otro país. Ojalá sí pueda irme a Bélgica para aprender bastante y todo lo que pueda aplicar de regreso en mi ciudad con gusto lo haré.

Me sentí muy feliz de ver mi nombre en esa lista, me motiva a seguir adelante. A corto plazo quiero continuar con Eco ladrillos y aplicarlo en colonias como la Diez de Mayo. A mediano plazo concretaré lo de mi voluntariado y posteriormente, me gustaría ir a estudiar a Estados Unidos. Quiero conocer mucho más respecto a las formas de estudio y cuando aprenda lo suficiente, volver y ejecutarlo aquí. Sé que puedo ser una pieza importante de cambio en los jóvenes.

Si pudiera darles un mensaje a otras personas jóvenes es que la organización es la base del éxito. Y que no importa lo que otras personas te digan, cada sacrificio que hagan será recompensado. Después de tanto esfuerzo sabrán que valió la pena, cada etapa fueron escalones para subir y alcanzar sus metas. No se rindan.

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Mi nombre es Sandra Guadalupe Sánchez Ramírez, tengo veintiún años y vivo en Paseos del Maurel. Mi padre se dedica a la fabricación de botas y mi mamá trabajaba en el servicio de limpieza, por ahora sólo se dedica a la casa.

Mi infancia fue muy dura porque comencé a trabajar desde los siete años, nunca fui a la escuela porque debía quedarme a cuidar a mis hermanos mientras mis padres trabajaban. En esa etapa también le ayudaba a una niña vendiendo hamburguesas y entre semana le cuidaba a su hijo. Así fueron muchos trabajos.

En mi adolescencia la pasé igual, cuidando a mis hermanos. Tuve esa responsabilidad de ser como una madre desde muy niña. A veces si le batallábamos por comida, pero mi papá hacía de todo para traernos de comer. Me enseñé también a cocinar, leer y escribir yo sola. En el proceso de aprender me compré un libro y una prima me enseñó el abecedario. Lo practicaba todos los días para poder leer.

Una de las razones por las que aprendí a leer es porque veía los anuncios y como no sabía que decían, me desesperaba mucho. Recuerdo que fue en una plaza donde compré el libro y desde ese momento me ponía a tratar de entender. Después aprendí a escribir con las revistas, copiaba las palabras y hacía repeticiones para que me quedaran bien. También el hecho de estar mirando la tele me ayudaba a corregir algunas palabras. Ya cuando aprendí a leer y escribir bien, le enseñé a mis hermanos.

La crítica a la que más me he enfrentado es el hecho de ser madre desde los dieciocho. La gente me decía que tuve a mi bebé por una calentura y andar

Sandra posee una trayectoria de vida marcada por el trabajo infantil y la falta de educación básica. Sin embargo, gracias al acompañamiento de Programa Lobo ha podido obtener sus estudios.

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Sandra Guadalupe
Ramírez
Sánchez

en fiestas. De hecho, no me gustan las fiestas, ni los bares ni nada por el estilo. Incluso mi papá desde hace tres años que no me habla y eso se vuelve complicado porque él está ahí en la casa y siento mucha presión.

La que siempre me apoya es mi mamá y mis hermanos. Ellos me alientan a que salga adelante y que no me deje caer. En mi trabajo de fines de semana recibo muchos comentarios buenos, trabajo en un bar de mesera y la gente deja buenas opiniones de mí. Gracias a eso y que pude leer y escribir, logré conseguir varios documentos y procedimientos para inscribirme al taekwondo.

Gracias al Programa Lobo y en especial a la promotora Ana, pude entrar a la preparatoria. En ese momento yo trabajaba y estudiaba para realizar mis estudios básicos, entonces cuando ella me buscó para entrar de manera gratuita a la preparatoria, me cambió mucho. También quise entrar a la academia de policía y aunque pude realizar varias entrevistas, no pude quedarme. Sin embargo, no pierdo la esperanza de estudiar criminología cuando termine la preparatoria.

Cuando quise hacer mis estudios básicos fue un gran problema para poder inscribirme. Me di cuenta que ni siquiera estaba registrada y eso dificultó mi ingreso. Tampoco mis hermanos lo tenían, de hecho, después me di cuenta por qué no nos daban juguetes cuando iban algunas organizaciones a la colonia, era porque no teníamos ese documento. Nadie sabía de eso, sólo se lo conté a Ana y ella me ayudó bastante.

Siento que debo olvidar todos los comentarios negativos y volver más fuerte mi confianza. Porque sé que si me concentro puedo lograr lo

que me propongo. A veces, los comentarios de mi papá me molestan porque me dice cosas que no me gustan y eso me desanima, pero al final debo saber superarlo. Me gustaría decirles a muchos jóvenes que sigan estudiando, que se acerquen a las personas que puedan ayudarlas para que terminen su escuela. Ahora es más fácil encontrar una oportunidad para salir adelante.

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Tania Yunuen

Fuentes

Me llamo Tania Yunuen Cetina Fuentes, tengo veintinueve años, soy de la colonia San Pedro de los Hernández y soy docente de educación primaria y universitaria. Mi familia está compuesta por mi mamá y tres hermanos. Ella es comerciante, mi hermano menor es ingeniero en sistemas y mi otro hermano mayor es ingeniero mecánico.

Mi mamá nació en León, pero por cuestiones personales se mudó a la ciudad de México y allá conoció a mi papá, que era de Michoacán. Después de un tiempo se mudaron a Michoacán y allá nacieron todos mis hermanos, sin embargo, uno de ellos falleció a sus quince años.

Después de un tiempo regresamos a León con mis tres hermanos y mi mamá. Ella siempre ha trabajado vendiendo zapatos entonces cuando llegamos aquí continuó desarrollándose en ese mercado. Una de las ventajas fue que aquí teníamos a la familia materna, entonces mis tías me ayudaron mucho a ser muy dedicada por la cercanía que construimos.

Dentro de mi familia mis hermanos y yo, somos los que tuvimos el privilegio de acceder a una carrera. Eso me hace sentir muy orgullosa. Desde pequeña siempre quise ser maestra y ahora que lo he logrado me llena de mucha felicidad. Sobre todo, al saber que quedé en primer lugar a nivel Guanajuato para la obtención de mi plaza. Después

Tania ha destacado en el ámbito académico lo que permitió que estudiara un posgrado y además, desempeñará la docencia en la Escuela Normal Oficial de León.

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Cetina

de eso vino la maestría en ciencias de la educación y posteriormente, logré hacer mi doctorado en pedagogía. Tenía el ímpetu de formar futuros docentes y sabía que tenía que prepararme de la mejor manera.

Siendo honesta, soy la primera mujer que tiene esa trayectoria académica en mi familia. En el aspecto general de la familia, todos tenemos mucho empeño por salir adelante, es algo que siempre se nos ha inculcado. Mi madre se siente muy orgullosa y, de hecho, mi hermano menor me toma como su ejemplo a seguir.

La principal motivación era actualizarme, sé que la sociedad cambia constantemente y como docente, quería ser capaz para atender las responsabilidades de cada alumno y posteriormente, preparar a los mejores docentes de nuestro país. Siento una gran responsabilidad, pero me siento feliz de formar parte de un cambio vital a nivel social. No me veo en otra profesión. Amo lo que hago, amo a mis alumnos y sé que puedo transformarlos para un bien.

Siento que mis grandes logros han sido académicos, pero también laborales. Todo lo que he hecho, ha sido con gran esfuerzo y puedo comprobar que ha valido la pena cada sacrificio. También el hecho de trabajar en esta prestigiosa escuela como lo es la Normal Oficial de León, eso me parece maravilloso. Han sido muchos retos que enfrentar para obtener todo esto, desde que trabajaba y estudiaba al mismo tiempo, pero ahora puedo cosechar esos frutos.

Creo que actualmente la sociedad ve a los maestros como enemigos, los padres de familia creen que estamos en contra de los alumnos, pero no es así.

Todo depende de una red entre maestro, alumno y padre. Cuando esos tres factores se conjugan orgánicamente los resultados son increíbles. Pero las críticas han sido muy duras, de hecho, ahora en pandemia recibí muchos comentarios de que por qué nos pagaban, si no hacíamos nada, si no íbamos a trabajar, pero nadie veía que detrás de esa pandemia nosotros tuvimos que adquirir nuevos equipos, saber de tecnologías para grabar las clases, ir hasta las casas de los alumnos para llevarles actividades y revisión de tareas. Nadie supo el esfuerzo que todos hicimos para estar presentes en la educación de este país.

Mi mensaje para todos los jóvenes es que continúen sin importar los obstáculos. Desarrollen habilidades y actitudes para seguir adelante y superar cada uno de los problemas que se nos presenten. Sepan que no será nada fácil, pero al final cuando se den cuenta de todo lo que tuvieron que atravesar, se alegrarán y se sentirán orgullosos. Luchen por lo que les apasione.

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Soy Cynthia Denise Bermúdez Ruíz, tengo veintinueve años y soy de la localidad de Piedra Blanca en las afueras de León hacia San Francisco del Rincón. Soy ingeniera en bionanotecnología y actualmente estudio la maestría en administración y políticas públicas.

Mi familia paterna se dedica a la agricultura ganadera, es por eso que vivimos en dicha localidad, pero mi abuelo siempre quiso que sus hijos tuvieran otra profesión. Mi padre es pediatra y otros tíos se recibieron como abogados. Un dato curioso es que yo soy la primera mujer de toda mi familia en ser ingeniera. Este acontecimiento rompió varias barreras construidas por el machismo al interior de mi familia. Me ha costado trabajo, pero sigo avanzando en este aspecto. Después de mí, hubo más mujeres que decidieron inclinarse por carreras como esta, por ello me apasiona el tema de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Mi infancia estuvo marcada por la vinculación con mis primas a la hora de jugar, ya que fui hija única. Al provenir de una familia de ganaderos mis recuerdos están repletos de granjas. Es muy bonito recordarlo porque gracias a esa vida me encantan los animales y disfruto de actividades al aire libre en medio de la naturaleza.

En mi adolescencia experimenté el cambio del campo a la ciudad y de mis abuelos paternos a los maternos. Prácticamente me la he pasado en la ciudad desde entonces, fue una transición radical, pero que también aprendí a disfrutar al estar rodeada de mi familia y amigos.

Desde que comencé a estudiar mi carrera descubrí que podía realizar algo para el bien social desde la ciencia ya que estaba investigando energías

Cynthia ha destacado académicamente en las ciencias y tecnologías. Sin embargo, gracias a su trayectoria de vida ha encontrado en la divulgación científica un espacio para las mujeres jóvenes.

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Ruíz
ynthia Denise Bermúdez

renovables, ahí decidí emprender en biocombustible. Además, pude ver que si existe una parte técnica y sencilla de transmitir todo ese conocimiento a las personas. De hecho, me acerqué al Instituto Municipal de la Juventud para llevar a cabo este intercambio de aprendizajes. Empecé a enseñar cómo hacer composta y lo difundimos a través de redes sociales, el objetivo era que otras personas pudieran hacerlo desde sus casas y así ayudar al medio ambiente. El impacto fue muy notorio y me sentí tan bien de poder ayudar a otras personas a generar pequeños hábitos en favor de la naturaleza.

La divulgación de la ciencia, tecnología e innovación en niñas y mujeres ha sido otra vertiente muy importante que he generado en esta labor social. Lo he realizado, principalmente, porque al ser la primera mujer ingeniera en mi seno familiar siento que puedo ser ejemplo para otras mujeres. Así que darles conferencias y talleres se ha convertido en mi proyecto principal.

A lo largo de esto he encontrado muchos obstáculos, el más común es darme cuenta que la ciencia no está tan abierta para jóvenes y mujeres, eso puede verse en que son cifras muy pequeñas lo que se destina a juventudes. Dentro de los reglamentos de las leyes de los presupuestos se nos destina el punto cero uno por ciento a la ciencia. Somos muy pocas mujeres jóvenes que estamos incursionando en el tema de las políticas públicas en dicha área. Recuerdo una situación por el tema de género y edad cuando comencé mi emprendimiento, mi otra compañera y yo nos acercamos a un sector público de hombres mayores y nos ignoraron por mucho tiempo hasta que tuvimos un asesor hombre apoyándonos.

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Actualmente soy la presidenta del Consejo Ciudadano de Seguimiento de Políticas Públicas en Materia de Juventud (CONSEPP), y esto es algo que me apasiona porque creo que puedo lograr cambios en temas de juventud. Ahora sé que se pueden realizar muchos apoyos a personas con desigualdades, personas con discapacidades, la población indígena y otras tantas que no ha sido posible abrirles las puertas para que ellas tengan voz.

Uno de mis mayores logros es abrir el consejo de juventudes a otras organizaciones porque no era conocido a nivel nacional y otro, ha sido ser representante de Guanajuato antes el Consejo porque no siempre fue tan sencillo como suena. Cabe mencionar que desde el año pasado soy parte de la comunidad de Embajadores del IMJU porque gané el premio municipal de la juventud por mi proyecto Más ciencia entre mujeres que es precisamente la divulgación de la ciencia.

Ser la presidenta de este consejo significa representar a Guanajuato, pero también abrir oportunidades a las juventudes. Para mí es muy importante que estos espacios sean para todas las juventudes. Escucharlos también es algo crucial porque podemos hacer cambios desde las necesidades que se requieran. Siento que para eso estoy liderando desde este puesto y quiero aprovecharlo al máximo.

Si tuviera que enviarles un mensaje es que si tienen una meta la persigan hasta alcanzarla, será complicado, pero también no olviden que alguien ya pasó por esto así que busquen apoyo. A veces es complejo, pero somos una comunidad de mujeres que nos vamos a apoyar entre nosotras mismas y que nos vamos a ayudar a empoderarnos.

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Epílogo

La encomienda de reconocer y visibilizar cincuenta trayectorias juveniles resultó ser una tarea ardua, como investigadores nos vimos obligados a cuestionar los formatos tradicionalistas que se utilizan para seleccionar, focalizar y posteriormente, poner en la vitrina a las personas galardonadas por sus objetivos, logros y metas alcanzadas.

Entendemos que la condición juvenil se expresa de forma distinta en las personas y a su vez, se encuentra atravesada por estructuras de raza, género y clase social. Por esta razón, no podemos hablar de una sola forma de ver, pensar y comprender la realidad, sino de múltiples formas cuyo origen se caracteriza por circunstancias complicadas y poco favorables.

En este sentido, observamos que cuando sólo se comprende un modelo único de ser joven, también se crea una sola expectativa de las personas jóvenes y como consecuencia, sólo son reconocidos quienes han tenido el privilegio de realizar estudios de nivel superior, poseer puestos gerenciales, obtener movilidades en el extranjero o bien, de tener un modo de vida superior al promedio. Justamente contrastando a esta perspectiva creemos que es importante considerar otros aspectos que determinan la forma en la que se construyen las trayectorias juveniles: la vulnerabilidad social. Esta condición nos permitió ampliar nuestra mirada hacia otros actores, que debido a su estado social, cultural y económico no han podido ser reconocidos y, por ende, visibilizados bajo este modelo único antes mencionado.

Por otro lado, esta perspectiva nos permitió comprender cómo se expresa la diversidad juvenil, por ejemplo, pudimos observar en muchas de las historias que los objetivos, metas y logros que poseen las y los jóvenes adquieren sentido en su contexto y poseen un gran valor de acuerdo a sus inquietudes y necesidades. La trascendencia de las trayectorias juveniles radica en el sentido que los actores sociales jóvenes otorgan a cada una de sus acciones, para afrontar y superar cualquier problemática que se les presente.

Ante esto, surge un cuestionamiento ¿cómo logran las y los jóvenes enfrentarse a situaciones de riesgo, superar obstáculos y convertirse en personas resilientes? Los testimonios de vida que acabamos de ver se convierten en una muestra y representación de lo que viven en su mayoría los jóvenes leoneses. Y a partir de aquí, podemos afirmar que las redes familiares, los vínculos de amistad y el apoyo institucional, son factores de suma importancia para superar la adversidad. Cuando los jóvenes conjugan a su favor estos tres elementos de manera sólida, es sorprendente atestiguar lo que son capaces de lograr desde su trinchera.

Retratar estas historias no significa solamente una apología al esfuerzo o romantizar la condición de vulnerabilidad para repetir la expresión el que quiere puede, frase que tanto daño ha hecho a una generación invisibilizada. Estos retratos significan el reconocimiento a la capacidad de agencia que poseen las personas jóvenes para generar cambios para mejorar su vida en sus espacios

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de socialización familiar, laboral y personal. A través de las cincuenta historias observamos justo esto: las y los jóvenes, sobre todo aquellos están inmersos en una realidad poco o nada acogedora, constantemente están generando estrategias para acceder a un mundo menos hostil y más digno.

Ahora bien, es importante mencionar que este libro no habría sido posible sin el trabajo de un área dedicada a la investigación. La visión antropológica y humanista permitió realizar un trabajo reflexivo, analítico y vivencial que dio como resultado un producto editorial de trascendencia académica e institucional.

A su vez, cabe destacar que las historias aquí narradas, solamente son una pequeña muestra de la condición actual de las y los jóvenes cuya trayectoria, no ha terminado aún a pesar de los logros ya demostrados.

Por último, observamos que existen múltiples temas sociales que son latentes y urge tratarlos inmediatamente, pues condicionan y vulneran parte importante de la vida de la población juvenil del municipio de León.

Si deseas conocer más sobre las historias de vida, escanea nuestro código QR.

Referencias Bibliográficas

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• Guber, R. (2011). La etnografía: Método, campo y reflexividad. Siglo XXI editores.

• Rodríguez Gómez, G.; Gil Flores, J. y García Jiménez, E. (1996). Metodología de la Investigación Cualitativa. Aljibe. [Disponible en https://cesaraguilar.weebly. com/uploads/2/7/7/5/2775690/rodriguez_gil_01.pdf]

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Glosario

Adolescentes: Son las personas que tienen entre 12 y 17 años. Desde un punto de vista biológico la adolescencia coincide, aproximadamente, con la pubertad, etapa en la que los seres humanos experimentamos importantes cambios fisiológicos, principalmente a nivel sexual y cognitivo.

Artista urbano: Persona dedicada a la intervención del espacio urbano con un propósito estético.

Bandas: Es un modelo de sociabilidad que organiza el espacio y el tiempo de la vida cotidiana. Es percibida por sus miembros como una segunda familia o la escuela de la vida.

Beneficiario: Aquella persona que ha sido designada para percibir algunos beneficios o apoyos económicos o ciertos derechos por parte de alguna institución.

Colectivo Juvenil: Programa formativo del IMJU León que tiene como objetivo promover la innovación social y la participación ciudadana juvenil, dirigido a personas jóvenes de entre 18 y 29 años interesadas en la creación o implementación de proyectos de impacto social.

Consejeros juveniles: Programa del IMJU León que fomenta la participación de las y los jóvenes mediante la integración de éstas y éstos como miembros de los distintos consejos directivos y consultivos de la Administración Pública Municipal.

Intervenciones urbanas: Se refiere a la creación intervención de espacios mediante arte urbano, ya sea en formato de festival o bien la realización de murales solamente.

Jóvenes: Grupo etario de la población, ubicado entre el periodo de la infancia y la adultez, legalmente son aquellas personas entre los 12 y los 30 años.

Mano x el mundo: Programa del IMJU León donde se ofrecen becas para realizar actividades de voluntariado internacional donde se pretende que las y los jóvenes desarrollen habilidades de interculturales.

Mictlarte: Festival de arte urbano que tiene por objetivo generar intervenciones artísticas bajo la temática del día de muertos.

Muraleón: Programa del IMJU León dedicado a la realización de intervenciones y a la promoción del arte urbano en la ciudad.

Programa Lobo: Programa del IMJU León que atiende a adolescentes y jóvenes que crecen y se desarrollan en contextos de vulnerabilidad (ya sea agrupados en bandas, grupos juveniles o de manera individual), mediante el acompañamiento en la construcción de su proyecto de vida.

Promotor/a Lobo: Personas dedicadas a la atención a adolescentes y jóvenes que crecen y se desarrollan en contextos de vulnerabilidad (ya sea agrupados en bandas, grupos juveniles o de manera individual), generando acompañamiento en la construcción de su proyecto de vida.

Proyectos juveniles: Se refiere a los proyectos que generan las y los jóvenes que responden a las necesidades, intereses y problemáticas de éstos en el ámbito local.

Taller: Son espacios educativos donde se pretende la enseñanza de algún tema o área del conocimiento específica.

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